Guerras de Independencia Hispano-Americanas Fase preinsurreccional (1808-11) Operaciones en el Alto Peru en 1811


Batalla de Huaqui o de Guaqui (20 de junio de 1811)

Antecedentes

Tras la batalla de Aroma (14 de noviembre de 1810) el dominio del virrey Abascal sobre el Alto Perú quedó pulverizado, había perdido dos tercios de su fuerza y gran parte de su armamento y municiones.
Dada la situación en que, al menos por el momento, se encontraba el virrey Abascal, y por doloroso que esto resultase para su amor propio, dio órdenes a Goyeneche de limitar sus actividades a la vigilancia y fortificación de los puntos ocupados.

Durante este tiempo de obligada tregua, Abascal encargó a Goyeneche la organización de un nuevo ejército con el que pasar a la ofensiva.

El avance de las tropas del gobierno de Buenos Aires continuó hacia el norte del Alto Perú, hasta el límite con el virreinato del Perú, las fuerzas argentinas establecieron su cuartel general en La Paz y sus avanzadas en el pueblo de la Laja, y más tarde en Huaqui. En el lado occidental del río Desaguadero se reorganizaban los realistas, que habían establecido su cuartel general en Zepita, localidad a orillas del lago Titicaca. Las vanguardias se encontraban a unos 8 kilómetros de dicha población y parte de ella situada al otro lado del río, sobre unas alturas que defendían el acceso al puente.

Tregua del Desaguadero (14 de mayo de 1811)

El 11 de abril de 1811, una patrulla de la vanguardia del Ejército Auxiliar del Perú, integrada por 12 húsares de La Paz, al mando del teniente Bernardo Vélez, recorría las cercanías del pueblo de Huaqui (Guaqui). Allí se enteró de que un destacamento de exploración del Ejército Real del Perú se dirigía hacia ese lugar y planeó emboscarla en las afueras del pueblo. Al intentar hacerlo se encontró, sorpresivamente, con un destacamento que tenía unos 100 soldados bien montados y armados. Tras rechazar una intimación de rendición y antes de que esas fuerzas lo pudieran rodear, el teniente Vélez se abrió paso hacia Huaqui y se atrincheró en la iglesia del pueblo. Después de un enfrentamiento de quince minutos, la patrulla de José Manuel de Goyeneche se retiró hacia su base de partida, llevándose dos prisioneros.

Por orden de Castelli, Díaz Vélez envió un emisario con una nota de protesta y la petición de devolución de los dos prisioneros. En la nota, Díaz Vélez otorgó un plazo de dos horas para que se retiraran todas las partidas de exploración que pudieran estar al este del río Desaguadero. La respuesta de Goyeneche fue negativa, pero devolvió los prisioneros.

Por su parte, Díaz Vélez ordenó reforzar las avanzadas en la zona de Huaqui. El 23 de abril, desde el campamento de Laja, Castelli envió otro oficio a Goyeneche en el que, mencionando el incidente del 11 de abril, advirtió que había tomado medidas para que se respetaran los antiguos límites virreinales, no se interfirieran las operaciones del Ejército Auxiliar al este del río Desaguadero ni se mortificara a los pueblos de indios existentes en esa zona.

Con fecha 11 de mayo Juan José Castelli remitió una nota a la Junta informándole las intenciones de entablar negociaciones con el brigadier Goyeneche a fin de lograr un armisticio o tregua que le permita ganar tiempo para reorganizar su ejército, el cual se encontraba en pésimas condiciones de disciplina y moral. Necesitaba además con urgencia reaprovisionarse de armamento y cabalgaduras. Contradictoriamente, terminaba diciendo que contaba con 7.000 hombres bien preparados y dispuestos a morir por la libertad.

Goyeneche también necesitaba tiempo para movilizar tropas desde el Perú y terminar una serie de fortificaciones importantes. En estos términos, el armisticio se firmó el 14 de mayo entre los dos beligerantes por el término de 40 días.

Movimientos preliminares

El 16 de mayo, mientras Francisco del Rivero avanzaba con el grueso del regimiento de voluntarios de caballería hacia su nueva base de operaciones en el pueblo de Jesús de Machaca, una parte de su vanguardia, al mando del capitán de artillería Cosme del Castillo, partió de esa localidad con una pequeña partida de 15 hombres. En el camino hacia el Azafranal se enteró de que una partida de Goyeneche recorría los pueblos de la zona. A unos 14 kilómetros más allá del Azafranal, sobre el río Desaguadero, y por propia iniciativa, la atacó ocasionándole varios heridos y muertos. Algunos se ahogaron al pretender escapar cruzando el río. Del Castillo no tuvo ninguna baja.

Otra partida de 50 hombres, al mando del capitán José González, que había partido de Jesús de Machaca antes que Cosme del Castillo, avanzó unos 70 kilómetros con dirección oeste. Después de cruzar el río Desaguadero, ya en territorio del virreinato del Perú, González se enteró de que en el poblado de Pizacoma operaba una patrulla que Goyeneche había enviado para controlar los caminos que desde el suroeste conducían a Puente del Inca y Zepita. Esta patrulla estaba dispersa en tres sectores: unos 25 hombres se encontraban en Pizacoma, otra custodiaba los caballos que pastaban en los valles de la zona y la tercera estaba en el pueblo de Huacullani, a 32 kilómetros al norte de Pizacoma.

El 17 de mayo, la caballería cochabambina cayó sorpresivamente sobre Pizacoma logrando capturar casi todas las armas, caballos y monturas, produciendo 4 muertos y 41 prisioneros. Goyeneche reclamó en vano que devolvieran lo capturado, aduciendo que ya regia el armisticio. Por su parte, Díaz Vélez justificó la escaramuza diciendo que esas patrullas que salieron de Jesús de Machaca no estaban al tanto del armisticio pactado. Era cierto que Rivero operaba con autonomía y lejos de Castelli, ubicado entonces en Laja. Goyeneche acusó a estas fuerzas de no tener subordinación ni disciplina”, de “tumultuarias”, que “ni atendían reclamaciones ni obedecían las órdenes del que las mandaba y dirigía”.

A principios de junio, ya en su cuartel de Huaqui, Castelli ordenó al Tcol Esteban Hernández, que con 50 dragones de la Patria, ubicase un puesto de vigilancia adelantado en la pampa de Chiribaya, a unos 5 km hacia el oeste de la salida sur de la quebrada de Yuraicoragua, y a unos 10 km antes de llegar al puente del Inca. La cercanía de esa vanguardia y, sobre todo, la ambigua redacción del armisticio le permitió a Goyeneche interpretar esa presencia como una violación del tratado por parte de Castelli, por lo que envió una columna de 500 hombres, al mando de Picoaga, con la misión de desalojarla.

El 6 de junio de 1811, el capitán Eustoquio Moldes, al mando de 20 soldados, mientras patrullaba la zona, capturó un desertor que le informó el avance de Picoaga. Pese a la advertencia, la pequeña patrulla de Moldes fue localizada y sufrió un ataque esa misma noche. Esta escaramuza nocturna, en medio del frío y la oscuridad, a la que se sumaron las fuerzas de Hernández, terminó con muertos, heridos y prisioneros y la retirada de ambos contendientes que se adjudicaron la victoria.

Castelli comunicó al gobierno el incidente doce días después, es decir, al día siguiente de haber recibido la respuesta negativa del Cabildo de Lima a un arreglo pacífico y tras una junta de guerra en la que se decidió iniciar las operaciones militares contra Goyeneche. En el mismo oficio, Castelli informó al gobierno que consideraba que el armisticio estaba roto.

Después de acampar durante abril y mayo en Laja para reorganizar sus cuadros, incorporar soldados y adiestrarse, el entonces Ejército Auxiliar del Perú avanzó hacia el río Desaguadero, llegando a Huaqui a principios de junio de 1811. Díaz Vélez fue ascendido a coronel graduado el 28 de mayo de 1811.

El 18 de junio, mientras aún regía el armisticio que Castelli había firmado con José Manuel de Goyeneche y que probablemente ninguno de los dos pensaba cumplir, Viamonte inició la marcha de aproximación de su división hacia Puente del Inca, sobre el nacimiento del río Desaguadero. Partiendo de Huaqui, su división cruzó de norte a sur la quebrada de Yuraicoragua y estableció su campamento en la salida sur de la misma, donde comienza el llano que da a la pampa de Machaca hacia el este y Chiribaya al oeste.

Al día siguiente, la división de Díaz Vélez recorrió el mismo itinerario y llegó al atardecer, sumándose a la división de Viamonte. Así, en la noche del 19 de junio, víspera de la batalla, las fuerzas de Castelli estaban dispersas en un amplio abanico: dos divisiones seguían en Huaqui, otras dos divisiones estaban a 10 kilómetros de distancia, en la salida sur de la angosta quebrada de Yuraicoragua y un tercer grupo, la división de caballería al mando de Francisco del Rivero, estaba en el pueblo de Jesús de Machaca, a 18 kilómetros al sureste de las tropas de Viamonte y Díaz Vélez y distante 29 kilómetros de las fuerzas de Castelli. Las unificadas fuerzas de Goyeneche estaban peligrosamente ubicadas a solo 15 kilómetros del campamento de Viamonte.

Batalla de Huaqui o de Guaqui (20 de junio de 181). Despliegue de fuerzas antes de la batalla.

Fuerzas enfrentadas

Las fuerzas realistas de Jose Manuel de Goyeneche eran unos 7.500 efectivos y 15 piezas de artillería encuadrados en 3 columnas:

  • Columna Sur bajo el brigadier Juan Ramírez Orozco, situada en Pampa de Chiribaya con 2.500 efectivos: BI de Paruro (Martín de Indacoechea), BI de Paucartambo (Pablo Astete y Garzón), BI de milicias de Abancay (Luis Astete y Garzón); ED de milicias de Arequipa (Pedro Galtier Winthuysen), y 4 piezas de artillería.
  • Columna Centro bajo el brigadier Pío Tristán, situada en Sierra de Vilavila con 1.000 efectivos: BI-II de Cuzco (Fermín Piérola), BI Fernando VII.
  • Columna Norte bajo el brigadier José Manuel de Goyeneche, situada en la Pampa de Azafranal con 2.500 efectivos: BI-I de Cuzco (Francisco Picoaga), BI-II de veterano Real de Lima (Antonio Suárez), BI de milicias de Puno (Mariano Lechuga); ED de milicias de Tinta (Francisco de Paula González), ED de Chumbivilcas (Andrés Bornás), una Cía de gastadores (ingenieros) y 4 piezas de artillería.
  • Reserva bajo el coronel Jerónimo Marrón de Lombera, situada al oeste del Puente del Inca con 2.000 efectivos y 6 piezas de artillería.

Las fuerzas patrióticas del brigadier Antonio González Balcarce eran unos 6.000 efectivos con 19 piezas de artillería:

  • Columna Sur bajo el coronel Juan José Viamonte, situada en la Pampa de Chiribaya: una Cía de Pardos, una Cía de Morenos, RI-6, EH de Buenos Aires, y 6 piezas de artillería.
  • Columna Centro del coronel Eustoquio Díaz Vélez situada en la Pampa de Chiribaya: una Cía de Oruro, una Cía de granaderos de Chuquisaca, 4 Cías de dragones desmontados y 4 Cías de dragones montados ligeros de la Patria, y 7 piezas de artillería.
  • Columna Norte del coronel José Bolaños situada en la Pampa de Azafranal: RI-8 de la Paz, RI-7 de Cochabamba y 6 piezas de artillería.
  • Reserva de infantería bajo el teniente coronel Luciano Montes de Oca, situada en Pampa de Azafranal.
  • Reserva de caballería bajo el brigadier Francisco del Rivero con 1.800 jinetes de Cochabambina, situada en la Pampa de Machaca.

El realista general José Manuel Goyeneche, avisado de los movimientos de los revolucionarios por una superior red de inteligencia, organizó a sus tropas en dos columnas y marchó hacia el campamento enemigo flanqueado por el lago Titicaca y el río Desaguadero, en el Alto Perú y a casi 3.900 metros sobre el nivel del mar.

Combates en el sur de la quebrada

Al amanecer del día 20, patrullas de seguridad que operaban en la pampa de Chiribaya, llegaron al campamento con la noticia de que a menos de 5 o 6 km avanzaban tropas de infantería, caballería y artillería. Era la columna derecha de Goyeneche al mando de Juan Ramírez Orozco. Díaz Vélez comprendió inmediatamente que toda la planificación del ataque al Desaguadero había quedado obsoleta. Pese a recibir la orden urgente de Viamonte de que su división saliera a contener a Ramírez, Díaz Vélez se dirigió personalmente al puesto de mando de su jefe, para obviar equivocaciones, proponiendo el inmediato repliegue de las dos divisiones hacia Huaqui y reunirse con González Balcarce, ya que no estaba previsto combatir separadamente. Viamonte le respondió que esa propuesta era propia de un cobarde, que el que mandaba era él y que solo debía obedecer. Pese a la extemporánea y violenta respuesta, en la que se notaba la mala relación entre ambos, Díaz Vélez no dijo nada y se retiró para hacerse cargo de su unidad. Viamonte negaría más tarde estas palabras, pero los testigos presentes las confirmaron en el juicio, separada y textualmente.

Con una incomprensible demora de 24 horas y con el enemigo a la vista, Viamonte envió al capitán Miguel Araoz con 300 hombres escogidos para que ocupara el estratégico cerro ubicado sobre el lado oeste de la salida de la quebrada de Yuraicoragua.

Desde ese cerro se dominaba ampliamente el camino que venía desde el puente del Inca rumbo a Jesús de Machaca y era ideal para ubicar allí la artillería e impedir el avance enemigo proveniente del Desaguadero por el lado sur del Vilavila. También dominaba el campamento instalado abajo, en la salida sur de la quebrada, y la línea de batalla secundaria integrada por el BI-II/6, al mando de Matías Balbastro. Este BI debía contener un posible ataque desde el norte, proveniente de Huaqui, sobre la derecha de la línea principal que Viamonte y Díaz Vélez habían formado en la pampa de Chiribaya.

Primera fase

Para cumplir la misión de separar a las divisiones de Viamonte y Díaz Vélez de las fuerzas de Castelli-Balcarce, ubicadas al otro lado de la quebrada, Ramírez tenía que ocupar indefectiblemente ese cerro. A tal efecto, ordenó a sus guerrillas avanzadas que lo atacaran mientras el grueso de sus fuerzas se dirigían a ocupar su base. En la marcha de aproximación por la pampa de Chiribaya tuvo que soportar durante dos kilómetros el fuego impune de la artillería y fusilería que descargaba Araoz desde la cima hasta que pudo llegar a unos cerros de menor altura que le sirvieron de protección.

Por ese punto, sus fuerzas salieron a la pampa donde se reorganizaron en escalones para iniciar el combate por el dominio del cerro. Viamonte comprendió que toda la batalla se centraría en sostener esa posición y sus alrededores. Reforzó así las fuerzas de Araoz enviando sucesivas compañías que sacó del BI-I/6 y reforzó la artillería adicionando una culebrina de mayor calibre y un obús. La lucha en ese sector, por el tipo de terreno, fue caótica.

Batalla de Huaqui o de Guaqui (20 de junio de 181). Desarrollo de la batalla.

Segunda fase

Con la aparición de Ramirez en la pampa a 500 metros del cerro, Viamonte ordenó a Díaz Vélez que se hiciera cargo de todo el combate por el dominio del cerro y sus alrededores. Así, a las dos horas de iniciada la batalla, Díaz Vélez, con los granaderos de Chuquisaca y una Cía de dragones a pie, con un obús y una culebrina de a 4, entró en acción contra las fuerzas de Ramírez. Según Viamonte, se desarrolló entonces “la más formidable acción que haya conocido”. Después de dos horas de combate, pasado el mediodía, la infantería de Ramírez pareció flaquear y su caballería comenzó a retirarse.

Díaz Vélez ordenó que la caballería (4 Cías de dragones), superior en número a la de Ramírez (ED de milicias de Arequipa), entrara en acción. Así se hizo, pero lamentablemente, esas fuerzas se dispersaron en acciones secundarias y no tuvieron ningún peso en la batalla. Entonces Díaz Vélez pidió refuerzos a Viamonte para acelerar el colapso del enemigo. La negativa de este daría lugar a que tanto Díaz Vélez como otros oficiales lo responsabilizaran a posteriori por el resultado de la batalla. La realidad era que, en ese momento, lo que quedaba del RI-6 de Viamonte, sumando el resto de la división de Díaz Vélez que no habían entrado en combate, se habían reducido a solo 300 hombres.

Era la única reserva disponible que tenía Viamonte para hacer frente, por un lado, al combate todavía indeciso que conducía Díaz Vélez y, por el otro, a una nueva columna enemiga que apareció desde el norte marchando por la quebrada y las alturas occidentales de la misma rumbo al cerro y a la línea secundaria defendida por el BI-II de Balbastro, que para entonces, ya estaba reducido a la mitad por una desafortunada decisión táctica de avanzar 4 compañías hacia el centro de la quebrada.

Tercera fase

Para Viamonte, la presencia de estas fuerzas que venían del norte era una señal inquietante de lo que podía estar sucediendo al otro lado de la quebrada y cuya evolución desconocía por completo. Esta columna estaba al mando del brigadier Juan Pío de Tristán, primo de Goyeneche, y eran las mejores tropas del Real Ejército del Perú: el batallón de Puno, el Real de Lima, y una compañía de zapadores. Habían realizado una marcha de aproximación difícil, subiendo y bajando cerros a través de la cadena del Vilavila, sin perder la orientación ni agotarse en el esfuerzo.

Cuando atacaron desde una posición más elevada por el lado derecho del cerro, la sorpresa y el aumento de bajas quebró la resistencia de los guerrilleros de Araoz que comenzaron a retroceder en completo desorden. Al bajar a la quebrada arrastraron consigo a las fuerzas del BI de Balbastro que tampoco estaban en condiciones de sostener la posición si el enemigo dominaba las alturas. Lo mismo sucedió con las fuerzas de Díaz Vélez, que también retrocedieron desordenadamente. Ante esta favorable situación, Ramírez ordenó la persecución del enemigo.

Cuarta fase

Por puro azar, los soldados que huían en desorden no se dirigieron hacia las tropas de la reserva al mando de Viamonte ubicadas en la pampa, sino que pasaron lejos, por su derecha, rumbo a Jesús de Machaca. Esta reserva, descansada y en perfecto orden, pudo así rechazar con un violento fuego de fusilería a las tropas que venían en persecución, ya agotadas por tantas horas de marcha y combate. Ramírez suspendió la maniobra sin saber que enfrentaba a solo 300 soldados y un cañón y se dedicó a saquear el abandonado campamento del ejército auxiliar.

Díaz Vélez y Araoz, adelantándose a las fuerzas que huían, lograron contenerlas y reorganizar a gran parte de estas. Se formó así una nueva línea a dos kilómetros de la posición inicial, detrás de las fuerzas de Viamonte. Cuando este ordenó a su vez la retirada de la reserva para que salieran del alcance del fuego enemigo que provenía del cerro, estas comenzaron a desorganizarse, pero terminaron contenidas por esta segunda línea en formación.

Hasta ese momento y teniendo en cuenta la sorpresa inicial, la situación no era tan grave. De unos 2.100 soldados iniciales quedaban en la línea 1.500, faltaban 600 de los cuales había que descontar 60 bajas, por lo que eran 540, en su gran mayoría desertores, los que habían huido hacia Jesús de Machaca o se habían dispersado en los cerros aledaños. Pero lo más sorprendente y decisivo fue la conducta de una gran proporción de oficiales (capitanes, tenientes y subtenientes) que habían huido, algunos incluso antes de entrar en combate, y que pertenecían a las mejores unidades del ejército auxiliar.

Quinta fase

Mientras las tropas del Ejército Auxiliar se reorganizaban y descansaban en esta nueva línea de combate frente a un enemigo en actitud expectante, tuvieron que presenciar cómo el campamento era saqueado por los realistas: municiones, carpas, mochilas, efectos personales y, especialmente, abrigos y comida. Antes del mediodía, Viamonte había intentado infructuosamente localizar a Francisco del Rivero y su caballería que habían salido de Jesús de Machaca al amanecer rumbo al puente construido sobre el río Desaguadero, es decir, de 10 a 11 km de la quebrada de Yuraicoragua. Rivero apareció recién a las 16:00 horas, cuando caía la tarde.

La relación entre Rivero y los jefes del ejército auxiliar nunca fueron buenas y resultó inexplicable que habiendo escuchado desde las primeras horas del día el accionar de la fusilería y cañones en la salida de la quebrada, no dedujera que el ataque sorpresivo de Goyeneche en ese lugar había reducido a nada el objetivo que tenía que alcanzar en el plan de Castelli. La presencia tardía de Rivero y sus 1.500 hombres no alteró la situación. Con prudencia, Ramírez no comprometió sus fuerzas en la pampa. Sencillamente, las subió a los cerros donde la caballería no tenía ninguna capacidad ofensiva.

Batalla de Huaqui o de Guaqui (20 de junio de 181). Vista de la Batalla. Ilustración publicada en Correo del Sur (Sucre, Bolivia).

Combates en el centro de la quebrada

El BI-II/6 ocupó su posición mirando hacia el norte de la quebrada de Yuraicoragua para contener un posible ataque desde esa dirección, su comandante, el sargento mayor Matías Balbastro, envió patrullas destacadas de observación que debían avanzar hasta unirse a una compañía de pardos y morenos que estaba posicionada desde la noche anterior en un cerro ubicado en la mitad de la quebrada. Balbastro envió además al capitán Eustoquio Moldes, con 26 dragones montados, que debían superar esa posición y avanzar hasta la entrada norte de la quebrada, es decir, hasta el lugar donde se abre a la pampa de Azafranal.

Cuando Moldes llegó a su objetivo pudo constatar que ya las fuerzas enemigas al mando de Goyeneche, unos 2.000 hombres, estaban avanzando por el camino puente del Inca-Huaqui y que, paralelamente, otras fuerzas estaban subiendo a los cerros que dominaban la entrada occidental de la quebrada enviando guerrillas hacia el sur; es decir, contra la compañía de pardos y morenos.

Significativamente, Moldes, en su declaración del 19 de diciembre de 1811, en la Causa del Desaguadero, no mencionó haber visto a las fuerzas de González Balcarce que debían estar ubicadas a la derecha de su punto de observación. Después de avisar a Balbastro estas novedades, se retiró del lugar ante el peligro de quedar aislado. Moldes no volvió por la quebrada, ya que omitió en su declaración haberse cruzado con las cuatro compañías que avanzaban por ella rumbo al norte.


Moldes perdió todo contacto con sus jefes y desapareció hasta las 17:30 horas, cuando se unió a lo que quedaba de las fuerzas de Viamonte y Díaz Vélez en momentos en que, desde su nueva posición, estos disponían la retirada hacia Jesús de Machaca. Enterado Viamonte de lo que ocurría en la entrada norte de la quebrada, tuvo que decidir si enfrentar a las fuerzas enemigas que se dirigían hacia el sur o replegar a Balbastro para reforzar el ataque en curso contra Ramírez. Tomó una decisión intermedia: ordenó a Balbastro que enviara la mitad de sus fuerzas, cuatro compañías, o sea unos 400 hombres, más dos cañones, hacia el centro de la quebrada. El Tcol José León Domínguez, objetó diciendo que esas fuerzas eran muy escasas frente a las fuerzas que los informes había estimado en unos 1.500 hombres y sugería que mejor era atacar con todo el batallón o, en su defecto, quedarse en el lugar en actitud defensiva. Balbastro respondió que esa era la orden de Viamonte.

Esas 4 Cías avanzaron lentamente en formación por la quebrada, arrastrando los cañones cuando ya la compañía de pardos y morenos, que debía protegerlos desde los cerros de la izquierda, había sido desalojada. Casi de inmediato se enfrentaron con fuerzas que la cuadruplicaban en número, mejor posicionadas y que las atacaban de frente y por la izquierda. Se trataba del BI de Puno y la Cía de zapadores de Tristán y una parte de las fuerzas del Real de Lima que luego giraría hacia el noreste para atacar el flanco izquierdo de Bolaños. Estas fuerzas prácticamente desintegraron a esas cuatro compañías.

Los sobrevivientes se dispersaron trepando los cerros del lado este, porque las fuerzas enemigas, adelantándose por los cerros del lado oeste, ya habían cortado la quebrada más al sur, aislándolos de Balbastro. De las 4 Cías, solo la 5.ª pudo unirse a su jefe y continuar combatiendo, dos se dispersaron hacia Jesús de Machaca y Viacha y la 6.ª, al mando del capitán Bernardino Paz, se dirigió accidentalmente al norte, hacia el lugar donde Castelli, Balcarce y Bolaños estaban formando su línea defensiva. Este breve y desastroso combate, que tendrá importantes consecuencias ulteriores en el desarrollo de la batalla, no suele figurar en la historiografía sobre la batalla de Huaqui.

Combates en el norte de la quebrada

El combate en la zona norte de la quebrada de Yuraicoragua fue considerado de dos maneras: los contemporáneos de la batalla entendieron que era el principal porque en ella participaron los jefes de los dos ejércitos. En cambio, los posteriores historiadores argentinos tendieron a restarle importancia porque en ella participaron mayoritariamente tropas del Alto Perú.

La división al mando de Bolaños, formada por el RI-8 de infantería de Patricios de La Paz y el RI-7 de Cochabamba, debía avanzar desde Huaqui hacia la entrada norte de la quebrada de Yuraicoragua y de allí atacar, por la pampa de Azafranal, las posiciones de Goyeneche en el puente del Inca. El capitán Alejandro Heredia, custodiaba la quebrada con un fuerte destacamento de dragones y su misión era de seguridad adelantada. Colaboraba en esa tarea de vigilancia un observador ubicado en la torre de la iglesia de Huaqui provisto de un catalejo.

El 20 de junio, a las 07:00 horas, el capitán Heredia escuchó disparos provenientes de la salida sur de la quebrada e inmediatamente envió un mensajero hacia Huaqui, distante 8 km. En su frente, hacia el oeste, una densa bruma cubría la pampa de Azafranal. A las 07:30 horas, saliendo de la nada, aparecieron las fuerzas principales de Goyeneche que avanzaban con dirección a Huaqui. En su marcha de aproximación este había ido destacando guerrillas cada vez más importantes sobre las cimas del Vilavila.

Los 2 RIs que iban a enfrentar a las fuerzas de Goyeneche en el sector norte de la quebrada tenían serios problemas. La mayoría de los oficiales del RI-8 de La Paz ya habían combatido y habían sido derrotados en esa zona por Goyeneche, en 1809. Sabían de la capacidad de las fuerzas peruanas y de sus represalias. Pero el actual regimiento paceño era de reciente formación, heterogéneo y del cual se sacaban permanentemente soldados para otras unidades. Tenía un alto porcentaje de deserción por la proximidad con la zona donde los soldados habían sido reclutados. Sus oficiales, pese a su experiencia y voluntad, sabían de estas debilidades y tenían serias dudas sobre el resultado de la operación que se estaba proyectando. Su comandante, el experimentado sargento mayor paceño Clemente Diez de Medina, el que mejor conocía la topografía del teatro de operaciones, fue el que se animó, en la reunión final del 17 de junio, a apoyar a Montes de Oca argumentando que no era conveniente atacar a Goyeneche por la posición ventajosa que ocupaba y los 7.000 hombres que tenía.

Muchos pensaban lo mismo, pero callaron para no aparecer como cobardes. La respuesta tajante de Castelli fue que la reunión era para ver la mejor forma de atacar, no para discutir si se atacaba o no, decisión que ya estaba tomada. El 12 de junio, ocho días antes de la batalla, el veterano José Bonifacio Bolaños había sido nombrado comandante de la división formada por el RI-7 y el RI-8. Desde ese día y hasta el 19 junio intentó interiorizarse del estado operativo mediante ejercicios intensos para elevar la falta de pericia militar y el ánimo de oficiales y soldados. Sin embargo, tal fue su consternación ante la evaluación que pidió 400 hombres del RI-6, el mejor del Ejército Auxiliar, para crear un núcleo fuerte dentro del RI-8, lo que no pudo conseguirlo.

El día anterior, Bolaños recorrió lo que sería presumiblemente el campo de batalla hasta llegar casi a las avanzadas de Goyeneche. No vio nada anormal salvo una lejana polvareda que le hizo suponer que el enemigo estaba juntando los caballos, hecho que informó a sus superiores.

A las 07:00 de la mañana, la llegada de noticias que envió Viamonte desde el sur produjo una sorpresa total en el campamento de Huaqui. Para una división que estaba tan cerca del enemigo y que debía marchar al frente ese mismo día, esto no era normal. Bolaños intentó formar a sus regimientos en la plaza para arengarlos antes de iniciar la batalla, pero en ese momento llegó la orden de Balcarce de que debían salir inmediatamente hacia la entrada de la quebrada de Yuraicoragua antes de que lo ocupara el enemigo. La artillería, con las mulas de tiro todavía dispersas, tuvo que ser arrastrada hacia el frente por lanceros que fueron desarmados para tal fin.

Los 2 RIs emprendieron la marcha de aproximación a paso vivo y en total desorden. En la confusión algunos oficiales bisoños desaparecieron abandonando a sus tropas. Cansados, después de más de una hora de marcha forzada recorriendo 7 km y sin conservar sus formaciones, los soldados fueron ocupando sus posiciones. Al comenzar la batalla solo estaban la mitad de los 1.500 a 2.000 soldados. Pese a todo, el lugar donde se desplegaron ofrecía buenas ventajas topográficas. Frente a la línea de avance de Goyeneche se levantaba una elevación que en forma de suave muralla se extendía en forma perpendicular al lago Titicaca y las serranías del Vilavila cerrando la pampa de Azafranal y el camino hacia Huaqui. El único punto débil estaba hacia el sur, donde comenzaban los cerros del Vilavila, que si eran ocupados por el enemigo le permitiría atacar de flanco y amenazar la retaguardia. Balcarce no tomó ninguna medida al respecto.

A las 09:00 de la mañana, viendo el despliegue enemigo y teniendo en cuenta el fuerte combate que se desarrollaba en el sur de la quebrada, Goyeneche tomó una decisión fundamental. Dividió sus fuerzas en dos columnas. La de la derecha, al mando de su primo Juan Pío de Tristán, compuesta por las mejores tropas, el Real de Lima, el BI de Puno, una compañía de zapadores y un cañón, debían subir al Vilavila y sumarse a las guerrillas que ya operaban en los cerros. Tenía un doble objetivo, en primer lugar, flanquear desde las alturas a las fuerzas de Viamonte y Díaz Vélez al sur de la quebrada y, en segundo lugar, atacar desde los cerros el ala izquierda de las fuerzas de Balcarce. Con esta maniobra, Goyeneche cambió el eje principal de la batalla, lo llevó desde la pampa de Azafranal a los cerros del Vilavila.

El primer objetivo tuvo sus primeros frutos cuando sorprendió y desintegró, en plena quebrada, a los 4 BIs que Balbastro había enviado cumpliendo órdenes de Viamonte. El problema principal que enfrentó la columna de Pío Tristán fue vencer las dificultades topográficas del Vilavila: no perder la orientación y superar el esfuerzo de subir y bajar cerros, manteniendo la rapidez en la ejecución táctica. Por el otro extremo de su línea de ataque, Goyeneche envió al RI de Cuzco para que atacara en una pequeña franja de terreno entre la ventajosa posición ocupada por el enemigo y el lago Titicaca. En el centro, tres compañías tenían como objetivo un ataque de demostración para fijar al enemigo.

Los problemas en las fuerzas de Bolaños comenzaron en su ala izquierda debido a una sucesión de hechos de diverso origen.

La sorpresiva aparición por el Vilavila de las tropas de Bernardino Paz que venían huyendo de la derrota en la quebrada de Yuraicoragua y que a los gritos decían que toda la división estaba muerta o prisionera o que habían sido cortados.

Detrás de estas fuerzas aparecieron las primeras guerrillas de Pío Tristán que produjeron algunas bajas.

Solo había pasado media hora de combate cuando cesó el fuego de la artillería debido a la descompostura de los cañones. Esto afectó a la infantería que se sintió desprotegida frente al enemigo. Cuando Bolaños quiso enviar dos cañones en reemplazo ya no pudo conseguir quién lo hiciera ni los protegiera.

Los soldados, pálidos y casi paralizados, comenzaron a esconderse entre las piedras o ponían pretextos para no disparar. Resultaron inútiles las órdenes, ruegos y amenazas para que cumplieran las órdenes. El terror había quebrado la cadena de mandos.

Bastó entonces que un reducido número de soldados corriera hacia la retaguardia para que todos, contagiados por el pánico, hicieron lo mismo, abandonando armas, equipos y hasta sacándose el uniforme.

A mediodía, y salvo un pequeño grupo de ex-soldados de Nieto que se pasaron al enemigo, el resto había huido en tropel hacia Huaqui. En el camino se mezclaron con las débiles fuerzas de reserva al mando de Montes de Oca, que avanzaban hacia el frente con cuatro cañones y las desorganizaron completamente. Esa reserva abandonó la artillería y también se dispersó hacia Huaqui.

Castelli y Balcarce, que observaban lo que sucedía desde un cerro ubicado a la izquierda, enviaron a los oficiales que los acompañaban para intentar detenerlos. Al quedar solos temieron ser capturados por las guerrillas del Real de Lima que se estaban aproximando y decidieron retirarse, no hacia Huaqui, sino hacia el sur, para unirse a Viamonte o Rivero en Jesús de Machaca. Así terminó la batalla en el lado norte de la entrada a la quebrada de Yuraicoragua.

Secuelas de la batalla

Las pérdidas sufridas por ambos ejércitos debieron ser grandes, pues las circunstancias de la lucha dan lugar a pensar que fue bastante encarnizada. Pero mucho más agravadas en los argentinos por las deserciones.

Mientras tanto, en el virreinato del Perú, el mismo 20 de junio de 1811,estalló la revolución que había sido convenientemente preparada. El caudillo tacneño Francisco Antonio de Zela previamente se había puesto de acuerdo con Castelli conviniendo que, mientras él llevaría la revolución a Tacna, el ejército rioplatense avanzaría hacia el Perú para iniciar la campaña para independizarlo de la corona española. Pero la derrota en la batalla de Huaqui dio por tierra a cualquier movimiento revolucionario planeado en el virreinato peruano.

La gran impresión que causó en la Junta Grande de Buenos Aires esta derrota militar, por la pérdida de todo el armamento, obligó a que su presidente, el general Cornelio Saavedra, se dirigiera a las provincias del norte a fin de recomponer la situación. Pero esta debilidad fue utilizada por el grupo revolucionario afín a Mariano Moreno para destituirlo del mando y desterrarlo creando el Primer Triunvirato.

Tanto el comandante en jefe político, Castelli, como el comandante militar, González Balcarce, fueran relevados y juzgados. Lo mismo le sucedió al coronel Viamonte, acusado de no involucrar a los 1.500 efectivos a su mando en la contienda.

Otra consecuencia fue que se pactase una tregua con Montevideo, por el temor del gobierno de Buenos Aires de verse atacado en dos frentes al mismo tiempo.

La derrota de los rioplatenses en la batalla de Huaqui fue de tal magnitud que a la pérdida momentánea de las provincias del Alto Perú se añadió la debilidad que se instaló en el norte, que quedó expuesto a una posible invasión de las fuerzas realistas.

Asedio de La Paz (11 de agosto al 19 de octubre de 1811)

Tras la batalla de Huaqui, la mayor parte del Ejército Auxiliar del Perú se componía de indígenas reclutados en Cuzco y en menor medida Arequipa y Lima, con levas del Alto Perú para reemplazar las bajas producto de las deserciones. El 29 de junio, estallaba una insurrección indígena en La Paz al mando de Casimiro Irusta y Juan Manuel de Cáceres, entraron a la ciudad y dieron muerte al gobernador interino, Diego Quint y Fernández Dávila, marqués de San Felipe el Real, y otros peninsulares revolucionarios y se dedicaron al saqueo de viviendas y almacenes por toda la ciudad, llegando a incendiar varios de estos. El antiguo caudillo rebelde, Francisco del Rivero, decidió atacar a los indios que rodeaban la ciudad y hacerlos retroceder temporalmente. Luego continuó su viaje a Cochabamba. El 2 de julio, Domingo Tristán y Moscoso fue nombrado nuevo gobernador de La Paz.

La victoria dio a Goyeneche el control del altiplano, quien entró a La Paz el 7 de julio para restaurar el gobierno monárquico. Mientras los realistas se organizaban para continuar con su campaña, los sublevados continuaron con sus ataques en otros lugares de la Intendencia. En la región de Pacajes atacaron Caquiaviri, donde asesinaron a dos recaudadores de tributos Urvina y Gutiérrez y al asesor Francisco Zárate, al ingresar a la casa de gobierno, encontraron fusiles que el subdelegado había reunido para enviarlos a La Paz. En la región de Yungas se asaltaron varias haciendas, mientras que en Tiquina toda la guarnición fue degollada. En la región de Palca, asaltaron Cohoni donde fueron asesinados 3 españoles, allí tomaron contacto con Bernardo Calderón, quien había reunido hombres de Millocato, Huaricana y Guayguasi para hacer frente a los realistas.

Goyeneche confirmó a Domingo Tristán como gobernador de la intendencia (provincia) de La Paz, nombró a Pablo Gutiérrez como asesor, al coronel Joaquín Revuelta como comandante de la ciudad y al capitán Lorenzo Díaz de Rivadeneira como sargento mayor. Se celebró un Te Deum en la catedral el 9 de julio y Goyeneche partió a reencontrarse con el grueso de su ejército al día siguiente.

El gobernador Tristán conocía los saqueos y muertes que se habían dado en toda la intendencia de La Paz. Los días 9 y 11 de agosto escribió a Goyeneche para alertarlo acerca de la situación, también envió mensajes al coronel Pedro Benavente, comandante de Desaguadero. Se tomó contacto con el capitán Antonio Marcelo de la Cueva y Alcedo, Marqués de Santa Lucía de Conchán, quien se encontraba cerca de Tiahuanaco al mando de 100 soldados cuzqueños con rumbo a unirse al ejército de Goyeneche, pero decidió entrar a La Paz el 13 de agosto. Ese mismo día llegó a la ciudad el subdelegado de Sica Sica, Cristóbal García, quien anotició que los pueblos de Calamarca, Ayo Ayo y Sica Sica también se habían sublevado y que lograron quitarle un cañón que iba a ser enviado a Goyeneche.

Se cavaron trincheras en la ciudad para protegerla de un ataque inminente, se verificó que existían en almacenes reservas de arroz, azúcar, cecina, chuño y maíz principalmente. Los barrios de San Sebastián, San Francisco, San Pedro y Santa Bárbara quedaban fuera de los muros de la ciudad, por lo que fueron abandonados al ser imposible plantar una defensa.

El 14 de agosto, Tristán envió a su mensajero con un despacho, pero este regresó al poco tiempo anunciando que el camino al altiplano ya había sido cortado por los indígenas sublevados. El mismo día, los centinelas de la ciudad se percataron de un campamento indígena en el cerro de Pampahasi y otro a orillas del río Orkojauira. El gobernador y el comandante decidieron atacar este último campamento por encontrarse demasiado cerca de la ciudad, los indígenas se retiraron, murió uno de ellos y 3 cayeron prisioneros junto con algunos víveres y una mula. Por la noche un mensajero se dirigió a Desaguadero, aprovechando que el camino aún estaba libre y se podía informar al comandante Benavente de la situación.

El 15 de agosto llegó un arriero a la ciudad que había sido asaltado en el camino, su mercadería de vinos y aguardiente había sido robada y sus 3 compañeros de viaje habían sido asesinados. Así supo la ciudad que el último camino que quedaba libre había sido cortado. A mediodía se vio que un grupo de sublevados bajaba del cerro de Killi Killi y se dirigía a atacar a la ciudad. El comandante Revuelta salió a enfrentarlos con una tropa de fusileros y lanceros que obligaron a los atacantes a dispersarse. Varios soldados persiguieron a los indígenas en su retirada hasta la hacienda de Chuquiaguillo, al regresar a la ciudad traían la cabeza de un indígena clavada en una bayoneta.

Los días 16 y 17 no se registraron ataques indígenas, la ciudad se organizó ocupando la casa de Francisco Palacios y convirtiéndola en cuartel de voluntarios, 100 hombres con sus propias armas y sin sueldo se pusieron a las órdenes del teniente coronel Ramón Ballivián. También se enlistó un grupo de 60 negros con su propio capitán, Dionisio Sotomayor, bajo el comando de Ventura Barrón. En la ciudad no quedaban más que 8 cartuchos de pólvora, por lo que se ocupó la casa de la difunta Joaquina Mendieta y se la convirtió en fábrica de pólvora.

El 18 de agosto el gobernador Tristán salió de la ciudad con 50 fusileros y 40 hombres a caballo con dirección a la zona del Tejar, allí dejó a los fusileros y continuó avanzando con la caballería, pronto se encontró con un grupo de indígenas que lo comenzaron a atacar, el gobernador tuvo que retroceder y fue cubierto por los fusileros que lograron dispersar el ataque. Al volver a la ciudad, el gobernador fue informado de que otro grupo de indígenas atacaba los barrios de Santa Bárbara y San Pedro, el comandante Revuelta tuvo que sacar a las tropas de reserva de los cuarteles haciendo retroceder a los atacantes, pero no consiguió liberar los barrios totalmente. Varias casas fueron incendiadas por los indígenas aquel día, incluyendo la quinta de Juan Imaz en el barrio de San Pedro.

Por la tarde, las tropas de la ciudad lograron liberar ambos barrios y cuando retornaban a la ciudad amurallada tuvieron que enfrentar otro ataque por el cerro de Killi Killi, el teniente Manuel Pérez y otros soldados lograron rechazar este ataque y se pusieron en persecución de los sublevados, pero su avance fue desordenado, lo que dio tiempo a los indígenas de reorganizarse y volver al ataque. Murieron 11 soldados de la ciudad, entre ellos el sargento Mariano Padilla, dos cabos y el mismo teniente Pérez. Entre los heridos de aquel día estaban el comandante Revuelta con un golpe en la cabeza, el capitán Mariano Paredes y el alférez José Llano. Los indígenas consiguieron capturar 21 fusiles durante este combate.

El día 19, se sepultó a Manuel Pérez en la catedral y no fue hasta el 22 que los sublevados volvieron al ataque, la defensa de la ciudad no daba abasto y los atacantes lograron quemar varias casas del barrio de San Sebastián, entre ellas la casa del cacique Manuel Chuquimia, que siendo indígena estaba en el bando realista desde hacía tiempo. También prendieron fuego al tambo (corral de ordeño) de harinas y al tambo Quirquincho.

Entre el 23 y el 25 de agosto, los batallones indígenas lograron controlar parte del barrio de Santa Bárbara y con los muebles de las casas que saqueaban hicieron varias barricadas para mantener su posición. Un voluntario murió durante ese ataque. El día 26 Tristán envió un mensaje a los sublevados ofreciendo el indulto si se dispersaban y volvían a sus pueblos inmediatamente, los sublevados contestaron que dejarían la ciudad solamente si se les entregaba a todos los europeos, a los criollos realistas y a todas las monjas del convento de las Concebidas.

Del 27 al 29 de agosto, la ciudad recibió mensajes de los sublevados advirtiendo que más indígenas estaban en camino y reclamaban la rendición de la ciudad, estos mensajes iban firmados por Vicente Rodulfo, de quien nadie sabía nada. Mediante algunos indígenas fieles a la ciudad se conoció que se trataba de Vicente Choque, originario de Palca y que ejercía de comandante del campamento de Pampahasi.

El 31 de agosto, la ciudad organizó un grupo para salir a recoger cebada en las fincas de Coscochaca (actual zona Garita de Lima), el grupo estaría escoltado por varios soldados a caballo. Cuando se llevaba a cabo la tarea, los indígenas atacaron, pero la caballería actuó muy pronto y logró rechazar el ataque matando a dos sublevados.

El 2 de septiembre los sublevados volvieron al ataque, esta vez de manera generalizada atacan por toda la ciudad. Se combatió fuertemente en las trincheras de San Francisco y el puente de Riverilla, los defensores fueron rebasados en la primera y tuvieron que retirarse al puente de ingreso a la ciudad, un ataque por el cerro de Killi Killi logró vencer la muralla y entrar al barrio Kharkantia, 150 indígenas dentro de la ciudad amurallada lograron quemar las casas de la familia Grisueta, la familia Pérez, la casa del gallego Mateo Ratón y la casa de Paula Montúfar de La Rocha, quien ya había sufrido el saqueo de su hacienda en Pongo. Los defensores de la ciudad habían controlado el ataque en el puente Riverilla y se dirigieron a expulsar a los sublevados fuera de las murallas, la pelea duró hasta el día siguiente.

Plano de la ciudad de La Paz a finales del Siglo XVIII. Museo Casa de Murillo, La Paz, Bolivia.

Por la tarde del día 3, los soldados de la ciudad salieron al barrio de Santa Bárbara para recuperar las casas perdidas. Encontraron dentro de una de estas a 30 indígenas y los masacraron a todos, uno de los cuerpos fue colgado de cabeza en un balcón de la casa para atemorizar a los atacantes. Al día siguiente continuaba la pelea en este barrio, y el capitán de negros, Dionisio Sotomayor, cayó herido.

El 5 de septiembre, un prisionero realista fue colgado en la horca que los sublevados habían levantado en el Alto de Potosí (actual zona de Faro Murillo), el gobernador se dirigió al lugar con un destacamento que dispersó a los indígenas, se tomó prisionero a uno de ellos, del cual se supo que el comandante de aquel campamento se llamaba Julián Sullcalla, oriundo de Achocalla, y que el comandante del Alto de Lima era Manuel Collquehuanca, proveniente de Huarina. Los días siguientes el gobernador Tristán envió mensajes a los sublevados ofreciendo 500 pesos por la cabeza de cada comandante, su ofrecimiento fue siempre rechazado.

El 8 de septiembre, se escucharon cañonazos desde el Alto de Potosí, un niño entró a la ciudad entregando un mensaje, los cañonazos eran de recibimiento a las nuevas tropas de indígenas que habían llegado. Ese día más voluntarios se presentaron a defender la ciudad, la casa del finado Miguel Ignacio Zabala se convirtió en un nuevo cuartel, se nombró a Francisco Guerrero Oliden y a Luis Guerra como capitanes de este nuevo regimiento.

Un nuevo mensaje de los sublevados llegó a la ciudad el 10 de septiembre, en este se daba 4 horas a la ciudad para rendirse o de lo contrario serían atacados por un ejército de 32.000 hombres. El mensaje estaba firmado por el comandante general Bernardo Calderón y los otros comandantes. El mensaje también indicaba que el pueblo de Irupana había sido destruido días atrás. Otro mensaje llegó al cabildo eclesiástico con la amenaza de no permitir a los defensores de la ciudad usar los campanarios para disparar, o las iglesias también serían atacadas. Incluso la abadesa del convento de las Concebidas fue amenazada con invadir su edificio durante el ataque a la ciudad. El gobernador respondió el mensaje anunciando que esperaría con pólvora y balas a sus atacantes.

Esa misma noche la ciudad fue atacada por todas las trincheras, la defensa fue bien organizada y tanto el gobernador como el comandante coordinaban la movilización de tropas a los lugares más atacados, al día siguiente los indígenas se retiraron a sus campamentos. Se contabilizó la muerte de dos soldados, dos civiles y un esclavo. Por la tarde los centinelas de la ciudad vieron que los atacantes tenían nuevas trincheras construidas más cerca del barrio de Santa Bárbara, si lograban ubicar allí su cañón podrían causar estragos en la defensa. Esa noche los indígenas volvieron al ataque, pero la ciudad pudo resistir una vez más.

El 12 de septiembre el comandante Revuelta se dirigió con un destacamento de soldados a atacar directamente las nuevas trincheras indígenas, los sublevados se retiraron y murieron varios de ellos, un grupo de estos se refugió en la capilla del barrio y se les perdonó la vida. Por la tarde el mismo destacamento atacó el Alto de Potosí, se unieron 60 voluntarios al ataque al mando del capitán Luis Guerra, el teniente Juan de Dios Ortiz y el subteniente José de la Iglesia. Se consiguió dispersar a los indígenas y cuando el destacamento volvió a la ciudad el gobernador entregó 2 reales de gratificación a cada combatiente, el comandante Revuelta fue condecorado.

Un desertor indígena entró a la ciudad el 13 de septiembre, contó al gobernador que el comandante Calderón había prometido el saqueo y destrucción de la ciudad para que sus fuerzas continuaran con el ataque, mencionó que los únicos refuerzos que recibieron eran 12 hombres llegados de Caracato y que finalmente un soldado llegado de Cochabamba dio la noticia de que Goyeneche había entrado en esa ciudad. El día 14 todavía se mantuvieron combates, pero el día 15 los indígenas no se presentaron a dar batalla.

Resulta que el 15 de septiembre el comandante Vicente Choque llevó a sus hombres desde su campamento de Pampahasi hasta el Alto de Potosí, había recibido la noticia de que un ejército cruzaba el altiplano en auxilio de la ciudad, Choque acusaba a Calderón de ocultar la verdadera situación de la rebelión y pretendió apresarlo. Aprovechando la confusión indígena los prisioneros José María Cortinas y Francisco Palacios lograron escapar hacia la ciudad, ellos avisaron al gobernador que la ayuda estaba en camino, también lamentaron que los indígenas habían asesinado a garrotazos a otros 50 prisioneros. El gobernador mandó tocar las campanas de la ciudad para celebrar el envío de tropas auxiliares, los soldados salieron a destrozar las trincheras de los sublevados, que estaban vacías porque todos se encontraban reunidos en el Alto de Potosí.

El 16 de septiembre, se registraron más ataques y más casas quemadas en los barrios de San Sebastián, San Pedro y Santa Bárbara. el gobernador ordenó colgar cortinas y mantas en las calles para cortar la visibilidad de los atacantes, pero eso no evitó varias muertes entre los defensores de la ciudad.
El día 17, los sitiadores se concentraron en las trincheras de San Francisco, que estuvieron a punto de caer, pero un ataque de los voluntarios de la ciudad por el barrio de San Pedro los obligó a retirarse. El gobernador repartió dinero entre estos voluntarios. Al día siguiente varias tiendas de campaña en el campamento del Alto de Potosí se habían desmontado, la ciudad creía que los atacantes se retiraban, pero el ataque se reanudó pronto y fue tan violento que la Basílica de San Francisco estuvo a punto de caer.

El 19 de septiembre, los indígenas lanzaron dos cabezas cortadas a las trincheras de San Francisco, un mensaje decía que eran las cabezas del comandante de Tiquina y su lugarteniente. Al día siguiente un nuevo ataque logró quemar otras casas en San Sebastián y los sublevados se apoderaron de las calles Ancha (actual Avenida de América) y Cañaricalle (actual calle Ildefonso de las Muñecas).

Al amanecer del 21 de septiembre, los indígenas del cerro de Killi Killi lograron asesinar a los centinelas de la muralla y entrar al barrio Kharkantia, quemaron la casa de Mateo Ariñés y estuvieron a punto de tomar el cuartel provisional de la casa Zabala, los refuerzos cuzqueños al mando del teniente Fajardo y Tomás Cloudt lograron expulsarlos de la ciudad. En este combate fue herido el subteniente José de la Iglesia, único hijo del alcalde de la Real Audiencia de Lima, José de la Iglesia y de Casimira Llano, una bala le había ingresado por la mandíbula y murió desangrado.

El día 22, un pequeño grupo de sublevados se rindió ante los defensores de la ciudad, fueron llevados ante el gobernador donde dijeron que Casimiro Irusta había sido enviado a combatir al ejército que iba en su auxilio. Los días 23 y 24 varios civiles dentro de la ciudad murieron al ir a buscar agua, resulta que los indígenas habían cortado casi toda el agua de la ciudad y solo existía en la calle del hospital San Juan de Dios. En el barrio de San Sebastián los indígenas lograron atrincherarse y no dejaban de disparar y lanzar piedras.

En esos días el gobernador supo que estaba en la ciudad Aquilino Alarcón, oriundo de Larecaja, que tenía a su hermano Pedro combatiendo en el bando contrario, el gobernador le entregó dinero y le ordenó buscar a su hermano y meterlo a la ciudad para obtener noticias. Alarcón regresó con su hermano y algunos hombres que afirmaron que el ejército de Benavente estaba en Huaqui y se dirigía a La Paz, además pidieron regresar al campamento indígena con papeles de recomendación del gobernador para que cuando Benavente llegase se unieran a él.

El 25 de septiembre, los sitiadores llamaron a parlamentar en la plaza del barrio de San Sebastián, el gobernador pidió que se aclaren los puntos de la negociación, pero esto era para ganar tiempo y evitar un nuevo ataque hasta la llegada de Benavente. La reunión nunca se llevó a cabo.

El 26 de septiembre, desde muy temprano, se escucharon dos cañones, uno desde el Alto de Potosí que se había conseguido en Sica Sica y otro desde Chorolque que recién había llegado de Tiquina, un tercer cañón se escuchó por la tarde, había llegado desde Jesús de Machaca y fue colocado en el calvario cercano a Killi Killi.

Para el día 27, se vio que los indígenas de los campamentos del Alto de Potosí y el Alto de Lima se dirigían a Pampahasi, el comandante Revuelta se dirigió al barrio de San Sebastián con 600 hombres entre infantería, caballería y voluntarios. Allí se encontró con muchos indígenas que permanecían en el sector y tuvo que retroceder dentro de los muros de la ciudad.

El 28 de septiembre, se realizó una salida similar hacia el barrio de San Pedro, mucha gente salió detrás de los soldados para aprovisionarse de verduras en las chacras (granjas) de la zona, pero los sublevados vieron el movimiento de gente y atacaron inmediatamente. Se perdieron muchas vidas aquella mañana, incluyendo mujeres y niños que cayeron prisioneros de los indígenas. Los defensores de la ciudad lograron ingresar 8 vacas que fueron sacrificadas y distribuidas en la ciudad. Por la tarde se vieron nuevos movimientos en los Altos de Potosí y de Lima. Se creía que se preparaba un nuevo ataque, pero pronto llegó a la ciudad un hombre a caballo con bandera blanca, era Mateo Anco, el mensajero que el gobernador había enviado a Desaguadero el pasado 14 de agosto. Anco informó que el ejército de Benavente, acompañado por el coronel José de Santa Cruz y el mayor Ramón Ribert habían llegado a los altos de la ciudad. Se encargó al edecán Pablo Segovia salir de la ciudad con un regimiento de caballería para dar alcance a Benavente y ponerlo al tanto de la situación.

El ejército que había llegado contaba con 300 fusileros, 500 lanceros y 2 cañones, que todavía eran muy inferiores a los sublevados, pero su llegada sirvió para reanimar a los defensores de la ciudad. Benavente envió a sus tropas a luchar al cerro de Lloco Lloco (actual zona de Pura Pura) donde el mayor Ribert dispersó a los sublevados, pero al volver al campamento fue atacado repetidamente por la retaguardia.
La ciudad ya estaba organizada para resistir el asedio y dio buena acogida al ejército de Benavente, las monjas del convento de las Concebidas junto a la marquesa de Aro, Ana María del Carmen Bilbao La Vieja y Guéndica, y las señoras Teresa Paredes y Francisca Murguía repartían comida a diario en los cuarteles y trincheras. Un grupo de ciudadanos dirigidos por Sebastián de Vidangos era responsable de reaccionar las maltrechas trincheras.

El 29 de septiembre, salieron del Alto de Potosí 200 hombres del ejército de Benavente hacia Achocalla dirigidos por el mayor Ramón Ribert, se creía que allí se encontraba Casimiro Irusta con su ejército de indígenas, pero al llegar se encontraron pocos hombres que indicaron que el ejército de Irusta se había trasladado a Mecapaca. Al día siguiente, el gobernador se reunió con Benavente; había preocupación porque los sublevados aún no habían dejado la zona.

Entre el 1 y el 2 de octubre nuevamente los indígenas atacaban el barrio de Santa Bárbara, se acercaban también por el cerro de Killi Killi y otro grupo ingresaba al barrio de San Pedro. Los defensores de la ciudad y el ejército de Benavente dispersaron a los atacantes, quienes regresaron a sus campamentos. Se supo aquellos días que la gente de Larecaja había regresado a sus pueblos, dejando de lado la rebelión.

Benavente envió a una parte de su ejército en busca de comida, logró encontrar rebaños de ovejas y algunas vacas en Vilaque que sirvieron para alimentar a la tropa. Dos grupos de indígenas se acercaron a las plazas de San Sebastián y San Pedro, rindiéndose ante los soldados de la ciudad. Ambos grupos fueron perdonados por el Gobernador y retornaron a sus regiones. Se supo que llegaba más ayuda a la ciudad: 4.000 soldados desde el virreinato del Perú y 1.500 desde Oruro. El campamento de Pampahasi fue levantado y los atacantes finalmente se retiraron de manera definitiva el 18 de octubre.

El Alto Perú quedaba temporalmente pacificado, siendo incorporado al virreinato del Perú, pero habían sido necesarios 20.000 hombres para lograrlo. Para inicios de 1812, la rebelión estaba totalmente vencida. El destino de Cáceres se desconoce, la última mención de él es en 1814, cuando ayudaba a organizar la republiqueta de Sicasica. Pumacahua fue premiado por su auxilio con el rango de brigadier y en 1813 se hizo presidente interino de la Real Audiencia de Cuzco, participando en la famosa rebelión un año después. Con el tiempo se formaban varias guerrillas rurales: las seis republiquetas fueron incrustadas entre Charcas y las tierras vecinas, y entre las seis más importantes ciudades (Potosí, La Plata, Oruro, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz).

Segunda Revolución de Cochabamba (29 de octubre de 1811)

El coronel realista Mariano Campero ocupó la ciudad de Chuquisaca, por lo que el Ejército del Norte, al mando del general Eustoquio Díaz Vélez, se replegó desde Potosí hacia el sur del Alto Perú, concentrando sus menguadas fuerzas de unos 500 hombres en la posta del Cangrejo. Mientras que Juan Martín de Pueyrredón había logrado llevar al norte argentino los caudales de Potosí, casi al mismo tiempo de que llegaran a esa ciudad las fuerzas de José Manuel de Goyeneche. El avance realista continuó hasta situarse en Tupiza.

Las tropas de Pumacahua y Choquehuanca que habían llegado al Alto Perú provenientes del Cusco, se dedicaron a todo tipo de excesos contra la población, lo que desató la indignación de los cochabambinos. Esteban Arze regresó al valle de Cochabamba, liderando una rebelión desde su hacienda en Paredón (actual Ansaldo). El gobernador intendente Antonio Allende fue depuesto sin ofrecer resistencia dos meses después de su instalación por Goyeneche y reemplazado por Mariano Antezana. Arze quedó como comandante general y Cochabamba volvió a ponerse bajo las órdenes de Buenos Aires.

El 14 de noviembre de 1811, Antezana fue nombrado presidente de la Junta Provincial Gubernativa de Cochabamba, secundado por Casimiro Escudero, Pedro Miguel Quiroga, Juan Antonio de Arriaga y Toribio Cano.

Luego Arze recibió el grado de coronel y fue nombrado presidente de la Junta Provincial.

Los diversos jefes surgidos en Cochabamba se comportaron anárquicamente haciendo la guerra por sí solos, hostilizando también a las haciendas no realistas y obstaculizando el comercio.

El 16 de noviembre, el coronel Arze atacó las posiciones realistas en Oruro con una fuerza de 3.000 hombres a caballo y 300 infantes. El coronel Indalecio González de Socasa logró con solo 400 soldados de línea, rechazar el ataque de Arze, por lo que este se dirigió a Chayanta, encontrándose el 16 de enero de 1812 en Guanuní con la segunda compañía de granaderos del Cuzco (70-80 hombres), que al mando del capitán José Vinero había sido enviada en ayuda de Oruro por Pablo Astete. Este antes había partido de Oruro con 700 hombres a ocupar la insurreccionada villa de Chayanta. Esta compañía fue aniquilada completamente por Arze y el subdelegado de Chayanta Gabino Terán, salvando la vida solamente los tamborileros. Astete abandonó Chayanta el 18 de enero, villa que ocupó Arze, quedando Zenteno como subdelegado de los cochabambinos.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-10-21. Última modificacion 2025-10-21.
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