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Misión de Espínola y Peña en Paraguay
La Primera Junta designó a José Espínola y Peña para que llevara las notas mencionadas a Asunción. Llevaba además su nombramiento secreto como comandante general de armas del Paraguay, a efectivizar luego de la destitución del gobernador Bernardo de Velasco. Espínola había sido destituido dos veces por Velasco, y meses antes el Cabildo de Asunción había pedido al virrey Cisneros que no volviera a darle cargos en la provincia.
El 17 de julio, el gobernador Velasco y el Cabildo de Asunción respondieron el oficio de la Junta que había traído Espínola. Manifestaron que, dada la gravedad del asunto, se había acordado celebrar un Consejo general el 24 de julio de cuyo resultado se daría oportuno aviso a la Junta.
La junta determinó:
- Reconocer al Consejo de Regencia por haberse constatado su legítima instalación.
- Suspender todo reconocimiento de superioridad de la junta de Buenos Aires hasta que el Rey, que por ahora no estaba en condiciones de hacerlo, «resuelva lo que es de su soberano agrado».
- Mantener, mientras tanto, buenas relaciones con Buenos Aires.
Habiendo fracasado la misión de Espínola, la Junta decidió poner en orden al Paraguay. A tal efecto, tomó una serie de medidas, no siempre coherentes entre sí:
- Se ordenó el bloqueo comercial y de bienes, detención de barcos, personas y correspondencia desde o hacia el Paraguay, para ello ordenó bloquear el río Uruguay.
- Se enviaron diversos agentes para convencer a posibles opositores a Velasco y sus acólitos.
- Eliminar la autoridad de Velasco sobre las Misiones.
- Enviar un ultimátum a la junta.
La intendencia de Uruguay también tomó sus medidas:
- Control interior
- Desarmar las misiones al sur del río Paraná. Con una fuerza de 100 hombres, Velasco cruzó el río Paraná, entonces un río interior de las Misiones, y el 3 de septiembre, desde San José (a 36 km al suroeste de Candelaria), intimó al teniente Juan Domingo Pareti, ubicado en Concepción de la Sierra, para que entregase pertrechos, pólvora y municiones de propiedad del Rey. Cabañas efectuó la requisa y la expedición se retiró a la margen derecha del Paraná.
- Liberación de barcos retenidos y control del Paraná. El 30 de septiembre llegó a Corrientes una flotilla de 4 barcos mercantes armados con cañones y otros menores al mando del coronel José Antonio Zavala y Delgadillo. La expedición había zarpado de Asunción el 21 de septiembre con la intención de liberar a ocho naves paraguayas apresadas por el teniente gobernador de Corrientes, Elías Galván. La flotilla incluía 210 hombres, entre tripulantes y soldados, más 12 piezas de artillería de diverso calibre. Galván que no tenía fuerzas suficientes, permitió el paso de la flotilla.
- Movilización de las milicias. Inmediatamente después del congreso del 24 de julio de 1810 se constituyó una Junta de Guerra a cargo del coronel Pedro Gracia. Se movilizó a las milicias urbanas, se cerró el puerto de Asunción, se equiparon y pertrecharon algunos barcos para cuidar el río Paraguay.
Preparación de la expedición de Belgrano al Paraguay
Espínola a su regreso a Buenos Aires, convenció a la Junta de que enviando 200 hombres armados, serían suficientes para auxiliar a los paraguayos que supuestamente anhelaban, en su mayoría, adherir al movimiento porteño.
Después del ultimátum enviado el 19 de agosto y en línea con la opinión de Espínola, la junta de Buenos Aires resolvió enviar una expedición militar al Paraguay.
La expedición al Paraguay fue liderada por Manuel Belgrano de profesión abogado con el grado de coronel, pues, según su propia expresión, deseaba alejarse de las rencillas internas de la Junta y prestar un servicio activo desde septiembre de 1810 hasta marzo de 1811. La misión que debía cumplir Belgrano era la siguiente: Hacer reconocer la autoridad de la Junta de Buenos Aires por el gobierno de la Intendencia del Paraguay. En caso de fracasar este objetivo, propiciar un gobierno propio con el cual pudieran existir buenas relaciones diplomáticas.

Belgrano partió el 1 de septiembre de Buenos Aires y se dirigió a San Nicolás de los Arroyos, distante 238 km, a donde llegó el 28 de septiembre. Allí se encontraba el cuerpo de caballería de la Patria con 60 hombres veteranos. El resto, hasta unos 100 hombres que se habían sacado de las compañías de milicias de aquellos partidos.
La columna continuó la marcha hacia la Bajada (actual ciudad de Paraná) a 67 km, por donde habían marchado las tropas de Buenos Aires al mando de don Juan Ramón Balcarce. La formación contaba con la artillería, compuesta por dos piezas (de a dos y de cuatro). En esta localidad, la Junta reforzó las tropas con 200 patricios, pues por las noticias que tuvo del Paraguay se creyó que la cosa era más seria de lo que se había pensado y puso también a disposición las milicias que tenía el gobernador de Misiones, Rocamora, en Yapeyú.
El 29 de septiembre, Belgrano y sus 630 hombres partieron rumbo a Santa Fe, llegando el 2 de octubre. Sus instrucciones decían que allí debía incorporar 200 hombres. Sin embargo, la única compañía de Blandengues existente era la del capitán Francisco Aldao, con 100 hombres, de los cuales 40 eran veteranos y el resto reclutas. De estos, 60 soldados procedían del fuerte de Sunchales, de donde hizo retirar los 2 cañones de a 4. El fuerte quedó con solo 18 hombres y más tarde sería arrasado por los indígenas.
El ejército comenzó a cruzar el río Paraná el 8 de octubre, llegando Belgrano a La Bajada (actual ciudad de Paraná) el día 9, en donde fue recibido con «respeto y obediencia». En La Bajada se instaló un campamento para instruir a las tropas, se recibieron víveres y el donativo de 750 caballos hecho por el pueblo.
Mientras tanto, el 8 de octubre, la Junta ordenó al nuevo teniente de gobernador de Corrientes, Elías Galván, que situara 300 hombres sobre el paso del río Santa Lucía, en el pueblo de San Roque, a la espera del ejército expedicionario. Corrientes contaba con 6 compañías, de 100 hombres cada una, del RC de voluntarios de Corrientes. Galván ofreció además a Belgrano 50 indígenas de Santa Lucía y otros 50 de Santa Ana de los Guácaras, junto con 80 pardos para servir en la artillería. Entre otras medidas, creó dos compañías de infantería de mozos decentes y el acaudalado comerciante Ángel Fernández Blanco organizó dos compañías de cívicos de infantería.
El 20 de octubre llegó a La Bajada la artillería que había salido de Buenos Aires el 27 de septiembre. Era un piquete del Batallón Real de artillería volante, compuesto por el capitán José Ramón de Elorga, 2 sargentos y 20 soldados, con 2×2 y 2×4 cañones, y con una dotación total de 120 tiros.
Belgrano comunicó a la Junta el estado de su ejército. Hasta ese momento contaba con aproximadamente 730 hombres, que organizó en tres divisiones, distribuyéndose los 6 cañones entre ellas.
El 21 de octubre, Belgrano entregó el itinerario y dictó sus instrucciones a cada jefe de división. En ellas establecía una disciplina muy severa, que aplicaba la pena de muerte, incluso por hurtos menores.
Para facilitar la marcha, las divisiones salieron, a partir del 22 de octubre de 1810, con un intervalo de un día cada una. Belgrano se quedó a la espera de las fuerzas de Perdriel y Saraza, que venían desde Buenos Aires. Los dos regimientos de Patricios llegaron a La Bajada el 1 de noviembre con algunos hombres menos por las deserciones y el día 2 partieron con Belgrano siguiendo a las tres divisiones, de las cuales, la más atrasada, estaba a unos 75 km de distancia. Esta fuerza conformó la cuarta división.

En la primera parte de la ruta, el recorrido fue casi paralelo al río Paraná, cruzando los arroyos de Las Conchas, Antonio Tomás y Feliciano. A partir del cruce de este último, al este de la actual Santa Elena, la marcha se dirigió por la línea divisoria de aguas en dirección noreste hasta las puntas del arroyo Basualdo y el río Mocoretá, hasta llegar a Curuzú Cuatiá. Esta línea de avance evitó cruzar cursos de agua, que por la época de lluvias estaban crecidos. Se facilitó así el transporte de la artillería y municiones, pese a que hubo algunas pérdidas, y la obtención de víveres sobre las costas del arroyo Feliciano y Estacas, donde existían extensas estancias pertenecientes a pobladores de la zona y/o propietarios santafesinos. La marcha se hizo en 12 jornadas seguidas, con velocidades que oscilaron entre un máximo de 44 km y un mínimo de 24 km por día, con un recorrido total de aproximadamente 450 km desde La Bajada hasta Curuzú Cuatiá.
Casi en simultáneo, el capitán de navío Juan Ángel Michelena, por orden del gobernador de Montevideo Vigodet, avanzó sobre las costas occidentales del río Uruguay, apoyándose en grupos partidarios residentes en la zona.
El 3 de noviembre, Belgrano recibió la petición de auxilio de Díaz Vélez porque Michelena había ocupado Paysandú con 210 hombres y sospechaba que avanzaría contra arroyo de la China, donde el pueblo y las milicias mostraban frialdad. Belgrano respondió que no solo no podía auxiliarlo porque dispersaría sus fuerzas, sino que Michelena podía desembarcar y atacar en cualquier parte a lo largo del río Uruguay.
Otra noticia que proporcionó Díaz Vélez fue que 1.200 soldados portugueses habían acampado sobre el río Ibirá-Puitá y esperaban a José Gervasio Artigas. Por otros medios, Belgrano recibió la información de que solo eran unos 800 hombres y presumió que estaban a la espera, para pescar en río revuelto.
El 6 de noviembre, a la madrugada, Michelena arribó al arroyo de la China. Díaz Vélez esperó hasta el amanecer y viendo la superioridad numérica o quizás por falta de decisión para combatir, se retiró, primero al Paso de la Laguna, sobre el río Gualeguay y después a La Bajada.
El 20 de noviembre, el capitán Balcarce y su compañía, menos unos cuantos desertores que perdió en el camino, se unieron a Belgrano en el paso de Caaguazú, sobre el río Corrientes.
El 8 de noviembre Belgrano comunicó a la Junta su llegada al caserío de Curuzú Cuatiá con la 3.ª división, llegando dos días después la 4.ª división. Allí hizo fusilar a los dos desertores recapturados del Regimiento de caballería de la Patria. El 14 de noviembre, cuando llegaron las municiones desde Santa Fe, el ejército comenzó a moverse desde el campamento de Curuzú Cuatiá por la región del arroyo Pay Ubre. Lo hizo separado en tres divisiones comandadas por Machain, Perdriel y el propio Belgrano, quien dejaba el mando de la 3.ª división a Saturnino Saraza cuando se adelantaba a inspeccionar las otras dos. El cruce del río Corrientes, por el paso de Caaguazú, consumió tres días. El 20 de noviembre pasó la 1.ª división. Se utilizaron dos canoas y bolsas de cuero, aunque la mayoría de los soldados cruzó a nado, ahogándose dos de ellos. El día 25 pasaron por el pueblo de Yaguareté Corá (actual Concepción). Desde la ciudad de Corrientes el teniente gobernador Elías Galván envió 800 cabezas de ganado y prometió caballos que no se recibieron.
Venciendo las dificultades del terreno, la falta de caballos y especialmente las continuas lluvias, el 1 de diciembre de 1810 el ejército llegó al río Paraná, frente a la isla Apipé Grande.

La idea de cruzar el río por el paso de Ibaricary (o Ibirricury, actual Ituzaingó) hacia la isla Apipé para dirigirse hacia el pueblo misionero de San Cosme y Damián fue abandonada por falta de embarcaciones, ya que se encontró solo una canoa. Recibió entonces la suma de 1.6000 pesos para pagar los sueldos del ejército, asegurando que ello contribuirá a mantenerlo en rigurosa disciplina.
Belgrano se dirigió al paso de Caraguatá para apoderarse de un barco que un gallego estaba construyendo y que se había salvado de la destrucción de todas las embarcaciones ordenada por Velasco. Desde allí, el 6 de diciembre, Machain se dirigió al pueblo misionero de Santa María de la Candelaria para observar la anchura del río en ese lugar, retornando poco después.
Machaín partió nuevamente hacia Candelaria por el Paraná con un bote artillado con un cañón y canoas que encontró en la zona. Por su parte, Belgrano avanzó por tierra y el 15 de diciembre llegó Candelaria dejando sus dos divisiones sobre la margen izquierda del río Igarupá (Garupá), a 9 km de distancia, a la espera de que bajaran las aguas. El día siguiente, la segunda y tercera división cruzaron ese río y llegaron a Candelaria. A las 21:30 horas arribó la vanguardia de Machaín que venía por el Paraná. Por lo tanto, el 17 de diciembre, las tres divisiones estaban reunidas y listas para cruzar el río. Ese día se envió un oficio al comandante paraguayo Thompson diciendo que no había cumplido su promesa de respetar el armisticio, dado que europeos de su jurisdicción habían ingresado en la estancia Santa María de Bartolomé Coronil para robar. Thompson rechazó esa acusación. Belgrano avisó que pronto iba a cruzar el río y, cumpliendo con las instrucciones de la Junta del 29 de noviembre, amenazó con fusilar a todo aquel que hiciera fuego a las tropas de su majestad, el rey don Fernando VII, bajo su mando.
El 11 de diciembre, la Junta de Buenos Aires comunicó a Belgrano que se habían disipado los temores de que Montevideo atacase a la expedición por la retaguardia, por lo que le ordenó que continuara la marcha. Al mismo tiempo, puso en su conocimiento sobre la derrota de los revolucionarios del Perú, en la batalla de Cotagaita, por el ejército revolucionario, para que lo transmitiera a sus soldados.
El 25 de septiembre, la Junta había ordenado a Tomás de Rocamora, gobernador interino de Misiones con sede en Yapeyú, que se pusiera bajo el mando de Belgrano. Seis días después, Belgrano envió un oficio al coronel Rocamora para que se uniera a sus fuerzas, conformando así la quinta división o División de Misiones, con 400 milicianos guaraníes y dos cañones de a 2 y dos de a 4. Lo acompañaban 10 soldados del RD de Buenos Aires.
El 4 de noviembre, Rocamora avisó a Belgrano sobre la posibilidad de que los paraguayos y portugueses actuaran en forma conjunta contra sus fuerzas y pidió instrucciones al efecto.
El 12 de noviembre, Belgrano designó a Rocamora como cuartel maestre general del ejército expedicionario y le indicó la ruta que debía seguir desde Yapeyú por el interior de Corrientes. El trazado tenía la intención de ocultar el punto por donde se haría el cruce del río Paraná. Sin embargo, la posibilidad de sorprender al enemigo con esta maniobra táctica era remota, dado que existían solo hay dos puntos razonables para cruzar el Paraná, una frente a Corrientes, donde se ingresaba a Ñeembucú, una zona difícil llena de esteros. La otra estaba frente a Itapúa-Campichuelo, que era la más utilizada por el comercio. Debe agregarse la inexistencia de embarcaciones para hacer el cruce en forma sorpresiva y la presencia de patrullas paraguayas que recorrían las costas.
El 20 de noviembre, Rocamora manifestó a la Junta su desacuerdo con el itinerario que le había dado Belgrano porque desprotegía la frontera oriental de las Misiones donde operaban los portugueses.
Belgrano dio órdenes para confundir al enemigo en cuanto a la dirección de su avance y el lugar por donde cruzaría el Paraná rumbo a Asunción. Para esto, el 20 de noviembre, ordenó a Galván, desde el paso de Caaguazú sobre el río Corrientes, que 300 milicianos correntinos se situaran en Paso del Rey (actual Paso de la Patria) y que se propalara rumores en la ciudad de Corrientes de que marchaba hacia ella.
Cruce del río Paraná y avance al río Tebicuary
Belgrano simuló hacer el cruce a la vista del enemigo al anochecer del 18 de diciembre, y en la noche envió una patrulla para inspeccionar la costa norte. Esta patrulla capturó prisioneros e informó que por ese punto se podía hacer el desembarco. Sabiendo que las fuerzas enemigas eran escasas, Belgrano ordenó a Machain el cruce del río Paraná en la madrugada del día 19 de diciembre de 1810. Al amanecer, los soldados llegaron a la costa opuesta, desperdigados por el efecto de la corriente.
Después de desembarcar sin oposición alguna, se extraviaron en los montes linderos, por lo que Machain ordenó la previa reunión de los mismos antes de atacar el puesto de observación paraguayo ubicado en Campichuelo de la Candelaria. En un acto lindante con la insubordinación, los oficiales Manuel Artigas, Jerónimo Helguera y Ramón Espínola decidieron avanzar con siete soldados. Los defensores, el subteniente paraguayo Domingo Soriano del Monje y 13 soldados, luego de disparar brevemente con los 3 pedreros, se retiraron del lugar. En esta breve escaramuza no hubo bajas en ninguno de los dos bandos.
El capitán Perdriel, que llegó a Campichuelo en la segunda oleada de desembarco, salió de allí a las dos de la tarde y marchando a pie llegó a Itapúa a la medianoche. No encontró oposición alguna porque el capitán Thompson ya se había retirado del lugar. El día 20, Belgrano cruzó el río Paraná directamente a Itapúa. En Candelaria quedó una compañía del RC de la Patria para custodiar las municiones que quedaban por pasar.
Belgrano envió a Machain como vanguardia con una fuerza compuesta por las compañías 1 y 2 del regimiento de granaderos de Fernando VII al mando de Saraza, la de Pardos al mando de Vidal y tropas de la caballería de la Patria, para apoderarse del paso del río Tacuarí, ubicado a 40 km de Itapúa. Belgrano intentó construir balsas para viajar por agua hacia ese paso, pero desistió al comprobar lo peligroso que era. Dos días después, avanzó con el resto del ejército. Llevaba cañones, carretas de municiones y equipos y un lanchón tirado por 8 yuntas de bueyes. La falta de caballos, las lluvias y los caminos en mal estado, que impedían el transporte de la artillería, determinaron que el ejército se detuviera en el río Tacuarí hasta que el día 27 de diciembre, la vanguardia al mando de Machain reinició el avance hacia el río Tebicuary, que era el límite entre la gobernación militar de las Misiones y la provincia del Paraguay.
Se dispuso que Machain saliera en busca de caballos y que persiguiera al enemigo. El 29 de diciembre, Machain llegó a Santa Rosa. Tres días después, una patrulla de 50 hombres al mando de Ramón Espínola acompañado por el teniente de granaderos Correa, ayudante de Belgrano, obligó al comandante paraguayo Pablo Thompson, que se venía retirando desde Itapúa, a cruzar el Tebicuary.
La poca cantidad de caballos requisados en ese lugar, unos 300, demuestra que los pobladores habían desplazado la mayor parte de ellos hacia el norte o escondidos en los bosques. Las vanguardias y patrullas se dedicaron fundamentalmente a apropiarse de caballos para dar movilidad a las fuerzas de Belgrano. Por cada pueblo por donde pasaba, notaba que el rechazo y el desprecio hacia sus tropas eran cada vez mayor, y ese rechazo se manifestaba a través del éxodo de sus habitantes junto con todas sus pertenencias, con el fin de que las fuerzas revolucionarias no contaran con el recurso alguno.
En Santa Rosa se reunieron la columna de Belgrano con la de Machain. A los pocos días de marcha, Belgrano recibió la noticia de que Rocamora había llegado a Candelaria. Las milicias guaraníes de Rocamora, con 2×4 y 2×2 cañones, lo hicieron con muchas deserciones. Después de que cruzaran a Itapúa, Belgrano ordenó a Rocamora que le enviase toda su caballada y a marchas forzadas 150 fusileros que debían alcanzar al ejército que avanzaba hacia el río Tebicuary.
Pero estas fuerzas, al mando del capitán Clemente López, tuvieron que esperar a que se pasaran los caballos inservibles que se habían dejado al otro lado del Paraná por lo que se unieron a Belgrano cuando este volvió a ese río tras su derrota de Parauarí. Mientras tanto, el resto de la división de Rocamora avanzó lentamente hacia el río Tacuarí, a donde llegó el 21 de enero. Allí dejó un destacamento de 50 hombres (que después participarían en la batalla de Tacuarí) y ese mismo día tuvo que retirarse con 150 hombres para guarnecer Itapúa, amenazada por lanchas cañoneras enviadas por Velasco para cortar la logística de Belgrano.