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Expedición de Belgrano a Paraguay 1811
El día 5 de enero de 1811, la vanguardia al mando de Machain cruzó, sin oposición alguna, el río Tebicuary, antiguo límite entre la gobernación militar de las Misiones y la provincia del Paraguay. El resto del ejército al mando de Belgrano avanzaba detrás, a unos 50-60 km de distancia. Ese mismo día se detectó una patrulla enemiga que operaba en su retaguardia, por lo que Perdriel salió en su búsqueda. El día 6 se produjo con esa patrulla una escaramuza en el bosque de Maracaná, donde se capturó a un soldado realista, que fue fusilado. Belgrano cruzó el río Tebicuary durante la noche del día 7 al 8 de enero de 1811.
Al darse cuenta Belgrano de que la expedición era vista como conquistadora y que avanzaba en un país del todo enemigo, tuvo que cambiar su estrategia. Dejó fuerzas en el río Tebicuary para que, en caso de retirada, aseguraran el cruce y no quedar acorralado contra ese río. Como contrapartida, su poder ofensivo se debilitó.
El 11 de enero, el ejército llegó hasta Itaipá, a 27 leguas de Asunción, sin conocer la situación del ejército paraguayo. El 15 de enero Belgrano divisó finalmente a las tropas enemigas que lo esperaban en la localidad de Paraguarí y se dispuso a atacarlas.

Batalla de Paraguarí o del Cerro Porteño
La villa de Paraguarí era la entrada a los valles más poblados del Paraguay, estaba protegida al sur por el arroyo Yukyry y un campo despejado que permitía la evolución de la caballería. A unos 20 km al sur, del lado occidental, estaba protegida por el arroyo Caañabé y sus pantanos. Velasco fijó su cuartel en la capilla de Paraguarí, muy cerca de la línea defensiva. Dispuso su infantería y artillería, al mando del coronel Gracia, en el centro, detrás del arroyo Yukyry, protegidas por los montes lindando al mismo. Dos divisiones de caballería se ubicaron en los costados, la de la izquierda al mando de Manuel Atanasio Cabañas y la de la derecha al mando de Juan Manuel Gamarra, ambas ocultas y a unos 2 km de Paraguarí. Estas unidades sumaban alrededor de 2.000 milicianos que ocupaban los flancos de la ruta anticipada de las tropas porteñas. Las fuerzas regulares incluían una batería de artillería que operaba de 4 a 16 cañones. La infantería se componía de 500 a 800 soldados de línea, europeos en su mayoría.
El 16 de enero de 1811, Belgrano estableció su cuartel en el cerro Mba’e o Rombado, y que posteriormente se conocería como «Cerro Porteño», a unos 6,5 km al sur de Paraguarí y a 70 km de Asunción. Durante tres días ambas fuerzas mantuvieron contactos con patrullas de sondeo. En un último intento, Belgrano envió proclamas al enemigo. Tentar al adversario a desertar era un arma complementaria de uso habitual. De nada sirvieron, pues nadie se plegó a sus fuerzas. Belgrano no aceptó la sugerencia del oficial de artillería José Ramón de Elorga que propuso no atacar y en su lugar esperar el ataque paraguayo para ver si estaban diestros en armas.
Finalmente el 19 de enero, decidió emprender el ataque con 460 hombres al mando de Machain. Esas fuerzas se dividieron en dos columnas: la vanguardia al mando del propio Machain, y detrás la segunda al mando de Perdriel. Cada una tenía el apoyo de 2 cañones. La caballería, con 130 hombres, debía proteger los flancos y una partida exploradora, la seguridad. En el cerro Mba’e quedó Belgrano con una reserva de 60 soldados de caballería, 16 artilleros con 2 cañones, su escolta de 18 hombres y personal desarmado a cargo de las carretas, armas, municiones, caballos y ganado.
Portando las mismas banderas del rey Fernando VII, los dos contendientes decidieron atacarse en la madrugada del 19 de enero y chocaron al grito de «¡Viva el Rey!» al clarear el día. Ese encuentro sorpresivo fue favorable a las fuerzas de la junta de Buenos Aires, que primero dispersaron al enemigo y luego cruzaron el arroyo Yukyry, penetrando por el sector central hasta llegar a una batería de artillería que tuvo que replegarse rápidamente. Machain ordenó a Perdriel que se quedara en ese lugar para asegurar la brecha, mientras él mantenía el avance. Sin embargo, su vanguardia compuesta de 100 o 120 hombres, se adelantó sin orden expresa e ingresó al pueblo de Paraguarí, donde Velasco tenía su cuartel general. Ante esta sorpresiva aparición del enemigo en su puesto de mando, y para no caer prisionero, Velasco tuvo que retirarse hacia la cordillera de los Altos perdiendo contacto con Gamarra y Cabañas.

Repuestos de la sorpresa inicial, las fuerzas de Gracia reaccionaron atacando a Machain por los flancos, mientras que Cabañas avanzó desde el este, rodeando a los que habían ingresado a Paraguarí y que estaban dispersos saqueando el pueblo. Por su parte, Gamarra se desplazó desde el oeste hacia el arroyo Yukyry para cortar a todas las fuerzas enemigas. Con sus fuerzas divididas en tres núcleos desconectados entre sí, uno de los cuales estaba rodeado en el pueblo de Paraguarí, el otro detenido por un fuerte ataque en ambos flancos y casi sin municiones y el tercero, Perdriel, inoperante en el Yukyry, Machain primero pidió auxilio de municiones a Belgrano y luego ordenó la retirada ante el peligro de quedar totalmente cercado por la caballería de Gamarra.

En la desorganizada retirada, a mitad de camino entre el arroyo Yukyry y el cerro Mba’e apareció a todo galope la caballería de reserva con 60 hombres al mando de Sáenz, que se había adelantado a Belgrano, que venía detrás con municiones. Belgrano ordenó volver al ataque para abrir una brecha y rescatar a los cercados, y se volvió nuevamente al cerro Mba’e. Este nuevo ataque duró quince minutos y Machain nada pudo hacer frente a las fuerzas frescas de Gamarra que habían ocupado el Yukyry. Habiendo cesado la resistencia de los que estaban rodeados en Paraguarí, y con sus fuerzas cansadas y desmoralizadas, Machain ordenó la retirada general hacia el cerro Mba’e. La batalla o «descalabro» de Paraguarí había terminado después de algo más de cuatro horas de combates.
Las fuerzas de la junta de Buenos Aires tuvieron 14 muertos, 126 prisioneros entre soldados y oficiales, es decir el 20 % de las fuerzas atacantes. Se perdieron 2 cañones, armas menores, municiones y 150 fusiles que pasaron al parque enemigo, aumentándolo en un 30 %. El edecán de Belgrano, el paraguayo Ramón Espínola, fue degollado ignominiosamente, según Velasco. Las bajas paraguayas, entre muertos y heridos, alcanzaron unos 70 combatientes.
En la tarde de ese mismo día, Después de analizar la imposibilidad de un contraataque debido al temor de los soldados y muchos oficiales, Belgrano ordenó la retirada que en definitiva no se detendría hasta el río Tacuarí. También se arrearon 1.500 caballos y 3.000 reses, saqueados antes de la batalla. No hubo persecución activa por parte de las fuerzas de la provincia del Paraguay, que avanzaron detrás a una o dos jornadas de marcha.
Durante la tarde de ese mismo día, después de analizar la imposibilidad de un contraataque debido al temor de los soldados y muchos oficiales, Belgrano ordenó la retirada que en definitiva no se detendría hasta el río Tacuarí. También se arrearon 1.500 caballos y 3.000 reses, saqueados antes de la batalla. No hubo persecución activa por parte de las fuerzas de la provincia del Paraguay, que avanzaron detrás a una o dos jornadas de marcha.
La retirada, realizada sin presión enemiga y en riguroso orden, afectó, sin embargo, a la moral de oficiales y soldados. Para frenar los rumores que corrían entre los oficiales, eliminar a los menos capaces y como medida ejemplificadora, Belgrano envió a varios a Buenos Aires. Entre ellos figuró Elorga a quien ya tenía entre cejas desde su llegada a La Bajada en octubre de 1810.
El 24 de enero, el capitán Antonio Tomás Yegros, a cargo de la vanguardia paraguaya, intimó a Belgrano a que se rindiera, que fue rechazada por Belgrano.
Después de cruzar el río Tebicuary, Belgrano se detuvo durante tres días en Santa Rosa. Allí recibió su nombramiento como «brigadier de ejército» en atención a los méritos y heroicidad.
Combate naval de San Nicolás (2 de marzo de 1811)
Estando en Santa Rosa, a 4 km al sur del río Tebicuary, Belgrano temió quedar aislado si los enemigos lo separaban del río Paraná. Decidió entonces retroceder hacia ese río y esperar allí la ayuda que había pedido para retomar nuevamente la ofensiva. De las opciones que tenía, eligió defenderse en el paso del río Tacuarí y no en Itapúa, por las ventajas topográficas que ofrecía aquel lugar.
Belgrano pidió la ayuda de 200 hombres al teniente coronel Martín Galain, que se dirigía a la Banda Oriental. La junta de Buenos Aires le anunció el envío de 700 hombres que ya estaban en Santa Fe y, sin tener en cuenta la opinión de Belgrano sobre la capacidad de las tropas correntinas, el 14 de febrero ordenó al teniente gobernador de Corrientes Elías Galván que enviara 200 hombres hacia Candelaria. Belgrano no confiaba en Galván. El 17 del mismo mes, Belgrano también pidió a Galván un rápido auxilio en recursos debido a la difícil situación de su ejército. Dieciséis días después, el 5 de marzo, en un oficio a Ángel Fernández Blanco, Belgrano se quejó del poco patriotismo de los vecinos de Corrientes, que no querían enviar lo solicitado sin antes recibir el pago correspondiente. Esto se debía a que las noticias que llegaban desde Itapúa a Corrientes eran alarmantes. Afirmaban que Belgrano estaba rodeado en Tacuarí y que patrullas paraguayas habían ocupado Trinidad, un pueblo ubicado en su retaguardia, a solo 32 km al noreste de Itapúa.
La Junta preparó otros 600 hombres al mando de José de Moldes, que debían salir de Buenos Aires a comienzos de marzo.
La Junta decidió enviar una flotilla para atender el pedido de refuerzos que hizo Belgrano y al mismo tiempo neutralizar las naves paraguayas que controlaban el río Paraná entre los puertos de San Cosme y Damián y Candelaria. Encomendó al corsario maltés Juan Bautista Azopardo hacerse cargo de esa misión.
El maltés izó su bandera en el Invencible (4×12, 4×8, con 66 tripulantes), siendo su segundo al mando el español José Díaz Edroza. El francés Hipólito Bouchard fue puesto a cargo del bergantín 25 de Mayo (14×12 carronadas, 2×12 a proa y 2×8 a popa, con 108 tripulantes), llevando como segundo al español Manuel Suárez. Por último, la balandra Americana (1×6 giratorio y 2×3, 26 tripulantes) quedó a cargo del francés Ángel Hubac, y como segundo Juan Francisco Díaz Edroza.
La flotilla de Azopardo, con 200 hombres y armamento, había salido del Puerto de Buenos Aires el 10 de febrero de 1811. Al pasar por la isla Martín García, Azopardo abrió su pliego de instrucciones, que le ordenaban, previa escala en el paraje Ana María, la boca del Colastiné arriba, en Santa Fe, seguir viaje a Corrientes con el objetivo de impedir el tráfico entre Montevideo y Paraguay; y, en especial, alcanzar y detener dos bergantines que viajaban hacia Asunción con un convoy que llevaba fusiles y municiones.
Se solicitó a los pueblos ribereños, desde San Pedro hacia el norte, la provisión de caballos para sirgar las naves en caso de poco viento.
Las autoridades de Montevideo estaban enteradas de estos planes y destacaron una flotilla para interceptar a los revolucionarios. La misión fue confiada a Jacinto Romarate, vizcaíno y de acreditada y larga experiencia marítima, quien zarpó de Montevideo, tan solo un día después que la escuadrilla criolla, al frente de los bergantines Belén (14) del teniente de fragata José María Robión y Cisne (12) del teniente de fragata Manuel de Clemente y Miró) y los faluchos Fama (1) del comandante Joaquín Tosquilla y San Martín (1) del alférez de navío José Aldana. Poco después, la flotilla incorporó un lanchón y dos balandras. Tenía menos cañones que su oponente, pero la superaba en barcos y tripulantes.
El 20 de febrero la Junta tuvo noticias de que la flotilla de Montevideo había entrado en el canal rumbo al Paraná y lo notificó de inmediato a Azopardo. Con suave viento del norte, ambas escuadras avanzaban lentamente.
El 26 de febrero, 16 km aguas arriba de San Nicolás de los Arroyos, Azopardo tuvo noticias de que Romarate había pasado ya frente a San Pedro y decidió presentar combate en la estrechez de San Nicolás debido a la isla ubicada frente al pueblo. Navegó aguas abajo, y en la tarde ancló a un km al sur del poblado, los dos buques menores recostados sobre la ribera y el 25 de Mayo (18) al frente. El 27 de febrero, el jefe patriota encomendó a Hubac montar dos baterías en la costa, a diez cuadras del pueblo, con cañones del Invencible (8) y del 25 de Mayo (18), algunos marineros y 50 milicianos de San Nicolás para su defensa.

En las últimas horas de ese día, Romarate arribó a la isla del Tonelero, 20 km río abajo, y amarró para pasar la noche. Lo acompañaban dos naves mercantes.
El 28 de febrero, la escuadrilla patriota divisó en la punta de la isla a la enemiga, que empezó a remontar el río para tomar posiciones. Ambas escuadras afirmaron el estandarte (ambas usaban el mismo) y Romarate envió un parlamentario para intimar la rendición, pero Azopardo se negó a recibirlo. No hubo más combate que el fuego infructuoso de los revolucionarios sobre una lancha con la que Romarate efectuaba un reconocimiento aprovechando la noche. En la medianoche del 1 de marzo, un violento pampero (viento del S.O.) arrastró el ancla del Invencible y rompió las amarras del 25 de Mayo.
El 2 de marzo el viento había rotado al sur favoreciendo a Romarate, que quedaba a barlovento. Azopardo izó a tope la bandera roja de guerra a muerte y ordenó a sus buques no abrir fuego hasta que lo hiciera la capitana, y a la batería reforzada con 36 milicianos de Rosario, destacados por el capitán Gregorio Cardozo, mantenerse oculta y sin abrir fuego hasta nueva orden.
A las 09:00 de la mañana, los cuatro principales buques realistas se aproximaron y a 200 metros de la barranca abrieron fuego. Pese a sus órdenes, el 25 de Mayo respondió, al igual que la batería, que reveló así su posición. Al intentar maniobrar lejos de la batería, los bergantines realistas Belén y Cisne quedaron varados sobre el banco de la isla. Mientras continuaba el intercambio de fuego de artillería, Bouchard pasó a la capitana para proponer atacar a las naves varadas, pero Azopardo lo descartó en razón de las dificultades que plantearía maniobrar en el estrecho canal con los vientos reinantes y ante la indecisión de sus oficiales. El Belén se zafó rápidamente, pero el Cisne solo pudo hacerlo dos horas después, con cuatro impactos en la batería, consiguiendo retirarse al noroeste de la isla. En la acción inicial, el Fama había perdido su único cañón, por lo que su tripulación fue distribuida en los buques restantes.

En la tarde los realistas intentaron un nuevo ataque. El Belén, en vanguardia, avanzó sobre el Invencible, mientras que el Cisne, con Romarate a bordo, hacía lo propio sobre el 25 de Mayo. El Invencible recibió de pleno una descarga de su atacante, lo que causó numerosas bajas y un conato de huida que Azopardo consiguió frenar arma en mano. Por su parte, Romarate lanzó al Cisne al abordaje del 25 de Mayo y ante la inminencia de la lucha los inexpertos tripulantes fueron presa del pánico y pese a los intentos de Bouchard por impedirlo abandonaron el buque arrojándose al agua, huyendo finalmente su comandante. El América recibió varios impactos que le abrieron una brecha en la proa y provocaron que comenzara a inundarse la bodega, por lo cual fue abandonada por su tripulación.

Los navíos realistas se acercaron al Invencible, que tras solo media hora de fuego, luchaba solo con daños en la arboladura y 41 tripulantes muertos o heridos. Abordada por una lancha del Cisne, Azopardo y 8 tripulantes ilesos mantuvieron la resistencia por cerca de dos horas hasta que la situación se hizo insostenible. Azopardo disparó a quemarropa sus dos pistolas para volar la santabárbara, pero el fuego no se extendió y solo consiguió sufrir quemaduras menores. Cuando insistió en su empeño, los heridos le suplicaron que no lo hiciera, de modo que accedió a rendirse ante Robión.

Tras apoderarse de las naves, al anochecer Romarate desembarcó 50 hombres que desmontaron los cañones de la improvisada batería y recorrieron el pueblo sin causar daños. Tres buques continuaron río arriba, desembarcaron el 10 de marzo brevemente en Rosario y siguieron hasta Santa Fe, regresando luego a Colonia.
Las bajas de los revolucionarios fueron los 41 hombres del Invencible. Además de Azopardo, fueron tomados 62 prisioneros, algunos de los cuales fueron rápidamente agregados a las fuerzas terrestres de Montevideo. Los realistas sufrieron también importantes pérdidas, entre ellas 12 muertos y 16 heridos en el Belén. Azopardo fue llevado a España y recluido en Ceuta.
La derrota ocasionó la destrucción de la fuerza naval patriota y el dominio de los ríos (el Plata, el Paraná y el Uruguay) por parte de la flota realista de Montevideo, y, por lo tanto, el suministro de soldados y pertrechos que debían cruzar el río Paraná frente a La Bajada.
Batalla de Tacuarí (9 de marzo de 1811)
El 4 de febrero, la Junta Provisional Gubernativa había ordenado al coronel de húsares Martín Rodríguez que saliera de la Bajada rumbo a Candelaria para ponerse a las órdenes de Belgrano por lo que este movimiento ya había sido detectado por los «vicheadores» paraguayos.
Gregorio Perdriel fue enviado con 100 hombres a Candelaria para que, en coordinación con Rocamora ubicado en Itapúa con 150 hombres, aseguraran la logística que venía desde La Bajada, ya que la flotilla paraguaya que merodeaba por la zona había cortado la provisión de ganado desde Corrientes ocupando además el puerto de San José frente a Itapúa.
Durante la retirada hacia el río Tacuarí (Tacuary), el 20% de las fuerzas que había enviado Rocamora desertaron, la mayoría armados. Belgrano distribuyó a los restantes entre los regimientos de Patricios y Arribeños, los equipó con uniformes y cambió los jefes que los mandaban.
La idea directriz del gobernador Velasco era expulsar a Belgrano más allá del río Paraná y abrir la vía de comunicación con Montevideo y Portugal. Para realizar esta operación al más bajo costo, utilizó la táctica de la persecución indirecta, que consiste en evitar choques frontales y en adelantarse por el flanco enemigo, buscando permanentemente su retaguardia, obligándolo a retroceder para evitar ser cortado y envuelto. Otro de sus objetivos era salir lo antes posible del estado de movilización que agobiaba la economía provincial y desmantelar el creciente poder político del grupo militar de los capitanes-estancieros.

El 7 de marzo de 1811, mientras Cabañas completaba los detalles finales para librar la batalla de Tacuarí, salía desde Buenos Aires un oficio de la Junta en el cual ordenaba a Belgrano que diera por terminada la campaña y volviera a cruzar el río Paraná rumbo al sur, hacia el arroyo de la China. Esta orden recién llegaría a Belgrano el 21 de marzo.
El Tcol Cabañas conocía el paso del río Tacuarí y sabía que era imposible forzarlo con un ataque frontal ante un enemigo que se protegía detrás y que había tenido un mes para organizar su defensa y reglar la artillería. Construyó entonces un puente a 10 km al norte dirigido por Luis Caballero y encargó al comandante Juan M. Gamarra, que había llegado con refuerzos, dirigir un ataque de envolvimiento sobre el ala derecha de Belgrano. Al mismo tiempo, planeó ataques de distracción por el ala izquierda y el centro enemigo, para confundir y ocultar la dirección del ataque principal.
Primera fase
Horas antes de la medianoche del 8 de marzo de 1811, las fuerzas de Cabañas, unos 1.000 hombres con 6 cañones, comenzaron su marcha hacia el puente de madera recién construido, que tenía unas dimensiones de 25,5 metros de largo y 3,5 metros de ancho. Después de cruzar el río Tacuarí, avanzaron de norte a sur abriendo una picada en los montes que bordeaban el río, y llegaron al amanecer a la ermita del pequeño pueblo de Tupá-ra’ý. En ese lugar, ubicado al norte de las posiciones de Belgrano, se fundaría en 1843 la ciudad de Carmen del Paraná. Se enviaron patrullas de caballería para detectar si existían tropas de apoyo de Rocamora en el camino que unía el paso del río Tacuarí con Itapúa.
Una hora antes de que esas fuerzas llegaran a Tupá-ra’ý, y como primera sorpresa para Belgrano, que no había sido informado de la aproximación del enemigo por su flanco izquierdo y centro; comenzó el ataque de 4 botes y canoas que habían subido por el río Tacuarí desde el Paraná al mando de Ignacio Aguirre. Al mismo tiempo, por el centro, el grueso de la artillería paraguaya y la fusilería al mando de Juan Antonio Caballero, más tres compañías de lanceros al mando del teniente Pedro Pablo Miers, simulaban su intención de tomar el paso a viva fuerza. Salvo la sorpresa inicial, las fuerzas de Belgrano no tuvieron ningún problema con el ataque por el río, que fue neutralizado por el capitán Celestino Vidal. Por el centro no había nada que temer, porque era el punto más fuerte del sistema defensivo.
Segunda fase
La amenaza de los botes paraguayos, uno de los cuales tenía un pequeño cañón, fue fácilmente neutralizada por las fuerzas que envió Belgrano al mando del capitán Celestino Vidal mientras que el ataque de la artillería y fusilería enemiga por el paso de Tacuarí no fue de cuidado por tratarse del lugar más seguro de su defensa.

Belgrano tuvo una segunda sorpresa cuando le informaron de que un gran número de tropas enemigas en formación de combate avanzaban por su ala derecha. Al no haber previsto esta acción por el ala norte, todo su sistema defensivo colapsó. Machain abandonó rápidamente su posición en el centro y, con unos 126 hombres y 2 cañones, se dirigió hacia Tupá-ra’ý y, aprovechando el monte y unas islas en los claros, se instaló en los bordes, pudiendo frenar el avance enemigo y dilatar el combate. Pero, rodeado por la caballería enemiga, que además había capturado su artillería, el ataque frontal de la infantería paraguaya no le dejó otra opción que rendirse con casi todos sus hombres. Las fuerzas de Cabañas capturaron además dos cañones, un carro capuchino, una carreta con abastecimientos y 130 fusiles.

Tercera fase
Aniquilada la columna de Machain, la caballería de Gamarra avanzó libremente sobre la retaguardia enemiga, cortando el camino a Itapúa y encerrando contra el río Tacuarí a todas las fuerzas de Belgrano. Ante esta maniobra, el grueso de ellas, unos 460 hombres, entre oficiales y soldados, que no habían desertado, huyeron hacia Itapúa o se escondieron en los montes, abandonando incluso carretas con municiones, equipos y armas que había enviado Rocamora. En el apuro, Belgrano nombró a un sargento de artillería catalán como encargado del sector central. Con el resto de las fuerzas que le quedaban, unos 235 soldados, entre infantería y caballería, se preparó para enfrentar a las avanzadas de Cabañas que iban completando el cerco.
La batalla estaba decidida, por lo que Cabañas intimó la rendición, que fue rechazada por Belgrano. Pese al mayor poder de fuego que tenía la fuerza de Belgrano, la artillería paraguaya abrió una brecha por donde se infiltró la caballería del capitán Pedro José Genes. Belgrano ordenó que, en un montículo llamado después Cerrito de los Porteños, se levantase una bandera de parlamento y envió a José Alberto Cálcena y Echeverría, tío de Cabañas, con una propuesta en la que pedía la capitulación con el compromiso de abandonar el Paraguay. Habían pasado más de 14 horas desde que las fuerzas de Cabañas habían comenzado la maniobra envolvente sobre la posición de Tacuarí.
El mismo día de la batalla, Cabañas envió a Belgrano la nota con las condiciones de la capitulación. Belgrano dio su conformidad, firmó de puño y letra el original y lo remitió a Cabañas. Al día siguiente comenzó a dar cumplimiento a su compromiso de evacuar la provincia de toda invasión.

Después de la derrota militar, Belgrano empezó a intercambiar cartas con el general Cabañas, quien, en primera instancia, lo había intimado a que, junto con la totalidad de tropas, se retirase de Paraguay. Sin embargo, a medida que aumentaba la cantidad y la frecuencia de la escritura entre ambos, los dos militares comenzaron a tomar confianza y afecto con el otro.
Al principio, el intercambio de recursos e insumos entre los territorios era el tema en cuestión. Luego, la astucia diplomática de Belgrano le trató de inculcar la visión y los sentimientos revolucionarios a Cabañas, con el fin de que el paraguayo hiciera lo propio en sus tierras. Algo que sucedería un tiempo más tarde.
Belgrano a su regreso a Buenos Aires, fue juzgado por su fracaso al frente del ejército revolucionario en Paraguay. Pero tiempo más tarde, el juicio fue sobreseído.