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Antecedentes
Tras la Capitulación de San Mateo, que dio fin a la Primera República de Venezuela, gran número de jefes políticos y militares de la República migraron al exterior, huyendo de las represalias del jefe realista Domingo Monteverde: algunos se refugiaron en las Antillas y otros en la cercana Nueva Granada, donde la poca acción realista no había afectado grandemente la seguridad de esta República, a pesar de que existían grandes divisiones políticas entre las provincias. A Nueva Granada fueron Simón Bolívar y José Félix Ribas, entre otros.
Bolívar, quien entonces contaba 29 años de edad, había llegado en calidad de emigrado a la recientemente independizada ciudad de Cartagena, Nueva Granada (actual Colombia), procedente de Caracas donde el capitán General de Venezuela, el español Domingo Monteverde, le había confiscado todos sus bienes.
El futuro Libertador había ido a Cartagena a excitar a los habitantes de la Nueva Granada a ayudarle en la liberación de Venezuela del yugo español. Fue entonces cuando lanzó su famosa declaración pública, el Manifiesto de Cartagena. Pero la reacción a este llamamiento apasionado fue el ser nombrado comandante, con el rango de coronel, del insignificante puesto militar de Barranca (actual Calamar), situado a la orilla izquierda del río Magdalena, donde se encontraban acantonados 70 soldados. Bolívar aumentó pronto esta guarnición a 200, mediante voluntarios.
El 23 de diciembre de 1812, navegando río arriba con su pequeño grupo de tropas, tomó por asalto el fuerte de Tenerife, situado en una colina excelentemente fortificada, la que hasta entonces había eficazmente impedido toda comunicación entre Cartagena y las provincias del interior de la Nueva Granada.
Prosiguiendo su marcha río arriba y al sur de Tenerife, derrotó los destacamentos españoles acantonados en las poblaciones ribereñas de Plato y Sambrano y el 27 de diciembre de 1812 ocupó la ciudad de Mompox. Aquí Bolívar no solamente obtuvo víveres y otros abastecimientos para su tropa, inclusive unas cuantas embarcaciones, sino que además pudo aumentar su pequeño ejército a 500 hombres.
Continuando río arriba, se apoderó tres días después de la pequeña población de Guamal, y ocupó el Banco el 1 de enero de 1813. Esta posición fuertemente atrincherada contaba con una guarnición de 400 tropas españolas procedentes en su mayoría de Cuba, las que al saber la aproximación de Bolívar, habían evacuado el Banco el día anterior, huyendo en dirección al Norte en embarcaciones a través de la laguna de Zapatosa y el río César, hacia valle Dupar y Santa Marta. Pero Bolívar, marchando con su tropa por tierra con mayor rapidez que los transportes fluviales, logró alcanzar a los realistas en Chiriguaná. Allí Bolívar capturó un considerable botín, incluyendo 11 embarcaciones y unos 100 prisioneros, junto con artillería y municiones, con una sola baja.
Retrocediendo nuevamente hacia el río Magdalena, ocupó Tamalameque, situado a unos 30 kilómetros río arriba de Banco, en cuyo asalto derrotaron al capitán español Capmani. El 7 de enero su vanguardia capturó Puerto Real (actual Gamarra), remontaron la cordillera y llegaron a Ocaña, donde fue aclamado por el pueblo el 8 de enero.
Escasamente en dos semanas, menos del tiempo que tomaba a un correo trasladarse desde Cartagena a Ocaña, Bolívar había libertado toda una provincia y destruido o dispersado fuerzas enemigas, unas 10 veces superiores a su escasa tropa. En Ocaña se vio obligado a permanecer cinco semanas reorganizando su pequeño, entonces reducido a solamente 450 efectivos, debido a deserciones, enfermedades y a la escasez de combustibles y vestuario. Además, como carecía de recursos financieros, los soldados no habían recibido paga alguna.
La ciudad de Cúcuta, era su próximo objetivo, está situada al otro lado de una formidable barrera de montañas (una rama secundaria de los Andes), donde le esperaba el coronel español Ramón Correa con 1.300 tropas bien equipadas y entrenadas. Correa se había quedado con 750 hombres en Cúcuta, distribuyendo estratégicamente el resto en las posiciones casi inexpugnables que protegían los pasos en las montañas por donde debían transitar las tropas de futuro Libertador. Parte de su vanguardia la envió Correa a San Cayetano (200 soldados), en la ribera derecha del río Zulla, a unos 15 kilómetros de Cúcuta. Otro destacamento de 240 hombres fue enviado más lejos, a Salazar, en tanto que un destacamento de 100 soldados lo situó en las alturas de la Aguada (entre Ocaña y Salazar).
Además de estas tropas de Correa, Bolívar debía enfrentarse al otro lado de la frontera, en Venezuela, con las siguientes fuerzas españolas: en Barinas y el Alto Apure, bajo el mando de Antonio Tíscar, unos 2.800; en San Fernando y Guasdalito, bajo José Yáñez, unos 1.200; en Calabozo, bajo José Tomás Boves, tal vez unos 1.000. Por otro lado, entre Caracas y el oriente venezolano había guarniciones que sumaban alrededor de otros 4.000 soldados realistas.
El 23 de enero de 1813, o unas dos semanas después de su entrada en Ocaña, recibió Bolívar una apelación, tanto del gobernador como del comandante militar de Pamplona, provincia de la Nueva Granada y colindante con Cúcuta, de ir a defenderlos, porque temían ser atacados de un momento a otro por las fuerzas del español Correa. El coronel insurgente Manuel del Castillo, comandante militar de Pamplona, celoso de las victorias de Bolívar, cuando este último fue nombrado general en jefe de las fuerzas de la Unión, rehusó obedecer sus órdenes, y casi desbarató el plan de Bolívar de libertar a Venezuela.
El 9 de febrero, después de recibir permiso de Cartagena de ayudar a Pamplona, envió Bolívar su vanguardia en dirección de los pequeños poblados de la Cruz, San Pedro y Salazar. Cerca de este último sitio se dividía en dos el camino de la montaña; una trocha se dirigía hacia Cúcuta y la otra hacia Pamplona. Era una tarea formidable movilizar hacia Pamplona, aun el pequeño contingente de 450 insurgentes. La única trocha para mulas entre Ocaña y Salazar, después de cruzar como 50 kilómetros de una meseta árida y difícil, entrecortada por numerosas barrancas, ascendía los contrafuertes de la sierra a través de angostas grietas tajadas en las gigantescas rocas por los torrentes de la montaña.
Las tropas tenían que recorrer una senda casi intransitable, húmeda y resbalosa en el fondo del barranco, debido a las lluvias torrenciales de la región, para después trepar perpendicularmente por el fijo escarpado de las rocas a la cumbre con el frío penetrante del páramo. El tránsito sobre esta clase de terreno era una prueba de habilidad, donde las manos eran más útiles que las piernas. La mayoría de los soldados, acostumbrados a los climas tórridos de Mompox y Cartagena, sufrieron intensamente estos cambios violentos de temperatura.
Le tomó 6 días al pequeño destacamento patriota arribar al desfiladero de la Aguada, cuya distancia en línea recta apenas es de unos 60 a 70 kilómetros. La trocha en La Aguada pasaba a través del fondo de un profundo barranco defendido en sus alturas por el destacamento de los 100 soldados enviados allí por el coronel español Correa. La posición del enemigo era tan formidable que esa pequeña fuerza hubiera sido capaz de detener la marcha a todo un ejército. Pero allí se despejó el camino mediante una ingeniosa estratagema de Bolívar. Por medio de un campesino espía enviado por Bolívar, les contó que no solamente las fuerzas de Bolívar lo iban a atacar por el frente, sino que, además, se aproximaba simultáneamente un fuerte contingente de insurgentes procedente de Pamplona para sorprenderlo por la espalda. Al recibir esta nueva, la guarnición española huyó presa del pánico en dirección a Arboledas y Cúcuta, perseguida de cerca por la vanguardia patriota.
Batalla de Cucutá (28 de febrero de 1813)
El ejército, ya organizado con Bolívar como jefe, se dividió en dos columnas: la vanguardia mandada por el coronel granadino Anastasio Girardot (BI-III, BI-IV y BI-V), la retaguardia mandada por el coronel José Félix Ribas, quienes partieron de Ocaña el 16 de febrero hacia Cúcuta. Dejó al coronel Francisco de Paula Santander como encargado de la frontera.
Disponía de 14 piezas de artillería (1×3 y 3×6 obuses; 1×3, 3×4 cañones y 4 pedreros), 1.226 fusiles, 500 lanzas y 300 sables.
Bolívar llegó a Salazar 6 días después, donde, habiendo previsto con éxito el presunto ataque español a Pamplona, decidió cambiar de dirección y proseguir su marcha hacia Cúcuta. Dejando lejos a su derecha estos pequeños contingentes de tropas realistas, aceleró su marcha hacia San Cayetano, situado en la ribera derecha del río Zulia, y a unos 15 kilómetros de Cúcuta, el Zulia tiene allí una anchura de unos 300 metros.
El 25 de febrero, después de una corta, pero sangrienta escaramuza, durante la cual los insurgentes lograron cruzar el río, la guarnición española derrotada huyó hacia Cúcuta, dejando abandonados en el campo sus muertos y heridos.
En San Cayetano recibió Bolívar algunas municiones enviadas por el gobierno de la Nueva Granada, y pudo reforzar su vanguardia con un destacamento de 126 soldados enviados desde Pamplona por el coronel Castillo. A pesar de estas nuevas tropas, su pequeña fuerza apenas contaba con unos 500 soldados, debido a deserciones, enfermedades y bajas.
Moviéndose rápidamente desde San Cayetano, Bolívar llegó el 28 de febrero a las alturas de las colinas que dominan la ciudad de Cúcuta. El coronel realista Ramón Correa asistía a misa cuando fue avisado, y partió con sus 800 efectivos al encuentro de Bolívar. Se situó a tiro de fusil de las colinas que ocupaban los insurgentes y comenzó la batalla. Una partida de 100 fusileros del Rey intentó dominar el flanco derecho del ejército de Bolívar, pero un cambio rápido de posición dejó sin efecto el movimiento. La lucha fue muy encarnizada y reñida. Llevaban cuatro horas luchando desde las nueve de la mañana y a la una de la tarde, Bolívar ordenó una carga a la bayoneta. El Tcol José Félix Ribas se distinguió por su arrojo y su bravura en esta carga, siendo el responsable de la victoria.
Los realistas tuvieron 20 muertos y 40 heridos, mientras que los insurgentes tuvieron 2 muertos y 14 heridos. Bolívar capturó cuantioso botín consistente en una gran cantidad de armamento, municiones, víveres y abastecimientos varios abandonados por los realistas en su precipitada huida, no solamente en el campo de batalla, sino también en los almacenes de la ciudad.
Los insurgentes no perdieron tiempo en perseguir los restos del derrotado ejército de Correa, a través de la frontera hasta la población venezolana de San Antonio. Fue allí, que Bolívar, el 1 de marzo, lanzó una proclama a los venezolanos.
Después de su derrota, el coronel español Correa, huyó a Mérida, y de allí siguió a Trujillo, mientras que Bolívar se regresó a Cúcuta. Fue en esta última ciudad donde recibió del presidente de la Nueva Granada como premio a su espléndida victoria, junto con el honor de hacerlo ciudadano neogranadino, el ascenso a general de brigada de sus ejércitos.
Inicio de la Campaña Admirable
El futuro Libertador permaneció en Cúcuta cerca de once semanas, debido no solamente a la insubordinación de uno de sus lugartenientes, sino además, porque no podía ausentarse del territorio de la Nueva Granada para libertar a Venezuela hasta en tanto no recibiera la autorización necesaria de los gobiernos, tanto de Cartagena como de la Nueva Granada.
El coronel Manuel del Castillo, hasta entonces su igual en rango militar, pero entonces su subalterno, tenía a su cargo las fuerzas de la Nueva Granada acantonadas en Pamplona, en total unos 300 efectivos. Cuando Bolívar fue ascendido a general de brigada, el coronel Castillo recibió órdenes de su gobierno de poner su tropa bajo el mando de Bolívar, a lo que accedió de mala gana. Castillo era contrario y rehusó cruzar la frontera para invadir a Venezuela, porque consideraba esta empresa una aventura fantástica repleta de peligros y predestinada de antemano al fracaso, debido al insignificante número de tropas insurgentes, las que tendrían que enfrentarse a un enemigo diez veces superior. Bolívar trató en vano de hacerle entrar en razón, y después de dos meses de correspondencia recriminante entre los dos jefes y sus gobiernos, Castillo fue relevado del mando.
El permiso para cruzar la frontera hacia Venezuela fue recibido por Bolívar el 7 de mayo de 1813, pero con la estipulación que debería limitarse a libertar únicamente las provincias de Mérida y Trujillo. Junto con esta autorización envió el gobierno de la Nueva Granada a Cúcuta algunos fusiles y municiones, en tanto que el de Cundinamarca (en Santa Fe de Bogotá), le remitió 150 voluntarios. Entre ellos varios jóvenes oficiales que recibirían después los mayores honores que puede conferir la historia.
Durante su residencia en Cúcuta, Bolívar fue informado de la huída del coronel español Correa de Mérida hacia Trujillo con los restos de sus tropas, y que Mérida, libre de enemigos, y anticipando la próxima llegada de Bolívar, había declarado su independencia. Al saberlo, Bolívar envió prontamente al hábil Administrador y prudente consejero Cristóbal Mendoza para a organizar el gobierno de esa provincia.
El futuro Libertador salió de Cúcuta el 14 de mayo de 1813 con dirección a Mérida (una distancia de alrededor de 300 kilómetros), llevando consigo su pequeño ejército de apenas 500 soldados, debido a que el coronel Castillo, persistiendo en su enemistad con Bolívar, había conseguido retener 100 soldados con los que se regresó a Bogotá. La expedición constaba de dos divisiones, a la vanguardia el coronel Atanasio Girardot y en la retaguardia el coronel José Félix Ribas. Estas fuerzas marcharon por la vía de San Cristóbal – La Grita – Mérida – Trujillo, culminando con la entrada triunfal a Caracas el 6 de agosto.
El 18 de mayo, llegó la vanguardia a la ciudad de Mérida, situada a una altura de 1.650 metros sobre el nivel del mar, en un valle largo y angosto bordeado por los elevados Andes venezolanos. Bolívar llegó 5 días después. Fue en Mérida que Bolívar fue proclamado por primera vez como ”Libertador”. Bolívar permaneció en Mérida dos semanas y media, durante las cuales se ocupó de organizar el Gobierno local. Pero su más urgente tarea fue la de equipar su pequeño ejército, aumentado con voluntarios a cerca de 1.000 efectivos, de los cuales la mitad carecía de entrenamiento y equipo adecuados.
En Mérida recibió Bolívar la noticia de la invasión del Oriente Venezolano por un pequeño grupo de jóvenes oficiales bajo el mando del general Santiago Mariño. Este acontecimiento lo consideró el Libertador de lo más favorable porque desviaría la atención de los realistas hacia esa parte del país, distrayendo algunos de los contingentes españoles contra los que tenía que enfrentarse. Al mismo tiempo fue informado que el coronel español Correa con 300 soldados se había atrincherado en Betijoque (un poblado situado en el Norte, a media distancia entre Trujillo y el lago de Maracaibo), a la espera de un refuerzo de 400 hombres acantonados en Carache, población situada a unos 40 kilómetros al Norte de Trujillo. Además, el Libertador se enteró de que había llegado recientemente a Trujillo procedente de Barinas un destacamento realista de unos 300 soldados.

El plan militar del Libertador era audaz pero sencillo. Debía atacar separadamente primero a Correa en Betijoque y después a las fuerzas españolas en Carache y Trujillo. Al tener éxito esta primera fase de su plan, se movería entonces rápidamente para sorprender por la retaguardia la enorme fuerza acantonada en Barinas bajo el mando del español Antonio Tíscar. Después de limpiar de tropas enemigas a las provincias de Mérida, Trujillo y Barinas, estaría despejada a los insurgentes la ruta hacia Caracas, aun cuando para ese entonces tendría Bolívar que enfrentarse con otros fuertes contingentes enemigos acantonados en esta última provincia.
Combatiendo al enemigo a retazos, y atacándolo rápida y sorpresivamente (el concepto militar napoleónico), impidió el Libertador, mediante la exterminación gradual de las fuerzas españolas en grupos aislados, evitando que los realistas se concentraran en un formidable y compacto ejército, como lo planeaba el capitán general español Monteverde.
En ejecución de este plan, envió el Libertador por delante a su vanguardia de 480 hombres, bajo el mando del coronel Atanasio Girardot, de 22 años de edad. La vanguardia debería marchar dividida en dos columnas a través de valles casi paralelos, y reunirse antes de entrar a Trujillo, donde se encontrarían con Bolívar. La ruta que tenían que seguir las tropas de Girardot a través de las primitivas trochas para mula, de los imponentes Andes Venezolanos. El Valle de Mérida asciende desde una altura de 1.650 metros (donde está situada la ciudad) al Páramo de Mucuchíes a 4.000 metros de elevación. Allí se unen las dos ramas de los Andes Venezolanos para separarse después, un ramal hacia el Oeste, donde se encuentra el valle de Trujillo a unos 140 kilómetros de distancia de Mucuchíes y 200 de Mérida: el otro ramal se dirige al Oriente hacia el valle de Boconó, a unos 90 kilómetros al Este de Trujillo. Las fuerzas de Girardot, consistentes en su mayoría de voluntarios de los abrasantes climas de Mampox y Cartagena, sufrieron enormemente al escalar montañas de más de 4.000 metros para descender repentinamente después a valles situados a apenas 600 u 800 metros de altitud.

Batalla de Agua de Obispo o de Carache (18 de junio de 1813)
Girardot y su vanguardia entraron en Trujillo el 10 de junio de 1813, después de combatir y derrotar a Correa en las alturas de Ponemesa, cerca de Betijoque. Correa logró escaparse con las reliquias de su tropa, escasamente 100 hombres, refugiándose en los bosques del lago de Maracaibo. Ese mismo día salió Bolívar de Mérida, dejando atrás su retaguardia bajo el comando del coronel José Félix Ribas, llegando a Trujillo 4 días después, el 14 de junio.
En Trujillo envió Bolívar a Girardot a destruir una columna enemiga de 500 efectivos mandada por el capitán de fragata español Manuel de Cañas, las que estaban atrincheradas en las alturas casi inexpugnables de Obispo, cerca de Carache, (a unos 40 kilómetros al norte de Trujillo).
Girardot llegó Carache con sus fuerzas, el 17 de junio de 1813, en horas de la tarde. En horas de la noche, el jefe realista abandonó la línea que ocupaba y llevó sus hombres a las alturas de Agua de Obispos. El 18 de junio de 1813 se produjo el enfrentamiento entre las fuerzas de la vanguardia de Girardot y las del jefe realista Manuel Cañas, Girardot atacó y tras una hora de lucha, logró derrotar a los realistas, tomando como prisioneros a 63 soldados realistas y numerosas municiones, eliminando las tropas que podían entorpecer el avance de Bolívar. Cinco días después, a su regreso a Trujillo, fueron recibidas las columnas victoriosas patriotas en las afueras de la ciudad por Bolívar y su comitiva, y por una delirante muchedumbre.
El 15 de junio de 1813, Simón Bolívar había firmado en Trujillo a las 03:00 de la mañana el Decreto de Guerra a Muerte contra los españoles y canarios hasta que no les concedieran la libertad. El decreto duraría 7 años, hasta el 26 de noviembre de 1820, cuando el general español Pablo Morillo se reunió con el Libertador en Santa Ana, Trujillo, para concluir el Tratado de Armisticio y regularización de la guerra.

Batalla de Niquitao (2 de julio de 1813)
La retaguardia del ejército insurgente bajo el mando de José Félix Ribas, que se había quedado en Mérida, tenía instrucciones de dirigirse a Boconó, tan pronto obtuviera los medios de transporte, y reunirse allí con la vanguardia. Ribas salió de Mérida pocos días después que Bolívar, y cruzando el valle de las Piedras, procedió por la ribera del río Santo Domingo en dirección hacia Barinas. Pero, de acuerdo con las órdenes de Bolívar, a mitad de camino viró de rumbo hacia el Norte, y escalando la montaña descendió al otro lado, dirigiéndose hacia Niquitao y Boconó. El 30 de junio se le unió cerca de Niquitao, el coronel Urdaneta, su segundo al mando de la división, quien con una escolta de 50 hombres había traído parte del equipaje y municiones pertenecientes a la retaguardia. Ribas fue informado allí por sus exploradores, que una división enemiga, de unos 500 hombres, se aproximaba procedente de Barinas, comandada por el español José Martí.
El capitán de fragata español Antonio de Tíscar, quien defendía a Barinas con 2.600 hombres, alarmado por la invasión de Bolívar a las provincias de Mérida y Trujillo, había concebido el plan de atrapar a Bolívar y a su pequeño ejército en el territorio situado entre estas dos ciudades. Con este objeto, envió fuertes refuerzos al comandante Yáñez en Guasdualito (población al Sur de Barinas y sobre el río Apure, estratégicamente situada para invadir a Cúcuta por la espalda).
Envió además dos escuadrones a Guanare en el Norte, y la división José Martí a Niquitao, reduciendo sus fuerzas en Barinas. Debido a esto, solamente disponía de 600 soldados de infantería y 500 de caballería.
Ribas al enterarse de la proximidad de las fuerzas de Martí, se dirigió velozmente a encontrarlo, logrando cubrir, el 1 de julio, los 65 kilómetros que lo separaban de Niquitao.
La fuerza insurgente de Ribas, que tenía unos 1.000 efectivos y contaba como subordinados a Rafael Urdaneta, Vicente Campo Elías y José María Ortega y la dividió en 4 grupos.
El 2 de julio, al amanecer, inició Ribas el avance hacia el objetivo; y tan pronto estuvo cerca de los realistas, descubrió que no se enfrentaba a 500 efectivos como había sido informado, sino con 800 atrincheradas en Las Mesitas, sitio casi inexpugnable donde los españoles protegían sus espaldas con las gigantescas rocas de las colinas de la sierra.
Ordenó al mayor Rafael Urdaneta, comandante del centro, que atacase la posición enemiga. En combinación con esta acción, el ala derecha del capitán José María Ortega debía cargar la posición por la izquierda. Este ataque dio por resultado el desalojo de la línea por los realistas y su repliegue hasta otra línea de alturas. Ribas ordenó a la caballería que marchase por el camino real, y «tocando a degüello» (toque de corneta llamado también ataque), conquistase unas alturas a retaguardia de las que ocupaba Martí; al mismo tiempo que con la infantería cargaba de frente.

Esta maniobra dio los resultados que se esperaban: los realistas fueron cortados y obligados a retirarse de sus posiciones. La victoria fue completa, seguida de activa persecución. Los pocos realistas sobrevivientes consiguieron retirarse a Nutrias y San Fernando de Apure. Fueron hechos prisioneros 540 realistas, muchos de ellos se pasaron a los patriotas. Los tres capitanes españoles y otros ocho individuos originarios de España fueron ejecutados siguiendo el decreto de Guerra a Muerte de Bolívar.
Mientras tanto, Bolívar había salido de Trujillo el 24 de junio en dirección hacia Guanare, con la división de vanguardia bajo Girardot. Tres días antes, el 21 de junio, Bolívar había enviado nuevas instrucciones a Ribas de reunirse con él en Guanare, en vez de Boconó. El atrevido plan de Bolívar consistía en sorprender a las fuerzas españolas en Barinas, atacándolas por la espalda. El español Tíscar esperaba a Bolívar por el camino directo entre Trujillo y Barinas, pasando por Boconó, ruta áspera y difícil de transitar a través de los desfiladeros de la serranía. Pero Bolívar, en ejecución de su plan, cruzando los Andes a una altura de unos 3.700 metros, llegó a Boconó el 27 de junio, y allí, en vez de continuar directamente hacia Barinas en el sur, viró hacia el noroeste en dirección a Biscucuy y Guanare, dando un rodeo de unos 80 kilómetros.
Como Guanare está situado en la ruta directa entre Barinas y Caracas, esta estratagema de Bolívar, no solamente cortó toda comunicación entre estas dos ciudades, sino que colocó a la fuerza insurgente a la espalda del enemigo. Al saber Bolívar en Guanare que el español Tíscar había reducido considerablemente sus fuerzas, debido al envío de la división Martí a los Andes, dio nuevas instrucciones a Ribas de buscar a Martí y derrotarlo. Pero sin detenerse a esperar el resultado de este encuentro, o de que Ribas y su retaguardia se reunieran con él en Guanare, de acuerdo con su plan anterior, el Bolívar decidió proceder solo con la vanguardia para atacar a Barinas, confiado en el elemento de la sorpresa.
El 5 de julio, el comandante español Tíscar, al recibir la noticia de la derrota de Martí, y de la rápida marcha de Bolívar contra él, huyó de Barinas, presa del pánico, dirigiéndose hacia Nutrias, sobre el río Apure (a unos 160 kilómetros hacia el Sureste). Bolívar entró en Barinas al día siguiente, 6 de julio de 1813, capturando allí 32 cañones de artillería ligera, y gran cantidad de rifles y municiones abandonados por ellos realistas en su precipitada fuga.
Bolívar envió inmediatamente a Girardot con la vanguardia a perseguir a las desorganizadas fuerzas de Tíscar. La vanguardia, movilizándose rápidamente, cubrió la distancia de más de 150 kilómetros entre Barinas y Nutrias en escasamente tres días con sus noches. Esta fue una epopeya, porque los insurgentes tenían que marchar sobre un llano transformado por la estación de lluvias torrenciales en pequeñas lagunas y pantanos casi intransitables. En esta persecución, Girardot logró derrotar completamente los restos de las tropas de Tíscar, capturando 400 prisioneros con sus fusiles y equipo. Tíscar y su lugarteniente Nieto pudieron, sin embargo, escaparse casi solos, navegando río abajo en dirección del Orinoco.
Batalla de los Horcones (22 de julio de 1813)
Al llegar a Barinas, Bolívar envió a Girardot con la vanguardia hacia Nutrias, sobre el río Apure, en persecución de Tíscar, y tres días después, el 9 de julio, ordenó a Ribas, con la retaguardia, virar hacia el norte y destruir las fuerzas atrincheradas en el Tocuy que amenazaban a Guanare. Después de una estancia de diez días Bolívar salió de Barinas el 16 de julio, llegando a Guanare el 17, donde fue informado que el contingente de tropa enemiga en el Tocuyo, bajo el mando de Pedro González de Fuentes, anterior gobernador español de Barinas, había evacuado esa plaza, y marchado en dirección de Barquisimeto.
Desde Guanare, Bolívar repitió sus instrucciones a Ribas de perseguir a González de Fuentes, pero advirtiéndole debía evitar a Barquisimeto, donde temía que encontraran fuerzas enemigas superiores. Después de derrotar a González, Ribas debería virar de rumbo hacia el Oriente dirigiéndose a Araure, donde se reuniría con el resto del ejército insurgente.
El plan de Bolívar consistía en evitar dispersar sus pequeñas fuerzas en territorios fuera de la zona de su objetivo principal: Caracas. Con todas sus tropas concentradas en Araure, le sería fácil a Bolívar destruir cualquier concentración realista que tratara de amenazarlo, ya fuera de Barquisimeto o de San Carlos, en el norte (su próxima meta en la ruta hacia Caracas). Fue un suceso afortunado para Bolívar que la villa de Araure, su próximo objetivo (situada estratégicamente a unos 100 kilómetros al norte de Guanare, y a unos 80 al Sur de San Carlos), declarara su independencia el 5 de julio de 1813 y organizara un pequeño escuadrón de caballería para aumentar el ejército insurgente.
Escasamente, unos dos o tres días antes, el coronel español Francisco Oberto, con 300 hombres de tropa, había evacuado Araure, dirigiéndose a Barquisimeto a reunirse allí con una columna de infantería y caballería que venía procedente de Coro. En Barquisimeto se encontró Oberto con los contingentes de González de Fuentes procedentes de El Tocucho, y con los restos de las fuerzas de Cañas derrotadas en Carache. Al reunirse los tres comandantes, contaban con una fuerza de unos 900 efectivos (800 de infantería, 109 de caballería y tres cañones de montaña), decidieron atacar a Ribas.
Oberto tomó posiciones defensivas con sus tropas realistas en el llano de Los Horcones, a 5 km de Barquisimeto, en la ruta a Quíbor, donde esperaron la llegada de la columna insurgente, mandada por José Félix Ribas y Jacinto Lara con 450 de infantería y 80 de caballería.
La batalla comenzó a las 11:00 horas del 22 de julio de 1813 y las tropas realistas rechazaron los 2 primeros ataques gracias a su artillería, pero un tercer ataque insurgente finalmente se apoderaron de las posiciones españolas. Esto fue en gran parte gracias a Gabriel Picón González, que entonces tenía 14 años y se convirtió en un héroe al precipitarse y tomar un cañón español a pesar de que le rompieron el fémur derecho debido a la metralla.
Las pérdidas de ambos bandos fueron de alrededor de 100 muertos y unos 100 heridos. Ribas ocupó a Barquisimeto el mismo día. Fue un completo triunfo, quedando en su poder 4 cañones, los medios de transporte y más de 300 prisioneros. Oberto y Cañas huyeron con 15 soldados de caballería por San Felipe, persiguiéndolos Ribas con 50 jinetes y alcanzándolos finalmente en Cabudare.
Mientras tanto, habían llegado a Araure, el coronel Urdaneta, el 21 de julio, con una pequeña fuerza de 150 hombres (100 de infantería y 50 de caballería), y Bolívar el 24 de julio.
Dos días después, el 27 de julio, Bolívar con Girardot, dejaron a Araure en dirección hacia San Carlos. En Araure, Bolívar nombró al doctor Cristóbal Mendoza (quien hasta entonces había estado actuando como gobernador de la Provincia de Mérida), como gobernador de la provincia de Caracas, con instrucciones especiales para organizar la Tesorería y los Tribunales de Justicia en los territorios que habían sido liberados.
Batalla de Taguanes (31 de julio de 1813)
En San Carlos había estado acuartelado el coronel español Julio Izquierdo con 1.200 tropas. Pero al recibir la noticia de la derrota de Oberto en Barquisimeto, evacuó inmediatamente la ciudad con toda su división, intentando unirse a las fuerzas del capitán general Monteverde estacionadas en Valencia.
En camino hacia Valencia, decidió Izquierdo detenerse en Tinaquillo (a 50 kilómetros al nordeste de San Carlos), a esperar allí refuerzos de Monteverde. Esta detención le sería fatal. Porque al saber Bolívar esa noticia, a medianoche del 29 de julio, salió inmediatamente de San Carlos con las fuerzas de Girardot y Urdaneta, reuniéndo tal vez, unos 1.500 efectivos. Se supone que parte de las fuerzas de Ribas acompañaban a Bolívar, ya que Ribas se vio obligado a quedarse en San Carlos por estar enfermo.
En la mañana del 31 de julio, la caballería insurgente se enfrentó con las avanzadas realistas en la llanura de Pegones, planicie de Taguanes. Después de una escaramuza de varias horas (para dar tiempo a que llegara el resto de la fuerza insurgente), percibiendo Bolívar que Izquierdo y su división trataban desesperadamente de escaparse de la llanura a guarecerse en los contrafuertes de los Andes, ordenó que 100 soldados de infantería montasen en la grupa de los caballos de un escuadrón de granaderos. Este grupo, moviéndose rápidamente, pero por una ruta paralela, se adelantasen a los realistas buscando su retaguardia. Al llegar al pie de las colinas, atacó por el frente a la vanguardia de Izquierdo, mientras que los granaderos e infantes lo acometían por su retaguardia. Después de sangriento combate, los realistas se rindieron en masa, habiendo perdido en la refriega 5 de sus mejores oficiales, en tanto que Izquierdo, gravemente herido, falleció esa misma noche.

La batalla de Taguanes fue la más importante de toda la campaña, fue el golpe de gracia a toda resistencia organizada del enemigo. Al recibir noticias de la derrota de su lugarteniente, el capitán general Monteverde (quien se dirigía hacia Tinaquillo con refuerzos para Izquierdo), se retiró apresuradamente a Valencia, huyendo de esta última ciudad el 1 de agosto, con el resto de sus fuerzas a refugiarse en las fortalezas de Puerto Cabello. En su precipitada fuga, Monteverde había abandonado en Valencia considerable botín militar, incluyendo 30 cañones de artillería montados en la plaza principal de la ciudad, y gran cantidad de municiones, comestibles y caballos. Cuando Bolívar entró al día siguiente (2 de agosto) a Valencia, envió inmediatamente a Girardot en persecución de Monteverde. Pero fue demasiado tarde, porque este último se había refugiado ya dentro de las fortalezas.
Final de la Campaña
La noticia de la derrota de Izquierdo y de la huida de Monteverde crearon indescriptible terror entre los habitantes españoles en Caracas. Abandonando las defensas de la ciudad, desertó un batallón de 1.000 voluntarios españoles, y otra guarnición de 1.000 soldados que defendía a La Cumbre, situada sobre una colina en el camino a La Guayra, huyó presa de pánico. En un solo día, debido a las deserciones, se redujo otro batallón español, de 238 veteranos, a solamente 174.
En estas circunstancias caóticas, el gobernador provincial de Caracas, Manuel del Fierro, junto con otras autoridades españolas, decidieron enviar un grupo de hombres prominentes a negociar un armisticio con Bolívar. Entre los comisionados había dos amigos íntimos del Libertador: el marqués de Casa León, quien había salvado a Bolívar de la prisión en 1812, y Francisco Iturbe, quien en aquel año había obtenido de Monteverde un salvoconducto permitiendo a Bolívar dejar el país.
El 4 de agosto, en La Victoria, otorgó Bolívar una capitulación generosa a los vencidos, y 3 días después, el 7 de agosto de 1813 hizo su entrada triunfal en Caracas, en medio de las salvas de los cañones y del repique de las campanas de un centenar de iglesias, y aclamado por una muchedumbre delirante de entusiasmo.
El 8 de agosto de 1813, escasamente a tres meses después de cruzar la frontera venezolana, y siete y medio meses desde el principio de la campaña, dirigió Bolívar una proclama en Caracas.