Guerras de Independencia Hispano-Americanas Fase preinsurrecional 1812 y 1813 Campaña de la Patria Vieja en Chile en 1813 (I)

Definición

La campaña de la Patria Vieja en 1813 fue una campaña militar que se libró entre los insurgentes que habían organizado la Junta Gubernativa en Chile y las fuerzas realistas del sur del río Maule y las enviadas desde el Perú por el virrey José Fernando de Abascal para volver a establecer el dominio español en el territorio de Chile.

Antecedentes

Al fallecer el gobernador Luis Muñoz de Guzmán, se da inicio al período que se conoce como la Patria Vieja. De acuerdo con una disposición adoptada por el rey Carlos IV, le correspondía asumir el mando al militar de más alta graduación. Sin embargo, la Real Audiencia no hizo caso de esta normativa y nombró a su regente Juan Rodríguez Ballesteros como nuevo gobernador. En Concepción, el abogado Juan Martínez de Rozas indujo al brigadier Antonio García Carrasco a cargo de la inspección de los fuertes de la frontera, a que hiciese valer sus derechos como el oficial de más alta graduación, para ocupar el cargo, según lo dispuesto oficialmente por Carlos IV. Desde ese momento, la Real Audiencia tuvo que aceptar el nombramiento, y García Carrasco se trasladó a Santiago junto con su secretario Martínez de Rozas.

Al poco tiempo, la aristocracia criolla empezó a mirar con malos ojos a García Carrasco, a quien se acusaba de no poseer aptitudes para administrar, y comenzaron a presionar para que lo apartaran del cargo de gobernador.

Con el fin de apaciguar los ánimos, la Real Audiencia solicitó la renuncia al gobernador García Carrasco, designando en su lugar a Mateo de Toro, decisión que dejó conforme tanto a realistas como a insurrectos. Mateo de Toro Zambrano y Ureta tenía 83 años, y gracias a una gran fortuna, producto de sus actividades comerciales y agrícolas, pudo adquirir el título de conde de la Conquista. Pero su avanzada edad, falta de carácter y desconocimiento de los negocios públicos, fueron las razones por las cuales los dos bandos en que estaba dividida la aristocracia colonial querían manejarlo a su antojo. Dos de sus partidarios, Gregorio Argomedo y Gaspar Marín, lo asesoraron para convocar a un cabildo abierto donde el pueblo decidiera su futuro.

Fue así siguiendo el ejemplo de las provincias españolas y de las otras colonias americanas, que crearon Juntas de Gobierno, cuando el 23 de septiembre de 1810 en la ciudad de Santiago, capital de la Capitanía General de Chile se llamó a un cabildo abierto, donde este delegó su poder en la Primera Junta Nacional de Gobierno de Chile que, si bien se utilizó la Máscara de Fernando VII para encubrir posturas más radicales que promovían una independencia.

Los integrantes de la Primera Junta fueron: Mateo de Toro Zambrano como presidente; el obispo José Martínez de Aldunate como vicepresidente; Fernando Márquez de la Plata, Juan Martínez de Rozas, Ignacio de la Carrera, Juan Enrique Rosales y Francisco Javier de Reina como vocales, y Gaspar Marín y Gregorio Argomedo como secretarios.

La junta gubernativa creó nuevos cuerpos militares, estableció la libertad de comercio y el contacto con la Junta de Buenos Aires. Tras la muerte del anciano conde de la Conquista, asumió la presidencia de la Junta Juan Martínez de Rozas, quien llamó a elecciones para un congreso nacional, compuesto por 42 diputados.

Una parte del nuevo ejército, de 2.500 efectivos, fue enviada a ayudar a los insurgentes del Río de la Plata contra las fuerzas realistas, ante la solicitud de la Junta de Buenos Aires.

Se decretó la libertad de comercio, esperando que los derechos de aduana le proporcionaran ingresos al nuevo gobierno. Los puertos de Valparaíso, Coquimbo, Talcahuano y Valdivia fueron habilitados para el intercambio comercial con potencias amigas y aliadas de España, y también con las neutrales.

Llegado el 1 de abril de 1811, día de las elecciones, el Tcol español Tomás de Figueroa sublevó un cuerpo del ejército exigiendo la disolución de la junta y la restauración del antiguo orden. El motín no tuvo éxito, y Figueroa huyó a refugiarse al convento de Santo Domingo, desde donde fue sacado, sometido a juicio y condenado a muerte.

El primer congreso inició sus sesiones el 4 de julio, y pronto se dividió en dos bandos: los exaltados, que buscaban una independencia completa y rápida, y los moderados, que deseaban algunas reformas y un buen gobierno.

Cansados de las divisiones del Congreso y de su ineptitud, el 4 de septiembre el comandante José Miguel Carrera, hijo de Ignacio de la Carrera, dio un golpe de Estado con el fin de que se conformara un nuevo Congreso, con una postura más radical frente al proceso independentista.

Producto de la intervención de Carrera con su primer golpe de Estado y una seguidilla de otros que lo dejaron como líder de la junta del país, se generaría en 1812 una fuerte disputa de poder entre Carrera y Juan Martínez de Rozas que casi lleva a una guerra en la que se enfrentarían los ejércitos ubicados en Santiago con los de Concepción. Pero finalmente Rozas fue exiliado a la ciudad de Mendoza, donde moriría al siguiente año. Por su parte, José Miguel Carrera quedó así como líder indiscutido de la revolución independentista en Chile. Hay que constatar, que los realistas provenientes de Chiloé, aprovechando aquella inestabilidad de los insurgentes, habían derrocado la junta revolucionaria en Valdivia (dependiente de Concepción) el 16 de marzo, alzando a la guarnición, estimada en 1.500 hombres.

En estas circunstancias en la que las juntas revolucionarias se volvían cada vez más radicales en sus decisiones, el virrey del Perú, José Fernando de Abascal, había iniciado una campaña de contrarrevolución para someter estas juntas con tropas organizadas en el virreinato del Perú, más algunos refuerzos enviados desde España. Es así que el virrey decidió enviar una fuerte expedición militar a Chile a cargo del brigadier Antonio Pareja, pero debido a la necesidad de sostener con tropas el frente del Alto Perú, Pareja zarpó del Callao el 12 de diciembre con tan solo 50 soldados y 20 oficiales veteranos con los que tendría que dirigirse a Chiloé y Valdivia para levantar un ejército con reclutas locales, llevando consigo para este propósito armamento, vestuario, equipo, víveres y 25.000 pesos en dinero a bordo de los 5 bergantines que conducían la expedición.

El virrey Abascal, conociendo la nula adhesión de los provincianos de Chiloé y Valdivia a la causa insurgente y que se concentraban fuertes guarniciones en la zona, sabía que no le sería difícil a Pareja organizar un ejército. Pareja, al llegar allí formaría el ejército y embarcaría a las fuerzas para comenzar las operaciones contra los insurgentes.

Primeras operaciones insurgentes bajo el mando del general Carrera

La expedición del brigadier Antonio Pareja llegó a San Carlos (Ancud) el 18 de enero de 1813 y en el archipiélago consiguió 1.400 hombres entre soldados veteranos y milicianos, mientras que en Valdivia reclutó a unos 700 soldados de infantería y artillería.

La campaña comenzó el 27 de marzo de 1813 con el desembarco y toma por parte de las fuerzas realistas al mando del brigadier Pareja del puertecito de San Vicente, contiguo al de Talcahuano. Eran estas fuerzas 2.000 hombres y 20 cañones que se habían reagrupado, equipado y entrenado perfectamente en la isla de Chiloé y en la ciudad de Valdivia. Estas zonas del sur de Chile, eran conocidas por no encontrarse comprometida con los ideales insurgentes, ya que se encontraba bajo la administración directa del virreinato del Perú.

Los realistas, después de su desembarco, lograron tomar el puerto de Talcahuano y luego la ciudad de Concepción, donde se les unieron nuevas tropas tras ver derrotadas a las guarniciones y se apoderaron de varios utensilios de guerra. Al avanzar hasta la ciudad de Chillán, lograrían completar una fuerza de 5.000 hombres entre regulares y milicianos, con los que prosiguieron la marcha hacia la ciudad de Santiago para derrotar a los insurgentes de manera definitiva.

El general y jefe insurgente José Miguel Carrera, ante la presencia y avance de Pareja; y a pesar de la escasez de recursos y material bélico, había concentrado un ejército de 4.036 hombres de regulares y milicianos en Talca para evitar que cruzaran el río Maule.

Batalla de Yerbas Buenas o Sorpresa de Yerbas Buenas (27 de abril de 1813)

El 8 de abril de 1813, empezaron a salir las unidades realistas de Concepción, once días después de tomar la ciudad. Se demoró en salir porque carecía de suficientes caballos y vehículos para transportar su impedimenta. Primero partió la vanguardia esa misma jornada, al día siguiente la DI-1, el día 10 la DI-2 y el 11 la DI-3. El 13 o el 14 de abril salieron la retaguardia, la reserva, el tren de bagaje, el Estado Mayor y sus escoltas. Tomaron el camino de Florida hacia Chillán. Su moral era alta. A su paso, los lugareños remendaban sus uniformes, les calzaban los pies con ojotas (sandalias) nuevas y proporcionaban comida fresca y lechos. A la vez, los franciscanos del colegio de Propaganda y Fide de Chillán les convencían de lo justo de su causa.

La marcha fue penosa, de apenas 16 km diarios, con cada división siguiendo el mismo camino embarrado y sobrecargadas con una treintena de cañones y quinientas cargas de pertrechos y municiones. El brigadier Antonio Pareja era marino y por su formación, sabía que el poder de un barco dependía de su número de piezas de artillería, sin embargo, para un ejército terrestre, lo importante era la velocidad. El mismo Napoleón Bonaparte aconsejaba una media de 2 a 5 cañones por cada mil fusiles, así que el general de brigada había sobrecargado a su ejército. De hecho, tantas mulas y bueyes llevaban el parque y la artillería que tomaba del amanecer al mediodía el cargarlas y enyuntarlas, luego debían descargarlas a las 16:00 horas para descansar antes de seguir la marcha.

Los realistas llegaron a Chillán el 15 de abril. Allí se encontraron la villa abandonada por las autoridades insurgentes y con el pueblo recibiendo feliz al subdelegado José María Arriagada, nombrado por Pareja, como nueva autoridad. De inmediato empezaron a reconcentrar las milicias locales, unidades indisciplinadas y armadas solo con lanzas de coligüe (caña), pero con buenos caballos. Celebraron la misa de Pascua el 18 de abril, dando a entender que su causa afirmaba defender la religión católica.

El 20 de abril, el brigadier decidió que debían seguir a Santiago con su ejército ya descansado. Para entonces, habían incorporado numerosas milicias sureñas reunidas por el subteniente Antonio de Quintanilla y un regimiento de caballería al mando del Tcol José María Arriagada y el BI de milicias regladas de Chillán o BI cívico, al mando del Tcol Clemente Lantaño. Estas unidades aumentaron grandes en número de plazas, pero carentes de disciplina no eran una gran ayuda. La unidad de infantería había sido formada en 1811, sus granaderos estaban a cargo del entonces capitán Lantaño y tenían un uniforme propio.

El avance siguió sin contratiempos hasta el 24 de abril, cuando Pareja se reunió con el capitán Melchor Carvajal en Linares, quien había sido enviado con una avanzadilla a reclutar milicianos en Quirihue. Al día siguiente se enteró de que un gran ejército enemigo estaba al norte del Maule, pero que sus fuerzas carecían de buen armamento y de disciplina.

Por entonces, dragones y milicianos del Itata estaban por Quirihue y Cauquenes al mando de Carvajal, pero al no encontrar reclutas o recursos mandaron a su vanguardia a cargo del comandante Matías Alarcón a Linares, quien sorprendió al coronel insurgente Antonio Merino cuando se retiraba con el regimiento miliciano de Quirihue hacia Talca; el coronel fue capturado y llevado a Linares para entregarlo a Pareja.

Día previo a la batalla

El 26 de abril, los realistas dejaron Linares con rumbo al río Maule a enfrentar a los insurgentes. Antes de partir, el brigadier aceptó la propuesta del sargento mayor de las milicias de Rere, Estanislao Varela, de llevar una propuesta de paz. A cambio de retornar a la autoridad del rey Fernando VII de España volviendo al sistema de gobierno, se olvidarían todas las conductas pasadas a los insurgentes, los hermanos Carrera conservarían sus grados y honores, los empleados civiles y militares de la administración insurgente mantendrían sus cargos y se respetarían las libertades señaladas por la nueva Constitución española. El sargento fue escoltado por el capitán Ildefonso Elorreaga con de 300 a 400 milicianos a caballo. Al llegar a un vado en Bobadilla, desplegaron la bandera blanca y Varela, quien secretamente deseaba pasarse a los insurgentes, fue escoltado hacia el cuartel general rebelde, llegando a las 16:00 horas. El auditor de guerra, Manuel Vásquez de Novoa, reconoció a Varela y leyó el pliego con la propuesta a José Miguel Carrera. Luego, Varela les informó de la situación de los monárquicos en Linares y que fue acompañado por la vanguardia enemiga. Tras oír los informes, el general en jefe ordenó que el negociador se retirara a Talca.

El capitán Elorreaga intentó evaluar las fuerzas enemigas, pero estaban ocultas por tupidos bosques, lo que le hizo dispersar a sus milicianos para estudiar mejor la situación. En esos momentos empezaron enfrentamientos entre la vanguardia realista y la DI-2 insurgente, hubo disparos y dos soldados del RI de San Fernando murieron. Sus compañeros quisieron vengarlos y solo sus oficiales lograron contenerlos, pero el sonido se escuchó en el cuartel y José Miguel Carrera, considerando que se había violado las normas de la guerra, ordenó un golpe de mano contra la primera fuerza enemiga que se acercara.

Elorreaga reagrupó a sus milicianos y se retiraron al cerro de Bobadilla, temiendo que se enviará una partida de caballería a perseguirlo. Siguió hasta la capilla de Yerbas Buenas, donde informó lo sucedido a Pareja. Se decidió acampar en ese mismo lugar y los preparativos empezaron de inmediato, deseosos de estar listos ante un posible ataque.

Respuesta insurgente

Entre las 16:00 y las 18:00 horas del 31 de marzo, después de un viaje comenzado a las 07:30 del 27 de marzo, un exhausto dragón llegó a Santiago y le dio a José Miguel Carrera unos documentos informando del desembarco realista en Talcahuano y la caída del puerto. De inmediato, se convocaron a los vocales de la Junta, al Congreso Nacional y a los jefes militares; las disputas internas entre los dirigentes revolucionarios quedaron atrás y se formó un frente unido para defenderse. José Miguel fue nombrado brigadier y general en jefe del Ejército de la Frontera, luego Ejército Restaurador de los Derechos de la Patria. Se declaró la guerra al virreinato del Perú, se ordenó al gobernador de Valparaíso embargar todos los barcos peruanos en el puerto.

Una hora después, se publicaron bandos decretando la pena de muerte a quien se opusiera a estas medidas y se hizo una lista de realistas para desterrarlos o imponerles un empréstito forzoso de 260.000 pesos (aunque luego subió a 400.000). Por último, el Congreso Nacional cedió su autoridad a la Junta de Gobierno, donde Juan José Carrera reemplazó a su hermano José Miguel el 1 de abril y quedó a cargo de la comandancia general de armas en la intendencia de Santiago. Aunque su hermano quería que se quedara en la capital, Juan José fue inducido a marchar a Talca a mediados de abril.

A las 18:00 horas del 1 de abril, después de ordenar reunir milicias y organizar la salida de los cuerpos militares al sur, José Miguel Carrera salió hacia Talca con el cónsul Joel Roberts Poinsett, algunos oficiales y 14 húsares de la Gran Guardia al mando del capitán Diego José Benavente Bustamante. En su marcha se les unieron insurgentes que habían huido de Concepción y daba órdenes en toda villa donde pasaba. En la tarde del 4 de abril llegó a Curicó, donde el tesorero José Jiménez Tendillo le entregó 36.000 pesos y una copia de la rendición de Concepción.

Sobre las 20:00 horas del 5 o el 9 de abril, José Miguel Carrera instaló el campamento en Talca acompañado de 50 húsares, dragones y oficiales, donde se encontró a los vecinos poco dispuestos a ayudarlo. Su intención era esperar que las fuerzas de Santiago fueran llegando durante los próximos días, mientras él reunía a las milicias de la intendencia de Concepción que escapaban al norte. Esa tarde, el Tcol Bernardo O’Higgins informó de la cercanía de una avanzadilla realista en la zona. Convencido por este último que la presencia realista impedía reunir las milicias de Linares, el brigadier Carrera le autorizó a atacarlos, consiguiéndose una primera victoria.

Entretanto, en el litoral se movilizaban milicias para llevarlas a Talca. En Quirihue, el subdelegado del partido Raimundo de Prado y el comandante de milicias Antonio Merino reunieron algunos hombres y los enviaron y apresaron a un sargento y dos dragones realistas enviado por Pareja a comprar caballos. El subdelegado de Cauquenes, Juan de Dios Puga, logró reunir a muchos milicianos e interrumpir las comunicaciones enemigas. Los subtenientes Jerónimo Villalobos y José Ignacio Manzano retiraron de las haciendas al sur del Maule 5.000 vacas y muchos caballos y ovejas.

El ayudante del general en jefe, Juan Felipe Cárdenas, pasó por esas comarcas y arrestó a todo vecino que colaboraba con los realistas y envió a 1.800 reclutas a Talca a cargo del Tcol Fernando Vega, eran poco útiles en el campo de batalla, pero servían para el servicio y la carga. Finalmente, el 12 de abril, milicianos insurgentes tomaron Nueva Bilbao, donde acababan de llegar las avanzadillas realistas. Al mismo tiempo, José Miguel Carrera instaló una batería en el cerro de Bobadilla por consejo del cónsul Poinsett y dejando de 200 a 300 hombres para vigilarla.

Después de su salida, el comandante en jefe fue seguido por 300 húsares de la Gran Guardia a cargo del comandante Juan Antonio Díaz Muñoz. El 6 de abril, les siguieron 400 granaderos encabezados por el sargento mayor Carlos Spano y el día 8, Luis Carrera con 200 soldados y 16 cañones con un parque de 70 carretas y 400 mulas. El batallón granaderos era la mejor unidad organizada por los revolucionarios en Chile, con cerca de 1.000 efectivos dirigidos por jóvenes pero energéticos oficiales.

El 10 de abril llegaron los primeros 80 húsares a Talca escoltando al obispo Rafael Andreu y Guerrero, quien dio un sermón a favor de la causa insurgente. El 14 de abril, la artillería insurgente establecía sus cuarteles en Talca, donde estaban 324 hombres de la Gran Guardia Nacional. El 18 de abril, llegaron a Talca los 600 hombres del batallón de granaderos de Chile al mando de Spano, acompañados del brigadier Juan José Carrera y el coronel de ingenieros Juan Mackenna. Este último, el 20 de abril, al llegar fue nombrado cuartel maestre y le expuso al general en jefe lo peligroso de la posición en Bobadilla; él cargó con sus manos uno de los tres cañones en la posición, dispuestos allí por el sargento mayor de artillería Hipólito Oller, y disparó tres veces sin llegar al vado, a más de 1.500 varas (1.880 metros). Después de esto, José Miguel Carrera ordenó abandonar el cerro.

El 12 de abril, los vocales de la Junta, Pedro José Prado y José Santiago Portales, cedieron su poder a José Miguel Carrera, pero como él había marchado al sur, el Congreso Nacional designó a José Miguel Infante y Francisco Antonio Pérez para formar una Junta el 13 de abril con Agustín Eyzaguirre. En Santiago, el cabildo hizo llamamientos al pueblo para defender el país y se centró en conseguir donativos voluntarios para los equipos y mantenimiento de los soldados, reuniéndose hasta el día 10 más de 19.346 pesos.

Entretanto, en el litoral se movilizaban milicias para llevarlas a Talca. En Quirihue, el subdelegado del partido Raimundo de Prado y el comandante de milicias Antonio Merino reunieron algunos hombres y los enviaron y apresaron a un sargento y dos dragones realistas enviado por Pareja a comprar caballos. El subdelegado de Cauquenes, Juan de Dios Puga, logró reunir a muchos milicianos e interrumpir las comunicaciones enemigas. Los subtenientes Jerónimo Villalobos y José Ignacio Manzano retiraron de las haciendas al sur del Maule 5.000 vacas y muchos caballos y ovejas.

El 22 de abril llegaban los regimientos de caballería de milicias Príncipe, Princesa y Maipo, unos 1.500 jinetes a las órdenes del coronel Estanislao Portales. Después de esto, José Miguel Carrera ordenó reorganizar a su ejército en tres divisiones, todas al norte del Maule salvó las avanzadillas de la primera, que vigilaban a las órdenes de O’Higgins. En Santiago quedó el coronel Juan de Dios Mendiburu con órdenes de convencer al gobierno de enviar a los batallones de pardos y de voluntarios a Talca.

Las fuerzas realistas estaban mandadas por el brigadier Antonio Pareja y contaban con 4.262 efectivos (2.180 de caballería, 220 de artillería):

  • Cuartel general: 180 dragones de la Frontera.
  • Vanguardia: 300 jinetes milicianos de Rere bajo el capitán de milicias Ildefonso Elorreaga.
  • DI-1 con 386 efectivos del BI veterano de San Carlos de Chiloé al mando del Tcol José Berganza, con la artillería de Concepción con 40 artilleros con 2×4 y 2×8 cañones.
  • DI-2 con 466 efectivos del BI voluntarios de Castro al mando del sargento mayor José Rodríguez Ballesteros, con la artillería de Chiloé con 60 artilleros con 2 x4 libras y 2×6 cañones.
  • DI-3 con 480 efectivos del BI veterano o fijo de Valdivia al mando del Tcol Lucas Molina, con la artillería de Chiloé con 60 artilleros con 2×4 y 2×6 cañones.
  • Retaguardia con 130 efectivos del BI veterano o fijo de Concepción al mando del sargento mayor Ramón Jiménez Navia, con la artillería de Concepción con 60 artilleros y 6×4 cañones.
  • Reserva 2.000 milicias de caballería.
  • Artillería de Valdivia con 100 artilleros con 12 cañones (de a 4, 6 y 8).

Las fuerzas insurgentes estaban mandadas por el brigadier José Miguel carrera y contaban con 3.990 efectivos (950 de infantería, 2.800 de caballería y 240 de artillería):

  • DM-1: situada en las orillas del río Maule, estaba al mando del coronel Luis Carrera con 1.280 efectivos: 200 granaderos del RG de Cauquenes; 1.000 jinetes del RC-1 y RC-2 de Cauquenes; y 80 artilleros con 4 cañones
  • DM-2: situada en Duao bajo el mando del brigadier Juan José Carrera con 1.480 efectivos: 400 granaderos del BG, 1.000 jinetes del RC de milicias de Rancagua y del RC de milicias de Maipú, y 80 artilleros con 4 cañones.
  • DM-3: situada en Talca, bajo el mando del brigadier José Miguel Carrera, con 350 granaderos de la Guardia General; 800 jinetes del RH de la Gran Guardia Nacional, del RC Príncipe y RC Princesa; y 80 artilleros con 4 cañones.

La expedición encargada de atacar el campamento de Yerbas Buenas eran 600 efectivos mandados por el coronel Juan de Dios Puga: milicianos de Cauquenes y Maipo del coronel Puga; granaderos montados (capitán Enrique Ross, teniente Santiago Bueras y subteniente Manuel Rencoret), húsares Nacionales (capitán José María Benavente Bustamante) y oficiales agregados Tcol Manuel Serrano y teniente Santiago Carrera.

Batalla de Yerbas Buenas o Sorpresa de Yerbas Buenas (27 de abril de 1813). Ataque al campamento realista.

Ataque al campamento realista

El capitán realista Tejeiros ordenó a las milicias montadas avanzar al norte, a 4 km de Yerbas Buenas, acampando a ambos lados del camino real. En el campamento principal, ordenado como una plaza rectangular con la capilla y algunos ranchos al oeste, las carpas al centro y otros ranchos al costado este, entre estos últimos acampaba el propio Pareja con su Estado Mayor, cerca del límite sur del campamento. Pareja ordenó que la artillería se dispusiera en líneas rectas, una paralela a la capilla y otra cubriendo la entrada sur de la plaza. En el centro, los batallones de infantería estaban ordenados en orden norte-sur en el siguiente orden: Castro, San Carlos, Valdivia y Concepción. Más al sur, detrás de la segunda línea de artilleros, estaban los dragones de la Frontera, el parque y el resto de las milicias, que formaban un arco alrededor del campamento.

Mientras los realistas descargaban mulas, comían y se relajaban al calor de las fogatas, Carrera escogió a los oficiales y unidades para atacar al enemigo. La operación estaría a cargo del coronel Juan de Dios Puga y se contaba con una noche sin luna y brumosa. Puga hizo rodear el cerro Bobadilla con cautela, confiando en su conocimiento de la zona y en sus exploradores, milicianos cauqueninos, quienes guiaron a la fuerza en un avance de 30 km entre el Maule y Yerbas Buenas. El viaje duró dos horas hasta que a las 05:00 horas (otras fuentes dicen que a las 03:00) distinguieron entre la bruma a las fogatas de los realistas, entonces el coronel hizo desmontar a sus hombres y prepararse para atacar.

Batalla de Yerbas Buenas o Sorpresa de Yerbas Buenas (27 de abril de 1813). Campamento realista de Yerbas Buenas. (A) iglesia parroquial, (B, C, D, E, F) casitas, (A – S) cerca de ramas, (O, P, Q, R) caminos públicos), (M) laguna.

Algunos granaderos, deseosos de la recompensa de 16 pesos por cada arma en buen estado y 12 por cada fusil descompuesto, penetraron sigilosamente entre los centinelas y grupos de realistas que dormían al pie de sus fusiles armados en pabellones para robarles. Mientras, otros se dirigían a los cañones, cuyos adormilados vigías creyeron que eran el cambio de guardia, pudiendo ser amordazados sin mucha resistencia. Los exitosos soldados insurgentes empezaron a girar a las piezas de artillería para apuntar a los batallones realistas, aunque también intentaron arrastrar a cinco de estas armas hacia donde estaban el grueso de sus compañeros, generando un rechinar que alertó a un centinela, quien gritó: «¡¿Quién vive?!», lo que fue respondido por el subteniente Manuel Rencoret con: «¡La Patria y muera el Rey!», y realizó un disparo.

De inmediato, dirigidos por Bueras y Ross, los granaderos empezaron a disparar sus fusiles y un par de piezas contra los batallones acampados en la plaza, provocando un caótico griterío de los heridos y aterrados realistas. Pronto se volvieron una turba que buscaba alejarse de los fogonazos de la fusilería que les atacaba. El comandante Berganza corrió a preguntar a sus artilleros qué sucedía, pero al llegar se dio cuenta de que allí estaban los insurgentes. Mientras tanto, el batallón Castro huyó al norte y se detuvo al chocar con los ranchos del este de la plaza, volviéndose en un fácil blanco para los granaderos. Por su parte, el resto de los realistas huyó al sudeste, lejos de los insurgentes.

Vislumbrando la oportunidad para un golpe decisivo, Puga ordenó al capitán Benavente y sus húsares cargar contra el batallón Castro. Les siguieron el propio coronel con parte de sus milicianos, pues algunos debieron quedarse cuidando a los caballos de los granaderos y los primeros prisioneros enemigos tomados. En total, 400 jinetes cargaron ruidosamente por la plaza, pero para entonces, los realistas se habían repuesto, defendiéndose con un feroz fuego de fusilería.

Batalla de Yerbas Buenas o Sorpresa de Yerbas Buenas (27 de abril de 1813). El destacamento de Dios Puga inicia al ataque nocturno. Autor José Aldunate Menéndez.

Puga perdió a su montura y al tambor de órdenes que le seguía, lo que llevó a que sus milicianos dejaran de luchar y se dedicaran a saquear el campamento, dejando solos a los húsares, que chocaron con el batallón Castro, que formado en una desordenada, pero compacta formación defensiva de bayonetas pudo detener en seco su carga, dándose un furioso combate entre los sables de la caballería y las bayonetas de la infantería.

Con los primeros disparos, el general Pareja saltó de la cama y pidió ensillar su caballo. Mientras se vestía, ordenó a sus ayudantes traer algunas tropas para formar una guardia personal y organizar la defensa. En esos momentos se debió encender un farol en la casa, pues al abrir la puerta, dos disparos hirieron a un ayudante y mataron al intendente Vergara, pero el teniente Antonio de Quintanilla logró salir corriendo, se agazapó y se mezcló entre la muchedumbre que estaba en caos en la plaza. Por entonces, la infantería realista estaba en dos agrupaciones que se estaban disgregando lentamente por los disparos de los granaderos y las cargas de los húsares, pero los insurgentes también se habían dispersado. Al mismo tiempo que grupos de cien o doscientos insurgentes y valdivianos disparaban o ensartaban sus bayonetas contra quien tuvieran cerca, sin preguntar si eran amigos o enemigos. En medio del caos, cuando los disparos menguaban, se escuchaban gritos de “¡Viva la Patria!” o “¡Viva el Rey!”, lo que usaba cada bando para ubicar a sus rivales y disparar, lo que llevaba a sus rivales a disparar en dirección a los fogonazos.

Batalla de Yerbas Buenas o Sorpresa de Yerbas Buenas (27 de abril de 1813). Ataque nocturno al campamento realista. Autor José Aldunate Menéndez.

Reacción realista

Cerca de las 07:00 horas, Quintanilla vio a 100 realistas que descansaban con sus armas, se presentó ante ellos y los llevó en orden con el brigadier Pareja. El brigadier vio a los cañones que, a las órdenes del teniente Mateo Montoya, disparaban contra los granaderos enemigos y marchó a lomos de su caballo y escoltado por un número creciente de hombres que huían a él al verlo. Por un momento había creído que todo el ejército insurrecto les caía encima y lo que pudo ser un gran triunfo para los insurrectos no lo fue porque estuvieron más preocupados en saquear el campamento que en luchar.

Mientras tanto, el capitán de granaderos, el estadounidense Enrique Ross, el teniente Santiago Bueras y Rencoret se dieron cuenta de que el elemento sorpresa se había perdido e intentaron retirarse al norte con sus granaderos antes de que los monárquicos pudieran reaccionar. A la vez, Benavente gritaba a los húsares para que hicieran lo mismo. El problema era que los milicianos que cuidaban a los caballos de los granaderos, temerosos por el ruido y la larga espera, habían huido al sentir aproximarse a un gran número de hombres y las monturas se dispersaron. Unos pocos insurgentes lograron capturar a sus monturas y fueron a buscar las de sus compañeros mientras les aconsejaban esconderse en el bosque y esperar.

Con el amanecer los realistas empezaron a reorganizar sus compañías y batallones, mientras su artillería disparaba de forma irregular, pero continua sobre la columna insurgente que se retiraba en desorden. Fue entonces cuando el coronel Puga se enteró de que la vanguardia realista había acampado en un claro a 4 km de Yerbas Buenas, durante la noche se despertaron con los disparos, pero sus oficiales solo les permitieron ensillar y esperar hasta el alba. Marcharon lentamente hasta acercarse a la capilla, momento en que el ruido de la artillería los hizo apresurarse y en cuanto notaron que eran sus enemigos retirándose, decidieron cargar a galope con sus lanzas en ristre.

Con el coronel Puga fue capturado cuando se arrastraba herido en los matorrales y Ross estaba herido y apenas podía montar, Benavente intentaba mantener su columna ordenada mientras se llevaban a sus heridos y el botín, pero los milicianos de Rere atacaban cada vez que veían un punto débil, cargaban a toda velocidad y se retiraban en cuanto los granaderos les apuntaban sus fusiles. Dicha situación continuó durante 20 km, siendo capturados todos los insurgentes rezagados y lanceados sin piedad los que se resistían; también se capturaron todos los cañones y se liberaron a los prisioneros realistas. El Tcol Berganza era llevado a la grupa por el alférez del Maipo, José Molina, pero en una carga aprovechó para atrapar a su captor y volver con los realistas. Cuando empezaron a escuchar la corriente del río Maule, los insurgentes vieron a sus persecutores retirarse, pues se aproximaba la avanzada de la DM-1 al mando del coronel Luis Carrera. Finalmente, a las 09:00 horas, estaban en la otra orilla del río.

Batalla de Yerbas Buenas o Sorpresa de Yerbas Buenas (27 de abril de 1813). Retirada insurgente. Autor José Aldunate Menéndez.

Mientras tanto, muchos granaderos insurgentes quedaron atrás y se rindieron al ver que nadie los rescataría, aunque dos intentaron confundirse con los soldados del batallón Valdivia, pero el capitán Juan Carvallo los desconoció y les hizo arrestar. Los vencedores intentaban sanar a sus heridos y preparaban las tumbas de sus muertos, pero también miraban con odio a los prisioneros, a quienes acusaban a gritos de «¡Traición!», y sus oficiales apenas lograban contener su ira. La situación se calmó cuando volvieron los milicianos de Rere con la mayor parte de los soldados y el botín capturados por los revolucionarios.

De los 600 atacantes insurgentes, regresaron unos 350, de ellos 25 estaban heridos, incluido Ross, 180 fueron hechos prisioneros, y 70 fueron muertos. Las bajas realistas fueron 31 prisioneros que fueron incorporadas al ejército insurgente, y 150 entre muertos y heridos.

Retirada realista

En el campamento insurgente, como los supervivientes llegaban de forma caótica, José Miguel Carrera se demoró dos días en entender plenamente lo que había pasado y empezó a redactar un informe para la capital anunciando una victoria; sin embargo, al ver las altísimas bajas empezó a desconfiar de la calidad de su ejército y llegó a considerar retirarse al norte de Talca. Pero no fue necesario, pues Pareja reinició la marcha al Maule con el coronel de milicias de Parral, Juan Urrutia, como su principal consejero sobre el país, y gracias a él decidió evitar las zonas boscosas por posibles emboscadas, dirigiéndose al noreste, a los vados de Andarivel y Queri, en las faldas andinos, donde los caminos de los cerros desgastaron a los soldados, animales y transportes.

El brigadier realista, temeroso por nuevas emboscadas, ordenaba continuas detenciones para explorar los alrededores, y su miedo se transmitió a sus soldados, que sospechaban que Urrutia los guiaba a una trampa. Para empeorar todo, cuando acampaban formaban un cuadro con el parque al centro, justo hubo un accidente que hizo estallar una carreta con barriles de pólvora, matando a tres soldados. A partir de entonces, los soldados estaban seguros de que había traidores en todo el ejército. A las 16:00 horas del 29 o 30 de abril, los realistas llegaron al vado de Andarivel y fueron tiroteados por una guerrilla de 30 húsares y dragones insurgentes del teniente Francisco Molina desde el norte del río Maule. Habían partido a las 10:00 horas, pero siguieron caminos tan difíciles que demoraron toda la mañana en llegar al vado.

Enterado de los movimientos realistas por Molina, José Miguel Carrera ordenó a su hermano Luis que cruzara el río con su DM-1 como vanguardia por el vado de Duao para reunir a todo el ejército al día siguiente y atacar a Pareja, sin embargo, al llegar al río Maule la mitad de los granaderos se negaron a seguir, posiblemente temerosos de ser dejados atrás en caso de derrota, como en Yerbas Buenas. Pronto toda la unidad se retiraba a Talca y era seguida por un ejército sumido en la confusión, lo que propició que la mayoría de los milicianos montados desertaran.

Durante esa noche, los realistas enviaron exploradores y acamparon con guardia redoblada y la artillería preparada con las mechas encendidas, lo que propició una farsa alarma de ataque que hizo a los milicianos de caballería huir a sus casas. Los 2.000 chilotes y valdivianos del ejército no se fiaban de los norteños, es decir, los penquistas y chillanejos recién reclutados y que habían empezado a desertar tras la batalla. Por el otro lado, los penquistas y chillanejos se llevaban mal con sus rivales porque estaban peor entrenados y vestidos y esa tensión crecía cuanto más avanzaban al norte. A la mañana siguiente, se dirigieron al vado de Queri para cruzar el río, pero cuando se enteraron de que los insurgentes se habían retirado al norte, los soldados realistas empezaron a temer que fuera una emboscada y que el río estaba lleno de minas. Para chilotes y valdivianos su misión se había cumplido al recuperar la intendencia de Concepción y no deseaban seguir al norte.

El batallón Castro avanzaba a la cabeza del ejército realista, pero al enfilar hacia el vado se detuvo al unísono como si los soldados respondieran ante una orden. Sus oficiales quedaron estupefactos y las demás unidades siguieron el ejemplo, luego vinieron suplicas y amenazas de los oficiales y exhortaciones de los sacerdotes, pero solo lograron que surgieran voces de protesta en la columna. Finalmente, el brigadier insultó a sus hombres de forma tan contundente que algunos prometieron seguir, pero Pareja se negó porque no quería mandar a cobardes y ordenó la retirada a Linares. La salud del comandante en jefe estaba deteriorándose por la marcha, la falta de sueño y estrés por las falsas alarmas y deserciones, así que posiblemente ya hubiese decidido retirarse a Chillán antes del motín. Como escribiría posteriormente al virrey, las lluvias estaba comenzando, lo que aumentaría el caudal del Maule y no quería cruzar porque si era vencido no podría retirarse.

El 1 de mayo, los soldados realistas cargaron su bagaje sin ayuda de los milicianos e iniciaron los preparativos para volver a Chillán. La guerrilla de Molina, que los vigilaba, cruzó el río Maule para explorar y aprovechar de atacar su retaguardia, robando algunos caballos y vacuno.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-10-25. Última modificacion 2025-10-25.
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