Guerras de Independencia Hispano-Americanas Fase preinsurrecional 1812 y 1813 Campaña de la Patria Vieja en Chile en 1813 (II)

Batalla de San Carlos (15 de mayo de 1813)

Antecedentes

Tras la batalla o sorpresa de Yerbas Buenas el 27 de abril de 1813 y su posterior avance para atravesar el río Maule, las tropas realistas manifestaron su descontento en la campaña y no quisieron atravesar el Maule, por lo que el brigadier Antonio Pareja inició su retirada a Chillán la mañana del 1 de mayo en muy difíciles condiciones y hostigado constantemente por las avanzadas insurgentes. Los realistas, que al llegar al Maule sumaban más de 5.000, se vieron reducidos debido a su retroceso apresurado, dejando rezagados a muchos de sus hombres (que luego fueron capturados) mientras que otros simplemente desertaron por lo que no quedaban más de 1.500 a 2.000 hombres.

Entretanto, el brigadier José Miguel Carrera organizó sus fuerzas, logrando reunir 10.000 efectivos, divididos en 3 batallones de infantería, 1 cuerpo de artilleros con 12 cañones, 2 cuerpos de caballería de línea y 7.000 milicianos montados de Santiago y Concepción. Debido a la poca utilidad de muchos de esos cuerpos milicianos, el ejército activo quedó reducido a 4.036 efectivos medianamente armados.

Batalla de San Carlos (15 de mayo de 1813). El brigadier insurgente José Miguel Carrera revistando sus tropas. Autor Pedro Subercaseaux.

Después de un fatigoso recorrido, los realistas ocuparon la villa de San Carlos. Allí enviaron hacia Chillán los bagajes, las municiones y los enfermos, escoltados por las pocas fuerzas de caballería, al mando del mayor general Ignacio Justis. Quedaron en San Carlos, a unas tres leguas de Ñuble, unos cuantos hombres con las piezas de artillería. El brigadier insurgente José Miguel Carrera, conocedor de tan propicios factores, decidió atacarlo en San Carlos, ordenando a su vanguardia (DM-1), comandada por su hermano, el coronel Luis Carrera, que le diera alcance e impidiera su fuga. El brigadier Antonio Pareja, ante la fiebre que lo aquejaba, le cedió el mando verbalmente al coronel Juan Francisco Sánchez, quien debía prepararse para el ataque insurgente.

La situación de los realistas era difícil, pero también eran complejas las condiciones para los insurgentes. Las divisiones insurgentes avanzaban lentamente desde Longaví debido al mal tiempo y lo difícil del camino, además la descoordinación podía provocar que la vanguardia se aventurara sola por tiempo indeterminado.

El 11 de mayo, la DM-1 insurgente mandada por el coronel Luis Carrera atravesó el río Maule y marchó hasta Linares, sin encontrar enemigos en el camino. Al día siguiente, emprendían el mismo camino la DM-2 y DM-3 insurgentes. Hacia el 14 de mayo, el ejército realista se hallaba en San Carlos, impedido de continuar su marcha debido al mal tiempo. Un parlamentario insurgente se presentó en el campamento realista y se entablaron negociaciones, las que finalmente no prosperaron y el brigadier insurgente José Miguel Carrera, quedó convencido de que la mejor forma de quebrantar a los realistas era atacarlos de forma vigorosa. Por su parte, los realistas, sabiendo su delicada situación, hicieron salir a Chillán sus municiones y bagajes, al igual que a sus efectivos que se hallaban enfermos. El resto del ejército, casi 1.000 hombres, partiría al día siguiente.

Cuando José Miguel Carrera supo de estos movimientos del enemigo, dispuso que la DM-1 insurgente se situara al sur de la población de San Carlos, con el fin de cortarle la retirada; sin embargo, Luis Carrera y sus hombres solo llegaron a los suburbios del norte de esa población como a las diez de la mañana, cuando los realistas abandonaban dicha villa por el sur. Sin embargo, la división continuó en su persecución. Los realistas, por su parte, se percataron de la proximidad de las tropas insurgentes, por lo que sus jefes ocuparon una loma situada al oriente del camino y en la cual formaron una línea, la cual tenía su frente hacia el noroeste, por donde avanzaban los insurgentes; desde allí se les hizo fuego de artillería.

Desarrollo de la batalla

Los realistas al ver que era imposible continuar la retirada, hicieron volver dos cañones y abrir fuego para detener a los insurgentes y poder organizarse para la batalla. Sánchez, a corta distancia de aquel lugar, dispuso en una loma la línea defensiva para sus tropas y hacer frente a los insurgentes que se acercaban por el noroeste. La artillería realista compuesta por 27 piezas la distribuyó por distintos puntos de su línea. También se utilizaron las carrozas para la defensa de los fusileros. Los realistas para la batalla solo contaban con infantería, pues los dragones habían sido enviados en busca de las municiones que llevaban a Chillán.

La artillería realista al mando de José Berganza abrió un fuego vigoroso sobre los insurgentes, por lo que estos contestaron con los dos únicos cañones que contaba la DM-1 insurgente y que fueron de poca utilidad.

En esos momentos llegó la DM-2 al mando de Juan José Carrera. Se dio orden a los granaderos que cargaran a la bayoneta, estos iniciaron el ataque, pero terminaron siendo dispersados por la artillería realista. La caballería tampoco cargó con demasiado provecho; además, ante el mismo ejemplo, cargó igualmente el batallón infantes de la Patria que intentó atacar un cuadro realista, siendo dispersado de la misma manera por los fuegos de la artillería. La artillería de la segunda división empezó a hacer sus fuegos, pero fue desmantelada después de realizar los primeros disparos.

La situación era crítica y José Miguel Carrera aún no lograba cercar a los realistas con el objeto de evitar su retirada. Las milicias de caballería encargadas de ese propósito no lo lograron por la impericia de sus jefes, que en vez de dar un rodeo para evitar los fuegos de la artillería se pusieron imprudentemente al alcance, siendo desordenados por los que les efectuaban. Los mismos errores cometió el regimiento Melipilla, quien, desobedeciendo al general, atacó directamente un cuadro realista, siendo dispersado.

Los realistas, después de dos horas de combate sin sufrir muchos daños, aunque agotada la munición de artillería, aún contaban con bastante munición de fusiles, por lo que se dispusieron a consumir la victoria, cayendo sobre las confundidas y desordenadas fuerzas insurgentes. El general Carrera solo esperaba la llegada de la DM-3 al mando de Juan Mackenna quien apareció al caer la tarde después de varios llamamientos. Esta división se adelantó a reconocer las posiciones realistas y fue a colocarse a sus espaldas para cerrarle el camino de Chillán a los realistas. En este proceso se logró dispersar un destacamento de caballería realista que traía municiones.

La infantería realista provista de bastante munición se aprestó a atacar a los dispersos insurgentes para decidir la batalla, pero en ese momento Mackenna ordenó que la caballería insurgente atacase al cuadro realista, logrando contener a esas fuerzas.

Las pérdidas insurgentes fueron de 100 muertos y 70 heridos, mientras que los realistas tuvieron 5 muertos y 15 heridos.

Al caer la noche, los insurgentes se trasladaron a la Villa de San Carlos para reorganizarse y contraatacar al amanecer del día siguiente, dejándose sobre la posición realista una vigilancia que sería burlada. Durante la noche, los realistas se mantuvieron quietos en su cuadro, mientras partidas insurgentes los vigilaban. La situación de los realistas era insostenible si los insurgentes volvían a atacar al día siguiente, por lo cual sus jefes y oficiales, reunidos en consejo, resolvieron proseguir con la retirada después de que sus hombres hubieran descansado. De hecho, a las once de la noche se pusieron en movimiento formados en una sola columna, lo cual no fue advertido por las fuerzas insurgentes que estaban en funciones de vigilancia.

La persecución por parte de los insurgentes se retomaría por la mañana, al descubrir Carrera la huida de los realistas. Aun así, las avanzadas insurgentes entorpecieron el cruce de los realistas en el río Ñuble, haciéndoles perder varios pertrechos y cañones. Las tropas insurgentes pronto llegarían a las orillas del río, pero ya era bastante tarde para detener a los realistas.

Los realistas prosiguieron su fatigosa retirada hacia Chillán, donde llegaron la noche del 16 de mayo de 1813, cuando los jefes realistas organizaron nuevamente el ejército que estaba bastante debilitado quedando de 1.500 o 2.000 hombres, además de producirse la muerte del brigadier Pareja por una enfermedad y su reemplazo por el coronel Juan Francisco Sánchez.

Campaña de la Patria Vieja Operaciones en 1813.

Sitio de Chillán (27 de julio al 8 de agosto de 1813)

Inicio del asedio

Ante la retirada realista, Carrera decidió avanzar con su ejército al sur, donde logró recuperar las ciudades de Concepción y Talcahuano, y gran parte de la región, dejando aislado a los realistas en la ciudad de Chillán.

Los realistas apostados en Chillán habían solicitado refuerzos a Antonio Pareja, lo que motivó que la junta de Gobierno de Santiago presionara por una victoria pronta, previa al arribo de dichas fuerzas españolas.

Se ordenó que todos los efectivos insurgentes se concentraran sobre esta plaza. Esta empresa estaba destinada al fracaso, no tanto por la incapacidad del comando insurgente, sino por los rigores de la estación.

La marcha hacia Chillán fue muy penosa. La intensa lluvia transformó los caminos en lodazales, los ríos y los esteros en torrentes anchos y caudalosos; la tropa solo tenía para cubrirse unos ponchos de tela embreada fabricados en el hospicio de Santiago y unas malas carpas, del mismo material, que los fuertes vientos derribaban. Pese a todo, después de 16 días de marcha, el 8 de julio, Juan José y Luis Carrera llegaron al oriente de Chillán. O’Higgins llegó el día 10 con su columna de 1.400 hombres, después de dispersar algunas guerrillas realistas, y se estableció en el suroeste. Finalmente, el 25 llegaron desde Talcahuano 2×24 cañones; para su traslado se habían construido dos sólidos carros de poca altura que debían ser arrastrados por muchas yuntas de bueyes, precedidas por una cuadrilla de peones que iban reparando el camino.

Chillán Viejo era una ciudad de unas 64 manzanas y 4.000 habitantes, que había aumentado a 9.000 con las fuerzas realistas de Sánchez y los cerca de 3.000 civiles que acompañaban a sus tropas. Estaba emplazada en una loma entre el estero de Paso Hondo (actualmente llamado estero Las Lechuzas), Maipón (actual estero Las Toscas) y el río Chillán.

Para defender la ciudad por el poniente, los realistas construyeron un sólido reducto, que denominaron San Bartolomé, de tres caras con fajina y barro y lo armaron con 8 cañones. Los cañones restantes los emplazaron en un reducto que miraba al oriente y en los fosos y trincheras construidos en las calles que daban a la plaza. El ejército se alojaba en el convento de San Francisco y en otros edificios, bien protegidos de la intemperie.

Cuando Carrera llegó a la ciudad, ya Joel Roberts Poinsett y Juan Mackenna habían levantado un croquis para el emplazamiento de la artillería y de las fortificaciones.

El 26 de julio las fuerzas insurrectas se pusieron en movimiento, desplegándose en una línea paralela al costado occidental de dicha población; también se construyó un dispositivo detrás del cual se colocaron los cañones. En la mañana del 27 de julio, los realistas pudieron contemplar todo el despliegue de los insurgentes; sin embargo, esto no amilanó a los primeros. Durante esa misma mañana se hicieron tentativas de conciliación de parte de ambos bandos, que no prosperaron.

Sitio de Chillán (27 de julio al 8 de agosto de 1813). Plano del asedio.

El 27 de julio, un ataque nocturno por los arrabales del norte y del sur, encabezado por O’Higgins y Benavente a la cabeza de destacamentos de tropas escogidas, sostuvieron hasta el amanecer escaramuzas y tiroteos que inquietaban a los realistas sin obligarlos a abandonar sus posiciones, no ocasionó más daños que incendiar algunos ranchos.

Durante dos días, los dos ejércitos permanecieron en sus posiciones, sin hacerse daño. Finalmente, el día 29 de julio, los cañones insurgentes comenzaron a hacer fuego, que fue contestado por los realistas. Este cañoneo duró unos tres días, sin surtir mayor efecto.

Combate de El Tejar (3 de agosto de 1813)

Todas estas operaciones solo contribuyeron a bajar la moral de los insurgentes, quienes sobrevivían en condiciones muy precarias; entonces comenzó la deserción de efectivos. Jefes militares como los coroneles Bernardo O’Higgins y Juan Mackenna eran de la idea de atacar para salvar el ejército insurgente. El general en jefe, brigadier José Miguel Carrera, apoyó ese parecer y en la noche del 2 al 3 de agosto las fuerzas insurgentes se pusieron en movimiento y se colocaron en las lomas más inmediatas a la ciudad.

Por su parte, Mackenna dispuso desplegar una batería avanzada sobre una altura, la cual estaba comunicada con la línea de las tropas insurgentes (dicha batería quedó bajo el mando de O’Higgins). Cuando aclaró, el comandante realista Juan Francisco Sánchez, pudo observar la nueva posición del enemigo, por lo que resolvió atacarlo. Hizo salir de la plaza una columna de infantería compuesta de las guerrillas del comandante Elorreaga y de la mayor parte del batallón de Valdivia a cargo de su segundo jefe Juan Nepomuceno Carvallo; al comenzar el ataque, fueron recibidos por las nutridas descargas de fusil y de cañón de la batería insurgente. El combate se sostuvo así por más de una hora. Los realistas, reforzados por un nuevo destacamento que salió de la plaza, redoblaban incesantemente el ataque, pero los insurgentes, pese a que habían sufrido las pérdidas del mayor Oller, la del capitán de artillería Joaquín Gamero y la del capitán de milicias Juan José Ureta, defendían vigorosamente su posición animados por O’Higgins y Spano. El resto del ejército presenciaba aquel combate desde su línea, persuadido de que no tardaría en empeñarse una acción general.

Los coroneles Juan Mackenna y Luis Carrera tomaron cada uno un destacamento de 400 hombres y avanzaron, el primero por la derecha y el segundo por la izquierda, con el fin de rodear al enemigo y cortarle la retirada hacia Chillán. Por su parte, los realistas, temiendo verse envueltos, se replegaron a la plaza apoyados por los fuegos de los cañones del San Bartolomé y por el batallón veterano de Chiloé que estaba parapetado en las casas más occidentales de la ciudad.

Bernardo O’Higgins quiso dar un ataque decisivo y avanzó con los infantes que defendían la batería que se hallaba bajo su mando, junto con Spana. Penetraron en las calles del pueblo y dispuesto a apoderarse de este. Estos insurgentes fueron atacados por todos lados, pero O’Higgins sostuvo el combate, esperando que le llegaran refuerzos. Luis Carrera envió algunos pelotones para reforzar a Spano, pero José Miguel Carrera vio el peligro que representaba la dispersión y el desorden, y envió al Tcol Manuel Serrano a dar la orden de retirada. Fue muy oportuno porque Sánchez no había perdido la calma, se preparaba para iniciar una cacería metódica parapetándose en las casas y persiguió a los insurgentes hasta que salieron de la ciudad.

Sitio de Chillán (27 de julio al 8 de agosto de 1813). Combate de El Tejar el 3 de agosto.

En el campamento se creyó que se había perdido la oportunidad de apoderarse de la plaza.

Este combate había durado desde el amanecer y hasta el medio día. Eran las cuatro de la tarde y cuando los insurgentes pensaban en descansar, una columna realista salió del pueblo por su costado norte en dirección a una de las baterías insurgentes, rodeando un antiguo molino que había cerca de la unión de los esteros Paso Hondo y Maipon. La columna estaba mandada por el coronel Lucas Molina, jefe del batallón de Valdivia. Habiendo avanzado algunas guerrillas, los milicianos de la reserva insurgente que guarnecían aquella batería, se desordenaron y comenzaron a retirarse. Algunas fuerzas de caballería que salían a atajar a los realistas, fueron también desorganizadas, sin poder huir por entre los pajonales y pantanos que hallaban a su espalda.

Dicha batería corría un serio peligro, pero Bernardo O’Higgins, que se encontraba en la batería avanzada, al mando de un destacamento de fusileros, acudió a ese punto para contener a los realistas. Allí se empeñó un combate entre tropas de infantería, apoyadas por los cañones de uno y otro bando.

En ese momento se sintió un fuerte estruendo y apareció una columna de fuego y humo. Un proyectil de cañón de los realistas había caído sobre un cañón de a 24 perteneciente a la otra batería insurgente, comunicando ese fuego al respectivo depósito de pólvora, a los restantes cañones y a las cartucheras mismas de los soldados. Las pérdidas humanas y materiales fueron enormes. Los realistas aprovecharon la confusión consiguiente para apoderarse de la primera batería, pero fueron contenidos por tropas insurgentes. O’Higgins apareció junto con su destacamento y contribuyó a apoyar esta resistencia, por lo cual los realistas se replegaron a la ciudad. El teniente Francisco Barros, seguido por un puñado de granaderos, persiguió a los realistas hasta las calles del pueblo. Los soldados, enardecidos por la pelea y por el aguardiente que se les había repartido, pedían a gritos que se les llevase al asalto de la plaza; pero la entrada de la noche hacía imposible ese ataque y acabó por poner término al combate.

Los insurgentes tuvieron cerca de 200 muertos y un número parecido de heridos. También tuvieron pérdidas en sus municiones y demás recursos militares.

El 4 de agosto, permaneció tranquilo, salvo esporádicos cañoneos sin consecuencias, y se pudo conocer la importancia de aquella catástrofe. El ejército insurgente había perdido en los combates del día anterior cerca de 500 hombres entre muertos y heridos; quedaron unos 11.000 cartuchos de fusil y muy pocas municiones de artillería, aparte de la pérdida de uno de sus más poderosos cañones que quedó inutilizado. Para colmar los pesares, esa misma noche Carrera se enteró de que las municiones y víveres que venían de Concepción habían sido capturadas por el guerrillero Mariano Cañizares. Aunque los soldados, faltos sin duda de la disciplina conveniente, comenzaban a habituarse a la guerra, soportaban pacientes todas las incomodidades y privaciones, y se batían con orden, era previsible que el cansancio y las enfermedades consiguientes a las condiciones en que hacían la guerra, debían aumentar las deserciones.

Mientras el ejército de Carrera permanecía acampado al poniente de la ciudad, los otros costados de la misma estaban libres, y daban paso a las partidas que salían en busca de provisiones o a ejecutar actos de hostilidad, sin que nadie les pusiera obstáculo. Carrera, queriendo privar al enemigo de esta ventaja, dispuso que algunos destacamentos de caballería recorrieran los caninos inmediatos para cortar en lo posible aquellas comunicaciones. Uno de esos destacamentos, mandado por el capitán José María Benavente, sorprendió en la mañana del 3 de agosto un convoy de provisiones que conducía desde la montaña el guerrillero realista Juan Antonio Olate, dispersó a su escolta y tomó prisioneros a algunos de ellos. En la tarde de este mismo día, mientras se desarrollaba el combate al poniente de la ciudad, el teniente de dragones Venancio Escanilla, a la cabeza de otro destacamento, se hallaba en el costado del oriente, penetró por las calles y recorrió una gran porción de ellas sin encontrar resistencia. Todo esto parecía demostrar que la toma de Chillan no habría sido una empresa difícil si las operaciones hubiesen sido dirigidas con más acierto.

A pesar de esas acciones, los guerrilleros realistas, perfectamente informados por los espías que mantenían en los campos y pueblos, seguían ejecutando sus correrías con bastante efectividad. Informado Sánchez que había salido de Concepcion un convoy con municiones para socorrer a Carrera, despachó al guerrillero Mariano Cañizares para que lo sorprendiera; colocado Cañizares en las orillas del río Itata, el 4 de agosto cayó de improviso sobre los conductores del convoy y tomándolos prisioneros, arrojó al río las municiones que no podía transportar y volvió a Chillan en la noche de ese mismo día sin ser molestado.

Combate del 5 de agosto

Desde las primeras horas de la mañana del 5 de agosto, se anunció en el campamento insurgente que el enemigo preparaba una salida vigorosa. Se notaba cierto movimiento de tropas en las cercanías de la plaza y a las once se vio avanzar una columna de infantería sobre la batería avanzada de los insurgentes. Esa columna, compuesta de 200 hombres del batallón de Valdivia, mandados por el coronel Lucas Molina, abrió fuego de fusil, y avanzando siempre sobre la batería, parecía querer asaltarla a la bayoneta. El coronel Luis Carrera, que estaba a cargo de los cañones de este punto, ordenó abrir el fuego de metralla. Esta orden ejecutada con serenidad y acierto, produjo un brillante resultado. La columna realista, aunque reforzada por nuevas tropas, no consiguió llegar hasta la batería que era defendida con gran denuedo. A pesar de la caída del coronel Molina, los realistas atacaban con resolución, pero la batería insurgente, que había sufrido la pérdida del teniente Laforest, sostuvo el combate con denuedo hasta que los realistas, alarmados por otro peligro, se replegaron apresuradamente a la plaza. Se había producido un combate de caballería y los realistas huyeron a refugiarse en la ciudad, siendo perseguidos por los jinetes insurgentes.

Ante la huida de los jinetes y el repliegue de los valdivianos, alguien gritó ¡a tomar la plaza! y se organizaron numerosas partidas improvisadas del grueso del ejército insurgente en persecución de los que huían y cargaban desordenadamente sobre la ciudad por los lados del norte y del sur.

Ese ataque espontáneo, ejecutado sin orden ni concierto, produjo el terror en la ciudad y habría podido dar un feliz resultado si hubiera sido seriamente combinado entre todo el ejército. Una partida insurgente que capitaneaba el comandante Fernando Vega, habiéndose empeñado en perseguir a algunos hombres que huían hacia la montaña por el oriente de Chillan, fue cortada cuando quiso retirarse, y tuvo que dejar 27 prisioneros, entre estos el jefe que la mandaba.

La permanencia del ejército insurgente frente a Chillan había llegado a hacerse insostenible por el próximo agotamiento de sus municiones y de sus víveres, por las bajas que había sufrido entre muertos, heridos, enfermos y desertores, y por la disminución de sus caballadas. Pese a que varios jefes, entre ellos O’Higgins y Mackenna, creían que el enemigo estaba debilitado por los combates anteriores y no podía oponer gran resistencia y que, en consecuencia, era preciso hacer un último intento para tomar la ciudad. Carrera, en vez de renovar sus ataques a la plaza el 6 de agosto, prefirió enviar un nuevo parlamentario a exigirles la rendición. Confió un pliego dirigido a Sánchez a uno de sus ayudantes, el Tcol Raimundo Sessé, oficial español que servía en el ejército insurgente por compromisos de familia. Sessé, que conocía bien los apuros en que se hallaba el general insurgente, expuso que este no tendría inconveniente para oír las proposiciones de arreglo que se le hiciesen.

En la misma tarde pasaba al campamento insurgente fray Juan Almirall, secretario del jefe realista. En la conferencia que tuvo con Carrera, expuso las proposiciones de paz que estaba encargarlo de hacer. Estas se reducían a “celebrar una tregua de seis meses, durante la cual los insurgentes quedarían dominando en todo el reino de Chile desde Atacama hasta el río Maule, y los realistas en la provincia de Concepción. Durante esa tregua se mantendrían las relaciones comerciales entre las dos provincias, y el gobierno de Chile podría tratar con el virrey del Perú las bases de una paz definitiva”. Carrera rechazó esas proposiciones.

Levantamiento del asedio

Los insurgentes no renovaron sus ataques a la plaza. Aunque se presentaron en la mañana del 7 de agosto algunas guerrillas realistas por el lado del Téjar, nadie pensó en inquietarlas.

En esa misma noche comenzó a ejecutarse la retirada del ejército hacia las alturas de Collanco tomando precauciones para disimular esa decisión. Los realistas ocuparon los lugares en que habían estado situadas las baterías insurgentes y recogieron varios caballos que habían quedado extenuados e inútiles para todo trabajo; pero los fuegos de la artillería insurgente, desde sus nuevas posiciones, los obligaron a replegarse a la ciudad.

Para facilitar la retirada, dispuso Carrera que el coronel Juan de Dios Vial se dirigiese a Cauquenes con el hospital, escoltado por los milicianos que quedaban en el campo, encargados además de cargar las camillas en que eran transportados los heridos. Por fin, en la madrugada del 10 de agosto, y después de un penoso trabajo para conducir los cañones por pantanos en que se atollaban a cada paso, los restos del ejército insurgente se hallaron al pie del cerro de Collanco, en torno del cuartel general que había ocupado Carrera.

El padre Almirall, cuando fue a conferenciar con Carrera, había creído descubrir que el ejército insurgente estaba aniquilado, que no podría presentar en línea a más de 600 fusileros, y que las tropas de artillería y de caballería estaban también muy reducidas. En esa confianza, Sánchez organizó una división compuesta de 800 infantes escogidos, 10 dragones montados y 300 milicianos, al mando del mayor general Julián Pinnel. Este salió de la plaza a media noche con instrucciones de llegar de improviso sobre el campamento de Carrera, y enviarle una nota en que se le pidiese la rendición incondicional e inmediata. En caso de negativa, caer sobre ellos y empeñarse en un combate decisivo; pero Pinnel se perdió en la niebla y las primeras luces del día lo sorprendieron a media legua del enemigo y, no pudiendo reconocer su verdadera posición, hizo alto con su división y envió al comandante José Hurtado a presentar a Carrera el oficio en que se le intimaba rendición.

Carrera leyó el oficio en presencia de los demás jefes del ejército, produjo una irritación indescriptible que luego se lo comunicó a la tropa. Inmediatamente, se formó la línea para rechazar un ataque que parecía inminente. En presencia del parlamentario, Carrera, dio la orden de no dar cuartel al enemigo, y advirtió que cualquier otro enviado realista sería ahorcado.

El comandante Pinnel no se atrevió a empeñar el combate en la posición que habían tomado los insurgentes y dio la vuelta a Chillan esa misma mañana. Algunas partidas volantes del ejército insurgente lo siguieron hasta las inmediaciones de la ciudad, lanzándole rechiflas y provocaciones. Julián Pinnel fue severamente reprendido y degradado.

Los cuerpos insurgentes permanecieron todo ese día en Collanco sin que nadie los molestase. A la llegada de la noche se continuó la retirada. La luz de la luna favoreció esta penosa operación por cuanto era necesario arrastrar la artillería a brazos por falla de caballos, y atravesando lodazales en que a cada rato se atascaban los cañones.

El paso del río Chillán se hizo en balsas improvisadas. La desorganización acarreó varios desastres. En las orillas del río ltata, en la tarde del 13 de agosto, el oficial encargado de la custodia de los pertrechos descuidó esa atención para ir a dormir a otra parte. En la media noche una pequeña guerrilla realista sorprendió a los arrieros y se llevó más de cien carpas.

El 17 de agosto el ejército cruzó con grandes dificultades, en balsas improvisadas, el río Itata y Carrera dispuso que O’Higgins se adelantara a Concepción al frente de 400 hombres y que Juan José se dirigiera a Quirihue con otra división para proteger la comunicación con Santiago. El mismo llegó a esa ciudad el 18 de agosto a las 11 de la noche y la primera división lo hizo el 22 a las órdenes del coronel Luis Carrera.

En once días de asedio, el ejército insurgente había quedado hecho jirones, inerme y desmoralizado, en un asedio que había durado desde el 27 de julio al 10 de agosto.

Combate de El Roble (17 de octubre de 1813)

Una vez terminado el desastroso Sitio de Chillán (27 de julio al 10 de agosto de 1813), el brigadier insurgente José Miguel Carrera, esperaba reanudar el sitio contra esa ciudad cuando terminara el invierno sureño. También esperaba la llegada de refuerzos desde Santiago, los cuales habían partido desde la capital en el mes de agosto y llegaron a Concepción el 5 de octubre de 1813. Con estas nuevas tropas, Carrera se decidió a continuar con el sitio de Chillán y el 14 de octubre salió con su ejército desde la ciudad de Concepción y al día siguiente se le reunió el coronel Bernardo O’Higgins con las fuerzas que estaban bajo su mando. Para ello dividió sus fuerzas en dos divisiones: dejando la DM-2 al mando de su hermano Juan José, dos kilómetros más arriba de la confluencia del río Itata con el Ñuble. Así, se dirigió con 800 infantes y 5 cañones al paso de El Roble, distante tres leguas hacia el oriente del campamento de la DM-2.

El 16 de octubre en la tarde, esta fuerza llegó a las orillas de río Itata, más exactamente al vado denominado de El Roble (cerca de Quillón, al suroeste de Chillán), donde estableció su campamento.
Enterado Juan Francisco Sánchez, jefe realista que ocupaba Chillán, de las intenciones de Carrera, decidió atacarlo por sorpresa. Con este fin, mandó al guerrillero Juan Antonio Olate con 400 efectivos, el cual intercambió algunos fuegos de artillería con los cañones insurgentes. Su presencia fue dispuesta para distraer la atención de los insurgentes, mientras que enviaba hacia el oriente una división realista compuesta de alrededor de 1.200 hombres y 4 cañones, mandada por los jefes Clemente Lantaño y Luis Urrejola. Estos últimos lograron conducir a sus hombres en la oscuridad de la noche, atravesaron el río Itata una legua más arriba del campamento insurgente y se situaron a sus espaldas.

Al despuntar el 17 de octubre, las fuerzas realistas cayeron inesperadamente sobre las fuerzas de Carrera, provocando entre estas una gran confusión. Carrera se vio supuestamente perseguido por los soldados realistas a caballo, que gritaban a viva voz: «¡El que va adelante es el general en jefe!», y decidió cruzar el Itata en su huida para alertar a las tropas insurgentes mandadas por su hermano brigadier Juan José, que se encontraban del otro lado del curso de agua, distantes media legua, aproximadamente. Carrera fue herido por una lanza mientras se enfrentaba cuerpo a cuerpo con algunos guerrilleros que lo perseguían, y salvó su vida arrojándose a las frías aguas del río Itata, consiguiendo alertar a su hermano, mientras que Ramón Freire Serrano no logró asistir a la contienda con su caballería, ya que se encontraba persiguiendo a una guerrilla realista en otro lugar.

Combate de El Roble (17 de octubre de 1813). Vista del combate. Autor Manuel Tapia.

El coronel Bernardo O’Higgins que estaba en pie desde los primeros disparos, reunió unos 200 hombres, corrió a proteger la artillería y a organizar la resistencia. A esta fuerza se sumaron la de los capitanes José Joaquín Prieto y Diego José Benavente, formando un respetable centro de resistencia. Como la lucha se prolongaba ya más de una hora, O’Higgins impaciente tomó el fusil de un soldado que había caído muerto a su lado y gritó a los suyos «¡O vivir con honor o morir con gloria; el que sea valiente que me siga!» La tropa, alentada, se precipitó sobre el enemigo y lo puso en completa dispersión en pocos momentos. O’Higgins, herido en un muslo, continuó a pie la persecución del enemigo hasta hacerlo repasar el río en el mayor desorden.

Los realistas dejaron más de 80 muertos, varios heridos y 20 prisioneros, mientras que los insurgentes perdieron 30 muertos y numerosos heridos, capturando 2 cañones y 130 fusiles con municiones.
La huida del campo de batalla de José Miguel Carrera se interpretó maliciosamente y sirvió para acentuar los cuestionamientos a su mando. O’Higgins, a raíz de esta batalla, fue reconocido por Carrera cómo «el primer soldado de Chile» por los méritos demostrados, al mismo tiempo que El Roble se convirtió en la primera victoria significativa para los insurgentes.
A finales de 1813 producto del descontento que se dio en el gobierno por el desempeño general de Carrera en la guerra y su actuación en el combate de El Roble, fue remplazado el 27 de noviembre por el coronel O’Higgins quien junto a su segundo, el coronel Juan Mackenna llevarían adelante las operaciones contra los realistas.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-10-25. Última modificacion 2025-10-25.
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