Guerras de Independencia Hispano-Americanas Fase preinsurrecional 1812 y 1813 Operaciones en México en 1813

Toma de Acapulco

El 9 de febrero de 1813, Morelos inició su cuarta campaña militar, el objetivo fue apoderarse del puerto de Acapulco, punto estratégico en la Costa Sur, pues, en su planteamiento, dominar este lugar le permitiría romper las comunicaciones del virreinato con la costa del Pacífico y las Filipinas, al mismo tiempo, interrumpiría la red comercial y se beneficiaría de los productos que llegaban de Manila.

Sin embargo, Acapulco, que ya había soportado los embates insurgentes desde 1811, marcaría el momento del declive de la carrera militar de Morelos y de su movimiento.

Morelos emprendió la campaña hacia Acapulco con una fuerza de 1.500 hombres, en su avance se le unieron Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana, hasta llegar a los 3.000 efectivos. Después de una larga marcha, el 29 de marzo de 1813 los insurgentes llegaron al cerro de El Veladero en donde lo esperaban las fuerzas de Julián Ávila.

Territorios dominados por los insurgentes en Mexico en 1813. Durante las campañas de Morelos y Pavón. Autor Yavidaxiu.

Una vez hecha la concentración de sus tropas, Morelos las dividió en tres columnas, al frente de las mismas se pusieron Felipe González, Hermenegildo Galeana y Julián Ávila.

La defensa de Acapulco estaba dirigida por el capitán Pedro Antonio Vélez que contaba con 334 hombres en los que se incluían 59 artilleros, 90 cañones, la artillería del fuerte de San Diego, además del auxilio de algunos buques. La isla de la Roqueta disponía en ese momento de 51 hombres, 3 cañones de pequeño calibre, 2 botes de vela, 14 canoas y la Guadalupe, que era una goleta armada.

Días más tarde, Acapulco fue tomado por asalto, acción de armas que se prolongó del 6 al 12 de abril, quedando en manos realistas la isla de la Roqueta, el apostadero y el fuerte de San Diego.

Morelos exigió la rendición del fuerte a su comandante, el coronel Pedro Antonio Vélez, quien se negó a capitular. Ante esa respuesta, se inició el ataque a la fortaleza el 13 de abril de 1813. Pero, transcurridas varias semanas y ante la incapacidad de tomar el fuerte, se decidió poner este bajo asedio. Para ello era necesario tomar la isla de La Roqueta, que era el centro de abastecimiento más próximo a la fortaleza, con la idea de que, al controlar este punto, se podría limitar la entrada de víveres para los sitiados, específicamente agua y madera.

Toma de la isla de la Roqueta

El comandante de la isla era el teniente de milicias José Miguel de Nava, quien el 7 de junio de 1813, ante el peligro de una invasión insurgente, fue sustituido por el teniente Pablo Francisco Rubido, apoyado para la defensa por José Bobadilla y José María Vergara.

El apostadero, aunque sitiado por los rebeldes, tuvo la ventaja de recibir apoyo por mar proveniente de la isla de La Roqueta, ubicada a dos leguas de distancia del puerto, a la que llegaban los buques y las canoas con víveres y aprovisionamientos. Los insurgentes no contaban con los medios para atacar por mar, pero al conocer la importancia de la isla consideraron necesario tomarla para así lograr la rendición del fuerte. Por ello se dieron a tarea de construir algunas canoas, a las que incluso artillaron con pequeños cañones.

Se formó un grupo de asalto anfibio compuesto por 80 hombres provenientes del regimiento de Guadalupe. Al mando iba el coronel Pablo Galeana, sobrino de Hermenegildo, quien se situó a dos cañones de la Caleta para proteger al contingente de los posibles ataques realistas, acompañado por el Tcol Isidoro Montes de Oca y el capitán Juan Montoro. En la noche del 8 de junio de 1813 se ejecutó el ataque. En cuatro viajes, Galeana envió en canoa a sus hombres de manera muy silenciosa, quienes rodearon La Roqueta. En la isla no había vigilancia, pese a que desde su llegada Rubido concluyó que la isla se encontraba en una situación muy vulnerable y que podía ser tomada por todas partes. Aun así, no hizo nada por establecer una buena protección y en el momento en que llega Galeana el destacamento descansaba despreocupadamente. Aprovechándose de esto, Galeana dividió el grupo en dos partes: la primera, comandada por él mismo, subió por el lado del mar y la otra, al frente de Montes de Oca, subió a la isla por el lado de la playa.

Al llegar, abrieron fuego sobre la guarnición desprevenida que no se explicaba qué era lo que estaba sucediendo. Como pudieron, los defensores de la isla salieron huyendo hacia las embarcaciones para refugiarse en el fuerte de San Diego, aunque muchos fueron atrapados. El botín de este triunfo fueron 3 cañones, armamento, parque, 11 canoas y la Guadalupe. El combate a la isla de La Roqueta fue el primero de carácter anfibio, en el que los insurgentes conjugaron un ataque por tierra y mar.

Vista de Acapulco en el siglo XIX. En el centro el fuerte de San Diego.

Toma del fuerte de San Diego

El fuerte de San Diego era una fortaleza colonial en forma de estrella de 5 puntas, coronadas con un bastión, disponía de foso con camino cubierto, y una única entrada con puente levadizo.

Tras la toma de la isla de la Roqueta, los españoles acantonados en la fortaleza comenzaron a padecer grandes dificultades porque carecían de agua potable y madera, llegaron incluso al extremo de utilizar las puertas como leña para poder encender fuego; además, por el hacinamiento, las enfermedades comenzaron a aumentar, a grado tal que solo se mantenía en pie la gente indispensable para el servicio.

Se pidió al recién nombrado virrey de la Nueva España, Félix María Calleja, que enviara apoyos y víveres para los sitiados en la fortificación. De San Blas salieron cargados con víveres y pertrechos de guerra los bergantines Alcázar y San Carlos junto con la fragata Princesa, quienes al llegar a la isla también fueron atacados por los insurgentes.

El 17 de agosto de 1813, el oficial español Lorenzo Liquidano se fugó del fuerte y se unió a Morelos, a quien le proporcionó información de las condiciones reales en las que vivía la guarnición. Con este testimonio Morelos realizó una nueva estimación de la situación, se dio cuenta de que la resistencia realista estaba a punto de terminar por lo que ordenó a Hermenegildo Galeana que constriñera más el sitio sobre San Diego, para lo cual Felipe González, hombre de confianza de Hermenegildo, logró llegar por el flanco izquierdo del fuerte, a pesar del fuego de artillería y fusilería que caía sobre él y sus tropas.

Por su parte, las fuerzas de Hermenegildo Galeana escalaron el flanco derecho de la fortaleza; estos actos, de increíble valor, desmoralizaron aún más a los españoles. Sumado a esto, las condiciones al interior del castillo que cada día empeoraban, Pedro Antonio Vélez ya había sofocado varios conatos de rebelión en las semanas previas, por lo que la aparición de Galeana en el perímetro exterior únicamente fue una excusa para firmar la capitulación el 20 de agosto de 1813.

Los insurgentes se habían estado fortaleciendo gracias al apoyo que recibían de Norteamérica; ejemplo de ello fueron los seis barcos americanos cargados de armas que fondeaban en aguas de Zihuatanejo. Morelos ordenó que se reuniera todo el dinero que fuera posible para el pago de dicha carga, para así no adquirir deudas innecesarias. También procuró que todos los barcos que llegaran a Acapulco procedentes de San Blas fueran hechos presa para aumentar la marina insurgente.

Así, 130 días después de haber iniciado el sitio, la bandera azul con blanco, con la que Morelos se identificaba por ser los colores de la Virgen María, ondeaba sobre el fuerte de San Diego. Acapulco, por fin estaba bajo control insurgente, Vélez entregó a Morelos toda la artillería que poseía y 7.000 pesos en efectivo, además de un botín de se obtuvo un botín de 407 fusiles, 50 sables, 35 machetes, 146 lanzas, 50 cajones de pólvora labrada y a granel, 3 halcones surtidos, 80 piezas de artillería calibre de a 4 hasta 36, 2 morteros de 12 pulgadas, banderas, 20.000 balas de cañón y abundantes abarrotes y lancería.
A pesar de lo anterior, esta victoria tuvo escaso valor para los insurgentes que, además de haber gastado recursos y hombres, obtuvieron nimios beneficios.

Bandera de los insurgentes durante el Sitio de Acapulco. Se aprecia que es de color azul y blanco con la imagen de la Virgen. Acuarela de Theubet de Beauchamp.

Secuelas del asedio

Desde 1812, cuando las campañas de Morelos estaban en su esplendor, las autoridades virreinales ordenaron que la Nao de China, navío que transportaba mercancías entre América y Asia, dejara de atracar en el puerto de Acapulco, desde entonces, y hasta que la plaza fue recuperada, San Blas, en el territorio de Tepic, fungió como el puerto principal del Pacífico novohispano, por lo que los planes trazados por Morelos, a pesar de tener bajo su control dicho territorio, no fructificaron.

Durante todo el tiempo que Morelos se empeñó en la toma de Acapulco, prácticamente siete meses si se cuenta desde el día en que el jefe insurgente salió de Oaxaca; Félix María Calleja, que fue nombrado virrey el 4 de marzo de 1813, a través de su estrategia político-militar había reconquistado la mayoría de las plazas, que en el sur de Nueva España estaban bajo el control de Morelos, lo cual complicó mucho las operaciones militares que los rebeldes podían desarrollar.

En otras palabras, la victoria de Morelos no tuvo un impacto significativo para los insurgentes ni en lo económico, ni en lo militar; al contrario, perdieron posiciones y los lugares que aún resistían tenían sus caminos plagados de soldados realistas, con esta acción los insurgentes dejaron de tener la iniciativa de la ofensiva y pasaron a la defensiva.

El Ejército Republicano del Norte

En 1811, Juan Bautista de las Casas encabezó una revuelta contra España en San Antonio, capturando al gobernador español. El bando realista contraatacó, aplastando la rebelión, y repuso otro gobernador español en el cargo, Manuel María de Salcedo.

Los rebeldes supervivientes se dirigieron hacia los Estados Unidos en busca de ayuda. Bernardo Gutiérrez de Lara, originario del Nuevo Santander (actual Tamaulipas y el sur de Texas), viajó a Washington el 10 de diciembre de 1811,donde fue recibido por el Secretario de Estado James Madison, y se le hizo saber que lo más que podía hacer EE UU era no interferir en sus actividades insurgentes en territorio estadounidense.

Se dirigió a Luisiana, donde obtuvo el apoyo de filibusteros (entendiendo por tales a quienes se involucran, al menos nominalmente, en expediciones militares no autorizadas en países o territorios extranjeros para fomentar o apoyar revoluciones o revueltas). Para ello involucró también a su primo Guerro Caja de las Casas. En Nueva Orleans se encontraron con el gobernador William CC Claiborne y el agente diplomático del gobierno de los Estados Unidos para México, William Shaler, quienes apoyaron la causa insurgente.

En 1812, el coronel West Point Augusto William Magee, quien había mandado las tropas del ejército estadounidense que custodiaban la frontera del «terreno neutral» entre Luisiana y Texas, renunció a su cargo, y formó el Ejército Republicano del Norte también conocido como la de Gutiérrez-Magee. El ejército utilizó como estandarte una bandera verde esmeralda, que se cree fue escogida por Magee, quien era descendiente de irlandeses. Formaron una fuerza de 130 hombres en Nachitoches, Luisiana. A principios de agosto de 1812, los republicanos pasaron a la provincia de Tejas y capturaron la ciudad de Nacogdoches el 7 de septiembre de 1812. En Tejas su número aumentó a 300, y se procedió a tomar la ciudad de la Santísima Trinidad de Salcedo (en la orilla este del río Trinity), el 13 de septiembre. Estos éxitos les empujaron dirección al sur para conquistar otros bastiones españoles.

Expedición de Gutiérrez-Magee en Texas (1812-1813).

Batalla de Rosalis o del Arroyo de Rosillo (29 de marzo de 1813)

El gobernador español, Manuel María de Salcedo, con cerca de 800 hombres, vigilaba la zona del río Guadalupe en busca de los revolucionarios. Terminó encontrándolos en la parte inferior del río San Antonio, en Goliad. Los rebeldes tomaron fácilmente el Presidio La Bahía, que quedó bajo su control. Magee fue sitiado durante cuatro meses; negoció con los mandos españoles y consideró la rendición, pero finalmente decidió luchar. Sin embargo, Magee perdió la confianza de sus subordinados y la discordia se extendió entre los jefes republicanos. Luego, la tragedia golpeó a Magee y murió el 6 de febrero de 1813. Samuel Kemper tomó el mando del ejército. El capitán John McFarland fue enviado a reclutar nuevos voluntarios en Nacogdoches, además de desertores del ejército español y algunos indios Coushatta.

Kemper repelió los ataques del gobernador. El 10 y 13 de febrero, Kemper derrotó a Salcedo, quien se retiró en dirección a San Antonio el 19 de febrero. En marzo, las fuerzas de Kemper aumentaron en unos 500 hombres. La expedición iba a perseguir a los españoles, ahora en Bexar. Inició los preparativos en el ejército republicano en San Antonio, donde se unieron nuevos voluntarios, entre los cuales había estadounidenses, criollos y mestizos Tejanos, ex-soldados peninsulares españoles, indios apaches lipan y tonkawas alcanzando los 900 efectivos.

En marzo de 1813, las fuerzas realistas, que contaban con 1.200 hombres y eran lideradas por Manuel María de Salcedo, gobernador de Texas, y Simón de Herrera, el gobernador de Nuevo León, planearon una emboscada en contra del Ejército Republicano en una curva del arroyo de Rosillo. La emboscada falló cuando fueron detectados por el ejército insurgente liderado por Bernardo Gutiérrez de Lara y Samuel Kemper. El Ejército Republicano, de alrededor de 900 hombres, derrotó a los realistas en menos de una hora. Con solamente 6 bajas, los insurgentes mataron alrededor de 100 soldados realistas y capturaron material de guerra, incluyendo 6 cañones y 974 caballos.

Los realistas se retiraron hacia San Antonio, donde se rindieron al Ejército Republicano el 1 de abril. Gutiérrez sugirió que los prisioneros (Salcedo, Herrera y otros 12 realistas) fueran enviados a los Estados Unidos para su custodia. Pero los prisioneros fueron llevados fuera de la ciudad por el capitán Antonio Delgado, fueron atados a árboles y ejecutados. El 6 de abril, los insurgentes redactaron el Acta de Independencia de la Provincia de Tejas, Gutiérrez se declaró a sí mismo presidente de la nueva república, que no fue reconocida por ninguna autoridad virreinal ni nación extranjera.

Debido a la falta de juicio, Gutiérrez perdería la confianza de Kemper y los otros estadounidenses. Su proclamación y el que permitiera la ejecución del gobernador español y otros funcionarios resultaron demasiado. Kemper terminó por cansarse y se llevó consigo a cerca de 100 estadounidenses de vuelta a Luisiana. Los republicanos buscaban un nuevo líder.

Batalla de Medina, o del río Medina (18 de agosto de 1813)

El coronel Ignacio Elizondo y el general José Joaquín de Arredondo se harían cargo de las fuerzas españolas para asegurar Tejas. Elizondo encabezaría un asalto a la ciudad de San Antonio con 900 hombres. Sin el liderazgo de Kemper, los rebeldes sufrieron divisiones internas. Rueben Ross tomó el mando, pero fue sin apoyo y cayó al segundo lugar en comando. El siguiente trabajo se redujo al coronel de Estados Unidos Henry Perry. El 20 de junio, Perry derrotó a las tropas de Elizondo en un ataque al amanecer, en la batalla de Alazán, que una vez más representaría la liberación del bando realista en San Antonio.

El éxito del Ejército Republicano les supuso más apoyos. Esto atrajo interés de José Álvarez de Toledo y Dubois, quien había sido consultado en el comienzo de la maniobra obstruccionista. Procedió a San Antonio el 1 de agosto, con el deseo de hacerse cargo de los tejanos y enfrentarse a Arredondo. Su asesor era el agente especial de Estados Unidos William Shaler, quien fue uno de los iniciadores de la conspiración contra el virreinato novohispano. Shaler y José Álvarez de Toledo se encargarían de formar un equipo e iniciar una campaña de propaganda contra el otro organizador, Bernardo Gutiérrez de Lara. Los americanos, convencidos de que Gutiérrez no estaba preocupado con sus intereses, amenazaron con desertar a menos que se sustituyera a Gutiérrez. Gutiérrez saldría para Natchitoches el 6 de agosto, lo que finalmente le salvó la vida. En su ausencia, Toledo se hizo cargo.

La disensión del Ejército Republicano persistió. Algunos tejanos simpatizaban con su nuevo líder, mientras que otros no lo hicieron. Toledo quería combatir a los españoles en Bexar, pero fue persuadido por Perry y de San Antonio de preservar la ciudad y marchar a sorprender al español. El coronel José Menchaca, (un exoficial español, entonces líder de los tejanos), se opuso a Toledo como su líder, instigó la discordia, frenando el avance de Álvarez de Toledo contra los realistas. El líder republicano, Toledo, no fue capaz de hacer su movimiento contra los realistas hasta el 15 de agosto.

Esta situación terminaría mal para los tejanos. A pesar de que habían ganado de manera decisiva en la batalla de Alazán y ahora tenían una gran fuerza de unos 2.300 efectivos (estadounidenses, tejanos de todas las castas, españoles, indios y al menos un esclavo negro).

Las fuerzas insurgentes del Ejército Republicano del Norte bajo el mando de José Álvarez de Toledo y Dubois estaban compuestas de:

  • Infantería al mando de Henry Perry con RI Washington (estadounidenses), RI Madison (estadounidenses), RI de milicias de Tejas.
  • Caballería al mando de Miguel Menchaca con jinetes tejanos y estadounidenses, indios coushattas (200)
  • Artillería con 22 piezas (6×8, 1×6, 9×3, 6×2).

Las fuerzas realistas del general José Joaquín Arredondo disponían de unos 1.800 hombres compuestos de:

  • Infantería con 630 efectivos al mando del coronel Pedro Lemus: RI Fijo de Veracruz de Lemus, guarnición del presidio de la bahía Espíritu Santo, compañía de Voluntarios de Tula, milicia de Nuevo Santander, milicia del presidio de Río Grande.
  • Caballería con 1195 jinetes al mando del Tcol Juan Manuel Zambrano: ED de Nueva España, EC presidiales, columna del Tcol Ignacio Elizondo (180), columna del Tcol Zambrano (150).
  • Artillería con 80 artilleros y 11 cañones de a 12, 8, y 4 libras.

El ejército realista de Arredondo, había acampado en la orilla norte del río Medina, a unos diez kilómetros al norte de las tropas insurgentes que estaban acampando cerca de la actual ciudad de Leming.

El plan de Toledo consistía en una emboscada a las tropas realistas, ya que tendrían que atravesar un desfiladero en el camino de Bexar hacia Laredo. Arredondo, por su parte, había enviado un grupo de exploradores con alguna caballería por la mañana para tratar de determinar la ubicación de las tropas de Toledo. Por accidente, se encontraron con la emboscada de las tropas republicanas y se retiraron después de un breve intercambio de fuego.

Los soldados republicanos se lanzaron a su persecución, pero, al parecer, perdieron de vista a la caballería realista que levantaba grandes nubes de polvo, Toledo trató en vano de detener a sus tropas. En su persecución, los insurgentes fueron frenados por terreno arenoso, y por el peso de sus armas quedaron momentáneamente atascados. Cuando finalmente alcanzaron las líneas españolas, estaban cansados y sedientos. Sin embargo, lograron acometer las primeras filas de artillería española, pero se toparon de frente con la infantería española formada en línea y lista para disparar. Arredondo había colocado la infantería en el centro. Durante más de dos horas el intercambio de disparos se mantuvo sin cesar. La caballería tejana trató de desbordar a los españoles, pero los jinetes realistas lo impidieron. La situación era confusa cuando Arredondo, a la vista de la situación, e informado por un desertor de las tropas republicanas del agotamiento de los rebeldes, ordenó inmediatamente el redoble de tambores para el avance. Los republicanos se retiraron en desorden y fueron destruidos por la caballería española.

Batalla de Medina, o del río Medina (18 de agosto de 1813). El coronel Miguel Menchaca dirigiendo a los jinetes tejanos, americanos e indios. Autor Bruce Marshall.

La victoria española fue completa. Toledo, Perry y algunos de sus compañeros volvieron directamente a los Estados Unidos, a Luisiana. Los republicanos perdieron 1.000 hombres en la batalla. El ejército español continuó persiguiendo y matando a muchos de los filibusteros que huían. Menos de 100 de los 1.400 soldados del bando republicano sobrevivieron.

Los realistas solo perdieron 55 hombres. Los cadáveres de las tropas republicanas fueron abandonados y no fueron enterrados hasta 1822, cuando José Félix Trespalacios, primer gobernador del estado de Coahuila y Tejas durante el Primer Imperio Mexicano, ordenó a un destacamento de soldados recoger sus huesos y enterrarlos dignamente bajo un roble que crecía en el campo de batalla.

Los realistas recapturarían San Antonio y llevarían a cabo fuertes represalias contra los rebeldes. El 12 de septiembre, sin embargo, Elizondo fue asesinado por uno de sus propios oficiales.

Batalla de La Chincúa (19 de abril de 1813)

Tras la toma de Oxaca, una de las causas económicas fue que el Gobierno Insurgente impedía que el comercio de Tonalá, la provincia de Chiapas y Guatemala, fuera a Tehuantepec, luego a Coatzacoalcos, en Veracruz, y llegar a España.

Por ello, el Tcol Manuel Servando Dambrini, fue enviado a defender los límites del reino de Guatemala con la Nueva España y proteger el comercio, en el caso de Tonalá, el añil que era la producción más importante.

El Tcol realista salió de Guatemala en diciembre de 1812 y llegó a Tapachula. En enero de 1813 se fue hacia Macuilapa, una finca importante al ser el cuartel general de la poca milicia que tenía la provincia de Chiapas para defender los límites.

El 25 de febrero, Dambrini pasó por Santiago Niltepec donde hizo prisioneros a 28 insurgentes, para fusilarlos al día siguiente. Luego continuó rumbo a Tehuantepec y se quedó allí hasta el 13 de abril.

Enterado del movimiento realista, el general insurgente Mariano Matamoros se dirigió con una fuerza de 1.000 efectivos del RI del Carmen, un ED de San pedro, y parte del RI de San Luis y del RI de San Ignacio, para atacar a los realistas.

El Tcol Dambrini que contaba con 250 efectivos de Quetzaltenango, debido a los números, salió huyendo de Tehuantepec, pero el 18 de abril fue alcanzado por el ejército de Matamoros, a 6 km de Tonalá. El enfrentamiento comenzó a las 15:00 horas del 19 de abril de 1813, cuando los realistas buscaban agua y una salida de la zona, que era boscosa con desfiladeros. El enfrentamiento duró 3 horas, finalizando a las 18:00 horas con la huida de los realistas.

Dambrini acompañado de solo 50 efectivos, llegó a Tonalá a la media noche, para luego ir a Tapachula y por último, a Quetzaltenango. A la llegada de Matamoros, obligó a Dambrini a capitular, entregándosele armamento, municiones y provisiones. Los prisioneros españoles fueron fusilados en la bahía de Paredón. Durante la batalla, Matamoros resultó herido en una pierna, por lo que permaneció refugiado en la ranchería La Chincúa. Poco después de esta victoria le fue conferido el grado teniente general.

La batalla no fue importante desde el punto de vista militar, pero sí desde el punto de vista estratégico, al ser la única que se dio en la provincia de Chiapas, aunque pudo ser de mayor trascendencia, pero consideró que, Morelos tenía otra visión o le preocupaba más el centro del país.

Morelos y el Congreso de Chilpancingo

Debido a las diferencias que se habían suscitado entre Liceaga, Verduzco y Rayón, Morelos convocó en junio de 1813 un congreso que se instaló en Chilpancingo durante el mes de septiembre. Para tal objetivo se nombraron diputados a Ignacio López Rayón por Guadalajara, a José Sixto Verduzco por Michoacán, a José María Liceaga por Guanajuato, a Andrés Quintana Roo por Puebla, a Carlos María de Bustamante por México, a José María Cos por Veracruz, a José María Murguía por Oaxaca, a José Manuel de Herrera por Técpan, y como secretarios a Cornelio Ortiz de Zárate y Carlos Enríquez del Castillo.

Retratos de Jose María Morelos. Autor de la izquierda Petronilo Monroy, Autor de la derecha Tiburcio Sánchez.

El 13 de septiembre se dio inicio a la primera sesión del Congreso de Chilpancingo, cuyo nombre oficial fue Congreso de Anáhuac, donde Morelos hizo leer a su secretario Juan Nepomuceno Rosáins los Sentimientos de la Nación. Este documento declaraba la independencia de la nación, la soberanía popular, la religión católica como única, la supresión de obvenciones, la división de poderes, la igualdad ante la ley, la abolición de las castas, la abolición de la esclavitud, la eliminación de la tortura, e instituía la celebración del 12 de diciembre para la Virgen de Guadalupe y el 16 de septiembre para conmemorar el inicio de la guerra de independencia proclamado por Miguel Hidalgo.

Primer Congreso de Anáhuac se inició el 13 de septiembre de 1813 en Chilpancingo. En el se leyeron los Sentimientos de la Nación escritos por José María Morelos. Autor Salvador Tarazona.

Al día siguiente, Morelos fue nombrado generalísimo de las fuerzas insurgentes y titular del poder ejecutivo. Sería llamado alteza, pero rechazó este título adoptando el de siervo de la Nación.
En contraste con la posición de la Junta de Zitácuaro, la cual fue disuelta, el Congreso de Chilpancingo se dio a la tarea de definir jurídicamente las razones por las cuales la América mexicana debía ser libre de España. Este fue un punto de discordia con López Rayón quien manifestó no estar de acuerdo con el primer punto mencionado en los Sentimientos de la Nación, pues defendía que la tesis que había abrazado el movimiento autonomista de 1808, debería seguir subsistiendo, es decir, América era dependiente del rey de España, pero no de la nación española, por tanto, la independencia buscada no era con respecto a la Corona, sino del “gobierno ilegítimo” que se había reunido en Cádiz.

Durante el congreso se pronunciaron otros discursos políticos de mayor o menor importancia, pero el 6 de noviembre de 1813, día de la clausura, se leyó el Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional, la cual fue redactada por Carlos María de Bustamante y Andrés Quintana Roo. En ella, ya no se aceptaba la soberanía de Fernando VII y se postulaba de forma radical la separación de la autoridad española: “queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español”.

Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional firmado el 6 de noviembre de 1813. los firmantes fueron José María Liceaga, diputado por Guanajuato; José Sixto Verduzco, por Michoacán; José M. Morelos, por Nuevo-León; José Manuel de Herrera, por Técpam; José M. Cos, por Zacatecas; J. Sotero de Castañeda, por Durango; Cornelio Ortiz de Zárate, por Tlaxcala; Manuel de Alderete y Soria, por Querétaro; Antonio José Moctezuma, por Coahuila; José María Ponce de León, por Sonora; Francisco de Argándar, por San Luis Potosí; y como secretarios, Remigio de Yarza y Pedro José Bermeo.

Mientras los insurgentes se reunían en el Congreso de Chilpancingo, el abad Manuel Abad y Queipo advirtió a Calleja de que Morelos era, sin disputa, el alma y el tronco de toda la insurrección, indicó que en la junta que habían convocado los insurgentes en Chilpancingo seguramente se le iba a elevar a jefe supremo independiente de toda autoridad, que ya poseía el sur de la Nueva España desde Zacatula a Tehuantepec, por lo tanto, no se le debería conceder más tiempo para organizar su ejército.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2025-10-24. Última modificacion 2025-10-24.
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