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Antecedentes
Las constantes disputas de los diferentes pueblos galos por la supremacía habían llevado al enfrentamiento. Por un lado, los heduos, amigos del pueblo romano, y por otro, los arvernos y sus aliados los secuanos. Estos decidieron pedir ayuda a Ariovisto rey de los suevos germanos. Los secuanos ganaron la contienda y aumentaron sus territorios y sus aliados, pero tuvieron que sufrir en sus carnes el férreo protectorado del germano.
Los galos se unieron entonces con el único fin de destruir el poder de Ariovisto. En la batalla de Magetobriga (60 AC) todos los galos fueron aplastados por el ejército germano que a partir de ese momento se hizo totalmente dueño de la situación.
Ariovisto, ya dueño de la situación; confisco un tercio del territorio secuano para mantener a sus gentes, al tiempo que dio entrada a la Galia a más y más tribus, con sus correspondientes cuotas de guerreros. Una de estas tribus, la de los harudes (llamados posiblemente después de la batalla de Magetobriga), de 24.000 miembros, fue a instalarse en otro de los tercios del territorio que pertenecía a los secuanos, que no podían más que sufrir en silencio la humillación.
Los galos acudieron a César para que los librase de los germanos. Se entrevistó con Ariovisto y le dijo que era deseo de Roma que devolviese a los heduos sus rehenes y diese la guerra por concluida y no diera acceso a la Galia a más tribus germanas. Si cumplía estas razonables peticiones habría paz, de lo contrario, la guerra sería inevitable.
El germano respondió, que tenía el mismo derecho que los romanos para posesionarse del territorio de los galos, y además, él también había sido llamado por otros galos, ofreciéndose a apoyar a Roma en todas las guerras a las que quisiese conducirle.
Al mismo tiempo que negociaban, le llegan noticias de que un nuevo y masivo contingente de germanos cruzaba el Rin por el territorio de los tréveros. César consideró que no podía perder más tiempo y decidió emprender la marcha rápidamente con la intención de evitar que ambos ejércitos pudiesen unir sus fuerzas.
Con rapidez, las legiones se pusieron en marcha hacia el Rin, a los tres días de haber salido de sus campamentos llegan las primeras noticias sobre la presencia de las huestes de Ariovisto. Se informó a César de que el germano se dirigía con su ejército a atacar la ciudad secuana de Vesontio (Besançon). Una estratégica ciudad gala que el romano decide que no debe dejar caer en manos de Ariovisto. Se hicieron marchas forzadas, y se adelantó a su enemigo, los secuanos no presentaron gran resistencia, la ciudad fue ocupada y en ella estableció César.
César permaneció durante varios días en Vesontio, para abastecerse y preparar la campaña. Pronto llegaron a oídos de las tropas los rumores sobre las fuerzas enemigas, el tamaño de sus hombres, las cualidades como guerreros. César tuvo que arengar a las tropas y se puso en marcha en dirección a la región en donde debía encontrarse con el enemigo.
El camino lo hizo dando un largo rodeo. No quería verse expuesto a una emboscada, así que prefirió ir por la llanura aunque esto supusiese andar bastante más. Al séptimo día de marcha, los exploradores localizaron el campamento enemigo que se encontraban los germanos a unos 40 km de distancia, los romanos acamparon al otro lado de la llanura en la que Ariovisto tenía su campamento, cerca de la actual Mulhouse.
Ariovisto levantó su campamento y avanzó, probablemente protegido por los bosques y colinas, hasta el propio campamento romano; lo rebasó y acampó a 3 km de su retaguardia, la intención de cortarle los suministros. César se limitó a desplegar su ejército ofreciendo batalla a su adversario, durante cinco días, los germanos no aceptaron el combate, Ariovisto tan solo despachaba la caballería con un número igual de infantes para escaramucear. No atacaba porque esperaban mejores augurios.
César se vio obligado a construir otro campamento para volver a tomar contacto con las líneas de aprovisionamiento. La tarea era ciertamente delicada, pues era posible que el rey germano aprovechase ese momento para desatar un ataque por sorpresa. César alineó cuatro legiones para proteger las otras dos mientras trabajaban en la construcción del nuevo campamento. Ariovisto solo se limitó a un ataque diversivo con sus fuerzas ligeras (16.000 hombres) apoyadas por la caballería. Una vez finalizada dejó dos legiones y una parte de los auxiliares, suficientes para la tarea de proteger las líneas de abastecimiento, volviéndose al campamento principal con las otras cuatro.
Batalla de los Vosgos o de Ochsenfeld 58 AC
Al día siguiente de nuevo César ofreció batalla a su adversario, encuentro al que el germano renuncio, pero cuando había retirado a sus tropas a los campamentos, atacó campamento menor. El choque se alargó varias horas sin que los germanos pudiesen traspasar las trincheras romanas, ambos bandos sufrieron severas pérdidas.
Al día siguiente 10 de septiembre, decidió tentar definitivamente a los germanos al combate y al mismo tiempo obligarlos a combatir a desgana. Avanzó en tres columnas con sus legiones en dirección al campamento enemigo, el cual, ante la ofensa de ver su campamento amenazado se vio así obligado a presentar combate. Salieron del campamento los guerreros germanos y se desplegaron para la batalla, César detuvo su avance y comenzó a desplegar a sus legiones para el inminente combate.
Despliegue Inicial
Fuerzas romanas y aliadas
César disponía de 44.000 infantes: de los cuales 27.000 eran legionarios (6 legiones de la VII a la XII), 3.000 auxiliares arqueros y honderos, 5.000 infantes ligeros galos, 9.000 infantes galos, además disponía de 300 ballestas escorpión y 200 sabuesos de guerra. De caballería disponía de 6.000 jinetes (1.000 romanos y 5.000 galos)
Desplegó sus fuerzas en un frente de unos 3,2 km de la siguiente manera:
- Flanco izquierdo mandado por César con las legiones X, XI y IX, de izquierda a derecha, así como auxiliares galos mandados por el heduo Dumnorix.
- Flanco derecho mandado por Tito Labieno con las legiones VII, XII y VIII, a la izquierda caballería gala mandada por el heduo Divitacus.
- Reserva mandada por Publio Licinio Craso con los jinetes romanos e infantes ligeros.
Fuerzas germanas
En el campo de batalla los germanos presentaban un abrumador despliegue humano, una coalición de tribus suevas (de derecha a izquierda los harudes, marcomanos, tríbocos, vangiones, nemetes, sedusios y suevos). Desplegaban unos 60.000 guerreros (15.000 de élite fuertemente armados y 45.000 normales), «apoyados» los carromatos y sobre estos una masa de no combatientes de unas 120.000 personas, contaban con unos 9.000 jinetes que actuaban con infantes escogidos y que cogiéndose a las crines de los caballos, les seguían en la carrera. Si la situación era apurada los jinetes se replegaban sobre los infantes, y si un jinete caía, le rodeaban para protegerle; también había unos 800 jinetes montados sobre alces y 500 jinetes walkirias, mujeres guerreras jurados al sacerdocio de Woðanaz. Los caballos de los germanos eran pequeños y feos según la descripción de César.
Desplegaron de la siguiente manera:
- Flanco izquierdo mandado por el rey Ariovisto con los suevos y sedusios, y caballería.
- Centro mandado por el rey Mallomar de los marcomanos con los marcomanos, nemetes y vangiones.
- Flanco derecho mandado por el rey Alarbo de los hérulos con los hérulos y tríbocos así como la mayor parte de la caballería.
Ariovisto conocía la técnica de combate de las legiones romanas, y a juzgar por su comportamiento posterior le preocupaba sobre todo la temible capacidad destructiva de las pila romanas. Por ello, al comenzar el ataque, los germanos no recurrieron a la usual formación en cuña para golpear aquí y allá el dispositivo romano. Esta vez ordenó a sus huestes que, al llegar a la distancia de lanzamiento de las armas arrojadizas, saliesen a la carrera contra las líneas romanas para, de esta forma, escapar, al menos las primeras líneas, de la letal nube de pila.
Desarrollo de la batalla
Una vez desplegados los ejércitos César dio la orden de avanzar, el flanco derecho romano comenzó a caminar en dirección al frente formado por las tribus germanas. Estas se alineaban por naciones, y que aparentemente aguardaban el asalto romano, César había observado que ese flanco era el más débil, por ello atacó en primer lugar en dirección a este sector.
Cuando Ariovisto consideró que los romanos se habían acercado lo suficiente dio la orden de ataque, toda la masa compacta compuesta por esas decenas de miles de guerreros se lanzaron en una frenética carrera contra las filas romanas. Como el germano había previsto, no pudieron hacer uso de sus pila, el choque fue sin duda terrible, y siguiendo con la táctica previamente dispuesta por el rey germano, formaron una especie de compacto testudo (tortuga) con sus escudos.
Miles de guerreros unieron así sus fuerzas para presentar al enemigo una invulnerable formación de choque que intentaba, gracias a esta insólita protección, romper las líneas adversarias al tiempo que se protegían de la inevitable lluvia de proyectiles que caerían sobre sus cabezas. La línea romana sostenía con dificultad, pero con resolución aguantaron el primer empuje germano.
El ejército de César aguantó en el centro y en el flanco izquierdo que era el más fuerte y por donde habían atacado los suevos. Pero en el flanco derecho romano de Tito Labieno, llego a imponerse al izquierdo germano, llegó un momento en que estos no podían avanzar más o romper el frente de batalla romano.
Entonces, una serie de valientes legionarios decidieron saltar sobre el testudo (tortuga) que formaban los germanos con sus escudos y comenzar a arrancarlos con sus manos mientras sus compañeros empuñando el gladius hacían una verdadera escabechina, los germanos que portaban espadas largas eran inútiles en el cuerpo a cuerpo.
A medida que la batalla se prolongó, Tito Labieno dio las órdenes a cada legado que la segunda línea relevase a la primera, dando un respiro a los hombres exhaustos de la primera línea. Estos atacaron con nuevo ímpetu y los germanos no aguantaron mucho tiempo el empuje de sus rivales, por lo que pronto se propagó el pánico en la formación germana, esta se deshizo y comenzó la huida.
En el ala derecha romana, la caballería gala era superada en número y los combates en terreno boscoso era favorable a los teutones. Pero consiguieron detenerlos y evitar el envolvimiento.
En el flanco izquierdo romano, César había tomado la precaución de realizar fortificaciones de campaña el día anterior. Una zanja poco profunda y estacas de madera afiladas, permitió que los auxiliares y guerreros galos estacionados allí pudieran defenderse de los ataques germanos; mientras los proyectiles de los honderos baleares, las flechas de los arqueros y las jabalinas detenían a los germanos, pero un grupo consiguió romper la línea y amenazaba el flanco derecho de la legión X, César envió dos cohortes para cerrar la brecha.
Era el momento en Ariovisto había estado esperando. Había sacrificado miles de sus guerreros, pero al final el flanco izquierdo romano estaba empezando a resquebrajarse. Fue en este momento que se dio la orden de emplear su arma secreta: los berserkers mandados por Sigurd o »el martillo del Demonio», eran unos 200 hombres muy fuertes que tomaban un brebaje que los hacía muy agresivos y blandían enormes martillos; los jefes rivales solo podían tener una docena de ellos.
Sigurd acometió y a pesar de haber sido alcanzado por la flecha de un escorpión, dos pila, cuatro flechas, y haber sido apuñalado una docena de veces en combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, estas lesiones no parecían molestar al hombre bestia en lo más mínimo, ya que todavía tuvo fuerzas suficientes para matar sin ayuda al menos 40 hombres (25 de los cuales eran galos). Entre las víctimas de Sigurd se encontraba el centurión Publio Pisón, Primus Pilus de la legión X, finalmente un tal Titus consiguió cortarle el tendón de Aquiles y el gigante se desplomó, siendo rematado.
Viendo las brechas que habían producido los berserkers, el joven oficial Publio Craso, que a la sazón mandaba una unidad de caballería de la reserva; tomó la acertada decisión de mandar sus jinetes en apoyo del sector amenazado con tanto éxito, que no solo fueron detenidos los germanos, sino rechazados y puestos en fuga.
La línea de batalla germana se desmorona rápidamente, sus mejores guerreros habían caído, y el espíritu de su ejército se había roto. Ariovisto se dio cuenta de que la batalla estaba perdida, y llamó a sus pocos guerreros supervivientes, exhortándolos a seguirlo.
El resto de los guerreros se dirigió a refugiarse al campamento, sin embargo, su retirada estaba bloqueada por su propio tren de carros, animales de carga, y sus propias familias, que se defendían desde los carros. Sorprendentemente, en esta etapa de la batalla, fueron las mujeres germánicas que tomaron las riendas de sus maridos, valientemente luchando contra los romanos que avanzan, a veces sin más armas que sus uñas de las manos, y todo el tiempo gritando.
Fue el centurión Marco Pulcro, Primuspilus de la VII Legión, quien entró primero en el campamento teutónico, descubriendo que a pesar de su ferocidad, las mujeres germanas eran humanas, y tras él, el resto de su legión consiguieron entrar.
Junto con Mecio y Procilo, Craso que también se encuentra un par de docenas de los rehenes heduos y secuanos en poder de Ariovisto, la más destacada entre estos prisioneros era Xenia, hija de Diviciaco. Entre los muertos en el campamento se encontraban las dos esposas de Ariovisto, y una de sus hijas, la otra sería capturada por los jinetes heduos.
Durante más de 25 kilómetros, hasta el mismo Rin, los fugitivos suevos fueron perseguidos por la caballería galo-romana, Ariovisto pudo cruzar el río y ponerse a salvo mediante una barca que le estaba esperando, pero se cuenta que murió poco después a causa de las heridas sufridas durante el combate.
Secuelas
Las bajas de los romanos y aliados fueron 6.000 (3.000 muertos y 3.000 heridos), las bajas de los germanos fueron unos 35.000 guerreros y otros tantos civiles. El resto se dispersó y huyó.
En conjunto, más de un centenar de hombres ganaron condecoraciones y honores de ese día, Tito Rómulo Leonino fue condecorado con la Corona Áurea (corona de oro) por su notable valor y habilidad al matar al berserker Sigurd y mantener la línea; Publio Craso por su carga de caballería oportuna que le había salvado la Décima; así como Mecio y Procilo prisioneros romanos de Ariovisto, por haber sobrevivido a su terrible experiencia. Xenia fue galardonada por su valor y resistencia. El resto de los soldados en el ejército se les prometió acciones en cualquier botín que hubiera (como el tesoro del rey alemán acumulado y el tributo tomado de los galos).
Una vez que los hombres hubieron descansado, los heridos fueron atendidos, y los muertos fueron cremados con los ritos y honores adecuados; el victorioso ejército romano a continuación, se dirigió de nuevo a Vesontio, donde serían aclamados como héroes y libertadores por los pueblos agradecidos de los héduos, los secuanos, y el resto de la Galia.
El primer enfrentamiento se saldaba con una completa victoria romana, sin embargo, la marea germana distaba mucho de recular, el propio César intervendrá varias veces más para detener y rechazar a las sucesivas tribus que amenazan con pasar al interior de la Galia.
Se aproximaba el invierno, por lo que César dejó las tropas en el país de los secuanos y bajó a la Galia Cisalpina para saber qué ocurría en Roma por esos días y ponerse al día con tareas administrativas.
Durante el descanso invernal armó dos legiones nuevas: la XIII y la XIV. Promocionó nuevos oficiales y los mezcló con algunos veteranos de otras legiones e inmediatamente comenzó el entrenamiento físico y militar para mantener la disciplina y seguir órdenes durante una batalla.