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Orígenes de los hunos blancos
El historiador bizantino Procopio de Cesarea describía a los heftalitas como de tez blanca y vida menos salvaje que la del resto de los hunos, con un código jurídico y una institución monárquica (el khanato). Procopio es la principal fuente escrita que hay sobre los heftalitas, en la que escribe, “son del linaje de los hunos de hecho así como de nombre, sin embargo, no se parecen a los hunos que conocemos… Son los únicos entre los hunos que tienen cuerpos blancos y semblantes que no son feos”. Las crónicas chinas, que se refieren a ellos con el nombre de yta (Hua o Hudun en las versiones más antiguas) y los consideran descendientes de la tribu Yuezhi que fueron expulsados por los xiongnus del Corredor de Gansu. Son chinas también las referencias a su religión, mezcla de budismo y zoroastrismo con elementos del maniqueísmo persa.
Los yuezhis y otras tribus xiungnus como los yuebans se dirigieron hacia occidente y ocuparon las estepas del Turquestán, siguiendo luego por Sogdiana y Bactriana (territorios de los actuales Uzbekistán, Afganistán y Tayikistán), se dividieron en dos grupos fundamentales: los heftalitas o hunos blancos descendieron por los valles del río Oxus (Amur Daria), y los chionitas o xionitas que descendieron por el valle del río Jaxartes (Sir Daria), y teniendo como vecinos a los juan-juan o rouran.
Los chionitas o xionitas
Los primeros hunos en atacar a los persas fueron los chionitas o xionitas, llamados también turanios (los persas llamaban “turanios” a todos los pueblos de estirpe turca o mongola). Incluso algunos autores se refieren a ellos como hunos rojos, que cruzaron el río Jaxartes (Sir Daria) en el 350 e inundaron con sus hordas el Kushanshar (Kushan) persa, amenazando además con pasar también el Oxus y penetrar así en la rica provincia del Jorasán. Ante semejantes noticias, Sapor II no tuvo más remedio que levantar su asedio de Nísibis y marcharse apresuradamente a defender sus fronteras orientales de los bárbaros turanios.
Los chionitas eran quizás un subgrupo de los hunos, que se mezclaron durante su progresión hacia el oeste, con los restos de los pueblos iranios de las estepas del lago Baikal, del mar de Aral y de las montañas del Pamir (sármatas, sakas, masagetas, yuestchis y alanos); de manera que cuando cruzaron el Jaxartes (Sir Daria) y el Oxus (Amur Daria) e invadieron el Kushanshar sasánida estaban en buena parte ya iranizados. El proceso se completó en el propio Kushanshar y para fines del siglo IV, los chionitas hablaban la lengua del país y habían adoptado buena parte de sus usos y costumbres.
Por su parte, Sapor II no estaba dispuesto a que su reino vasallo del Kushanshar quedara sumergido por la invasión de los bárbaros turanios y escapara así a su control. Movilizó sus ejércitos hacia el Oxus y creó un nuevo centro de operaciones junto a dicho río, Nishapur (Gloria de Shapur), una nueva ciudad real que debía servir de gran fortaleza frente a los pueblos nómadas turanios. Desde Nishapur, Sapor II frenó el avance chionita.
No se conocen los pormenores de la guerra, pero se extendió desde el verano de 350, fecha en la que Sapor abandonó precipitadamente el asedio de Nísibis para frenar a los chionitas en el Kushanshar; hasta la primavera del 359 cuando concluyó una paz con los chionitas y abandonó su frontera oriental para dirigirse hacia el limes romano y atacarlo. Amiano dice que el Rey de reyes tuvo que rechazar a los chionitas en 352, 356 y 358-359.
Así que, tras más de ocho años de combates, Sapor II pudo contener a los chionitas y fijarlos al norte del río Oxus como vasallos del Imperio. Los chionitas se habían hecho con el norte del Kushanshar, pero no habían podido completar su conquista y, en última instancia, habían tenido que aceptar convertirse en una especie de foederatii con los persas.
Como tales se asentaron en la región norteña del Kushanshahr, la Sogdiana, mientras que la parte sur, la Bactriana y las provincias del valle superior del Indo, Gandhara y el Punjab, quedaron bajo soberanía directa de Sapor. Este usó a los chionitas como caballería auxiliar en su lucha contra los bizantinos.
En tiempos de Sapor III los chionitas de la Sogdiana, se levantaron contra la autoridad del Shahansha e invadieron la Bactriana persa y las provincias indostánicas del Punjab, Sind y Gandhara; es decir, lo que quedaba del Kushanshar persa.
Tras este triunfo, los chionitas se apoderaron de toda la Bactriana persa, con excepción del valle de Kabul. Luego pasaron las montañas del Indu Khus y conquistaron la región de Peshawar, es decir, Gandhara y el Punjab. Tras esto, tantearon el Jorasán persa y el Sacestán. Barham V en el 429 libró exitosas guerras en Transoxiana y Corasmia o Jorasmia (Khwarezm) contra los chionitas que intranquilizaban la frontera oriental, derrotando a los bárbaros y restaurando el poder de Persia sobre el valle de Kabul y sobre la región de Bujara en Corasmia.
Los kidaritas
Los kidaritas son otro de los pueblos hunos que fueron registrados en fuentes escritas occidentales. De particular interés es el trabajo de Prisco (cerca de l474 ), un historiador antiguo de la antigüedad que escribió para el emperador romano Oriente. Las crónicas chinas de las dinastías del Norte (386-581) informan que la capital de los kidaritas (aquí registrados como Da Yuezhi) era Balkh (Boluo). Bajo la dirección del rey Kidara (Jiduoluo) cruzaron las grandes montañas e invadieron la India y también cinco reinos al norte de Gandhara, que se supone que habían estado bajo dominio Kidarita. Se dice que el hijo de Kidara (Jiduoluo) gobernó desde Fulousho (Peshawar, Pakistán). Los kidaritas se movían con sus rebaños y usaban monedas de oro y plata.
Tras la muerte de Sapor II en el 388, los chionitas se apoderaron de nuevas zonas del Kushanshahr y ocuparon Balkh (la antigua Bactra), que era la capital persa del Kushanshahr.
Un vasallo chionita de Kushan de nombre Kidara. Subió al poder y depuso a la antigua dinastía Kushan. El rey chionita Kidara pasó a ostentar el título de “Kushansha” y conquistó también el territorio persa del norte del valle del Indo.
El rey de los chionitas, Kidara I, venció a los ejércitos persas de Sapor III en la región de Balkh, al norte del valle del Oxus, causándoles un gran quebranto y obligándoles a huir hacia Nishapur en Jorasán.
Se dedicaron, principalmente al saqueo, al pillaje y a la captura de población para esclavizarlos, y poco a poco se convirtieron en un problema para los sasánidas que debía ser atajado. Consciente de ello Yazdegerd II (438-457) decidió enviar al ejército enfrentándose a ellos en la región de Taleghan, su victoria les obligó a retirarse más allá del río Oxus, y para asegurar la región se construyó la fortaleza de Shahrestan-e-Vuzurg. Pero la amenaza Kidarita no desaparecería tan fácilmente y Yazdegerd II tuvo que volver a la zona para enfrentarse a ellos durante los últimos años de su reinado.
En tiempo de Peroz, los sasánidas dejaron de pagarles tributos a principios de 460, iniciando así una nueva guerra entre estos dos Estados. Sin embargo, durante el comienzo de la guerra, Peroz no tenía suficientes fuerzas a mano para luchar contra ellos y, por lo tanto, pidió ayuda financiera al Imperio Bizantino, que rechazó su petición. Peroz ofreció paz al líder de los kidaritas, Kunkhas, y le ofreció su hermana en matrimonio. Sin embargo, Peroz trató de engañar a Kunkhas, y envió a otra mujer de bajo estatus en su lugar.
Después de algún tiempo, Kunkhas trató de pagarle con la misma moneda, pidiéndole que enviara expertos militares para fortalecer su ejército. Sin embargo, cuando un grupo de 300 expertos militares llegó a la corte de Kunkhas en Balaam (puede ser Balkh o una ciudad en Sogdia), fueron torturados, desfigurados y devueltos a Persia, recordando la falsa promesa de Peroz. Lo que ocurrió después permanece oscuro, solamente se sabe que en 467, Peroz, con ayuda de los heftalitas, logró capturar Balaam y poner fin al dominio kidarita en Transoxiana de una vez por todas. Aunque los kidaritas todavía controlaban algunos lugares como Gandhara, nunca volverían a molestar a los sasánidas.
Los hunos blancos o heftalitas, conquistaron todo el reino kidarita situado al norte de la cordillera del Indo-Khus y obligaron a los kidaritas a refugiarse en la región del Punjab. Tampoco encontraron aquí refugio seguro y, en último extremo, los hunos blancos o heftalitas los siguieron a la India y sometieron todo el norte del antiguo Imperio Gupta, que en buena medida desapareció al no poder hacer frente a las invasiones de kidaritas y heftalitas.
Los textos chinos y persas del siglo V acusaban a la horda heftalita de ser brutal e ignorante; se había instalado en la región de Gandhara, arrasando su cultura autóctona, mezcla de helenismo y budismo. Los heftalitas aplicaban terribles represalias contra los que se les oponían y eran derrotados: según una fuente china, tras matar a dos tercios de la población del Alto Indo, redujeron al resto a la esclavitud. El éxito de los heftalitas se vio favorecido por la división del Imperio Gupta a la muerte del rey Skandagupta I (470). El rey heftalita Mihirakula (502 – 542), fue considerado por los cronistas chinos como un personaje comparable a Atila. Desde su base de Zacala en el Punjab, dirigía expediciones de saqueo y destrucción sobre el valle del río Ganges, poblado y rico. Durante dos décadas fue el terror de aquellas tierras, pero fue derrotado hacia el año 528 por un gran ejército indio. Se retiró a la región de Kazmir, la actual Cachemira, entre India y Pakistán, desde donde sus sucesores siguieron sembrando el terror en el norte de la India, pero a menor escala. Los hindúes llamaron a los heftalitas shevetahûna (hunos blancos).
Los hunos blancos o heftalitas
Inicialmente, los hunos blancos o heftalitas eran vasallos de los Juan-juan o rouran, otra confederación de nómadas antepasados de los mongoles que actualmente se asimila a los ávaros y que se había establecido en la zona interior de China en el siglo IV. Los heftalitas, con los que habían tenido intercambios culturales y políticos, se liberaron de ellos un siglo más tarde, iniciando una expansión hacia el sureste, siguieron a los chionitas o xionitas a los que derrotaron y absorbieron, entrando en contacto con el Imperio persa sasánida.
Los heftalitas o hunos blancos comenzaron a acechar a los sasánidas en su frontera nororiental desde el siglo IV, tras ocupar la región que antes había servido de morada a los Kushan. Sus continuas incursiones les permitieron hacerse con territorios que pertenecían al Imperio Sasánida, como Sogdiana, etc. y, ante la nula oposición del Imperio, con el paso del tiempo decidieron iniciar una campaña de conquista a gran escala. Alrededor del 420. Bahram V tuvo que hacerles frente con los pocos recursos de un estado agotado económicamente tras los continuos enfrentamientos con los bizantinos en occidente. Así, los sasánidas no pudieron oponerse a las acciones heftalitas y se enviaron emisarios para negociar la retirada del noreste del imperio a cambio del pago de un gran tributo, pero en realidad se trataba de ganar tiempo.
Bahram V se aprovechó de la red de espías que mantenía y que vigilaban los movimientos del ejército heftalita para conocer su posición y fuerza, mientras enviaba tropas por rutas poco transitadas con el fin de mantener el factor sorpresa. Viajando ocultos y de noche, las tropas sasánidas llegaron hasta el campamento heftalita, situado en Merv, y la caballería de los savaran atacó sin piedad obteniendo una fácil victoria ante un enemigo asustado que había perdido a su rey en combate. Los heftalitas serían expulsados del Imperio en esta ocasión, pero pocas décadas después reaparecerían buscando venganza y mostrando rápidamente que habían aprendido de sus errores anteriores.
Los heftalitas volvieron a atacar la frontera norte en tiempos de Yazdegerd II, que se dirigió entonces hacia oriente, estableció su base en Nishapur y desde allí dirigió las operaciones bélicas contra los nómadas. Las fuertes defensas que Barham V y Yezdiguerd II habían construido en sus fronteras, propició que los nómadas, en vez de penetrar en Persia, se desviaran hacia la India.
Cuando Yezdiguerd II murió en 457, dejaba tras de él a dos hijos mal avenidos entre sí, Hormizd y Peroz. Hormizd era el mayor y subió al trono de Persia. Pero su hermano Peroz no aceptó la situación y buscó, y al cabo logró, el apoyo de los heftalitas. Estos habían ya logrado expulsar por completo del Kushanshar a los chionitas e incluso los habían perseguido hasta sus refugios del norte de la India. Para 458, los heftalitas habían constituido un poderoso imperio que iba desde el mar de Aral y el lago Baikal, hasta el Oxus y el valle del Indo. Eran pues una fuerza terrible y Peroz supo utilizarla en su provecho. Con el apoyo de estos nómadas, Peroz venció y mató, en 458, a su hermano Hormizd y se alzó con el trono sasánida.
Batalla del río Oxus (Amur Daria) 469
Mientras que el Imperio Romano tenía que hacer frente a los embates de los hunos de Atila, los sasánidas tuvieron que enfrentarse a los problemas provocados en sus fronteras orientales por otros grupos de hunos: los chionitas y heftalitas, que se habían aliado. En efecto, los heftalitas estaban sufriendo los problemas de la gran sequía que arrasaba el Oriente y esto, unido al deseo de Peroz de sacudirse el yugo que los heftalitas le habían impuesto por su ayuda contra Hormizd, preparó el camino para una guerra con sus antiguos aliados. Tuvo a su favor que ambas fuerzas actuaban de manera independiente, así que decidió atacar primero a los heftalitas.
En el 469, Peroz condujo al grueso del ejército persa hacia el río Oxus (Amur Daria. Allí, una vez que ambos ejércitos se colocaron frente a frente; la caballería heftalita fingió cargar contra los sasánidas para luego iniciar su huida en previsión de que serían perseguidos, la caballería de los savarán y los elefantes de guerra los siguieron hasta que descubrieron que estos se habían detenido en una posición elevada que les daba ventaja. Infinidad de proyectiles cayeron sobre las tropas sasánidas que no pudieron reaccionar ante la velocidad de los arqueros a caballo heftalitas, e incluso se vieron atrapados en numerosas trampas que sobre el terreno habían preparado sus enemigos con antelación. Los sasánidas fueron rodeados y vencidos con facilidad, Peroz I fue apresado. Para su liberación Kushnavaz impuso cuatro condiciones: que el rey sasánida se arrodillara y pidiera perdón por atacar a los heftalitas, que le entregara a su hijo como rehén, el pago de un tributo anual y el juramento de nunca volver a enfrentarse a ellos.
Mucho más al oeste, junto a otro gran río, el Danubio, los romanos de Oriente lograban exterminar a los restos hostiles de los hunos de Atila, ahora mandados por uno de sus hijos.
Peroz tuvo que pagar un gran rescate a los hunos heftalitas. La Crónica del Estilita cuenta que Peroz tuvo que entregarles treinta mulas cargadas de plata y que el propio emperador de Constantinopla tuvo parcialmente que ayudarle a reunirlo. Además, Peroz tuvo que dejar en el país de los hunos heftalitas a su hijo Kavad como garante del pago que debía de efectuarles. Era una gran afrenta y además Persia se vio obligada a ceder lo que le quedaba del Kushanshar y de las conquistas de Barham V Gor: Bujara, la región de Balkh, el valle del Kabul y la provincia de Tailakan.
Peroz recurrió a los heftalitas en su lucha contra los armenios, pues al fin y al cabo, el crecido tributo que les pagaba le convertía en su vasallo y como tal tenía derecho a su auxilio militar. En la batalla tuvo lugar en la llanura de Gelán en el año 481 o 482 y fue una sonada victoria para los armenios, a pesar de la ayuda heftalita. De hecho, Peroz perdió por completo el control sobre Armenia que pudo recuperar su independencia durante unos años.
Batalla de Herat 484
En el año 484, tras la liberación de su hijo por los hunos heftalitas, Peroz reunió un gran ejército de 50.000 a 100.000 hombres y, dejando a su hermano Balash a la cabeza del gobierno en Ctesifonte. Se dirigió contra los heftalitas para vengar el insulto que se le infligió durante la primera campaña. Estableció su posición en Balkh y rechazó las condiciones de paz ofrecidas por Khushnavaz. Sin embargo, cuando un enfrentamiento con los persas parecía inminente, Khushnavaz envió un pequeño cuerpo de tropas por delante para engañar Peroz y conducirlo a una emboscada en Herat.
En esta ocasión, Peroz I demostró que no había aprendido nada de los errores del pasado y la campaña acabó en un nuevo desastre, ya que las tropas sasánidas cayeron una vez más ante la astucia de los heftalitas. El engaño consistió en la construcción de una enorme zanja camuflada, tras las cual se posicionaron las tropas heftalitas. Los jinetes heftalitas atacaron a las tropas sasánidas y posteriormente fingieron una huida para atraerlos a la trampa. Cuando la caballería de los savarán y los elefantes cargaron contra el enemigo, pensando que la victoria sería fácil, se toparon con la zanja que estaba camuflada y los detuvo, siendo envueltos por ambas alas y aniquilados.
La historia bizantina relata la batalla: «Decidido a terminar de una vez con la amenaza representada por los heftalitas, el rey persa Peroz se dirigió con un poderoso ejército hacia la frontera entre ambas potencias. El rey heftalita esperó tranquilamente a Peroz dentro de su territorio en donde preparó a conciencia el campo de batalla donde ambos tenían que enfrentarse.
El rey heftalita ordenó cavar el rey una profunda y extensa zanja que cubriese la totalidad del frente de batalla, tan solo dejó pequeños corredores por donde poder mover algunas unidades, luego toda la obra se cubrió para ocultarla, dejando entonces al otro lado de los fosos a una unidad de caballería ligera con la orden de atraer a los persas a la batalla.
El ejército persa llegó al lugar sin advertir la celada, cayeron entonces en la trampa y se dejaron atraer al combate por la caballería ligera de su enemigo, Peroz al frente de la flor y nata de la caballería pesada persa cargó a lo largo de la línea de batalla contra las posiciones heftalitas, la caballería ligera de los hunos se retiró ahora por los estrechos pasillos que habían dejado a posta entre los fosos con esa intención.
Cuando los jinetes persas llegaron hasta el oculto obstáculo cayeron sin remisión dentro del foso y era tal el empuje de los que venían detrás de los primeros, que todos o prácticamente todos, cayeron dentro de la trinchera, la matanza fue terrible, el propio rey murió en la empresa y la nación persa abandonó toda idea de combatir contra los heftalitas por cincuenta años».
En la batalla de Herat en 484 tres cuartas partes del ejército persa fueron muertos sobre el terreno, y con ellos la flor y nata de la nobleza persa sasánida, amén del propio rey Peroz junto a muchos de sus hijos y parientes. Era un desastre sin paliativos y Persia, parecía que estaba a punto de perecer. Los heftalitas, vencedores, saquearon el Jorasán y el Sacestán, y anexionaron a su Imperio las grandes ciudades de Merv y Herat. Además, exigieron un aumento sustancial del tributo que Persia les venía pagando desde 469. De hecho, el Imperio Sasánida terminó de convertirse en un país vasallo del Khan de los heftalitas.
Kavad, el hijo de Peroz que había quedado como rehén de los heftalitas, con ayuda de los heftalitas, levantó un ejército en Jorasán y marchó contra Ctesifonte en el 488, subiendo al trono de Persia. Para fortalecer las relaciones con sus aliados heftalitas, se casó con la hija del khan. Durante la guerra con Bizancio contó con contingentes heftalitas.
Final de los juan-juan
Hacia el año 500 el panorama de Asia estaba fijado de la siguiente manera:
- Al oeste, el Imperio de los hunos heftalitas que se extendía por el este, desde el valle de Fergana y la región más occidental del actual Xinjiang-Uigur chino; por el oeste, hasta el oriente del Irán, y por el norte, desde las estepas que rodean el mar de Aral y la punta occidental del lago Baljash, hasta las regiones Indias de Gandhara, Cachemira y el Punjab.
- Al este estaba el Imperio de los Juan-juan. Estos controlaban todas las tierras que iban desde la punta oriental del lago Baljash, la región del Altai y los oasis del Tarim, por el oeste, hasta los confines de Manchuria y Siberia oriental con lo que hoy serían las fronteras septentrionales de Corea del norte; mientras que de norte a sur se extendía desde la región meridional del lago Baikal, hasta la Gran Muralla china.
A inicios del siglo VI, Juan-juan y heftalitas mantenían unas excelentes relaciones entre sí, que se vieron consolidadas en 520 por el matrimonio del rey de los heftalitas con dos princesas juan-juan. Esta alianza era muy beneficiosa para ambas potencias, pues mientras que los Juan-juan controlaban el sector más oriental de la ruta de la seda, los heftalitas dominaban los caminos que la prolongaban hacia Persia y el norte de la India.
El comercio por la larga ruta exigía paz y seguridad, y el acuerdo entre los dos grandes imperios nómadas se la otorgaba.
Por otra parte, los juan-juan y los heftalitas, al no tener que preocuparse por su respectiva retaguardia, podían dedicar todas sus fuerzas a centrarse en sus inmediatos intereses: mantener su poder sobre los pueblos turcos de las estepas y tantear las fronteras de China, en el caso de los juan-juan; y seguir ejerciendo su hegemonía sobre Persia, en el caso de los heftalitas.
Pero esta situación, tan beneficiosa para ambos, comenzó a modificarse a partir de 521, cuando estalló una guerra civil entre los juan-juan, una contienda que enfrentó a su khagan, Ana-kieu, con su tío. La lucha fue larga e intensa y aprovechándola, muchas tribus vasallas de los Juan-juan se rebelaron contra ellos.
Una de esas tribus rebeldes era la de los kao-kiu, antepasados de los uigures, quienes se rebelaron en 521 contra el khagan de los juan-juan. Vencidos y vueltos a someter, los kao-kiu no soportaban bien el yugo impuesto por los Juan-juan, y en 546 se hallaban preparando un nuevo alzamiento contra el gran khagan de los juan-juan, Ana-kuei, que acababa de reunificar su imperio tras derrotar definitivamente a su tío.
Sin embargo, la sublevación de los kao-kiu fue abortada gracias al khagan de los tu-kiu, una tribu turca que habitaba en la región de los montes Altai y que también era vasalla de los juan-juan. El khagan tu-kiu (tu-kiu o turkut, significa fuerte) pidió a su señor, el khagan de los juan-juan que le concediera en matrimonio a su hija, en premio a sus servicios al imperio. El khagan juan-juan, Ana-kuei, rechazó esta petición y con ello selló el destino de su imperio y alteró, a la par, el de Persia Sasánida y el Romano. El despechado khagan tu-kiu, que ostentaba el nombre turco de “Bumin” (más conocido bajo su forma china, Tu-men) encontró su venganza en una alianza con los wei occidentales que gobernaban en el norte de China. Tanto los tu-kiu como los wei, (to-pa), compartían un mismo origen étnico, eran ramas supervivientes de los xiongnu. Además, ambos aliados tenían el mismo interés en destruir a los juan-juan: los tu-kiu, para vengarse de la afrenta a su khagan y para sacudirse el yugo que les habían impuesto, y los to-pa para aniquilar a un enemigo que llevaba casi dos siglos hostigando las fronteras del norte de China.
En 550 o 551, el soberano de los wei (to-pa) occidentales envió al khagan de los tu-kiu a una de sus hijas para que contrajese con ella matrimonio y sellara la nueva alianza. Así reforzados, los tu-kiu se alzaron ya sin reservas, contra los juan-juan. Dejando atrás, en el Altai, sus forjas y la mayor parte de sus manadas y siervos, los tu-kiu se encaminaron hacia las estepas del este de Mongolia donde solía estar instalado el campamento del khagan juan-juan. En 552, en una formidable batalla librada a orillas del río Orkhon, los tu-kiu, aniquilaron a los juan-juan y dieron muerte a su khagan, Ana-kuei. El acontecimiento fue tan sonoro que hasta los historiadores bizantinos, a más de 10.000 km del lugar de los hechos, lo registraron en sus obras.
Los supervivientes se dividieron en dos hordas: una se instaló en el norte de China y la otra huyó hacia Occidente. El khagan Bumin no disfrutó mucho de su triunfo, pues murió ese mismo año de 552 y su imperio se dividió entre su hijo, que recibió el título de “Gran Khagan” y con él las tierras orientales del imperio desde Manchuria al Altai; y el hermano menor del difunto khagan, Istemi, que con el viejo título “Kuchana de Yabgu”, príncipe, recibió la soberanía sobre las tierras ancestrales de los tu-kiu, la cordillera del Altai, así como las estepas que se extendían hacia Occidente y hasta la frontera con los heftalitas.
En el año 553, llegada a territorio heftalita de los ávaros, que eran los restos de los juan-juan que se habían dirigido a accidente, debió de ser para estos últimos un auténtico problema. Por una parte, no podían negarse a conceder refugio a sus antiguos parientes y aliados; por la otra, no ignoraban que los triunfantes turcos que perseguían a los ávaros los considerarían como sus enemigos y ello les obligaría a atender, por primera vez en más de un siglo; a la defensa de su frontera oriental. Inevitablemente, disminuiría la presión que ellos ejercían sobre Persia en un momento en que esta se veía muy fortalecida por las reformas militares y administrativas de Cosroes.
El sistema de dominio heftalita que basado en la seguridad de su retaguardia oriental por medio de su alianza con los juan-juan; y en la concentración de todo su poder militar sobre Persia sasánida y la India con el fin de recibir tributos de la una, y conquistas y botines de la otra; estaba en serio peligro de derrumbarse hacia el 556.
Final de los hunos blancos o heftalitas
Istemi (Sinjibu en persa), se había hecho con la autoridad sobre la parte más occidental del antiguo Imperio Juan-juan, y tras organizar su poder en este inmenso territorio; debía de contemplar con codicia y recelo al vecino Imperio heftalita en donde se habían refugiado los ávaros tras saquear los hogares de los tu-kiu en el Altai.
Istemi (Sinjibu), con toda seguridad, procedió a presionar a los heftalitas con la excusa de castigar a los ávaros que, según decía, le pertenecían. Es muy probable que lanzara ataques de tanteo y de saqueo sobre los heftalitas ya desde 554 o 555, y estos ataques debieron de asustar a los heftalitas, pues concentraron su poderío militar en el este de su Imperio. Para ese entonces, hacia 556, los heftalitas debían haberse dado cuenta de que los refugiados ávaros eran un auténtico problema. No es de extrañar que estos últimos se sintiesen incómodos e inseguros y decidieran abandonar sus refugios en territorio heftalita y buscar hogares más seguros a Occidente, lo más lejos posible de los implacables tu-kiu.
A inicios del 557, los heftalitas, ya sin los ávaros en su territorio, se veían ante la amenaza de una invasión turca de su Imperio y la evidencia de que pronto habría una gran guerra entre ellos y los turcos no era ya sino cuestión de tiempo. Fue en ese momento cuando Istemi (Sinjibu), se dio cuenta de la debilidad que suponía para los heftalitas dejar sus flancos suroccidentales al descubierto y que debía de considerar que era mejor contar con un aliado antes de embarcarse en una empresa tan grande, envió su embajada a Cosroes I.
Para el emperador sasánida era una oportunidad de oro una alianza con los turcos occidentales justamente cuando sus ejércitos comenzaban a perder terreno en la montañosa Lázica ante el avance de los de Justiniano. Si triunfaba la alianza, Persia se libraría del humillante y pesado tributo anual que venía pagando a los heftalitas desde la derrota de su abuelo Peroz I.
Además, el Yabgu de los tu-kiu occidentales ofrecía a Cosroes la mitad meridional del Imperio heftalita, esto es, las ciudades de Merv y Herat; toda la Bactriana, con Balkh y Kundú, y las regiones situadas en los montes Indu Khus. Por último y como prueba de buena voluntad, el soberano turco ofrecía su hija en matrimonio a Cosroes. Era una oferta demasiado tentadora como para dejarla pasar y Cosroes la aceptó.
Pero con 60.000 guerreros sasánidas empeñados en el Cáucaso contra los bizantinos, era imposible pensar en lanzarse a una guerra contra los heftalitas. Por eso Cosroes I se avino súbitamente a firmar una tregua con los bizantinos en el otoño del 557. Sencillamente, necesitaba desplazar hacia el Oxus a sus ejércitos y tener tranquilidad en su retaguardia.
Así que Cosroes, a inicios del 558, desplazó al grueso de sus ejércitos hacia el Oxus (Amur Daria), y en la primavera de 558, en colaboración con los turcos occidentales de Istemi, atacó a los heftalitas. De esta manera, para 558 los heftalitas estaban asistiendo al fin de su poderío: por el sur, el ejército de Cosroes les arrebataba los oasis de Merv y Herat, y penetraba en Bactriana; por el norte, los turcos de Sinjibu atacaban la Corasmia y la Sogdiana. A finales de ese mismo año, o a inicios del 559, los heftalitas sufrieron una serie de decisivas derrotas a manos de los tu-kiu (turcos) y de los persas: una junto a la gran ciudad de Bujara, otra en los alrededores de lo que hoy sería Tashkent y la tercera, no lejos de Samarcanda.
Vencidos y empujados hacia el sur y hacia el oeste, los heftalitas abandonaron la Corasmia y la Sogdiana, y se retiraron hacia la Bactriana, donde se toparon con los ejércitos de Cosroes. Nuevamente hostigados, los hunos heftalitas pasaron entonces al Indu Khus y se refugiaron en sus territorios del norte de la India. Para 563 turcos occidentales y persas controlaban la situación y los heftalitas solamente podían ya contar con que se les dejara en paz en sus refugios del norte de la India y de las vertientes meridionales del Indu Khus. Pero no fue así, pues, según recogen las fuentes persoislámicas, los ejércitos de Cosroes I pasaron al norte de la India, sometiendo a los clanes heftalitas, y recibiendo tributo y vasallaje de muchos reyes hindúes.
En cuanto a los hunos heftalitas, no desaparecieron como pueblo, pues algunas hordas menores que en las fuentes hindúes aparecen bajo el nombre de los “huna” se instalaron en la región que se alza entre los valles del Indo y del Ganges. Permanecieron allí hasta bien entrado el siglo VII; en la segunda mitad de este siglo, fueron absorbidas por la población autóctona del país. Otros grupos quedaron sujetos a los persas, sobre todo en el Zabulistán y la región de los montes Indu Khus; allí pervivieron y ofrecieron a los árabes una dura resistencia durante la segunda mitad del siglo VII y la primera del VIII. Otros grupos heftalitas, en fin, quedaron sometidos a los turcos y fueron usados por estos como ariete en sus guerras contra la Persia de Cosroes II.
El último khan heftalita, Yudhishthira, reinó hasta el 670, en que su dinastía fue sustituida por la Sashi Kabul afgana. De hecho, se cree que los pashtunes actuales descienden de aquel semidesconocido pueblo, al igual que los turkmenos y kazajos.