¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Los hunos llegan al Ponto
Tras el colapso del Imperio xiongnu a finales del siglo I, los hunos del norte emigraron hacia el oeste a Asia Central y en el proceso se mezclaron con varios elementos étnicos de Siberia, Ugría, Turco e Iraní. Alrededor de 350, los hunos emigraron más al oeste y entraron en la estepa Ponto-Caspia, de donde lanzaron incursiones en Transcaucasia y Oriente Próximo en los 360 y 370.
Cruzaron el río Volga y entraron en la región occidental del Póntico Norte. El movimiento huno hacia el oeste iniciaría una reacción en cadena masiva, tocando la migración de los pueblos en el oeste de Eurasia, principalmente los godos al oeste y los eslavos al oeste y al norte-noreste. En su camino fueron empujando a uno y otro lado a las diferentes tribus que no aceptaban probablemente someterse, marchando una gran parte de ellos al otro lado del río Tanais (Don).
Hunos contra alanos
Parece ser que, en principio, que los hunos mandados por Balamer no tenían intención de cruzar el caudaloso río Tanais (Don), en cuya orilla opuesta se encontraban los alanos que les separaba de la desconocida Europa. El Imperio de los alanos que se extendía en un principio entre los ríos Volga y Tanais (Don). Ante el empuje huno, los alanos y otros pueblos se retiraron al otro lado del río Tanais, (Don), que formaba una barrera natural contra los hunos.
Según la historia transmitida el cruce del Tanais se debió a la casualidad. El hecho de que unos cazadores hunos encontrasen un vado por el que poder atravesar a pie la laguna, posiblemente cerca de la desembocadura del Don, en algún área pantanosa. Lo cierto es que es el momento en que los hunos pusieron pie al otro lado del Tanais, una ola de destrucción barrió todo el espacio comprendido entre el río y el territorio de los alanos. Estos resistieron fieramente, e hizo falta a los invasores llevar tres duras guerras adelante hasta poder acabar sometiendo, por agotamiento, a esta indómita nación. Una parte de esos alanos occidentales huyeron y se unieron a las tribus germánicas de los vándalos, que acabarían invadiendo Hispania en el 406.
En el 395 los hunos cruzaron las montañas del Cáucaso y devastaron Armenia, conquistaron Erzurum, asediaron Edesa y Antioquía y llegaron incluso a Tiro, en Siria. Al parecer Atila participó en estas operaciones.
Hunos contra ostrogodos
Sometidos los alanos, y sumados entonces a los hunos se dirigieron contra los poderosos ostrogodos, que estaban mandados por el anciano rey Hermanerico. Bajo su gobierno el poder de los ostrogodos se había extendido tanto que abarcaba una amplia extensión de territorio entre el mar Báltico y el mar Negro, manteniendo sometidas a su poder un gran número de tribus eslavas y germanas. Todo parece indicar que tras estos primeros combates contra los ejércitos alanos que eran la punta de lanza de los hunos, las tribus sometidas aceptaron alegremente la invasión como una oportunidad para deshacerse del yugo del detestado tirano.
Era tal el terror que el rey Hermanerico tenía a los hunos que prefirió suicidarse antes de afrontar lo que el destino le deparaba, bien es cierto que es sabido que el rey era ya anciano y, además, adolecía de una grave dolencia a causa de una herida de guerra. El cansancio sin duda ya había hecho presa en él y no estaba precisamente como para dirigir una guerra a muerte con tan fieros enemigos. Muerto el rey los ostrogodos optaron por ceder parte de su soberanía y quedaron ligados a los hunos por vasallaje.
No duro mucho esta situación. Enseguida el sucesor de Hermanerico, Vitimiris, trató de retomar el control de ciertas parcelas de poder e influencia que su pueblo acababa de perder. Sin embargo, una guerra en contra de Vitimiris provocó su muerte por el rey huno en el combate. Los ostrogodos, tras la muerte en combate de su rey Vitimiris, se dividieron. Su heredero legítimo, Viderico, no tenía edad todavía para reinar, así que tomaron las riendas del poder dos de los líderes ostrogodos más prestigiosos, Alateo y Safrax. Estos decidieron de inmediato proceder a una retirada; una migración que llevase parte de su pueblo lejos de la línea de avance de los temibles nómadas. Dejaron atrás a los que voluntaria o involuntariamente no habían querido seguirles, gente que en realidad suponía la mayor parte de la nación, que quedo así bajo el gobierno de Hunimundo, leal servidor de los hunos.
Fue de esta manera como los ostrogodos de Alateo y Safrax llegaron, y atravesaron, la frontera de su reino, el río Tyras (Dniester), allí habitaba otra poderosa tribu germana, también goda, la de los visigodos.
Hunos contra visigodos
Atanarico II rey de los visigodos en el mismo río Tyras (Dniester). Reuniendo precipitadamente las fuerzas de que disponía más a mano, se dirigió entonces a la zona procurando no encontrarse con sus congéneres ostrogodos, a los que mantuvo a una distancia prudencial. Se preparó a defender los vados del río más conocidos mandando además a la otra orilla un fuerte contingente de guerreros al mando de Munderico. El plan del rey era el de situar a Munderico a unos 32 km como pantalla para detener a los hunos y ganar tiempo para así reunir el resto de sus guerreros y marchar entonces a la batalla con más garantías.
Los hunos, que continuaban incansables su avance, siguiendo los pasos de los ostrogodos en retirada llegaron pronto a la región del Dniester. Detectaron entonces las fuerzas de Munderico, pero las rodearon y las evitaron llegando al río sin más complicaciones, atravesándolo el río nadando con sus caballos, provechando tanto la protección de la oscuridad como la sorpresa de su avance, de inmediato marcharon contra el grueso de las fuerzas visigodas. Atanarico fue atacado por sorpresa y sin perdida de tiempo, decidió retirarse hacia el sur y construir tras él, una línea fortificada, una fuerte empalizada de madera a modo de improvisado limes que siguiese el curso del río Hierasus (actual Siret) hasta su encuentro con el Danubio.
La suerte quiso que los hunos, sobrecargados por el peso del gran botín que arrastraban, no pudiesen, pese a que lo intentaron, llegar al río antes de que los visigodos pudiesen concluir la obra.
Los hunos en la frontera del Imperio romano
La gran acumulación de refugiados que debía soportar el entonces reducido territorio controlado por Atanarico, condujo a que, tanto por la escasez de suministros, como por el miedo a la amenaza huna; impulsasen a la mayor parte de los visigodos y ostrogodos, (a los que no tardarían en unirse parte de los gépidos), a continuar su retirada. Cada uno fue por su lado, llegando así ante las fronteras del Imperio romano anhelando no solo sus fértiles tierras, sino la seguridad que ofrecía el Danubio, y que, creían, les podría poner fuera del alcance de los temidos nómadas.
Atanarico mantuvo con los más fieles una resistencia en una antigua limes romana, a la que había reforzado con una empalizada; o quizás se comprometió a cubrir la retirada de su pueblo. Lo cierto es que se quedó defendiendo la línea del río Hierasus (Siret) y se desconoce lo ocurrido. Más tarde, se encontraba también él en la línea del Danubio deseando cruzar al lado romano y seguir así los pasos de la mayor parte de su pueblo que se encontraba merodeando al otro lado del mismo. Al rey germano le fue impedida la entrada en el Imperio, por lo que optó por huir con sus hombres al país montañoso de Cauca, ocultándose en los impenetrables bosques de Transilvania, donde los nómadas, no pudieran perseguirle, y esperar acontecimientos.
Un grupo de visigodos capitaneados por Frigiterno y Alavivo se dirigieron hacia el Danubio para cruzar el Danubio y acogerse al Imperio romano, mientras que otro grupo de ostrogodos capitaneados por Alateo y Safrax hacían lo mismo, pero el asilo les fue denegado.
Los visigodos una vez cruzado el Danubio en barcas, fueron muy maltratados por el gobernador romano; levantándose contra el Imperio. Curiosamente, pidieron ayuda a sus antiguos enemigos los hunos y alanos, y se aliaron con los ostrogodos, juntos derrotaron al ejército romano en la batalla de Adrianópolis en el 378, llegando a asediar Constantinopla, pero no la pudieron tomar por carecer de tren de asedio. Posteriormente, los godos firmaron un pacto o foedus con el emperador Teodosio.
El avance de los hunos, tras la derrota y retirada de los visigodos, terminaría por provocar el “pánico” y empujar sobre la frontera romana a toda una serie de pueblos, desde los cuados a los gépidos. Muchos de los cuales fueron admitidos en sus fronteras ante la imposibilidad de oponerse materialmente a su avance.
Pero en las estepas de Sarmatia, los ostrogodos que no habían emigrado trataban entonces de seguir adelante bajo el protectorado de los hunos y de su rey Balamber. Tras la marcha del joven rey Viderico y los cabecillas Alateo y Safrax, los ostrogodos que permanecían en Sarmatia fueron gobernados por Hunimundo. Los hunos tenían la costumbre de impulsar hacia delante a varios de los pueblos sometidos; lo habían hecho con los ávaros y entonces era el turno de los ostrogodos. Estos impelidos a emigrar hacia occidente, avanzaron en dirección a la actual Transilvania, combatiendo con dureza con los gépidos que habitaban esas tierras, y entrando en colisión también con los vándalos y otros pueblos menores que estaban asentados en aquellos parajes. Fue este movimiento migratorio, entre el 380 y el 400, el que terminó por lanzar sobre la frontera romana a un sin número de pueblos, como los taifalos, los sármatas, los gépidos, los cuados, etc.
Durante el intervalo de tiempo que media entre los días de la gran migración de los godos (la huida de visigodos y parte de los ostrogodos, a partir del 376) y la aparición de Atila, más o menos en el 435, se sabe muy poco de los hunos. Pequeñas pinceladas llevan a deducir que, pese a apoderarse de todo el territorio entre el Volga y el Danubio, hasta donde estaban los asentamientos cuados; debido a una crónica falta de unidad entre las diferentes tribus de la nación, los hunos se dedicaron tan solo a intervenir y repartir sus alianzas entre casi todos los bandos contendientes a uno y otro lado del Danubio, es decir, entre bárbaros y romanos. Combatieron en todo momento en las filas de unos u otros con el único objeto de recibir a cambio sustanciosas recompensas de todo tipo.
Se llegó al final de estas décadas de silencio y confusión con noticias del reinado Turda que fue el líder de la tribu más fuerte. Turda tuvo cuatro hijos legítimos: Oktar, Ebraso, Rugila y Mundioco (Mundzuk). Turda, antes de morir, encargó que el imperio se dividiese entre sus hijos, Ebraso y Rugila se encargarían de la parte oriental, y Oktar y Mundioco de la zona occidental. Al morir Mundioco, sus hijos fueron acogidos por Rugila, y Oktar quedó como jefe de la zona oriental.
Rugila intentó unificar las dos tribus hunas existentes. Mientras que él luchaba y pactaba con los romanos, su hermano Ebraso, se había asentado en el Cáucaso sin apenas moverse; al parecer, disfrutaba en demasía de los placeres de la vida y pensaba que para qué batallar y mediar con los romanos su hermano ya se encargaba de ello. Rugila intervino ante esta situación y consiguió someter a Ebraso.
Tras morir Oktar en el 432, Rugila quedó como rey único de los hunos, unificando el Imperio. Poco se sabe de su vida, salvo que, aprovechando el caos ocasionado por los visigodos en el Imperio romano de Oriente, decidió cruzar también el Danubio y saquear varias ciudades romanas en los Balcanes, unas veces aliado con los godos y otras de forma independiente. Sus expediciones causaron tanto terror a los romanos que el emperador Teodosio II accedió a pagarle 115 kg de oro anuales a cambio de la paz.