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Antecedentes
Al saber de las victorias romanas en el año 58 AC en Bibracte contra los helvecios y en Los Vosgos contra los suevos de Ariovisto las tribus belgas decidieron unirse con el fin de evitar el sometimiento a los romanos.
Se decidieron a formar un ejército poderoso para derrotar a los romanos cada tribu debía aportar fuerzas: los belóvacos, la más numerosa y fuerte 60.000, los suesones o suesiones 50.000 y además su rey Galba ostentaría el mando supremo, los nervios 50.000, los atraves 15.000, los mórinos 25.000, los atuáticos 29.000, los ambianos 10.000, los cáletes 10.000, los menapios 10.000 y otras tribus 50.000, en total unos 300.000; cifra que proporciona César que está muy inflada para la población de aquella época.
Los romanos tenían que reaccionar pronto si no querían ver reducidas sus opciones de victoria frente a un ejército tan numeroso. César recibió la noticia como un regalo de los dioses, pues eso le permitía tener una excusa para seguir sus campañas en la Galia y saciar su sed de gloria y guerra. En 15 días se presentó en la frontera belga con 10 legiones, unos 60.000 hombres. Allí recibió una embajada de la tribu belga de los remos, que no querían participar de la conjura masiva de las tribus vecinas y que se pusieron a disposición de los romanos. César se aseguró su fidelidad tomando como rehenes a los hijos de las familias más poderosas de la tribu.
Batalla del río Axona o Aisne 57 AC
César cruzó el río Axona y estableció el campamento al otro lado, dejando 6 cohortes en un fuerte para asegurar el puente a las órdenes de Quinto Titurio Sabino. El ejército belga estaba asediando la ciudad rema de Bibrax o Bibracte, cuya población envió un mensajero a César pidiendo socorro. César envió parte de sus auxiliares, arqueros númidas y cretenses, honderos de baleares, que aprovecharon la noche para entrar en Bibrax. Después de esto, los belgas abandonaron su asedio de la ciudad y acamparon su ejército a 3 km del campamento de César.
Aunque era reacio a presentar batalla al principio, algunas pequeñas escaramuzas de caballería entre los campamentos, en especial los tréveros que eran vecinos de los belgas y dieron a César la impresión de que sus hombres no eran inferiores a los belgas, de manera que decidió presentar batalla.
Como las fuerzas de César eran superadas en número y, por lo tanto, corrían el riesgo de ser rodeadas por los flancos, hizo que su ejército construyera dos trincheras, cada una de 400 pasos de largo, una a cada lado de la llanura por delante del campamento romano. Al final de estas trincheras, César hizo que se construyeran pequeños fuertes en los que colocó su artillería. Entonces, dejando a las legiones más bisoñas la XIII y XIV como reserva en el campamento, llevó a las otras seis (VII, VIII, IX, X, XI y XII) en orden de batalla, y el enemigo hizo lo mismo.
Se entablaron algunas escaramuzas de caballería, pero los belgas no se movieron, dado que para atacar a los romanos, debían atravesar una pequeña zona cenagosa a ambas orillas del río Miette afluente del Axona y luego atacar cuesta arriba, lo que suponía darle una enorme ventaja al contrario.
En lugar de ello, parte de las tropas belgas intentaron vadear el Axona para atacar el fortín defendido por Titurio y destruir el puente, a fin de cortar la retirada romana y privarles de suministros. Pero el procónsul reaccionó de inmediato y mandó unidades a cortar el paso. César envió a su caballería e infantería ligera (arqueros y honderos) pasaron por el puente, y atacaron por ambos flancos las fuerzas que estaban intentando vadear el río Axona, que rápidamente se dieron a la fuga y muchos fueron muertos.
Desanimado por el atrevido ataque de los hombres de César, y por su consecuente incapacidad de tomar el campamento al asalto o bloquear a los romanos de impidiéndoles cruzar el río, las fuerzas belgas se retiraron a su campamento.
Entonces, convocando un consejo de guerra. Se acordó que cada cual volviera a su tierra y que desde todas partes se reunieran para defender a los primeros a cuyo territorio llevasen los romanos su ejército.
La retirada se hizo en total descoordinación, casi una huida: al anochecer, cada cual se puso en marcha, sin orden ni concierto, alertando con la algarabía a los romanos que, además, tenían espías dentro del campamento enemigo que les comunicaron lo que ocurría. Aun así, César, temiendo una emboscada y para evitar el combate nocturno, siempre confuso y complicado, esperó al amanecer para lanzarse en su persecución, una vez que sus exploradores confirmaron la retirada enemiga. La caballería y el legado Tito Labieno con tres legiones dieron alcance a la retaguardia belga, y se produjo gran mortandad al romper filas el enemigo y buscar su salvación cada cual como pudo. César había quebrado la coalición belga.
Sin dilación, el procónsul romano aprovechó la desbandada y, a marchas forzadas, se presentó aquel mismo día delante de la capital suesona, Noviodunum, pues había oído que disponía de pocas fuerzas. Pero no pudo tomarla, gracias a su ancho foso y elevadas murallas, con lo cual se aprestó a fortificar su campamento y a preparar el asedio, construyendo manteletes, torres y una rampa.
Entretanto, los fugitivos del ejército suesión aprovechando la noche, entraron en la plaza, pero, desmoralizados ante el despliegue romano y aprovechando la intercesión de los remos, se rindieron y entregaron armas y rehenes.
Inmediatamente, se puso en marcha hacia la principal plaza belóvaca, Bratuspancio, pero, antes siquiera de alcanzarla, esta envió su rendición. Esta vez fue el druida Diviciaco quien intercedió por los belóvacos, a los que unían lazos de clientela con los heduos. Otra vez se tomaron rehenes y armas, y el ejército romano continuó hacia el territorio ambiano, alcanzando su capital, Samarobriva, y aceptando también su rendición.
Batalla de Sambre o Sabis (57 AC)
Pero no todos los belgas iban a doblegarse tan fácilmente. Al noreste del territorio ambiano habitaban los nervios, que reprochaban al resto de belgas su cobardía. Reacios a la influencia de Roma, no consentían recibir importaciones mediterráneas, sobre todo vino, por considerarlo debilitador.
El ejército romano se internó en territorio nervio con 8 legiones (40.000), 8.000 auxiliares y 4.000 jinetes celtas aliados. Al tercer día, César supo por prisioneros que los nervios le esperaban a unos 15 km de distancia, al otro lado del río Sabis (Sambre). Junto a los nervios que eran unos 60.000 habían acudido los atrebates unos 15.000 y los viromanduos unos 10.000, y estaban esperando también a los atuáticos que estaban en camino. Los nervios habían refugiado a sus no combatientes en un lugar inaccesible, entre pantanos.
César envió exploradores y a algunos centuriones delante del ejército, para buscar un emplazamiento adecuado para el campamento.
Localizaron una colina en la ribera del Sabis (Sambre), que descendía hasta el río suavemente, y frente a la cual, al otro lado del cauce, se levantaba otro ribazo, descubierto en sus primeros 300 metros pero después poblado por un tupido bosque. Salvo algunos destacamentos de caballería que patrullaban la orilla opuesta, no había rastro de los nervios.
César envió por delante a su caballería, detrás 6 legiones y detrás la impedimenta con otras dos legiones que eran más bisoñas.
La caballería, los honderos y arqueros auxiliares cruzaron el río, que tenía cerca de 1 metro de profundidad, para ahuyentar a la caballería belga y actuar de cobertura mientras las legiones construían el campamento.
Las seis legiones llegaron a la colina elegida y, empezaron la fortificación del campamento. Aparte de la caballería y los infantes ligeros, César no dispuso una línea de legionarios cubriendo el trabajo de sus compañeros, como había hecho en anteriores ocasiones.
Los belgas salieron del bosque en tromba, rechazando fácilmente a la caballería e infantes ligeros romanos que pudieron dar la alarma, y cruzaron con ese mismo ímpetu el río Sabis.
En el flanco izquierdo iban los nervios mandados por su rey Boduognato, en el centro los viromanduos y a su derecha los atrebates. Se enfrentaron respectivamente a las legiones VII y XII del flanco derecho, la VIII y XI del centro, la X y IX del flanco izquierdo romano.
Los romanos se vieron sorprendidos por lo súbito del ataque e inmediatamente dieron las señales de alarma con las tubas, para llamar a las armas e intentar formar una línea de batalla. Ante la inminencia del ataque y la imposibilidad de recoger su equipo completo, algunos soldados romanos que se hallaban en la construcción del campamento se dispusieron a la defensa del mismo, y entablaron combate sin casco y utilizando la pala o la dolobra (zapapico) como arma.
En el flanco izquierdo, los legionarios de la X y IX, recibieron con una salva de pila a los atrebates, que tras cruzar el río debían subir colina arriba. Esto los desorganizó, y la feroz carga de los legionarios hizo que retrocedieran, intentando plantar cara al otro lado del cauce, aunque también de allí fueron desalojados.
En el centro las legiones XI y VIII recibieron de igual forma a los viromanduos que combatían contra ellos en la orilla del Sambre (Sabis).
Pero las cosas eran distintas en flanco derecho. El jefe de los nervios, Boduognato, lanzó a una parte de sus guerreros, en formación cerrada, contra las legiones XII y VII, mientras que otros intentaron rodearlas por la derecha. Estos penetraron en el campamento romano a medio levantar y rechazaron a la dispersa caballería y tropas ligeras que había buscado refugio allí, además del personal no combatiente como criados y esclavos de los legionarios.
Los jinetes auxiliares tréveros, viendo cómo se desarrollaba la batalla, creyeron completa la derrota romana y volvieron grupas.
César acudió a la zona de la legión XII, que según cuenta el propio César, estaban muertos los centuriones y el abanderado de la 4ª cohorte y se había perdido el estandarte. Estaban heridos o muertos casi todos los centuriones de las demás cohortes, y el resto de los legionarios se mostraban remisos a la lucha, y otros muchos se contentaban con evitar los dardos del enemigo.
César cogió el escudo a uno de los que huía y, por entre la masa humana que obstruía el paso, se adelantó hasta la primera fila. Una vez allí, arenga a sus tropas, dio la orden de abrir las filas para evitar el apelotonamiento y poder usar las gladius, y dio la orden a la legión VII, que había quedado aislada, que se aproximase para formar un cuadro para protegerse mutuamente la retaguardia. Ordenó a la legión XII se aproximase a la legión VII y se juntasen por la retaguardia de ambas para evitar el ataque nervio por la espalda.
Tras hacer huir a los atrebates, Tito Labieno había conducido a las legiones X y IX hasta el campamento belga en la cima de la colina al otro lado del Sambre (Sabis). Viendo desde allí cómo se desarrollaba la batalla, ordenó a la legión X descender a la carrera para socorrer a sus compañeros.
El sobrino de César, que con las legiones XIII y XIV se dirigían al campamento romano escoltando los convoyes de víveres, se topó con los jinetes en fuga, que le informaron de la situación. Rápidamente, agrupó a sus hombres y se lanzó a paso ligero en auxilio de su tío. Atrapados por todas partes, los nervios vendieron cara su vida, sufriendo pérdidas tremendas (según César solamente sobrevivieron 500 de los 60.000 guerreros).
La batalla había acabado, y con ella, prácticamente, la resistencia belga. César marchó contra los atuáticos, que pagaron con el cautiverio el intentar resistirse al rodillo romano.