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Antecedentes
En el año 54 AC, César estacionó una legión y cinco cohortes (una legión y media) durante el invierno en el país de los eburones, que habitan entre el Mosa y el Rin, bajo el mando de los legados Quinto Titurio Sabino y Lucio Aurunculeyo Cota. Los eburones, encabezados por su rey Ambiórix y atacaron y mataron a unos legionarios romanos que buscaban alimento fuera del campamento.
Algunos soldados huyeron y se refugiaron en el campamento, los romanos tomaron inmediatamente las armas, desplegaron en línea y destacaron un grupo de jinetes hispanos, en el choque los galos fueron derrotados y desistieron del asalto.
Al ver Ambiórix lo arriesgado que suponía seguir el combate, decidió negociar con los jefes romanos y les ofreció información de cómo otras tribus planeaban atacar los campamentos romanos con ayuda de tribus germánicas que cruzarían el río Rin.
Batalla de Atuatuca 54 AC
Asustados con las noticias, aunque venía de boca del enemigo, no podían despreciarlas. Tenían dos opciones o quedarse y pedir refuerzos o bien levantar el campamento e ir a otro campamento.
Para evitar el riesgo los romanos decidieron trasladarse, iniciaron el viaje al amanecer y cuando cruzaban un valle de Atuatuca Tungrorum (la actual Tongeren en Bélgica), Ambiórix les había tendido una trampa, la vanguardia fue bloqueada y la columna fue atacada por ambos flancos desde las laderas del valle. Los romanos reaccionaron formando círculos para defenderse de los ataques.
Los galos lanzaban proyectiles a los círculos, y cuando los romanos salían de la formación para atacar a los galos, estos huían monte arriba, su mayor peso del equipo les impedía hacer una persecución eficaz. Con el tiempo las bajas fueron aumentando y la tropa romana fue exterminada, salvo unos pocos que escaparon por el bosque y llegaron hasta el campamento de Tito Labieno. Cayeron la legión y las cinco cohortes.
Asedio de Cicerón
Envalentonado Ambiórix con esta victoria, marchó sin dilación con su caballería a los aduáticos, confinantes con su reino, sin parar día y noche, y mandó que siguiese detrás la infantería. Los aduáticos se unieron a la rebelión, y al día siguiente se dirigieron a los nervios. Despachó al instante mensajeros a los centrones, grudios, levacos, pleumosios y gordunos, reunieron un gran ejército y se dirigieron a otro campamento romano a cargo de Quinto Tulio Cicerón, hermano del famoso orador y que se encontraba en Namur.
Los romanos que estaban en busca de leña y fajina, fueron sorprendidos con la repentina llegada de los galos, que empezaron a atacar el campamento. Cicerón envió mensajeros a César prometiéndoles una gran recompensa, pero todos fueron capturados.
Los galos cercaron el campamento con foso y terraplén, al día séptimo del cerco, soplando un viento recio, empezaron a tirar proyectiles incendiarios, prendiendo fuego a los barracones cuyo techo eran de paja, y con la violencia del viento se extendió por todo el campamento. Los seguros ya de la victoria, acercaron la torre de asedio y con escalera comenzaron a escalar el vallado. Los romanos consiguieron derribar y quemar la torre.
Cicerón envió a un esclavo galo llamado Verticón, prometiéndole la libertad y grandes galardones, para que llevase un mensaje a César, consiguiendo pasar las líneas. César recibió el mensaje a los once días de asedio, mandó inmediatamente aviso al cuestor Marco Craso que tenía sus cuarteles en los belóvacos, a distancia de unos 40 km mandándole que acudiese inmediatamente con su legión. Envió otro al legado Cayo Fabio, para que condujese su legión a la frontera de Artois, por donde pensaba él hacer su marcha. Mandó otro a Labieno, para se acerque con su legión a los nervios. Partiendo con 400 jinetes inmediatamente.
Los galos, al enterarse de los movimientos por sus espías, levantaron el cerco, y con todas sus tropas, que se componían de 60.000 efectivos, se dirigen contra César. Cicerón pidió de nuevo a Verticón que llevase otra carta a César. Recibida esa carta César, al enterarse de que Cicerón estaba libre de asedio, y, por tanto, no era menester apresurarse, eligió un terreno favorable, hizo alto, y se atrincheró lo mejor que pudo con sus 7.000 efectivos.
Los galos aguardaban mayores refuerzos, que aún no se habían reunido. A la mañana siguiente, la caballería gala se acercó al campamento, la caballería romana salió y se trabó combate. César ordenó replegarse al campamento.
Envalentonados los galos, avanzaron con su ejército desordenadamente contra la empalizada, y arrojando toda clase de proyectiles, y otros comenzaron llenar los fosos. Entonces César ordenó abrir todas las puertas y hacer una salida, poniendo en fuga a los enemigos que se encontraban desperdigados, por suerte que no ofrecieron mucha resistencia, salió después la caballería que los persiguió con que mató a muchos de ellos.
Asedio de Labieno
Mientras Labieno, había entrado en el país de los nervios y se había atrincherado para evitar que estos se uniesen a la rebelión. El rey nervio Induciomaro casi diariamente andaba merodeando alrededor del campamento con toda su caballería, bien para observar el asedio, bien para trabar conversación, o bien para acosar lanzando proyectiles. Labieno tenía a los suyos encerrados en las trincheras, y procuraba por todos los medios dar la impresión que tenían miedo.
Todos los días Induciomaro realizaba su demostración de fuerza sin que hubiese reacción por parte de los defensores. Esto les hacía cada vez más atrevidos. Un día mientras los jinetes galos estaban lanzando proyectiles a la empalizada romana, Labieno ordenó salir toda su caballería por dos puertas, con la orden expresa de matar solo a Induciomaro. Había prometido un gran premio al que le matase, y detrás destacó una parte de la legión para apoyar a la caballería. Al ir todos tras Induciomaro, este intentó vadear un río para huir, siendo muerto, y su cabeza llevada en triunfo al campamento. La caballería de vuelta persiguió y mató a cuantos pudo. Con la noticia de la muerte, las tropas de los eburones y nervios se dispersaron.
Tras la victoria, César quiso dar un escarmiento a los eburones, su país era difícil para los romanos, al ser boscoso y abundante en parte de ciénagas. César invitó a los pueblos vecinos a saquearlo, para preservar sus propios hombres, y también, con la ayuda de ellos, para exterminar a este pueblo.
César incendió cada villa y edificio que pudo encontrar en el territorio de los eburones, se llevó todo el ganado, y sus hombres y bestias consumieron todo el grano que el tiempo de la estación otoñal no había destruido. Dejó a aquellos que se habían ocultado, si quedó alguno, con la esperanza de que morirían de hambre en el invierno. Y así parece que ocurrió, pues no se volvió a oír nada sobre los eburones. Su país pronto fue ocupado por otra tribu germana, los tungros.
Este mismo año se produjeron varias rebeliones esporádicas, como la de los carnutes o la de los senones, pero fueron fácilmente reprimidas.
Tropas de César atacando un poblado galo posiblemente eburón. Autor Christian Jégou