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Operaciones finales 51 AC
Desde su cuartel general en Bribacte, César comenzó la pacificación de la Galia Central en pleno invierno. En enero se dirigió contra los bitúrigos, que no se esperaban su llegada y se huyeron a las ciudades vecinas, después se dirigió contra los carnutos, y finalmente contra los belóvacos, al mismo tiempo que envió a Lavieno al país de los tréveros y vagiones.
A mediados del año 51 AC, le tocó el turno al ámbito septentrional de los belgas, mientras diferentes cuerpos de ejército se desplegaban por los pueblos de las orillas del Loira, Bretaña, Normandía, devolviéndolos a la obediencia romana.
Fabio derrotó a Dumnaco y sometió a los carnutos y armòricos.
Asedio de Uxeloduno
Lucterio que era el jefe de los cadurcos, y Drapes que era el líder de los senones, unieron sus fuerzas y decidieron seguir con la resistencia. Cayo Caninio Rébilo que era el gobernador de la zona, los persiguió y estos se refugiaron en el oppidum de Uxeloduno, pretendiendo esperar hasta el fin del gobierno de César, después de lo cual podrían rebelarse de nuevo.
Uxeloduno estaba fuertemente fortificado por su posición natural, estaba construida en una colina con empinadas laderas, una de ellas apoyada en un río, no podía tomarse como Alesia lo había sido en año anterior. Caninio, era consciente de que sus dos legiones no podían esperar repetir el éxito de César en Alesia, y se contentó con dividir sus legiones en tres campamentos situados en un terreno suficientemente alto para impedir la salida de la fortaleza y permitirle cerrarla gradualmente.
Lucterio, que había estado en Alesia, urgió a los sitiados que acapararan provisiones. Huyendo al amparo de la noche, Lucterio y Drapes dejaron 2.000 guerreros dentro de Uxeloduno, y se llevaron al resto en busca de grano. Mientras algunos de los cadurcos les dieron provisiones libremente, otros se vieron obligados a entregarlas a la fuerza. Después de reunir una gran cantidad, intentaron introducir subrepticiamente las provisiones en la fortaleza. Sin embargo, los centinelas de Caninio los detectaron, y Caninio dirigió sus tropas a un fiero ataque contra los convoyes. Lucterio, a cargo del convoy, huyó sin advertirlo a Drapes. El resto de los hombres que acompañaban al convoy fueron masacrados hasta el último hombre, cerca de 12.000 galos fueron muertos.
Caninio entonces dejó a una legión defendiendo los campamentos, y tomó la otra legión y toda la caballería para perseguir a Drapes, le alcanzó y en el combate consiguió matar o capturar a todos los galos, incluyendo al propio Drapes.
Regresando al campamento dedicó sus hombres a completar el cerco de Uxeloduno. Cayo Fabio, otro de los legados de César a quienes se le había asignado la tarea de someter a los senones, llegó poco después, y puso sus propias dos legiones a trabajar junto a las de Caninio.
César determinado a someter la Galia mientras aún era su gobernador, dejó detrás a sus legiones, y cabalgó junto con la caballería hacia Uxeloduno, moviéndose tan rápido como podían sus caballos. Sorprendiendo a sus legados, quienes no esperaban su llegada, rápidamente percibió que Uxeloduno no podía ser tomado por asalto. Habiendo sido informado de que la ciudad tenía mucha comida, a pesar del fracaso de Lucterio y Drapes para incrementar las reservas, César eligió privar a sus habitantes de agua y rápidamente ideó un método para hacerlo.
La naturaleza del terreno le impedía desviar el río, pues corría muy próximo al pie de la montaña de manera que no podían excavarse canales de derivación en ninguna dirección. Pero esa misma inclinación también hacía difícil la vida para los defensores, pues la bajada al río era extremadamente difícil. Dándose cuenta de ello, César ubicó arqueros y balistas para atacar a cualquier defensor que intentara coger agua del río.
La única fuente adicional de agua, era un manantial que surgía de la escarpada montaña justo por debajo de los muros de Uxeloduno, parecía imposible de bloquear, ya que el terreno era demasiado escabroso, y no podía ser tomado a la fuerza. Sin embargo, César se informó de las fuentes del manantial. Ordenó a sus hombres que construyeran una rampa de tierra y piedras, en la cual poder apoyar una torre de asalto de diez pisos de alto para bombardear el manantial. Sin embargo, mientras se llevaba a cabo esta tarea, tuvo a hombres cavando minas en la tierra, con túneles que inexorablemente se acercaban a las fuentes del manantial.
Los galos estaban entretenidos con la torre de asalto de César, y la atacaron con todos sus medios, consiguiendo incendiarla, César ordenó a sus hombres que rodeasen la fortaleza y lanzaran grandes gritos, como si se dispusieron a asaltar las murallas para seguir teniéndoles entretenidos. Mientras los minadores de César habían logrado desviar las fuentes del manantial. Cuando este se secó, los galos dentro de Uxeloduno cayeron en la desesperación, convencidos de que los dioses los habían abandonado, y capitularon.
César les castigó bárbaramente con la amputación de las manos. El resto de la campaña fue ya simplemente una concesión a la vanidad del procónsul, que recorrió la Aquitania para recibir personalmente las muestras de sometimiento de sus habitantes.
Consecuencias de la guerra de las galias
Según Plutarco, los resultados de la guerra fueron: 800 ciudades conquistadas, 300 tribus sometidas, un tributo de más de 40 millones de sextercios para César, un millón de prisioneros vendidos como esclavos y otros tres millones muertos en batalla (se estima que la población gala era de unos 8 a 15 millones de habitantes antes de la guerra). Cada soldado romano recibió un esclavo galo.
El triunfo romano en la Guerra de las Galias se debió a una combinación de astucia política, campañas efectivas y una mayor capacidad militar que sus oponentes galos. César llevó a cabo una política de «divide y conquista» para acabar con sus enemigos, poniéndose del lado de tribus individuales durante sus disputas con oponentes locales. Reunió de forma sistemática información sobre las tribus galas para identificar sus características, debilidades y divisiones, lo que a su vez le permitía poder librarse de ellas. César no menciona en sus el número de las fuerzas galas que le apoyaban, que comprendían casi la totalidad de su caballería y fuerzas ligeras.
Los galos podían disponer de inmensos ejércitos, pero sufrían falta de flexibilidad, disciplina y constancia sobre todo cuando se enfrentaban a posiciones organizadas, los legionarios de César decían que se habían ganado más batallas con la dolobra (zapapico) que con la espada.
El emperador Augusto, sucesor del asesinado Julio César, dividió la Galia en el año 27 en cuatro administraciones o provincias:
- Gallia Narbonensis, desde los Alpes hasta los montes Cévennes.
- Gallia Lugdunensis, entre los ríos Loira, Saona y Sena.
- Gallia Aquitania, que limitaba al norte con el río Loira.
- Galia Bellgica, que se extendía entre los ríos Sena y Rin y cuyo límite por el norte era el mar del Norte.
Esta administración se mantuvo así hasta principios del siglo IV en que hubo cambios con el emperador Diocleciano.