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Antecedentes
Entre el 56 y 55 AC las tribus germanas de los usípetes y téncteros (que sumaban de 150.000 a 180.00 personas, aunque según César eran 400.000), presionados por los suevos, cruzaron el río Rin, A continuación cruzaron también el río Mosa. En el cruce vencieron a la tribu belga de los menapios y se asientan en sus villas. Desde allí, atacaron a los eburones aliados de Roma, que pidieron ayuda.
Así que, César se dirigió al norte con su ejército a poner orden. Se le acercaron embajadores germanos explicándole los motivos de su migración y sus buenas intenciones. César, sospechando que solo querían ganar tiempo para reorganizar su ejército y enfrentarle, les exigió, ya que necesitaban tierras donde asentarse, que se retirasen más al sur, junto a una tribu aliada de Roma, los ubios.
En plena tregua, y mientras se llevaban a cabo las conversaciones, la caballería gala aliada de los romanos fue sorprendida y derrotada por la germana, causándoles 6.000 bajas, curiosamente los germanos tenían caballos de menor porte y tamaño que los aliados galos.
Ataque a los germanos
Los germanos se disculparon diciendo que había sido un hecho aislado no organizado por los jefes germanos, sino por circunstancias ajenas a ellos y producto de la presión que habrán sentido algunos germanos por el acoso del ejército romano.
César, enfurecido, apresó a los jefes germanos y ordenó un ataque general al campamento germano, aprovechando que la caballería de estos había salido a pastar. Los germanos fueron sorprendidos y no pudieron organizarse, ya que sus jefes habían sido apresados por César y su caballería estaba fuera. Muchos germanos murieron, capturando a 100.000 de ellos, en su mayoría mujeres, niños o ancianos. En consecuencia, ambas tribus germanas volvieron a su país con los sobrevivientes.
Al otro lado del río había también tribus aliadas de Roma, como los ubios. Estos ofrecieron a César barcos para que las legiones cruzasen el río y atacasen a las tribus germánicas.
Los ubios habían enviado embajadores a César y formado una alianza y dado rehenes, suplicaron encarecidamente “que les trajera ayuda, porque estaban gravemente oprimidos por los suevos; o, si se lo impedían otros asuntos, que al menos transportara su ejército por el Rin”; que eso sería suficiente para su ayuda actual y su esperanza para el futuro. Prometieron un gran número de naves para transportar al ejército.
Cruce del Rin en el 55 AC
César deseó cumplir otro hito: ser el primer general romano que cruzara el Rin con un ejército. Mandó a construir un puente y en tan solo diez días estaba listo.
La construcción se realizó entre las actuales Andernach y Neuwied, río abajo de Coblenza, una zona donde la profundidad del río sería de hasta 9 metros. En ambas orillas se levantaron torres de vigilancia para proteger las entradas, y río arriba se colocaron pilotes y barreras como medida de protección contra ataques y objetos flotantes arrastrados por la corriente.
Los 40.000 legionarios de César levantaron el puente en tan solo 10 días sobre dobles pilotes de madera que se clavaban en el lecho fluvial dejando caer sobre ellos una enorme y pesada piedra a modo de maza. El sistema de construcción aseguraba que, cuanto mayor fuese la corriente, más unidas se mantenían las partes del puente.
“Trababa entre sí con separación de dos pies dos maderos gruesos pie y medio, puntiagudos en la parte inferior, y largos cuanto era hondo el río; metidos éstos y encajados con ingenios dentro del río, hincábanlos con mazas, no perpendicularmente a manera de postes, sino inclinados y tendidos hacia la corriente del río. Luego más abajo, a distancia de cuarenta pies, fijaba enfrente de los primeros otros dos trabados del mismo modo y asestados contra la fuerza y la corriente del río. Ambos, además, se mantenían firmemente separados por vigas de dos pies de grosor (el espacio que ocupaba la unión de los pilotes), colocados en sus extremos entre dos abrazaderas a cada lado, y en consecuencia de que éstos estaban en direcciones diferentes y fijados en lados opuestos el uno al otro, tan grande era la fuerza de la obra, y tal la disposición de los materiales, que en la proporción en que la mayor masa de agua se precipitaba contra el puente, tanto más cerca se mantenían sus partes unidas”. Julio César, Comentarios a la Guerra de las Galias.
No se sabe quien fue el ingeniero responsable de esta nueva técnica de construcción de puentes, que nunca antes se había utilizado. Cicerón sugiere en una carta que su nombre era Mumarra, aunque no hay que descartar la posibilidad de que fuera Marco Vitruvio Polión (el arquitecto autor de los famosos Diez libros de arquitectura), que se encontraba con César. Se calcula que la longitud de este puente pudo ser de entre 140 y 400 metros, y su anchura de entre 7 y 9 metros.
Una vez estuvo finalizado, César cruzó con sus 40.000 efectivos a la otra orilla, donde le esperaban los ubios. Entonces se enteró de que las tribus de los sicambrios y los suevos se habían replegado hacia el Este, en previsión de su llegada. El propio Julio César estimaba en 430.000 guerreros germanos la fuerza a combatir (actualmente se considera una exageración).
No pudiendo presentar batalla y tras destruir algunos poblados, César decidió dar media vuelta, volver a cruzar el puente. Solamente había estado 18 días del otro lado del Rin, a su regresó mandó desmontar el puente de nuevo para que no fueses utilizado por los bárbaros.
El puente demostraba al mundo, y especialmente a los germanos, que no había límites físicos para donde Roma pueda ir.