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Situación de Bohemia
Bohemia era el electorado más grande y más poblado del Imperio con 1.4 millones de habitantes distribuidos en 56.000 km². Conformada por cinco provincias (Bohemia, Moravia, Silesia, la Alta Lusacia y la Baja Lusacia), cada una contaba con su propia dieta y sus propias leyes. La provincia de Bohemia había sido elevada al rango de reino en 1212 mediante la bula de Oro de Sicilia, con la incorporación de las otras cuatro como estados vasallos, y, por lo tanto, clamaba predominancia sobre las demás, prohibiéndoles incluso que participaran en la elección del monarca.
Con la muerte del rey Luis II de la dinastía Jagellón en 1526, la corona de Bohemia había pasado a manos del emperador Fernando I de Habsburgo, quien tuvo que ser proclamado electo por los estados locales, a pesar de que su dinastía consideraba la corona un derecho hereditario. Esta situación se mantuvo hasta 1617, cada vez que un Habsburgo asumía la corona de Bohemia, lo hacía alegando haberla heredado, pero los estados siguieron insistiendo en elegir a su monarca, aunque en la práctica el resultado era el mismo.
La provincia era muy importante para los Habsburgo, el rey de Bohemia no solo obtenía un voto en la elección del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, sino que los impuestos recolectados por ellos allí cubrían la mitad de los gastos de la administración del Imperio. Luego de la reforma protestante, el catolicismo había sido fuertemente reducido en Bohemia y Moravia, cuya presencia entre la población era de 15 % y 35 % respectivamente. Preocupados en afianzar su control en sus Estados, los Habsburgo promocionaron entonces activamente un resurgimiento católico a partir del 1600, al asociarlo a la lealtad política de sus súbditos. Gracias a la extinción de varias dinastías bohemias, la corona bohemia en manos de los Habsburgo y la iglesia Católica fueron capaces de adquirir más territorio, que fue transferido a familias nobles católicas, logrando aumentar la proporción de estos en Bohemia, que para 1610 llegaban al 20 %.
Los nuevos terratenientes, militantes del catolicismo y muchos de ellos conversos, beneficiaron entonces fuertemente a sus correligionarios, excluyendo a los protestantes de la administración; por ejemplo, para 1594, los cargos claves del gobierno en Moravia se encontraban en manos protestantes, pero una década después la predominancia católica era clara. Aunque durante años los luteranos bohemios habían sido aliados de los católicos por temor al radicalismo calvinista, estas políticas discriminatorias condujeron a una polarización en bandos religiosos; muchos protestantes que hasta entonces habían sido leales al Emperador empezaron a cuestionarlo, al sentirse marginados de los favores de la corte.
El gobierno del emperador Rodolfo II de Habsburgo se caracterizó por el debilitamiento de la autoridad de los Habsburgo frente a la autonomía de sus estados.
La larga guerra de 1593 de los Habsburgo contra los otomanos representó una oportunidad para unir a las diferentes religiones cristianas en el Imperio contra un enemigo común. Sin embargo, el fracaso de esta campaña minó el poder del emperador Rodolfo II, incluso dentro de su misma familia. En 1608, su hermano Matías de Habsburgo conspiró abiertamente contra él con el apoyo militar de los estados de Hungría, Moravia y Austria; obligando a Rodolfo a hacer grandes concesiones religiosas a los estados de Bohemia y Silesia, liderados por el conde Enrique Matías Thurn, a través de un documento conocido como la Carta de la Majestad, como condición de que se quedasen a su lado. Matías no pudo quedarse atrás, y tuvo que hacer concesiones similares los estados, de mayoría protestante, que lo apoyaban. No obstante, en 1611, Matías logró hacerse con la corona de Bohemia, con apoyo luterano, y al año siguiente fue electo Emperador luego de la muerte de su hermano.
La debilidad de Rodolfo había detenido momentáneamente las reformas católicas en los estados, pero el gobierno de Matías, bajo el liderazgo del obispo Melchior Klesl, las retomó con vigor. Una vez más los protestantes se vieron marginados de trabajos en la administración imperial, en la Baja Austria por ejemplo, el 58 % de los nobles católicos trabajaban allí, comparado con el 13 % de los protestantes; sumado al hecho de que el número de familias nobles sin tierras era cada vez mayor, la seguridad que estos trabajos brindaban no era desdeñable. Los bohemios se vieron además carentes de autoridad ejecutiva en sus tierras, ya que esta última fue otorgada a los Regentes, diez representantes seleccionados por los Habsburgo. Los protestantes bohemios, liderados por el conde Thurn, procedieron entonces a manifestar su descontento contra estos últimos, ya que aún no se atrevían a desafiar abiertamente al Emperador, a pesar de que se sentían traicionados por él.
Ante la próxima muerte de Matías, el clima de descontento entre los nobles bohemios empeoró luego de que ellos mismos eligieran el 29 de junio de 1617 a Fernando de Estiria como nuevo rey de Bohemia; ya que a pesar de que antes de la elección habían recibido confirmación de que Fernando respetaría las concesiones de Rodolfo, en la práctica no lo apreciaron así. Se convocó entonces a una asamblea de nobles en marzo de 1618, con reducida asistencia, donde solicitaron que Fernando respetara lo acordado en 1609. La reacción imperial provino de Klesl, a través de una dura respuesta que fue entregada por los Regentes. Thurn y sus seguidores se reunieron de nuevo en mayo, esta vez con mayor concurrencia, y desafiaron abiertamente a los Regentes, que les habían pedido que se dispersaran, es entonces que Thurn declaró que deberían arrojar a estos últimos por la ventana, «como es costumbre«, en clara alusión a la Primera Defenestración de Praga.
La revuelta y la Confederación
Tercera defenestración de Praga
El 23 de mayo de 1618, Thurn y sus hombres subieron al castillo de Praga donde encontraron a cuatro Regentes, dos fueron liberados, pero Vilém Slavata y Jaroslav Borita von Martinitz fueron arrojados de cabeza por una ventana del tercer piso, junto con un escriba. Sorprendentemente, los tres no solo sobrevivieron, sino que pudieron escapar y alertar a las autoridades imperiales.
La respuesta de los Habsburgo fue de indignación, ya que consideraban que Klesl había cedido ante todas las demandas bohemias, lo que provocó que fuera arrestado. Con pocos recursos, ambos bandos buscaron ayuda fuera de las tierras imperiales en vano. España y el papa Paulo V, no consideraron sería la amenaza bohemia, y no apoyaron con recursos a Fernando y Matías. El duque Elector Juan Jorge de Sajonia, aunque luterano, fue contactado por el Emperador, pero el primero quería resolver la crisis mediante negociaciones. Los rebeldes tuvieron peor suerte, ya que hasta la dieta de Moravia se mostró reluctante en enviar recursos y hombres.
Inicio de la revuelta
Sin apoyo externo, de todas maneras los rebeldes bohemios iniciaron la ofensiva con un ejército de 12.000 hombres bajo el mando de Thurn, a los que luego se unieron 2.000 mercenarios suizos al mando del conde Ernesto de Mansfeld, pagados por el duque Carlos Manuel de Saboya; posteriormente Silesia mandó 3.000 hombres bajo el mando del márgrave de Jägerndorf, el duque Juan Jorge de Hohenzollern. Superados numéricamente, los 14.200 soldados imperiales, bajo el mando del conde de Bucquoy, Carlos Buenaventura de Longueval, tuvieron que abandonar su marcha directa a Praga, y esperar refuerzos en Budweis y Krems, donde pasaron el invierno.
Mientras tanto, la Unión Protestante se había reunido en octubre en Rotemburgo, donde su presidente, el príncipe elector Federico IV del Palatinado intentó en vano convencer a los otros miembros de apoyar la revuelta. Aparentemente, el joven príncipe no estaba al tanto que su canciller, el duque Cristián de Anhalt-Bernburg, había estado enviando embajadores a Thurn con la idea de conseguirle la corona de Bohemia. Los otros líderes protestantes sí se habían percatado de estos movimientos, y no estaban dispuestos en unirse a una rebelión que aparentemente solamente beneficiaría a Federico.
El conde Ernesto de Mansfeld, figura militar clave en la revuelta, luego contribuyó a propagar la guerra en el norte del Imperio.
El 20 de marzo de 1619, el emperador Matías murió finalmente y Austria pasa al control nominal de Fernando, quien ofreció una amnistía general a los rebeldes, quienes la rechazan. El 18 de abril, Thurn avanza con 9.000 hombres contra Moravia, donde se refugiaba un regimiento de 1.300 valones al mando del coronel Albrecht von Wallenstein, aprovechando la declaración de neutralidad morava. Aunque los rebeldes ocuparon Moravia sin problemas, no lograron evitar que Wallenstein escapase y tampoco lograron que la Dieta morava se les uniese.
Al no obtener el apoyo esperado de esta última, el conde Thurn decidió buscar el apoyo de los protestantes austríacos, y llevó 10.000 hombres a las afueras de Viena el 5 de junio; donde en vano esperó una señal de nobles protestantes, quienes debían entregarle la ciudad, ya que no contaba con artillería para sitiar una ciudad tan fortificada. Por su parte, las fuerzas de Fernando fueron siendo reforzadas alrededor de la ciudad y llegaron a reunir 5.000 efectivos. Con sus líneas de abastecimiento comprometidas, Thurn se vio obligado al retirarse el 12 de junio, y la quinta columna protestante de Viena también huyó de la ciudad.
Simultáneamente a los hechos en Viena, el 10 de junio las fuerzas bohemias sufrieron una derrota cerca de Záblatí, cuando Bucquoy logró arrinconar a Mansfeld junto con 3.000 hombres en una pequeña villa; aunque el conde logró escapar para reunirse con los comandantes Thurn y Hohenlohe, el sur de Bohemia entonces estaba en manos de las fuerzas imperiales. Estos reveses bohemios llegaron en buen momento para el archiduque Fernando, ya que el 10 de julio seis de los siete príncipes electores se reunieron para elegir al nuevo emperador; el único ausente fue el rey de Bohemia, ya que ante la revuelta, los demás electores no permitieron que Fernando ocupase este lugar. No obstante, ante la falta de un oponente serio, Fernando fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano el 28 de agosto, sucediendo a su primo Matías.
Mientras se realizaba la elección imperial, nobles de las cinco provincias bohemias se reunieron en Praga y proclamaron una confederación el 31 de julio. Aunque persistía la figura del Rey, los nobles bohemios permitieron a las otras cuatro provincias participar en la elección del mismo, así como de conservar sus propias dietas y leyes. Además, también crearon un directorio republicano regido por una constitución de cien artículos, siendo el resultado un sistema político similar a la «democracia aristocrática» de la mancomunidad de Polonia-Lituania. El 16 de agosto, protestantes radicales de Austria se unieron a la Confederación como aliados, y tres días después los bohemios rechazaron formalmente a Fernando como su soberano, argumentando que la elección de 1617 había sido inconstitucional.
Coronación de Federico como rey de Bohemia
El príncipe elector Federico V del Palatinado fue coronado rey de Bohemia por los rebeldes, pero fue incapaz de atraer el tan necesitado apoyo internacional.
Los bohemios entonces se enfrentaban la decisión de elegir a un nuevo Rey, acción que colocaría al noble electo en situación de franca rebeldía ante el Emperador. Entre los candidatos destacaba el duque Carlos Manuel de Saboya, quien había financiado inicialmente a Mansfeld, pero luego tuvo que desentenderse de este cuando Bucquoy consiguió documentos en Záblatí que revelaban su apoyo; el duque de Saboya terminó ofreciendo 12.000 hombres a los Habsburgo para suprimir la revuelta, con la condición de que lo convirtiera en rey, oferta que fue rechazada. También estaba el duque Juan Jorge de Sajonia, quien no quería entrar en conflicto con los Habsburgo, pero aprovechó el acercamiento bohemio para intentar mediar una paz y aumentar su prestigio. El príncipe de Transilvania, el conde Gabriel Bethlen, era otro favorito, pero estaba interesado en la revuelta en Bohemia como escenario para ganar también la corona de Hungría, y al no contar con apoyo otomano decidió limitar sus objetivos.
Finalmente, el más importante de todos y la opción más viable era el duque Federico V del Palatinado, príncipe elector y líder de la Unión Protestante; quien además estaba casado con Isabel Estuardo, hija del rey de Inglaterra Jacobo I, lo que hizo soñar a los bohemios con apoyo inglés en la contienda. La elección de Federico era determinante, el bando moderado, representado por el conde Joaquín Andreas von Schlick se opuso a la misma, ya que fortalecía al ala radical y comprometía a la revuelta en el camino de la guerra. El 26 de agosto, 144 delegados votaron por Federico como su nuevo rey, mientras que seis votos se endosaron a favor de Sajonia, quien de todas maneras había negado su candidatura.
Consciente de la importancia de su decisión, Federico se mantuvo vacilante durante un mes en su capital Heidelberg, pero luego de sobrevalorar el ambiguo apoyo de los ingleses y los holandeses, el 7 de octubre de 1619 salió hacia Praga para ser coronado rey de Bohemia, llegando a finales de mes. El duque del Palatinado argumentó su decisión asegurando que era la mejor manera de estabilizar el Imperio, que supuestamente estaba quedando expuesto ante una amenaza otomana, a pesar de que en ese momento el sultán estaba más concentrado en Persia y Polonia. En realidad, Federico parece haber tomado esta decisión tanto por motivos morales como dinásticos; en su correspondencia declaraba que el ofrecimiento rebelde era una «llamada divina«, que no se podía rechazar; al mismo tiempo, bautizó a su cuarto hijo con el mismo nombre que el emperador Roberto, único duque palatino que ejerció este título. Finalmente, Federico y su esposa fueron coronados en Praga.
Federico recibió rápidamente el reconocimiento de las Provincias Unidas, Dinamarca, Suecia y Venecia, pero fracasó en atraer apoyo considerable a su causa. Su suegro, el rey inglés, no solo se negó a otorgarle préstamos para conseguir tropas, sino que negó públicamente haber conocido los planes de su yerno. Los holandeses le ofrecieron un subsidio que al final nunca entregaron en su totalidad; el estatúder Mauricio de Nassau acaba de salir victorioso en su conflicto con Johan van Oldenbarnevelt, pero todavía debía consolidar su posición en las Provincias Unidas, y no quería arriesgar su tregua con España apoyando abiertamente a Federico. La Unión Protestante movilizó soldados, pero solamente para proteger sus propios territorios ante posibles represalias católicas, solamente Baden-Durlach y Brandenburgo-Ansbach lo apoyaron. Ni siquiera Federico fue capaz de proporcionar tropas a los bohemios, ya que las necesitaba para defender sus propios territorios; no obstante, en esta tarea sí recibió algo de apoyo protestante, ya que la Unión Protestante se comprometió a proteger el palatinado Renano de España, que estaba muy interesada por la proximidad de estos territorios al Camino Español.
Primeros movimientos
Mientras tanto, aprovechando la oportunidad, el conde Bethlen de Transilvania escribió a los bohemios el 18 de agosto, informándoles que movilizaría su ejército a Moravia para apoyarles, haciendo creer a los rebeldes que habían encontrado finalmente un aliado útil. En realidad, con esta maniobra el príncipe transilvano pensaba obligar a los húngaros a elegir un bando, recolectar fondos de los bohemios e impresionar al sultán otomano, todo esto con la finalidad de obtener la corona de Hungría.
Antes de que los rebeldes contestasen, Bethlen partió desde Cluj el 26 de agosto con 35.000 hombres, y envió al magnate Jorge Rákóczi con 5.000 húngaros para que tomase Košice. El 21 de septiembre el príncipe transilvano fue proclamado «Protector de Hungría«, desafiando abiertamente a Segismundo Forgách, el delegado imperial; las fuerzas húngaras partieron entonces hacia Bratislava, donde capturan a este último. Por estos acontecimientos, las fuerzas imperiales al mando de Bucquoy, unos 17.770 soldados, se vieron obligados entonces a interrumpir su marcha directa hacia Praga, y se reunieron con otro ejército imperial de unos 8.600 soldados, que se encuentran resguardando la frontera austríaca-morava.
Los ejércitos bohemios bajaron también hacia Viena, por lo que Bucquoy, superado numéricamente en una proporción de 3 a 2, decidió retirarse con sus tropas hacia Viena, cruzando el Danubio el 25 de octubre, destruyendo el puente después de cruzarlo. Esta maniobra retrasa a los confederados por un mes, el 21 de noviembre cruzan el río y se reunieron con las tropas de Bethlen afuera de Viena. Mientras tanto, los protestantes austríacos reunieron 3.000 soldados que cerraron el paso a la ciudad desde el oeste, aislando la capital de los Habsburgo.
El conde Gabriel Bethlen de Transilvania, fue un errático aliado de los rebeldes, atacando al Emperador a lo largo de la revuelta.
No obstante, aunque Fernando entonces tenía 42.000 enemigos afuera de sus murallas, la situación no era desesperante, ya que había guardado provisiones para repeler un sitio, que de hecho era poco probable que tuviera éxito, porque los atacantes no tenían la artillería necesaria. Además, Bucquoy había ordenado que la campiña vienesa fuera arrasada, dejando sin provisiones a los rebeldes. Finalmente, la moral en el campamento húngaro decayó ante el incumplimiento otomano de enviar asistencia, el brote de enfermedades y el roce con los bohemios. El 27 de noviembre, llegó la noticia de que Transilvania está siendo atacada por los cosacos polacos, y Bethlen abandonó el asedio.
La intervención cosaca no fue accidental, el embajador Habsburgo llevaba tiempo intentando reclutar a 30.000 lisowczyks (jinetes irregulares polacos), que habían sido reclutados a su vez por el rey polaco Segismundo III para luchar contra los moscovitas, pero que enonces le estaban causando problemas al atacar la frontera otomana. Los Habsburgo solamente lograron convencer a 4.000 lisowczyks, ya que al resto no les agradó la idea de luchar en una tierra llena de castillos difíciles de saquear, a los cuales se unieron a otros 3.000 cosacos reclutados por Jorge Homonnai, un transilvano opositor a Bethlen. El sultán otomano se enfrentaba entonces a Polonia cerca de Moldavia, pero Segismundo buscó hacer la paz pronto, ya que está más enfocado en recuperar la corona sueca; de esta manera, Polonia fue mantenida fuera de la revuelta bohemia.
En Transilvania, Rákóczi, al mando de 4.000 hombres, se enfrentó a Homonnai cerca de Stropkov el 22 de noviembre, pero fue derrotado; no obstante, Homonnai no consiguió quien lo apoyase y el 2 de diciembre se retiró. Sin embargo, la intervención cosaca sirvió para forzar a Bethlen a firmar una tregua de ocho meses con los Habsburgo el 16 de enero de 1620. La misma duraría poco, desconfiado, Bethlen envió en marzo una delegación conjunta con Federico a Estambul, solicitando asistencia para seguir la lucha contra el Emperador. El 12 de julio, Federico envió 70.000 florines al sultán, prometiendo que Bohemia sería un estado tributario del Imperio otomano si recibía asistencia.
Segismundo forzó entonces al resto de los lisowczyks que se dirigiesen hacia el oeste, para unirse con Bucquoy; en total 19.000 cosacos cruzaron la Silesia, y permitieron que las fuerzas imperiales reasumieran la ofensiva desde Krems en el primer semestre de 1620, principalmente contra los hombres del conde Thurn, atrincherados en Langenlois.
Mientras tanto, los bohemios regresaron desde su fallido asedio a Viena, y cuando Cristián de Anhalt-Bernburg, paladín del Palatinado, llegó en mayo para tomar el mando del ejército rebelde, encontró una fuerza de 25.000 efectivos, a la que pronto se le unieron 8.000 húngaros y transilvanos enviados por Bethlen. Este último continuó consolidando su posición en Hungría, en agosto toma el control de la dieta húngara, y el 30 de ese mes es electo rey de Hungría, desafiando al Emperador. No obstante, la dieta croata, de predominancia católica, rechazó al nuevo soberano, y se mantuvo aliada a Fernando.
El regreso de la Liga Católica
El duque Maximiliano I de Baviera, líder de la Liga Católica, logró obtener grandes concesiones del Emperador, incluido el título de príncipe elector, gracias a que contaba con un ejército listo para enfrentarse al rebelde.
Para finales de 1619, la situación económica de los Habsburgo era desesperante; junto a la corona, Fernando había recibido una deuda de 20 millones de florines, sumado al costo de mantener a un ejército y a los impuestos sin pagar en los territorios rebeldes, la monarquía enfrentaba un déficit anual de 4,3 millones. No obstante, el prestigio de la corona imperial todavía servía para buscar apoyo monetario y diplomático en el extranjero, así como militar dentro del Imperio.
Aunque los Habsburgo habían estado solicitando la ayuda de Maximiliano de Baviera desde 1.618, el duque se mantuvo cauto y solamente restableció la Liga Católica luego de que sus antiguos miembros se lo solicitaran. De todas maneras, se negó a asumir el liderazgo de la misma, la cual pasó al elector de Mainz; no obstante, se aseguró de tener total control militar de la organización, colocando a su jefe militar, el conde de Tilly al mando de las tropas católicas.
Después de su elección, el Emperador visitó al duque en Múnich, y el 8 de octubre de 1619 firmó un tratado en la ciudad reconociendo a la Liga Católica y solicitando formalmente su asistencia. Maximiliano logró obtener el acuerdo de que recibiría justa compensación por su ayuda, administrando parte de Austria hasta que los Habsburgo pagasen su deuda; de esta manera, Baviera se convertiría en el único estado de la Liga cuyos gastos serían cubiertos por el Imperio.
En diciembre, la organización se reunió en Würzburg, y decidieron formar un ejército de 25.000 hombres; sin embargo, el duque Maximiliano no tenía prisa por atacar, prefiriendo afianzar completamente su control sobre la Liga y garantizar su recompensa. Aunque el 19 de enero de 1620, Fernando anuló la elección bohemia de Federico, Maximiliano presionó al primero para que le diera un ultimátum al segundo para entregar la corona, que expiraría el 1 de junio. De esta manera, el duque del Palatinado quedaba marginado de la ley imperial, y sus tierras quedan expuestas legalmente a la confiscación y disposición del Emperador, algo que sin duda beneficiaría a Baviera.
No contento con esta garantía, Maximiliano apeló al papa Paulo V para pedir ayuda económica, recibiendo 1,24 millones de florines entre 1620 y 1624, mientras que los otros miembros de la Liga suministraron unos 4,83 millones en el mismo intervalo de tiempo. Además, el duque solicitó también apoyo militar de España, teniendo en cuenta que los miembros de la Unión Protestante en el Rin podrían atacar los territorios de la Liga mientras sus fuerzas se encontrasen reprimiendo la revuelta bohemia. El rey español Felipe III ya había estado enviando dinero para el ejército imperial, que totalizarían dos millones de florines al final de la revuelta, y también había permitido que los germanos reclutaran 6.000 valones a inicios de 1619; posteriormente España empezó a movilizar tropas desde el norte de Italia, pero la mayoría fueron a reforzar el ejército de Flandes, ante la proximidad del fin de la tregua de los Doce Años.
Mientras que en 1620 se vio el incremento del apoyo a los Habsburgo, los rebeldes bohemios vieron como los protestantes germanos le dieron la espalda. El luterano Juan Jorge de Sajonia decidió unirse al bando imperial en marzo, tras reunirse con el Emperador, el duque de Baviera y el elector de Mainz en Mühlhausen. Aunque estos últimos se negaron a reconocer la propiedad sajona de diversos terrenos arrebatados a varios obispados desde 1552, en desafío a la paz de Augsburgo, al menos se comprometieron a no intentar recuperarlos por la fuerza. Juan Jorge recibió entonces el permiso imperial para restaurar el orden en Lusacia, con la propiedad de ocuparlas hasta que cubriese sus gastos.
Por su parte, el Emperador se comprometió a respetar los obispados que habían sido «secularizados» en la circunscripción de Alta Sajonia; a cambio, Fernando recibió el rechazo a la interpretación palatina de que Bohemia había sido arrebatada a Fernando, el archiduque, y no al Emperador, bajo la cual Federico habría intentado anular la autoridad imperial en la resolución de la revuelta.
Gestiones del rey francés
La neutralización de la Unión Protestante fue un episodio más complejo que contó con la insospechada participación del joven rey francés Luis XIII; para mayo de 1620, la organización solo había logrado movilizar 13.000 soldados, muy por debajo de su contraparte católica, que controlaba 30.000; ambos ejércitos se encontraban ahora cerca de Ulm, con los protestantes cerrándole el paso a los bávaros al Palatinado Renano. El rey francés sabía que una derrota rebelde significaría un aumento de la presencia española en el Rin; pero, por otro lado, aunque la victoria rebelde debilitaría a los Habsburgo, también aumentaba las posibilidades de que Isabel Estuardo, la hermosa esposa de Federico, se convirtiese en reina de Inglaterra, Escocia y Bohemia, siempre y cuando su hermano el príncipe Carlos muriese sin descendencia; esto convertiría al elector palatino en uno de los monarcas más poderosos de Europa, un riesgo que el rey Luis no podía correr. El rey francés envió entonces una embajada a Ulm en el verano de 1620, con el deseo de conseguir una solución diplomática. El embajador francés, el duque de Angoulême, logró convencer a la Unión y a la Liga a no atacarse mutuamente, decisión que fue plasmada en un tratado firmado el 3 de julio.
Habiendo neutralizado la crisis en el Rin, entonces Francia planeaba hacer lo mismo entre Praga y Viena; pero lo que en realidad logró fue asegurar la retaguardia de la Liga Católica, que ya podía dirigirse hacia Bohemia sin miedo a la Unión Protestante, que permaneció en el Rin, resguardando los territorios protestantes de la amenaza de España. Al conseguir la paz en el Imperio, Luis XIII esperaba obtener un éxito diplomático y aumentar su prestigio en Europa, pero lo que logró fue darle el espacio que el Emperador necesitaba para aplastar la revuelta. Después de este fiasco, el rey francés no pudo seguir interfiriendo con los asuntos germanos, las intrigas de su madre, la reina María de Médici, y las revueltas de los hugonotes, lo mantuvieron alejado por tres años.
Batalla de Montaña Blanca (8 de noviembre de 1620)
Antecedentes
Antes de proceder contra Bohemia, los aliados del Emperador normalizaron la situación en Austria. El conde de Dampierre, Heinrich Duval, se quedó en Viena con 5.000 hombres para protegerla de un posible ataque transilvano; mientras que el conde de Bucquoy se dirigió con el principal ejército imperial, de 21.500 soldados, hacia Krems, en la Baja Austria, desde donde el príncipe Anhalt-Bernburg mandaba el ejército rebelde que, mal pagado, saqueaba Austria. Gracias a su superioridad numérica, Maximiliano de Baviera también pudo dejar 8.600 efectivos cuidando la frontera bávara con el Alto Palatinado, y entró el 24 de julio a la Alta Austria con la principal fuerza de la Liga Católica, unos 21.400 hombres; su general, Tilly, conocido como el «monje con armadura«, bautizó a sus 12 cañones más grandes con el nombre de los 12 Apóstoles, adoptó a la Virgen María como la patrona de su ejército e hizo que jesuitas acompañarán a sus soldados.
Luego de encontrar solamente una mínima resistencia por parte de milicias, Maximiliano y su comandante Tilly capturaron Linz el 3 de agosto y recibieron la rendición formal de los rebeldes austríacos el 20 de agosto, quienes pusieron 3.500 soldados a su disposición. Los austríacos más radicales, representados por el barón Georg Erasmus von Tschernembl, huyeron hacia Bohemia. Anhalt tuvo entonces que retirarse con las fuerzas bohemias y solamente dos regimientos austríacos lo siguieron, siendo perseguidos por las ahora fuerzas combinadas de Bucquoy y Tilly. De esta manera, sin una batalla de importancia, Austria, en ese momento de mayoría protestante, quedó definitivamente bajo control de los Habsburgo y en pocos años volvería a ser un territorio mayoritariamente católico.
Mientras tanto, en el Rin, el margrave de Ansbach se dirigió a la ribera oriental del palatinado Renano con 16.100 soldados de la Unión Protestante, con el fin de proteger este feudo protestante de la amenaza española. Pronto se le unieron 5.700 milicianos locales, así como 2.000 soldados de caballería holandeses, al mando del príncipe Federico Enrique de Orange-Nassau, y 2.000 voluntarios ingleses, al mando de Horacio Vere. Aunque con estas fuerzas Ansbach superaba numéricamente al ejército español de 19.000 soldados de Ambrosio Spínola, rehusó buscar un enfrentamiento decisivo, con la esperanza de que alguien mediase en el conflicto. De esta manera, los españoles se apoderaron con facilidad del territorio palatino al oeste del Rin; la llegada del invierno significó la suspensión de las operaciones, y Ansbach retuvo el control de las fortalezas de Oppenheim, Mannheim, Heidelberg y Frankenthal. Al enterarse de la caída de Maguncia el 19 de agosto, Federico, impotente desde Bohemia, solamente pudo solicitar de nuevo ayuda a su suegro y se lamentó en una carta a su esposa:
“Lo he encomendado todo a Dios. Él me lo dio, Él me lo quitó, Él me lo puede dar de nuevo, bendito sea su nombre”.
Ambrosio Spínola, capitán general de las tropas de Flandes, recibió la orden de invadir la región alemana del Palatinado. El 9 de agosto de 1620, cruzó el Rin con un ejército de 30.000 efectivos, iniciando la “Campaña del Palatinado”; cuando ya habían empezado las escaramuzas y encontronazos entre Federico y Fernando, la operación fue dirigida por Ambrosio Spínola de manera magistral, y tenía por objeto distraer las fuerzas de los protestantes y ganar territorios.
El 8 de septiembre el marqués marchó con su ejército frente a las fuerzas palatinas no lejos de Oppenheim y se acuarteló a menos de una legua de las fuerzas de Federico. A medianoche ordenó al maestre de campo don Carlos Coloma, gobernador y castellano de Cambrai, tomar la villa de Kreuznach, de cierta importancia y que poseía un puente sobre el Rin protegido por murallas a ambos lados del río y un castillo. Para ello Spínola le dio el mando de dos tercios de infantería, uno valón y otro borgoñón, que sumaban cerca de 5.000 soldados, y 300 hombres a caballo. La toma de Oppenheim por el ejército español de Flandes tuvo lugar el 14 de septiembre, que era la clave en la defensa protestante del Palatinado, el 1 de octubre cayó Bacharach. Tras haberse apoderado de Bad Kreuznach y de Alsheim, el ejército al mando de Ambrosio Spínola hizo un amago de marchar sobre Worms, con lo cual el ejército protestante, hasta entonces acuartelado en Oppenheim y sus alrededores, desamparó esta ciudad para dirigirse al socorro de Worms. La maniobra de distracción surtió efecto y Spínola pudo adueñarse con facilidad de una importante cabeza de puente sobre el Rin que le permitiría asegurar víveres y municiones.
No se produjo ninguna batalla campal, sería el 13 de octubre que ambos ejércitos se desplegaron el uno frente al otro cerca de Alsheim, pero los protestantes se retiraron y Spínola, inferior en número, no les tentó de nuevo. Tampoco hubo asedios largos y costosos. Un oficial español comparó la campaña palatina con “una cabalgada por los alrededores de Toledo“. La toma de Kirchberg se produjo ese mismo mes. Después se dirigió al Alto Palatinado conquistando parte de él, donde acampó con sus tropas para invernar. Debido al éxito que tuvo, los regentes le nombraron mayordomo mayor. En 6 meses siguientes Spínola había rendido más de 30 ciudades y castillos a lo largo del Bajo Palatinado.
La invasión del Palatinado por España acabó con las esperanzas que el duque Juan Jorge tenía la confianza puesta en una mediación para poner fin a la revuelta; el 3 de septiembre de 1620, 8.300 soldados sajones y 3.000 milicianos entraron a Lusacia desde Dresde, logrando ocupar la mitad occidental. En la mitad oriental, Juan Jorge de Hohenzollern, margrave de Jägerndorf, se replegó a Görlitz, pero dejó a 2.000 hombres en Bautzen, que resistieron hasta el 5 de octubre, después de que el pueblo fuera destruido casi en su totalidad. Aunque la llegada del invierno evitó que Jägerndorf fuera expulsado de su posición, la mayoría de los nobles lusacios renunciaron a la confederación Bohemia a cambio de mantener sus privilegios.
Al mismo tiempo que las tropas imperiales se movilizaban, Fernando atacaba políticamente. Tras prometer que respetaría los privilegios religiosos de los nobles protestantes que desistieran de la revuelta, 86 de estos últimos se unieron a su bando, donde ya había 81 nobles católicos. Los austríacos rebeldes restantes, 62 nobles, huyeron a Retz, en la frontera con Bohemia, donde firmaron una declaración de desafío contra Fernando. Intentando dividir aún más a sus oponentes, el Emperador declaró marginados a solamente 33 de los firmantes, dejando la puerta abierta a los otros rebeldes que decidiesen finalmente acogerse a la redención imperial.
Superado numéricamente, Anhalt planeó atacar a los imperialistas de Bucquoy antes de que se les uniesen los bávaros de Tilly; no obstante, desde finales de junio tuvieron que enfrentarse a un motín de sus tropas por falta de pago, y no es hasta el 2 de agosto cuando volvió a tener control sobre ellas. El ejército rebelde se dirigió entonces a Moravia, creyendo que este era el destino final de los imperialistas; aunque este supuesto había sido originalmente cierto, Maximiliano había logrado imponer su autoridad sobre Bucquoy, y ordenado a Tilly, que ahora manda todas las tropas, que marchase directamente hacia Praga, decidido a acabar la revuelta lo más pronto posible. Anhalt se movió entonces a Tábor para bloquear el paso del enemigo, pero los bávaros lo esquivaron, atacando Prachatice el 27 de septiembre, y entrando a Pilsen el 5 de octubre.
En este momento llegó el conde Mansfeld, que se había dirigido a Baviera en un intento desesperado de desviar la atención del duque Maximiliano; no obstante, después de observar la situación rebelde, el conde se mostró reacio a atacar, e incluso intentó pasarse al bando imperial. Pero Maximiliano no se dejó convencer, creyendo que era una táctica para ganar tiempo ante la llegada del invierno, ya se estaban dando muertes por el frío en sus filas, y se estaba haciendo difícil abastecer a las tropas. Mansfeld se dirigió entonces a Rokitzan, donde estaba acampado el ejército rebelde, y anunció a Federico que como su contrato expiraba, debía marcharse; el joven rey bohemio también tuvo problemas con Thurn y Anhalt, que discutían continuamente por la prominencia de uno sobre el otro, y además tuvo que lidiar con los transilvanos que había enviado Gabriel Bethlen, que se muestran más concentrados en saquear la campiña bohemia que en defenderla.
Mientras tanto, Tilly continuó su marcha hacia Praga desde Pilsen, ignorando las protestas de Bucquoy, pero fue detenido por Anhalt el 27 de octubre cerca de Rakovník. Los soldados rebeldes estaban a punto de iniciar otro motín por la falta de paga, solamente la presencia de Federico logró mantener en orden a sus tropas. El 3 de noviembre, Bucquoy fue herido de gravedad en una escaramuza, pero al día siguiente le llegaron suministros, lo que motivó que Maximiliano diera la orden a sus hombres de escabullirse a los bohemios. Al día siguiente las tropas imperiales abandonan sus posiciones cubiertos en la niebla y marcharon a toda prisa hacia Praga, durante varios días, ambos ejércitos marcharon hacia la capital bohemia por caminos paralelos, pero el 7 de noviembre los rebeldes les cierran el paso a 8 km de la ciudad, en una colina llamada «Montaña Blanca» (Bílá Hora en checo).
Despliegue inicial
Cristián I príncipe de Anhalt-Bernburg, disponía de 20.800 efectivos, de los cuales 12.000 eran infantes, 1.000 dragones, 8.200 jinetes y 14 cañones de campaña, ocupando un frente de 2 km, manteniendo una posición geográfica favorable, ya que se elevaba 60 metros sobre el terreno circundante. No obstante, la disciplina y la moral eran bajas, y sus hombres lo desobedecieron cuando les ordenó cavar trincheras a lo largo de la colina. Consciente de la frustración económica de sus mercenarios, Federico regresó a Praga a recolectar más dinero, y creyendo que Tilly no atacaría, decidió pasar la noche en la ciudad.
Habían desplegado de la siguiente manera:
- Ala derecha mandada por Heinrich von Schlick con el regimiento de dragones Bubna-Solms; los regimientos de infantería Schlik, Sax-Weimar; regimientos de reiters Slesie, y Styrum; y el regimiento Szekler de caballería ligera.
- Centro mandado por Cristian I con el regimiento de infantería Hohenlohe, Jung-Anhalt, Pechmann, regimiento de coraceros Hohenloe; regimiento de reiters Jung-Anhalt, y Stubenvoll.
- Ala izquierda mandada por Jindrich Matyas Thurn con los regimientos de infantería Thurn, Kaplir, Saxe-Weimar; los regimientos de reiters Kien, y Borseda.
- La reserva la caballería húngara con regimientos de caballería de Boyardos, Viteji, y Szekler (húsares).
El ejército imperial-católico 25.600 efectivos, de los cuales 16.000 eran soldados de infantería, 3.000 dragones, 6.000 jinetes y 12 cañones de campaña.
En la mañana del 8 de noviembre, las tropas imperiales católicas cruzan el riachuelo que los separaba del pie de la colina Montaña Blanca donde se encontraban los bohemios, y desplegaron en dos grupos:
- A la izquierda las tropas de la liga Católica mandadas por Johann Tserclaes, conde de Tilly, que contaba con los regimientos de coraceros Herzelles, Enyatten, y Bonninghausen; los regimientos de reiters de Marcossay, Cratz, y Pappenheim; los regimientos de infantería Schmidt-Rouville, Floreinville, Bauer, Herliberg, Hasslang-Sulz.
- A la derecha las tropas imperiales mandadas por Carlos de Longueval, conde de Bucquoy, con los regimientos de dragones Lobel (400), Montecuccoli (300), Isterle (300), Dampierre (250), Areyzaga, La Croix (300), Meggau (300), y Grauchet (500); regimiento de coraceros Wallenstein (800), y Lamotte; el regimiento de reitres Madras (400), regimiento de polacos (300); los regimientos de infantería Verdugo (tercio), Breuner-Tiefenbach, Spinelli, Saxon-Nassau, y Fugger.
La superioridad numérica de las tropas católicas en 2.000 hombres y dos cañones, se vieron parcialmente compensada por una mejor posición de las tropas de Bohemia. La moral en ambos lados era bastante pobre, los soldados imperiales sufrían de una mala logística, mientras que a los soldados bohemios no habían recibido paga desde septiembre. También la matanza nocturna de húngaros en Ruzyně tuvo influencia en su disposición a luchar. Las tropas católicas estaban más motivadas, ya que el botín de la rica Praga se encuentra a pocos kilómetros.
Desarrollo de la batalla
No es de extrañar que ninguno de los bandos rivales estuviera dispuesto a luchar. En particular, la actitud de Bucquoy ante el ataque directo contra las posiciones fortificadas de Bohemia era muy reservada. El tiempo pasaba lentamente y cuando se acercaba el mediodía, se decidió en las fuerzas católicas realizar un ataque a pequeña escala con el objetivo de probar las fuerzas enemigas, que indicara un mayor avance.
El retraso católico había convencido a Anhalt de que ese día no habría batalla, y fue tomado por sorpresa cuando la artillería imperial abrió fuego.
El tercio español Verdugo apoyado por italianos y valones, atacaron primero el flanco izquierdo bohemio mandado por Thurn, con el fin de distraer a los bohemios y aliviar el ataque de la caballería de Liga por las laderas de la montaña Blanca. En este ataque se distinguieron los hijos de Francisco Verdugo.
A las 12:00 horas, comenzó el ataque de distracción, los mercenarios bohemios viendo delante al tercio español, comenzaron a huir 400 pasos antes de que alcanzara sus posiciones. Luego fueron seguidos por otras tropas y el caos se hacía cada vez más grande. El general Thurn se puso a la cabeza de su caballería bohemia y logró frenar el avance, pero cada vez más tropas abandonaron el campo de batalla sin lucha.
Bucquoy decidió apoyar el ataque con más tropas, al mismo tiempo que Tilly avanzaba con sus fuerzas contra el flanco derecho bohemio. Christian Anhlat-Bernburg el “Joven”, hijo de Anhalt con tan solo 21 años, inició el ataque con su regimiento de caballería, consiguiendo romper las líneas de los coraceros imperiales y más tarde también de varias tropas de a pie. Este ataque detuvo el avance del imperial, pero fue aplastada por la superior caballería de la Liga. En ese momento se producía el ataque de la caballería de Tilly contra la posición de Schlick, la caballería cosaca polaca, atacó a los jinetes húngaros que acudían a ayudar Anhalt el “Joven”. La caballería húngara, después del primer enfrentamiento con el enemigo, huyó en todas las direcciones, esa fue la última señal el flanco izquierdo bohemio huyó en masa, e inmediatamente después también el centro comenzó la huida.
Una leyenda posterior describe la última resistencia heroica de los moravos que se negaron a darse por vencidos. La realidad fue diferente, no eran moravos porque eran mercenarios contratados por Moravia de toda Europa, la mayoría de ellos se piensa que eran alemanes. La resistencia de esta tropa fue causada por el hecho de que no tenían dónde huir y porque estaban completamente rodeados y a su retaguardia estaban paredes del palacio de Verano (en checo: letohrádek Hvězda). Algunas tropas mal ubicadas entre las paredes tampoco pudieron abandonar el campo de batalla rápidamente y fueron muertas o capturadas. Es por eso que las pérdidas en las inmediaciones del palacio alcanzaron entre 1.500 y 1.800 muertos y varios miles de heridos, además de 700 capturados. También se afirma que hubo varios cientos de húngaros aliados muertos que se cree que murieron huyendo o se ahogaron en el río Vltava.
Secuelas de la batalla
Casi 3.000 cadáveres permanecieron en el campo de batalla; dos tercios de ellos eran soldados de Bohemia. Las pérdidas no fueron muy altas y, por lo tanto, los estados podrían haber intentado defender Praga.
Del lado de los ganadores hubo alrededor de 1.000 soldados muertos o heridos. Esta rápida victoria de los ejércitos Imperial y de la Liga fue sorprendente para ambas partes. El partido imperial con frecuencia lo atribuyó a la voluntad de Dios, mientras que los protestantes no pudieron encontrar a nadie a quien culpar. Al final, sospecharon de traición o al menos de cobardía a la caballería húngara.
El “rey de Invierno” Federico V de Bohemia huyó de Praga junto a su esposa, quien estaba encinta, sin atreverse a llevarse la Corona Real de Bohemia, por miedo a represalias de sus exsúbditos, que probablemente no dudarían en entregarlo para congraciarse con el Emperador, y después también de las tierras de Bohemia, regresando a Pfalz.
Aunque el rebelde austríaco Tschernembl y el hijo del conde Thurn intentaron detener a los imperialistas en el puente Carlos, fue en vano; ya que la moral confederada había decaído abruptamente y la ciudad se rindió casi sin resistencia. La llegada de las tropas de Tilly y Bucquoy significó el inicio de una serie de robos y saqueos en Praga que hizo imposible cumplir las órdenes de sus comandantes de perseguir a Federico. Las tropas confederadas se dispersaron rápidamente, y aunque algunos soldados intentaron participar en los saqueos, fueron asesinados por el bando victorioso, que no quería compartir el botín.
47 líderes de la insurrección fueron llevados a juicio, y 27 de ellos fueron ejecutados en la plaza de la Ciudad Vieja de Praga en lo que se llamó la «Ejecución de la Plaza del Barrio Antiguo«. Entre los ejecutados estaban Kryštof Harant y Jan Jesenius. Se estima que cinco sextas partes de la nobleza bohemia huyeron a Silesia para tratar de establecer nuevas posiciones allí. Solo lograron frenar el desarrollo histórico que trajo su fin político. Además, el rey de Bohemia no se quedó mucho tiempo en su tierra natal porque los ejércitos imperiales y de la Liga lo obligaron a abandonar Pfalz. El resto de las fuerzas protestantes se retiró a los Países Bajos.
Aunque la causa de la Confederación está perdida, los Habsburgo todavía tienen muchos enemigos amenazando sus tierras. El conde Mansfeld mantenía un ejército y controla el oeste de Bohemia, y el margrave de Jägerndorf continúa atrincherado en Görlitz, aunque en marzo de 1621, se replegó a Schweidnitz. Federico había escapado a Silesia, siendo recibido fríamente por sus súbditos, y en diciembre prosiguió su viaje a Berlín. La mayor amenaza era el príncipe transilvano, Gabriel Bethlen, que en septiembre había salido en dirección a Presburgo con 30.00 soldados, para forzar su propia coronación.
No obstante, uno por uno, los Habsburgo fueron pacificando sus dominios. Desde antes de la batalla de la Montaña Blanca, tropas imperialistas habían marchado bajo el mando del conde Heinrich von Dampierre para ir al encuentro a Bethlen; compuestas en su mayoría por cosacos polacos y austríacos, donde incluso había un regimiento protestante; estas fuerzas lograron repeler a los transilvanos, aunque sufriendo la pérdida de Dampierre, que cayó en combate el 9 de octubre. A pesar de este traspié, Bethlen envió 9.000 hombres más para apoyar a Federico, pero cuando a estos les llega la noticia de la caída de Praga, regresan. Mientras tanto, aprovechándose de la guerra interna en el Imperio, el sultán otomano arrebata Waitzen a Hungría; disgustados, varios nobles húngaros se unen al bando imperial en enero, mientras que los restantes presionan a Bethlen para que inicie las negociaciones de paz.
Con Bohemia en poder imperial, los demás Estados del reino no dudaron mucho volver a los Habsburgo de nuevo; Moravia se rindió a finales de diciembre; y aunque Silesia y Lusacia retrasaron esta acción hasta marzo, aunque no se debió a lealtad hacia Federico, sino más bien a las negociaciones con el Emperador para obtener mejores concesiones.