Edad Moderna Guerra de los Treinta Años (1618-48) Intervención sueca. Derrota sueca (1632-35)

Batalla de Lützen (16 de noviembre de 1632)

Antecedentes

Gustavo se dirigió entonces al norte, al encuentro a Wallenstein, recorriendo 650 km en 17 días; el elector Maximiliano intentó interceptarlo en Baviera, pero sus ejércitos nunca se encontraron, aunque hubo un momento en que estuvieron a 25 km de distancia. Mientras tanto, en Sajonia, fuerzas imperiales al mando de Gottfried von Pappenheim tomaban Leipzig, la capital del electorado. El 7 de noviembre, Pappenheim se reunió con Wallenstein, quien ordenó dispersar las tropas para conseguir comida, dando por finalizada las operaciones militares por el invierno, como era costumbre de la época. El comandante imperial, enfermo de gota, decidió entonces retirarse a Lützen, atrincherando su ejército alrededor; por su parte, Pappenheim se fue a Westfalia, para expulsar a unos regimientos suecos que habían ocupado unos territorios de su interés. El 10 de noviembre, Gustavo llegó a Naumburgo y en cuanto se enteró de lo vulnerable que estaba Wallenstein, marchó a su encuentro.

A la una de madrugada del día 15 de noviembre, Gustavo partió para Pegau para unirse a los sajones, se detuvo allí durante cuatro horas, pero al no tener noticias de los mismos, se dirigió a Lützen con el fin de sorprender al enemigo mientras estaba dividido. Sin embargo, la carretera era tan mala que sufrió un considerable retraso. En el río Rippach se encontró con el general Rodolfo Colloredo que le cerró el paso con 500 croatas, apoyados en el río; tras una encarnizada lucha, la caballería sueca cruzó el río por un paso al norte, y los croatas fueron dispersados, pero Colloredo avisó a Wallenstein en Lützen, que inmediatamente envió un mensaje a Pappenheim para que regresara.

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Batalla de Lutzen (1632). Jinetes croatas defendiendo el río Rippach. Autor Graham Turner

Aquella noche Gustavo acampó a 2 km de Lützen, celebró un consejo de guerra donde hubo posiciones dispares. Gustavo dijo “la suerte está echada y que no podía soportar tener a Wallenstein tan cerca y no combatir con él, porque deseo sacarlo de sus posiciones y ver como se porta en una batalla de campo abierto”.

Wallenstein en Lützen, afligido por su ataque de gota, hizo que le transportaran en una silla de manos y pasó la noche dirigiendo en cavado de trincheras, situando a sus hombres y emplazando la artillería.

Despliegue de fuerzas

Wallenstein ordenó a sus hombres cavar trincheras. Creó un sistema de defensa, con su ala derecha protegida por la ciudad y el castillo y sus posiciones al norte de la carretera de Lützen a Leipzig; profundizó las zanjas a ambos lados de la carretera para convertirlas en trincheras, que serían ocupadas por mosqueteros; en un frente de 2,5 kilómetros su ala izquierda estaba protegida por un terrero pantanoso que era drenado por dos canales el más importante era el Flogssgraven, un arroyo vadeable. Frente a la barrera dispuso una batería de 15 cañones pesados entre unos molinos y los suburbios de la ciudad. Los 48 cañones restantes los colocó en el frente.

Wallenstein disponía entre 20.000 y 25.000 efectivos y los desplegó en dos líneas, en primera línea dispuso a sus hombres en dos líneas, las alas y una reserva montada.

  • La primera línea bajo el mando de Rodolfo Colloredo estaba formada por 5 brigadas de infantería con unos 5.000 hombres (Wallenstein y Altshachen, Colloredo y Chiesa, Brauner y Brana, Breunier, y Camrgo).
  • La segunda línea dos brigadas de infantería (Jing-Breuner, y Baden), intercaladas con grupos de 2 compañías de jinetes.
  • La reserva montada a retaguardia de la segunda línea, contaba con un grupo 5 compañías de infantería de 500 hombres flanqueada por dos grupos de 6 compañías de jinetes cada uno.
  • El ala derecha mandada Heinrich Holk, que debía entregar el mando a la llegada de Pappenheim, estaba compuesta por unidades de caballería escalonadas en profundidad desde Lützen hasta el tren de bagajes en 4 grupos de caballería (Drost, Hagen, Desfours y Holk).
  • El ala izquierda estaba mandada por Wallenstein con 4 grupos de caballería (Loyers, Leutersheim, Piccolomini, y Götz).

A vanguardia delante de ambas alas situó a caballería croata con mosqueteros intercalados como fuerza de cobertura. A retaguardia situó el tren de bagajes. A la izquierda del ala izquierda situó posiciones simuladas para dar la impresión de ser más fuerte.

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Batalla de Lützen (1631). Despliegue de fuerzas. Fuente Osprey

A las 08:00 horas, estaba cubierto por una espesa niebla, y Gustavo Adolfo mandó cruzar el arroyo Flossgraben, y desplegó su ejército en dos líneas cada una formada por un centro y alas, y una reserva, sus formaciones tenían intervalos para permitir el repliegue o refuerzo, delante desplegó 20 cañones de artillería pesada.

  • La primera línea estaba formada por el ala izquierda mandada por Bernardo de Weimar con 5 cuerpos de 200 mosqueteros y 6 escuadrones (4 compañías) de caballería intercalados. En el centro 4 brigadas (la Verde donde estaban los escoceses, la Antigua Azul, la Amarilla y la Azul Sueca) con su correspondiente artillería, detrás una reserva de mosqueteros. El ala derecha mandada por Gustavo Adolfo con 5 cuerpos de 200 mosqueteros y 6 escuadrones (4 compañías) de caballería sueca y finlandesa intercalados, cada cuerpo de mosqueteros contaba además con dos piezas de artillería.
  • La segunda línea estaba formada por el ala izquierda con 6 escuadrones de caballería, el centro mandado por el marshal Kniphaussen con 4 brigadas (Mittzalaff, Thurn, la Blanca, y Wilhein); y el ala derecha con otros 6 escuadrones de caballería, los escuadrones estaban muy mermados, y algunos solo tenían una compañía.
  • La reserva era un a unidad de caballería detrás de la segunda línea mandada por Öms.
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Batalla de Lützen (1632). Campo de batalla visto desde el campo imperial. Autor Pieter Snayers

Desarrollo de la batalla

Sobre las 10:00 horas, Gustavo había finalizado el despliegue, y mandó abrir fuego a sus cañones, Wallenstein no tenía ninguna prisa, estaba esperando a Pappenheim, que dejó atrás a la infantería para avanzar solo con su caballería (unos 3.000 jinetes), y mantuvo su artillería en silencio, finalmente solo abrió fuego cuando hubo objetivos rentables. El duelo artillero duró una hora.

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Batalla de Lutzen 1632. Batería imperial de el Molino, tenía 14 cañones y fue asaltada varias veces por el duque Bernhard siendo rechazado, siendo tomada definitivamente al anochecer. Autor Graham Turner

Antes de comenzar, Gustavo Adolfo ordenó cantar dos himnos, una costumbre que precedía a los ataques protestantes, uno de ellos era el “Verzage nicht du Hauflein klein” (oh pequeño rebaño, no temas al enemigo), el himno de Altenburg escrito después de la batalla de Breitenfeld en 1631, cuando comenzaron el avance.

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Batalla de Lutzen (1632). El rey Gustavo Adolfo rezando antes de iniciar la carga.

Gustavo mandó a la caballería de las alas de la segunda línea atacar a las fuerzas de cobertura croatas, haciéndolas retroceder, y despejar las “plumas”, una vez despejado se situaron a la derecha para evitar que los croatas envolvieran por el flanco, después Gustavo Adolfo ordenó el ataque general.

A las 11:30 horas, Gustavo en persona encabezó el ataque de su ala derecha contra la izquierda imperial mandada por Holk. Los suecos, conducidos por su rey, avanzaron al galope produciéndose al llegar a las trincheras viró a la derecha con tres escuadrones (Ostgöta, Smaland, y Uppland) para encontrar un paso en las zanjas sobre la carretera; mientras que dejó las mangas de arcabuceros y los otros tres escuadrones de caballería para enfrentarse a los de las trincheras al mando del conde de Eberstein, que acercó dos cañones ligeros y consiguió abrir brechas, los mosqueteros imperiales huyeron. Al cruzar la carretera la caballería croata de Isolano huyó dejando el flanco izquierdo imperial al descubierto, las unidades simuladas que había dejado junto al tren de bagajes, al ver huir a los croatas, también huyeron, no sin antes haber saqueado el campamento imperial.

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Batalla de Lutzen (1632). Desarrollo de la batalla de 11:30 a 13:00 horas.

En el centro Brahe atacó con la brigada Amarilla y la Azul Sueca, el objetivo era una batería imperial que se encontraba en el flanco izquierdo, a pesar del fuego de la artillería y de los mosquetes de la zanja; pronto alcanzaron la carretera y desalojaron a los mosqueros imperiales, pronto fueron sustituidos por suecos, y tomaron varios cañones, que se volvieron contra las fuerzas imperiales.

En el ala izquierda protestante, Bernhard tenía las cosas más difíciles, delante tenía la potente batería del molino. Wallenstein había mandado prender hogueras en Lützen cuyo humo molestaba a los sajones y la niebla regresó, lo que le favorecía para acercarse a las posiciones, pero ocultando el ataque de la caballería croata; que inicialmente había huido, y posteriormente regresó atacando de flanco y poniendo las cosas muy difíciles a los sajones, mientras los mosqueteros usando los jardines de paredes de adobe en las afueras de Lützen les causaban muchas bajas. Sus fuerzas rápidamente derrotaron a los jinetes croatas y limpiaron las trincheras de los mosqueteros empleando tanto artillería como infantería. El ataque al molino se encontró con una resistencia más dura y comenzó a estancarse. Las fuerzas imperialistas se enfrentaron a los hombres de Bernhard desde la casa del molino y los jardines amurallados con mosquetes y fuego de artillería y el ataque comenzó a desintegrarse, las fuerzas en ambos bandos fueron muy elevadas.

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Batalla de Lutzen (1632). El rey Gustavo en la batalla.

Sobre de las 12:00 horas, en el flanco izquierdo imperial, las mangas de arcabuceros suecos del conde Eberstein habían cruzado solos sin caballería las zanjas, Picollomini realizó un contraataque contra ellos, pero fue rechazado. Casi al mismo tiempo, Goth con su regimiento de coraceros, cargó contra la brigada Azul sueca, siendo también rechazados. Los jinetes suecos del ala derecha de Eberstein consiguieron cruzar y desplegar, todo el ala imperial desplegó para hacerlos frente.

Sobre las 12:30 horas, llegó Wallenstein con tres regimientos (Sparr, Böninghausen y Lamboy) con algunas compañías croatas y de dragones, Wallenstein lo envió inmediatamente para enfrentar al ala derecha sueca, haciéndose cargo del ala izquierda imperial.

Pappenheim ordenó dos ataques. Envió a la caballería ligera contra el tren de provisiones sueco para crear una distracción y él personalmente se dirigió con los coraceros contra el flanco sueco expuesto.

El empuje del ataque de Pappenheim hizo que los suecos se retiraran a las trincheras que habían conquistado hacía no mucho. Desde allí, los mosqueteros y los cañones protestantes dispararon contra los jinetes de Pappenheim, que murió a causa de una bala de cañón que le afectó el pulmón y le hizo ahogarse con su propia sangre. Su muerte provocó que el contraataque se estancara y pronto colapsó.

Alrededor de las 13:00 horas, el rey Gustavo consiguió identificar los pasos y formó los regimientos en columna de marcha para atravesar las zanjas de la carretera, con Smaland en cabeza. Comenzó a moverse para unirse con los mosqueteros que había dejado atrás en las trincheras. En este momento, las trincheras estaban bajo feroz ataque de los imperialistas. Espoleando su caballo, Gustavo Adolfo encabezó su último ataque, al mando de los regimientos de Smaland y Gothland Oriental que habían cruzado sis esperar a que cruzara el otro regimiento, efectuando un ataque improvisado. Cargó tan impetuosamente en la niebla que sus menos entusiastas jinetes del Smaland quedaron atrás, un acto inexplicable en un comandante tan experimentado. Tratando de volver se perdió también de su escolta y su estado mayor, excepto por el duque Franz Albrecht de Sax-Lauenburg y dos asistentes, topándose de bruces con una partida de infantes imperiales, probablemente uno de los destacamentos de mosqueteros. Estos dispararon hiriendo al rey en el brazo. Aturdido, le dijo al duque Franz que lo sacara de allí. Lo intentó, aunque lo único que se encontraron fue una partida extraviada de coraceros Imperiales; el rey fue herido en la espalda por uno de los disparos de pistola. Luego ambos grupos se perdieron de vista en la niebla.

Cuando Gustavo Adolfo cayó de su caballo Franz fue presa del pánico y huyó, gritando a todo el que se encontraba que el rey estaba muerto. Uno de los ayudantes de campo permaneció con el rey y trató de subirlo a su caballo. Otra partida de coraceros los encontró. Gustavo Adolfo fue disparado en la cabeza y luego apuñalado repetidamente; el cuerpo fue desvalijado, joyas y ropa, llevándose también la casaca.

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Batalla de Lützen (1632). Muerte de Gustavo Adolfo de Suecia. Autor Carl Wahlbom

El conocimiento de la muerte del monarca infundió deseos de venganza a los suecos, que decidieron seguir avanzando. La caballería sueca volvió a tomar las trincheras, expulsando a los hombres de Pappenheim que, tras la muerte de su general, empezaron a ceder.

Las brigadas Amarilla y Azul sueca comenzaron un segundo asalto en el centro de las líneas imperialistas. La táctica utilizada por la brigada Amarilla fue avanzar con piqueros acorazados al frente, esperar a que los mosquetes imperialistas dispararan y luego cargar mientras recargaban. Esta táctica fracasó porque los mosqueteros imperiales esperaron hasta que la brigada se acercara a quemarropa, matando a una abrumadora proporción de sus hombres en una salva. La Brigada Amarilla no pudo volver a cargar debido a las abrumadoras pérdidas sufridas. El ataque de la brigada Azul fue rechazado poco después de ser contraatacados por la caballería de ambos flancos tan pronto como chocaron contra las líneas imperialistas.

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Batalla de Lützen (1632). Destrucción de la brigada Azul, se enfrentó a las mejores tropas imperiales y fue atacada de flanco por los coraceros, aguantando en la posición hasta ser aniquilados. Autor Graham Turner

Al mismo tiempo, Bernhard comenzó su segundo asalto desde el ala izquierda. Recibió refuerzos de caballería de Knyphausen y la llegada de la artillería sueca antes del asalto le proporcionaría un mayor poder de fuego. Bernhard comenzó enviando una fuerza para limpiar los jardines amurallados alrededor de Lützen para proteger su flanco izquierdo. Una vez asegurados los jardines, Bernhard comenzó su avance a través de las líneas imperialistas y casi rozó el flanco derecho imperialista. La reunión final de los hombres de Pappenheim, que se había retirado a la retaguardia después de presenciar la muerte de su comandante, proporcionó refuerzos adicionales a las líneas imperialistas. Esto resultó demasiado tarde para los hombres de Bernhard y comenzaron a retroceder.

Mientras tanto, en el ala derecha, el ataque envolvente puesto en marcha antes de la muerte de Pappenheim comenzó a tomar forma y amenazaba a los vagones de suministros suecos. La caballería sueca rechazó el ataque, pero muchos carros de suministros se retiraron hasta Naumburg llevándose consigo una gran parte de los suministros y municiones de repuesto.

Wallenstein envió a Piccolomini para hacerlos volver a la batalla, pero ya huían perseguidos por los suecos. Los suecos mantenían la amenaza contra el centro imperial, y Wallenstein mandó a la gran reserva de coraceros de Piccolomini para reforzar la izquierda imperial. Piccolomini cargó siete veces contra el centro sueco y logró capturar siete cañones. Eran las 14:00 horas.

En este punto, Knyphausen se hizo cargo de la derecha y el centro e intentó calmar a las tropas diciéndoles que Gustavo solo estaba herido. Comenzó a rotar tropas desde retaguardia con sus reservas. Sus fuerzas comenzaron a retomar terreno en el centro, pero con poca fuerza para explotar el éxito, retrocedieron para reagruparse.

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Batalla de Lützen (1632). Desarrollo de la batalla de 13:00 a 17:00 horas

Alrededor de las 15:00 horas, hubo una pausa en la batalla que duró alrededor de 30 minutos permitiendo que ambos bandos se reagruparan. Knyphausen informó a Bernhard de la muerte de Gustavo y Bernhard asumió el mando del ejército sueco. Wallenstein perdió contacto visual con la mayoría de los suecos y envió a dos oficiales para averiguar su paradero. Los dos oficiales presenciaron cómo las líneas suecas reformadas regresaban hacia Lützen e informaron a Wallenstein que comenzó a llenar los huecos en sus líneas lo mejor que pudo. Las fuerzas suecas e imperialistas comenzaron la lucha en serio de nuevo con la mayoría de los combates a corta distancia.

Los suecos lentamente empujaron a las fuerzas imperialistas de los molinos cuando el sol comenzó a ponerse, haciéndose con la disputada batería. La caballería de la derecha sueca cargó contra los hombres de Piccolomini, haciéndoles retroceder.

Al caer la noche, ambos lados estaban agotados. Wallenstein decidió retirarse a Leipzig en contra del consejo de sus comandantes subordinados. Alrededor de 20:00 horas, las fuerzas imperialistas comenzaron a moverse hacia Leipzig, lo hicieron en silencio sin hacer ruido para que los suecos no se enteraran. Cuando los suecos se despertaron en la formación de la batalla, encontraron que el área carecía de enemigos a excepción de unos pocos rezagados saqueando los escombros del campo de batalla. La búsqueda de los imperialistas estaba fuera de discusión porque la gran mayoría de los suministros y municiones suecas se retiraron a Naumburgo durante la batalla. Después de recuperar cualquier arma utilizable y equipo del campo de batalla, los suecos regresaron a Weissenfels, terminando oficialmente la batalla.

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Batalla de Lützen (1632). Retirada de Wallenstein se produjo tres horas después de anochecer y cogió por sorpresa a muchas de sus fuerzas, lo hicieron en silencio para no alertar a los suecos. Autor Graham Turner

Secuelas de la batalla

Las bajas de los suecos fueron unos 5.000 hombres, aproximadamente un 26 % de sus fuerzas, mientras que los imperiales tuvieron unos 4.000 hombres y 26 cañones, un 21 % de su fuerza.

La cuestión de qué bando ganó la batalla de Lützen en 1632 depende del libro que se lea y del historiador en cuestión. Según Brzezinski, los laureles de victoria fueron para los imperialistas que consiguieron la mayor cantidad de banderas durante la batalla, que consiguió obtener más de 30 estándares y colores, mientras que el ejército sueco solo logró obtener cinco o seis según lo escrito por el general Albrecht Eusebius von Wallenstein.

Además, uno podría concluir del libro de Brzezinski que la búsqueda personal de Gustavo se convirtió en la ruina del ejército sueco. Para muchos, Gustavo, sería conocido como uno de los grandes capitanes y fundadores de la guerra moderna, sin embargo, otros comentan sobre el riesgo que asumió en su búsqueda personal de la victoria y cómo este deseo se convirtió en su caída en Lützen. Durante la preparación para la batalla, Gustavo se puso su pesado abrigo de cuero y gorguera de acero, pero se negó a ponerse la armadura a pesar de las súplicas de sus generales más cercanos. Además, Gustavo lideró a su ejército desde la línea del frente en lugar de tomar una posición en la retaguardia para tener una visión más global de la batalla. La decisión de Gustavo de tomar la primera línea en el flanco derecho condujo inevitablemente a su muerte dentro de las primeras horas de la batalla.

Según cartas escritas después de la batalla, la formación del ejército sueco era demasiado complicada para usarse en un ataque. Por ejemplo, Gustavo despojó al centro de su caballería en un esfuerzo por fortalecer sus alas, pero al hacerlo dejó un gran agujero. Otro comentario fue el fallo de la caballería sueca para prestar apoyo a sus camaradas durante la batalla. Eso dejó a las brigadas de infantería todo el peso. En general, las fuerzas suecas sufrieron la mayor tasa de bajas principalmente por el asalto a las fuerzas atrincheradas y del fuerte fuego que las fuerzas suecas recibieron de los imperialistas. Los continuos asaltos dejaron a las brigadas de infantería con dos brigadas destruidas y dos que quedaron gravemente paralizadas. Esto finalmente condujo al casi colapso de las fuerzas suecas.

Quizás, Wallenstein habría obtenido una victoria si no hubiera huido en medio de la noche con las fuerzas imperialistas restantes a Leipzig y dejando atrás sus suministros heridos y otros. Tal vez esta es la razón por la que algunos argumentan que la batalla de Lützen en 1632 no tuvo un claro ganador y en realidad ambas partes ganaron; los imperialistas por su victoria táctica y las fuerzas suecas por su habilidad estratégica.

Wallenstein después de retirar su ejército a Leipzig, regresó a los cuarteles de invierno en Bohemia. Los suecos lograron expulsar a los imperiales de Sajonia a costa de la pérdida de su Rey y muchas de sus mejores tropas. La Europa Protestante lamentó la pérdida del León del Norte.

Liga de Heilbronn

La muerte de Gustavo Adolfo podría haber sido otra oportunidad para la paz. Además, dos semanas después de la muerte del rey sueco había muerto, Federico V del Palatinado sucumbió a la peste en Bacherach am Rhein. La mayoría de los estados alemanes estaban desesperados por lograr la paz. Sin embargo, las continuas operaciones militares de Wallenstein, así como el trabajo diplomático llevado a cabo por Axel Oxenstierna, primer ministro de Suecia, no lograron un acuerdo permanente. Más significativamente, la búsqueda de una paz que satisficiera a todos era imposible, así que aseguró la continuación de la guerra.

Las tres partes en el conflicto consideraron que su objetivo de guerra aún no se había logrado. Los holandeses esperaban mayores ganancias territoriales a lo largo del río Rin, siempre y cuando los Habsburgo españoles estuvieran débiles. Los Habsburgo españoles, por el contrario, no estaban dispuestos a iniciar negociaciones de paz, ya que se encontraban en una posición débil. Además, el canciller sueco Axel Oxenstierna estaba horrorizado por la perspectiva de que se viera obligado a presentarse en el parlamento de Estocolmo para justificar las altas sumas de dinero y la increíble cantidad de vidas que la guerra en Alemania le había costado a Suecia. Necesitaba mayores éxitos para terminar la guerra con una victoria.

Pero antes que nada, Axel Oxenstierna tenía que asegurarse de que sus aliados lo apoyarían a pesar de que Gustavo Adolfo estaba muerto. Reunió a los aliados de Suecia en Heilbronn, el 18 de marzo de 1633. Era esencial que Francia tomara la iniciativa y proporcionara mecenazgo a sus aliados alemanes. Juntos formaron la liga de Heilbronn, que consistía en círculos militares del Rin superior e inferior, Suabia y Franconia. Se requirió que cada uno de los círculos proporcionara 2,5 millones de reichstalers anualmente, mientras que los suecos conservaron su posición como comandantes militares generales. Francia también acordó aumentar los ingresos que proporcionaría, ya que la muerte de Gustavo había provocado que Francia tuviera una mayor influencia en la situación militar general. Francia logró ser reconocida como protectora de la causa protestante. Aparte de eso, Oxenstierna tuvo que aceptar el hecho de que Francia ya no pagase sus subsidios a las arcas estatales suecas sino a la liga Heilbronn.

En España, casi al mismo tiempo, el cargo de gobernador de los Países Bajos se confirió a un hombre joven y fresco. Fernando era el tercer hijo del rey español que deseaba hacer una carrera eclesiástica. Fue así ungido cardenal, por lo que las fuentes contemporáneas se refieren a él como «Cardenal-infante«. En una procesión triunfal y junto con su ejército, este cardenal infante quería regresar a los Países Bajos españoles que habían perdido muchos de sus territorios al exitoso reino de los Países Bajos.

Muerte de Wallenstein

En la corte real imperial, el archiduque Fernando lideraba un partido hostil hacia Wallenstein. Estos eran sus planes: para ir al rescate de su cuñado, el Cardenal-Infante, necesitaba un ejército, que, sin embargo, la corte no podía financiar en ese momento. Esa fue la razón por la cual el poco fiable Wallenstein tuvo que ser despojado de su cargo para que el Archiduque, pudiera hacerse cargo de su ejército. El archiduque Fernando nunca dudó de su habilidad para conducir a su ejército a una victoria por un segundo.

Con toda probabilidad, el archiduque Fernando no habría podido formar una coalición sólida para apoyar sus planes si no hubiera sido por la impresión general de Viena de que el general se había convertido en un cañón suelto. A pesar de la petición del emperador, Wallenstein se negó a ayudar a Maximiliano de Baviera; todo lo que hizo fue enviar observadores a Eger que debían informarle de todo cuanto sucediera en Baviera.

Cuando Breisach que era la fortaleza más importante en el río Rin, y que aseguraba el camino hacia el norte para las tropas españolas, también fue amenazada por los suecos; el Emperador y sus aliados españoles no vieron otra opción que neutralizar a Wallenstein y comenzar las negociaciones con Aldringer, el mariscal de campo de Wallenstein, que prometió levantar un contingente de tropas contra la voluntad expresa de su comandante supremo. El 29 de septiembre de 1633, Aldringer unió sus fuerzas con el ejército español cerca de Ravensburg. El 3 de octubre, la ciudad sitiada de Constanza fue liberada, y el 20 de octubre, Breisach fue relevado.

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El general Wallenstein dirigiéndose a Eger. Autor Karl T. von Piloty

Las aplastantes derrotas en el río Rin y el lago de Constanza hicieron que los suecos volvieran a Baviera. Avanzaron hacia Regensburgo, la importante fortaleza situada en la línea de conexión a Austria. De nuevo, el Emperador se volvió hacia Wallenstein y le suplicó que lo ayudara. Y una vez más, todo lo que recibió a su vez fueron respuestas cínicas del comandante militar agotado y afectado por la gota que, sin embargo, estaba obligado y decidido a no cambiar su opinión. No obstante asumió la ofensiva contra suecos y sajones, consiguiendo su última victoria en Steinau, en el río Óder, en octubre.

El 14 de noviembre de 1633, Bernardo de Sajonia-Weimar, aliado de los suecos, invadió Regensburgo. Seis semanas después, el 31 de diciembre de 1633, Viena tomó la decisión de deshacerse de Wallenstein. En diciembre de 1633 Wallenstein se retiró con sus soldados a Pilsen, Bohemia. El emperador seguía sospechando sobre la lealtad de Wallenstein, ya que además de haber tenido poca voluntad en la lucha se había ofrecido como árbitro en las negociaciones entre católicos y protestantes.

Fernando II pensó que Wallenstein podía cambiar de bando y el 24 de enero de 1634, firmó una orden cesando a Wallenstein de su cargo, retirándole de nuevo el mando de sus ejércitos y además le declaró traidor a la causa católica condenándole a muerte. Escribió a Matías Gallas y le ordenó que consultara con Octavio Piccolomini para idear un plan sobre cómo relevar a Wallenstein de su cargo sin provocar la revuelta del ejército. Después de todo, el archiduque Fernando necesitaba sus tropas para ayudar a su cuñado, el Cardenal-infante, a volver a recuperar los Países Bajos españoles.

Wallenstein perdió el apoyo de parte de sus soldados y el 23 de febrero de 1634, junto con unos cientos de soldados leales, se dirigió desde Pilsen hacia Cheb con la esperanza de reunirse con el ejército sueco comandado por Bernardo de Sajonia-Weimar. Fue invitado junto con sus generales a una fiesta en Cheb en la noche del 25 de febrero. Se dio un banquete en un palacio de dicha ciudad y cuando Wallenstein se encontraba en la estancia, tres de sus generales (Trcka, Ilow y Kinsky) fueron asesinados por soldados enviados por el Emperador. Luego, junto con seis soldados dragones, un oficial inglés, Walter Deverax, también conspirador de Fernando, atravesó con una lanza el cuerpo de Wallenstein, que fue enterrado en Jicin.

Fernando II no quiso extender el castigo de Wallenstein a su familia. Dejó a sus herederos con su patrimonio, esperando que la organización, que había generado tantos medios para financiar al ejército, permaneciera intacta.

Continuación de las operaciones

La Liga les dio a los suecos una base avanzada en el suroeste de Alemania desde la cual continuar operaciones ofensivas contra los ejércitos imperiales de la liga Católica. El nuevo líder de los protestantes era el noble alemán Bernardo de Sajonia-Weimar, un comandante agresivo pero arrogante que había luchado admirablemente bajo Gustavo. Las operaciones protestantes en el corredor del sur de Alemania se dividieron entre Bernardo y Gustavo Horn, mariscal de Suecia, un buen táctico pero más prudente que su aliado alemán. Bernardo y Horn habían heredado un atribulado ejército protestante compuesto por profesionales suecos y mercenarios alemanes. A pesar de su genialidad, Gustavo había descuidado el bienestar de sus hombres, a muchos de los cuales no se les había pagado adecuadamente por su servicio en el ejército. En 1633, hubo un motín abierto en las filas, y Bernardo aprovechó la situación para presionar al canciller sueco por un título hereditario. Para aplacar a Bernardo y poner fin al motín, la liga les pagó a las tropas, concedió propiedades a algunos de los oficiales y nombró a Bernardo duque de Franconia. En agosto de 1633, el ahora aplacado ejército se preparó para reanudar las operaciones ofensivas contra las fuerzas católicas.

Bernardo y Horn dirigieron fuerzas independientes. Las fuerzas suecas de Horn operaban en Baden, mientras Bernardo amenazaba a Bavaria desde el río Danubio. El 13 de noviembre, Bernardo capturó la ciudad imperial libre de Regensburgo. Mientras tanto, un tercer ejército protestante bajo el mariscal de campo sueco Johan Baner estaba en Silesia reagrupándose para un ataque contra Bohemia. Horn y Bernardo planearon reunirse para una ofensiva que aseguraría el sureste de Alemania para los protestantes y llevaría la guerra a Baviera.

Enfrentando el ataque desde dos direcciones diferentes, las fuerzas católicas, comandadas por el archiduque Fernando, de 26 años, rey de Hungría, se enfrentaba a una decisión difícil. En lugar de defender Praga contra Baner, Fernando decidió marchar hacia el oeste con la esperanza de despejar el corredor del Danubio y unirse a su primo, el príncipe Fernando Habsburgo, arzobispo de Toledo, conocido como el Cardenal-infante. Este lideraba a 15.000 soldados desde el norte de Italia hasta los Países Bajos españoles, donde debía asumir el cargo de nuevo gobernador de la región.

Las tropas españolas marcharon a lo largo de la llamada camino Español que conducía a través de los Alpes. Las órdenes del Cardenal Infante por parte de su hermano, el rey Felipe IV de España, le permitían la libertad de ayudar a su primo antes de dirigirse a los Países Bajos. Consciente de que Horn y Bernardo estaban operando de forma independiente, el Archiduque y su comandante de campo, el conde Matías Gallas, vieron una oportunidad de oro para atacar a sus oponentes por partes. A principios de mayo, los imperiales levantaron el campamento en Pilsen y marcharon hacia el sur, a Ratisbona.

Una guarnición protestante de unos de 3.800 efectivos se reunieron Regensburgo. Bernardo acampó cerca con unos 10.000 efectivos, pero su fuerza era superado en número más de 2 a 1 por los católicos que avanzaban, y que se hicieron más fuertes con la adición de refuerzos bávaros. Gallas sitió a Ratisbona el 23 de mayo, mientras que Bernardo permaneció inmóvil. Bernardo no tuvo más remedio que proponer una reunión con Horn. Esto obligó al mariscal sueco a acortar el asedio de Überlingen en el lago de Constanza y marchar en ayuda de Bernardo, ante la perspectiva de perder otra ciudad estratégica.

Mientras el asedio de Regensburgo se prolongaba entre junio y julio, Horn y Bernardo se unieron el 12 de julio en Augsburgo, a horcajadas de la frontera de Baden-Baviera. Con la esperanza de desviar a fuerzas imperiales, cruzaron a Baviera e invadieron la guarnición de Landshut el 22 de julio. El ataque protestante fue tan feroz que el comandante católico, Johan Aldringer, fue pisoteado por sus propias tropas al tratar de reunirlos. A pesar de la victoria sueca en Landshut, Regensburgo cayó a manos católicas cuatro días después. El ejército protestante obtuvo un muy necesario respiro cuando los imperiales inesperadamente contraatacaron hacia el este para bloquear una doble amenaza protestante contra Bohemia por parte de Baner y el general sajón Hans von Arnim.

Un ejército protestante dirigido por suecos marchó al rescate de Nordlingen. Pero primero tendría que sacar al enemigo católico de las alturas sobre la ciudad. Las fuerzas protestantes, dirigidas por el noble alemán Bernardo de Sajonia-Weimar y el mariscal sueco Gustavo Horn, se atascaron en la llanura al sur de las alturas de Heselberg. Las fuerzas católicas contraatacaron la derecha protestante.

Consciente de que el Cardenal-infante había llegado al Tirol, Horn y Bernardo nuevamente se separaron, con Horn moviéndose hacia el sur para controlar el avance del príncipe español mientras Bernardo apoyaba su fuerza en los prados a lo largo del Danubio y esperaba el regreso de los imperiales. Los comandantes protestantes actuaron demasiado pronto: los sajones rápidamente perdieron el ánimo y la amenaza a Bohemia no se materializó. Los católicos contraatacaron y continuaron retirando la posición protestante en el sur de Alemania al sitiar a Donauworth, una ciudad clave en Baviera, el 13 de agosto. Retrocediendo ante la fuerza enemiga más grande, Bernardo se reunió nuevamente con Horn cerca de la ciudad imperial libre de Ulm el 16 de agosto. Ese mismo día, los católicos asaltaron y capturaron a Donauworth.

Batalla de Nördlingen (5 y 6 de septiembre de 1634)

Movimientos previos

Mientras que los católicos parecían reforzados por sus éxitos, las fuerzas suecas y sus aliados alemanes sufrían de enfermedades y de falta de suministros. Los comandantes católicos no tenían intención de detener su ofensiva en Donauworth; dieron un giro de 90 grados hacia el norte y marcharon 27 kilómetros hasta Nördlingen, que estaba ocupada por 500 tropas suecas y 100 milicianos. Al llegar ante las murallas de la ciudad el 17 de agosto, acamparon en una cadena de colinas que se extendía al sur de la ciudad. Después de una larga demora, parte de la cual se gastó tratando de mejorar la moral de sus fuerzas, Baner y Horn llegaron el 23 de agosto con 16.000 soldados y acamparon en Bopfingen, aguas arriba de Nördlingen en el río Eger.

Las fuerzas católicas delante de Nördlingen comprendía 12.000 imperiales y 6.000 bávaros. Marchando al encuentro con su primo Fernando, el Cardenal-infante estaba en algún lugar al sur con 15.000 tropas españolas.

Los protestantes estaban perdiendo rápidamente el control de la situación. Bernardo y Horn estuvieron de acuerdo en que no podían permitir que una tercera ciudad estratégica cayera en manos de los católicos en tan poco tiempo. No solo desmoralizaría a sus tropas, sino que la pérdida de otra ciudad podría obligar a algunos de sus aliados en el sur de Alemania a cambiar de bando. Nördlingen estaba a solo medio día de camino de Bopfingen, y los dos mariscales protestantes esperaban refuerzos de tres grupos separados mandados por Otto Ludwig, el duque de Württemberg, y el conde Johan Cratz von Scharffenstein. Entre ellos sumaban 15.000 efectivos protestantes adicionales.

Una semana después de su llegada a Bopfingen, Bernardo sugirió que los protestantes intentaran relevar a la guarnición del norte, donde los católicos habían colocado piquetes pero no habían construido trincheras. El 24 de agosto, los protestantes avanzaron sobre Nördlingen desde la orilla norte del río Eger, pero allí encontraron terreno inadecuado para maniobras a gran escala. A medida que se acercaban al río frente a Nördlingen, encontraron extensas marismas que no eran practicables para la caballería y eran difíciles para los soldados de a pie. La breve incursión, sin embargo, no fue un fracaso del todo, ya que Horn logró transportar a 250 mosqueteros a través del río a la ciudad, elevando la fuerza de la guarnición a 850 hombres.

Cuatro días más tarde, el primer grupo importante de refuerzos protestantes llegó a Bopfingen. Estos consistían 5.500 milicianos de Württembergo y otros 1.000 soldados profesionales sacados de las guarniciones cercanas. Las fuerzas de Cratz y Ludwig también estaban en camino, pero Ludwig tuvo que marchar desde Breach en el Rin superior, que estaba a una semana de marcha.

Un ejército protestante dirigido por suecos marchó al rescate de Nördlingen. Pero primero tendría que sacar al enemigo católico de las alturas sobre la ciudad.

Mientras los protestantes esperaban nuevos refuerzos, los católicos entraron en acción. Habían pasado las primeras dos semanas construyendo obras de asedio encerraban Nördlingen desde el sur. A primeros de septiembre, tenían suficientes armas en su lugar y avanzaban lo suficientemente cerca de las murallas de la ciudad como para considerar un asalto. Un furioso bombardeo comenzó el 3 de septiembre, sacudiendo gravemente la ya frágil moral de la guarnición y la gente del pueblo. Al día siguiente, Gallas ordenó que parte del ejército asaltara la ciudad. El asalto apresurado fue repelido a costa de 500 bajas. El rechazo fue eclipsado por la llegada del Cardenal-infante más tarde en el día con 12.000 infantes españoles y 3.000 jinetes y 500 arcabuceros montados. Los católicos con 33.000 efectivos, ahora superan en número a los protestantes con 22.500.

Desde la formación de la liga Heilbronn hacía más de un año, Bernardo y Horn habían sido más rivales que socios. Un consejo de guerra celebrado la noche del 4 de septiembre fue muy polémico, ya que los dos archirrivales intentaron imponer sus propios puntos de vista en el consejo. Aunque Cratz estaba a un día de marcha con 3.400 soldados, Horn aconsejó esperar otra semana para que Ludwig llegara con hasta 6.000 tropas adicionales. Bernardo, siempre agresivo, creía que era imperativo para los protestantes atacar de inmediato para aliviar a la atribulada guarnición. Su confianza y determinación influyeron en el consejo, que votó a su favor.

Temiendo que el Cardenal-infante pudiera haber reforzado el ejército imperial bávaro en el momento de su ataque, los protestantes planearon evitar un costoso asalto frontal contra la posición fortificada del enemigo en las alturas al sur de la ciudad. En cambio, esperaban tomar posiciones clave desde las cuales amenazar la ruta de suministro católico a Donauworth y obligar a los católicos a retirarse, lo que levantaría el asedio. Para lograr esto, el ejército protestante se movería hacia el sur a través del Jura de Suabia, una meseta boscosa que los lugareños llamaban el Arnsberg, y se uniría con los refuerzos de Cratz antes de marchar a la batalla.

Los protestantes planearon una ruta tortuosa para engañar a los católicos y hacerles creer que se estaban retirando. El plan exigía que las fuerzas sueco-alemanas marcharan hacia el sur hasta la aldea de Neresheim, donde se unirían a Cratz y dejarían sus trenes de suministros, luego girarían hacia el norte, hacia Arnsberg, hacia la posición católica en Nördlingen. En la noche del 5 de septiembre, los protestantes levantaron el campamento y comenzaron su marcha.

Al este del Arnsberg la tierra se hundía en un desfiladero antes de elevarse unos 500 metros a una cadena en forma de «V» de 8 km de largo y 9 colinas distintas, con Nördlingen situado en la parte superior derecha de la formación. Dentro de la cadena de colinas, la tierra descendía hacia una llanura llana conocida como Herkheimerfeld. Enclavados en un valle entre dos colinas se encontraba las aldeas de Ederheim y de Rezen, una pequeña corriente que servía de obstáculo para el avance de las tropas. Tres kilómetros al este discurría el camino de Nördlingen a Donauworth.

El conocimiento de los protestantes sobre la geografía de la zona era incompleto en el mejor de los casos. Una fuerte pantalla de exploradores croatas respaldados por dragones católicos apostados en el Arnsberg hizo imposible que los protestantes reconocieran adecuadamente el terreno sobre el que tenían que avanzar. De hecho, imaginaron el terreno directamente al sur de Nördlingen como una gran colina. Una vez que desplegaron, rápidamente se hizo obvio que la colina de Allbuch era la clave de toda la posición. Si pudieran subir por el lado izquierdo de la «V» y lograr desalojar a los católicos del Allbuch, la posición católica se volvería insostenible.

Bernardo mandaba el ala izquierda protestante, y Horn el ala derecha. Los dos comandantes acordaron que una vez que los protestantes desplegaran, Horn lideraría el ataque con cinco brigadas de infantería, mientras que Bernardo protegería el flanco y la retaguardia más expuestos del ejército con tres brigadas de infantería. Además de las ocho brigadas de infantería, los protestantes tenían 37 escuadrones de caballería, 1.000 dragones y 68 cañones.

Enfrentamientos día 5 de septiembre

En la mañana del 5 de septiembre, los protestantes levantaron el campamento y se dirigieron al sur, bordeando el borde del Arnsberg en la primera etapa de su marcha. Los exploradores croatas cubrieron su movimiento y rápidamente enviaron un mensaje a Gallas de que los protestantes estaban en marcha. Los protestantes continuaron hacia el sur hasta Neresheim, donde se unieron con Cratz. Nacido en una familia católica, Cratz había luchado bajo el mando del conde Tilly en la primera fase de la guerra de los Treinta Años, pero cuando el elector Maximiliano de Baviera dio el mando de las fuerzas bávaras a otro general, inmediatamente cambió de bando. Su estilo personal en muchos sentidos refleja el de Bernardo de Sajonia-Weimar.

Dejando su tren de bagajes bajo custodia en Neresheim con una porción de la milicia de Württemberg, el ejército sueco-alemán entró en el Arnsberg con Bernardo liderando la vanguardia y Horn siguiendo con el cuerpo principal y la retaguardia. Pasaron por dos pueblos más antes de entrar a la parte más espesa del bosque. Alrededor de las 15:00 horas, el fuego disperso de los mosquetes resonó en el bosque, eran dragones imperiales y españoles disparando arcabuces. La resistencia fue lo suficientemente fuerte como para obligar a Bernardo a desplegar algunas de sus tropas en la línea de batalla. Los protestantes finalmente forzaron a los dragones católicos a abandonar el bosque y ocupar nuevos puestos en las alturas de Nördlingen. Con el sol comenzaba a caer, Bernardo tuvo que avanzar lo más rápidamente posible antes de la caída de la noche con el fin de conseguir un punto de apoyo seguro para el día siguiente.

Gallas había anticipado el avance protestante a lo largo de la orilla sur del río Eger y había desplegado grandes cantidades de infantería en la colina más cercana a la ciudad. La infantería imperial mantuvo la derecha católica, mientras que las tropas españolas se habían posicionado en la izquierda católica. A última hora de la mañana, los católicos rompieron filas, pensando que los protestantes marchaban lejos de Nördlingen. A media tarde, una vez más desplegaron sus fuerzas preparándose para una batalla a gran escala. Bernardo pasó la segunda mitad de la tarde atacando a los dragones enemigos para hacerles retroceder. A las 18:00 horas, la lucha se había extendido. Para comprobar el avance de Bernardo, el comandante español Diego Felipe de Ávila de Guzmán, marqués de Leganés, se apresuró a enviar a 500 mosqueteros a la arbolada colina de Heselberg.

En ese momento, Bernardo estaba ansioso por que Horn se uniera a la lucha y aliviar la presión sobre sus cansados soldados. Habiendo establecido la posición de su cuerpo en tres de las nueve colinas que dominan Nördlingen, Bernardo interrumpió la lucha para dar descanso a sus tropas.

Las tropas suecas bajo el mando de Horn tenían grandes dificultades para arrastrar su artillería por el estrecho sendero a través del Arnsberg. La infantería sueca finalmente había salido del Arnsberg a las 22:00 horas, pero la caballería de Horn no alcanzó el campo de batalla hasta la medianoche. Sin embargo, una parte de la infantería protestante reanudó la lucha donde Bernardo la había dejado. A pesar de la oscuridad casi total que había envuelto el campo de batalla, siguieron adelante. Las tropas suecas llegaron a las proximidades del despliegue católico. Tenían dos objetivos, la colina Hasselber y sobre todo la colina Albuch. Esta era la altura predominante de la zona, por lo que si lograban ocuparla e instalar las baterías, podrían acribillar todo el campamento y las posiciones de las tropas católicas. En el nacimiento de la colina, había un pequeño bosque.

El avance sueco fue más rápido de lo esperado, por lo que se lanzaron a unos 3.000 jinetes imperiales para retardar su progresión. Mientras las tropas de infantería intentaban ocupar posiciones defensivas.

Sabedores de la importancia de la colina Albuch, los católicos enviaron a Francisco de Escobar, sargento mayor del tercio de Fuenclara; al pequeño bosque que se encuentra al pie de la colina de Albuch como avanzadilla para frenar los avances suecos, disponía de varias mangas de arcabuceros, 200 españoles, 200 italianos y 200 borgoñones, junto con varios dragones.

A las faldas de la colina se encuentra un pequeño bosquecillo y allí se van a dar los primeros encuentros de importancia. La táctica sueca de mezclar mosqueteros con las unidades de caballería, hizoe que la caballería católica tuviera que retirarse, pero habían conseguido su finalidad, ganar tiempo para completar el despliegue. El repliegue se produjo cuando ya empieza a declinar el día y comienzan las primeras sombras.

Bernardo, después de esta victoria giró para encarar a los arcabuceros del sargento mayor Escobar. Las líneas de arcabuceros se turnaban para hacer fuego contra los suecos, y este es tan efectivo que el ataque se resintió, hasta el punto de que tuvieron que situar varias piezas de artillería para batir el bosquecillo. Se sabía que la posición era indefendible y que antes o después esta caería. Solo son 600 hombres y algunos dragones, por tanto, había que apresurarse para consolidar las defensas en lo alto de la colina de Albuch, se asentó la artillería pesada y se ordenó a los regimientos alemanes de Salms y Wurmser su defensa. No contento con esto, el Cardenal-infante ordenó que los hombres del tercio italiano de Torralto se situasen detrás de los regimientos alemanes y por último se enviasen otros 500 arcabuceros a reforzar a los hombres del sargento mayor Escobar ya aguantaban más de lo esperado.

Los españoles comenzaron a retroceder, pero manteniendo en todo momento la formación, la colina de Haselberg había caído, la estrategia de los generales suecos parece que había tenido éxito a costa de no excesivas bajas, y de inmediato los hombres de Horn se lanzaron al asalto de Albuch.

Finalmente, a las 23:00 horas, un masivo ataque protestante, con 4.000 hombres, tomó el control del bosquecillo. Sus bajas fueron elevadas, mientras que gran número de los tiradores españoles lograron retroceder hacia la cima de Albuch. El sargento mayor Escobar fue hecho prisionero e interrogado por Bernardo de Sajonia-Weimar; quién le contó las tropas con las que contaba el Cardenal-infante, pero el alemán, ensoberbecido por las victorias pasadas no dio crédito a los informes, pensaba que las tropas imperiales eran muy inferiores a las que Fuenclara había dicho, y sobre todo, despreciaba profundamente a los “desarrapados soldados españoles”.

Todo parecía indicar que los suecos iban a imponerse una vez más, pero una nueva desgracia vino a frustrar sus planes. Las tropas suecas no mantenían una buena comunicación con las sajonas y dos regimientos que avanzaban al asalto de la colina, entre el humo y la oscuridad se tomaron por enemigos y comenzaron a dispararse entre sí. Fernando de Austria que vio el desorden que momentáneamente reinaba entre sus enemigos, jugándose la jornada ordenó a la caballería que cargase contra sus enemigos.

Los coraceros españoles, aún equipados con media armadura y pesadas espadas se lanzaron cuesta abajo ganando impulso a cada paso. Como un vendaval destrozan las líneas suecas aún sin formar, en un torbellino de sangre, hierro y fuego en el que se mezclan los fogonazos de las pistolas de los coraceros y los de las armas de los mosqueteros que respondían al ataque. Tras un cuarto de hora, los piqueros suecos logran formar y rechazar a la caballería, pero esta, por segunda vez, había dado tiempo a los defensores para que se aprestaran a la defensa. La colina se había salvado, pero la hora decisiva estaba por llegar.

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Batalla de Nördlingen (1634). El Cardenal-infante dirigiendo el contraataque en colina Allbuch. Autor Jan van der Hoecke

Durante toda la noche, los españoles e imperiales se esforzaron para crear las mejores fortificaciones posibles en poco tiempo. Al amanecer, los españoles habían completado tres reductos sobre la colina Allbuch. El reducto más al sur estaba ocupado por un regimiento, el reducto central por dos regimientos, y el más septentrional por un regimiento y un batallón.

Despliegue de fuerzas día de 6 septiembre

  • Flanco izquierdo, el ejército español ocupaba la estratégica colina de Albuch. El conde Giovanni María Serbelloni (Cervellón para los españoles), comandante de artillería español, supervisó el atrincheramiento de Allbuch y mandaba las fuerzas en ese puesto clave, que constaba de tres bastiones de campaña. El de la izquierda era protegido por los regimientos imperiales de Leslie y Fugger. El del centro por los regimientos alemanes, al servicio de España, de Salms y Würmser. El de la derecha, frente a la colina de Haselberg, por el tercio de Torralto reforzado con una manga del tercio de San Severo. En reserva en el centro quedaba el tercio de Idiáquez flanqueado a derecha e izquierda por caballería española, italiana y borgoñesa al mando de Gerardo Gambacorta. En total 7.500 infantes y 2.700 jinetes y 14 cañones ligeros.
  • Centro-izquierda mandado por Leganés con los tercios lombardos de Panigerola y Guasco junto a un destacamento de 500 mosqueteros imperiales y la brigada imperial Webel. Con unos 3.000 infantes en total.
  • Centro-derecha mandado el duque Carlos de Lorena con el ejército de Baviera, con los regimientos Hartenberg y Ruepp y 11 escuadrones de caballería.
  • Flanco derecho mandado por Matías Gallas con el ejército imperial, formado con 3 brigadas de infantería compuestas por los regimientos de Suys, Diodati, Moriamez, Tiefembach, Viejo de Aldringer, Nuevo de Aldringer y Nuevo de Breuner y una segunda línea de 7 escuadrones de caballería y los guardias del rey de Hungría (dos regimientos más). La caballería croata protegía el flanco derecho.
  • Reservas: Octavio Piccolomini dirigieron a casi 7.000 coraceros estacionados en dos escalones entre el Schonfeld y el Allbuch, mientras que Johan von Werth comandaba 3.000 coraceros bávaros que cubrían el flanco derecho. En la línea católica se asentaron unos 32 cañones en total.
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Batalla de Nördlingen (1634). Despliegue inicial día 6 de septiembre

El ejército protestante que contaba con 16.300 infantes, 9.300 jinetes y 54 cañones estaba dividido en dos alas:

  • Ala derecha mandada por Horn, con el ejército, estaba desplegado en dos líneas: la primera línea con 2 brigadas de infantería (escocesa y Pfuel) y 3 escuadrones de caballería a las órdenes de Witzlchen. La segunda línea con 3 brigadas de infantería (Azul, Amarilla y Negra) y 8 escuadrones de caballería a las órdenes de von Brandenburg. La artillería desplegada a la derecha de la colina Haselberg. En total disponía de 4.000 jinetes y 9.400 infantes. Atacaría la colina de Allbuch.
  • Ala izquierda mandada por Bernardo con los ejércitos de Sajonia-Weimar, Sajones, desplegó también en dos líneas: la primera línea con 3 brigadas de infantería (Thurn, Rosen y Weimar) y 8 escuadrones de caballería bajo el mando de Courville, junto con 4 escuadrones de dragones bajo el mando de Taupadel. La segunda línea con 13 escuadrones de caballería bajo mando del coronel Beckerman y el general Gratz. Su flanco izquierdo estaba protegido por un grupo de escuadrones mandados por Taupadel

Fase 1. Asaltos a la colina de Allbuch

A las 05:00 horas, un duelo de artillería comenzó entre los dos oponentes. Las tropas de Horn se colocaron en posición en la llanura al sur del Heselberg. Su despliegue de fuerzas estaba restringido por el estrecho espacio entre las colinas. Debido a esto, Horn no tuvo más alternativa que desplegar sus tropas en cuatro escalones de infantería y caballería alternadas. Las brigadas de infantería tenían media docena de cañones de campaña y un promedio de 1.750 a 2.000 hombres cada una, en total de 9.400 hombres. El general sajón Johan Vitzhum von Eckstadt lideraría la primera ola del ataque, mientras que Horn dirigiría las olas posteriores.

El regimiento de coraceros de Horn fue el primero en enfrentarse al enemigo. Cabalgaron hacia el lado sur del Allbuch, donde se vieron obligados a cruzar un barranco para llegar a la colina. Disminuyendo la velocidad como resultado, recibieron fuego fulminante del tercio Toralto, uno de los llamados tercios viejos en el ejército del Cardenal-infante que eran famosos por su destreza en la lucha. Los jinetes ataviados con armadura cargaron colina arriba hacia el reducto ocupado por los hombres de Toralto. El ataque fracasó casi de inmediato cuando dos regimientos de caballería pesada de Borgoña que custodiaban el flanco izquierdo de la posición católica que atacaron a los jinetes protestantes por el flanco y la retaguardia. Habrían sido destrozados si no hubiera sido por la asistencia oportuna de dos regimientos de caballería pesada protestantes. Los tres regimientos protestantes se retiraron prontamente, justo cuando su infantería estaba ascendiendo la colina.

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Batalla de Nördlingen (1634). Fase 1 asalto al Allbuch

La infantería, eran las dos brigadas de primera línea (la escocesa y Pfuel, que contaban con casi 3.400 hombres), avanzaron en línea recta hacia el reducto ocupado por 1.500 soldados alemanes. Durante la sangrienta lucha, los defensores alemanes se retiraron del reducto y retrocedieron hacia la parte posterior de la colina. Mientras los protestantes se arremolinaban sobre la fortificación recién capturada, un carro cargado de pólvora explotó en medio de ellos, causando bajas sustanciales y desorientando a muchos sobrevivientes de la explosión. En ese momento, los alemanes y el tercio de Idiáquez de 1.800 hombres, se lanzaron hacia delante y atacaron a los protestantes, desalojándolos de su posición recién capturada. A medida que los protestantes retrocedieron, fueron acosadas por coraceros católicos que cabalgaban entre ellos y los acuchillaban. La lucha duró aproximadamente una hora antes de que los católicos recuperaran el control de la posición.

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Batalla de Nördlingen (1634). Asalto a la colina de Allbuch. Autor Pieter Snayers

No tardaron en volver a la carga, esta vez reforzados con elementos la brigada Amarilla. Los italianos del tercio de Toralto resistieron la carga de la caballería y el asalto de la infantería, pero los alemanes arrojaron las armas y huyeron. El viejo coronel Wurmser se quedó en su puesto con un puñado de oficiales, muriendo valerosamente entre las filas suecas. El coronel Salm fue gravemente herido, muriendo al día siguiente, los suecos llegan a tomar las piezas de artillería del padre Gamassa, y las empiezan a girar para utilizarlas contra los católicos. La situación parecía alarmante, pues se estaba a punto de perder el Albuch, eje principal del flanco izquierdo católico y centro de gravedad de toda la batalla. Es entonces cuando el tercio de Idiáquez pasó a primera fila a ocupar el puesto de los regimientos deshechos. La maniobra no era fácil, pues tenían que avanzar entre la riada humana que huía en desbandada y que amenazaba con romper la formación española, los españoles «ofrecieron las picas» a aquellos que amenazan con romper su formación, quedando ensartados en las picas de sus compañeros, muchos que intentaban huir, no quedándoles más remedio que acogerse a la formación. Las mangas de mosqueteros se adelantaron y se llegó a tiempo de sostener la línea junto al tercio de Toralto.

La lluvia de plomo de los arcabuceros y mosqueteros españoles hace retroceder a los suecos. Hay que recordar, que la verdadera potencia del tercio estaba en sus tiradores.

Ellos eran los que poseían la mayor capacidad ofensiva, y que fueron ellos, los que dieron a los tercios, en gran medida su legendaria potencia de combate. Los disparos y las picas españolas limpian las posiciones que ocupaban los dos regimientos alemanes. Los dos tercios recibieron nuevos asaltos, principalmente de caballería, pero las picas y las armas de fuego se cobran un elevado peaje contra los jinetes protestantes. Los dos tercios aguantaron sin retroceder un solo metro. Los dos primeros ataques habían sido rechazados.

Los suecos colocaron en posición varias piezas, para batir a los dos tercios, mientras que la artillería de la colina respondió a su vez.

Se produjo en seguida un tercer ataque, los suecos utilizaban la técnica de tiro simultáneo de tres filas, una de pie, otra de rodillas y otra tumbada, los españoles tiraron de ingenio y se agachaban a la orden de sus oficiales cuando veían que estaban a punto de disparar, pasando las rociadas de plomo sobre sus cabezas. La situación no era buena para los suecos, ya que una vez disparado, los españoles se levantaban y disparaban a bocajarro, causando muchas bajas.

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Tercio español aguantando un ataque de caballería.

La caballería sueca tampoco consigue nada contra los dos tercios en lo alto de la cota, italianos y españoles se mantienen en sus puestos, imperturbables, por lo que la caballería de Gambacorta les atacó de nuevo por los flancos, haciéndoles huir.

El Cardenal-infante y el resto de oficiales superiores ven que el esfuerzo principal y casi único del enemigo era la colina de Albüch, por lo que ordenó que se reforzaran con varias mangas de arcabuceros la posición y escuadrones de jinetes a las proximidades de la colina.

Leganés mandó a dos mangas de mosqueteros del tercio de Cárdenas y otras dos del tercio de Torrecusa colina arriba para reforzar el tercio de Toralto, más debilitado a estas alturas que el de Idiáquez. Los refuerzos llegaron justo a tiempo para enfrentarse de nuevo a la caballería sueca y a sus regimientos de infantería que avanzaban erizados de picas. En plena faena apareció otra vez la caballería católica de Gambacorta y volvió a poner en fuga a la caballería sueca, retirándose desamparada también la infantería.

La escena se repitió al menos 7 veces más cuando Horn, que parecía ajeno a las bajas, intentó tomar la colina por pura fuerza de voluntad.

Hasta entonces Bernardo de Sajonia-Weimar no ha atacado en su zona, tan solo ha mandado refuerzos al intento de tomar la colina. En un esfuerzo por evitar que los católicos reforzaran su ala izquierda con tropas de su derecha, Bernardo ordenó que su primer escalón de coraceros bajara desde el Heselberg al Herkheimerfeld. Los ocho escuadrones, que suman unos 1.120 hombres, llevaban cascos y corazas protectoras y estaban armados con pistolas de rueda y sables afilados.

Los homólogos bávaros e imperiales se adelantaron para abordarlos. El choque de caballería se arremolinaba en la llanura, y los protestantes sufrieron importantes bajas antes de que la abrumadora potencia de fuego católica los condujera hacia sus propias líneas.

Desde la colina Heselberg, Bernardo observó la repulsión con gran preocupación. Ordenó a Cratz que cabalgara a la batalla con el segundo escalón de coraceros. Al ver otra ola de caballería protestante entrar en la refriega, Gallas ordenó que la reserva de caballería del ejército imperial se desplazara hacia el norte en caso de que los protestantes ganaran la partida. Los coraceros de Bernardo acusaron repetidamente a los católicos, solo para ser rechazados por el creciente número de caballería enemiga.

A esas alturas la batalla, todas las fuerzas confluyeron hacia la colina donde los tercios aún aguantaban, ya no se trata de una posición táctica desde la que dominar el campamento católico. La batalla, y con ella quizá la toda la guerra, se decidiría en esos cuatro palmos de terreno que los meridionales se habían negado a ceder al enemigo. Horn lo sabía y apuró a sus mejores tropas, las brigadas Negro y Azul, para que tomasen de una vez por todas la maldita colina que la mala suerte y la improvisación le habían negado.

Fase 2. Ataque general y derrota sueca

Hasta catorce ataques llevan ya rechazados los de Idiáquez y el de Torralto cuando entran en juego las mejores tropas protestantes, las brigadas Negra y Azul junto con su mejor caballería, se dispuso a dar el golpe definitivo bajo el mando de Johan von Thurn. El maestre de campo Martín de Idiáquez sabe lo que tiene en frente, sabe que las tropas suecas no son unos cualquiera y que habrá de hacer acopio de todo el valor del mundo para aventajarles en coraje y bravura y da una orden sorprendente a sus hombres.
Ea señores, parece que estos demonios sin Dios nos quieren dar la puntilla y contra nosotros viene lo mejor que pueden poner en el campo, será cuestión de echarle redaños y aguantar firme”.

A pesar de superar en número a los defensores, la fuerza de Thurn sufrieron bajas severas y no pudieron sacar a los católicos de sus barricadas. En lugar de retroceder, Thurn ordenó a sus hombres que mantuvieran su posición en la ladera expuesta del Allbuch. Los españoles viéndoles en una posición precaria, no pueden contenerse y rompiendo la formación cargan contra los suecos. Un grito rompe el quejumbroso silencio del campo de batalla ¡¡¡Santiago y cierra España!!!, y con picas, espadas y arcabuces se lanzan contra el enemigo.

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Batalla de Nördlingen 1634. Fase 2 ataque general
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Batalla de Nördlingen 6 de septiembre de 1634. Vista general de la batalla. Autor Mattaeus Merian

La marea de la batalla comenzó a cambiar rápidamente a favor de los católicos, y atacaron con fuerza la vulnerable posición de Thurn. Los hombres de Thurn comenzaron a caer muertos o heridos en masa cuando el fuego de los mosquetes católicos les pasó factura. Desde el valle entre Schonfeld y Allbuch, coraceros imperiales y españoles cabalgaron y cargaron contra Thurn desde la retaguardia, lo que abrió aún más brechas en sus filas. Al darse cuenta de que el enemigo ahora controlaba el campo, la caballería protestante se retiró a la seguridad de la retaguardia. Thurn al ver la retirada de la caballería ordenó a sus hombres que se retiraran. Menos de la mitad de sus 3.350 hombres regresaron al Heselberg.

Después de cinco horas de lucha feroz, Horn interrumpió su asalto al aparentemente inexpugnable Allbuch a las 13:00 horas y fue a reunirse con Bernardo para una retirada general. Justo cuando Horn llegó, Bernardo había ordenado a sus últimos escuadrones de caballería bajar al Herkheimerfeld para ayudar a las otras unidades protestantes a retirarse de una acción de caballería aparentemente imposible de ganar. Bernardo le sugirió a Horn que se atrincheraran y esperaran refuerzos de parte de Ludwig. Horn insistió en que el ejército protestante debía abandonar el campo antes de ser destruido. Bernardo finalmente consintió y acordó luchar una acción retardadora mientras Horn intentaba retirarse en el Arnsberg. Una vez que el ala de Horn alcanzara la seguridad del bosque, Bernhard se despegaría gradualmente.

En Herkheimerfeld, la caballería católica estaba obligando a los protestantes a retroceder en todo momento. Cratz intentó reunir a los jinetes protestantes, sin éxito. A lo largo de la línea católica, los soldados y los generales observaban con asombro cómo sus jinetes perseguían a sus adversarios con venganza. Varios escalones de la caballería barrieron el Heselberg, desalojando y dispersando a la brigada de infantería de Bernardo. La derrota ocurrió tan rápido que Bernardo no tuvo tiempo de reunir a sus hombres.

Desarmado y herido dos veces, Bernardo habría sido capturado, de no haber sido por un soldado que le ofreció su propio caballo para escapar.

Fase 3. Retirada sueca

Horn planeó retirar sus fuerzas a lo largo del estrecho valle entre el Heselberg y el Resen hasta llegar a un vado que lo llevaría a través de Ederheim. Desde allí tenía la intención de continuar hasta que llegara al camino hacia el Arnsberg. Al colocar su artillería cerca del frente de la columna, Horn esperaba evitar su pérdida si los españoles atacaban su retaguardia. Resultó ser un grave error. Apenas la vanguardia comenzó a marchar, los católicos atacaron a Bernardo sobre el Heselberg.

Mientras tanto, cuando la vanguardia de Horn se acercaba a Ederheim, un gran grupo de coraceros bávaros descendió por la ladera sur del Heselberg hacia la columna en retirada. Cargando con sus sables, arrojaron la columna en confusión y la cortaron en dos. La brecha se hizo más grande cuando los exploradores croatas entraron en la refriega, acosando a las ya desmoralizadas tropas de Horn. Unos pocos de infantería lograron cruzar el Rezen hasta Ederheim, pero la artillería y el cuerpo principal fueron cortados a varios cientos de metros del vado. En lugar de proteger a sus camaradas, la caballería protestante se dispersó en todas direcciones. Muchos de los soldados de a pie de Horn arrojaron sus armas y suplicaron que les dieran cuartel. Un gran número de protestantes fueron acuchillados en el acto.

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Batalla de Nördlingen (1634). Captura del conde Gustavo Horn durante la batalla. Autor Pieter Meulener

Tres brigadas protestantes completas fueron destruidas en la masacre, y Horn fue capturado. La destrucción del ejército protestante continuó durante todo el día y hasta bien entrada la noche. El trabajo de perseguir a los restos del ejército protestante fue llevado a cabo en gran parte por caballería bávara y los exploradores croatas. Los croatas localizaron el tren de equipaje protestante en Neresheim, donde masacraron a los guardias y saquearon los contenidos. Fue una victoria católica decisiva.

Las tropas suecas fueron literalmente arrasadas. El mariscal Horn, 14 coroneles y 6.000 hombres fueron hechos prisioneros, 7.000 más han caído en la batalla, los vencedores habían tomado, toda la artillería, el tren de suministros al completo, 4.000 carros y 450 banderas protestantes y 68 cañones por 1.500 muertos y 2.000 heridos.

El mito de la invencibilidad sueca quedó roto para siempre. Los tercios con sus mugrientos harapos, como los había calificado Bernardo de Sajonia-Weimar, a pesar de pagas atrasadas y sufrimientos padecidos pasearon una vez más el nombre de España por los campos de batalla.

Sin ejército para levantar el sitio de Nördlingen, la guarnición se rindió rápidamente y se libró de ser pasada a cuchillo. La victoria permitió a Gallas y Fernando capturar muchas ciudades clave de los Palatinados Superior e Inferior y Württembergo.

Todo lo que habíamos ganado con el gran rey Gustavo Adolfo en sangrientas batallas lo perdimos en un día de desgracia”. Quien resumía así el resultado de la jornada era el coronel de coraceros Kaspar Ostau. El poder sueco en Alemania desapareció, las guarniciones al sur del Main fueron abandonadas y la liga de Hielbronn se desintegró, los suecos se retiraron a la cabeza de puente en Pomerania.

La paz de Praga (1635)

Sin los suecos para apoyarlo, la Liga Heilbronn dejó de existir, y los católicos ganaron el control del sur de Alemania. En el año, Fernando II negoció un tratado con los protestantes alemanes que puso fin a la lucha en la Alemania devastada por la guerra. La paz de Praga en mayo de 1635 llevó a los ejércitos de los príncipes rebeldes al redil del Sacro Imperio Romano.

La batalla de Nördlingen y la paz de Praga marcaron un punto de inflexión clave en la guerra de los Treinta Años. Después de 17 años de guerra religiosa, los luteranos alemanes y los católicos de Fernando se reconciliaron entre sí. Pero la guerra no había terminado aún. Los gobernantes de Suecia, Francia y las Provincias Unidas no iban a permitir que Fernando mantuviera un control indiscutido sobre toda Alemania. El mismo mes en que se proclamó la paz, Francia declaró la guerra a España y la lucha estalló de nuevo en Renania. Alemania no conocería la paz durante otros 13 años.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2018-03-14. Última modificacion 2022-08-02.
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