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Antecedentes
Cristián IV también tenía intereses dinásticos inmediatos para intervenir en el Sacro Imperio; al contar con tres hijos varones que superaron la adolescencia, el rey danés fue influenciado por el sentido de responsabilidad paternal que el luteranismo inculcaba, y se esforzó en asegurarse que sus hijos consiguiesen cargos en el Imperio acordes a su dignidad real. En 1603, las tropas danesas ocuparon Bremen, y aunque la Corte Imperial de Justicia ordenó que la ciudad fuese desocupada en 1618, para el momento de su intervención en el Imperio ya había logrado que sus hijos menores, Federico y Ulrico, fuesen nombrados obispos de Verden y de Schwerin, respectivamente. Incluso después de finalizada su participación en la guerra contra el Emperador, Cristián no renunció a Bremen, y en el momento de la participación sueca, logró que Federico finalmente fuese electo administrador de dicho arzobispado.
La llegada del duque Cristian, y los condes Mansfeld y Tilly al norte de Alemania atentaba contra los intereses del monarca danés, y lo motivó entonces a prepararse para intervenir con un ejército. En marzo de 1625, el rey Cristian se postuló al cargo de coronel del círculo de la Baja Sajonia; esta posición le permitiría reclutar tropas bajo el propósito constitucional de defender a los estados miembros de la región, pero también podría usarlas para intimidarlos y forzar la elección de sus hijos menores a obispados vacantes en la Baja Sajonia y Westfalia.
Los príncipes de la Baja Sajonia no estaban dispuestos a dar tanto poder a Cristián, y en su lugar eligieron al sobrino de este, el duque Federico Ulrico de Brunswick-Wolfenbüttel, quien también era hermano mayor de Cristián de Brunswick. A pesar de su relación con los dos belicosos, Federico Ulrico se sentía intimidado por la autoridad imperial, y no iba a arriesgarse apoyando las campañas militares de sus parientes. Cristian de Dinamarca lo obligó entonces a renunciar, y la elección se repitió en mayo, con un resultado favorable para él. Con este cargo, reclutó 7.000 hombres, que fueron integrados al ejército danés ya movilizado, unos 20.00 hombres, y en junio partieron de Holstein hacia Nienburg.
El rey Cristián no contaba con el apoyo de su nobleza en esta intervención militar, por lo que tuvo que pagar a sus soldados de su bolsillo; consciente de que el conflicto podría alargarse, en enero había buscado ayuda en La Haya, donde Federico del Palatinado se encontraba exiliado. Para junio, contaba con un prometedor subsidio inglés, el prometedor principio de una ayuda aún mayor; no obstante, para el final de 1625, las negociaciones en La Haya no habían llegado a conseguirle ayuda sustancial, y se encontró aislado incluso en la Baja Sajonia, donde los mismos príncipes que lo había elegido, empezaron a darle la espalda bajo presión imperial.
El 7 de mayo, el emperador Fernando ordenó a los príncipes de la Baja Sajonia que no prestasen apoyo a los daneses, y al mismo tiempo autorizó a Tilly que movilizase a la liga Católica contra sus enemigos. El 27 de julio, se inclinó de nuevo por la diplomacia, y confirmó públicamente la garantía de Mülhausen. Dos días después, Tilly ocupó Holzminden y Hoxter, dos cruces del Weser que Cristián de Dinamarca podía tomar si quería seguir al sur. Los daneses se concentraron en Hamelín, en la ribera norte del río; el 30 de julio, el rey Cristián se cayó de su caballo y perdió el conocimiento mientras inspeccionaba sus defensas, corriéndose el rumor de que había estado ebrio.
El rey de Dinamarca se recuperó, pero estuvo inactivo militarmente durante dos meses, plazo durante el cual, se mantuvieron las negociaciones. El elector Juan Jorge de Sajonia preparó entonces una conferencia de paz en Brunswick, en la que el Emperador se mostró dispuesto a ratificar una vez más la garantía de Mülhausen y la paz de Augsburgo a cambio de que los daneses abandonasen el Imperio primero. Cristián y sus hombres ya se habían retirado a Verden, y para ese momento la mayoría de sus aliados bajo sajones se habían desmovilizado; no obstante, lejos estar considerando hacer la paz, el monarca danés seguía negociando con los holandeses y los ingleses en La Haya, quienes para diciembre le habían prometido 35.000 libras al mes. Con este subsidio, Cristián empezó a reclutar ejércitos germanos, con la ayuda del margrave Jorge Federico de Baden-Durlach, quien al igual que el conde Mansfeld y el duque Cristián, había sido un paladín protestante en la campaña del Palatinado.
Para esa fecha Mansfeld se encontraba de nuevo en el Imperio con un ejército, había reunido a 7.000 hombres pagados por Inglaterra en las Provincias Unidas; aunque el plan inglés era que subiese el río Rin hasta el Palatinado Renano, que liberaría para Federico V; prefirió quedarse en los Países Bajos, y participó en el sitio de Breda, que cayó ante los españoles en junio de 1625. En octubre se movió al norte de Westfalia con 10.000 soldados para apoyar al rey danés; Cristián de Brunswick hizo lo mismo con tres regimientos de caballería. Tilly estaba demasiado débil entonces para hacerle frente, la plaga y la escasez de suministros habían mermado sus números, era claro que solo no podría derrotar a los daneses.
Albrecht von Wallenstein en 1623, había sido promovido a mayor general después de ayudar a repeler un ataque de Gabriel Bethlen, príncipe transilvano. Con este rango, se ofreció a formar un ejército al servicio directo del Emperador, pero no fue hasta abril de 1625 que empezaron las negociaciones, y en junio se le encomendó reclutar 18.000 soldados de infantería y 6.000 de caballería. El tamaño de esta fuerza igualaba a la de Tilly, lo cual no era coincidencia, ya que Fernando no quería que su contribución a la guerra contra Dinamarca fuese vista como secundaria. Para 1626, Wallenstein contaba con una fuerza efectiva de 16.000 hombres, aunque era considerada indisciplinada por el embajador español, Francisco de Moncada, quien comunicó a su Rey que el Emperador seguía dependiendo fuertemente de la Liga Católica. El general bohemio procedió entonces a expandir sus fuerzas energéticamente, llegando a tener mando sobre 70.000 soldados a finales de año, duplicando la fuerza que Tilly tenía en ese momento.
En enero de 1626, Cristian pidió y recibió garantías de que Bethlen Gabor, desde Transilvania realizaría ataques de diversión contra Moravia y Silesia.
En marzo de 1626, el rey de Dinamarca ratificó el subsidio anglo-neerlandés, presionado por la llegada de Wallenstein a la región. Para mayo, había concentrado los 20.000 hombres con los que contaba en Wolfenbüttel, presionando a los nobles locales a que no tomasen medidas contra él, y al mismo tiempo dividiendo las fuerzas de la Liga Católica y de Wallenstein. Wallenstein estaba al sureste, en Halberstadt, mientras que Tilly se encontraba al suroeste en el Weser, a la altura de los montes Harz. Cristián envió al duque Juan Ernesto de Weimar hacia Osnabrück para distraer a Tilly, simultáneamente, el duque Cristián concentró sus fuerzas en Gotinga, listo para saltar hacia Hesse, territorio de donde la Liga Católica obtenía fondos para su ejército.
A pesar de la amenaza contra Hesse, Wallenstein quería que Tilly cruzara los montes Harz y juntos se encargaran del rey Cristian; el general de la liga Católica se negó, y fue una de las razones por las que Wallenstein presentó su renuncia al Emperador seis veces a inicios de 1626, siendo rechazadas siempre. De todas maneras, la llegada de Mansfeld a Lauenburgo con 12.000 soldados lo obligó a regresar hacia el Elba, ya que corría el riesgo de que este nuevo ejército rebelde cortase las líneas de suministro imperiales y llevase la guerra a Brandeburgo. Por su parte, Cristian IV envió un pequeño contingente danés al mando del general Fuchs, quien avanzó por la ribera oeste del Elba, en paralelo a Mansfeld, quien hacía lo mismo desde la ribera este.
Sin dificultad, Wallestein logró hacer que Fuchs se replegase, pero no se atrevió a cruzar el Elba, ya que las órdenes del Emperador se lo prohibían; no obstante, luego se enteró de que la guarnición imperial en Dessau, al mando de Johann von Aldringen, estaba siendo hostigada por Mansfeld. Si esta ciudad caía, los rebeldes controlarían el único cruce del Elba desde Dresde, al sur, hasta Magdeburgo, al norte, e interrumpirían la llegada de suministros para Wallenstein desde Bohemia.
Batalla del puente de Dessau (25 de abril de 1626)
El primero en moverse fue Mansfeld, que comenzó su marcha hacia Dessau al principio de la primavera de 1625. Wallenstein se enteró de sus movimientos, y apresuró a sus tropas, unos 20.000 soldados, a dirigirse también a Dessau y estableció una cabeza de puente en la parte este del río Elba. Mandó fortificar fuertemente el puente sobre el río en Dessau, y encargo su defensa a su lugarteniente, Aldringen.
Los dos bandos se encontraron poco antes y el 25 de abril, Mansfeld decidió forzar el cruce. Aldringen, aunque en inferioridad numérica, estaba bien fortificado y provisto de artillería. Pudo mantener a Mansfeld a raya. Finalmente, el propio Wallenstein obtuvo refuerzos desde su cuartel general en Aschersleben. El asalto se convirtió rápidamente en una trampa mortal para Mansfeld, sus tropas fueron atacadas y derrotadas.
Antes de que lograra retirarse, las bajas de Mansfeld se calculaban en unos 4.000 hombres, una tercera parte de su ejército. Se retiró apresuradamente hasta el río Óder en Silesia, intentó conectar con Bethlan Gabor de Transilvania, pero Gabor ya había aceptado a Ferdinando. Mansfeld se quedó vagando en los Balcanes con su ejército. Sus tropas impagas lo abandonaron y se disolvieron, el propio Mansfeld murió en Sarajevo en noviembre de 1626.
Wallenstein, que en ese momento estaba persiguiendo a Mansfeld, envió 8.000 efectivos para ayudar a Tilly que estaba cerca de Brunswick.
Batalla de Lutter (27 de agosto de 1626)
Antecedentes
Mientras tanto, al oeste, Tilly había estado lidiando solo con los daneses. Primero envió al conde Anholt hacia Osnabrück, para que se encargase de Juan Ernesto de Weimar. Luego empezó a tomar posiciones para hacer que el duque Cristián de Brunswick se retirase. Abruptamente, el duque enfermó y se retiró a Wolfenbüttel, donde murió el 16 de junio, a los 26 años. Dos semanas después, Wallenstein llegó a Gotinga, e iniciaron los preparativos para un asalto combinado de sus fuerzas contra el rey danés. Mansfeld no permitió que esta unión de fuerzas se consolidase, ya que rápidamente reconstruyó su ejército hasta llegar a los diez mil hombres, y luego de recibir otros siete mil al mando de Juan Ernesto de Weimar como apoyo de Cristián IV, partió hacia Silesia pasando al norte de Berlín.
La milicia silesiana, que respondía a los Habsburgo, fue derrotada fácilmente por los rebeldes; quienes entonces se dirigieron hacia la Alta Hungría, con la idea de unirse a Gabriel Bethlen, el príncipe de Transilvania, quien era un rival de los Habsburgo por la corona de Hungría, y además recientemente se había casado con la hermana del elector de Brandeburgo. Wallenstein partió entonces contra Mansfeld con 20.000 soldados, cruzando Sajonia y evitando Brandeburgo, para no provocar al Elector, que dudaba si debía mantenerse neutral o apoyar a los rebeldes; avanzando a mucha velocidad, la fuerza rebelde cometió un error estratégico al alejarse de sus líneas de suministro danesas, y cuando los imperialistas llegaron a Silesia, quedó atrapada en los montes Tatras, dependientes del apoyo de Bethlen.
El rey Cristián IV de Dinamarca había permanecido inactivo en Wolfenbüttel, enviando refuerzos al este o al oeste, y mientras tanto intentaba convencer a otros príncipes germanos que se uniesen a su causa. Tilly fue sometiendo las guarniciones danesas desde Gotinga, subiendo hasta donde se encontraba el rey danés. A inicios de julio, Münden fue asaltada por las tropas de la liga Católica, que entre combates y saqueos asesinaron a más de la mitad de los 2.500 habitantes. El 27 de julio, Gotinga cayó ante Tilly, luego de que este cortara sus suministros de agua. A Cristián solo le quedaba Northeim, por lo que se dirigió con su ejército a reforzarla, en ese momento llegó Aldringen con 4.300 imperialistas para reforzar a Tilly. El rey danés dio entonces marcha atrás hacia Wolfenbüttel, pero debido a los carromatos de carga fue alcanzado en la mañana del 27 de agosto en Lutter am Barenberge.
Desarrollo de la batalla
Los daneses y los imperialistas contaban con 20.000 efectivos cada uno, aunque los primeros contaban con un poco más de artillería. Los ejércitos se desplegaron en un amplio valle justo antes de Lutter, separados por un arroyuelo y rodeados por un bosque. Al iniciar la tarde, Anholt atacó el ala izquierda danesa, el Rey se encontraba atrás coordinando el paso de los vagones de carga y aparentemente no había dejado a alguien a cargo; entonces el príncipe Felipe, hijo del landgrave Mauricio I de Hesse-Kassel, atacó el ala izquierda del bando imperialista sin órdenes superiores, con la intención de capturar la artillería pesada enemiga, que había sido colocada muy cerca del frente. Mientras tanto, destacamentos imperialistas rodearon a los daneses a través de los bosques intentando atraparlos. Los rebeldes resistieron por un tiempo, pero luego tuvieron que retirarse, exponiendo el centro de su formación, que fue derrotado, perdiéndose la artillería.
Con la batalla perdida, la escolta real danesa entró al campo de batalla, manteniendo un paso abierto para que las dos últimas líneas de la infantería escapasen, pero la primera tuvo que rendirse. El ejército danés sufrió 3.000 muertos, incluyendo al príncipe Felipe y al general Fuchs, 2.500 capturados y 2.000 deserciones. Cristián perdió toda su artillería y casi todos sus carromatos, incluyendo dos repletos de oro. Por su parte, Tilly contabilizó 700 bajas entre muertos y heridos.
Secuelas de la batalla
Los daneses se retiraron en dirección a Verden, quemando varias villas en su camino, y abandonando posiciones como Hannover, pero reteniendo Wolfenbüttel. Tilly rápidamente ocupó el arzobispado de Bremen, y presionó militarmente al Elector de Brandeburgo para que reconociese a su señor, Maximiliano, como elector de Baviera. El general católico quería seguir persiguiendo al rey danés, pero la Baja Sajonia ya había sido saqueada por los ejércitos que antes la habían ocupado, y no podía alimentar a su ejército, que estaba exhausto como para continuar hacia el norte.
Final de la intervención danesa
El emperador Fernando se preparó entonces para organizar una conferencia de paz en Colmar, estableciendo como condiciones que Federico del Palatinado renunciase definitivamente a sus pretensiones a la corona Bohemia, y que aceptase a Maximiliano de Baviera como elector, título que sería revertido al Palatinado al morir este. La paz se veía cercana, no obstante, la demanda imperial de pago de reparaciones de guerra por parte del conde palatino hizo fracasar las conversaciones de paz. De esta manera, las esperanzas danesas de finalizar el conflicto sin sufrir mayores derrotas se vio frustrada, y el rey Cristián tuvo que prepararse para defender Jutlandia.
Después de que se suspendiesen las operaciones durante el invierno de 1626/7, Cristián recibió 5.000 auxiliares ingleses y holandeses que fueron desplegados entre Nienburg y Wolfenbüttel. El ejército principal, unos 15.000 hombres, fue estacionado en Lauenburgo del Elba. Otros 10.000 soldados daneses fueron estacionados en Havelberg, al este, al mando del margrave Jorge Federico. No obstante, entre Hamburgo y el mar Báltico, solamente la milicia de Holstein y un castillo en Trittau defendían la entrada a la península danesa.
En 1628, Wallenstein ocupó Mecklemburgo. Fue nombrado duque de Mecklemburgo y Fernando lo nombró «general de toda la flota imperial y señor del Atlántico y del Báltico«. Wismar y Rostock, importantes y lucrativos puertos bálticos, cayeron bajo el control imperial.
La caída de estos dos puertos dio al conde-duque de Olivares la oportunidad de poner en práctica su política de almirantazgo. El plan era simple. Al unir las ciudades comerciales de Flandes y la Hansa, las fuerzas de los Habsburgo podían arrebatar el control del tráfico desde el Báltico hasta los puertos de Flandes. El comercio naval holandés sería estrangulado, ya que los Habsburgo controlarían el movimiento en los mares del norte de Europa. Esto sería un impulso masivo para la economía de España, porque una vez más ella había quebrado en 1627. También socavaría la capacidad de los holandeses para defenderse, puesto que la inversión en sus fuerzas armadas se secaría y no tendrían la influencia financiera para pagar mercenarios o comprar tropas extranjeras de la talla de Suecia.
Olivares quería que su plan fuera organizado por una Inspección de Comercio (almirantazgo de los países septentrionales). Sobre el papel, su plan era bueno. Al llevar a la bancarrota a los holandeses y controlar el comercio mercantil en el Báltico y la costa norte de Europa Occidental, restablecería la economía de España y elevaría el estatus de los Habsburgo una vez más en toda Europa. Pero tenía un defecto: el plan dependía de la cooperación de Wallenstein y no estaba a favor del plan simplemente porque le quitaba el poder en el Báltico. Wallenstein vio el Báltico como su «territorio» y no quería la interferencia española en la región.
Era una de las regiones más lucrativas de Europa y el dinero que se ganaba allí, Wallenstein quería quedárselo. En su apoyo estaban las ciudades comerciales de Danzig y Lübeck. A Wallenstein también le preocupaba que la construcción de una armada imperial para proteger el comercio de Hansa pudiera provocar una respuesta de Suecia. Temía que Gustavo pudiera invadir el norte de Alemania para afirmar su autoridad en el área. Wallenstein veía el norte de Alemania como suyo y no quería que la región fuera devastada por la guerra, ya que de lo contrario perdería una gran cantidad de dinero.
Este ejemplo muestra la posición difícil en la que se encontraba Fernando. La vía de los Habsburgo españoles en Olivares tenía un potencial plan excelente para reafirmar el poder de los Habsburgo en toda Europa. Pero los Habsburgo austriacos, bajo Ferdinand, parecían haber perdido el control de su exitoso general Wallenstein, quien había comenzado a verse a sí mismo como una ley en sí mismo.
El ejército de Wallenstein entonces marchó hacia el norte, ocupando Mecklemburgo, Pomerania y finalmente la propia Jutlandia. Sin embargo, fue incapaz de tomar la capital danesa en la isla de Seeland sin una flota y ni los puertos hanseáticos ni los polacos le permitieron que construyese una flota imperial en el Báltico.
Asedio de la ciudad de Stralsund (4 de mayo al 4 de agosto de 1628)
Wallenstein decidió atacar la ciudad de Stralsund en Pomerania. Su afirmación era que extendería el poder del Emperador, pero también aumentaría en gran medida el suyo, ya que Stralsund era una ciudad rica.
El asedio de la ciudad comenzó el 4 de mayo con las fuerzas mandadas por Hans Georg von Arnim. En aquellos momentos, la ciudad contaba 20.000 habitantes, estaba defendido por una fuerza ciudadana de 2.500 hombres, 1.500 mercenarios y otros 1.000 reclutas. El primero de los más importantes asaltos imperiales a la ciudad tuvo lugar del 16 al 24 de mayo. Los habitantes pidieron ayuda a Suecia y a Dinamarca.
Cristián reaccionó inmediatamente y desplegó una fuerza que incluía 900 de los escoceses de Mackay, organizados en siete compañías, y una compañía de alemanes. Aunque fueron despachados el 8 de mayo, recién llegaron el 24 de mayo. El mercenario danés-alemán Heinrich Holk fue nombrado gobernador. Cuando Holk se retiró para buscar refuerzos, fue sucedido por el escocés Alexander Seaton.
El ejército imperial retomó el asalto el 26 y el 27 de mayo. El 20 de junio, una expedición auxiliar sueca, que había partido el 2 de junio, llegó con 600 hombres desde Norrland al mando del coronel Rosladin.
El 27 de junio, Wallenstein tomó el mando de la fuerza atacante y reanudó los ataques esa misma noche. Las fuerzas escocesas, a quienes se les había confiado la defensa de un sector crucial de las fortificaciones de Stralsund, se distinguieron por su ferocidad en la batalla. El asalto principal se realizó en el distrito este de Franken, mandado por el mayor Robert Monro. De los 900 escoceses, 500 murieron y 300 resultaron heridos, incluyendo a Monro. Rosladin pudo llegar a aliviar a las tropas de Monro y recuperar el terreno perdido. Aproximadamente 2.000 defensores murieron o fueron capturados durante el asalto. Monro, recordando la batalla, relató más adelante que «no nos atrevíamos a dejar nuestros puestos para nuestra propia recreación, mucho menos para dormir» por un periodo de seis semanas.
La noche siguiente, el 28 o el 29 de junio, Wallenstein logró apoderarse de las secciones exteriores de las fortificaciones. Rosladin fue herido y el gobernador Seaton tomó su lugar como comandante.
El 29 de junio, diez barcos suecos reforzaron Stralsund con 600 hombres, pese al intenso fuego por parte de las fuerzas de Wallenstein. Poco tiempo después, Cristián ordenó a otro regimiento escocés, el de Alexander Lindsay, II Lord de Spynie, que ayudase a defender el pueblo. Estas tropas llegaron aproximadamente el 4 de julio y sufrieron muchas bajas (quedando reducidas de un regimiento de 4.000 hombres a cuatro compañías con 800 soldados) en los siguientes asaltos, muchos de ellos liderados por el mismo Wallenstein. El 10 de julio, Wallenstein y Stralsund negociaron un tratado en el bosque de Hainholz al noroeste del pueblo, el cual obligaba a Stralsund a recibir a las tropas pomeranias. El tratado fue firmado por Wallenstein y Bogislaw XIV el 21 de julio, pero no por Starlsund. Pese a que Bogislaw firmó en nombre el pueblo, el tratado no entró en vigor.
El 2 de julio, Stralsund había sido reforzado por 400 daneses y unos 1.100 soldados de los regimientos daneses-escoceses de Donald Mackay, Alexander Lindsay y lord Spynie. Una semana después, el escocés Alexander Leslie, bajo la bandera sueca, llegó con 800 hombres de Norrland y sucedió a Seaton como gobernador de Stralsund. Leslie comandaba un total de 4.000 a 5.000 soldados. El apoyo danés alcanzó 2.650 soldados desplegados durante el asedio.
Las fuertes lluvias entre el 21 y el 24 de julio convirtieron el campo de batalla en un pantano. El 4 de agosto, Wallenstein levantó el asedio, llevándose su primer revés en la guerra de los Treinta Años.
Batalla de Wolgast ( septiembre de 1628)
El rey Cristian IV, creyendo que las fuerzas de Wallenstein estaban muy debilitadas tras el asedio a Stralsund, quiso continuar el éxito y desembarcó una fuerza en Pomerania, pero el ejército de Wallenstein todavía era muy fuerte.
El 11 de agosto, Cristián IV desembarco con a 7.000 hombres en Usedom, separado del pueblo de Wolgast por el estrecho de Peenestrom, y ocuparon la isla. En la entrada del estrecho, las fuerzas de ocupación habían estado construyendo una fortificación de tierra en Peenemünde, la cual fue capturada por las tropas de Cristián IV.
El 24 de agosto, tomaron Wolgast sin resistencia alguna. Después de que la guarnición imperial fuera expulsada, Cristián IV fue recibido con un amplio apoyo de la población local para convertir a Wolgast en una fortaleza como Stralsund. A esas alturas, los refuerzos que venían desde Suecia se encontraban en camino.
Cristián IV entonces se dispuso a esperar a Wallenstein, que se había retirado del asedio de Stralsund y se dirigía hacia el este para hacer frente a la fuerza danesa. El campo de batalla que Cristián escogió estaba a poca distancia al oeste del pueblo y asegurado por la costa y pantanos.
El rey danés tenía 5.500 soldados en el campo de batalla, incluyendo 1.500 jinetes y unos 400 escoceses del regimiento de Donald Mackay. La infantería estaba organizada en seis regimientos. Wallenstein avanzó con unos 7.500 soldados, formados en 33 compañías de infantería, 20 compañías de coraceros y 11 cañones.
Wallenstein atacó el 2 de septiembre. Destruyó el flanco danés, matando a 1.000 soldados de Cristián IV y capturando a otros 600. A partir de allí, pudo recuperar el pueblo, donde 500 soldados daneses aislados del ejército principal no tuvieron más opción que rendirse. Así fue como Wolgast, el lugar de residencia de los duques pomeranios, fue quemada y saqueada. Solo la llegada de la noche permitió a Cristián IV y algunas de sus tropas retirarse y subirse a sus navíos.
Sin embargo, Wallenstein se dio cuenta de que tal victoria podría provocar una respuesta de Gustavo de Suecia y persuadió a Ferde para aceptar términos de paz generosos con Cristian a pesar de que Dinamarca era incapaz de continuar una campaña militar.
En el tratado de Lübeck (junio de 1629), se permitió a Dinamarca conservar sus posesiones, incluido el valioso estado de Holstein; Cristian tuvo que renunciar a sus pretensiones sobre los obispados del norte de Alemania y su liderazgo en el círculo de Baja Sajonia. También tuvo que retirarse formalmente de la guerra.
Fernando estaba entonces en una posición en la que sentía que podía ignorar los deseos de los príncipes alemanes. En marzo de 1629, introdujo el edicto de Restitución, que no solo haciendo forzaba la devolución de las tierras secularizadas desde 1552, sino deponiendo de sus cargos a los calvinistas, medida que suponía una recatolización del norte de Alemania y que inmediatamente provocó la respuesta de los Estados protestantes.
Dieta de Ratisbona (julio de 1630)
El elector de Mainz, que había sido uno de los principales críticos con el creciente poder de Wallenstein, convocó una reunión de los electores (Kurfürstentag) en Regensburgo (Ratisbona) en julio de 1630. Aunque la reunión fuera una mera reunión de los electores imperiales, las tensiones dentro y fuera del Imperio llevaron a que la reunión se convirtiera en una conferencia internacional.
Debido a la situación dentro y fuera del Imperio, la política de la Dieta se volvió compleja. El emperador Fernando II quería que su hijo, el archiduque Fernando, fuera elegido «rey de los romanos«, el preludio del trono imperial. Estaba dispuesto a atender las quejas de los electores. También quería dejar en claro que el Federico, el proscrito elector del Palatinado, no recibiría el perdón. Además, ante la insistencia de los Habsburgo españoles, el emperador debía tratar de obtener la aprobación electoral para una guerra contra los holandeses.
Maximiliano I de Baviera y los demás electores católicos estaban asustados por el tamaño del ejército imperial, que había sido levantado sin siquiera contar los electores. Wallenstein, había empujado a los ejércitos de la Liga Católica fuera de los mejores cuarteles de invierno y los había obligado a regresar a los territorios de los gobernantes católicos. Los príncipes católicos estaban ansiosos por ver reducido el ejército imperial en tamaño y quitar el mando a Wallenstein.
Los electores protestantes, furiosos por el edicto de Restitución, se negaron a asistir a la Dieta en persona. En vez de eso, despacharon embajadores y convocaron una reunión de protesta en Annaburg, Sajonia, desde la cual emitieron protestas contra el Edicto. Además de su odio al Edicto, los electores protestantes compartieron el temor de sus hermanos católicos hacia el ejército imperial y Wallenstein.
Los franceses y españoles enviaron embajadores a la Dieta. Cada uno de ellos tenía objetivos que esperaban que el Emperador o los electores pudieran avanzar. Además, cada uno estaba dispuesto a tratar de resolver la guerra de Sucesión de Mantua que entonces asolaba el norte de Italia.
Los franceses estaban asustados por la participación de las tropas imperiales en las guerras de los españoles. Las fuerzas imperiales habían participado en las campañas de 1629 contra los holandeses, y se encontraban en esos momentos en el norte de Italia asistiendo a los españoles en la guerra de Sucesión de Mantua. Los franceses trataron de asegurarse de que los electores lograran reducir el poder de las armas imperiales para evitar más ayuda a sus enemigos españoles.
Los españoles buscaban ayuda imperial en su guerra continua contra los holandeses. La campaña de los Países Bajos de 1629, que los españoles habían emprendido con la ayuda de las tropas que les facilitó Wallenstein, había sido desastrosa para las armas españolas.
Fiel a sus primos españoles (cuyos subsidios lo mantuvieron en el poder), el Emperador solicitó a los electores declarar la guerra contra los holandeses, con el argumento de que habían ocupado varios lugares en Alemania. Los electores notaron que los españoles eran igualmente culpables de apoderarse de tierras alemanas y se negaron a involucrarse en las guerras interminables de los Países Bajos. Fernando II se vio obligado a dejar el punto.
Los electores, tanto protestantes como católicos, querían que Wallenstein fuera despedido y el ejército imperial reducido a un tercio de su tamaño. Aunque sabía de la corriente de sentimientos contra él, Wallenstein acechaba en un esplendor principesco en Memmigen sin hacer ningún movimiento para llegar a la cercana Ratisbona (Regensburgo) y defenderse.
El emperador estaba dispuesto a renunciar a su ejército y a su general para evitar una ruptura con los electores católicos.
El 13 de agosto de 1630, Wallenstein fue removido de su mando. El general se retiró tranquilamente a sus propiedades bohemias. En verdad, la tensión financiera de mantener un ejército para los Habsburgo austríacos era demasiado para cualquier hombre. Poco después del despido, de Witt, el financiero de Wallenstein, estaba en una suicida bancarrota.
Una vez que Wallenstein desapareció, la pregunta era quién lo reemplazaría como comandante en jefe imperial del ejército imperial. Los electores católicos querían que Maximiliano tomara el mando de los ejércitos, como un freno a la ambición de los Habsburgo. Los españoles (que en gran parte pagaban el ejército) lo rechazaron por la misma razón. Al final, Maximiliano se vio obligado a retirar su nombre de la consideración.
Al final, el Emperador confió el mando a los más fieles generales católicos, Tilly. El viejo guerrero también continuó al mando de la liga Católica de Maximiliano también. Las fuerzas imperiales se reducirían a 39.000 hombres en armas y las fuerzas de la Liga a 20.000.
El Emperador estaba dispuesto a reducir su ejército porque creía que sus fuerzas en el norte de Italia ya no serían necesarias. Las armas de los Habsburgo prosperaban en el norte de Italia, en julio, los ejércitos español y el imperial habían tomado Mantua y la habían saqueado.
El 13 de octubre de 1630, los embajadores franceses, aterrorizados por estos reveses, acordaron la paz. Los términos eran ventajosos para los intereses franceses en Italia, ya que se confirmaron los derechos del candidato francés para el ducado de Mantua, sujeto a indemnizaciones a favor del duque de Saboya y otro duque del norte de Italia. De hecho, Olivares, el primer ministro español, pensó que los términos tan hostiles a los intereses españoles eran poco más que una rendición. Sin embargo, el tratado de Ratisbona impedía que los franceses siguieran una política más activa en Alemania, ya que sus términos incluían un acuerdo que los franceses no se inmiscuirán en los asuntos del Imperio.
Luis XIII de Francia se negó a aceptar la paz que se había hecho en su nombre. Así el Emperador se encontró con fuerzas disminuidas y una guerra aún por librar. La paz italiana no se firmaría hasta el tratado de Cherasco el 19 de junio de 1631 y las fuerzas desviadas al sur de los Alpes fueron echadas de menos en los primeros meses de la invasión sueca.
A pesar de las concesiones del Emperador, los enojados electores aún se negaron a nombrar al archiduque Fernando Rey de los Romanos. En septiembre, la elección fue rechazada uniformemente por católicos y protestantes por igual y el emperador finalmente cerró la inútil Dieta el 12 de noviembre de 1630. Mientras el emperador, los electores y los embajadores estaban participando en sus maniobras políticas, ocurrió un evento que sería la ruina de todos sus cálculos: los suecos habían llegado a Pomerania.