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Antecedentes
En marzo de 1639, Richelieu aceptó ayudar a Cristina de Saboya, atacada por sus hermanos que eran aliados con España. Sin embargo, a cambio de enviar un ejército de refuerzo, el Cardenal exigió a la regente la cesión de las ciudades de Cherasco, Savigliano y Carmagnola. En agosto, los dos hermanos de la regente fueron nombrados tutores de Carlos Manuel II y administradores del estado por el Senado de Saboya.
Cristina se dirigió a Richelieu, y este le prometió intervenir con la condición de ceder a Francia la ciudad de Montmelian. La Regente aceptó la propuesta del Cardenal.
En julio de 1639, Bernardo de Sajonia-Weimar murió en Neubourg (llevado por la fiebre según algunos, envenenado según otros). Sería Juan Bautista Budes, conde de Guebriant, quién tomaría el mando de las tropas del duque de Sajonia, Budes había sido el segundo oficial del difunto durante muchos años. Este último persuadió al gobernador de Brisach para que pusiese la ciudad en manos del rey de Francia.
Durante el verano de 1639 una nueva revuelta popular estalló, esta vez en Normandía, dirigido por Va nu pieds (pies descalzos) que expresaban su descontento a causa de un nuevo impuesto. Los insurgentes denominaron zonas vecinas, pero París no se vio afectada por el movimiento. Finalmente, se decidió enviar un ejército para castigar a los rebeldes, pero este último no estaba compuesto por franceses, que podrían haber sido demasiado indulgentes. Al final del otoño, los Va nu pieds (pies descalzos) se dispersaron y los líderes fueron ahorcados. En marzo de 1640, ansioso por limpiar las finanzas del reino (el estado estaba en déficit debido a la guerra), se decidió crear una nueva moneda de oro, el Luis.
Asedio de Arras (13 de junio al 6 de agosto de 1640)
En 1640, el Cardenal-infante Fernando, gobernador y capitán general del ejército de los Países Bajos, disponía de más tropas para la campaña que en años anteriores; no solo por el éxito de la misión naval de Antonio de Oquendo que trasladó a los Países Bajos entre 6.000 y 10.000 soldados, sino porque se crearon tres nuevos tercios de infantería valones, y Guillermo de Lamboy, comandante del ejército auxiliar imperial que combatía en Flandes, también hizo nuevos reclutamientos.
Sin embargo, Richelieu dispuso la movilización de nada menos que tres ejércitos con mando independiente para la penetración en el condado de Artois, su principal objetivo tras la conquista de la secundaria plaza de Hesdin el 29 de junio de 1639. Los tres ejércitos, al mando de los mariscales de La Meilleraye, de Chaulnes y de Châtillon, se congregaron en abril en la ciudad de Soissons, 100 kilómetros al noreste de París. La formidable concentración sumaba, según el cronista holandés coetáneo Isaac Commelin, 24.000 infantes, 8.000 jinetes y un tren de artillería de 50 piezas.
El objetivo entonces era coger a las fuerzas españolas en una tenaza: Federico-Enrique atacaría Dam y Brujas, mientras que Meilleraye operaría sobre el río Mosa. Mientras tanto, los ejércitos franceses mantendrían la presión sobre Artois.
La Meilleraye, pariente cercano de Richelieu, recibió el mando supremo del ejército francés. Era de los tres mariscales el más competente. Aun así, la campaña no comenzó bien para los franceses. La Meilleraye envió a los ejércitos de Chaulnes y Châtillon sobre Saint-Omer mientras el suyo avanzó sobre la plaza de Charlemont (actual Charleville-Mézières), en el condado de Namur. Puso la plaza bajo asedio, pero no logró tomarla por una conjunción de factores: las fuertes lluvias de mayo, que dejaron empantanados los caminos del bosque de las Ardenas; la pobreza de la comarca en pastos para los caballos; y las buenas prevenciones defensivas de Felipe da Silva, gobernador de la frontera de Francia y uno de los mejores generales de Felipe IV, que con sus tropas y el cuerpo de Lamboy estaba a la espera de los franceses en Arleux. La plaza era de vital importancia, ya que su posición en la confluencia entre los ríos Mosa y Givet la convertía en la llave de las comunicaciones entre el condado de Hainault y Luxemburgo.
Ante el evidente fracaso del asedio de Charlemont, los ejércitos franceses se retiraron en dirección a Amiens, desde donde Luis XIII y el Cardenal seguían de cerca el desarrollo de la campaña y tomaban las disposiciones que mejores les parecían. Según Vittorio Siri, La Meilleraye, los otros mariscales y sus planas mayores expidieron un oficial a Richelieu para explicar las causas del fracaso de la empresa de Charlemont; y proponerle a su vez el asedio de Arras, al conocer que parte de la guarnición española habría sido distribuida entre varias plazas cercanas, en concreto Saint-Omer, Béthune y Aire-sur-la-Lys.
Los ejércitos franceses aparecieron a la vista de Arras el 13 de junio tras marchar separadamente para despistar a los españoles sobre su verdadero objetivo. Allí se le unieron Châtillon y Chaulnes, que habían llegado por la orilla norte del río Scarpe. Esta vez la fuerza gala ascendía a 25.000 infantes y 9.000 jinetes, un ejército formidable. Nada menos que cinco mariscales de Francia asistían al cerco: La Meilleraye, que ostentaba el mando supremo, Châtillon, Chaulnes, La Guiche y Praslin, amén de un elevado número de nobles jovenzuelos voluntarios deseosos de lucirse como los duques de Enghien, de Nemours, y de Luyne.
Las fortificaciones de Arras consistían en dos mitades; la ciudad en el este y la abadía en el oeste, formando una figura en forma de un ocho. Los muros habían sido abastionados en el siglo XVI bajo el reinado de Carlos V y más recientemente se habían agregado algunas medialunas de tierra y un camino cubierto. La guarnición de Arras, se reducía a 1.500 infantes y 400 jinetes, españoles, irlandeses y valones, al mando del veterano maestre de campo irlandés Owen Roe O’Neill, que había recibido de Felipe da Silva el mando de la plaza a primeros de junio. El estado de las defensas de la ciudad era deficiente, pero, aun así, la población estaba dispuesta a batirse. No en vano, el propio Richelieu los tildó de “enemigos jurados de los franceses y más españoles que los castellanos”. A manera de desafío, en las murallas de Arras aparecieron pintadas que rezaban: “Quand les souris mangeront les chats, les français prendront Arras” (cuando los ratones se coman a los gatos, los franceses tomarán Arras).
A pesar de la obstinada defensa de Owen Roe O’Neill y sus hombres, que hostigaban las obras de zapa francesas con salidas constantes, el alto mando español pronto fue consciente de que Arras caería si no era socorrida. Entre finales de mayo y principios de junio las tropas españolas que defendían el país del Waas, entre Gante y Brujas, habían derrotado al ejército holandés primero cerca de Brujas y luego junto a Hulst, de manera que el Cardenal-infante pudo disponer de tropas para el socorro que de otro modo no hubiera podido sacar de las guarniciones flamencas. Aun así, el ejército que congregó en Douai y sus alrededores era netamente inferior al francés: 16.000 infantes y 6.000 jinetes; compuesto de españoles, italianos, alemanes, valones y loreneses principalmente. A las tropas del ejército de Flandes se habían agregado los auxiliares imperiales de Lamboy y el ejército del duque Carlos de Lorena.
En Douai el Cardenal-infante celebró un consejo de guerra con sus principales consejeros. Asistieron por la parte militar el ya citado Felipe da Silva, Andrea Cantelmo, maestre de campo general; el duque de Lorena; el general wachtmeister Guillermo de Lamboy; el conde de Fuensaldaña, general de la artillería y gobernador de Cambrai, y el conde de Isemburg, gobernador de Artois. Las opciones que unos y otros plantearon al hermano de Felipe IV eran un ataque directo sobre la línea de circunvalación francesa, opción defendida por Cantelmo, Lamboy y el duque de Lorena; o cortar las líneas de suministros al ejército sitiador para obligarlo a levantar el asedio, un punto de vista que defendían Felipe da Silva y el presidente Roose. La discusión se tornó acalorada, y en palabras del alférez Lorenzo de Cevallos y Arce: “Felipe de Silva y Andrea Cantelmo andaban tan desavenidos, que llegó a tanto su imprudencia, que llegaron a decirse pesadumbres muy pesadas delante del Infante”.
En un primer momento, don Fernando optó por el consejo de Felipe da Silva y dispuso sus tropas para bloquear al paso de los convoyes de suministros que salían de Amiens y Doullens en dirección el campo sitiador. Las tropas españolas lograron bloquear efectivamente al ejército francés, y en particular las tropas de Lamboy y el duque de Lorena lograron arrebatar de una sola vez a los franceses 700 carros de víveres, 1.000 carneros y 50 bueyes.
Todo parecía perdido hasta que, el 2 de agosto, un convoy de 1.500 carros escoltados por 2.000 hombres logró alcanzar a las hambrientas tropas francesas.
Sin embargo, la situación en Arras seguía siendo desesperada, de modo que aprovechando que los franceses preparaban un gigantesco convoy de 5.000 carros, y que La Meilleraye se había desprendido de 8.000 de sus hombres para reforzar su escolta; el Cardenal-infante, persuadido de Cantelmo, decidió acometer la línea francesa en el punto que creía más débil, entre los cuarteles de La Meilleraye y el general Rantzau, que miraban a Douai.
Fernando dio el mando del ataque principal a Cantelmo, a cuyas órdenes puso 4 tercios, la mayor parte de la caballería y algunos cañones, mientras que el conde de Villerval y el barón de Grobbendonk debían ejecutar ataques de diversión en otros puntos de la línea. Lorenzo de Cevallos da una buena descripción de las defensas francesas:
“En estos cuarteles principales había fuertes reales, y de trecho a trecho otros fuertes ordinarios en forma de reductos y estrellas, y cordones que los ceñían a todos; y antes de llegar a las trincheras que tenían abiertas a la villa, otra fortificación en la misma forma; y todo estaba hecho con la perfección que se puede pensar, pues siempre estuvieron temiendo que les habíamos de atacar por diferentes partes, como cualquier hombre de buen discurso pudiera pensar que una villa, capital de una provincia, como era Artois, no se había de perder por falta de diligencia”.
El ataque español se produjo el 2 de agosto. Lorenzo de Cevallos y el marqués de Montglat lo describen al detalle; el segundo con más ecuanimidad, pues el español manifiesta en su obra una clara ojeriza hacia Cantelmo y los italianos. En particular, a este alférez reformado del tercio de Saavedra le molestó que Cantelmo diese la vanguardia a los tercios napolitanos de Giovanni delli Ponti y Alonzo Strozzi y dejase en segunda línea al tercio español de Pedro de León. Cevallos, algo rencoroso, escribió sin ambages que “los maestres de campo italianos embistieron con gran valor, más no les bastó, porque dos veces fueron rechazados; justo castigo que dio Dios a la malicia de Cantelmo, pues quitó la precedencia que tocaba a nuestra nación, como aquella que ha conquistado a las demás”. En su relación de la batalla Galeazzo, Gualdo Priorato no menciona que los italianos fuesen rechazados, pero en solitario o sostenidos por el tercio español, lograron penetrar en las líneas galas y pusieron en fuga a la infantería francesa. El general Rantzau fue gravemente herido y tuvo que ser retirado del combate, mientras que el príncipe Roderick von Württemberg fue hecho prisionero.
Los ataques de distracción de Villerval y Grobbendonk no llegaron a buen término. La artillería gala causó estragos en sus filas. Grobbendonk quedó inconsciente al caerle encima un soldado abatido de un disparo, y Villerval fue herido de muerte. Peor aún, los hombres de Cantelmo no supieron explotar su éxito. No abrieron brechas en el cordón francés para que la caballería, que aguantaba estoicamente las salvas de los cañones enemigos, penetrase en el recinto. Tampoco acondicionaron batería alguna en atención a la previsible batalla, sino que se entregaron al pillaje, “con que nuestros descuidos y mala disposición fueron causa del mal suceso”, afirmó Cevallos. Los franceses, en efecto, se reordenaron y acudieron a rechazar a españoles e italianos. La Meilleraye envió en vanguardia a sus veteranos del regimiento de Navarra y el regimiento de la Marine, sostenidos por otras tropas, y se trabó un feroz combate en el que los franceses, superiores en número, se acabaron imponiendo. Los españoles, eso sí, pudieron replegarse en buen orden, y Gualdo Priorato calificó la retirada de “valerosa”. Según este mismo autor los españoles tuvieron 1.500 bajas entre muertos y heridos, por 1.000 francesas. Llama la atención la cifra de oficiales que causaron baja: 400 entre unos y otros.
El 8 de agosto O’Neill, viendo que los franceses habían sido reabastecidos y que el ataque a la sección oriental de las fortificaciones de la ciudad estaba peligrosamente cerca de las murallas, ordenó una salida contra los sitiadores. Fue en esta lucha desesperada que el famoso dramaturgo y duelista Cyrano de Bergerac resultó herido por un corte de espada en el cuello. Finalmente, los españoles fueron rechazados dentro de las murallas. Se rindieron al día siguiente al ver que los franceses habían puesto minas debajo de las fortificaciones y estaban listos para detonarlas.
O’Neill pactó una rendición honorable; no en vano había hecho frente a más de 30.000 franceses durante casi dos meses con una tropa escasa y unas defensas en mal estado. Los oficiales de la guarnición de Arras no solo conservaron su honra, sino que fueron agraciados con gajes y ascensos. Port parte francesa, el júbilo por la toma de la plaza fue enorme. Si bien Arras no era, ni mucho menos, la llave que abría los Países Bajos meridionales a la conquista, su valor simbólico era grande. Como parte de la “guerra de papeles” que las monarquías española y francesa libraban, de las imprentas galas salieron numerosos grabados satíricos que reflejaban la derrota de los gatos de Arras a manos de los ratones franceses.
Con la captura los franceses habían violado la primera línea de puntos fortificados que defendían la frontera sur de los Países Bajos españoles. Estas líneas eventualmente se darían la vuelta y se organizarían en una barrera defensiva que protegerían a Francia, dirigidos por el arquitecto Vauban.
Batalla de Honnecourt (5 de mayo de 1642)
En 1640 el rey Felipe IV perdió Portugal y le estalló la revolución en Cataluña. Al año siguiente el Cardenal-infante don Fernando fallecía de viruela y con él se desvanecían las más fiables esperanzas de recuperar la gloria militar. Francisco de Melo, conde de Assumar, noble portugués que había mantenido fidelidad al monarca español tras la independencia lusa, le sustituyó como gobernador de Flandes.
La lucha en Cataluña empeoraba por el hostigamiento francés desde la frontera, que se había iniciado con un ataque a Perpiñán y la pérdida del Rosellón; de forma que el monarca español decidió aligerar la presión militar francesa en los Pirineos, emprendiendo una ofensiva contra Francia a través de las posesiones españolas en Renania y Flandes, ordenando a Francisco de Melo el ataque a Francia.
Con este fin, Melo reunió un potente ejército y el 19 de abril de 1642, comenzó el asedio de Lens, ciudadela que capituló después de dos días de sitio. El objetivo siguiente era la importante fortaleza de La Bassée que capituló en abril tras 22 días de asedio. Mientras tanto dos ejércitos franceses mandados por el conde de Harcourt y por Antonio Gramontn, mariscal de Guiche, se quedaron sin posibilidad de atacar las fuerzas españolas que sitiaban La Bassé. Después de la perdida de esta fortaleza, los franceses se dividieron en dos cuerpos, Harcourt se va hacia la costa a Boulogne con 17.000 hombres y Guiche se dirigió hacia Le Catêlet en la región de Champaña con 10.000 hombres. Apercibido Melo de la división del ejército enemigo, se reunió con el duque de Fuensaldaña, gobernador de Cambrai sobre las acciones a seguir, decidieron atacar al cuerpo más débil, lanzándose tras Guiche hacia le Catêlet.
Iniciaron la marcha de noche y bajo una lluvia torrencial, cuando estaban a unos 12 kilómetros de Catêlet; de Guiche decidió presentar batalla, buscando un terreno adecuado. Se atrincheró con sus fuerzas en una colina frente al pueblo y la abadía de Honnecourt junto al río Escalda y al canal de San Quintín que en esa zona discurren paralelos, dando la espalda al río Escalda y un puente le mantenía comunicado con la orilla opuesta.
El 26 de mayo, por la mañana Melo llegó con sus fuerzas y desplegó sobre la misma colina en una posición que dominada ligeramente por las posiciones francesas.
Despliegue inicial
El ejército francés del mariscal de Guiche y se componía de 7.000 infantes distribuidos en 8 batallones de infantería sacados de los regimientos de (Rambures, Piedemonte, marqués de Persan, marqués de Saint-Mégrin, Vervins y posiblemente de los de Huxelles, Beausse, Quincy, Hill (inglés), Bellins (irlandés) y de Fitz Willian (irlandés); de 3.000 jinetes distribuidos en 21 escuadrones de caballería y de 10 piezas de artillería. Desplegaron de la siguiente manera:
- Ala derecha, bajo las órdenes del señor de Courcelles con 1 batallón de infantería (Vervins) y 7 escuadrones de caballería (incluyendo los carabineros del señor d’Arnault y del señor de Roquelaure).
- Centro bajo las órdenes del señor de Lennoncourt, con 7 batallones de Infantería y la artillería.
- Ala izquierda 8 escuadrones de caballería a las órdenes del conde de Rantzau.
- Reserva mandada por el mariscal de Guiche con 6 escuadrones de caballería y la abadía estaba ocupada y fortificada por unos 500 mosqueteros del regimiento de Batilly.
El ejército español de Flandes se encuentra bajo las órdenes de Francisco de Melo, apoyado por Juan de Beck disponía de 13.000 infantes en 16 tercios/regimientos, 6.000 jinetes en 40 escuadrones, y 20 cañones; y esta desplegó de la siguiente manera:
- Ala derecha mandada por Juan de Beck con la caballería ordinaria del rey y la caballería extranjera que formaban 24 escuadrones de caballería española, italiana y alemana.
- Centro desplegó infantería: en primera línea 5 tercios españoles (Ávila, Alburquerque, Castelvi, conde de Villalba, y Velandia) y 2 tercios italianos (marqués de Strozzi y Giovanni Delli Ponti); en segunda línea 1 regimiento irlandés de Owen O’Neil, 3 regimientos valones (príncipe de Ligne, conde de Grobendonck y señor de la Grange); en tercera línea 2 regimientos alemanes (Juan de Beck y Frangipani), 1 regimiento valón (señor de Conteville) y 3 regimientos alemanes (Van der Bar, Rouvroy y barón de Verwoert). Delante la artillería.
- Ala izquierda mandada por el conde de Bucquoy con 16 escuadrones de caballería valona.
A las 15:00 horas se inició la batalla con un intercambio de fuego de artillería (A), con su superioridad numérica, obtiene efectos devastadores sobre la línea francesa.
Tras el bombardeo, en el centro la infantería española empieza su ataque sobre las trincheras francesas sin éxito (B), siendo rechazados.
Al fracasar el primer asalto de infantería sobre las líneas francesas, Melo ordena el ataque de su ala izquierda con la caballería al mando de Juan de Beck con algunos contingentes de infantería (B) contra el ala derecha francesa. Superados en número, los franceses retrocedieron y finalmente se retiraron en desorden.
Guiche ordenó preparar el contraataque con los escuadrones de reserva contra el flanco izquierdo de los valones (D), haciendo retroceder el ala izquierda española. Continuó su movimiento atacó de flanco a los tercios italianos y desorganizándolos (E), atacando a la artillería española. Los regimientos valones de la segunda línea, mandado por el príncipe de Ligne, bloquearon a los franceses y les obligaron a retroceder.
Mientras tanto en el centro la infantería española lanzó un nuevo ataque contra las trincheras francesas,pero de nuevo fueron rechazados (F), particularmente por la actuación de los regimientos de Rambures y Piedemonte.
Atacado simultáneamente por la caballería valona, los tercios italianos y los del príncipe de Ligne, la caballería de Guiche huyó del campo de batalla arrastrando con ella todo el flanco derecho francés (G).
En el ala derecha española, la caballería de Juan de Beck atacó a los escuadrones franceses bombardeados por la artillería, (H) huyendo después de una corta resistencia.
En el centro, la infantería española logró desalojar a los franceses de sus trincheras cogiendo cientos de prisioneros y capturando el tren de bagajes.
La última resistencia francesa tuvo lugar en la abadía de Honnecourt, donde los restos de los regimientos de Rambures (Francisco de Rambure moriría durante ese último combate), Piedemente y Batilly (J) aguantaron durante un cierto tiempo, finalmente el ejército de Guiche se rindió o se desvaneció en el campo de batalla.
Las bajas francesas fueron más de 7.000 hombres incluyendo 3.200 muertos, 3.400 prisioneros de los cuales 400 eran oficiales. Se comenta que el mariscal de Guiche, dos días después de la batalla, encontró solamente 1.600 hombres de su ejército en la ciudad de San Quintín. La derrota francesa fue completa, pero no sirvió de mucho a los intereses de los españoles, no conquistando ninguna plaza importante debido a la falta de ambición y la excesiva prudencia de Melo.
Segunda batalla de Breitenfeld (2 de noviembre de 1642)
La segunda batalla de Breitenfeld, también conocida como primera batalla de Leipzig, tuvo lugar en Breitenfeld, 6 km al noreste de Leipzig, entre las fuerzas suecas y las alemanas.
El ejército de Banner, cuya disciplina estaba en entredicho, se amotinaron a la muerte de este el 20 de mayo 1641. El primer ministro sueco Oxenstierna nombró a Lennart Torstennson, general de artillería bajo Gustavo Adolfo como comandante en jefe de las fuerzas suecas, que estaban bajo el control interino de Wrangel. Torstennson llegó en noviembre con 7.000 nuevas fuerzas y reprimió los amotinamientos. En la primavera de 1642 pasó a la ofensiva, atacando hacia el este y derrotando a las fuerzas de elector de Sajonia en Schweitnitz. Con el camino abierto hacia las tierras imperiales, se dirigió hacia el suroeste hacia Moravia, tomando la capital Olomouc (Olmütz) en junio de 1642.
Torstennson fortificó Olomouc, cuya población había caído de 30.000 a 2.000 habitantes a causa de la guerra, y la convirtió en el centro de operaciones sueco en territorio alemán, amenazando Viena. El Emperador puso en marcha un nuevo ejército liderado por el archiduque Leopoldo Guillermo de Austria y su ayudante, el general Octavio Piccolomini, duque de Amalfi.
Torstensson volvió hacia Silesia y se dispuso a asediar Leipzig en Sajonia. El ejército imperial se dirigió a romper dicho asedio. El 1 de noviembre, al saber que se aproximaban las fuerzas alemanas, Torstensson hizo maniobrar a su ejército, levantando el sitio y retirándose hasta Breitenfeld. La batalla se produjo cerca del escenario de la primera batalla del mismo nombre ocurrida once años antes.
Torstennson desplegó su ejército que consistía en 10.000 infantes, 10.000 jinetes y 70 cañones a la manera tradicional, con los infantes en el centro en 6 filas de profundidad, la caballería en las alas y una reserva.
Los imperiales se presentaron y encontraron a los suecos desplegados, y desplegaron sus fuerzas que consistía en 10.000 infantes, 16.000 jinetes y 46 cañones también con la infantería en el centro en 10 filas y la caballería en las alas, obligando a los suecos a modificar su despliegue, lo que hicieron rápidamente.
La batalla se inició con la artillería sueca abriendo fuego, siendo respondida por la artillería imperial. Torstensson se dio cuenta de que los imperiales estaban desorganizados, tratando de finalizar el despliegue, debía golpear antes de que el enemigo terminara de formar la línea de batalla, y mandó la carga de caballería por ambas alas. El ala izquierda imperial se rompió casi de inmediato y se dio a la fuga, a pesar de los mejores esfuerzos del Archiduque para mantener la disciplina.
En el otro ala, sin embargo, la caballería bávara consiguió rechazar a los suecos, mientras que la infantería del Archiduque comenzaba a presionar contra el centro sueco.
Torstensson con su ala derecha ya libre atacó e hizo retroceder a la infantería sueca. En la confusión, la caballería imperial se encontró aislada por la retirada de los soldados de infantería, dejándoles pocas opciones más que rendirse o huir. Compañías enteras de tropas simplemente arrojaron sus armas y acordaron en el acto servir a Torstensson. El ejército imperial colapsó y huyó.
El ejército imperial derrotado fue masacrado por completo durante la huida posterior. De los 18.000 soldados que participaron en la batalla, sufrieron 9.500 bajas, incluidos 4.500 prisioneros. Los vencedores capturaron 46 armas de fuego. Las bajas suecas entre muerto y heridos fueron 4.000, entre ellos, el general Torsten Stålhandske, que dirigió la caballería hakkapeliitta finlandesa.
Después de que el Archiduque hubiera perdido la mitad de su ejército, hizo una corte marcial contra el regimiento de caballería del coronel Madlon, que había abandonado el campo de batalla sin lucha, los oficiales superiores fueron decapitados, y uno de cada 10 de los soldados fue ejecutado sumariamente.
El resultado de la batalla permitió a los suecos rendir Lepizig el 7 de diciembre, y ocupar Sajonia sin apenas oposición, lo que empujó al emperador Fernando III a negociar la paz y renunciar a los tratados preliminares de Hamburgo.
Batalla de Rocroi (19 de mayo de 1643)
Antecedentes
Con el fin de aliviar la presión sobre el Franco Condado y Cataluña, el Conde-duque ordenó al ejército de Flandes mandado por el general portugués Francisco de Melo Atacar el norte de Francia y sitiar la villa de Rocroi (departamento de Ardenas, a 3 kilómetros de la frontera belga); concentrando tropas para su asalto, la ciudad tenía una guarnición de 400 a 500 hombres bajo el mando del señor de Geoffreville, y permitiría abrir el camino a París por el valle de Oise.
Alertado Luis de Borbón, duque de Enghien que tenía 21 años, de las intenciones españolas, se dirigió hacia Rocroi con el fin de romper su cerco y plantar batalla en campo abierto. Luis de Borbón acababa de tomar el mando del ejército de Picardía el 17 de abril de 1643 en Amiens. Este ejército cubría la frontera norte contra una posible invasión española; estaba confinado en los valles del Somme y del Authie, disponía de 21 regimientos de caballería en los alrededores de Amiens y Doullens, y 20 regimientos de infantería entre Abbeville y Montdidier. El ejército de Champagne, mandado por el conde de Espenan, debía unirse con el de Picardía, estaba confinado entre Chauny y Guise. Finalmente, frente a Alsacia y el Franco-Condado, el mariscal La Meilleraye había reunido a varios miles de hombres e los alrededores de Langres, con el nombre de ejército de Borgoña.
Luis de Borbón siguió los movimientos de los españoles a toda la velocidad posible. Estaba inspirado en las tácticas militares de la caballería ligera desarrollada por Gustavo Adolfo II de Suecia y lanzó al intrépido Juan de Gassion, comandante de la caballería ligera; quién a la cabeza de 1.500 jinetes y logró introducir algunos soldados en Rocroi y el 17 de mayo, se reunió con Luis de Borbón en el castillo de Cour des Prés, en Rumigny. Luis de Borbón avanzó con su ejército y acampó sucesivamente en Péronne, Joigny, Guise luego entre Rumigny y Bossus-lès-Rumigny, a 4 leguas (20 kilómetros) de la ciudad sitiada. El mismo día, el duque recibió la noticia de la muerte de Luis XIII, ocultándolo a su ejército.
Al día siguiente, el ejército francés avanzó hasta una legua (5 km) del campamento enemigo, y desplegó en un campo al suroeste de la fortaleza de Rocroi y comenzaron las escaramuzas.
La batalla no era fácil de entablar: Rocroi estaba situado en la entrada de las Ardenas, en una meseta que, en la actualidad presenta un gran claro, rodeado por todos los lados de bosques y marismas. Es un campo cerrado al que se llega por accesos fáciles de defender. La batalla tuvo lugar en un terreno que va desde Rocroi a Sévigny-la-Forêt.
Francisco de Melo podría haber continuado su asedio y al mismo tiempo impedir el paso a los franceses. Pero considerándose superior en fuerzas, quiso presentar batalla tanto como el duque de Enghien. Dejó que los franceses entraran en la llanura y levantó el asedio, dejando un destacamento para bloquear la salida de los sitiados.
Melo disponía de 17.000 soldados de infantería (5 tercios españoles, 3 tercios italianos, 5 regimientos valones, 5 regimientos alemanes, 2 regimientos borgoñones), 6.000 de caballería y 24 cañones, pero esperaba el refuerzo de Juan de Beck, que vigilaba la frontera con 3.000 infantes (incluido el tercio de Alonso de Ávila) y 1.000 jinetes, al que había ordenado que se le uniera con urgencia, optando pro presentar batalla sin esperarles.
Despliegue inicial
Los franceses disponían de 17.000 infantes (12 regimientos franceses, 2 regimientos suizos y 1 regimiento escocés), 7.000 jinetes y 14 cañones, desplegaron con la infantería en el centro en dos líneas, en ambas alas la caballería y una reserva mixta, la artillería desplegó delante:
- Ala derecha, 15 escuadrones de caballería mandados por el duque de Enghien y M. de Gassion: En primera línea 10 escuadrones (2 Raab-chack, 1 guardias, 2 reales, 2 maestre de campo, 1 Lenoncourt, 1 Coiselin y 1 Sully) y varias mangas de mosqueteros (1.000); en segunda línea 4 escuadrones (1 Roquelaure, 1 Menneville, 1 Sillart, 1 El Eschelle, y 1 Vamberg).
- Centro 15 regimientos de infantería al mando del señor de Espenan, en dos líneas: Primera línea 8 regimientos: (1 Picardía, 1 La Marine, 1 Persan, 2 Molandin , 1 Biscara, 1 Rambure, 1 Piedemonte); segunda línea 7 regimientos (1 La Prée-vervins, 1 Vidame, 1 Wattevilles, 1 guardias escoceses, 1 Von Roll, 1 Brézé-Langeron, y 1 Guiche-Bussy).
- Ala izquierda, 13 escuadrones al mando de M. de L’Hôpital y el Sr. La Ferté: primera línea (1 La Clavière Beauvau, 2 La Ferté, 2 Guiche, y 2 de fusileros) y varias mangas de mosqueteros intercaladas (1.000); segunda línea 5 escuadrones (1 Netaf, 1 marqués de Marolles, 1 Heudicourt, y 1 Harcourt).
- Reserva mandada por el barón de Sirot que disponía de tres regimientos de infantería (Real, Wattevilles, y Harcourt) y 4 escuadrones de caballería (Sirot-Condé, gendarmes de Guiche, gendarmes de Angoulême-Vaubecourt, y Chârost).
El ejército de Flandes mandado por Francisco de Melo desplegó:
- Ala derecha la caballería de Alsacia con 14 escuadrones, mandada por el conde Issemburg, en primera línea 8 escuadrones (3 Bucquoy, 2 Doncke, 2 Pierre Brouck, 1 croatas de Neygb Ystuan; en la segunda línea 6 escuadrones (1 Vera, 1 señor de 2 Savary, 2 Carlos Padilla).
- Centro la infantería bajo las órdenes del conde de Fontaine, de origen lorenés y que tenía 66 años, contaba con 18 tercios/regimientos: En primera línea 9 tercios: 5 tercios españoles (Jorge Castelví, conde de Garcíez, duque de Alburquerque, conde de Villalba, Antonio Velandia y Guzmán), 3 tercios italianos (de Ponti, Visconti, y Strozzi), y un regimiento borgoñón (Saint Amour). En la segunda línea 9 regimientod: 4 regimientos alemanes ( Giulio Franguipani, Ottavio Cuasco, barón Hembise, y barón Von Rittberg), 5 regimientos valones (príncipe de Ligne, barón de Ribaucourt, conde de Baucignies, conde de Megten, y señor de La Grange). A vanguardia se asentaron 18 cañones.
- Ala izquierda 12 escuadrones de la caballería de Flandes, mandada por el duque de Alburquerque: en primera línea 6 escuadrones (1 Bonifaz, 1 Borja, 1 Toraldo, 1 Butron, 1 Ulloa, 1 Orsini); en la segunda línea 6 escuadrones (1 Moron, 1 Barraquin, 1, Rojas, 1 Bentivogli, 1 Mascarenhas, y 1 barón de Gramont).
- Reserva de 4 escuadrones de caballería bajo el mando del barón de Saint-André.
En la noche del 18 al 19 de mayo, los españoles establecieron un destacamento de 500 (otras fuentes hablan de 1.000) mosqueteros, en un seto para cubrir el hueco entre la caballería de Flandes en el ala izquierda y el bosque. Al comienzo de la batalla, Francisco de Melo se situó en el ala derecha con Issembourg.
El ejército francés inició su avance a las tres de la madrugada. Observando el deficiente despliegue imperial, Enghien concentró en su ala izquierda dos tercios de su caballería, con la que pensaba envolver el flanco enemigo.
Primera fase, mal comienzo francés
La batalla empezó con el intercambio de fuego entre las artillerías de ambos, tras lo cual el ala derecha francesa mandada por Gassion y Enghien lanzó una carga contra la caballería del ala izquierda española mandada por Alburquerque. El contingente de mosqueteros españoles escondidos en el seto abrió fuego contra los franceses, causándoles muchas bajas, muy dañada, la caballería francesa siguió en su carga desorganizada y mermada (A), momento que aprovechó Albuquerque para lanzar un contraataque, los franceses trataron de resistir débilmente y a continuación se retiraron para reorganizarse.
Mientras tanto en el ala izquierda francesa, el señor de la Ferté cargó contra el ala derecha española del conde Issemburg, alejándose del centro y cargando demasiado lejos. Su ataque fue fácilmente rechazado por la caballería alsaciana. (B) Los jinetes franceses se dispersaron y huyeron.
Continuando su avance, la caballería española de Alburquerque ataca a los batallones de infantería francesa y suiza que había seguido al duque de Enghien (C ). La infantería fue rota y los españoles capturaron algunos cañones. Sin embargo, Melo no lanzó a su infantería y se perdió quizá la oportunidad de haber obtenido una rápida victoria.
Ante esta situación, d’Enghien logró reorganizar la caballería francesa, y cargó la caballería española que en ese momento, estaba luchando contra la infantería francesa y logró ponerlas en retirada. Enghien cabalgó hasta una altura próxima para ver los efectos de la artillería. El duque quedó horrorizado al ver cómo La Ferté había desviado su ala izquierda para evitar el barrizal y un pequeño lago, exponiendo sus flancos a la caballería de Isenburg. Este no dejó escapar tal oportunidad; dispersando a la débil caballería francesa de ese flanco, aplastó las columnas de La Ferté, quién recibió tres heridas y cayó prisionero.
Los jinetes de Isenburg siguieron galopando, algunos hasta los bagajes franceses, pero la mayoría sobre la artillería enemiga, a la que tomaron por retaguardia y capturaron (D). La Barre, teniente general de la artillería francesa, cayó muerto; L’Hôpital, con un cuerpo de infantería, consiguió recuperar algunos cañones pero volvieron a perderlos y él mismo quedó herido. El resultado fue que mientras 24 piezas españolas disparaban sobre el centro francés, este no podía replicar al fuego.
Enghien ordenó a Gassion que rodease el soto por la derecha con la primera línea de caballería, y él mismo condujo la segunda línea por la izquierda. Apoyados por infantería, cargaron contra los arcabuceros ubicados en el soto, que se vieron rodeados por ambos lados y aniquilados. Después embistieron a los jinetes de Alburquerque, que salieron a su encuentro, haciéndoles retroceder (E).
Segunda fase, giro de la batalla
El duque Enghien reunió a la mayor parte de su caballería y con el apoyo de algunos regimientos de infantería atacaron a los tercios españoles e italianos (F). Después un combate terriblemente encarnizado, en el que perdieron la vida el anciano conde de Fontaine y dos comandantes de tercios (conde de Villalba y Antonio de Velandia), los franceses fueron repelidos con fuertes pérdidas.
En el ala izquierda, la reserva francesa de Sirot intervino muy oportunamente y se lanzó sobre la caballería alsaciana (G). Después de una breve lucha, los hombres de Sirot dispersaron a los jinetes alsacianos que se retiran, la mayoría abandonaron el campo de batalla.
Después de haber reorganizado algunos de sus escuadrones, el duque de Albuquerque cargó de nuevo contra los franceses, pero después de un éxito inicial, Gassion fue ganando su flanco con sus jinetes mercenarios croatas, y finalmente los jinetes de Alburquerque retrocedieron en desorden (H). Al ver la retirada de su caballería, los tercios italianos (Ponti, Strozzi y Visconti) abandonaron el campo de batalla en buen orden.
Viendo el peligro en que se hallaba su ala izquierda, el propio Melo cabalgó hasta allí e intentó reagrupar a los jinetes en fuga. Varios cuerpos de caballería (Bonifaz, Borja, Toraldo, Orsini) se rehicieron y cargaron de nuevo, pero Enghien empeñó numerosa infantería en apoyo de Gassion, y finalmente toda la caballería de Alburquerque se dispersó (H). Al ver que los tercios españoles estaban bien organizados, (I) Enghien atacó a los regimientos valones y alemanes que, sin caballería de apoyo, sufrieron pérdidas muy graves y se dislocaron; uno de sus comandantes, von Rittberg, fue herido y capturado.
Reorganizado por el barón de Sirot, la mayor parte de la infantería francesa avanzó finalmente sobre los tercios españoles que habían sufrido muy pocas pérdidas hasta entonces. (J) Al mismo tiempo, la caballería de Sirot repelió un último contraataque de la caballería alsaciana.
Final de la batalla. Rendición de los tercios
Gassion, atacó a los últimos escuadrones de caballería españoles de Albuquerque y se posicionó para hacer frente la posible llegada del refuerzo de Juan de Beck.
Viendo la desbandada general, Melo tuvo la vaga esperanza de que Beck llegaría con sus refuerzos, y dio orden a los tercios españoles de resistir. El duque de Enghien concentró todas sus fuerzas en los tercios españoles y trató de destruirlos antes de que llegara Beck. Los franceses lanzaron varios ataques y lograron destruir algunos tercios, que sufrieron grandes pérdidas. Las dos primeras cargas de la caballería francesa fueron un desastre, y Enghien salvó la vida por muy poco (recibió un balazo que abolló su coraza, y su caballo fue muerto).
Al lanzarse en una tercera carga, la caballería francesa tuvo la agradable sorpresa de ver que ningún cañón español disparaba, habían agotado las municiones. Los tercios aún aguantaron otras tres cargas, como si se tratase de una fortaleza, pese a que la caballería había abierto varias brechas en su formación, pero al aproximarse la infantería francesa y abrir fuego algunos cañones que habían recuperado los franceses, la situación se hizo insostenible.
Los tercios de Garciez y Alburquerque aguantaron, y con los supervivientes de los otros tercios, los españoles formaron dos grandes escuadrones que los franceses trataron de atacar en vano. Con un ejército exhausto y seriamente disminuido, Enghien contempló con consternación que no podía doblegar la resistencia de los últimos españoles.
Temiendo la llegada de Beck en cualquier momento, Enghien tomó la iniciativa de negociar la rendición de estos escuadrones, les ofreció condiciones que habitualmente se otorgaban a las guarniciones de las plazas fuertes asediadas: respetar la vida y libertad de los supervivientes y permitirles retornar a España, salir con las banderas desplegadas en formación y conservando sus armas. Después de una breve negociación, los españoles de tercio de Garciez acordaron rendirse con la promesa de ser repatriados a España, los de tercio de Alburquerque capitularon un poco más tarde con términos algo menos generosos. Eran las diez de la mañana cuando terminó la batalla de Rocroi.
Beck llegó frente a Rocroi a las 08:00 horas (otras fuentes dicen que fue a las 09:00), y al ser advertido por los fugitivos del desastroso resultado de la batalla decidió detenerse y no acudir, dedicándose a acoger a los fugitivos y evitar la persecución francesa.
Melo escapó con buena parte de su caballería, pero con apenas 3.000 infantes y dedicó regresar a Flandes sin continuar la lucha.
Secuelas de la batalla
Las pérdidas españolas fueron fuertes, ascienden a unos 3.500 muertos, heridos y desertores y 3.826 prisioneros, incluidos algunos de los soldados que capitularon (los del segundo escuadrón). Los españoles tercios perdieron alrededor de 3.000 hombres (1.000 muertos y 2.000 prisioneros), además los 24 cañones y todo el bagaje, incluyendo la tesorería del ejército (40.688 escudos). Los franceses admitieron la pérdida de 4.000 hombres (incluyendo entre 2.000 y 2.500 muertos). De hecho, parece que el ejército del duque de Enghien había perdido más de 5.000 hombres (muertos, heridos y desertores) entre el 17 de mayo y el 15 de junio, y tardó un mes en reorganizarse en Guise.
Algunos autores consideran como el principio del declive de los tercios españoles, nada más lejos de la realidad, el 23 de noviembre de 1643, un ejército imperial aniquiló a otro francés en la batalla de Tuttlingen.
Batalla de Tuttlingen (24 de noviembre de 1643)
Antecedentes
El cardenal Richelieu, primer ministro del rey Luis XIII, aprovechó la muerte del general mercenario Bernardo de Sajonia-Weimar para fusionar su ejército, que desde 1.635 combatía pagado con dinero francés, con un cuerpo de tropas francesas en el llamado Armée d’Allemagne (ejército de Alemania), un ejército a las órdenes del general Guébriant que durante los años siguientes combatió contra los imperiales en el Rin.
Guébriant tuvo que afrontar las pretensiones y la escasa disciplina de los antiguos coroneles weimarianos Taupadell, Erlach y Rosen; pero al cabo de dos años logró convertir su ejército en un cuerpo efectivo e infligió una severa derrota en Kempten, Westfalia, a un ejército auxiliar imperial al mando del general Guillermo de Lamboy. La terrible derrota en términos bajas, 6.500 de los 9.000 efectivos imperiales se perdieron; obligó al ejército español de Flandes, que acababa de vencer a los franceses en la batalla de Honnecourt, a interrumpir su avance en suelo francés, para acudir al Rin para frenar los progresos del general francés y sus aliados alemanes.
Al año siguiente, 1643, Guébriant, ya mariscal, hizo campaña en el arzobispado de Colonia y el ducado de Jülich sin que aconteciera ninguna batalla de importancia hasta que, en agosto, dirigió los pasos de su ejército hacia el Alto Danubio. Reforzado por un cuerpo de 2.600 jinetes y 4.000 infantes recién llegados del ejército del duque Enghien, que acababa de tomar Thionville tras vencer en la batalla de Rocroi a los españoles, Guébriant sitió la plaza fortificada de Rottweil.
Aunque la ciudad finalmente capituló el 19 de noviembre, tras 12 días de asedio, dos desgracias sucedieron al ejército francés en ese breve período de tiempo. La primera fue que el coronel de caballería bávaro Johann von Sporck, atacó por sorpresa el cuartel del general Rosen en la cercana localidad de Geislingen; y prácticamente aniquiló tres regimientos de caballería (el antiguo Rosen, Oehm y Guébriant), “eran los tres mejores regimiento de caballería del ejército”, en palabras de un alto oficial francés del ejército. La segunda y más importante fue que el día 17, durante el asalto general que concluyó en la rendición de la plaza, Guébriant fue alcanzado por una bala de cañón que le destrozó el codo. Gravemente herido, falleció al cabo de una semana ante la impotencia de los médicos.
Perdido Guébriant, el mando del ejército recayó sobre el hombre que comandaba las tropas enviadas por Enghien; el veterano mariscal Josias Rantzau, de origen danés, a quien el historiador francés Emile Charvériat describió como “un alemán de insolencia extrema y coraje feroz”. Hombre de indudable valor, Rantzau había perdido una pierna y la movilidad de una mano combatiendo contra los españoles que trataban de socorrer la ciudad sitiada de Arras en 1640. Dos años más tarde, cubierto de heridas, había sido hecho prisionero en la batalla de Honnecourt. Por desgracia para sus hombres, Rantzau era un pésimo estratega y además era detestado por los coroneles weimarianos.
El 20 de noviembre el ejército francés partió de Rottweil hacia las fuentes del Danubio en busca de una posición fuerte donde acantonarse ante la previsible llegada del ejército bávaro. Rantzau y Rosen fueron de la opinión que la vieja población de Tuttlingen ofrecía las ventajas necesarias para fortificarse al tiempo que recibir aprovisionamiento constante desde Rottweil. Otros oficiales, como el general Montausier y el coronel Ohem, preferían la región abrupta que se extendía desde las estribaciones septentrionales de los Alpes y que ofrecía, a priori, una posición más ventajosa. Algunos oficiales como Taupadell, Sirot, Maugiron, Roque-Servière simplemente no tenían opinión o no se atrevieron o no quisieron a darla.
La marcha hacia Tuttlingen duró cuatro agotadoras jornadas y dejó un reguero de desertores por el camino. La plaza, edificada junto al Danubio, se reveló un lugar de escasas cualidades defensivas: las débiles murallas que rodeaban la villa carecían de camino de ronda y presentaban hasta 30 brechas en distintos tramos, varias de ellas practicables a caballo. La posición más fuerte era el castillo de Honberg, que se alzaba en una colina separada de la población por un cementerio. Entre los tres lugares, se instaló el cuartel general y se acuartelaron dos regimientos de infantería (de la guardia y de Klug) con todo el parque de artillería y las municiones, 4 compañías de guardias y el regimiento Clous de infantería.
En Mühlheim se asentó el general Reinhold Rosen con 6 regimientos de caballería y 2 regimientos de dragones, y en las cercanías otros 2 regimientos de caballería y 3 regimientos de infantería. En Möhringen se asentó el regimiento de Rantzau y 7 regimientos de infantería. En Geisingen y su zona circundante 5 regimientos de infantería. En Donau y Donaueschingen había otras unidades. Estas unidades tenían órdenes de vigilar su zona para prevenir un ataque sorpresivo de los enemigos imperiales y bávaros. El tiempo que tomaba el camino de Möhringen al cuartel general era excesivamente largo unas 2 horas; y resulta fácil juzgar que la distancia entre los cuarteles era demasiada para una defensa eficaz.
Las fuerzas francesas eran 8 regimientos de caballería y 5 regimientos de infantería (8.000 hombres en total), las fuerzas de Sajonia-Weimar eran 25 compañías de caballería alemana, 2 regimientos de dragones y 6 regimientos de infantería (10.000 hombres) en total 18.000 efectivos.
Los movimientos del ejército francés alrededor de Tuttlingen no pasaron inadvertidos a los comandantes de los ejércitos imperial y bávaro; ni al duque Carlos IV de Lorena, cuyas tropas incluían un buen número de unidades españolas de los ejércitos de Flandes y de Alsacia al mando de Juan de Vivero y Menchaca, comisario general de la caballería de Flandes. Los ejércitos coaligados habían unido fuerzas previamente en la ciudad de Tubingen, al norte de Württemberg, para tratar de organizar un socorro a Rottweil, de modo que sus principales comandantes estaban atentos y expectantes a las maniobras francesas.
Tras la pérdida de Rottweil, se celebró un consejo de guerra en Tubingen. Asistieron el comandante nominal de los imperiales, Johann von Götz, su segundo al mando y la cabeza efectiva Melchior von Hatzfeld, el duque Carlos, y el aguerrido general bávaro de origen lorenés Franz von Mercy, un veterano y brillante oficial. El propio Mercy y Hatzfeld lograron convencer al indeciso Götz de aprobar un plan de ataque, de modo que el ejército coaligado, que sumaba unos 20.000 hombres; no solo imperiales, loreneses, bávaros y españoles, sino también tropas del arzobispado de Colonia, restos del cuerpo de Lamboy y otras unidades de la liga Católica, se puso en marcha hacia Tuttlingen resuelto a vengar la caída de Rottweil. Los españoles eran 7 regimientos de caballería (Jacinto de Vera, conde de Linares, Donecquel?, Brouck?, Sanary?, Barón de Eniet? y Carlos Padilla) y 2 de infantería (Rouveroy y Frangipane Geraldine), además de varias compañías sueltas del Palatinado. En total, 2.000 infantes y 2.000 jinetes.
Los coaligados pasaron a la orilla meridional del Danubio en Sigmaringen, dejaron el tren de bagajes en Riedlingen, y se detuvieron finalmente en la población de Messkirch, desde donde se despacharon algunas partidas de caballería a reconocer el terreno. Estas avanzadillas trajeron a Messkirch la noche del 23 de noviembre algunos prisioneros franceses, que revelaron al ser interrogados que Rantzau se creía seguro en su acantonamiento y que el ejército permanecería en torno a Tuttlingen al menos tres o cuatro días más. Con esta información, Mercy y Hatzfeld acordaron realizar un ataque sorpresa.
Ataque sorpresa
Al amanecer del 24 de noviembre, el ejército coaligado, formando en orden de batalla con una vanguardia de 1.500 jinetes y 600 mosqueteros a las órdenes de Johann von Werth, un oficial de caballería del ejército bávaro, avanzó silenciosamente sobre Tuttlingen. A las 3 de la madrugada Werth y sus tropas emergieron del bosque que se extendía al sur de la población a través de un estrecho pasaje y, en medio de una fuerte nevada, cayeron de improviso sobre el parque de artillería custodiado en el cementerio de Tuttlingen. En su camino, Werth y su vanguardia no se toparon con ninguna patrulla francesa o sajona, de modo que, sin ser vistos ni oídos, cargaron sobre los escasos guardias presentes y se hicieron dueños de los cañones.
Sorprendidos por la carga de los coraceros imperiales y los dragones bávaros, estos últimos al mando del coronel Wolf, los centinelas franceses apenas tuvieron tiempo para darse a la fuga. El fuego de mosquetería y el ruido de sus propios cañones vueltos contra ellos despertaron de súbito a los soldados franceses acuartelados tras las murallas de Tuttlingen. Era tarde para reaccionar, pues Mercy cercaba en aquellos momentos la plaza con el grueso de la caballería, mientras Hatzfeld bloqueaba cualquier vía de escape en la orilla opuesta del Danubio. Abrumados por la virulencia del ataque, los defensores del castillo de Honberg se rindieron tras una débil resistencia.
Cercado dentro de Tuttlingen, Rantzau se aprestó a la defensa para dar tiempo a las tropas acuarteladas en Möhringen y Mühlheim a acudir en su ayuda. En efecto, Rosen movilizó a sus hombres y trató de alcanzar la plaza sitiada siguiendo la orilla derecha del río, que suponía libre de enemigos. Pero allí lo aguardaban, bloqueándole el paso, Hatzfeld y Gaspard von Mercy, hermano de Franz, que lo acometieron con decisión y pusieron en fuga a sus hombres. Toda la infantería pereció o fue hecha prisionera, y el bagaje al completo cayó en manos de los aliados. Rosen logró escapar con algunos de sus oficiales y parte de la caballería, tras ser perseguido por la caballería bávara del coronel Sporck durante varias horas.
Entre tanto, Werth, con un cuerpo numeroso, avanzó por ambas orillas del río y cercó Möhringen. Los regimientos franceses allí acantonados, al mando del general barón de Vitry, trataron de huir por el margen izquierdo del río, pero fueron detenidos y rechazados de nuevo hacia el interior de la plaza, donde se defendieron con obstinación parapetados como podían. Puesto que los sitiados no estaban dispuestos a rendirse, Werth estableció una batería en la orilla derecha y bombardeó la villa hasta el anochecer. La mañana del día siguiente, 25 de noviembre, los generales y tropas que resistían en Tuttlingen se rindieron, siendo imitados poco después por los defensores de Möhringen. Pocas horas antes fallecía en Rottweil el mariscal Guébriant.
El ejército francés sufrió la pérdida de hasta 4.000 hombres entre muertos y heridos. Además, 7.000 de sus soldados y oficiales, incluyendo al desdichado Rantzau, 8 generales 9 coroneles, 12 ayudantes de campo y otros 240 oficiales, fueron hechos prisioneros. Regimientos enteros dejaron de existir, y aquellos que lograron escapar y llegaron a Rottweil lo hicieron deshechos y sin bagaje. De los prisioneros de renombre, Rantzau quedó en manos del duque Carlos y fue enviado a Worms con otros oficiales. Los restantes comandantes se los repartieron Hatzfeld, los hermanos Mercy, Werth y el coronel Wolf. El rescate de Rantzau costó 24.000 reichathalers, 10.000 el de cada mariscal de campo, 1.000 el de cada coronel, y 200 el de cada capitán.
Rottweil volvió a manos imperiales el 19 de diciembre tras un corto asedio, los 2.000 defensores decidieron rendirse. Para entonces el rigor del invierno obligó a ambos ejércitos a poner fin a sus actividades y tomar sus cuarteles invernales. Mercy, con los bávaros, permaneció en Württemberg; Hatzfeld se dirigió a la Franconia; el duque Carlos quedó en el Palatinado, los españoles marcharon hacia Luxemburgo, y Lamboy descendió por el Rin en barcas hasta Colonia.
Tras el desastre de Tuttlingen, Turenne fue retirado del frente italiano y puesto al mando de l’Armeé d’Allemagne (el ejército de Alemania). El ejército totalmente destrozado se reforzó un poco.
El cardenal Mazarino nombró dos embajadores Francia en el congreso de Westfalia: Servien y d’Avaux. Los dos se odiaban mutuamente y debían pasar tanto tiempo intrigándose uno contra el otro como negociando la paz. Los dos partieron de Francia en el otoño de 1643; sin embargo, su primera tarea fue renegociar el tratado de alianza de Francia con los Países Bajos. Con las consiguientes demoras, los franceses no aparecieron en Westfalia hasta abril de 1644.
Guerra Sueco-Danesa
El rey Cristian IV de Dinamarca se había estado acercando a sus antiguos enemigos los Habsburgo. Estaba rondando la idea de entrar en la guerra en el lado imperial, lo que colocaría a los suecos en una posición peligrosa. El primer ministro sueco, Oxenstierna decidió golpear primero.
El principal ejército de campaña sueco bajo Lennart Torstensson estaba sitiando Brünn (Brno) en Moravia. El 2 de septiembre de 1643, a las órdenes de Oxenstierna, se retiraron repentinamente a través de Alemania. Sus fuerzas entraron en territorio danés en Holstein el 12 de diciembre y para fines de enero de 1644, la península de Jutlandia estaba en su poder. En febrero de 1644, el general sueco Gustav Horn, con un ejército de 11,000 hombres, ocupó gran parte de las provincias danesas de Halland y Scania, a excepción de la fortaleza de Malmö.
Este ataque cogió a Dinamarca desprevenida y mal preparada, pero el rey Cristian IV mantuvo su presencia de ánimo. Puso su confianza en la flota para proteger las islas danesas, ganó la batalla naval de Colberger Heide el 1 de julio de 1644, pero sufrió una derrota decisiva en la batalla de Fehmarn el 13 de octubre de 1644 contra una flota holandesa-sueca. También contaba con que las fuerzas de Noruega y las fuerzas imperiales aliviasen las presiones sobre Jutlandia
El emperador llamó a Gallas para que llevase las fuerzas imperiales de Bohemia hacia el oeste para ayudar a Christian. Gallas no marchó hacia el oeste hasta el otoño de 1644 cuando ya era demasiado tarde.
En noviembre de 1644, se firmó un armisticio con los suecos.