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Desembarco
El éxito de la ocupación de Cerdeña inclinó al ministro Alberoni hacia el partido beligerante del Rey, que estaba decidido a dar el segundo paso: recuperar Sicilia.
Esta vez se reunió 12 navíos de línea, 2 brulotes, 2 bombardas, 17 fragatas y 7 galeras, es decir 40 bajeles de guerra, convoyando a 276 naves de transporte y 123 tartanas, en total general 439 velas, el jefe de la escuadra era Antonio Castañeta, buen piloto, pero poco experimentado en la guerra; y como subalternos a Fernando Chacón, marqués Esteban Mari, y Baltasar de Guevara; en calidad de plenipotenciario les acompañaba el intendente general de marina José Patino, los generales de mar y tierra no podían tomar resoluciones en caso de discordia entre ambos, sin el dictamen de este jefe superior.
Para ello organizó un gran ejército de campaña de 30.000 soldados, 6.000 caballos y 200 piezas de artillería bajo el mando de Francisco de Bette, marqués de Lede:
- Para organizar la infantería se ordenó una leva de voluntarios y se formaron batallones bautizados con nombres de ciudades italianas: Mesina, Palermo, Valdesmasara, Valdenoto, Toscana, Liguria, Cerdeña e Italia, que unidos a los batallones de los regimientos de la Guardia Real, Córdoba, Castilla, Saboya y Guadalajara formaron una fuerza de 23.400 infantes encuadrados en 36 BIs, cada BI se componía de 650 hombres encuadrados en 13 Cías una de las cuales era de granaderos.
- Las fuerzas de dragones eran 3.300 soldados procedentes de 6 RDs: Batavia (recién renombrado Valanzart y posteriormente Almansa), Frisia, Tarragona, Edimburgo, Numancia y Lusitania. Cada RD se componía de 600 hombres en 4 EDs.
- Las fuerzas de caballería fueron 2.880 soldados procedentes de 8 RCs: Borbón, Farnesio, Milán, Barcelona, Brabante, Flandes, Andalucía y Salamanca. Cada RC se componía 360 jinetes encuadrados en 3 ECs).
- Las fuerzas de artillería fueron 150 cañones de batir, 40 morteros, 1.500 mulos, 600 artilleros, 1.500 sirvientes de las piezas, y grandes cantidades de pólvoras y municiones.
- El ingeniero general Próspero de Verboom iba como jefe de ingenieros del ejército expedicionario, al mando de 56 oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros y de la compañía de minadores con 60 minadores, así como todos los útiles para una guerra de campaña y asedios.
Partieron de Barcelona el 19 de junio de 1718, hicieron escala en Cerdeña y llegaron a Palermo el 30 de junio, tomando posiciones y anclando en San Vito, el conde de Maffei, lugarteniente del duque de Saboya observaron el bello espectáculo de la flota inmensa desfilando ante la ciudad.
Tras la invasión de Cerdeña en el verano de 1717, Víctor Amadeo II de Saboya comenzó a contemplar la posibilidad de que Sicilia fuese el siguiente objetivo. Por ello, desde que Alberoni mandó la flota contra Cerdeña, el duque de Saboya comenzó a dar órdenes al virrey de Sicilia, el conde de Maffei, sobre cómo debía llevarse a cabo la defensa. La salvaguardia del reino estaba encomendada a varias ciudades fortificadas de la costa. La organización militar del reino se había definido a mediados del siglo XVI y se había mantenido prácticamente sin cambios. Esta se basaba en la defensa de los seis principales puertos (Palermo, Milazzo, Mesina, Augusta, Siracusa y Trapani), además de lugares estratégicos como las islas Lipari.
En la defensa del reino, cabe destacar la ciudad de Mesina, que contaba con una ciudadela regular y pentagonal construida en la década de los ochenta del siglo XVII por Carlos de Grunenbergh, como consecuencia de la rebelión de la ciudad años antes. Según algunos tratadistas, como el marqués de la Mina, era una ciudadela perfecta y una de las más fuertes de Europa.
Conquista de Palermo
Dentro de esta estrategia, destaca el escaso valor defensivo otorgado a la ciudad de Palermo, la capital del reino, en la que solo se dejaron 700 de los 3.000 soldados que había en la ciudad, destinados exclusivamente a la defensa del castillo. Si bien a simple vista esta medida puede resultar sorprendente, fue tomada por motivos prácticos. En concreto, esta decisión obedecía a dos razones fundamentales: la primera, que Palermo no contaba con unas murallas “aptas” para aguantar un asedio y, la segunda, la creencia de que la población iba a posicionarse a favor de los españoles, teniendo en cuenta la actuación que tuvo la ciudad en la rebelión de Mesina.
Aunque en un principio el duque de Saboya abogó por basar la defensa del reino en las ciudades de Mesina, Milazzo, Taormina (Termini) y Siracusa, finalmente esta se basó solamente en tres ciudades: Mesina, Trapani y Milazzo. Para ello, estas ciudades fueron reforzadas con hombres, especialmente con los apostados en Palermo. Según el marqués de la Mina, participante en la expedición, la distribución de las tropas quedó de la siguiente manera: 700 soldados en Palermo, 1.200 en Mesina, 1.200 en Milazzo, 1.200 en Siracusa, 1.200 en Trapani, 600 en Termini, 700 en Augusta y otros 700 sin lugar asignado. Estos datos parecen concordar a grosso modo con las instrucciones dadas por el virrey que consistían en sacar unos 2.500 hombres de Palermo, dejando solo un batallón en el castillo de la ciudad, y reforzar Termini y Trapani, dejando al virrey algunos soldados para su uso. En total en la isla había 8.000 soldados.
El día 1 de julio se dirigió a la punta de Monelo, pero la playa no le pareció adecuada, aunque está unos 3 km de Palermo, y continuó el viaje hasta fondearon en el cabo Salento, a unos 20 km de distancia de la capital de aquella isla; la misma tarde se desembarcó la mayor parte de la infantería y se acampó en las alturas de San Elías, donde había escasez de agua. Al día siguiente se realizó el desembarco de todas las tropas, y se abrió el otro pliego, en el que se declaraba capitán general de aquel ejército y virrey de Sicilia al marqués de Lede. El plan de Lede fue muy claro desde el principio, tomar Palermo y después Mesina, principales ciudades del reino.
El día 3 avanzó unas 10 km, y acampó en la torre del Agua de Corsarios; allí se dirigieron varios habitantes de Palermo, y los diputados de la ciudad, a ofreciéndosela al rey español, pidiendo solo mantener sus privilegios.
El conde Mafei, que estaba allí, dejó luego esa capital, y dejando alguna guarnición en el castillo, se retiró con 1.500 hombres a Siracusa. Gran parte de la nobleza fue a encontrar el marqués de Lede al campo de Mala Espina, desde donde marcharon cuatro compañías de granaderos de guardias españolas, y ocuparon la Puerta Nueva de la ciudad y el Palacio; estos mismos, después, se acercaron a Castelamar, guarnicionada con 460 infantes piamonteses, y por parte de la marina le bloquearon también dos compañas de granaderos del regimiento de Saboya y Guadalajara; otra compañía de Guardias Españolas ocuparon el fuerte del Muelle y la Linterna.
La escuadra en el puerto, donde se hizo cargo de un navío de 64 cañones recientemente construido, que no había hecho todavía sus pruebas en el mar, pasando a formar parte de la flota española.
El jefe de escuadra Fernando Chacón partió con 100 naves de transporte y una escolta de 4 navíos para transportar un segundo cuerpo de tropas. Llegó de vuelta antes de acabar el mes, y mucho antes, el 18 de julio, llegó un convoy de 70 velas, procedente de Cádiz y protegido por el navío Santa Rosa (64), llevando complemento de víveres y pertrechos.
Mientras tanto, los piamonteses trabajaban en un revellín (media luna) entre el fuerte de la Flecha y San Pedro; los españoles pusieron 200 hombres en las casas inmediatas, y adelantaron otros a un ribazo, para hacer fuego sobre los trabajadores.
La noche del día 7 y 8 de julio, se trabajó en una pequeña paralela para cubrir la batería dirigida al franco y cara del baluarte de San Pedro que mira a la ciudad. Se destacó Lucas Spínola con el marqués de Villadarias, con los RDs de Batavia y Frisa y 500 infantes en derechura a Mesina, y en los dos cuerpos siguió después toda la caballería y dragones, y al mando de cada una había un teniente-general y un mariscal de campo.
El día 8 de julio, los españoles entraron en la ciudad de Palermo, pero los defensores se refugiaron en el castillo, que el 13 de junio, después de 6 horas de bombardeo se rindió.
Asedio de Trapani y Termini
Tras la toma de la ciudad, el ejército se dividió en dos. Lede siguió por la costa para asediar Mesina entre el 18 de julio y el 30 de septiembre, con el fin de evitar la llegada de refuerzos a través del estrecho de Mesina; mientras el duque de Montemar con 3.000 hombres conquistaba el resto de la isla, empezando por Trapani.
Lede envió la infantería por mar, designando el lugar del desembarco entre la torre del Faro y Melazo. Las milicias del país se unieron con las tropas españolas, y estaban tan enfurecidas con los piamonteses, que en Cantanieta mataron los paisanos 40 de ellos.
El conde de Montemar, una vez tomado Trapani, se dirigió contra Termini; llegaron el día 26 de julio, y por mar desembarcaron las municiones en la playa de San Cosme y San Damián, guarneciendo la ermita del lugar con una Cía de granaderos del RI de Valladolid; luego se empezaron los trabajos para la trinchera y se asentó una batería de morteros, y el 30 de junio se perfeccionó la paralela. Desde el llano de Santa Ana se batía la plaza baja del baluarte de los Balbases y parte de la cara del de Villarroel; con esto hizo una oferta de rendición la noche del día 4 de agosto al castillo, al día siguiente se rindieron, quedando prisioneros 300 hombres.
Asedio de Siracusa
José Vallejo y el marqués de Villa Alegre partieron para bloquear a Siracusa, de donde salieron dos navíos ingleses fletados del conde Mafei, con 400 hombres, para Augusta. Eran las 4 Cías de infantería de la guarnición de la ciudad, que antes de partir intentaron destruir el castillo, dando fuego a las minas que habían hecho para volar el castillo, pero no hicieron mucho efecto. Desamparada la ciudad, la ocuparon los españoles, y repararon el castillo.
La flota de galeras de Sicilia, fueron enviadas por Mafei con 200 hombres a Malta, para donde partió también con su escuadra don Baltasar de Guevara, para pedirlas al gran maestre de San Juan o sacarlas con violencia de aquel puerto, si era posible.
Esto último no era fácil intentarlo, porque las protegía la artillería de la plaza; el gran maestre de Malta, Perellós se excusó de entregarlas, diciendo no era juez de las diferencias de los reinos, y que no podía negar refugio a quien le buscaba en su puerto. Que, como era neutral, dejaba a las galeras en su plena libertad, pero si perseveraban en él hasta la decisión de la guerra de Sicilia, las entregaría al dueño de ella.
Esta respuesta sentó muy mal el rey Felipe, y se prohibió a la isla de Malta el comercio con Sicilia; negándola los granos que acostumbraba a obtener en Sicilia, después de ser protegidas por la escuadra inglesa, el gran maestre dejó salir las galeras, que se fueron a Nápoles, y de allí a Villafranca de Niza, no habiéndolas querido entregar a otro que a don Miguel Regio.
Cuando las fuerzas mandadas por el marqués de Lede y José Patiño, llegaron al puerto de Mesina; se encontraron dos navíos del gobernador de Sicilia, que no habían tenido tiempo de escapar, pero los españoles no pudieron capturarlos, porque estaban defendidos por los cañones de la ciudadela y el fuerte de El Salvador.
Asedio de Mesina (28 de junio al 29 de septiembre de 1718)
El asedio a Mesina fue el más complejo realizado por las tropas de Lede. Si bien la ciudad capituló antes de la llegada del ejército, la ciudadela, que contaba con unos 6.000 soldados, tuvo que ser sitiada.
Los españoles fueron bien recibidos por los mesinos, y comenzaron el asedio de la ciudadela; pero, como recibieron ataques desde los castillos de la montaña de Matagrifón, Gonzaga y Castalazo, se atacaron antes a estos, y en pocos días se rindieron a discreción. En el primero había 200 hombres.
Los españoles iniciaron los trabajos de sitio el 28 de junio de 1718 bajo la dirección del general ingeniero Jorge Próspero de Verboom.
Tras la deliberación efectuada en el consejo de guerra que se estableció para discutir los pormenores del asedio, se decidió proseguir el sitio con un tren de artillería al mando del veterano coronel Matamoros, formado por 100×24 libras, 6×16, 24 de a 8 y a 6 cañones; y 20×2, y 10 de 10, 9 y 7 morteros, con todos sus pertrechos y utensilios. Todo el conjunto iba arrastrado por 1.000 mulos.
Las obras de la primera paralela quedaron finalizadas el 12 de julio, tras lo cual las piezas de artillería comenzaron a batir los muros de la plaza. Por su parte, los defensores hicieron sendas salidas el 20 y el 22 de julio, que fueron rechazadas por los españoles.
Mientras tanto, los británicos disparaban sobre los españoles con fuego de la artillería naval de su escuadra, apostada en la costa de Mesina en apoyo de los imperiales austriacos; sin ningún tipo de obstáculo tras haber derrotado por sorpresa y sin mediación de declaración de guerra a la escuadra española en la batalla del cabo Passaro el 11 de agosto.
Después de trece días de continuo fuego de cañón y mortero contra la guarnición austriaca, en la noche del 24 al 25 de agosto se abrió la trinchera en el llamado arrabal de Terranova. Tres horas más tarde los 800 trabajadores empleados en la construcción de la misma sufrieron continuas descargas de fusil y cañón por parte de los sitiados.
El asalto final a la ciudadela de Mesina se acercaba. Para ello se proyectó la construcción de dos batería de piezas, dos ramales de comunicación y dos espaldones:
- La primera batería, formada por 16×24 cañones y al mando del coronel Matamoros, se asentó entre dos baluartes, sobre el terraplén de la cortina.
- La segunda batería, compuesta por 13×13 cañones al mando del conde de Mariani, se emplazó desde el extremo hasta uno de los baluartes en dirección al mar, donde había un cuartel de caballería.
El objetivo de ambas era batir posiciones avanzadas, especialmente las caras de las contraguardias y el revellín de Santa Teresa. Al fuego de estas dos baterías principales se unieron los procedentes de piezas de otra batería emplazada en el Hospital. Por último, se emplazó otra batería de cuatro cañones en la playa, bajo el muro de un baluarte, para bombardear las naves de la escuadra británica.
Los trabajos de asentamiento de las dos baterías principales eran hostigados continuamente por los fuegos de la artillería enemiga, por lo que ambas baterías dispararon el 3 de septiembre contra las piezas enemigas de la ciudadela. El cañoneo mutuo continuó durante los siguientes días, siendo reforzada la artillería española por los fuegos de una batería dirigida por un tal Juan Berneti.
En 11 de septiembre, se abrió otra trinchera con una batería de 10 cañones, detrás de la iglesia de Santa Cruz, contra el revellín. Por la puerta del Socorro, que da al mar, recibían los sitiados tropas alemanas, cuantos el marqués Andorno, piamontés, pedía; enviaba a Rijoles los heridos, y mudaba con gente fresca los cansados; por eso pudo en el revellín levantar luego una trinchera de fajinas, por poder disparar contra los trabajadores españoles que en la paralela, que por esta razón, para acabarla, costó mucha sangre. El gobernador sacó de la ciudadela todos los sicilianos, entre los cuales el coronel Guisani, algunos jinetes panormitanos y algunos mesinos; dos capitanes y dos tenientes los envió a Calabria.
La noche del día 12 de septiembre, se concluyó la paralela; y el 18 se asaltó al camino cubierto; no ofrecieron gran resistencia, y fue ocupado por los españoles, donde se fortificaron, tiraron una línea por la otra parte de la ciudadela que mira al mar grueso.
La noche del 19 de septiembre se inició en la primera paralela la instalación de tres baterías más: la de la derecha, al mando de Mariati; la del centro, al mando de Guillermo Benque; la de la izquierda, al mando de Juan Berneti.
La noche del 20 de septiembre, los sitiados hizo la plaza una salida, que fue rechazada.
El 22,de septiembre, 500 alemanes se acercaron en silencio a las trincheras; llevaban una provisión de cera, pez y azufre para incendiar las trincheras, a los cuales apoyaba un regimiento. Los españoles aparentemente no apercibierro sus movimientos hasta que estuvieron muy próximos, siendo recibidos en las fajinas por las Guardias Españolas con fuego de fusilería y a la bayoneta, lo que ocasionó una precipitada retirada tras dejar en el campo un gran número de muertos y heridos.
Al amanecer del 23 las tres baterías de Mariati, Benque y Berneti comenzaron su fuego contra la brecha; no obstante, el fuego hubo de parar una hora ante la llamada de un tambor que solicitó ese plazo para retirar los muertos habidos en la noche anterior.
Juan Caracholi, rompió el alba con muy concertada música de oboes, cornetas y trompetillas, y tras los instrumentos musicales siguieron 60 gruesos cañones contra el revellín, comenzando la fase final del asedio.
El 27 de septiembre, el revellín ya estaba en estado ruinoso, el asalto a Mesina era sumamente arriesgado, pues debía hacerse a pecho descubierto y a través de puentes apoyados en cubas vacías. Los combates para la toma del foso y del revellín costaron muchas vidas humanas. Algunos cañones quedaron «desfogonados o enloquecidos» de tanto disparar; solo desde la batería de Mathagrison se lanzaron 6.000 balas, forzando las características balísticas del material para flanquear diametralmente la ciudad y su puerto y hacer blanco en los caballeros y en el resto de obras de fortificación de la ciudadela. Los efectos de la artillería no solo se hicieron notar en la brecha y las defensas, sino también en la población, pues provocó «un total alboroto y consternación en toda aquella guarnición«.
El 29 de septiembre se dio el asalto final y definitivo de la ciudadela, defendida por 600 granaderos imperiales. Las tropas españolas, al mando de Caraciolo y Villadarias, fueron objeto de varias valientes y arriesgadas salidas de los sitiados que causaron numerosas bajas en las filas españolas. Finalmente, después de una salida en la que el general austríaco Schöber quedó prisionero, la guarnición capituló con la condición de rendirse libremente, tras lo cual el gobernador de la fortaleza se rindió el 30 de septiembre.
La artillería sufrió la muerte de 1 capitán, 6 subalternos, 12 sargentos y 113 de tropa. Alguna de estas bajas se produjeron los días 26 y 27 de septiembre, fechas en las que volaron, por dos veces consecutivas, los repuestos de una batería y los almacenes de pólvora y pertrechos.
El Real Cuerpo de Ingenieros sufrió la baja de 19 oficiales muertos o heridos.
Tras la conquista de la ciudadela, el marqués de Lede dejó en Mesina como gobernador al teniente-general Lucas Spínola al mando de una guarnición de unos 2.000 hombres.