Siglo XVIII Guerra de la Cuádruple Alianza (1717-21) Ataques ingleses en España (1719)

Ataque anglo-francés a Santoña (13 de junio de 1719)

Los británicos planearon con los franceses un ataque conjunto contra los astilleros de Santoña donde según sus informes había 3 buques a punto de ser finalizados, con el fin de destruirlos. El 11 de junio, 750 soldados franceses bajo el mando del señor de Guiry, fueron embarcados en varios transportes escoltados por la flotilla del comodoro Robert Johnston, compuesta por dos navíos el Weymouth (50), el Winchester (50), y la fragata Dursley Galley (20). También embarcó el coronel lord Stanhope, el enviado británico para coordinar las operaciones con los franceses.

Dos días más tarde, el 13 de junio de 1719, los navíos británicos llegaron al istmo formado por la playa de Berria apenas tenía la defensa de dos baterías llamadas San Miguel y Nuestra Señora, colocadas en sendos promontorios de arena, y que curiosamente estaban defendidas por 700 migueletes catalanes. Los buques ingleses cañonearon las débiles baterías que allí se encontraban y, a continuación desembarcaron los franceses con el apoyo de 200 marinos ingleses, sin encontrar resistencia y llegaron hasta el monte de Santoña. Bajaron desde allí a la villa y llegando al puerto para cumplir con su cometido, que era el de quemar y destruir los navíos en construcción y la madera de reserva, además de hacer botín de todo aquello que tuviera algún valor.

Arrasaron el astillero donde había 3 navíos en construcción, uno de 70 cañones y 2 de 60, terminándose de construir las segundas cubiertas, había madera almacenada para la construcción de una docena de bajeles. A lo que también prendieron fuego.

Se destruyeron o clavaron 51 cañones de las baterías, y los ingleses por su parte arramplaron con todos los metales que pudieron.

Curiosamente en el puerto se encontraban dos buques holandeses que estaban descargado pólvora y maderas a los que no tocaron.

Un barco holandés, el Snelhyd, que había zarpado del puerto de Vlissingen con armas para Felipe V, 8.000 fusiles, 1.000 barriles de pólvora, cañones y otros pertrechos, y llegado a Laredo el 12 de julio. Y que se encontraba en Laredo sin haber descargado todas las armas que llevaba embarcadas, zarpó de Laredo y se hundió en su bahía. No se sabe si fue por una mala maniobra ante el acoso de los buques británicos o por un error de su comandante. Poco después, Holanda se unió a la causa aliada contra España, Holanda era el principal proveedor de armamento de España, dejándola en una posición difícil.

Ataque británico a Bibadeo (27 de septiembre de 1719)

El interés británico en la invasión de Galicia era doble, impedir la reconstrucción naval española y acabar con un posible nuevo intento de invasión del pretendiente Jacobo III, sin olvidar una cierta revancha y venganza por haber sido la zona de Galicia la residencia del pretendiente a la corona británica. A los pocos días de aparecer una escuadra británica en aguas gallegas, Jacobo salió de La Coruña el 2 de mayo y se dirigió a Lugo, y más tarde a Santiago de Compostela, huyendo así de británicos y franceses.

La primera escuadra británica movilizada fue la del almirante Norris, enviada apresuradamente desde el mar Báltico para proteger las costas del sur de Inglaterra y atacar cualquier escuadra enviada desde puertos gallegos. Una parte de esta escuadra fue destacada al mando del comodoro Robert Johnson, con órdenes de colaborar con el ejército francés en su marcha a través de la costa española; tomando parte en la rendición de San Sebastián y Santoña, pasando después a patrullar la costa española entre el cabo Ortegal y la villa de Ribadeo.

Esta escuadra británica estaba compuesta por dos navíos: el Weymouth (50), insignia del comodoro Johnson y el Winchester (50), capitán Charles Brown, y la fragata Dursley Galley (20). El 27 de septiembre entraron en el puerto de Ribadeo tres buques de guerra al mando del capitán Charles Brown. Su intención era quemar cuantos buques se hallasen en construcción y castigar a los buques corsarios españoles, que unos días antes habían entrado en este puerto con dos mercantes británicos capturados, según los informes obtenidos por un mercante portugués. Las fragatas corsarias españolas eran las llamadas Galgo de Andalucía (20) al mando del capitán don Sebastián Villaseñor, y San Francisco (26) y al mando del capitán don Lorenzo de Tablada. Estas dos fragatas eran antiguas británicas capturadas, la Greyhound (20), después llamada Galgo de Andalucía (20). La fragata San Francisco (26), era una de las que llevaron las tropas del coronel Castro a Escocia.

Los buques al mando de Brown, navíos Weymouth (50) y Winchester (50) y fragata Dursley Galley (20), fondearon el 27 de septiembre para bombardear los fuertes de Atalaya y San Damián, escasamente armados con cañones de 8, 6 y 4 libras, mientras los buques enemigos disparaban con balas del calibre 24, 20 y 18. Los dos fuertes y las dos fragatas hicieron una defensa tenaz, pero nada podían hacer ante fuerzas tan superiores. Cesado el fuego de los castillos, los británicos desembarcaron en la ribera de Villaselán, se apoderaron de los fuertes y los dos navíos entraron en el puerto sin oposición, mientras la fragata quedó en la costa.

Las dos fragatas españolas fueron incendiadas por sus comandantes para evitar su captura. También se quemaron los dos mercantes apresados, destruidos varios buques en construcción, un mercante de 300 toneladas, un depósito de maderas y todo tipo de materiales. Los británicos, antes de retirarse, exigieron el pago de 2.000 doblones, cifra que no pudo ser satisfecha. Se consiguió reunir la mitad de esa cantidad para que los británicos no saquearan la ciudad. No había dinero ni tropas, pues lo pocos milicianos reunidos no inquietaron a los británicos. Una pequeña tropa fue organizada por los capitanes de las fragatas armadas en corso, aunque poco pudieron hacer ante los soldados profesionales británicos.

El 30 de septiembre de 1719 se hace a la vela la escuadra del comodoro Johnson rumbo a las costas inglesas, llegando a Portsmouth el 19 de octubre. El comodoro Johnson debía haberse incorporado a su escuadra del almirante Mighels, que había llegado en esos días a la costa coruñesa.

Llegado a Portsmouth se disculpó de no unirse al almirante al no tener aviso de la llegada de esa escuadra y, hallándose escaso de provisiones y agua, juzgó necesario regresar a puerto.

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Combate entre un navío español y uno inglés en 1720. Se trata del Catalán contra el navío inglés Mary. Autor Rafael Monleón. Museo Naval, Madrid

Ataque británico a Vigo (1 de octubre al 7 de noviembre de 1719)

El 15 de septiembre, zarpó de Portsmouth una escuadra al mando del vicealmirante James Mighells (Muchellos, según la bibliografía tradicional gallega), en su buque insignia el Ipswich (70), cuatro fragatas, Enterprise (40), el Kinsale (30), el Biddeford (20), y Speedwell (20), una bombarda Furnace (4), y varios transportes. En la isla de Wight embarcaron 4.000 soldados mandados por el general Richard Cobham y el 21 de septiembre pusieron rumbo a las costas gallegas.

A finales de septiembre llega la escuadra de Mighells a la costa de La Coruña, esperó por unos días a que se unieran a su escuadra los buques del comodoro Johnson. Mientras esperaba a estos buques, la escuadra de Mighells se entretuvo en atacar varios puertos entre cabo Prior y Finisterre. Sucesivamente se atacaron los puertos de Chanteiro, Cayón, Barizo y la villa de Finisterre. Estos ataques tenían varios propósitos; abastecerse de pescado fresco y de agua, intimidar a la población española, despistar a las autoridades militares sobre el verdadero objetivo y tantear sobre el terreno el estado de las defensas españolas, sobre todo de La Coruña.

Una semana después, la escuadra británica pone rumbo sur y entra en las rías de Pontevedra y Vigo. El planeado ataque a La Coruña había sido abandonado por varias razones. El mal tiempo provocó la pérdida del buque bombarda Furnace (4), uno de los barcos de la escuadra con poder artillero suficiente para destruir las defensas de La Coruña, ignorando Mighells si se había hundido o había conseguido refugiarse en Lisboa. Tampoco contaban con los navíos del comodoro Johnson, que en ese momento se encontraban rumbo a Portsmouth, los cuales habían demostrado potencia artillera superior a la de los fuertes españoles. Esta debilidad británica contrastaba con las poderosas defensas coruñesas, superiores a las bien defendidas plazas del Ferrol y Bayona. Además, había sido reforzada su guarnición con 800 hombres, sin olvidar el contingente de soldados ingleses, escoceses e irlandeses de la fracasada expedición a la Bretaña francesa, acantonados en La Coruña con el cuartel general del duque de Ormond, soldados experimentados y bien preparados para rechazar un ataque. Otra razón del abandono de este objetivo fue la falta de pilotos que conocieran la entrada a La Coruña.

A pesar de la pérdida de su bombarda, los británicos recibieron un refuerzo muy estimable, la fragata francesa L’Amarante, al mando del capitán Marquaisac. Había zarpado el 28 de septiembre para unirse a Mighells, llevando a bordo con un correo inglés, dos ingenieros de marina y ocho pilotos que conocían bien las costas gallegas.

Los varios ataques producidos en las rías altas gallegas y en la zona de Ribadeo confundieron totalmente a los españoles sobre el objetivo británico, impidieron que concentraran en un punto sus escasas fuerzas. Los mandos españoles sabían que Vigo era uno de los posibles objetivos desde el mismo momento que descubrieron los preparativos de la salida de la escuadra de Mighells. Así lo informó a la Corte el capitán general de Galicia, el marqués de Risbourg. El gobierno central no solo no envió refuerzos a Galicia antes del ataque británico, sino que retiró de las costas de Vigo y Pontevedra unos 2.000 soldados llegados con los buques que se habían refugiado por el temporal que dispersó la escuadra destinada a Escocia; y los envió a Pamplona, amenazada en esos momentos por las tropas francesas.

El 10 de octubre a las dos de la tarde, comenzó el desembarco británico en la entrada de la ría de Vigo, en la playa de Corujo. Los primeros fueron los granaderos, que recibieron fuego de los paisanos con poco efecto porque lo hicieron demasiado lejos, poco después desembarcó parte de la infantería en el arenal de Samil para, posteriormente, montar un campamento en la propia parroquia de San Paio de Navia. El desembarco de los 11 batallones y la caballería se completó al día siguiente.

Por la noche, el brigadier Philip Honeywood con 800 soldados lanzó un ataque contra el castillo de San Sebastián y tomó por sorpresa a los defensores españoles, aunque no pudieron tomar la fortaleza.

El día 12 de octubre, los británicos trasladaron su campamento a los alrededores de la villa de Bouzas, desde donde enviaron un emisario a Vigo para reclamar su rendición. Tras celebrar un consejo de guerra, y ante la certeza de que la villa sería bombardeada, el gobernador José de los Herreros renunció a defender la ciudad y concentró sus efectivos en el interior del castillo de Castro, contando con 400 soldados regulares y otros tantos milicianos.

Las tropas al mando del brigadier Homewood entraron en Vigo el 13 de octubre con dos regimientos de infantería. Enviaron un destacamento de 500 soldados contra la villa de Redondela, que saqueada e incendiada al encontrarla abandonada.

Los ingleses desembarcaron la artillería necesaria para iniciar el asedio del castillo. La mayor parte de los morteros fueron situados en la zona de la Ferrería, desde donde dispararon sin cesar, primero, con escasa puntería y, después, provocando una lluvia de bombas sobre la fortaleza.

El mismo día 13 de octubre, comenzó el asedio británico a la fortaleza del Castro. El día 18 de octubre, tras recibir más de 3.500 bombas, la resistencia viguesa era ya inútil, y el coronel Fadrique González de Soto, que había sustituido al brigadier Herreros al caer este herido durante el asedio, aceptó la capitulación. Consiguió de los británicos que las tropas pudieran salir con honores militares del castillo y dirigirse hacia el interior, salieron 469 oficiales y soldados, mientras que otros 300 murieron o resultaron heridos en el bombardeo. La pérdida británica fue de solo 6 muertos y otros 20 heridos.

Fernández Duro dice que el botín encontrado fue de 190 cañones de hierro, 300 de bronce, diez mil fusiles y treinta mil barriles de pólvora. Además, capturaron cuatro mercantes y tres buques armados de corso, estimándose en más de 60.000 libras el valor del material de guerra capturado en Vigo. Los invasores se llevaron buena parte de este arsenal, mientras que inutilizaron el resto.

Las cifras hacen sospechar que tenían razón los ingleses: Vigo acumulaba demasiadas piezas de artillería que tendrían algún fin mayor que el de la mera defensa de la plaza.

Cuando los británicos terminaron con las armas, encontraron los almacenes donde se guardaba el vino. Durante tres días, la borrachera general derivó en saqueos, abusos y asaltos sobre la población civil. Lord Cobham puso luego fin a estos desmanes ordenando que el resto del vino fuera embarcado como botín.

El cardenal Alberoni y el rey Felipe V no podían desatender las demandas de las autoridades gallegas. Alberoni pretendía enviar dos batallones del regimiento Vitoria, un regimiento de dragones de Extremadura y uno de caballería desde Aragón. Las órdenes para su marcha llegaron demasiado tarde. El más cercano a Galicia, el regimiento de dragones estaba acantonado en Alcántara, Cáceres, comenzó la marcha y llegó a Ponferrada, en la frontera con Galicia, el 26 de octubre, el mismo día que los británicos entraban en Pontevedra.

Mientras tanto, el marqués de Risbourg solamente podía contar con escasas tropas y con las milicias, unos 6.000 hombres, pero de escaso valor militar ante las tropas regulares británicas. Durante su marcha hacia Pontevedra, aunque la mayor parte fueron trasladados por mar, las tropas enemigas fueron hostigadas por las milicias provinciales, llegando a capturar a varios soldados enemigos. Otra manera de entorpecer el avance fue destruir los puentes, medida inútil puesto que las tropas del general Wade embarcaron en cuatro transportes y con la fragata Speedwell se acercaron por la ría a Pontevedra, desembarcando a 10 km de la plaza unos mil soldados al mando del general Wade.

Sin conocer todavía el verdadero objetivo del enemigo, el marqués de Risbourg, concentró sus tropas en las defensas de Santiago de Compostela, situada en el interior, dejando a los británicos vía libre para apoderarse de Pontevedra. La marcha contra esta villa la encabezaron mil hombres al mando del general Wade, inferiores en números a las tropas españolas mandadas por el marqués de Parga, unas 10 compañías de infantería, los propios ciudadanos de Pontevedra y numerosa artillería. En vez de emplearla contra el invasor, el gobernador de Pontevedra Francisco Eguazas, obedeciendo posiblemente órdenes superiores, la embarcó en unos barcos para llevarla río arriba y arrojarla en un pozo para que no sirvieran al enemigo, pero esa medida tampoco les hacía daño a ellos.

Pontevedra cayó sin haber disparado un solo disparo. El temor a malgastar en Pontevedra los hombres y armas necesarios para la defensa de Santiago, paralizó a los hombres y a sus mandos, ordenando el marqués de Parga evacuar las tropas. El 26 de octubre las tropas de Wade entraban en la ciudad, destruyendo casas particulares, edificios públicos y saqueando todo lo que encontraron de valor. Se hicieron con 2×48 y 4×24 cañones, 6 morteros, 2.000 fusiles y diverso material militar. Todo ello sacrificado creyendo que el objetivo principal era la ciudad de Santiago. Pero el objetivo del enemigo no era esta plaza, era una incursión de castigo contra las costas gallegas por haber servido de apoyo militar y económico al pretendiente al trono británico Jacobo III y a su comandante en jefe el duque de Ormond.

Los británicos, que sabían que estaría bien defendida, exigieron el pago de un rescate por no avanzar hacia Santiago de Compostela, poner sitio a la ciudad y destruirla. Lord Cobham exigió el pago de 60.000 doblones a la ciudad de Santiago, mientras que el general Wade pidió 5.000 doblones para no destruir Pontevedra. El capitán general de Galicia ordenó que no se respondiera a estas exigencias.

Para entonces, el marqués de Risburgh estaba ya preparado para organizar el contraataque. En Santiago de Compostela se formó una milicia con la participación de 3.000 estudiantes, y se reclamaron tropas a Castilla y Extremadura. El general inglés ya no se sentía demasiado seguro, ya que su única base firme era el puerto de Vigo, por lo que comenzó el repliegue hacia allí. La maniobra fue muy costosa para las tropas británicas, que sufrieron el acoso continuo de las tropas del marqués de Parga.

Finalmente, el 4 de noviembre, los ingleses regresaron Vigo, donde dispusieron la defensa. El general Cobham había escrito a su gobierno sobre lo que debía hacer, quedarse, y guarnecer Vigo, o retirarse. La respuesta de su gobierno fue que debían regresar a las costas británicas.

Mientras el vicealmirante Michells organizaba el reembarco de las tropas, los ingleses se dedicaron al saqueo de la villa de Vigo durante tres días. Por fin, el 7 de noviembre, las velas extranjeras se perdían por las islas Cíes, rumbo a Inglaterra. Según el diario encontrado por Bouza Brey, la flota enemiga había perdido 1.000 hombres en su aventura viguesa.

La captura de Vigo fue un gran éxito militar británico. Demostraba que, con una pequeña pero eficaz fuerza naval, ayudada por artillería e infantería de marina, podían destrozar casi cualquier punto de la costa española. El impacto para la corona de Felipe V fue dramático. La sensación de indefensión recorrió el país.

Los británicos mantenían escuadras y buques en todas las costas. El 10 de octubre, entre Lisboa y el cabo Santa María, fue capturado por la fragata británica Sheerness (32), el paquebote español San Francisco (18) cañones y 125 hombres de tripulación, el cual había zarpado de Santo Domingo y se dirigía a Cádiz.

La flota española podía contar en esas fechas con unos 30 buques de guerra. Diez de ellos se encontraban en aguas de la isla de Sicilia, inutilizados por el bloqueo impuesto por la escuadra británica del almirante Byng. Otros buques se encontraban en Cádiz, alistándose para zarpar rumbo a La Habana con órdenes de desalojar a las tropas francesas de Mobile, Pensacola y otras zonas ocupadas durante esta guerra. En América es donde se concentraban gran parte de la Armada, tres navíos, cuatro fragatas y varios buques de menor porte en la zona del Caribe y otros dos navíos y cinco fragatas en el Mar del Sur y Pacífico. Por lo tanto, en la península, solo se contaba con el navío Guadalupe, dos fragatas de dos puentes y una fragata en el mar Cantábrico y una fragata de dos puentes en Barcelona.

Primera batalla naval del Cabo de San Vicente (21 de diciembre de 1719)

Los buques que se encontraban en aguas del Cantábrico en diciembre de 1719, la mayoría eran buques de la escuadra de don Baltasar de Guevara salvados de la tormenta ocurrida en el mes de marzo. El capitán de navío don Rodrigo de Torres recibió la orden de ponerse al mando de varios navíos y llevarlos a Cádiz para evitar su posible destrucción o captura por parte de los aliados. Zarpó de Santander con el navío Nuestra Señora de Guadalupe (50), el San José, renombrado Conde Tolosa (64), el Hermione (62) y la fragata Fidela (20).

Al comienzo de la travesía, la escuadra de Torres captura en las costas del Cantábrico a una fragata y una balandra británicas. El resto de la travesía por la costa portuguesa fue tranquila y sin contratiempos. Llegadas a la altura del cabo de San Vicente, fueron interceptados por una escuadra británica el 21 de diciembre.

Estaba mandada por el comodoro británico Philip Cavendish, y estaba compuesta por los navíos Advice (50), Norwich (50), y la fragata Dover (40), poniendo rumbo a la escuadra de Torres para interceptarla. Después de cinco horas de combate, los buques británicos se retiran del combate y ponen rumbo a Gibraltar con muchos daños en sus navíos, sufriendo las bajas de 154 muertos y heridos.

Los cuatro buques al mando del capitán Torres entraron en Cádiz el 2 de enero de 1720 con 20 muertos y 27 heridos a bordo. Autores británicos como Joseph Allen afirman que Cavendish se enfrentó a tres grandes navíos. A causa del mal tiempo, las portas de los cañones de la batería baja no pudieron ser abiertas y los buques españoles pudieron escapar, entrando Cavendish en Gibraltar habiendo perdido 40 muertos y heridos.

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Fragata Guadalupe que participó en la Primera Batalla del Cabo San Vicente en 1719. Acuarela de Rafael Monleón.

Pedro Mesía de la Cerda, futuro capitán del navío de línea el Glorioso con el que llevó adelante la famosa Carrera del Glorioso y, posteriormente, virrey de Nueva Granada, tomó parte en la acción a bordo de uno de los buques españoles.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-21. Última modificacion 2022-08-30.
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