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Batalla del Nilo o de la bahía de Abukir (1 de agosto de 1798)
Antecedentes
La flota de Nelson llegó a Siracusa, en Sicilia, el 19 de julio, donde obtuvo las provisiones esenciales para continuar su misión. El 24 de julio se completó el reaprovisionamiento de la flota y, habiendo determinado que los franceses debían de estar en algún lugar del Mediterráneo Oriental, Nelson partió de nuevo rumbo a Morea.
El 28 de julio, cuando se encontraba en Coroni (península de Morea, actual Grecia), Nelson fue informado por Troubridge del ataque francés a Egipto y se dirigió hacia el sur hacia Alejandría. Su avanzada, formada por el Alexander (74) y el Swiftsure (74), avistó finalmente la flota francesa de transporte en Alejandría en la tarde del 1 de agosto.
La escuadra francesa constaba de 13 navíos el Orient (120), Franklin (80), Guillaume Tell (80) Tonnant (80), Guerrier (74), Timoleon (74), Conquerant (74), Aquilon (74), Spartiote (74), Peuple Souverain (74), Heureux (74), Mercure (74), Genereux (74); 4 fragatas Diane (48), Justice (44), Artemise (36) y Serieuse (36). La flota estaba al mando del almirante Brueys D’Aigalliers, formados en línea cerca de la costa, con todos sus cañones apuntando al mar abierto y amparados por bajíos, de tal forma que no pueden ser flanqueados y atacados por retaguardia, conformando una auténtica batería flotante de 1.194 de cañones.
La bahía de Abukir es una hendidura costera de 30 km de ancho que se extiende desde el pueblo de Abukir, en el oeste, hasta Rosetta, en el este, donde se encuentra una desembocadura del río Nilo. En 1798, la bahía estaba protegida por el oeste por unos largos bancos rocosos que penetraban 4,8 km en la bahía desde un promontorio en el que se encontraba el castillo de Abukir. Una fortaleza situada en una isla entre las rocas protegía los bancos rocosos. La guarnición de la fortificación, equipada con al menos 4 cañones y 2 morteros pesados, estaba a cargo de soldados franceses.
Brueys había reforzado la fortaleza con bombardas y cañoneros, anclados entre los bajíos rocosos al oeste de la isla en una posición óptima para apoyar a la cabecera de la línea francesa. Desplegó sus buques en dos líneas, en primera línea los 13 buques de línea con el Orient (120) en el centro, y en segunda línea las 4 fragatas, las balandras Salamine (18) y Railleur (18), la bombarda Hercule y las cañoneras Oranger y Portugaise, para evitar ser envueltos. Los 150 metros de espacio que había entre cada barco en la primera línea eran lo suficientemente amplios para que un buque británico los atravesase y rompiese la línea francesa. También los buques franceses solo habían previsto el uso de los cañones del costado del mar, dejando los cañones del otro lado sujetos.
A las 14:30 horas, la flota inglesa llegó a la bahía. Nelson planea concentrar su ataque sobre los primeros navíos de la línea gala, para tener una superioridad de 2 contra 1 en el primer momento. Espera destruir la vanguardia francesa o cuando menos rebasarla, para flanquear su formación y atacarles por ambos costados. Nelson contaba con 14 buques de línea: Vanguard (74) que era el buque insignia, Orion (74), Culloden (74), Bellerophon (74), Minotaur (74), Defence (74), Alexander (74), Zealous (74), Audacious (74), Goliath (74), Theseus (74), Majestic (74), Swiftsure (74), Leander (50); y el bergantín Mutine (18). En total disponía de 1.130 cañones.
A las 16:30 horas, la escuadra de Nelson comienza a maniobrar para situar la mitad de su flota en mar abierto, atacando paralela a la vanguardia de la línea francesa. Mientras, varios barcos británicos, encabezados por el Goliath (74), cuyo capitán, Foley, tenía un mapa de la bahía de Abukir que indicaba que la profundidad real de los bajíos y que era mayor de la conocida por los franceses.
El viento cambió de dirección y sopló del noroeste, lo que beneficiaba a los británicos y perjudicaba a los franceses, que se alejan de la orilla. Esto provocó que dejase espacio suficiente para que el Goliath (75) y los navíos que le secundaban, el Theseus (74), Audacius (74), Orión (74) y Zealous (74) flanquearon a la formación francesa pasando entre el Guerrier (74), que era primer navío de la formación francesa, y la orilla.
Desarrollo de la batalla
Hacia las 17:30 horas, el Goliath (74) consiguió rebasar al Guerrier (74) seguido por el Theseus (74), Audacius (74), que atacaron a los tres primeros buques franceses. La fragata Serieuse (36) con la bombarda Hercule intentaron impedir la maniobra.
La convención sobre guerra naval de aquella época estipulaba que los navíos de línea no atacasen a las fragatas en caso de que hubiese barcos del mismo porte a los que poder enfrentarse; pero al abrir fuego la fragata contra el Orion (74), y este le hizo una descarga que la dejó completamente desmantelada y se hundiría posteriormente.
En total 5 navíos ingleses lograron envolver la línea francesa, cañoneándola desde el estrecho brazo de mar que les separa de la orilla; mientras otros buques ingleses, liderados por el Vanguard (74) de Nelson, la atacaron desde mar abierto, aniquilándola lentamente durante el resto de la tarde, al estar cogidos los franceses entre dos fuegos.
A las 18:45 horas, los primeros cinco buques de la línea francesa fueron cañoneados en ambas bandas por 8 naves británicas, sufriendo daños muy graves, mientras el resto de la formación francesa estaba prácticamente inactiva.
Cerca de las 20:30, una astilla golpeó la frente de Nelson, cuyo ojo derecho ya estaba dañado. La astilla le provocó un pequeño desgarro de piel que le dejó ciego por unos momentos. El almirante cayó en los brazos del capitán Edward Berry, que le llevó al interior del navío.
Nelson, seguro de que la herida era grave, gritó: “Me han matado, dad recuerdos a mi mujer de mi parte”, y llamó a su capellán, Stephen Comyn. El cirujano del Vanguard, Michael Jefferson, analizó inmediatamente la herida e informó al almirante de que se trataba de un simple desgarrón y le suturó la herida. A continuación, Nelson desobedeció las órdenes de Jefferson de mantenerse en reposo y volvió a la cubierta.
Hacia las 21:00 horas el buque francés Guerrier (74) arrió su bandera, prácticamente destrozado. El capitán francés del Tonnant (80), el comodoro Aristide-Aubert du Petit-Thouars, destacó por su valor en los duros combates que tuvieron lugar al dirigir su tripulación hasta morir desangrado, sin sus piernas y un brazo. El Tonant (80) se rendiría a las 23:45 horas.
A las 21:30 horas, el quinto navío francés Peuple Souverein (74) fue atacado por el Defence (74) y el Orion (74), fue desarbolado y se retiró hacia tierra. El navío británico Leander (74) giró y ocupó su posición, partiendo en dos la línea francesa y cañoneando al Franklin (80) por la popa, causándole gravísimos daños, y al Orient (120) por la proa, que a su vez fue atacado por el Leander (74) por la popa. El Bellerophon (74) se acercó al Orient (120) y soltó una andanada que acribilló parcialmente su casco, desmontando algunas piezas en el puente inferior. La contestación del Orient supuso una carnicería en el barco inglés, desarbolándolo casi completamente.
En este intercambio de metralla, el inglés recibió la peor parte, pues a los 20 minutos se hallaba a la deriva, y se acercó a tiro de pistola involuntariamente. Con la mitad de su tripulación fuera de combate y el propio capitán Darby herido de gravedad, el Bellerophon (74) era un blanco casi inmóvil. Dos descargas más del barco francés a bocajarro lo dejaron raso como un pontón. De sus 590 hombres, casi 200 eran bajas.
El Alexander (74) consiguió situarse de enfilada y descargó 30 disparos dobles que arruinaron la galería trasera y parte de la metralla hirió al almirante Aigailliers en el tórax. En menos de 3 minutos, otra andanada sembró de cadáveres. El buque insignia francés estaba sometido al fuego de 3 buques británicos el Alexander (74) , Swiftsure (74) y Leander (50).
El Orient (120) al parecer estaba recibiendo una capa de pintura en el casco y algunos botes aún permanecían abiertos, siendo altamente inflamables y se incendiaron en la batalla. Una vez que comenzó el incendio, los barcos británicos concentraron sus disparos en la zona en llamas, evitando que la lucha contra incendios fuera efectiva.
Rápidamente, el incendio en el Orient (120) iluminó toda la bahía. Se hizo evidente que el buque insignia francés estaba condenado, su tripulación saltó al mar, los barcos británicos se alejaron y empaparon sus carpinterías y aparejos con agua de mar. Nelson, recuperándose de su herida debajo, fue llamado a la cubierta del Vanguard (74).
A las 22:00 horas, el Orient explotó. El sonido fue escuchado por las tropas francesas en Rosetta a 40 km de distancia y las tripulaciones de otros barcos de guerra pensaron que sus propios barcos habían explotado.
El almirante Brueys falleció en el acto. De los 1.000 tripulantes que iban abordo, los británicos solo rescatan 60, y con sus compañeros se hundió en la bahía de Abukir el tesoro de Malta que habría de financiar la campaña de Napoleón.
A las 23:45 horas se rindieron el Tonant (80) y el Franklin (80). Los enfrentamientos continuaron durante la madrugada, declinando lentamente con cañoneos, abordajes, rendiciones e intercambios de disparos; los navíos Artemise (36) y Timoleon (74) ardieron hasta consumirse. La resistencia en los buques franceses terminó hacia las 06:00 horas.
Al amanecer, el Guillaume Tell (80) y el Genereux (74) cortaron sus cables y se dirigieron al mar abierto bajo el almirante Villeneuve, acompañados por las fragatas Diane (48) y Justice (44). El Zealous (74) intentó una persecución de los fugitivos, pero pronto se retiró.
Secuelas de la batalla
Los franceses tuvieron 1.700 muertos, otros 1.500 resultan heridos, de los cuales un millar fueron apresados junto a otros 2.500 hombres. 3.000 prisioneros fueron devueltos al comandante del puerto de Alejandría, ya que la flota británica no podía atenderlos, Bonaparte ordenó más tarde que estos formasen una unidad de infantería y los añadió al ejército. Los oficiales fueron llevados a bordo del Vanguard (74).
Los franceses perdieron 1 barco hundido, 2 barcos incendiados y 9 barcos capturados, solo se salvaron 2 buques de línea y 2 fragatas.
Los británicos tuvieron unos 218 muertos y 678 heridos, no perdiendo ninguno de sus buques y además habían capturado 9 navíos franceses, de 74 u 80 cañones. Los buques de la flota británica sufrieron pocos daños en general, aunque el Bellerophon perdió sus tres mástiles y el Majestic su mástil principal. Ningún otro buque británico perdió algún mástil, aunque prácticamente todos tenían daños de escasa importancia. Unos pocos buques, entre ellos el Bellerophon (74), el Majestic (74) y Vanguard (74) habían sufrido daños en el casco.
El 8 de agosto, los botes de la flota británica asaltaron la isla de Abukir, que se rindió sin oponer resistencia. El grupo que desembarcó en la isla retiró 4 de los cañones y destruyó el resto junto con la fortaleza en la que se encontraban. Además, renombró la isla como “Isla de Nelson”.
La flota británica bloquearía Egipto, impidiendo que el ejército de Oriente fuera reforzado o recibiera suministros de Francia, dejándole aislado. Nelson obtendrá como recompensa el 20 de noviembre el título de barón de Bath y una pensión de 10.000 libras anuales. Gracias a él, la Royal Navy predominaría desde entonces en el Mediterráneo.
Para la armada francesa es una tragedia, pues ha perdido su flota mediterránea. Para Napoleón supone la ruina de su plan contra Inglaterra. Cuando se enteró de lo sucedido, dijo: “Así que este es el fin de mi armada… ¿Estaré destinado a morir en Egipto?”
La única buena noticia fue el 18 agosto cuando el navío francés Généreux (74) capturó al buque inglés Leander (50), cerca de Creta.
Los otomanos, con quienes Bonaparte tenía pensado establecer una alianza una vez que su control de Egipto fuese completo, se vieron alentados a ir a la guerra contra Francia tras la derrota de esta en la batalla del Nilo. Esto llevó a una serie de campañas que poco a poco fueron debilitando al ejército francés atrapado en Egipto.
La victoria británica también favoreció la declaración de guerra de los imperios austriaco y ruso, que estaban reuniendo a sus ejércitos como parte de la Segunda Coalición, que se produciría en 1799. Con el Mediterráneo sin defensas, una flota rusa penetró en el mar Jónico, mientras que ejércitos austriacos recuperaron la mayor parte de los territorios que habían perdido a manos de Bonaparte en la guerra previa.
Combate de Salalieh (11 de agosto de 1798)
Napoleón tenía pese a la derrota el control de Egipto: Kléber dominaba el delta del Nilo, Manou tomó el puerto de Rosseta, y Desais perseguía a los mamelucos en el Alto Egipto.
El general Louis Desaix subía por el Nilo con su división, y un contingente de caballería que incluía el RD-3 bajo el mando del Tcol Antoine-Charles-Louis de Lasalle, persiguieron a Ibrahim-Bey, llegaron a Salalieh, el 11 de agosto.
Ibrahim-Bey abandonó la ciudad dejando una retaguardia de unos 1.000 mamelucos para proteger su retirada. El RD-3 de Lasalle cargó contra los mamelucos, que se defendieron con valor. Durante la carga, Lasalle dio muestras de su coraje y su frialdad, cuando se le cayó el sable al desprenderse el fiador, desmontó para recogerlo en medio del combate cuerpo a cuerpo y volvió a montar su caballo con calma para continuar luchando.
Tras en enfrentamiento, Desaix llevó a los científicos para que explorasen Asuán, Tebas, Luxor y Karnak.
Creación del Instituto de Egipto (22 de agosto de 1798)
Napoleón fundó en El Cairo el Instituto de Egipto, organizado en cuatro secciones: matemáticas, física, economía política y literatura y artes, cada una de 12 miembros.
Las tareas iniciales que encomendaron al cuerpo científico distaban mucho de ser estudios de ciencia pura: en la primera sesión del Instituto, según consta en las actas, se pusieron sobre la mesa temas como la mejora de la cocción del pan o hacer cerveza sin lúpulo o cómo aclarar y enfriar el agua del Nilo. Pronto esos temas iniciales derivarían en otros científicamente más interesantes.
Los trabajos de los sabios, publicados en la década egipcia, dejan a menudo totalmente indiferentes a los militares. Hasta el punto que algunos decidieron bautizar a los asnos egipcios con el nombre de “semisabios”.
Este será la base de operaciones de los eruditos y científicos franceses en sus investigaciones en el país, que en la práctica supondrán el redescubrimiento de las maravillas del antiguo Egipto faraónico y el nacimiento de la Egiptología como rama de la arqueología.
Los resultados de los hallazgos que realizaron los eruditos del Instituto se publicarían en una obra monumental de 907 láminas llamada “Description de L´Égypte” (Descripción de Egipto), que requirió de 25 años para imprimirse, participando más de 200 ilustradores que realizarán más de 3.000 imágenes. Los ingenieros y geógrafos dibujarían un atlas a escala 1/100.000 de la tierra de los faraones en 47 hojas. Los botánicos y naturalistas mandarán a Francia decenas de plantas y animales exóticos.
Estos conocimientos causarían conmoción en Europa, pero conllevaron al expolio del patrimonio cultural egipcio. Los eruditos se adaptarían al país árabe, aunque una treintena de ellos fallecieron en combates o víctimas de las enfermedades, sobre todo de la peste.
Pero los administradores franceses no se limitarían a la investigación científica: terminaron con el feudalismo y generalizaron la recaudación de impuestos para financiar proyectos locales, como la construcción de grandes infraestructuras; el ingeniero Lepére comenzaría a planificar un canal que uniera el mar Rojo y el Mediterráneo a través del istmo de Suez.
En el verano de 1801 los británicos tomaron El Cairo y Alejandría. Le exigieron al Instituto que entregase todos sus estudios y documentos. Los franceses se negaron rotundamente: “Estamos dispuestos a quemar nuestros tesoros con tal de que no caigan en las manos del enemigo”, dijo, Geoffroy Saint-Hilarie. La determinación de los franceses impresionó a las fuerzas británicas. No obstante, consiguieron apoderarse de muchas obras, incluida la famosa piedra de Rosetta.
La piedra Rosetta fue descubierta el 20 de agosto de 1799, cuando un destacamento militar francés, estaba haciendo trabajos de reparación en el fuerte Julien en El-Rashid (llamado Rosette por los franceses) en la costa norte de Egipto. Un soldado descubrió la famosa piedra negra, el teniente de ingenieros Pierre-François Bouchard, desenterró la piedra granítica de unos 760 kilos; que resultó ser una gran estela de granodiorita con un decreto realizada en el año 196, bajo el reinado de Ptolomeo V. Como era habitual en este tipo de documentos, el texto estaba redactado en las tres escrituras oficiales: jeroglífico, demótico y griego.
La Piedra fue enviada inmediatamente a Alejandría y posteriormente trasladada a El Cairo, donde se guardó en una especie de museo arqueológico que se había improvisado en el Instituto de Egipto. La incipiente colección iría ampliándose poco a poco a lo largo de la campaña. Dos décadas después resultó ser un elemento clave para descifrar los jeroglíficos egipcios por Jean-François Champollion nunca trabajó sobre el original, sino sobre los calcos franceses.
Rebelión en Malta y asedio de La Valeta
El nuevo gobierno francés de la isla fue bien acogido por los malteses porque esperaban reformas políticas que los conservadores caballeros de la Orden de San Juan no realizaban.
El general Varbois, nombrado por Napoleón gobernador de la plaza fuerte en nombre de la República de Francia al mando de unos 4.000 soldados franceses, había efectuado varios cambios desde que iniciara su administración a mediados del mes de junio. Los cambios fueron bien acogidos por la población, como la abolición de la Inquisición, la tortura en los procesos judiciales, o los privilegios de cuna, poniendo fin al gobierno aristocrático.
El saqueo del patrimonio eclesiástico y de los bienes de la Orden, incumpliendo lo firmado en su capitulación, les granjeó a los franceses una gran enemistad popular desde el principio. Se llevaron gran cantidad de reliquias, cuadros, tapices, objetos, joyas y moneda para financiar su malograda expedición de Egipto; de nada les valdría, pues el Orient que transportaban estas riquezas fue hundido por los británicos en la batalla del Nilo o de Abukir.
A pesar de haber despojado a la Orden de sus bienes, Varbois se negaba a pagar las deudas y salarios que los caballeros habían contraído con la población.
Durante la administración francesa, la economía maltesa había empeorado sobremanera: subieron los tipos de interés del Monte de Piedad, cambiando las condiciones de los préstamos ya concedidos y se crearon nuevos impuestos. Esto llevó la ruina de los negocios, la caída del empleo, disminución de sueldos y la generalización de la miseria.
Los malteses estaban decepcionados con el gobierno francés por su desprecio al catolicismo, la pésima marcha de la economía, combinada con su explotación fiscal, y la traición de sus presuntos ideales revolucionarios, pues en realidad su sistema de gobierno era autócrata.
El 2 de septiembre, una comisión del gobernador envía a la iglesia de Nuestra Señora del Monte de Carmelo, en la localidad Mdina, dos notarios para requisar unos objetos de culto y subastarlos. Los ciudadanos salieron a las calles para protestar y evitar el robo. Otro funcionario francés ordenó a los soldados abrir fuego contra la muchedumbre, resultando muertos dos campesinos malteses.
El incidente fue el detonante de todas las frustraciones de los malteses, que se rebelaron violentamente contra los franceses, llamándoles “usurpadores” y asaltando los cuarteles de toda la isla. La guarnición de Mdina fue masacrada; en la isla de Gozo los soldados lograron refugiarse en un fuerte, y en La Valeta se encerraron en la ciudadela para no ser linchados.
Los franceses que quedaron en la isla desde entonces no podrían salir de los reductos fortificados donde los malteses les tenían asediados; aunque en el interior de los muros de La Valeta se daba la extraña circunstancia de que algunos ciudadanos convivían con ellos.
Vaubois no pensaba capitular, asegurando a los suyos: “Malta será de la República mientras haya perros y gatos para comer…”.
Lo cierto es que La Valeta estaba abastecida con grano para 18 meses y las cisternas de agua estaban llenas, pero carecían de cualquier otro alimento, por lo que Vaurbois solicitó al Directorio de Francia que enviase alimentos y soldados, lo que le sería concedido. Se racionó la comida y se fusiló a los ladrones. El sitio se prolongaría durante dos años.
Declaración de guerra del Imperio Otomano (2 de septiembre de 1798)
La consecuencia más importante de la perdida de la flota francesa del Mediterráneo era que desde Francia, no podrían enviarse refuerzos a Egipto, ya que la flota británica patrullaba el Mediterráneo sin oposición. Así, el ejército expedicionario francés en Oriente estaba virtualmente aislado en Egipto. Ni siquiera se podían enviar a Bonaparte órdenes precisas desde París, simplemente se le dejaban las manos libres para actuar como creyera conveniente a partir de entonces.
Los diplomáticos franceses de París llevaban tiempo engañando a los diplomáticos turcos, asegurándoles que la expedición a Egipto no tenía ninguna intención hostil contra el Imperio otomano. La expedición era, según Talleyrand, contra los mamelucos, no contra la Puerta Sublime, así que no había entonces ningún motivo para la ruptura de relaciones entre París y Estambul.
En la corte imperial de Estambul había una profunda división de opiniones entre los más tradicionalistas otomanos y los francófilos. Francia había sido una tradicional nación amiga del Imperio otomano desde hacía tres siglos, y la guerra contra Francia implicaría aceptar la ayuda del más tradicional enemigo del Imperio otomano, el Imperio ruso.
El 2 de septiembre, tras largas conversaciones con sus ministros y asesores, y presionado por los británicos, el sultán Selim III, se vio obligado a decidir entre su gran amigo Francia y su gran enemigo Rusia. Se decidió retener a los diplomáticos franceses en Estambul e internarlos en el castillo de las Siete Torres, virtualmente, una declaración de guerra.
El 9 de septiembre, la Puerta Sublime se decidió a la declaración oficial de guerra contra Francia. Cada imán de cada mezquita en Egipto leyó ante sus fieles la misiva oficial del Sultán llamando a la guerra santa contra los franceses.
Bonaparte se negaba a creer lo que había ocurrido, y decidió enviar a varios emisarios a una flotilla turca anclada en las cercanías de Alejandría, para ser informado si la declaración de guerra turca era cierta o se trataba de algún truco británico. Pero no consiguió una respuesta convincente, ya que los oficiales navales turcos se negaron a recibir a los emisarios franceses.
En octubre, las llamadas a la guerra santa de los imanes comenzaron a afectar a las relaciones entre franceses y egipcios. Las medidas que se habían tomado para tratar de contener la extensión de la peste (aislamiento, cuarentena y limpieza) violaban elementos fundamentales de las costumbres islámicas. Por ejemplo, la cuarentena era odiada por los seguidores de Alá, ya que se solía producir el hecho de la muerte de una persona entre desconocidos y no entre su familia y amigos, como era preceptivo.
La obligación de airear todas las telas durante días y la obligación de desinfectarlas por fumigación; la destrucción de varios bloques de casas frente a la mezquita de Al Azhar, para construir un nuevo hospital; la regulación de los enterramientos en cementerios exclusivos para los muertos por la peste; y el rumor de que pronto se prohibiría a las mujeres egipcias llevar el velo islámico; indignaron a la población local de El Cairo, que también protestaba porque los franceses hacían caso omiso de la ley islámica que prohibía a los infieles montar a caballo, llevar espadas y ocupar puestos de autoridad.
Bonaparte tenía tres opciones: permanecer en Egipto a la defensiva, esperando el contraataque turco; marchar hacia la India con la esperanza de una insurrección hindú contra los ocupantes británicos; o marchar directamente contra Estambul para tratar de eliminar la amenaza turca en una sola batalla. Se decidió por esta última opción y comenzó a planear la invasión de Siria, donde esperaba derrotar a los otomanos y obligarlos a firmar la paz, permitiendo su regreso a través de los Dardanelos.
El sultán Selim III decidió enviar dos ejércitos a Egipto. El primer ejército, bajo el mando de Jezzar-pachá, partió con 12.000 soldados; pero sería reforzado con tropas de Damasco, Alepo, Irak (10.000 hombres) y Jerusalén (8.000 hombres). El segundo ejército, bajo el mando de Mustafá- pachá, comenzó en Rodas con unos 8.000 soldados para ser desembarcados en Egipto. También sabía que obtendría unos 42.000 soldados de Albania, Estambul, Asia Menor y Grecia. Los otomanos planearon dos ofensivas contra El Cairo: una desde Siria, y otra a través del desierto de Salhayeh-Belbays-El Kankah.
Batalla de Sedimán o de El Lahun (7 de octubre de 1798)
Después de su derrota en la batalla de las Pirámides, Mourad-Bey se retiró al Alto Egipto. El 25 de agosto, el general Desaix se embarcó al frente de su división en una flotilla y subió al Nilo. Llegado a Beni Souef (100 km al sur de El Cairo) el 31 de agosto, Desaix comenzó a encontrar problemas de suministro pero subió el Nilo hasta Behneseh (130 km al sur de El Cairo) y luego avanzó hacia Minieh (actual Menia a 268 km de El Cairo). Los mamelucos evitaron el enfrentamiento y la flotilla regresó el 12 de septiembre a la entrada del canal de Joseph. Desaix descubrió que los mamelucos estaban en la llanura de Fayoum y se involucraban en el canal 24 de septiembre.
El primer contacto entre combatientes se estableció el 3 de octubre y se produjo un segundo enfrentamiento menor el 5 de octubre, cuando comenzaba a agotar la comida y las municiones el cuerpo francés.
A principios de la campaña, Desaix tenía 2.990 hombres encuadrados en la MBRIL-21, y las MBRI-61 y MBRI-88 con 2×5 cañones.
Mourad-Bey disponía de unos 4.000 jinetes mamelucos a los que se unieron 8.000 auxiliares egipcios. Los mamelucos también tienen 5 cañones.
El 7 de octubre de 1798, las tropas de Mourad-Bey salieron de los atrincheramientos de Sédiman (actual Sedment) y atacaron a los franceses, que se formaron en tres cuadros, uno grande y dos pequeños en sus ángulos (el de la derecha de 150 hombres y el de la izquierda de 200). Los mamelucos como en la batalla de las Pirámides, cargaron furiosamente, pero fueron rechazados por las voleas realizadas a 20 metros de distancia. El pequeño cuadro de la derecha (150) compuesto por los hombres de la MBRIL-21 fueron arrollados, después de matar a muchos enemigos, tuvieron 18 muertos y 30 heridos, los heridos y los sobrevivientes regresaron al gran cuadro.
Los mamelucos intentaron una innovación táctica reuniendo sus 5 cañones en una batería, que hizo fuego devastador contra el cuadro, pero un ataque vigoroso dirigido por el capitán Rapp capturó 4 de ellos y haciendo fuego contra los mamelucos.
A partir de entonces, los jinetes de Mourad-Bey huyeron, perseguidos por las balas de cañón francesas. Desaix no pudo perseguirlos por no disponer de caballería, pero su victoria fue muy brillante.
Los franceses tuvieron 36 muertos y 90 heridos que Rapp escoltó rápidamente a El Cairo. Los turcos tuvieron unos 400 muertos y heridos y abandonaron sus cañones.
El 12 de octubre, Desaix se mudó a Fayoum. Se iría a Medinet el Fayoum, Robin, nombrado general después de la batalla de Sédiman. Mandaba a casi 700 soldados, incluidos 350 enfermos. Desaix redujo las aldeas hostiles, pero durante este tiempo Mourad advirtió sobre su partida de los ataques de Medinet el Fayoum. Robin dejó que los enemigos entrasen a la aldea, luego lanzó dos columnas, una con Eppler, la otra con Sacrost, que hicieron una carnicería de los atacantes que dejaron 200 muertos en los callejones. Los franceses tuvieron 4 muertos y 16 heridos.
Belliard una vez curado, se unió a los refuerzos; los caballos recolectados fueron enviados a Boulak, donde se formó la caballería si fuera necesario.
Desaix salió el 1 de diciembre a El Cairo, donde completaría su pequeño ejército, especialmente en caballería, casi 1.000 hombres bajo las órdenes del general Davout. El 6 de diciembre partieron hacia Beni Souef, donde se instalaría el cuerpo que llevaría a cabo el magnífico paisaje del Alto Egipto. Para proteger a los Fayum, el general Veaux dejó un batallón. Para sostener a Beni Souef, Boyer dejó otro batallón.
Desaix con su división de 4.000 hombres que subirían por el Nilo a las Cataratas. La flotilla tenía varios djerms armados (entre ellos Brueys, Casablanca, Italia, Victoire y otro), cada uno con cañones 4×6 y 2×2. Estos eran los únicos barcos capaces de subir el Nilo. Guichard estaba al mando de la flotilla. El copto Moallem Jacob, ex-mayordomo de Solimán-Bey, acompañaba a Desaix y su ayuda sería invaluable.
Desaix subiría por la orilla izquierda del Nilo, pero los mamelucos huyeron delante de él, negándose a presentar batalla. El 21 de diciembre, llegó a Minieh. El país era muy rico y había 4 barcos armados y cañones abandonados con cuatro camellos cargados de pólvora.
El 25 de diciembre, en Girgeh, el jeque de Beni Adin se alió con los franceses y escoltaría a la caravana que venía de Darfur y se dirigía a El Cairo. La flotilla llegó muy tarde y Desaix tuvo que esperarla antes de continuar. Los marineros que los manejaban eran bastante ineptos y no llegarían hasta tres semanas después.
Este prolongado retraso permitiría a Mourad-Bey reunir fuerzas que le permitirían luchar. Estaba en Hou y recibía refuerzos. También intentó provocar revueltas en la retaguardia de Desaix hacia Tahtah. Davout fue enviado con sus jinetes para ir y reducir estos brotes peligrosos.
Rebelión en El Cairo (21-22 de octubre de 1798)
La llamada de los imanes para Guerra Santa y el descontento de la población cairota por las medidas contra la peste, estaban alentando a la población. En la mañana del día 21 de octubre de 1798, la revuelta comenzó como un motín de los muchos a los que los franceses se habían enfrentado en su estancia en Egipto. El detonante fue una manifestación en protesta por los altos impuestos que los comerciantes cairotas estaban obligados a pagar a la administración francesa de la ciudad. La población de la ciudad se levantó en armas por las calles y fortificaron los puntos fuertes, especialmente en la Gran Mezquita.
El gobernador francés de El Cairo, el general Dupuy, tomó una escolta de un par de decenas de hombres y acudió a sofocar los disturbios. Pero, muy superados en número, los franceses sufrieron varias bajas y se vieron obligados a retirarse. El general Dupuy fue herido por una lanza en el costado izquierdo, muriendo un par de horas después, así como el ayudante de campo de Bonaparte, José Sulkowski.
Excitados por los jeques y los imanes, los egipcios juraron por el Profeta exterminar a todos los franceses y cualquier francés que se encontraran en casa o en la calle sería matado sin piedad; comenzando a saquear las casas de los europeos residentes en El Cairo y colocar barricadas en las calles. Las multitudes se reunieron en las puertas de la ciudad para mantener alejados a Bonaparte, que fue rechazado y obligado a tomar un desvío para entrar por la puerta Boulaq.
Bonaparte no estaba en la ciudad cuando la insurrección comenzó. Tras recibir los informes de los diferentes cuarteles que el ejército francés tenía en El Cairo, decidió no aplastar la insurrección a la fuerza bruta, sino ir tomando contacto con sus tropas en el interior de la ciudad poco a poco mientras colocaba su artillería en posición.
La situación del ejército francés era crítica, los británicos amenazaban ciudades costeras, Murad-Bey estaba todavía en el Alto Egipto, y los generales Menou y Dugua eran apenas capaz de mantener el Bajo Egipto. Los árabes y los campesinos egipcios tenían una causa común con los que se levantaban contra los franceses en El Cairo.
La mañana del día 23 de octubre, los jeques de El Cairo acudieron a entrevistarse con Bonaparte, que les pidió que intercedieran ante los rebeldes para buscar una salida negociada a la situación. Pero los rebeldes vieron el gesto conciliador de Bonaparte como una debilidad, y se negaron a cualquier parlamento con los jeques. A mediodía del día 23 de octubre, Bonaparte daba la orden para bombardear la ciudad y terminar con toda resistencia de los rebeldes concentrados en la gran mezquita de Al-Azhar.
El bombardeo causó una gran destrucción, y fue seguido por la infantería francesa, que superó con facilidad las barricadas construidas por los rebeldes.
Durante la noche, la infantería francesa entraron en la zona y destruyeron las barricadas. La caballería forzó su camino hacía la mezquita de Al-Azhar y mató a un número desconocido de personas. Bonaparte personalmente persiguió a los rebeldes de calle en calle y los obligó a concentrarse en la Gran Mezquita. Bonaparte ordenó inmediatamente su artillería abrir fuego contra la mezquita. Los franceses rompieron las puertas e irrumpieron en la mezquita, que fue deliberadamente saqueada y profanada, luego los soldados accedieron a la escuela coránica de la mezquita y fusilaron a los 26 estudiantes que allí se encontraban.
El asalto a la mezquita de Al-Ahzar terminó con los ánimos de los rebeldes, que solicitaron parlamentar una tregua con Bonaparte. Pero Bonaparte se negó a recibirlos, y a las 20:00 horas, los líderes de la rebelión se rindieron a los franceses, esperando evitar más sufrimiento a la población civil. Aún se escucharon algunos disparos en la noche de El Cairo, pero al amanecer las tropas francesas recuperaban el control de la ciudad. Las bajas fueron de 300 franceses muertos y 3.000 egipcios muertos, con otros tantos heridos.
De vuelta en el control absoluto de El Cairo, Bonaparte buscó a los autores e instigadores de la revuelta. Varios jeques y muchos turcos o egipcios fueron condenados por su participación en la trama y ejecutados. Para completar su castigo, la ciudad se vio afectada por un alto impuesto y su diván fue reemplazado por una comisión militar. Para anular los efectos publicó una proclama en todas las ciudades de Egipto.
Visita de Napoleón a Suez
Con Egipto nuevamente en paz y bajo su control, Bonaparte aprovechó ese tiempo de descanso para visitar Suez y ver con sus propios ojos la posibilidad de que el canal conocido como el Canal de los Faraones. Dicho canal que había sido excavado en la Edad Antigua entre el mar Rojo y el Mediterráneo por orden de los faraones. Antes de emprender la expedición, devolvió a El Cairo su autogobierno como muestra de su perdón: un nuevo diván compuesto por 60 miembros reemplazó a la comisión militar.
Luego, acompañado por sus colegas del Instituto, Berthollet, Monge, Le Père, Dutertre, Costaz, Caffarelli, y seguido por una escolta de 300 hombres, Bonaparte se dirigió al mar Rojo y después de tres días de marcha por el desierto, llegaron a Suez. Después de dar órdenes de completar las fortificaciones en Suez, Bonaparte cruzó el mar Rojo y el 28 de diciembre de 1798 se mudó al Sinaí para buscar las famosas fuentes de Moisés a 17 kilómetros de Suez.
A su regreso, sorprendido por la marea creciente, corrió el riesgo de ahogarse. Al regresar a Suez, después de mucha exploración, la expedición cumplió su objetivo, encontrando los restos del antiguo canal construido por Senusret III y Necho II.