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Antecedentes
Ramsés I, fundador de la dinastía tuvo un breve reinado (1295-1294 AC.). Su hijo y sucesor Seti I (1294-1279 AC) se esforzó por restablecer el control egipcio en los territorios asiáticos. Sometió Canaan, llegó a Siria en donde ocupó el país de Amurrú y la ciudad de Kadesh, llave de la Siria del norte. Logró contener el avance hitita, pero a su regreso, Kadesh volvió a ser ocupado por los hititas.
La plaza de Kadesh era un nudo de comunicaciones estratégico que unía el camino de la costa con el camino del interior a través del valle del Orontes. Es decir controlaba todas las caravanas que entraban y salían hacia Egipto. Ramsés II, hijo y sucesor de Seti I, comprendió que el enfrentamiento con los hititas era inevitable, ya que estaba en juego el control de los territorios por los cuales pasaban las rutas comerciales, de ello dependían la riqueza y la seguridad de Egipto.
Muwatalli, el rey hitita organizó una gran coalición contra Egipto. Participaban más de 16 estados y provincias entre vasallos y aliados. Se calcula que el rey hitita contaba con dos grandes cuerpos de infantería con un total de unos 40.000 hombres. Los carros de guerra formaban una enorme masa de 3.700 vehículos.
Contra esa coalición marchó Ramsés al frente de su ejército en el quinto año de su reinado. Conducía 4 divisiones colocadas bajo el patrocinio de los grandes dioses de Egipto: Amón en Tebas, Ra en Heliopolis, Ptah en Menfis, y Sutekh (Seth) en Pi-Ramsés. Cada una contaba con 4.000 infantes y 500 carros.
Habiéndose agotado todas las instancias de negociación pacífica, Ramsés II reunió a su ejército en las dos grandes bases militares del Delta y Pi-Ramsés. En mayo, sus tropas rebasaron la ciudad-fortaleza fronteriza de Tjel y se internaron en Gaza por el camino de la costa mediterránea.
Las cuatro divisiones marcharon por rutas distintas: el poema tallado en las paredes del templo de Karnak dice que la primera (Amón) fue hacia Hamath, la segunda (Ra) fue hacia Beth Shan y la tercera (Seth) por Yenoam.
La primera y la segunda divisiones avanzaron a lo largo de la orilla oriental del río Orontes, mientras que los dos restantes lo hicieron en rutas paralelas por la orilla oeste, entre el río y el mar. El poema apoya esta teoría en su verso que dice que Ptah estaba al sur de Aronama. Esta ciudad se encontraba, en efecto, en la orilla occidental. Ello permitió al Cuerpo de Ptah acudir de inmediato en apoyo de Amón y Sutekh, sin necesidad de perder un tiempo precioso en vadear el ancho río.
Antes de ello había establecido comunicación con los “Naharin” del rey Bentesina que eran amorreos aliados de Ramsés. Algunos autores sostienen que esta unidad se trataba de la división Seth, que se dirigía a Kadesh por el camino de la costa; y que desde hacía unos meses estaba estacionada en las costas de Amurru (Siria), se les ordenó marchar hacia el interior para coincidir con el ejército frente a Kadesh.
Fase 1: La trampa
El día 9 del tercer mes (finales de mayo), al llegar a cierta distancia de Kadesh, la vanguardia capturó a dos beduinos de la tribu de los Ahasu. Informaron que el rey hitita y su ejército se encontraban en Alepo, a unos 200 kilómetros al norte, y que el soberano hitita se mostraba temeroso ante el avance egipcio. En realidad, el ejército hitita se encontraba tras los muros de Kadesh la Vieja, y los había enviado para engañar a Ramsés.
Muwatalli había establecido su puesto de mando en la ladera noreste del tell (colina o promontorio) en que se levantaba Kadesh, puesto elevado que, si bien no le permitía observar el campamento enemigo, si le daba una clara ventaja de inteligencia, esperando el momento oportuno para sorprender a los egipcios.
Sin desconfiar, Ramsés II se apresuró a cruzar el río Orontes por el vado de Shaltuna. Una vez situado en el margen oeste, avanzó al frente de la división de Amón, en tanto que las de Ra, Ptah y Seth estaban retrasadas, solían ir a una jornada de marcha de distancia para evitar apelotonamientos. La división de Amón y su tren de suministros eran mayores que cualquiera de los otros tres, por lo que el cruce del Orontes duró desde media mañana hasta media tarde, así es que al atardecer establecieron el campamento.
No se ha podido determinar con precisión la ubicación exacta del campamento egipcio en el campo de batalla, pero había un solo lugar con agua potable y fácil de defender, por lo que es posible que Ramsés lo estableciese allí. Se trata del mismo sitio donde Seti había levantado el suyo años atrás.
El campamento se organizó a la manera de un campamento romano, la verdad es que Pirro lo copió a los egipcios y los romanos copiaron a Pirro. Se ordenó a la tropa cavar un perímetro defensivo que más tarde se fortificó con miles de escudos solapados entre sí y clavados en tierra, tal y como hicieron los romanos siglos más tarde.
Al día siguiente 10 de mayo, la división Ra empezó a cruzar el vado de Shaltuna que se encontraba a unos 10 km del campamento egipcio, y cruzó el bosque de Labui, tras salir del bosque, marcharían en columna de a 4 eso quiere decir que tendría una longitud de unos dos kilómetros. Cada 500 infantes iban 25 carros.
Muwattali viendo el camino que había tomado Ramsés, supuso que el resto de las divisiones tomarían el mismo camino, mandó cruzar 2.000 carros el río Orontes y esperar escondido detrás del arroyo Al-Mukadiyah cuyos árboles y vegetación impedían la visión, con el fin de atacar de flanco a la división Ra. Esta marchaba sin darse cuenta del peligro que la acechaba.
El súbito ataque la sorprendió y arrolló; los soldados iban en orden de marcha con el escudo a la espalda y relajados, las filas quedaron rotas y la división se desmoronó, los soldados retrocedieron en desbandada en medio de una gran confusión. Los de la vanguardia intentaron alcanzar la salvación en el campo egipcio, ahí se precipitaron, perseguidos de cerca por los carros hititas. Los carros egipcios de la vanguardia galoparon al norte hacia el campamento para avisar a Ramsés del ataque inminente.
Mientras tanto, los carros hititas habían alcanzado la gran planicie al oeste, de un tamaño tal que les hubiese permitido girar en ángulo abierto y regresar para cazar a los sobrevivientes. Pero en lugar de hacer eso, viraron hacia el norte y se dirigieron a atacar el campamento de Ramsés II.
Fase 2: asalto y lucha en el campamento egipcio
Los vigías vieron la frenética carrera de los carros sobrevivientes de la división Ra, y la enorme formación de carros hititas que se lanzaba contra el campamento.
En pocos minutos, los carros hititas se abalanzaron sobre el ángulo noroeste de la pared de escudos, la demolieron y penetraron en el campamento. El faraón había puesto en alerta a las unidades de carros e infantería por si tenían que actuar rápidamente, el resto que probablemente estaría montando el campamento, al oír la alarma se precipitarían a buscar sus armas.
La fila de escudos, el foso y las numerosas tiendas, carros y caballos trabados que encontraron a su paso comenzaron a detenerlos y a hacerles perder su inercia inicial, mientras que los defensores trataban de atacarlos con sus lanzas y espadas khopesh en forma de hoz. El asalto degeneró rápidamente en una salvaje melé cuerpo a cuerpo. Los carros hititas se empujaban unos a otros porque el espacio interior no era suficiente para todos, de modo que muchos de ellos no pudieron ingresar y debieron luchar desde el exterior de la muralla de escudos y el foso defensivo.
Muchos egipcios murieron, y también numerosos hititas que, derribados de sus carros por las colisiones contra sus compañeros u obstáculos fijos, eran rápidamente sacrificados en tierra con un golpe de khopesh.
Ramsés se puso al frente de los sherden y su guardia personal, que disponía de carros e infantería, y con varios otros escuadrones de carros de guerra que se hallaban en reserva, y salió del campamento por la puerta este. Giró al norte, lo rodeó hasta llegar a la esquina noroeste, donde los carros hititas se hallaban embotellados en incómoda confusión y, por lo mismo, casi indefensos.
La atención de los invasores no se dirigió a los carros egipcios que los atacaban por retaguardia y el flanco izquierdo: estaban absortos tratando de entrar en el campamento para tomar el máximo botín posible.
Fase 3: La huida del campamento y contraataque hitita
El mayor alcance de los arcos compuestos egipcios provocó una gran masacre sobre las tripulaciones hititas que aún no habían conseguido entrar, eran blancos fijos que se convirtieron en presa fácil para los experimentados tiradores. Lentamente, los hititas reaccionaron: espoleando a sus animales intentaron abandonar el combate y darse a la fuga por la llanura del oeste, en sentido opuesto al que habían llegado.
Las tripulaciones de carros una vez que estos volcaban o estaban inservibles, cortaban los arreos y se daban a la fuga montados en sus caballos. Los caballos hititas, al contrario que los del enemigo, estaban fatigados, y sus carros eran más lentos y pesados. Los que ganaron la planicie trataron de dispersarse para no ofrecer un blanco tan obvio, pero los carros egipcios se lanzaron en su persecución. La infantería egipcia siguió a los carros, rematando a los que caían.
El combate no estaba desarrollándose como Muwatalli había previsto. La reacción de Ramsés y sus carros había puesto en fuga a los vehículos hititas y ahora los egipcios perseguían a los carros atacantes.
En el puesto de mando avanzado en el que se encontraba el rey hitita había muy pocas tropas: aparte de su cortejo personal, lo acompañaban solo unos pocos nobles de su confianza. En consecuencia, les ordenó que organizaran una fuerza de carros alrededor de unos 500, que cruzaran el río y que atacaran el campamento egipcio desde el lado oriental, se reunieron en una formación ad hoc y, con dificultades, cruzaron el Orontes por un vado al norte de la ciudad, hacia el campamento egipcio.
Fase 4: La llegada de nuevas fuerzas
Mientras el grueso de los carros de Targuna comenzaba a vadear las aguas del Orontes perseguidos por los egipcios, hicieron su aparición desde el sur algunas unidades de carros de la vanguardia de la división de Ptah que se hacía presente en el momento preciso.
La muerte llovió sobre los hititas al cruzar el río, en las orillas y aún en el centro del agua: muchos fueron asaetados, otros aplastados por los carros y los más murieron ahogados al ser arrojados fuera de sus vehículos, agobiados y arrastrados al fondo por el peso de sus armaduras.
En el norte, apenas iniciado el asalto al campamento por esta escasa fuerza, los carros hititas fueron arrollados por una gran fuerza de carros que llegaba desde el oeste por el camino de Biblos. Eran los naharin, que aparecían providencialmente en ese momento de zozobra egipcia. Más atrás venía su infantería. Los amorreos asaetaron con sus flechas a los carros hititas que luchaban por entrar a través de una brecha abierta en el muro de escudos.
Al intentar retroceder para salir de allí y huir nuevamente a la relativa seguridad de la orilla oriental del río Orontes, ocurrió otro hecho que selló la suerte hitita: mientras comenzaban a vadear las aguas, hicieron su aparición desde el sur algunas unidades de carros que volvían de la caza y persecución de la otra fuerza, acompañadas por los elementos avanzados de carros a la división de Ptah que se hacía presente en el momento preciso.
Mientras los últimos carros hititas se ponían a salvo en su orilla del río, los infantes egipcios amputaban las diestras de los caídos y las guardaban en bolsas. Era la forma de contar los muertos, Ramsés volvió a ocupar los restos de su campamento para esperar la llegada de Ptah y el retorno de los sobrevivientes de Amón y Ra.
Consecuencias
Por la mañana del día 11, Ramsés hizo formar a las tropas de las divisiones de Amón y Ra en una fila frente a sí. Haciendo comparecer a los dignatarios hititas capturados para que presenciaran los acontecimientos, el faraón —tal vez personalmente— llevó a cabo el primer antecedente histórico del castigo sobre los jefes que habían abandonado el campo de batalla, que más tarde los romanos llamarían la decimatio: contando de diez en diez a sus soldados, ejecutó a cada décimo hombre para escarmiento y ejemplo de los demás. El Poema lo describe en primera persona: «Mi Majestad se puso ante ellos, los conté y los maté uno a uno, frente a mis caballos se derrumbaron y quedaron cada uno donde había caído, ahogándose en su propia sangre…».
A los hititas a pesar de las bajas en carros, les quedaba la infantería intacta, Ramsés tenía, en cambio, dos divisiones frescas y completas, y los sobrevivientes de las otras dos fuertemente motivados por las ejecuciones sumarias que acababan de presenciar. Como ninguno de los 2 tenía fuerzas suficientes para continuar la contienda, Muwatalli envió una embajada a solicitar una tregua que Ramsés aceptó de inmediato.
Ramsés y su ejército retornaron cabizbajos a Egipto, abucheados y silbados despreciativamente por cada poblado que atravesaban. Para máxima humillación, las tropas hititas siguieron a los egipcios hasta el Nilo a pocos km de distancia, dando toda la impresión de que escoltaban a un ejército derrotado y cautivo.
La humillación de los supuestamente «victoriosos» soldados egipcios fue tan grande que todas las partes de Siria que quedaron bajo su dominio tras Kadesh se rebelaron contra el faraón (algunas de ellas incluso antes de que el ejército pasara por allí en su marcha hacia Pi-Ramsés). Todas ellas buscaron el cobijo hitita y quedaron bajo su órbita por muchos años. Si bien Egipto recuperó estas regiones más tarde, necesitó varias décadas para conseguirlo.