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Operaciones en Andalucía en el verano-otoño de 1811
Asedio del castillo de Niebla julio de 1811
Tras su salida del Guadiana el 28 de junio, Soult se vio sumido en una nueva serie de problemas que continuarían durante todo el verano y el otoño. Justo cuando se disponía a partir hacia Sevilla con 2 regimientos de caballería como escolta, siguiendo la infantería de Godinot y Conroux; recibió la desagradable noticia de que Blake, de cuya marcha tenía conocimiento desde el 24, había cruzado la parte baja del Guadiana cerca de Mértola el 23 de junio. Había invadido el condado de Niebla con cerca de 12.000 hombres. Si Blake hubiera atacado directamente a Sevilla, no hay duda de que la habría tomado. El general Daricau, el gobernador, se apresuró, a la primera noticia de la llegada de un enemigo, a encerrarse en el convento fortificado de la Cartuja, con su escasa guarnición de convalecientes, reclutas y juramentados. No tenía la menor esperanza de mantener bajo control la gran y turbulenta ciudad.
Pero nadie pareció molestarlo, excepto algunos jinetes, que fueron fácilmente ahuyentados por los disparos de cañón. Blake, aparentemente disgustado de presentarse en la llanura abierta del Guadalquivir, no había marchado sobre Sevilla, sino que se dirigió el 30 de junio para sitiar el castillo de Niebla, la capital de la comarca que había invadido. Era la única guarnición francesa que quedaba en Andalucía Occidental y estaba en manos de un BI de 600 suizos al servicio del rey José, un cuerpo diverso formado por desertores de todas las razas de los ejércitos español y británico, al mando del coronel Fritzhardt. Blake permaneció 5 días delante del castillo medieval con la división de Zayas, mientras Ballasteros, con el resto del ejército, tomaba una posición para cubrirlo de la llegada de tropas francesas desde Extremadura, que no tardarían en aparecer.
El asedio fracasó porque Blake no había llevado artillería consigo; debido a los malos caminos de montaña, había enviado sus cañones desde Mértola por Ayamonte, y no habían llegado. Un intento de tomar el castillo por escala fracasó, y el general español estaba asentado impotente ante sus muros el 2 de julio, cuando llegó la noticia de que los franceses estaban sobre él. Soult, al enterarse en su camino hacia el sur de la incursión de Blake, había enviado a Conroux y Godinot contra los invasores, y él continuó su propia ruta hacia Sevilla sin más que la caballería y un RI.
Mientras Godinot marchaba por Niebla por Cala y Aracena, Conroux intentaba cortar entre Blake y el mar por una ruta tortuosa por Fregenal, a través de la peor ruta a través de las montañas, apuntando a los puertos de Huelva y Moguer. Se esperaba que los españoles quedaran atrapados entre las 2 DIs, pero la presa era demasiado tímida. Blake partió a la primera alarma y se embarcó en Ayamonte con la DI de Zayas; Ballasteros, marchando hacia las colinas que tan bien conocía, eludió a Conroux y pasó un tiempo hacia el norte en la sierra de Aroche. La caballería al mando de Penne Villemur no se embarcó, sino que regresó por la frontera portuguesa a Extremadura, donde se unió al disminuido ejército de Castaños, que aún constaba de no más de 6 a 8 BIs al mando de Morillo y Carlos de España, unos 3.000 o 4.000 hombres como máximo. Wellington lo había enviado de regreso a Villa Viçosa durante las operaciones alrededor del río Caya, negándose a usarlo en la línea de combate hasta que fuera reorganizado. Blake regresó a Cádiz con 7.000 hombres. Ballasteros lo siguió hasta allí seis semanas después, habiendo descendido de los cerros y embarcado en la desembocadura del Guadiana a finales de agosto.
La expedición de Blake a Niebla se había realizado con la mayor timidez e incompetencia. Sin embargo, le había servido a Wellington, ya que llevó a 11.000 soldados franceses a un rincón remoto de Andalucía durante algunas semanas.
Ataque se Soult contra Freire
El ejército de Murcia de Freire tras la derrota de Baza el 3 de noviembre de 1810, intentó recuperarse y solo se atrevió a moverse cuando, en abril de 1811, Soult comenzó a realizar fuertes requisas para el CE-IV, para abastecer al ejército que marchaba hacia Albuera. Leval, que sucedió a Sebastiani como comandante del CE-IV, se quedó con un número bastante inadecuado para controlar los amplios reinos de Jaén y Granada. Esto, por supuesto, le dio a Freire la oportunidad de lograr algo útil. Dejando las fronteras de Murcia, comenzó a presionar hacia delante contra los puestos avanzados franceses. En ese momento tenía una fuerza de 3 DIs, al mando de La Cuadra, Sanz y Creagh, y 2 débiles BRCs al mando de Osorio y Ladrón.
En mayo Freire comenzó a avanzar con cautela, con su caballería y 2 DIs en la carretera Lorca-Baza-Granada, y una fuerza menor, formada por la DI de La Cuadra, en la carretera lateral que conduce, por Huescar y Pozoalcón, al valle del Alto Guadalquivir y el reino de Jaén. Su avance fue tan lento que los franceses pudieron retirarse tranquilamente, sin ninguna pérdida. Leval estaba tan débil que evitó el enfrentamiento y evacuó sucesivamente las tierras costeras de Almería, hasta Motril, la sierra oriental de Granada, incluidas las localidades de Baza y Guadix, y el valle alto del Guadalquivir. Los destacamentos avanzados de La Cuadra penetraron hasta Úbeda y combatieron con las guarniciones de Baeza, Linares y Jaén. Los oficiales enviados desde la columna principal levantaron a los montañeses de Sierra Nevada, y bandas de insurgentes comenzaron a cortar las comunicaciones entre Granada y Málaga. A la cabeza de estos irregulares estaba el turbulento conde de Montijo.
A pesar de lo cauteloso que había sido Freire, su avance había sacudido al CE-IV en Andalucía Oriental. Leval informó a Soult que, con los 3.000 o 4.000 soldados que había concentrado en Granada, estaba bastante indefenso y casi bloqueado por todos lados. Solo con dificultad podía mantenerse en contacto con la división polaca, que se encontraba en Málaga y sus alrededores, o con las guarniciones de Jaén y Córdoba en el otro lado. Solo podía reunir una fuerza suficiente para atacar a Freire abandonando todos sus puestos periféricos, y no se le había otorgado permiso para hacerlo. Debía ser reforzado o permitir que concentrase sus tropas dispersas y atacar al cuerpo principal del enemigo.
Pocos días después, la situación en Andalucía Oriental se volvió aún más amenazadora. Blake, tras embarcarse en Ayamonte el 8 de julio, había regresado dos días después a Cádiz con las 2 DIs de Zayas y Lardizábal. Permaneció solo quince días en la ciudad insular, y obtuvo licencia de la Regencia para incorporarse al ejército de Murcia. Con el fin de disponer de todas las fuerzas en esa dirección, solicitó y obtuvo el mando del ejército valenciano también, y fue nombrado capitán general de esa provincia así como de Murcia y Aragón.
Blake desembarcó en Almería el 31 de julio con las mismas tropas que había llevado del oeste, unos 7.000 infantes y 500 jinetes. Desde allí los condujo a unirse al ejército de Freire cerca de Baza; y los dejó allí, mientras él mismo (llevándose consigo a Zayas y algunos otros oficiales) hizo una apresurada visita a Valencia, para recibir noticias del marqués del Palacio, y ver qué medidas eran necesarias frente a los movimientos amenazantes de Suchet en el lado de Aragón.
Las 2 DIs de Lardizábal y de O’Donnell se habían unido a Freire el 3 de agosto, y una fuerza de unos 15.000 infantes y 2.000 caballos se concentró cerca de Baza. Pero Freire, siendo comandante interino, se negó a asumir ninguna responsabilidad y permaneció mirando con apatía la pequeña fuerza francesa en Granada, que estaba absolutamente a su merced. Situó al ejército en una posición muy fuerte cerca de Gor, a 20 km de Baza y a 75 km de Granada. Estaba cubierto por el frente por el barranco de uno de los afluentes del río Guardal, y solo podía ser envuelto por los flancos mediante un movimiento muy amplio en terreno difícil. La DI de La Cuadra permaneció en Pozoalcón, a unos 50 km del cuerpo principal, observando el reino de Jaén y molestando a sus guarniciones con pequeñas incursiones.
Soult había regresado a Sevilla tras la expulsión de Blake de Andalucía Occidental, pero sin intención de permanecer allí por mucho tiempo. Era necesario restablecer el prestigio perdido de las armas francesas en el lado de Granada, y volver a ocupar el terreno que Leval se había visto obligado a ceder. Pero había juzgado que no tenía que apresurarse, ya que Freire se había mostrado como un adversario perezoso, y aunque ya había ordenado a la DI provisional de Godinot que marchara sobre Jaén en los últimos días de julio; él mismo se encontraba todavía en Sevilla cuando recibió la inesperada noticia del desembarco de Blake en Almería el día 31 de julio. Dado que el ejército de Murcia estaba así reforzado, el peligro para Leval en Granada se había vuelto inminente y era evidente que era necesario rescatarlo de inmediato. En consecuencia, el mariscal, llegó a Granada mediante marchas forzadas el 7 de agosto. Godinot se dirigió al mismo tiempo a Jaén y Baeza contra la DI de La Cuadra, para expulsarlo de Pozoalcón, y luego caer sobre el flanco y retaguardia de la fuerte posición de Freire cerca de Baza.
Mientras desde el 3 de agosto, cuando las DIs de la Albuera se unieron a Freire, hasta el 7, cuando los refuerzos llegaron a Granada, la pequeña fuerza francesa en esa ciudad había estado en una posición de lo más peligrosa. Pero nada sucedió, los españoles se habían quedado quietos detrás del barranco de Gor. Tomando la pequeña parte de la guarnición de Granada que se podía ahorrar para unirse a su fuerza de campaña, Soult marchó contra el enemigo el 8 de agosto y se puso al frente de su posición el 9 de agosto, con 6.000 infantes y 1.500 caballos. Viendo la enorme fuerza de los españoles, ordenó que la artillería hiciera fuego contra Freire y esperó la llegada de Godinot.
De hecho, Godinot había marchado contra La Cuadra el 7 de agosto desde Baeza, por el camino de Jódar. El general español, superado en número, abandonó su puesto en Pozoalcón el 8 de agosto y retrocedió hacia Huescar, más cerca de la frontera de Murcia, sin luchar. Godinot, por tanto, no encontró nada que le impidiera caer en la retaguardia de la principal fuerza hostil y marchó sobre Baza. Su acercamiento fue informado a Freire, quien destacó contra los 4.000 efectivos de la DI de O’Donnell, y ordenó a La Cuadra que se apresurara en su ayuda y se uniera para cubrir el flanco del ejército. O’Donnell tomó posición en los vados del río Guardal, frente al Zújar, y se puso a la defensiva, esperando ser acompañado por La Cuadra durante el transcurso del día. Este último, sin embargo, se había alejado demasiado hacia el este para poder regresar a tiempo.
Continuando su marcha otros 13 km, después de batir a O’Donnell, Godinot podría haberse apoderado de Baza y cortar a Freire de su retirada en Murcia. Pero sus hombres estaban cansados, y le informaron que se acercaba una nueva fuerza española, la DI de La Cuadra, que llegaba al final del día. Por tanto, se detuvo y solo envió caballería para buscar el flanco de Soult y reconocer a Baza. Pero Freire, al enterarse de que O’Donnell había sido aplastado y su propia retaguardia estaba amenazada, evacuó silenciosamente su fuerte posición en la noche y marchó a través de Baza y cruzó el frente de Godinot escapándose. Pero Soult, al detectar su retirada al amanecer, ordenó a Latour-Maubourg que lo persiguiera a toda prisa a la cabeza de sus jinetes.
La retaguardia española fue alcanzada en Las Vertientes, 16 km más allá de Baza. Freire ordenó a su caballería, al mando de Osorio y Loy, que enfrentaran y protegieran la marcha de la infantería. Pero una carga de Pierre Soult, que dirigía la BRC de avanzada francesa, rompió a la caballería española, que huyó en todas direcciones, dejando al descubierto a la infantería, que se dirigió a las colinas: una columna formada por las DIs de Sanz y O’Donnell partió hacia el sur y escapó sin muchas pérdidas por Oria y Albox. La otra, que contenía las DIs de Creagh y Lardizábal, giró hacia el norte, se hundió en las colinas murcianas y se dirigió por María a Caravaca. La Cuadra, haciendo una retirada separada en dirección paralela, también escapó. Tal era su prisa que una columna recorrió 58 km el día 10, la otra 43. Los rezagados eran muchos.
El ejército murciano se dividió así en dos masas, ninguna de las cuales cubría la carretera principal a la capital de la provincia, y Soult, triunfante entró en Vélez Rubio con sus 12.000 hombres unidos, podría haber marchado sobre Murcia si hubiera querido. Pero el camino era largo, unos 110 km, y el país intermedio era áspero y escasamente poblado. El mariscal resolvió no perseguir a Freire, sino dedicarse a la caza de los insurgentes de Granada y las montañas del sur, mientras el principal ejército enemigo estaba fuera de combate.
Mientras tanto, Blake regresó de Valencia para hacer una visita apresurada a su ejército disperso, lo encontró sacudido de moral, y más débil por la pérdida de unos 4.000 hombres, pero no estaba destruido. De las dos secciones desarticuladas, una descendía apresuradamente de las montañas del norte, la otra venía marchando paralela a la costa; se encontraron en Alcantarilla frente a la ciudad de Murcia el 14 de agosto, y comenzaron a fortificar una posición allí. Pero los franceses se habían retirado. Soult se contentó con volver a ocupar Baza con una guarnición permanente y no cruzó la frontera murciana. De ahí que Blake pudiera, unas semanas más tarde, partir hacia el norte no solo sus propias 2 DIs, sino parte de las tropas de Freire, para el servicio contra Suchet en el lado de Valencia. Fue una suerte para él que la invasión de Valencia desde el lado de Aragón no comenzara hasta el 16 de septiembre, más de un mes después de que Soult regresara a Andalucía.
Desembarco de Ballesteros en Algeciras
Soult no había ido en persona más lejos que Vélez Rubio, aunque su caballería ligera había perseguido a los españoles muchos km más allá, hasta el paso de Lumbreras. El 14 de agosto regresó, y dividió su ejército en varias columnas, que debían dar caza a los insurgentes de Sierra Nevada y las Alpujarras. El cuerpo principal regresó a Granada, una columna de flanqueo ocupó Almería, otra barrió el valle del Alto Guadalquivir. Hubo mucho saqueo y fusilamientos de habitantes que se suponía habían participado el levantamiento en distritos que durante los últimos 18 meses parecían pacificados.
El aplastamiento de los insurgentes resultó ser un asunto largo; de hecho, el este y el sur de Andalucía nunca estuvieron tan completamente bajo el control de Soult como lo habían estado en 1810 y los primeros meses de 1811. El conde de Montijo acechaba persistentemente en las montañas, y obtuvo varios pequeños éxitos sobre el general Godinot, que estaba a cargo de su caza. El 21 de agosto capturó dos compañías enteras de polacos cerca de Motril y pocos días después detuvo una columna de 1.500 hombres al mando del coronel Remond. Él mismo finalmente se marchó para unirse al ejército murciano, pero los guerrilleros locales continuaron la lucha, que volvería a estallar en una formidable conflagración cuando una nueva fuerza regular española apareció en escena.
Se trataba de la DI de Ballasteros, que había abandonado sus antiguos guaridas por el Río Tinto y el bajo Guadiana, para desembarcar el 4 de septiembre en Algeciras con 3.000 hombres. Llamando a los serranos de las montañas de Ronda en su ayuda, capturó muchos lugares pequeños y obligó a Soult a emplear las tropas de Godinot en su caza. Así, los insurgentes más al este obtuvieron un respiro momentáneo, y los interminables problemas de Soult dieron un nuevo giro. Soult nunca estuvo en los últimos meses de 1811 tan libre de problemas como para encontrar fácil enviar cualquier ayuda seria a Drouet y al CE-V, cuyo deber era controlar y contener las divisiones anglo-portuguesas de Hill en Extremadura.
Emocionados por la presencia de Ballesteros, los serranos de la sierra de Ronda extendieron sus incursiones por todos lados, hasta Osuna y Marbella, a pesar de todos los esfuerzos de Godinot, que había sido reprendido para aplastarlos. La fuerza de la posición de Ballasteros era que tenía detrás de él dos lugares seguros de refugio: las antiguas líneas españolas frente a Gibraltar, con la gran fortaleza detrás de ellas, y, a 50 km de distancia, la fortaleza recién reparada de Tarifa. Evitando combates serios, y confinando en la sorpresa de los pequeños puestos y al corte de los destacamentos, Ballasteros se convirtió en tal molestia para los franceses que Soult por fin preparó un gran esquema combinado para rodearlo.
La fuerza de Godinot, que operaba desde el norte, debía trabajar al unísono con otras dos columnas al mando de los generales Barrois y Sémelé, enviados por Víctor desde las líneas frente a Cádiz. El avance concéntrico solo logró empujar a Ballasteros hacia el sur, no atraparlo. Evacuó San Roque y Algeciras, y pasó al amparo de los cañones de Gibraltar, desde cuya posición segura desafió al enemigo del 14 al 15 de octubre. Por un momento, 10.000 franceses permanecieron ante la fortaleza inglesa, pero no habían ido preparados para un asedio, y pronto partieron cuando sus provisiones escasearon. Godinot luego se lanzó contra las murallas mucho más débiles de Tarifa. Inició su marcha por la carretera costera, que era la única que podía seguir con la artillería; pero fue sorprendido por un escuadrón de buques de guerra británicos, que le infligió tanto daño, que se dirigió hacia el interior, sin siquiera alcanzar su objetivo. El 18 de octubre se retiró a Sevilla.
Mientras tanto Ballasteros, escapó de la cobertura de Gibraltar en el momento en que su enemigo se había marchado. Siguió a la columna de Sémelé, que volvía a las líneas gaditanas por una ruta separada, y la tendió una trampa y la sorprendió el 5 de noviembre en Bornos a 80 km al noreste de Gibraltar. Las fuerzas francesas se componían de 1.500 efectivos del RIL-16 y 500 de un BI de juramentados contaba con 800 efectivos, en total 2.300. El RIL-16 consiguió abrirse paso a costa de 100 bajas, pero el BI de juramentados se rindió al completo, siendo capturado un obús. Los franceses abandonaron gran número de mulas e impedimenta y de 100 prisioneros heridos.
Asedio francés de Tarifa (20 de diciembre 1811 al 4 de enero de 1812)
Esperando el asedio
La pequeña ciudad costera de Tarifa había sido ocupada por una pequeña guarnición británica a principios de 1811 con un BI de Cías de los RIs 9, 28, 30 y 47. En octubre de 1811 esa guarnición se amplió para contener una BRI británica al mando del coronel John Byrne Skerrett (BI-II/4, BI-I/82, BI-II/87, las compañías de flanco del BI-I/11 y una Cía del RIL-95 de rifles, ½ RH del RH-2 KGL, 80 artilleros y 70 marines de la Royal Navy), en total unos 1.800 efectivos y una BRI española al mando del general Francisco Copons (RI Irlanda, RI Cantabria, RI-2 de Sevilla, 1 Cía de cazadores, 120 artilleros y 25 jinetes) con 1.500 efectivos. El mando lo ostentaba Copons y la fuerza combinada de unos 3.300 efectivos con 26 cañones.
Tarifa parecía ser una posición defensiva muy débil. No tenía fortificaciones modernas y solo estaba protegido por sus murallas medievales. La ciudad estaba rodeada de colinas bajas, ideales para el bombardeo francés. En la esquina noreste de las murallas, un arroyo entraba en la ciudad y se consideraba que era el punto más débil de las murallas. Los defensores hicieron un gran esfuerzo para crear una línea interior de defensas dentro de los muros, y esperaban que fueran más efectivos que los propios muros. Valorándose que las murallas eran tan débiles que poca resistencia podían ofrecer, se consideraba que la defensa real de la plaza estaba en el laberinto de sus calles. Todas las casas que daban a la parte norte de la muralla fueron fortificadas. En las calles inmediatas se levantaron barricadas y se prepararon túneles de escape.
Al sur de la ciudad había una isla rocosa, conectada al continente istmo arenoso. Este había sido fortificado y sería un fuerte refugio final para la guarnición en caso de caer la ciudad.
Nada más llegar Copons recorrió las fortificaciones de la plaza. Al atardecer, conferenció con Skerretz, quien le informó de las posiciones del enemigo en ese momento, dividido en tres columnas situadas en Ubrique, Ronda y Medina. Al día siguiente, Copons reconoció la campiña de varios ingenieros, situando en varios puntos destacamentos de información. Tras pasar revista a las tropas inglesas, reconoció la Isla con Skerretz, así como las obras que había mandado realizar en ella: un parapeto de mampostería relleno de tierra en la zona que miraba al norte, donde había situado cuatro cañones para responder aún posible fuego desde las alturas circundantes a la plaza. Copons dispuso que se habilitase la cisterna para recoger agua y los subterráneos construidos bajo el dominio musulmán. También restringió el paso de los civiles hacia el boquete de la Peña.
En los primeros días de noviembre, la actuación de Copons se encaminó a apoyar las de Ballesteros realizando acciones de hostigamiento contra Vejer. Así, informado de que la ciudad contaba en aquellos momentos con una guarnición de 500 infantes y 70 caballos, se dirigió a ella el día seis al anochecer, con una fuerza hispano-inglesa de 1.054 infantes y 116 caballos. Al amanecer del día siguiente estuvo frente a la ciudad atacándola y poniendo en fuga a los franceses en dirección a Conil. Tomaron posiciones y regresaron a Tarifa. Sin embargo, al ser ocupada de nuevo por los franceses cuando sus fuerzas se retiraron, salió de nuevo el 11 de noviembre, con una fuerza de 1.004 hombres, que de nuevo pusieron en fuga a los franceses hacia Conil sin presentar batalla. En esta ocasión un destacamento inglés formado por 70 hombres quedó en la ciudad al mando de un capitán de caballería.
Copons se dirigió hacia Alcalá de los Gazules donde permaneció en los días sucesivos y desde allí se dispuso atacar Medina, al tener conocimiento de que el grueso de las tropas francesas habían salido de esta ciudad hacia Chiclana. Sin embargo, el ataque previsto para el día 18 de noviembre se suspendió en el último momento, ya que, habiéndose enfrentado Ballesteros con Semellé en Prado del Rey, este le había obligado a retroceder a Castellar.
Ballesteros le ordenaba dirigirse aquí con sus fuerzas, enviando también los ingleses que habían quedado en Vejer, para, reunidas allí, dirigieron un ataque conjunto contra los franceses. Sin embargo, nada más llegar Copons a Castellar, recibió una nueva orden de Ballesteros de replegarse hacia Tarifa; ya que él lo hacía hacia Gibraltar, pues se estaba produciendo un movimiento de tropas francesas desde Prado del Rey a la campiña tarifeña, y el 20 de noviembre, las fuerzas españolas e inglesas se hallaban de nuevo en la plaza.
Nada más regresar, Copons ordenó fortificar el cerro de Santa Catalina por el frente de tierra, colocando en él un cañón y elevando líneas de estacas desde la Puerta del Mar hasta la Isla, así como en el camino de La Caleta. En el interior de la ciudad, tampoco había cesado la preparación de las defensas. Valorándose que las murallas eran tan débiles que poca resistencia podían ofrecer, se consideraba que la defensa real de la plaza estaba en el laberinto de sus calles. Todas las casas que daban a la parte norte de la muralla fueron fortificadas. En las calles inmediatas se levantaron barricadas y se prepararon túneles de escape.
Las encrucijadas se bloquearon con rejas de las ventanas de las casas, que habían sido requisadas. La presencia del arroyo saliendo por la muralla norte, hacía esta zona aún más vulnerable; por ello, en el lado interior se excavó en el suelo, hasta conseguir un escalón de catorce pies de profundidad, que se cubrió con una maraña oculta de rejas y empalizadas que convertían la zona en un pantano de muerte para quienes entraran en ella.
Preparación del asedio
El mariscal Soult encomendó la operación a otro mariscal, Claude Victor Perrin, que dirigía el asedio de Cádiz y debía coordinar las operaciones para la toma de Tarifa con tres columnas imperiales. Una saldría de Málaga, al mando del general de división Jean François Leval, comandante en jefe del CE-IV, para entrar en el Campo de Gibraltar por su flanco oriental con las brigadas Rey y Bouillé. Su primer objetivo sería desbaratar las tropas de Ballesteros y si este general se acogía a la protección de las baterías del Peñón, se situarían frente a él puestos de observación vigilando sus movimientos mientras que el grueso de las fuerzas imperiales francesas proseguiría su marcha para tomar Tarifa.
Las otras dos columnas, pertenecientes al CE-I eran la DI de Barrois con las BRIs de Cassagne y Chassereaux, procedente del norte; y la que acompañaba al mariscal Víctor desde las líneas del sitio de Cádiz al oeste de Tarifa, al mando del general de brigada Pecheux y que traía consigo la artillería de sitio necesaria para batir las frágiles murallas que de Tarifa, al mando del general d´Aboville, y las tropas de ingenieros que mandaba el general Garbé. Ambas columnas debían enlazar con la primera en el puerto de Ojén y juntas pondrían sitio a la plaza de Tarifa hasta tomarla.
Aunque empezaron a moverse el 8 de diciembre, las fuertes lluvias los retrasaron y los 10.000 hombres asignados al asedio no llegaron a Tarifa hasta el 19 de diciembre. Este lento viaje jugó un papel importante en el fracaso de los planes franceses, ya que tuvieron que llevar toda su comida con ellos y consumieron una cantidad significativa de sus suministros durante la marcha.
Inicio del asedio
Desde la tarde del 17 de diciembre, los franceses ocuparon posiciones junto a la Torre de la Peña y asentaron una pieza de artillería de pequeño calibre que disparaba contra las cañoneras que estaban en aguas próximas, y que hostigaban a los franceses. Lograron atravesar el estrecho paso del Boquete de la Peña donde en octubre habían logrado rechazar al general francés Godinot.
El asedio comenzó el 20 de diciembre, cuando los franceses empujaron los piquetes británicos y a las 4 de la tarde la ciudad fue bloqueada.
Las fuerzas de asedio eran de 8.000 efectivos con 16 cañones de asedio. Incluían los 5 BILs de los RIL-16 (3), RIL-7 (1) y RIL-9; 12 BIs 2 de cada uno de los RIs 43, 51, 54, 63, 94 y 95. Supeditadas a las órdenes de Leval, a quien Víctor había encomendado el desarrollo de las operaciones mientras él permanecería en su cuartel general en el Santuario de la Luz; las fuerzas atacantes quedaron integradas por no menos de 8.000 infantes franceses, incluyendo el RI-7 polaco, 585 dragones en 4 EDs del RD-16 (2) y RD-21 (2), 469 artilleros y una fuerza heterogénea de ingenieros, zapadores y marinos con un total de 385 efectivos. En total, más de 10.000 hombres.
Las obras de la primera paralela, frente a la muralla nororiental de la ciudad, se iniciaron la noche del 23 al 24 de diciembre y el bombardeo se inició en la mañana del 29 de diciembre. Al final del primer día de bombardeo ya había una brecha en las murallas.
Esta demostración de la debilidad de las murallas provocó una crisis en el municipio. El coronel Skerrett argumentó a favor de evacuar la ciudad y regresar a la isla rocosa del sur, y estaba tan convencido de su caso que ordenó que se disparara el único cañón pesado en la ciudad. Skerrett se opuso a sus oficiales subalternos, mientras que el general Copons dejó en claro que iba a defender las murallas independientemente. Uno de los oficiales subalternos de Skerrett, el mayor King, el comandante de un destacamento de Gibraltar, envió un mensaje al general Campbell, en Gibraltar, advirtiéndole de los planes de Skerrett, y Campbell envió un mensaje de respuesta dejando en claro que los británicos debían defender el pueblo. También retiró los barcos de transporte en Tarifa, haciendo imposible que Skerrett llevara a cabo su plan.
El 29 de diciembre a las 10 de la mañana, salió una partida de 1.000 ingleses por la playa, a la derecha del bloqueo, para reconocer los trabajos del enemigo, que fue rechazada con grandes pérdidas por la BRI del general Pescheux. Una hora más tarde, las dos baterías de brecha empezaron a disparar; la más baja contra la muralla, armada con 6 cañones de grueso calibre; la más alta, provista de 4 morteros de alta trayectoria y 2 cañones, contra la Isla.
El bombardeo francés continuó el 30 de diciembre. El primer disparo atravesó la muralla y la casa colindante de parte a parte, cerca de la puerta del Retiro. Hacia las 15:00 horas, las piezas de artillería situadas en las torres de Jesús y Guzmán habían sido desmanteladas. Hasta las 18:00 horas en que una brecha fue abierta en la muralla, la artillería había lanzado contra la plaza 500 disparos y 100 granadas y al final del día la brecha tenía 20 metros de ancho. Leval siguiendo la tradición al haber una brecha practicable, ofreció una capitulación honrosa que no fue aceptada por Copons.
Esa noche una tormenta torrencial provocó una riada repentina, que arrasó con algunas de las obras defensivas del muro noreste, pero también inundó las trincheras y los campamentos franceses. Los franceses habían planeado asaltar la brecha al amanecer del 31 de diciembre, pero se vieron obligados a retrasar su ataque durante varias horas en un intento de secarse. Los franceses trabajaron en drenar las trincheras y en construir un pasaje de 80 metros que les acercara a la plaza. Con motivo de la lluvia, la comunicación con Vejer había quedado cortada, no pudiendo llegar los víveres. Los franceses habían tenido que abandonar las trincheras y las baterías que quedaron completamente anegadas por la inundación. Por la noche, los capitanes que debían guiar las columnas de asalto, Merlis, Marconnier y Vemon inspeccionaron la brecha para preparar el asalto.
A la mañana siguiente, tan pronto como los hombres lograron ser reunidos, aún empapados y sin poder encender el fuego, el asalto fue dispuesto. Las fuerzas de asalto, mandadas por el general Chasseraux, fueron divididas en dos columnas: los granaderos, bajo las órdenes del coronel Campbell, tenían la misión de atacar la brecha; los voltiguers, bajo las órdenes del coronel Lacoste, debían forzar el rastrillo del arroyo intentando la penetración en la ciudad por ese lado y, en cualquier caso, debían distraer las fuerzas defensoras del ataque central. Casagne y Pescheux atacarían por ambos flancos para proteger el avance de la columna de asalto.
Esto les dio a los defensores tiempo para prepararse para el ataque. Copons mantuvo la brecha con las Cías de granaderos y cazadores del RD-2 de Sevilla, los flancos de la brecha fueron cubiertos con parte del BI-II/87 por un lado y parte del BI-II/4 el otro lado de la brecha.
Los franceses comenzaron su ataque a las 9 de la mañana y pronto se vieron sometidos a un intenso fuego de mosquete. La lluvia había convertido el terreno fuera de la ciudad en un barrizal, por lo que el avance francés fue mucho más lento de lo normal, en algunos lugares se hundían hasta las rodillas. Aun así, algunas de las principales tropas francesas llegaron a la parte superior de la brecha, solo para descubrir detrás había una zanja de 4 metros de profundidad, abierta al otro lado y cubierta con una mortal maraña de rejas y obstáculos. Los que atacaban por el rastrillo fueron cogidos entre dos fuegos, entre el frente de la muralla y el flanco de la torre de Jesús. El rastrillo que protegía el arroyo había sido reparado a tiempo después de las inundaciones, y este ataque también fracasó. Los franceses se vieron obligados a retirarse a sus trincheras, habiendo sufrido entre 210 y 400 bajas. Los británicos perdieron 36 hombres y los españoles 20.
El general Copons ofreció a Leval una tregua de dos horas para que pudiera recoger a los heridos más distantes, puesto que los que estaban en las inmediaciones fueron atendidos en el hospital de la ciudad. Sin embargo, las intensas lluvias que comenzaron a caer impidieron la continuidad de las operaciones.
La lluvia continuó todo el día, no permitiendo a los franceses trabajo alguno y los riachuelos se convirtieron en torrentes imposibles de franquear, dejando aisladas, sin cobijo y sin comida a las tropas, que no podían comunicar con Facinas ni con Vejer. No era posible ni el contacto entre los propios sitiadores. El agua había destruido por completo las trincheras y las piezas de artillería se hundían en el barro por su propio peso.
El 1 de enero, las lluvias seguían siendo torrenciales, arrastrando el arroyo hacia el interior del pueblo los cadáveres franceses del asalto del día anterior. Cinco desertores informan que si no habían levantado el cerco era porque el barro impedía retirar la artillería.
El 2 de enero seguía lloviendo torrencialmente. Antes del amanecer los franceses hicieron un ataque contra el convento de San Francisco, pero fueron rechazados. La debilidad del fuego enemigo en estos días de lluvia permitía dentro de la plaza realizar trabajos de reparación de las defensas.
Retirada francesa
El 3 de enero, cesaron engañosamente las lluvias durante algunas horas. Los franceses aprovecharon para enviar a la plaza un parlamentario con dinero y ropa para los oficiales prisioneros. Al mismo tiempo Víctor insistía en el nuevo plan de ataque, que despreciaba el asalto por la brecha abierta, ya que, para llegar a ella, las tropas habían de pasar de nuevo por el terreno pantanoso que les había hecho fracasar. El plan consistía en construir nuevas baterías de batir, elevándolas en plataformas, frente a la torre de Jesús, lugar elegido esta vez para abrir la brecha principal; diversificar los puntos de asalto; llevar las trincheras protegidas hasta bien cerca de los muros y emplear las minas desde ellas; todo ello como paso previo para la actuación de la infantería.
La mejoría del tiempo permitió la llegada de algunos alimentos y que los soldados se secaron y empezaran a reparar sus armas. Sin embargo, nada de este plan pudo llevarse a cabo, pues en la noche del 3 al 4 de enero el temporal se reanudó y con él el hambre, la fatiga y la fiebre, que hacían estragos entre los soldados y oficiales. Los caballos seguían muriendo por docenas y las piezas de artillería se hundían cada vez más en el barro.
La orden de levantar el sitio fue dada. Las piezas de artillería que no se podían llevar, debían inutilizarse y enterrarse y la pólvora debía tirarse al agua. Las instrucciones cursadas a los generales sobre la forma de replegarse indicaban que la retirada, que debía ser cubierta por el general Barrois, se realizaría en dos etapas: el primer día hasta Facinas y el segundo hasta Vejer. La decisión tomada por el cuartel general francés fue conocida de inmediato en Tarifa por 4 soldados que acababan de desertar y se habían refugiado en la plaza. Sin embargo, Copons temiendo que se tratase de una estratagema y que las intenciones reales fuesen el asalto a la plaza al día siguiente, redobló la vigilancia y ordenó que aquella noche las tropas permanecieran en la muralla y él mismo se situó en la brecha. También mandó salir dos partidas de reconocimiento a las trincheras francesas, que intercambiaron algunos disparos en la oscuridad.
Al amanecer del 5 de enero, Copons que se hallaba en la muralla, reconoció la retirada de los franceses y envió a 2 Cías de cazadores a perseguirlos, que regresaron con 80 prisioneros.
El 6 de enero, continuó la retirada de los franceses desde Tahivilla a Vejer con un refuerzo de 100 caballos que llegaron de aquella localidad. El 7 de enero, llegaron ante ella, acampando en las inmediaciones varios días para reponerse de las fatigas. El día 9, las fuerzas que formaban parte del CE-IV se dirigieron a Morón.
El sitio se había mantenido durante 17 días y la brecha estuvo abierta durante 7. Según las estimaciones de Copons los franceses habrían perdido entre 4.000 y 5.000 hombres y todo su parque de artillería. Víctor señaló que la artillería tuvo 5 muertos y 11 heridos, perdiendo 215 caballos y mulas, y la mayor parte de su material; los ingenieros 51 hombres fuera de combate, perdiendo casi todas sus herramientas, 4 vagones y 8 caballos. La infantería 450 hombres. La caballería perdió también un gran número de caballos.