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Efectivos de los mamelucos
Una diferencia fundamental entre el Sultanato mameluco y el ayyubí, que era una «federación familiar» fue que el poder se concentraba en la capital, El Cairo. Sin embargo, desde el siglo XIV la lealtad de los principales naibs provinciales no siempre pudo ser dado por sentado. Tal vez para contrarrestar esta posibilidad, los principales centros provinciales tales como Damasco y Alepo tenían dos naibs, uno para la ciudad y otro para su ciudadela. La fragmentación regional aumentó a medida que el gobierno central mameluco disminuyó y esto fue particularmente en las regiones fronterizas, donde la mayoría de las poblaciones eran nómadas turcomanos o tribus árabes beduinas.
En cierta medida, esta disminución reflejó la eficiencia y el tamaño del ejército mameluco. El número de mamelucos eran exagerados por sus enemigos y aún hoy hay una tendencia a exagerar el tamaño del ejército mameluco. Por otra parte, el número de personal capacitado, equipado y los soldados mamelucos profesionales eran siempre escaso y normalmente formaban una pequeña proporción de los ejércitos de campaña. Cuando un ejército consistía principalmente en mamelucos, tendía a ser una fuerza especialista enviada a conducir una campaña enfocada a la velocidad de movimiento y sin asedios.
En otras ocasiones los mamelucos iban acompañados de un número considerable de tropas de segunda línea y voluntarios sin instrucción, pero incluso entonces el número no era particularmente elevado.
En las primeras décadas del sultanato mameluco, el tamaño normal del ejército era de 40.000 a 50.000 soldados, excluyendo los auxiliares, el sultán Khalil envió para la toma de Acre 70.000 askari o profesionales y 100.000 voluntarios. De estos, el número de mamelucos era de 4.000 en los tiempos de Baybars I (1260-77), ascendiendo a 6.000 o 7.000 bajo Qalawun (1279-90), que tenía un guardia personal de alrededor de 2.000 «mamelucos» dirigidos por unos 40 amires (mandos). Un informe de inteligencia europeo llamado el “Devise des Chemins Babiloine”, probablemente en una fuente del sistema administrativo mameluco, ofrecía un desglose detallado del sultanato. Declaraba que el total del poderío del sultán, tanto los mamelucos en Babilonia (El Cairo) y Siria, es de 24.600 hombres, de los cuales, al menos 15.000 son tan pobres que difícilmente pueden mantener sus caballos.
Otras evidencias indican que a finales del siglo XIII o principios del siglo XIV, un cuartel amir podría albergar de 300 a 800 mamelucos. En un rawk o encuesta militar oficial de 1315, se dice había 24 amires de 100, 12 de ellos denominados según el nombre del gobernante que los había creado. Los otros eran los hijos de amires (y como tales no estrictamente mamelucos) bien mongoles desertores del Ilkanato, o bien eran de origen desconocido. Esta encuesta indicaba entonces que, una vez revisado, la fuerza del ejército en Egipto incluía 12.400 mamelucos de los amires, 13.000 mamelucos de gobernadores provinciales y 9.000 halqas o tropas libres. A finales del siglo XIV el número había descendido aún más, con el sultán Barquq solamente había de 2.000 a 3.000 mamelucos «reales«, aunque a principios del siglo XV el sultán al-Muayyad tenía entre 5.500 y 5.700.
Los visitantes europeos medievales se sorprendieron a menudo al ver que casi nadie llevaba armas. Incluso los soldados normalmente solo llevaban un cuchillo pequeño y, según el cronista egipcio al-Qalqashandi, solamente el séquito del Sultán llevaba espadas en todo momento. Este fue el resultado de normas rigurosamente establecidas y aplicadas.
Hacia 1280 el tadhkira, o libro sobre gobierno y administración, escrito por Ibn al-Mukarram destacaba el deseo de las autoridades de que algunos miembros de la aristocracia obtuvieran armas, ya que no eran miembros de la élite de los mamelucos.
Instrucción de los mamelucos
Bajo el sultanato mameluco de El Cairo, los mamelucos fueron adquiridos cuando eran jóvenes y se criaban en los tiqabs o cuarteles de la Ciudadela de El Cairo, donde eran enviados en función de su raza o lugar de origen. El número de tiqab varió con el tiempo, en el siglo XV había 12 tibaq, cada uno del tamaño de un hara (calle lateral) y capaz de albergar 1.000 mamelucos.
Al-Maqrizi es el único historiador conocido que proporciona información sobre la vida de los mamelucos en el tibaq durante el apogeo del sultanato mameluco. En cada tabaq había por lo menos un faqih por grupo de mamelucos jóvenes para enseñarles el Corán, la escritura árabe, la Sharía, y las oraciones musulmanas. Al-Maqrizi hace hincapié en que la educación de los mamelucos era muy estricta en este escenario. Bajo sultán Jalil Ibn Qalawun no se permitía a ningún mameluco para pasar una noche fuera del tibaq. Al-Nasir Muhammad solía dejarles frecuentar, por turnos, el baño público en la ciudad, en compañía de sus asistentes, y para volver al tibaq por el final del día. Esto sucedía más o menos una vez a la semana. El castigo por la transgresión de las reglas de disciplina o conducta religiosa era feroz y era impuesto por el faqih, el tawashi (eunuco), o el nawbat al-Nuwab (el jefe del cuerpo de mamelucos), que era el amir (oficial) a cargo de los mamelucos.
El entrenamiento militar real en el tibaq comenzaba cuando el mameluco alcanzaba su mayoría de edad y entonces pasaban a llamarse kuttubi o reclutas. Había un muallim (un maestro del Furusiyya, instructor o experto) para impartir formación militar a cada grupo de mamelucos. Los ejercicios del Furusiyya se componían de equitación, manejo de la lanza, tiro con arco y esgrima. Un mameluco cuando alcanzaba habilidad en estas cuatro ramas había completado su formación del Furusiyya y convertirse en un jinete o faris (viene de faras que significa caballo, la palabra alférez viene de al-faris) de pleno derecho.
La enseñanza de la equitación se prolongaba hasta que el mameluco podía sentarse firmemente sobre un caballo a pelo (‘ala al-‘ari). Al principio se practicaba en potros o modelos de caballos hechos de arcilla seca, piedra o madera. El muallim enseñaba al mameluco cómo saltar sobre el potro. A continuación, se colocaba una silla en el potro y el mameluco practicaba saltando sin equipamiento, y posteriormente con el equipamiento completo. La formación se completaba con la práctica de montar en un caballo vivo.
Los caballos estaban cubiertos con una tela llamada jull, hecha de lana o cerdas. El mameluco tenía que situarse en el lado izquierdo del caballo, el látigo en la mano izquierda, colocando el pulgar derecho en el jull y su palma derecha sobre el cuello del caballo detrás de la crin. Cuando el mameluco saltaba, golpeaba al caballo con la mano derecha en el lado derecho del cuello. Se hacía sin silla, primero al paso, luego al trote, y por último al galope.
Sobre el caballo ensillado el mameluco aprendía, bajo la supervisión del maestro de equitación, cómo sostener las riendas correctamente, cómo sentarse en la silla de manera constante, la forma de ponerse en los estribos, como amblar (hacer caminar al caballo por bípedos paralelos), y cómo girar.
Algunos tratados técnicos sobre el Furusiyya nos proporcionan información importante sobre los diferentes métodos de saltar, montar a caballo, sentarse, desmontar del caballo, mantener el equipo, y usar los estribos, conocimientos que eran obligatorios para cada faris. Vale la pena mencionar que cada faris tenían que saber cómo tratar a su caballo en caso de enfermedad.
Igualmente importante era la destreza en el juego de la lanza que, según Muhammad Ibn Yaqub Ibn Akhi Hizam (o Hazzam), representaba el cenit de la Furusiyya. Los tratados sobre el Furusiyya contienen consejos del instructor acerca de los ejercicios de lanza. Solamente los caballos perfectamente domados se consideraron adecuados para estos ejercicios. Se enseñaba al mameluco cómo ensillar el caballo por sí mismo, y nunca confiar en la ayuda de nadie. Se le enseñaba cómo montar y desmontar con la lanza en la mano, la forma de inclinar la lanza para el ataque y la retirada y, sobre todo, cómo usarla mientras se sostiene las riendas.
El maestro de lanzas enseñaba a los aspirantes faris cómo variar su comportamiento, cuando se enfrentaban a su enemigo: cómo intercambiar golpes (al-tabtil), la forma de retirarse de la batalla (al-tasrih), la forma de librarse de las dificultades (al- nashl), cómo unirse a la batalla (al-dukhul) y cómo salir de ella (al-khuruj), y la forma de acometer (al-ta’n).
Los birjas ocuparon un lugar destacado en la formación mameluco. Era un objeto de madera que consta de siete segmentos, uno colocado sobre el otro con el séptimo a la altura del caballo, y coronado por un anillo de metal fijado a una pieza de madera. El mameluco a caballo se acercaba a los birjas con el fin de lanzar la punta de lanza en el anillo de metal. Si lo conseguía, era la pieza de madera fijada al anillo de metal que la que bajaba; si fracasaba, su lanza caería al suelo.
Los birjas no eran el único objeto en manejo de la lanza. Najm al-Din al-Ahdab al-Rammah (año 694/1294) menciona cornetas o conos que solían estar dispersos en el suelo, para ser recogidos por el jinete mameluco con la punta de lanza. El mismo autor se refiere también a los anillos de metal, 12 fijados a una pieza de metal, que tenían que ser cogidos en un único intento; a una bola colocada sobre la cabeza de una persona y que tenía que ser lanceada por la lanza, y muchos otros procedimientos de una forma similar.
Las instrucciones escritas para el uso de la lanza fueron establecidas por algunos maestros del Furusiyya bajo el bunud, que aquí significa «ejercicios de lanza«. Baktut dice que estos bunuds daban la fuerza al cuerpo y a los muslos, y enseñó los faris cómo colocar el pie en el estribo y cómo sostener las armas de cualquier tipo.
Los aspirantes a faris, que ya tenían la equitación y el juego de la lanza dominados, eran enviados para la formación continua en el maydan o hipódromo. La formación en el hipódromo estaba dirigida al trabajo en equipo. Los mamelucos hacían ejercicios de grupo, aprender a entrar, salir, girar a la derecha o a la izquierda, avanzar o retroceder juntos, y conocer, en cualquier lucha, su propio lugar, así como el de sus compañeros.
Al entrar en el maydan o hipodromo, cada mameluco tenía que sostener su lanza por el medio con su mano derecha, cuando marchaba detrás de un compañero. Había muchas maneras de manejar la lanza al entrar en el maydan, pero tenía que ser común para todos los mamelucos que marchaban en una misma formación.
Para enseñar a los principiantes en el tiro con arco, el maestro de tiro con arco solía llevar dos arcos flexibles del tipo llamado kabad, sujetando uno él mismo y poniendo el otro en manos del aprendiz. El maestro empezaba enseñando al mameluco cómo conseguir un agarre firme del arco. Esto llevaba un tiempo bastante largo. A continuación, el arquero aspirante se le enseñaba la forma de medir las distancias entre las yemas de los dedos, cuando fueron extendidos los dedos, y cómo sujetar con los dedos la cuerda y la flecha (‘aqd‘). El maestro dejaba que el mameluco manejase la cuerda del arco primero, sin la flecha, durante unos pocos días. Este ejercicio era seguido disparando flechas sin plumas. El arco era sustituido por otros cuatro arcos consecutivos, cada vez más pesado que el anterior; era el quinto arco, el que podría ser utilizado para la lucha real.
El último entrenamiento se llevaba a cabo en el desierto; pero, antes de que pudiera llevarse a cabo, el arquero tenía que alcanzar un cierto grado de habilidad disparando a un blanco llamado al-buttiyya. Era un blanco fijo con el apoyo de cuatro patas. La altura del buttiyya era a nivel con el pecho del arquero y, por tanto, variable. Estaba hecha de un material no especificado, presumiblemente de cuero, y se llena de algodón. El arquero tenía que disparar a una distancia de un dhira es decir, 66,5 cm. Para facilitar la tarea del tirador, Taybugha aI-Yunani compiló un poema de más de doscientos versos, que contiene todas las instrucciones en el tiro con arco. Parece que muchos de los mamelucos en el tibaq aprendían de memoria el poema de Taybugha, para ser recitado y seguirlo durante el entrenamiento. El poema enumera todos los movimientos a realizar por un arquero, explicando cómo sujetar el arco, dónde colocar la pierna derecha y la izquierda, distancia a mantener entre ellas, cuando estar de pie y cuándo sentarse, mientras se está apuntando. Enseña a cogerle (qabda), sujetarle (qafla), apuntar (i’timed), tensar (tafwiq), y disparar (iflat).
Los tratados sobre el Furusiyya proporcionan innumerables datos sobre la mayoría de las cosas que son de interés para el arquero mameluco. Ellos le informaron de los diferentes tipos de arcos y flechas, y de la función de cada parte. Le enseñaban cómo evitar los peligros que amenazan al arquero, como el temblor de la mano o la cuerda al golpear el pulgar izquierdo, el antebrazo, el mentón o la oreja del arquero. También le explican cómo evitar o hacer frente a las ampollas y heridas causadas por encordar, sujetar, tensar, y disparar, a la vez que sugiere los remedios más apropiados.
El uso del arco y la flecha mientras se monta a caballo ocupaba mucho espacio en ejercicios tibaq. La práctica consistía en dos movimientos principales: disparar hacia abajo en al-qiqaj (posiblemente una cesta llena de arena), y disparar hacia arriba en al-qabaq. Para los primeros, el maestro de tiro con arco mostraba al mameluco cómo llevar las riendas entre el centro y los dedos anulares, cómo sostener el arco con un agarre firme, la forma de posarse en los estribos, mientras se inclina hacia delante; y la forma de disparar la flecha hacia abajo sin tocar las orejas del caballo.
En cuanto a la qabaq, su significado literal es calabaza. Consistía en un poste de madera muy alto erigido en una llanura despejada. Un círculo de madera se fijaba a la punta del poste. De pie a caballo, los arqueros dispararon sus flechas a través de la abertura del círculo, con el fin de alcanzar un blanco colocado detrás de él. Otros autores dicen que se colocaba una calabaza con un objeto de valor en su interior, los que daban a la calabaza obtenían el objeto que había dentro.
La esgrima también se enseñaba en el tibaq. Al principio, el maestro sacaba cuatro tipos diferentes de espadas con diferentes pesos, variando de 1 a 2,5 kg. Los ejercicios comenzaron con las espadas ligeras y terminaban con las pesadas. Se hacía un montón de arcilla que tenía que dar tajos con la espada durante tres días y noches hasta que la masa se volvía tan suave como la pomada. Según otras versiones el montón de arcilla se ponía sobre una mesa, el mameluco se acercaba a la arcilla con la pierna izquierda adelantada y la pierna derecha atrasada, levantaba la espada hasta la mejilla y golpeaba la arcilla. El mameluco golpeaba la arcilla con la espada 25 veces en el primer día, 50 veces en el segundo, 75 en el tercero, y seguía aumentando el número de golpes hasta que llegó a 1.000 golpes en un solo día. La siguiente etapa de la práctica era poner sobre la arcilla una capa de fieltro que el mameluco intentaba cortar palmo a palmo, hasta que se puso manos a la arcilla. El espesor de la capa de fieltro se aumentaba de cinco capas el primer día, hasta más de un centenar de capas hacia el final de los entrenamientos. La práctica de la arcilla debía ser seguida por una barra de plomo, hasta que la espada conseguía cortarla. Algunos autores señalan que la barra de plomo parece haber sido una alternativa al fieltro en el entrenamiento con espada.
Para enseñar el mameluco cómo ser cuidadoso con su espada, y la forma de evaluar y controlar la profundidad de los cortes, en función de si quería matar o solamente para herir a su enemigo; el maestro de esgrima le hacía cortar hojas de papel que colocado sobre una almohada rellena de algodón. Veinte resmas de papel eran colocadas sobre la almohada y el mameluco estaba obligado a cortar un cierto número de páginas de un solo golpe. Una hoja de hierro entonces se colocaba debajo de estas resmas, se continuaba el ejercicio, hasta que el mameluco podía cortar un cierto número de resmas sin el uso de la hoja de hierro.
El jinete era entrenado en esgrima de una manera completamente diferente. En un primer momento, una caña verde de la altura de los faris se fijaba en el suelo. El jinete se acercaba a ella por la derecha, a caballo muy rápido, y cortaba sobre un palmo de ella. Repetía el ejercicio varias veces, hasta que quedaba un solo dhira de longitud de la caña. El siguiente ejercicio consistía en la fijación de cinco cañas a la tierra en el lado derecho de los faris, la distancia entre cada caña siendo diez dhiras. Los faris acercaban a caballo, cortando cada caña, pieza por pieza, como en el ejercicio anterior. El último ejercicio de este tipo involucraba la colocación de cinco cañas en el lado derecho y cinco más en el izquierdo para que los faris los cortasen pieza por pieza.
Solamente entonces el maestro comenzaba a enseñar el mameluco cómo usar la espada en la batalla cuando se encontraba con el enemigo, en caso de ataque y en caso de retirada, y también cómo usar dos espadas a la vez. Estas habilidades se enseñan en ejercicios consecutivos con nombre al-moaxaja, al-mukhatif, al-mukhalif, etc., lo que le llevaba a la plena capacitación en el arte de la esgrima.
Después de haber terminado todos los ejercicios prescritos y demostrado su eficacia como soldado totalmente calificado, al mameluco se le entregaba el papel de su liberación y se le daba un caballo y equipo. Su relación con el antiguo cuartel no se cortaba aquí. Continuaba de muchas maneras, una de ellas es el sistema de los desfiles de pago, en la que los mamelucos recibían su paga de acuerdo con su cuartel o tibaq.
Vale la pena mencionar que el nivel de entrenamiento militar en el tibaq disminuyó con el transcurso del tiempo, sobre todo bajo los circasianos. Esta disminución se debió a factores económicos internos que transcurrieron en paralelo con el deterioro en los asuntos del sultanato mameluco. También coincidió con el aumento lento pero constante del uso de armas de fuego.
Los mamelucos pedían ayuda a su patrón para promocionarse en su carrera y de esta manera, la reputación y el poder del patrón dependía de sus reclutas. El mameluco también estaba «unido por un fuerte espíritu de cuerpo a sus iguales en el mismo tiqab«.
Los mamelucos estaban orgullosos de su origen como esclavos y solamente aquellos que fueron comprados eran elegibles para alcanzar los puestos más altos. Los privilegios asociados con ser un mameluco eran tan deseables que muchos egipcios libres se las arreglaban para ser vendidos como esclavos con el fin de tener acceso a esta sociedad privilegiada.
Los mamelucos hablaban árabe y cultivaban su identidad mediante la retención de un nombre egipcio. Sin embargo, a pesar de sus orígenes humildes y una actitud exclusiva, los mamelucos eran respetados por sus súbditos árabes. Se ganaron la admiración y el prestigio como los «verdaderos guardianes del Islam mediante repulsión tanto los cruzados y los mongoles». Muchas personas los veían como una bendición de Dios para los musulmanes.
El sultán los mantuvo como una fuerza ajena, bajo su mando directo, para ser usados en caso de fricciones tribales locales. El sultán también podría enviarlos hasta las regiones musulmanas tan alejadas como Iberia (Cáucaso).
Los sultanes tenían la mayoría de los mamelucos, pero en menor número, los emires podían tener sus propias tropas también. Muchos mamelucos se elevaron a posiciones altas en todo el imperio, incluyendo mando del ejército. En un principio su estado seguía siendo no hereditario y a sus hijos se les impedía estrictamente seguir a sus padres. Sin embargo, con el tiempo, en lugares como Egipto, las fuerzas de mamelucos quedaron vinculadas a las estructuras de poder existentes y ganaron cantidades significativas de influencia sobre esos poderes.
Una evolución similar ocurrió en el Imperio otomano con los jenízaros y en la dinastía iraní Safávida, Afsharid y Qajar con los ghulams.
En Egipto mamelucos georgianos conservaron su lengua materna, estaban al tanto de la política de la región del Cáucaso; recibían frecuentes visitas de sus padres u otros familiares, y enviaban regalos o dinero a miembros de la familia para construir estructuras útiles (una torre defensiva, o incluso una iglesia) en sus aldeas nativas en Georgia.
El ejército del sultanato mameluco
El ejército del sultanato se dividía en dos grupos: los no profesionales que incluía los auxiliares y mutatawi o voluntarios con muy poca instrucción y los profesionales o askari (significa soldado). En este último grupo se incluían los khassaki o mamelucos reales o del sultán, los tawash o mamelucos de los amires y los halqa o halkah (nacidos libres).
La «élite de la élite» eran los khassakis o khassakiyahs o mamelucos reales, entrenados y liberados del sultán gobernante. Servían en la Ciudadela de El Cairo como la guardia personal del sultán, tenían los mejores caballos y los mejores equipos, y después pasaban a ser los oficiales de mayor graduación o amires. Eran elegidos entre los mejores mamelucos, de hecho, muy pocos mamelucos se convirtieron en amires si antes no habían sido uno de los khassakis. Solo uno de cada cuarenta conseguía ser khassaki.
Los mamelucos reales o khassakiyah se dividían en dos grupos: Los mushtarawat o julban que pertenecían al sultán que estaba mandando, y los qaranies que pertenecían a sultanes previos, normalmente mantenían el nombre del sultán que los había reclutado. Los reales eran los únicos que iban siempre armados y llevaban una banda en la manga que ponía “tiraz”
Los mamelucos no reales podían obtener el grado de amir que eran los oficiales inferiores (amir tawashyra mandaba 15, el tablakhana 40, el tawashi 80, el takmila 100) el máximo que podían mandar eran 100 hombres. Se distinguían por sus cintos decorados con oro, plata o gemas.
Los tawasis o amirs eran de inferior categoría y no recibían instrucción en las escuelas de El Cairo, cada emir tenía su propia escuela, cuando un emir moría, sus tawasis o amirs se distribuían con otros emires o bien se incluían en el halqa.
Los halqa eran reclutados fuera de El Cairo, entre los ciudadanos libres y se distribuían en divisiones según su localización (Alepo, Damasco, etc.). Tenían una unidad de élite denominada awlad-as-nas (hijos del pueblo) reclutados entre los hijos de los emires y personas importantes.
Casi todas las guerras que libraron fueron en Siria, que estaba dividida en provincias y cada una de ellas gobernada por un gobernador o nayib, que tenía su propio ejército y tenía la obligación de atender las fortalezas.
El sistema de clasificación del ejército mameluco era relativamente simple, con amires u oficiales de 10, 100 y 1.000 hombres. Sin embargo, es poco probable que los rangos más altos normalmente tuvieran ese número de mamelucos completamente entrenados bajo su mando, de hecho, la evidencia sugiere que la proporción total de hombres a oficiales en mamelucos era de alrededor de 50 a uno.
Otro sistema de clasificación consistía en títulos reflejando el papel que desempeñaba a título individual, muchos casos eran administrativo, y otros casos aparentemente ceremoniales. Los altos rangos eran quizás más complejos cuando los papeles administrativos estaban conectados con el ejército eran llamados “hombres de la espada” en vez de los conectados con los civiles “hombres de la pluma”. Dada la abundancia de puestos burocráticos a finales del siglo XV, algunos estudiosos han cuestionado si los escalones superiores del sultanato mameluco eran entonces un verdadero ejército de élite. Ciertamente, sus actitudes tenían más en común con las corporaciones modernas de hombres de negocios que con los «guerreros medievales«.
Las estructuras militares tradicionales del mundo islámico medieval intentaban que los soldados profesionales estuviesen cerca del dirigente. Por lo tanto, el sistema iqta supuestamente significaba que todos los rangos recibían suficiente recompensa para mantener la eficacia y lealtad. Los domios de iqta asignados a los de mayor rango y, a veces, de rango medio, eran llamados muqtas. En el sultanato mameluco un muqta mantenía un cierto número de soldados, sus propios mamelucos y a veces otras tropas. Él y su familia militar debían servicio militar al sultán. El muqta también pagaba los gastos de sus tropas con los ingresos de su iqta.
Los hombres compraban lo que requerían para una campaña en el suq al-askar o mercado militar. Cada soldado regular también era pagado, bien por su muqta o por el sultán. Si una muqta caía en desgracia, era probable que perdiera su iqta, y un feudo era cancelado en casos de enfermedad o de vejez, aunque en estos casos normalmente sería reemplazado por una pensión monetaria.
A principios del siglo XIV el amir mameluco más bajo se suponía que debía tener una iqta digna de 10 a 30 dinares al mes; un emir de diez, una iqta de valor de 44 a 130 dinares al mes; y un emir de 40, una iqta por valor de 300 a 570 dinares al mes. Durante la primera mitad del XV, un mameluco joven obtenía de 36 a 120 dinares al año, mientras que uno antiguo recibía de 500 a 700 dinares por año de sus iqtas, más pagos mensuales adicionales de 6 o 7 dinares.
Antes de cada campaña, los amires y sus hombres generalmente recibían un subsidio conocido como un nafaqat al-safar, además de su sueldo normal. Se trataba de asegurar que su equipo estuviera en buenas condiciones y pudiese comprar lo que necesitase. Los soldados mamelucos también tenían caballos, camellos y forraje para sus animales, aunque el proceso para distribuir caballos no está claro del todo. Por ejemplo, el sultán Qalawun distribuyó dinero a sus mamelucos para comprar caballos para sus campañas futuras, aunque estos pudieran haber sido animales adicionales o de equipaje.
Muchos estudiosos han tratado la cuestión de los caballos de la caballería de los mamelucos, al parecer los caballos de los mamelucos eran más pequeños que los caballos de los caballeros europeos medievales, aunque esta diferencia no debió ser exagerada. También se acuerda generalmente que las monturas de la caballería mameluca eran más grandes y mejor alimentadas que la mongola ordinaria. El arnés de los caballos utilizado en el sultanato mameluco era similar al utilizado por los pueblos de la estepa eurasiática, y de hecho, la historia del arnés de caballos en las regiones esteparias sugiere fuertes y mutuas influencias entre China y el mundo islámico durante muchos siglos.
Los caballos valiosos requerían buenos establos y quizás el más importante de estos estaban en la Ciudadela de El Cairo. Según Doris Behrens-Abouseif, estaban fuera del recinto fortificado principal, aunque estaban conectados a él, protegido al noreste por la ladera de la escarpada colina de Muqattam.
Tiempos de paz la conexión estaba abierta; en tiempos de inseguridad, sin embargo, los establos podrían desconectarse y el acceso a la parte principal de la Ciudadela era más difícil. Los establos también fueron supervisados por Palacio Real, al igual que el maydan o picadero y principal mercado de caballos. Posteriormente, en el siglo XIV, estos establos se hicieron aún más importantes. Adquirieron funciones ceremoniales e incluso tenía una logia maqad donde el sultán podía sostener audiencias, aunque esto solamente se hacía en invierno y a principios de primavera. En verano, estas audiencias tuvieron lugar en el Haws, un área abierta más arriba en la ciudadela refrigerada por brisas de verano.
Tácticas de los mamelucos
El ejército mameluco también se basaba en arqueros montados, pero el equipo de sus tropas y sus tácticas eran diferentes. El jinete mameluco estaba fuertemente armado con arco y flechas, espada, daga, hacha o maza, lanza, escudo y armadura. Su caballo, un corcel árabe, se alimentaba principalmente de forraje. Sin embargo, debido a los gastos de mantenimiento de un caballo en una sociedad sedentaria, la mayoría de los mamelucos solamente tenían una montura, por lo que no podían competir con los mongoles en movilidad.
Los mamelucos eran tropas escogidas y, por tanto, en general, tenían mejor materia prima para obtener soldados que sus homólogos, los mongoles o los cruzados, que eran hombres con cualidades medias. Además, estaban sometidos, una sólida instrucción a largo plazo. Era de particular importancia en su formación, el disparar flechas mientras iban a galope, que se practica con regularidad en los hipódromos.
Normalmente, esperaban a que el enemigo iniciase el ataque, disparando flechas según se acercaba, cuando estaban cerca, buscaban el choque con la lanza. Si se retiraba lo perseguía bien con la lanza o bien disparando a galope.
La infantería mameluca tenía que aguantar largas marchas, ser conscientes de un ataque y protegerse del mismo, luchar contra otra infantería, hacer frente a la caballería y dispersarse. Fueron incluso capaces de perseguir y destruir a la caballería en fuga.
Los mamelucos combatían con una mezcla de prácticas militares nómadas y de los ejércitos europeos, pudiendo combatir como caballería ligera con arcos o como caballería pesada, similares a los caballeros cristianos. Empleaban armaduras laminares, cascos de acero de forma cónica, escudo redondo y pequeño, espadas de doble filo y mazas, como sus vecinos cruzados. Sus caballos eran muy superiores a los de los mongoles, que eran poco más que un poni, pero más pequeños que los destreros cruzados, con los cruzados evitaban el choque, mientras que con los mongoles lo buscaban.
Equipamiento de los mamelucos
Los mamelucos de los sultanes ayyubíes llevaban el pelo largo, cayendo suelto sobre sus hombros, y esto siguió siendo la moda bajo los primeros sultanes mamelucos. Alabama-Ashraf Khalil (1290-93) ordenó a sus mamelucos que llevaran un pequeño turbante, una moda que persistió hasta que el sultán al-Nasir Muhammad se afeitó su cabeza cuando fue de Hajj o peregrinación a la Meca en 1332. Esta «nueva moda» fue entonces prontamente adoptada por el resto de su familia, incluyendo a sus mamelucos.
El traje era claramente importante en una sociedad tan estratificada como la del Sultanato mameluco, pero también estaba sujeto a cambios de modas. Un cambio dramático se produjo bajo el gobierno de al-Zahir Barquq, el primero de una nueva línea de circasiana en lugar de sultanes turcos, que quería rebajar el estatus de la elite de los mamelucos a favor de una nueva elite leal a él. Otro gran cambio fue cuando el gobernador de Qal’at al-Rum ordenó a sus soldados vestirse y armarse como los mongoles para asustar a sus enemigos. En contraste, Sultán al-Nasir sorprendió a los mamelucos mediante la adopción del traje árabe beduino, incluso llevándolo a los cortesanos de la ciudadela de El Cairo en 1342.
Información detallada sobre el traje de mameluco del siglo XV fue traída llevada a Europa por viajeros como Bertrandon de la Brocquière. Varias veces tuvo que adoptar vestimenta local, una de esas ocasiones cuando se disfrazó como un mameluco para acompañar a un comerciante principal.
Como en muchas culturas, las prendas de cabeza era un indicador primario del estatus entre los mamelucos. También podría servir como una marca de gran favor, como cuando un sultán mameluco daba un turbante de brocado a un gobernante ayyubí en Siria, que junto con una «túnica de honor«. En el primer periodo mameluco, la tradición Imama, o estilo de turbante árabe, era probablemente solamente usado por figuras religiosas y no por los soldados. En los últimos años, los propios mamelucos adoptaron estilos de turbante, algunos de los cuales eran grandes y elaborados. La forma, el material y el color proporcionaba información sobre el usuario, y en Oriente Medio, las modas se usaban de manera diferente a las del norte de África. Bertrandon de la Brocquière describió turbantes que eran grandes en la parte superior. Inicialmente, el turbante del sultán, y quizás los de los amires de alta graduación mamelucos, era el llamado takhfifah más ligero. Sin embargo, como el turbante más grande era difícil de utilizar, los mamelucos adoptaron el takhfifah saghirah o «pequeño y ligero».
El sultán Barquq usó este turbante más pequeño en público en 1394, pero la moda no se aplicó inmediatamente. De hecho, aquellos que llevaban algún tipo de takhifa eran a menudo criticados como «descuidados» porque este turbante era «inferior» al más alto kallawtah era utilizado por mamelucos debajo de sus turbantes.
El sombrero kallawtah endurecido y a veces acolchado se conocía desde tiempos preislámicos y ya había sufrido muchos cambios. Durante los períodos Ayyubid y Mameluco temprano, era generalmente amarillo, aunque la cubierta textil podía también ser modelada. Después de que los mamelucos comenzaron a afeitarse la cabeza en 1332, el kallawtah se sujetaba firmemente en la cabeza y les permitió usar turbantes más elaborados.
Mientras tanto, el sharbush forrado en piel y originalmente turco, traído a Egipto por Saladino, fue abolido a finales del siglo XIV, y reemplazado por el zamt, un gorro de lana esponjosa que se convirtió en la insignia de la clase militar mameluca.
Los textiles acolchados tenían una larga historia, desde el Irán preislámico a la India. Durante el Sultanato mameluco, se hicieron aún más populares. El tiraz bordado en las mangas superiores de los abrigos usados por las élites gobernantes y militares, también tenían orígenes iraníes o de Asia Central. Su inscripción llevaba el nombre del gobernante y supuestamente era llevado solamente por los más cercanos al gobernante.
Sin embargo, el tiraz pudo ser meramente decorativo durante el sultanato. Los colores podrían proclamar la identidad, el amarillo era usado por los ayyubíes y por los primeros sultanes mamelucos para sus banderas y emblemas, y el rojo tal vez era utilizado como un color secundario «heráldico». Ciertamente, el amarillo, el oro y el rojo eran los colores mencionados más a menudo en relación con los regalos de ropa, arneses de caballos y banderas.
El sultanato mameluco tenía un sistema de heráldica que era casi único en el mundo islámico. Sin embargo, no se utilizaba de la misma forma que la heráldica europea y los motivos raramente se transmitían a las siguientes generaciones. La heráldica mameluca no pretendía mostrar los orígenes familiares de un individuo, sino el papel que desempeñó al inicio de su carrera y, a veces, su asociación con un patrón particular. Los motivos principales incluían una barra horizontal identificada con barid o sistema de correos, un diamante que ha sido identificado como buqja, un arco de bolas, palos de polo, etc.
Aunque las minas de hierro del Líbano se habían agotado prácticamente, los artesanos todavía hacían armas de alta calidad en Damasco. Los que producían acero real eran supervisados de cerca por las autoridades mamelucas para detener el engaño o una disminución en las normas.
Muchos armeros que fueron llevados a la fuerza de Damasco a Samarcanda por Timur-i Lang. La industria sobrevivió en Damasco, aunque el impacto del secuestro de Timur de tantos artesanos fue un golpe significativo, pero no fue la única razón por qué el sultanato mameluco, sino también la falta de hierro, el decline de la industria armamentística de Damasco.