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Antecedentes
El nuevo papa Gregorio VIII proclamó que la pérdida de Jerusalén era un castigo divino por los pecados de los cristianos de Europa. Surgió un clamor por una nueva cruzada para reconquistar los Santos Lugares. Enrique II de Inglaterra y Felipe II Augusto de Francia acordaron una tregua en la guerra que les enfrentaba, e impusieron a sus respectivos súbditos un «diezmo de Saladino» para financiar la cruzada.
También se unió a la cruzada el anciano Federico Barabarroja del Imperio Germano. Por esto esta cruzada es conocida como “la Cruzada de los Reyes”.
Expedición de Federico Barabarroja
Barbarroja tomó la cruz en la Catedral de Mainz el 27 de marzo de 1188 y fue el primer rey en partir hacia Tierra Santa, en mayo de 1189. Federico había reunido un ejército tan numeroso que no pudo ser transportado por el mar Mediterráneo, y tuvo que atravesar a pie Asia Menor (según cronistas medievales eran hasta 100.000 germanos, fuentes modernas estiman 18.000 efectivos de los que 3.000 eran caballeros). Por otra parte, junto con los ejércitos de Barbarroja, se unieron unos 2.000 soldados húngaros bajo el comando del príncipe Géza, hermano menor del rey Bela III de Hungría. Esta fue la primera participación activa de los húngaros en las guerras cruzadas (posteriormente el rey Andrés II de Hungría conduciría en la Quinta Cruzada el ejército más grande de toda la historia de las cruzadas).
Después de cruzar Hungría, Serbia y Bulgaria llegaron a la frontera del Imperio bizantino. El emperador bizantino Isaac II Ángelo había firmado una alianza secreta con Saladino para impedir el avance de Federico a cambio de la seguridad de su imperio.
Cuando Federico y su ejército cruzaron la frontera para entrar en el Imperio bizantino, ya no había ningún rastro de la ayuda acordada por parte del emperador bizantino antes de iniciar la marcha, por el contrario, los cruzados fueron expuestos reiteradamente a ataques. Solamente la amenaza de atacar Constantinopla, surtió efecto y finalmente proporcionaron barcos y comida para la travesía del ejército cruzado a través del Helesponto.
Batalla de Iconio o de Konya (1190)
Una vez en Asia Menor iniciaron la marcha, alcanzando la ciudad de Laodicea a finales de abril, a partir de aquí, el ejército comenzó a ser atacado por los selyúcidas del Sultanato del Rüm de Kilij Arslan II, tendiéndoles numerosas emboscadas. Incluso el camino largo, el calor, la escasez de alimentos y dificultades se hacían notar.
El 18 de mayo de 1190, los cruzados alcanzaron la ciudad de Iconio o Iconium (actual Konya), capital del Sultanato de Rüm, que se encontraba en el camino de Constantinopla a Antioquia, los cruzados habían sufrido numerosas bajas, principalmente en caballos.
En la mañana del 18 de mayo, Barbarroja dividió el ejército en dos grupos: una parte al mando de su hijo el duque Federico VI de Suabia, que sería posteriormente en emperador Leopoldo V, con la misión de atacar la ciudad, mientras que la otra parte se mantuvo bajo sus órdenes fuera de la ciudad. Pero poco después de iniciar el asalto, se enteraron de que el comandante se había refugiado en la ciudadela fortificada de Iconio, así como casi todos los habitantes de la ciudad, junto con tesoros gustados y abundantes suministros de alimentos tan codiciado por los germanos. El duque inmediatamente logró derribar una de las puertas de la ciudad, superando la resistencia seljúcida y penetrando justo en frente de las murallas de la ciudadela. Los residentes musulmanes que todavía se encontraban en la ciudad fueron muertos.
Mientras tanto, Barbarroja, cuya misión era impedir que la ciudad recibiese refuerzos, se enteró de que un ejército con unos 20.000 efectivos bajo el mando de Qutb al-Din hijo de Arslam, se acercaba a la ciudad.
La situación parecía desesperada para los germanos. Federico mandó formar sus tropas para cargar contra el enemigo y al mismo tiempo avisó a su hijo.
El anciano emperador inspiró a los cruzados que fueron capaces de romper a través firmemente en la formación enemiga que los rodeaba, y a continuación se unieron las tropas del duque Federico, que estaban en la ciudad, obteniendo una victoria total.
Según algunas fuentes, los turcos ese día perdieron 10.000 hombres, más otros 3.000 murieron como consecuencia de sus heridas. Las pérdidas de los cruzados fueron de unos 2.000 hombres.
Tras de la victoria, los cruzados descansaron en la ciudad durante cinco días. Después reanudaron su marcha el 23 de mayo, habiendo tomado algunos rehenes turcos para salvaguardarse. El éxito del ejército imperial alarmó enormemente a Saladino, quien decidió desmantelar las paredes de algunos puertos sirios para que no fuesen dos por los cruzados en su contra.
Sin embargo, el 10 de junio de ese mismo año, al atravesar el río Saleph (actual Goksu), Federico cayó de su caballo y se ahogó por la pesada armadura. Con la muerte del emperador, una parte de su ejército se disolvió.
Su hijo Federico VI de Suabia siguió junto con las fuerzas húngaras del príncipe Géza, primero enterraron los órganos internos en Tarso y el resto sería enterrado el Jerusalén, los restos empezaron a descomponerse y fueron sepultados en la iglesia de San Pedro en Antioquía.
En Antioquía, muchos de los supervivientes del ejército alemán murieron de peste bubónica.
Expedición de Ricardo I “Corazón de León”
Ricardo I “Corazón de León” a quien los musulmanes llamaron Malik Ric heredó la corona y de inmediato comenzó a recaudar fondos para la cruzada. En julio de 1190, Ricardo y Felipe se habían establecido conjuntamente de Marsella, los franceses emprendieron viaje hacia Sicilia. Felipe II había contratado una flota genovesa para transportar a su ejército que consistía en 650 caballeros, 1.300 caballos y 1.300 escuderos a Tierra Santa.
Guillermo II de Sicilia había muerto el año anterior, y le había sucedido Tancredo, quien mandó recluir a Juana Plantagenet, viuda de Guillermo y hermana de Ricardo de Inglaterra y que proyectaba quedarse con el generoso legado que Guillermo II había hecho a su suegro, Enrique II de Inglaterra. El rey inglés conquistó y saqueó la capital del reino, Mesina, el 4 de octubre de 1190. Tancredo le ofreció una importante compensación económica a cambio de que depusiera las armas. Ricardo y Felipe pasaron el invierno en Sicilia. Felipe zarpó el 30 de marzo y Ricardo el 10 de abril de 1191.
Felipe II dejó Sicilia directamente para el Oriente Medio el 30 de marzo de 1191, y llegó a Tiro a mediados de mayo sin contratiempos. Se sumó en el sitio de Acre el 20 de mayo, que estaba siendo sitiada desde hacía dos años.
Ricardo I no partió de Sicilia hasta 10 de abril. Poco después de zarpar de Sicilia, Ricardo contrató una flota de 100 barcos (transportando 8.000 hombres) fue sorprendido por una violenta tormenta. Varios buques encallaron, con gran cantidad de tesoros que se habían reunido para la cruzada. Pronto se descubrió que Isaac Ducas Comneno rey de Chipre, se había apoderado del tesoro. Ricardo I de Inglaterra entró a Limassol el 6 de mayo, y se reunió con Isaac, quien accedió a devolver las pertenencias y enviar a 500 de sus soldados a Tierra Santa. Una vez que Isaac Ducas Comneno regresó a su fortaleza de Famagusta, rompió su juramento de hospitalidad y ordenó a Ricardo I salir de la isla. La arrogancia de Isaac le valió que Ricardo I Corazón de León conquistara la isla en pocos días. Después abandonó la isla y llegó a Acre 7 de junio de 1191.
Batalla de Acre (1189-91)
El rey Guido había sido excarcelado por Saladino en 1189. Inició un ataque sobre sorpresa sobre la ciudad de Acre, situada en una península del golfo de Haifa, disponía de doble muralla con dos torres. La guarnición musulmana de la ciudad sería el doble de que el ejército dirigido por Guy que se componía de 7.000 infantes y 400 jinetes. Llegó a Acre el 28 de agosto de 1189. Se trató de sorprender a la guarnición con un asalto en las murallas, pero al no tener éxito, Guy estableció su campamento fuera la ciudad, a la espera de refuerzos, que comenzaron a llegar por mar a los pocos días, desde diferentes regiones cristianas, principalmente Sicilia y Pisa. Cavaron zanjas de protección alrededor del campamento y las llenaron con agua desviada de varios arroyos cercanos. Con un foso establecido, los francos construyeron un muro de tierra alrededor de las tiendas de campaña. Posteriormente, llegaron contingentes de Flandes y Dinamarca, alcanzando las fuerzas cristianas unos efectivos de 2.000 jinetes y 30.000 infantes, consiguiendo bloquear el puerto con sus naves.
Cuando Saladino fue informado sobre los acontecimientos, reunió a sus tropas y marchó a Acre, el consejo de guerra de Saladino decidió que era el momento de probar la fuerza de los francos. En la mañana del 14 de septiembre 1189, los musulmanes lanzaron un ataque, con la esperanza de expulsar a los cristianos fuera de su campamento y perforar sus líneas para llegar a los muros de Acre. Pero los cristianos se mantuvieron firmes. Al día siguiente montó otro ataque, la caballería musulmana descubrió un punto débil en las líneas al norte de la ciudad, y después de una hora de los combates desesperados, los cruzados fueron rechazados. La victoria musulmana estaba al alcance de la mano, sin embargo, varios emires abandonaron repentinamente la refriega en busca de agua para ellos y sus caballos. Cuando el ataque se renovó, los cristianos se habían reagrupado y, de acuerdo con Imad al-Din, «formaron de pie como una pared detrás de sus manteletes, escudos y lanzas«.
Incapaz de desalojar a los cruzados, Saladino amplió sus líneas para presionar a los cristianos por retaguardia, en esencia consistía en sitiar a los sitiadores, produciéndose un doble asedio. Su caballería también consiguió abrir un canal de comunicación y suministros con la ciudad. Lo que los musulmanes no pudieron detener, fue el flujo continuo personal y equipos europeos que venían por mar. Los barcos también llevaban la madera para la construcción de máquinas de asedio pesadas.
Más alarmante a Saladino que las armas de asedio cristiano fue la noticia de que Federico Barbarroja, había llegado a Constantinopla en agosto con un gran ejército. El líder musulmán envió cartas a los emires y califas a lo largo y ancho del Islam pidiendo más tropas para luchar contra esta nueva amenaza. Para su desesperación encontró que la fidelidad de algunos de sus vasallos vacilaba. Varios emires abandonaron el campo musulmán para preparar la defensa de sus propios países de origen contra Barbarroja.
Con la llegada del invierno los barcos suspendían las operaciones, para los cruzados significaba que recibirían pocos refuerzos hasta la primavera. El almirante musulmán Lulu, sin embargo, con 50 galeras egipcias, consiguió entrar en el puerto, dejando de lado los pocos barcos cristianos que disponían de fuego griego. La acción subió la moral de la guarnición de Acre.
No hubo grandes enfrentamientos durante los meses de invierno, tan sólo varias escaramuzas tanteo fuera murallas de Acre. Con la llegada de la primavera, la gran flota retomó las operaciones por el control del Mediterráneo. La afluencia de nuevas tropas permitió a Guido de Lusignan reanudar los ataques que rompieron la línea de suministro de Saladino y aislar Acre.
Los cruzados construyeron torres de asedio con la madera proporcionada por los buques mercantes italianos. Tenían una altura de cuatro pisos y eran capaces de albergar hasta 500 hombres, estas torres móviles se alzaban más alto que las murallas de Acre, estaban cubiertos con pieles empapadas en vinagre y para proporcionar protección contra el fuego griego que era arrojado por la guarnición. A finales de abril de 1190, las torres estaban listas, mientras que los arqueros cruzados se batían en duelo con los arqueros de las almenas, miles de soldados y campesinos rellenaban el foso de la ciudad para las torres pudieran ser empujados contra las murallas de Acre y asaltar la ciudad. Los mangoneles musulmanes lanzaron piedras y hoyas con fuego, pero no tuvieron ningún efecto dado que las máquinas fueron reforzadas con hierro.
El 5 de mayo, los asediados dispararon desde las catapultas un nuevo combustible que empapó las torres de asedio. Los cristianos, creyendo que no tenía nada que temer, siguieron dentro. Entonces, según el cronista Ibn al-Athir, lanzaron ollas en llamas: «El fuego se extendió por todas partes a la vez, se consumió la torre, y el estallido ocurrió tan rápidamente que los cristianos no tuvieron tiempo de huir«. Los hombres, las armas, todo fue quemado. Cartas en el campamento de Saladino informaron que el foso alrededor de Acre se había convertido en «un charco de fuego con la torre como una fuente.»
Cruzados y musulmanes se enfrentaron durante ocho días seguidos en junio, el calor hizo que los cuerpos sobre el campo se descompusieran, el terrible hedor y las nubes de moscas hicieron que las enfermedades se propagaran en ambos campos. Durante casi durante un mes no hubo combates.
Los hombres de armas cruzados, cansados de la espera, se prepararon para la acción. El día de Santiago, 25 de julio, se llevó a cabo un ataque contra las líneas musulmanas al norte de Acre. Fue un asunto mal concebido en el que participaron pocos caballeros, la mayoría eran soldados campesinos armados con picas y hachas. Al-Adil, hermano de Saladino y el comandante musulmán en ese sector, atrajo a los cristianos hacía su propio campo, donde rompieron filas para saquear las tiendas de campaña. Saladino envió rápidamente refuerzos de Mosul y las tropas egipcias para rodear al enemigo. Si no hubiera sido por los esfuerzos valientes de Ralph de Hauterive, arcediano de Colchester en Inglaterra, los soldados rodeados podrían haber sido eliminados. Al frente de su guardia personal fuertemente armada, Ralph consiguió abrir una vía de escape en las filas musulmanas. El daño, sin embargo, ya estaba hecho. Un oficial musulmán reportó más de 9.000 francos muertos, incluyendo el propio Ralph.
Tres días más tarde, el 28 de julio, los sitiadores celebraron la llegada de 10.000 hombres bajo Enrique de Champagne. El ejército de Enrique formaba la vanguardia del ejército del rey Felipe Augusto de Francia. En el otoño un contingente de inglés dirigido por Baldwin, arzobispo de Canterbury, llegó siendo la vanguardia del rey Ricardo I de Inglaterra.
La suerte de los cruzados continuaba disminuyendo. Los mangoneles pesados de Enrique de Champagne fueron destruidos en una salida musulmana a principios de septiembre. El 24 de septiembre, la flota cristiana intentó destruir la Torre de Moscas, que custodiaba el puerto de la ciudad mediante una embestida de buques cargados con combustibles. En un momento crítico el viento cambió, los barcos chocaron entre sí y fueron gravemente dañados. Un buque pisano especialmente construido, que se asemejaba a un castillo flotante y equipado con catapultas, fue incendiado durante una salida del puerto de una flotilla musulmana de pequeñas embarcaciones.
En octubre llegó Federico de Suabia, con el contingente alemán, Eran tan solo 5.000 sobrevivientes andrajosos alcanzaron Trípoli, para finalmente unirse al asedio.
Invierno llegó temprano en la costa, poniendo temporalmente fin a la supremacía naval cristiana. Como el invierno se alargaba, la peste y el hambre acecharon el campamento de los cruzados. Miles sucumbieron a una fiebre intestinal. Enrique de Champaña estuvo cerca de la muerte durante muchas semanas, también cayó enfermo Ricardo Corazón de León, pero incluso enfermo siguió dirigiendo los combates. Federico de Suabia, murió en enero 1191, haciéndose cargo del mando el duque Leopoldo V de Austria.
Los suministros de alimentos habían disminuido hasta tal punto que un saco de maíz costaba 100 piezas de oro. Los soldados normales comían hierba y masticaban huesos. Ambroise registró que «una multitud se reunía alrededor cada vez que moría un caballo, y se vendía por más de lo que nunca hubiera valido con vida. Incluso las entrañas se comían. Tan numerosos eran los muertos que muchos cuerpos fueron llevados al foso de Acre para ayudar a rellenarlo«.
En abril finalmente llegó la ayuda, un barco cargado con grano de maíz llegó al campamento, seguido el 20 de abril por el rey Felipe Augusto de Francia en una flota de barcos repletos de soldados y máquinas de guerra. Siete semanas después, en junio, el rey Ricardo I de Inglaterra llegó con 25 barcos, después de su conquista de Chipre. En el camino, habían atacado y hundido a un gran barco de suministros musulmán cargado con 650 hombres que se dirigía a Acre. Ricardo desembarcó en Acre el 8 de junio de 1191.
Felipe ocho años mayor que Ricardo, dirigió las operaciones, Ricardo tomó el mando de las obras de asedio.
Los intentos de escalar las murallas habían fracasado, pero los zapadores de Felipe habían comenzado a excavar un túnel bajo la Torre Maldita.
Se construyeron poderosas máquinas de asedio que continuaron lanzando piedras pesadas y ollas de fuego contra la ciudad. Los ingenieros franceses construyeron una catapulta apodada el «Mal Vecino» y una enorme mangonel apodado «La honda de Dios«. «En conjunto, estas máquinas monstruosas lograron fracturar muros de Acre«.
Buques mercantes italianos surcaban las aguas alrededor de Acre, entregando, armaduras y equipos, mientras sellaban efectivamente el puerto de la ciudad.
Saladino no pudo romper el asedio de sitiadores para aliviar Acre. Nadadores voluntarios llevaban mensajes de la ciudad a los emires, pidiendo ayuda.
Se finalizó la mina de la Torre Maldita y se prendió fuego a las vigas que soportaban el pozo de la mina. La torre se derrumbó, matando a muchos defensores.
Saladino envió una apelación el 7 de julio a defensores de Acre exhortándoles a la resistencia, por entonces estaban demasiado débiles para hacer frente a la brecha hecha por zapadores de Felipe. Probablemente, temieron que serían asesinados si los cristianos se vieron obligados a tomar la ciudad por asalto. Contra los deseos de Saladino, la ciudad se rindió a los francos el 12 de julio de 1191.
El primer sitio de Acre había durado casi dos años y pudo haber costado más de 100.000 vidas.
Ricardo, Felipe y Leopoldo V, iniciaron una disputa sobre el botín de la recién conquistada ciudad. Leopoldo consideraba que merecía una parte semejante en el reparto por sus esfuerzos en la batalla, pero Ricardo quitó de la ciudad el estandarte alemán, que arrojó al foso.
Entretanto, Ricardo y Felipe discutían sobre qué candidato tenía más derechos al trono de Acre. Ricardo defendía la candidatura de Guido, mientras que Felipe era partidario de Conrado. Se decidió que Guido continuaría reinando, pero que Conrado le heredaría a su muerte.
Molestos con Ricardo, Felipe y Leopoldo dejaron la ciudad con sus tropas en agosto de ese año. Felipe regresó a Francia, lo cual fue considerado por los ingleses una deserción.
Ricardo negoció con Saladino el rescate de miles de musulmanes que habían caído prisioneros y la devolución de la Vera Cruz que había sido capturada en Hattin. Como parecía que Saladino no estaba dispuesto a aportar la suma convenida, Ricardo ordenó que los 2.700 prisioneros fueran degollados frente a la ciudad de Acre, a la vista del campamento de Saladino.
Batalla de Arsuf (1191)
Ricardo se dirigió por la calzada romana que bordeaba la costa y que pasaba por Haifa y Arsuf a fin de no alejarse de su flota que le proporcionaba apoyo y suministros, ya que el hostigamiento de las fuerzas musulmanas impedía el traslado seguro de aquellos por tierra.
Consciente de este continuo acoso, Ricardo formó a su ejército que eran unos 20.000 hombres, de los cuales 2.000 eran caballeros, 1.000 turcópolos y 10.000 infantes pesados en 24 divisiones (la mitad de infantería y la otra de caballería) organizadas en cinco cuerpos mayores para que estuvieran en orden de batalla durante toda la marcha. El calor y las escaramuzas hicieron la marcha muy lenta, demorándose 19 días en avanzar 100 kilómetros.
Saladino planeó emboscar a la columna enemiga el 29 de agosto pero tras ver el orden de aquella formación decidió desistir de su idea, pero finalmente ante el continuo avance de ésta optó por emboscarla, eligiendo el bosque de Arsuf, cercano a la población homónima, como el lugar propicio. Su plan consistía en que los cruzados quedaran atrapados entre su ejército y el Mediterráneo.
Combate del río Muerto (Nahr al-Mufjir)
El lunes 2 de septiembre, Saladino realizó un ataque concertado sobre los cruzados que avanzaban a lo largo de la costa, no fue un ataque en toda regla, sino acoso por escuadrones ayyubíes durante su avance. En la corriente del Nahr al-Mûfjir o río Muerto, hubo un enfrentamiento en el que murió un famoso líder mameluco llamado Ayaz al-Tawil conocido por Ayaz el Largo, cuyas armas fueron capturadas por los cruzados como trofeos de guerra. En estos combates ambas partes sufrieron fuertes pérdidas.
Movimientos previos
El 3 de septiembre, el rey Ricardo permanecío en el campamento, mientras que Saladino rompió el contacto y se dirigió a Dayr al-Rabid en un bosque cercano a la ciudad de Arsúf, dejó una pequeña fuerza mandada por Alam al-Din Suleyman para vigilar a los cruzados.
Al día siguiente saladino ordenó a al-Adil ir al campamento de Ricardo y entablar negociaciones, prolongándolas todo el tiempo que fuera posible, ya que esperaba refuerzos turcos. Las negociaciones no duraron mucho, y el 5 de septiembre trasladó su campamento a unos 14 km, desde Nahr al-Falik a un lugar llamado Birket al- Ramadán, donde permaneció acampado.
Al enterarse del movimiento del campamento cruzado, Saladino ordenó a su tren de bagajes que se moviera a Majdal Yuba, posteriormente cambió de parecer y le ordenó regresar, creando confusión.
Locales y beduinos voluntarios continuaron llegando para unirse a las filas de Saladino, que los empleó principalmente como infantería.
El día 6 los exploradores cruzados detectaron las fuerzas de Saladino, por la tarde el rey Ricardo celebró un consejo de guerra para planear la marcha del día siguiente.
Despliegue inicial
Al amanecer del 7 de septiembre, reanudó la marcha consciente de la cercanía del enemigo y desplegó sus fuerzas de la siguiente manera:
- La infantería estaba mandada por el conde Enrique de Champagne, estaba situada en el flanco izquierdo de la columna, (el flanco derecho era la costa, y estaba protegida por la flota cruzada), llevaba arqueros y ballesteros situados en la retaguardia de las distintas fracciones. El tren de bagajes también estaba protegido por infantería, y estaba intercalado a lo largo de la columna.
- La vanguardia iba mandada por Robert de Sable, Gran Maestre de los Templarios, estaba constituida por templarios con los turcópolos (jinetes arqueros turcos).
- El centro estaba mandado por el rey Guido de Lusignan, con los bretones, normandos y los angevinos del rey, así como los franceses bajo el mando del duque de Borgoña. También iba en el centro el Rey Ricardo con los ingleses, que mandaba toda la columna.
- La retaguardia estaba mandada por Garnier de Nápoles, Gran Maestre de los Hospitalarios, estaba compuesta por los hospitalarios, y flamencos.
Desarrollo de la batalla
La batalla se empieza con varios ataques masivos musulmanes contra la columna cruzada, probablemente con la idea de romper la columna y posteriormente destruirles por separado. La columna sorprendentemente resistió los continuos asaltos y la interminable lluvia de proyectiles. La infantería cruzada formó un muro defensivo con sus escudos, mientras que arqueros y ballesteros repelían los ataques con sus proyectiles, la orden de Ricardo era continuar la marcha y no abandonar la posición.
Cuando la vanguardia llegaba cerca de las murallas de Arsuf, la presión en la retaguardia era muy intensa, y parte de los caballeros hospitalarios inició sin autorización una carga, a la que se sumó toda la retaguardia, haciendo retroceder a los egipcios.
Al mismo tiempo, los musulmanes que estaban en Arsuf, salieron cargado contra el tren de bagajes cruzado que se estaba estableciendo al sur de Arsuf, posiblemente junto a una fuente de agua. Parte de la vanguardia se enfrentó a ellos haciéndoles retroceder a la ciudad. Era el punto culminante de la batalla.
Ricardo dio la orden de atacar a la vanguardia para atrapar a los musulmanes en una pinza y al centro para presionar a los sirios para que no pudieran huir. Saladino mandó a los mamelucos para interceptarlos, pero fueron derrotados.
Todo el ejército de Saladino retrocedió, el ala derecha (norte) huyó en desbandada, mientras que el centro y la izquierda lo hicieron algo más ordenadamente al refugio del bosque.
Saladinó ordenó a los mamelucos realizar un contraataque, este ataque fue repelido por el propio rey Ricardo y Guillermo des Barres, derrotándoles y poniéndoles en fuga. Tras la derrota, Saladino se internó en el bosque con el fin de reorganizar sus fuerzas.
Finalmente, tras horas de sangrienta lucha, las fuerzas de Saladino pudieron retirarse del campo de batalla a través del bosque. Habían dejado 7.000 muertos, de los cuales 32 eran emires, los cruzados dejaron entre 700 a 1.000.
Saladino al día siguiente 8 de septiembre, con las fuerzas reagrupadas, hizo una demostración de fuerza delante del campamento cruzado. Al no haber respuesta, se retiró donde estaba su tren de bagajes cerca de Majdal Yaba y estableció su campamento cerca del río. La guarnición de Arsuf probablemente se unió a él.
Batalla de Jaffa (1191-92)
Antecedentes
El 9 de septiembre de 1191, después de la batalla de Arsuf, el ejército cruzado avanzó desde Arsuf a Gaza.
El día 10 Saladino se reunió con sus jefes para tomar una decisión, no sabía a donde se dirigían los cruzados si a Ascalón para cortar las comunicaciones con Egipto a Jerusalén, no tenía fuerzas suficientes para defender los dos objetivos a la vez. Finalmente, se decidió por demoler Ascalón y defender Jerusalén. Dejó a su hermano al-Adil vigilando a los cruzados y él se dedicó a destruir Ascalón.
Ese mismo día los cruzados tomaron Jaffa, donde Ricardo estableció su cuartel general. Ofreció a Saladino iniciar la negociación de un tratado de paz. El sultán envió a su hermano, al-Adil. Las dos partes no fueron capaces de llegar a un acuerdo, y Ricardo marchó hacia Ascalón.
El 23 de septiembre, Saladino regresó a Hamala y ordenó destruir el castillo, llevando los graneros a Jerusalén.
En noviembre de 1191 el ejército cruzado avanzó tierra adentro hacia Jerusalén. El 12 de diciembre Saladino fue forzado por la presión de sus emires a disolver parte de su ejército. Al conocer esto, Ricardo lanzó su ejército hacia delante, pasando la Navidad en Latrun. El ejército alcanzó la ciudad de Beit Nuba, a solo 20 km de Jerusalén. La moral musulmana en Jerusalén era tan baja por la llegada de los cruzados, que probablemente hubiera caído rápidamente. Sin embargo, el terrible clima con frío con y fuertes lluvias y granizo, junto con el miedo de que si sitiaban Jerusalén, podrían quedar atrapados por una fuerza de socorro, provocó la decisión de retirarse de nuevo a la costa.
Ricardo marchó hacia Ascalón. Llamó en su ayuda a Conrado de Montferrato, quien rehusó seguirle, reprochándole haber tomado partido por Guido de Lusignan. Poco después, Conrado fue asesinado en las calles de Acre por dos asesinos encapuchados (posiblemente assasin o miembros del Viejo de la Montaña). Guido de Lusignan se convirtió en rey de Chipre, y Enrique II de Champaña pasó a ser el nuevo rey de Jerusalén.
Durante los meses de invierno, los hombres de Ricardo estuvieron ocupados reparando las fortificaciones que habían sido arrasadas por Saladino.
La primavera de 1192 transcurrió entre negociaciones y más escaramuzas. El ejército cruzado hizo otro avance hacia Jerusalén, cuando estaba a la vista de la ciudad, tuvieron que retirarse debido a las disensiones entre los líderes. Durante este período, Ricardo comenzó recibir noticias inquietantes de las actividades de su hermano, el hijo Juan y el rey de Francia, Felipe Augusto. Cuando la primavera dio paso al verano, se hizo evidente que Ricardo pronto tenía que regresar a sus tierras para salvaguardar sus intereses.
El 5 de julio 1192, Ricardo comenzó su retirada de la Tierra Santa. Después de haberse dado cuenta de que Jerusalén no sería defendible si era tomada, comenzó la retirada de las fuerzas cruzadas de territorio hostil. Casi inmediatamente después de la retirada de Ricardo, Saladino, informado por sus espías de que solo los enfermos o los exhaustos permanecían en Jaffa. El grueso de las fuerzas había seguido a su rey a Acre. Y lo más importante era la noticia proveniente de Acre: el rey, cediendo a su impetuosidad, se había embarcado con parte de tropas rumbo al norte en una expedición contra Beirut. Eso ponía al rey a una distancia de cuatro días en caso de cualquier eventualidad en el sur. Todavía dolido por su reciente derrota en Arsuf, vio una oportunidad de venganza.
Desarrollo de la batalla
El 26 de Julio, las tropas musulmanas llegaron ante las murallas de Jaffa. Saladino pensó que resultaría fácil ocupar esa ciudad, ya que estaba defendida por una fuerza simbólica de poco más de 5.000 hombres cansados y enfermos. Con el ala izquierda al mando de su hermano, Malik al-Adil, y la derecha comandada por su hijo, Malik az-Zahir, las fuerzas ofensivas rodearon la ciudad y el sultán creyó que tardarían un solo día en invadirla. Iniciaron el asalto de la ciudad y para su asombro fueron rechazados.
El 27 de julio pusieron sitio a la ciudad, se emplazaron dos catapultas y cuatro mandrones, mientras que los porteadores traían grandes piedras de las colinas. Al cabo de tres días, cedió la muralla exterior gracias al esfuerzo combinado de zapadores y artilleros. Pero cuando se derrumbó una sección del muro, los cruzados encendieron una inmensa fogata y crearon una cortina de fuego que imposibilitó la entrada de los soldados árabes.
El tiempo se había convertido en el factor decisivo. Saladino se había enterado de que Ricardo volvía al sur a toda prisa. El sultán se dirigió a los kurdos de la primera línea, debían conquistar la ciudad antes de que regresase Ricardo, pero también fueron rechazados.
Aun así, cinco días después del inicio del sitio, la puerta del este que daba a Jerusalén era una ruina. Había varias aberturas del muro donde los hombres combatían cuerpo a cuerpo. Poco a poco, los defensores eran empujados hacia la ciudadela, que dominaba el centro de la ciudad.
Los defensores se atrincheraron en la ciudadela a la espera de que llegara Ricardo o disponiéndose a morir combatiendo.
Ricardo reunió inmediatamente un pequeño ejército, incluyendo un gran contingente de marinos italianos, y apresuradamente se dirigió al sur navegando con 35 naves. Llegando al sexto día de asedio. Los musulmanes formaron una barrera de los arqueros que apuntaban al mar y detrás la caballería. Ricardo no podía saber si la ciudadela aún estaba en manos cristianas, ya que en todas las murallas ondeaban banderas musulmanas. Un defensor nadó hasta el buque insignia e informó de que la ciudadela aún aguantaba.
Ricardo saltó al mar, el agua le llegaba a la cintura y se abrió paso entre las olas para llegar a la playa. El rey volvió a mostrar su valentía personal y destreza marcial, liderando 54 caballeros, varios centenares de infantes, y alrededor de 2.000 ballesteros genoveses y pisanos a la batalla. Empezó la lucha. Poco después se estableció una cabeza de puente en la playa. Se trajeron planchas y barriles para formar una trinchera y detrás se colocaron los ballesteros.
El ejército musulmán comenzó a entrar en pánico debido a la súbita ofensiva de Ricardo, y temieron que fuese la punta de lanza de un ejército mucho más grande que venía para aliviar Jaffa. La guarnición de la ciudadela contraatacó y muchos de los prisioneros cristianos que se habían rendido anteriormente volvieron a tomar las armas y luchar contra sus captores estaban ya en desorden y fueron incapaces de detenerles. El ejército de Saladino huyó en desbandada y no pudo reagruparse, ya que habían retrocedido más de 8 km (5 millas) tierra adentro.
Cuando Saladino recibió informes de que refuerzos cruzados estaban bajando desde Cesarea, optó por lanzar un contraataque sobre Jaffa para recapturarla antes de que llegasen los refuerzos. En la madrugada del 4 de agosto, las tropas musulmanas se concentraron alrededor de la ciudad amurallada, serían de 8.000 a 10.000 jinetes, ocultándose en el campo con la intención de atacar al amanecer del día siguiente por sorpresa. Justo antes de la salida del sol, sin embargo, un soldado genovés que salió a dar un paseo vio al enemigo oculto; los relinchos de los caballos y los destellos de armaduras sirvieron para confirmar sus sospechas.
Los centinelas dieron la alarma inmediatamente y Ricardo formó su ejército para la batalla. Ordenó a su infantería, incluyendo caballeros sin montar, formar un muro defensivo, situándose de rodillas con las lanzas clavadas en el suelo y apuntando hacia el enemigo, delante colocaron estacas afiladas clavadas en el suelo para disuadir a la caballería enemiga; los ballesteros se situaron detrás del muro, trabajando en parejas mientras uno disparaba el otro cargaba, a retaguardia mantuvo su puñado de caballeros montados como reserva.
La batalla comenzó con la carga de la caballería turca, egipcia y beduinos que estaban ligeramente protegidos que se acercaban a las filas cruzadas para disparar sus arcos sin llegar al cuerpo a cuerpo y replegarse. Las flechas ayyubíes no causaban bajas entre los cruzados protegidos por sus escudos y armaduras; sin embargo, los dardos de las ballestas cruzadas causaban numerosas bajas en cada asalto tanto en hombres como en jinetes. Después varias horas de embestidas, los jinetes ayyubíes estaban agotados y desmoralizados porque no habían sido capaces de romper la formación cruzada. Ricardo aprovechó el momento y cargó con su caballería seguida de los lanceros, poniendo en fuga al ejército de Saladino.
Mientras se desarrollaba la batalla, un grupo de jinetes ayyubíes fueron capaces de flanquear al ejército cruzado y entrar en Jaffa. Los marinos genoveses, que estaban a cargo de defensa de la ciudad, ofrecieron poca resistencia antes de retirarse a sus naves. Antes de que los musulmanes pudiesen finalizar su hazaña con éxito, el propio Ricardo al frente de su caballería galopó a la ciudad y derrotó a los intrusos. Por la tarde, se hizo evidente a Saladino que sus hombres habían sido derrotados y él dio la orden de retirada.
Las fuerzas de Saladino habían sufrido 700 muertos, 1.500 caballos perdidos; los cruzados perdieron 2 muertos, aunque tuvieron muchos heridos. Las fuerzas ayyubíes regresaron a Jerusalén, comenzando a reforzar las defensas por si los cruzados decidían asaltar la ciudad.
Final de la Cruzada
El 2 de septiembre, los dos monarcas firmaron un tratado de paz según el cual Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero se concedía a los cristianos el derecho de peregrinar libremente a Jerusalén, manteniendo los cruzados la franja costera. Ricardo abandonó Tierra Santa el 9 de octubre, después de haber combatido allí durante dieciséis meses.
Al pasar por una posada cercana a Viena, en su viaje de regreso a Inglaterra, Ricardo fue hecho prisionero por orden del duque Leopoldo de Austria, cuyo estandarte Ricardo había arrojado al foso en Acre. Más tarde pasó a poder del emperador Enrique VI, que lo tuvo cautivo durante un año, y no lo puso en libertad hasta marzo de 1194, previo pago de la enorme suma de 150.000 marcos. El resto de su reinado lo pasó guerreando contra Francia, y murió a consecuencia de una herida de flecha en el Lemosín, en 1199, a la edad de 42 años.
Saladino murió poco después de la partida de Ricardo, el 3 de marzo de 1193, teniendo como única posesión una moneda de oro y 47 de plata, pues había repartido el resto de su patrimonio entre sus súbditos.