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Antecedentes
La derrota del cónsul Marco Junio Silano ante los cimbrios (109 AC), dio como resultado que la frontera romana de la Galia y la propia provincia Narbonense quedaran inermes ante el empuje germano. Las cosas empezaron a cambiar, muchas tribus celtas occidentales dudaron de la estabilidad y poderío romano en la zona, por lo que se unieron a esta nueva potencia.
Los más entusiastas de todos fueron los helvecios, que se unieron completamente como aliados. Los más prominentes entre los helvecios fueron el clan de los tigurinos. En el 107 AC, de los dos cónsules nombrados, Cayo Mario recibió Numidia para acabar con Yugurta, mientras que Lucio Casio Longino recibió la Galia, con órdenes de sofocar estas revueltas y derrotar a los tigurinos.
Al cónsul Lucio Casio Longino se le asignaron dos legiones (10.000). Esta vez los romanos trataban de defender a los alóbroges, que eran importantes aliados de Roma.
Desarrollo de la batalla
Los tigurinos dirigidos por Divicón que contaba con 30.000 guerreros, engañaron a los romanos huyendo por el río Garona, a través del territorio de los nitiobroges. Cuando el cónsul Lucio Casio los persiguió, los tigurinos lograron hacerle caer en una emboscada derrotando de forma estrepitosa al ejército romano, dando muerte incluso al mismo cónsul y a Lucius Pisón, un hombre de rango consular y en ese momento el legado del cónsul Casio.
El único oficial superviviente, el legado, Cayo Publio, y lo que quedaba del ejército, acordaron retirarse y entregar la mitad de su tren de equipaje. Fue una derrota humillante para Roma, ya que al parecer les hicieron pasar bajo el yugo, causando algunas rebeliones en la Galia Narbonense (región sur de las Galias, dominada por Roma).
Orosio lo describió : «También en estos mismos tiempos de la guerra de Yugurta, halló la muerte en la Galia el cónsul Lucio Casio tras perseguir a los tigurinos hasta el océano y ser rodeado a su vez por éstos en una emboscada. Perdió también la vida Lucio Pisón, personaje de rango consular, lugarteniente del cónsul Casio. El otro lugarteniente, Cayo Publio, con el fin de que el resto del ejército que se había refugiado en el campamento no fuera aniquilado, entregó a los tigurinos en vergonzoso pacto rehenes y la mitad de todo el bagaje. A su vuelta a Roma fue desterrado, tras hacerle comparecer a juicio el tribuno de la plebe Celio por haber entregado rehenes a los tigurinos«.
Secuelas
Al regresar a Roma, Publio fue llamado a juicio por el tribuno plebeyo Celio bajo la acusación de haber entregado rehenes a los tigurinos. En consecuencia, tuvo que huir al exilio.
Después de la batalla, los cimbrios y los tigurinos vagaron libres por la Galia, la reputación militar de Roma estaba en ruinas, y luego escuchamos que los volcos, aliados romanos en el sur de la Galia, se rebelaron. Cuando terminó el 107 AC, la guerra en Numidia parecía ser una irrelevancia creciente, siendo la amenaza del norte la principal causa de inestabilidad.
La ausencia de una amenaza directa a Italia por parte de tigurinos o cimbrios permitió a los romanos tiempo para recuperar su posición en el sur de la Galia. De los dos cónsules de ese año, Quinto Servilio Cepión y Cayo Atilio Serrano. El Senado envió al nuevo cónsul Cepión con un ejército consular de 8 legiones (40.000 legionarios y 15.000 auxiliares), a la Galia Narbonense para calmar el caos allí.
Fue en ese contexto en donde surgió el famoso Aurum Tolosanum (Oro de Tolosa). Existía la creencia de que los tectósagos (Volcae Tectosages) habían participado en la expedición contra Delfos (279 AC), y que los tesoros, que Servilio Cepión encontró en la ciudad de Tolosa, formaban parte de las riquezas procedentes de allí. También se pensaba que, para lograr el perdón del dios Apolo, los tectósagos incrementaron con ofrendas de bienes particulares aquel tesoro.
Cepión fue capaz ocupar la ciudad de Tolosa por la noche y la saquearon, (uno de los más importantes pueblos de la región). En lugar de enviar el oro a Roma, fingió un robo y culpó a los celtas de la zona.