Edad Antigua Los cimbrios y teutones Batalla de Vercelas o Vercelae (101 AC)

Antecedentes

El otro cónsul Quinto Lutacio Cátulo, se había posicionado para bloquear los pasos en la parte norte de los Alpes. Se esperaba que los cimbrios, tras penetrar por el paso del Brennero (Brennerpass), descenderían a las llanuras de la península Itálica por el llamado Saltus Tridentinus, el largo valle del río Athesis (actual Adigio-Adige).

El cónsul aguardaba la llegada de los cimbrios con sus tropas repartidas por diversos puntos elevados. Al parecer, temiendo la dispersión de su ejército, optó por reunirlo y descender rápidamente hacia las zonas más llanas. Allí, tras haber puesto el río Athesis como barrera y haber fortificado los pasos con sólidas empalizadas a ambos lados, construyó un puente para poder socorrer a los de la orilla opuesta en caso de que los bárbaros atravesaran los desfiladeros y se abrieran paso hacia las guarniciones.

«Pero estos hacían tanto alarde de fanfarronería y desprecio hacia el enemigo que, más por mostrar su fuerza y su atrevimiento que por poner en práctica algo realmente necesario, se exponían completamente desnudos a las tormentas de granizo y escalaban a las cimas a través del hielo y las gruesas capas de nieve, para, desde lo alto, colocar sus anchos escudos bajo sus cuerpos y dejarse caer por los barrancos a lo largo de sus inmensos y resbaladizos deslizaderos«.

El primer enfrentamiento fue con los cimbrios. Catulo, como había previsto Mario, había llevado a su ejército a un enclave pésimo: un estrecho valle, en Tridentum, donde solamente era cuestión de tiempo que los germanos pudieran rodearles por las estrechas veredas de las montañas. Cruzaron el río que recorría el valle por su único puente, y montaron el campamento. Sila promovió una especie de motín entre los oficiales, y al final, Catulo entró en razón, y cedió, dando la orden de repliegue, justo cuando los exploradores avisaban de la cercanía de los germanos.

El ejército consular de Catulo hizo un repliegue impecable, cerrando huecos, cruzando el puente mientras los ingenieros serraban los maderos para dejarlo caer. Cuando solamente quedaba una cohorte de samnitas (aliados itálicos), los jinetes cimbrios de vanguardia irrumpieron en el valle, vociferantes, y cargaron contra el campamento a medio terminar donde estaban los samnitas.

El ímpetu inicial les llevó a atravesar sus líneas, pero los samnitas se reagruparon al mismo tiempo que los jinetes germanos también se reorganizaban. En ese momento, la infantería de los cimbrios entró en el valle. Los samnitas quedaron atrapados entre los jinetes, que obstaculizaban su paso hasta el puente, y los infantes que llegaban. Sin embargo, no se arredraron.

Los jinetes cargaron de nuevo contra ellos para empujarles hacia los guerreros. Pero los samnitas, escudos en alto, lanzaron una brutal carga y terribles andanadas de jabalinas y pilum. Hay que tener en cuenta que los samnitas eran tradicionalmente los mejores lanzadores de toda Italia. Los jinetes cimbrios retrocedieron, se reagruparon y cargaron de nuevo, pero los samnitas estaban decididos a vender caro su pellejo. Nuevas andanadas de proyectiles pusieron en fuga a la caballería cimbria, y los samnitas cerraron más su formación para, siguiendo a la carrera, cruzar el puente, con los guerreros pisándoles los talones. Cuando cruzaron, los bueyes atados a los pilares del puente tiraron y lo derribaron, dejando a los germanos momentáneamente aislados.

Cuando los cimbrios establecieron su campamento en las inmediaciones del río y hubieron examinado la forma de pasarlo comenzaron a cegarlo; talaron las lomas vecinas y arrojaron al río árboles descuajados, fragmentos de rocas y montones de tierra con los que cortaron la corriente. También lanzaron contra la base del puente tremendas moles que, arrastradas por la corriente, hicieron que la estructura se estremeciera, hasta que, presos del pánico, la mayor parte de los romanos abandonaron el campamento principal y se retiraron.

Según Plutarco «En este punto, Cátulo demostró cómo debe actuar un buen y consumado general, anteponiendo a su propia reputación la de sus conciudadanos, pues cuando se dio cuenta de que no podía convencer a sus soldados de que resistieran y vio que se replegaban llenos de pavor, ordenó levantar el águila y corrió hacia las primeras líneas de los que estaban huyendo para ponerse al frente con la intención de que el deshonor recayera sobre él en lugar de sobre su patria, y que no pareciera que huían, sino que se retiraban siguiendo a su general. Entonces, los bárbaros asaltaron y tomaron la fortaleza del otro lado del Athesis; llenos de admiración por los soldados romanos que allí se encontraban y que la habían defendido con gran valentía, afrontando el peligro como guerreros dignos de su patria, les dejaron marchar bajo palabra de honor, después de hacerles jurar por el toro de bronce. Este toro, tomado más tarde en la batalla, según dicen, fue llevado a casa de Cátulo como premio de la victoria. De este modo, con la región desguarnecida de toda defensa, los bárbaros se propagaron por ella y la saquearon«.

Frontino sigue: «Cuando Quinto Lutacio Cátulo fue rechazado por los cimbrios, y su única esperanza de seguridad radicaba en el paso de una corriente cuyas riberas estaban ocupadas por el enemigo, desplegó sus tropas en la montaña más cercana, como si tuviera la intención de acampar allí. Ordenó, entonces a sus hombres que no soltaran sus equipos, o dejaran sus cargas, y no abandonar las filas o los estandartes. A fin de reforzar con más eficacia la impresión sobre el enemigo, ordenó que fueran levantadas unas tiendas de campaña a la vista, y armar fuegos, mientras unos construían un terraplén y otros iban adelante, a la vista, a juntar madera. Los cimbrios, juzgando estos movimientos como genuinos, eligieron también un lugar para un campamento, dispersándose por los campos más cercanos para juntar las provisiones necesarias para su permanencia. De esta manera dieron la oportunidad a Cátulo no simplemente a cruzar la corriente, sino también a atacar su campo«.

El hijo de Marco Emilio Escauro (cónsul el 115 AC) que militaba a las órdenes del cónsul Quinto Lutacio Cátulo. Al enterarse de que su hijo Emilio Escauro había participado en la huida «Marco Escauro prohibió a su hijo entrar en su presencia, ya que había retrocedido ante el enemigo en el Paso Tridentino. Abrumado por la vergüenza de esta desgracia, el joven cometió suicidio«.

Los pasos de los Alpes estaban perdidos, pero los romanos tuvieron muy pocas bajas, salvándose del desastre. Los cimbrios habían conseguido adentrarse en Italia. Pero Catulo tenía un plan muy astuto. Mientras los germanos seguían descendiendo por el valle hacia los llanos del río Padus (Po), ordenó la evacuación del territorio. Los romanos cedieron terreno a los germanos, pero con la intención de que las tribus se sintieran tentadas de quedarse en aquellas fértiles tierras, y así, ganar tiempo. Tiempo para que Mario aplastara a los teutones en el oeste y se reuniera con ellos, para vencer a los cimbrios. Y el plan funcionó inicialmente.

En el 101 AC, entraron en funciones los cónsules Cayo Mario y Manio Aquilio. A Aquilio se le asignó la misión de acabar con la rebelión de Sicilia. A Quinto Lutacio Cátulo se le prorrogó el mando para acompañar a Mario en su campaña contra los cimbrios.

Mario, tras pronunciar un breve discurso en el Senado al serle otorgada la ceremonia del triunfo, se apresuró a reunirse con Lutacio Cátulo al tiempo que hacía venir a sus tropas desde la Galia. La unión de ambos ejércitos tuvo lugar cerca del Oppidium Vercellae, Cayo Mario sumó 15.000 de sus legionarios a los 24.000 de Catulo; la misión primordial era impedir que los cimbrios cruzaran el río Po.

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Sacrificio de purificación. Autor Giuseppe Rava. Aquí aparece representado el centurión primuspilus Cneo Petreio Atinas a las órdenes de Cátulo. Plinio el Viejo cuenta haber leído en algunos autores que este centurión, vestido con la toga praetexta, ofreció un sacrificio en presencia del cónsul Mario y el proconsul Cátulo.

Los cimbrios mientras tanto, una vez cruzado el río Athesis, se asentaron en las inmediaciones de Venecia y se dedicaron a devastar la Transpadana sin conquistar ciudad alguna. Según Dión Casio se dedicaron a la buena vida, relajándose. «Cuando se detuvieron, los cimbrios se quedaron faltos de ánimo y después se debilitaron y se quedaron extenuados en sus almas y en sus cuerpos. La causa estaba en que al alojarse en casas ya no llevaban la vida anterior, al aire libre, y tomaban baños calientes en vez de los anteriores, helados, se saciaban de platos delicados y de los placeres del lugar, mientras que antes comían carne cruda, y con el vino y el exceso de bebida quedaban hartos, en contra de sus costumbres. Esto, en efecto, debilitó su coraje totalmente y afeminó sus cuerpos, de modo que no podían soportar ni los esfuerzos ni las fatigas, ni el calor, ni el frío, ni la vigilia«.

Teoría que también comparte Orosio. «...tras recorrer las nieves de los Alpes sin que sus tropas sufrieran pérdidas, habían penetrado hasta los llanos de Italia; y allí, cuando su dura naturaleza estaba ya debilitada por el lujo del oro, de la bebida, del alimento, y del aseo…»

Los cimbrios hacían por diferir la batalla; alegaban que esperaban a los teutones y mostraban sorpresa por su tardanza en llegar; o bien ignoraban realmente su derrota, o deseaban aparentar que no lo creían, pues, no en vano, maltrataban terriblemente a quienes llevaban este tipo de noticias. De este modo, enviaron una embajada para exigir a Mario territorio para ellos y sus hermanos, y ciudades en número suficiente para asentarse. Cuando Mario preguntó a los embajadores quiénes eran sus hermanos, al mencionar estos a los teutones, todos los presentes rompieron a reír, y Mario les respondió con sarcasmo: «Dejad ahora a vuestros hermanos, que ya les hemos dado tierra nosotros y la tendrán para siempre«.

Los embajadores, captando la ironía, comenzaron insultarle y a amenazarle con una venganza inmediata por parte de los cimbrios y, más tarde, en cuanto llegaran los teutones. Mario replicó »Andan por aquí y no sería bonito por vuestra parte partir antes de dar un abrazo a vuestros hermanos».

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Mario y los embajadores de los cimbrios. Mario muestra a los cimbrios los prisioneros teutones capturados por los secuanos

Tras estas palabras, ordenó que condujesen encadenados a los reyes de los teutones, pues habían sido capturados por los secuanos mientras huían por los Alpes.

En cuanto los cimbrios supieron que no iban a recibir ninguna ayuda por parte de los teutones, decidieron presentar batalla.

Beórix, rey de los cimbrios, cabalgó acompañado por una pequeña escolta hasta el campamento romano, y desafió a Mario a que fijara fecha y lugar para salir y combatir por la posesión del país. Mario respondió que los romanos no tenían por costumbre consultar el parecer de sus enemigos a la hora de librar batalla, pero que, sin embargo, complacerían en eso a los cimbrios.

Así pues, fijaron la fecha para tres días después, y como lugar, cerca del pueblo Vercelas o Vercellae (actual Vercelli, al oeste de Milán) en la llanura de Raudine, cerca de la confluencia de los ríos Po y el Sesia; lo que permitía a los romanos hacer maniobrar su caballería y a los bárbaros el desplazamiento de su masa de gente.

Desarrollo de la batalla. Primera fase

Fieles a la cita, en la fecha acordada los dos ejércitos tomaron posiciones uno frente a otro. Lutacio Cátulo comandaba una fuerza de 4 legiones (20.300 hombres), mientras que Mario estaba al frente de 4 legiones (20.300) y 12.000 jinetes auxiliares, distribuidos en las dos alas, dejando el centro a Cátulo.

La infantería de los cimbrios salió calmadamente de sus fuertes, en una formación cuya profundidad ocupaba la misma extensión que su frente; cada uno de los flancos de la formación tenía treinta estadios de longitud (unos 5.000 m). La caballería, que avanzaba en un número de 15.000, presentaba una espléndida apariencia: «Yelmos que remedaban las fauces y los extrañísimos hocicos de las más terribles fieras, rematados por penachos y plumas que les hacía parecer más grandes; iban pertrechados de corazas de hierro y deslumbrantes escudos blancos. Cada uno de ellos portaba un asta de doble punta, y para el combate cuerpo a cuerpo se servían de espadas largas y pesadas«.

Orosio también nos habla de esa «táctica de Aníbal» es decir la infantería en el centro y la caballería en las alas y nos narra que fue preparada el día anterior: «Mario, cónsul por quinta vez, y Cátulo; éstos, una vez fijado el día y el lugar del combate, siguiendo una táctica de Aníbal, comenzaron a preparar la lucha durante la noche y la llevaron a cabo ya de día. Y en efecto, los galos en un primer momento se vieron turbados, porque se dieron cuenta de que el ejército romano, más que presentarse, lo que hacía ya era atacar en orden de batalla. Y cuando sus jinetes, heridos en los comienzos mismos de la refriega, volvían atrás hacia los suyos y estorbaban a todo el ejército que se acercaba todavía en desorden, y sumándose a ello además el hecho de que el sol, que salía entonces acompañado de viento, les aparecía de frente, sucedió que el polvo cegó sus ojos y el brillo de aquél los deslumbró«.

Polieno nos describe que los cimbrios combatieron con el sol y el viento de frente: «Cuando Mario trabó combate con los cimbrios, que venían de lugares fríos, sabía que podían soportar el frío y la nieve, pero el calor y el sol en absoluto. Era, en efecto, el mes de agosto. Mario ocupó antes de la batalla el lugar situado a espaldas de los enemigos; los bárbaros, al darse la vuelta con el sol de cara, como no soportaban el resplandor que les daba de frente, sudando mucho a causa del calor y jadeantes, colocaban los escudos delante del rostro por no soportar la fuerza del sol, y los romanos, hiriendo sus cuerpos sin proteger, los destrozaron«.

Plutarco añade otro efecto el calor: Al sol y al viento se le viene a sumar otro factor: el calor ya que era el mes de agosto: «Los romanos encontraron un aliado tanto en el sol, que daba de frente a los cimbrios) como en la canícula, pues éstos, absolutamente capaces de resistir el frío, al haberse criado, como ya se ha referido, en umbrías y glaciales regiones, sin embargo cayeron derrotados por el calor: empapados de sudor, jadeantes, obligados a colocar sus escudos delante de sus cara«.

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Batalla de Vercelas o Vercelae 101 AC. Autor Giovanni Batista Tiepolo. La caballería romana derrota a la caballería cimbria

La caballería cimbria inició la batalla cargando de frente contra los romanos, que se transformó en una finta hacia la derecha, tratando atraer poco a poco a los romanos con la intención de envolverlos entre ellos y su infantería, que se encontraba alineada en la izquierda.

Los generales romanos se dieron cuenta de la estratagema, pero no les dio tiempo a contener a sus soldados, ya que, al haber gritado uno de ellos que el enemigo se daba a la fuga, se lanzaron todos en la persecución de la caballería; entre tanto, la infantería bárbara comenzó a avanzar como un inmenso mar en movimiento.

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Batalla de Vercelas o de Vercellae 101 AC. Carga de los germanos . Autor Giuseppe Rava.
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Batalla de Vercelas o de Vercellae 101 AC. Choque de infantería. Autor Igor Dzis

Cuando se produjo el choque, se alzó una inmensa nube de polvo que cubrió prácticamente a los dos ejércitos. Mario lanzó en primer lugar sus tropas a la carga, perdió de vista al enemigo y pasó de largo sus filas, vagando durante largo tiempo de un lado a otro del campo de batalla. Quiso entonces el azar que el enemigo chocara con Cátulo entre cuyas fuerzas se encontraba Sila, de suerte que vino a originarse lo más fragoroso del combate con él y sus hombres.

La mayor parte de las tropas cimbrias fueron masacradas en ese choque; una de las causas principales fue (según Plutarco) que los cimbrios carecían de movilidad. Para que no se quebrase la formación, los combatientes de la primera línea de batalla estaban ligados unos a otros por grandes cadenas atadas a sus cinturones. La inmovilidad de la infantería cimbria, unido a que la caballería romana, una vez que puso en fuga a la cimbria, y atacó por retaguardia a la masa de infantería, al mismo tiempo Mario también dio la vuelta y cargó contra la infantería cimbria, produciendo el caos.

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Batalla de Vercelas o Vercelae 101 AC. Derrota de los cimbrios por Cayo Mario. Autor Alexandre-Gabriel Decamps

Desarrollo de la batalla. Segunda fase

Los romanos persiguieron a los cimbrios a su campamento, donde tuvo lugar la segunda parte de la batalla.

Plutarco lo describe: «Los romanos persiguieron a los fugitivos hasta su plaza fuerte, donde les fue dado asistir a un trágico espectáculo: las mujeres, de pie sobre los carromatos y vestidas de negro, daban muerte a los fugitivos; unas a sus esposos, otras a sus hermanos, otras a sus padres, mientras que a los niños pequeños, ahogándoles con sus propias manos, los arrojaban a las ruedas y a los pies de las bestias de carga, antes de abrirse la garganta. Cuentan que una de ellas se colgó del extremo de la pértiga de un carro con sus hijos atados a cada uno de sus tobillos. Los hombres, a falta de árboles se ataban por el cuello unos a los cuernos de los bueyes y otros a sus patas para, a continuación, aguijonearlos, de modo que, fuera de sí, los arrastrasen y pisoteasen hasta la muerte«.

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Batalla de Vercelas o Vercelae 101 AC. Las mujeres cimbrias defendiendo los carromatos.
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Batalla de Vercelas o Vercelae 101 AC. Las mujeres matando a sus hijos

Orosio también describe esta fase: «Las mujeres provocaron un combate casi más duro, por cuanto colocando los carros en círculo a modo de campamento y luchando ellas mismas subidas en ellos, mantuvieron largo tiempo a raya a los romanos. Pero cuando los romanos lograron asustarlas con un tipo de ejecución —tirándolas en efecto de los cabellos les arrancaban la piel de la cabeza, con lo que, con una herida horrible, quedaban enormemente deformes, volvieron contra ellas mismas y contra los suyos las armas que habían tomado contra el enemigo. En efecto, unas se degollaron recíprocamente, otras se estrangularon agarrándose mutuamente las gargantas, otras fueron arrastradas y muertas atando cuerdas a las patas de los caballos y aguijoneándolos inmediatamente, tras haber atado a sus cuellos las mismas cuerdas con que habían atado las patas de los caballos, otras se colgaron con un lazo de los timones de los carros puestos en alto. Se encontró incluso a una que había echado un lazo a los cuellos de sus hijos, los había atado a sus pies y, cuando ella misma se colgó para morir, los había arrastrado también a ello s a la muerte. Entre estos múltiples y lamentables tipos de muertes, se cuenta que dos reyezuelos se lanzaron a un choque mutuo empuñando las espadas. Los jefes Lugio y Boyórix cayeron en el campo de batalla; Claodico y Cesórix fueron capturados«.

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Batalla de Vercelas o Vercelae 101 AC. Las mujeres cimbrias defendiendo los carromatos. Autor Carl Rahl

Secuelas

En cuanto a las bajas como siempre en este tipo de batallas hay una guerra de cifras: Veleyo Patérculo: más de 100.000. Polieno: 120.000 muertos y 60.000 prisioneros. Periochae: 200.000 muertos y 90.000 prisioneros. Floro: 60.000 y menos de 300 bajas romanas. Orosio: En el primer choque 140.000 muertos y 60.000 prisioneros. Las estimaciones modernas serían unos 80.000 muertos y unos 60.000 prisioneros.

Plutarco nos lo relata « … los romanos tomaron más de 60.000 prisioneros, a pesar de que, según dicen, fueron más del doble los que allí cayeron. La impedimenta la saquearon los hombres de Mario, pero los despojos de la batalla, las enseñas y las trompetas, dicen que fueron trasladados al campamento de Cátulo, y que este fue el principal argumento del que se valía para sostener que la victoria le correspondía a él. Como es lógico, se originó una disputa en este sentido entre los soldados, por lo que se tomó como árbitros a unos legados de Parma que se encontraban presentes; a tal efecto los hombres de Cátulo los condujeron por entre los cadáveres de los enemigos, y les mostraron que éstos habían sido atravesados por sus jabalinas, las cuales eran reconocibles por la inscripción que habían grabado en el astil con el nombre de Cátulo. Sin embargo, todo el honor de la acción recayó en Mario por cuenta de su victoria anterior y su preeminencia en el mando«.

Eutropio nos cuenta el resultado: «De nuevo Cayo Mario y Quinto Cátulo lucharon contra ellos, pero con más éxito por parte de Cátulo. Pues en la batalla, que ambos llevaron a cabo simultáneamente, fueron muertos 140.000 hombres – o en el campo de batalla o en la huída -, y fueron capturados 60.000. Murieron 300 soldados romanos de uno y otro ejército. Treinta y tres estandartes fueron arrebatados a los cimbrios; de éstos, el ejército de Mario llevó consigo dos y el ejército de Cátulo treinta y uno«.

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Batalla de Vercelas o Vercelae 101 AC Triunfo de Mario sobre los Cimbrios. Autor Francesco Saverio Altamura

Así, la guerra que comenzó como una migración, acabó en un genocidio y en un suicidio de masas. Los tigurinos y el resto de los celtas aliados, que no habían logrado llegar a tiempo para el enfrentamiento, huyeron y regresaron a sus hogares.

Se ganó merecidamente el título de Tercer Fundador de Roma (el Segundo lo ganó Camilo).

El fin de la guerra cimbria tuvo importantes consecuencias para la República romana. Mario había otorgado la ciudadanía romana a sus soldados en un claro desafío hacia el Senado, era la primera vez que un líder militar desafió al Senado y sentaría un peligroso precedente. Mucho más importante aún, fue que sus reformas crearon una maquinaria militar leal a sus generales, no al gobierno, por lo que se allanó el camino para las guerras civiles y el final de la República.

Así, la guerra que comenzó como una migración, acabó en un genocidio y en un suicidio de masas. Los tigurinos y otros celtas que no habían alcanzado llegar a tiempo para el enfrentamiento, aunque algunos autores dicen que estuvieron expectantes del resultado de la batalla, huyeron y regresaron a sus hogares.

Mario ganó merecidamente el título de Tercer Fundador de Roma (el segundo lo había ganado Camilo).

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Triunfo de Mario sobre cimbrios y teutones. Dos mulas de Mario portan una obra de arte que tras recorrer las calles de Roma para decorar la Domus del Tercer Fundador de Roma. Autor Ángel Garcia Pinto
Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2014-05-31. Última modificacion 2022-02-25.
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