Edad Antigua Los cimbrios y teutones Batalla de Aquae Sextiae (102 AC)

Antecedentes

A finales del año 105 AC, Cayo Mario fue elegido cónsul para hacer frente a la amenaza de cimbrios y teutones, se encontraba en África finalizando la guerra de Yugurta, rey númida usurpador que se había enfrentado a los romanos y que había sido capturado y ejecutado.

En el 104 AC, Mario reaccionó rápidamente. Se trasladó para bloquear los pasos a través de los Alpes, dejando al proconsul Quinto Lutacio Catulo César para interceptar a los cimbrios, mientras que él, personalmente, interceptaría a los teutones.

Mario fue elegido cónsul de nuevo en el 103 y 102 AC, reformó el ejército y lo sometió a una dura instrucción.
Los cimbrios después de regresar a Hispania, se reunieron con los teutones y decidieron invadir Italia. Los teutones se dirigirían hacia el sur, y avanzarían hacia Italia por la costa Mediterránea. Por otro lado, los cimbrios tratarían de cruzar los Alpes, entrando por el centro. Por último, los tigurinos (la tribu celta que había derrotado a Longino pocos años antes) tratarían de cruzar los Alpes por el noreste. Esta decisión resultó fatal, dado que las tribus germánicas dividieron sus fuerzas y permitieron al ejército romano enfrentarse a ellas por separado.

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Invasión de cimbrios, teutones y tigurinos del norte de Italia 102-101 AC

«Informado de que los enemigos se aproximaban, Mario cruzó los Alpes con premura y, tras establecer un campamento fortificado a orillas del Ródano, introdujo en su interior gran abundancia de víveres con el objeto de no verse obligados en ningún momento a presentar batalla por falta de ellos en circunstancias que no le parecieran convenientes. El transporte por mar de las provisiones que el ejército necesitaba, que antes era largo y costoso, Mario lo convirtió en fácil y rápido. En efecto, las bocas del Ródano, al quedar cubiertas, por efecto del reflujo del mar, de una película de abundante limo y arena que el oleaje amasa formando una espesa capa de cieno, vuelven dificultosa, pesada y lenta la navegación de los barcos abastecedores. Así pues, Mario llevó hasta allí a su ejército, que aún permanecía inactivo, y abrió un gran canal sobre el que hizo derivar buena parte del caudal del río, y lo desvió hacia una ensenada adecuada, profunda y accesible para las grandes embarcaciones, suavemente abierta al mar y sin batir de olas; todavía hoy este canal conserva el nombre que él le dio» Plutarco

Mario se había fortalecido en la desembocadura del río Ródano; mientras su colega, el cónsul Quinto Lutacio Cátulo se posicionaba para bloquear los pasos en la parte norte de los Alpes.

«Los cimbrios se demoraron y se entretuvieron más tiempo, pero los teutones y los ambrones, que se pusieron inmediatamente en marcha y cruzaron el país que les separaba, aparecieron en número infinito, exhibiendo un fiero semblante, distintos a cualquier otro pueblo en el habla y en el tumulto que organizaban. Así, tras ocupar gran parte de la llanura y establecer allí su campamento, desafiaron a Mario a una batalla» Plutarco.

Los teutones, dirigidos por Teutobodo, bajaban por el curso del Ródano, habiendo decidido saquear Massilia (Marsella) por el camino, la segunda ciudad más grande después de Roma, antes de llegar a Italia. Pero Mario le aguardaba en su colina fuertemente fortificada.

Mario no tenía la más mínima intención de presentar combate en campo abierto. El cónsul no prestó atención a las provocaciones y contuvo a sus hombres dentro de las fortificaciones.

Les hizo subir a las empalizadas por turnos y les ordenó que observaran al enemigo. De este modo, acostumbrarlos a sostener su visión, a soportar su voz, que resultaba completamente extraña y fiera; además de para hacerles observar sus armas y movimientos, y, de este modo, conseguir que lo que les parecía temible, con el tiempo se volviera familiar en sus mentes a fuerza de verlo.

El propio Mario fue desafiado por un teutón a combate singular. El guerrero le pidió que se adelantara y saliera fuera de la empalizada; Mario le contestó que, si el hombre estaba deseoso de encontrar la muerte, él podría terminar su vida colgándolo de un árbol. Entonces, cuando el teutón persistió, Mario lo enfrentó con un gladiador de tamaño despreciable, y le dijo que si derrotaba primero a este gladiador, él lucharía entonces con él.

Comoquiera que Mario permanecía inactivo, los teutones trataron de atacar el campamento, pero se encontraron con una nube de proyectiles lanzados desde las empalizadas que les hizo perder un cierto número de hombres. Decidieron, entonces, proseguir su marcha en la esperanza de poder cruzar los Alpes sin oposición, por lo que, tras recoger sus bagajes, pasaron a lo largo del campamento romano. Fue entonces cuando se puso notablemente de manifiesto su gran cantidad por la extensión que ocupaban y el tiempo que tardaron en pasar; no en vano, se dice que estuvieron seis días desfilando sin interrupción a lo largo del campamento de Mario. Pasaban a su lado y entre carcajadas preguntaban a los romanos si tenían algún encargo para sus mujeres, ya que en breve se encontrarían junto a ellas.

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Batalla de Aquae Sextiae 102 AC, los teutones pasan de largo del campamento de Mario junto al río Ródano y se dirigen hacia Aquae Sextiae

Batalla de Aquae Sextiae. Primer día

Una vez que los bárbaros hubieron pasado y se encontraban a cierta distancia, Mario levantó el campamento y comenzó a seguirlos de cerca; se instalaba siempre a escasa distancia de ellos, pero fortificaba sólidamente sus posiciones y buscaba la protección de emplazamientos seguros para poder pernoctar sin sobresaltos.

Continuaron avanzando de este modo, hasta que llegaron al lugar denominado Aquae Sextiae (actual Aix-en-Provence), situado en la Vía Aurelia al norte de Massalia (Marsella); desde donde apenas quedaba un poco de camino por recorrer hasta llegar a los Alpes, motivo por el que Mario llevó allí a cabo los preparativos para la batalla.
Estableció el campamento en un lugar seguro, pero mal abastecido de agua; su intención, dicen, era que esa circunstancia espoleara a sus soldados. Así pues, como eran muchos los que mostraban su enojo y se quejaban de sed, Mario, indicándoles con la mano un río que corría a los pies de la fortificación enemiga, les dijo: «Allí hay agua, pero a precio de sangre«.

Los soldados, aunque indignados, obedecieron las órdenes de Mario de permanecer detrás de la empalizada. Pero el grueso de los ayudantes de campo, que no tenían nada que beber ni para ellos ni para los animales, bajaron todos en masa hacia el río, provistos unos de hachas, otros de segures e incluso unos cuantos de espadas y lanzas además de los cántaros; su intención era coger agua aunque tuvieran que luchar. Al principio solamente se enfrentaron a ellos unos pocos enemigos, ya que la mayoría se encontraba almorzando después del baño o bien bañándose, pues en ese lugar brotan fuentes de agua caliente; de este modo, los romanos cayeron por sorpresa sobre parte de los bárbaros mientras disfrutaban y festejaban juntos el placer y la maravilla del lugar.

Al oír los gritos, un número aún mayor de bárbaros corrió al lugar, por lo que le fue ya muy difícil a Mario contener a sus soldados, quienes entonces temían por sus sirvientes. Además, el sector de bárbaros más belicoso, los que con anterioridad habían derrotado a las tropas romanas de Manlio y Cepión, los denominados ambrones, quienes por sí solos rebasaban la cifra de 30.000, habían tomado sus armas y corrían hacia allí.

Aunque tenían los cuerpos abotargados por la reciente comida y sus mentes excitadas y disipadas por el fuerte vino, no acudían llevados por una carrera desordenada y frenética, ni emitían alaridos inarticulados; sino que golpeaban rítmicamente sus armas y saltaban al compás, sin dejar de repetir al unísono su propio nombre, ¡Ambrones!; bien para animarse unos a otros, o bien para amedrentar al enemigo diciéndoles quiénes eran. Los primeros que bajaron al encuentro de los bárbaros fueron los ligures.

La corriente desordenó las filas de los ambrones; en efecto, no les había dado tiempo a cruzar y volver a formarse, cuando, de repente, los ligures cayeron a la carrera sobre la vanguardia y entablaron combate cuerpo a cuerpo. Acto seguido, los romanos llegaron en auxilio de los ligures y se lanzaron desde lo alto contra los bárbaros, forzándoles a retirarse; muchos ambrones, que se empujaban unos a otros hacia el río, resultaron heridos sobre el lugar, y la corriente rebosaba de sangre y cadáveres.

Una vez que los romanos hubieron cruzado, los restantes que no se atrevían a plantar cara, fueron masacrados hasta que en su huida llegaron al campamento y a los carromatos. Allí las mujeres salieron a su encuentro con las espadas y hachas en la mano, y con horribles chillidos de rabia repelían indistintamente tanto a perseguidos como a perseguidores, a unos por traidores y a otros por enemigos. Mezcladas con los combatientes, arrancaban los escudos a los romanos con sus brazos desnudos y se agarraban a las espadas, aguantando los golpes y los tajos de su cuerpo con un coraje inquebrantable hasta el final.

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Batalla de Aquae Sextiae 102 AC. Primer día. Las mujeres ambronas repeliendo a los romanos y a los propios ambrones. Autor John Harris Valda

El incidente se saldó con victoria romana, lo cual sirvió también como inyección de moral para las tropas de la república, que se vieron capaces de derrotar al enemigo germano.

Batalla de Aquae Sextiae. Segundo día

Mario temía un enfrentamiento nocturno que normalmente lleva desorden y confusión. Pero el enemigo no atacó esa noche ni durante el día siguiente, sino que se dedicaron a recomponer sus filas y prepararse.

El cónsul, mientras tanto, encomendó la misión a un pequeño destacamento de que bordearan las posiciones bárbaras y levantaran ruidosos gritos de vez en cuando con la intención de mantener al enemigo en estado de alarma y evitar de esta manera que se aseguraran el descanso.

Esta vez Mario sí que tuvo tiempo suficiente para estudiar el terreno y establecer una estrategia definida. Se percató que sobre el campamento enemigo había cañadas en pendiente y barrancos poblados de encinas; allí envió a Claudio Marcelo con 5 cohortes (3.000 hombres) para que se posicionaran en la retaguardia enemiga. Para completar la imagen de una gran fuerza, ordenó a mozos de cuadra armados y trabajadores del campamento que fueran junto con ellos, y también una gran parte de los animales de carga, llevando puestas monturas, a fin de que por estos medios presentaran el aspecto de caballería. Ordenó que estos hombres cayeran sobre la retaguardia tan pronto como notaran que el enfrentamiento había comenzado. En cuanto al resto del ejército, les conminó que, una vez que hubieran cenado, durmieran convenientemente para estar descansados. Al día siguiente se iba a librar una batalla decisiva.

Al despuntar el alba, Mario sacó sus tropas del campamento, las puso en formación de combate y mandó a la caballería a la llanura. Mario contaba con 6 legiones (30.000) y auxiliares (10.000).

Los primeros en aparecer fueron los ambrones, que eran unos 30.000 efectivos y que formaban la punta de lanza de un ejército de unos 100.000 hombres. Estos no esperaron al grueso y atacaron como venganza por la derrota sufrida el día anterior, se armaron a toda prisa y llenos de ira, se lanzaron ladera arriba.

Mario, enviando a sus oficiales por una y otra ala, dio orden a sus hombres de que aguantaran y resistieran a pie firme, y que, cuando estuvieran a su alcance, les arrojaran sus pilum, y que a continuación usaran sus espadas y les rechazaran empujándoles con sus escudos.

Así es, ya que, al encontrarse los bárbaros situados sobre un terreno resbaladizo, ni sus golpes tendrían fuerza ni podrían cerrar filas con vigor, puesto que la irregularidad del suelo afectaría a la estabilidad y equilibrio de sus cuerpos.

Los ambrones sufrieron una estrepitosa derrota, y los supervivientes se replegaron y esperaron a Teutobodo y sus germanos. Cuando estos llegaron, atacaron en masa contra las legiones, estas fueron como un muro contra el que se estrellaron. Luego se puso en marcha, y a una señal, apareció Marcelo por la retaguardia, esta cedió, las primeras filas se dispersaron y todo el ejército quedó deshecho. Fue una verdadera masacre en la que murieron unos 90.000 germanos (10.000 según cálculos modernos), y otros 20.000 más fueron hechos prisioneros, incluido el rey Teutobodo, junto con sus principales líderes. Las mujeres y los niños, en lugar de ser capturados, se suicidaron cuando los romanos llegaron al campamento enemigo.

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Batalla de Aquae Sextiae 102 AC. Segundo día. Mujeres teutonas defienden los carromatos y matan a sus hijos y se suicidan. Autor Heinrich Leutemann
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Batalla de Aquae Sextiae 102 AC. Segundo día. Autor Carl Rahl.

Secuelas

Plutarco comenta: «Algunos autores no se ponen de acuerdo ni sobre la división del botín ni sobre el número de muertos. Sin embargo, se cuenta que los masaliotas cercaron sus viñas con los huesos, y que la tierra, gracias a los cadáveres que se pudrieron en ella y a las abundantes lluvias que cayeron ese invierno, quedó enriquecida de tal modo y tan llena de tanta materia en descomposición que en la estación siguiente produjo una cosecha extraordinaria«.

El tercer grupo de las tribus germanas compuesto mayoritariamente por queruscos y marcomanos y los supervivientes regresaron a Jutlandia.

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Batalla de Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) 102 AC.Los romanos celebrando el triunfo sobre los ambrones y teutones

Plutarco relata: «Después de la batalla, Mario escogió de entre las armas y los despojos de los bárbaros los más espléndidos, los que estaban intactos y aquellos que pudieran resultar más impactantes a la vista en el desfile triunfal, mientras que todo lo demás lo amontonó en una pira y ofreció un magnífico sacrificio. Todo el ejército se encontraba, armado y coronado, en torno a la pira; Mario, ataviado, según el uso, con la toga pretexta, tomó una antorcha encendida y la elevó al cielo con ambas manos; se disponía ya a prender la pira cuando avistaron a varios hombres de confianza que cabalgaban a galope tendido hacia él, lo que provocó en todos un gran silencio y expectación. Cuando estos jinetes se encontraron ante Mario, tras saltar de su montura, le tendieron su diestra y le comunicaron la buena nueva de su elección para un quinto consulado al tiempo que le entregaban los documentos que lo certificaban. Esta gran alegría se vino a sumar a la de la victoria, y mientras los soldados, llenos de gozo, le aclamaban al son del choque y el batir de sus armas, los oficiales colocaron por segunda vez una corona de laurel sobre la frente de Mario, quien dio fuego a la pira y completó el sacrificio«.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2014-05-31. Última modificacion 2023-07-04.
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