¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Primera invasión celta Hallstatt (900 AC)
En el 900 AC y en sentido contrario a los íberos, llegaron a la península los celtas, llamados también keltas o keltoi este grupo tampoco era homogéneo, sino que estaba formado por diferentes tribus, y entraron en sucesivas oleadas siguiendo la costa mediterránea.
Partieron de una zona que estaba comprendida entre el Rin, el Elba y el Danubio y pertenecían a una raza indoeuropea. Pertenecían a la cultura de Hallstatt y partieron de esta zona hacia el 1000 AC pasando por Francia donde se asentaron y fundaron Massalia (Marsella) para abrir rápidamente un corredor comercial a lo largo de la costa mediterránea. Atravesaron finalmente los Pirineos, extendiendo la llamada «cultura de los campos de urnas» sobre todo por Cataluña y el valle del Ebro; aunque también por la meseta y el noroeste peninsular. Entraron por los pasos más occidentales de los Pirineos, estableciéndose en la montaña catalana, los llanos de Urgel, el oriente aragonés y algún punto en La Rioja. Se estimaba que dichos grupos llegarían en número limitado y se fusionarían con la población autóctona preexistente, a juzgar por los escasos rastros que dejaron.
Llegaría una segunda oleada que atravesaría Roncesvalles hacia el siglo VIII AC. Eran también gentes de cultura hallstáttica, procedentes del bajo Rin, que hallaron asiento sobre el alto Ebro, el bajo Aragn y la Meseta; de donde posteriores avenidas les replegarían a las zonas montañosas que bordean la meseta superior. Entre ellos se identifica a berones en la Rioja y pelendones en la región de Vinuesa.
Los carros así como las armas de hierro que poseían les dieron gran ventaja sobre los nativos. Trajeron los carros (esta palabra viene del céltico karr) al occidente europeo, trajeron dos tipos de caballos: uno pequeño o pony que utilizaban para llevar las armas y ajuares y otro más grande y pesado de sangre fría que tiraba de sus carretas.
Los carromatos eran de 4 ruedas de madera, pero también se hacen carros ceremoniales de cuatro ruedas que medían aproximadamente 2 metros de anchura y 4 metros de longitud cuyo diseño no era para aguantar peso. La llanta de hierro de una pieza de las ruedas de los carros fue probablemente una invención celta. Aparte de la llanta de hierro y de las belas, bocín y la barquilla (piezas también de hierro que cubrían el cubo de la rueda o espacio para el eje), el carromato estaba construido con madera y mimbre. En algunos casos, las juntas eran reforzadas por aros de hierro.
Otra innovación celta fue el eje colgante, suspendido de la plataforma mediante cuerdas. Ello mejoró la rodadura por los terrenos con baches. También se atribuye a los celtas el uso del cojinete o una pieza de cuero engrasado que se ponía sobre el eje para evitar el rozamiento. Para defenderse, hacían un círculo con los carros o laager siguiendo la tradición indoeuropea. Normalmente combatían a pie.
Empleaban cascos y corazas de bronce, y las espadas eran triangulares cortas y largas de antenas, pero no tanto como las Tène. Sus escudos eran redondos en un principio y posteriormente ovalados.
Segunda invasión celta (siglos VII y V AC)
La segunda invasión celta corresponde a los siglos VII y VI AC, esta vez entraron por los pasos occidentales de los Pirineos, lo harían también en sucesivas oleadas.
La primera invasión sobre el 650 AC, encabezada por los celtas cempsi y saefes, y los germanos eburones y cimbrios. Se supuso que estos grupos germánicos alcanzarían la Meseta, desde donde los cempsos partieron hacia tierras extremeñas y el valle del Tajo portugués, mandando avanzadas a las provincias de Huelva, Sevilla e, incluso, la serranía de Ronda. En su vecindad se asentarían los eburones, que tendrían por capital a Ebura (Évora), mientras Cimbricum (provincia de Cádiz) lo sería de los cimbrios. Los germanos propiamente dichos optarían por su parte por vivir entre el pueblo oretano, arrimados a las ricas minas de Sierra Morena, zona donde después figurará la población de Oretum Germanorum.
Hubo una segunda invasión en el año 600 AC en la que entraron los grupos formados por los saefes celtas con los pemani germánicos. Los saefes, tras ser expulsados del Rin por la sempiterna presión germana, también arrastrarían a otros pueblos en su largo camino a la península como los senones, lungones y lemovices; se unieron en el este francés los santones, bituriges, nemetati, turoditurones, boyos, dragani y volcos. Llegaron a la Meseta, de donde se irían repartiendo tomando la mayoría dirección occidental. En las serranías de Teruel y Cuenca permanecerán parte de la tribu de turoditurones junto a los volcos. El centro y norte de Portugal será alcanzado por el grueso de los saefes, acompañados de bituriges, boyos, y otros. A Asturias llegaron los lungones y parte de los dragani, que se extendieron también por León y el este de Lugo. Los nemetati, lemovices y turodi se establecerían en territorio galaico.
Hubo una invasión posterior a la mitad del siglo V AC, por las tribus célticas del gran grupo de los belgae o belgas. Sería la que más población aportaría a la península; entrarían muchedumbres de celtas belgas de las tribus de belóvacos, suessones, nervios, ambianos y veliocases, a quienes también se unieron los autrigones. Entre estos, los belóvacos estaban llamados a ser los definitivos propietarios de la Meseta Castellana, y de su etnia surgirían los pueblos históricos de arévacos, belos, tittos, y vecceos. Los arévacos, belos y tittos, junto a los lusones serán las tribus que conformen el núcleo de los celtíberos, único grupo étnico hispano de lengua y cultura célticas, y protagonista de la celtización, o celtiberización, de gran parte del occidente peninsular.
Innovaciones celtas
Los celtas Introdujeron innovaciones técnicas, entre ellas la reja de hierro en el arado, palas de hierro y la guadaña. Contamos con el testimonio de Posidonio sobre los alimentos, habla de la riqueza agrícola y de mucha productividad. Según Estrabón, destacan las piaras de cerdos y el ganado. Producían mucha leche, carne y queso. Ateneo indica que impresiona la cantidad de comida que consumían, señalando el pescado y el vinagre entre otros productos. También junto a Diodoro Sículo nos cuentan la afición por la cerveza y el hidromiel. Los clásicos nos relatan la importancia del comercio del vino, bebida que ya fue importante, la preferida por la élite. A su vez, remarca la forma incivilizada de beber vino porque lo bebían en abundancia y sin mezclar con agua, pues podía conducir a la locura.
Un gran cambio fue la incorporación de la reja de hierro que permitía profundizar más y arar más tierra. La guadaña se hace común, haciendo más fácil recolectar cereales. Gran papel el que juega el forraje de las bestias. La estabulación de los grandes rebaños puede estar relacionada con esto.
Costumbres
Establecieron la denominada cultura castreña del noroeste, se asienta al norte del Duero, comprendiendo toda Galicia. Como su nombre indica, el elemento característico es el castro o recinto fortificado, establecido en la parte alta de las lomas. La preocupación defensiva es evidente; se construyen sólidas murallas que rodean por completo los recintos, incluso cuando por uno de los frentes existen obstáculos naturales que podrían haber ahorrado esfuerzo constructivo.
El sistema de defensa más simple consistía en fosos reforzados con empalizadas; pero lo típico son las murallas de piedra. Existen castros con un solo recinto, pero lo más frecuente era que tuvieran dos o hasta tres, más o menos concéntricos.
El resto de los celtas tampoco tenía ciudades como las del mundo íbero; vivían en núcleos de población fortificados con murallas, formando a menudo más de un recinto. La diferencia con el grupo galaico estriba en el tipo de casa, circular u ovalada frente a la rectangular del este.
Característica general de todo el grupo era la estructura tribal, con predominio ganadero sobre el mundo agrícola, la falta de ciudades y la tendencia al nomadismo.
La clase alta y media de la sociedad celta componían una «casta militar», dedicada exclusivamente a la guerra. El guerrero celta estaba desde la adolescencia ligado al ejército, mediante el uso de las armas, la práctica del arte marcial celta, y de las costumbres de los guerreros, como la bebida, las fiestas y la caza. Estos guerreros estaban integrados a grupos de la misma edad, el cual no se separaría durante el entrenamiento en la juventud y que luego combatirá en batalla con sus compañeros, apoyando y siendo apoyado por estos, dando una mayor firmeza a la unidad de combate celta. Estas características básicas del guerrero lo hacían muy orgulloso de su condición y altamente indisciplinados por tanto.
El ejército celta
Desarrollaron la cota de malla, una prenda de vestir hecha de anillos de metal unidos. La primera precursora de la cota de malla es la llamada cota guarnecida, en la que los anillos, en lugar de estar unidos entre sí, se cosen directamente sobre un soporte de tela o cuero. Los hallazgos de la cota de malla son poco frecuentes, lo que sugiere que era un lujo restringido a los guerreros de alto rango. Una gran variedad de cascos de cresta también pertenecen a este período y se presentan en mayor número que en el caso de la malla, pero en general la imagen de los ejércitos celtas se compone en gran parte de combatientes ligeramente protegidos o simplemente sin proteger.
Los entierros en carros continuaron hasta bien entrado el período de la Tène, sugiriendo su importancia permanente en la guerra. El carro de la Tène era un vehículo ligero de dos ruedas, a diferencia de los pesados carros de épocas anteriores. Era manejable y permitía a combinar la agilidad del conductor con la firmeza del infante. Este último podía descender para enfrentarse a un enemigo, puesto que el conductor estaba preparado y atento para recuperarlo, para a continuación huir si se presentaba la necesidad. En la península Ibérica debido a su orografía, el carro de guerra sería abandonado en favor de la caballería montada, sin embargo en las islas británicas se seguiría empleando hasta su conquista por los romanos.
Los celtas nunca adoptaron como otros pueblos indoeuropeos, el arco como arma fundamental en batalla, por considerar que no era digno de un guerrero matar a su oponente a distancia considerándolo un acto de cobardía. Preferían siempre el combate cuerpo a cuerpo, y la lucha con este cara a cara, usando una espada celta tipo Tène de entre 75 y 90 cm tanto la infantería como la caballería. Se empleaba para asestar golpes sobre el enemigo, de arriba hacia abajo o sobre la cabeza de su adversario, su empleo requería espacio, por lo que el guerrero celta combatía como individuo no en formaciones.
De los caballos pequeños celtas quedan en España sus descendientes como el asturcón, el potoka, el faco gallego, y el garrano portugués que tienen relación con sus parientes como el shetalnd de Escocia, el dartmoor de gales o el connemara de Irlanda, regiones también de origen celta. La alzada de estos caballos no debía tener más de 120 cm.
También trajeron un caballo de mayor tamaño llamado «thieldon o celdón o celedón» al que hizo referencia Plinio. Se trata de un caballo grande, también duro y piloso. Era proverbial su longevidad útil. Fue el que tiraba de los carros y posteriormente para los jinetes pesados. Los descendientes de este caballo son el losino de Burgos, el burguete de Navarra, el veiga y el sorraia portugueses y el caballo mesteño o de la Meseta. Se estima que la alzada de estos caballos se situaría entre 130 y 145 cm.
La forma de combatir de los celtas tras una noche de golpear las armas contra los escudos, de gritos, cánticos y tras beberse cantidades ingentes de licores preparados por los druidas, los celtas se preparaban para seguir a su caudillo rumbo a la batalla. La casta militar celta después de hacer los ritos de purificación y haber orado con los druidas alzaba sus largas espadas y lanzas para lanzar una salvaje acometida contra el enemigo. No empleaban el arco porque consideraban que matar a un enemigo a distancia era un acto de cobardía. El caudillo iba el primero, seguido por la nobleza militar y después el ejército. Los druidas los contemplaban orando por ellos y preparando ungüentos para los heridos. Iban desnudos al combate como símbolo de pureza, y su objetivo era cortarle la cabeza al enemigo. Creían que en la cabeza residía el alma humana y quien la cortaba adquiría su fuerza, convirtiéndose así en un guerrero superior. Las cabezas cortadas eran sus más valiosos trofeos y después de embalsamarlas con aceite de cedro las exhibían orgullosamente durante generaciones.
Un celta no temía a la muerte, por lo que en la batalla eran arrasadores. Su protección se limitaba a un escudo, una espada y un torque o collar de cuello. Si se despojaba a un guerrero de su torque, se consideraba vencido, aunque siguiera armado.
Si este primer asalto fracasaba seria seguido como en la caballería por otros con intervalos para descansar, los cuales durarían hasta que el enemigo rompiera filas, o los celtas extenuados abandonaran el campo de batalla o simplemente defendieran su posición.
Eran terribles en el ataque pero inconstantes e indisciplinados, y se desalentaban fácilmente.
Las tácticas de caballería celta eran muy sofisticadas, disparando jabalinas sobre el enemigo antes del contacto, atacándolo luego mediante cargas controladas, las cuales además podían concentrarse en un punto con el fin de romper las filas enemigas. Si una primera carga no surtía efecto, era seguida de otros con intervalos para descansar.
La forma de combatir de los celtas tras una noche de golpear las armas contra los escudos, de gritos, cánticos y tras beberse cantidades ingentes de licores preparados por los druidas, los celtas se preparaban para seguir a su caudillo rumbo a la batalla. La casta militar celta después de hacer los ritos de purificación y haber orado con los druidas alzaba sus largas espadas y lanzas para lanzar una salvaje acometida contra el enemigo. El caudillo iba el primero, seguido por la nobleza militar y después el ejército. Los druidas los contemplaban orando por ellos y preparando ungüentos para los heridos. Iban desnudos al combate como símbolo de pureza, y su objetivo era cortarle la cabeza al enemigo. Creían que en la cabeza residía el alma humana y quien la cortaba adquiría su fuerza, convirtiéndose así en un guerrero superior. Las cabezas cortadas eran sus más valiosos trofeos y después de embalsamarlas con aceite de cedro las exhibían orgullosamente durante generaciones.
Si este primer asalto fracasaba sería seguido como en la caballería por otros con intervalos para descansar, los cuales durarían hasta que el enemigo rompiera filas, o los celtas extenuados abandonaran el campo de batalla o simplemente defendieran su posición.
Eran terribles en el ataque pero inconstantes e indisciplinados, y se desalentaban fácilmente.
En cuanto a la composición del ejército, este dependía de la población de cada tribu y de su territorio. Por ejemplo, una tribu que habitase en zonas llanas se compondría principalmente de jinetes y de una infantería más protegida y más armada. Mientras que una tribu de las montañas, no tendría tantos jinetes y su cuerpo principal sería una excelente infantería ligera, como es el caso de los cántabros contratados por los cartagineses, que eran apreciados por su pericia para envolver rápidamente los flancos del enemigo. La caballería celtíbera del centro de la península tendría una función de choque por su armamento más pesado al de otros jinetes, como los númidas o los équites romanos, que eran más útiles para la exploración o la persecución. La caballería celtíbera también fue muy apreciada por los romanos por su gran profesionalidad.
En conclusión, al carecer los celtas de una unidad política, también carecían de una unidad militar y por lo tanto el ejército de cada tribu se adecuaba a las condiciones de su territorio. Entre las tribus más importantes nos encontramos a los vacceos, vetones, arévacos, galaicos, astures, y pelendones.