¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Antecedentes
Tras la muerte de Atila en 453, el Imperio huno se desgarró desde dentro por el enfrentamiento entre sus hijos cada una exigiendo una participación igual en la herencia del difunto rey. Cuando el rumor de esta división interna se propagó entre los numerosos reinos bárbaros esclavizados por los hunos, se formó una alianza. A su cabeza estaba Ardarico, el rey de los gépidos, una pequeña tribu germánica, pero se le unieron los ejércitos de los godos, rugios, alanos, hérulos, hermanduros y otros pequeños reinos. Combinaron sus fuerzas y presentaron batalla. No sorprende, que incluso en desorden los hunos presentaban un temible reto, y la lucha que siguió en la batalla Nedao en el 454, fue sangrienta. Para asombro de los hunos, sin embargo, el hijo preferido de Atila, Ellac, fue muerto. Sus hermanos sufrieron una terrible derrota, se dispersaron en numerosas direcciones, sus dominios fueron perdidos para siempre y el poder de los hunos roto, volviendo a las estepas.
Los ostrogodos libres del yugo y bajo la jefatura de tres hermanos de la casa real amalia, Walamiro, Teodomiro y Widemiro ocuparon Panonia del norte como foederati del emperador de Oriente, Marciano; siéndoles garantizada la entrega de 100 libras de oro anuales, en pago por sus servicios.
Mientras que Marciano vivió el tratado fue observado en ambos lados. El siguiente emperador, León I de Tracia (457 – 474), que debía su posición al favor Aspar, general bárbaro de las tropas imperiales que ocupaba un puesto similar a Rikimero en occidente.
Aspar hizo que el subsidio anual fuera quitado de Walamiro y entregado a otro cacique godo, pariente suyo, llamado Teodorico Estrabón »el Bizco», se alistaron en el ejército de Aspar.
El rey Walamiro intentó todos los medios pacíficos para inducir al emperador León que le pagase su sueldo anual, pero cuando descubrió no estaba dispuesto, los ostrogodos empezaron a saquear la región de Iliria, continuando las depredaciones hasta que las entregas fueran reanudadas. En el año 462 se renovó el tratado. El emperador se comprometió a abonar Walamiro un pago regular de 150 kilogramos de oro cada año, además de pagar los atrasos. A cambio, los ostrogodos se comprometieron a guardar las fronteras del Imperio, y el pequeño Teodorico, hijo de Teodomiro, que tenía 8 años, fue enviado a Constantinopla como rehén para asegurar el cumplimiento de su parte del trato, permaneciendo durante 10 años en la misma hasta que fue devuelto.
El joven príncipe godo pronto se convirtió en un gran favorito del Emperador. Fue criado como el hijo de un romano de alto rango.
Cuando Teodorico tenía 18 años, se le permitió volver a casa, recibiendo a su partida muchos espléndidos regalos del Emperador y su corte. Durante su período de exilio, el rey Walamiro había muerto en una batalla contra los escirios, y Teodomiro se había convertido rey en su lugar. Era trabajo duro para el reino ostrogodo mantenerse de los ataques de los pueblos circundantes. Por un lado, tenían los gépidos y sármatas, en otro lado los alamanes, suevos, y rugios, así como restos de los hunos no había renunciado a intentar recuperar los dominios perdidos.
Cuando Teodorico volvió a su casa, encontró que su padre el rey estaba lejos peleando contra los alamanes en el noroeste, mientras que en el extremo opuesto del reino estaba amenazada por un rey sármata llamado Babai, que había capturado la fortaleza romana de Singidunum (actual Belgrado).
El joven príncipe enseguida demostró que su educación en Constantinopla había incluido algunas lecciones en el arte de la guerra. Sin esperar el permiso de su padre, reunió un grupo de 6.000 efectivos, y atacó a Babai en su propio terreno. Singidunum fue recuperado y el rey sármata muerto, y su familia y su tesoro fueron llevados en triunfo a la capital de los ostrogodos. A pesar de sus relaciones amistosas con el emperador León, Teodomiro no devolvió Singidunum a los romanos. Quizás nunca lo pidieron, porque los gobernantes de Constantinopla estaban demasiado ocupados con sus problemas domésticos para pensar mucho en las partes periféricas del Imperio, y Teodorico los había aliviado, al menos, de un enemigo peligroso.
Pero los límites del reino de Teodomiro eran demasiado estrechos para el número de la gente que vivía dentro, y los conflictos continuos con las tribus de la frontera les dejaban pocas oportunidades para cultivar sus campos. Además, después de casi un siglo de vagar bajo el dominio de los hunos, no podían estar muy bien preparados para establecerse pacíficamente como agricultores. Cuando los ostrogodos se hallaban en peligro de hambre, rogaron a su rey que los condujera de nuevo a la guerra sin importar qué enemigo, si solo tuvieran la oportunidad de apoyarse por el botín.
El rey no podía rechazar la demanda de su pueblo. El ejército estaba dividido en dos cuerpos, uno dirigido por el propio Teodomiro, el otro por su hermano Widumero, y se decidió que atacarían solos, el este y el oeste del Imperio romano. En presencia del pueblo reunido, los dos jefes lo echaron solemnemente a suertes para determinar la dirección en que cada uno de ellos debía marchar.
La suerte hizo que a Widumero le tocase Italia. Llegaron durante en el breve reinado del emperador Glicerio, que indujo a los invasores, mediante el pago de una gran suma de dinero, a dirigirse a la Galia, donde se unieron con los visigodos de Eurico.
Sin embargo, la gran masa de la nación ostrogoda siguió a Teodomiro, que siguió los consejos de su hijo y se dirigió alrededor del año 472 hacia el interior de los Balcanes, penetrando las fronteras del Imperio romano Oriental con todo su pueblo. Su ejército estaba compuesto por unos 10.000 guerreros y una cantidad mayor de no combatientes a la región entre el Danubio y los montes de los Balcanes. La ciudad de Naisso y otras más cayeron en sus manos, y los romanos de Constantinopla estaban tan alarmados por sus éxitos que estaban dispuestos a comprar la paz. Los ostrogodos fueron invitados a establecerse en Macedonia, y recibieron grandes donaciones de tierra y dinero. Entre las ciudades que fueron abandonadas a ellos estaba Pella, famosa como el lugar de nacimiento de Alejandro Magno.
Teodorico el Grande o el Amalo
Justo después de la conclusión de este tratado en el año 474, Teodomiro murió, y su hijo Teodorico, a la edad de 20 años, comenzó su largo y glorioso reinado como rey de los ostrogodos.
El emperador León murió en el mismo año que Teodomiro, y fue sucedido por su yerno, Zenón el Isaurico. Antes de que Zenón hubiera estado un año en el trono, fue expulsado de Constantinopla por una rebelión en la que Basilisco, el hermano de la viuda de León, se proclamó emperador. Teodorico se puso de parte de Zenón, mientras que Teodorico Estrabón se puso de parte de Basilisco. Dos años después, Basilisco fue destronado, y Zenón regresó a Constantinopla. El Emperador hizo una gran demostración de su gratitud a Teodorico el Amalo por su participación en la derrota de los rebeldes. Le dio el título de Patricio, lo adoptó como hijo, le confirió un alto mando de los ejércitos imperiales, y le hizo una concesión de grandes sumas de dinero.
Mientras tanto, Teodorico Estrabón y sus godos se quedaron en Tracia, y se mantuvieron por el saqueo de la gente del campo de esa provincia. Pero pronto se agotó el saqueo de Tracia, y cuando Estrabón tuvo dificultades para conseguir comida para su ejército, envió embajadores a Zenón para decir que estaba dispuesto a hacer la paz, a condición de ser puesto en la posición que entonces ocupaba su rival Teodorico el Amalo. Zenón pensó que el deseo de Estrabón por la paz era un signo de debilidad, y, por lo tanto, rechazó las propuestas con el mayor desprecio, y dio órdenes a sus generales de perseguir la guerra con todo el vigor posible. Los bizantinos fueron derrotados y se dirigieron a Constantinopla. Zenón pidió ayuda a Teodorico el Amalo.
El Amalo se dirigió a Tracia donde se le uniría un ejército romano de 8.000 jinetes y 30.000 infantes. Después de una larga y ardua marcha por un país desolado, de repente vio el ejército de Estrabón, situado en una posición fuerte en una montaña llamada Sondis. No había señales de la llegada de las prometidas tropas romanas, y pronto quedó claro que Zenón le había engañado.
La situación del Amalo era desesperada. Era imposible atacar a Estrabón en su campamento en la montaña, e igual de imposible retirarse a una posición más segura. Permaneció varios días indeciso, quizá con la esperanza de que sus aliados romanos pudieran llegar. Estrabón no hizo ningún intento de asumir la ofensiva, sino que cabalgaba todos los días a un lugar que estaba fuera del alcance del tiro de arco, y donde su potente voz podía ser escuchada en el campamento ostrogodo. ¡Godos! Decía: «¿Os dejáis llevar por ese chico tonto a pelear contra vuestros hermanos?» Finalmente ambos godos llegaron a un acuerdo para ir contra los romanos.
El Emperador traidor al enterarse, no podía pensar en otro plan que el de sobornar a uno de los nuevos aliados para que traicionase al otro. Primero intentó con el Amalo, le ofreció inmensas sumas de dinero, y un ingreso anual más grande que el que había recibido antes del Imperio. También le prometió la mano de la hija de Olybrius, el último emperador de Occidente. Cuando fracasó Zenón se esforzó por comprar Estrabón, en este intento tuvo éxito, aceptó la propuesta del emperador del dinero y de investirle con los honores y los cargos que había tenido el Amalo, y permitirle mantener 13.000 soldados godos a costa del emperador.
No es de extrañar que el Amalo estuviera muy enojado con esta vergonzosa violación del tratado. Lo primero que hizo fue invadir Macedonia, donde se dice que pasó por la espada a las guarniciones de varias ciudades. Después cruzó las montañas hacia el Epiro, llegó a la costa adriática y tomó posesión de Dirraquio (Durazzo), el gran puerto marítimo desde el que navegan los barcos para el sur de Italia.
Pero Zenón pronto quedó descontentó con la conducta de Estrabón, y así envió embajadores al Amalo para tratar de hacer la paz con él. Se ofreció a conceder a los ostrogodos una parte de Epiro, y a proporcionarles dinero para comprar grano hasta que pudieran levantar su primera cosecha. Pero mientras las negociaciones estaban en marcha, su hermano Teodomundo fue atacado traicioneramente por un general romano, que tomó 5.000 prisioneros. Después de esto se rompieron las negociaciones y la guerra comenzó de nuevo.
En el año 481 estalló una rebelión en un barrio de Constantinopla, encabezada por dos generales llamados Illo y Rómulo. Estrabón pidió un gran aumento de sueldo, para poner acabar con el levantamiento, pero se unió a los rebeldes en un intento fallido de tomar Constantinopla. Poco después murió accidentalmente, su caballo se espantó y lo arrojó contra una punta de una lanza que había sido fijada ante una tienda.
Teodorico pudo unir a todos los godos del este bajo su mandato en el año 482, reuniendo este modo a unos 20.000 efectivos, al que se unieron la mayor parte de los seguidores de Estrabón. Se hizo tan formidable y causó tanto daño al Imperio, que Zenón se alegró de comprar su amistad a cualquier precio. En el 483, los ostrogodos recibieron una amplia concesión de tierra cerca del Danubio. Dos años más tarde, Teodorico marchó contra las fuerzas rebeldes bajo Illo, y obtuvo una victoria completa, por lo que fue recompensado con un triunfo y una estatua ecuestre en Constantinopla. Pero muy pronto el emperador y el rey se enfrentaron de nuevo, y los ostrogodos tomaron las armas y comenzaron a saquear el barrio de Constantinopla.
Por fin, sin embargo, se llegó a un acuerdo que satisfizo a ambas partes. Zenón dio permiso a Teodorico para ir a Italia y ocupar las tierras de Odoacro rey de los hérulos, y establecerse allí como representante del Emperador, de esta forma se deshacía de los ostrogodos.
Marcha de los ostrogodos a Italia 488
En el año 488, Teodorico partió de Novae (Sistova) en el bajo Danubio, y con él todo el pueblo ostrogodo con sus esposas e hijos y demás familia, llevando consigo sus carros y sus rebaños. Su número debía rondar los 200.000. La horda atravesó Singidunum sin ningún incidente, pero al aproximarse a Sermiun, se encontró el camino cerrado por los gépidos bajo el mando de su rey Trafstila, que les denegó el paso.
Como no era posible dar la vuelta, se libró una batalla cerca de un río llamado Ulca (actual Szala). La tierra era pantanosa, y al principio los gépidos estaban empezando a ganar, porque conocían el lugar mejor que los recién llegados, pero la valentía de Teodorico inspiró a sus soldados con tal entusiasmo que la derrota se transformó en una victoria completa. Los gépidos tuvieron que abandonar el campo en total confusión, dejando atrás muchos carros llenos de provisiones, que los ostrogodos tomaron muy contentos.
Después de la batalla del río Ulca, Teodorico condujo a su pueblo a lo largo del río Sava, y después sobre los escarpados pasos de los Alpes Julianos que atravesaron en el 489. Tenían que avanzar muy despacio, pues entre la multitud había miles de mujeres y niños pequeños, y más de una vez estalló la enfermedad entre ellos y los obligó a interrumpir su marcha.
Tras cruzar los Alpes, descendieron a Italia, y llegaron al río Sontius (Isonzo). En la orilla opuesta del río vieron el poderoso ejército de Odoacro acampado para impedirles el paso.
El 28 de agosto los godos forzaron el paso del río, tuvo lugar la batalla y Odoacro fue severamente derrotado, retirándose a Verona.
El 30 de septiembre se enfrentaron de nuevo cerca de Verona siendo nuevamente derrotado y con el resto de su ejército se esforzó por encontrar refugio tras las murallas de Roma. Pero el Senado no tuvo ninguna intención de acompañar a un rebelde derrotado contra el representante victorioso del Emperador, y ordenó cerrar las puertas. Odoacro entonces marchó a través del país, quemando aldeas y destruyendo las cosechas, y se refugió en la impenetrable fortaleza de Ravena. Mientras tanto, la victoria de Teodorico lo había colocado en posesión de las fuertes ciudades de Verona y Milán, y pronto recibió la sumisión de una gran parte del ejército de Odoacro.
Teodorico no atacó Ravena, ya que era una de las ciudades mejor fortificadas de Italia, sino que se dirigió a Mediolanum (Milán) donde el jefe de las tropas de Odoacro, llamado Tufa, fingió pasarse a su bando, entonces decidió poner sitio a Ravena, donde Tufa se reunió con su jefe. Al contar con el refuerzo, Odoacro salió de Rávena y bloqueó el río Ticino (Pavía) donde se encontraba Teodorico, que había recibido el refuerzo de un cuerpo de visigodos enviados por Alarico de Tolosa.
El 11 de agosto de 490, se enfrentaron en el río Adda, siendo derrotando de nuevo Odoacro, que se retiró de nuevo a Ravena, Teodorico regresó para poner cerco a la ciudad y entablaron negociaciones patrocinadas por el obispo de Ravena. En el 493, se llegó a un acuerdo en que ambos gobernarían conjuntamente. El 5 de marzo de 493, Teodorico entró en la ciudad y tomó posesión del palacio imperial del «Laurel-grove».
Los dos reyes se encontraron con una gran amistad, pero antes de que pasaran muchos días, Teodorico oyó que Odoacro estaba planeando su asesinato. En cualquier caso, eso fue lo que dijo después para justificar su propia acción cruel y traicionera. El 15 de marzo invitó a su rival a un banquete en el palacio «Laurel-grove», y durante el mismo lo asesinó con su propia espada, exterminando a continuación a toda su familia. Teodorico reinó sobre Italia durante 33 años, bajo su reinado, hubo un resurgir de Occidente.
La guerra con el Imperio Oriental comenzó de esta manera. Teodorico se había esforzado por asegurar su frontera noreste, que como sabía por el éxito de su propia invasión, era el punto más débil de su reino. Con el fin de protegerse contra cualquier posible proyecto de parte del Emperador, cultivaba la amistad de los pequeños jefes que gobernaban en la zona de la antigua línea divisoria entre los dos imperios. Entre ellos estaba un tal Mundo el «Huno», descendiente de Atila. Era una especie de capitán de bandolero, que había asumido el título de rey en alguna parte de la actual Serbia. Los gépidos, que todavía habitaban la zona del río Sava, rechazaron las ofertas de Teodorico de alianza, e hicieron un ataque a sus territorios.
En el año 504 Teodorico envió un ejército contra los gépidos, bajo un comandante llamado Pitzia, que pronto capturó su principal fortaleza de Sirmium, y obligó a su rey Trasarico a reconocerse el vasallo de Teodorico. Al mismo tiempo, el emperador Anastasio, habiendo oído que Mundo había estado asolando en las tierras vecinas del Imperio, envió contra él su general Sabiniano. Las tropas imperiales, asistidas por los búlgaros, que son mencionados por primera vez en la historia casi habían logrado obligar a Mundo a rendirse cuando Pitzia apareció en defensa del aliado de su amo e infligió al general de Anastasio una aplastante derrota. Entre los godos que se destacaron especialmente en esta campaña estaba un joven oficial llamado Tulwin, que luego se convirtió en uno de los amigos más cercanos de Teodorico.
Como venganza por esta derrota, Anastasio hizo que su flota saqueara el sur de Italia. Teodorico al principio no estaba preparado para defenderse de este ataque, pero pronto logró formar una fuerza naval que obligó a la flota de Anastasio a abandonar la zona.
En el 508 Anastasio y Teodorico firmaron la paz que no fue rota hasta la llegada del emperador Justino.
Tan pronto como se concluyó la paz con el Emperador, en junio de 508, un ejército ostrogodo, encabezado por el conde Ibba, general principal de Teodorico, entró en la Galia meridional. Anteriormente, Ibba había ganado una victoria decisiva sobre los francos y burgundios, y al año siguiente el rey franco Clodoveo se alegró de hacer un tratado de paz, en el que reconoció al infante Amalarico (el hijo de Alarico) como soberano, no solo de Hispania, sino también de Septimania. La mayor parte de la Provenza, al este del Ródano, fue añadida por Teodorico a sus propios dominios.
Teodorico entonces asumió el gobierno del reino Visigodo, como guardián de su nieto, nombrando al general Teudis preceptor del niño.
Al final de su reinado sufrió la traición de dos personas de confianza, un tal Albino y otro llamado Boecio, acusados de conspirar contra el rey en favor del emperador de Oriente. Después de la muerte de Boecio, su suegro, el anciano Symmacos, fue enviado a Ravena, y ejecutado, aparentemente sin un juicio, y por ninguna otra razón que se temía que conspiraría para vengar a su pariente.
Con respecto a la religión fue tolerante con los católicos, pero en el año 524, un tribunal de Constantinopla, decretó que las iglesias arrianas en todo el Imperio debían ser consagradas nuevamente para uso católico. El papa Juan fue recibido por el Emperador con las manifestaciones más profundas de respeto, anulando el decreto, pero los arrianos, a quienes el miedo o el interés habían inducido a unirse a la Iglesia Católica, no podían volver a apostatar. El Papa fue arrojado a la cárcel, donde murió en mayo de 526, y Teodorico, sintiendo que toda la Iglesia Católica se había convertido en su enemigo, promulgó un decreto que la adoración ortodoxa debía ser suprimida. El decreto no entró en vigor porque Teodorico murió también el 13 de agosto del año 526.
Invasión de Sicilia 535
Teodorico fue sucedido por su nieto Atanarico que tenía 10 años, su madre Amalasunta se convirtió en regente. Hubo luchas palaciegas, y la situación se volvió tan violenta que Amalasunta pidió al Emperador, que la acogiese en su reino. Este accedió fácilmente, y la ofreció un palacio magníficamente amueblado en Dirraquio (Durazzo). Amalasunta envió a Dirraquio un barco que contenía 40.000 libras de peso de oro, e hizo todos los preparativos para abandonar el país, pero fue asesinada por Teodato, en el 535 el emperador bizantino Justiniano I, declaró la guerra a Teodato.
Se dispusieron dos ejércitos uno bajo el general gépido Mundo que invadiría la provincia gótica de Dalmacia con unos 4.000 hombres y el segundo bajo el mando de Belisario con unos 7.000 hombres para invadir Sicilia y atacar desde allí Italia.
A finales del 435, Belisario desembarcó en Sicilia, pronto capturó a Catana, Siracusa le abrió las puertas, y la única ciudad que le causó problemas fue Palermo, que estaba fuertemente fortificada, y estaba ocupada por una importante guarnición goda. Belisario incitó a los godos a rendirse, pero, confiando en la fuerza de sus murallas, no prestaron atención a su demanda. Ancló sus naves en el puerto, cerca de la muralla de la ciudad, tenía barcos cargados de arqueros subidos en las copas de los mástiles.
Cuando los asediados descubrieron que eran atacados con salvas de flechas, se asustaron e inmediatamente se rindieron. Si esta curiosa historia es verdadera o no; no hay duda de que en unas semanas Belisario recibió la sumisión de toda la isla casi sin la pérdida de un hombre. Los godos nunca perdonaron a los sicilianos su ingratitud al recibir con alegría a los nuevos dueños. No pasó mucho tiempo antes de la visita de los recaudadores imperiales, que hicieron sentir a los isleños que la situación de súbditos del Imperio tenía sus desventajas. Teobaldo trató de negociar, pero las exigencias no fueron admitidas.
Mundo entró en Dalmacia, y se apoderó de la ciudad principal, Salona, sin resistencia. Pero finalmente fue derrotado y muerto cerca de Salona.
Invasión bizantina de Italia 536
En abril de 536, Belisario cruzó el estrecho de Mesina para conquistar Italia. Tan pronto como desembarcó en Regio, fue recibido por Ebermundo, yerno de Teobaldo, a quien se le habían confiado las defensas de la costa meridional, pero que inmediatamente se pasó al enemigo con todos sus seguidores. Belisario relató el hecho a Constantinopla, y el traidor fue recompensado por Justiniano con el título de Patricio y muchos otros títulos.
Las tropas imperiales no se encontraron con ninguna resistencia hasta que llegaron al pie de las murallas de Nápoles. Belisario ofreció la rendición a la ciudad. Pero los oficiales del gobierno y la gran masa del pueblo estaban dispuestos a resistir. Belisario ofreció los términos más honorables de rendición, pero después de largas negociaciones se vio obligado a iniciar el asedio.
Asedio de bizantino Nápoles 536
La ciudad, sin embargo, estaba fuertemente fortificada y bien aprovisionada, y aunque los sitiadores habían cortado el acueducto, los habitantes pudieron obtener un suministro suficiente de agua de manantiales dentro de las murallas. Tras 20 días, Belisario había hecho tan pocos progresos, que estaba a punto de decidir levantar el asedio y marchar a Roma. Justo en ese momento, sin embargo, se hizo un gran descubrimiento. Uno de los soldados, un bárbaro asiático llamado Paucaris, que rondaba ociosamente, sintió la curiosidad de ver hasta dónde podía caminar por el acueducto, entrando en el punto en que Belisario lo roto. Se las arregló para seguir adelante sin dificultad hasta que estuvo justo debajo de la muralla de la ciudad, pero allí encontró que el curso de agua pasaba por un agujero en la roca, demasiado estrecho para que un hombre pudiera pasar. Sin embargo, pensó que el agujero podría ser fácilmente ensanchado y que el túnel permitiría un medio de penetración en la ciudad.
Paucaris, por supuesto, comunicó su descubrimiento a Belisario, que lo escuchó con gran placer, y prometió al hombre una buena recompensa si su inteligente plan daba como resultado la captura de la ciudad. Varios hombres fueron enviados por el acueducto, provisto de herramientas para cortar la roca sin hacer ruido, y en poco tiempo habían hecho la abertura lo suficientemente grande como para que un hombre pudiera pasar a través con su armadura completa.
Un cuerpo de 400 hombres fue enviado para entrar en la ciudad por el acueducto. Al principio, la mitad de ellos se echaron atrás por lo peligroso de la empresa, pero sus lugares fueron rápidamente ocupados por voluntarios, y entonces aquellos que se habían negado, sintiendo vergüenza por su cobardía, rogaron que se les permitiera participar en la expedición. Así que, en medio de la noche, los 600 entraron en el túnel y marcharon tan silenciosamente como pudieron, bajo las murallas de la ciudad. Para impedir que sus movimientos fueran no escuchados por los defensores de la ciudad, un oficial godo llamado Bessa fue enviado por Belisario para arengar a los godos de las murallas en su propio idioma, invitándolos a desertar al Emperador. La estratagema fue exitosa: los godos dieron tales gritos de indignación que no se podía oír ningún otro sonido.
Los 600 soldados avanzaron a lo largo del curso de agua seco hasta llegar a una gran cámara subterránea, con paredes de ladrillo alto y un techo abovedado. Cerca de una esquina habían caído unos ladrillos, desde donde se vislumbraba el cielo. No parecía haber otros medios de salir excepto ese agujero en la parte superior. Los soldados se pararon un rato pensando en lo que había que hacer. Al fin, uno de ellos, que era un buen escalador, se despojó de la armadura, y atando una cuerda fuerte alrededor de su cintura subió por la pared de ladrillo con los dedos de las manos y de los pies y logró salir al aire libre. Se encontró en un jardín de cabañas en una zona tranquila de la ciudad. Una vieja, la única ocupante de la cabaña, llegó a la puerta. El soldado amenazó con matarla si hacía un ruido.
A continuación, ató su cuerda a un olivo, y lo bajó a la cámara subterránea, de modo que sus compañeros pudieron subir con su armadura. Cuando todos salieron, se precipitaron a la muralla del norte, que pronto fue despejada de sus defensores, y se detuvieron hasta que sus compañeros pudieron escalarlo con escaleras.
Los godos lucharon desesperadamente, ayudados por un gran número de judíos, que no habían olvidado la bondad que su raza había recibido del gran Teodorico. Pero su resistencia fue inútil. Antes de que terminara el día, la ciudad estaba en manos de las fuerzas imperiales, y después comenzaron las escenas de masacre y destrucción que Belisario había previsto y temido. El comandante mismo utilizó todos sus esfuerzos para controlar la rabia de sus seguidores: exhortándolos a la misericordia, recorrió las calles de la ciudad, amenazando y castigando a los culpables de ultrajes.
Finalmente, su autoridad prevaleció, los soldados se vieron obligados a abstenerse de más insultos a los ciudadanos y a devolver a sus familias las mujeres y los niños a quienes habían tomado como esclavos. Los habitantes de la ciudad entonces estallaron en furia contra los dos oradores por cuyo consejo habían sido llevados a rechazar las condiciones ofrecidas de rendición. Uno de ellos cayó muerto de apoplejía: el otro fue despedazado por la multitud, y sus restos colgados en una horca. Después de este acto de venganza, las calles de Nápoles asumieron una vez más su aspecto acostumbrado de orden y tranquilidad.
Belisario trató a sus prisioneros godos amablemente, y muchos se alistaron en su ejército. Pronto pudo establecer el gobierno del imperio sobre casi todo el sur de Italia.
Los godos ante la inactividad de Teobaldo, se reunieron en un lugar llamado Regeta, a unos 40 kilómetros al sur de Roma. Los jefes presentaron ante el pueblo sus motivos de queja contra el rey, y eligieron por acuerdo a un tal Vitiges (Witiges), un hombre de origen humilde, pero el líder militar más capaz que poseían.
Cuando Teobaldo se enteró de que los godos habían elegido un nuevo rey, se apresuró a salir de Roma con la intención de refugiarse en las murallas de Rávena. El rey mandó tras él a un tal Optahari con órdenes de devolverlo vivo o muerto. Lo alcanzó y le mató antes de que alcanzase Rávena.
Conquista bizantina de Roma 536
Vitiges decidió dejar Roma y dirigirse a Rávena. Antes de abandonar Roma, obligó al Papa Silverio y a los senadores a jurarle una fidelidad eterna. Y para asegurar, como él pensaba, la observancia del juramento tomó con él un número de senadores como rehenes. Un oficial de probada valentía y habilidad, llamado Leudahari, fue puesto al mando de los 4.000 efectivos. Y entonces el rey y su ejército marcharon a Rávena.
Vitiges a su llegada a Rávena, se divorció de su propia esposa y se casó con la princesa Matasunta, hija de Amalasunta. Ahora podía afirmar ser rey por derecho hereditario.
Llamó a una asamblea de los nobles godos, con el propósito de obtener su consentimiento para hacer un tratado de paz con los francos. Las condiciones eran que los ostrogodos devolvieran todas sus posesiones en la Galia a los francos y les pagaran 2.000 libras de oro. Los francos no quisieron luchar contra el Emperador y comprometieron a que sus vasallos, los reyes de los alamanes y los burgundios, enviaran tropas para luchar en el lado godo.
Mientras los ostrogodos estaban negociando con los francos, el papa Silverio y los senadores, enviaron una embajada a Belisario, invitándole a acudir con toda la velocidad a Roma, y prometiendo que las puertas se abrirían al acercarse. Belisario no perdió tiempo, dejó una guarnición de 300 hombres en Nápoles, partió con su ejército a Roma.
El 9 de diciembre de 536, Belisario entró en Roma por la «Puerta Asinariana» al sur; y al mismo momento los 4.000 godos salieron de la «Puerta Flaminia» hacia el norte. Leudahari se negó a abandonar su puesto, permaneció prisionero y fue enviado, junto con las llaves de la ciudad, como muestra de victoria al emperador Justiniano.
Belisario empezó de inmediato a reparar las fortificaciones y a procurarse grandes provisiones de grano de Sicilia. Los romanos vieron estos procedimientos con consternación, porque mostraban que el general se preparaba para ser asediado en Roma.
Sin embargo, Vitiges permaneció en Rávena, y Belisario se atrevió a enviar destacamentos de su pequeño ejército para conquistar la provincia de Toscana. Uno de sus oficiales, Bessa el Godo, capturó la fortaleza de Narni que estaba sobre una roca. Otro, llamado Constantino, se alejó aún más y ocupó, sin resistencia las ciudades de Espoleto y Perugia. Cuando Vitiges se enteró de que las tropas del Emperador estaban en posesión de Perugia, casi a medio camino de Rávena a Roma, envió un cuerpo de soldados, bajo dos líderes llamados Hunila y Pitzia, para tratar de recuperar la ciudad. Los godos superaban en número a los soldados de Constantino, pero la batalla estaba indecisa. Pero al final los godos huyeron en la confusión, perseguidos por los romanos, que dejaron a pocos vivos para contar la historia de su derrota. Hunila y Pitzia fueron tomados prisioneros, y enviados de inmediato a Belisario.
Después de este desastre, Vitiges vio que ya no podía permanecer inactivo. Sus preparativos no estaban completos como él había deseado, porque los soldados reclutados en la Galia aún no habían llegado. Pero aun sin estos, el ejército que había reunido en el campo de Rávena unos 150.000 hombres, casi todos llevaban una coraza de hierro. Con estas inmensas fuerzas, el rey Vitiges partió a lo largo de la vía Flaminia hacia Roma.
Batalla del puente Salario 537
Los godos marcharon sin oposición hasta llegar al puente Salario, que cruza el río Aniene a unos 3 km al norte de Roma. Allí se encontraron con algo inesperado, Belisario había construido una torre a la entrada del puente, y la guarneció con un cuerpo de soldados bastante fuerte para hacer que su captura fuese una obra tediosa y costosa. Con el fin de hacer el pasaje aún más problemático, decidió situar su campamento cerca del río en el lado más cercano a Roma.
Durante la noche, sin embargo, los soldados de la torre se asustaron de la inmensa multitud de enemigos y abandonaron su puesto. Por supuesto, no se atrevían a ir en dirección a Roma, sino que huyeron a la Campania, todos excepto 22, que eran godos y les contaron lo que había sucedido. Por lo tanto, cuando llegó la mañana cruzaron el puente sin problemas.
Esa misma mañana, Belisario, pensando que el enemigo estaba al otro lado del río, había acudido con 1.000 jinetes para elegir un lugar adecuado para su campamento. Encontrándose con los godos que habían cruzado el puente, tras una lucha desesperada, los godos se retiraron a su campamento habiendo perdido 1.000 hombres.
Pero entonces llegaban nuevos cuerpos de caballería goda, y los bizantinos que habían sufrido serias pérdidas, se vieron obligados a huir. En la cima de una colina, fueron alcanzados y tuvieron que combatir de nuevo. Algunos fugitivos llegaron a la ciudad y dijeron que Belisario había sido derrotado, y que el enemigo se dirigían a la ciudad. Cerraron la puerta a toda prisa, y cuando Belisario y sus camaradas habían cruzado el foso vieron la puerta cerrada y se encontraron encerrados. Belisario ordenó una súbita carga contra los godos, que creyendo que se trataba de una salida de las fuerzas de la ciudad, huyeron confundidos. La puerta Salaria sería conocida durante mucho tiempo como «la puerta de Belisario».
Asedio ostrogodo de Roma 537/8
El asedio comenzó a principios de marzo de 537 y duró un año y nueve días. Belisario había previsto que el vasto ejército de los godos, mal conducidos y no acostumbrados a la conducción de un asedio; se reduciría por el hambre y la deserción ante los muros de Roma y que tarde o temprano el fin sería la ruina del reino godo, y el establecimiento del Imperio en Italia.
Lo primero que intentó hacer el rey Vitiges fue rodear Roma con un círculo de campamentos, en cada una de las puertas, pero solo pudo bloquear ocho de las catorce puertas, dejando las seis puertas del lado sur sin ocupar. Los siete campamentos, cada uno con más de tres veces el número de hombres que formaban la guarnición de Roma, fueron fortificados con tanto cuidado como si fueran destinados a soportar el asalto de una fuerza abrumadora.
Lo siguiente que los godos hicieron fue, a imitación de los propios procedimientos de Belisario en Nápoles, destruir los acueductos que abastecían de agua a Roma. Belisario no pretendía que Roma fuera capturada como había tomado Nápoles, y, por lo tanto, se ocupó de que los pasajes subterráneos fueran sólidamente amurallados. El corte del suministro de los acueductos puso fin al disfrute de los baños públicos, al gran lujo de la vida romana, y las quejas de los ciudadanos fueron amargas. Pero con el río que fluía a través de la ciudad y los pozos que pertenecían a casas privadas, no había mucho motivo para temer que la falta de agua obligaría a Belisario a rendirse.
Sin embargo, uno de los acueductos suministraba la energía hidráulica a los molinos de grano, y la consecuencia del corte de la corriente era que el suministro diario de harina no podía ser repartido entre los soldados y los ciudadanos. Belisario lo solucionó poniendo dos barcazas amarradas justo debajo del puente de Aelio, cerca de la pared norte de la ciudad; con una rueda de agua entre ellas, de modo que la corriente, que corría con fuerza debajo del arco del puente, movía los molinos que se colocaron en las barcazas.
Los godos cuando se enteraron de este dispositivo por desertores, y enviaron flotando por el río una gran cantidad de grandes troncos de árboles y cuerpos de romanos muertos, y por este medio lograron alterar el funcionamiento de la maquinaria. Sin embargo, el ingenio de Belisario fue igual a esta ocasión también. Hizo que atravesaran largas cadenas de hierro a través de la abertura del puente, que interceptaba todo lo que bajaba del río, y se empleaban hombres de vez en cuando para limpiar las obstrucciones que se habían acumulado. Este artificio cumplía un doble propósito, ya que evitaba la posibilidad de un ataque nocturno por parte de los barcos que navegan bajo el puente.
Al cabo de unos cuantos días, Vitiges empezó a pensar que la captura de Roma no sería una tarea tan fácil como había imaginado. Por lo tanto, decidió ver si Belisario podía ser inducido a rendirse mediante una oferta con condiciones honorables. Un jefe godo llamado Albos, acompañado por varios otros nobles, fue enviado a la ciudad con una comunicación a Belisario. Por supuesto su oferta fue rechazada. Y decidió tomar la ciudad por asalto.
Se construyeron gran número de todas las máquinas que los ingenieros militares de aquellos tiempos habían ideado para el asalto a una fortaleza. Había torres de asalto de madera sobre ruedas, también estaban los arietes, las escaleras de asalto, las fajinas o haces de leña o juncos para llenar los fosos, también catapultas.
Belisario, por su parte, estaba igualmente ocupado en organizar la defensa. Su ejército era solo de 5.000 hombres, y le costaba mucho pensar en distribuir esa pequeña fuerza para sacarla el mayor provecho. La tumba del gran emperador Adriano, el actual castillo de Sant Ángelo se convirtió en un fuerte. En torno a los muros de la ciudad, Belisario montó los ingenios destructivos que servían a los romanos como máquinas de artillería que lanzaban proyectiles con tremenda velocidad y efecto.
No fue sino hasta el decimoctavo día de asedio cuando los godos se consideraron listos para comenzar el ataque. Tan pronto como salió el sol, los romanos reunidos en la muralla norte vieron con terror, como el innumerable ejército del enemigo que se acercaba con sus gritos y sus torres de asedio arrastradas por bueyes. Los ciudadanos estaban aterrados pero veían a Belisario, que se echaba a reír y ordenaba a los soldados que no dispararan una flecha hasta que diera la orden. Cuando el enemigo llegó al borde del foso, Belisario dio la señal a todo el ejército para descargar sus flechas, ordenando que apuntaran solamente a los bueyes. En unos instantes todos los bueyes fueron muertos, y las enormes máquinas quedaron detenidas.
Cuando Vitiges vio que el ataque en el lado norte había fracasado, decidió dirigir sus esfuerzos hacia el lado oriental, hasta el barrio de la puerta de Praenestine, hacia la que se acercaba otro cuerpo de godos, también con sus torres de asedio y sus arietes. Había dejado un gran destacamento en el lado norte, con las órdenes de que no hacer ningún intento de asalto de las murallas, sino que debía mantener una descarga de flechas, para que Belisario no sospechara que el asalto principal estaba teniendo lugar en otra parte.
Una vez que Belisario se enteró del ataque principal, los godos habían roto muralla exterior y se apiñaban en un recinto entre ambas murallas. Belisario ordenó a uno de sus principales oficiales que hiciera un ataque contra la multitud reunida entre los muros. El ataque inesperado causó entre los godos una gran confusión, y murieron por miles cuando intentaron escapar por la brecha por la que habían entrado. Entonces, abriendo la puerta, Belisario salió con el cuerpo principal de su ejército para perseguir a los fugitivos, quienes transmitieron su terror a sus camaradas más allá del muro exterior. Pronto los sitiadores se pusieron en fuga, y Belisario ordenó que se quemasen la torres abandonadas y los arietes.
Por todas partes, el ataque godo terminó en desastre. 30.000 godos murieron, y otros muchos miles fueron heridos, y habían perdido el material de asedio.
Después de este rotundo fracaso, no hubo más intentos de asaltar las murallas de Roma. Durante el resto del largo asedio, el objetivo de Vitiges era obligar a Belisario a rendirse por hambre, o tentarle para hacer salidas infructuosas.
Belisario había adivinado el bloqueo de los godos, y tomó medidas para economizar las existencias de provisiones en la ciudad. El mismo día después de la batalla ordenó que las raciones diarias de comida para los soldados se redujeran a la mitad. La disminución se compensaría con el aumento de la paga en dinero, y todas las mujeres, niños y esclavos de la ciudad fueron enviados a Nápoles, algunos de ellos transportados en barcos, otros viajando a pie por la vía Apia.
Belisario no recibió ninguna noticia de las tropas adicionales que el Emperador había prometido enviarle. Habían salido de Constantinopla en Navidad, pero al encontrarse con el tiempo tormentoso, habían buscado refugio en la costa occidental de Grecia, y seguían allí.
Finalmente, Valeriano y Martín, con 1.600 hombres, llegaron a Roma, lo que levanto la moral de la población, Belisario se aventuró a enviar grupos de arqueros montados para hostigar a los godos, su táctica era disparar sus flechas al enemigo, regresar a galope. Después de repetir la maniobra muchas veces, Vitiges envió un grupo de 500 jinetes para ocupar una posición cerca de las murallas romanas y cortarles la retirada. Belisario envió un millar de jinetes e infantes, que los atacaron por sorpresa, derrotándolos, los supervivientes regresaron y contaron lo ocurrido. Tres días después, fue enviado un segundo grupo de 500, elegidos por su conocida valentía entre los siete campamentos. Esta vez fueron atacados por una fuerza tres veces superior, y murieron casi todos.
Las fuerzas bizantinas cada vez más envalentonadas pidieron a Belisario asaltar uno de los campamentos. Finalmente, accedió en contra de su voluntad y realizaron una salida, tras duros combates, los bizantinos fueron puestos en fuga, el enemigo persiguiéndolos casi hasta las murallas. Algunos de ellos lograron pasar por las puertas y que se cerraron a toda prisa, dejando a sus compañeros entre el foso y la muralla. Pero los godos no atacaron y se retiraron.
Belisario reanudó su plan de escaramuzas con arqueros montados, y así pasaron los tres meses siguientes del asedio. Hacia el verano, un tal Euthalio desembarcó en Terracina, a unos 100 kilómetros de Roma a lo largo de la vía Apia, llevó consigo la paga que se debía a los soldados. En aquellos momentos la comida habría sido más bienvenida que el oro, porque los sitiados empezaban a padecer hambre.
Vitiges decidió bloquear los accesos meridionales a la ciudad; para ello tomó un punto situado a unos 4 kilómetros de Roma, donde dos líneas de acueductos se cruzan dos veces a unos pocos cientos de metros, y convirtió los arcos en una fortaleza, guarneciéndola con 7.000 efectivos, cortando la vía Apia y la vía Latina.
Los sitiados estaban pasando hambre, y se propagó el rumor de que un ejército imperial estaba en camino, pero Belisario no sabía nada. Así es que envió a su secretario Procopio a Nápoles para ver qué verdad había en la historia, y si no fuera cierto, reclutar los soldados que pudiera y enviar víveres por mar para aliviar las necesidades de los sitiados.
Procopio llegó a Nápoles, pero de las tropas esperadas todavía no se había oído hablar nada. Pudo reunir 500 hombres, y coger de naves y para cargarlas con provisiones. Antes de que sus preparativos se completasen, llegó la noticia de que un ejército de unos 5.000 hombres estaba en movimiento. A finales del otoño, este grupo de soldados llegó a Ostia, la mitad de los cuales habían viajado por la vía Apia, y los demás llegarían por mar a cargo de la flota.
El rey Vitiges había manejado las cosas tan mal que su propio ejército también sufría de falta de comida. La hambruna y las enfermedades también estaban mermando rápidamente las filas de los sitiadores, y su moral bajó tanto, que los bizantinos pudieron asumir la ofensiva, e incluso interceptar los suministros de grano y de ganado en su camino hacia los campamentos godos.
Cuando los godos oyeron que »un inmenso ejército» acudía al alivio de Roma, enviaron mensajeros para pedir la paz. Mientras se discutían los detalles, Belisario había llevado los nuevos soldados, y las cargas de los buques de aprovisionamiento, de Ostia a Roma. Los godos no se atrevieron a ofrecer ninguna oposición, pensando que si lo hacían, se romperían las negociaciones.
En diciembre recibió refuerzo de 5.600 hombres, al mando de Juan el Sanguinario. Hacia Navidad, se firmó una tregua de tres meses, se intercambiaron rehenes, y los embajadores godos partieron hacia Constantinopla, acompañados por una escolta romana. Belisario envió entonces 2.000 soldados, bajo el mando de Juan el Sanguinario, a Alba Fucentia, a unos 100 km al este de Roma, con las órdenes de no hacer nada mientras la tregua no se rompiera, pero tan pronto como los godos cometieron cualquier acto de hostilidad, devastaría los territorios godos.
El pretexto requerido no tardó mucho, un centinela de Roma, informó que había visto luces. Pero cuando al día siguiente Belisario oyó la historia, adivinó de inmediato que los godos, imitando su propia estratagema en Nápoles, intentaban entrar en la ciudad a través de un acueducto, se examinó el acueducto y se encontraron en él restos de antorchas y algunas lámparas godas. Belisario colocó una guardia sobre el acueducto, y los godos no intentaron entrar en la ciudad por ese medio.
En otra ocasión, los godos habían preparado escaleras y antorchas para hacer un ataque durante la hora de la comida, pero el plan fue descubierto y los atacantes se dispersaron con grandes pérdidas. El tercer intento de Vitiges fue sobornar a dos romanos que vivían cerca de la parte de la muralla que bordeaba el Tíber para dormir a los centinelas con vino drogado. Cuando los centinelas se hubieran dormido, los godos harían su entrada por medio de barcos y escaleras. Uno de los romanos que había tomado parte en la trama, se lo contó a Belisario, señalando a su cómplice, que confesó su culpa y fue enviado al campo godo atado en un asno y con su nariz y orejas cortadas.
Después de estos acontecimientos, Belisario, dio la orden a Juan de que comenzara las hostilidades de inmediato. Juan con sus 2.000 jinetes se dirigió hacia el norte, saqueando y destruyendo todo lo que perteneciente a los propietarios godos, pero respetando escrupulosamente las posesiones de los italianos nativos. Un ejército de godos, bajo Viliteo, el tío del rey Vitiges, fue a su encuentro, pero en la batalla Viliteo fue muerto y sus hombres masacrados. Después de esta victoria, Juan marchó adelante sin oposición a Rímini, en el Adriático, donde fue invitado por los habitantes romanos. La guarnición goda, tan pronto como se enteraron de su presencia, huyeron a Rávena, y Juan ocupó Rímini sin lucha. Pensaba que los godos levantarían el asedio de Roma al enterarse de que estaba a un día de marcha de Rávena.
Mientras que Juan estaba en Rímini, recibió cartas de la reina Matasunta, ofreciendo traicionar a los godos y convertirse en su esposa. Sin duda, la propuesta incluía el asesinato de Vitiges, a quien odiaba todo el corazón por haber sido obligada a casarse con él.
Vitiges cuando se enteró de que Rávena estaba amenazada, se puso en camino a finales de marzo de 538, los centinelas de las murallas de Roma informaron que los siete campamentos góticos habían sido incendiados y que todo el ejército de los sitiadores se movía hacia el norte a lo largo de la vía Flaminia.
Belisario reunió a todos sus soldados y, esperó a que la mayoría de los godos hubieran cruzado el río por el puente Milvio, después dirigió una furiosa carga contra los que aún no habían cruzado. Los godos huyeron confundidos, y muchos miles de ellos perecieron, unos en la lucha, otros en prisa por escapar, fueron aplastados por sus compañeros, y otros cayeron en el río con su armadura y se ahogaron. Así terminó el primer asedio de Roma por los ostrogodos.
Asedio ostrogodo de Rímini y Milán 358
Para evitar que Juan fuese destruido por los godos, Belisario puso a 1.000 jinetes bajo dos fieles oficiales, Hildiger y Martín, y ordenó que comunicaran a Juan sus órdenes de retirarse con su caballería de Rímini, y de dejar la defensa a cargo de una pequeña guarnición de infantes. Belisario pensó que si Vitiges descubría que Rímini no tenía oficiales importantes para ser valiosos como prisioneros, no valdría la pena asediar la ciudad, además aunque lo hiciese, Juan y sus jinetes podían causar a los godos una gran molestia y probablemente obligarles a abandonar el asedio.
Hildiger y Martin llegaron a Rímini y entregaron sus órdenes a Juan, que se negó rotundamente a obedecer, y los dos oficiales regresaron a Roma. Dejaron atrás a los soldados de infantería, pero llevándose consigo a unos pocos de la guarnición de Rímini, que siendo parte de la propia guardia de Belisario no estaban sujetos a los mandatos de Juan.
Poco después el ejército de godos llegó a Rímini e intentó asaltar las murallas con la ayuda de una torre de madera sobre las ruedas, pero esta vez era empujada por hombres en vez de bueyes. Juan hizo una salida nocturna y la destruyó. Los godos decidieron no intentar más asaltos, sino que esperaron al ejército de rescate de Belisario.
Mientras los godos estaban acampados delante de Rímini, un cuerpo de 1.000 bizantinos entraron en la ciudad e Mediolanum (Milán), por invitación de sus habitantes. Vigetio se enfureció y envió a su sobrino Urayas (Wraihya), con un destacamento para sitiar la ciudad, ordenándole que cuando la tomara, no mostrase misericordia con los traidores. A Urayas se le unieron 10.000 burgundios, a quienes el rey franco Teodoberto había enviado en ayuda de los godos, y Milán estaba tan estrechamente bloqueado que no se podía introducir nada la ciudad.
Justo en este momento, verano de 538, un nuevo ejército imperial desembarcó en Ancona, mandados por Narsés, el chambelán del Emperador. Belisario avanzó con todo su ejército para encontrarse con él. Los dos líderes se reunieron en Firmium, ciudad cercana a la costa adriática, a un día de marcha al sur de Ancona, y se celebró un gran consejo de guerra para decidir sobre el plan de operaciones que debía adoptarse. La cuestión debatida era si el primer paso debía ser aliviar la guarnición de Rímini, o hacer un ataque a la fortaleza de Auximum, que era defendida por 4.000 godos mandados por Visandio. Al final se decidió por Rímini.
Cuando se acercaban a Rímini, el ejército sitiador huyó a Rávena dejando atrás a los heridos. Belisario logró capturar las fuertes fortalezas de Urbinum y Urbs Vetus (Orvieto). Pero las disensiones entre los generales causaron la pérdida de Milán. Belisario había enviado un gran cuerpo de tropas, bajo la dirección de Martín y un oficial de godo llamado Wilihari, al rescate de la sitiada ciudad; pero los oficiales permanecieron ociosos durante meses acampados en la orilla sur del Po. Escribieron a Belisario pidiendo ayuda, ya que no se atrevían a cruzar el río, siendo tan enormemente superados en número por los godos y burgundios. Belisario escribió ordenando a Juan y Justino a marchar para liberar Milán, pero se negaron a obedecer, porque solamente seguían las órdenes de Narsés. Por fin, a principios del año 539, se vio obligado a humillarse para pedir a Narsés que les diera la orden; sin embargo, cuando consintió fue demasiado tarde. Antes de que la orden pudiera ser ejecutada, Milán había caído.
La ciudad se rindió por el hambre, pero Mundila se dirigió a sus 1.000 hombres, para realizar una carga desesperada sobre el enemigo. Pero los soldados no le siguieron y prefirieron rendirse, y salvar sus propias vidas, dejando a los desventurados ciudadanos a su destino.
Todos los hombres de la ciudad fueron asesinados (300.000 según las fuentes, pero el número parece increíble), las mujeres fueron entregadas como esclavas a los burgundios, y Milán fue arrasada. Las ciudades de los alrededores, temiendo un destino similar, se apresuraron a ofrecer su sumisión, y sin más derramamiento de sangre los godos fueron una vez más amos de la provincia de Liguria.
Belisario contó lo ocurrido al Emperador, que ordenó a Narsés que volviese de inmediato a Constantinopla y nombró formalmente a Belisario jefe supremo del ejército de Italia.
El resto del año 539 de mayo a diciembre, Belisario sitió Auximum, cerca del Adriático, y sus lugartenientes sitiaban Faesulae, cerca de Florencia. La valiente guarnición de Auximum sufrió penurias crueles, pero fue animada por continuas promesas de ayuda inmediata de Rávena. La ayuda nunca llegó, cuando Faesulae cayó, la esperanza de los hambrientos defensores de Auximum se desmoronó. La ciudad se rindió y 4.000 soldados se pasaron a los bizantinos.
Mientras estos dos asedios continuaban, el rey Teodoberto de los francos, con 100.000 hombres, cruzó los Alpes en el norte de Italia. Los godos, pensando que venía a ayudarlos, no hicieron preparativos para la defensa, y huyeron en gran confusión cuando sus supuestos amigos de repente hicieron un feroz ataque a su campamento. Los bizantinos creyeron que los francos estaban de su lado, pero Teodoberto lo que quería era meramente enriquecerse por el robo. Después de saquear imparcialmente ambos campos, regresó a su reino cargado de botín, pero había perdido tantos hombres por enfermedad que no había muchas razones para felicitarse. Su acción provocó una hambruna, 50.000 campesinos murieron de hambre solo en la provincia de Piceno.
Belisario era entonces dueño de toda Italia, excepto Rávena y la zona septentrional de la actual Lombardía. Tan pronto como terminó el asedio de Auximum, marchó con todo su ejército para Rávena en la que el rey Vigetio se había refugiado. Las operaciones de Belisario fueron perturbados por la llegada de embajadores de Justiniano, facultados para ofrecer a los godos términos de paz.
Las condiciones eran demasiado generosas a los ojos de Belisario: el derecho a mantener un reino independiente en el noroeste de Italia, pero a condición de que lo compensaran con un tributo consistente en la mitad de su tesoro para el Imperio. Esta situación condujo a un impasse. Belisario regresó a Constantinopla.
Hildivaldo sobrino de Teudis fue elegido rey de los visigodos y Vigetio fue enviado a Constantinopla como rehén, viviendo como un patricio dos años más antes de morir. Su viuda se casó con el emperador Germánico.
Justiniano envió a Rávena el más enérgico e inescrupuloso de sus funcionarios, un tal Alejandro apodado el «Tijeras». Este personaje había recibido una autoridad casi absoluta sobre el gobierno de Italia. Usó su poder para oprimir a todas las clases no solamente a los italianos nativos y a los godos que se habían sometido al Imperio, sino también a los soldados, a quienes engañaba bien con su paga o bien castigados con fuertes multas por delitos insignificantes o imaginarios.
Reacción ostrogoda
En 540, los ostrogodos eligieron como nuevo jefe a Totila o Baduila. Este godo “nacionalista”, era un brillante general.
Batalla de Faventia 542
En la primavera de 542, en Faventia (actual Faenza), se enfrentaron el ejército ostrogodo bajo el rey Totila que disponía de 5.000 efectivos con las fuerzas bizantinas de los generales Constantino y Alejandro que disponían de 12.000 efectivos. Antes de la batalla, Valaris, un godo gigantesco, desafió a cualquier bizantino a un combate singular, un soldado bizantino de origen armenio llamado Artabazo, aceptó el desafío, durante el mismo Valaris murió en el lance y Artabazo quedó herido de muerte. Totila resultó victorioso, el ejército imperial quedó dispersado, habiendo perdido una gran cantidad de en muertos y prisioneros, comenzando el resurgimiento de la resistencia goda ante la reconquista romana de Italia.
Batalla de Mucella o de Mucellium 542
Tras la batalla de Faventia, Totila envió parte de sus tropas para atacar a Florencia. Justino, el comandante bizantino de Florencia, había llevado a cabo una inadecuada defensa de la ciudad contra el asedio, y rápidamente pidió la ayuda a los demás comandantes bizantinos de la zona: Juan, Besas y Cipriano. Reunieron sus fuerzas y llegaron en socorro de Florencia. En respuesta, los godos levantaron el asedio y se retiraron hacia el norte, a la región de Mucella o Mucellium (la actual Mugello). Los bizantinos los persiguieron, con Juan y sus tropas liderando la persecución y el resto del ejército siguiéndoles detrás.
De pronto, los godos se precipitaron sobre los hombres de Juan desde lo alto de una colina. Los bizantinos inicialmente resistieron, pero pronto se extendió el rumor de que su general había caído, tras lo cual rompieron filas y huyeron hacia la fuerza bizantina principal venía detrás. Su pánico, sin embargo, sorprendió a estos, y todo el ejército bizantino se dispersó en desorden. Los godos tomaron muchos prisioneros, que fueron tratados bien e incluso persuadidos a unirse al ejército godo; mientras que los generales bizantinos huyeron a reductos aislados (Besas a Spoleto, Justino regresó a Florencia, Cipriano a Perugia y Juan a Roma), y en adelante no volvieron a cooperar en la lucha contra los godos.
Asedio de ostrogodo de Nápoles 542
Por fin, en el verano de 542, el ejército visigodo acampó delante de Nápoles, un tal Conon defendía la ciudad con 1.000 efectivos.
El ejército del Emperador en Italia se hallaba en un estado de motín general por el impago de sus salarios, de modo que los generales no podían hacer nada para aliviar Nápoles. Justiniano envió una considerable fuerza terrestre y marítima desde Constantinopla, pero sus comandantes no eran rivales para el genio de Totila.
La flota fue derrotada, y el más importante de los líderes de la expedición, Demetrio desfiló delante de las murallas con un collerón alrededor de su cuello. Totila ofreció una rendición honrosa a ciudad, y los habitantes respondieron que si en tres meses no recibían ayuda se rendirían. Terminado el plazo abrieron sus puertas, los habitantes eran libres para irse o permanecer. Conon y la mayoría de sus soldados fueron puestos a bordo de barcos, y tenían libertad para navegar a cualquier puerto que preferían. Trataron de ir a Roma, pero el tiempo no era propicio y finalmente lo hicieron a pie.
Regreso de Belisario (544 – 549)
El Emperador ante los fracasos decidió acudir de nuevo a Belisario, que había caído en desgracia por los celos imperiales de sus éxitos, pero le concedió muy pocas fuerzas.
En mayo del 544, Belisario fue a tomar el mando de los ejércitos italianos. Lo que se encontró era decepcionante, los soldados bizantinos en Italia estaban completamente desmoralizados por la vergonzosa opresión que habían sufrido a manos de los gobernadores de Justiniano y por el espectáculo de la pereza y rapacidad de sus propios comandantes. Gran número de ellos habían desertado a Totila, a cuyo servicio podían por lo menos estar seguros de su paga.
Pero cuando pasó un año, sintió que los godos nunca serían conquistados con los medios que tenía. Por lo tanto, escribió una carta urgente al Emperador, rogándole que enviara a Italia un ejército digno del nombre, y dinero para pagar los atrasos que se debían a las tropas bárbaras. Dejó Italia y esperó en Dirraquio (Durazzo), al otro lado del Adriático, hasta que los soldados llegaron de Constantinopla.
Roma estaba asediada y a punto de rendirse. Finalmente, el Emperador, después de haber agotado todas las excusas posibles, Justiniano envió un ejército a Durazzo. Tan pronto como llegó, Belisario se embarcó con las tropas, y después de un viaje de cinco días sus barcos fondearon en Ostia, el puerto de Roma.
Conquista bizantina de Roma 546
La primera preocupación de Belisario era hacer llegar a Roma los suministros. Pero su plan requería la ayuda de Bessa el comandante de Roma, y este se negó a obedecer sus órdenes. Después de este fracaso Belisario se preparó para un ataque al campamento godo, a 10 kilómetros de Roma, ya medio camino entre la ciudad y el puerto. Totila había construido un puente de madera en el río, y había erigido sobre él dos torres, que guarneció con 400 soldados. Belisario, dejando a su esposa Antonina y sus tesoros en el puerto, a cargo de uno de sus oficiales llamado Isaac, partió con una flota de buques, encabezada por dos lanzafuegos, para destruir el obstáculo. Mandó decirle a Bessa que, secundase su ataque con una salida desde las puertas de Roma.
El ataque al puente fue un éxito, una de las torres se incendió y 200 godos perecieron en las llamas. Pero Bessa no hizo la salida esperada. Isaac hizo un ataque contra un fuerte contingente enemigo, y fue derrotado y capturado.
Finalmente, los defensores abrieron la puerta de Asinar y Roma volvió a caer en manos de los godos, fue en la tarde del 17 de diciembre de 546 cuando Totila y su ejército pasaron por la puerta. Totila no se sentía muy seguro de que y temía una trampa, por lo que hizo que sus hombres permanecieran en un cuerpo compacto cerca de las puertas hasta el día siguiente. Durante la noche se le informó de que el ejército imperial y sus dirigentes habían huido de la ciudad, y algunos de sus oficiales le instaron a perseguirlos. Cuando llegó la mañana estaba claro que el informe era cierto. La ciudad estaba desierta, a excepción de unos pocos soldados que se habían refugiado en las iglesias, y unos 500 de los ciudadanos.
Una vez que el largo asedio había terminado, Totila pudo volver su atención a las otras partes de su reino, que habían estado sufriendo los estragos de los ejércitos imperiales. Llegó a la extraña resolución de abandonar Roma por completo, destruyendo una gran parte de las murallas para que ya no pudiera estar a disposición del enemigo como fortaleza.
Belisario se apresuró a salir del puerto, y encontrándose sin resistencia, tomó posesión de Roma. Por supuesto, no había tiempo para reconstruir la fortificación apropiadamente, pero al poner a los hombres a trabajar día y noche, logró en tres semanas erigir un muro donde Totila había destruido las defensas originales. Los habitantes regresaron a la ciudad, que volvió a recuperar su aspecto habitual.
Asedio ostrogodo de Roma
Cuando Totila oyó lo que había sucedido, marchó apresuradamente con todo su ejército a Roma. Cuando llegó Belisario todavía no había podido poner nuevas puertas en el lugar de las que habían sido destruidas, pero la ciudad fue defendida con tanto ánimo que después de tres furiosos intentos de asalto, los godos se vieron obligados a abandonar la empresa.
Belisario completó las fortificaciones de la ciudad y envió las llaves de la ciudad a Justiniano como prueba de su éxito. Pero aunque la reocupación de Roma fuese una maniobra inteligente, era más vistosa que útil y no ayudaba a acercar el fin de la guerra.
Después de varios meses de escaramuzas inútiles, Belisario sintió que los godos no podían ser conquistados por un general que no tenía medios los medios suficientes. Cansado de la lucha desesperada, permitió a su esposa ir a Constantinopla para solicitar su retiro.
Justiniano concedió la petición, ya principios del año 549 Belisario abandonó Italia para no volver a ella. Había permanecido cinco años en Italia, e incluso había gastado su dinero reclutando fuerzas.
Belisario vivió dieciséis años más, durante el cual realizó una hazaña digna de su fama anterior, al salvar a Constantinopla de los hunos. Cerca del final de su vida cayó en desgracia una vez más a causa de una supuesta traición. En la vejez y con ceguera Belisario tuvo que pedir puerta a puerta.
Regreso de Narsés
En el 549, Justiniano reemplazó a Belisario por el general eunuco Narsés, en quien tenía mayor confianza. Este tenía 70 años y era el jefe del Tesoro real. Había demostrado sus dotes como general en la lucha contra los búlgaros. Exigió al emperador Justiniano fondos ilimitados para reclutar tropas para llevar a cabo su misión.
Conquista ostrogoda de Roma
Tras la partida de Belisario, Roma cayó de nuevo en manos ostrogodas. Los soldados bizantinos estaban descontentos por la demora en la paga, y ofrecieron abrir las puertas a Totila. La puerta de San Pablo, en el noroeste, fue abierta por los traidores, y Totila y la vanguardia de su ejército entraron en la ciudad. Los soldados imperiales huyeron en todas direcciones a través de las otras puertas, pero Totila había enviado destacamentos para interceptar su huida, y muy pocos lograron escapar.
Sin embargo, un valiente oficial entre los sitiados, Pablo de Cilicia, que con sus 400 hombres se refugiaron en la tumba de Adriano (actual castillo de San Ángelo), y se dispuso a sostenerla contra todos los ataques. Pero los godos cercaron la fortaleza, y esperaron que el hambre hiciese su trabajo. Cuando no pudieron aguantar, decidieron hacer una carga suicida. Salieron por la puerta del castillo, y antes de llegar a las líneas godas; se encontraron con una bandera de tregua. Era una oferta inesperada del rey godo, por la que los enviaría indemnes a Constantinopla, con la condición de deponer las armas y prometer no volver a luchar contra los godos.
Batalla de Tagina o Taginae 552
Nuevamente, los godos eran los dueños Italia, los restos dispersos de los ejércitos imperiales mostraban pocas señales de poder ofrecer una seria resistencia. Totila envió entonces una embajada a Justiniano, ofreciéndose ser su vasallo, a condición de ser reconocido como el gobernante de Italia.
En la primavera de 552, Narsés inició la marcha hacia Italia por carretera con un numeroso ejército, se cree que eran 20.000 hombres entre hunos, lombardos, gépidos, hérulos y persas. Al llegar al extremo norte del mar Adriático, se encontró en Venecia con los francos que le cerraban el paso. Como carecía de suficientes naves para transportar su ejército por mar continuó el avance pegado a la costa hasta Rávena, las embarcaciones debían navegar próximos, de modo que cuando se encontrasen con un río, se pudiera hacer un puente de barcos para que los soldados pasaran.
En R-avena se le unieron los restos del ejército romano que quedaban allí, y después de un descanso de nueve días avanzó hasta Rímini (Ariminum). En el puente sobre el río Marecchia hubo una escaramuza, en la que Usdrila jefe de la guarnición de Rímini muerto, y su cabeza llevada al campamento romano. Narsés no se detuvo para intentar la captura de Rímini, sino que se apresuró por la vía Flaminia. Continuó hasta Ad Ensem (Scheggia) en la cumbre del paso de los Apeninos, y se acercó a la pequeña ciudad de Tagina, donde Totila se había unido el ejército de Teias y estaban acampados.
Totila se encontraba cerca de Roma cuando supo que Narsés había llegado a Rávena. Inmediatamente, atravesó Toscana y se unió a Teias y acampó su ejército en el pueblo de Tagina (Gualdo Tadino, cerca de Gubbio) a unos 20 kilómetros al sur de donde se encontraba Narsés.
Llegado a su posición, Narsés envió una embajada a Totila pidiéndole que se rindiera, este le contestó que en ocho días más se enfrentarían. Narsés sospechando que era una treta del godo, decidió iniciar el combate al día siguiente, lo que resultó acertado, pues a la mañana siguiente Totila avanzó sobre el ejército bizantino.
Narsés tenía un ejército de 25.000 hombres de los cuales 3.000 eran jinetes y 8.000 arqueros.
Totila solo disponía de 15.000 hombres de los cuales 2.000 eran jinetes. Esperaba refuerzos de Teias con otros 2.000 jinetes.
Narsés ocupó una colina con 50 arqueros, esta colina que representaba gran importancia estratégica, pues resguardaba el flanco izquierdo de su ejército, esta fue atacada varias veces por la caballería goda, pero mantuvieron la posición.
Narsés desplegó su ejército en forma de arco, con la infantería en el centro, mandó descabalgar 8.000 lombardos y hérulos y formó una sólida falange al mando de Johanes. En el ala derecha situó 4.000 arqueros a pie protegidos por estacas y detrás 500 jinetes al mando de Valeriano. El ala izquierda estaba bajo el mando de Faras que contaba con 500 jinetes, y otros 4.000 arqueros protegidos por estacas, y otros 1.000 jinetes más allá de la colina donde estaban los 50 arqueros al mando de Súnico. Ambas alas estaban en oblicuo en una formación muy parecida al de la batalla de Crézy.
Totila formó a sus 2.000 jinetes a vanguardia, y los 11.00 infantes, cuya mayoría eran arqueros detrás. Su propósito era ganar la batalla con una sola carga, rompiendo el cerco enemigo.
Totila cabalgó delante de las líneas godas, pavoneándose vestido con una armadura dorada y ropas moradas, y mostrando su habilidad en la equitación, galopó en círculos, lanzando su lanza «como si hubiera sido entrenado para el circo«, dice Procopio. Pero al mediodía llegaron los dos mil jinetes, y luego Totila se retiró a su tienda y cambió su vestido, mientras sus soldados comían.
En cuanto terminó esto, ordenó a sus hombres formar e hizo un súbito ataque a las líneas bizantinas. Pero Narsés había adivinado su intención, y los bizantinos permanecieron en perfecto orden, y su comida les fue servida en las filas.
Totila mandó cargar a su ejército por el centro, esperando, al parecer, que la energía del choque derrumbase a las fuerzas de Narsés, pero Este era un general muy hábil. Movió a sus arqueros hacia delante, de modo que la caballería goda recibiera un aluvión mortal de flechas desde los dos flancos. Las bajas de Totila fueron terribles. Entonces, mientras el ejército ostrogodo continuaba luchando con ímpetu, Narsés desplazó a su caballería para atacarle por los flancos.
Al final de la tarde, el ejército ostrogodo estaba totalmente desorganizado y Narsés lanzó un ataque general. Las líneas ostrogodas perdieron la cohesión y sus tropas se dispersaron. Los ostrogodos sufrieron un total de 6.000 muertos.
Después de la lucha, el rey de los godos escapaba del campo de batalla acompañado por dos o tres de sus leales, cuando Asbad, el jefe de los gépidos se precipitó hacia él con su lanza, en la oscuridad, sin saber quién era. Los godos llevaron a su rey hasta Caprae, una aldea a 10 kilómetros de distancia, donde fue enterrado en secreto.
Después del desastre, el resto del ejército godo se retiró al norte de Italia para pedir ayuda a los francos, y allí Teias fue elegido rey de los godos. Narsés se apresuró a Roma, y después de un breve asedio la ciudad fue capturada por quinta vez durante el reinado de Justiniano.
Cuando Teias encontró que no podía esperar ayuda franca, marchó con todo su ejército al rescate del hermano de Totila, Aligerno que estaba siendo asediado por un fuerte contingente enemigo en la ciudad-fortaleza de Cumas, donde una gran parte del tesoro godo estaba depositado.
Batalla de Mons Lactarius 552-553
Teias deseaba retrasar el combate desigual mientras pudiera y situó su campamento en una posición fuerte, cerca del pie del Vesubio, protegido por un profundo y estrecho barranco, en cuyo fondo corre el río Sarno.
Narsés acudió a Cumas con todo el ejército. Los dos ejércitos se encontraron a ambos lados del barranco, se acosaban entre sí lanzándose proyectiles. En octubre de 552 (o a principios del 553) Narsés no podía desalojar a los godos de su posición por la fuerza, ni inducirlos a abandonar el campamento godo, que estaba situado de tal manera que, podía mantenerse aprovisionarse vía marítima, y la intención de Teias era aguantar hasta tener condiciones favorables.
Después de dos meses, el almirante de la flota goda se volvió traidor y entregó a los romanos las provisiones que traía para sus compatriotas.
Los godos empezaron a sentir la presión del hambre y se vieron obligados a abandonar su inexpugnable posición. Se dirigieron a las alturas del Mons Lactarius, (actual Monti Lattari), donde todavía estaban seguros de que podían aguantar. Pero sus esperanzas de poder encontrar comida resultaron engañosas.
Pero todavía despreciaban la idea de rendirse a los bizantinos, y su única alternativa era arriesgarlo todo en un desesperado ataque al enemigo. De repente lanzaron por delante sus caballos desbocados, y se precipitaron a pie sobre los asombrados bizantinos. La batalla que siguió fue terrible. Después de luchar durante muchas horas al frente de su ejército, Teias llamó a su escudero para cambiar su escudo, que estaba atravesado con el peso de doce lanzas rotas. Mientras estaba desprotegido, fue traspasado en el pecho por una jabalina Así cayó el último rey godo de Italia.
Los bizantinos le cortaron la cabeza y la exhibieron en un poste, para animar a sus propios soldados y consternar a sus enemigos. Pero incluso la pérdida de su rey era ineficaz para disminuir la furia desesperada de los godos, quenlucharon hasta la caída de la noche, y al amanecer renovaron la lucha, que continuó hasta que la oscuridad los obligó de nuevo a detenerse. Sus partidarios Aligerno, Escipuarno y Gibal fueron muertos o se rindieron.
A la tercera mañana, agotados por el cansancio y el hambre, sintieron que les era imposible luchar más. Sus líderes enviaron embajadores a Narsés para tratar la paz, todo lo que prometían era que nunca volverían a portar armas contra el Imperio, y esto solo con la condición de que se les permitiera salir de Italia sin molestias y de recibir dinero para los gastos de su viaje. Narsés aceptó las condiciones. Así, en marzo de 553, el resto del ejército derrotado partió en su marcha hacia el norte.
Invasión de los francos en Italia
Tras la victoria, Narsés tuvo que sufrir una dura lucha antes de conquistar toda Italia. Las guarniciones godas de las ciudades todavía ofrecían una obstinada resistencia a sus sitiadores, y mientras los generales del Emperador estaban ocupados con sus operaciones de asedio; los francos vieron la oportunidad por la que habían estado esperando. En el otoño, el rey franco Bucelino acompañado de su aliado Leutario rey de los alamanes, entraron en Italia, hasta el número de 80.000 hombres. El valiente Aligerno, que había defendido Cumas durante todo un año, se rindió a los bizantinos, pensando que era mejor convertirse en el soldado del Imperio que esclavo de los francos. Poco después Lucca fue tomada por los bizantinos, pero los godos tenían otras ciudades y abrieron sus puertas a los francos.
El ejército de Bucelino y Leutario se desplazó hacia el sur, sin prisa, saqueando y destruyendo. Cuando se acercaron a Roma se dividieron en dos ejércitos separados, el más grande bajo Bucelino, evitó Roma y marchó a través de Campania, Lucania y Brucio hasta el estrecho de Mesina, mientras Leutario condujo el otro a través de Apulia y Calabria hasta Hydruntum. Las provincias fueron sistemáticamente saqueadas y recogieron un enorme botín. En esta obra de saqueo y devastación hubo una marcada diferencia entre la conducta de los francos y sus camaradas alamanes. Los francos, que eran cristianos ortodoxos, mostraban respeto por las iglesias, pero los paganos alamanes no fueron retenidos por ningún escrúpulo de llevarse objetos sagrados y quemar iglesias.
Batalla de Parma 553
Un contingente de alamanes mandado por un tal Butilino había tomado la ciudad de palma. Un oficial hérulo al servicio de los bizantinos llamado Fulcaris, con efectivos hérulos y bizantinos intentó llevar a cabo un arriesgado plan para tomar la ciudad de Parma de las manos francas.
Fulcaris intentó conquistar la ciudad de Parma mediante un ataque sorpresa usando fuerzas más pequeñas, pero él descuidó la obtención de información.
Butilino conocía sus planes y estableció una emboscada al contingente bizantino, ocultando una parte de sus guerreros en el antiguo anfiteatro de Parma y en otros lugares. Cuando el contingente de Fulcaris entró en la ciudad estaba casi completamente rodeado por las fuerzas francas Butilino, que ordenó un ataque general.
La mayoría de los soldados bizantinos instantáneamente entraron en pánico y trataron de huir porque era evidente que el enemigo era muy superior en número; pero Fulcaris decidió aguantar en su última posición, aunque pudo escapar del peligro, se cubrió la espalda con una lápida y luchó valientemente junto con otros de sus hombres que también decidieron quedarse o simplemente tuvieron que quedarse por tener todas las rutas de escape cortadas. Después de matar a muchos guerreros francos Fulcaris sufrió una herida grave en su cabeza por un hachazo y su cuerpo estaba perforado por varios angones. Esta fue la única derrota campal del ejército bizantino en suelo italiano.
Cuando los francos llegaron a los límites de Calabria, Leutario cargado con el botín, decidió volver a casa para disfrutarlos. No tenía ambiciones políticas, y su único pensamiento era salir con seguridad con su riqueza y no correr más riesgos. Marchó a lo largo de la costa hasta Fanum. Pero allí sus tropas sufrieron considerables pérdidas debido a un ataque de la guarnición romana de Pisaurum, y la mayor parte del botín se perdió.
Abandonando la costa, entró en los Apeninos y llegó al valle del Po, pero desalentado. En la ciudad veneciana de Ceneta, donde paró para descansar, una virulenta plaga afectó al ejército y mismo Leutario fue una de sus víctimas, El resto de las fuerzas se retiraron a sus hogares más allá de los Alpes.
Narsés dispersó sus tropas en las grandes fortalezas de toda Italia central, y él invernó en Roma. En la primavera de 554, su ejército se reunió en Roma y se preparó para un encuentro decisivo con el enemigo.
Batalla de Casilinum o de Volturno 555
Bucelino regresó a Campania y acampó en las orillas del río Vulturno cerca de Casilinum y Capua, que están a solamente unos pocos kilómetros de distancia, en un lugar entre el río y la muralla. Tenía algunas esperanzas de ser reforzado pronto, pues su hermano le había prometido que cuando llegara a Venecia enviaría tropas.
Tan pronto como Narsés se enteró de que Bucelino estaba en Capua, marchó desde Roma con su ejército de unos 18.000 efectivos, y acampó no lejos del enemigo.
La batalla que siguió probablemente se libró sobre la vía Apia que pasa a través de Capua y cruza el río en Casilinum.
El curso de la batalla fue afectado por un accidente. Uno de los capitanes hérulos mató a su sirviente por alguna delincuencia, y cuando Narsés lo llamó a cuenta afirmó, que los amos tenían el poder de la vida y la muerte sobre sus esclavos y que haría lo mismo de nuevo. Fue muerto por orden de Narsés, y los hérulos indignados, se retiraron del campamento y dijeron que no pelearían.
Narsés formó su línea de batalla sin ellos. Puso arqueros y caballería en las dos alas y toda la infantería en el centro, de forma similar a la batalla de Tagina.
Había un bosque a la izquierda, y Valeriano y Artabanes, que mandaban en ese lado, escondieron una parte de sus fuerzas hasta que el enemigo atacase. Narsés mismo ordenó a la derecha. El jefe de los hérulos, Sindual, que ardía en deseos de luchas, pidió a Narsés que esperara hasta que pudiera persuadir a sus seguidores y que les reservaran un lugar. Narsés dejó un espacio abierto en medio de la infantería.
Mientras tanto, dos hérulos que se habían pasado al enemigo y convencieron a Bucelino de que su oportunidad era atacar de inmediato, ya que los romanos estaban consternados por la deserción de las tropas hérulas.
Bucelino había formado su ejército que era de 25.000 a 30.000 efectivos, enteramente de infantería, en forma cuña profunda, para penetrar a través de las líneas enemigas, en dirección al hueco dejado.
Los francos cargaron armados con lanzas, espadas y hachas, confiados en que iban a barrer todos delante ellos a la primera carga. Penetraron en el espacio central que debía haber sido ocupado por los hérulos, desalojando las filas exteriores de infantería romana a ambos lados. Narsés silenciosamente dio órdenes a sus alas para que les atacasen de flanco, y el enemigo fue atrapado entre el fuego cruzado de los arqueros y jinetes arqueros.
Los francos se enfrentaban a ambos lados. Los arqueros de la derecha apuntaban a las espaldas de los que luchaban con la infantería a la izquierda, los arqueros en el ala izquierda al dorso de los que estaban luchando con la derecha. Los bárbaros no entendían lo que estaba sucediendo, estaban pendientes de los enemigos que tenían de frente, pero no podían ver a los enemigos que les disparaban desde atrás. Sus filas fueron gradualmente segadas, y finalmente Sindual y sus hérulos aparecieron en la escena.
La derrota de los francos ya era cierta, y se enfrentaban a la aniquilación. Bucelino fue muerto y solamente un puñado escapó con vida del campo de batalla. Las pérdidas romanas fueron pequeñas. Narsés ganó su tercera victoria, con un plan táctico similar al que había empleado con Totila.
La derrota de los francos fue tan aplastante que no ofrecieron más resistencia, y apresuradamente buscaron su propia tierra. Después de la batalla Narsés entró en Roma, y por última vez en la historia, la ciudad imperial vio las majestuosas ceremonias de una procesión triunfal.
En los meses siguientes, las ciudades que aún se mantenían en manos godas, cayeron una tras otra a manos bizantinas. Los godos que las defendieron se exiliaron o se mezclaron con la población circundante. La nación de los ostrogodos ya no existía. Los ostrogodos fugitivos se dirigieron al norte.
Toda Italia al sur del Po fue restaurada a la autoridad imperial. No hay registros de la subyugación de las provincias transpadanas, donde los godos y los francos todavía estaban en posesión, pero fue lento, Verona y Brixia no fueron recuperados hasta el año 562. En noviembre de ese año Narsés envió las llaves de sus puertas a Justiniano.