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La Primera Cruzada se comprende de dos Cruzadas separadas; la primera fue denominada la Cruzada Popular o de los Pobres y la segunda es la Cruzada Señorial o de los Caballeros.
Cruzada Popular o Cruzada de los Pobres
Estuvo dirigida por dos predicadores: Gualterio sin Haber (Walter el indigente) y Pedro el Ermitaño de Amiens.
Gualterio Sin Haber
Gualterio era el señor de Boissy-sans-Avoir en la isla de Francia. Codirigió la cruzada Popular junto a Pedro el Ermitaño. Al comienzo de la Primera Cruzada, viajaron con sus seguidores, mucho antes del grueso del ejército de caballeros; Gualterio condujo a sus seguidores a través de Sacro Imperio Romano Germánico, El reino de Hungría y Bulgaria hacia las provincias del Imperio romano de Oriente (Bizancio).
Más de 15.000 personas se unieron a la iniciativa del ejército de Gualterio. Carecían de organización y de disciplina, y no habían prestado atención a como alimentar a su ejército cruzado. Como resultado de ello, siempre recurrían al robo, saqueo para alimentarse, quemaron ciudades, y sacrificaron personas a las cuales calificaban como infieles (judíos, musulmanes, etc.) viajando por separado de Pedro el Ermitaño, al que se unieron en Constantinopla.
Pedro el Ermitaño
Pedro era un monje carismático y orador, fue el líder espiritual del movimiento de la cruzada popular o de los pobres. Era conocido por montar un burro y vestirse con ropa sencilla. Él había predicado vigorosamente la cruzada por el norte de Francia y Flandes. Afirmó que había sido designado para predicar por Cristo mismo y fue uno de sus pocos supervivientes de esta cruzada que después se unió a la Cruzada de los Nobles, consiguió cumplir su voto de Cruzado de visitar el Santo Sepulcro en Jerusalén. Moriría solamente unos pocos años más tarde, en suelo europeo.
También luchó con los húngaros, y pudo haber capturado Belgrado. En Nis, el gobernador bizantino hizo ofertas a Pedro el Ermitaño, pero Pedro tenía poco control sobre sus seguidores y las tropas bizantinas eran necesarias para sofocar sus ataques. Pedro el Ermitaño llegó a Constantinopla en agosto, donde se unió con el ejército de Gualterio, que ya había llegado, así como bandas separadas de cruzados de Francia, Alemania e Italia. Otro ejército de bohemios y sajones no logró pasar Hungría donde se dividieron y fueron masacrados.
Marcha conjunta
Esta muchedumbre rebelde comenzó a atacar y saquear fuera de la ciudad de Constantinopla en busca de suministros y alimentos, y una semana después el emperador bizantino Alejo I apresuró el traslado de todos ellos a través del estrecho de Bósforo. Fueron transportadas el 6 de agosto, a las órdenes del emperador bizantino, a Asia Menor. Ellos se establecieron en el campo de Kibotos (llamado por los cruzados Civetot), los cruzados se separaron y comenzaron a saquear los campos, vagando por el territorio de los turcos selyúcidas en los alrededores de Nicea.
Pronto comenzaron desacuerdos sobre qué hacer. Finalmente, los cruzados se dividieron en dos grupos, uno compuesto por franceses, y el otro por los alemanes. Los soldados franceses atacaron la zona de Nicea y regresaron con un gran botín, provocando la envidia de los alemanes que quisieron imitarles. Sin embargo, esta vez los turcos, al mando del sultán del Rüm, Kilij Arslan I, capturó por sorpresa al ejército cruzado. Aquellos que renunciasen al cristianismo y se convirtiesen al Islam serían perdonados, y los que no serían asesinados.
Batalla de Civetot (1096)
La noticia del incidente llegó desde Civitot a los cruzados restantes, a pesar de las razones de Gualterio para esperar el regreso de Pedro el Ermitaño de Constantinopla. En su lugar, prevaleció la opinión de Geoffrey Burel, quien salió al encuentro de los turcos y el 21 de octubre de 1096, dejando en el campamento mujeres, niños y ancianos, los 20.000 hombres avanzaron, pero fueron emboscados por el sultán selyúcida quien preparó una trampa en un valle estrecho, donde les esperaron. Una nube de flechas cayó sobre los cruzados, y cuando empezaron a romperse sus líneas, los turcos cayeron sobre ellos. En pocos minutos, los supervivientes huían en total desorden hacia Civetot, donde estaban empezando las actividades de un día cualquiera.
Muchos peregrinos ni siquiera se enteraron de lo que estaba pasando. No hubo ningún tipo de resistencia organizada. Soldados, mujeres, sacerdotes, todos fueron asesinados por los turcos. Solamente a los chicos y chicas muy jóvenes se les respetó la vida, aunque pasaron a formar parte del sinnúmero de esclavos sexuales de los turcos.
Solamente consiguieron escapar alrededor de 3.000 peregrinos, que consiguieron llegar a un castillo en ruinas en las cercanías del campamento. Allí fueron capaces de resistir los ataques de los turcos, más preocupados de saquear y asesinar que de combatir. Siendo rescatados por las tropas del Imperio bizantino que lideró una expedición para liberarlos, siendo transportados en barcos.
Entre los muertos se encontraban Gualterio, Reinaldo de Breis y muchos otros caballeros alemanes, italianos y franceses, excepto Godofredo Burel que sobrevivió.
Cruzada de los Caballeros o Cruzada de los Príncipes
La Cruzada de los Príncipes o Señorial se hizo en una forma más ordenada que la Cruzada Popular. Se componía de caballeros feudales y fue dirigida por los nobles de diferentes partes de Europa. Los más significativos eran Raimundo IV de Tolosa; el enviado papal Ademar de Monteil; Bohemundo de Tarento, Godofredo de Bouillon y sus hermanos, el religioso Eustaquio y Balduino de Boulogne, Roberto II de Flandes, Roberto II de Normandía, Estéfano II de Blois, Hugo I de Vermandois y el hermano menor del rey Felipe I de Francia, que llevaba el estandarte papal.
Los cuatro principales ejércitos cruzados dejaron a Europa alrededor de agosto del 1096. Ellos tomaron caminos diferentes hacia Constantinopla:
- El primer grupo se componía de caballeros de Lorena (Francia) y de Flandes, estaba comandado por Godofredo de Bouillón junto con sus hermanos Balduino y Eustaquio se dirigieron hacia Constantinopla a través de Alemania y Hungría.
- El segundo grupo estaba compuesto por caballeros normandos del norte mandados por Hugo de Vermandois, hermano del rey Felipe I de Francia, y que portaba el estandarte papal; Estéfano II de Blois, cuñado del rey Guillermo II de Inglaterra; el conde Roberto II de Flandes; y por Roberto II de Normandía. Se dirigieron a Constantinopla vía marítima partiendo desde Bari (Italia).
- El tercer grupo lo componían los caballeros normandos del sur bajo el mando de Bohemundo de Tarento junto con su sobrino Tancredo, que tras reunirse con los normandos septentrionales viajaron juntos hacia Constantinopla.
- El cuarto grupo estaba compuesto por caballeros occitanos dirigidos por Raimundo de Tolosa y a quien acompañaba Ademar de Le Puy, agente pontificio y jefe espiritual de la expedición. Este contingente partió hacia Constantinopla atravesando Eslovenia y Dalmacia.
Se reunieron fuera las murallas de la ciudad entre noviembre de 1096 y abril 1097; Hugo de Vermandois llegó primero, seguido por Godofredo, Raimundo y Bohemundo. Esta vez, el emperador bizantino Alejo I estaba más preparado y hubo menos incidentes de violencia a lo largo del camino.
El tamaño del ejército cruzado todo es difícil de estimar; varios los testigos presenciales dieron diferentes cifras, e igualmente diversas estimaciones han sido ofrecidos por los historiadores modernos. El historiador militar David Nicolle, considera que los ejércitos cruzados constaban de unos 30.000 a 35.000 cruzados, entre ellos 5.000 de caballería. Raimundo tenía el mayor contingente de unos 8.500 soldados de infantería y 1.200 de caballería.
Dada la escasez de alimentos, los cruzados llegaron y acamparon en las puertas de Constantinopla esperando que el emperador bizantino Alejo I les proporcionase alimentos. El emperador bizantino estaba preocupado por esta multitud, a menudo hostil, que provocó muchos incidentes, más allá de su experiencia anterior con los peregrinos de la Cruzada Popular. Además, un viejo enemigo Bohemundo de Tarento lideraba la expedición cruzada.
Con la intención de ejercer algún control sobre los cruzados a cambio de suministros y transporte para Asia Menor, Alejo I exigió que los dirigentes de la cruzada hiciesen un juramento de vasallaje y se comprometieran a entregar a manos bizantinas, todas las tierras que conquistasen de los turcos. Sin más alternativa, la mayoría de los líderes se sometieron al juramento, que con el tiempo dejarían de cumplir.
Asedio de Nicea (1097)
Los ejércitos cruzados pasaron a Asia Menor durante el primer semestre de 1.097, donde se les unió Pedro el Ermitaño y el resto de su pequeño ejército. Además, Alejo I también envió un contingente militar de unos 2.000 efectivos con dos de sus propios generales, Manuel Boutoumides y Tatikios, para ayudar a los cruzados. El primer objetivo de su campaña era Nicea. Anteriormente fue una ciudad bajo el dominio bizantino, pero habiéndose convertido en la capital de los seljúcidas del Sultanato de Rüm.
Llegaron a la ciudad con unos efectivos de 4.200 infantes y 30.000 jinetes, poniéndola bajo sitio a partir del 14 de mayo, la asignación de fuerzas en las diferentes secciones de las murallas, que estaban bien defendidas con 200 torres. Bohemundo acampó en el lado norte de la ciudad, Godofredo en el este, y Raymundo y Adhemar de Le Puy en el sur. Otra fuerza bizantina suministró los barcos necesarios para completar el asedio, dado que estaba situada junto a un lago.
Cuando Kilij Arslan se enteró de que los cruzados habían sitiado Nicea, estaba con la guardia baja. Se apresuró en hacer regresar a su ejército y luego marchó a Nicea con la intención de lanzar un ataque sorpresa en el sur. Kilij Arslan ocultó a su ejército en las colinas densamente arboladas cerca de la ciudad y, cuando pensó que podía tomar al enemigo por sorpresa, Kilij ordenó atacar a sus tropas.
Pero los cruzados estaban completamente preparados para enfrentarse a los turcos en batalla. Antes de la emboscada turca, habían capturado a un espía turco en su campamento, lo obligaron a revelar los planes de Kilij Arslan.
El sultan Kilij Arslan I atacó a los cruzados en la zona de Raimundo de Tolosa, pero estos se mantuvieron firmes y las tropas de Godofredo de Buillón y Roberto de Flandes acudieron en su ayuda, atacándole de flanco y ocasionándole fuertes pérdidas que le hicieron retroceder.
Trás haber hecho frente a la amenaza de los turcos en el campo circundante, los cruzados reenfocaron toda su energía en el asedio. «Nuestros hombres lanzaron las cabezas de los muertos a la ciudad, para que ellos (los turcos) fueran más aterrorizados«, se cuenta en la Gesta. Para los guerreros cristianos, las cabezas de catapultas de los muertos de sus enemigos no eran suficientes: colocaron algunas de esas cabezas en picas y ldesfilaron alrededor de las murallas en un esfuerzo por dar más terror a los corazones de la guarnición turca.
Los turcos, sin embargo, no estaban dispuestos a someterse: pusieron una fiera resistencia contra los cruzados. En represalia, ataron a guerreros cristianos muertos a lo largo de la pared y los dejaron allí para pudrirse.
Después de pasar varias semanas luchando, incapaz de romper los gruesos muros, los cruzados se dieron cuenta de que, si iban a capturar Nicéa, tenían que emplear más de una estrategia. Habían bloqueado a Nicea del mundo exterior, pero el muro occidental quedó sin defensa, dejando a ese lado de la ciudad abierto para recibir suministros de los aliados. Los cruzados no podían escalar las paredes con escaleras. Los intentos anteriores de hacerlo habían fracasado. Tampoco podían bombardear las paredes con piedras usando mangoneles, ya que no podían encontrar piedras lo suficientemente grandes para romper esas paredes. Así, en cambio, bombardearon las paredes con misiles ligeros mientras un contingente de tropas intentaba hacer una mina.
Otro contingente de guerreros cristianos construyó una pantalla, hecha de roble, que tenía un techo inclinado. Esta pantalla fue construida para protegerlos contra las flechas, piedras, proyectiles y agua hirviendo o alquitrán. La acercaron al muro y comenzaron inmediatamente a socavar las paredes. «Así que cavaron los cimientos de la muralla y pusieron maderas para sostener la mina y después las prendieron fuego. Sin embargo, cayó la noche, la torre cayó durante la noche, y esperaron al día siguiente para penetrar por la brecha. De hecho, durante esa noche los turcos construyeron y restablecieron la muralla, y cuando llegó el día, nadie podía dañarlos por ese lado«. Eso hizo mucho más difícil la tarea de los cruzados porque, frente a un enemigo igualmente formidable, tenían que idear una nueva estrategia para tomar Nicea.
A medida que pasaba junio, el calor del comienzo del verano alcanzaba a los cruzados, haciendo que su guerra contra la guarnición turca fuera aún más insoportable de lo que ya era. Pero no estaban solos. Durante todo ese tiempo, el emperador bizantino Alejo I Comneno se aseguró de que le mantuvieran al tanto del asedio, es muy posible que su comandante general, Tatikios, le mantuviera bien informado.
Cuando se dió cuenta de la dificultad de la captura de Nicea, Alejo decidió intervenir.
Los cruzados, mientras tanto, luchaban valerosa y ferozmente, pero los turcos mostraron un nivel similar de destreza militar. Gracias a las fuertes murallas y la ayuda de los aliados, pudieron resistir a los cruzados.
Eso fue hasta que Alejo apareció en las orillas del lago Askaniano con una flotilla. Los turcos se maravillaron al verlos, sin saber si eran fuerzas propias o enemigas. Cuando vieron que era del emperador bizantino, se dieron cuenta de que ya no había esperanza. Los defensores ya no podían recibir refuerzos, Kilij Arslan I negoció en secreto con los bizantinos para entregarles la ciudad, mientras los cruzados la asediaban. Alejo I aceptó la rendición de Kilij Arslan I, que temía que los cruzados destruyesen y saqueasen la ciudad.
Cuando los cruzados despertaron el 19 de junio de 1097, vieron pancartas y banderas bizantinas que enarbolaban sobre los muros de la ciudad de Nicea. No se les permitió entrar en la ciudad, excepto en pequeños grupos supervisados. Sin embargo, esta política se ajustaba a los juramentos de fidelidad hechos a Alejo I, y el emperador aseguró que los cruzados fuesen bien remunerados por sus esfuerzos. Después de entregar la custodia de Nicea a los bizantinos, los cruzados reanudaron su campaña a Jerusalén.
Batalla de Dorilea, Dorileo o Dorylaeum (1097)
Los cruzados continuaron su marcha hacia Jerusalén acompañados por. Su próximo objetivo era Dorilea o Dorylaeum.
Durante la marcha, a vanguardia marchaba Bohemundo de Tarento, detrás a unos 5 km marchaba Godofredo de Buillón y más atrás a otros 5 km Raimundo de Tolosa, siguiendo el curso del río Kara, pasó la confluencia entre este río y el Nane Dere, y siguió el valle del Mane hacia el norte, más al norte en el valle, se había apostado el grueso del ejército turco de Kilij Arslan.
Los exploradores divisaron la presencia de una avanzadilla turca, y Bohemundo ordenó a la infantería montar un campamento, mientras que con su caballería cubría sus trabajos.
La caballería turca atacó e hizo retroceder a la caballería de Bohemundo, que se situó alrededor del campamento, pero los jinetes arqueros turcos lanzaron una lluvia de flechas, causándoles innumerables bajas.
Mientras tanto, el ala izquierda turca atacó de flanco al contingente de Godofredo de Buillón, pero solo alcanzó su retaguardia y algunos rezagados. Al parecer desconocían la entidad de este grupo y la existencia del grupo de Raimundo de Tolosa. Cuando los estaban atacando observaron la vanguardia del grupo de Raimundo que se acercaba, retrocediendo e incorporándose al grueso.
La caballería de Godofredo de Bouillón logró avanzar, atacando a los jinetes arqueros turcos que se dispersaron, detrás venía la infantería que entró en posición rápidamente.
Los turcos, aterrados al ver las fuerzas de Godofredo acercarse, huyeron rápidamente.
Ambos bandos perdieron miles de hombres, de hecho, se estima que en el bando cruzado murieron unos 4.000 soldados y en el turco unos 3.000. Todo el combate no duró más de unas dos horas.
Acabada la batalla, tomaron de nuevo su rumbo a Tierra Santa, el 15 de agosto tomaron Iconio (Konya). A principios de septiembre derrotaron a una fuerza turca cerca de Heraclea, conquistando la ciudad a continuación; más tarde se vuelven a enfrentarse a los turcos cerca de Agóstopolis, derrotándolos de nuevo. El 27 de septiembre tomaron Cesarea de Mazaca (Kayseri), y el 13 de octubre llegan Marash (Kahramanmaras), donde los armenios les dieron la bienvenida, durante el trayecto sufrieron muchas calamidades al cruzar las montañas, perdiendo caballos, animales de carga e incluso algunos soldados vendieron su equipo por comida. Los cruzados solo disponían de 700 a 1.000 caballos de guerra.
Desde Marash un pequeño grupo se dirigió a Tarso, otro dirigido por Balduino de Bolonia se dirigió a Edesa a resolver un asunto entre armenios, fundando el condado Cruzado de Edesa. El grueso continuó camino hacia Antioquia.
Asedio de Antioquia (1097-98)
Antioquía estaba situada en la mitad del camino entre Jerusalén y Constantinopla. El asedio, que comenzó en octubre de 1097, duró cerca de ocho meses. Era una ciudad demasiado grande para que los cruzados pudieran rodearla completamente con su ejército, lo que permitió a la ciudad de Antioquía permanecer parcialmente con suministros.
En marzo, una flota llegó al puerto de San Simeón desde Constantinopla, trayendo material para la construcción de máquinas de asedio y suministros.
En mayo de 1098, un noble turco, Kerbogha de Mosul, partió con refuerzos musulmanes hacia Antioquía para liberar el asedio cruzado, pero de camino tomó Edesa.
Bohemundo sobornó a un guardia armenio llamado Fruiz para que le entregase su torre. En junio, los cruzados entraron a la ciudad de Antioquia y mataron a casi todos los habitantes musulmanes, pero no consiguieron asaltar la ciudadela. Los refuerzos de Kerbogha de Mosul llegaron a los pocos días. Los cruzados pasaron de ser sitiadores a ser sitiado, quedando encerrados en la ciudad con excepción de la ciudadela. Pedro Bartolomé, un monje cruzado, afirmó que había encontrado la Lanza Sagrada (lanza de un soldado romano que atravesó el cuerpo de Jesús) en la ciudad y esto se consideró un milagro que presagiaba que obtendrían la victoria frente a los infieles.
El lunes 28 de junio, los cruzados salieron por la puerta de la ciudad con Raimundo de Aguilers llevando la Lanza Sagrada delante de ellos. Kerbogha desoyó el consejo de su comandante militar que le recomendó atacar las divisiones cristianas una por una y prefirió esperar a que desplegasen todas en el campo de batalla para acabar con ellas de un solo golpe. Cuando se completó el despliegue comprobó que había subestimado su tamaño, dudó de sus fuerzas y envió un emisario para discutir los términos de una tregua, pero los francos no quisieron oírlo y continuaron su avance.
Fingió entonces retirarse para atraer a los cruzados a un terreno más difícil mientras sus arqueros castigaban constantemente el avance enemigo. También envió un destacamento al flanco izquierdo cristiano que no estaba protegido por el río, pero Bohemundo había previsto la eventualidad y rápidamente formó una séptima división bajo el mando de Reinaldo de Tolosa que frustró la maniobra.
Los turcos estaban causando muchas bajas, incluido el portaestandarte de Ademar, y Kerbogha ordenó incendiar el campo de batalla entre su posición y los cruzados, sin que esta medida disuadiera a los cristianos. La batalla fue breve. Antes de que los cruzados llegaran a la línea de Kerbogha, Duqaq y muchos otros emires habían desertado. Con ello, la ventaja numérica del ejército turco quedó neutralizada y muy pronto las fuerzas que quedaban emprendieron la retirada.
En agosto, aprovechándose de la derrota selyúcida, el ejército fatimí de Egipto conquistó Jerusalén y tomó las ciudades costeras hasta el río Perro, al norte Beirut.
Bohemundo quería Antioquía para sí mismo y argumentó que el emperador bizantino Alejo I había abandonado la cruzada y los juramentos que los cruzados habían tomado ahora eran nulos. Muchos de los líderes no estaban de acuerdo, especialmente Raimundo de Tolosa. Esto también dio lugar a discusiones entre los líderes que retrasó la cruzada por el resto del año. Por otro lado, la toma de Antioquía implicó el nacimiento del segundo Estado cruzado.
En diciembre, tomaron la ciudad de Maarat-al-Numan masacrando a su población, esto constituyó uno de los episodios más terribles.
Camino a Jerusalén
Finalmente, a comienzos de 1099, se renovó la marcha hacia la Ciudad Santa, dejando a Bohemundo atrás como nuevo Príncipe de Antioquía.
Los cruzados encontraron muy poca resistencia en el camino a Jerusalén por la costa del Mediterráneo. Avanzaron por el camino de la costa, y como la flota les estaba apoyando, no necesitaban ir cargados, con lo cual el viaje fue mucho más cómodo. El 16 de enero los cruzados bordearon la ciudad de Shaizar sin tomarla. Del 14 de febrero a 13 de mayo pusieron sitio a la ciudad de Akkar, pero no tuvieron éxito.
El 16 de mayo pasaron muy cerca de Tripoli (Trablus) y del 26 al 29 de mayo se tomaron 4 días de descanso en las afueras de Cesarea Palestina. El 1 de junio los cruzados ocupan Arsuf y se dirigieron tierra a dentro hacia Ramala. La guarnición fatimí abandonó y destruyó el puerto de Jaffa. El 6 de junio 1099 llegaron a las afueras de Jerusalén.
Conquista de Jerusalén
Los cruzados desplegaron sus tropas para Jerusalén a un largo asedio, durante el cual los cruzados sufrieron también un gran número de bajas por culpa de la falta de comida y agua en los alrededores de Jerusalén.
Cuando el ejército cruzado llegó a Jerusalén, del ejército inicial solamente quedaban 12.000 hombres, incluyendo a 1.500 jinetes, además de un número superior de civiles (hombres y mujeres). Enfrentados a lo que parecía una tarea imposible. La ciudad estaba bien preparada para el asedio, y el gobernador fatimí Iftikhar ad-Daula había expulsado a la mayoría de los cristianos.
Un primer asalto directo en las paredes el 13 de junio fue un fracaso. Sin agua ni comida, hombres y animales fueron rápidamente muriendo de hambre y sed y los cruzados sabían que el tiempo estaba en su contra.
La moral del ejército subió cuando un cura llamado Pedro Desiderio aseguró haber tenido una visión divina en la que el fantasma de Ademar le comunicó que debían ayunar durante tres días y luego marchar descalzos en procesión alrededor de las murallas de la ciudad. Después de esto, la ciudad caería en un plazo de nueve días, siguiendo el ejemplo bíblico de Josué en la conquista de Jericó. A pesar de que ya estaban hambrientos, hicieron el ayuno y marcharon en procesión el día 8 de julio, con el clero haciendo sonar las trompetas y cantando salmos, mientras que los defensores de la ciudad se reían de ellos. La procesión terminó en el Monte de los Olivos, en dónde Pedro el Ermitaño, Arnulfo de Chocques y Raimundo de Aguilers pronunciaron varios sermones.
Coincidentemente, poco después del primer asalto, dos galeras genovesas llegaron al puerto de Jaffa. Las tropas genovesas dirigidas por Guillermo de Embriaco, que era ingeniero, se habían dirigido a Tierra Santa en una expedición privada, la ciudad que se encontraba en ese momento sitiada por los cruzados. Los genoveses habían desmantelado previamente las naves en las cuales habían navegado hasta Tierra Santa, y las utilizaron para construir dos torres de asedio y los cruzados fueron capaces de volver a abastecerse por un corto tiempo.
Del 9 al 10 de julio, la torre de Godofredo fue desmontada y se trasladó al sector oriental de la muralla septentrional, que no había sido atacado previamente. Estas torres fueron enviadas hacia las murallas de la ciudad la noche del 13 de julio entre la sorpresa y la preocupación de la guarnición defensora. Los defensores disponían de 9 catapultas frente a la torre de Raimundo y solo 5 para la torre de Godofredo. A la mañana del día 15, la torre de Godofredo llegó a su sección de las murallas cercana a la esquina noreste de la ciudad y, un caballero llamado Letaldo fue el primero en acceder a la ciudad, seguidos por Godofredo y sus hombres. La torre de Raimundo quedó frenada por una zanja pero, dado que los cruzados ya habían entrado por la otra vía, los guardias se rindieron a Raimundo.
Una vez que los cruzados consiguieron entrar en la ciudad comenzaron a realizar una masacre en la cual murieron casi todos los habitantes de Jerusalén. La masacre se prolongó durante la tarde, la noche y la mañana del día siguiente. Fueron masacrados en una orgia de sangre musulmanes, judíos, e incluso algunos cristianos en un arranque de violencia indiscriminada.
Se estiman que murieron los 2.000 soldados de la guarnición y unos 40.000 civiles. Las bajas cruzadas son desconocidas.
Tras la masacre, los cruzados ofrecieron a Raimundo de Tolosa el título de rey de Jerusalén, pero lo rechazó. Después se le ofrecieron a Godofredo de Buillón, que aceptó gobernar la ciudad, pero rechazó ser coronado como rey, diciendo que no llevaría una «corona de oro» en el lugar en el que Cristo había portado «una corona de espinas«. En su lugar, el 22 de julio, tomó el título de Advocatus Sancti Sepulchri (Protector del Santo Sepulcro). Godofredo convenció a Raimundo para que entregase también el control de la Torre de David.
Raimundo partió en peregrinaje, y en su ausencia, el 1 de agosto, Arnulfo de Chocques fue elegido primer Patriarca Latino de Jerusalén. El 5 de agosto Arnulfo, tras consultar con los supervivientes de la ciudad, descubrió la reliquia de la Vera Cruz.
Batalla de Ascalón
El visir Al-Afdal Shahanshah encabezaba a los fatimidas de Egipto, que quizás reunieron unos 40.000 efectivos (la mayoría recién reclutados). Su ejército estaba formado por turcos selyúcidas, árabes, persas, armenios, kurdos, y etíopes. Pretendía sitiar a los cruzados en la misma Jerusalén, y decidió llevar con su flota la maquinaria de asedio hasta Ascalón, donde se montarían para sitiar Jerusalén. Se desconoce el número exacto de cruzados, se estima en 1.200 caballeros y 9.000 infantes. Los egipcios acamparon en Al-Afdal, un valle fuera de Ascalón en la llanura de Al-Majdal, preparándose para continuar la marcha hacia Jerusalén y sitiar a los cruzados.
Al parecer desconocían que los cruzados ya habían partido hacia Ascalón. El 11 de agosto los cruzados se encontraron con rebaños de bueyes, ovejas, camellos y cabras, que eran el suministro para alimentar a las fuerzas fatimitas, y que pastoreaban fuera de la ciudad. Según los prisioneros tomados por Tancredo en una escaramuza cerca de Ramala, los animales estaban allí para alentar a los cruzados a cometer saqueos, romper su orden y facilitar el ataque fatimita a Jerusalén. Sin embargo, Al-Afdal aún no sabía que los cruzados estaban en la zona y ni siquiera había contemplado la posibilidad de que hubieran salido fuera de Jerusalén. En cualquier caso, a la mañana siguiente los cruzados continuaron su marcha con los animales, lo que le daba a su ejército un aspecto mayor de lo que realmente era.
A la mañana del 12, los exploradores cruzados localizaron la ubicación del campamento fatimita y el ejército comenzó la carga directamente desde la marcha. Durante la marcha se habían organizado en nueve divisiones: Godofredo lideraba el ala izquierda, Raimundo la derecha, y Tancredo, Eustaquio, Roberto de Normandía y Gastón IV de Bearn formaban el centro. Había además dos divisiones más pequeñas, y una división de infantes marchaba a la cabeza de cada una de ellas. Esta formación se mantuvo también a las afueras de Ascalón, con el centro del ejército entre la Puerta de Jerusalén y la Puerta de Jaffa, el ala derecha alineada con la costa Mediterránea, y el ala izquierda frente a la Puerta de Jaffa.
Según la mayoría de las crónicas (tanto cristianas como musulmanas), los fatimitas fueron totalmente sorprendidos y la batalla fue breve, aunque Alberto de Aquisgrán afirma que la batalla se prolongó un poco más debido a la buena preparación del ejército egipcio. Las dos principales líneas de batalla se aproximaron entre la lluvia de flechas hasta que comenzó el cuerpo a cuerpo con las lanzas. Los etíopes atacaron el centro de la línea cruzada, y la vanguardia fatimita rodeó a los cruzados para atacar su retaguardia, que fue reforzada por Godofredo. A pesar de su superioridad numérica, el ejército de Al-Afdal era semejante al ejército selyúcida al que ya se habían enfrentado los cruzados con anterioridad.
La batalla tuvo lugar antes de que la caballería pesada fatimita estuviera preparada para entrar en acción. El pánico se extendió entre las tropas de Al-Afdal y comenzaron a huir hacia la seguridad que les proporcionaba la ciudad fortificada. Raimundo persiguió a algunos hasta el mar, otros trepaban a los árboles y eran abatidos con flechas, mientras que muchos murieron aplastados en las aglomeraciones que se formaron a las entradas de las puertas de Ascalón. Al-Afdal dejó atrás su campamento y sus tesoros, que fueron capturados por Roberto y Tancredo. Las pérdidas cruzadas son desconocidas, pero los egipcios perdieron entre 10.000 a 12.000 hombres.
Al-Afdal huyó en barco. Los cruzados saquearon todo lo que pudieron, incluyendo el estandarte y la tienda personal del visir.
Ascalón permaneció bajo control fatimida y pronto fue reforzada su guarnición, convirtiéndose en la base de operaciones para las invasiones del reino de Jerusalén que Egipto llevaba a cabo cada año hasta 1153 cuando fue finalmente capturada por los cruzados mediante asedio.