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Antecedentes
Tras la Primera Cruzada se establecieron tres estados cruzados en oriente: el reino de Jerusalén, el principado de Antioquía y el condado de Edesa. Un cuarto estado, el condado de Trípoli, se creó en 1109. Se establecieron una cadena de fortalezas para proteger estos reinos.
En condado de Edesa se encontraba en el extremo norte, era el estado más débil y menos poblado; como tal, era objeto de frecuentes ataques de los estados musulmanes vecinos, gobernados por los ortóquidas, danisméndidas, y turcos selyúcidas.
Batalla de Harrán o Haram (1104)
1103 había sido un momento de división para el mundo musulmán. El sultán selyúcida Barkiyarok y su hermano Mohamed habían estado en guerra. Se hizo la paz entre ellos mediante la división del territorio en enero 1104. Este fue un acuerdo incómodo que no se adaptaba a nadie. Tras la muerte de Kerbogha de Mosul, Soqman el príncipe Ortóquida de Mardin había podido ganar la sucesión y estaba en guerra con su recién nombrado Jekermish.
En 1103, Bohemundo de Antioquía realizó dos ofensivas. La primera fue en contra de la región alrededor de Aleppo de la que extraían tributo a pagar los préstamos hechos por el rescate de Bohemundo. La segunda fue contra los bizantinos que estaban tratando de recuperar los territorios de Cilicia hacia el noroeste.
En la primavera de 1104, Balduino II de Edesa se sintió suficientemente seguro como para volverse en contra de los estados musulmanes en el este. Su objetivo estratégico era tomar la poderosa fortaleza de Harrán situada al sur de Edesa. Si pudiera ser tomada, cortaría las comunicaciones entre los musulmanes de Siria y los musulmanes de Irak y Persia. En marzo comenzaron a asaltar Harrán, los árabes no estaba en posición para contrarrestarlos.
Al ver que Harrán estaba amenazada e iba a caer en manos de los cruzados, el turco Soqman de Mardin y el selyúcida Jekermish de Mosul dejaron a un lado sus diferencias y lanzaron una contraofensiva contra Edesa. Se reunieron en la zona de la Khabur, quizás en al-Ain de Ra (la helenística Rhesaina). En mayo 1104 atacaron Edesa, tal vez para distraer la presión de los cruzados sobre Harrán, o tal vez para tomar la ciudad, mientras que los cruzados estaban comprometidos en otros lugares.
Balduino II de Edesa, que estaba sitiando la ciudad de Harrán, pidió apoyo a Bohemundo I de Antioquía y a Tancredo, príncipe de Galilea. Bohemundo y Tancredo marcharon al norte para unirse con Balduino.
Los ejércitos cristianos se reunieron en Harrán, si hubiesen atacado inmediatamente, la plaza podía haber caído fácilmente. Pero los cruzados querían la plaza intacta y estaban discutiendo sobre que pabellón se colocaría encima de los muros una vez que hubiese sido tomada. Antes de que la discusión hubiera sido resuelta, los ejércitos combinados de Soqman y Jekermish se presentaron en Harrán rompiendo el cerco. Ambos ejércitos formaron para la batalla.
Balduino mandaba ala izquierda con las fuerzas de Edesa, mientras Bohemundo y Tancredo mandaban el ala derecha con las fuerzas de Antioquia.
Enfrente formó el ejército musulmán, Jekermish mandaba el ala derecha y Soqman la izquierda.
Los cruzados atacaron y los musulmanes se retiraron fingiendo una retirada, los cruzados les persiguieron durante unos 12 kilómetros hasta el río Balikh, cruzaron el río y cuando el ejército cruzado lo pasó, se dieron la vuelta y atacaron a los cruzados.
Los cruzados fueron sorprendidos, tanto es así que Balduino y Bohemundo lucharon sin armadura.
Durante la batalla en sí, las tropas de Balduino fueron completamente derrotadas, siendo Balduino capturado por los turcos. Las tropas de Antioquía junto con Bohemundo pudieron escapar a Edesa.
Esta batalla dejó debilitado el condado de Edesa que era el más septentrional, y también el más débil y el menos poblado, siendo objeto de frecuentes ataques de los selyúcidas hasta que sitiaron la capital. El Sitio de Edesa tuvo lugar entre el 28 de noviembre y el 24 de diciembre de 1144. El sitio finalizó con la captura de Edesa, por Zengi, el gobernador de Mosul y Alepo.
La noticia de la caída de Edesa fue traída a Europa por primera vez por los peregrinos a principios de 1145. El Papa Eugenio III quedó consternado con el suceso, ya que Edesa era una ciudad importante de peregrinación (por haberse encontrado allí la Sábana Santa) y su caída ponía en peligro la existencia de los demás estados cruzados. El 1 de diciembre de 1145, el Papa emitió la bula Quantum Praedecessores, pidiendo una segunda cruzada.
Llamamiento a la Cruzada
Las noticias de la caída de Edesa llegaron a Europa, primero a través de los peregrinos que retornaban a comienzos del año 1145 y luego por las embajadas enviadas desde Antioquía, Jerusalén y Armenia. El obispo Hugo de Jabala le transmitió las nuevas al papa Eugenio III, que no tardó en emitir la bula Quantum Praedecessores el 1 de diciembre del mismo año, por la que convocaba la Segunda Cruzada. Hugo también le habló de un rey oriental cristiano, que se esperaba que llegase en ayuda de los cruzados: se trata de la primera mención documentada del Preste Juan. Eugenio, que vivía en Viterbo, pues no controlaba Roma, decidió a pesar de todo que la cruzada debía de ser más organizada y centralizada que la Primera. Los predicadores debían contar con la aprobación papal, los ejércitos, estar dirigidos por los reyes más poderosos de Europa y la ruta debía decidirse de antemano.
La respuesta inicial a la bula papal fue pobre, y el hecho es que hubo que hacer una nueva convocatoria cuando se supo que Luis VII de Francia tomaría parte en la expedición. Este había estado valorando también la posibilidad de una nueva cruzada de forma independiente a la del Papa y, además, así se lo anunció a su corte aquella Navidad. Es una cuestión debatida si Luis planeaba una cruzada por su cuenta, o si se trataba de un mero peregrinaje con la finalidad de cumplir el juramento que su hermano Felipe había hecho sobre ir a Tierra Santa y que no había podido cumplir por su temprana muerte. Quizá a Luis no le había llegado la bula cuando hizo el anuncio, pero en cualquier caso, ni el abad Suger ni otros nobles se mostraron partidarios de los planes del rey, puesto que le ausentarían del reino durante varios años. Luis consultó entonces a Bernardo de Claraval, que le remitió al Papa. En este momento, sin duda, Luis conocía ya la bula papal y Eugenio apoyó con entusiasmo la cruzada de Luis. El 1 de marzo de 1146 se volvió a publicar la bula.
Sin embargo, el Papa encargó a Bernardo de Clairvaux, uno de los hombres más famosos y respetados de la Cristiandad, que predicase la cruzada, y le garantizó las mismas indulgencias que Urbano II había concedido durante la Primera Cruzada. Bernardo decidió hacer hincapié sobre el hecho de que tomar la cruz era un medio para lograr la absolución de los pecados y alcanzar la gracia. El 31 de marzo, en presencia del rey Luis, predicó ante una gran multitud en el campo junto a Vézelay. Bernardo ejerció el poder de su oratoria y sus oyentes se alzaron al grito de “¡cruces, dadnos cruces!” y agotaron las telas haciendo cruces, e incluso se dice que el propio Bernardo entregó sus vestiduras externas con este fin. A diferencia de la Primera Cruzada, la nueva aventura atrajo también a miembros de la realeza, como Leonor de Aquitania, entonces reina de Francia; Teodorico de Alsacia, conde de Flandes; Enrique, el futuro conde de Champaña; el hermano de Luis, Roberto I de Dreux; Alfonso I de Toulouse; Guillermo II de Nevers; Guillermo de Warenne, tercer conde de Surrey; Hugo VII de Lusignan; así como a otros muchos nobles y obispos. Luis VII y su esposa Leonor, junto con los príncipes y aristócratas presentes en la asamblea, se postraron a los pies de Bernardo para recibir la cruz de peregrinos.
Pero fue la gente común la que dio muestras de mayor entusiasmo. El Papa nombró santo a Bernardo por sus méritos enardeciendo a la gente y enviándolos a combatir a los musulmanes para recuperar Tierra Santa. San Bernardo escribió al papa pocos días después: “Abrí la boca, hablé, e inmediatamente los cruzados se multiplicaron hasta el infinito. Las aldeas y villas están vacías; apenas hay un hombre por cada siete mujeres. Por todas partes se ven viudas, cuyos maridos aún viven”.
Bernardo predicó también en Alemania y las crónicas recogen los supuestos milagros que protagonizó y que sirvieron para multiplicar el número de peregrinos adheridos a la Cruzada. Mientras estaba en Alemania, Bernardo predicó a Conrado III en noviembre de 1146, pero como Conrado no parecía interesado en participar personalmente, Bernardo pasó a Alemania meridional y Suiza para seguir sus prédicas. Sin embargo, en su viaje de vuelta, en diciembre; se detuvo en Espira, donde en presencia de Conrado pronunció un emocionado sermón en el que representó la figura del propio Cristo. Conrado ya no se pudo resistir y se unió a la cruzada con muchos de sus nobles vasallos, entre ellos, Federico, duque de Suabia. También, al igual que meses antes en Vézelay, mucha gente común tomó la cruz en Alemania.
Tanto Conrado III como su sobrino, el futuro emperador Federico I Barbarroja, recibieron la cruz de manos de Bernardo. Por su parte, el papa Eugenio se trasladó a Francia para seguir impulsando el número de adhesiones.
Se decidió que los cruzados partirían un año después y que, mientras tanto, se llevarían a cabo los preparativos y se trazaría la ruta hasta Tierra Santa. Luis y Eugenio contaron con el apoyo de aquellos príncipes cuyas tierras tendrían que cruzar: Geza de Hungría, Roger II de Sicilia y el emperador bizantino Manuel I Comneno, aunque este último pidió que los cruzados le jurasen fidelidad, lo mismo que había pedido su abuelo Alejo I Comneno.
Se formaron tres grupos: uno bajo el mando de Conrado II de Alemania que haría el camino por tierra, otro auspiciado por Luis VII de Francia, y otro que partió desde Inglaterra sin ningún rey al mando formado por ingleses y escoceses.
Cruzada desde Inglaterra
Se reunió una escuadra en Dartmouth en Inglaterra, y se dirigieron hacia Tierra Santa. Este ejército de cruzados, integrado por flamencos, frisones, normandos, ingleses, escoceses y algunos alemanes y franceses. Ningún príncipe ni rey tomó parte en la cruzada en esta etapa, de hecho, Inglaterra en ese momento estaba en un período de anarquía. Al navegar por la costa portuguesa, el clima los hace parar el 16 de junio en el puerto de Oporto, donde el obispo local les convenció de que siguieran a Lisboa para echar una mano al rey Alfonso I de Portugal, que quería liberar a la ciudad de Lisboa ocupada por los árabes.
Dado que se trataba de lucha contra los musulmanes, los cruzados accedieron y acordaron ayudar al rey Alfonso I en la tarea de tomar Lisboa. El asedio comenzó el 1 de julio del 1147 y la ciudad cayó el 24 de octubre, los cruzados saquearon la ciudad antes de entregársela al rey de Portugal. Algunos cruzados se establecieron en Lisboa, pero el grueso de la flota cruzada reanudo su curso en febrero 1148 hacia Jerusalén.
Cruzada de los alemanes
El rey Conrado tenía un gran ejército, provenientes de todo el Imperio, tal vez unos 20.000. Partió a finales de mayo 1147 y siguió la ruta de la Primera Cruzada, por el río Rin hasta el río Danubio. Hubo una breve escaramuza con algunos de los más indisciplinados alemanes cerca en Filípolis y Adrianópolis, donde el general bizantino Prosouch se enfrentó al sobrino de Conrado, el futuro emperador Federico I. Para empeorar las cosas, varios soldados alemanes murieron en una inundación a comienzos de septiembre.
El 10 de septiembre, sin embargo, los alemanes llegaron a Constantinopla, donde el emperador les acogió con bastante frialdad, y les convenció para que cruzasen a Asia Menor tan pronto como fuera posible. Manuel quería que Conrado dejase en Constantinopla parte de su ejército, para que le ayudase a defenderse de los ataques de Roger II, quien había aprovechado la oportunidad para saquear las ciudades de Grecia. Conrado, a pesar de ser enemigo de Roger, no aceptó la propuesta del emperador.
El emperador bizantino Manuel I proporcionó guías a los cruzados. En Nicea, Conrado dividió su ejército, enviando la mayor parte de sus combatientes por la costa bajo el mando de Otto de Freising, mientras que él con otra fuerza avanzaría por el interior dirigiéndose hacia Iconio, capital del Sultanato del Rüm.
Segunda batalla de Dorilea o Dorylaeum (1147)
Partieron el 15 de octubre y entraron en el territorio del Sultanato del Rüm, a los pocos días, siguieron el mismo recorrido interior que en la Primera Cruzada, llegaron a Dorilea o Dorylaem escasos de víveres, y se detuvieron allí para descansar y abastecerse. Después continuaron la marcha, pero cuando habían pasado tres jornadas de marcha desde Dorilea, el sultán del Rüm Mesud I, enterado de la invasión, se dirigió contra los cruzados. Tendió una embocada a la vanguardia destruyéndola completamente. Conrado III viendo que la situación se estaba volviendo difícil y decidió regresar a Dorilea, los jinetes arqueros turcos les acosaban constantemente, la retirada se transformó en huida y muchos, incluido el propio Conrado, fueron heridos por las flechas, los que se quedaron atrás fueron muertos o hechos prisioneros, esto ocurrió el 25 de octubre y esta batalla es conocida como la Segunda Batalla de Dorilea.
La batalla fue una masacre. Los alemanes nunca tuvieron la oportunidad de organizarse para la defensa. Al caer la noche, Conrado huyó a Nicea. Dejó tras de sí todo su campamento y todo su botín, además de casi todo su ejército, de los 20.000 efectivos solo 2.000 consiguieron llegar a Dorilea. Los que no murieron fueron vendidos como esclavos por los turcos.
Cuando se encontraba en Nicea noviembre, Luis VII y los franceses llegaron. Después de una consulta, Conrado II aceptó viajar con los franceses.
Cruzada de los franceses
Los cruzados franceses partieron de Metz en junio, Luis se unió a los cruzados de Normandía e Inglaterra. Siguieron la ruta de Conrado en paz, aunque tuvo un problema en Hungría, en que volvieron a masacrar a los judíos Se aprovecharon de los puentes e instalaciones que dejaron atrás los alemanes.
Llegaron a Constantinopla y esperaron a las tropas de Saboya, Auvernia y Monferrato habían venido por la ruta italiana y cruzar desde Brindisi a Durazzo, el ejército al completo fue trasladado a través del Bósforo hasta Asia Menor.
Marcha conjunta Asia Menor
Siguieron la ruta de Otto de Freising por la costa mediterránea, y llegaron a Éfeso en diciembre, donde se enteraron de que los turcos se preparaban para atacarles. Después de una pequeña batalla a las afueras de Éfeso en que vencieron los franceses. Llegaron a Laodicea a principios de enero de 1148, pocos días después de que el ejército de Otto de Freising hubiese sido destruido en la zona. Reanudaron la marcha hasta Adalia, siendo constantemente acosados por los turcos, que practicaban la tierra quemada para que no pudiesen abastecerse.
La vanguardia, dirigido por Geoffrey de Rancon, fue imprudentemente situada demasiado lejos del grueso del ejército. El rey Luis, con la columna principal, ignoraba este hecho, y siguió adelante. Los soldados franceses entraron con confianza, convencidos de que sus camaradas habían ocupado las alturas frente a ellos.
Batalla del Monte Cadmus (6 de enero de 1148)
Sin embargo, los selyúcidas tenían la ventaja cuando columna francesa entraron en un desfiladero en el Monte Cadmus, en el suroeste de Turquía, cuando el tren de bagajes entró en el desfiladero, los selyúcidas atacaron, lanzándose sobre ellos. Los franceses estaban encajonados, por un lado, por precipicios y por el otro con riscos. Caballos, los hombres, y el equipaje se vieron empujados hacia el abismo.
El rey Luis VII fue capaz de escapar de la refriega, se subió a una roca y se apoyó contra un árbol, quedando solo frente a múltiples atacantes. Durante la noche, el rey aprovechó la oscuridad para unirse a la vanguardia de su ejército, que creía que estaba muerto. Después de la batalla, el ejército del rey de Francia, que había sufrido grandes pérdidas, llegando a duras penas a Adalia el 20 de enero.
Luis no quiso continuar por tierra, y se decidió que reunir una flota en Adalia que les llevase a Antioquía. Tras un retraso de un mes debido a las tormentas, la mayoría de los barcos prometidos ni siquiera llegó. Luis y los que iban con él embarcaron, dejando al resto del ejército que continuase la larga marcha hasta Antioquía por tierra. Sufrieron muchas bajas, ya fuese a manos de los turcos o por distintas enfermedades.
Asedio de Damasco (1148)
Luis llegó a Antioquía el 19 de marzo, después de sufrir una tormenta, mientras, Otto de Freising y el resto de sus tropas llegaron a primeros de abril, y Conrado lo hizo poco después. Se dirigieron a Jerusalén para hacer la peregrinación, posteriormente se reunieron en consejo y tras muchas discusiones, se determinó que los cruzados debían marchar contra Damasco, habían reunido una fuerza de unos 50.000 efectivos, 40.000 infantes y 10.000 jinetes.
El atabeg o gobernador de Damasco Muin Addin Unur era un comandante sagaz y astuto, Unur había recibido noticias de la aproximación de los cruzados e hizo los preparativos para defender la ciudad. Primero reclutó todos los hombres disponibles en la ciudad, después estableció posiciones musulmanas en los alrededores que fueron fortificadas y todas las fuentes de agua a lo largo de la ruta de los cruzados fueron drenadas, bloqueadas o envenenadas.
Los cruzados decidieron atacar Damasco desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante aprovisionamiento de víveres. Llegaron el 23 de julio, con el ejército de Jerusalén en vanguardia, seguido por Luis, y a continuación Conrado en la retaguardia.
Unur había destacado una fuerza en la carretera principal de Damasco, para cerrar el paso. Cuando fue detectada por la vanguardia, los cruzados decidieron dirigirse más al norte y Umur ordenó a estas fuerzas que cerraban el paso, dirigirse rápidamente al río Barada y cerrar el paso a los cruzados; mandó abrir la puerta principal y sacar fuera a su ejército que estaba compuesto por el ejército regular de tropas turcas, auxiliares, milicianos y ciudadanos normales voluntarios. En total eran unos 30.000 efectivos (26.000 de infantería y 4.000 de caballería). Unur creía que el entusiasmo y lamoral alta de sus tropas eran suficientes para compensar la diferencia en número contra los cruzados.
Cuando Unur estaba tratando de formar su ejército, su fuerza de seguridad había sido arrollada, Conrado vio la oportunidad de atacar antes de que los musulmanes estuvieran totalmente desplegados. Reuniendo todas las fuerzas de caballería cruzada, Conrado tomo el mando y dio la orden de atacar. Los 10.000 jinetes pesados cargaron contra la infantería musulmana, en respuesta, Unur ordenó a su caballería de 4.000 jinetes contrarrestar el ataque, pero estaban todavía en la columna principal dentro de la ciudad y aún no había llegado a la puerta principal.
Unur trató desesperadamente de formar su infantería para resistir el ataque, pero fue demasiado tarde, la caballería de los cruzados ya había chocado frontalmente contra la infantería musulmana, penetrando profundamente en sus líneas. Conrado luego ordenó a sus alas de caballería que se abriesen en abanico y completar el cerco de la musulmana.
Con su infantería atacada desde todos los lados, Unur trató de salvar lo que quedaba de sus fuerzas para retirarse a la ciudad y ordenó que se cerrara la puerta principal, abandonando así parte de su infantería que todavía estaba en el campo de batalla.
Los cruzados mostraron muy poca misericordia con las fuerzas musulmanas atrapadas, y masacraron a los prisioneros capturados. Cuando la masacre fue completada, los musulmanes habían perdido 6.000 infantes frente a unos 500 jinetes cruzados.
Después de su victoria, los cruzados comenzaron a estudiar la situación. Damasco poseía un foso muy profundo con grandes gruesas murallas que rodean la ciudad, estas defensas eran demasiado formidables para un asalto directo. Decidieron sitiar la gran ciudad construyendo fortificaciones alrededor y destruyendo puentes secundarios.
Cuando los cruzados estaban estableciendo campamentos delante de las puertas principales de la ciudad. Unur lanzó un ataque sorpresa antes del amanecer con sus 5.000 jinetes turcos. Los cruzados fueron cogidos abandonando el puente a los musulmanes sufriendo 1.000 bajas.
Al amanecer, los cruzados lanzaron repetidos asaltos de infantería para retomar el puente. Sin el apoyo de su caballería, los ataques costaron 2.000 infantes cruzados frente a 500 tropas de la elite turcas.
Al caer la noche, los cruzados cesaron su ataque y se vieron obligados a abandonar la posesión del puente a los musulmanes. En la confusión de los combates, Unur consiguió enviar mensajes al gobernador de la provincia sobre su situación. El gobernador de inmediato envió mensajes a las provincias vecinas para que enviasen tropas para aliviar la ciudad afectada. El gobernador también mandó a su ejército personal de 15.000 hombres (10.000 infantes y 5.000 jinetes) iniciar la marcha para ayudar a Unur.
Al amanecer del día siguiente, los cruzados se despertaron por los vítores musulmanes sobre las murallas de la ciudad, porque en la distancia, eran visibles las nubes de polvo del ejército del gobernador que había recorrido una distancia de unos 40 km en menos de un día.
Los líderes cristianos fueron cogidos por sorpresa y disponían de muy poco tiempo para construir defensas, Luis instalado, rápidamente reunió sus fuerzas que eran unos 10.000 efectivos (7.000 infantes y 3.000 jinetes), partiendo inmediatamente para hacer frente a la amenaza que se aproximaba.
Mientras Luis marchaba, Unur lanzó otro ataque a través del puente. La posesión de este puente estaba ferozmente disputada, atrayendo a más de infantería de ambos bandos en la lucha. Conrado entonces decidió tender una trampa a los musulmanes retirando sus tropas lejos del puente para atraer al enemigo a las llanuras abiertas.
Creyendo que el enemigo se retiraba, Unur ordenó a su infantería perseguirlos. A medida que los musulmanes comenzaron a llegar al campamento cruzado que estaba abandonado, dejaron de avanzar y rompieron la formación en busca de botín y pillaje. Una vez que los musulmanes estaban en la llanura y su cohesión perdida, Conrado ordenó de su fuerza dar media vuelta y atacar.
Los musulmanes ligeramente armados no eran rival para la caballería europea fuertemente blindada que los destrozó. Al darse cuenta de su desesperada situación, Unur ordenó a sus tropas regresar inmediatamente a la ciudad y cerrar las puertas. Una vez más la infantería musulmana quedó atrapada fuera de las murallas y no recibieron piedad alguna, las tropas de las murallas vieron como sus compañeros eran asesinados, a pesar de rogar en vano por sus vidas.
El ataque de Unur fue muy costoso, no solo perdió la posesión del puente, sino 9.000 infantes, incluyendo a sus tropas turcas de élite. Fuerzas de Conrado perdieron 4.000 infantes y 500 jinetes. Mientras esta batalla estaba llegando a su fin, Luis y sus fuerzas estaban a punto de empeñarse con el ejército de socorro musulmán.
Cuando ambos ejércitos establecieron contacto, ambos comandantes dispusieron su infantería en línea ocupando la posición central, mientras que la caballería desplegaba a ambos flancos. El terreno era un desierto abierto y calor era abrasador. La estrategia de Luis era bloquear el avance enemigo y contrarrestar cualquier movimiento realizado por el grueso del ejército musulmán hacia Damasco.
Ambos ejércitos quedaron frente a frente, y los turcomanos iniciaron el ataque con su caballería por ambas alas. Luis respondió con el lanzamiento de su caballería apoyada por arqueros a pie. Ambas cargas de caballería chocaron, los cruzados trataron de mantener las líneas. A medida que el combate continuaba, se hizo evidente que los musulmanes iban ganando poco a poco la ventaja y rompiendo a través de las filas de la caballería europea.
Los arqueros de a pie en la reserva, desataron una lluvia de flechas sobre la caballería musulmana que había conseguido romper la línea, infligiéndoles fuertes pérdidas e impidiendo su avance. Cuando cayó la noche, ambas fuerzas de caballería habían sufrido bajas espantosas, Luis creyó que no tenía caballería suficiente para apoyar a su infantería y decidió regresar al amparo de la oscuridad a la seguridad de los campamentos cruzados.
Cuando Luis y sus hombres se acercaron al campamento se sorprendieron al descubrir que sus camaradas se habían atrincherado en toda la zona, siendo informado de la razón de las defensas adicionales.
Según informes de los exploradores, dos ejércitos musulmanes, con unos 60.000 efectivos bajo las órdenes de Nur al-Din de la provincia de Mosul y Sayf al-Din de Aleppo, se encontraban a unos pocos días de marcha y se aproximaban a su posición. Había que sumar a esta formidable fuerza los 15.000 efectivos dentro de la ciudad y los 12.000 efectivos provinciales a las afueras de las barricadas. La situación aparentemente parecía trágica para los cristianos, que solo podían desplegar unos 37.000 efectivos.
Los cruzados trasladaron a su ejército hacia el lado este de la ciudad. A menudo han sido criticados por esto dado que el lado este no tenía agua ni comida y la posición no podía ser mantenida. Sin embargo, su posición en el lado oeste era igualmente insostenible, por los muchos árboles y edificios que proporcionan una cobertura perfecta para los combatientes de la guerrilla musulmana que hostigaban a los cristianos y el campamento cristiano no sería un lugar seguro. Se movían precisamente por el lado este proporcionaría sin dicha cobertura, y sabían que tendrían que tomar la ciudad dentro de muy pocos días, porque Nur al-Din estaba cerca.
Los cruzados movieron el ejército el 27 de julio, ese mismo día Nur al-Din llegó con su ejército y les fue imposible regresar a su posición anterior. La imposibilidad de su posición se hizo evidente de inmediato, y se celebró un consejo esa misma noche. Conrado y Luis estaban consternados al enterarse de que los mismos barones que habían aconsejado el ataque contra Damasco, estaban instando a que se abandonase la expedición.
De mala gana, al ver que el ejército estaba dividido, y los aliados de los enemigos estaban avanzando, los reyes estuvieron de acuerdo en levantar el sitio y regresar a Jerusalén.
Al día siguiente, 28 de julio, el ejército comenzó su marcha de regreso a Palestina, después de haber estado cuatro días atacando Damasco. Fueron hostigados durante todo el camino de vuelta a territorio cristiano, sufriendo graves pérdidas. Pero lo peor fue la desmoralización. Que una expedición tan grande hubiese conseguido tan poco era una mancha oscura en el honor de los príncipes que participaron.
Secuelas
Irónicamente, «la Cruzada» se había convertido en lo que era en teoría: una peregrinación armada. Grupos de personas iban a Jerusalén para visitar los Santos Lugares y para combatir a los infieles, y luego volver a casa de nuevo. De vez en cuando, alguno entraba en los templarios, o se casaba con la nobleza local, pero la mayoría iba por una temporada y luego regresaba. Los barones palestinos llegaron a comprender que tenían que sobrevivir en gran medida con sus propios recursos y por medio de alianzas con los poderes locales.
Durante los siguientes cuarenta años, no hubo más. La peregrinación armada no había perdido su encanto, ni tampoco la promesa de la remisión de los pecados. Pero entonces, los cruzados llegaban en pequeños grupos, dirigidos por los nobles locales, por propia iniciativa.