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El período Sengoku (Sengoku Jidai), que significa literalmente «período de los estados combatientes«, es un período muy largo de guerra civil en Japón. Comenzó a finales del período Muromachi en 1477, tras la finalización de la guerra de Onin, hasta 1615, en el período Edo. Estuvo caracterizado por las luchas entre los daimyos más importantes para hacerse con el poder y el control de Japón.
Los ashiragu
La guerra Onin introdujo los ashigarus o “pies ligeros” como una de las bases del ejército y fueron los causantes de muchos sucesos terribles (Kioto acabó en ruinas por ellos). A la hora de hablar de su equipo, hay que aclarar que, si bien en ocasiones llevaban armadura, la mayoría de las veces iban desprotegidos, fuese cual fuese la estación en la que luchasen. Usaban el arco largo o yumi y la naginata como armas principales y luchaban organizados en guerrillas. Los ashigarus eran soldados de clase baja, por lo que algunos generales se negaban a mandarles en batalla por sentirse superiores con respecto a esta facción. Esto dio lugar a que se generase una categoría conocida como los taisho ashiragus o “generales de ashigarus”, que mandaban exclusivamente bloques de esta facción.
Los taishos se encargaban también de disciplinar a los ashigarus, que eran vulgares e incultos en su mayoría, para convertirles en auténticos guerreros. Nobunaga fue partidario de contar con fuerzas de ashigaru y Hideyoshi en sus orígenes fue uno de ellos.
El rango más alto entre los ashiragus era el de kashira o capitán, que mandaba una unidad gumi tipo compañía que era heterogénea (de 150 a 200 hombres); por debajo tenía los ko goshira o tenientes que mandaban una unidad homogénea de arqueros o lanceros (de 30 a 50 hombres), los que mandaban arcabuceros se les llamaba teppo ko gashira. Había una unidad menor llamada tai equivalente a escuadras o pelotón.
Los ashigarus con naginata desaparecieron y solo se emplearon con yari o lanza recta, que fueron aumentando su longitud hasta que en 1530 alcanzar los 5,6 metros y se llamaron nagae-yari, similar a las picas europeas, y se empleaban principalmente contra la caballería.
Los arcabuces aparecieron por primera vez en 1543, cuando los comerciantes portugueses los introdujeron en la isla japonesa de Tanegashima. Esto dio lugar a una nueva facción dentro del ejército; los arcabuceros, que los usaron a partir de 1549, las armas de fuego empleadas habían sido compradas directamente a los portugueses, posteriormente fueron copiadas y fueron conocidas como “tanegashimas”. Los arcabuceros eran una subdivisión dentro de los ashigarus, que se dividieron en tres tipos: ashigarus con yari, ashigarus con yumi o arco y ashigarus con tanegashima o arcabuz. En ocasiones, los ashigaru con arco y los arcabuceros formaban una única unidad, pues ambos eran de ataque a larga distancia.
Una de las ventajas de los arcabuceros es que, a diferencia de los arqueros que requieren práctica y presteza constante, solamente requieren un poco de instrucción y disciplina. Al mismo tiempo, el propio uso del arcabuz supone que el arcabucero esté en constante riesgo, pues la mecha debe estar siempre encendida para prender la carga. Para evitar que la carga se prenda cuando no es necesario, la mecha debe mantenerse separada de la cazoleta hasta que se dé la orden de disparar. Si bien los arcabuceros fueron cobrando importancia en el ejército, la munición no era fácil de obtener, pues uno de los componentes necesarios para fabricar el compuesto, concretamente el nitrato sódico, no existía en Japón y tenía que ser importado.
Era un arma que requería además bastante tiempo para ser disparada, pues primero los arcabuceros debían colocarse en una formación en línea y con una rodilla en el suelo. Tras esto, usaban yesca para comenzar a prender la mecha con el fin de que fuese ardiendo lentamente. Metían entonces la mecha en el orificio de la culata con el fin de tenerla alejada de la cazoleta y, al mismo tiempo, a mano. Se cogía entonces una petaca de pólvora, con la que se introducía un poco de esta en el cañón. Se sacaba una baqueta y se empujaba la pólvora en el interior, tras lo que se introducía una bala, que se empujaba también con la baqueta.
Una vez cargado el arcabuz, se corría la tapa de la cazoleta y se llenaba con otra carga de pólvora. Tras esto, se ponía la tapa de nuevo y se insertaba la mecha encendida a través del cerrojo, aunque debía ser amartillada antes de esto. Soplaban entonces el extremo de la mecha para avivar el fuego y colocaban el arma en posición horizontal, abriendo de nuevo la cazoleta. A la orden de disparar, apretaban el gatillo y provocaban una explosión de la pólvora, haciendo que la bala saliese disparada. Si se usaba un ozutsu (arcabuces de gran calibre, algunos los llamaban cañones de mano), la fuerza del retroceso era capaz de tirar a un ashigaru novato. El ashigaru que disparaba el ozutsu debía procurar que su disparo contase con una leve parábola, con el fin de que el proyectil alcanzase las líneas traseras del ejército enemigo. Los arcabuceros solían desplegar en tres filas, una estába disparando, otra cargando y la otra preparándose para el disparo.
En defensiva los ashiragu levantaban empalizadas de madera y bambú para protegerse de las cargas de caballería.
Los ashiragus también eran los encargados de manejar los cañones, que aunque escasos fueron empleados en campaña y también fueron empleados como lanzadores de bombas incendiarias y explosivas, estas eran horoku o recipientes de barro cocido llenos de pólvora que se encendían a través de una mecha. Mientras la mecha ardía, el lanzador balanceaba la bomba de un lado a otro sujeta por una cuerda y la soltaba justo en el momento adecuado, con la esperanza de que saliera lanzada hacia el enemigo y explotara. La explosión resultante hacía que el horoku se rompiese en pedazos cuyos efectos podían ser terribles, y además tenían un efecto devastador en la moral del enemigo. Estas granadas se pueden usar contra las murallas enemigas en los asedios, pero eran igual de efectivas cuando se usan como apoyo durante las batallas campales.
También había ashiragus que eran portadores del estandarte, y algunos asignados a los tambores.
El reclutamiento de los ashigarus se realizaba de distintas formas dependiendo de cada clan. Había ashigarus permanentes que servían en el castillo junto con los samuráis, había otro grupo que estaba nombrado como soldado y en cuanto era llamado se incorporaba inmediatamente en unidades de respuesta rápida y finalmente todos los hombres entre 15 y 70 años podían ser llamados en caso de necesidad.
Los samuráis
Hasta mediados del siglo XVI, la organización común de un ejército samurái fue casi la misma: al término de las campañas, el ejército se disolvía y la gran mayoría de los ashigaru y samuráis regresaban a sus labores del campo. No fue sino hasta el periodo Sengoku en que algunos daimios (daimyos) con suficientes recursos mantuvieron un ejército estable y buscaron un grado de especialización en el ejército, incluyendo la infantería.
Estos daimyos estaban en constante guerra con otros daimyo muchas veces por petición de sus propios vasallos, que exigían más tierras y se rebelaban en caso de que el daimyo no les hiciera caso, esto era denominado movimiento gekokujo (los de abajo derrocan a los de arriba), pues los clanes eran respetados por su habilidad y no por su linaje. Esto suponía que aquel daimyo que no fuese competente en su cargo, independientemente de su linaje, era derrocado por sus vasallos o incluso por sus propios descendientes. Los casos más populares de gekokujo fueron el clan Takeda y el clan Uesugi.
La estructura jerárquica dependía de factores como el nacimiento, el vasallaje vitalicio y aspectos sociales y militares. En el vértice de la pirámide estaban los daimios y a su lado sus parientes cercanos y familia; seguían los vasallos vitalicios de la familia, los cuales servían a su señor por muchos años; el siguiente escalón lo constituían los vasallos, ya fuera que se hubieran unido a su servicio o fueran obligados después de la derrota de sus antiguos señores.
Ieyasu estableció dos grandes tipos de daimyo: los fudai y los tozama. A los fudai se les concedió las tierras más ricas y más próximas a la capital por haber jurado pleitesía a los Tokugawa antes de tener lugar la batalla de Sekigahara, o cuando el clan no era aún del todo conocido. Por su parte, la clase tozama consistía en aquellos daimyos que no habían apoyado a los Ieyasu hasta haber sido derrotados en Sekigahara, y se les asignó con las tierras más alejadas de la capital y más pobres.
Esta jerarquía era conocida y respetada mayormente por la población. Por ejemplo, cuando dos clases distintas se encontraban en un camino, una debía desmontar e inclinarse profundamente al paso del rango superior. Si se encontraban dos clases iguales (dos señores fudai, por ejemplo), aquel que se inclinaba debía ser el que menos koku tuviese (un koku era la cantidad de arroz necesaria para mantener a una persona durante un año). Incluso si un señor tozama era más rico que un señor fudai, debía acogerse primero a la jerarquía e inclinarse ante este.
Durante gran parte del periodo Sengoku, se esperaba que todo samurái estuviese listo para presentarse en el campo de batalla con sus respectivas armas, armadura y caballo al momento de existir algún conflicto. Además, se deseaba que cada uno proporcionase tropas al servicio de su señor acorde con la riqueza del feudo al que pertenecieran. De este modo el reclutamiento de las tropas necesarias recaía en los samuráis. Estos últimos llevaban consigo a otros samuráis o a jornaleros que dejaban sus tierras para convertirse en ashigaru.
Cada samurái debía de aportar un número de efectivos en función de la riqueza de sus tierras, cada clan aplicaba sus propios criterios, ya que tenía que equilibrar entre fuerza y riqueza. Como ejemplo el clan Shimazu en su orden de movilización 1578 emplearon el criterio de que el titular de 1 cho (2,94 acres o 0,8 ha de arroz, equivale a 30 koku o cantidad de arroz necesaria para alimentar una persona durante un año), debía aportar dos hombres: maestro y seguidor, los servicios del maestro eran personales; por cada cho aumentaba un hombre, así el titular de 10 cho debía aportar 11 hombres: un maestro y 10 hombres. Se esperaba que por cada cho debía proporcionar una armadura y arroz para 30 días, a partir de los cuales sería proporcionado por el clan. Aparte de estos hombres estaban los sirvientes o wakato que no iban armados, solo llevaban herramientas y se empleaban como sirvientes, porteadores y obreros.
En la provincia de Kaga, el sistema establecía por cada titular de 10.000 koku debía suministrar 7 banderas, 20 samuráis montados, 25 arcabuceros, 50 arqueros, 50 lanceros y un número indeterminado de trabajadores. Los titulares de 500 koku tenían que suministrar un solo arcabucero y tres lanceros. Los Mori requerían 50 lanceros, 50 arcabuceros y 25 arqueros por cada titular de 10.000 koku, los titulares de 500 koku suministraban 2 lanceros, 2 arcabuceros y 1 arquero.
En el extremo opuesto estaba el clan Hojo que reclutaba a todos los varones entre 16 y 70 años, bajo pena de muerte, con lo cual resentía su economía.
Los samuráis podían ser infantes y jinetes, los jinetes estaban mucho más considerados.
Jinetes samuráis
Durante el periodo Sengoku, la lanza sustituyó al arco como las armas favoritas de la caballería samurái. A pesar de la tradición de los arqueros a caballo, el arco no podía usarse en combate cuerpo a cuerpo, lo que dejaba a los arqueros a caballo indefensos ante los contraataques de los soldados de a pie, que cada vez empleaban lanzas o yari más largas. Las lanzas, por otro lado, podían utilizarse en romper la defensa enemiga por medio de poderosas cargas o para dar golpes cortantes y rápidos en combate cuerpo a cuerpo. Las espadas podían usarse para cortar al enemigo, pero estaba claro que carecían del alcance del arco o la lanza. Sin embargo, si un samurái era lo suficientemente rico, podía tener un ayudante que le llevara y le diera el arco, la lanza o la espada, dependiendo de la situación y su preferencia personal.
Los jinetes arqueros siguieron usándose principalmente en emboscadas, para atacar formaciones no muy cerradas, y para atacar por los flancos, eran capaces de matar al enemigo con una precisión absoluta a grandes distancias. Empleaban la táctica de la grulla voladora, en la que seguían una formación circular, hostigando al enemigo en círculos sin dejar de disparar, tenían que ser hábiles jinetes y dirigir su montura con las rodillas, ya que ambas manos estaban ocupadas con el arco. También empleaban flechas incendiarias contra objetivos inflamables.
La caballería con lanza o yari fue sustituyendo paulatinamente a la del arco, centraba todo el poder de su temida carga en las puntas de las largas lanzas que llevan consigo cuando penetran las líneas enemigas y sembraban el pánico entre la infantería y la caballería enemigas. Su gran moral les animaba a combatir y hacían de la huida algo impensable, su característica principal era el choque, y su formación favorita era la cuña que era la ideal para penetrar en las formaciones enemigas. Los jinetes solían llevar un shasimono o bandera con los colores y un mon o emblema del clan atado a la espalda.
La caballería de élite lo formaban las guardias, que eran los que proporcionaban seguridad a los jefes del clan, llevaban atados a sus espaldas una bolsa llamada horo para que se les distinguiese. Los guardias de la escolta de Oda Nobunaga se componía de los hashiba hideyosi que eran los más cercanos, los kuro horo-shu (unidad negra) y los aka horo-shu (unidad roja). Toyotomi Hideyoshi en 1582 disponía de los «Horo rojo», «Gran Horo» (también conocida como la guardia del «abanico de guerra»), y «Horo dorado». Parece que el Gran Horo, solamente se usaba en funciones ceremoniales. Finalmente, el shogun tenía su guardia a caballo, también conocida como Oban (Gran Guardia), inició su reestructuración cuando en 1592 Ieyasu los organizó como una unidad independiente del ejército dividida en escuadrones. Estos escuadrones vieron un aumento importante en los años 1610 (cuando pasaron de ser 5 a ser 10), cada escuadrón estaba mandado por un kashira o capitán, que mandaba cuatro kumigashiras o tenientes que mandaban una sección de 50 guardias.
Entre las tácticas usadas por la caballería se encuentran:
- Norikomi. Se empleaba en una situación defensiva cuando el enemigo se aproximaba a las líneas de los defensores, lanzaban un ataque de caballería con un número reducido de fuerzas para producir caos y desorganización, retirándose a continuación. También se empleaba para hacer reconocimientos en fuerza cuando el enemigo tenía una fuerza de cobertura.
- Norikiri. Se empleaba en el medio de la batalla cuando las líneas enemigas habían sido rotas, entonces se lanzaba un grupo de 5 a 10 jinetes sobre el enemigo que estaba dudando para crear más confusión.
- Norikuzushi. Los jinetes y los infantes atacan a la vez contra las filas de arqueros y arcabuceros, rompiendo su formación y avasallándoles.
Los samuráis a pie
Los samuráis a pie eran más pobres, ya que no se podían permitir un caballo, llevaban armaduras completas, pero a diferencia de los ashiragu estaban especializados en usar diferentes tipos de armas.
Los todos los samuráis empleaban la katana aunque tuviesen otras armas, eran la infantería pesada de élite, forman parte de la línea principal de batalla y cargan hacia delante para atacar al enemigo en combate cuerpo a cuerpo. La katana era un arma muy eficaz en el cuerpo a cuerpo. Su hoja increíblemente afilada corta a los enemigos y su parte plana sirve para desviar los golpes de los mismos, por lo que los samuráis no llevaban escudos que los protegiesen.
Los samurái con yari se adaptaban a casi todo durante la batalla. Utilizaban las mochi-yari (lanza de mano) que era una lanza de 2,5 metros que permitía hacer esgrima como con la naginata, pudiendo pinchar y cortar. Se podían usar contra las cargas de caballería, como complemento a los muros formados por los ashiragu con sus largas nagae-yari, los jinetes enemigos que conseguían pasar eran atacados por los samuráis con yari, que podían perforar el pecho de un caballo o atravesar a un jinete. En la lucha cuerpo a cuerpo, los samurái con yari eran guerreros muy habilidosos que pueden luchar muy bien contra todo, excepto contra los proyectiles.
Los samuráis con arcabuz de llave de mecha disparan salvas contra las filas enemigas para desorientarlas y debilitarlas lo suficiente, de modo que no puedan aguantar la embestida de una carga; efectivamente, ver a tus camaradas cayendo bajo una lluvia de balas puede resultar devastador. El samurái con arcabuz combatía de manera muy similar al ashigaru, aunque era mucho más preciso al disparar, por lo que se usaba como francotirador para matar a los jefes enemigos, muchas veces los mejores tiradores ashiragu se les daba el título de samurái por sus cualidades.
Otros estaban armados con una nodachi que era una espada pesada muy larga que solo los hombres más fuertes y habilidosos son capaces de manejar. No podía usarse en enfrentamientos que tuvieran lugar en espacios cerrados. Se empleaban más bien en campo abierto, por ejemplo para realizar mortíferas cargas contra la infantería, consiguiendo a menudo romper las líneas defensivas enemigas, en defensiva se empleaban contra las cargas de caballería. En épocas de paz, podía llevarse encima para denotar estatus social, pero no se llevaba colgada a la cintura, como ocurría con la katana o el tachi, sino colgada del hombro.
Tácticas de combate
Durante el periodo Sengaku y gracias a la introducción de armas de fuego, las tácticas de combate cambiaron drásticamente. Las formaciones militares adoptadas tenían nombres poéticos, entre las cuales destacan:
- Ganko o pájaros en vuelo.- Era una formación muy flexible que permitía que las tropas se adecuaran dependiendo de los movimientos del oponente. El comandante estaba situado en la parte trasera, pero cerca del centro para evitar problemas con la comunicación. Los arcabuces cubrían la parte delantera y la trasera, pero, podían moverse en caso necesario a un flanco si el enemigo alteraba su ataque. La disposición de muchas filas en profundidad podría absorber una carga feroz, tal como sucedió en la batalla de Anegawa en 1570. Esencialmente, era una formación defensiva que funcionaba bien contra un saku o cerrojo.
- Hoshi o punta de flecha.- Era una formación ofensiva en la que los samuráis aprovechaban las bajas ocasionadas por los disparos de los arcabuceros ashigarus que formaban la vanguardia, detrás avanzaban los samuráis con una formación de punta de flecha con la cuña frente al enemigo. Fue utilizado por los Takeda cuando usaban su famosa caballería y por Shimazu Yoshihiro que, cuando se dio cuenta de que estaba rodeado en la batalla de Sekigahara, se colocó a la cabeza de 80 hombres en una formación hoshi para salir del cerco. Los elementos de señalización estaban cerca de los principales generales del comandante.
- Saku o cerrojo.- Esta formación estaba considerada como la mejor defensa en contra de la formación hoshi o punta de flecha, ya que dos hileras de arcabuceros y dos de arqueros estaban en posición para recibir el ataque.
- Kakuyoku o alas de grulla.- Es una formación defensiva con la finalidad de rodear al enemigo atacante. Los arqueros y arcabuceros de vanguardia absorben el avance enemigo, mientras que la fuerza principal (las alas extendidas y curvadas hacia atrás) se extiende y envuelve al enemigo. Fue utilizado por Takeda Shingen en la cuarta batalla de Kawanakajima en 1561 para recibir lo que él pensaba que era el ejército de Uesugi que huía.
- Koyaki o yugo.- Debe su nombre a los yugos de madera (kubiki) empleados con los bueyes. Era usada para neutralizar los ataques de kakuyoku o alas de grulla y hoshi o cabeza de flecha; su finalidad era que la vanguardia absorbiera el primer ataque y diese tiempo a que el enemigo revelara su siguiente movimiento ante el cual el cuerpo principal pudiera reaccionar a tiempo y de la forma adecuada. Debía ser fuerte para resistir a la vanguardia enemiga y ser flexible para adaptarse a la situación.
- Gyorin o escamas de pescado.- Se utilizaba frecuentemente para hacer frente a ejércitos mucho más numerosos. Se basaba en un centro fuerte, se complementa con unidades superpuestas que le proporcionaban más capacidad para proteger los flancos. El gyorin tenía la intención de hacer parecer al enemigo como si estuviera preparándose para retirarse, por lo tanto, incitar a un enemigo a atacar.
- Engetsu o media luna.- Llamado así por la forma asimétrica de las tropas se forman alrededor de su general. Era una formación defensiva utilizada cuando el ejército aún no había sido vencido, pero se necesitaba realizar una retirada ordenada al castillo. Mientras que la retaguardia retrocedía, la vanguardia podía aún organizarse de acuerdo a las circunstancias. También se empleaba para presentar la última batalla.
- Kuruma gakari o rueda giratoria. Esta formación formaba en una especie de círculo. Las unidades atacaban en un punto y cuando estaban cansadas o desgastadas, se retiraban en una dirección, mientras que por la dirección opuesta se acercaba la unidad que les iba a relevar. Pareciendo una rueda girando. Las unidades frescas continuarían siendo enviadas sobre el objetivo hasta que se lograba un gran avance. Esta formación fue empleada por Uesugi Kenshin para contrarrestar el kakuyoku o alas de la grulla de Shingen en la Cuarta batalla de Kawanakajima.
Costumbres samuráis
Cada niño que crecía dentro de una familia samurái se esperaba que de mayor fuera también un guerrero, por lo que gran parte de su infancia la dedicaba a practicar distintas artes marciales. Un samurái completo debía de ser diestro, por lo menos en el uso de la espada, el arco y la flecha, la lanza y posteriormente en el uso de armas de fuego. Del mismo modo, a los que tenían caballo, se les instruía en el uso de estas armas mientras se montaba a caballo. Además, se esperaba que supieran nadar y bucear.
Antes de la batalla, el samurái participaba en una comida de despedida donde se servían castañas secas, algas y orejas de mar para comer, así como sake (licor de arroz) para beber. Un factor importante a la hora de la ejecución de rituales es la superstición, que dictaminaba diversas pautas a seguir antes de la batalla. Por ejemplo, se consideraban de mal augurio cuestiones como que un samurái tuviese relaciones sexuales la noche antes de salir a la batalla, además de estar con mujeres embarazadas o con flujo menstrual.
Para ayudar a poner a favor las cuestiones supersticiosas, un ejército contaba con varios sacerdotes para corregir los malos augurios y convertirlos en buenos. Por ejemplo, en caso de que el caballo del general saliese desbocado, los sacerdotes lo interpretarían como el ímpetu de los dioses por querer atacar al enemigo.
Para prepararse para la batalla, un jefe samurái se bañaba y perfumaba concienzudamente. Después se vestía y se ponía su armadura. Este podía convertirse en un proceso laborioso que empezaba por debajo por los pies, culminaba ajustándose una máscara y el yelmo o kabuto. A la hora de ponerse un casco, el samurái debía quitarse los cordeles de la coleta y peinarse el pelo hasta dejarlo liso. Una vez peinado, se ponía un pañuelo blanco en la cabeza simbolizando la predisposición a morir en la batalla si se llega a ese punto. Antes de colocarse el yelmo en sí, se quemaba un poco de incienso en el interior de este con el fin de tener un cabello oloroso, incluso tras ser decapitado para que su enemigo no lo encontrase desagradable. La importancia que le daban los samuráis a su cabello venía directamente vinculada a su estatus, pues nunca podían cortarse la coleta, salvo en casos de deshonor o de conversión a monjes. Por tanto, el cabello del samurái podía reflejar de manera más o menos fiel su habilidad en batalla en función de su longitud.
Al comienzo del uso de las armas de fuego, la metodología del combate era la siguiente: al inicio se hacía un intercambio de disparos de arcabuz a una distancia de 100 metros aproximadamente; cuando se encontraba el momento oportuno se ordenaba que avanzaran los lanceros ashigarus y finalmente los samuráis atacarían, ya fuera a pie o a caballo.
Durante la batalla, el jefe lideraba a la tropa desde su caballo, los guerreros podían identificarse gracias a las banderas, llamados sashimono, que ataban a sus armaduras en la espalda. Éstas estaban decorados con la divisa del clan, o mon. Los oficiales dirigían a sus tropas haciendo señas con sus abanicos de guerra o con bastones de mando adornados con borlas, junto a ellos se situaba el ashiragu portaestandarte.
El general del ejército solía estar sentado en una silla de tijera en un enclave desde donde pudiera observar bien la batalla. Una vez elegido el lugar donde quería establecer su puesto de mando, se ponía un muro de cortinas a su alrededor en forma de U y abierto al frente para poder seguir los movimientos, se llamaba maku; estaba formado por cortinas atadas a mástiles de metal clavados en el suelo, junto al general estaba su estandarte con el mon o emblema del clan. También se situaba el tambor y demás medios de señales. El maku o puesto de mando estaba protegido por su guardia personal o hatamoto. Como muestra del simbolismo tan fuerte que esto representaba, otra manera de llamar al shogunato instituido por Minamoto Yoritomo era el término bakufu, que significaba “gobierno desde el maku”.
En medio de la contienda, algunos samuráis decidían bajar del caballo y buscar cortar la cabeza de un rival digno. Este acto era considerado todo un honor. Además, mediante el mismo ganaban respeto entre la clase militar.
Después de la batalla, los samuráis de alto rango celebraban normalmente ceremonia del té, y el kubi-jikken o “revista de cabezas” que era una tradición vigente desde el siglo X, consistía en una inspección de las cabezas de los miembros más importantes del enemigo que habían sido cortadas.
Cortar la cabeza de un rival digno en el campo de batalla era motivo de gran orgullo y reconocimiento. Existía todo un ritual para embellecer las cabezas cortadas: primero eran lavadas y peinadas y una vez efectuado esto, se ennegrecían los dientes aplicando un tinte llamado ohaguro. El motivo de ennegrecer los dientes radicaba en que unos dientes blancos era un signo de distinción, por lo que aplicarles un tinte para oscurecerlos era una forma metafórica de quitarles un poco de la misma. Finalmente, las cabezas eran dispuestas cuidadosamente sobre una tabla para su exposición.
El kubi-jikken o “revista de cabezas” se podía hacer de dos maneras: fuera del campo de batalla (la opción más cauta) o dentro de este (con el riesgo de un posible ataque por sorpresa). Si la batalla tenía lugar en un castillo, las doncellas etiquetaban cada cabeza con el nombre de su propietario y las arreglaban y peinaban. A las cabezas se les pasaba revista en la intimidad del puesto del mando, donde el daimio revisa cada cabeza una a una y comenta sus expresiones.
Una vez acabada esta inspección, algunos daimios optaban por enviar estas cabezas a las familias de sus propietarios.
Durante las invasiones de Hideyoshi a Corea, era tal el número de cabezas cortadas de los enemigos que tenían que ser enviadas a Japón, que por motivos logísticos se envió solamente la nariz. Estas eran cubiertas con sal y enviadas en barriles de madera. Estos barriles fueron enterrados en un túmulo cerca del Gran Buda de Hideyoshi, donde permanecen al día de hoy bajo el nombre equivocado de Mimizuka o “túmulo de orejas”.
Independientemente de lo que hicieran con las tropas vencidas una vez acabado el combate, los samuráis debían rendir sus respetos a los dioses por otorgarles la victoria y debían hacer donativos de armas a los santuarios o alguna donación para recibir una plegaria de un sacerdote. En algunas ocasiones se llegaban a construir nuevos templos (el templo de Saigadake se construyó tras la batalla de Mikatagahara en 1572), o pagaban las reconstrucciones de los edificios dañados por el combate (como Minamoto no Yoritomo, que pagó la restauración del templo Todai (Todaiji).
Es importante hacer notar que la mayoría de las batallas no se resolvieron de la forma tan idealista antes expuesta, sino que la mayoría de las guerras se ganaron mediante ataques sorpresas, como incursiones nocturnas, incendios, e incluso haciendo asesinar a los generales adversarios por ninjas.
Durante el tiempo de guerra, los samuráis comían dos veces al día. Las comidas consistían en medidas de arroz, pescado y verduras secas, ciruelas en vinagre y algas. El arroz se envolvía en un paño y se transportaba crudo, porque una vez cocinado, no se conservaba bien. El arroz se freía o se hervía en un casco de hierro que se convertía en improvisada cazuela.
Fortificaciones
En el periodo Sengoku hubo una revolución en el sistema de fortificación militar, la evolución progresiva de los fuertes a castillos.
Se estima que en las épocas previas al periodo Sengoku llegaron a construirse un total de 40.000 fuertes; estos eran, mayormente, estructuras improvisadas cuya ventaja principal radicaba en su ubicación geográfica, y se conocían como yamajiro o fuerte de montaña que se erigían en un día o dos, por lo que aparecían y desaparecían con frecuencia. Las defensas de estos fuertes consistían en diversas estructuras; como los horis o fosos en torno al castillo, que normalmente eran secos; los doruis o murallas de barro; los sakus o empalizadas de madera; y las yaguras o torres de vigía, que eran la parte más importante de todo el fuerte o yamajiro, y estaban orientados a la observación del terreno. Todas estas instalaciones estaban repartidas entre el honjou o fuerte principal y los shijou o fuertes adyacentes.
La forma más utilizada para destruir estos fuertes era usando el fuego mediante incendios provocados, lo que suponía que en ocasiones los pueblos y los campos adyacentes también se viesen afectados.
Con el tiempo, los señores comenzaron a experimentar con cimientos de piedra para sus fuertes, dando lugar a castillos. Para la construcción de los castillos se necesitan miles de trabajadores, pues había que limpiar la colina de árboles y seguir unas pautas geométricas muy concretas. Eran buenas estructuras a nivel defensivo, pues contaban además con la ventaja de tener cimientos resistentes a terremotos. La cimentación se hacía sin mortero y las piedras tenían el lado más pulido en el exterior de la muralla, formando una superficie cóncava. Esto se conoce como musha-gaeshi y su propósito principal era dificultar la escalada por parte de los enemigos.
Las murallas se remataban con tejas que protegían de la lluvia, abriéndose en ellos hazamas o aspilleras para disparar flechas o balas a través de ellos desde la parte interior. Todos los castillos tenían grandes puertas de madera apoyadas sobre grandes goznes metálicos y estaban reforzadas con placas y pinchos de hierro.
Los primeros en desarrollar la construcción de los tenshu kaku o torres del homenaje, fueron los arquitectos de Ano, en la provincia de Omi, que tenían experiencia en la construcción de bases de piedra de pagodas y santuarios. El castillo de Azuchi construido por Oda Nobunaga su Tenshu tenía seis pisos y sirvió de modelo para castillos posteriores.
Posteriormente, aparecieron los castillos de planicie llamados hirashiro, que se basaban en la construcción de fosos o hori que podían estar rellenos de agua llamados mizuhori o fosos secos llamados karabori, el castillo Osaka, fue el primero construido de este tipo.
Los castillos de piedra también tenían debilidades que podían ser aprovechadas por el enemigo. Una era su propia estructura que seguía siendo mayoritariamente de madera y, por lo tanto, vulnerables al fuego. Otra era que necesitaba un pozo para el suministro de agua, si dependía de la lluvia y del almacenamiento no podían aguantar mucho tiempo.
En 1615 el shogunato Tokugawa estableció un sistema de regulación para los castillos que cada daimio podía poseer. Debido a esta política, conocida como ikkoku ichijo (una provincia, un castillo), muchos castillos fueron destruidos o desmantelados, y los restantes se convirtieron en sedes de las administraciones locales.
Armaduras
Los japoneses siguieron fabricando el mismo tipo de armaduras que en la época anterior, alrededor de 1550 apareció un nuevo tipo de armadura, y pronto se convirtió en muy extendida debido a todas sus ventajas. Esta fue la okegawa-do o la armadura de láminas remachadas. El nombre significa «armadura de tubo» porque la coraza tenía forma de tubo. Existían dos variantes básicas: la tatehagi (vertical) y yokohama (horizontal). Por lo general, la coraza se hizo como un tipo ni-mai-do con una bisagra bajo el brazo izquierdo, y el tipo más común fue la yokohama (horizontal).
Aparte de la coraza remachada, el kusazuri (faldas) y los sode (hombreras) siempre estaban hechas de láminas lacadas con la misma laca que la do o coraza.
En un principio, el okegawa-do era la armadura de los vasallos y ashigarus, pero rápidamente ganó popularidad entre los samuráis. Era barata para producir, fácil de mantener, y cómodo de usar si se hacía correctamente, y bastante fiable en la batalla. Por supuesto, cuando se produjo en masa, existieron okegawa-do de baja calidad. A menudo se les llamaba okashi-do.
La namban-do o «armadura de los bárbaros del sur» fue uno de los resultados del contacto con los europeos. Los armeros japoneses aprendieron rápidamente cómo producir copias locales de armadura de placas europea y, comenzaron alrededor de 1560 a copiarlas y fabricarlas según el gusto japonés. Aunque la calidad variaba ampliamente, estas siempre se asociaron con los samuráis de alto rango. Todos ellos tenían una sección construcción en dos partes, petos y espaldares, cada una hecha de una sola placa de acero.
Todas las namban-do, ya fueran importadas o locales, fueron equipadas con los kusazuri (faldas), las correas del hombro o watami y las kote (hombreras) típicas japonesas, y se terminaban con laca de color marrón rojizo en lugar de pulido en la moda europea.
Yelmos
El casco típico ashiragu fue el jingasa, hecho de una sola plancha de hierro y raramente de cuero, con tejido shikoro en su interior. Contaba con diferentes formas, siendo la más normal la de forma cónica basados en los sombreros kasas de los agricultores japoneses. Aparte de como yelmo, lo usaban también para cocinar como si fuese una cazuela.
Los kabutos o yelmos usados por los samuráis evolucionaron de muy distintas maneras. Tras las dos campañas en Corea, algunos cascos japoneses tomaron formas coreanas, cada clan tenía su propio formato, los oficiales de alto rango llevaban suji-bachi kabutos que en un principio el estándar era de 24 placa, pero aumentaron a 32, 64, 72 o incluso 120. Otro yelmo popular fue el zunari (casco con forma de cabeza) del que se dice que está basado el de la Guerra de las Galaxias. También había los kabutos tipo eboshi con cimera o tatetomo, que se colocaba encima para hacerlos parecer más altos, se empleaba papel machado con laca, las había de cuatro tipos: maedate (cresta frontal), wakidate (crestas laterales), kashiradate (crestas superiores), y ushirodate (crestas traseras), e incluso se colocaban figuras de animales encima como en europa. Este tipo de yelmos eran los empleados por el clan Kuroda y el clan Kato.
Con la introducción de la armadura namban-do, los armeros comenzaron a producir el namban-kabuto. Y estos fueron más extendidos de lo que las armaduras. Los namban-kabuto eran yelmos occidentales importados adaptados a los gustos nipones, añadiéndoles los koshimaki y shikoro, o copias locales hechas de una placa de acero individual. En un principio los japoneses copiaron los yelmos portugueses, pero más tarde copiaron los morriones españoles a los que denominaron momonari kabuto fue influenciado por el morrión.
Armamento
Aparte de la katana, los samuráis en el siglo XVI empezaron a usar una versión más corta llamada wakizashi, su longitud más corta le hacía mejor para espacios más pequeños como interiores o para el combate urbano. Su longitud era de 30 a 50 cm frente a los 60 de la katana. Lo normal era que un samurái llevara ambas espadas y al conjunto se llamaba daisho.
Los arcabuces fueron las armas típicas de esta época, les había de tres tipos: los directamente importados de los portugueses, los fabricados en japón que eran un poco más cortos y que se denominaron tanagashimas, nombre de la isla donde posiblemente se empezaron a fabricar, y los osutsu que eran de gran calibre y algunos los consideraban como cañones de mano más que arcabuces.
La infantería empezó a desplazar a las naginatas por las yari o lanzas rectas, las más normales eran las mochi yari (lanza de mano) era una lanza de 2,5 metros utilizada tanto por los ashigarus como los samuráis, permitía hacer esgrima como con la naginata, pudiendo pinchar y cortar. El otro modelo más utilizado fue la nagae yari (lanza larga) con una longitud de 5,0 a 6,0 metros, fue utilizada por los ashigaru de forma similar a los piqueros europeos. Fue primeramente empleado por los ashigarus de Oda Nabunaga para contrarrestar la famosa caballería del clan Takeda, se usó fundamentalmente en formaciones a diferencia de las mochi en que prevalecía el combate individual.
Los ninjas
Los ninjas o shinobi eran un grupo de mercenarios adiestrados especialmente en formas no ortodoxas de hacer la guerra, en las que se incluía el asesinato, espionaje, sabotaje, reconocimiento y la guerra de guerrillas; con el afán de desestabilizar al ejército enemigo, obtener información vital de la posición de sus tropas o lograr una ventaja importante que pudiera ser decisiva en el campo de batalla.
Siguieron código ninjutsu en el que se valora el cumplimiento de una misión por cualquier medio necesario. Ataques furtivos, veneno, la seducción y el espionaje eran una vergüenza para el samurái, pero el juego limpio por las reglas del ninja. La mayoría de los ninjas comunes no eran de la nobleza, sino campesinos y agricultores, que aprendieron a luchar con todos los medios que tenían a su alcance para su propia autopreservación. Las mujeres también sirvieron en el combate ninja.
Las mujeres ninjas, o kunoichis, se infiltraban en los castillos enemigos disfrazadas de bailarinas, concubinas o sirvientas. Eran espías exitosas, y a veces actuaron como sicarios en algunas ocasiones. No recibían un entrenamiento tan estricto en el aspecto físico como para los hombres, su principal arma era su belleza y la seducción. Recibían entrenamiento en “taijutsu” o defensa personal sin armas, en “bojutsu” para la utilización del bo o bastones diversos, en “tantojutsu” para el uso del tanto o puñal japonés, en “yarijutsu” o uso de la lanza y en “kenjutsu” o métodos de combate con la espada. El kimono daba la posibilidad de esconder armas. Aprendían a usar el “sensu” o abanico japonés y aprovecharon las horquillas para sujetar el pelo en forma de Bo Shuriken o “cuchilla detrás de la mano”, también empleaban la fukiya o la cerbatana, cuyos dardos estaban envenenados. La jonin ninja más conocida fue Chiyome Mochizuki, perteneció a la familia ninja de Koga en donde entrenaban niñas huérfanas e indigentes para luego hacer uso de sus servicios como espías.
Los ninjas fueron utilizados y temidos por los daimios, pero despreciados por la clase samurái al no seguir un código de conducta, pertenecían a una clase social baja, por lo que esto pudo influir en su desprecio.
Para sus propósitos utilizaban una amplia gama de armas y artefactos, además de ser expertos en la preparación de venenos, pócimas y bombas. Del mismo modo, eran entrenados en el uso del “arte del disfraz”, que utilizaban a menudo para pasar desapercibidos dependiendo de la situación imperante en el lugar en el que se tuvieran que introducir, a diferencia de la típica vestimenta con la que hoy día se les atribuye y que posiblemente utilizasen trajes negros para no ser vistos durante la noche.
Las primeras referencias a los ninjutsu fue durante el periodo Kamakura, cuando surgieron 25 escuelas diferentes concentradas principalmente en las provincias de Iga y Koga; que se sumaron a la más antigua de todo Japón la Yoshitsune-ryu, fundada por el famoso guerrero Miyamoto Nokuro Mitsosune que seleccionó algunos guerreros de gran valor para adiestrarlos en el arte del Shinobi, anterior incluso al establecimiento del shogunato Kamakura. Otra escuela temprana de ninjutsu, la Kusunoki-ryu, fue fundada por Kusunoki Masashige a mediados del siglo XIV. La principal diferencia entre ambas escuelas anteriormente expuestas era que la Yoshitsune-ryu se enfocaba principalmente a métodos de pelea directa, mientras que la Kusunoki-ryu se centraba en actividades de espionaje, aunque ambas le daban suma importancia al ataque por sorpresa.
Durante el período Sengoku fue la época dorada de los ninjas, los daimios recurrieron a sus servicios y los emplearon en diversas tareas como kanchos (espías), teisatsus (exploradores), kishos (atacantes por sorpresa) o korans (agitadores) en provincias enemigas. Eran un grupo muy variado que iban desde ninjas profesionales entrenados desde generaciones a simples bandidos contratados para una operación.
Las dos de las principales figuras de este periodo, Takeda Shingen y Uesugi Kenshin, recurrieron a espías ninjas para estar al tanto de los movimientos de su contrincante de manera recurrente.
Es importante resaltar que cuando los ninjas eran contratados como mercenarios para acompañar el ejército samurái, eran tratados con mucho respeto. Más aún cuando se trataban de ninjas profesionales que pasaban sus amplios conocimientos de generación en generación como los de las provincias de Iga y de Koga, los cuales gozaban de gran fama en todo el país.
A partir del siglo XV en adelante, distintas familias de guerreros comenzaron a desarrollar sus propias técnicas de espionaje y asesinato. Como muchas otras tradiciones marciales en Japón, estas técnicas fueron transmitidas de padre a hijo o de sensei (maestro) a pupilo, aunque estuvieran emparentados. Sin embargo, cuando Tokugawa Ieyasu se llevó a Edo a los hombres de Iga y Ueno, se agotó el suministro, por lo que los daimios comenzaron con una «producción casera» de ninjas, aunque debían de tener una cierta categoría antes de que pudieran ser empleados. Curiosamente, durante el shogunato Tokugawa no se prohibió su adiestramiento, tal como consta en edicto proclamado en 1.649, en el que se menciona que solo los daimios con ingresos superiores a los 10.000 koku podrían contar con shinobis en sus ejércitos.
La estructura típica de las organizaciones de shinobi estaban compuestos por tres rangos:
- Los jonins o líderes que eran los que mantenían el contacto con los interesados en sus servicios y cerraban los tratos.
- Los chunins u oficiales que ayudaban a los jonins.
- Los ganins o agentes, que eran los que llevaban a cabo las tareas. Dentro de los ganins se encontraban diversas subclases especializadas entre las que podemos encontrar los saisakus (especialistas en poner trampas), los yuteis (espías viajeros), los iapas (expertos en acciones improvisadas), los mitsumonos (especialistas en cambio de personalidad) los suppas (lo más parecido a ser un detective), los nosikarus (acróbatas expertos en misiones donde se requería una habilidad y reflejos extremos), los kusas (expertos en la ocultación incluso a plena luz del día), los kamari (especialistas en realizar emboscadas), los omitshus (expertos en misiones de poca posibilidad de supervivencia), los rappas (encargados de propagar informaciones falsas), los duneki (expertos en la infiltración), los homens (agentes dobles), los negorushus (expertos en armas con pólvora), los hayagumis (expertos en la entrega de mensajes urgentes).
Se cree que el nacimiento de los shinobis era originario de China, y los portadores de estos conocimientos se vería reflejado en la imagen de unos monjes llamados yamabushi maestros en el arte del combate; se vieron forzados a salir de China, y dirigieron sus pasos a Japón, asentándose en dos puntos muy concretos los valles de Iga y Koga.
Los artistas ambulantes, llamados kogutsu, formaron un núcleo muy importante dentro de los clanes ninjas, ya que gracias a sus habilidades en las acrobacias, la mímica y el manejo de palos y lanzamiento de cuchillos otorgaban una tapadera perfecta para pasar desapercibidos, ya que para las autoridades no estaban considerados como ciudadanos, de esta manera conseguían evitar controles de una provincia a otra dándoles total libertad para llevar a cabo sus misiones de espionaje o de asesinato. Uno de los grupos kogutsus más importante fue el clan Hattori, que consiguió dominar de una mera muy sutil toda la Yakuza de su región, posteriormente se instaló definitivamente en el valle de Iga.
Otro de los disfraces favoritos era el homuso que eran frailes zen itinerantes que tocaban la flauta y llevaban una especie de cesta en la cabeza, y podían recorrer el país a voluntad.
Para un niño de una familia de ninjas el currículo era más extenso y exigente: además de saber manejar las armas con destreza, se requería que supiera el uso y preparación de explosivos y venenos, además de que se les entrenaba en supervivencia en campo abierto, escribir y mandar mensajes.
Un aspecto de vital importancia era el acondicionamiento físico que recibían, ya que eran adiestrados para poder escalar muros de los castillos, así como dominar las artes marciales, ya fuera con armas o sin ellas. Debido a que la naturaleza del ninja era pasar desapercibido, utilizaban distintos disfraces de profesiones diferentes; por lo que debían de tener un vasto conocimiento de los roles de cada uno para convencer en su papel, por lo que estudiaban los modales, el dialecto, las costumbres así como el contexto personal de los dirigentes locales. Las armas que empleaban debían ser silenciosas y discretas, tenían que pasar desapercibidas, por lo que muchos utensilios y aperos eran transformados en armas, los clanes o familias ninjas desarrollaban su propio estilo de acuerdo a su conveniencia.
Tras conseguir la casi total paz de Japón, los ninjas casi se dedicaron a ser la policía de Edo, la nueva capital del país que hoy día conocemos como Tokio.
Se puede ver un documental “Secretos de los Ninjas” por Discovery Channel en https://www.youtube.com/watch?v=CS2KVej1vYk