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Situación en el sur a principios de 1811
Soult, como le señaló Napoleón dos meses después, había cometido un error considerable al no poner todas las divisiones que quedaron en Andalucía bajo un solo jefe, responsable de todas las partes del reino por igual. A Víctor no se le dio autoridad sobre Sebastiani, ni siquiera sobre Daricau, que había quedado como gobernador de Sevilla.
Soult era plenamente consciente de todos los posibles peligros de su ausencia. Aparentemente, pensaba que Sebastiani corría mayor peligro, pues requisó solo unos pocos jinetes y artillería del CE-IV, y lo dejó prácticamente intacto para defender la provincia de Granada contra el ejército de Murcia. En cuanto a Sevilla, consideró que solo Ballasteros podía ponerla en peligro, y por eso hizo todo lo posible por destruir la división de ese general, haciendo que Gazan le persiguiera hasta las fronteras de Portugal, desvío que casi arruinó la expedición extremeña por falta de infantería. Cuando Gazan condujo a Ballasteros sobre el Guadiana, tras la acción de Castillejos el 25 de enero, el mariscal pensó que el español estaba fuera de combate y ya no estaba en condiciones de hacer daño. De hecho Ballesteros regresó a Andalucía en unas pocas semanas y estaba amenazando Sevilla a principios de marzo.
Pero el mayor peligro estaba realmente en el lado de Cádiz, donde Víctor, privado de casi toda su caballería y de un RI para la expedición extremeña, también tuvo que suministrar destacamentos periféricos: una guarnición para Jeréz y la columna del general Remond operando en el condado de Niebla, muy al oeste. Solo le quedaban 19.000 hombres para la defensa de las Líneas, de los cuales una proporción considerable consistía en artillería, zapadores y tropas de la marina, necesarios para el asedio, pero inútiles para una batalla campal si el enemigo realizaba una salida por mar contra su retaguardia.
Víctor estaba ansioso, y con razón porque los socorros más cercanos eran las tropas de Sebastiani en Granada y Málaga, a muchas marchas de distancia, mientras que la guarnición de Cádiz era muy fuerte y, de hecho, superaba en número a su propia fuerza. A principios de febrero comprendía, incluida la milicia urbana, cerca de 20.000 efectivos españoles; Copons acababa de retirarse del oeste para unirse a él. También había una DI anglo-portuguesa del general Thomas Graham había quedado en una fuerza considerable, incluso después de que Wellington retirara ciertos RIs para unirse a la defensa de las líneas de Torres Vedras, como también 2 EHs del RH-2 KGL, y 2 Bías de campaña. El total ascendía de 5.000 y 6.000 efectivos.
A los pocos días de la retirada del destacamento tomado por Soult de Víctor, llegó a Cádiz la noticia de que el CE-I se había debilitado. La idea de un ataque contra Víctor fue inmediatamente abordada por la Regencia y aceptada por el general Graham. Después de algunas discusiones, se consideró mejor no asaltar las líneas de la Isla de León, sino desembarcar una fuerza tan grande como pudiera salvarse en la retaguardia del enemigo, en Tarifa, Algeciras o algún otro punto de la Andalucía Meridional que estuviera en manos de los aliados. Tal movimiento, si se lleva a cabo correctamente, obligaría a Víctor a retroceder, para mantener a los aliados de las líneas.
La ejecución de este plan se pospuso durante algunas semanas, en parte debido a la dificultad de proporcionar transporte por mar para una gran fuerza expedicionaria, y en parte porque Gazan fue inesperadamente atraído de regreso a Andalucía por la DI de Ballasteros, y a fines de enero estaba en una posición que fácilmente podría reforzar a Víctor. Cuando se marchó a Extremadura el problema se hizo más sencillo. Después de retirar la división de Copons desde el Condado de Niebla a Cádiz, la Regencia se encontró en condiciones de proporcionar 8.000 hombres para el embarque, dejando a 7.000 regulares y la milicia urbana para controlar Cádiz. Graham estaba listo para unirse, con todas sus tropas excepto las Cías del BI-II/47 y el RI-20 portugués, y el dudosamente efectivo BI alemán, que se quedarían atrás, porque no deseaba retirar de una vez a toda la fuerza británica de Cádiz. Pero obtuvo la ayuda de un número casi equivalente de Gibraltar, escribió al general Campbell, que accedió con entusiasmo a participar en el plan y prometió prestar 1.000 soldados de infantería.
Esta ayuda elevaría el contingente británico a 5.000 hombres. Los españoles también iban a recoger algunos pequeños refuerzos como la fuerza irregular al mando del general Beguines que operaba en las montañas de Ronda, y con base en Gibraltar. Se le ordenó unirse a la expedición cuando llegara, reuniendo una fuerza de 1.600 efectivos en 3 BIs. En total la fuerza disponible ascendía a 9.600 españoles y 5.000 británicos, una fuerza casi igual en número al reducido CE-I de Víctor. Pero estaba claro que el mariscal tendría que dejar una especie de guarnición en las Líneas delante de Cádiz, y que los aliados tendrían una superioridad numérica, si podían forzar una lucha a distancia del mar y de la base francesa.
Se cometió un gran error al planificar la expedición. Su mando iba a ser confiado al general Manuel La Peña, entonces oficial superior en Cádiz, un hombre con un talento para socializar y la diplomacia, pero militarmente era un inepto y desleal; en 1808 había sacrificado a Castaños en la desastrosa batalla de Tudela, negándose a marchar por el sonido de los cañones, y asegurando una retirada segura para él y sus 10.000 hombres, mientras el ejército principal era aplastado, a solo 6,5 km de distancia por el mariscal Lannes. El gobierno británico se negaba a actuar en cualquier expedición conjunta de la que no se le diera el mando a un general británico, pero engañado por de La Peña, consintió en ocupar el segundo lugar, alegando que el español aportaba el mayor número de tropas a la empresa.
Expedición del general La Peña
Después de muchos retrasos, el contingente inglés zarpó de Cádiz el 21 de febrero, pero se encontró con vientos del oeste tan fuertes, que cuando se acercó al cabo de Trafalgar; el convoy no pudo llegar al difícil puerto de Tarifa, y pasó a la bahía de Gibraltar, donde Graham desembarcó el 23 de febrero en Algeciras. Allí encontró esperándolo un BI de 536 efectivos, que el general Campbell había preparado para él con las 6 Cías de flanco del BI-I/9, BI-I/28 y BI-II/82. Desde Algeciras las tropas marcharon el 24 de febrero a Tarifa, donde recogieron otro refuerzo proporcionado por Campbell, las 8 Cías del BI-I/28, que habían estado cumpliendo funciones de guarnición en esa pequeña fortaleza, 460 efectivos en total. Teniendo solo 5.196 efectivos, Graham dividió la infantería en dos BRIs.
La BRI-I al mando del general Dilkes contaba con 1.900 efectivos, estaba compuesta por los 2 BIs de la Guardia, junto con el BI de flanco de Gibraltar y 2 compañías del RIL-95 de rifles. La BRI-II al mando del coronel Wheatley, tenía 2.633 efectivos; y consistía en el BI-I/28, BI-II/67, BI-II/87, y otro BI de flanco compuesto por las 2 Cías ligeras del RI-20/P portugués (únicas tropas de esa nación que sirvieron en la expedición), las del BI-II/47, y 4 Cías del RIL-95 de rifles. Había solo 206 de caballería, 2 EHs del RH-2 KGL, y 10 cañones al mando del mayor Duncan.
El contingente español había navegado tres días después de Graham, se había encontrado con el mismo mal tiempo y había sido muy golpeado. Pero las tropas comenzaron a llegar a Tarifa el día 26 de febrero, y estaban todas en tierra el 27 de febrero. La Peña asumió el mando, fue todo cortesía y cedió a Graham 2 BIs propios para aumentar las fuerzas británicas. Con sus tropas organizó dos DIs: la DI-1 al mando de Lardizábal con 6 BIs y la DI-2 bajo el príncipe de Anglona con 6 BIs, llevó además 14 cañones y 4 Escons al mando de un coronel inglés en el servicio español, Samuel Whittingham.
Al llegar al puente de Facinas y al pueblo de Bolonia, a 17 km de Tarifa, La Peña tuvo que decidir si marchaba contra la retaguardia de las líneas francesas delante de Cádiz por la pista más cercana a la costa, que pasa por Vejer de la Frontera, Conil y Chiclana; o por la carretera interior de montaña, que pasa por Casas Viejas hasta Medina-Sidonia. Los dos caminos en su bifurcación están separados por la larga laguna de La Janda, una capa de agua muy poco profunda, de 11 km de largo, que casi se seca en verano, pero en ese momento estaba llena hasta desbordarse por las lluvias primaverales. Tomar la ruta interior a través de las montañas era, con mucho, el mejor camino.
El camino no era bueno, pero si los aliados podían llegar a Medina-Sidonia con su ejército intacto, Víctor se vería obligado a salir y atacarlos, a gran distancia de sus Líneas. Porque sería prácticamente imposible que el Mariscal permitiera que La Peña y Graham se establecieran en Medina-Sidonia, en la retaguardia de su cuartel general, y respaldados por la sierra de Jerez, desde cuyas faldas podían enviar tantos destacamentos como quisieran, para cortar la comunicación entre Sevilla y las Líneas. Había poco peligro de ser tomado en la retaguardia por tropas enviadas por el distante Sebastiani, cuyas fuerzas más cercanas estaban en Marbella, a 130 km de distancia, y cuya atención estaba en ese momento totalmente ocupada por los guerrilleros locales.
De hecho, Sebastiani durante algún tiempo pensó que la expedición estaba dirigida contra él mismo y se estaba preparando para concentrarse y tomar la defensiva. Los únicos inconvenientes de la ruta de Medina-Sidonia eran que no habría posibilidad de comunicarse por ella con la guarnición de Cádiz, y que la cuestión de las provisiones podría agravarse si la campaña se prolongaba, porque la región era árida y el ejército mal provisto de transporte. Pero en unos días resolvería el asunto, Víctor se vería obligado a salir de inmediato y luchar, con todos los hombres que pudiera reunir, y mientras estuviera comprometido en Medina-Sidonia, no habría nada que impidiera que los 7.000 españoles de Cádiz cruzaran el puerto y destruir las líneas mal guarnecidas. Esto en sí mismo, incluso si los aliados no lograran contener al Mariscal, tendría un efecto inmenso en toda Andalucía.
La Peña originalmente tenía la intención de tomar el camino de la derecha y ordenó a Beguines, que estaba en las altas colinas al este, cerca de Jimena de la Frontera, que se uniera a él con su brigada itinerante en Casas Viejas. La columna partió de Facinas a última hora de la tarde, pues La Peña tenía una fe grande en las marchas nocturnas, con las que siempre esperaba ganar tiempo sobre el enemigo, ya que sus movimientos no podían ser descubiertos ni comunicados hasta la mañana siguiente. Pasó por alto la correspondiente desventaja de la extrema lentitud del progreso por carreteras en mal estado en un terreno accidentado, el peligro muy real de que las tropas pudieran perderse en la oscuridad, por la fatiga y falta de sueño.
Las tropas de Lardizábal, a la cabeza de la columna, habían llegado a Casas Viejas por la mañana; pero la división inglesa en la retaguardia del ejército no había llegado más allá del extremo norte de la laguna, a unos 20 km de su punto de partida en el puente de Facinas. Soplaba un fuerte viento del este, la noche había sido muy fría y los hombres estaban muy fatigados.
Lardizábal al llegar a Casas Viejas había encontrado el convento, que era el único edificio sólido en la zona, ocupado por 2 Cías francesas enviadas por el general Cassagne desde Medina Sidonia para vigilar la carretera. Pensando en un primer momento de que se trataba de guerrilleros, el capitán francés se encerró detrás de sus barricadas, en lugar de retirarse de inmediato. Cuando descubrió su error y vio que todo un ejército lo rodeaba, ya era demasiado tarde para salir sin pérdidas.
La Peña ordenó que se fijara el convento, ya que no quería perder el tiempo en asaltarlo. Todas sus tropas habían llegado, incluida la fuerza itinerante de 1.600 hombres de las colinas bajo Beguines, cuando los franceses, imprudentemente, salieron disparados hacia el este, con la esperanza de escapar. La pequeña columna fue perseguida y cortada por un escuadrón de húsares alemanes de Busche, muchos de los cuales fueron muertos o capturados. Por los prisioneros y los exploradores de Beguines, La Peña supo que Medina Sidonia estaba ocupada por el destacamento de Cassagne compuesto por 5 BIs, una Bía y un regimiento de caballería, unos 3.000 hombres. Los muros habían sido reparados, se dijo, y el lugar estaba en estado de defensa.
Pero esta no fue la línea de pensamiento que guio a La Peña; como mostraba su historial anterior, eludía sus responsabilidades, y la perspectiva de una batalla al día siguiente o al día siguiente parece haberlo paralizado. Para sorpresa de todos, dio la orden de que el ejército, esperando hasta el anochecer, saliera de la carretera de la Medina y marchara a través del campo por un mal camino de herradura hasta Vejer de la Frontera, por la otra ruta de Tarifa a Cádiz. Graham protestó por una segunda marcha nocturna, después de la experiencia de la primera; y con razón, porque la noticia llegó antes de la noche de que la carretera a lo largo del lado norte del río Barbate, que La Peña tenía la intención de usar, estaba absolutamente bajo el agua de las inundaciones.
Por tanto, La Peña consintió en esperar hasta la mañana siguiente de 3 de marzo y utilizar otro camino rural, la que se encuentra entre el extremo norte de la laguna La Janda. El ejército partió al amanecer, la DI-1 Lardizábal en vanguardia, la DI inglesa en retaguardia. Pero al llegar al lugar de cruce previsto, se encontraron que ese camino, al igual que el norte del río, estaba inundado, habiéndose desbordado la laguna en su extremo norte, y se unió en una capa de agua poco profunda al río Barbate. Graham, al llegar al pasaje, encontró a los españoles detenidos al borde de la inundación, aparentemente desconcertados.
El enérgico anciano inglés tomó la iniciativa, y él con su personal se metieron en el agua y buscaron personalmente la pista de la calzada sumergida, que afortunadamente encontraron a un metro de profundidad. Situó hombres a lo largo de la pista a intervalos, para guiar a los que debían seguirlo, y se subió en su caballo en medio del vado animando a las tropas que pasaban junto a él. Fue seguido por Lacy, el príncipe de Anglona. El cruce duró tres horas, y el ejército llegó a Vejer, habiendo tardado 15 horas en recorrer 16 km, debido a las demoras por la inundación. Todos estaban empapados y muy fatigados, ya que el tiempo aún era muy frío.
La vanguardia había encontrado un ED francés en Vejer que huyó, de modo que estaba seguro de que Víctor recibiría noticias inmediatas. El mariscal, de hecho, estaba desconcertado. La noche del día 2 marzo, había tenido noticias de Cassagne de que el enemigo estaba en plena acción en la carretera de Medina Sidonia y había aislado el puesto en Casas Viejas. En consecuencia, envió órdenes a Cassagne para que se mantuviera firme y prometió apoyarlo con toda su fuerza disponible. Pero antes del amanecer del 4 de febrero, recibió noticias, de los dragones expulsados de Vejer, de que había una gran fuerza en la carretera occidental.
Pero también había que vigilar la guarnición de Cádiz, que mostraba signos de actividad. En la noche del 2 al 3 de marzo, cuando el ejército de campaña estaba en Casas Viejas; el general Zayas, de acuerdo con el programa que le habían dejado, tendió su puente de botes a través del arroyo Santi Petri y cruzó con un BI del RI Órdenes militares que se atrincheró en el barro, frente a las obras francesas que cortan la península de la Bermeja. Formaron una cabeza de puente, sin ser molestados, estando bajo la protección de los cañones pesados en el castillo de Santi Petri y otras baterías en la Isla de León. La medida solo podía significar que la guarnición de Cádiz intentaba realizar una salida.
En consecuencia, Víctor resolvió detener su salida; esperando el anochecer de la noche del 3 al 4 de marzo, envió 6 Cías de voltigeurs para asaltar la cabeza de puente. Eso lo lograron, los cañones pesados no pudieron detenerlos en el crepúsculo, el BI de Órdenes Militares fue casi aniquilado, perdiendo 13 oficiales y 300 hombres muertos o apresados. Pero el puente en sí fue salvado por el rápido hundimiento de dos de sus botes, y fue llevado rápidamente de regreso a la isla, donde Zayas lo almacenó para su uso posterior. Le había disgustado mucho no ver ni oír nada de las fuerzas aliadas detrás de los franceses, que le habían dicho que aparecerían el 3 de marzo.
Soult asociando el movimiento de Zayas y el hecho de que al menos parte del ejército aliado se encontraba ahora en la carretera de Vejer, llegó a la correcta conclusión de que el ejército en el campo tenía la intención de ponerse en comunicación con Cádiz y su guarnición. En consecuencia, elaboró un nuevo plan para adaptarse a esta hipótesis: de sus 3 DIs, la de DI-3/I de Villatte fue enviada taponar el cuello de la península por donde la pista de Vejer y Conil conduce a la cala Santi Petri y la Isla de León. Las otras dos DIs, fueron concentradas en Chiclana, debían esperar hasta que la fuerza aliada se encontrara bloqueada en el frente por Villatte, para luego caer sobre su flanco, en el espacio de 5 km que se extiende entre el cerro de la Barrosa y el lugar donde Villatte había sido desplegado.
Este plan pondría a la DI-3/I de Villate en peligro obvio, ya que, mientras era atacado por el frente por el jefe del ejército aliado, podría encontrar a Zayas intentando una vez más tender su puente y tomarlo por la retaguardia. Tal movimiento de la guarnición no podía ser detenido, porque el final de la península, junto al puente, estaba bajo los cañones de varias baterías pesadas. Pero Víctor ordenó a Villatte que no luchara hasta el final, sino que se contentara con fijar a los aliados el tiempo suficiente para permitir que el cuerpo principal cayera sobre su flanco.
El sonido de sus cañones sería la señal para que las 2 DIs salieran del bosque de Chiclana y se abalanzaran sobre la larga columna cuya vanguardia se enfrentaría a Villatte, mientras que su retaguardia continuaría avanzando por la costa a muchos kilómetros de distancia, porque 14.000 hombres disponían de una única línea de comunicación por la que moverse.
Mientras tanto, Cassagne, en Medina Sidonia, recibió órdenes de averiguar exactamente qué tenía frente a él y, si no había fuerzas sólidas, marchar para unirse al cuerpo principal en la mañana del 5 de marzo.
La fuerza de Víctor no era tan grande como hubiera deseado. Soult le había quitado 6 BI y 3 RCs, reduciendo el total del CE-I que quedaba en Cádiz o cerca de él a 23 BIs de infantería, 3 RCs y 4 o 5 Bías de campaña, unos 15.000 efectivos en total. También estaban presentes en las líneas 3.500 efectivos de asedio (unos 1.000 de artillería y 800 de ingenieros y zapadores y 1.600 marinos de la flotilla) que eran inútiles para las operaciones de campaña, a los que hay que añadir 2.000 infantes en 3 BIs para guarnecer las líneas esto dejaba 13.000 efectivos disponibles para las operaciones de campaña, a los que se podía unir Cassagne todavía estaba ausente en Medina Sidonia, con 5 BIs, una Bía y uno de los 3 RCs, lo que sumaba un total de 3.100 hombres.
Por tanto, solo le quedaban 10.000 efectivos para enfrentarse a La Peña y Graham, hasta la llegada Cassagne. Víctor había, sobrestimado mucho la fuerza de los aliados, que calculaba en 8.000 ingleses y 18.000 españoles, por lo que se puso a trabajar bastante desesperado, pensando que tenía que luchar contra números muy superiores. y que su única oportunidad era realizar un ataque repentino y decidido cuando no se lo esperaba.
Batalla de Barrosa o de Chiclana (5 de marzo de 1811)
Despliegue de fuerzas
A cada una de las tres divisiones que Víctor tenía bajo su mando le faltaban varios BIs, la DI-1/I de Ruffin, DI-2/I de Leval tenían cada una 1 BI en las líneas de asedio y otro BI destacado con Cassagne en Medina. La DI-3/I de Villatte tenía 1 BI en las líneas y 3 BIs con Cassagne. Por eso las DI-1/I de Ruffin y la DI-2/I de Leval con 6 BIs cada una, la DI-3/I Villatte con 5 BIs solamente. Las fuerzas de Víctor eran:
- DI-1/I de Ruffin con 3.000 efectivos: RIL-15 (1, 596), RI-96 (2, 1.193), RI-24 (2, 762), 2 BGs provisionales (14 Cías, 500), y 6 cañones
- DI-2/I de Laval con 3.500 efectivos: RI-8 (2, 1.488), RI-45 (1, 717), RI-54 (2, 1.323), BG provisional (549), y 10 cañones.
- RD-1 (3, 398)
- DI-3/I de Villate con unos 3.000 efectivos: RIL-27 (2, 1.025), RI-94 (1, 550), RI-95 (2, 1.056), RD-2 (3, 289).
En la noche del 4 de marzo, los hombres de Ruffin y Leval se concentraron en Chiclana, escondidos detrás de los bosques que la cubren; Villatte estaba en la cresta de la Torre Bermeja, entre el arroyo Almansa y el mar, justo al otro lado de la pista que va de Vejer a Cádiz, mirando hacia atrás y hacia delante, con la atención dispuesta tanto a Zayas como a La Peña.
Mientras tanto, los aliados marchaban directamente hacia el centro de la trampa que Víctor les había preparado. Tras pasar Conil, la carretera por la que avanzaba su ejército gira hacia el interior en dirección a Chiclana, mientras que una mera pista sigue la playa hacia el Santi Petri. Por este camino pretendía moverse La Peña. Pero en la oscuridad, el jefe de la columna siguió la carretera principal y recorrió varios kilómetros por ella. Al amanecer se descubrió el error y el ejército, atravesando un páramo abierto, bajó a la playa.
El lugar al que habían llegado los aliados estaba a 1,5 km al sureste de la torre costera de la Barrosa, donde una elevación aislada llamada cerro del Puerco, coronado por una capilla en ruinas, la llanura de Chiclana al norte, y un pinar matorral al oeste. La caballería avanzada llegó a la colina sin obstáculos poco después del amanecer y no encontró ningún enemigo, ni las patrullas enviadas al bosque lo descubrieron durante algún tiempo. Sin embargo, las noticias llegaron desde el frente que se había avistado una fuerza francesa, dispuesta entre el arroyo Almansa y el mar, bloqueando el camino a Cádiz. Al estar fuera del bosque era muy visible, y parecía tratarse de una fuerte BRI con 1 o 2 EDs. Esto era, por supuesto, Villatte, esperando el avance de los aliados. No se veían otras tropas enemigas.
La Peña le dijo a Graham que, a pesar de que los hombres habían estado en armas durante 14 horas y habían marchado tantos km en la oscuridad, estaba a punto de empujar a esa fuerza francesa fuera del camino sin un momento de demora. Lardizábal, con la DI de vanguardia, debía atacarlo de inmediato, mientras el resto del ejército tomaba posición para cubrirlo de cualquier posible movimiento del enemigo desde la dirección de Chiclana.
Enfrentamiento de Lardizabal con Villate
Hacia las 09:00 horas, Lardizábal con sus 5 BIs llegaron al frente de Villatte, lo desplegaron y lo atacaron. Las fuerzas eran casi iguales y el ataque fue rechazado con algunas pérdidas. La Peña ordenó entonces que la BRI en cabeza de la DI de Anglona apoyara a la vanguardia. Se estaba produciendo un fuerte enfrentamiento cuando se produjo un nuevo fuego detrás de Villatte. Zayas, desde la Isla de León, había vuelto a construir su puente sobre el Santi Petri y avanzaba para tomar a los franceses en la retaguardia.
Villatte vio su peligro, renunció a su posición al otro lado de la península y se apresuró a retroceder hacia el paso del arroyo poco profundo Almansa, cerca del molino del mismo nombre. Lo volvió a cruzar, no sin cierta dificultad, y luego se detuvo para defender el paso. La Peña impidió que Lardizábal lo persiguiera y se detuvo frente a él. La escaramuza había sido encarnizada, Villatte había perdido 337 hombres, y los españoles algunos más. Pero habían logrado su propósito y la conexión con Cádiz se había establecido debidamente.
Hacia el mediodía, La Peña envió órdenes a Graham para evacuar la posición de Barrosa y acercarse al arroyo Almansa para unirse al resto del ejército. Mientras tanto, sería relevado en la colina por 5 BIs de Cruz Murgeon y Beguines, a cuya retaguardia se agregó el BI británico Browne (6 Cías de flanco de los RIs 9, 28 y 82). Whittingham y los 2 EHs debían flanquearlo marchando por la vía de la costa. Esta fuerza debía partir a su vez, cuando Graham hubiese alcanzado el cuerpo principal, porque el general español había resuelto no tomar el cerro, considerando que un ejército de 14.000 hombres no debería esparcirse a 6 km de distancia, sino mantenerse más concentrado.
Abandono aliado del cerro del Puerco
Graham estaba completamente en desacuerdo con este movimiento; si los aliados bajaban y se apiñaban en la estrecha península entre el mar y el arroyo Almansa, nada impedía que Víctor se apoderara de las alturas de la Barrosa y se colocara frente a ellos, de manera que los bloqueara en la posición de hacinamiento que habían asumido. La maniobra prácticamente los arrojó de vuelta sobre Cádiz, y sacrificaron todos los resultados de la laboriosa marcha de flanco en la que habían estado comprometidos durante tanto tiempo. Graham había insistido por la mañana a La Peña sobre la importancia fundamental de retener la colina, pero vio rechazado su consejo. Obedeciendo órdenes, sin embargo, puso su columna en marcha hacia la Torre Bermeja y el arroyo Almansa, a través del pinar. Al mismo tiempo, la retaguardia al mando de Beguines y Cruz Murgeon ascendió al Cerro y ocupó el puesto que había dejado la división británica.
La columna británica no descendió por la accidentada pista a lo largo de la costa, sino que utilizó un sendero que atravesaba el bosque de pinos, lo que les ahorraba varios km de desvío y era practicable para la artillería. Pronto estaban marchando entre los pinos, incapaces de ver más de 100 metros en cualquier dirección.
En ese momento, alrededor de las 12:30 horas, Víctor bajó repentinamente del bosque frente a Chiclana con los 7.000 hombres de las DIs de Ruffin y Leval. Estaba cansado de esperar a Cassagne, y había recibido noticias de que la fuerza en Medina Sidonia había comenzado la marcha a última hora de la mañana, en lugar de al amanecer, y no llegaría hasta dentro de dos o tres horas.
Su caballería le acababa de informar que el cerro parecía abandonado y que las tropas que antes lo habían ocupado, marchaban a través del bosque. Dado que el cuerpo principal del enemigo se había ubicado frente a Villatte, en el arroyo Almansa; parecía haber una buena posibilidad de tomar la importante posición de Barrosa sin oposición y de atacar a la división de retaguardia de los aliados mientras avanzaba indefensa por el camino del bosque, frente a los franceses que avanzaban.
Las órdenes dadas por el mariscal enviaron a su RD-1 (3) a virar las alturas por su flanco sureste y tomar el camino de la costa, mientras Ruffin ascendía el cerro por su frente norte de suave pendiente y Leval atacaba a las tropas que se sabía estaban en el bosque. Los franceses, bastante frescos, avanzaban a buen ritmo; el mariscal les había explicado a sus subordinados que la rapidez lo era todo. Eran claramente visibles para la retaguardia que quedaba en las alturas, en parte visibles para La Peña, que podía ver su flanco en la depresión del arroyo Almansa, pero totalmente invisibles para Graham y sus tropas en el bosque.
Los 5 BIs españoles bajaron por la ladera de la colina que daba al mar sin muy buen orden y se reunieron con los bagajes de todo el ejército, y todos juntos empezaron a retirarse hacia el norte. Cuando llegaron los dragones franceses, los 2 EHs KGL de Whittingham se alinearon a lo largo de la pista, y les hicieron frente.
La retirada de Whittingham no se hizo sin una protesta contra ella por parte del coronel Browne, quien instó, en primer lugar, a que era una locura abandonar la altura, en segundo lugar, que tenía las órdenes de Graham de permanecer allí y no podía obedecer a otras. El jefe de caballería respondió que, por su parte, había decidido retirarse y se ofreció a prestar a Browne uno de sus escuadrones para cubrir su retirada. El coronel Browne no respondió, se volvió hacia su batallón y le ordenó ocupar la capilla en ruinas en la cima del cerro y los matorrales vecinos, y prepararse para la acción. Pero en media hora, al ver la columna de Whittingham a lo lejos al pie de la colina, y los 6 BIs franceses que se acercaban, Browne cedió y descendió al pinar en busca de Graham. Los franceses, la división de Ruffin, tomaron posesión de las alturas y colocaron una batería sobre ellas.
Mientras tanto, Graham y su DI, ocultos en el bosque, y marchando. No tenía caballería con él, pero dos guerrilleros montados se acercaron apresuradamente y le dijeron que los franceses estaban cerca de su flanco. Cabalgando de regreso a la retaguardia de su división, vio desde el borde del bosque las tropas de Beguines descendiendo por el lado cercano del cerro, y Ruffin subiendo por el norte. Leval también era visible a la izquierda.
Enfrentamiento entre Ruffin y Graham en el cerro del Puerco
Graham tomó una decisión en un momento, con los franceses, en posesión del cerro del Puerco, bloqueaban una vez más al ejército en Cádiz, y decidió expulsarlos del cerro. El bosque, en el que estaba oculta su división, le permitía ocultar su movimiento, aunque hacía que ese movimiento fuera peligrosamente desordenado.
Las órdenes dadas eran sencillas: la BRI de vanguardia del coronel Wheatley, debía atravesar el bosque hasta llegar al borde norte, formar allí y atacar Leval. La BRI de retaguardia del general Dilkes, debía contramarchar por la vereda del bosque en que estaba comprometida, hasta que también saliera del bosque, y luego formar y atacar a Ruffin en las laderas del cerro del Puerco. Los diez cañones, en el centro de la columna de marcha, debían avanzar hacia arriba por una vía lateral que parecía transitable, y formar a la derecha de Wheatley en el centro entre las dos brigadas. Mientras tanto, estos movimientos tardarían algún tiempo en ejecutarse, y los franceses se acercaban al bosque cada minuto.
Era necesario retenerlos a toda costa hasta que se pudiera formar una línea. Con este objetivo, Graham resolvió lanzar en cada frente una fuerza de infantería ligera, que debería enfrentarse al enemigo, independientemente del orden y de las pérdidas, hasta que el cuerpo principal se desplegara. A la izquierda, las 4 Cías de Barnard del RIL-95 de rifles y las 2 Cías del RI-20/P portugués al mando del coronel Bushe, unos 700 hombres en total; recibieron la orden de atravesar el bosque directamente delante de ellos, sin ningún intento de formación, y cuando llegaron a su borde, salir directamente al frente de Leval, en la mejor línea de escaramuza que pudieran hacer. A la derecha ya había una fuerza al frente: el BI de flanco de Browne.
Graham se acercó a Browne a caballo y le preguntó por qué habían abandonado el Cerro. “Porque los 5 BIs de españoles se marcharon antes de que el enemigo llegara a tiro de cañón”, fue la respuesta. Le ordenó dar la vuelta al instante y atacar. El BI de flanco comenzó a extenderse en orden de escaramuzas, cuando Graham. La BRI de Dilkes se acercaba, pero todavía estaba a 1,5 km de distancia en el bosque, y Browne salió de los árboles a campo abierto absolutamente aislado, para atacar cuesta arriba a 6 BIs y una batería con una línea de solo 2 hombres de profundidad con sus 536 hombres.
Al mismo tiempo, o unos minutos después, la línea dispersa y desigual de Barnard y Bushe surgió del borde norte del bosque a una milla de distancia, y se encontraron frente a la división de Leval a una distancia de solamente unos 400 metros. Esta fuerza, sin darse cuenta de que no había algún enemigo cerca, avanzaba en 2 columnas cada una de 3 BIs, el de la derecha compuesto por el RI-54 (2) el BG provisional, la columna de izquierda compuesta por el RI-8 (2) y el RI-45 (1), la Bía divisional los seguía a retaguardia.
Barnard, que se adelantó un poco más al frente que el portugués, se enfrentaba al RI-54 (2) francés, Bushe, que retrocedió un poco en el escalón, estaba frente al RI-8 (2) francés. Abrieron fuego que tuvo un gran efecto, porque el enemigo no tenía una pantalla de voltigeurs para cubrirlo y fue sorprendido sin estar preparado para un combate de infantería. Llos 10 cañones de Duncan, que habían avanzado extraordinariamente a través del bosque y al salir del borde comenzaron a disparar metralla contra los BIs de cabeza franceses. Detrás de ellos, las 2 Cías del RI-47, les prestaban apoyo.
Por lo tanto, la batalla comenzó repentinamente en ambos frentes, pero Graham solo tenía 500 hombres en un lado y 900 con los cañones en el otro. El cuerpo principal avanzaba a través del bosque de detrás en un orden mixto. Cuando Graham dio órdenes a la BRI de Wheatley de girar hacia su flanco derecho y avanzar a través del bosque hacia el norte; y a la BRI de Dilkes dar media vuelta en la carretera y regresar al Cerro por el camino que habían venido, hubo un poco de confusión. Por algún malentendido, las Cías de retaguardia del RI-67, que eran las últimas de la BRI de Wheatley siguieron a Dilkes. Por otro lado, por un error compensatorio, las 2 Cías de los Guardias Coldstream, que pertenecían a Dilkes, giraron hacia el norte y siguieron a Wheatley. Las BRIs intercambiaron, por así decirlo, 250 hombres entre sí. Además, los BIs, debido a la repentina inversión de su columna de marcha, estaban fuera del orden normal en sus brigadas.
Pero mientras las BRIs británicas formaban la línea como podían, la pantalla de tropas ligeras que Graham había lanzado hacia delante para detener al enemigo, durante el despliegue del cuerpo principal, había cumplido con su deber al dejarse atacar por un enemigo cinco veces más numeroso. Tuvieron que ser sacrificados para ganar tiempo y cumplieron sus órdenes por completo.
El BI de flanco de Browne había comenzado desde una posición cercana al borde del bosque de pinos; primero tuvo que cruzar un barranco ancho pero poco profundo, y luego subir la suave pendiente del Cerro, donde se hizo completamente visible para el enemigo, aunque había un poco de cobertura en la ladera, en forma de arbustos dispersos y leves hendiduras en el suelo. Los franceses dejaron que la línea avanzara un poco por la subida, y luego la abrieron fuego tanto con una Bía colocada cerca de la capilla en la cima, como con el fuego de fusilería de los 3 BIs que formaban su ala derecha.
Blakeney dice que la primera salva de los franceses abatió a más de 200 hombres de los 536 que formaban la línea. Browne ordenó a los hombres que se acercaran al centro y se esforzó por continuar su ascenso; esto se hizo con mucha dificultad, pero, antes de que se pudiera reanudar el avance, unos 50 hombres más murieron o resultaron heridos. Todos los esfuerzos del coronel no podían formar una tercera línea: 14 de los 21 oficiales habían caído y más de la mitad de tropa. El resto entonces se dispersó; los hombres no se retiraron, sino que se arrojaron al suelo y empezaron a disparar de forma independiente desde detrás de arbustos, montículos y cualquier otra cobertura que pudieran encontrar. Los franceses no intentaron caer sobre ellos descendiendo la colina, como hubiera sido natural.
Los Guardias habían obtenido el tiempo necesario para subir y elegir su terreno mediante el sacrificio absoluto del BI de flanco. Dilkes no repitió el ataque en la misma ladera por la que Browne había avanzado, sino que avanzó cierta distancia hacia la derecha; donde la ladera mostraba más cobertura en el camino de arbustos y árboles dispersos, y algún terreno muerto escondía a los hombres por su pendiente del fuego de la batería en la cresta de arriba. Blakeney los describe como encadenados en un frente muy irregular, una masa confusa más que una línea formada. El conjunto, mientras avanzaba, siguió ganando terreno a su derecha, para subir por la ladera opuesta al ala izquierda de Ruffin. Su flanco extremo estaba cubierto por las 2 Cías de rifles de Norcott en un orden más extenso.
La BRI de Dilkes llegó casi a la cima de la colina antes de sufrir pérdidas muy graves. Pero al despejar el último sotobosque y llegar a terreno llano, fue atacado por los 4 Bóns de la izquierda de Ruffin, (2 del RI-24 y 2 BGs). Esta fue la crisis de la batalla en la mitad sur de su progreso. Según todas las reglas del arte militar francés, 4 columnas de batallón, frescas y bien ordenadas, cargando colina abajo, deberían haber sido capaces de romper una línea desordenada de fuerza decididamente inferior avanzando hacia arriba contra ellos.
Dilkes tenía solo 1.400 hombres, los 4 Bóns franceses poco más de 2.000. Sin embargo, sucedió lo imposible. Cuando las 2 columnas del RI-24 bajaron a golpe de tambor y bayonetas caladas; y se dirigieron contra el centro de la línea británica, que aunque desordenada consiguieron detener mediante el fuego súbito que se desencadenó contra los franceses que se metieron en el semicírculo que habían formado. Este fue un ejemplo más del hecho establecido en Maida 5 años antes, y reafirmado en Vimiero, Talavera y Busaco, que ninguna columna podía romper la línea británica por el mero impulso.
En este caso, los franceses tenían todas las ventajas, ya que eran tropas absolutamente intactas y tenían el terreno enteramente a su favor, mientras que los británicos habían marchado 3,5 km a toda prisa, luego habían subido una pendiente empinada de 200 metros bajo el fuego, habían perdido el orden y estaban disparando colina arriba. Pero el fuego fue lanzado con asombrosa precisión, considerando que los hombres estaban abrumados por la escalada y terriblemente exhaustos. Toda la cabeza de cada una de las columnas descendentes fue destrozada. El resto se detuvo y, se apiñaron en una masa desordenada, abriendo un fuego irregular contra la línea británica.
El Mariscal, que estaba presente en persona en la cima del Cerro, llevó entonces su reserva, los 2 BGs al mando del general Chaudron Rousseau. Tanto él como el brigadier eran claramente visibles encabezando la columna, el mariscal agitando su gran sombrero de plumas blancas sobre su cabeza. Esta carga fue lanzada contra la derecha de la línea de Dilkes, donde estaba el RI-3 de Guardias y en flancos derecho el RI-67 y el RI-24 y en el flanco izquierdo el RI-1 de Guardias.
El resultado fue el mismo, aunque el duelo de fuego fue más largo y sangriento. Se dice que los granaderos lucharon hacia delante, perdiendo mucho a cada paso, hasta que su frente estuvo a muy pocos metros de la línea de Dilkes; fue solo entonces cuando se detuvieron y comenzaron a disparar, un error fatal, ya que el ímpetu era la única oportunidad de la masa atacante, y la superioridad en el fuego de fusilería (debido al frente más largo) estaba del lado de la línea inglesa.
Esto, por supuesto, degeneró en un fuego mortal entre ambas líneas, donde los franceses sufrieron la peor parte. Los 4 BIs franceses empezaron por fin a ceder y no pudieron mantenerse juntos. Entonces Víctor trató de llevar a los 2 BIs de la izquierda de su línea en su ayuda, pero estas dos unidades fueron acosadas y obstruidas; cuando comenzaron a moverse desde su posición inicial, por los restos del BI de flanco de Browne, que (aunque reducido a menos de 300 mosquetes) comenzaron a avanzar nuevamente, cuando las tropas hasta ese momento en su frente comenzaron a moverse hacia la derecha.
Los británicos avanzaron colina arriba y el número aumentaba a medida que avanzaban, los soldados del BI de flanco se unieron a cada paso. Esta pequeña fuerza dispersa se aferró al flanco derecho de Víctor y le impidió reagrupar a la fuerza desorganizada que retrocedía frente a Dilkes. Los flanqueadores tuvieron incluso la suerte de capturar un obús de la izquierda de la batería de Víctor colocado junto a la capilla en la cima de la colina. Los primeros guardias tomaron otro cañón en su avance.
Finalmente, toda la masa francesa se rompió; hasta este momento había estado retrocediendo manteniendo algo de fuego desde la retaguardia. Los granaderos franceses huyeron cuesta abajo, dejando a sus dos valientes generales heridos de muerte en la colina, que quedó en posesión de sus conquistadores.
Los agotados vencedores se detuvieron durante un corto tiempo para volver a reagruparse. La BRI de Dilkes y el BI de flanco de Browne habían subido la colina con 76 oficiales y 1.873 hombres, perdiendo 25 oficiales y 588 hombres. Las pérdidas francesas fueron mayores, proporcionalmente no tan grandes. En los 6 BIs de Ruffin y Chaudron Rousseau antes del ataque había unos 108 oficiales y 3.000 hombres; de estos 36 oficiales y 840 hombres quedaron en el cerro. Los trofeos que quedaron con los vencedores fueron dos cañones y 107 prisioneros ilesos, además de la multitud de heridos que quedaron en la ladera.
Enfrentamiento en la carretera de la costa
Mientras ocurría este sangriento combate en el cerro del Puerco, los escuadrones de Whittingham y los 5 BIs de Cruz Murgeon y Beguines. El último encargado, con sus 3 BIs, protegiendo lo que quedaba del tren de bagajes, marchó tranquilamente por la ruta del mar y se unió a La Peña por la Torre Bermeja. Whittingham era de poca utilidad, continuó durante toda la lucha para contener y, ocasionalmente, atacar al RD-1 francés que se enfrentaba a él cerca de la Torre Barrosa. Los 2 BIs de Cruz Murgeon lo apoyaron.
Esta fuerza ciertamente no hizo bien su trabajo, 180 húsares alemanes, 300 caballos españoles y 1.000 infantes españoles simplemente frenaron a 400 dragones franceses. Esto fue algo, pero no mucho, porque los dragones no podrían haber interferido con mucha eficacia en la colina contra el avance de Dilkes, dado que el lado sur del cerro era demasiado escarpado para los jinetes. En resumen, la declaración de Whittingham en su informe a La Peña, de que “toda la caballería cumplió con su deber brillantemente” es una triste exageración.
Enfrentamiento entre Leval y Wheatley
Mientras tanto la BRI de Wheatley y los cañones de Duncan se enfrentaban a Leval en la llanura abierta, justo fuera del borde del bosque. En el momento en que Browne atacó el Cerro, el RIL-95 rifles de Barnard y los portugueses de Bushe se lanzaban de manera no menos resuelta sobre los 6 BIs franceses en su frente. Tenían la ventaja de ser no ser vistos por el enemigo hasta que emergían del bosque, a solo 300 metros de su frente, y de ser apoyados, a los pocos minutos de su llegada, por los 10 cañones de Duncan, mientras que Browne no tenía ninguna ayuda de artillería y fueron vistos por los franceses a unos 800 metros antes de llegar a ellos.
La confusión se produjo en la DI-2/I de Leval al ser atacado repentinamente por un inesperado enjambre de escaramuzadores que salieron del bosque fue extremo. Quedaron tan desconcertados, que Vigo-Rosellón del RI-8 asegura en sus memorias que se dio una falsa alarma de caballería, y que su RI-8, y el BI-I/54, formaron en cuadro antes de que se reconociera el error; y recibieron algunos proyectiles de los cañones de Duncan en esa incómoda situación, antes de que tuvieran tiempo de desplegarse en línea para enfrentarse a la infantería. Esto lo tuvieron que hacer bajo un fuerte fuego de los fusileros de Barnard, que se habían acercado bastante a ellos.
La formación de combate de Leval era la habitual en columna de división, es decir, un frente de 2 Cías y una profundidad de 3 Cías en cada BI, dado que un BI tenían un promedio de 650 hombres y las Cías más de 100) un frente de 72 hombres y una profundidad de 9. La longitud de la línea de escaramuzas de Barnard, con sus 400 rifles, parece que cubrió el frente del BI derecho del RI-54 y el BI izquierdo del RI-8, unos 1.300 hombres. El RIL-95 de rifles hizo una ejecución considerable sobre ellos mientras salían de la formación de cuadro, pero cuando las columnas avanzaron disparando, la línea de escaramuza tuvo que retroceder. Sus pérdidas fueron elevadas: 75 muertos y heridos; entre los heridos Barnard, al mando del batallón.
Las siguientes tropas con las que se encontraron los franceses fueron las compañías de flanco del RI-20/P portugués, solo 330 hombres, que habían avanzado por la retaguardia derecha del RIL-95, apoyándolas en el escalón. Se trataba de un nuevo cuerpo, que había sido enviado a Cádiz en el momento en que se levantó en 1809, y nunca antes había entrado en combate. Considerando su posición desesperada, solos frente a una división en avance, los portugueses se portaron muy bien; se mantuvieron firmes durante algún tiempo, mientras su coronel, Bushe, como lo registra un testigo ocular, cabalgaba entre ellos con las gafas puestas, para animar sus hombres. Pero pronto fue herido de muerte, y después de su caída la línea se desvaneció y retrocedió hacia la retaguardia, después de haber mantenido al BI de la derecha del RI-8 francés en combate durante varios minutos, proporcionalmente su pérdida fue muy similar a la del RIL-95 de rifles: 56 muertos y heridos de los 332 presentes, uno de cada seis.
La primera fase de este enfrentamiento entre la fuerza de detención enviada por Graham, que como esperaba, tendrían fuertes pérdidas, aunque no del 50 %, como la que habían sufrido los de Browne en el cerro. Pero el cuerpo principal ya se estaba agrupado y había formado en el borde del bosque, a la izquierda de los 10 cañones de Duncan, protegidos por 2 Cías del RI-47, los 1.400 efectivos desplegaron en línea de izquierda a derecha: el BI-I/28 (450), 2 Cías del RI-2 de la Guardia Coldstream (211), BI-II/87 (700), y BI-II/67 (250). La pantalla rota de tropas ligeras que acababan de replegarse no estaban en modo alguno fuera de combate; el RIL-95 se reagrupó detrás del BI-I/28, los portugueses del RI-20/P detrás del BI-II/87, y ambos serían utilizados nuevamente antes de que terminara la batalla.
La formación de los franceses en este momento era una línea desigual de 4 columnas de batallón, de izquierda a derecha: BI-I/8, BI-II/8, BI-II/54 y BI-I/54; los otros 2 BIs estaban en reserva, el BI-I/45 detrás de la Bía francesa, que se estaba enfrentada con los 10 cañones de Duncan, el BG más a la derecha, y a cierta distancia detrás del RI-54. El conjunto avanzaba, pero lentamente, el centro estaba un poco más adelantado que los flancos, el BI-II/8 estaba por delante de los otros porque el jefe solo permitió que sus hombres realizaran descargas a la orden, mientras que las unidades a su derecha e izquierda usaban fuego a discreción.
Todos habían sufrido en la lucha anterior con Barnard y los portugueses, y necesitaban tiempo para reformarse, que no les había sido concedido, porque la línea principal inglesa cargó en el momento en que las tropas ligeras habían despejado de su frente. La única superioridad de los británicos fue que, en el duelo de artillería que se desarrollaba a la derecha de la línea, tenían 10 cañones contra 6, y pronto silenciaron a la batería francesa, de modo que no dio un apoyo efectivo a su infantería. Solo el BI-II/54 francés que estaba frente al BI-28 británico intentó desplegarse en línea para aprovechar al máximo la potencia de fuego, los otros continuaron desde el primero al último en columna de división.
La lucha en el centro comenzó poco antes que en los flancos, siendo el primer choque entre la columna del BI-II/8 francés liderado por Vigo-Rosellón, y el BI-II/87 irlandés dirigido por el mayor Gough. Tenemos relatos de ambos, y cada uno insiste en que mantuvo bajo el fuego de sus hombres hasta que estuvieron a una distancia muy corta del enemigo (60 metros según Vigo-Rosellón, y 25 según Gough). Entonces se intercambiaron 3 descargas y la columna francesa, mucho más fuerte de las dos, se rompió sobre todo el BI-II/8 al recibir las descargas de artillería. Detrás se rompió el BI-I/8.
Graham gritó a los regimientos británicos que dejaran de disparar y cargar a la bayoneta. Los guardias del RI-2 y el BI-II/87 se lanzaron inmediatamente contra las columnas francesas con la bayoneta, detrás se unieron por el BI-II/67 y el BI-28 de Daimiel en cada extremo de la línea.
Los regimientos franceses se encontraban en un estado de colapso y sufrieron terribles bajas rápidamente a manos de los guardias británicos del RI-2, los irlandeses RI-87 y los otros regimientos británicos.
El RI-8 francés fue el que más sufrió, murió el coronel Autié y el mayor Lanusse jefe del BI-I/8, mientras que el otro, Vigo-Rosellón, resultó herido y hecho prisionero.
El águila del RI-8 francés se convirtió en el centro de una lucha desesperada, ya que los soldados de los irlandeses RI-87 trataban de tomar el estandarte y los franceses escolta luchado tan duro para defenderlo. El alférez Keogh del RI-87, que lo capturó por primera vez, recibió dos bayonetazos y fue muerto, recuperando los franceses el águila. Por último, el sargento Masterson de RI-87, atravesó al portaestandarte con su espatón, arrastró al águila y la mantuvo durante el resto de la lucha. Fue el primer águila capturada por los británicos durante la guerra.
A medida que la lucha desesperada entre las dos líneas llegó a su punto culminante, Leval ordenó al BI-I/45 ayudar sus otros BIs en apuros. Al ver acercarse al BI-I/45, Gough logró reunir una pequeña parte del RI-87 y atacó al BI francés. El BI-I/45 contaba con unos 700 efectivos, y no había tomado parte en la batalla, pero estaban desmoralizados ante la vista de la terrible derrota los otros BIs de su división. Cuando el pequeño grupo de Gough llegó a menos de 50 metros del BI-I/45, los franceses se dispersaron y huyeron.
A la izquierda de Wheatley, las Cías del BI-I/28 entraron en línea y avanzaron contra el BI-I/54, que intentaba desbordarlo. El BI-I/28 disparó cuando estaba cerca del BI-I/54 y su descarga obligó a detenerse al batallón francés. El BI-I/28 realizó tres descargas, la tercera rompió el BI francés, que se volvió y huyó a la protección del BG francés que cubría la retirada de los BIs derrotados de Leval.
Las bajas francesas de la división de Leval fueron de 1.004 de 4.050 efectivos, de los cuales 15 oficiales fueron muertos y 96 heridos. El RI-8 con 1.488 efectivos perdió 745, el RI-45 con 717 efectivos perdió 58, RI-54 con 1.323 perdió 323, BGP (provisional) con 549 no tuvo bajas.
La BRI británica de Wheatley tuvo 304 bajas de 1.680 efectivos. El BI-I/28 tuvo 86 de 457, el BI-II/67 tuvo 45 de 527, y el BI-II/87 tuvo 173 de 700, la 2 Cías del RI-3 58 de 211. Las bajas del RI20/3 fueron 56 de 326, y las bajas del BI de flanco de Barnard fueron 137 de 644.
El general Ruffin recibió un disparo en el cuello y la herida lo dejó paralizado. Después de su captura, el general Graham se aseguró de que fuera cuidado. Ruffin murió en el viaje a Inglaterra y fue enterrado con todos los honores militares.
El general Rousseau fue encontrado tendido en el campo de batalla con su caniche blanco a su lado. El perro se negó a permitir que los soldados británicos se acercaran al general y tuvo que ser inmovilizado con una capa para permitir que el oficial herido fuera trasladado. Rousseau murió a medianoche y fue enterrado. El perro escapó y trató de desenterrar el cuerpo de su amo. El perro fue llevado al general Graham, quien lo adoptó y lo llevó a su casa.
Retirada francesa
Ambas divisiones francesas estaban entonces en retirada. La BRI de Dilkes se detuvo en la cima de la colina de Barrosa y se reagrupó, demasiado exhausta y agotada por las bajas para perseguir a los derrotados franceses.
La Peña había concluido que los ingleses debían ser derrotados inevitablemente, y se negó a enviar apoyo. Zayas pidió en repetidas ocasiones permiso para marchar hasta unirse al flanco de Wheatley, o para cruzar el Almansa y atacar a Villatte, pero se le negó el permiso. El primer informe, en el sentido de que Graham estaba haciendo retroceder a los franceses, La Peña se negó a dar crédito. No fue hasta que se vio a los fugitivos de la DI de Leval retrocediendo más allá de la cabecera del arroyo Almansa, cuando aceptó la idea de que Graham había salido victorioso. Y cuando Zayas lo presionó para que se uniera a la persecución, simplemente dijo que los hombres estaban cansados y que el día había pasado. Estaba solo a 3 km del campo de batalla de Wheatley y a 5 km del cerro, la lucha de Graham había durado casi dos horas.
La Peña podría haber cabalgado, para ver qué pasaba, en un cuarto de hora. Pero se negó a moverse y sacrificó deliberadamente a sus aliados, porque había conseguido una posición cómoda, casi inexpugnable, al otro lado del estrecho istmo, y no se movería de ella, pasara lo que le pasara a Graham. Fue una repetición exacta de su traición a Castaños en la batalla de Tudela en 1808.
Las dos divisiones francesas se retiraron hacia Chiclana. Justo cuando la división de Leval llegaba cerca de la Laguna del puerco, se le unieron los restos de Ruffin, que descendían en desorden desde la vertiente norte del Cerro. Víctor que logró detener a las dos masas desorganizadas y desplegó 2 o 3 batallones relativamente intactos y los 10 cañones que le quedaban para cubrir la concentración del resto. En el mismo momento, su caballería el RD-1, que habían galopado alrededor del lado este del cerro del Puerco cuando Ruffin fue derrotado, entró y se detuvieron a la derecha y a la izquierda del conjunto. Fue un intento audaz de asegurar una retirada sin molestias. Dispusieron de algo de tiempo disponible para reunir a las tropas, porque Graham también tenía que poner en orden a sus exhaustos hombres.
Llegaron por fin, la BRI de Wheatley a la izquierda, la BRI de Dilkes a la derecha, los cañones en el centro. Estos últimos hicieron fuego contra los franceses, con gran efecto, ya que los franceses estaban en una formación cerrada. Los escaramuzadores avanzaron, y parecía que se iba a producir un nuevo enfrentamiento, cuando llegaron los 2 EHs de la KGL, que habían seguido a los dragones franceses alrededor de la parte trasera del cerro, no por orden de Whittingham, sino el ayudante de campo de Graham, Ponsonby que se los había llevado bajo su propia responsabilidad. Los 2 EHs cargaron contra un ED del RD-1 que se encontraba en el flanco de Víctor, y lo empujó contra la infantería. Por pequeño que fuera esa carga, bastó para alterar el equilibrio de las desmoralizadas divisiones francesas. Se alejaron precipitadamente, dejando tras de sí 2 cañones más, y atravesaron la llanura hacia Chiclana.
La batalla había terminado; no hubo persecución, porque el cauteloso Whittingham llegó diez minutos demasiado tarde con el resto de la caballería, a tiempo para ver desaparecer al último enemigo en el bosque. Con él llegaron también los 2 BIs de al mando de Cruz Murgeon, y estos fueron los únicos soldados españoles que Graham vio durante la batalla.
Secuelas de la batalla
Graham, después de recoger a sus heridos y sus trofeos, volvió a cruzar a la Isla de León. Notificó formalmente, que como consecuencia de los procedimientos de la batalla, se vio obligado a retirar su consentimiento, dado en febrero, para servir bajo las órdenes de La Peña, y recurrir a las órdenes dadas por el gobierno británico de no emprender operaciones en las que él mismo no estuviera al mando principal.
La división británica cuando llegó a la Isla tenía solo 4.000 hombres en las filas; 1.238 fueron bajas (211 muertos y 1.027 heridos) en la batalla de Barrosa, casi uno de cada cuatro hombres. Pero Víctor había sido golpeado mucho más fuerte; de los 7.300 hombres en las divisiones de Leval y Ruffin, de 2.062 fueron bajas, 262 habían muerto, 1.694 heridos, 134 prisioneros ilesos fueron hechos, junto con un águila y 5 cañones.
Si el día 6 de marzo, se hubiera hecho el ataque hacia delante, es seguro que el asedio se habría levantado. Víctor había reunido a sus destrozadas tropas detrás del bosque de Chiclana con la división relativamente intacta de Villatte, y se le unieron a última hora de la tarde los 3.000 hombres de Cassagne, que por fin habían llegado de Medina Sidonia.
Víctor convocó un consejo de guerra y propuso ofrecer una segunda batalla detrás de Chiclana; pero encontró poco apoyo entre los generales. Finalmente, se decidió que, si los aliados avanzaban con todas sus fuerzas a la mañana siguiente, solo se debería oponer resistencia que permitiera hacer explotar la mayoría de los fuertes y quemar las tiendas y la flotilla. El CE-I se retiraría en Sevilla. Víctor propuso que uno o dos puestos, donde existían sólidas obras cerradas, como el fuerte Sénarmont y el Trocadero, se dejaran guarnecidos y se les ordenara defenderse hasta que regresara el ejército, reforzado por Soult y Sebastiani, para aliviarlos.
En la mañana del día 6 de marzo, los franceses se retiraron detrás del río Saltillo, dejando a la DI-3/I mandada por Cassagne porque Villatte había sido herido; en el lado más alejado, con órdenes de retirarse cuando fueran gravemente atacados, y hacer una señal para la voladura de todos los fuertes del ala sur de las líneas, momento en que debería comenzar la retirada. Cassagne debía reunirse con el mariscal detrás del río San Pedro, más allá de Puerto Real, escaramuzando a medida que retrocedía.
Pero no se vio ningún rastro de los aliados en la mañana del 6 de marzo, y Cassagne no se vio obligado a retroceder, aunque por error una batería explotó sin que se diera la señal. El único signo de vida del enemigo fue que un enjambre de cañoneras y lanchas inglesas apareció en el extremo norte de las líneas, y desembarcó a 600 marineros e infantes de marina, que ocuparon Puerto Santa María durante algunas horas, y destruyeron todas los baterías más pequeñas entre ese lugar y Rota sin obstáculos. Porque los franceses se habían concentrado en el fuerte de Santa Catalina y abandonaron todos sus puestos menores. Pero la flotilla se retiró al anochecer, dejando a Víctor muy perplejo en cuanto al propósito de sus adversarios.
En la mañana del 7 de marzo, envió un reconocimiento de caballería de varios escuadrones, que trajeron la asombrosa noticia de que habían explorado todo el país entre Chiclana y el mar, incluido el campo de batalla; y no había visto tropas aliadas, salvo un gran campamento en el istmo de Bermeja, justo encima del puente de barcos que conduce a la Isla de León.
Lo que había sucedido era que La Peña había decidido abandonar la expedición y retirarse a Cádiz. Se había negado a escuchar una propuesta hecha por Graham y el almirante Keats de que debía avanzar con cautela hacia Chiclana, mientras las fuerzas navales y terrestres británicas realizaban un ataque combinado contra el Trocadero. Ni siquiera envió patrullas de caballería para descubrir qué había sido de Víctor; si hubieran salido, habrían descubierto que el mariscal se había retirado más allá del Saltillo y habrían visto sus preparativos para una retirada general.
Después de permanecer acampado junto a la Torre Bermeja durante todo el 6 de marzo y gran parte del 7, el ejército español cruzó el puente de los barcos hacia la Isla. Solo Beguines y sus 3 BIs quedaron en el continente, con órdenes de regresar a sus antiguos refugios en las montañas de Ronda. Esta pequeña fuerza se retiró a Medina Sidonia el 8 de marzo y allí repelieron una columna francesa de 600 hombres que subía a ocupar la ciudad. Pero al día siguiente una brigada entera marchó contra ellos, ante lo cual Beguines evacuó Medina y se dirigió hacia San Roque y Algeciras.
Por tanto, Víctor pudo el 8 de marzo volver a ocupar el ala sur evacuada de sus líneas y emitir un absurdo despacho en el que aseguraba que la batalla de Barrosa había sido una victoria.
Las alarmas de los franceses en Andalucía no terminaron con la reocupación de las líneas por parte de Víctor. Otro episodio aún estaba por jugarse antes de que las cosas se calmaran. El infatigable Ballasteros, después de un breve descanso en Portugal, había regresado al condado de Niebla a finales de febrero con 4.000 hombres. Derrotó en Río Tinto al general Remond, cuya débil columna era la única fuerza francesa que quedaba al oeste del Guadalquivir desde la partida de Gazan el 2 de marzo. Luego marchó rápidamente sobre Sevilla, teniendo buena información de la debilidad de la guarnición que había quedado allí.
El 5 de marzo, día de la batalla de Barrosa, se encontraba en San Lucar la Mayor, a solo 30 km de la gran ciudad. El gobernador, Daricau, salió contra él y se unió a Remond con 1.600 hombres y 3 cañones, todo lo que pudo disponer, dejando Sevilla en manos de una escasa guarnición, compuesta por convalecientes y juramentados de dudosa fiabilidad. Si Daricau había fuera derrotado, la ciudad y todos sus establecimientos podían perderse. Pero Ballasteros se negó a luchar y se retiró detrás del río Tinto, habiendo tenido noticias falsas de que una fuerza enviada desde Extremadura por Soult estaba en su flanco.
Daricau regresó a Sevilla el 9 de marzo, dejando a Remond para observar a Ballasteros, y se le unieron algunos destacamentos enviados muy tarde por Godinot para fortalecer la guarnición. Pero había recibido informes tan alarmantes sobre los resultados de la batalla de Barrosa, que envió esas tropas a Víctor y se quedó con una fuerza muy débil en la ciudad. Pero el 9 de marzo, Ballasteros, volviendo repentinamente del Riotinto, sorprendió a Remond en La Palma, le arrebató 2 cañones y lo condujo de regreso a Sevilla.
El 11 de marzo, el general español estaba de regreso en San Lucar, y causando gran consternación a Daricau, quien envió peticiones urgentes de ayuda a Soult. Lo salvó el rumor de la capitulación de Badajoz, que atemorizó a Ballasteros, pues el español juzgó acertadamente que Soult podía, y debía, enviar una fuerza considerable contra él, ya que tenía las manos libres.
Cuando Soult regresó apresuradamente a Andalucía con la DI de Gazan, temiendo encontrar a Ballasteros en Sevilla, y Graham persiguiendo a Víctor desde las líneas evacuadas de Cádiz, quedó gratamente sorprendido al constatar que se habían evitado ambos peligros y que la crisis de Andalucía había llegado a su fin.
Mientras tanto, Graham y La Peña estaban envueltos en una violenta controversia. El general británico había enviado los comentarios más mordaces sobre la conducta de su colega al embajador Henry Wellesley y a Wellington, e hizo sus quejas también a la Regencia. La Peña, por su parte, se atribuyó el mérito de la victoria de Barrosa por su hábil gestión; según sus magníficos despachos, todo había ido bien, hasta que Graham echó a perder la campaña llevando su división de regreso a Cádiz.
La Regencia pareció creerle en parte, le confirió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, aunque al mismo tiempo le ofrecieron a Graham el título de un grande de España, que él rechazó, porque no sería honrado en tal compañía. Pero tanto la opinión pública española como la británica estaban tan en contra de La Peña, que casi de inmediato fue privado de su mando, que fue entregado al marqués Coupigny; mientras que Graham, cuyo lenguaje fuerte le había hecho imposible permanecer en contacto con la Regencia, fue retirado para servir con Wellington en Portugal y entregó el mando de las tropas anglo-portuguesas en Cádiz al general Cooke.
Resumiendo los resultados de la campaña de la Barrosa, se puede decir que todo lo que habían logrado fue alarmar a Soult para que volviera apresuradamente de Extremadura, dejando allí bajo Mortier una fuerza demasiado débil para amenazar con hacer daño a Wellington y Portugal. Pero aunque Barrosa nunca se hubiera enfrentado, Soult habría sido inofensivo en cualquier caso, porque Masséna se había ido de Santarém antes de la caída de Badajoz.