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Avance de Wellington
No sería hasta el 13 de junio cuando Wellington cruzó el río Águeda y comenzó su marcha sobre Salamanca, primer gran movimiento ofensivo contra el principal ejército de combate de los franceses desde el avance a Talavera en 1809. Pero desde muchos días antes sus tropas convergían en Fuente Guinaldo y Ciudad Rodrigo desde sus acantonamientos muy dispersos. Las DIs de Graham abandonaron Portalegre el 30 de mayo, y algunas de las otras tropas, que habían quedado en el lado occidental de la Beira, también tuvieron que partir temprano. Todas las unidades de infantería disponibles del ejército anglo-portugués habían sido reunidas, salvo la DI-2 y los portugueses de Hamilton, que se quedaron con Hill en Extremadura y la nueva BRI portuguesa de Power, una vez las guarniciones de Elvas y Abrantes habían sido puestas a cargo de la milicia. Su llegada hizo a Hill más fuerte en 2.000 infantes, y también quedó en la zona la DC de Erskine (las BRDs británicas de Long y Slade y la BRC portuguesa de John Campbell). El total fue de 18.000 hombres.
El propio ejército principal de Wellington, que constaba de las otras 7 DIs, las BRIs portuguesas de Pack y Bradford, y las BRCs de Anson, Bock, Le Marchant y Victor Alten, formaba una fuerza de 48.000 hombres, de los cuales 3.500 eran de caballería.
Soult tenía la fuerza de 50.000 efectivos, pero no podía reunir a más de unos 24.000 hombres, a menos que abandonara el sitio de Cádiz y el reino de Granada, la mitad de su ejército estaba destinado a la ocupación. Por tanto, Wellington juzgó que Hill podía contener esa fuerza con sus propios medios, y podía contar con el ejército itinerante de Ballesteros para amenazar Sevilla y la retaguardia de Cádiz.
En el norte, Wellington había preparado un plan similar para amenazar el flanco y retaguardia de Marmont. La fuerza disponible allí era el ejército de Galicia de Abadía, que nominalmente contaba con más de 24.000 hombres, pero 6.000 eran las guarniciones de La Coruña, Ferrol y Vigo. Unos 16.000 podrían ser puestos en campaña. El papel que debía desempeñar el ejército de Galicia en el plan general era el de marchar sobre Astorga y sitiar la guarnición francesa que estaba aislada en esa posición bastante avanzada. Si Marmont intentaba socorrerlo, quedaría débil frente a la invasión británica. Si no lo hacía, su caída expondría su flanco derecho.
Bonnet había recibido instrucciones de volver a ocupar Asturias por orden especial de Napoleón, y no fue del agrado de Marmont. Partió de León el 15 de mayo, por la carretera que cruzaba el puerto de Pajares. Los asturianos no opusieron resistencia seria y el 17-18 de mayo Bonnet se apoderó de Oviedo y su puerto de Gijón. Pero, como en 1811, después de dejar algunos destacamentos en las ciudades costeras; su DI de 6.000 hombres quedó muy disminuida, siendo acosada por las bandas cántabras de Porlier a su derecha, y por la DI de Castañón del ejército de Galicia a su izquierda, y no era lo suficientemente fuerte para darles caza. Pero si los gallegos sitiaban Astorga y ocupaban Pajares, la posición de Bonnet estaría amenazada. Juzgó que Bonnet no la evacuaría, sino que gastaría sus energías en un intento de contener a los gallegos y guerrilleros, y mantener abierta su conexión con León. Por la costa Howard Douglas con el buque Venerable (74), su buque insignia, y 5 fragatas (Surveillante, Rhin, Isis, Diadem y Medusa), y Home Popham con sus BIs de infantes de marina y una Cía de artillería, amenazarían la costa.
Wellington también ordenó a Silveira que avanzara desde Tras-os-Montes, con los 4 RIs milicianos de esa provincia, para cruzar la frontera española y bloquear Zamora, la periférica guarnición francesa en el Duero, que cubría el flanco de Marmont, como Astorga hacía su retaguardia. Le prestó una BRC completa, que fue confiada al general D’Urban, con la misión de vigilar el campo a cada lado del Duero en el frente de Silveira, para evitar que fuera sorprendido.
Se preparó una distracción mucho más seria para distraer el movimiento del ejército francés del norte, del que naturalmente cabía esperar que Caffarelli enviara fuertes destacamentos para ayudar a Marmont, cuando la fuerza de ataque británica avanzara sobre Salamanca. Los viejos enemigos de Caffarelli eran las bandas guerrilleras de Cantabria y Navarra, que habían causado tantos problemas a su predecesor, Dorsenne, a principios de año. Mina, en las fronteras de Navarra, Aragón y Castilla la Vieja, estaba muy lejos, y no era fácil comunicarse con él o incorporarlo al plan general. Pero el llamado Séptimo Ejército, bajo Mendizábal, estaba lo suficientemente cerca como para ser tratado como un factor importante en el esquema general. Esta fuerza consistía en las dos grandes bandas bajo Porlier en Cantabria y Longa en las montañas sobre Santander, cada una de las cuales tenía varios miles de efectivos: se suponía que eran divisiones regulares, aunque su entrenamiento como ejército regular, dejaba mucho que desear, además, había varias partidas guerrilleras considerables bajo Merino, Salazar, Saornil y otros jefes, que vivían de la caza en las provincias de Burgos, Palencia y Ávila; a los que se pidió que hicieran todo lo posible para mantener a Caffarelli ocupado durante el mes de junio.
También se planeó un desembarco en Cataluña y Valencia bajo Bentinck con fuerzas de Sicilia y Menorca, con el fin de desviar la atención del ejército francés de Suchet.
Tales fueron los esquemas subsidiarios con los que Wellington apoyó su diseño principal de un avance directo contra el ejército de Marmont. Algunos de ellos funcionaron bien: Hill, Home Popham y Mendizábal hicieron todo, y algo más de lo que se esperaba de ellos, en cuanto a distraer las grandes fuerzas francesas. Otros lograron todo lo que razonablemente se podía esperar, tal fue el caso de Silveira y Ballasteros. Otros quedaron muy por debajo de lo esperado tanto el ejército de Galicia como el ejército de Sicilia resultaron más decepcionantes en cuanto a la sincronización de sus movimientos y la suma de sus logros. Pero, en general, el plan funcionó: los generales franceses en todas partes de España estaban distraídos y Marmont recibiría muy poca ayuda del exterior.
Mientras tanto, si las perspectivas financieras eran sombrías, ya que Wellington no recibió el dinero prometido, la situación militar real era más prometedora que nunca. Bien consciente, por los despachos interceptados, de las disputas de sus adversarios, y perfectamente informado sobre su número y sus acantonamientos, Wellington consideró con justicia que tenía en sus manos una operación con muy grandes posibilidades de éxito. El 13 de junio cruzó el Águeda con su ejército en tres columnas paralelas:
- Columna izquierda a cargo de Picton, estaba formada por la DI-3, las BRIs portuguesas de Pack y Bradford, y la BRD de Le Marchant.
- Columna centro a cargo de Beresford, estaba compuesta por la DIL, DI-4 y DI-5. Fue precedida por la BRCL de Alten y la BRD de Bock.
- Columna derecha a cargo de Graham, tenía las DI-1, DI-6 y DI-7, con la BRDL de Anson.
Cabe señalar que tanto Picton como Graham estaban destinados a permanecer solo unas pocas semanas con el ejército: el primero había salido al campo antes de que su herida de Badajoz estuviera debidamente curada, se abrió de nuevo, cayó en fiebre alta y tuvo que ser enviado a retaguardia, por lo que Pakenham, cuñado de Wellington, se hizo cargo de la DI-3 el 28 de junio. Graham había estado sufriendo durante algunos meses por una afección en los ojos, que los médicos le dijeron que en cualquier momento podría empeorar y amenazar su vista. Persistió en permanecer en el ejército hasta el último momento posible, pero se volvió más ciego cada día y se vio obligado a abandonar el mando el 6 de julio y regresar a Inglaterra para recibir atención médica.
Así, durante la mayor parte de la campaña de Salamanca, Wellington estuvo trabajando sin sus lugartenientes de mayor confianza: Craufurd estaba muerto, tanto Picton como Graham estaban invalidados. Como consecuencia de la partida de Graham se planteó un asunto muy difícil, quien sustituiría a Wellington si era baja. Wellington consideró que Beresford debería sucederle y desaprobó el envío de algún oficial superior de Inglaterra para sustituirle, dejando el tema zanjado.
Las tres columnas del ejército aliado avanzaron en un frente muy estrecho de no más de 16 km, aunque la caballería se extendía considerablemente por los flancos. El 13 de julio, las columnas vivaqueaban sobre Guadapero, frente a Ciudad Rodrigo, entre Santi Espiritu y Tenebrón. El 14 de julio, avanzaron 20 km hasta el río Huebra, y acamparon a cada lado de San Muñoz, con el cuartel general en Cabrillas. El 15 de julio, una marcha algo más larga los llevó a Matilla y Cayos. Aún no se había visto ningún enemigo. A primeras horas del 16 de julio, la avanzada de caballería de la columna central, tras cruzar el río Valmusa, entró en contacto con 2 ECs de cazadores franceses, no más de 10 km de Salamanca. Estos puestos avanzados cedieron cuando los empujaron y se retiraron a través del río Tormes. El ejército británico vivaqueó a la vista de Salamanca esa noche, y recibió la información de que Marmont ya había evacuado la ciudad, salvo una guarnición dejada en sus tres nuevos fuertes.
El ejército de Portugal había sido sorprendido, tal como esperaba Wellington, en una amplia dispersión, debido a su falta de almacenes y la escasez de transporte. Había resuelto que debía contentarse con dispersar sus fuerzas por las tierras al oeste de Salamanca. Se fijó en la zona de Fuentesúco, 35 km al norte de Salamanca por la carretera de Toro. En la mañana del 14 de julio, cuando le llegó por primera vez la noticia de que Wellington había pasado el río Águeda; el mariscal dio órdenes a todas sus fuerzas para que marcharan a esa zona, incluido Bonnet que estaba en Asturias, y a pesar de las órdenes del Emperador, no podía prescindir de una fuerte DI de 6.500 efectivos. Sin embargo, para su desgracia, estaba claro que Bonnet no llegaría al menos en 15 días. Las otras 7 DIs se concentraron a los 5 días de dar la alarma.
Formaron una fuerza de 36.000 infantes, 2.800 caballos y 80 cañones, en total unos 40.000 efectivos. Este total no incluía ni la DI de Bonnet, ni los 3 BIs de la DI de Thomières que quedaron para guarnecer Astorga, ni las pequeñas guarniciones colocadas en Toro, Zamora, los fuertes de Salamanca, y algunos otros puestos más al este. Sus fuerzas estaban desplegadas: la DI-1 de Foy estaba en Ávila, la DI-2 de Clausel en Peñaranda, la DI-3 de Ferey en Valladolid, la DI de Sarrut en Toro, la DI-5 de Maucune, la DI-6 de Berennier en Salamanca, la DI-7 de Thomieres en Zamora, la DD de Boyer en Toro y Benavente, la BRCL de Curto en Salamanca, y el depósito de Valladolid con unos 3.000 que incluía dragones desmontados.
Esta fuerza era claramente inferior en número a la de los aliados, que contaban con 48.000 efectivos (28.000 británicos, 17.000 portugueses y 3.000 españoles) de los cuales 40.000 eran infantes y 3.500 de caballería.
El principal propósito de Marmont, de hecho, era mantener a Wellington “contenido” hasta que llegase Bonnet, y también refuerzos de los ejércitos del Norte, del Centro, y de Caffarelli. Las respuestas recibidas fueron, en general, satisfactorias: la última de ellas, fechado en Vitoria el 14 de junio, dijo que la fuerza de campaña era de 8.000 hombres, incluida una BRCL y 22 cañones. Deberían marchar desde Vitoria en cuanto llegaran algunas tropas de la DI del Abbé desde Pamplona para reemplazarlos. Caffarelli prometió 8.000 efectivos, incluidos 1.000 caballos.
Asedio de los fuertes de Salamanca (17 de junio al 27 de junio)
Llegada de Wellington a Salamanca
La actitud de Wellington al llegar a Salamanca no fue la que cabría esperar. La forma más eficaz de iniciar la campaña habría sido atacar a las 2 DIs que Marmont acababa de sacar de Salamanca, antes de que todas las DIs hubieran llegado. Wellington, sin embargo, quería librar una batalla en una de sus posiciones defensivas favoritas, y pensó que tenía un medio para obligar a Marmont a atacarlo, sitiando los fuertes de Salamanca. El general británico juzgó que Marmont lucharía para salvar su prestigio y su guarnición. Y como creía que Bonnet no evacuaría Asturias y que Caffarelli enviaría ayuda tarde, si es que la enviaba, pensó que podía contar con una superioridad numérica que le aseguraría la victoria.
Wellington llegó frente a Salamanca el 17 de junio. Su ejército hizo un majestuoso movimiento de cerco, la columna de Picton cruzó el Tormes por los vados de El Canto debajo de la ciudad, Beresford y Graham por los de Santa Marta arriba. Los fuertes de Marmont hicieron imposible el uso del puente de la ciudad. Las cabezas de las dos columnas se encontraron en el lado norte, y luego avanzaron 5 km y tomaron una posición larga por debajo de las alturas de San Cristóbal, que se encuentran en las afueras de Salamanca en su frente norte y este. Estos formarían el campo de batalla defensivo elegido que Wellington ya tenía en mente.
Solo el RDL-14 y la DI-6 de Clinton entraron en Salamanca por la puerta de Toro. Actuaban como escolta de Wellington, mientras era recibido por el municipio y hacía sus preparativos para el ataque a los fuertes, que, aunque dominaban el puente, no tenían vistas a la espaciosa Plaza Mayor porticada, donde se llevó a cabo la recepción. Los habitantes lo recibieron con gritos y vivas, por haberse deshecho de los franceses y casi tiran a Wellington de su caballo, especialmente las damas que fueron las más violentas, muchas se le acercaban y lo abrazaban. El cuartel general se estableció esa noche en la ciudad, y la DI de Clinton invirtió los fuertes, que parecían lo suficientemente formidables como para requerir un estudio detenido antes de ser atacados. El resto del ejército retomó sus campamentos, con la caballería al frente, y permaneció prácticamente sin movimiento en el terreno seleccionado, durante los dos días siguientes, hasta que Marmont vino a realizar su esperada visita.
Descripción de los fuertes de Salamanca
Los tres fuertes de Salamanca se habían construido en un terreno elevado en la esquina suroeste de la ciudad, que domina el largo puente romano. Para hacerlos, Marmont había destruido una gran parte del antiguo barrio universitario, nivelando la mayoría de los colegios, pues Salamanca, hasta 1808, había sido una universidad de tipo inglés, y había poseído una veintena de tales instituciones. Casi todos los edificios de las laderas habían sido derribados, dejando un gran glacis abierto alrededor de tres enormes conventos, que se habían transformado en lugares de la fortaleza. San Vicente ocupaba la cresta del montículo con vistas al río, y se encontraba en el ángulo extremo de la antigua muralla de la ciudad, que la encerraba por dos lados. Las fortalezas más pequeñas, San Cayetano y La Merced, estaban separadas de San Vicente por un barranco estrecho pero empinado, y estaban muy juntas en otro terreno elevado de aproximadamente la misma altura.
Los tres fuertes formaban un triángulo con fuegos cruzados, cada uno de los cuales dominaba en gran medida el terreno por el que habría que acercarse a los demás. Los lados sur y oeste de San Vicente y La Merced colgaban sobre laderas escarpadas sobre el río y eran casi inaccesibles. Los lados norte de San Cayetano y San Vicente eran los únicos frentes que parecían factibles para el ataque, y en cada uno de ellos se habían hecho elaborados preparativos. Marmont originalmente tenía la intención de encerrar los tres fuertes y muchos edificios más, como el hospital de la ciudad en el recinto, para servir como una gran ciudadela que contendría varios miles de hombres y todos sus almacenes.
Le falto tiempo y dinero para completarse, y en las laderas debajo de los fuertes, varios conventos y colegios, medio destrozados, seguían en pie y ofrecían refugio a los sitiadores a una distancia de unos 250 metros de las obras. La guarnición estaba formada por 6 Cías de flanco de los RIs de línea 15, 65, 82 y 86; y del RIL-17, y de una Cía de artillería, bajo el mando del Tcol Duchemin jefe de un DI del RI-65. Eran un total de 800 hombres, y tenían 36 cañones la mayoría ligeros en posición, de los cuales, sin embargo, la mayor parte eran solo piezas de campaña ligeras: 2 dominando el puente estaban en La Merced, 4 en San Cayetano, los 30 restantes en San Vicente, el más formidable de los tres fuertes.
Wellington había llegado preparado para sitiar tres conventos fortificados y le habían enviado un boceto confuso dibujado por un aficionado. Resultaron ser mucho más fuertes de lo que se esperaba, debido a la inmensa cantidad de piedra tallada de las universidades demolidas y otros edificios que estaban disponibles para construirlos. Los muros se habían doblado en espesor, las ventanas cerradas y se habían creado a su alrededor escarpas y contraescarpas de sólida mampostería. Se habían quitado los techos de los dos fuertes menores y los pisos superiores fueron revestidos por vigas macizas de roble con una gruesa capa de tierra colocada sobre ellas. Esta superficie era tan fuerte que en algunos puntos se habían montado cañones, protegidos por troneras de sacos de arena. También había una amplia provisión de empalizadas, hechas con fuertes vigas de roble y castaño. En conjunto, estaba claro que las obras requerirían un asedio formal, y no eran meros monasterios medievales remendados, como se esperaba.
Inicio del asedio
Por tanto, resultaba sumamente fastidioso descubrir que el pequeño tren de asedio que Wellington había traído de Ciudad Rodrigo era evidentemente insuficiente para la tarea que tenía ante sí; no había más de 4×18 cañones de hierro, con solo 100 disparos cada uno, en el frente; aunque 6×24 obuses, del tren que había tomado Badajoz, venían de Elvas para unirse, y debían llegar sobre el 20 de junio.
La responsabilidad de resolver el pequeño asedio con medios inadecuados recayó en el Tcol Burgoyne, como ingeniero superior, con solo 2 oficiales de ingenieros; y el Tcol May de artillería estaba a cargo de los 4×18 cañones. Este último tomó prestados 3 obuses de las baterías de campaña para complementar sus escasos medios, y luego 2×6 cañones, que solo servían para incordiar a la guarnición.
Al principio, parecía que el único plan viable era construir una batería para los 4×18 cañones en el terreno disponible más cercano, a 250 metros de San Vicente al norte, y más abajo en la loma sobre la que se encontraba ese fuerte. Había una buena cobertura de los edificios en ruinas hasta esta distancia de las defensas francesas. La noche de la ocupación de Salamanca 400 obreros de la DI-6 iniciaron los trabajos de una batería en el lugar seleccionado y se acercaron desde la cobertura de las ruinas. El trabajo realizado no fue satisfactorio: era casi luna llena, la noche era corta, y los franceses que sabían bastante bien dónde se debía comenzar el ataque, mantuvieron un vivo fuego de artillería y fusilería toda la noche. Desafortunadamente, los obreros de la DI-6 no tenían experiencia en asedios; nunca antes habían usado pico o pala, y solo había 2 oficiales ingenieros y 9 ayudantes para instruirlos.
A la luz del día, la línea proyectada de la batería solo llegaba a la altura de las rodillas y no daba cobertura, por lo que los hombres tuvieron que retirarse hasta el anochecer. Durante la noche se había intentado determinar si era posible avanzar sigilosamente hasta la zanja y poner minas allí para volar la contraescarpa. Pero el grupo que intentó llegar a la trinchera fue detectado por el ladrido de un perro, que alarmó a los franceses, y tuvieron que retirarse con varios hombres heridos.
Al ver que el fuego de la guarnición era tan eficaz, los oficiales encargados del asedio pidieron y consiguieron de Wellington 300 tiradores selectos para contener a los defensores. Fueron sacados de la BRIL KGL y desplegados entre las ruinas para disparar contra las troneras y aspilleras de los franceses. También izaron, con cierta dificultad, 2 cañones de campaña en el primer piso del convento de San Bernardo, que se encuentra al noroeste de San Vicente, y abrieron fuego.
Bombardeo inicial
En la noche del 18 al 19 de junio, el grupo de trabajo de la DI-6 logró terminar la Bía que iba a romper el fuerte principal. También comenzó 2 Bías más pequeñas, a derecha e izquierda, en lugares entre las ruinas, una junto al colegio de Cuenca, la otra debajo de San Bernardo. En la mañana del 19 de junio, abrieron los 4×18 cañones y los 3 obuses, y derribaron las hileras superiores de la mampostería de esa parte de San Vicente. Pero no pudieron alcanzar su parte inferior, ni alcanzar la contraescarpa. Por lo que se colocaron 2 obuses en la segunda batería, cerca del colegio de Cuenca, que podía dominar la contraescarpa. Sin embargo, el fuego de estos cañones resultó insuficiente para sacudirlo, y la guarnición concentró sobre ellos tal fuego, principalmente de fusilería en las aspilleras, que 20 artilleros resultaron muertos o heridos mientras operaban los 2 obuses.
A la mañana siguiente, aparecieron los 6 obuses de Dickson desde Elvas, y sirvieron para reemplazar a los de campaña prestados, por lo que solo quedaron agregadas tres piezas. 2×18 cañones se movieron alrededor de la Bía Nº 2, que había sido tan duramente golpeada el día anterior, su fuego resultó mucho más efectivo que el de los obuses, y derribó un ángulo de la pared superior de San Vicente y parte de su techo, que cayó y aplastó a algunos franceses.
El 21 de junio, fue imposible continuar el bombardeo, porque apenas quedaban balas para disparar. Solo quedaban reservadas 60 bolas para los cañones de 18 libras y algo más de 100 para los obuses. Los cálculos de los sitiadores habían sido tan erróneos que habían agotado sus existencias justo cuando había llegado el momento crítico. El día anterior Wellington, al ver lo que se avecinaba, había enviado un mensaje urgente a Almeida pidiendo más municiones y más pólvora, pero el convoy, aunque impulsado a toda velocidad, no llegaría a Salamanca hasta el 26 de junio.
Intento de alivio de Marmont (21 al 27 de junio de 1812)
Marmont tenía todo su ejército, salvo Bonnet, el 19 de junio en Fuentesaúco. Al día siguiente avanzó y empujó a las patrullas de la caballería británica. Avanzó en 3 columnas con unos 18.000 infantes y 2.000 caballos, pero había más fuerzas atrás, aún invisibles. A las cuatro de la tarde estaba tan cerca que Wellington asumió su posición de batalla. 5 DIs y 2 BRIs portuguesas independientes formaron la línea de combate, desde San Cristóbal hacia el sur hasta Cabrerizos en la orilla del Tormes: el orden era de derecha a izquierda: DI-1, DI-7, DI-4, DIL, DI-3 y BRIs portuguesas de Pack y Bradford. La reserva estaba compuesta por la DI-5, la BRI de Hulse de la DI-6 (el resto de la DI-6 se dejó para bloquear los fuertes de Salamanca), y los 3.000 españoles de Carlos de España. La BRCL de Alten cubrió la derecha británica, la BRCL de Ponsonby a la izquierda, las BRDs de Bock y Le Marchant estaban en reserva.
Al principio, parecía que Marmont tenía la intención de forzar la batalla que deseaba Wellington. Moviéndose con gran orden y decisión, sus tres columnas se desplegaron frente a las alturas y avanzaron a una distancia muy moderada de ellas, no más de 800 metros. Eran extremadamente visibles, ya que todo el campo debajo de la posición británica era una llanura de trigales, salpicados por algunos pueblos, y unos pocos cursos de agua secos, cuya línea podía detectarse serpenteando entre los campos. Los franceses recibieron una advertencia de que se mantuvieran alejados de la posición mediante el fuego de largo alcance de varias de las baterías británicas en puntos destacados de la línea.
Al anochecer los franceses ocuparon la aldea de Castellanos de Morisco, frente al centro-derecha de las alturas, y luego avanzaron un RI para atacar a Morisco, que estaba absolutamente al pie de ellos, y que había sido ocupado por Wellington como puesto avanzado. El pueblo estaba defendido por el RI-68 de la DI-7, que a pesar de no tener experiencia en combate; hizo una excelente defensa y rechazó tres ataques contra la aldea, pero después del anochecer, Wellington lo llamó cuesta arriba hasta la línea de la posición, abandonando Morisco.
Aparentemente se alegró de ver a los franceses presionando cerca, y esperaba un ataque a su posición a la mañana siguiente. Con un mapa en la mano, mostró a todos los generales reunidos al mando de las divisiones el papel exacto que debían desempeñar, hasta que varios disparos franceses lo obligaron a cambiar un poco su posición más atrás. Todo el ejército durmió esa noche en orden de batalla, con fuertes piquetes destacados al pie de las laderas.
Sin embargo, no hubo ningún ataque al amanecer. Las 2 DIs de retaguardia de Marmont (las de Foy y Thomières) y una BRD aún no habían llegado, y solo lo hicieron en el transcurso de la tarde. Por lo tanto, no estaba dispuesto a moverse, ya que tenía cierto conocimiento de que era superado en número.
Wellington tampoco estaba muy lejos en sus ideas: Marmont estaba en un estado de indecisión. Cuando llegaron los efectivos retrasados, convocó un consejo de guerra (recurso habitual de los generales en dificultades). Marmont fue desanimado por sus dos mejores generales de división. En la mañana del 22 de junio, el general británico, que había mantenido a su ejército en posición durante 36 horas seguidas, comenzó a adivinar que no iba a ser atacado.
Wellington, sin embargo, no hizo ningún movimiento decisivo, envió algunas fuerzas para cubrir las Bías frente a la DI-1 y la DI-7, de las cuales esta última estaba un poco más cerca del Tormes. Sacó los 6 obuses pesados que estaban utilizados contra los fuertes, y los colocó en el ala derecha de su posición. Luego comenzó un movimiento ofensivo parcial, que aparentemente estaba planeado para obligar a Marmont a tomar una decisión. La DI-7 comenzó a avanzar hacia Morisco, los escaramuzadores de la BRIL KGL bajaron y comenzaron a presionar en los piquetes frente a ellos, apoyado por sus batallones. Poco después el RI-51 y el RI-68, desde la BRI de Bernewitz, se les ordenó asaltar un montículo inmediatamente por encima de Morisco, que formaba el punto más avanzado de la línea enemiga.
Wellington ordenó a Graham que los apoyara con toda la DI-1 y la DIL, si el enemigo llevaba refuerzos y mostraba lucha. Pero no sucedió nada de eso, los franceses no hicieron ningún intento por recuperarlo, replegaron su línea de escaramuzas y se retiraron a la aldea, a solo 200 metros por detrás, donde se mantuvieron firmes, evidentemente esperando un ataque general. No se cumplió, Wellington había estado dispuesto a atraer a Marmont para que atacase, pero no tenía la intención de ordenar un avance de toda la línea y precipitar una batalla ofensiva.
Ese día no hubo más combates, y a la mañana siguiente todo el ejército francés había desaparecido, salvo algunas patrullas de caballería que fueron presionadas por los húsares de Alten. Se descubrió que Marmont había retrocedido 10 km, hasta una línea de alturas detrás del pueblo de Aldea Rubia, y estaba allí en una posición defensiva, con su ala izquierda casi tocando el río Tormes cerca de los vados de Huerta. Wellington no hizo ninguna persecución: solo su caballería reconoció la nueva posición francesa. Mantuvo a su ejército en las alturas de San Cristóbal, descendiendo únicamente la BRI de Ansón de la DI-4 para mantener a Castellanos de Morisco, y la BRI de Halkett de la DI-7 para mantener a Morisco. La brigada de Hulse de la DI-6 fue enviada de regreso a Salamanca, al igual que los 6 obuses de Dickson, y Clinton recibió instrucciones de presionar el asedio de los fuertes, a pesar del lamentable hecho de que apenas quedaba munición en las baterías.
El plan de Marmont para maniobrar por Salamanca resultó bastante ineficaz, y terminó a los pocos días en una retirada definitiva, cuando descubrió que los socorros prometidos por Caffarelli no aparecerían pronto.
Asalto fallido británico
Mientras tanto, el asedio de los fuertes de Salamanca se había reanudado, el 23 de junio, la artillería solo disponía de 60 disparos (15 por pieza) para los 4×18 libras, y 160 para los 6 obuses, que hasta entonces había resultado casi inútiles. Los 2×6 cañones de campaña también fueron reemplazados en el primer piso de San Bernardo para bombardear al enemigo. Esta vez los sitiadores colocaron uno de sus cañones pesados en la batería que flanqueaba a la derecha cerca de San Bernardo, para conseguir un fuego de enfilada contra el desfiladero del fuerte de San Cayetano.
La nueva idea era dejar a San Vicente en paz, como un hueso demasiado duro roer, y golpear al fuerte menor desde el flanco y la retaguardia con los pocos disparos disponibles. Toda la munición se agotó por la tarde, cuando no se había realizado ninguna brecha practicable, aunque las empalizadas de San Cayetano habían sido derribadas y su parapeto muy dañado. Sin embargo, Wellington ordenó un intento de asaltar el fuerte menor a las 10 de la noche.
El asalto sería llevado a cabo por 6 Bías ligeras de las BRIs de Bowes y Hulse de la DI-6, una fuerza de entre 300 a 400 hombres. La empresa era difícil, pues la columna de asalto, partiendo de las ruinas cercanas a la batería izquierda, tenía que cargar por el desfiladero de San Cayetano, no solo bajo el fuego de esa obra, sino de fusileros y artillería de San Vicente por la retaguardia. Las bajas desde el primer momento fueron muy numerosas, muchos hombres nunca se acercaron al objetivo y solo 2 escaleras de las 20 fueron colocadas contra el fuerte. Nadie trató de subirlas, el intento era obviamente inútil, y los asaltantes volvieron a esconderse después de haber perdido a 6 oficiales y 120 de tropa, un tercio de sus efectivos. Entre los muertos estaba el general Bowes, al mando de una BRI de la DI, que había insistido en acompañar a sus Cías ligeras, aunque evidentemente esta no era misión de su BRI. Al parecer, pensó que su presencia podría influir a sus hombres, lograr lo imposible. Fue herido levemente cuando la columna comenzó el avance, pero ató su herida, y avanzó por segunda vez, solo para caer muerto al pie de las escaleras, justo cuando sus hombres se rompieron y se retiraron.
La escalada era impracticable mientras San Vicente estuviera intacto y pudiese cubrir el desfiladero de San Cayetano con un fuego efectivo por retaguardia. El asedio entró en un período de letargo, habiéndose agotado todas las municiones de artillería. En la mañana del 26 de junio, tres días después, llegó el convoy de Almeida, ordenado el 20 de junio por Wellington, con 1.000 disparos transportados por mulas, y permitió que se reanudaran los golpes.
Movimientos de Marmont
Mientras tanto, Marmont había estado haciendo fintas persistentes pero ineficaces contra Wellington. Su intención era que, maniobrando, esperaba conseguir que Wellington dividiera su ejército o dejara su fuerte posición, o ambas cosas. Sin duda, su objetivo era obtener la oportunidad de una acción exitosa contra una parte aislada de la fuerza de Wellington, pero no quería librar una acción general para no arriesgar mucho. Además, esperaba día tras día a los 8.000 hombres del ejército del Norte que le había prometido Caffarelli, y sería imprudente dar batalla antes de que llegaran.
Wellington cabalgó por el nuevo frente de Marmont el 23 de junio, pudo ver con sus propios ojos, que la posición francesa brindaba buenas posibilidades para un paso del codo del Tormes en Huerta. Por lo que destacó la BRD alemana de Bock al sur del río, con órdenes de vigilar los caminos que desembocan en los vados, y actuar como fuerza de detención si alguna caballería enemiga los cruzaba. También lanzó los húsares de Alten hacia Aldealengua, una aldea y un vado a medio camino entre Cabrerizos y Aldea Rubia, con el objeto de vigilar de cerca cualquier intento de Marmont de moverse al norte del río. Una BRIL de la DIL se adelantó para apoyar a Alten; la otra fue escalonada un poco hacia atrás, en las colinas sobre Aldealengua.
A última hora de la tarde del 23 de junio, Marmont envió uno o dos Escons a través de los vados de Huerta, que dieron media vuelta después de toparse con las patrullas de Bock. Era simplemente una partida de exploración para probar la viabilidad del paso. A la mañana siguiente había una densa niebla, y se oyeron disparos de escaramuzas y los informes ocasionales informaron a Wellington que algún destacamento más importante estaba al otro lado del Tormes y se enfrentaba a los alemanes. El personal del cuartel general británico cabalgó hasta la colina sobre Aldealengua, que domina una amplia vista sobre la orilla sur, y, cuando la niebla se disipó a las 7 de la mañana; vieron a Bock retirarse a través de la llanura ondulada en buen orden, presionados por una fuerza pesada de todas las armas: 2 DIs encabezadas por una BRCL con una Bía a caballo.
Afortunadamente, había un excelente campo de batalla defensivo al sur del Tormes, en prolongación de la posición de San Cristóbal al norte del mismo. El barranco y el arroyo llamado la Ribera de Pelagarcia con alturas boscosas por encima de ellas, corre frente a Santa Marta y su vado, por algunos km hacia el sur desde el Tormes. Frente a él había una línea similar de terreno elevado, con las aldeas de Pelabravo y Calvarrasa de Arriba en su cima, que los franceses podrían ocupar, pero al descender de ellas chocarían contra una posición formidable. A lo largo de estas colinas, de hecho, la primera línea de defensa de Wellington iba a formarse un mes más tarde, el día de la batalla de Salamanca.
Al ver la cuidadosa retirada de Bock, Wellington ordenó a Graham que cruzara el Tormes en Santa Marta con la DI-1 y la DI-7, y ocupara el terreno frente a él. Este fue un movimiento corto y fácil de lograr mientras el destacamento francés empujaba lentamente a los dragones alemanes hacia atrás. La DI-4 y DI-5 se trasladaron a la orilla norte del Tormes, listas para seguir si Marmont apoyaba a su avanzada, enviando más hombres sobre los vados de Huerta. La BRD de Le Marchant cruzó el río con una Bía a caballo y fue a reforzar a Bock, a quien los franceses empujaban adelante con su infantería. Su avance continuó hasta la aldea de Calvarrasa de Abajo, y un poco más allá, donde se desplegaron los 9.000 o 10.000 hombres en total, como si pretendieran atacar a Graham. Pero justo cuando los observadores en las alturas de Aldealengua comenzaban a pensar que era probable una batalla seria, el conjunto retrocedió en columna de marcha y, retirándose a Huerta cubiertos por sus cazadores, volviendo a cruzar el río.
El estado de cosas al anochecer era exactamente el mismo que había sido al amanecer. Graham y Le Marchant regresaron a su antiguo terreno al norte del río, y al sur solo quedó la caballería, esta vez la BRCL de Alten, porque Bock había tenido un día agotador y necesitaba descansar. Así terminó una maniobra espectacular, pero casi incruenta. Los dragones alemanes perdieron 3 muertos y 2 heridos, la caballería ligera francesa bajas similares.
Bombardeo final y caída de los fuertes
El 25 de junio, Marmont permaneció parado, esperando más noticias de Caffarelli, que no llegaban. Wellington tampoco hizo ningún movimiento, salvo el de enviar órdenes de que el asedio de los fuertes se presionase con la mayor energía posible. Los cañones estaban de vuelta en sus Bías, esperando la munición que aún no había aparecido. Todo lo que se podía hacer sin disparos era abrir una trinchera en el fondo del barranco entre San Vicente y los otros dos fuertes, para cortar la comunicación entre ellos. Los franceses dispararon ferozmente a los trabajadores, desde donde podían ver el barranco, y mataron a algunos de ellos. Pero había mucho terreno muerto al que no se podía alcanzar desde ningún punto de los fuertes, y al amanecer del 26 de junio, la trinchera estaba muy avanzada, y un piquete estaba alojado a salvo en ella.
En la mañana del 26 de junio, llegó al frente el convoy de pólvora y municiones desde Almeida, y a las tres de la tarde los sitiadores reanudaron el fuego. Esta vez no se colocaron cañones en la batería original frente al norte de San Vicente; los 4×18 cañones abrieron fuego por el flanco derecho, y se concentraron en la quebrada de San Cayetano. Los 4 obuses fueron colocados en la batería del flanco izquierdo, cerca del colegio de Cuenca, y dirigidos a disparar balas al rojo vivo contra el techo y piso superior de San Vicente. Los cañones de campaña de San Bernardo, ayudados por un obús, retomaron su antiguo trabajo de intentar contener el fuego desde los fuertes.
El fuego contra la quebrada de San Cayetano hizo reflexionar sobre el progreso, pero la acción más eficaz fue la del tiro al rojo vivo, que antes de la noche había incendiado la torre de San Vicente y varios puntos de su techo. Con heroicos esfuerzos, la guarnición logró extinguirlos, pero el fuego de los sitiadores se mantuvo durante toda la noche, y de vez en cuando estallaban nuevos incendios. Posteriormente, el gobernador informó a los ingenieros británicos que se mantuvieron 28 brotes distintos dentro de las 24 horas anteriores a su rendición. El fuerte era muy inflamable, debido a la inmensa cantidad de madera que se había empleado en las defensas. Aún aguantaba al amanecer, aunque la guarnición estaba casi agotada, el gobernador le indicó a Marmont que no podría resistir más de 3 días. Como ayuda subsidiaria al trabajo de los cañones se iniciaron dos minas, una desde el barranco, destinada a excavar debajo de San Cayetano, la otra desde el acantilado junto al río, destinado a llegar a La Merced. Pero ninguno de las dos llegó a ser utilizada.
Después de cuatro horas de bombardeo, en la mañana del 27 de junio, la quebrada de San Cayetano había quedado convertida en una brecha real y muy practicable, mientras que en San Vicente había estallado un nuevo incendio, mayor que los anteriores. Llegó al almacén principal de gaviones y tablones dentro del fuerte y amenazaba al polvorín. La guarnición evidentemente se estremecía por sus cañones, y por el incendio hasta entonces muy vivo, comenzó a flaquear y todo el edificio quedó envuelto en humo.
Entonces Wellington ordenó que San Cayetano fuera asaltado por segunda vez. La columna encargada de la operación avanzó a lo largo de la trinchera en el fondo del barranco, bastante bien cubierta hasta que llegó al lugar inmediatamente debajo del desfiladero del fuerte. Justo cuando la forlorn hope estaba a punto de salir de la trinchera, se mostró una bandera blanca desde la brecha. El capitán que mandaba en San Cayetano pidió una tregua de 2 horas, para poder comunicarse con su jefe en San Vicente, prometiendo rendirse al final de ese tiempo.
Wellington le ofreció 5 minutos para marcharse, si deseaba preservar la vida y el equipaje de su guarnición. Mientras los franceses continuaban regateando y discutiendo, le dijeron que quitara su bandera blanca, ya que el asalto estaba a punto de realizarse. Cuando entraron los asaltantes, San Cayetano prácticamente no se defendió, aunque se dispararon algunos tiros que causaron 6 bajas en la columna asaltante, la mayor parte de la guarnición arrojó sus mosquetes y no opuso resistencia.
En el mismo momento también se izó la bandera blanca en San Vicente, allí el fuego ardía con tanta violencia que los franceses no habían podido prestar atención a la partida de asalto que capturó San Cayetano. El gobernador, Duchemin, pidió 3 horas de alto el fuego y propuso términos de rendición. Wellington, como en el fuerte más pequeño, se negó a conceder tiempo, ya que pensaba que el fuego se apagaría y la defensa se prolongaría, si permitía que se desperdiciaran horas en negociaciones. Envió el mismo ultimátum que en San Cayetano: cinco minutos para que la guarnición marchara y tuvieran todos los honores de guerra y su equipaje intacto. Duchemin, como su subordinado, devolvió un mensaje dilatorio, pero mientras su bandera blanca aún ondeaba, el RI-9 de cazadores portugueses, salió del barranco y entró en la batería por el lado este de la obra. No les dispararon, nadie en San Vicente estaba preparado para continuar la defensa, y el estandarte francés cayó sin más resistencia.
Bajas de asedio de los fuertes
Se capturaron 600 hombres de la guarnición ilesos. Habían perdido solo 200 durante el asedio, incluidos 14 oficiales. Las bajas entre los británicos fueron, como era de esperar, mucho más graves, en gran parte debido al asalto injustificable del 23 de junio. Ascendieron a 5 oficiales y 94 hombres muertos, y 29 oficiales y 302 hombres heridos. En los tres fuertes se encontraron una gran cantidad de ropa, mucha pólvora y 36 cañones de todo tipo. La pólvora fue entregada a Carlos de España, uno de cuyos oficiales, habiéndolo trasladado a la localidad el 7 de julio, logró hacer estallar muchos barriles, que mató a varios soldados y 20 ciudadanos, además de destrozar algunas casas. Los tres fuertes fueron destruidos con cuidado, una vez despojados de todo su contenido.
La caída de los fuertes de Salamanca ocurrió justo a tiempo para evitar que Marmont se comprometiera en una grave operación ofensiva para su socorro.