Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1812) Retirada del ejército francés julio-agosto de 1812

Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812)

Persecución del ejército francés

La madrugada del 23 de julio reveló a Wellington que el ejército francés había cruzado el río Tormes por el puente de Alba de Tormes, y que no quedaba nada en la orilla occidental del río, salvo pequeños grupos de fugitivos y heridos, que se habían perdido en el bosque. Algunos de estos fueron recogidos por la BRDL de Anson y la BRD de Bock, que fueron enviados hacia delante para registrar el bosque y buscar al enemigo. Las patrullas de Anson llegaron al puente y encontraron una retaguardia francesa vigilándolo. Esta estaba compuesto por la DI de Foy, a quien Clausel había encomendado la cobertura de su retirada. Se despejó, después de disparar algunos tiros.

A Foy le habían dicho que bloqueara el paso hasta las 9 de la mañana, pero se marchó mucho antes, cuando el desordenado cuerpo principal había comenzado a retirarse bien. Tras el informe de que se había ido, Wellington envió a los Escóns de Anson a través del puente de Alba de Tormes, mientras Bock vadeaba el río más abajo en La Encina. El estado de las carreteras, sembradas de bagajes y heridos, mostraba que los franceses habían utilizado las tres carreteras que conducían al este desde Alba de Tormes, y se dirigían a Arévalo, no a su base en Valladolid. De seguir por esa dirección los habría llevado a cruzar el frente del ejército británico que avanzaba. Wellington envió destacamentos por todos los caminos que había tomado el enemigo, pero instó a la persecución principal por el camino central y más importante, el de García Hernández en Peñaranda.

Contrariamente a su costumbre, siguió adelante ese día con gran celeridad, cabalgando con la cabeza de la columna formada por el cuerpo principal de BRDL de Anson. Esta vanguardia fue seguida, a cierta distancia, por la DI-1 de Campbell y la DIL de Alten, que el día anterior apenas habían entrado en combate, al resto de las DIs que habían luchado duramente el día anterior se les permitió descansar. Unos 11 km más allá de Alba de Tormes, las patrullas de Anson se encontraron con la retaguardia de los franceses, detrás del arroyo Caballero (un afluente del río Almar), en y alrededor de la aldea de García Hernández (actual Garcihernández). Por supuesto, se trataba de la DI-1 de Foy, la única DI francesa que no habían participado seriamente en la batalla. Estaban acompañados de una batería y una BRCL de Curto.

Alrededor de las tropas formadas se veían grupos dispersos, la aldea estaba llena de hombres que sacaban agua de los pozos. Al acercarse la columna de caballería británica, la infantería aún estaba a un km de distancia, Foy se preparó para reanudar su retirada, la caballería se detuvo en un terreno elevado, al norte de García Hernández para cubrir el movimiento; los principales RIs partieron enseguida por la carretera, los demás se detuvieron en una zona, a la derecha de los cazadores franceses, fuera de la vista de los británicos, cuya vista estaba oculta por la pendiente sobre la que se encontraba la caballería francesa.

Wellington, al parecer, solo vio a los ECs de cazadores franceses, y resolvió ahuyentarlos sin demora para poder presionar a las columnas de infantería que se retiraban más lejos. Ordenó a la BRDL-II de Anson que atacara a los cazadores con su reducida BRDL compuesta por unos 350 efectivos en 4 EDLs, 2 del RDL-11 y otros 2 del RDL-16; el resto estaban ausentes, algunos vigilando a los prisioneros de la batalla, y otros explorando caminos lejanos. Los 4 EDLs lanzaron el ataque frontal contra la BRCL francesa, mientras que la BRD-IV KGL con 771 efectivos en 6 EDs bajo el barón Bock, que se acercaban rápidamente desde el flanco y aún no estaban formados en línea; dado que el terreno entre el arroyo de Gamo y los altos de la Serna era estrecho y accidentado, el RD-1 KGL (3) en vanguardia y el RD-2 KGL (3) debían envolver su ala derecha.

Desarrollo de la batalla

La DI-1 de Foy estaba compuesta por la BRC-I/1 de Chemineau con 1.509 efectivos 4 BIs (RIL-6 y RI-76) y la BRI-II/1 del coronel Molard (tras la muerte de Desgraviers-Berthelot), con 2.128 efectivos en 4 BIS (RI-39 y RI-69), y una batería a caballo de 6 cañones. La caballería ligera francesa, estaba formada por la BRCL-I de la DCL de Curto con 521 jinetes en 5 Escons: RC-26 de cazadores (2), RC-28 de cazadores (1) y RH-3 (2) que habían sido muy maltratados el día anterior, y evidentemente no estaban de humor para luchar.

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Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812). Movimientos de fuerzas.

Wellington que marchaba a la cabeza de la columna de Anson, le ordenó a este atacar sin demora contra la caballería ligera francesa; mientras procuraba acelerar la marcha de la BRD de Bock, que venía retrasada por las dificultades del camino que había tomado remontando la orilla derecha del arroyo Gamo, por lo que no desembocó en el llano hasta el momento en que los EDLs de Anson, después de franquear el arroyo Gamo, se disponían a cargar.

La BRDL (-) de Anson cruzó el puente y formó en línea, el RDL-16 a la izquierda y el RDL-11 a la derecha y cargaron contra la caballería francesa. Mientras que el RD-1 KGL de Bock había salido del desfiladero y debido a lo angosto de la planicie y estaba desplegando en escalones. La caballería ligera francesa viendo la determinación y el número de la fuerza que venía en ayuda de quien tenían enfrente, y la amenaza al flanco, dieron media vuelta y se alejaron dejando abandonados a sus camaradas de la infantería. El ED-1/1 del capitán Hattdorf del RD-1 KGL partió en su persecución, pero recibieron, para su sorpresa, una fuerte descarga en su flanco de un BI del RI-76 francés que estaba formado en cuadro, y que no había sido visto en su avance. Recibió una descarga en su flanco izquierdo, cayendo heridos varios caballos y jinetes, incluido el teniente coronel May, por lo que se abandonó la persecución de los cazadores.

La BRI-I/1 de Chemineau marchaba con el RIL-6 a la derecha y el RI-76 a la izquierda que estaba formando en cuadros, mientras la BRI-II/1 de Molard (RI-39 y RI-69) se retiraba en columna.

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Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812). Despliegue de fuerzas. Autor John Fawkes.

Lo que siguió al inesperado descubrimiento de la infantería francesa no fue el efecto de las órdenes directas de Wellington, ni del liderazgo de Bock, que apenas se había dado cuenta de la situación cuando sus subordinados ya estaban tomando una decisión. Fue enteramente la hazaña de los valientes líderes de escuadrón de los dos RDs alemanes. Iban subiendo en una especie de escalón de escuadrones, el primer regimiento al frente, de modo que cuando el fuego de la escuadra francesa golpeó y desordenó a la unidad líder, la responsabilidad de la acción recayó sobre los oficiales que comandaban a los demás.

El rittmeister (jefe de Escón) Decken, que dirigía el ED-3/1 KGL, decidió sin dudarlo a cargar contra el primer cuadro francés del RI-76; sus hombres ya estaban ganando velocidad para la carga, cuando se encontraba a 80 metros recibió la primera descarga, que derribó a varios hombres y caballos e hirió gravemente al propio Decken, que, sin embargo, mantuvo su silla y solo cayó cuando se dio la segunda descarga, a 20 metros de distancia. Esta descarga fue destructiva, pero no rompió el ímpetu del ED, que cargó directamente al cuadro. En la mayoría de los casos en que la caballería cargó contra un cuadro durante la Guerra de la Independencia, no pudieron penetrar y retrocedió con pérdidas.

Allí, sin embargo, se produjo la rara hazaña, al parecer la brecha fue abierta por un caballo herido de muerte, que se encabritó justo encima de la primera fila arrodillada francesa, y luego rodó dando patadas y abatió a 6 u 8 hombres a la vez. Varios dragones se abalanzaron sobre la hilera de soldados que estaban derribados e intentaban incorporarse, y penetraron en el cuadro. La brecha que inmediatamente fue aprovechada por el capitán Uslar-Gleichen, segundo al mando y que se había hecho cargo del escuadrón, para penetrar y cargar por la espalda de los sorprendidos infantes franceses, convirtiendo todo el cuadro en un caos y amasijo de hombres muertos y heridos. En esa ocasión el dragón Grobe derribó de un sablazo al comandante de la brigada, el coronel Molard, quien cayó de su cabalgadura dejando sin mando a su tropa, que totalmente desmoralizada depuso sus armas y levantaron los brazos en señal de rendición. El valiente Molard falleció 12 días después a consecuencia de su herida.

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Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812). Carga de la KGL (Legión Alemana del Rey). El tercer Escuadrón del RD-1 al mando del rittmeister Decken carga contra el cuadro formado por un batallón del RI-76 francés, un caballo cae en medio de la línea abatiendo a 6 u 8 hombres a la vez. Consiguiendo romper un cuadro. Autor Adam Hook.

Viendo la escena y sin pensarlo un solo segundo, el rittmeister (jefe de Escon) Reizenstein, al mando del ED-2/1, que también se había visto obstaculizado en su avance por las características del terreno, cargó contra el segundo cuadro del RI-76 francés, el que se encontraba algo más arriba en la ladera; siendo recibido también por una nutrida salva que hirió de muerte al teniente Heugel y de gravedad al corneta Tappe. Sin embargo, la fuerza de ánimo y la moral de los franceses ya estaba muy quebrada por la masacre sufrida por sus camaradas, por lo que varios infantes hicieron lo peor que podían haber hecho: comenzaron a emprender la fuga rompiendo así el cuadro, que era su única posibilidad de protección, con lo cual este sufrió las mismas consecuencias del primero. Los infantes diseminados de ambos cuadros rápidamente intentaron formar un tercer cuadro, pero el cuadro mal formado, pronto se desintegró. Muchos de los hombres arrojaron las armas y se rindieron, el resto se dispersó y corrió en grupos por las laderas de la meseta, hacia BRI-II/1 de Molard (RI-39 y RI-69), que formaron 2 cuadros, el propio Foy estaba en el RI-39; su brigadier superviviente, Chemineau en el RI-69.

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Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812). Carga de los dragones de la KGL (Legión Alemana del Rey) contra un cuadro del RI-76 francés. Autor de Richard Knötel.

Un poco a la derecha de este desafortunado BI, estaban los 2 BILs del RIL-6, que al ver los estragos causados por sus camaradas y al observar los escuadrones restantes de alemanes que cruzaban la ladera hacia él. El coronel del RIL-6 ordenó a sus hombres que se retiraran cuesta arriba y subieran la empinada ladera detrás, al ver que en su ayuda venía al galope el único Escón francés que no había huido; se trataba del único EC del RC-28 de cazadores que estaba protegiendo los cañones.

Contra ellos arremetió el capitán Marschalck del ED-3/2 KGL, que huyeron llevándose los cañones. Marschalck se acercó al batallón de retaguardia antes de que estuviera muy lejos de la carretera. Las 2 Cías de retaguardia mandadas por un capitán de apellido Philippese, se enfrentaron a los dragones se acercaban. Realizaron una descarga que fue bastante efectiva, pero no fue suficiente para detener a los dragones, que entraron a caballo, a costa de muchos muertos y heridos, y las 2 Cías fueron derrotadas y se hicieron muchos prisioneros. La retaguardia de la columna, sin embargo, trepó cuesta arriba en masa, y allí se unió al otro BIL del RIL-6, que formaron en un cuadro precario. Fueron cargados por los dos RDs KGL y huyeron hacia los cuadros del RI-39 y RI-69.

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Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812). Carga del tercer escuadrón del RD-2 de la KGL (Legión Alemana del Rey) al mando del rittmeister Marschalck carga contra las dos cías del capitán Philippese del RIL-6 francés, detrás que intentan formar en cuadro. Autor Adolph Northen.
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Batalla de García Hernández (23 de julio de 1812). Los dragones pesados de la KGL (Legión Alemana del Rey) persiguen a los fugitivos franceses. Un oficial intenta reunirlos y hacer frente.

Embriagados por los gloriosos éxitos que habían obtenido una gran batalla, pero la desordenada masa de dragones victoriosos cabalgó tras los fugitivos y cargaron contra el cuadro del RI-69 mandado por Chimenau. Los franceses se mantuvieron firmes, realizaron descarga muy eficaz, muriendo el capitán Uslar del ED-3/1 y a muchos de sus hombres. El resto retrocedió y se alejó bajo un fuego punzante del BI que habían atacado y de los otros tres, que estaban cerca de su flanco.

Secuelas de la batalla

Así terminó la batalla de García Hernández, el ataque más audaz y exitoso realizado por la caballería de Wellington durante toda la guerra. Las pérdidas de los vencedores fueron muy importantes: el RD-1 KGL tuvo 2 oficiales y 28 hombres muertos, otros 2 oficiales heridos (Decken, de muerte) y 37 hombres. El RD-2 KGL perdió 1 oficial (Uslar) muerto, con 21 hombres y 1 oficial y 29 hombres heridos. La cifra llamativa es la alta proporción de muertos a heridos 52 a 69, la mayoría por las descargas. 6 hombres fueron hechos prisioneros en el último intento de romper el cuadro del RI-69, bien por ser heridos graves o al serlo sus caballos. Con lo que hubo 127 bajas de 770 presentes.

De los 2 RIs franceses comprometidos, un BI completo del RI-76 fue capturado o destruido; de los 27 oficiales presentes, uno murió, 5 resultaron heridos, 16 fueron hechos prisioneros; de la tropa, muy pocos de los 650 escaparon. El RIL-6 fue aniquilado menos completamente, pero hizo que su coronel (Molard) y otros 6 oficiales fueran hechos prisioneros, y 8 más heridos, con cerca de 500 soldados tomados o heridos. Teniendo en cuenta algunas pequeñas pérdidas para los cazadores, las bajas totales de los franceses deben haber sido alrededor de 1.100.

Al gobierno británico la batalla de García Hernández le causó tal impresión, que decretó una ley aprobada por el Parlamento el mismo año de 1812. Por la que todos los oficiales de la KGL que hasta entonces habían servido como temporales, fueran admitidos como personal permanente, en similares condiciones a las de sus camaradas británicos. Siéndoles reconocida no solo la antigüedad desde el comienzo de su servicio en la Legión sino también el derecho a pensión o media paga por parte del gobierno británico.

Retirada del rey José Bonaparte de Madrid

Cuando terminó la última carga, Foy condujo a sus batallones supervivientes, seguidos a distancia por la brigada de Anson, cuando se había vuelto a agrupar. Los alemanes estaban demasiado fatigados para hacer más. La DIL se acercaba desde la retaguardia. A 10 km de García Hernández, Foy se sintió aliviado al encontrar, esperándolo junto al camino, la tan esperada brigada de caballería del ejército de Norte (RH-1 y RC-31 de cazadores), que asumieron la retaguardia durante el resto del día y cubrieron la marcha de la infantería hacia Peñaranda.

A partir de este día, no se puede decir que la persecución de Wellington fuera impulsada con gran vigor. En la mañana del 24 de julio, la vanguardia entró en Peñaranda, para encontrar que los franceses habían partido antes del amanecer. La BRDL de Anson los siguió, acompañada esta vez por las Bías a caballo de Bull y de Ross, que habían llegado desde la retaguardia. La retaguardia francesa fue localizada en Aldea Seca, a pocos kilómetros más allá de Peñaranda, y partió sin disparar un tiro y se perdió de vista antes de que le hubieran llevado los cañones para bombardearles.

Esa noche, el cuartel general y la vanguardia británicos estaban en Flores de Ávila, pero el enemigo estaba completamente fuera de la vista. Renunció a todo intento de una persecución rápida, no había perspectivas de hacer más daño a Clausel, o de dispersar a su ejército desmoralizado antes de que tuviera tiempo de recuperar su cohesión. Clausel escribió el día 25 que solo podía reunir a 22.000 hombres; y como unos 48.000 habían luchado en Salamanca, y las pérdidas reales habían sido de unas 14.000, está claro que debía haber más de 12.000 rezagados y fugitivos desarmados, a quienes una persecución activa podría haber capturado.

En Flores de Ávila el 25 de julio, Wellington recibió la noticia de que había entrado un nuevo factor en el juego. El rey José había salido de Madrid cuatro días antes con el ejército del Centro, y marchaba hacia el norte por el paso de Guadarrama y Villacastín, con la evidente intención de unirse a Marmont. Este movimiento habría sido de suma importancia si hubiera tenido lugar diez días antes. Pero cuando el ejército de Portugal estaba en absoluta derrota, y huyendo a marchas forzadas hacia el Duero, la aparición del Rey era demasiado tarde para ser peligrosa. No podía fortalecer el ejército derrotado lo suficiente como para permitirle luchar, y se expondría a algún peligro si continuaba su marcha hacia delante y se acercaba a la línea de avance británica.

El 19 de julio, habían llegado todos los destacamentos más distantes y el ejército del Centro estaba concentrado en Madrid, cerca de 14.000 hombres, y capaz de disponer 10.000 para la campaña dejando la capital guarnecida. Pero el Rey resolvió esperar dos días más antes de marchar, porque acababa de recibir la noticia de la llegada de un refuerzo inesperado pero muy bienvenido. A principios de mes se enteró de que la DI italiana de Palombini del ejército de Aragón estaba cazando al Empecinado y Mina en dirección a Calatayud y Tudela. Pero por casualidad alcanzó al general italiano en Alfaro en el Ebro el 12 de julio, y Palombini, al no tener oportunidad de remitir la responsabilidad a su comandante inmediato, que se encontraba a 320 km en Valencia, resolvió obedecer.

Marchó por Soria y Sigüenza, haciendo caso omiso de las bandas de guerrilleros que se esforzaban por molestarlo, envió a José la noticia de que lo esperaran en Madrid el día 21 de julio. Estas noticias llegaron el día 18 y llenaron al Rey de tal satisfacción que decidió esperar la DI italiana. Llegó el día señalado, tras haber realizado una meritoria marcha forzada de unos 240 km por caminos de montaña, a través de un país quemado y desolado. Sin darle ni una noche de descanso en Madrid, el Rey lo puso en marcha en compañía de sus propias tropas, que llevaban todo el día esperando la señal de salida. Al no tener oportunidad de comunicar con su comandante inmediato, que se encontraba a 330 km en Valencia, resolvió obedecer.

La fuerza expedicionaria de José, así aumentó 14.000 hombres, consistía en sus guardias, a caballo y a pie, una BRI francesa (RI-28 y RI-75), los alemanes de Armagnac (5 BIs y 1 RC), la DD (división de dragones de Treillard) y parte de la DI de Hugo (juramentados españoles), junto con el destacamento de Palombini, que ascendía a 6 BIs y 1 RD. Las guarniciones de Madrid, Toledo, Segovia y Guadalajara estaban compuestas en parte por juramentados y en parte por el nutrido cuerpo del ejército de Andalucía que se había acumulado en Madrid y el Rey no había tenido prisa por enviarlos a Soult.

El mando de la guarnición a cargo del general Lafon Blaniac, que ejercía de gobernador de Madrid y capitán general de Nueva Castilla. Pocos días después de la partida de José apareció una adición bienvenida, en la forma de la guarnición de Cuenca de Suchet, bajo el mando del general Maupoint, que constaba del RI-16 (2) y un EC de cazadores. Al conseguir la orden del Rey de evacuar Cuenca, la había obedecido y, en lugar de retirarse a Valencia, había entrado a Madrid, con sus 1.000 hombres y 3 millones de reales, en representación de la tesorería provincial.

Una vez reunido su ejército, el Rey marchó a gran velocidad, pasó los pasos del Guadarrama el día 22 de julio y llegó a Espinar, el gran cruce de caminos de la provincia de Ávila, al día siguiente. La caballería esa noche se encontraba en Villacastín, 13 km más adelante, en el camino de Arévalo y Valladolid. Allí llegaron rumores de que Marmont había cruzado el Duero el 17 de julio y estaba estrechamente en contacto con Wellington en algún lugar en dirección a Salamanca.

Al recibir esa información, José y Jourdan resolvieron no continuar su marcha hacia Valladolid, sino desviarse hacia el oeste, con la intención de unirse a Marmont en el río Tormes. Partiendo de la carretera principal, la caballería llegó a Villanueva de Gómez la noche del 24 de julio; el Rey y la infantería llegaron a Blascosancho (Ávila). Se emitieron órdenes para que todo el ejército marchara sobre Peñaranda a la mañana siguiente. Pero durante las horas de oscuridad llegaron los rumores de la batalla de Salamanca y sus resultados, y a la mañana siguiente fueron confirmados por la llegada de dos emisarios españoles, uno portando una carta del herido Marmont, el otro una segunda de Clausel.

La carta de Clausel decía que estaba en un estado de incapacidad para resistir a Wellington, que no podía disponer de 20.000 hombres durante algunos días, que debía retirarse lo más rápido posible a Valladolid, para recoger sus depósitos y almacenes, y que luego recurriría al ejército del Norte. Le dijo al Rey que, incluso si el ejército del Centro se unía a él, no podrían resistir a Wellington por un momento. Recomendó a José que pidiera socorros a Soult y Suchet, si Wellington y el cuerpo principal inglés marchaban sobre Madrid, el ejército de Portugal permanecería en el Duero, pero solo en ese caso. Si Wellington lo perseguía, deberá retirarse hacia Burgos.

Ante esta nueva y poco prometedora situación, José y Jourdan tuvieron que elegir entre retirarse hacia Madrid y cubrir la capital, con la esperanza de que Soult posiblemente hubiera cumplido las órdenes que le habían dado el 6 de julio y enviado un destacamento hacia Toledo y Madrid. O podrían, a pesar de los consejos y advertencias de Clausel, moverse hacia el norte hacia el Duero y tratar de comunicarse con el ejército de Portugal. Si el camino directo de Arévalo a Valladolid era demasiado peligroso, quedaba otra ruta más tortuosa por Cuéllar, que Wellington estaba demasiado lejos para llegar.

El Rey y Jourdan eligieron la primera alternativa sin dudarlo un momento, si se unían al ejército de Portugal, tenían la seguridad de Clausel de que no podían hacer nada. Serían rechazados en Burgos. En Madrid estaría expuesto a una incursión por cualquier pequeño destacamento que Wellington pudiera enviar contra él, y el contacto con Soult y Suchet se perdería. El Rey, por tanto, marchó de regreso por el camino que había llegado y había llegado el 26 de julio llegó a la Venta de San Rafael, al pie del puerto de Guadarrama. Se había apartado tan rápidamente del camino de Wellington que sus ejércitos no entraron en contacto, salvo que una patrulla de cazadores juramentados de 2 oficiales y 25 de tropa, que fueron capturados por la BRCL de Arentschildt que la sorprendió y capturó cerca de Arévalo.

Cuando se le informó que el ejército del Centro había retrocedido apresuradamente hacia Madrid, Wellington resolvió que su deber era seguir empujando a Clausel hacia el norte, alejándolo del Rey. Este último podría ignorarse; su fuerza era conocida y era casi seguro que no sería reforzado. Porque Hill acababa de enviar un informe, que había llegado en cuatro días, de que Drouet no daba señales de avanzar hacia Toledo; y adjuntó un despacho interceptado de Soult, que demostraba que este último no tenía ninguna intención de cumplir las órdenes repetidas a menudo del Rey.

En consecuencia, el cuartel general británico se trasladó a Arévalo el 27 de julio y a Olmedo el 28. La caballería ligera de Anson y Arentschildt marchaban en vanguardia, e informaron que el enemigo todavía estaba en un estado de completa desorganización. Quemaba las aldeas a medida que avanzaba, y encontraron muertos a muchos rezagados junto al camino, porque los que se alejaban de la columna principal eran asesinados por los campesinos y los guerrilleros.

Clausel cruzó el Duero por los dos puentes de Tudela y Puenteduero los días 27 y 28, dejando solo algunas tropas ligeras al sur del río, y entró en Valladolid. Donde se puso a trabajar de inmediato para evacuar todos los almacenes más valiosos, y llevar también los enfermos y heridos que pudieran encontrar transporte, por la carretera de Palencia y Burgos. La infantería anglo-portuguesa se acercaba a Medina del Campo y Olmedo. Mientras Santocildes, con el ejército de Galicia, que no estaba empleado en el sitio de Astorga; recibió la orden de marchar frente a Toro y Tordesillas para amenazar a Valladolid desde la orilla norte del Duero. Silveira recibió instrucciones de reanudar el bloqueo de Zamora con su división de milicias.

El 29 de julio, la DIL y la DI-1, que formaban la vanguardia de infantería de Wellington, se adentraron en la pantalla de tropas ligeras que Clausel había dejado frente al Duero, los franceses se retiraron y volaron los puentes. Pero esto sirvió de poco, porque la caballería británica vadeó el río en Boecillo y continuó su avance. Acto seguido, loa franceses evacuaron la ciudad de Valladolid y se retiraron por el camino directo a Burgos, salvo la DI-1 de Foy, que se retiró por la margen norte del río hacia Aranda. En Valladolid se encontraron 17 cañones, 800 enfermos y heridos, cuyo estado les había impedido viajar, y un gran polvorín lleno de material de artillería, además de otras provisiones.

La gente recibió a Wellington con todas las muestras de entusiasmo, aunque tenían la reputación de incluir una mayor proporción de afrancesados que cualquier otra ciudad del norte de España. Lo invitaron a una fiesta de bienvenida, un baile y copiosas arengas de felicitación. Mientras tanto, la BRDL de Anson peinó la zona hacia el este y el norte e informó que no había enemigo visible. Mientras que el guerrillero Marquinez entró en Palencia y capturó a 300 rezagados de la retaguardia de Clausel. Los franceses habían retrocedido más allá del río Arlanza y ocupaban Lerma, Torquemada y Santa María del Campo, dispuestos a retirarse al mismo Burgos si se aplicaba más presión. Pero para sorpresa de Clausel, Wellington se detuvo y el francés comenzó a reorganizar su ejército destrozado. Lo que sobrevivió de su tren de bagajes, sus enfermos y los mandos de varios BIs que estaban en cuadro, fueron enviados de a Burgos. El resto se quedó quieto, a la espera de nuevos desarrollos.

Wellington, mientras tanto, no había llevado a ninguna unidad de su infantería al norte del Duero, aunque todos estaban cerca, y la DIL había reparado el puente de Tudela. Había decidido centrar su atención en el rey José y en Madrid. Solo Santocildes y sus 2 DIs gallegas recibieron la orden de dirigirse a Valladolid, adonde llegaron el 6 de agosto, para apoyar la BRDL de Anson, que tomó acantonamientos en varios pueblos al frente y a los flancos de la ciudad.

Los movimientos del Rey y su ejército del 27 al 31 de julio habían sido algo desconcertantes para el general británico. Al llegar al pie del puerto de Guadarrama, se habían detenido y luego, en lugar de seguir la carretera recta a Madrid, se habían desviado hacia Segovia, que se encuentra en la vertiente norte de la sierra; como si hubieran abandonado su intención original de dejar al ejército de Portugal a su suerte.

Esta marcha de flanco fue el resultado de la recepción de cartas a cargo del ayudante de campo de Marmont, Fabvier, que decían que Clausel ya no era perseguido con fuerza y que era posible que se detuviera en el río Adaja y cubriera Valladolid. Fue una inspiración momentánea, sin realidad detrás, porque Clausel estaba nuevamente en plena retirada antes de que el Rey llegara a Segovia. Pero engañado por su falaz alegría, José había hecho un movimiento que le permitiría unirse al ejército de Portugal, si realmente se hubiera detenido. Pronto se desengañó, y después de permanecer 3 días en Segovia con algún peligro, pues Wellington ya se había dirigido contra él, evacuó esa ciudad alta el 1 de agosto y se retiró finalmente a Madrid por el puerto de Guadarrama.

Justo después de haber salido de Segovia, el rey José recibió un despacho de Soult, fechado el 16 de julio. Se trataba de una respuesta a las órdenes perentorias que le había enviado el 6 de julio, que le habían ordenado evacuar parte de Andalucía y enviar un importante destacamento a Toledo. Este era un documento extraño, que equivalía a una negativa absoluta a obedecer instrucciones. Después de afirmar falsamente, que Hill avanzaba con 30.000 hombres en Extremadura, y que en consecuencia él mismo estaba a punto de dirigirse allí, anunció que la evacuación de Andalucía sería ruinosa para la causa francesa en España, mientras que si trasladaba la guerra a la margen izquierda del Tajo. El ejército de Portugal, liberado de presión, podría volver a reagruparse.

Mucho después de haber recibido la noticia de Salamanca, insistió en sostener que la verdadera política era aferrarse a Sevilla, incluso cuando el ejército británico estaba en Madrid y los restos de las fuerzas de Marmont se retiraban en Burgos. De esto escucharemos más pronto.

El rey José, al recibir la carta de Soult, respondió que debía evacuar Andalucía y marchar con todo su ejército sobre Toledo inmediatamente. Aun así, el Rey no obtuvo la obediencia exacta a sus órdenes, sino que al final Soult marchó no sobre Toledo sino sobre Valencia, y solo muchos días después de haber recibido instrucciones comenzó su movimiento.

Wellington, por supuesto, desconocía los motivos exactos que habían inducido al rey José a hacer su marcha hacia Segovia. Consideraba que podría significar que había alguna intención por parte de Clausel de hacer que el ejército de Portugal se uniera al ejército del Centro por el Alto Duero vía Aranda de Duero. Por lo tanto, resolvió hacer imposible tal conjunción, empujando al Rey por las montañas y hacia Madrid.

Mientras la caballería de Anson y Arentschildt continuaban la persecución de Clausel los días 29 y 30 de julio, y la DIL y la DI-1 se dirigieron a la zona de Tudela de Duero, frente a Valladolid, el resto del ejército se dirigió contra el rey José. Deseaba conocer si el Rey iba a presentar resistencia en Segovia, para ello la BDR/P de Urban partió de Olmedo el 29 de julio y encontró la caballería del Rey en Santa María de Nieva, a 17 km de Segovia. Desertores de la Guardia Española se entregaron a Urban y le dieron información útil sobre la fuerza exacta del ejército del Centro.

El día 30 de julio, Wellington puso a disposición de Urban la BRD KGL, 1 BI de la DI-7 de Hope, y una Bía a caballo, para que rompiera la fuerza de cobertura y estableciese contacto con el grueso. La pantalla francesa ofreció una gran resistencia, y al enterarse de su actitud, Wellington ordenó a toda la DI-7 que siguiera a Urban y a las otras divisiones para prepararse para moverse en su apoyo. Pero el informe de que Segovia estaba siendo defendido firmeza, para la reunión con Clausel, resultó ser falso, pues cuando la columna aliada se acercó a la ciudad, supo que el grueso del Rey la había abandonado por la mañana rumbo al puerto de Guadarrama.

Una retaguardia considerable, al mando del general Espert, sin embargo, quedó para vigilar Segovia hasta que el Rey se hubiera alejado; y sus murallas medievales la hacían defendible por un corto tiempo contra una fuerza sin artillería pesada. Urban no pudo hacer nada con su caballería, pero envió a Wellington una solicitud para que la DI-7 se moviera para interceptar la retirada de Espert hacia Guadarrama mediante una marcha forzada.

Wellington respondió que no tenía mucha fe en el éxito de ninguno de estos intentos de cortar el paso a los franceses, y que tales intentos servirían solo para fatigar a las tropas. Espert se marchó la noche del 3 de agosto sin ser molestado, y Urban entró en la ciudad a la mañana siguiente, seguido algún tiempo después por la infantería. Inmediatamente, mandó explorar el camino hacia el puerto, y encontró que los franceses habían desaparecido por completo, ni siquiera en el puerto del Guadarrama se veía una patrulla francesa.

Wellington se vio obligado a revisar todo su plan de campaña, ya que había quedado claro que los dos ejércitos que se le oponían se habían retirado en direcciones diferentes y no podían reunirse. Si bien todavía era concebible que Clausel pudiera defender la línea del Duero, había llevado el grueso de su infantería a Olmedo. Pero después de su entrada en Valladolid el día 30 y la precipitada retirada del ejército de Portugal hacia Burgos. Imaginó que el ejército del Centro se replegaría a Madrid.

Al recibir la información de que el rey José había desaparecido, Wellington se detuvo durante tres días completos (2 al 4 de agosto) con su cuartel general en Cuellar, y su infantería se reunió en sus alrededores. La DIL y la DI-1, que habían marchado hasta el Duero, se dirigieron hacia el sur para unirse al resto. Pero no fue hasta el 5 de agosto, cuando se ordenó la marcha de casi todo el ejército sobre Segovia, por la carretera de Mozencillo. Durante esos 3 días de alto, Wellington había tomado una decisión sobre su política general. Clausel, cuyo ejército era inofensivo por el momento, debía ser ignorado, solo debía dejar una pequeña fuerza de contención frente a él, mientras que el grueso de la fuerza aliada marcharía sobre Madrid.

Wellington había recibido la descorazonadora noticia de que Bentinck había anulado su expedición y se estaba volcando a algún plan para invadir Italia. Esto había dejado libre la atención de Suchet por el momento, y posiblemente podría haber enviado tropas para unirse al ejército del Centro. Afortunadamente, no lo había hecho; solo la división de Palombini y la pequeña guarnición de Cuenca habían sido barridas por el rey José, sin el consentimiento del mariscal y para su disgusto.

Wellington resolvió dejar solo un pequeño destacamento de contención en el Duero, para vigilar a Clausel, y marchar sobre Madrid con una fuerza que le permitiría, si se unía Hill, luchar contra Soult y el rey José juntos. El cuerpo contención estaba mandado por Clinton, que era el único general de división que estaba sano. Graham y Picton habían quedado fuera de combate, Leith y Cole habían sido heridos en Salamanca, junto con Beresford y Stapleton Cotton. Casi todas las divisiones estaban bajo comandantes interinos. Otra razón para elegir a Clinton era que su división, la DI-6, había sufrido más que cualquier otra unidad y sus efectivos eran solo 3.700, incluida su BRI-III/6 portuguesa, y necesitaba recuperar a los convalecientes y los nuevos reclutas antes de que pudiera considerarse eficaz para el servicio. Junto a la DI-6 quedaban los 5 BIs que se habían unido recientemente al ejército desde Inglaterra o desde el Mediterráneo. Quedaron para reforzar a Clinton y aclimatarse al verano español, si los llevaban a Madrid, habrían sembrado el borde de la carretera con rezagados destrozados. Con esos 5 BIs, la fuerza de Clinton a se elevó 7.000 infantes. La totalidad de esa fuerza estaba en Cuellar y sus alrededores, mientras que la caballería asignada a ella, la BRDL de Anson, tomó una posición más avanzada, a lo largo y más allá del Duero, cubriendo no solo su propia infantería, sino las 2 DIs españolas de Santocildes, que habían ocupado Valladolid en el 6 de agosto.

El resto del ejército de Galicia seguía ocupado en el interminable asedio de Astorga, que para disgusto de Wellington aún perduraba. Los cañones pesados habían llegado por fin desde La Coruña, pero el bombardeo parecía ser poco efectivo. Silveira había reanudado el bloqueo de Zamora, pero al no tener artillería de asedio solo podía esperar hasta que el hambre obligara a su guarnición de 700 hombres a someterse. Toro y Tordesillas eran los únicos otros lugares donde Marmont había dejado una guarnición. Tordesillas se rindió a Santocildes en su marcha hacia Valladolid; allí fueron tomados unos 300 franceses. Toro aún resistía, vigilado por una pequeña fuerza española. La tarea de vigilar de cerca a Clausel fue encomendada a los guerrilleros, los jefes castellanos Saornil, Marquínez y Príncipe.

Las órdenes dejadas eran que debían permanecer en sus acantonamientos a menos que el enemigo se moviera, lo que Wellington no pensó que fuera probable. Pero si reuniéndose antes de lo esperado, los franceses marchaban por Palencia para intentar rescatar las guarniciones de Astorga y Zamora; Santocildes debía retirarse y esforzarse por defender la línea del río Esla, mientras que Silveira debía levantar el bloqueo de Zamora y retroceder detrás de ese mismo río. Si, en lugar de hacer una incursión hacia el oeste para salvar las guarniciones, Clausel se movía contra Valladolid y la línea del Duero, la caballería de Anson debía retirarse y unirse a Clinton en Cuéllar. Si el enemigo los atacaba con todas sus fuerzas, ambos debían replegarse sobre Segovia. En ese caso, Santocildes debía esforzarse por envolver la retaguardia de Clausel, y cortar su comunicación con Burgos. Contrario a las expectativas de Wellington, el general francés hizo las dos maniobras sugeridas: envió una columna para aliviar a Astorga y Zamora, y marchó con su cuerpo principal sobre Valladolid.

Wellington se dirige hacia Madrid

Las fuerzas de Wellington reunidas en Cuéllar y sus alrededores se puso finalmente en movimiento, se componía de las DIs 1, 3, 4, 5 y 7; y la DIL; la BRCL de Arentschildt, la BRD KGL de Bock y la BRD de Ponsonby (después de fallecer Le Marchant), las BRIs portuguesas de Pack y Bradford, la BRD portuguesa de Urban; la DI española de Carlos de España y la BRCL de lanceros de Julián Sánchez. El conjunto, teniendo en cuenta las pérdidas de Salamanca y el desgaste de las carreteras, ascendía a unos 36.000 efectivos. Era suficiente para la caza del rey José, y suficiente, si se llamaba a Hill, para enfrentarse conjuntamente al rey y a Soult, suponiendo que este último evacuara por fin Andalucía y marchara sobre Toledo. Santocildes y Clinton fueron informados de que tenía intención de regresar a Castilla la Vieja cuando los asuntos en el Sur se hubieran resuelto de manera satisfactoria.

El 7 de agosto la vanguardia, formada por la fuerza que había ocupado Segovia (BRD/P portuguesa de Urban, la BRD KGL de Bock, la Bía a caballo de Macdonald y un BIL KGL) avanzó unos 30 km. La empinada ruta pasaba por el palacio real de verano de San Ildefonso, no se descubrieron patrullas francesas en el puerto de Guadarrama, y un grupo de reconocimiento avanzó hasta El Escorial, e informó que la patrulla más cercana del enemigo estaba en Galapagar, a 7 u 8 km.

Mientras tanto, el cuerpo principal, partió de Segovia el 8 de agosto, con los dragones de Ponsonby y la DI-7 al frente; luego marchaba la BRDL de Alten, la DI-3, DI-4 y DI-5 y la BRI/P de Pack. La retaguardia era la DI-1, la DIL y la BRI/P de Bradford, que partieron de Segovia el 9 de agosto. La columna tenía una longitud desmesurada y el progreso fue lento. El cuartel general estuvo en San Ildefonso los días 8 y 9 de agosto, en Navacerrada el día 10, en Torrelodones cerca de El Escorial el 11 de agosto.

Mientras tanto, la BRD/P de Urban, muy por delante del cuerpo principal, ocupó El Escorial el 9 de agosto y avanzó con cautela hacia Galapagar, de donde había desaparecido el enemigo. Su retaguardia fue descubierta en Las Rozas y Majadahonda, 8 km más cerca de Madrid. Las órdenes de Wellington eran que su vanguardia se mantuviera bien cerrada, los alemanes muy cerca de los portugueses y que no se arriesgara nada hasta que el apoyo de las principales divisiones del ejército estuviera al alcance de la mano. Por tanto, el 10 de agosto, Urban, encontrando a los franceses en fuerza en Las Rozas, solo avanzó unos kilómetros y vivaqueó sobre el río Guadarrama en el puente del Retamar. Recibió noticias del campesinado de que el rey José se disponía a evacuar Madrid, que los convoyes ya habían comenzado y que el grueso del ejército del Centro marchaba por la carretera de Móstoles hacia Toledo, donde se esperaba a Soult a los pocos días. La información era verdadera en cuanto a la evacuación, falsa en cuanto a la aproximación de Soult, fue enviada a Wellington, quien estaba esa noche estaba en Navacerrada, 25 a retaguardia, con la DI-7 y la BRD de Ponsonby.

Madrid era en este momento un escenario de tumulto y desesperación. El Rey se había retirado de Segovia todavía en un estado de incertidumbre sobre si Wellington tenía la intención de volverse contra él o si perseguiría a Clausel. En la mañana del 8 de agosto, llegó la noticia de que una fuerte columna (Urban y la vanguardia) había partido de Segovia el día anterior, y que le seguían más tropas. Las órdenes de prepararse para la salida se emitieron de inmediato, y un verdadero pánico se apoderó de los residentes franceses y los afrancesados. Desde que corrió la voz de la partida, todos estaba buscando un vehículo o un animal de silla de montar, para huir a toda costa. A los que hay que añadir ayudas de cámara, sirvientes y dependientes de todo tipo. La mayoría de los comerciantes y funcionarios querían llevar a sus familias con ellos. Durante toda la noche, los carruajes, carros y carromatos, que pasaron sin cesar. A la mañana siguiente más de 2.000 vehículos de todo tipo, cargados de bultos, fardos y muebles, con familias enteras en encima, habían abandonado Madrid. A los que hay que añadir los que iban a pie o a caballo, que alcanzarían unos 10.000.

El Rey, después de resignarse a la retirada y dar órdenes de salida del convoy y de la mayor parte de su infantería; decidió dejar una guarnición en la fortaleza del Retiro, con la posibilidad de que pudiera defenderse hasta que Soult llegara a Toledo y fuera posible un contraataque sobre Madrid. Si Soult no aparecía, el lugar estaba condenado con bastante claridad. Ordenó a Lafon Blaniac, gobernador de la provincia de La Mancha, que se encerrara en las obras, con unos 2.000 hombres, formados principalmente soldados pertenecientes al ejército de Andalucía, pertenecían a una docena de regimientos diferentes, y en su mayoría reclutas, no había juramentados entre ellos. A su cargo fueron dejados unos 500 enfermos no transportables del ejército del Centro, que no estaban en el Retiro, sino en el hospital militar del Prado, fuera de las fortificaciones.

Batalla de Majadahonda (11 de agosto de 1812)

Habiendo enviado hacia Aranjuez su convoy y la mayor parte de sus tropas, el Rey sintió repentinamente una duda de que pudiera estar huyendo de un peligro imaginario. Y si solo se trataba de una demostración y estaba evacuando la ciudad ante una fuerza débil. Obsesionado por esta idea, ordenó al general Treillard que tomara toda su caballería, más de 2.000 efectivos y reconociese la vanguardia de Wellington, la DI italiana de Palombini partió desde Madrid para apoyar el reconocimiento. Se ordenó a Treillard que hiciera todo lo posible para tomar prisioneros, de los que probablemente se podría extraer información mediante un interrogatorio.

En la mañana del 11 de agosto, la línea de avanzada francesa en las afueras de Madrid había estado controlada únicamente por la BRD de Reiset con unos 600 efectivos en 5 EDs: RD-13 (3, 350) y RD-18 (2, 250). Fueron estas tropas las que Urban había descubierto la noche anterior en Las Rozas, al amanecer procedió a atacarlos, asegurándose de que se retiraran, como habían hecho habitualmente hasta entonces. Su propia fuerza era muy similar a la del enemigo, unos 780 efectivos en 7 EDs: RD-1/P de Alcántara (2, 220), RD-11/P de Almeida (2, 220) y RD-12/P de Miranda (3, 320) pero tenía con él la 2×6 cañones de la Bía a caballo de Macdonald, y los franceses no tenían cañones.

Atacó el frente de Reiset con 2 RDs, mientras el tercero envolvía el flanco y hacía fuego con los 2 cañones. El movimiento del flanco tuvo su efecto y los dragones retrocedieron cuando fueron bombardeados en diagonal desde una pendiente. Se retiraron hasta la aldea de Las Rozas y allí se detuvieron; pero al repetirse el movimiento de flanqueo, volvieron a retroceder y, al pasar una segunda aldea, Majadahonda, se perdió de vista, cubriéndose en el bosque en dirección a de Móstoles y Boadilla. Urban se encontraba entonces a menos de 12 km de Madrid, y pensó que era bueno escribir a Wellington para preguntarle si debería intentar entrar en la ciudad o no. La respuesta que se le envió fue que no debía ir más allá de Aravaca, 5 km más allá, hasta que tuviera apoyo.

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Batalla de Majadahonda (11 de agosto de 1812). Despliegue de fuerzas y desarrollo.

Mucho antes de que le llegara esta respuesta, Urban estaba en terribles problemas. Las maniobras de la mañana habían durado unas cuatro horas; eran alrededor de las 10 de la mañana cuando los franceses desaparecieron. Mientras esperaba órdenes, el brigadier ordenó a sus regimientos que se acomodaran en Majadahonda, dieran de beber a sus caballos y prepararan la comida del mediodía. Después de que las patrullas fueron retiradas, todo transcurrió en silencio durante cinco horas, y la mayoría de los hombres estaban disfrutando de una siesta a las 15:30 horas. Tenían apoyo de cerca detrás de ellos, ya que la BRD alemana y el BIL-I KGL habían llegado hasta Las Rozas, a solo un km a su retaguardia. El avance se reanudaría cuando hubiera pasado el peor calor del día.

Pero poco antes de las 16:00 horas, se vieron masas de caballería francesa saliendo del bosque frente a Boadilla. Se trataba de la BRD de Treillard, que había subido por retaguardia con la BRD de Rozat con 550 dragones en 4 EDs: el RD-19 (1, 100) y el RD-22 (3, 450); el BRD de Schiazzetti (3, 266), Dragones de Napoleón (2, 200) y RC-1 de lanceros de Westfalia (1 Cía, 66), y había recogido a la BRD de Reiset en el camino. Toda la fuerza tenía 1.416 efectivos y avanzaba en tres líneas a gran ritmo, evidentemente preparada para atacar sin dudarlo. Urban apenas tuvo tiempo de formar una línea frente a Majadahonda, cuando el enemigo estaba sobre él.

La táctica acertada habría sido la de luchar enérgicamente y replegarse de inmediato sobre los alemanes en Las Rozas, porque los portugueses eran superados en número tres a uno. Pero Urban era un líder osado, honorablemente ambicioso de distinción, y el excelente comportamiento de su BRD en Salamanca le había inspirado una confianza exagerada en su firmeza. Envió mensajeros para apresurar a los dragones alemanes y tomó posición frente a Majadahonda, desplegando un ED del RD-11/P en línea de escaramuza, desplegando 5 EDs en línea de batalla (RD-1/P y RD-12/P), y manteniendo el otro ED del RD-11/P en reserva en su flanco izquierdo para cubrir 4×6 cañones de la Bía a caballo allí colocados. Aquí también se colocó un grupo de 40 dragones KGL, que habían sido enviados en servicio de exploración, y se unieron a los portugueses a tiempo para la lucha.

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Batalla de Majadahonda (11 de agosto de 1812). Dragones franceses.

Treillard formó en tres líneas con sus 3 RDs, la BRD de Reiset (RD-13 y RD-18) en primera línea, la BRD de Rozart (RD-19 y RD-22) en segunda línea y la BRD Schiazzetti en reserva. El choque se produjo muy rápido, antes de que los cañones británicos tuvieran tiempo de realizar más de 3 o 4 rondas. Los portugueses avanzaron con bastante rapidez hasta que estuvieron a unos 20 metros del enemigo, se detuvieron, vacilaron y dieron la vuelta, dejando a su brigadier y sus coroneles, que iban bien al frente, casi en las filas francesas.

Urban se abrió paso, el vizconde de Barbaçena y el coronel Lobo resultaron gravemente heridos y hechos prisioneros. La línea portuguesa huyó en todas direcciones y se dirigió a retaguardia perseguida por los franceses, algunos de los fugitivos se dirigieron al ED de reserva, que se unió a la fuga, abandonando los cañones de la izquierda. Hubo una persecución salvaje durante 1,5 km entre el lugar de batalla frente a Majadahonda y el pueblo de Las Rozas. En la persecución se capturaron 3 de los 4 cañones de artillería a caballo, que estaban protegidos por los dragones alemanes bajo un oficial llamado Kuhls, que hizo todo lo posible para salvar a los cañones: uno por una rueda que se rompió, los otros dos por sus conductores fueron abatidos por los dragones que los perseguían. El capitán Dyneley, al mando de la sección izquierda de la Bía, y 14 de sus hombres fueron hechos prisioneros, la mayoría heridos.

El grueso de la BRD francesa de vanguardia cabalgó, sin control, hasta las primeras casas de Las Rozas, donde encontraron a la BRD KGL que estaba formando en orden, tan rápida había sido la derrota. Cuando llegó la primera alarma de Urban, todos los caballos estaban desensillados, los hombres, algunos dormidos, otros ocupados en preparar sus monturas o llevarlos al agua. Las trompetas sonaron, pero los escuadrones apenas se estaban reuniendo, cuando en una masa confusa y una nube de polvo que de los fugitivos portugueses y perseguidores franceses se precipitaron hacia ellos. Dos capitanes, que ya había reunido a algunos de estos hombres, cargaron contra la cabeza de los franceses para ganar tiempo, y algunos de la infantería ligera abrieron fuego contra ellos desde las casas.

Reiset llamó a sus RDs para reagruparlos y, mientras tanto, los alemanes salieron en tropel del pueblo y se pusieron en fila de todos modos, algunos a caballo, algunos con la cabeza descubierta, otros con gorros de forraje, muchos en mangas de camisa. Para cuando los franceses avanzaron de nuevo, los 4 EDs estaban más o menos alineados, y Urban había reunido a la mayor parte de sus portugueses a su izquierda. La lucha frente a Las Rozas fue muy encarnizada, aunque los portugueses pronto se cansaron y se retiraron. Pero los alemanes hicieron una espléndida resistencia y terminaron derrotando la primera línea francesa. Treillard luego puso su segunda línea, y bajo el mando de estos nuevos escuadrones, los dragones de la Legión, aun luchando obstinadamente, fueron empujados hacia la entrada del pueblo, el coronel Jonquières, al mando de la BRD KGL en ausencia de Bock, fue hecho prisionero con algunos de sus hombres. La salvación de la caballería superada fue que el BIL-I KGL se había alineado en las afueras de la aldea y abrió un fuego tan fuerte que los franceses tuvieron que retroceder.

Justo en ese momento la BRCL de Ponsonby y el jefe de la columna de infantería de la DI-7 aparecieron desde la retaguardia, apresurándose para apoyar a la vanguardia. Los franceses se retiraron con tanta prisa que ni siquiera se llevaron los cañones capturados, que fueron encontrados al borde del camino sin mucho daño, aunque se había intentado destruir sus carruajes.

En esta lucha encarnizada, los aliados perdieron 197 efectivos (53 muertos, 98 heridos, 45 prisioneros) perdieron 121 caballos (23 muertos y 81 capturados). Los portugueses perdieron 108 (3 oficiales y 30 hombres muertos, 3 oficiales y 49 hombres heridos, y 1 oficial y 22 hombres desaparecidos). La BRD KGL perdió 61 efectivos (1 oficial y 13 hombres muertos. 5 oficiales y 35 hombres heridos, 1 oficial y 6 hombres prisioneros) y 33 caballos (10 muertos, 12 heridos y 11 capturados). La Bía de Macdonald perdió 27 (6 muertos, 6 heridos y su segundo capitán (Dyneley) y 14 hombres desaparecidos). El BIL-I KGL tuvo 7 heridos.

Los franceses tuvieron 1 oficial y 5 oficiales heridos, y un centenar de soldados entre muertos y heridos.

Treillard en persona, llevó al rey José la noticia de que Wellington marchaba sobre Madrid con la mayor parte de su ejército. De hecho, sus prisioneros habían intentado asustarlo diciendo que 8.000 caballos se le estaban echando encima, y por lo demás exagerando el número de aliados. Las brigadas de caballería retrocedieron para formar la retaguardia del ejército del Rey, que avanzó sobre Valdemoro y Aranjuez, no hacia Toledo, pues había llegado cierta información de que ninguna de las tropas de Soult se encontraba cerca de esa antigua ciudad. El convoy se había desviado hacia Ocaña y la carretera de Valencia.

Wellington entró en Madrid sin oposición al día siguiente, disgustado de que su llegada se hubiera visto empañada por el desagradable combate de Majadahonda. Pero los habitantes de la capital española prestaron poca atención a su llegada, la salida de los franceses era lo único que importaba. Su entusiasmo no tenía límites.

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Entrada triunfal de Wellington en Madrid (12 de agosto de 1812). Escoltado por dragones británicos.

Asedio y rendición del parque del Retiro

Aquella noche toda la ciudad estaba iluminada y las calles estaban tan llenas, hasta mucho después de la medianoche, de muchedumbres tumultuosamente alegres, que algunos oficiales cautelosos temieron que la guarnición francesa del Retiro realizara una salida en la confusión. Lafon-Blaniac, sin embargo, se quedó parado, recibió dos desagradables noticias: una era que su suministro de agua era muy escaso, la otra que el recinto interior de las obras estaba tan lleno de material combustible, que en caso de bombardeo se produciría un incendio generalizado. También le había empezado a dar cuenta de que su línea exterior de defensas era muy débil y la segunda muy restringida por la cantidad de hombres y material que tenía a cargo.

El recinto más grande de hecho, solo consistía, en la mayor parte de su extensión, en el muro de aspilleras del parque del Retiro, con algunas medias lunas situadas en buenas posiciones de flanqueo. En el lado que daba al Prado había edificios, el palacio del Retiro y el Museo, que habían sido barricados y mantenidos: formaban la sección más fuerte de la línea exterior. El recinto interior era un asunto más formidable, con diez frentes bastionados en la escala de un poderoso trabajo de campo. El fuerte en estrella, que constituía el último refugio de la guarnición, se había construido alrededor del sólido edificio que alguna vez fue la real fábrica de porcelana (donde se hacía la célebre porcelana del Buen Retiro): tenía una zanja de 4 metros de profundidad y 8 metros de ancho y una empalizada.

Wellington reconoció las obras el 13 de agosto y ordenó que la línea exterior fuera asaltada esa noche. Se ordenó a 300 hombres de la DI-3 que irrumpieran en la muralla del parque en el norte, cerca de la plaza de toros: 300 más de la DI-7 atacaría el ángulo suroeste del recinto que estaba formado por el muro del Jardín Botánico. Ambos asaltos fueron realizados con éxito, los muros eran tan endebles que se rompieron con picos o golpeados con vigas a modo arietes. La resistencia fue muy débil, solo 10 de los grupos de asalto murieron o resultaron heridos, y el enemigo se retiró casi de inmediato a su segunda línea, abandonando el Palacio y otros edificios fortificados.

Lafon-Blaniac se encontraba entonces en una posición deplorable, ya que solo había un pozo de capacidad moderada dentro del segundo recinto debía proveer de agua a toda la guarnición. El palacio al pie de la colina y la vieja fábrica de porcelana, dentro del recinto eran abastecidos por un pequeño acueducto, que por supuesto había sido cortado por los británicos. Estaba claro que la falta de agua pronto sería un problema serio, pero un incendio era aún más probable: la guarnición estaba abarrotada entre edificios y almacenes, y la gran fábrica dentro del fuerte estelar eran especialmente peligrosos, unos pocos proyectiles incendiarios bastarían para provocar un incendio que sería difícil de apagar por falta de agua.

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Fuerte francés en el parque del Retiro (Madrid) en 1812.

En la mañana del 14 de agosto, Lafon-Blaniac envió una bandera de tregua, aparentemente para amenazar con disparar a la ciudad si se le presionaba. Realmente era para ver si podía obtener términos honorables, antes de que los británicos comenzaran a bombardearlo, porque podía ver que se estaban haciendo preparativos para llevar cañones pesados. Wellington recibió al parlamentario en persona, y se llegó a una conclusión en muy pocos minutos. Se concedieron términos honorables: la guarnición podía marchar con honores de la guerra, los oficiales mantener sus espadas, caballos y bagajes, los hombres sus mochilas sin registrar. Todos los cañones y provisiones debían entregarse intactos. A las cuatro de la tarde los franceses marcharon, “la mayoría de ellos borrachos y sintiendo una gran rabia contra el gobernador por rendirse tan dócilmente”.

Sin embargo, estaba claro que no podría haber resistido uno o dos días más, con una gran pérdida de vidas y sin ganancias estratégicas, ya que no había absolutamente ninguna posibilidad de que el lugar fuera aliviado. Los prisioneros fueron enviados escoltados a Lisboa. En el camino se les unió la guarnición de Guadalajara, que se había rendido con igual facilidad al Empecinado; era una fuerza de juramentados y extranjeros: el RI Royal-Étranger y el RI Royal-Irlandais, unos 900 hombres, bajo un general de Prieux, al servicio español no francés. Temían por sus cuellos si resistían a los guerrilleros y prácticamente no opusieron resistencia.

El ejército británico enseguida tomó posesión de la ciudadela del Retiro y no permitió al ejército español su entrada en el recinto.

Las provisiones del Retiro resultaron muy útiles: casi todos los regimientos de Madrid recibieron zapatos nuevos de ellos: la reserva de abrigos azules de regimiento francés se entregó a la artillería y los dragones ligeros, para que los cortaran en chaquetas. Los uniformes de los juramentados de José sirvieron para vestir a los hombres de Carlos de España y Julián Sánchez. El hallazgo más inesperado en el fuerte fueron las águilas del RI-51 y del RIL-12, que de alguna manera se habían metido en el Retiro, aunque el grueso de esos cuerpos estaban con el ejército de Soult, y solo destacamentos de ellos estaban en Madrid. Fueron enviadas al Príncipe Regente y están colgadas en la capilla del Hospital de Chelsea.

Se descubrió que la guarnición constaba de 2 coroneles, 4 Tcols, 22 capitanes, 42 oficiales más y 1.982 hombres, estos últimos incluidos unos 200 empleados no militares. Además, 6 oficiales y 429 efectivos habían sido entregados en el hospital, que se encontraba en las afueras del Retiro, antes de que comenzara el ataque al lugar. Así mismo, fueron liberados en el fuerte de la China 6 soldados ingleses, y 6 oficiales y 144 soldados españoles.
En cuanto a material se encontraron: 181 piezas de artillería, 21.832 disparos de cañón, 1.148 bombas vacías, 4.703 sacos de metralla, 1.804 granadas de obús, 165 granadas vacías, 26.438 balas, 149 cureñas de cañón y obús, 6 cureñas de mortero, 22.677 fusiles, 1 carabina, 123 trabucos, 453 pistolas, 6.736 bayonetas, 1.430 espadas, 29 espontones (lanzas de oficiales de infantería), 270 barriles de pólvora, 5.191 cartuchos embalados de cañón, 2.653.299 cartuchos de fusil embalados, 6.000 cartuchos sin bala, 294.974 piedras de chispa, 209.160 libras de plomo, 6 pontones de madera con carruajes, 76 cajones, 83 carros, fraguas, y otros carruajes. Del ejército de Portugal encontraron 8 piezas de artillería, 1.089 disparos de cañón, 254 de metralla, 14 cureñas de cañón y obús, 240 barriles de pólvora, 2.614 cartuchos de cañón, 761.520 cartuchos de fusil embalados, 40.000 piedras de chispa, 336 libras de plomo, 1.922 palas, 170 azadones.

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Recibimiento al duque de Wellington en Madrid el 12 de agosto de 1812. Autor Richard Westall Thomas Fielding.

Wellington entró triunfante en la capital española, y muy preocupado por las corteses y efusivas atenciones de las autoridades y habitantes, que le prodigaron a él y a sus oficiales banquetes, bailes y corridas de toros durante muchos días, a pesar de la miseria que imperaba desde hacía años en la ciudad medio en ruinas. Dado la afición al alcohol de los británicos y los habitantes que no cesaban de invitarles, se decidió que los soldados debían estar confinados en sus cuarteles durante muchas horas al día, para que no los matara tanta bondad. Se proclamó la Constitución en el estado, se nombraron gobernadores de la plaza y de la provincia a Carlos de España y Miguel de Álava, que prestaron el juramento en la parroquia de Santa María de la Almudena. Tras su nombramiento comenzaron arrestando a un buen número de afrancesados y con mucho ceremonial al sacerdote Diego López, que había sido uno de los espías más destacados del rey José.

Wellington permaneció 17 días más en Madrid, partiendo el 31 de agosto. Su estancia en la capital española se debió a dar un descanso a su infantería desgastada por la guerra durante las semanas más calurosas del año, o la determinación de reorganizar el ejército, los recursos de Madrid y Castilla La Nueva en beneficio de la causa aliada. Pasó largas horas tratando de concertar, con Carlos de España, medidas para la utilización de las municiones capturadas en el Retiro y para el reclutamiento de los regimientos del Quinto ejército español. En eso logró menos de lo que esperaba, en parte debido al espantoso agotamiento de las provincias centrales de España después de la hambruna del año anterior, en parte debido a la ineficacia de la mayoría de los funcionarios españoles con los que tuvo que tratar. Estaba muy descontento con la lista de personas nombradas por la nueva Regencia para asumir la autoridad en las provincias reconquistadas; y Castaños, en quien más confiaba y deseaba tener con él, se demoraba en Galicia.

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Recibimiento a Arthur Wellesley duque de Wellington en Madrid el 12 de agosto de 1812. Autor John Bromley.

Otro motivo era la incertidumbre sobre los movimientos de Soult. Si este se retiraba hacia Madrid, estaría entre tres ejércitos franceses, el ejército del Centro, el ejército del Sur y el ejército del Norte. El 31 de agosto, por tanto, sin noticias absolutamente seguras sobre la retirada de Soult, pero con todas las probabilidades militares a favor de que se hubiera iniciado; Wellington resolvió abandonar Madrid y regresar al valle del Duero, donde los movimientos de Clausel y el ejército francés de Portugal exigían su atención.

Mientras tanto, cuando partió hacia el Duero con parte de su ejército, tuvo que tomar medidas para la conducción de los asuntos en el Sur durante su ausencia. A Hill se le ordenó marchar sobre Madrid, tan pronto como las fuerzas de Soult hubieran partido. Hill se llevó todas sus fuerzas, excepto la BRI portuguesa de Buchan, que quedó en Trujillo y Mérida, para mantener su comunicación con Elvas. A Hill se le unió la columna de Skerrett de unos 4.000 hombres, marchó por Mérida y Trujillo, y llegó a Toledo con lo que la fuerza de Hill alcanzó 20.000 efectivos.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-08-28. Última modificacion 2023-08-28.
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