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Preparativos aliados para invadir Francia
En noviembre del año anterior, los ejércitos de Prusia, Rusia, Austria y Suecia se detuvieron en la orilla oriental del Rin, mientras sus líderes acordaban cómo continuar su ofensiva contra el Imperio francés, decididos a derrocarlo para reinstaurar la monarquía anterior a la Revolución. Mientras, la Francia meridional ya había sido invadida por tropas de Inglaterra, Portugal y España, que también detuvieron su avance en espera de órdenes.
El 1 de diciembre de 1813, los monarcas aliados emitieron un comunicado en Fráncfort, dando a conocer a los franceses de que su intención no era destruir su patria y saquear sus bienes, sino únicamente derrocar al emperador Napoleón I, por lo cual reanudarían la guerra contra él hasta conseguirlo, invadiendo Francia.
Sin embargo, aunque estaban de acuerdo con la finalidad común, los cuatro principales coaligados tenían criterios muy dispares respecto a los objetivos de la siguiente campaña.
El zar Alejandro I de Rusia, que aportaba el mayor contingente de tropas a la Coalición, quería a toda costa entrar en París para resarcirse del incendio de Moscú acaecido durante la ocupación francesa en 1812, e imponer humillantes condiciones a los franceses. La realidad era que la potencia del ejército ruso suscita recelos en todos los demás aliados.
El emperador Francisco I de Austria no deseaba ni la destitución de Bonaparte como gobernante absoluto, ni perjudicar en demasía a su ejército; sino obligarle a firmar un tratado de no-agresión, que le ofertaba el canciller Metternich, para mantener un equilibrio de fuerzas en la posguerra contra el pujante Imperio ruso. Napoleón se negaba a firmar.
El rey Federico Guillermo III de Prusia quería vengar la ocupación de Prusia y Alemania alcanzando una victoria total, hostigando a la Grande Armée en su previsible retirada hasta completar su aniquilación, para que no vuelva a rehacerse jamás ni suponga una amenaza para sus vecinos; aunque recelaba de la ventaja bélica que alcanzaría Rusia sobre Europa.
El primer ministro de Inglaterra, el conde de Liverpool, quería destituir a Napoleón, pero sin perjudicar a sus tropas más de lo estrictamente necesario para conseguirlo, con tal de que siguiera existiendo un equilibrio de fuerzas en Europa, pues en caso de destruirse al ejército francés Rusia tendría preeminencia; además exigirá que Bélgica se independizase de Francia.
El 21 de diciembre, aun sin estar de acuerdo en su modo de actuación una vez derrotado Napoleón, los ejércitos aliados se movilizarían para invadir la Francia septentrional y oriental.
El 1 de enero de 1814, un contingente aliado de unos 400.000 soldados, con el príncipe y mariscal Karl Felix Schwarzenberg como comandante en jefe, cruzaría el Rin por varios puntos, buscando converger en París, el objetivo en que todos los coaligados coincidía; el resto lo decidirán en conferencias durante el transcurso de la campaña:
- El Ejército de Silesia con unos 96.000 efectivos al mando del general prusiano Blücher, 56.000 rusos (CEs de Lanzheron y Saken), y 40.00 prusianos (CEs York y Kleist). Sería el primero en invadir Francia cruzando por Maguncia (Mainz) y Nancy hacia el valle del Aube, al noroeste de París. Este ejército conformaría el grupo central de la invasión, siendo su punta de lanza al atacar en vanguardia. Se esperaba de él que pudiera romper las líneas defensivas francesas.
- El Ejército de Bohemia o Gran Ejército estaba bajo el mando del mariscal austriaco Schwarzenberg y el mariscal ruso Barclay de Tolly consistía en fuerzas en 92.000 austriacos (CE-I, CE-II y CE-III); 61.000 rusos (CE de Wittgenstein, CE de guardias de Ermolov y CG de Rayevsky); 25.000 bávaros (CE-V); 14.000 de Wurtemberg (CE-IV), 6.000 prusianos (Guardia prusiana). Cruzaría por Basle y Langre, en dirección al valle del Sena, al este de la capital francesa. Este contingente abarcaría el flanco izquierdo del despliegue central aliado, y tenía como cometido inicial apoyarle penetrando en todo lo posible en territorio francés hasta alcanzar la capital.
- El Ejército del Norte con 100.000 efectivos CE ruso de Wintzingerode (30.000 y 132 cañones) y el CE-III prusiano de Bülow (30.000 y 96 cañones) y el CE británico de Thomas Graham (9.000), el CE-II de la Confederación de Sajonia-Weimar (23.000 56 cañones) y la Milicia holandesa del príncipe de Orange (10.000). Posteriormente, se unirían el CE sueco (23.000 y 62 cañones) y el CE-II de la Confederación de Brunswick (32.900 y 64). Entraría por la frontera de Holanda y atravesaría Bélgica, en dirección al valle del Oise; pero lo cierto era que este contingente aún no estaba del todo operativo y no se acercaría a Laon (Picardía) hasta marzo, por lo que no podría cumplir hasta entonces su función de flanco derecho más que como una lejana amenaza.
- Otra columna con unos 80.000 soldados austriacos, al mando de los generales Bubna y Bellegarde, entraría en Francia desde Suiza camino de Lyon. Al permitir esta acción, los suizos rompían su tradicional neutralidad posicionándose del lado de los aliados.
A los ejércitos aliados descritos seguirán varias columnas, pues se estima que los coaligados habían movilizado hacia la frontera nororiental francesa unos 500.000 efectivos y 1.600 cañones. Otros 230.000 estaban cercando las guarniciones que los franceses dejaron en Alemania antes de retirarse, y que podrían marchar a Francia a medida que los asedios concluyeran.
En total los ejércitos coaligados tendrían unos 880.000 efectivos; a estos habrían de sumarse los ingleses, portugueses y españoles del frente meridional, más de 100.000 soldados, parte de ellos ya en territorio francés desde el pasado mes de octubre.
Preparativos de Napoleón para la defensa de Francia
El 5 de noviembre del año anterior, los restos de la Grande Armée regresaron a la patria llegando a Maguncia (Mainz) unos 70.000 soldados, concluyendo así la II Guerra de Liberación, en la que Prusia recuperó las fronteras de Alemania de 1804, desapareciendo la Confederación del Rin; ahora todos los estados alemanes que fueran aliados de los franceses se sumaban a las fuerzas de la Coalición.
Tras su retirada de Alemania, los franceses dejaron guarniciones en una serie de fortalezas próximas a la frontera con Francia para obstaculizar el avance de los ejércitos aliados, que pronto les pusieron bajo asedio, aunque algunas habían sido cercadas durante la guerra. Quedaban así abandonados a su suerte, en total, unos 100.000 soldados franceses.
Sin la desaparecida Grande Armée, ni el apoyo militar de los estados alemanes, las plazas sitiadas en el extranjero irían cayendo sucesivamente.
Una de las primeras en rendirse fue Dresde, en donde los coaligados permitieron al mariscal Saint-Cyr realizar una capitulación honrosa, dejándole abandonar la capital con sus 25.000 soldados, que pudieron retornar a su patria; en cambio, la guarnición de Erfurt se rendiría incondicionalmente al quedarse sin comida.
El 1 de enero de 1814, cuatro las plazas continuaban bajo asedio:
- Hamburgo, defendida por 30.000 soldados del mariscal Davout. Salieron de la ciudad con 25.000 soldados y 5.000 caballos, dejando atrás a 4.800 enfermos.
- Magdeburgo, mantenida por el general Le Marois, que se rendiría el 16 de mayo con 4.000 efectivos.
- Wittemberg, cuya resistencia dirigía el general Lapoype, ofreció una gran resistencia y cuando los aliados asaltaron la ciudad, se retiró al castillo, se rindió el 13 de enero con 75 oficiales y 1.200 de tropa.
- Danzig, ocupada por el general Rapp con unos 10.000 soldados, pero que ya se halla negociando su rendición, se rendiría el 2 de febrero y fueron enviados a Rusia como prisioneros, siendo muy pocos los que volvieron.
En toda Europa se pensaba que Francia había perdido su poderío militar continental al no poder mantener sus conquistas, derrotada por los ejércitos de los ejércitos coaligados, que el 21 de diciembre se movilizaban de nuevo con el objetivo de acabar con el Imperio.
La maniobra sorprendió mucho a Bonaparte, quien esperaba ver a sus adversarios retirarse a sus cuarteles de invierno para reiniciar las hostilidades en primavera, aunque inmediatamente cursó órdenes para formar otra Grande Armée con levas masivas entre la ciudadanía: esperaba reclutar nada menos que 900.000 hombres.
Pero después de 25 años de guerras y conflictos internos, la última generación francesa estaba diezmada; más de la mitad había muerto, o estaba prisionera en el extranjero, y muchos habían vuelto inválidos de los frentes, convirtiéndose en vagabundos o pensionados.
Eran muy pocos los soldados franceses veteranos en servicio, precisamente ahora que la situación de Francia era más adversa que nunca, con grandes ejércitos invadiendo las fronteras del noreste y otros ocupando posiciones en el sur de la nación. Los adolescentes huían de los reclutadores, y estos debían acudir a las cárceles en busca de candidatos.
El ardor patriótico que se vivía en Francia en tiempos de la Revolución Francesa había decrecido, y de hecho Napoleón preveía que algunas provincias se pasarían a la causa aliada, como podía ser la de Jemmapes. Pero el Emperador cuenta aún con buenos y leales oficiales entre sus tropas, admiradores de su aura heroica o de las reformas civiles que decretó.
El último llamamiento a filas de Napoleón sería un desastre, en parte por la falta de tiempo motivada por la celeridad del avance aliado. La movilización de la Guardia Nacional y las levas civiles solamente aportarían unos 40.000 soldados, algunos de ellos niños de 14 o 15 años de edad o inválidos declarados anteriormente no aptos para la milicia.
El que fuera el mejor ejército europeo había decaído. Sus soldados, encuadrados en 16 CEs, estaban precariamente armados, vestidos, equipados y adiestrados. Muchos recibirían su fusil poco antes de combatir. Debido a la carencia de armas de fuego, se encargó darles picas a 6.000 de ellos. Los campesinos recolectarían armas de los enemigos caídos en batalla, para después dárselas a sus soldados.
Lo cierto era que Francia estaba indefensa ante la gran invasión de la Coalición.
París, el centro administrativo y el alma del Imperio, objetivo principal de las columnas enemigas, solamente contaba con unos 80.000 soldados para su defensa. Otros 20.000 más vigilan los pasos de los Alpes, y otros 100.000 estaban al sur del país, en el Ejército de España al mando del mariscal Soult; en total Bonaparte dispondría de unos 200.000 soldados; entre ellos había algunos millares de polacos en la Legión del Vístula.
En el norte Napoleón en lugar de retroceder y consolidar sus fuerzas cada vez más reducidas, optó por mantener un control a lo largo del Rin. Este escudo consistía en lo siguiente:
- Primera línea:
- En Bélgica el general Maison con una fuerza nominal de 20.000 hombres, pero con no más de 10.000 capaces de ofrecer resistencia activa, debía mantenerse en la zona.
- El CE-XI de MacDonald con unos 15.000 efectivos estaba de Düsseldorf.
- El CEC-II de Sébastiani con unos 5.000 efectivos estaba en las inmediaciones de la confluencia de los ríos Mosela y Rin.
- El CE-IV de Morand con unos 15.000 efectivos estaba alrededor de Maguncia.
- El CE-VI de Marmont con unos 15.000 efectivos estaba frente a Mannheim.
- El CE-II de Víctor con unos 13.000 efectivos estaba al sur de Estrasburgo.
- Segunda línea
- El mariscal Mortier con unos 18.000 efectivos con parte de la Guardia Imperial y otras tropas, estaba alrededor de Troyes.
- El mariscal Ney con unos 10.000 efectivos estaba alrededor del extremo sur de las montañas de los Vosgos.
- Reserva
- El general Gérard en París con 2 DIs.
- El mariscal Mortier con la Guardia Imperial con Napoleón.
- Reserva de caballería en formación en Versalles.
El mariscal Augereau con unos 30.000 efectivos se encontraba en los alrededores de Lyon, para mantener comunicación con el mariscal Soult (50.000) y el mariscal Suchet (30.000), que se esforzaban por aferrarse a los Pirineos. También mantenía enlace con el Ejército de Italia de Eugenio de Beauharnais (40.000).
Sin embargo, los defensores contarán con muchas prerrogativas por luchar en su propio suelo, como la facilidad de obtener alimentos, información y ayuda de sus paisanos en todo momento, además de despreocuparse de sus líneas de comunicaciones.
Napoleón parecía sobreponerse súbitamente del agotamiento y el hastío que se habían adueñado de él, dispuesto a planificar estrategias defensivas contra la invasión, a pesar de la inferioridad del ejército francés, como había sucedido en los comienzos de su carrera militar.