Siglo XVIII Guerra de la Cuádruple Alianza (1717-21) Guerra en Norteamérica (1719-20)

Antecedentes

La guerra de la Cuadruple Alianza tuvo también sus consecuencias en las colonias americanas de Florida, Tejas y Nuevo Méjico. En esta ocasión España fue atacada exclusivamente por Francia, que aprovechó la ocasión para consolidar su presencia a lo largo de los ríos Misuri y Misisipi y tratar de expansionarse hacia el este en dirección a Florida y hacia el oeste en dirección a Tejas y Nuevo Méjico.

La larga frontera cubría un vasto territorio que iba desde San Francisco en California hasta San Agustín en Florida, a lo largo 4.000 km en línea recta, pero que sobre el terreno suponían cerca de 6.000 km. La naturaleza y el poder del ejército español nunca guardó proporción con la magnitud de su Imperio.

Estaban controlados por una cadena de presidios (fuertes) que se crearon como tales a finales del siglo XVI, y desde entonces se les encomendó la custodia de la frontera norte de la Nueva España, que llegó a incluir Tejas, Arizona, Nuevo Méjico, gran parte de California y algunas zonas de Colorado, Utah y Nevada. Además de este cometido, protegían las rutas de comunicación entre Méjico y California y entre Tejas y Florida.

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Presidio de Tubac (Arizona). Autor Stephen Walsh.

En los siglos XVI y XVII fueron los chichimecas los primeros que obligaron a establecer una red de presidios (fuertes), y luego a principios del siglo XVIII, los comanches emprendieron una migración hacia el sur con una agresividad tal que obligó a reforzar las guarniciones.

Los motivos de esta migración se debieron, por una parte, a la necesidad que tenían de caballos que los españoles tenían en gran número; por otra, a la presión de los británicos y los franceses que les empujaban desde el Este; y por otra a que otras tribus hartas de sus saqueos les expulsaban de sus territorios, principalmente los sioux.

Para guarnecer los presidios se crearon los dragones de Cuera o “tropas presidiales” según su nombre oficial, constituyeron la caballería española establecida en los presidios o fuertes, desde donde protegieron la extensa frontera norteamericana del Imperio español. Esta unidad especial de caballería continuó existiendo hasta el año 1821, en el que España arrió su bandera en estos territorios.

El nombre viene porque estos soldados utilizaban una prenda llamada la cuera. Se trataba de un abrigo largo sin mangas, constituido por hasta siete capas de piel curada o cuero resistente a las flechas y rematada en los bordes con una costura fuerte y ceñida al cuerpo por medio de un cinturón. Podía llegar a pesar 10 kilos, pero a cambio, garantizaba un grado mayor de protección en los combates.

Inicialmente lo llevaban solo los oficiales, después se incorporó como vestimenta de toda la tropa y cada vez más fue pasando a un modelo más ligero que solo cubría el torso a modo de coraza.

Por la misma razón, se sustituyó el casco de acero por un sombrero duro de cuero. Protegía casi tanto como el casco de las flechas indias, y era más eficaz contra el calor o contra el frío intenso. El uniforme se completaba con unos pantalones también de cuero, para protegerse las piernas.

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Los soldados presidiales o dragones de Cuera eran una fuerza única que se distinguían de las tropas regulares españolas precisamente por tener su propio Reglamento. Los requisitos para el alistamiento como soldado de cuera eran el haber alcanzado la edad de 16 años, medir más de metro y medio, estar sano, ser católico y estar libre de “pecado“. Su grito de guerra al empezar un combate era “Santiago, y a ellos“.

Su uniforme según el último Reglamento se componía de: “una chupa corta de tripe, o paño azul, con una pequeña vuelta y collarín encarnado, calzón de tripe azul, capa de paño del mismo color, cartuchera, cuera y bandolera de gamuza, en la forma que actualmente las usan, y en la bandolera bordado el nombre del presidio, para que se distingan unos de otros, corbatín negro, sombrero, zapatos y botines”.

El citado Reglamento preveía también las siguientes armas: Una espada ancha, lanza, adarga (escudo), escopeta y pistolas. La adarga era al estilo árabe (dos círculos interseccionados) y estaba confeccionada de piel, aunque en ocasiones podían llevar rodelas (circulares), también de piel. En ambas piezas debían ir dibujados los cuarteles de Castilla en el centro.

La lanza, la espada y el escudo estaban más que justificados, pues al tratarse de unidades con escasos efectivos, no podían parar una carga india con armas de fuego, y con mucha frecuencia los dragones de cuera llegaban al cuerpo a cuerpo, donde las otras armas eran mucho más efectivas; por ello también llegaron a utilizar el arco y la flecha.

Además, el soldado de cuera debía contar con 6 caballos, un potro y una mula, debido a los inmensos territorios que debían controlar. Las banderas y estandartes que utilizaban también llevaban generalmente los cuarteles de Castilla, aunque también utilizaron la cruz de San Andrés.

Durante los primeros cien años desde su creación, la dotación de cada compañía de caballería oscilaba entre los 14 dragones, que era el número medio de una compañía a principios del siglo XVII, hasta unos 50 a finales del siglo XVII.

A partir del siglo XVIII la guarnición osciló entre 20 y 100 soldados, más algunos exploradores indígenas, pero era raro encontrar a toda una compañía completa en un fuerte.

El cometido de los presidios fue tomando un carácter cada vez más estratégico, ya no solamente se limitaban a ser una defensa contra los indios que asaltaban periódicamente las poblaciones y los caminos; sino que marcaban el territorio y lo protegían de las incursiones de los rusos desde el Noroeste y de los franceses y anglos desde el Este.

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Presidios españoles en Norteamérica 1680-1770

Los dragones se ocupaban también de explorar el territorio y de establecer nuevas Misiones. Escoltaban y protegían las caravanas de suministros, llevaban el correo y los despachos oficiales, y realizaban en general cualquier otra función que les fuese asignada por su Capitán o por el Gobierno Provincial.

Ya en el siglo XVIII encontramos en las provincias internas 12 presidios: 6 en Nueva Vizcaya, 2 en Nuevo Méjico, 2 en Nuevo León, y uno en cada una de las restantes provincias, Sonora y Cahuila; la de Sonora (que tenía la condición de “Compañía Volante” o de reserva), junto con las de Parral y Durango en Nueva Vizcaya.

Guerra en Florida

Al estallar la guerra, España vio que su posición en Florida estaba reforzada, ya que en año anterior, 1718, había restablecido la guarnición del fuerte costero de San Marcos de Apalachee, en la bahía de Apalachee, y situado entre los de Pensacola y San Agustín. Construido a finales de la década de 1.670, había sido destruido por los piratas en 1682.

Por su parte, los colonos de Carolina, que habían asolado la Florida a placer durante la guerra de Sucesión Española, se hallaban en 1719 recuperándose aún de los desastres acaecidos en 1.715 con ocasión de la guerra de los yamasi; en la que los indios yamasis y los indios creeks habían destruido la colonia casi por completo. Por ello, al iniciarse la guerra en Europa los colonos británicos no podían atacar Florida, y, sin embargo, esperaban un asalto español en sus costas.

En efecto, los españoles estaban reuniendo una flota y tropas en La Habana para atacar específicamente la ciudad de Charleston. Pero el ataque no se produjo, ya que los franceses atacaron antes a los españoles.

El 20 de abril de 1719, dos fragatas francesas, Maréchal de Villars y Philippe, llegaron a Mobile a las órdenes de los comandantes Méchin y Diourse. Informaron a Jean Baptiste Le Moyne, señor de Bienville, de la declaración de guerra entre España y Francia comenzada el 9 de enero, recibiendo además la autorización para tomar la plaza de Pensacola. También había llegado el director general de la Compañía de Indias, M. Larchebault, pues uno de los objetivos de las nuevas conquistas era hacerse con nuevos mercados, aprovechando esta nueva guerra con los españoles.

También los españoles recibieron noticias de la guerra. A primeros de abril de 1719 zarpó de Cádiz el navío Nuestra Señora de Begoña (54), la fragata Príncipe de Asturias, alias Infante, y el mercante armado el Cristo de Maracaibo (12). Llevaban cartas para las autoridades de La Habana, Veracruz y para el virrey de Nueva España. Otra pequeña escuadra zarpó de Cádiz el 6 de abril de 1719 con destino a Veracruz para incorporarse a la Armada de Barlovento, que tenía necesidad urgente de buques de guerra. Formada por los navíos San Juan Bautista (60) y San Luis (60) y la fragata San Jorge (50), que estaban al mando del capitán de navío don Francisco Javier Cornejo. Las dos escuadras se unieron en La Habana y llegaron a Veracruz el 5 o el 6 de julio. A finales de ese mes, se unió en Veracruz a la escuadra de Cornejo la fragata San José (30).

Bienville comenzó los preparativos para la expedición el 20 de marzo, terminando en pocos días. El teniente de navío Joseph Le Moyne de Serigny, hermano de Bienville, embarcó en la fragata Maréchal de Villars (24), al mando del oficial Chevalier des Grieux, y se le dio el mando de la división naval compuesta por las fragatas Comte de Toulouse (24) y Philippe (20). En estas tres embarcaciones embarcaron 166 oficiales y soldados y 45 voluntarios, además de otros 80 hombres, víveres y las municiones en un bergantín y otros buques menores, en la que iba el mismo Bienville. Zarparon de la isla Dauphin el 13 de mayo.

La tarde del 14 de mayo de 1719, la flotilla francesa al mando de Joseph Le Moyne de Serigny se presentó ante Pensacola y exigió la rendición al gobernador, el coronel Juan Pedro Matamoros de Isla; mientras un ejército de 700 indios y 100 franceses marchaba desde Mobile al mando de Antoine Le Moyne, Sieur de Chateaugue, otro hermano de Bienville. La plaza estaba defendida por solo 160 soldados.

Bienville esperó en río Perdido la llegada de los hombres de Chateaugue. Esa noche atacó por sorpresa la fortificación de punta Siguenza en la isla Santa Rosa, defendida por solo 20 hombres y una batería de 3 cañones de 12 libras. Se acercaron con varios botes y la pequeña guardia fue reducida y también el relevo de otros 20 hombres que llegó la mañana siguiente desde el fuerte de San Carlos.

En la mañana del 15 de mayo, los buques de Serigny debían entrar en la bahía, pero no pudo hacerlo por la falta de viento. Para evitar ser atacado por las tropas españolas, Bienville ordenó utilizar los tres cañones capturados y apuntar a la bahía, mientras las tropas de Chateaugue tenían dificultades en acercarse al fuerte de San Carlos. La mañana del día 17, entraron los buques franceses en la bahía y comenzó un intercambio de disparos con los cañones del fuerte. Bienville intimó a la rendición al gobernador de Pensacola, el coronel Juan Pedro Matamoros; el cual protestó por el ataque al creer que las dos naciones no estaban en guerra. El 18 de mayo se rindió. Al día siguiente llegó Chateaugue con sus fuerzas, y se hizo cargo de la plaza como nuevo gobernador, mientras el señor de Larchebault, director de la Compañía de Indias, estableció en Pensacola su nueva residencia.

El 6 de junio llegaron a puerto desde la costa de Guinea los mercantes de la Compañía de Indias el Aurore y el Grand duc de Maine, al mando de los capitanes Laudoin y Herpin, con 500 esclavos a bordo. El día 28 llegan otros dos mercantes, Saint Louis y Dauphine, al mando de los capitanes Colombier y La Feuille-Brillant, con toda clase de artículos y 350 reclutas.

Según los términos de la capitulación, el gobernador y las tropas españolas salieron de Pensacola el 26 de junio para ser llevados a La Habana a bordo de las fragatas Comte de Toulouse (24) y Maréchal de Villars (24), al mando de los comandantes Chevalier de Grieux y Méchin. Bienville regresó a Mobile, dejando al frente de la defensa de Pensacola a sus hermanos Serigny y Chateaugue, con unos 400 hombres de guarnición.

En La Habana, el gobernador de Cuba, brigadier don Gregorio Guazo Calderón y Fernández de la Vega, habían estado reuniendo embarcaciones y tropas al mando del teniente-coronel Alfonso Carrascosa de la Torre para atacar Charlestown, la capital de la Carolina, y Nueva Providencia y auxiliar al gobernador de la Florida don Antonio Benavides.

La escuadra de 14 embarcaciones ligeras zarpó de La Habana el 4 de julio. Se encontraron el alta mar con las dos fragatas francesas que llevaban a La Habana a la guarnición presa de Pensacola. Las fragatas francesas intentaron huir, pero les sobrevino una calma, siendo abordadas y capturadas por Carrascosa. Fueron llevadas a La Habana en 5 de julio, donde los prisioneros fueron liberados e incorporados a la nueva expedición, mientras los franceses fueron encerrados en el castillo del Morro.

Con el fin de recuperar Pensacola y con los nuevos refuerzos, zarpó de nuevo de La Habana el 19 de julio, esta vez rumbo a Pensacola, la escuadra compuesta por las dos fragatas francesas, una española corsaria armada con 16 cañones, nueve bergantines y dos goletas; llevando a bordo a 1.000 hombres al mando de Carrascosa, incluidos dos compañías de tropas veteranas. Su segundo en el mando era Esteban Severino de Berroa, capitán más antiguo de las milicias blancas. Al mismo tiempo, Gregorio Guazo despachó una embarcación ligera de La Habana a Veracruz para informar al virrey de Nueva España marqués de Valero y para pedir que la escuadra de Cornejo acudiese a Pensacola y se uniese con la Armada de Barlovento a las fuerzas de Carrascosa.

El 5 de agosto, la fuerza española se presentó ante Pensacola. La guarnición francesa al mando de Chateaugue era poco disciplinada y hubo una insubordinación. Unos 50 hombres de la guarnición desertaron ante las fuerzas españolas. Al día siguiente y casi sin hacer un disparo la plaza se rindió a Carrascosa. Chateaugue, Larchabault y algunas tropas fueron llevadas a La Habana, y Matamoros fue nombrado de nuevo gobernador de Pensacola. La fragata mercante Dauphine fue quemada en el puerto y la Saint Louis fue capturada.

Serigny se encontraba en isla Dauphine, situada a la entrada de la bahía de Mobile, a bordo de la fragata Philippe (20) de la Compañía de Indias. Carrascosa envió el 13 de agosto a un oficial a bordo de la fragata para informar de la caída de Pensacola e intimar a la rendición. Después de la marcha del oficial español, comenzó Serigny a preparar la defensa. Contaba con unos 200 soldados, sin contar las tropas indias.

Las tropas españolas marcharon por tierra hasta Mobile teniendo varios encuentros con los franceses enviados por Bienville. También envió a la fragata Maréchal de Villars (24) al bergantín Santo Cristo (14) y otros buques menores para atacar al buque de Serigny y desembarcar tropas en la isla. El Philippe (20) rechazó un primer ataque el 19 de agosto con el apoyo de las baterías de tierra. Desde Mobile llegaron más tropas francesas.

El 20 de agosto hubo un intento de desembarco, que fue rechazado. Ese mismo día llegaron más tropas e indios, aumentando las fuerzas a casi 300 hombres. El día 25 de agosto, las tropas de Carrascosa regresaron a Pensacola.

El marqués Desnots de Champmeslin zarpó con una escuadra para atacar Pensacola. El 9 de julio llegó a Santo Domingo. Debido a los daños sufridos durante la travesía y a otras causas, esta escuadra se entretuvo demasiado tiempo en puerto y pudo haber evitado que Pensacola fuese de nuevo ocupada por los españoles.

Zarpó Champmeslin del puerto de Guarico el 13 de agosto con los navíos Hercules (60), buque insignia al mando del capitán Gouyon, el Mars (60) al mando del capitán Roquefeuille, y el Tritón (54) al mando del capitán Vienne, dando escolta a dos buques de la Compañía de Indias, la fragata Union (48) al mando del capitán La Mancilliére-Gravé, y el transporte Marie, al mando de Chappy, llevando a bordo a 2.000 hombres.

El 1 de septiembre, llegó la escuadra de Champmeslin a isla Dauphin. Al día siguiente se celebró en el Hercules (60) un consejo de guerra. Se decidió atacar Pensacola lo antes posible, pues se temía la llegada de la escuadra española de Veracruz al mando de Cornejo. Se ordenó a las fragatas Union (48) y Philippe (20) y el transporte Marie unirse a la escuadra de Champmeslin, zarpando el 15 de septiembre rumbo a Pensacola. Al mismo tiempo, las tropas al mando de Bienville salieron de Mobile.

El 16 de septiembre, llegó la escuadra francesa ante la plaza, defendida por los buques Maréchal de Villars (24), Comte de Toulouse 24), Saint-Louis y el bergantín Santo Cristo (14), capturado a los británicos en las costas de Cuba.

El 17 de septiembre, entró la escuadra francesa en la rada e intimaron a la rendición a Carrascosa. Después de un fuego constante de más de dos horas, los franceses volvieron a tomar Pensacola e hicieron prisionero al teniente-coronel don Alfonso de Carrascosa y al gobernador Matamoros. En total se habían capturado unos 1.000 hombres. Para economizar las provisiones envió a La Habana a 360 prisioneros, mientras que los oficiales fueron retenidos en los buques, siendo llevados finalmente a Francia. Los desertores franceses que se encontraban en los buques de Carrascosa fueron también capturados; una docena fueron colgados de la verga de la fragata Comte de Toulouse (24) y el resto, unos 25 que no pudieron escapar son condenados a servir en la Compañía de Indias como forzados.

El 18 de septiembre, entró en Pensacola un bergantín español que había zarpado de La Habana con pertrechos y víveres, siendo capturado por los franceses. El 12 de octubre llegaron a Pensacola desde Veracruz dos pequeños buques con tropas. Su captura aumentó el número de prisioneros españoles en cuatro oficiales y 80 soldados de dos compañías de infantería, además de las tripulaciones de las naves. En pocos días, los franceses arrasaron las edificaciones civiles, el fuerte San Carlos y la batería de Punta Siguenza, dejando solo en pie tres cabañas para una pequeña guarnición de 21 soldados al mando del teniente Delisle. Los franceses habían decidido abandonar Pensacola e isla Dauphin como sedes de la Compañía de Indias, trasladándola a la bahía de Biloxi.

El 4 de octubre, entró en Pensacola el navío de la compañía Duchesee de Noualles, al mando del capitán Malván, con víveres para la escuadra. Los españoles hicieron planes para recuperar Pensacola, pero, por varias razones, fracasaron. El jefe de escuadra Champmeslin quedó en Mobile hasta el 2 de noviembre, zarpando ese día rumbo a Francia, ante las protestas de los comerciantes de la compañía. No sabían estos que desde Francia habían zarpado otras dos escuadras.

El rey Felipe V está decidido a recuperar la plaza perdida. Envió desde Cádiz al jefe de escuadra Baltasar de Guevara con órdenes de reunirse con la escuadra de Cornejo en La Habana y realizar las operaciones necesarias para la toma de las plazas de Pensacola, Mobile y otros territorios. Con armas, municiones y 500 soldados zarparon el 23 de enero de 1720 los navíos Catalán y Cambi y la fragata Fidela. A su llegada a La Habana, Guevara tiene noticias de las conversaciones de paz entre Francia y España, quedando en suspenso todas las operaciones militares.

Antes de entrar esta escuadra en La Habana, se enfrentaron a finales de marzo de 1720 a dos buques británicos a la vista del puerto. El combate duró unas cuatro horas, tras las cuales los dos buques enemigos, el navío Mary (60) y al mando del capitán Edward Vernon, y el Ludlow Castle (40) al mando del capitán James Cusack, se retiraron del combate. Un temporal impidió a los buques españoles emprender su persecución.

La escuadra de Baltasar de Guevara zarpó de La Habana y puso rumbo a Veracruz, en cuyo puerto entró el 9 de julio de 1720. Poco tiempo después recibía Guevara órdenes, según las cuales el navío Catalán debía dirigirse a La Habana para regresar a la península con la escuadra de Cornejo, los dos navíos San Luis (60) y San Juan (60) y las fragatas San Jorge y San José. El navío Cambi y la fragata Fidela se quedarían en Veracruz por un tiempo más largo a las órdenes del virrey.

Mientras esto ocurría, Cornejo zarpaba de Veracruz a finales de enero de 1720 con las fragatas San Jorge y San José, dos mercantes armados y cinco pequeños buques, desembarcando tropas, unos 500 hombres en la bahía San José a finales de febrero. Allí se enteraron de la presencia en la zona de una escuadra francesa, decidiendo dirigirse a La Habana a esperar la llegada de los navíos San Luis (60) y San Juan (60) y luego regresar a la costa francesa para continuar con las operaciones de abastecer a las tropas.

Cornejo no sabía que la escuadra de Champmeslin había sido relevada por otra al mando del capitán de navío Chevalier de Campet de Saugeon. Estaba compuesta por los navíos Achille (62), Mercure (54) y Content (60) a los mandos de los capitanes De Valle, Gabaret y Rochambault, además de dos mercantes armados de la Compañía de Indias, el Mutine y el Duc de Noailles, bajo los capitanes Martonne y Coutant.

Esta nueva escuadra francesa había zarpado de Brest en noviembre de 1719 y llegado a la isla Dauphin el 28 de febrero, fecha en la que las fragatas de Cornejo se dirigían a La Habana. En el puerto cubano se encontraban ya varios buques españoles, el navío Nuestra Señora de Begoña (54), las fragatas Hércules (30) y Príncipe de Asturias (40), además de varias balandras y bergantines. Los buques de Saujeon zarparon en busca de la escuadra española, cruzando durante casi dos meses por el golfo de México, regresando a isla Dauphin el 8 de abril sin haber encontrado a los buques de Cornejo.

A mediados de abril de 1720, zarparon de Veracruz los navíos San Luis y San Juan Bautista con el mercante Santo Cristo de Maracaibo para reunirse con el resto de los buques de Cornejo en La Habana. Vientos fuertes del norte dispersan la formación hacia el sur. El buque mercante regresó en solitario a Veracruz, mientras los dos navíos naufragan en la costa de Campeche. La causa más probable del desastre fue el pésimo carenado que se les realizó antes de zarpar de Cádiz, provocando que tuvieran varias vías de agua.

En 4 de mayo de 1720, zarparon los buques franceses de Saujeon rumbo a Francia, siendo sustituidos por las fragatas Amazone, Victoire y un mercante armado al mando del comodoro Sainvilliers. El 1 de julio llegaron los navíos Toulouse y Henry, al mando del comodoro Valette. La guerra estaba ya concluida, renunciando Felipe V a sus pretensiones. Los buques españoles fueron regresando a la península en los primeros meses de 1721.

Como parte de lo estipulado en los tratados de Paz, Francia cedió a los españoles la plaza de Pensacola. El nuevo gobernador español, el teniente coronel don Alejandro Wanchop, no llegó a Pensacola hasta el 26 de noviembre de 1722. Los oficiales franceses encargados de la entrega, acabaron por destruir los pocos edificios que estaban en pie.

Guerra en Tejas

Al estallar la guerra en Europa los franceses rompieron las hostilidades en Tejas, siguiendo su política de extender las fronteras de la Luisiana hasta el río Grande, en su creencia de la existencia de minas en las proximidades de San Juan Bautista.

La ruptura de las hostilidades fue bastante modesta, pues en junio de 1719 una pequeña columna de tan solo 7 soldados franceses del fuerte de Natchitoches, situado a orillas del río Rojo en el actual estado de Luisiana; atacó y asoló la misión de San Miguel de los Adaes, defendida por un solo soldado español, que no tenía conocimiento de la existencia de la guerra entre ambos países. Los franceses llevaban consigo la noticia de la caída de Pensacola a manos francesas, y añadieron que una columna de 100 soldados avanzaba hacia Natchitoches para incorporarse a la guarnición e iniciar el ataque y destrucción de las misiones españolas de los Adaes.

El pánico prendió entre los colonizadores y misiones españoles, pues en aquella zona había media docena de misiones de difícil abastecimiento y defendidos tan solo por una fuerza de 25 soldados.

Además, los indios caddos de la zona eran pro-franceses. Por tanto, los soldados, los colonos y los misioneros reunieron su ganado y sus pertenencias, abandonaron las misiones y los presidios y retrocedieron a buscar refugio en San Antonio de Béjar.

La reacción de España no se hizo esperar: proyectó un ataque conjunto por tierra y mar contra las posiciones francesas en Tejas y un avance por tierra sobre Luisiana. Para ello en 1721 reunió una flota en el Caribe y organizó la expedición del marqués de Aguayo. La paz concertada en Europa anuló la empresa, pero la expedición terrestre recibió la orden de reconquistar Tejas por medios pacíficos. El marqués cruzó el Río Grande, expulsó a los franceses sin combatir y se dedicó a organizar el territorio. Cuando el marqués de Aguayo abandonó Tejas en 1722 la provincia tenía cuatro presidios en lugar de uno, más de 250 soldados en lugar de 50, diez misiones en lugar de seis, y una pequeña villa en ciernes en San Antonio.

Definitivamente, el ataque francés no solo no había debilitado la posición española en Tejas, sino que la había reforzado.

Guerra en Nuevo Méjico

Al estallar la guerra de la Cuádruple Alianza en Europa en 1719, la colonia de Nuevo Méjico sintió la amenaza de sus vecinos franceses, establecidos en las orillas del río Misisipi. Ese mismo año, el gobernador de la colonia, Antonio Valverde y Cosío, encabezó una columna de tropas españolas y auxiliares indios en dirección noroeste a fin de castigar a los indios utes y comanches. Al llegar a orillas del río Arkansas, al sur del actual estado de Colorado, los apaches de El Cuartelejo le informaron de la ya sabida presencia de los franceses en las planicies. Pero uno de los indios, que tenía una herida de bala en el vientre, le informó que los franceses habían construido dos poblados entre los indios pawnees, al oeste del río Missouri, y que eran tan grandes como Taos en Nuevo Méjico. Le dijo además que los franceses habían armado a los indios y que se dedicaban a insultar a los españoles.

Por si esto fuese poco, se tenía constancia de que los franceses se iban adentrando poco a poco en la tierra de Nuevo Méjico. Su objetivo era ganar terreno hacia el oeste para ejercer el control absoluto de América del Norte y llegar al norte de Nueva España para tomar las minas de plata y estrangular económicamente a la corona española.

Por su parte, el coronel Juan Felipe de Orozco y Molina, ministro delegado del virrey, marqués de Valero, y temporalmente gobernador de la Nueva Vizcaya, el 9 de enero de 1719 comunicó a las autoridades locales las órdenes que le ha conferido el virrey en el sentido de “dar atención al reparo de que los franceses no se introduzcan en la posesión de estos reynos… con el fin de ocupar estas tierras y minas… que por esta razón seria muy del Real servicio desalojar de aquí a dichos franceses.”

Asentamiento de El Cuartelejo

A su regreso a Santa Fe, el gobernador Valverde envió un informe al virrey, marqués de Valero, en el que concluía que los franceses se disponían a entrar en Nuevo Méjico poco a poco. El virrey Valero sabía que ese mismo año, los franceses se habían apoderado de Pensacola y del este de Tejas; por lo que el 10 de enero de 1720 ordenó al gobernador Valverde que estableciera un presidio en el asentamiento apache de El Cuartelejo (a quienes consideraba aliados en su enfrentamiento contra los franceses y pawnees), y que lanzara otra expedición en busca de los asentamientos franceses entre los pawnees.

El Cuartelejo era un asentamiento fundado en 1664 por unos indios pueblo que huyeron de la dominación española desde Taos y que se asentaron en el lugar junto a una banda de indios apaches. Posteriormente un segundo grupo en establecerse en El Cuartelejo fueron los indios picuris, que se unieron a los apaches en 1.696, pero que fueron regresados a Nuevo Méjico diez años después por Juan de Ulibam. En 1925 la Sociedad de Kansas de las Hijas de la Revolución Americana erigió un monumento de granito para marcar el sitio de El Cartelejo. En dicho monumento puede leerse una placa que dice: «Esto marca el sitio de el pueblo de indios Picuri, 1604, el cual se convirtió en un puesto de avanzada de la civilización Española y puesto de reunión para comerciantes franceses antes de 1.720.» En 1.964 El Cuartelejo fue designado Sitio Histórico Nacional en los Estados Unidos.

Respecto al establecimiento del nuevo presidio, el gobernador Valverde sugirió al virrey Valero que se colocase entre los indios jicarillas, a 195 km de Santa Fe y con campos cultivados e irrigados, pues los apaches de El Cuartelejo estaban a 625 km y no podría defenderse ni abastecerse de forma adecuada. El virrey accedió a la sugerencia de su subordinado.

Una expedición española al mando del gobernador Antonio Valverde y Cossío había llegado al norte de Nuevo Méjico y Colorado donde los apaches les informaron de que había franceses en las Grandes Llanuras comerciando y entregando armas a una nueva tribu hasta entonces desconocida, cuyos miembros se pintaban la cara de rojo y eran feroces guerreros, los pawnees. Incluso recibieron informes erróneos de que 600 franceses habían atacado a indios aliados de los españoles a solo setenta horas de camino desde Santa Fe.

A su regreso a esta localidad, Valverde comunicó al virrey Valero las noticias obtenidas y le ordenó establecer un presidio en la zona de El Cuartelejo donde se asentaban apaches e indios pueblo. Además, debía enviar una expedición al norte para confirmar la información sobre los franceses. Valverde formó la expedición y dio el mando a su segundo, el teniente gobernador Pedro de Villasur.

Expedición Villasur (16 de junio-14 de agosto de 1720)

La expedición partió el 16 de junio de 1720 de Santa Fe (Nuevo México) y estaba formada por 45 dragones de cuera, 60 indios pueblo auxiliares, y unos 12 guías apaches. Con ellos iban además, Jean L’Archevêque, un comerciante francés que ya había participado en varias expediciones; José Naranjo, un zambo de padre negro y madre hopi, como guía de la expedición e intérprete y que ya había visitado la región del río Platte varias veces; el fraile dominico Juan Minguez; y Francisco Sistaca, un pawnee que había sido esclavo de los españoles.

El 7 de agosto, el cuerpo expedicionario alcanzó y cruzó hacia el norte un río al que llamaron Jesús María, el actual río Platte, aproximadamente donde hoy se encuentra la pequeña población de Silver Creek. Al día siguiente siguieron el rastro de los indios en dirección noreste hasta que alcanzaron y cruzaron a la orilla norte de otro pequeño río, al que Villasur llamó San Lorenzo y que se corresponde con el actual río Loup, cuyo curso siguieron hacia el Este.

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Expedición Villasur (16 de junio-14 de agosto de 1720). Ruta seguida

Como media de previsión, Villasur había enviado una pequeña partida de reconocimiento formada por soldados e indios pueblo. Uno de estos le informó que habían hallado el poblado pawnee. El viernes 9 de agosto, uno de los soldados exploradores regresó cabalgando y les dio datos más precisos: el gran poblado pawnee, en el que también había indios otoes, se encontraba aguas abajo, a unos 12 a 13 km, en la orilla norte, se calcula que está en las proximidades de la actual población de Schulyer. La expedición cruzó el río San Lorenzo (Loup) de nuevo hacia el sur y acampó allí donde confluía con el río Jesús María (Platte).

Al día siguiente, 10 de agosto, cruzó el Jesús María (Platte) de nuevo al sur y viajo aguas abajo, es decir, hacia el este, en dirección al poblado pawnee. Mandó entonces a un nativo, muy posiblemente Francisco Sistaca, que, como hemos dicho, era de origen pawnee, llevando tabaco como regalo y en son de paz. Aquí acaban las anotaciones del diario.

Según los testimonios de los supervivientes en la investigación posterior Sistaca nunca regresó. En su lugar, los pawnees enviaron un emisario con una bandera blanca, al que Villasur, suponiendo que había franceses entre ellos, entregó una carta escrita en francés.

Al día siguiente, 11 de agosto, varios indios cruzaron el río con una hoja de papel en la que figuraban unas marcas que Villasur no supo interpretar. Suponiendo que los franceses no tenían con qué escribir, les volvió a enviar una carta, esta vez en español, y papel, tinta y una pluma. Tras eso esperaron contestación durante ese día y al siguiente, cuando el indio pawnee enviado al principio apareció en la otra orilla del río y les informó que no se le permitía regresar con ellos.

Cada vez más convencido de que la actitud de los pawnees era evidentemente hostil, Villasur decidió retirarse aguas arriba y tras cruzar de nuevo acampó en la confluencia de los ríos Platte y Loup, al sur y muy cerca de la actual población de Columbus, en medio de un herbazal. Es muy posible que se tratara del mismo lugar o muy próximo de donde había acampado la noche del 9 al 10 de agosto.

Fue allí, en la madrugada del día 13 mientras los hombres empezaban a levantarse, a ensillar los caballos y a recoger el campamento cuando fueron atacados con fuego de mosquetes y flechas.

El 14 de agosto de 1720, los pawnee acompañados por soldados franceses atacaron a los españoles. Pedro Villasur resultó muerto en los primeros momentos junto con L’Archevêque, los soldados desbordados por la sorpresa y rodeados por un ingente número de enemigos, optaron por una defensa numantina formando un círculo alrededor de su jefe caído.

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Expedición Villasur (14 de agosto de 1720). Los españoles rodeados por los indios pawnees y los franceses. Pintura sobre piel de búfalo, museo de Nebraska

La batalla fue breve resultando muertos 35 españoles y 11 indios pueblo a pesar de estar acampados en lugar aparte de los españoles, entre los muertos estaban Villasur, fray Minguez, Naranjo y L’Archeveque.

Tres de los españoles que vigilaban los caballos un poco más alejados ensillaron unos animales y corrieron en auxilio de los que estaban siendo atacados. Solo uno de ellos consiguió llegar junto a sus compañeros. Los otros dos murieron. Entre los pocos supervivientes, uno logró escapar con nueve heridas de bala y con el cuero cabelludo arrancado. Veinticuatro días más tarde, el 6 de septiembre, llegaron a Santa Fe 7 españoles, 45 indios Pueblo y todos los apaches, que culparon a los franceses de su derrota. Según el testimonio de estos un artista anónimo dibujó una escena de la batalla en unas pieles de búfalo.

La derrota española en la confluencia de los ríos Platte y Lobo cayó como una losa en Santa Fé, ya que supuso una importante merma de los efectivos militares de la colonia, que tenía no más de un centenar de soldados en todo Nuevo Méjico. El gobernador Valverde se había quedado sin fuerzas suficientes para regresar a tierras pawnees, vengar a sus muertos y reconocer los avances de los franceses.

Una consecuencia inmediata de la derrota fue que el presidio proyectado entre los indios jicarillas no se construyó por falta de efectivos. Tampoco se construyó ningún puesto avanzado en Kansas para hacer frente al avance francés por el noroeste, a pesar de que en los años siguientes seguían llegando informes de las actividades francesas en las planicies de Nebraska y Kansas. Evidentemente, la firma de la paz en Europa trajo la tranquilidad a los ánimos del gobernador de la colonia y del virrey de Nueva España.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-21. Última modificacion 2022-08-30.
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