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Campaña de Mitrídates en Grecia
Mientras, Mitrídates seguía con sus maquinaciones en contra de la República. Estaba seguro de que Roma intentaría vengar el asesinato de decenas de miles de sus ciudadanos en Anatolia durante las Vísperas Asiáticas. Pero también sabia que el caos en la República le daría una cierta libertad de movimientos durante un tiempo. Pensaba que si conseguía arrebatar Grecia a los romanos, se verían obligados a aceptar el hecho consumado y se avendrían a una nueva división de poder en el Mediterráneo, respetando a Mitrídates como el nuevo rey del nuevo imperio greco-persa.
Al contrario que los romanos, para los ciudadanos del Ponto y el mismo rey Mitrídates la aparición del cometa Halley en los cielos era un excelente presagio. Sus generales Arquelao y Metrofanes aprovecharon tan buen presagio para invadir la isla de Delos, saqueando sus pueblos y quemando sus templos hasta los cimientos. Cientos de esclavos, súbitamente liberados de las cadenas de sus amos romanos, se unieron a las tropas pónticas.
La gran mayoría de los residentes romanos en la isla fueron asesinados, y los pocos que sobrevivieron fueron vendidos como esclavos. Metrofanes y Arquelao tomaron posesión del inmenso tesoro del templo de Apolo, almacenado allí durante siglos.
Tradicionalmente, el tesoro de Apolo en Delos estaba bajo control de los atenienses. Como signo de buena voluntad y muestra de su interés en contar con los atenienses en su guerra por liberar Grecia, Mitridates decidió enviar el tesoro de Delos a Atenas, protegido por 2.000 de sus soldados.
A su llegada a Atenas, los 2.000 soldados del Ponto se dedicaron a entrenar a las distintas milicias de las distintas ciudades de Grecia, ya que sus respectivos ejércitos habían sido prácticamente desmantelados por los romanos en las anteriores décadas.
Solo entonces, cuando Atenas disponía de suficientes fondos y tropas entrenadas, declaró la guerra a la república romana y anuncio su alianza con el rey Mitrídates. Esparta y Tebas olvidaron su atávica enemistad con Atenas y se unieron a la alianza póntica, preparándose para recibir al ejército liberador del general Arquelao, formado mayoritariamente por galos de la provincia de Galacia.
Arqueleo envió a Arcatio, el hijo de Mitrídates, y al general Taxilo con un fuerte contingente (100.000 de infantería y 10.000 de caballería) a través de Tracia, en dirección a Anfípolis. Cuando llegaron la ciudad, Macedonia también se puso de lado del rey del Ponto. La toma de Anfípolis tenía un gran significado estratégico, ya que a partir de entonces, Mitrídates tendría una ruta marítima segura para enviar los suministros desde Anfípolis hasta el Pireo, el puerto de Atenas.
Arquelao ya dominaba el sur y el centro de Grecia. Su siguiente movimiento fue ocupar el Ática, en donde se encontraba Atenas. Por su parte, Metrofanes tomó Eubea y el puerto de Calcis, mientras la armada póntica de Neptolemo navegaba por las costas de Tesalia, y el general Dorileo se encontraba en el Ponto entrenando un refuerzo de 80.000 soldados más.
Todas las fuerzas debían converger en la frontera norte de Macedonia a finales del verano del 87 AC. Si todo iba según lo había planeado Mitrídates, la guarnición romana allí acuartelada sería exterminada con facilidad, dejando expedito el camino al norte.
Pero el comandante al mando de la guarnición romana en Macedonia, el pretor Cayo Sentio Saturnino, decidió tomar una estrategia agresiva y trató de enfrentarse por separado a las tropas de Mitrídates antes de que se unieran sus diferentes contingentes.
Envió parte de sus tropas a obstaculizar el avance de la infantería de Arcatio y Taxilo, y envió a su legado Quinto Brucio Sura con una pequeña flota para encontrarse con la armada de Neptolemo. El combate naval fue netamente favorable a los navíos romanos, y Neptolemo tuvo que retirarse mientras los marinos romanos capturaban uno a uno a muchos de sus barcos, matando a todos sus tripulantes.
Brucio persiguió a Neptolemo hasta la isla de Eubea, obligándole a dejar desprotegida su base en la isla de Skiatos, en donde se encontraba su depósito de provisiones y el hospital de los marinos de su flota.
Brutio rodeo la isla y la capturó, junto con cientos de prisioneros y todas las provisiones de las que disponía Neptolemo para la flota póntica.
El legado Brucio Sura había perdido a varios familiares en las Vísperas Asiáticas, y ansiaba venganza. Ordeno separar a los prisioneros en dos grupos: en un grupo, los hombres libres, y en el otro, los esclavos romanos que anteriormente se habían unido a Mitrídates.
Brucio anuncio la liberación de los hombres libres, pero antes ordenó que les fueran amputadas ambas manos, para que no volvieran a coger una espada o un escudo contra la república romana. La suerte de los esclavos fue aún peor, ya que fueron crucificados a lo largo de toda la costa de la isla, para que cualquiera que pasara por allí, tomara nota de la suerte que esperaba a quien se rebelase contra el poder romano.
Brucio se dirigió hacia Beocia, donde se le unieron unos pocos cientos de soldados de refuerzos enviados a toda prisa por el pretor Saturnino. Su intención era detener al contingente del general Arquelao y evitar que se dirigiera al norte de Grecia.
Campaña de Sila en Grecia (87 – 85 AC)
Sila en la primavera del 87 AC, desembarcó en Dirraquio con 5 legiones y algunos auxiliares de infantería y caballería. Sin perder tiempo marchó con sus tropas atravesando Grecia, mandando por delante a Lúculo, que se entrevistó con Bruto Sura, el comandante romano de la zona que se unió a él. Tras esto se entrevistó con embajadores de ciudades de Beocia, que inmediatamente se unieron a la causa. Inició una marcha hacia Atenas, tratando de evitar su inferioridad en caballería.
Asedio de Atenas
Cuando llegó a Atenas puso asedio al Pireo defendido por Arquelao y Atenas gobernadas por el tirano Aristión, una marioneta del rey del Ponto. La política de tierra quemada llevada a cabo por Aristión y la consiguiente carencia de madera para construir máquinas de asedio, llevó a Sila a ordenar talar todos los árboles en cien millas a la redonda, quedando el Ática arrasada, entre los árboles talados se encontraron los centenarios de la famosa Academia.
Plutarco describe los primeros encuentros entre griegos y romanos, en una salida que los ciudadanos del Pireo realizaron y que estuvo a punto de terminar con el ejército de Sila. Solo la llegada a tiempo de la legión mandada por el lugarteniente de sila, Lucio Licinio Murena, que volvía de recoger madera, evito la derrota total de los romanos, que finalmente consiguieron matar a más de 2.000 griegos y obligar a los demás a volver tras las murallas.
Mientras Sila iba cerrando su cerco sobre Atenas, los populares retomaron el poder en Roma, pero continuó con el cerco que quedó completado, y a pesar de varios intentos de romper el asedio, ambas partes se sentaron a esperar. Pronto el campamento de Sila empezó a llenarse con sus partidarios, huidos de las matanzas de los populares en Roma.
Varios ataques y contraataques se sucedieron los siguientes meses, sufriendo graves pérdidas ambos bandos. En el Pireo Arquelao empezaba a verse en peligro y pidió refuerzos, que le llegaron por mar. Sila pidió a Rodas que lo apoyaran con su flota. Sin embargo, los rodios estaban imposibilitados, ya que Mitrídates les estaba atacando. Entonces pidió ayuda a Siria y Egipto para formar una flota.
Mientras en Atenas empezaba a cundir el hambre. Arquelao envió un mensajero a Mitridates, informándole que el Pireo podría resistir un tiempo, pero que la situación en Atenas era insostenible debido a la falta de alimento.
La situación en el campamento romano no era mucho mejor, Sila contrajo la sarna por las condiciones antihigiénicas de su campamento, por lo que quedó marcado por las ronchas producidas que le acompañarían el resto de su vida. Sila despojó de sus riquezas a los templos de Delfos, Epidauro y Olimpia con la promesa de devolver su valor en cuanto pudiera.
Mientras tanto, Arcatias, hijo de Mitrídates, había desembarcado en Macedonia al mando de otro ejército. Subyugó toda resistencia romana en la zona y avanzó contra Sila, pero en mitad del camino lo sorprendió una grave enfermedad y murió cerca de Tisaeus.
No llovía en buena cantidad desde hacía meses, y los ciudadanos se veían obligados a comer hierbajos que crecían entre las piedras de la Acrópolis, y estaban comenzando a experimentar hirviendo las tiras de cuero de las sandalias junto con hierba. Había incluso rumores de varios casos de canibalismo en el interior de la asediada ciudad.
Sila se burlaba de las penalidades de los atenienses celebrando ruidosos banquetes y fiestas a tiro de flecha de las murallas.
Una noche, mientras la atención de los centinelas atenienses estaba fija en una de los banquetes romanos; Sila tomo un pequeño contingente de legionarios y se dirigió en silencio y en total oscuridad a la parte más débil de la muralla de Atenas, en la zona entre el Agora y el cementerio Kerameikos.
Los legionarios escalaron con facilidad el débil y desguarnecido muro, y allí comenzó el final de la resistencia ateniense. Los ciudadanos-soldado atenienses lucharon con coraje, pero hambrientos como se encontraban no fueron rival para las legiones. A medianoche, con la mayor parte de la muralla en poder romano, el mismo Sila encabezo el asalto final.
Al mismo tiempo, una mina provocó el derrumbe de un lienzo de muralla al sudeste de la ciudad, entre las puertas Sagrada y Piraeica, y Atenas fue expugnada el 1 de marzo del año 86 AC. Los soldados romanos habían recibido unas órdenes muy concretas, tenían libertad total para el saqueo y el asesinato, y las cumplieron a rajatabla.
No hubo misericordia para sus habitantes y muchos fueron asesinados.
Según Plutarco: «…el mismo Sila entró a la medianoche, causando terror y espanto con el sonido de los clarines y de una infinidad de trompetas y con la gritería y algazara de los soldados, a los que dio entera libertad para el robo y la matanza: así, corriendo por las calles, con las espadas desenvainadas, es indecible cuánto fue el número de los muertos..».
Aristion y sus seguidores se dirigieron a la Acropolis, en donde pensaban oponer la última resistencia. Mientras Sila se entretenía eligiendo los mejores esclavos y tesoros para sí mismo, puso un par de cohortes para asediar la Acropolis.
Acuciados por la sed, ya que no habían podido llevar agua a la ciudadela,Aristion y sus compañeros se rindieron. Sila tomó posesión de los tesoros de la Acropolis, 300 kilos de plata y 20 kilos de oro. Aristion fue ejecutado, junto con sus seguidores.
Con Atenas bajo control romano, Sila movió todas sus tropas de nuevo hacia el Pireo, y lanzó directamente al asalto de las murallas. Los ciudadanos-soldado del Pireo no pudieron detener el impulso casi suicida de los legionarios de Sila, enardecidos por su victoria en Atenas. Tras unas pocas horas de lucha, el general Arquelao ordenó a sus tropas abandonar las murallas y dirigirse a toda a prisa al puerto, para escapar en los barcos de la flota de Mitrídates que allí esperaban.
Tras ellos, los legionarios de Sila incendiaron el arsenal de Filon, los astilleros y todos los más grandes edificios de la ciudad. Pero Sila no tenía ningún barco, y tuvo que observar como sus enemigos escapaban a toda vela, un veterano ejército de 10.000 soldados, para unirse a las fuerzas pónticas conducidas por Taxiles que había relevado a Arcathias, desembarcó en Beocia y rápidamente se dirigía a Tesalia.
Antes de internarse en Beocia para interceptar a estos ejércitos enemigos que se aproximaban desde el norte, Sila ordenó desmantelar los Muros Largos y destruir las fortificaciones y el grandioso arsenal del Pireo, que fue incendiado para evitar que la flota del Ponto desembarcara un ejército a sus espaldas.
Batalla de Queronea (86 AC)
Sila marchó al encuentro de Taxiles y evitó la batalla hasta que encontró un terreno que no favoreciese el uso de la caballería.
El ejército póntico contaba con unos 100.000 infantes, 10.000 jinetes y 60 carros falcados. Estaba formado a base de guerreros de muchas naciones y tribus : esclavos romanos, griegos, piratas, tribus del Cáucaso, tracia, contingentes de soldados del Ponto, Capadocia, Bitinia, marinos fenicios, sirios, etc., cada uno con su propio lenguaje, su propia cultura y costumbres, y su propio jefe militar.
Tenían la mala costumbre de ignorar la cadena de mando, y mientras esperaban el comienzo de la batalla contra los romanos, se dedicaron a saquear la zona de Beocia.
Por su parte Sila contaba con 5 legiones (20.000) y 20.000 infantes aliados y un número desconocido de jinetes.
Una vez que ambos ejércitos estuvieron cerca, y Arquelao avanzaba hacia Calcis, estableciendo su campamento en una región rocosa cerca de Queronea, Sila no perdió el tiempo y ocupó una colina llamada Filoboeto, que nacía en las estribaciones del monte Parnaso, ordenó cavar trincheras y construir fortificaciones, que no pensaba utilizar. Pensaba que sus tropas pronto se cansarían del trabajo duro y preferirían luchar en el campo de batalla. Arquelao era partidario de desgastar lentamente a los romanos, pero Taxiles tenía órdenes de Mitrídates, decidió atacar inmediatamente.
La posición de Sila era fuerte, pero su línea de comunicaciones siguiendo el valle de Cefiso era vulnerable. En primer lugar, la salida de la llanura siguiendo el río en dirección a Queronea se hacía a través de un estrecho paso, controlado por la antigua acrópolis de Parapotamos, situada en una elevación. Arquelao mandó a la unidad de los chalkaspides (hipaspistas) a ocuparla, pero los silanos se lanzaron a la carrera llegando primero y los rechazaron.
A continuación Sila tomó la ciudad de Queronea, cerrando el paso a Arquelao, este acampó al sur. Empleó a sus hombres en la excavación de una serie de trincheras para proteger sus flancos contra posibles maniobras y levantar empalizadas en el frente.
Entonces fingió una retirada, abandonando los vados y se atrincheró en la empalizada y las trincheras. Tras estas estaba preparada la artillería de campaña que ya había sido empleada en el asedio de Atenas.
El flanco izquierdo romano lo mandaba Murena que disponía de una legión y 2 cohortes. Posiblemente, estaba algo adelantado y separado de la línea principal romana por el río, ya que Sila lo había dejado al principio en la zona del monte Hedylium al cargo de vigilar los movimientos pónticos. La línea principal romana formó en el valle (al sur de Queronea) situándose el propio Sila en el flanco derecho. Finalmente, había una reserva al mando de Hortensio y Galba compuesta por varias cohortes y la caballería reunida, situadas en terreno elevado y que debían estar al tanto de un posible movimiento de flanco póntico.
La batalla comenzó cuando mediante el uso de guías locales de Queronea, un destacamento ascendió el monte Turio y se situó en posición de enterrar bajo una avalancha de piedras a los pónticos allí establecidos. Los pónticos salieron huyendo chocando algunos con Murena que ya estaba en posición y el resto estorbó a sus propias fuerzas que estaban en proceso de desplegarse.
Arquelao avanzó a través de los vados y trató de flanquear a las fuerzas silanas con su caballería, por ambos flancos, mientras que los carros cargaron por el centro.
Los carros falcados de Arquelao chocaron contra las trincheras romanas y se hicieron añicos, otros dieron media vuelta y crearon confusión en la falange póntica.
En el ala izquierda romana, Aquelao atacó con 2.000 jinetes y los chalkaspides (hipaspistas). Estos cargaron, pero fueron frenados por 5 cohortes romanas en reserva.
En el ala derecha romana, los pónticos realizan otra carga de caballería, pero fueron detenidos con la ayuda de dos cohortes de reserva.
Finalmente en el centro se llegó al choque entre la falange póntica y los legionarios romanos. La primera línea del centro póntico la formaban supuestamente 15.000 esclavos liberados armados como falangitas, formando una densa masa de picas a la que los legionarios arrojaban sus pila para después incluso hacer algún intento de abrirse paso con sus espadas entre el bosque de picas, pero la falange combatiendo de frente resultaba prácticamente inexpugnable.
Dado que la artillería romana se encontraba en una posición algo elevada también pudo arrojar sus proyectiles sobre la masa de las tropas pónticas. Para los esclavos el combate era cuestión de victoria o crucifixión por lo que se mantenían firmes esforzándose en mantener la cohesión de la falange. Por su parte los romanos estaban enrabietados por tener que enfrentarse a esclavos.
En vista del fracaso, Arquelao, decidió llevar más tropas al flanco derecho romano, desguarneciendo el izquierdo. Estas cargaron, pero tampoco pudieron superar las defensas romanas y sufrieron fuertes bajas bajo el fuego de la artillería romana y una cohorte de reserva que acudió en ayuda.
Sila aprovechó la debilidad del flanco izquierdo, atacó con su caballería reunida, desbaratando el flaco y mandando avanzar a todas sus fuerzas. La matanza fue terrible, y según algunas fuentes solamente sobrevivieron 10.000 soldados de Mitrídates, que huyeron hacia el este, hacia la costa, en donde embarcaron en los navíos de la flota de Arquelao, que se retiró a Calcis. Sila ordenó degollar a los prisioneros, que algunos elevan a 90.000 hombres
Batalla de Orcómenos (85 AC)
Tras la derrota de Queronea, Arquelao embarcó las fuerzas que se habían reagrupado en Calcis y se retiró a la isla de Eubea. Posteriormente, sus 10.000 hombres supervivientes se vieron reforzados con la llegada de un nuevo ejército póntico al mando de Dorilao estimado por los cronistas romanos en unos 80.000 hombres.
Arquelao desembarcó de nuevo en Beocia y Sila se dirigió hacia el sur para enfrentarse a él. Esta vez, Arquelao había instalado su campamento en la gran llanura de Orcómenos, no lejos de Queronea. Era un terreno amplio aunque en un extremo había un lago y cerca unas marismas. Arquelao no estaba dispuesto a dar batalla otra vez en términos desfavorables, y Sila quería liquidar la cuestión rápidamente pues tenía que regresar cuanto antes posible a Roma y recuperar el poder; por ello Sila se avino a situar su ejército en el llano a pesar del riesgo que eso suponía.
Sila tendría entre 1.500 y 2.000 jinetes, la mayoría reclutados localmente; mientras que los pónticos tenían una caballería de unos 15.000 jinetes.
Sila para impedir el uso de la caballería póntica, mandó cavar grandes trincheras (con reductos incluidos) para proteger los flancos del ejército romano.
Viendo que las zanjas podían cercar su campamento, Arquelao decidió un ataque rápido. Varios miles de jinetes salieron velozmente del campamento póntico y se lanzaron contra los trabajadores. La sorpresa fue tal, que tanto los soldados que estaban cavando como las tropas que debían protegerlos, fueron presas del pánico huyendo hacia al campamento romano.
La batalla parecía perdida antes de comenzar y el ejército entero estaba en peligro de salir huyendo y ser masacrado por la caballería enemiga. Sila se lanzó entre los fugitivos con dos cohortes frescas recuperar las trincheras, consiguiendo aglutinarlos y recuperar las trincheras.
Tras un breve descanso, Arquelao se decidió a hacer otro asalto. El ejército póntico se dispuso según salía del campamento de la siguiente manera: a vanguardia los 60 carros falcados, a continuación la falange, en tres líneas auxiliares equipados a la «romana» (entre los que había esclavos fugitivos), y las tropas ligeras. La caballería se situó en las alas, pero sus posibilidades de intentar envolver los flancos romanos estaban muy disminuidas por la presencia de las trincheras.
Por su parte el ejército romano se dispuso en tres líneas de legionarios de acuerdo con la típica triplex acies. Las tropas ligeras y la caballería quedaron a retaguardia, pero podían avanzar por intervalos de las formaciones para al frente cuando hiciera falta.
Esta vez los carros falcados sí tenían suficiente espacio para coger velocidad y se lanzaron a la carga. La primera línea romana se hizo a un lado, desvelando una sorpresa y es que los legionarios de la segunda línea habían plantado numerosas estacas en el suelo a modo de obstáculos contracarro. Los carros fueron frenados en seco y los escaramuceadores romanos aprovecharon para atacarles y forzarles a retirarse en dirección a la falange que venía detrás.
Sea por los carros fugitivos o sea porque los nuevos falangistas no estaban suficientemente instruidos, el caso es que la falange entró en pánico y el ejército romano se lanzó a aprovechar la oportunidad. Arquelao tuvo que mandar a la caballería a proteger la huida póntica, esta peleo duramente, pero los romanos lanzaron su propia caballería en apoyo de los legionarios y el resultado fue una gran mortandad entre los jinetes pónticos (incluido Diogenes, un hijastro de Arquelao que se distinguió en el combate). Es posible que los pónticos perdieran ese día 15.000 hombres, 10.000 de ellos fueron sus esforzados jinetes que impidieron con su sacrificio que la derrota fuera total.
Sila aprovechó la oscuridad de la noche para ampliar las trincheras nutridas con estacas puntiagudas a tiro de flecha del campamento póntico. Cuando los centinelas se dieron cuenta de la situación, ya era demasiado tarde.
Arquelao hizo un último intento, animando a sus soldados (que aún superaban en número a los romanos) a luchar de nuevo. Poco a poco, los legionarios romanos fueron empujando a las tropas de Mitridates hacia las marismas.
Muchos de ellos se ahogaron, aunque la mayoría murieron bajo las espadas de los legionarios. Sila aprovechó la buena oportunidad para intentar el asalto del campamento póntico. Hubo duros combates, pero finalmente los romanos se hicieron con una esquina y abrieron un hueco por el que se lanzaron al asalto.
El ejército póntico fue masacrado bien en el campamento o bien en su intento de huida a través del lago y las marismas. Arquelao pudo ocultarse en las marismas y conseguir finalmente un bote en el que escapar, pero su ejército había sido aniquilado.
Tras la victoria, Sila permitió a sus soldados saquear Beocia, en castigo por el apoyo prestado por los beocios a las tropas de Arquelao. Decenas de miles de olivos fueron arrancados y se quemaron todos los campos de cultivo y viñas de la zona.
Tratado de Dárdanos
Cuando Mitrídates se enteró de la nueva y aplastante derrota en Orcómeno y hastiado de haber perdido tantos hombres, envió un mensaje a Arquelao para que este negociara una paz en las mejores condiciones posibles.
Mientras el cónsul Lucio Valerio Flaco rival de Sila en Asia, era un hombre avaricioso y cruel que se ganó la hostilidad del ejército y ya en Grecia, habiendo desembarcado en el Epiro, sus tropas se negaron a combatir, por lo que se retiró al Helesponto. Pero decidió viajar a Calcedonia (zona del actual Estambul) para reclutar auxiliares para su ejército.
Cayo Flavio Fimbria que era partidario de Cayo Mario, aprovechó la ausencia del cónsul Flaco para amotinar a las tropas que se habían quedado en Bizancio. Flaco, al ser informado de este hecho, se volvió para castigar a Fímbria, pero fue puesto en fuga por los rebeldes y tuvo que marchar hacia Nicomedia, la capital de Bitinia, para escapar. Fue perseguido por Fimbria y sus hombres, que descubrieron a Flaco escondido en un pozo. Fimbria decapitó a Flaco y lanzó la cabeza al mar, dejando el cuerpo descabezado para que fuera devorado por los animales.
El senado romano retiró el apoyo a Fimbria, que se había colocado fuera de la ley romana, pero disponía de dos legiones. Mitrídates se encontraba entonces frente a su peor pesadilla, dos ejércitos romanos, uno en Bitinia, otro en Grecia, cada uno deseando terminar con Mitrídates para congraciarse con el senado romano.
Con su línea de aprovisionamiento con Roma rota, Fimbria necesitaba urgentemente conseguir un buen botín para sus legionarios. Y pensó en Pergamon, la capital de Mitrídates. Desde Nicomedia hasta Pergamon, los legionarios de Fimbria prácticamente arrasaron la zona, llevándose todo lo que podían transportar y destruyendo y quemando lo que no podían llevarse.
En su camino a Pergamon, las tropas de Fimbria alcanzaron Ilium, la antigua Troya. Los ciudadanos de la ciudad recordaron a Fimbria que, según el mito fundacional de Roma, de Troya había partido Eneas, antepasado lejano de Rómulo y Remo. Por lo tanto, Troya había sido la ciudad origen de Roma, y un romano como Fimbria debía respetar la ciudad.
Fimbria agradeció la información a los ciudadanos, y después les ordenó abrir las puertas de la ciudad. Una vez los legionarios estuvieron dentro, exterminaron a toda la población, hombres, mujeres y niños. Algunos intentaron refugiarse en el templo de Atenea, acogiéndose al derecho de asilo. Fimbria ordenó quemar el templo, y después que sus soldados continuaran hasta quemar la ciudad por completo, después de haberla saqueado.
Mitrídates envió a su hijo, Mitrídates el joven, al mando de un poderoso ejército, para tratar de detener a Fimbria antes que alcanzara los muros de Pérgamo.
Pero Fimbria emboscó una noche al ejército del Ponto y lo derrotó plenamente, causando más de 6.000 muertos. Tras tantos complots contra su vida, Mitrídates ya no confiaba en sus ciudadanos, y temiendo que los de Pérgamo abrieran las puertas a los legionarios de Fimbria, marchó por tierra hasta Pitane, en la costa. Fimbria le persiguió, y puso sitio a la ciudad.
Súbitamente, apareció la flota de Lúculo. Fimbria ordenó a Lúculo bloquear el puerto de Pitane, para evitar que Mitrídates volviera a escapar. Pero Lúculo que era leal a Sila y odiaba a los partidarios de Mario. Envió un emisario a Mitrídates, inquiriendo si el rey tenía intención de firmar el tratado de paz acordado por Sila y Arquelao.
Era la única salida que le quedaba a Mitrídates, era firmar las condiciones del tratado que estaban negociando. Lúculo entonces le permitió salir del puerto de Pitane, en dirección a la isla de Lesbos. Allí se reunió con la flota del Ponto, mandada por el almirante Neptolemo, que le trasladó a Dardano para firmar el tratado.
Ambos personajes se reunieron en la ciudad de Dárdano (en la Tróade), firmando el tratado de Dárdanos: Mitrídates se quedaría con su reino y devolvería a Roma la provincia tomada sin entrar en batalla a cambio de medio ejército, 3.000 talentos de oro y 80 trirremes. Sila se comprometió a no tomar represalias contra las ciudades levantadas.
En el 84 AC, Sila consideró que su misión en Asia había terminado satisfactoriamente y regresó.