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Llegada de Pompeyo
El senado romano nombró a Cneo Pompeyo, un antiguo partidario de Sila. Hasta entonces, la carrera militar de Pompeyo había sido contra Sartorio y los celtíberos, en España, de quienes había aprendido las tácticas de la guerra de guerrillas sobre formaciones convencionales como las que habitualmente empleaban los romanos. También había combatido y exterminado una fuerza fugitiva de esclavos gladiadores fieles a Espartaco, lo que le valió la designación de cónsul por el senado romano.
Su mayor éxito fue combatir a los piratas que asolaban las costas y puertos del Mediterráneo, cuando estos cortaron el suministro de grano a Roma e incluso atacaron el puerto de Hostia, el Senado decidió acabar con la piratería. Para ello, Pompeyo recibió del Senado, después de largos debates, poderes extraordinarios en el 67 AC: el poder proconsular (Imperium Proconsolare) durante tres años en toda la cuenca del Mediterráneo hasta el mar Negro con el derecho de operar hasta 70 km tierra adentro. Quince delegados puestos bajo su mando con el título de propretores y 20 legiones (120.000 hombres) y 4.000 jinetes, 270 barcos y un presupuesto de 6.000 talentos.
Pompeyo dividió el Mediterráneo en trece regiones separadas, cada una bajo el mando de uno de sus legados. En cuarenta días expulsó a los piratas del Mediterráneo occidental, y restauró la comunicación entre Hispania, África e Italia. En una campaña rápida y bien organizada derrotó a los piratas. Dos meses bastaron para patrullar el mar Negro y erradicar a los alborotadores; a continuación, fue el turno de Creta y de Cilicia.
Los piratas fueron derrotados en sus propios territorios. En la batalla naval de Coracesium (Korakesion), la flota de Pompeyo derrotó definitivamente a los piratas cilicios, hundiendo más de 90 naves piratas y capturando docenas de naves de transporte y más de 10.000 prisioneros. Pompeyo desembarcó en Cilicia y capturó una gran cantidad de armas y barcos, algunos en construcción, otros ya en el mar, junto con el bronce, hierro, tela de vela, cuerda y diversos tipos de madera. A Cilicia se llevó 71 barcos para la captura y rendición de unos 300 barcos. Muchos de estos piratas los asentó en Soli (actual Solos), que fue a partir de entonces llamada Pompeyópolis.
Aprovechando las fuerzas de Pompeyo y gracias a la lex Manilia, propuesta por el tribuno Cayo Manilio, y con el apoyo político de César y Cicerón, se concedió a Pompeyo el mando supremo sobre los ejércitos de las provincias de Asia, Bitinia y Cilicia, sin limitación alguna de tiempo.
Con estos mismos poderes fue que Pompeyo salió de Italia para reemplazar a Licinio Lúculo.
Antes de desencadenar la ofensiva militar, Pompeyo efectuó acciones diplomáticas. El objetivo inmediato era la derrota final y captura de Mitrídates, cuya posición debía estar en alguna parte cerca de la frontera entre la Galacia y el Ponto. Para asegurarse de que no recibiera ayuda de Tigranes y resguardar su propio flanco derecho en la Capadocia; Pompeyo envió representantes al monarca parto Fraates III para establecer relaciones amistosas con Roma y persuadirle de que invadiera la región de Corduene (Gordyene) cuya capital era Nísibis, que Tigranes había recuperado después de la partida de Lúculo. De esta manera contaba con dirigir la atención del rey armenio a su frontera meridional.
La preocupación inmediata de Pompeyo era conocer la actitud de Fraates. Lúculo también había entrado en negociaciones con el monarca parto, había podido alcanzar un eventual acuerdo en el que se había asegurado su neutralidad y, posiblemente se estableció que el río Éufrates fuese la frontera entre las zonas de influencia romana y parta. Ambos tenían interés en mantener el statu quo.
Pompeyo era consciente de que solo la muerte o captura del viejo rey ocasionaría el final del conflicto de una manera satisfactoria para la República romana. Pompeyo también envió uno de sus antiguos generales llamado Metrófanes, como embajador ante Mitrídates para conocer sus intenciones y ofrecerle una oportunidad de rendición. Las propuestas fueron rechazadas de manera orgullosa por el rey póntico, ya que eran inadmisibles y solamente tenían como objetivo ganar tiempo para poner en marcha sus planes de invasión.
En primer lugar, se estableció un bloqueo naval en toda regla de todo el litoral de Anatolia, desde Fenicia hasta el Bósforo, para que sus comunicaciones no pudieran ser cortadas ni Mitrídates pudiera recibir ayuda alguna de los piratas supervivientes.
En segundo lugar, Pompeyo dio la orden de movilización a todas las tropas bajo su control y convocó a todos los reyes aliados para que se uniesen con sus propias unidades nativas. Luego, con estas fuerzas más las 3 legiones de Marcio Rex, partió de Cilicia y se dirigió hacia el norte a través de las Puertas Cilicias en dirección a Galacia, a través de Capadocia; para ponerse en disposición de franquear el río Halys y penetrar en el Ponto cuando se diera la orden.
Pompeyo había acordado un encuentro con Lúculo y su ejército en Galacia, a través de amigos comunes. Las tres legiones que habían estado a las órdenes de Marcio Rex fueron dispuestas para asegurar el reino de Capadocia, hasta que fuesen llamadas cuando la ocasión lo requiriera. La entrevista entre el comandante saliente y su sucesor se celebró en Danala, una pequeña localidad perteneciente al pueblo de los trocmi, en la Galacia Oriental, fue incómoda. Al principio los saludos entre Pompeyo y Lúculo fueron formales y corteses, pero pronto empezaron a aparecer discrepancias dado que ambos querían atribuirse el mérito de la conquista de Asia. Cuando Lúculo partió, Pompeyo se hizo cargo de todas las tropas, a excepción de un contingente de 1.600 hombres que le dejó como guardia de honor para que participaran en su triunfo. En realidad no eran más que hombres heridos y enfermos que eran devueltos a Italia.
Campaña en el 66 AC
Asedio de Dasteira o Nicopolis 66 AC
Pompeyo una vez reunido su ejército se dirigió contra Mitrídates, este alarmado por los preparativos de Pompeyo y dada su inferioridad numérica, envió delegados para conocer en qué condiciones este concluiría una tregua. Pero Pompeyo no estaba en modo alguno por la negociación, ya que una tregua solamente permitiría a Mitrídates reconstruir sus propias fuerzas y daría tiempo a Tigranes a reafirmarse en Armenia.
Además, si la guerra llegaba a su conclusión sin que hubiese lucha, Pompeyo sería objeto de toda clase de burlas y las acusaciones que se habían vertido contra él se encontrarían bien fundadas. Como la estrategia de Pompeyo se basaba en que Mitrídates debía continuar la contienda, le ofreció de nuevo unos términos que este se viera obligado a rechazar: que se rindiera entregándose él y todos los desertores romanos de su ejército, sin condiciones.
Las noticias de este ultimátum provocaron un motín en el campamento de Mitrídates, de tal forma que el monarca póntico fue obligado a fingir que sus enviados a Pompeyo habían sido en realidad meramente espías.
Fue entonces cuando Mitrídates, decidió anticiparse el procónsul romano, se situó al acecho en una colina, que contaba con excelentes defensas naturales, para esperar al ejército romano, dado que era la única vía de acceso a sus territorios.
Pompeyo llegó a la zona y decidió no atacar a Mitrídates en esa colina, prefirió acampar en un lugar con buenas condiciones de defensa no lejos de Mitrídates y esperar. La zona donde se encontraban era en la frontera de su reino y Lúculo había devastado esa región, había pocos recursos para suministrar a un ejército, y la espera debilitaría al ejército de Mitrídates.
La primera acción militar registrada entre los dos contendientes fue un encuentro entre las caballerías. Pompeyo preparó una emboscada, ocultando parte de su fuerza de caballería, mientras que un grupo de jinetes hostigó abiertamente a los puestos de avanzada del monarca póntico, con el objeto de provocar al enemigo y después retroceder, como si huyeran, esperando ser perseguidos y conducirlos a la trampa. Así lo hicieron, cuando los jinetes pónticos llegaron a la zona trampa, los jinetes que se encontraban escondidos salieron y rodearon a sus perseguidores pónticos, los derrotaron y los pusieron en fuga.
Mitrídates, por temor a que fuese una trampa, había ordenado avanzar a su infantería, ante la cual los romanos retrocedieron.
Debido a la falta de provisiones, el monarca póntico decidió retirarse al centro de su montañoso reino. Mitrídates se dedicó a realizar la táctica de «tierra quemada» y hostigar con su caballería a las vanguardias de Pompeyo, para hacerles desistir de su persecución. Pero Pompeyo no se desanimó y continuó con la persecución.
Las primeras escaramuzas y maniobras se habían desarrollado en el alto curso del río Halys, donde Pompeyo se apoderó de una fortaleza montañosa casi inexpugnable que había sido abandonada por Mitrídates debido a la falta de agua. La superior destreza en el reconocimiento por parte romana se demostró cuando las tropas excavaron pozos para localizar fuentes de agua, cuya existencia Pompeyo había deducido de la vegetación existente en las bajas pendientes. Mitrídates efectuó su retirada a través de un paso montañoso al norte del Halys, en el valle del río Lycus, a lo largo de la carretera mayor que discurría en dirección este-oeste por el Ponto. Allí acampó en la población de Dasteira (cerca de la actual Pürk), con la intención de detener a Pompeyo y cortar la alargada línea de suministros de Pompeyo, y desgastarle gradualmente.
Pompeyo para poder continuar su marcha pasando a través de las fronteras orientales del reino de Mitrídates, había establecido de una serie de nuevas posiciones fortificadas (a unos 25 km entre sí), y llegó a Dasteira donde se encontraba Mitrídates y la puso bajo asedio.
Pero para desesperación de Mitrídates, Pompeyo no cayó en la trampa, sino todo lo contrario. Mandó que acudiesen las tres legiones cilicias desde Capadocia, y un cuerpo del ejército romano fue enviado hacia el este con objeto de apoderarse del territorio de Acilisene (la llanura de Erzican, cerca del curso superior del río Éufrates). Este movimiento aseguró a Pompeyo una importante fuente de alimentos e introducía una cuña entre Mitrídates y su presunto último refugio en Armenia.
Mientras estas acciones se desarrollaban, Pompeyo no permaneció ocioso, pues ordenó a su ejército la construcción de trabajos de circunvalación alrededor de Dasteira o Nicopolis, de unos 22 kilómetros de longitud, con una serie de puestos fortificados y varios campamentos. Los trabajos eran similares a los trabajos de asedio efectuados por Julio César en Alesia, con el fin de forzar la rendición por hambre.
De manera incomprensible, Mitrídates no obstaculizó la construcción de los trabajos de asedio. El sitio de Dasteira duraba 45 días. Las tropas de Mitrídates se vieron obligadas a matar y comerse a todos sus animales de tiro, conservando solamente los caballos y, en la desesperación, decidieron preparar la huida. Con destreza, Mitrídates mandó avivar los distintos fuegos, a la vez que ordenó matar a todos sus enfermos y heridos. Pudo escapar así su ejército de noche a través de las líneas romanas, en el más profundo silencio, en dirección hacia Armenia.
Batalla de Belgazi 66 AC
Al día siguiente, cuando Pompeyo se dio cuenta de la huida del monarca y se lanzó rápidamente en su persecución. El convoy real remontó el alto valle del río Lycus, que era muy encajonado. Mitrídates continuó su viaje marchando solo de noche y acampando de día, evitando así el ataque de Pompeyo, que era reticente a cargar contra una posición defendida o arriesgarse a una batalla nocturna en un territorio poco familiar. Durante los dos o tres primeros días las tropas pónticas estaban lo suficientemente lejos para justificar este tipo de tácticas, pero después de recorrer unos 80 km, Pompeyo, alcanzó la retaguardia póntica.
Consiguió que parte de sus tropas avanzaran más allá del campamento enemigo y, ocultas, prepararon una emboscada en un estrecho paso (la actual garganta de Belgazi). Esta vez Mitrídates fue cogido por sorpresa junto con sus tropas.
La siguiente noche, cuando su ejército penetró por el paso, los romanos, desde las alturas, anunciaron su presencia con un toque de trompeta, con el golpeteo de las pila y espadas sobre sus escudos.
Los soldados de Mitrídates dormían, convencidos que los legionarios de Pompeyo no atacarían por la noche, ya que no era costumbre entre los romanos. Se dio la alarma general.
Mitíidates fue despertado por sus comandantes, y ordenó el despliegue de sus tropas. La mayoría eran arqueros y jabalineros, que esperaban reducir la potencia de las legiones con sus lanzamientos a larga distancia.
Pero la luna era la aliada de Pompeyo aquella noche. Según se acercaba al horizonte por detrás de las legiones en marcha, su luz incidía sobre los legionarios, provocando unas sombras que a cada paso se iban alargando más y más.
Esta situación desorientó a los arqueros, que creyendo que los legionarios estaban más cerca lanzaron sus flechas sobre ellos, aunque aún no estaban al alcance de sus arcos. Las flechas cayeron inofensivamente en el campo de batalla, entre ambos ejércitos. Cuando los romanos se dieron cuenta de que los arqueros pónticos habían agotado sus proyectiles, se lanzaron a la carga.
La mayoría de los soldados de Mitrídates iban pobremente armados y peor protegidos. No tuvieron ninguna oportunidad contra los expertos legionarios romanos, ofrecieron poca resistencia, estorbados además por el pánico de las mujeres, la presencia de caballos y camellos en medio de la formación, y por las carretas de transporte. En la masacre cayeron cerca de 10.000, una tercera parte de las fuerzas totales del ejército póntico, y fue capturado todo el material de guerra.
Fuga de Mitrídates 66 AC
Sin embargo, Mitrídates no estaba entre las bajas. Pudo forzar el paso de los riscos acompañado tan solo de su guardia personal, junto con una de sus concubinas, Hipsicratea, vestida como un hombre, burlando la vigilancia establecida por Pompeyo para evitar su fuga. En su huida se encontró con unos 3.000 infantes y unos 800 jinetes de su ejército. Con esta fuerza, Mitrídates se dirigió en primer lugar a su fortaleza de Sinora, situada en el alto Éufrates, cerca de la frontera con la Gran Armenia, donde había guardado una gran suma de dinero.
En Sinora recompensó la lealtad de sus hombres, en el amplio sentido de la palabra, dando a cada soldado la paga de un año y, después de reservarse él mismo la suma de 6.000 talentos, dejó que el resto del tesoro se lo llevaran aquellos que pudieran transportarlo. También envenenó a sus amigos para que no le entregaran a los romanos.
Posiblemente, estos habrían intentado llegar a algún tipo de acuerdo con Pompeyo que incluiría la entrega de Mitrídates. En previsión de los siguientes movimientos, envió mensajes a Tigranes para rogarle que le diera refugio. Sin embargo, la respuesta de este no fue ni mucho menos positiva. Al conocer la derrota de Mitrídates, arrestó a sus mensajeros y puso precio a su cabeza, una recompensa de 100 talentos.
Los motivos de Tigranes eran bastante evidentes: se enfrentaba en ese momento a la rebelión de su hijo, el príncipe Tigranes el Joven, quién, a través de su madre Cleopatra, era nieto de Mitrídates, y sospechaba que el monarca póntico era cómplice de la sublevación.
Pero ante todo fue su propio interés lo que pesó en la balanza, al considerar que la causa del viejo rey estaba perdida. Consciente de las intrigas de su hijo con Fraates, su mejor baza para sobrevivir era ofrecer tan poca resistencia como su propio respeto a sí mismo permitiera, con la esperanza de obtener la indulgencia de Pompeyo.
Mitrídates se encontró entonces con que la única vía de escape que se le abría era dirigirse hacia el norte, dirección que tomó con las pocas tropas que le quedaban y el tesoro retirado de Sinoria. A pesar de sus recursos financieros, la imposibilidad de poder formar un nuevo ejército revela el total colapso económico y social del Estado póntico, así como la pérdida por completo del control sobre su propio reino.
Mitrídates se apresuró hacia las fuentes del río Éufrates (hacia el desfiladero de Erzeroum), con la idea de llegar, desde allí, hasta la región de la Cólquida Colcis). Cruzó el Éufrates hacia el cuarto día de su salida de Sinoria y, tres días más tarde, penetró en Armenia por Cotene (Chorzene). En esta región rechazó a los que trataron de impedirle el paso por la fuerza. Mitrídates logró franquear este obstáculo y llegar hasta el río Apsarus (Tchoroki) para alcanzar la Cólquida y pasar el invierno del año 66/65 AC en la ciudad de Dioscuriae (Soukhoum).
El rey de Ponto quería pasar a lo largo de la costa del Ponto, y llegar al reino del Bósforo. Allí iba a robar el reino a su hijo traidor, Macaare que entonces era aliado de los romanos, y a continuación, volver a atacar a los romanos, esta vez desde Europa, a través de Tracia, Macedonia, Panonia, y luego a través de los Alpes hasta llegar a Italia.
Al final de Mitrídates llegó a la zona del mar de Azov, donde vivían muchos príncipes, quien lo recibieron con toda la amistad, escoltando y el intercambio de regalos con el rey de Ponto, ya que conocía los hechos, el reino y el poder. Una vez establecidas las alianzas suficientes con la población local (de hecho dio sus hijas a los más poderosos de estos príncipes).
Cuando su hijo Macare, supo que su padre no estaba lejos de su reino, después de haber atravesado el desierto en un tiempo tan corto, y las mismas «Puertas Escitas», nunca antes atravesado por algunos, envió algunos embajadores que intentaran defenderle por su pacto con los romanos. Al contestarle que no iba a perdonarle, prefirió huir al Quersoneso del Ponto, quemando las naves para evitar que su padre pudiera seguirle. Cuando este último fue capaz de adquirir otros nuevos, las envió de nuevo contra su hijo y consiguió matarlo. Mitrídates, entonces mató a todos aquellos que le habían traicionado, pero, por el contrario, liberó a todos los amigos de su hijo, porque él se había comportado de esa manera por la relación de amistad que habían tenido con Macare.
Rendición de Armenia
Pompeyo solo había necesitado seis meses para derrotar a Mitrídates, pero la experiencia le advirtió que el conflicto no podía considerarse finalizado mientras el rey permaneciese con vida. Envió algunas tropas en su persecución, pero este se puso a salvo cuando cruzó el río Phasis (Rioti). Pompeyo preparó entonces el avance contra su segundo enemigo Tigranes, por lo que se movió con el resto de su ejército aguas arriba del Éufrates, hasta localizar un vado por donde cruzar el río cerca de sus fuentes. Poco después pasó a Armenia y cuando se acercaba a la capital Artaxata, Tigranes salió a su encuentro para rendirse.
Además de traicionar a su suegro y antiguo benefactor, Tigranes debió acceder a abandonar todas sus conquistas en Siria y a renunciar a sus pretensiones expansionistas sobre Capadocia (Pequeña Armenia) y parte del Ponto.
También tuvo que comprometerse a pagar un tributo anual a los romanos, inicialmente fijado en 6.000 talentos de oro, sin contar el cargo por reparaciones de guerra. Tigranes el Joven, el desleal príncipe que había ayudado a los romanos contra su padre, se vio favorecido con tierras en la Sofene. El resto de su reinado, Tigranes II el Grande lo haría efectivo sobre un territorio que volvió a ser las fronteras originales del reino.
Campaña contra Iberia y Albania 65 AC
Una vez sometida Armenia, Pompeyo se dirigió al norte hacia la Cólquida. Todas las tribus indígenas de la zona se sometieron, menos Oroses, rey de los albanos y Artoce, rey de los ibéricos, que disponían unas fuerzas 70.000 efectivos. Decidieron atacar a los tres campamentos romanos de Quinto Cecilio Metelo Celer, del propio Pompeyo, y de Lucio Flaco, que se encontraban en la orilla del río Lycus al pie del monte Cáucaso.
Oroses quería golpear a los romanos durante la fiesta de la Saturnalia, dividieron sus fuerzas en tres ejércitos diferentes, decidieron atacar primero Metelo Celer, y mientras los otros dos fijarían las fuerzas en sus campamentos respectivos para que no pudiesen apoyarse mutuamente.
Así Pompeyo, después de derrotar al ejército que había sido enviado contra su campamento, poniendo en fuga al propio Oroses, se dirigió a atacar a los albanos, a medida que cruzaban el río Cyrus y matando a muchos.
Pompeyo a pesar de los riesgos de invierno, decidió invadir su país, y se preparó para cruzar el río Cyrus. Artoce, aterrado por el repentino avance, no hizo ningún intento de desplegar el ejército de unos 40.000 efectivos, y en su lugar decidió replegarse rápidamente a través del río. Pompeyo sometió la zona al sur del río.
Cuando Artoce vio que Pompeyo se preparaba para pasar el Cyrus, envió de nuevo mensajeros para pedir la paz en vano. El rey de Iberia huyó al río Pelorus (al norte del Cyrus). Pompeyo aprovechó la oportunidad para perseguirle a ella, y vencerlo aprovechando la rapidez de su acción. De nuevo Artoce logró escapar, y poco después ofreció la paz, que Pompeyo aceptó.
Pompeyo dirigió su mirada hacia el oeste, donde fluía el río Fasi, su idea era dirigirse a la Cólquida, descendiendo este río y reunirse con la flota de su legado, Publio Servilio Vatia, y atrapar a Mitrídates.
Para evitar a los albanos que le estaban esperando, prefirió tomar un desvío en Armenia, para rodearlos y tomarlos por sorpresa.
Siguió el curso del Cyrus. A partir de allí continuó su marcha hacia el río Cambises, y aunque no sufrió ningún ataque de los enemigos, era el calor lo que creaba las mayores dificultades. Siguió por el río Abante, cuando se enteró de que Oroses marchaba contra él. Decidió desplegar su ejército, y cuando Oroses llegó, se lanzó al ataque con 60.000 infantes y 12.000 jinetes. Los romanos vencieron en la subsiguiente batalla.
Al parecer, en el choque estuvieron presentes mujeres guerreras del lado de los albanos, a los que los romanos llamaron Amazonas. Después de la batalla, los territorios de los albanos fueron sometidos y les concedió la paz. Hizo tratados de alianza con otros pueblos vecinos del Cáucaso hasta el mar Caspio.
Mediación entre partos y armenios
Mientras Pompeyo estaba haciendo tratados con las poblaciones caucásicas, llegaron embajadores del rey de los partos con el fin de renovar el tratado existente. Al mismo tiempo los diversos lugartenientes del general romano estaban sometiendo el resto de las regiones de Armenia y Ponto. Gabinio había ido más allá del Éufrates al Tigris, generando una gran preocupación en el rey parto Fraates III. Pompeyo al parecer había prometido la región a Tigranes el Joven, los partos invadieron la zona y envió a su legado Lucio Afranio para tomar posesión de la misma, rechazando las fuerzas partas hasta Arbelas.
Fraates y Tigranes se enfrentaron de nuevo, y el general romano se ofreció como pacificador entre los ambos contendientes, envió tres árbitros, porque consideró que era una mera cuestión de las fronteras entre los dos reinos. Fraates y Tigranes II aceptaron la propuesta de Pompeyo y se reconciliaron, ya que ambos sabían que una derrota, o la aniquilación de uno de los dos, solo favorecería a los romanos. Eran conscientes de que solo su supervivencia o una alianza y un futuro comunes podrían detener el avance romano de Oriente. Y así Pompeyo, después de estos acuerdos, que podrían retirarse a Aspide (Aspis o Anaitis) durante el invierno.
Guerra siriaca de Pompeyo 64 AC
Cneo Pompeyo Magno se dirigió a Judea para asegurar esos territorios, encontrándose con el enfrentamiento entre los hermanos Hircano y Aristóbulo. Hijos del sumo sacerdote Alejandro Janneo y de su esposa Salomé Alejandra, iniciaron una disputa por el trono a la muerte de sus padres. Ambos se erigieron reyes en diferentes territorios, bajo los nombres de Hircano II y Aristóbulo II, apoyados respectivamente por los fariseos y los saduceos, ambos grupos judíos con distintas pretensiones.
La primera intervención romana en esta zona fue dos años antes, sencillamente para acudir en ayuda de Aristóbulo cuando este se encontraba sitiado en Jerusalén. El tribuno militar de Pompeyo, Marco Emilio Escauro, encargado de estudiar la situación de la guerra civil judía, optó por aceptar la suculenta recompensa de 400 talentos de oro de Aristóbulo ofreciéndole su ayuda por medio de amenazas a los sitiadores. Finalmente Hircano, que estaba siendo ayudado por el rey nabateo Aretas III, levantó el sitio. Muchos cambios sufriría el trono judío desde este momento. Pompeyo tuvo que mediar en la trifulca judía cuando a él acudieron Aristóbulo, Hircano y una delegación representante del pueblo judío para exponer sus ideas de gobierno.
Pompeyo decidió unir sus fuerzas a las del bondadoso Hircano II, y su ejército conjunto de romanos y judíos asediaron Jerusalén durante tres meses, después de los cuales la tomaron de Aristóbulo. Aristóbulo fue encarcelado y posteriormente enviado a Roma para el triunfo, sus partidarios se refugiaron en el templo, que fue tomado en el año 63 AC, muriendo 12.000 judíos. Pompeyo entró en él, incluso hasta el Sancta Sanctorum. Fue al templo para comprobar si los judíos carecían de estatuas o imágenes físicas de su Dios en el lugar más sagrado de veneración. Para Pompeyo, era inconcebible rezar a un Dios sin retratarlo en un tipo de parecido, como una estatua. Lo que Pompeyo vio no se parecía a nada que él hubiera visto en sus viajes a lugares santos. No encontró ninguna estatua, imagen religiosa o descripción pictórica del dios hebreo. En lugar de ello vio rollos de la Torá y quedó confundido.
“De los judíos cayeron 12.000, pero de los romanos muy pocos… y no se cometieron daños insignificantes en el templo en sí, que, en épocas anteriores, habían sido inaccesible, y visto por nadie; pues Pompeyo entró, y no pocos de aquellos que estaban con él fueron también, y vieron lo que era ilícito que viera cualquier otro hombre distinto a los sumos sacerdotes. En aquel templo estaban la mesa dorada, el sagrado candelabro, y los recipientes para libaciones, y una gran cantidad de especias; y además de estos había tesoros, dos mil talentos de dinero sagrado: pero Pompeyo no tocó nada de todo esto, debido a su consideración hacia la religión; y en este punto también actuó de una manera que era merecedora de su virtud. Al día siguiente dio la orden a aquellos que estaban a cargo del templo que lo limpiaran y que llevasen las ofrendas que la ley exigía a Dios; y restauró el sumo sacerdocio de Hircano, tanto porque le había resultado útil en otros aspectos, y porque dificultó que los judíos del país dieran ayuda a Aristóbulo en su guerra contra él”. Josefo.
Los judíos quedaron sorprendidos de que saliese indemne del Templo, pues según ellos, los que profanasen el Templo, morirían instantáneamente o les ocurriría una gran desgracia. Lo cierto es que no volvió a ganar ninguna batalla después de la profanación.
Confirmó a Hircano II en el cargo de sumo sacerdote. Pompeyo se ocupó luego de reestructurar el poder de la dinastía asmonea: Samaría quedaría independiente, y a las ciudades helenísticas de Transjordania las agrupó en una confederación llamada la Decápolis (las diez ciudades: Hipona, Scytópolis, Pella, Samaria, Jamnia, Marisa, Nitrógeno, Aretusa, Gaza, Jope, Dora y Torre de Straton). La cantidad de tributo y botín que Pompeyo llevó a Roma fue casi incalculable: Plutarco habla de 20.000 talentos en oro y plata añadidos al tesoro, y el incremento de los impuestos para el tesoro público alcanzó de 50 a 85 millones de dracmas anualmente. Pompeyo vinculó Judea a la provincia de Siria, aunque dejándole a Hircano una parte de autoridad sobre Judea, Perea y Galilea, el resto de los territorios fueron agregarlos a la nueva provincia de Siria, a la que dio como gobernador Emilio Escauro con dos legiones.
El legado Afranio sometió a los árabes de la zona de Amano, el objetivo estratégico era llegar al mar Rojo, llevó a cabo la guerra contra los árabes de la ciudad nabatea de Petra, cuyo rey se llamaba Areta III, derrotándolo en varias ocasiones.
Final de Mitrídates 63 AC
Mientras tanto Farnaces, el hijo favorito de Mitrídates había designado como su sucesor, preocupado por la expedición de su padre a Italia, formó una conspiración contra su padre, pero fue descubierto. Todos los conspiradores fueron ejecutados, pero él, en cambio, fue perdonado. Temiendo la ira de su padre, empezó a correr la voz de los infortunios habrían encontrado, si hubieran seguido a su padre en su loca empresa para llegar a suelo italiano. Muchos comenzaron a unirse a Farnaces.
Mitrídates estaba sitiado por las fuerzas de su hijo Farnaces en Panticapaeum, fuera de sí, también por temor a ser entregado a los romanos, en primer lugar mató a sus esposas e hijos, luego trató de suicidarse con veneno, al que, sin embargo, era inmune. Al final la muerte se la se dio, según Apiano y Livio, un general galo llamados Bituitus, que le ayudó a clavarse su propia espada. De acuerdo con Dione, le mataron los soldados de su hijo Farnaces. Este fue el fin del rey del Ponto, tenía 69 años y había luchado contra Roma durante casi 30 años. Su hijo Farnaces II (63-47 AC) se convirtió en rey del Bósforo.
La eliminación de Mitrídates puso fin a la justificación legal de Pompeyo para continuar ganando gloria personal en el Cercano Oriente. Pompeyo envió una carta oficial al Senado en Roma. La noticia fue recibida con gran alivio y alegría, y Cicerón, como cónsul, proclamó diez días de acción de gracias. Mientras tanto, Pompeyo se tomó su tiempo para viajar al Ponto para recibir los restos de su adversario.
Farnaces hizo embalsamar el cuerpo de su padre, y lo envió a Pompeyo como prueba de que lo había matado. Cuando los soldados de Pompeyo abrieron el ataúd real en la playa, ¡el rostro del muerto estaba totalmente irreconocible!
Todo el mundo sabía, a partir de retratos ampliamente publicitados en monedas y estatuas, cómo era Mitrídates, pero la descomposición hizo imposible la identificación del cadáver. Según Plutarco, el embalsamamiento estuvo mal hecho: la cara se había podrido porque no se había extraído el cerebro. Pero el largo y húmedo viaje por mar y la exposición en Amisus en verano, los efectos del veneno, los estragos de las recientes ulceraciones faciales de Mitrídates y cualquier mutilación por parte de los soldados de Farnaces también habrían hecho su trabajo.
El rostro borrado despertó sospechas de inmediato: ¿era este realmente el cuerpo de Mitrídates el Grande?
«Por razones supersticiosas», Pompeyo desvió la mirada (o tal vez no le importó mirar el cadáver después de escuchar que no valía la pena ver el rostro).
Quienes examinaron el cadáver afirmaron reconocerlo “por las cicatrices”. Loseruditos modernos han aceptado esta afirmación sin un análisis cuidadoso. La cicatriz más distintiva de Mitrídates, por supuesto, fue la marca en su frente del rayo en la infancia, pero esa no habría sido visible en la cara descompuesta. Por la misma razón, no se podía ver la cicatriz de su mejilla herida en la batalla del 67 AC. Eso deja la cicatriz de la herida de espada en su muslo, de la misma batalla, y la reciente herida mortal de Bituitus (sin testigos).
La armadura, la coraza y las grebas coincidían con las proporciones supuestamente grandes de Mitrídates; el casco estaba adornado. Había otros ricos atavíos de la realeza: el manto púrpura, la opulenta espada de Mitrídates, solo la vaina valía 400 talentos, su cetro incrustado de gemas, una corona de oro. Plutarco dice que Pompeyo admiraba estas cosas maravillosamente trabajadas y estaba «sorprendido por el tamaño y el esplendor de las armas y las vestiduras que solía usar Mitrídates«. Después de que Pompeyo abandonó la escena, los oficiales romanos y algunos hombres que una vez sirvieron a Mitrídates rodearon el botín como chacales, agarrando la vaina, regateando por la corona y otros tesoros.
Pompeyo permitió el funeral del gran rey, que sería enterrado en las tumbas reales en el camino de los reyes de Sinope, porque admiraba sus grandes logros y lo consideraba como el rey más grande de su tiempo. Farnaces, fue declarado oficialmente «amigo y aliado de los romanos«, y se le concedió el reino del Bósforo, excluidos Paflagonia, cuyos habitantes eran libres e independientes, ya que ellos fueron los primeros en resistir a Mitrídates y habían contribuido a desencadenar la revuelta en muchas otras ciudades y países, haciendo que su colapso final.
El triunfo de Pompeyo tuvo lugar en el 61 AC, dos años después de su victoria. Durante dos días, toda Roma se maravilló ante un espectáculo de tal magnitud y extravagancia que superó todos los triunfos anteriores. Como señaló Apiano, ningún romano había vencido nunca a un enemigo tan poderoso como Mitrídates el Grande ni había conquistado tantas naciones, extendiendo el dominio romano hasta el Éufrates y el mar Negro.
Había 700 barcos capturados a la vista en el puerto e innumerables carromatos cargados con armaduras y armas bárbaras y proas de barcos de bronce. Pancartas e inscripciones elogiaron la captura de 1.000 fortalezas y 900 ciudades por parte de Pompeyo. Había carros cargados con un asombroso valor de 20.000 talentos en monedas de plata y oro, vasijas y joyas. Literas llenas de millones de monedas, cofres de gemas talladas: en verdad, los registros oficiales del increíble saqueo de Pompeyo fueron exhaustivos y demasiado agotadores para catalogarlos en su totalidad aquí. Los secretarios de Pompeyo habían tardado 30 días en hacer un inventario de los 2.000 cálices de ónice y oro del tesoro de Mitrídates en Talaura; y solo una fracción del botín se incluyó en la procesión. Para no ser menos que el cerezo solitario de Lúculo, Pompeyo incluso hizo desfilar dos árboles exóticos de Judea, ébano y bálsamo.
Una multitud de 324 cautivos marcharon en el desfile, entre ellos el nieto de Mitrídates, Tigranes, el hijo de Tigranes el Grande, con su esposa e hijas; y Zosimé, cortesana de Tigranes. La pobre Nyssa, la hermana de Mitrídates, salió trotando de nuevo para caminar avergonzada junto a cinco de los hijos de Mitrídates, Artafernes, Ciro, Oxatres, Darío, Jerjes y las princesas Eupatra y Orsabaris. Hubo varios reyes y familias reales de los aliados de Mitrídates, seguidos por Aristóbulo, rey de los judíos. Una tropa de amazonas capturadas por Pompeyo en el Cáucaso pasó junto a la multitud. Solo Aristóbulo y Tigranes el Joven fueron estrangulados después del desfile.