Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1808) Levantamiento del 2 de mayo de 1808

Motín de Aranjuez (17 a 19 de marzo de 1808)

Carlos IV de Borbón, rey de España, intenta realizar un programa reformista que mejorase su modelo de estado, conocido como el Antiguo Régimen, en franca crisis política y militar.

La crisis política está protagonizada por la propia familia real: el Príncipe de Asturias, Fernando, odia a su padre y a su protegido, el secretario de estado Manuel Godoy, que prácticamente es quien rige la nación. El año anterior, Fernando intentó derrocarles a todos, pero el complot fue descubierto y el asunto se zanjó en los procesos de El Escorial, quedando los implicados libres.

El panorama político español estaba dividido entre los que apoyan las ambiciones del príncipe Fernando, creyendo que haría reformas similares a las francesas y fueron los llamados fernandinos, y los partidarios de su padre Carlos IV.

La debilidad militar española se originó por los siguientes motivos: en los exiguos presupuestos de la Hacienda, la ruina del Banco de San Carlos que gestiona los contratos de aprovisionamiento, y la corrupción administrativa de los funcionarios implicados, resultando que el Ejército Español y la Real Armada habían perdido casi todas las contiendas libradas en las últimas dos décadas.

La integridad territorial de España estaba comprometida por su precaria defensa nacional, tenía que depender de Francia, con la cual suscribe una serie de tratados de alianza que resultaban cada vez más perjudiciales. A medida que la hegemonía francesa sobre los españoles aumentaba, fue a costa de sufrir graves pérdidas, que culminarían en la derrota de Trafalgar.

El último de estos acuerdos, el Tratado de Fontainebleau, suscrito en octubre del año anterior, consentía a un contingente de tropas francesas atravesar y asentarse en territorio español. Los soldados franceses, bien armados, equipados, adiestrados y con experiencia en combate, superaban ya en número a los españoles que no podían oponérseles en iguales condiciones. El total de soldados franceses acantonados en España ascendía a unos 65.000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

Godoy, ferviente partidario de los pactos con Francia, se percataría demasiado tarde del peligro que representaba el despliegue de las fuerzas francesas en suelo español. Deduciendo que si Napoleón no se decidía a invadir Portugal a pesar del tiempo transcurrido, quizás planeaba anexionar antes a España a sus dominios, como había hecho con otros estados europeos.

Godoy sugirió a Carlos IV su salida inmediata del Palacio Real de Madrid partiendo hacia la ciudad de Aranjuez, desde donde podría dirigirse con rapidez a Sevilla y zarpar rumbo a las colonias en América; solución que ya había adoptado el amenazado rey de Portugal.

Godoy ordenó que se concentraran sigilosamente en Aranjuez, donde se encontraban los reyes las siguientes unidades: la Guardia de Corps, las Guardias Españolas y las Guardias Valonas, los Carabineros Reales, la brigada de Artillería Volante, el RD del Rey, el RI de Voluntarios de Aragón, los Granaderos Provinciales y la Guardia del Generalísimo, más el RI-1 suizo de Preux y el RI-2 suizo de Réding. Entre Madrid y Aranjuez se situarían el RD de Lusitania; en Pinto el RI de Voluntarios del Estado; en Valdemoro el RI América y en Colmenar de Oreja los zapadores minadores.

El 17 de marzo, los fernandinos, enterados de la huida, denunciaron a Godoy por haber tramado un complot que pretendía exiliar a los reyes para quedarse con el poder absoluto. Una muchedumbre enfurecida se agolpó ante la residencia del secretario de estado, que logró esconderse. La multitud se vengó saqueando sus enseres e incendiando el mobiliario.

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Motín de Aranjuez (17-18 de marzo de 1808). Pintor Zacarías González Velázquez; grabador Manuel Alegre.
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Motín de Aranjuez (17-18 de marzo de 1808) (A). Grabado coloreado.

El día 19 de marzo los disturbios continuaron en Madrid, donde el populacho, exacerbado hasta el histerismo por discursos y panfletos fernandinos, asaltó el Palacio Real, encontrado a Godoy oculto en el interior de una alfombra enrollada, siendo conducido a golpes a un calabozo en el cuartel de la Guardia Real. Carlos IV se vio obligado a fingir su desacuerdo con las intenciones de su secretario para salvarle la vida, destituyéndole y ordenando su encarcelamiento.

Los fernandinos, la mayoría aristócratas, oligarcas e intelectuales apoyados por autoridades eclesiásticas y algunos oficiales del ejército, presionan sobre el gabinete real, desprestigiando la legitimidad del monarca por su intentona de huida, exigiendo una inmediata abdicación en su hijo como única forma de traer la paz social. Agobiado y temiendo por Godoy, abdicó a mediodía.

Fernando VII de Borbón “El Deseado” pasó así a ser el nuevo rey de España, iniciando uno de los peores períodos de la historia de España.

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Entrada de Fernando VII por la Puerta de Atocha el 26 de marzo de 1808. Autor Zacarías González Velázquez, grabador Francisco de Paula Martí.

Murat ocupa Madrid

Según lo acordado en el Tratado de Fontainebleau en octubre del pasado año, el gobierno español había consentido a las tropas de Napoleón atravesar la Península Ibérica con la intención de invadir Portugal. Desde entonces, unos 65.000 soldados habían entrado ya en España, y otros 35.000 estarían de camino a los Pirineos.

En teoría los franceses pretendían asentar una ruta de suministros y comunicaciones para mantener su campaña en Portugal. Pero en realidad se limitaban a ocupar ciudades como Figueras, Barcelona, San Sebastián, Pamplona, Burgos y Salamanca, levantando suspicacias entre sus habitantes, que contemplan como los soldados demoraban el inicio de la invasión lusa.

Sin embargo, tras la crisis sucesoria desatada en Aranjuez, el emperador Bonaparte creyó que los franceses serían bien acogidos en Madrid, la capital del reino. Se dirigieron a la capital para apoyar al nuevo rey Fernando VII, que contaba con un importante grupo de seguidores afrancesados, pero contaba también con opositores, que eran los partidarios de su padre, el recién depuesto Carlos IV.

El 18 de marzo un bando anunció a los madrileños que entrarían soldados franceses en la villa, recordándoles que habían de tratarlos bien, pues ya se habían dado reacciones contrarias a la soldadesca en otras ciudades donde se habían asentado, debido a sus comportamientos abusivos.
Entró en Madrid el duque de Berg y el 23 de marzo entraba Murat en Madrid como lugarteniente del Emperador y al día siguiente lo haría triunfalmente Fernando VII.

Padre e hijo acudieron a Napoleón para solventar sus diferencias, este les citó a Bayona, donde se reuniría con ambos. Fernando salió el 10 de abril de Madrid camino de Bayona, a donde llegaría el 20, y 10 días más tarde lo harían los reyes padres. En Madrid quedaría el infante don Antonio presidiendo una Junta de Gobierno que se debatía entre la evidencia de la invasión francesa y los deseos de no hacer nada que pudiera agravar la situación de Fernando.

Murat se comportaría de modo despótico: no reconoció ninguna autoridad por parte de la Junta Suprema nombrada por Fernando VII para gobernar España en su ausencia. Más tarde se atrevería a exigir la devolución de la espada del antiguo rey francés Francisco I, derrotado por Carlos I en la batalla de Pavía en 1525, pieza conservada en la Armería Real de la villa.

Murat para revistar a sus tropas todos los domingos, realizaba un desfile público desde la calle de Alcalá hasta el Paseo del Prado. Los madrileños se sintieron ofendidos; y el domingo 1 de mayo manifestaron su disgusto silbando al gran duque de Berg y a su estado mayor al atravesar la Puerta del Sol, dirigiéndoles insultos, injurias y burlas.

La junta Suprema dio la contraorden y desbarató el despliegue preventivo. Los RIs suizos de Preux y Réding se trasladaron a Getafe y de allí a Toledo y Talavera; los Granaderos Provinciales, que habían salido de Ciudad Rodrigo a Madrid, volvieron a su guarnición de origen; el BI-I del RI Saboya, que llegaba de Cartagena, se detuvo en Arganda; los Voluntarios de Toledo se distribuyeron para guardar los caminos; los de Aragón marcharon a Sevilla; los Guardias Españoles y dragones de Lusitania se acuartelaron en Valdemoro y Aranjuez, y los Carabineros Reales se dirigieron a El Escorial.

En Madrid quedarían las siguientes unidades: el DI-III de las Guardias Valonas, el RI de Voluntarios del Estado, los Guardias de Corps que no habían marchado con Fernando hacia Francia y los Alabarderos, más el destacamento del RA-3 de artillería que custodiaba el Parque de Monteleón y pequeñas representaciones de otros cuerpos. En total en Madrid quedaron unos 4.800 efectivos según plantilla, pero serían muchos menos:

  • 2ª Cía de Reales Guardias de Corps (200).
  • Reales Guardias Alabarderos (100 hombres)
  • BI-I de Guardias Españolas (400).
  • BI-I de Guardias Valonas (400).
  • RI de Voluntarios de Estado (1.008).
  • BIL-I de Voluntarios de Aragón (780).
  • RD del Rey (617).
  • RD Lusitania (670).
  • Cía de Granaderos de Marina (174).
  • 2ª Cía de la 3ª Brigada, Parque de Artillería de Monteleón (18).
  • 4 Compañías de Inválidos (400).
  • Cía de Fusileros Guardabosques Reales (98).

Las fuerzas francesas en Madrid eran unos 28.000 efectivos, estaba mandado por Joaquín Murat, gran duque de Berg y Clevis. Contaba con Auguste Daniel Belliard como jefe de estado mayor, Jean Ambroise La Riboirsière jefe de la artillería, Emmanuel Grouchy jefe comandante de la periferia de Madrid, René François Aubrée comandante de Madrid, Nicolas Godinot comandante del Retiro, las fuerzas estaban distribuidas:

  • Destacamento de la Guardia Imperial con 2.880 efectivos bajo Jean-Marie Dorsenne acampados diversos cuarteles de la ciudad:
    • Fuerzas de infantería: 1.586 en RG-1 (567) (calle de Alcalá), RI de cazadores (474), Bon de Marinos (455) (en el Conde-Duque).
    • Fuerzas de caballería: 1.184 en Gendarmería de Élite (87), RC cazadores (500), RD de la Emperatriz (40), RG a caballo (202), RCL-1 polaco (307), RC-1 lanceros de Berg (148), Escón de Mamelucos (225), EC cazadores baygorrianos (vascos) del duque de Berg (143) se alojaron el del pósito de Recoletos (actual palacio de Linares)
    • Artillería a caballo 52 hombres y tren 57 hombres (en la cuesta de Moyano).
  • CE-III de Observación de las Costas del Océano bajo el mariscal Adrien Jannot con 23.000 efectivos:
    • DI-1/III bajo Louis Musnier de la Converserie estaba acampada en la Casa de Campo:
      • BRI-I/1/III de Villeret con el RIP-1 (regimiento de infantería provisional) (2.088) y RIP-2 (2.183).
      • BRI-II/1/III del príncipe Salm- Isembourg con el RIP-3 (2.188), RIP-4 (2.132), y BIL Westfalia (627).
    • DI-2/III de Jacques Nicolas Gobert:
      • BRI-I/2/III de Lefranc con el RIP-5 (2.095) y RIP-6 (1.851) en el campo del Pardo.
      • BRI-II/2/III de Dufour, con el RIP-7 (1.872) y RIP-8 (1.921) y BI Irlandés (428) en convento San Bernardino (Moncloa).
    • DI-3/III de Antoine Morlot, estaba acampada en el Campo de Chamartín
      • BRI-I/3/III de Lefebvre con el RIP-9 (2.448) y RIP-10 (2.148).
      • BRI-II/3/III de Ruby con el RIP-11 (2.062), RIP-12 (739), BI Prusia (469).
    • DC-/III de Emmanuel Grouchy
      • BRHP de Wathier RHP-1 (597) y RHP-2 (721) acampado en Pinto y Leganés respectivamente.
      • BRDP de Pryvé con: RDP-1 (660) y RDP-2 (872), acampados en el Retiro y Buitrago respectivamente.
    • BRA-III bajo Jean Dominique Bourgeat,
      • Artillería a pie: Bía-22/3 (95); Bía-7/5 (89) y Bía-21/5 (89) acampados en Fuencarral.
      • Artillería a caballo: Bía-7/3 (132) en el Pardo, Bía-7/9 (126) en Pinto.
      • Tren de artillería y obreros: 450 distribuidos entre Fuencarral Pinto y el Pardo
  • CE-II de Observación de Gironda bajo Pierre Dupont de L’Etang con 1.890 efectivos:
    • BRCC-/II de Rigau con 946 efectivos en el RCP-1 (245) y RCP-2 (681) acampados en Carabanchel.
    • BRC-/II de cazadores de Lièvre con 964 efectivos en RCP-1 de cazadores (501) y RCP-2 de cazadores (463) acampada en el Retiro.

En todos los cuarteles españoles había una unidad francesa de la Guardia Imperial de observación para vigilar a los españoles e informar a Murat.

Secuestro de los Reyes en Bayona

Para reducir la resistencia del pueblo español, Bonaparte decide ocultar sus intenciones ofreciéndose a intervenir como mediador en el conflicto sucesorio surgido entre padre e hijo.

Napoleón invitó a Fernando VII que le idolatraba, a dirigirse a Bayona para: concertar un enlace matrimonial ventajoso; concretar los términos de su ayuda, con el fin de instaurar un nuevo modelo de estado moderno similar al francés y acabar con el decadente Antiguo Régimen; y hacerle entrever que los soldados desplegados en España eran sus mejores aliados contra los partidarios de su odiado padre, Carlos IV.

Cuando Fernando llegó a Bayona, fue recibido por el propio Emperador y el famoso diplomático Talleyrand. Bonaparte propuso a Fernando VII que la mejor manera de llevar estabilidad política en España sería que abdicase a favor del Imperio francés, sacrificio a cambio del cual recibiría el reino de Etruria, con un año de su renta económica por adelantado, concediéndole además en matrimonio a una de sus sobrinas.

Fernando VII se mostró reacio, siendo retenido cortésmente en un ambiente suntuoso, incomunicado del mundo exterior por constantes atenciones, agasajado con lujos que le distraían de cualquier pensamiento de cautividad. El gobierno y el pueblo español desconocían estas circunstancias, creyendo que su Rey está retenido contra su voluntad, cuando en realidad tenía su voluntad anulada casi por completo, seducida por fruslerías cortesanas.

Carlos IV fue invitado con la promesa de reencontrarse con su hijo, diciéndole además que su hijo Fernando estaría dispuesto a retractarse de lo sucedido en Aranjuez, deseando entablar negociaciones para devolverle la corona de España a cambio de alguna compensación, lo cual era absolutamente falso.

Carlos IV llegó a Bayona acompañado de su esposa María Luisa, encontrándose con Godoy, recién llegado de Villaviciosa. En cuanto pisó suelo francés, Carlos IV declaró nulos los documentos firmados en Aranjuez, alegando que fueron rubricados en contra de su voluntad y bajo amenazas, culpando a Fernando de usurpar el trono, comunicándole en una carta que sus seguidores, los fernandinos, serían juzgados por rebeldía y traición.

Napoleón descubrió lo profunda que era la fisura de la monarquía española y empezó a concebir un plan para hacerse, al menos legalmente, con el reino de España, presentándose así mismo en principio como mero conciliador.

De momento Carlos IV y su esposa quedaron confinados en Bayona, al igual que su hijo Fernando VII, prisioneros en un ambiente de pomposa ostentación, e incomunicados de cuanto ocurría al sur de los Pirineos.

Levantamiento del Dos de Mayo

Los españoles se iban percatando de que las tropas francesas, excusándose en la invasión Portugal pactada en el Tratado de Fontainebleau en octubre del año anterior, habían ocupado subrepticiamente varias plazas fuertes y ciudades, controlando depósitos de armamento y municiones, dejando al pueblo casi indefenso. Los franceses abusaban de la hospitalidad hispana, tornándose arrogantes, exigentes e incluso autoritarios.

Tras retener a Fernando VII y Carlos IV en Bayona, Napoleón se arrogó el derecho de ceder la corona de España a quien quisiera, concediéndole el apoyo de las tropas que tenía destacadas en la Península.

Hizo creer al pueblo español de que era una situación transitoria, y que fallaría a favor de uno u otro. Pero en realidad pretendía que ambos abdicasen a su favor, pensando en entregarle la corona a uno de sus familiares, para agregar España al Imperio francés como había hecho con otros estados europeos.

Para no dejar libre ningún otro pretendiente que pudiera enfrentarse a sus designios, ordenó secuestrar a los tres infantes de la Casa de Borbón que quedan en España: Antonio, Francisco y la Reina de Etruria, que deberán ser conducidos a Francia lo antes posible. El mariscal Murat, duque de Berg, estaba en Madrid y sería quien organizase la operación.

El ambiente contra los franceses estaba caldeado, del 23 de marzo al 1 de mayo murieron 174 franceses en enfrentamientos con españoles. También fueron muchas las víctimas civiles, hombres y mujeres jóvenes, motivo quizá de muchas de las reyertas, y no menos fueron los duelos entre militares de los ambos ejércitos.

Lucha callejera

Sobre las 07:00 horas comienzan los preparativos del convoy que trasladará a los infantes españoles (Francisco y María Luisa) a Bayona, que consistirá en dos carruajes de lujo escoltados por un escuadrón de caballería al mando de Lagrange. La noticia se conoce pronto en Madrid y los ciudadanos se agolpan desde el amanecer en las inmediaciones del Palacio Real.

A las 09:00 horas, los vecinos congregados ante el Palacio empiezan a increpar a los soldados franceses, bloqueando las puertas e impidiendo el traslado de los infantes de la familia real: “Que nos los llevan” gritaban las fervientes madrileñas.

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Levantamiento del 2 de mayo 1808. Los madrileños frente al Palacio Real tratan de impedir que se lleven a los infantes. Grabado de Tomás López Enguídanos.

En el clamoroso forcejeo con el retén de franceses, que se prolongó una hora y media, los vecinos cortaron las correas que unían los caballos a los carruajes, y un oficial francés se libró de ser linchado por la intervención de otro oficial español y una patrulla francesa.

Pasadas las 10:30 horas, Murat, que residía en el palacio de Grimaldi (antigua residencia de Godoy), cerca del Palacio Real, escuchó la algarabía y envía un BG de la Guardia Imperial con 2 cañones ligeros de campaña que, sin aviso previo, realizaron una descarga de fusilería y metralla sobre la muchedumbre allí congregada. El aterrado gentío huyó de la plaza de Armas, dejando atrás muertos y heridos, dispersándose por todo Madrid vociferando vengativo: “Muerte a los franceses”.

Muchos madrileños se congregaron en la Puerta del Sol portando sables, trabucos, navajas o escopetas de caza, se reunieron en grupos y comenzó una cacería de los franceses que se encontraban en la ciudad, también enfrentándose a los soldados y patrullas de francesas que encontraban.

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Paisanos matando a un jinete francés. Autor Eugenio Lucas Velázquez. Museo de Bellas Artes de Budapest.

Los presos de la Cárcel Real encabezados por Francisco Javier Cayón, pidieron permiso para tomar parte de los acontecimientos bajo palabra de honor de regresar, lucharon en la Plaza Mayor tomando un cañón a los franceses, de los 56 presos voluntarios 54 regresaron, uno murió y otro se dio a la fuga.

En la Puerta del Sol se reunieron 10.000 personas y el gentío se propagó a las calles cercanas de Montera, Arenal, Mayor y Postas, pasó como en la Plaza Mayor, mientras grupos armados con lo que podían, patrullaban los alrededores alertando de presencia francesa.

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Levantamiento del 2 de mayo 1808. Lucha en la Puerta del Sol. Autores Alejandro Blanco y Assensio-José Ribelles y Helip.

Se constituyeron partidas de barrio mandadas por jefes espontáneos; se buscó el aprovisionamiento de armas, ya que en un principio las únicas de que dispusieron eran navajas y algún arma de fuego; y se comprendió la necesidad de impedir la entrada en la ciudad de nuevas tropas francesas, enviando grupos para levantar barricadas para impedir el acceso a los franceses. Algunos se dirigieron al parque de artillería de Monteleón pidiendo armas para defenderse.

A las 10:00 de la mañana, el jefe de escuadrón Armand Lagrange, fue enviado por Murat para valorar la situación.

A las 10:15 horas, un grupo de madrileños mató al soldado francés que montaba guardia ante la puerta del cuartel de San Nicolás. Una temeridad, pues el mariscal Murat disponía en Madrid de unos 28.000 soldados bien armados y adiestrados, mientras los civiles amotinados no superan los 7.000 que actuaban espontáneamente, sin tácticas ni un mando organizado.

El capitán-general de Madrid, Francisco Javier Negrete, concluyó que con todos los soldados españoles de las guarniciones locales, unos 4.000 efectivos, no podía impedir el secuestro de los infantes reales ni ayudar al populacho, tanto por su inferioridad numérica como por la dificultad de ocultarlo a los observadores franceses destacados junto a ellos; ordenando cerrar todos los cuarteles de la villa.

La Junta Suprema de Gobierno, que había sido nombrada por Fernando VII para administrar España durante su ausencia, también se abstuvo de intervenir para evitar males mayores, delatándose para muchos como partidaria de los franceses.

Tras enterarse de que varios franceses habían caído, el mariscal Murat cursó órdenes a todos los acuartelamientos de reprimir la insurrección de forma tajante. Los franceses deberían avanzar en columnas y converger en la Puerta del Sol:

  • Las fuerzas de Pinto y Leganés encabezados por los coraceros entrarían por la Puerta de Toledo y calle Toledo.
  • Las fuerzas de la caballería de la Guardia Imperial encabezados por los mamelucos, seguidos por los polacos y granaderos, avanzarían por las calles de Alcalá y Carrera de San Jerónimo.
  • La DI-1/III de Musnier desde la Casa de Campo por la calle Segovia.
  • Las fuerzas del Retiro encabezadas por los dragones avanzarían por la calle de Atocha.
  • Las fuerzas de Fuencarral y el Pardo avanzaría por las calles Fuencarral y Montera,
  • El BI de Marines avanzaría desde el cuartel del Conde-Duque a Sol
  • La BRI-II/2/III de Dufour avanzaría por la calle ancha de San Bernardo.
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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Plano de los movimientos franceses.

A las 11:30 aparecen las primeras avanzadas de caballería los mamelucos, dragones y jinetes ligeros polacos cargan contra la multitud sin ningún miramiento, los madrileños se refugian en los portales y desde las ventanas continúan la lucha, disparando y arrojando todo lo que tienen a mano contra ellos. Los dragones que avanzaban por la calle de Atocha encontraron resistencia en Antón Martín.

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Levantamiento del 2 de mayo 1808. Carga de los mamelucos. Autor Francisco de Goya.
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Levantamiento del 2 de mayo 1808. Enfrentamiento con los mamelucos. Autor

Sobre las 12:00 horas, la vanguardia de coraceros apareció en la Puerta de Toledo, la cuando cruzaron el arco se encontraron con una barricada y una turba de hombres y mujeres dirigidos por el marqués de Malpica, grande de España. Los españoles se abalanzaron sobre ellos desde todas la direcciones, mientras otros abrían fuego desde los balcones, los sorprendidos jinetes se apelotonaron y intentaron abrirse paso a través de las barricadas o regresar, al apenas poderse mover, muchos coraceros fueron derribados y acuchillados por los paisanos. Detrás llegó el grueso que en formación cerrada, cargo contra los paisanos que huyeron en todas las direcciones dispersándose, los coraceros continuaron avanzando hacia Sol.

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Madrid 2 de mayo 1808. Carga de los coraceros en la puerta de Toledo
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Madrid 2 de mayo 1808. Carga de los coraceros en la puerta de Toledo (A). Es ligeramente distinto al anterior y no sé si el autor es Justo Jimeno.

La infantería de la DI-1/III de Musnier que partió de la Casa de Campo, avanzó por la calle de Segovia se encontró con una barricada en defendida por otro grupo, mientras otros disparaban desde los balcones; los franceses realizaron varias descargas de fusilería y de cañón, y los defensores se dispersaron, los franceses continuaron hacia la Puerta de Sol por la calle Mayor y por la calle de Segovia.

Hacia las 12:00 horas comenzaron a desplegarse las unidades de infantería, apoyadas con artillería. La infantería francesa forma líneas en las calles, barriendo al gentío o ahuyentándolo con descargas cerradas de fusilería y cañonazos de metralla. Los jinetes mamelucos y polacos entran por las bocacalles y cargan contra los madrileños, arrollando a la muchedumbre y dispersándola por completo sobre las 13:00 horas, sumiendo la ciudad acostumbrada al bullicio en un silencio desolador, aunque la lucha continúa en el parque de Monteleón.

Lucha en el Parque de Monteleón

El capitán de artillería Luis Daoiz se encontraba al mando del parque de artillería de Monteleón, con 4 oficiales, 3 suboficiales y 10 soldados como única guarnición. En el cuartel se hallaba un destacamento de 80 soldados franceses enviados por Murat para comprobar que no se fabricara más munición de la habitual.

Por su parte el capitán Pedro Velarde, que era el secretario de la Junta Superior Económica del Cuerpo de Artillería, se dirigió al cuartel de Voluntarios del Estado para buscar refuerzos para el parque de Monteleón. El coronel le asignó la Cía-3/II, con 33 hombres y 2 oficiales, que estaba mandado por el teniente Jacinto Ruiz, que estaba guardando cama por enfermedad, pero al oír las descargas del ejército francés se incorporó a su regimiento, poniéndose a las órdenes del capitán Luis Daoíz.

A las 10:00 horas, unos vecinos apiñados ante el Parque de Artillería de Monteleón suplicaron una vez más armas para defenderse.

El capitán Daoíz y el teniente Ruiz, desobedecieron la orden de la Capitanía General, y engañando a los 80 observadores franceses, haciéndoles creer que eran unas fuerzas más numerosas, arrestaron a los franceses. Tras una tensa conversación entre Daoíz y Velarde, el primero se debatía entre obedecer las órdenes de acuartelarse y las demandas de su compañero de luchar contra los franceses, finalmente optaron por proveer de armas al pueblo y aprestarse a la defensa del parque.

Unas 100 personas entraron en el cuartel. Daoiz asumió el mando de los artilleros con el teniente Gabriel de la Torre y el subteniente Felipe Carpegnas y las baterías, mientras que Velarde se encargaba de armar, instruir y organizar a los civiles en la medida de lo posible.

Los primeros combates de los defensores se realizaron contra una pequeña unidad de tiradores franceses. Estos, al acercarse al enclave español y pedir hablar con el oficial al mando, fueron recibidos a balazos. Los franceses respondieron al fuego y se produjo un tiroteo entre ambos, los tiradores franceses consiguieron alcanzar a algunos de los defensores, entre ellos al teniente Ruiz, de 29 años, que primero fue alcanzado en un brazo y más tarde, gravemente en el pecho. Los franceses recibiendo fuego desde los pisos superiores y se retiraron. Los españoles aprovecharon su ventaja y persiguieron en su carrera a los enemigos gritando consignas contra los soldados imperiales y alabanzas en favor del rey Fernando.

Daoíz aprovechó la retirada de los franceses para ordenar derribar lo que quedaba de los portones. Mandó emplazar 5 cañones (2×8 y 3×4): 2 cañones hacia la calle San Bernardo; otros 2 hacia la calle Fuencarral, y el que quedaba hacia la calle de San Pedro Nueva. Velarde organizó la defensa del parque con unos 120 paisanos y los soldados de infantería, distribuidos en secciones mixtas de soldados y paisanos, al mando de los tenientes de infantería Jacinto Ruiz y José Ontoria, y los alféreces de fragata Juan Van Halen y José Hezeta, que se habían unido a la defensa junto con una partida de paisanos, con la misión de defender las tapias del recinto. También ordenó a las partidas de civiles encomendándoles puntos estratégicos en los pisos superiores de las casas de la vecindad desde donde hostigaban a los franceses, Velarde, con un grupo de soldados y civiles, iba y venía del interior del recinto para apoyar a los cañones cada vez que atacaba el enemigo.

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Defensa del Parque de Monteleón. Autor Joaquín Sorolla.

Sin embargo, esto no fue más que una pequeña escaramuza inicial, Daoíz y Velarde sabían que pronto llegaría el grueso de las tropas y era necesario posicionar a sus hombres.

La situación se complicó cuando hacia las 11:30 horas, llegó la BRI-II/2/III de Lefranc acampada en el Pardo y que había entrado por la puerta de Fuencarral, a la que se habían unido el BIL de Westfalia y una unidad de granaderos de la Guardia Imperial enviados por Napoleón. Lefranc distribuyó tropas para que ataquen por tres puntos, los wesfalianos realizaron un asalto que fue rechazado por la artillería.

Sobre las 12:00 horas, un capitán enviado por la Junta Suprema de Gobierno llegó con una bandera blanca para parlamentar con los defensores. Los franceses detuvieron su ataque al instante, al igual que los españoles, que dejaron sus puestos de fuego. El oficial se dirigió hacia Velarde, e instó a voz en grito a que los defensores abandonaran su propósito y se rindieran. Un capitán francés al mando de una de las columnas, quiso oír la que discutían dos oficiales españoles, y se acercó y al parecer fue seguido por algunos soldados. Los españoles dispararon sus cañones y sus fusiles a quemarropa sobre los franceses, quienes estaban con la guardia baja esperando a que los oficiales acabaran de parlamentar.

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Defensa del parque Monteleón el teniente Ruiz es herido. Autor Daniel Delgado.

En las dos horas siguientes, los infantes alemanes y franceses realizan sendos asaltos infructuosos contra los defensores, sufriendo muchas bajas por disparos y cañonazos. Después llegó el resto de la brigada francesa con la artillería. Murat estaba impaciente y envió al general Joseph Lagrange para vencer la resistencia del parque con tropas de caballería e infantería reforzadas con 4×12 cañones, pero fueron rechazadas nuevamente por la batería de la puerta del parque y las descargas de fusilería de los soldados y los paisanos situados en los muros.

Lagrange llegó a reunir 2.000 infantes para el asalto definitivo al parque. Decidió realizar un ataque simultáneo desde las calles de San Miguel, San José y San Pedro Nueva en tres columnas, con las compañías de granaderos a su cabeza, tiradores selectos franceses habían desalojado a los españoles y disparaban desde los balcones a los defensores. El ataque fue rechazado, y tanto defensores como atacantes sufrieron numerosas bajas. Velarde cayó cuando acudía junto a varios fusileros a reforzar una de las entradas. Daoíz resultó herido en una pierna, el teniente Ruiz recibió otro disparo que le penetró por la espalda y le salió por el pecho, el alférez de marina Van Halen fue herido en el hombro, y numerosos soldados y paisanos estaban muertos o heridos.

En ese momento Claudio-Ana de San Simón, capitán-general del ejército español, que había seguido los combates desde su casa cercana, salió a la calle con su uniforme y ordenó a los franceses detener el fuego.

Cesaron los disparos y gritos, mientras se disipa la humareda el general Lagrange exigió la rendición inmediata de los que aún defendían el parque de artillería, confusos por la situación entregaron las armas y fueron declarados prisioneros los últimos defensores del parque de Monteleón. El general Lagrange sable en mano y apuntando con la punta a Daoíz, le llamó traidor despectivamente en francés. Daoíz que entendía el idioma no toleró el insulto y levantándose del suelo atravesó con su sable al general Lagrange, quien fue retirado por sus ayudantes para sanar las heridas y en la confusión varios granaderos franceses acometieron al capitán español por la espalda y lo traspasan a bayonetazos. Daoíz fue trasladado extremadamente grave a su casa por algunos soldados, donde falleció ese mismo día.

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Defensa del parque de Monteleón y muerte de Daoíz. Autor Manuel Castellano.

Todos los combates en Madrid cesaron sobre las 14:00 horas, el de Monteleón fue el último combate relevante del Levantamiento. Murat dictó poco después un bando de siete artículos, ordenando fusilar a todo aquel que fuese capturado portando un arma.

El cuerpo de Daoíz fue trasladado a su casa, y el de Velarde fue profanado por el enemigo hasta que horas más tarde fue recogido y trasladado primero al cuartel y posteriormente a la iglesia de San Martín, donde fue amortajado con un hábito de San Francisco. Al día siguiente, fue enterrado en el lugar denominado El Jardinillo, dentro del templo, junto a Daoíz.

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Velatorio de Luis Daoíz y Pedro Velarde. Autor José Nin y Tudó. Museo Municipal de Madrid.

Bajas durante los enfrentamientos

Los españoles perdieron en combates unos 171 heridos y unos 420 muertos, entre los fallecidos se contaban: 1 abogado, 1 agente de negocios, 3 clérigos, 2 corredores de vales, 15 funcionarios, 22 individuos sin oficio y con título de don, 5 médicos y cirujanos, 39 militares, 23 servidores de la Casa Real, 6 panaderos, 2 músicos, 75 individuos sin oficio ni título, 2 mendigos, 3 plateros, 12 zapateros, 3 sastres, 1 preso, 57 mujeres y 13 niños.

Una de las muertes fue Manuela Malasaña, una joven modista de 17 años, habría permanecido al abrigo de la lucha en el taller de bordado donde trabajaba, por orden de la dueña del taller y hasta que cesaran los disparos. Pero al regresar a casa y cruzarse con una patrulla de soldados franceses, estos habrían intentado abusar de ella mientras la registraban, y para defenderse habría usado las tijeras propias de su profesión que en ese momento portaba. Otros dicen que simplemente las tijeras fueron descubiertas en el registro, acusada de portar “armas”, siendo ejecutada inmediatamente. Según esta versión Manuela habría muerto después de las 18:00 horas en lo que es la actual plaza del Dos de Mayo.

Su cuerpo fue registrado con el n.º 74 en la relación de 409 víctimas de aquella jornada, documentación que se conserva en los archivos militares y municipales de Madrid. Fue enterrada en el hospital de la Buena Dicha, actual iglesia de la Buena Dicha.

Otra versión dice que participó en la defensa del parque de Monteleón, facilitando pólvora y municiones a su padre, que disparaba contra las tropas francesas. Fue alcanzada por un disparo enemigo. El erudito Carlos Cambronero pone en duda la primera versión al negar que la joven muriera antes que su padre, fundamentado en el hallazgo de un certificado de defunción del padre que documenta que falleció con anterioridad al levantamiento.

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La represión

La tarde del 2 de mayo, Murat firmó un decreto que creó una comisión militar, presidida por el general Grouchy, para sentenciar a muerte a todos cuantos hubiesen sido cogidos con las armas en la mano “Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas”.

El Consejo de Castilla publicó una proclama en la que se declaró ilícita cualquier reunión en sitios públicos y se ordenó la entrega de todas las armas, blancas o de fuego. Los militares españoles colaboraron con Grouchy en la comisión. En estos primeros momentos, las clases pudientes parecieron preferir el triunfo de las armas de Murat antes que el de los patriotas, compuestos únicamente de las clases populares.

Los franceses realizaron arrestos indiscriminados y comenzaron a fusilar a civiles desde las 15:30 horas. En el Paseo del Prado fueron fusiladas 32 personas el mismo día 2 de mayo, otras 11 personas fueron ejecutadas en otros puntos de la ciudad (Cibeles, Recoletos, Puerta de Alcalá y Buen Suceso).

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Represión en el paseo del Prado.
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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Fusilamientos en el paseo del Prado. (1) Real Retiro, (2) fusilamientos, (4) retirada de cuerpos, (5) esperando la hora, (6) detenidos conducidos.

Al día siguiente los franceses fusilaron a 24 personas en la montaña del Príncipe Pío y otros 12 en el Buen Retiro. El pintor Francisco de Goya en su célebre cuadro “Fusilamientos del 3 de mayo” en la Moncloa, otros fusilamientos se dieron en el Prado, el Retiro y en la montaña del Príncipe Pío.

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808. Fusilamientos del 3 de mayo en Príncipe Pío. Autor Francisco de Goya.

El total de los fusilados identificados ascendió a 144, pero podría haber sido más, pues muchos cadáveres no fueron reclamados.

Murat pensaba haber acabado con los ímpetus revolucionarios de los españoles, habiéndoles infundido un miedo pavoroso y garantizando para sí mismo la corona de España. Sin embargo, la sangre derramada inflamó los ánimos de los españoles y dio la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras.

El mismo 2 de mayo por la tarde, el alcalde de Móstoles fue el primer representante popular en llamar al pueblo a las armas contra los franceses: “Españoles, la Patria está en peligro.” Pero Murat haría llegar a Napoleón un preciso informe diciendo que el ejército español era muy reducido, poco armado y precariamente uniformado, lo cual era cierto.

El Emperador se dispuso a dominar militarmente España enviando tropas al mando de los siguientes generales y destinos: Saint-Cyr a Cataluña, Moncey a Valencia, Dupont a Andalucía, Lefebvre y Desnouttes a Zaragoza, Reille a la Mancha, Duhesme cerca de Portugal, donde estaba Junot. Bessiéres asegurará la ruta de Francia hasta Madrid.

Abdicaciones de Bayona (5-10 de mayo de 1808)

Napoleón había planeado hacerse con la corona de España valiéndose de una antigua fórmula legal propia de las monarquías: la abdicación, la cesión contractual de los derechos al trono por parte de quien los ostenta a otra persona, aunque no sea pariente consanguíneo.

El 5 de mayo, sin que Fernando VII se enterase, el Emperador ofreció a Carlos IV una pensión anual de 30 millones de reales y asilo vitalicio en Francia junto a su esposa y su predilecto secretario de estado, Manuel Godoy, a cambio de abdicar el trono en su persona. Carlos IV lo aceptó, presumiblemente amenazado de muerte.

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Abdicación de Bayona 1808. Napoleón obliga a abdicar a Carlos IV y ofrece la corona a Fernando VII.

El 6 de mayo, Napoleón obtuvo de Carlos IV otro documento por el cual toda la familia de la Casa Borbón española renuncia a sus derechos sobre el trono de España.

El 10 de mayo, tras permitir que Fernando VII se enterase de forma sesgada del levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses; el Emperador le ofertó una pensión anual de 4 millones de reales y una residencia de lujo a cambio de abdicar a favor de su padre y nombrar al mariscal Murat como lugarteniente general del reino de España. Burlado, el ambicioso joven firmó.

Napoleón consiguió así el trono de España, pero no cumpliría varias promesas hechas a la depuesta familia real española. Fernando VII, su hermano el infante Carlos María Isidro y su tío Antonio Pascual fueron confinados en el castillo de Valençay desde ese día, disfrutando de fiestas y cacerías durante los siguientes 6 años.

Las Juntas Provinciales

La abdicación del rey Fernando VII en Francia, la creciente presencia militar francesa en España y el levantamiento popular de Madrid sumieron al pueblo español en una gran incertidumbre sobre su futuro. En León, una muchedumbre de ciudadanos tomó las calles, obligando al ayuntamiento a constituir una Junta Provincial como se había hecho en Oviedo, esperando tranquilizar así a los vecinos.

Pero los leoneses seguían preocupados y con los ánimos exaltados. Las autoridades eclesiásticas intervinieron celebrando el 27 de mayo otra reunión en el Palacio Episcopal; creando una institución más relevante, que asegure la paz social así como la independencia y mantenimiento de la administración local al margen de la inestable coyuntura política, constituyéndose tres días después la Junta Suprema de León, a imitación de la que el rey nombrase en Madrid.

Hasta el 31 de mayo en Valladolid y Zamora se produjeron levantamientos, fueron seguidos por un rosario de sublevaciones contra los franceses por toda España, celebrándose juntas provinciales en Oviedo, La Coruña, Badajoz, Sevilla, Murcia, Valencia, Zaragoza.

El 1 de junio, la Junta Suprema se arroga el poder ejecutivo provincial en nombre de Fernando VII, con potestad para el cese y nombramiento de cargos civiles y militares, al margen de los designios de las autoridades designadas desde Francia o por los ocupantes franceses y sus partidarios. La administración centralizada del reino de España iría desapareciendo a medida que se creasen más juntas provinciales, que llegarán a sumar trece.

Las juntas comienzan a actuar por separado, pidiendo ayuda militar a Inglaterra: la de Valencia suplicó que se levantase el bloqueo de Cádiz y Mahón, Mallorca mandaría un emisario a Londres, Murcia pidió un préstamo de millón y medio de pesetas para rearmarse; Granada negoció el desarme de los soldados ante Gibraltar; Sevilla pidió barcos para repatriar el contingente del marqués de la Romana, y la de Asturias comienza a negociar una alianza militar.

Los vallisoletanos, leales partidarios de Fernando VII, salieron a protestar por las calles de la ciudad profiriendo gritos a favor del Rey y en contra del capitán-general de Castilla la Vieja, el general García Cuesta, acusándole de pasividad ante la ocupación francesa.

Los ciudadanos, apoyados por el clero, se concentraron en la plaza Mayor ante el ayuntamiento, donde recibieron el respaldo del consistorio, atreviéndose a exhibir una horca y vociferar amenazas de muerte contra el general si no ordena formar una milicia contra los invasores.

El 2 de junio el general Cuesta creó la primera Junta de Armamento y Defensa española, organismos encargados de gestionar el reclutamiento de tropas y el acaparamiento de armas y abastecimientos con los cuales organizar guarniciones en las poblaciones y unidades militares de campaña. En general se reclutaron varones sanos entre 16 y 40 años.

Esas Juntas de Armamento estarían supeditadas a las Juntas Supremas o Provinciales en los aspectos administrativos y a las Capitanías Generales en los militares; de las cuales habría dos en principio: la del general Palafox en Zaragoza, y la del general Cuesta en Valladolid.

La fuga de los zapadores de Alcalá de Henares (24 de mayo de 1808)

Las noticias del levantamiento popular del 2 de mayo, llegaron rápidamente a Alcalá de Henares, donde solo quedaban algunos restos del regimiento zapadores, además de la Academia; debido a su dedicación en numerosos trabajos por toda la península ibérica y a la disolución de gran parte de las unidades como consecuencia del Tratado de Fontenebleau.

El día 23 de mayo los soldados se mostraron con gran desosiego por las noticias que se estaban recibiendo de la capital, aspecto que los oficiales achacaron al rumor de que se iba a comenzar a recibir el prest (la paga de los soldados franceses) en vez de la habitual. En la mañana siguiente, las dos compañías formaron sus cuadros y fueron visitadas por separado por el coronel Pueyo, quien les transmitió que conocía sus temores y ofreció a todo soldado que así lo quisiera ser destinado a las distintas compañías destacadas en trabajos en la península. La propuesta no fue aceptada por nadie y ambas compañías proclamaron “preferir morir de hambre a comer el rancho costeado por el dinero francés”.

Todo ello provocó que algunos oficiales, alumnos y profesores de la Academia, empezaran a preparar la salida de lo que quedaba de las fuerzas de ingenieros de Alcalá, inicialmente con destino a Cuenca, donde se tenían noticias que había triunfado el levantamiento y consideraban que podrían requerir de su ayuda.

A la hora de la lista de retreta del 24 de mayo, formaron las dos compañías con las armas frente al cuartel; marcharon a casa del coronel donde una comisión de oficiales se reunió con él para comunicarle que ambas compañías marchaban a Cuenca, y pidieron que el coronel marchase con ellas. El coronel Pueyo no desaprobó su decisión, pero decidió no acompañarles.

El coronel inicialmente era contrario a sublevarse contra los franceses; pero el sargento-mayor Julián Albo Helguero junto a los subtenientes Francisco López, José Segovia, Mariano Albo y Salvador Manzanares (los 4 aun alumnos de la Academia); sí se posicionaron a favor de hacerlo y dirigir las dos compañías que restaban en el cuartel (las otras 8 estaban desplegadas desde hacía tiempo en distintas misiones) a Cuenca para liberar la ciudad y servir de ejemplo para el resto de ciudades de España.

A las 00:00 horas del 25 de mayo, iniciaron la marcha todas las compañías con destino a Cuenca. Marcharon en perfecta formación, con los oficiales en sus puestos, la bandera desplegada, batiendo tambores y seguidos de algunos carros y acémilas que llevaban la munición y el resto de armamento, el utillaje y los pertrechos. Durante los días siguientes siguieron su marcha, con la moral en declive por la falta de noticias, hasta el 29 de mayo, cuando les llegó la noticia de la proclama que había dado en Valencia el conde de Cervellón, llamando a las armas para combatir a los franceses. Al día siguiente, ante las noticias de la actitud dudosa de las autoridades de Cuenca, decidieron dirigirse a Valencia.

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Guerra de la Independencia Española 1808. Regimiento Real de Minadores-Zapadores abandonando Alcalá de Henares el 24 de mayo. Autor Augusto Ferrer-Dalmau.

Los zapadores efectuaron su entrada en Valencia el 7 de junio, 14 días después de partir de Alcalá de Henares, recibiendo una calurosa bienvenida por la población de la ciudad. Inmediatamente después se reorganizó en Valencia, al mando del sargento-mayor Veguer, y sobre la base de las dos compañías salidas de Alcalá, el Real Regimiento de Zapadores-Minadores.

Por otra parte, los jefes y oficiales que se quedaron en Alcalá también terminaron por incorporarse a los sublevados el 6 de junio del mismo año. Tras recibir la orden de Joaquín Murat de trasladarse en Madrid; el coronel Manuel Pueyo, antiguo director de la Academia, y 11 jefes y oficiales más que permanecían con él en Alcalá de Henares, se marcharon a Zaragoza, donde tomaron parte en los trabajos de fortificación llevados a cabo durante los dos sitios de la ciudad.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-06-15. Última modificacion 2023-07-09.
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