Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1808) Expedición de Moncey a Valencia 1808

Alzamiento en Valencia

El reino de Valencia era una de las regiones de España de mayor desarrollo industrial. Según Bourgoing, que fue durante mucho tiempo embajador de Francia en España, “la capital y todo el reino de Valencia se distinguían por el trabajo de sus fábricas”. Lo que denomina fábricas son las típicas manufacturas dispersas. La industria más desarrollada era la de tejidos de seda.

En los meses de abril y mayo de 1808, Valencia, y España entera, fue presa de una profunda indignación. En las ciudades comenzaron a surgir sociedades secretas con el fin de preparar la insurrección contra los invasores franceses. Un oficial llamado Moreno creó en el ejército una de estas sociedades, atrayendo a ella a sus amistades. Los hermanos Bertrán de Lis fueron los organizadores de estas sociedades secretas entre la población civil.

Los hermanos Bertrán, que procedían de las capas inferiores de la burguesía urbana, tenían cierto prestigio entre el pueblo. Reclutaron secretamente unas 600 personas, a las que armaron y procuraron dinero. Este era ya un destacamento revolucionario considerable, dispuesto al combate. Cada uno de los que fueron enrolados recibía 8 reales diarios de soldada. Se organizó la fabricación clandestina de cartuchos y otros pertrechos. Pero los Bertrán no se atrevieron a tomar en sus manos la dirección de la Insurrección, y se lanzaron a la búsqueda de un militar que pudiese colocarse al frente de ella.

No solo las masas populares, sino incluso los representantes avanzados de la burguesía tenían tan poca confianza en sus propias fuerzas, que el hecho de que un oficial al que los Bertrán ofrecieron el mando de la insurrección se negara a aceptarlo, estuvo a punto de hacer fracasar la acción.

Pasó bastante tiempo hasta que los Bertrán entraran en contacto con la sociedad creada por Moreno en el ejército. Después de esto, los preparativos de la Insurrección se aceleraron. La noticia de la insurrección de Madrid sirvió de poderoso impulso. Sin embargo, antes de que los jefes de las sociedades secretas terminaran sus preparativos, el movimiento espontáneo vino a precipitar la insurrección. En estos días de zozobra, grupos de gente, sobre todo de artesanos y obreros y de labriegos llegados de la provincia, se aglomeraban continuamente en las calles para comentar los últimos acontecimientos.

El 23 de mayo se conoció en Valencia la noticia de la abdicación de los Borbones, lo que vino a echar leña al fuego de la indignación popular. El pueblo se lanzó a la calle y se dirigió al palacio del capitán-general, el conde de la Conquista, aclamando a Fernando VIl, exigiendo que se negara obediencia a Murat, que se declarase la guerra a Francia y se organizara un ejército para combatir a los franceses. El Conde de la Conquista prometió examinar esta cuestión con el Acuerdo al que convocó inmediatamente. Pero lo que más temían las autoridades era el movimiento popular, y se reunieron, más que nada, para ver la forma de aplastarlo. El pueblo, que esperaba la respuesta, se impacientaba. En ese momento entró en escena Juan Rico, un fraile franciscano, hombre enérgico y decidido, dotado de gran elocuencia. Empezó a persuadir al pueblo congregado en la plaza de Santo Domingo de la necesidad de elegir sus propios representantes.

La sociedad secreta de Bertrán y Moreno, fue probablemente sorprendida por los acontecimientos, pues en esos días no dio señales de vida. No es extraño, pues, que las masas eligieran a Rico, y que este hombre, casualmente elegido por las masas, se transformara en el dirigente del movimiento.

Acompañado de otros representantes allí mismo elegidos, Rico se dirigió inmediatamente a las autoridades pidiendo que se diera satisfacción a las demandas del pueblo. El conde de la Conquista, secundado por los miembros del Acuerdo, respondió como respondían en semejantes casos la mayoría de los capitanes-generales: que hacer la guerra a Napoleón era una locura; que las provincias carecían de tropas y de dinero y Valencia no podía atacar sola; etc. Comenzaron las disputas, y solo cuando Rico esgrimió como amenaza la indignación del pueblo que ocupaba todos los accesos al palacio, el capitán-general cedió; pero solo en apariencia.

Ni que decir tiene que esta Proclama no respondía a las exigencias esenciales del pueblo, por lo que no podía dejarle satisfecho. Cobró fama por entonces el caso siguiente, que demuestra la firme decisión del pueblo a batirse contra los invasores franceses: sin esperar a que terminasen las conversaciones en el Palacio del Capitán-General, un vendedor callejero, Vicente Domenech, se quitó su faja encarnada y la ató a un palo que enarboló junto a un retrato de Fernando; se fue así por las calles arrastrando detrás a la muchedumbre. Al llegar junto a una tienda donde vendían papel timbrado, la multitud irrumpió en el interior, y Domenech, rasgando la esquina de uno de los pliegos donde estaba impreso el símbolo del poder de los franceses, declaró: “Un pobre vendedor declara la guerra a Napoleón. Viva Fernando. Abajo los traidores”. Estas palabras fueron coreadas por la multitud.

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Alzamiento en Valencia 1808. El grito del Palleter. Autor Joaquín Sorolla.

El “Crit del Palleter” (grito del Palleter) declaró la guerra a Napoleón, el padre Rico y los financieros Beltrán de Lis junto al capitán González Moreno del RI Saboya apoyaron la agitación callejera. El Real Acuerdo reunido por el capitán-general conde de la Conquista llamó al alistamiento general para formar un ejército que dirigirá el popular conde de Cervellón antiguo coronel del RI la Corona. El 25 de mayo se formó la Junta Suprema de Valencia, encabezada por el conde de la Conquista, y por medio del cónsul de Dinamarca el británico Pedro Tupper se enviaron cartas a Gibraltar informando de la situación y estableciendo la paz con el Reino Unido.

En la capital valenciana, un canónigo de la catedral llamado Baltasar Calvo asumió el liderazgo de los extremistas antifranceses más fanáticos, y la noche del 5 de junio se apoderó de la fortaleza urbana de la Ciudadela, junto a la Puerta de la Mar, esa noche la turba degolló a 200 partidarios de los franceses que se habían refugiado allí protegidos por la Junta.

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Alzamiento en Valencia 1808. Desmanes de los antifranceses.

A la mañana siguiente, otros 140 franceses que habían sobrevivido protegidos por religiosos, fueron asesinados cuando iban a ser trasladados. El 6 de junio los extremistas controlaban las calles de Valencia, pero al día siguiente fuerzas de la Junta logran capturar a Calvo y desarmar a sus seguidores. La Ciudadela, ocupada por estos, fue tomada con la ayuda de especialistas del BZ-II del regimiento de zapadores-minadores, que habían dejado sus cuarteles en Alcalá de Henares, e incorporados a la rebelión.

El 30 de mayo de 1808 Napoleón ordenó a Murat que hiciera marchar tropas hacia la zona de Valencia para evitar que los ingleses desembarcaran tropas o armamento para fomentar la rebelión de los españoles. Para ello le estableció el siguiente plan:

El mariscal Moncey avanzaría desde Madrid hasta Cuenca con su la DI de Musnier (BRI de Brun con los RIPs 1, 2, y 3; la BRI de Isembourg con el RIP-4 y BIL Wesfalia), la BRC de Wathier (RHs 1 y 2 provisionales), y tres Bías de artillería, que sumaban 7.750 infantes, 800 jinetes, 237 artilleros y 16 cañones. A esta fuerza se sumaría una BRI española de 1.500 hombres y 400 jinetes compuesta por 1 BI de Guardias Españolas, 1 BI de Guardias Valonas y un destacamento de la Guardia de Corps. Las fuerzas españolas no se presentarían, pues decidieron desertar antes que formar parte del ejército francés.

La DI de Chabrán, del Cuerpo de Observación de los Pirineos Orientales del general Duhesmes, con 1.700 efectivos incluidos 800 jinetes y 12 cañones más avanzaría desde Barcelona hasta Tortosa, para situarse a igual distancia de Zaragoza que de Valencia.

Ambas unidades permanecerían a la expectativa de los acontecimientos en Valencia, por su tuviesen que marchar concéntricamente hacia esta ciudad a reprimir la rebelión. El día 4 de junio el mariscal Moncey partió de Madrid.

Marcha del mariscal Moncey hasta Cuenca (4 al 18 de junio)

El día 4 de junio el mariscal Moncey salió de Madrid y pernoctó en Pinto. Su idea era avanzar no por la carretera principal Madrid-Valencia, que discurría al sur del río Júcar pasando por Albacete y el boquete de Almansa; sino por el trayecto de montaña más quebrado y abrupto que discurría al norte del río Júcar y que pasaba por Cuenca y el río Cabriel. Esta decisión se debió a que Moncey preveía que los españoles le irían a interceptar a Almansa, como así ocurrió.

El día 5 llegó a Aranjuez. El día 6 llegó a Santa Cruz de la Zarza. El día 7 llegó a Tarancón y concedió a sus cansadas tropas un día de descanso. Allí recibió inquietantes noticias sobre el alcance de la rebelión española: Cuenca estaba agitada y el correo con Valencia interrumpido.

El 9 de junio, llegó a Carrascosa del Campo. El día 10 llegó a Villar de Horno. Allí los franceses fueron recibidos con hostilidad por parte de los lugareños, que se negaron a aprovisionar a las tropas extranjeras.

El día 11 llegó a Cuenca. Durante el camino las tropas francesas se encontraron con desertores españoles que se dirigían a Valencia. En Cuenca se le anunció a Moncey que los españoles estaban organizándose de Requena. Por ello el mariscal decidió no seguir avanzando y envió despachos al general Chabran, que se suponía en Tortosa, diciéndole que el día 23 esperaba estar con sus tropas en Requena y Chabrán con las suyas en Castellón, para marchar juntas sobre Valencia.

Mientras tanto, las Juntas de Murcia y Levante habían juntado un ejército de unos 37.000 hombres, denominado Ejército de Levante, y formado por las unidades estacionadas en estas provincias, las unidades que habían llegado procedentes de Madrid y del alistamiento general de todos los varones entre 16 y 40 años. Este ejército se puso al mando del teniente-general conde de Cervellón. El plan del teniente-general era enfrentarse al enemigo en Almansa. Lo más extraño es que mantuvo este plan a pesar de las evidencias de que Moncey había cambiado su itinerario para evitar el encuentro con los españoles. Tuvo que ser la Junta de Valencia quien rectificara el despliegue y ordenara la marcha hacia Requena; pero ya era demasiado tarde.

El 2 de junio partió para el río Ebro el mariscal de campo Francisco Salinas al mando del RI del Turia, de nueva creación, con 5 cañones. Su misión era vigilar las fuerzas enemigas estacionadas en Cataluña y promover la rebelión del Principado.

El 5 de junio se desplegaron en el puerto de Almansa 8.024 hombres al mando del mariscal de campo Pedro González de Llamas con misión de bloquear la carretera Madrid-Valencia.

El día 8 de junio, al saberse que Moncey se dirigía a Cuenca, se dispuso que desplegaran Requena 5.166 hombres encuadrados en unidades de nueva creación al mando del mariscal de campo Pedro Adorno, coronel del RI Saboya, para organizar la defensa del desfiladero de Las Cabrillas.

El día 14 de junio, a pesar de las evidencias de que Moncey no avanzaría por la carretera principal, el capitán de fragata José Caro, hermano del marqués de La Romana, salió hacia Almansa al frente del RI de cazadores de Valencia que había organizado. Y lo que es peor, al día siguiente se dirigió a ese lugar el teniente general conde de Cervellón con todo su estado mayor.

Poco después, la Junta de Valencia ordenó que las tropas desplegadas en Almansa se unieran a las de Requena; pero esta orden no pudo cumplirse porque el mariscal González de Llamas había avanzado hacia las Atalayuelas con intención de atacar el flanco derecho y la retaguardia del mariscal Moncey. Tan solo el RI de Murcia y el BI-I/5 suizo Traxler pudieron unirse a las tropas reunidas en Requena.

Mientras tanto, Napoleón estaba impaciente por la lentitud del avance de Moncey y apremiaba constantemente a Murat, el cual envió al general Exelmans con el coronel Lagrange y otros oficiales para imprimir más rapidez a Moncey y con órdenes de tomar el mando de la vanguardia de las fuerzas de éste si fuera necesario. El general Exelmans, creyendo que Moncey había ya salido de Cuenca, se dirigió desde Tarancón a Valverde de Júcar, y el 16 de junio fueron detenidos por una partida de paisanos armados en Saelices y conducidos prisioneros hasta Valencia.

El 16 de junio llegó a Madrid el general Savary, duque de Roviro, a relevar a Murat, enfermo desde hacía varios días de cólico de Madrid, enfermedad producida por el plomo, cobre, azófar y estaño que se utilizaba en la fabricación de vasijas o vidriado de las mismas.

El 17 de junio, el duque de Roviro ordenó a la DI de Frère y la DI de Dupont recién llegada, de sofocar la rebelión en Segovia, que se trasladase a Madridejos para socorrer bien a Vedel, enviado en socorro a Moncey.

En Cataluña la DI Chabrán no pudo avanzar más allá de Tarragona y le fue imposible apoyar a Moncey en su ataque a Valencia; por lo que este mariscal, en vista de la falta de noticias de Chabran, salió de Cuenca la noche del 17 al 18 de junio en dirección a Valencia.

Las unidades regulares españolas debían haberse unido en Cuenca a Mopncey, pero no aparecieron, y el servicio de información militar francés averiguó que se habían unido a los rebeldes.

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Itinerario del mariscal Moncey a Valencia (4 de junio al 9 de julio de 1808). Autor José Luís Arcón, ediciones SIMTAC.

Marcha del mariscal Moncey de Cuenca a Valencia (18 al 28 de junio)

Ante la amenaza que supone la llegada de la expedición de Moncey a Cuenca, la Junta de Valencia delegó el mando de una fuerza de contención, apresuradamente organizada, al mariscal de campo Pedro Adorno, jefe del RI de Saboya. El 15 de junio Adorno llegó a Requena, tomando posiciones en las Hoces del Cabriel, zona de desfiladeros de fácil defensa, distante un centenar de kilómetros de Valencia en dirección oeste. Con unos 4.000 reclutas, la barrera de Adorno corta la ruta secundaria que une Madrid con Valencia, siendo la principal la que pasa por Almansa.

En esta última ruta, a un centenar de kilómetros desde la posición de Adorno en dirección sur, otro general español, Pedro González-Llamas, se disponía a cerrar el paso a los franceses con unos 6.000 soldados, reclutados en Cartagena y Alicante. Para completar estas dos posiciones de resistencia partió de Valencia el teniente-general conde de Cervellón con una pequeña columna de caballería. Su misión era cubrir los flancos de la posición de González-Llamas en Almansa y reclutar milicianos voluntarios en los pueblos de las provincias de Valencia y Alicante próximos a la zona de guerra.

La noche del 17/18 de junio, el mariscal Moncey salió de Cuenca con sus fuerzas, al amparo de la oscuridad, y avanzó hacia Valencia por la ruta de montaña al norte del río Júcar. El día 19 acamparon en Motilla del Palancar. El día 20 entraron en Minglanilla, después de atravesar duros senderos de montaña.

Combate del Puente del Pajazo (21 de junio de 1808)

El mariscal de campo Pedro Adorno había recibido la orden de defender el desfiladero de Las Cabrillas, posición muy ventajosa para contener el avance del mariscal Moncey sobre Valencia. No obstante, el general Adorno se dispuso adelantar la defensa hasta la línea del río Cabriel, que poseía tres puentes en un frente de 14 kilómetros: el de Pajazo sobre la antigua carretera de montaña, el de Contreras 1.200 metros al sur y el de Vadocañas unos 12 kilómetros al sur de este último. A pesar de su decisión, el general Adorno se estableció en Requena, demasiado detrás del Cabriel, en lugar de hacerlo en Caudete, más próximo al río y con mejores comunicaciones sobre los tres puentes. Y lo que parece más increíble: iba mandando unidades a los tres puentes conforme iban llegando, pero sin establecer ningún plan de defensa ni dar ninguna instrucción concreta de actuación.

Tal era la situación la mañana del 21 de junio, cuando las vanguardias de Moncey llegan al puente del Pajazo sobre el río Cabriel procedentes de Minglanilla:

  • Puente del Pajazo: defendido por 3.500 hombres encuadrados en unidades bisoñas de nueva creación, excepto el BI-I/5 suizo de Traxler (890), y un BI de Guardias Españolas huido de Madrid al mando del brigadier José Ignacio Miramón (400). Nada más llegar los franceses a la vista del puente llegaron al mismo un BI de voluntarios de Requena con varios artilleros y zapadores escoltando 4 cañones de grueso calibre enviados por la Junta de Valencia. Don Quintín de Velasco, oficial de ingenieros, construyó con los zapadores a la salida del puente un parapeto tras el cual se asentaron dos cañones apoyados por 2 Cías de suizos de Traxler; en las alturas inmediatas se colocaron las otras 2 piezas apoyadas por el resto del BI Traxler, las Guardias Españolas y los Voluntarios de Requena.
  • Puente de Contreras: era de madera, se había inutilizado y estaba siendo vigilado por unos 300 hombres.
  • Puente de Vadocañas: que daba continuidad a una antigua vía romana estaba defendido por el resto de la división, es decir, unos 4.500 hombres.

El mariscal Moncey llegó y mandó situar dos cañones y un obús en las alturas que se situaban frente a los españoles, desde donde apoyaron con sus disparos el ataque de una columna contra el puente. Los exploradores franceses descubrieron un vado al norte del puente, por lo que se organizó una segunda columna que atravesó el río amenazando el flanco derecho español.

Al comprobar la presencia de tropas francesas en la orilla izquierda, los paisanos fueron presa del pánico y abandonaron sus posiciones en total desorden para buscar refugio en las poblaciones de Villargordo y Caudete. El BI de Guardias Españoles se encontró solo en el campo de batalla por lo que Marimón no tuvo más opción que retirarse. Las 2 Cías desplegadas en apoyo a los dos cañones del puente, se quedaron para proteger la retirada; fueron rodeadas de enemigos, y tras una hora de combate y con solamente 9 bajas entre muertos y heridos, los franceses forzaron el paso, ocasionándoles 20 bajas entre muertos y heridos, una vez rodeados fueron obligaron a rendirse, entregándose 200 hombres.

El resto del BI, con el coronel Traxler a la cabeza, pretendió seguir los pasos de los Guardias Españoles, pero se extraviaron por las montañas al norte de Utiel y Requena; días más tarde fueron sorprendidos por una fuerza francesa, que les obligó a capitular.

El mariscal de campo Adorno se dirigía ese mismo día hacia el puente del Pajazo cuando se encontró en Villagordo con los fugitivos que huían del combate. En vez de retroceder a la posición del desfiladero de Las Cabrillas con el resto de sus fuerzas y organizar allí la defensa; el general Adorno lo dio todo por perdido y se dirigió al puente de Vadocañas, para reunir las tropas allí desplegadas y dirigirse a Jorquera en Albacete, y unirse a la división del general Llamas.

La indigna conducta de Adorno, que propició la llegada de Moncey ante Valencia, motivó un proceso por negligencia a este general, que fue procesado en 1810 acusado de negligencia y condenado con la pena de separación del servicio.

Combate del desfiladero de las Cabrillas (24 de junio de 1808)

Tras su victoria en el combate del puente del Pajazo, Moncey continuó su avance hacia Valencia, si bien su marcha se vio retrasada por lo escabroso y abrupto del camino, de forma que no fue hasta el 23 de junio que alcanzó Utiel. Allí se enteró de que, a pesar de su derrota en el Pajazo y la huida del general Adorno con el resto de su división; los españoles no renunciaban a la defensa del desfiladero de Las Cabrillas, que era único obstáculo que le restaba para desembocar en la planicie valenciana y estaba situada una legua de Buñol.

La posición discurre unos 5 km paralela al curso del río Buñol y penetra en un estrecho desfiladero de un kilómetro de largo situado entre dos elevadas alturas y que se denomina El Portillo. Esa era la posición que la Junta de Valencia había ordenado defender al mariscal de campo Adorno y que, según el propio Moncey, podía haber detenido todo el ejército francés con tan solo 7.000 hombres.

Cuando llegó la noticia de la derrota en El Pajazo, la Junta de Valencia comisionó al padre Rico para valorar la situación, llegando a Siete Aguas en la noche del 23 de junio. Allí encontró unos 200 soldados, algunos artilleros y 3.000 paisanos con pocas armas y menos disciplina. Tras conferenciar con el brigadier Marimón al amanecer del 24 de junio, le otorgó a este el mando con la misión de defender Las Cabrillas a 40 km de Valencia.

Marimón se estableció en defensiva en esa posición con los restos de las Guardias Españolas, una Cía de Saboya y 60 suizos de Traxler, todos ellos soldados veteranos y provenientes de las fuerzas que se retiraron del puente del Pajazo; el RI de Liria, de nueva creación (proveniente de Requena); el BI de cazadores de Fernando VII, de nueva creación (proveniente de Requena), algunos jinetes y 2 cañones y un obús enviados por la Junta de Valencia, que desplegó de la siguiente manera:

  • Al norte del desfiladero: bajo Marimon con el RI de Liria precedido de una Cía de cazadores de Fernando VII desplegada en guerrilla.
  • • En el propio desfiladero: mandado por el comandante Gamindez con 2 cañones y el obús, sostenidos por las fuerzas veteranas (unos 300 hombres) de las Guardias Españolas, la Cía de Saboya y los suizos.
  • Al sur del desfiladero (alturas de La Serretilla): el resto del BI de cazadores de Fernando VII reforzado por una multitud de paisanos sin encuadrar armados de palos, hoces y otras armas improvisadas.

Moncey llegó frente a esta posición el día 24 de julio y organizó tres columnas de ataque:

  • Primera columna, con misión de tomar las alturas del norte del desfiladero defendidas por el RI de Líria.
  • Segunda columna, al mando del jefe de estado mayor de Moncey, general Harispe, formada por las compañías de élite de todos los cuerpos franceses. Esta columna ejercería el esfuerzo principal, y su misión consistió en tomar las alturas del sur del desfiladero, defendidas por el RI de cazadores Fernando VII y los paisanos.
  • Tercera columna: formada por la caballería y 6 cañones, con misión de atacar el mismo centro del desfiladero, es decir, El Portillo, una vez tomadas las alturas del paso.

Una vez comenzado el ataque, los bisoños soldados del RI de Liria se desbandaron a las primeras descargas de fusilería de los franceses, que los persiguieron fácilmente de roca en roca. Igual ocurrió con el RI de cazadores de Fernando VII, de los que aquella noche tan solo llegaron 100 hombres al pueblo de Yátova. Una vez tomadas las alturas del desfiladero con tanta facilidad, los franceses se dedicaron a fusilar sin piedad las fuerzas españolas desplegadas en El Portillo, que además sufrieron la correspondiente carga de los jinetes franceses. Seis oficiales y 96 soldados de esa tropa veterana fueron masacrados en defensa de los cañones y el paso que se les había encomendado defender. El resto fueron hechos prisioneros.

Así acabó este desgraciado combate en el que los españoles sufrieron unos 500 muertos y los franceses solamente 50 bajas entre muertos y heridos.

El día 25 Moncey se detuvo en Venta de Buñol para esperar la llegada de la artillería y aprovechó el momento para enviar un mensaje a la Junta de Valencia exigiendo la entrada libre en la ciudad para evitar más derramamiento de sangre, opción que fue rechazada por la Junta. El tiempo de espera fue aprovechado por los soldados franceses para dedicarse al saqueo de la Venta de Buñol, donde azotaron al párroco de la iglesia y fusilaron al sacerdote que guardaba la ermita, cuyo cadáver fue expuesto junto a los cuerpos de dos cerdos. Moncey ordenó castigar a los responsables, pues había prohibido el saqueo, pero tal episodio evidenciaba la rabia que estaban acumulando sus hombres ante las noticias de la matanza de los franceses de Valencia.

El día 26 los franceses llegaron al este de Chiva, a 17 kilómetros de Valencia. Moncey volvió a enviar un mensaje a Valencia, que de nuevo se negó a capitular sin luchar.

Combate de San Onofre o de Cuarte (27 de junio de 1808)

En Valencia se había dado orden de armar a todo aquel que fuera capaz de empuñar un arma para levantar una nueva fuerza que contuviera a Moncey a la espera del socorro de las tropas de Cervellón. Mientras tanto, el RI de cazadores de Valencia, al mando del coronel Caro había conseguido llegar a la villa de Catarroja el 25 de junio y se incorporaba a la defensa de la ciudad. Ésta había sido encomendada al brigadier Felipe de Saint Marc, que acababa de llegar a Valencia escapado de Madrid, y que pretendía establecer una línea de defensa en la acequia de Mestalla.

Tras conocer que Moncey había atravesado Las Cabrillas, el día 26 de junio retrocedió hasta la ermita de San Onofre, junto a la villa de Quart a 7 km de Valencia. Se inutilizó el puente del camino de Quart, se colocaron obstáculos en sus inmediaciones y se dispusieron 3 cañones para batir la salida del puente. Se contaba con otros 4 cañones, pero no había munición para ellos. Las fuerzas españolas ascendía a unos 8.000 hombres, de los que unos 1.000 eran soldados veteranos y el resto paisanos de reciente alistamiento. Su disposición fue el siguiente:

  • Ala derecha, hasta Manises: al mando del propio brigadier Saint-Marc con un BI del RI Saboya, RI provincial de Soria, una del RI América.
  • Centro: al mando del capitán de fragata José Caro con RI de cazadores de Valencia, los supervivientes de Guardias Españoles, los supervivientes de los suizos del RI Traxler.
  • Ala izquierda, junto a Aldaya: al mando del brigadier Marimón con el RI provincial de Murcia, RI tiradores del Reino, 2 BIs de paisanos del Campo Segorbino.
  • Reserva, detrás del centro: 150 jinetes de la Real Maestranza de Valencia y del RD Numancia.
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Combate de San Onofre (27 de junio de 1808). Plano del combate entre las 14.00 y 16.00 horas. Autor José Luís Arcón, ediciones SIMTAC.

El puente de San Onofre fue cortado y sus accesos obstruidos; para reforzar estos obstáculos se asentaron en las inmediaciones del puente un cañón de a cuatro libras y dos de modelo antiguo.

La columna del mariscal Moncey llegó esta posición la mañana del día 27 de junio. Para forzar el paso recurrió a la misma táctica empleada en el Pazajo y Las Cabrillas: organizar dos columnas de ataque hacia ambas alas mientras su artillería bombardeaba el centro de la línea española.

Una vez comenzado, el combate apenas duró una hora. La suposición del mariscal Moncey se cumplió. Los paisanos que formaban la línea española temieron verse envueltos y acuchillados, por lo que se desbandaron; los soldados veteranos se vieron aislados frente a un enemigo más numeroso y también abandonaron sus posiciones. Los franceses forzaron la posición española y avanzaron hasta Cuart de Poblet, a 2 km de Valencia.

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Combate de San Onofre (27 de junio de 1808). Enfrentamiento entre los jinetes de la Real Maestranza de Caballería de Valencia y jinetes franceses. Tapiz figurativo. Jinetes de la Real Maestranza.

Las tropas del brigadier Saint-Marc se retiraron al interior de la ciudad junto con parte del RI de cazadores de Valencia; si bien al anochecer resolvió abandonar la ciudad para unirse a las fuerzas que había al otro lado del Turia a las órdenes del Tcol Miranda y del conde de Romré. El capitán de fragata Caro se dirigió a Alcira para unirse al ejército del conde de Cervellón junto con el RI de provinciales de Murcia y parte de su RI de cazadores de Valencia. Cervellón acudía desde Almansa con los voluntarios de la milicia que había conseguido reclutar.

A las 24:00 horas del 27 de junio, desde la población de Quart de Poblet, el Mariscal Moncey vuelve a exigir la capitulación de la ciudad. Reunida esa madrugada la Junta de Valencia, presidida por el conde de la Conquista, tras un breve debate en medio de la agitación callejera, le responde por escrito: “Excelentísimo Señor: El pueblo de Valencia prefiere la muerte en su defensa a todo acomodamiento. Así lo ha hecho entender a la Junta, y ésta lo traslada a Vuestra Excelencia para su gobierno.” La suerte estaba echada para la ciudad, se pensó en el estado mayor de Moncey, donde parecía que nada podrían oponer unos resueltos pero ineptos defensores aficionados frente al ataque de las veteranas fuerzas francesas, profesionales y bien equipadas.

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Combate de San Onofre (27 de junio de 1808). Ataque francés.

Batalla de Valencia (28 de junio de 1808)

El espacio que ocupaba la ciudad de Valencia propiamente dicha en 1808 se corresponde con el actual distrito de «Ciutat Vella» (Ciudad Vieja), limitado por grandes vías bien visibles en el centro de la ciudad actual. El viejo cauce del río Turia formaba su límite por el norte; la actual calle de Colón, por el este; la calle de Xátiva constituía otro límite por el sur, y por último la de Guillén de Castro cerraba por el oeste. Estas grandes vías actuales siguen el recorrido del perímetro amurallado medieval, que fue demolido en la década de 1850. Dicho perímetro carecía de valor militar en 1808, pues estaba compuesto por lienzos de muralla altos y delgados, que no resistían los disparos de la artillería. Sin embargo, poseía algunos puntos defendibles en las diversas puertas (portals) de su recinto, dotadas de muros reforzados, torres o estructuras más sólidas que un simple muro vertical.

Con el paso de los años, delante de cada puerta de la muralla, se había ido formando un arrabal, compuesto de infraviviendas, chozas, cobertizos y algunas casas más permanentes; que en algunos casos había desarrollado una incipiente red de callejuelas y caminos, a medio camino entre el espacio urbano y la Huerta. Al resultar indefendibles, la población de estos arrabales extramuros tuvieron de refugiarse tras la muralla. La Valencia de 1808 no había conocido un asedio bélico en toda regla desde época medieval, y apenas contaba con defensas distintas de sus viejas murallas.

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Batalla de Valencia (28 de junio de 1808). Vista de la ciudad en 1850.

La defensa de la ciudad se encargó al Padre Rico, pintoresco personaje que había levantado la ciudad ante las noticias del levantamiento popular del Dos de Mayo y que era el más resuelto a toda resistencia frente a los franceses. De hecho, había participado, bendecido y arengado las tropas españolas que combatieron en el desfiladero de Las Cabrillas. Unos 20.000 paisanos armados se distribuyeron por las puertas, murallas, parapetos, terrazas y campanarios de la ciudad, dispuestos a resistir la embestida francesa a toda costa. Los soldados regulares de la guarnición encuadraron a los civiles en improvisadas unidades.

Todas las puertas de acceso a la ciudad fueron artilladas y sus accesos obstruidos con zanjas, parapetos de tablones y sacos terreros y caballos de frisa, especialmente las puertas de San Vicente, Quarte y San José. Entre estas dos últimas puertas se colocó una batería de cuatro cañones de a ocho y a doce para batir con sus fuegos la aproximación hacia ambas puertas.

El denominado fortín de Santa Catalina, armado a toda prisa con unos pocos cañones, y encargando su defensa a un grupo de soldados, reclutas y milicianos dirigidos por el comandante Manuel de Velasco.

Los soldados regulares de los regimientos de la guarnición encuadraban a una gran masa de civiles apenas armados, aportados por la milicia de Valencia y las de los municipios de los alrededores, apostados en lo alto de la muralla como vigías. El Padre Rico, el conde de la Conquista, el arzobispo Company y otros personajes públicos de Valencia dieron su apoyo a la entusiasta defensa popular y aportaron recursos, locales y fondos para ayudar a sus componentes.

Uno de los últimos preparativos emprendidos por el brigadier Saint March, la noche del 27 al 28 de junio de 1808; consistió en desplegar al amparo de la oscuridad, en el pueblo de Campanar en la orilla norte del río Turia, a poco más de un kilómetro al noroeste de Valencia; a una fuerza mandada por el conde de Romrée y compuesta por un millar de reclutas, voluntarios y soldados regulares.

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Batalla de Valencia (28 de junio de 1808). Despliegue de fuerzas. Autor José Luís Arcón, ediciones SIMTAC

El asalto francés a la ciudad de Valencia se efectuó en cuatro fases y duró unas ocho horas, desde las 11:00 horas del día 28 de junio hasta la caída de la tarde de ese mismo día.

Preparación artillera francesa 11:00 horas

Al amanecer del 28 de junio los cerca de 10.000 soldados franceses del mariscal Moncey llegaron hasta la Cruz de Mislata, a unos 2,5 km al oeste de Valencia, desplegándose para asaltar las murallas de la ciudad, y ocupando el arrabal de Quart. Moncey ordena desplegar los 16 cañones del general Couin entre el convento Nuestra Señora del Socorro y el Jardín Botánico, e inició un bombardeo artillero que dura cerca de tres horas. La artillería francesa batió las defensas de la ciudad entre las puertas de Quarte y San José, lugares escogidos para el asalto de la infantería. No obstante, las defensas valencianas y la superioridad de la artillería española impidieron que los franceses obtuvieran beneficio alguno en sus fuegos de preparación.

Primer asalto francés 14:00 horas

Sobre las 14:00 horas la BRI Brun (RIPs 1, 2 y 3) y la BRI de Isembourg (RIP-4 y BIL Westfalia) ocuparon las posiciones de partida para el ataque, y una hora más tarde comenzaron el ataque precedidos por infantería ligera en guerrilla.

La BRI Brun se dirigió contra el fortín de Santa Catalina, al mando del comandante Velasco y defendido por soldados del RI Soria, voluntarios de Segorbe y milicianos, que logran rechazar el ataque.

La BRI Isembourg se dirigió a la puerta de Quarte, llegando hasta una zanja excavada por la defensa que impedía el acceso a la puerta, siendo recibidos por el fuego de los cañones emplazados en ella y por soldados de las Guardias Españolas, del RI América, Cía de Inválidos Hábiles, que diezmaron a los franceses con fuegos de metralla y fusilería, por lo que se vieron obligados a retirarse tras haber sufrido gran número de bajas.

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Batalla de Valencia (28 de junio de 1808). Defensa de la puerta de Cuarte. Autor Tomás López Enguídanos.

Segundo asalto francés 15:00 horas

Sobre las 15:00 horas, Moncey repitió el ataque, pero tras otra hora de combates; la fuerza del conde de Romrée oculta en Campanar atacó de flanco a los franceses con sus voluntarios del Reino de Valencia, los cazadores voluntarios de Valencia, los voluntarios de Segorbe, los jinetes de la Maestranza de Valencia y los dragones de Numancia. Este inesperado asalto por la retaguardia al dispositivo de asalto obligó a la batería emplazada en el Jardín Botánico a inutilizar sus cañones y escapar a la carrera. Moncey suspendió el asalto y empleó la reserva la BRC de Wathier para rechazar a los hombres de Romrée, que finalmente se replegaron y consiguieron volver al Campanar sin perder la cohesión.

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Batalla de Valencia (27 de junio de 1808). Vista de la batalla. Grabado realizado por Francisco Ribelles.

Tercer ataque francés 17:00 horas

Hacia las 17:00 horas, las fuerzas francesas atacaron por tercera vez Santa Catalina y la puerta de Quarte, y al mismo tiempo por el sur se desata otro bombardeo artillero dirigido contra la puerta de San Vicente (actualmente desaparecida, y ubicada en la actual plaza de San Agustín). La BRI de Brun apoyada por los húsares de la BRC de Whatier, ataca la puerta de San Vicente, defendida por el coronel Bruno Barrera con soldados del RI Saboya y milicianos. Estos consiguieron finalmente rechazar el ataque. A las 20:00 horas al anochecer fueron los envalentonados defensores los que empiezan a hostigar a las fuerzas francesas de asalto, rechazándolas hacia campo abierto. Moncey replegó sus tropas a los pueblos de Mislata y Quarte de Poblet, donde se hacen fuertes para pasar la noche, mientras en Valencia se desata la euforia.

Los héroes más populares y legendarios de la jornada fueron el torero Juan Bautista Moreno «Sabateret» (Zapaterillo) en la defensa de las Torres de Cuarte, y el mesonero Miguel García, vecino de la calle de San Vicente, en las salidas realizadas al anochecer desde la puerta de Ruzafa. Por su exitosa dirección de la defensa, el brigadier Felipe de Saint-March fue ascendido a mariscal de campo (equivalente a general de división). Las cifras oficiales de bajas del Archivo de la Guerra francés registran cerca de 200 muertos entre sus hombres, incluyendo al general Cazals del Cuerpo de Ingenieros. También se registraron unos 500 heridos y la pérdida de parte de la artillería del asalto, anulada por la irrupción de las fuerzas de Romrée en el Jardín Botánico. En el bando español, que combatió protegido tras muros y parapetos, las bajas se estiman por debajo de las francesas, pero no se poseen cifras fiables.

Acudiendo a marchas forzadas desde Almansa por el oeste, los 6.000 efectivos españoles del general González-Llamas ya están en la población de Chiva, a apenas 25 km de Valencia, con la intención de atacar a Moncey por su retaguardia. Este no puede arriesgarse a ser atacado por fuerzas superiores en número, al sumarse el contingente de González-Llamas a los defensores de la ciudad, y al amanecer del 29 de junio de 1808 inicia una retirada apresurada, pero en buen orden, hacia el sur, siguiendo el Camino Real a Madrid.

Retirada francesa (julio y agosto de 1808)

Para ocultar el itinerario de regreso, Moncey se situó en Torrente el día 29 de junio, localidad situada en los dos caminos que podía elegir: el directo a Madrid por Almansa o el que había traído por las montañas. El día 30 de junio, Moncey se dirigió hacia el río Júcar, decidió a retirarse por la carretera de Almansa.

El Camino Real que une Valencia con Madrid estaba pavimentado desde 1761, y saliendo de Valencia cruzaba el río Júcar por Alcira, seguía hacia Játiva y Almansa para continuar hacia Albacete y Madrid. El conde de Cervellón cortó el Camino Real en el Puente de Alcira sobre el río Júcar, a unos 45 al sur de Valencia, con unos 10.000 voluntarios de la milicia y 6 cañones. Unos 15 km río arriba, otros 5.000 voluntarios al mando del general Roca cubrían otro posible punto de paso del río para los franceses, el Azud de Antella, en la cabecera de la Acequia Real del Júcar.

El mariscal Moncey abandonó el Camino Real a la altura de Silla, tomando otro en desuso que sigue la Acequia Real del Júcar, desviándose en Alberique hacia el Azud de Antella, que alcanzó el 1 de julio de 1808. Lanzó un ataque en toda regla sobre los voluntarios de la milicia del general Roca, a los que arrolló, y cerró las compuertas de la Acequia Real en la llamada Casa del Rey. Con ello pretendía que el río Júcar se embalsase inundando sus orillas, impidiendo que el conde de Cervellón pudiera alcanzarlo y logrando de ese modo evitar el cerco de sus tropas.

La misma tarde del 1 de julio, el general González-Llamas llegó al Puente de Alcira por el Camino Real de Madrid, donde tomó contacto con las fuerzas del conde de Cervellón, pero ya era demasiado tarde. El mariscal Moncey había logrado escapar y siguió marchando hacia Almansa y Madrid, su base de operaciones y punto de partida.

En Valencia, el 3 de julio de 1808 el criminal Baltasar Calvo fue juzgado y ejecutado. Ese mismo día el general Saint March partió hacia Cuenca y Zaragoza, y en Alcira el general González-Llamas reorganizaba sus fuerzas. El 5 de julio reanudó su persecución de las fuerzas de Moncey, que continúan su marcha hacia Madrid. Apenas dos semanas después el general Dupont fue vencido en la batalla de Bailén (19 de julio de 1808) por las tropas españolas del general Castaños. Pocos días antes, el 16 de julio, la Junta Suprema de Valencia había emitido un comunicado destinado a todas las Juntas locales de España, solicitando la formación de una Junta Central que en nombre del rey Fernando VII unificase el esfuerzo común contra la invasión francesa. La conocida como Junta Central se constituiría en Aranjuez el 25 de septiembre siguiente.

Ante el inesperado desastre de su doble expedición pacificadora, José I Bonaparte decidió abandonar Madrid y replegarse hacia territorio francés. El 1 de agosto el mariscal Moncey organizó la retaguardia del ejército del rey José y completó la evacuación francesa de la capital española. El general González-Llamas, con el ejército de Valencia y Murcia, llegó a Madrid el 13 de agosto entre aclamaciones, y el 23 de agosto llegó a su vez el General Castaños con el Ejército de Andalucía, aumentando el ambiente de euforia general.

Mientras tanto, el 14 de agosto de 1808 la DI valenciana del general Saint-March tomó contacto con los defensores de Zaragoza, uniéndose a las tropas del general Palafox, que esa misma tarde atacó el dispositivo francés de asedio al verse en superioridad numérica. Las fuerzas francesas del general Verdier levantaron esa misma noche el sitio de Zaragoza y se retiran al amparo de la oscuridad.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-06-16. Última modificacion 2023-06-16.
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