Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1808) Operaciones de Saint-Cyr en Cataluña 1808-09

Antecedentes

Tras el fracaso del asedio de Gerona, los generales franceses Reille y Duhesme mantenían a duras Figueras y Barcelona.

En el mes de agosto tropas de línea españolas provenientes de guarniciones de Mallorca y Menorca desembarcaron en Cataluña para formar un nuevo ejército regular, al mando del marqués de Palacio. Tal era la situación en Cataluña para las tropas francesas.

El 17 de agosto de 1808, el general de DI de Gouvion Saint-Cyr recibió en Boulogne la orden dirigirse a Perpiñán, donde tenían que llegar las tropas provenientes de Italia, bajo el mando de los GDs Souham y Pino. Estas tropas, junto con las que ya estaban en Cataluña, el general Duhesme cercado en Barcelona con 8.000 hombres y el general Reille en la fortaleza de Figueras con 4.000 hombres, formarían el CE-VII de la Grande Armée; que estaba cruzando en ese momento Francia para entrar en España bajo el mando directo de Napoleón. En su visita a París, pidió a Napoleón qué instrucciones específicas que darle, el Emperador le dijo: “La única cosa que os recomiendo, es hacer todos los esfuerzos para conservarme Barcelona: porque si perdiera esta plaza, no la retomaría ni con ochenta mil hombres”.

Combate de Sant Cugat (23 de octubre de 1808)

Para el bloqueo de Barcelona, se dispusieron en poblaciones estratégicamente cercanas a la capital, tropas españolas comandadas por el capitán-general Domingo Traggia, marqués de Palacio y dirigidas por el conde Raimon Caldagués a la derecha del río Llobregat; y 3.710 miqueletes dirigidos por el coronel Milans del Bosch estaban en el río Besós. A estas últimas se le añadieron refuerzos procedentes de Baleares, Granada y Portugal.

Tras varias escaramuzas entre ambos ejércitos, los miqueletes se replegaron al monasterio de San Jerónimo de Murtra en Badalona; desde donde atacaban las avanzadillas francesas de Sant Andreu y la línea del Besós. El general Duhesme decidió organizar un ataque de castigo, formado por dos columnas, la primera bajo el mando del comandante Devaux con 2 BIs, que el 10 d octubre cruzaron el Besós por Montcada, y la segunda del coronel Guery, con 2 BIs y 2 Cías. Los miqueletes huyeron en desorden hacia la Cartuja de Montealegre, de donde también fueron desalojados, dispersándose. Fueron capturados unos 200 prisioneros, 6 cañones de montaña y una gran cantidad de munición, y las bajas fueron 1.000 entre muertos y heridos.

Con los éxitos de los ataques del día anterior sobre los miqueletes, el general Duhesme decidió atacar las líneas de aprovisionamiento en Granollers para impedir un nuevo reagrupamiento. Cuando llegaron, los franceses encuentran que los habitantes habían huido, y se llevaron pan y destruyeron un almacén de fusiles y dos cañones de grueso calibre. Después de hacer una demostración de fuerza sobre los caminos de Vich y Gerona, se retiró el 12 de octubre a Mollet; donde se reunió con una columna encargada de proteger su retirada, bajo el mando del general italiano Milossewitz, unos 1.800 hombres en total, formada por 3 BIs y un pelotón de cazadores italianos. Milossewitz ordena a Devaux que sitúe a sus hombres en Montcada, mientras que él se dirigió a Sant Cugat.

El alcalde de Caldes de Montbui, enterado del movimiento de los franceses, envió un correo urgente al general Caldegués, que estaba en Molins de Rei con sus tropas y un escuadrón de 200 húsares procedentes de Mallorca. El general decidió aprovechar la ocasión y provocar un enfrentamiento por sorpresa. Dividió sus 3.150 hombres en tres columnas y marchó hacia Sant Cugat. Su llegada, el 12 de octubre, se adelantó un poco a la vanguardia francesa, que viendo clara inferioridad, optó por huir. La zona de la capilla fue ocupada por la primera columna y dos piezas de artillería, mientras que las restantes se ocultaban dentro del valle de Vulpalleres.

Cuando se enteraron, los franceses decidieron presentar batalla en toda regla. El grueso principal se dirigió a Sant Domènec, un BI de vélites y 80 soldados de caballería se situaron en la parte alta de villa y un grupo de granaderos se situó en retaguardia en el cementerio de Sant Pere de Octavià.

El general italiano lanzó al ataque el batallón de Vélites, flanqueado por la derecha con el BI napolitano y los cazadores del Príncipe Real, y por la izquierda, el BI italiano. Tras fracasar en su primer intento, envió la caballería para apoderarse de los cañones. Caldegués ordenó a los húsares que realizaron una contracarga contra los cazadores del Príncipe, poniéndoles en fuga; mientras la segunda columna atacaba los granaderos y los vélites.

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Acción en San Cugat del Vallés (12 de octubre de 1808). Autor Giovanni Folo, grabador Antonio Rodríguez.
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Acción en San Cugat del Vallés (12 de octubre de 1808) (A).

Los batallones franceses en ambos flancos se desbandaron, y para proteger el convoy de víveres iniciaron la retirada hacia Montcada. Entonces entró en acción la tercera columna del comandante O’Donovan, empujándolos nuevamente hacia la villa. Para no quedar entre dos fuegos, se dispersaron, huyendo en dirección al Collserola, para reunirse con las fuerzas de Devaux. El resultado fue de 600 bajas francesas contra 8 muertos y 36 heridos españoles.

La derrota en Sant Cugat sirvió para que el general Duhesme acabara con sus intentos de salir de Barcelona para aprovisionarse ante el bloqueo del general Vives y también para que las fuerzas francesas que querían romper el bloqueo desistieran de hacerlo.

Llegada del CE-VII

El CE-VII se componía de tropas de varias naciones y, en gran parte, de nueva formación. Además, Saint-Cyr tuvo que hacer frente de inmediato a problemas de organización y logística; no tenía tiempo que perder para estar preparado cuando el Emperador le ordenara entrar en España.

Las tropas provenientes de Italia comenzaron a llegar a Perpiñán el 14 de septiembre, hasta que entró la última columna con el tren de artillería el 28 de octubre. Los vagones de transportes de víveres y otros para el servicio hubieron de ser requisados en la propia Francia como si hubiera sido un país ocupado, y los conductores de los carros entre los pueblos vecinos. La caballería tuvo que ser enviada a la región del Languedoc después del 12 de octubre a causa de la falta absoluta de forraje para los caballos y la falta de previsión para procurarlo en uno de los departamentos más pequeños de Francia.

Al llegar a Bayona el 1 de noviembre, Napoleón mandó entrar a las tropas en Cataluña del 8 al 10 de noviembre, dando carta blanca a Saint-Cyr y por tanto, dejándolo como responsable único de sus acciones. Sus tropas se componían de reclutas franceses, italianos con algunos años de formación, napolitanos bisoños, genoveses, toscanos, suizos del cantón de Valais y hasta un batallón de tropas del Papa.

Asedio de Rosas (7 de noviembre – 6 de diciembre de 1808)

Llegada de las fuerzas francesas

El primer objetivo de Saint-Cyr era la fortaleza de Rosas, en la costa a 17 km de la frontera. Rosas tenía un excelente puerto que estaba siendo usado por un escuadrón de buques de guerra británicos. Desde allí llevaban a cabo el bloqueo de Barcelona, y le preocupaba que si dejaba a Rosas en manos de los españoles, pudiera usarse como base para atacar su país o sus líneas de suministro. No esperaba que el asedio durara mucho. Rosas era una pequeña ciudad de una sola calle, con una población de solo 1.500 habitantes. Estaba protegida por una fuerte ciudadela al oeste de la ciudad, era de tipo Vauban con forma pentagonal con bastiones en las esquinas y 4 revellines o lunetas que cubrían todos los lados excepto el lado del mar. La ciudadela había sido dañada durante un asedio francés anterior en 1794 y la brecha que se hizo entonces aún no se había reparado.

El fuerte Trinidad de cuatro puntas, situado a 2,5 km de distancia en una elevación de 60 metros, a pie del castillo se hallaba ubicada la batería de San Antonio, una batería de cañones para proteger la bahía con sus fuegos rasantes, con sus bocas de fuego teóricamente orientadas hacia el mar.

Al comienzo del asedio, la guarnición tenía solo 3.000 efectivos, de los cuales la mayoría eran 1 Cía de RI suizo Wimpffen, ½ BIL de Barcelona y 120 artilleros. Más tarde en el asedio, desembarcó un 1 BI del RI Borbón. El resto de la guarnición lo formaban los tercios de miqueletes de Berga (147), Figueras (133), Igualada (475) y Lérida (269). El jefe de ingenieros era el coronel Manuel Lemaur, acompañado por el Tcol de ingenieros don José Torras Pellicer. La guarnición de Rosas no tenía tropas de ingenieros asignadas; por lo que recurrieron al capitán de artillería don Carlos Espinosa y mano de obra auxiliar de infantería y artillería en sus trabajos de recomposición de las obras más urgentes y montaje de las 58 piezas de todos los calibres en los muros de la plaza y sus fuertes.

La guarnición del fuerte de Trinidad la componían 80 soldados españoles y 25 marineros británicos, todos ellos al mando del Tcol Fitz-Gerald.

Los británicos contribuyeron con el buque Excelent (74), reemplazado posteriormente por el Fama (74), 3 tres grandes corbetas, 2 buques bombardas el Meteor y el Lucifer, y para la última parte del asedio el Impérieuse (74), buque insignia de Thomas Cochrane.

Encerrados en Barcelona, estaban los 10.000 efectivos de Duhesme se encontraban en una situación vulnerable, pero el general del Palacio no presionaba con vigor el asedio. En cambio, ordenó a Caldagues mantener una línea de 24 km de largo con 2.000 regulares y de 4.000 a 5.000 miqueletes mientras él permanecía en Tarragona, lejos de la acción. Duhesme enviaba periódicamente fuertes columnas para buscar alimentos y suministros para sus soldados. El 12 de octubre, una columna fue derrotada con rudeza y las salidas finalmente se detuvieron.

Finalmente, el 28 de octubre, la Junta Catalana sustituyó al general del Palacio por el capitán-general Juan-Miguel de Vives y Feliu. El nuevo comandante era un veterano de la guerra de los Pirineos, habiendo mandado el ala izquierda española en la batalla de Boulou en 1794. Vives atacó la línea de avanzada francesa el 6 de noviembre. Después de esto, los españoles permanecieron quietos hasta el 26 de noviembre, cuando la ofensiva de Vives obligó a los franceses a refugiarse detrás de las murallas de Barcelona.

En el otoño de 1808, los 20.031 hombres del ejército de Cataluña estaba organizado en vanguardia, 4 DIs y una reserva:

  • Vanguardia bajo el general de brigada Mariano Álvarez de Castro con 5.500 infantes en 10 BIs y 100 de caballería en 1 EH de RH San Narciso.
  • DI-1 bajo el mariscal de campo Caldagues con 4.528 infantes en 7 BIs, 400 de caballería en 2 EHs de húsares Españoles (220) y 2 ECs de cazadores de Cataluña (180), y 6 cañones servidos por 70 artilleros.
  • DI-2 bajo el mariscal de campo Gregorio Laguna dirigió con 2.076 infantes en 5 BIs; 200 de caballería en 2 EHs de húsares Españoles, y 7 piezas de artillería servidas por 84 artilleros.
  • DI-3 bajo el coronel Gaspar Gómez de la Serna encabezó con 2.458 infantes en 5 BIs.
  • DI-4 bajo el coronel Francisco Milans del Bosch con 3.710 infantes en 4 BIs.
  • Reserva con 777 de infantería, 80 de caballería, y 4 cañones servidos por 48 artilleros.

Las tropas francesas estaban del CE-VII estaban bajo el mando del general de división Laurent Gouvion Saint-Cyr con 42.382 encuadrados en 6 DIs de infantería y 1 DC:

  • DI-1/VII de Joseph Chabran en Barcelona con 6.041 infantes en 8 BIs: RI-2 (1, 610), RI-7 (2, 1.785), RI-16 (1, 789), RI-37 (1, 656), RI-56 (1, 833), RI-93 (1, 792), RI-2 suizo (1, 580).
  • DI-2/VII italiana de Giuseppe Lechi en Barcelona con 4.596 infantes en 6 BIs italianos: RI-2 (1, 740), RI-4 (1, 587), RI-5 (1, 806), RI cazadores (1, 806), RI-1 napolitano (2, 1.944).
  • DI-3/VII de Honoré Charles Reille con 6.612 infantes en 8 Bons y 196 de caballería en 2 ECs:
    • BRI-I/3/VII de Jones con 2.538 infantes en 5 Bons: RIL-23 (1, 442), RI-16 (1, 605), Legión-5 de reserva (1, 625), RI cazadores de Montaña (1, 564), RI Valais (1, 211).
    • BRI-II/3/VII de Guillot con 2.074 infantes en 3 BIs: RI-2 (1, 461), RI-56 (1, 643), RI-113 (1, 746).
    • RC-2 cazadores napolitanos (2, 196).
  • DI-4/VII de Joseph Souham con 7.712 infantes en 9 BIs:
    • BRI-I/4/VII de Vergés con RIL-1 (3).
    • BRI-II/4/VII de Dumoulin con RI-32 (3), RI-67 (3).
  • DI-5/VII italiana de Domenico Pino con 7.910 infantes:
    • BRI-I/5/VII de Mazzuchelli con 3.285 infantes en 4 Bons: RIL-2 (2, 1.497), BI-4 (2, 1.788).
    • BRI-II/5/VII de Balavio con 4.625 infantes en 7 Bons: RIL-1 (2, 1.469), RI-5 (1, 461), RI-6 (2, 1.955), RI-7 (1, 618), Vélites reales (1, 122).
  • DI-6/VII de Louis-François Jean Chabot con 1.988 infantes en 3 BIs: RI de cazadores de los Pirineos Orientales (1), RI-2 napolitano (2).
  • Caballería:
    • BRC-I/-/VII de Jacques Fontane con 1.082 de caballería: RC cazadores Reales (2, 559), RD-7 de Napoleón (2, 523).
    • BRC-II/-/VII de Bertrand Bessières con 925 de caballería RCP-3 (provisional) de coraceros (3, 409) y RCP-3 de cazadores (3, 416)
    • BRC-III/-/VII de François Xavier de Schwarz con 892 de caballería: RC de cazadores Príncipe Real (504), RC-2 napolitano de cazadores (388).
    • RD-24 del coronel Delort (3, 638)

La DI-5/VII de Pino estaba acampada en la Junquera desde su llegada. Fue utilizada para escoltar los convoyes de alimentos enviados a la DI-3/VII Reille, y aquellos de artillería destinados al asedio de Rosas que se almacenaban en Figueras para hacer creer que se iba a reanudar el asedio de Gerona. La DI-4/VII de Souham estaba acampada detrás de los Pirineos, en la orilla izquierda del río Tech, y unas lluvias torrenciales le impidieron su cruce hasta el 5 de diciembre; el desborde del río se unió a las contrariedades que la falta de medios de transporte provocaba.

Saint-Cyr tenía 23.000 hombres a su disposición. Decidió ceder el mando del asedio al general Reille, y le asignó su propia DI-3/VII, la DI-5/VII de Pino y la DI-6/VII de Chabot, mientras él con el resto protegía las fuerzas del asedio.

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Asedio de Rosas (7 de noviembre a 5 de diciembre de 1808). Plano del asedio.

Inicio del asedio de Rosas

Reille llegó a Rosas el 6 de noviembre, y comenzó el aislamiento de la ciudad.

El 8 de noviembre, una densa niebla se posó sobre la tierra y una fuerza de miqueletes aprovechó la oportunidad para atacar la fuerza de cobertura, mientras la guarnición de O’Daly se movía contra el campamento de Reille. Ninguna de estas acciones detuvo la operación de asedio. Ese día, toda la población civil fue evacuada de la ciudad por mar.

Una de las acciones más importantes se verificó el día 12 de noviembre con una salida de los defensores en tres columnas divergentes:

Se ejecutó la salida proyectada, en esta forma: una columna fue a ocupar la altura de Puigrom en la colina de la Trinidad, otra se dirigió al Puig de la Aguilas para observar el barrando y hondonada de la Alseda y otra por el llano hacia la izquierda del manso Mayró para distraer al enemigo. Este después de un fuego muy vivo tuvo que replegarse a la línea que cubría la villa, por la superioridad de los franceses que salieron de los olivares donde estaban emboscados. La segunda consiguió desalojarlos de las alturas de las Aligas, pero el refuerzo que llegó con prontitud al enemigo la obligó a bajar al monte, verificando su retirada con el mejor orden.
La primera permaneció en Puigrom. Al momento que se reparó desde la plaza la emboscada del enemigo en los olivares contiguos a casa Mayró, se hizo un vivo fuego de cañón, mortero y obús, con todas las piezas que podían ofender aquella parte, distinguiéndose en la dirección y prontitud de los fuegos, el subteniente de artillería Salustiano Gerona. El navío y la bombardera ingleses hicieron fuego graneado de cañón, sin parar un instante. Los desertores que se pasaron a la plaza dijeron que el enemigo había tenido más de 200 heridos y bastantes muertos en este día, de manera que hacia Figueras hubieron de organizar un convoy de 40 carros. La pérdida de los sitiados fue de 3 muertos y 36 heridos, entre ellos el mismo Clarós, y el oficial de miqueletes de Igualada
”.

El 15 de noviembre, se incorporó al asedio la DI-5/VII italiana de Pino y la BRC-I/-/VII de Fontane, y se montó un ataque contra el fuerte de la Trinidad. El fracaso del mismo y el número de bajas obtenidas convenció a los franceses de la necesidad de establecer un sitio en toda regla.

Al día siguiente, llegaron los cañones pesados a Rosas. Los trabajos de asedio comenzaron la noche del 18 al 19 de noviembre; una de las tres compañías de zapadores, auxiliada en sus trabajos por un millar de soldados; abrió la primera paralela en una altura situada frente a la cara norte de la ciudadela, a unos 600 metros de la misma, para enlazar el ataque de este con el del fuerte de La Trinidad. En su extremo derecho se construyó una batería de 6 morteros, mientras que en el otro establecían una batería de seis piezas de grueso calibre el 20 de noviembre por la mañana.

Los trabajos se efectuaron bajo los fuegos intermitentes de la defensa, que obligaron al ingeniero francés Sanson proponer extender la línea de circunvalación por su izquierda y abrazar el otro baluarte del frente de ataque. Aceptada su propuesta, la noche del 21 a 22 se terminó la nueva trinchera bajo el fuego enemigo, y se construyó una nueva batería de 4×24.

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Asedio de Rosas y el castillo de Trinidad 1808. Grabado francés.

El general Vives envió al brigadier Alvarez de Castro al mando de una fuerza de unos 5.500 hombres para romper el sitio de Rosas. Pero el intento de cruzar el río Fluviá el día 24 de noviembre y asaltar las posiciones francesas del otro lado del río fueron vanas, y la fuerza de socorro española se retiró. Con ello se desvanecieron las esperanzas de socorro para los sitiados, que vieron además cómo ese mismo día caía en poder del enemigo el reducto de campaña del extremo izquierdo de la población, así como las primeras casas de la villa. A resulta de ello, la noche del 25 al 26 los franceses abrieron una trinchera de 150 metros de longitud a la izquierda de la paralela, a fin de enlazarla con el reducto de campaña recién tomado.

La llegada del nuevo general de ingenieros, Kirgener, hizo cambiar el objetivo de ataque de los franceses, quienes abandonaron el frente Noroeste de la ciudadela y el baluarte de San Andrés por el frente oriental hacia el baluarte de Santa María. Dicho baluarte estaba situado en el extremo derecho de la ciudadela; y en él los franceses habían detectado la existencia de una obra reciente consistente en toneles rellenos de tierra dispuestos para cerrar una antigua brecha abierta por la explosión de un almacén de pólvora ocurrido en el asedio de 1794. De esta manera los franceses unían los trabajos de sitio de la ciudadela con los del fuerte y evitaban un posible desembarco británico.

La noche del 26/27 de noviembre, los franceses realizaron un fuerte asalto contra el atrincheramiento de la población y el rediente (saliente) situado en su mitad. Consiguieron tomarlo a pesar de la fuerte y desesperada defensa de los españoles, de forma que el enemigo llegó las últimas casas del pueblo y hasta unos 140 metros del baluarte sur de la ciudadela.

El día 27 de noviembre, tras una cruenta lucha, los franceses lograron hacerse definitivamente con el control del pueblo, lo que les facilitaba el bombardeo directo con fuego de artillería directamente sobre la Ciudadela y al mismo tiempo sobre los buques ingleses anclados en la bahía que la auxiliaban. El número de heridos en la guarnición mandada por Pedro O’Daly no cesaba de aumentar, teniéndose que mezclar con los combatientes los que aún estaban en pie.

Al día siguiente, el 28 de noviembre, un parlamentario del general Reille se acercó a la plaza con una propuesta de rendición, que tras la oportuna deliberación de toda la comandancia, fue rechazada ese mismo día.

Desde sus posiciones en el pueblo, los tiradores y artilleros franceses impedían cualquier auxilio de los barcos ingleses o la salida de los sitiados por mar, preferentemente para trasladar los heridos a otros puertos cercanos como la Escala, o para recibir suministros tanto de munición como materiales. Gran parte de los esfuerzos de los sitiados en esta fase del asedio iban encaminados a proteger con parapetos y baterías ligeras el baluarte de Santa María, y la cortina entre este y el baluarte de San Andrés.

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Asedio de Rosas (7 de noviembre a 5 de diciembre de 1808). Vista del asedio.

En los días siguientes los franceses aprovecharon este éxito para abrir una segunda paralela al sur de la ciudadela, a unos 300 metros de sus muros. También construyeron 4 nuevas baterías y emplazaron en ellas hasta 9 piezas de grueso calibre,3 obuses y 6 morteros. Una batería de morteros apuntaba al mar y comenzó a bombardear los barcos.

Esta situación peligrosa obligó a los buques británicos a adentrarse una milla y pico de la costa rocosa, demasiado lejos para un efectivo bombardeo de las líneas francesas; solo la fragata Imperieuse (38) de Cochrane permaneció en posición a media milla a sotavento del Castillo. Collingwood se enteró de la situación por el capitán West el 1 de diciembre y despachó refuerzos a Rosas; el Magníficent (74), del capitán George Eyre, se unió a la escuadra de Bennett el 3 de diciembre y la bombarda Lucifer se unió esa tarde. Sin embargo, las naves británicas no podían arriesgarse a acercarse a la orilla por sotavento, y esta pérdida de poder de fuego naval dio a los franceses el control completo de la ciudad y sus alrededores hasta la costa.

Mientras tanto, las 4 piezas de las dos baterías francesas asentadas en el Puig Rom no dejaron de batir el fuerte de Trinidad, de suerte que el 30 de noviembre los franceses realizaron un segundo asalto al fuerte, que fue rechazado, causando grandes entre las tropas atacantes.

Para ese mismo día los franceses habían finalizado el asentamiento de 3 nuevas baterías frente al muro sur de la ciudadela, elegido para el asalto. Una desesperada salida de los defensores efectuada el 2 de diciembre contra las citadas baterías, los efectivos comprendías tropas del RI Borbón, RI Ultonia y miqueletes. Tras la sorpresa inicial conseguida, y un esperanzador avance, los miqueletes situados en la retaguardia de la columna comenzaron a disparar indiscriminadamente sobre los franceses y sobre las tropas propias que tuvieron que ponerse a salvo, frustrando decisivamente la acción.

El ataque se saldó con 45 muertos de los españoles y su regreso a la ciudadela, y no impidió que el 4 de diciembre 25 piezas de 4 baterías dispararan sobre las caras de los baluartes del frente sur, sobre la cortina sur, sobre la brecha del baluarte de Santa María, mientras los morteros lo hacían sobre el interior de la ciudadela.

Tal y como esperaban los ingenieros franceses, la endeble obra de refuerzo de la brecha del baluarte de Santa María se desmoronó bajo los efectos de su artillería. Los franceses iniciaron los trabajos de organización del asalto final por la citada brecha, acercando las trincheras al camino cubierto para minar la contraescarpa y abrir paso hacia el foso, mientras su artillería incrementaba los fuegos sobre la brecha.

A las 20:00 horas del 5 de diciembre, sin esperanza de socorro por parte del ejército español, sin abrigo donde refugiarse del bombardeo del incesante bombardeo, sin provisiones de boca y viendo la imposibilidad de resistir con éxito el inminente asalto, el coronel O´Daly envió un parlamentario para solicitar la capitulación. Habiendo rehusado los franceses las condiciones expuestas por los españoles, el gobernador O´Daly decidió rendirse como prisionero de guerra con toda su guarnición. Ante esta situación, Crochane abandonó el fuerte de La Trinidad e hizo volar el polvorín del mismo, logrando evacuar 180 hombres.

Es de reseñar que en su retirada los cañones de la escuadra británica dispararon contra los soldados españoles mientras estos salían de la ciudadela en calidad de prisioneros de guerra, en uno de los incidentes de guerra más extraños en la historia militar. El incidente está recogido por historiadores españoles, franceses y británicos.

Los franceses hicieron prisionera a toda la guarnición de la ciudadela de Rosas, que sumaba un total de 2.366 hombres entre jefes, oficiales y tropa. Entre ellos se encontraban el coronel Lemaur y el Tcol Torras Pellicer.

Los españoles sufrieron unas de 700 bajas durante los combates, mientras que los franceses habían perdido unos 1.000 hombres y un mes precioso. La situación del suministro dentro de Barcelona se estaba volviendo desesperada.

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Operaciones de Saint-Cyr en Cataluña en diciembre de 1808.

Batalla de Cardedeu o de Llinars (16 de diciembre de 1808)

Antecedentes

Rendido Rosas el 5 de diciembre de 1808, el general Saint-Cyr se apresuró a marchar en auxilio de Barcelona, ya que las cartas de Duhesme decían que estaba en inminente peligro de perderse. El día 8 de diciembre, reunió con unos 15.000 infantes y 1.500 caballos de las DI-5/VII de Pino, DI-4/VII Souham y DI-VII de Chabot, así como la BRC-I/-/VII de Fontaine y el RD-24 de Delort. La DI-III/VII de Reille debía continuar en el Ampurdán encargada de guarnecer las fortalezas de Rosas y Figueras.

El 9 de diciembre, por la mañana, las tropas de Saint-Cyr cruzaron el río Fluvià, desalojaron a los españoles de todas sus posiciones y los empujaron a la orilla derecha del Ter. Los franceses ocuparon la orilla izquierda de este río y, establecen su cuartel general en Medinyà.

Durante toda la jornada del 10 de diciembre, Saint-Cyr maniobró como si pretendiera atacar Gerona, con el objetivo de distraer a las fuerzas de la DI del marqués de Lazán y las de Álvarez de Castro y, engañar al general Vives sobre sus verdaderas intenciones.

El 11 de diciembre, Saint-Cyr envió su artillería y bagajes a Figueras, bajo la custodia de la DI-III/VII de Reille. Cruzó el Ter con su infantería y caballería, y pernoctó en la Bisbal. Al día siguiente proporcionó raciones para 4 días a sus 15.000 infantes y 1.500 jinetes, se deshizo de sus carruajes, llevándose únicamente 50.000 cartuchos a lomo de caballerías y 50 en las cartucheras de cada hombre, y se puso en marcha en dirección al valle de Aro. Joan Clarós con sus miqueletes ocupaban la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, vigilando los posibles movimientos de las tropas francesas, se dieron cuenta de la maniobra y trataron de cerrarle allí el paso, pero fue derrotado por la DI-V/VII de Pino en Calonge. En su paso por Palamós, el CE-VII francés fue hostigado por la artillería de los navíos británicos que patrullaban a lo largo de la costa.

El objetivo de Saint-Cyr no ofrecía la menor duda, romper el sitio de Barcelona, y el general Vives fue informado por Clarós.

El 13 de diciembre, las tropas de Saint-Cyr abandonan sus posiciones en el valle de Aro y se trasladaron a Vidreres, donde pasaron la noche. El general en jefe francés se había colocado entre el grueso del ejército español, que bloqueaba Barcelona y la vanguardia mandada por marqués de Lazán, que a la vez se trasladó a Cassà de la Selva.

Ese mismo día, en Martorell, el general Vives se reunió en consejo de guerra con sus principales jefes, para decidir la estrategia a seguir a la vista de la maniobra de las tropas de Saint-Cyr.

El capitán-general de Cataluña disponía de 36.903 hombres, todos los efectivos del ejército de la Derecha español: 5.780 de guarnición en Gerona y Hostalric, 7.288 en la vanguardia de Lazán y 23.835 destinados al bloqueo de Barcelona. El conde de Caldagués propuso dejar unos 4.000 hombres en el bloqueo de Barcelona, indispensables para contener la guarnición francesa, y el resto marchar contra las fuerzas de Saint-Cyr.

Pero prevaleció la opinión de que era primordial reconquistar la Ciudad Condal y, el general Vives envió las DIs de Milans del Bosch y de Reding al encuentro del CE-VII, la primera por el camino de la costa y la segunda por Granollers. El propio Vives saldría al día siguiente con un refuerzo de 5.000 hombres por el camino de Granollers y el marqués de Lazán recibió la orden de acosar retaguardia francesa hasta que Milans y Reding le atacaran de frente. Unos 12.000 hombres quedaron frente de Barcelona, bajo el mando de Caldagués.

El 14 de diciembre, Saint-Cyr se trasladó a Maçanet de la Selva e, instaló sus tropas en las alturas que dominan la fortaleza de Hostalric. Con satisfacción comprobó que las fuerzas de Vives no le cortaban el paso y, solamente la DI Lazán inquietaba su retaguardia.

Un pastor indicó a Saint-Cyr un camino, que por el norte de Hostalric, rodeaba la fortaleza fuera del alcance de su artillería.

En la madrugada del 15 de diciembre, el CE-VII se puso en marcha por el camino de montaña, con la caballería desmontada. Pase la altura de la fortaleza, la retaguardia fue atacada por la guarnición de Hostalric y somatenes de la comarca, pero fueron rechazados fácilmente.

Por la tarde del mismo día, la DI-5/VII italiana de Pino, que marchaba en vanguardia, se topó de frente en Sant Celoni con 4 BIs de miqueletes de Milans del Bosch, situados en el desfiladero de Trentapases, procedentes de Arenys de Mar. Las tropas de Pino atacan a los BIs de Milans y fueron rechazados a la izquierda del camino, despejando el paso, los miqueletes se contentaron con molestar el paso de las fuerzas francesas, retardando su cruce. Saint-Cyr quería pasar la noche en el puente de la Tordera, pero tuvo que acampar en la llanura al oeste de Llinars.

Ese mismo día, el general Vives abandonó el asedio de Barcelona al frente de una DI de 5.000 hombres y, encontrándose en Granollers con la DI de Reding que tenía unas fuerzas similares y que controlaba la línea hasta Mataró. Al recibir noticia de que las tropas de Saint-Cyr habían cruzado Sant Celoni y Trentapasses, Vives con sus fuerzas, decidió salir de noche en dirección a Cardedeu, encargando a Reding, que con su DI, se reuniera en ese punto, marchando por la carretera de la Roca.

Las dificultades de una marcha nocturna realizada por tropas inexpertas, ralentizó los movimientos de la columna de Vives, que no llegó a Cardedeu hasta las 06:00 horas del 16 de noviembre, no tardando en toparse con las avanzadas de Saint-Cyr, que habían salido a la misma hora de Llinars.

Desarrollo de la batalla

En la madrugada del 16 de diciembre, la situación del CE-VII francés era bastante crítica, tenía en su retaguardia las tropas de Lazán y Clarós. En frente, las de Vives y Reding, y a su izquierda, los tercios de miqueletes de Milans del Bosch. Los efectivos de fuerzas españolas oscila de 8.000 a 15.000, sin contar los 3.320 hombres de Milans que podían caer sobre su flanco izquierdo.

Por su parte, los soldados franceses solo disponían de cartuchos para una hora de combate, y las raciones distribuidas a la salida de la Bisbal, estaban agotadas. La única opción válida, era ganar y abrirse paso o sucumbir.

Consciente de la situación, Saint-Cyr formó todo su CE-VII en una sola columna y advirtió al general Pino, que marchaba en vanguardia, que no desplegara ningún batallón. Era necesario atacar al enemigo de frente en columna y romper el centro del dispositivo español, con rapidez y que no tuvieran tiempo de reaccionar.

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Batalla de Cardedeu o de Llinars (16 de diciembre de 1808). Plano de la batalla.
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Batalla de Cardedeu o de Llinars (16 de diciembre de 1808). Ataque francés. Croquis según Vives.

Vives desplegó su DI en dos líneas, sobre una colina cubierta de pinos, a un kilómetro al este de Cardedeu, que a sus pies corría el torrente de Fou, que desemboca en el arroyo de Mogent. De las 7 piezas de artillería que disponía, 5 las colocó a su derecha, para batir el camino de Llinars y las otras 2 a su izquierda, para apoyar los miqueletes de Vic, que ocupaban esa posición.

La DI de Reding, que llegó poco después por el camino de la Roca, se situó a la derecha, a lo largo del arroyo de Mogent, formando el martillo con las tropas de Vives.

La BRI-I/5/VII de Mazuchelli, que marchaba en vanguardia de la DI-5/VII de Pino, sin obedecer las órdenes de Saint-Cyr, desplegó sus batallones a la izquierda del camino, siendo atacados rápidamente de flanco por Reding, sobre todo por los húsares Españoles del coronel Ibarrola, que desorganizó el RIL-2 italiano, capturando algunos prisioneros.

Saint-Cyr reaccionó rápidamente atacando el ala derecha de Reding con la DI-4/VII de Souham, al mismo tiempo que 2 ECs de la BRC-1/-/VII de Fontane atacaron el ala izquierda española, defendida por los miqueletes de Vic. De este modo Vives se vio atacado por ambos flancos, al enviar inmediatamente refuerzos, debilitó su centro, que fue atacado en masa por el resto de la DI-5/VII de Pino y la BRC-I/-/VII de Fontane y el RD-24.

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Batalla de Cardedeu o de Llinars (16 de diciembre de 1808). Vista de la batalla. Dibujo de Jean-Charles Langlois.

El efecto que el potente y fulminante ataque causó sobre el centro de la línea española, hizo que se derrumbase, provocando la huida en desbandada de los soldados españoles, dejando unos 1.500 prisioneros, entre ellos el brigadier Gamboa, 5 piezas de artillería, y 2 banderas.

El propio Vives, con la retirada hacia Barcelona cortada, huyó por las montañas hacia Mataró, y fue embarcado en la fragata británica Grampian que lo transportó hasta la desembocadura del Llobregat. El general Reding evitó caer prisionero gracias a la velocidad de su caballo, y a que en la altura de Montmeló consiguió reunir una parte de los españoles dispersos; pudiendo retirarse hasta Sant Cugat del Vallés y desde allí ir a Molins de Rei, para reunirse con las tropas de Caldagués, refugiadas detrás de la línea del Llobregat.

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Batalla de Cardedeu o de Llinars (16 de diciembre de 1808). Ataque francés.

Secuelas de la batalla

La batalla había durado una hora y las bajas francesas fueron de unas 500, según el propio Saint-Cyr. Las fuerzas de Milans, a pesar de su proximidad, no entraron en combate, y se retiraron hacia Arenys de Mar. Las fuerzas de Lazán, que seguían la retaguardia del CE-VII, llegaron el 17 de noviembre a Sant Celoni, donde capturaron algunos retrasados, pero fueron rechazados por los BIs de la DI-6/VII de Chabot, que protegía la retaguardia, y finalmente optaron por volver hacia Gerona.

La DI-5/VII de Pino pasó la noche en Ripollet; la DI-4/VII de Souham en Caldes de Montbui y, Saint-Cyr con su cuartel general en Mollet.

El 17 de diciembre, por la mañana, el CE-VII de Saint-Cyr, llegó a Barcelona, estableciendo contacto con la guarnición francesa, rompiendo el bloqueo de la ciudad.

Batalla de Molins de Rey (21 de diciembre de 1808)

Al día siguiente de la batalla de Cardedeu o de Llinárs, Saint-Cyr estableció su cuartel general en San Andrés de Palomar, y el 20 de diciembre, una vez descansadas sus tropas, se adelantó con ellas (las DI-5 de Pino, DI-4 de Souham y DI-6 de Chabot, de su CE-VII, y la DI Chabran, de la guarnición de Barcelona) en total unos 20.000 infantes y 1.500 caballos) a la margen del Llobregat, deseoso de batir de nuevo a los españoles, apoyando la derecha en Molins de Rey, el centro, con el cuartel general en San Feliú, y la izquierda en Cornellá.

Los españoles reunieron 18.000 efectivos (12.000 provenientes de las tropas que el Raimon Caldagués había retirado del bloqueo de Barcelona y 6.000 supervivientes de la batalla de Cardedeu) y 900 caballos para oponerse a los franceses de Saint-Cyr. Se habían establecido en la derecha del río Llobregat en posiciones fortificadas. La izquierda estaba en Pallejá mandada por el mariscal de campo Pedro Cuadrado, para cubrir el vado de Pallejá y el paso por Molins de Rey, por donde se esperaba el principal ataque. La derecha estaba en las alturas de San Vicents dels Horts opuestas a los vados de San Juan Despí y San Feliú, a las órdenes del brigadier Gaspar Gómez de la Serna. Los puestos avanzados a derecha e izquierda estaban en las alturas de Santa Coloma de Cervelló y del Papiol. Teodoro Reding y el conde de Caldagués se mantuvieron cerca de Molins de Rey en los reductos que defendiendo el puente se habían levantado a uno y otro lado de la carretera de Valencia. Vives se encontraba en Villafranca, dedicado, con la Junta de Cataluña, a organizar la defensa del Principado.

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Batalla de Molins de Rey (21 de diciembre de 1808). Plano de la batalla.

Antes del amanecer del 21 de diciembre, la DI-5/VII de Pino cruzaba el río por el vado de San Feliú con la intención de envolver la derecha española; la DI-4/VII de Souham lo hacía por el de San Juan Despí con el intento de atacar el centro; mientras la DI-1/VII de Chabran fijaba la izquierda de Molins de Rey. La acción de las diversas columnas de ataque fue tan rápida, enérgica y simultánea, que tras una débil resistencia la derecha española, fue empujada al centro, y arrolladas enseguida una y otra sobre la izquierda; donde por fortuna Chabran no acometió el paso del puente en el momento oportuno, como tenía previsto, para convertir la derrota de los españoles en un desastre completo; así es que los españoles pudieron ponerse en salvo, aunque en la mayor dispersión, huyendo en distintas direcciones, con lo cual, a pesar de ser perseguidos vivamente por espacio de 15 horas, el número de prisioneros no pasó de 1.200 y de algunos centenares los muertos y heridos.

Vives se presentó en el campo de batalla a las 10:00 horas, a tiempo de presenciar todavía la derrota y disolución completa de lo que quedaba de su ejército. La opinión pública clamó contra él, siendo amenazado de muerte en Tarragona, teniendo que dimitir y entregar el mando al general Reding, que poco tiempo después también sería batido en la batalla de Valls.

Los franceses se extendieron desde Molins de Rey por casi todo el Principado, llegando por la parte de Tarragona hasta el Vendrell, donde se estableció Souham con la DI-4/VII. Chabran siguió por el camino de Lérida hasta Martorell y Esparraguera, frente al Bruch. Chabot se extendió por San Sadurní hasta Igualada, y Pino se situó, con el cuartel general de Saint-Cyr, en Villafranca, mandando destacamentos de sus tropas a Sitges, Villanueva y Geltrú y demás pueblos cercanos a la costa.

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Batalla de Molins de Rey (21 de diciembre de 1808). Vista de la batalla.
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Batalla de Molins de Rey (21 de diciembre de 1808). Al fondo el Puente del Diablo.
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Batalla de Molins de Rey (21 de diciembre de 1808). Coraceros franceses. Autor M. C. Langlois. Fuente El Rincón de Byron.

El brigadier Gaspar Gómez de la Serna fue alcanzado y acuchillado cerca de Villafranca, muriendo en Tarragona a consecuencia de las heridas. Entre los prisioneros se contaron el conde de Caldagues y los coroneles Silva, Bodet, O’Donovan y Desvalls. Se perdió toda la artillería (unas 50 piezas), una bandera y los cuantiosos almacenes que había en Llobregat, Villafranca del Penedés y Sitges.

El general Desveaux, con 800 hombres continuó hasta el monasterio de Montserrat, que tomaron, pero fueron perseguidos por el somatén, que destruyeron el destacamento francés.

Aprovechando la ausencia del ejército francés, en marzo de 1809, los somatenes intentaron bloquear Barcelona de nuevo. El general Desveaux salió de Barcelona el 5 de marzo con infantería, 100 coraceros a caballo, y 2×12 cañones y 2 obuses, en dirección a Molins de Rey, donde los somatenes y miqueletes bloqueaban el puente de Carlos III y estaban apostados en el Ordal, dispersándolos.

Los somatenes mandados por Juan Clarós y Tomás, ayudados por una flota inglesa que bloqueaba el puerto; se reunieron la noche del 7 de marzo en el Pla de Barcelona para atacarla. El grueso del somatén, que tenía que cruzar el río Besòs se encontraron con una riada provocada por una tormenta repentina y les fue imposible la maniobra, mientras Clarós fue perseguido por los franceses.

Batalla de Valls (25 de febrero de 1809)

Reorganización del ejército español en Cataluña

Mientras tanto, a partir de estos últimos días de diciembre y sobre todo a lo largo de las primeras semanas de enero, Reding se puso activo y comenzó a reorganizar el ejército: se había dado órdenes de convocar la leva en el Principado, que no acababa de funcionar muy bien. Muchos de los que se incorporaban como reclutas acababan desertando al poco tiempo, pero poco a poco fue reforzando diferentes regimientos, después llegaron 2 RIs que aún quedaban de las tropas de Granada, llegaron refuerzos desde Mallorca, el RI suizo de Betschart, lo que quedaba también de los húsares Españoles, unos 200 jinetes.

Poco a poco se iba rehaciendo el ejército, recuperó parte de los prisioneros, porque se hizo un pacto de intercambio de prisioneros con Saint-Cyr, recuperando unos 500 hombres, y lo más importante era recuperar a los dispersos: los regimientos que se habían dispersado, unidades, compañías que habían quedado en cuadro, las autoridades locales fueron atrapando prácticamente a los soldados dispersos y los fueron enviando a sus regimientos.

Todo ello hizo que a finales de enero el ejército volviera a estar más o menos organizado de nuevo, y que ya formó una línea en la cordillera dando soporte a los somatenes. Aparte se encontraron que, este ejército era costoso de mantener, lo estaban alimentando los habitantes de la zona, los vecinos, la gente comenzaba a quejarse, no entendían cómo podía ser que había un ejército tan poderoso en la zona con los franceses del otro lado y estuvieran inactivos. Comenzaron a increpar a Reding, y comenzaron a tachar a las tropas de cobardes y de traidores.

Plan de ataque de Reding

Todo esto llevó a que Reding encargase al mariscal de campo José Joaquín Martí, de origen mallorquín, que diseñase un plan de ataque. Lo que inicialmente hizo fue comenzar un plan de guerra de montaña. Básicamente, era evitar los grandes enfrentamientos, y sobre todo atacar al enemigo en pequeñas acciones donde el terreno fuera favorable. Esto también servía para instruir a la tropa, infundir confianza y subir la moral.

El plan comenzaba a funcionar, hicieron retroceder las posiciones adelantadas francesas, recuperaron todo lo que era la cordillera, los hicieron huir de Igualada que había sido ocupado, pero esto no era bastante para la impresión de la población y reclamaban un ataque. Entonces se añadió otro problema: Zaragoza estaba asediada.

En Zaragoza el general Palafox había cometido el error de concentrar todo su ejército dentro de la ciudad, no tenía tropas en el exterior que le pudieran dar apoyo y estaba sufriendo una epidemia de tifus, aparte del asedio. Se temía que si caía Zaragoza, los 40.000 soldados franceses que allí se encontraban, su siguiente paso sería avanzar hacia Lérida, y dirigirse a la zona donde se encontraba Reding. Había prácticamente 20.000 franceses en el Panadés, y también 40.000 por el otro lado. Ello sería un desastre. De hecho, se concibió un plan para desalojar el Principado: dejar solo guarniciones en las principales plazas fuertes y sacar el grueso del ejército para que pudiera combatir en otros frentes.

El plan no se acababa de llevarlo a cabo, y lo que se hizo fue enviar a la DI aragonesa de Lazán, con refuerzos de las tropas del Principado; hacia la zona de Fraga para ayudar en lo que se pudiera a las tropas de Zaragoza e intentar detener a los franceses si vinieran de esa dirección. Entonces Reding tenía claro que cuando Zaragoza cayese, los franceses vendrían hacia él. La única opción era atacar primero a los unos y derrotarlos porque de lo contrario, sería atacado en dos frentes y no podría aguantar.

Esto motivó que Martí hiciese el plan de ataque, de hecho se negó hasta tres veces a hacerlo, pero finalmente lo acabó aceptando. El plan consistía en que el ejército formase una línea a lo largo de la cordillera que comenzaría en la costa, en la zona de Altafulla y Torredembarra y subiendo hacia el Coll de Santa Cristina, hacia Sant Magí de Brufaganya, La Llacuna, Capellades hasta la zona de Montserrat. Con el centro de operaciones en Igualada, donde se situaría al general Juan Bautista de Castro al mando. Eran unos 16.000 hombres desplegados, aparte los somatenes.

La idea era que el grueso avanzase por la zona de Sant Sadurní de Noya, hasta cortar la zona del Coll de l’Ordal y cortar las comunicaciones con Barcelona. Y mientras tanto Reding atacaría por el frente, por la zona del Coll de Santa Cristina y de Torredembarra, con buena parte de la guarnición de Tarragona y las tropas de Castro también atacarían por retaguardia al grueso de las tropas napoleónicas del CE-VII.

Pensaban que así lo podrían destrozar, primero atacando una división y luego la otra, intentando que no se pudieran reunir, y así las podrían eliminar. El plan tenía graves carencias, podía ser que inicialmente funcionase, pero Saint-Cyr no se quedaría de brazos cruzados y si podía desplegar la caballería francesa, muy superior a la española, en las llanuras del Panadés, aquello acabaría siendo un desastre. Aparte había un proyecto de intento de sublevación en Barcelona que le habría de dar apoyo, todo ello lo juntaron en un proyecto que acabó siendo irreal. Pero era lo único que tenían a mano y eso fue a lo que se aferraron.

Saint-Cyr vio los movimientos de tropas españolas y decidió atacar primero. Lo que pretendía era cortar la línea en pedazos, y obligar a Reding a deshacerla para plantar cara, y atrapar el grueso de estas tropas cuando se retirasen y conseguir la batalla decisiva que estaba buscando. Saint-Cyr siempre buscaba la batalla decisiva no solo para derrotar al ejército español, sino hundir moralmente la capacidad de resistencia. Porque había visto que las otras veces los había derrotado, habían huido, se habían rehecho y habían vuelto a plantar cara, cosa que no era habitual en el resto de Europa. Donde las campañas se decidían en batallas decisivas, tras las cuales se acababa todo. En España no regían estas normas, no acababan de aceptar la derrota.

Reacción de Saint-Cyr

El plan de Saint-Cyr era con las DI-5 de Pino, la DI-1 de Chabran y la DI-6 de Chabot para atacar Igualada, en tres columnas.

Se puso en camino el 16 de febrero y por la tarde la primera de esas columnas estaba formada por las DI-6 de Chabot y DI-1 de Chabran chocaron con las avanzadas españolas en Capellades. De hecho delante marchaban los napolitanos que fueron derrotados de una manera impresionante, un desastre total y frenaron el avance de esa columna. La segunda columna la DI-5 de Pino y el mismo Saint-Cyr estaba avanzando por la zona de San Quintín de Mediona para flanquear la zona de Capellades. Y la tercera que la BRI-I/5 de Mazzuchelli avanzaba por La Llacuna y su objetivo era aparecer a las puertas de Igualada, flanqueando completamente el dispositivo español.

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Operaciones militares en Cataluña del 16 al 24 de febrero de 1809.

Al día siguiente de este primer combate, el 17 de febrero por la mañana, las tropas de Chabot y Chabran volvieron a atacar de frente a la guarnición de Capellades, de hecho Castro había ido concentrando a las tropas allí, y las tropas de Pino comenzaron a flanquearlas. Cuando se dieron cuenta de lo que estaban haciendo, retrocedieron y plantaron cara en la siguiente población que era La Pobla de Claramunt. Allí se volvieron a detener, pero la columna de Mazzuchelli ya había atravesado la cordillera y apareció casi a retaguardia de estas posiciones en dirección a Igualada.

Rápidamente Castro se dio cuenta de que estaba a punto de ser rodeado, mandó retroceder a sus hombres hacia Igualada rápidamente, en dirección a Santa Coloma de Queralt, llevándose la artillería. Entonces Saint-Cyr ya había cortado la línea, y entraba en Igualada recuperando los almacenes, y los prisioneros del día anterior. Dejó allí la DI-6 de Chabot y la DI-1 de Chabran, y él al día siguiente se movió con la DI-5 de Pino, siguiendo la sierra hasta Sant Magí de Brufaganya.

Allí estaba el brigadier Iranzo con 4.000 hombres. Le plantaron cara el día 18 con un combate, que consiguió que la mayor parte de estas tropas pudieran huir y como se hacía de noche las tropas de Saint-Cyr tuvieron que detenerse allí. De hecho, mientras iban de camino a Sant Magí de Brufaganya; Saint-Cyr envió una serie de mensajeros a su EM que estaba en Vilafranca y al general Souham que estaba en El Vendrell; con las órdenes que se pusieran en camino hacia el Coll de Santa Cristina, porque su intención era que esas tropas entrasen por el Coll de Santa Cristina, envolvieran la línea por aquel punto y le esperasen en Vilarrodona.

En Vilarrodona se unireron las dos DIs y entraron por el medio del Camp de Tarragona para capturar el grueso del ejército español que estaba retrocediendo y conseguir la batalla decisiva. Pues bien, envió estos mensajeros. Se les hizo de noche en Sant Magí de Brufaganya y al día siguiente siguieron el camino. Se encontraron con la sorpresa de que Iranzo no había huido hacia Tarragona, sino que se había encerrado en el monasterio de Santes Creus. Como Saint-Cyr había de ir por caminos de montaña y no llevaba artillería, se encontraría con el problema de toparse con una fortificación, con 4.000 hombres dentro dispuestos a defenderla. Lo primero que hizo fue un intento de tomarla por sorpresa, y cuando quedó claro que iban a defenderla, dejó una fuerza para bloquear el monasterio.

Iranzo se lo comunicó a Reding mediante un mensajero. Reding ya estaba enterado de la situación, se le había desmontado todo el plan y lo que hizo el día 20 de febrero, fue enviar órdenes a las tropas que estaban en el coll de Santa Cristina para que retrocediesen hacia Valls y a Iranzo para unirse con el RI de suizos de Reding, la caballería y 6 piezas de artillería. Partió de Tarragona el 20, pasó por Valls para recoger a las tropas del coll de Santa Cristina y siguió en dirección a Santa Coloma de Queralt para recoger a los de Iranzo. La intención era llegar a Santa Coloma de Queralt y agrupar a todo el ejército, volviendo a Tarragona o viendo qué hacer según la situación.

Iranzo está cercado el 19 de febrero con Saint-Cyr delante. Saint-Cyr comenzaba a estar preocupado, porque no sabía dónde estaba Reding y no tenía noticias de Souham. Ya habían pasado dos días desde que había enviado las instrucciones a Vilarrodona y no había recibido ninguna noticia. Intranquilo, se puso en marcha con el grueso de sus tropas hacia Vilarrodona. Deja solo un RI italiano controlando Santes Creus y siguió. Al llegar a Vilarrodona se encontró con que allí no había nadie, solo los somatenes disparándoles. Envió un destacamento hacia el Coll de Santa Cristina y allí tampoco había nadie. Siguieron hacia el sur y llegaron a la Bisbal del Panedés y se encontraron con las avanzadas de la DI-4 de Souham que estaban tan tranquilas. Souham no había recibido órdenes. De hecho, esto ponía en evidencia los problemas que tenían de comunicaciones, porque de los cinco mensajeros que envió, ninguno llegó al destino, todos fueron interceptados.

Mientras tanto, la noche del 20 de febrero, las tropas de Iranzo salieron de Santes Creus, sin hacer ruido, sin que los italianos se dieran cuenta, desalojando completamente el monasterio, llevándose las provisiones, municiones y piezas de artillería y consiguieron llegar a reunirse con las tropas de Reding. Y con él continuaron en dirección a Santa Coloma de Queralt.

Marcha a Tarragona

Reding llegó a Santa Coloma uniendo las tropas de Castro, volviendo a tener al ejército reunido. Se enteró de que le habían cortado la línea de comunicaciones al ocupar Valls y entonces, primero quiso atacar Igualada, donde solo estaba la DI-6 de Chabot, porque la DI-1 de Chabran había vuelto hacia el Panadés, pero un consejo de generales le plantearon el volver hacia Tarragona. El siguiente paso era moverse hacia Montblanch y es lo hicieron a lo largo del 23 de febrero. Como Saint-Cyr no tenía duda de las acciones que iba a tomar Reding, el mismo 23 mandó avanzar a la BRI-I/5 de Mazuchelli, y hacer un reconocimiento, alcanzaron la retaguardia de la columna española. Hicieron unos cuantos prisioneros y entonces supieron que se estaban dirigiendo hacia Montblanch.

Saint-Cyr envió órdenes a Souham, para que saliera de Valls y tomase posiciones en el Mas Clariana, por encima de Valls, acampar allí con sus tropas y envió también un destacamento para vigilar la salida del camino del Estret de La Riba, que continuaba hacia Picamoixons. Este destacamento consistía en una Cía del RIL-1 que se instaló allí (cerca del cruce del camino de Valls a Picamoixons, con el camino que, procedente de La Riba y Picamoixons, se dirige al Pont de Goi) un lugar desde donde se puede controlar la zona.

Mientras tanto dio órdenes a las tropas de Pino de que no se movieran de las posiciones que ocupaban también con la intención, detener el avance español, vinieran de donde vinieran.

El día 24 de febrero, Reding convocó un consejo de guerra en Montblanch para decidir el siguiente paso. Reding lo tenía bastante claro, quería una batalla decisiva, pero sus generales no lo tenían tan claro. Creían que lo mejor era intentar volver hacia Tarragona evitando el combate. De hecho, cuando acabó este consejo, se había decidido, más o menos, volverse a poner en camino hacia Tarragona, pero por la tarde llegó José Joaquín Martí, que lo había mandado a Tarragona. Este había llegado por Reus y por el camino de Alcover a La Riba, con lo cual no le habían interceptado los franceses. Había cogido un destacamento del RI de Iberia que estaba en Reus que lo había acompañado, y llegó por la tarde a Montblanch.

Volvieron a hacer otro consejo de generales. Allí, lo que defendió Martí viendo la situación, era coger la artillería y los bagajes, y enviarlos hacia Lérida por carreteras; la infantería y la caballería desmontados subir hacia la sierra de Prades, siguiéndola por su cresta, por caminos de montaña y llegar más o menos a la altura de Reus, entonces bajar hacia el Camp de Tarragona y llegar a Tarragona. Con lo cual se salvaba todo el ejército y se concentrarían en Tarragona, evitando a Saint-Cyr.

Pero esto no acaba de gustar a Reding y al final lo que se acabó decidiendo fue volver hacia Tarragona, pero por la ruta de Picamoixons por el camino que lleva a Constantí, y continuar hacia Tarragona, por la antigua vía romana. No buscar al enemigo, pero si se lo encontraban, presentarían batalla, que de hecho fue lo que ocurrió.

Así a las 19:00 horas el grueso ejército español que estaba en Montblanch se puso en camino con unos 13.600 hombres, prácticamente todos tropas regulares. Reding intentó levantar en armas a los somatenes, pero no le salió bien, eran muy pocos los que le acompañaron y solo 2 tercios de miqueletes, el BI-II de Tarragona (670) y el BI-III de Lérida (675), en total unos 1.345 hombres.

La columna se dividió en tres partes:

  • Vanguardia dirigida por el general Castro, unos 2.100 hombres, con los BGs de granaderos provinciales de Castilla La Nueva (650), el RI Soria (1.000) y los húsares de Granada (450)
  • Centro bajo Reding con el EM, el BI-I suizo de Reding (500), BI suizo de Betschart (500), RI de Almería (2 Cías, 300), RI de Saboya (2, 800), BI-I de Baza (800), y 2 tercios de miqueletes (1.345), destacamentos del RI Guardias Valonas (280) y del RI Guardias Españolas (150) que eran parte de la guarnición de Barcelona que habían huido, RI de Santa Fe (2.300), y el BI-I de cazadores de Antequera (1.100). Caballería con los cazadores de Cataluña (125) y RC Alcántara (50); artillería 8×4 cañones.
  • Retaguardia bajo José Joaquín Martí, con el RH húsares Españoles (250), los Granaderos Provinciales de Castilla La Vieja (650), RI suizo de Wimpffen (500) y el RI Voluntarios de Palma (350), RI Iberia (1.200). Alrededor de unos 3.000 hombres.

Aparte Reding envió un destacamento avanzado por delante de la vanguardia con un oficial de su EM, el comandante Rafael Gasteras con 2 Cías ligeras para reconocer el terreno. Como llevaban la artillería y los bagajes en mulas, pero también había carros, el camino del Estret de La Riba resultó infernal.

Partieron de Montblanch sobre las 19:00 horas, y cuando eran las 05:00 horas, solo la mitad de la columna había cruzado el río Francolí por el puente de Goi, a un par de km al noroeste de Valls, solo habían recorrido unos 8-10 kilómetros. Las tropas pasaban en silencio y comenzaba a clarear a las 05:30 horas.

La vanguardia ya había pasado completamente, la mitad del centro estaba pasando y en ese momento, una Cía francesa del RIL-1, empezó a disparar contra la retaguardia española. Realizaron un par de descargas, creando mucha confusión, porque con la oscuridad no se sabía lo que tenían delante y a continuación se retiraron hacia las afueras de Valls, donde estaba Souham, que había oído los disparos y tocaron generala. Envió inmediatamente correos a Saint-Cyr alertando de que el ejército español, formado por unos 15.000 hombres, según había informado un grupo de prisioneros, marchaba directo hacia la su posición.

La DI 4/VII de Joseph Souham estaba compuesta en ese momento de 5.500 de infantería:

  • BRI-I/4/VII de Bertrand Bessières (hermano del mariscal) con: RIL-1 (3) y RIL-3 (1).
  • BRI-II/4/VII de Jean-Marie Vergés con: RI-42 (3), RI-67 (1), RI-112 (1).
  • RD-24 de Delort (3).

Reding, después de unos momentos de incertidumbre, decidió esperar a que acabasen de pasar todas las tropas, y como no sabía la entidad de lo que se estaba enfrentando; mandó que las tropas se situaran en una elevación a la derecha del camino que conduce a Tarragona, y se situaron formando una línea.

Las tropas españolas continuaron el camino que cruza el río Francolí por el puente de Goi y desplegaron:

  • Ala derecha (vanguardia) se situó en la zona de la carretera de Valls a Alcover a unos 4 km río abajo.
  • Centro (grueso) se situó en la elevación del Serradalt.
  • Ala izquierda (retaguardia) en el actual Polígono de Alcover.

Reding desplegó su artillería, a lo largo de la línea, coloca tres baterías: la principal con 4 piezas de y las otras dos con 2 piezas. Controlando la ladera de las montañas desplegó a los miqueletes y los pocos somatenes que les acompañaban.

Saint-Cyr ordenó a todas sus fuerzas en el campo de Tarragona que se concentraran en la ciudad de Valls: era la su oportunidad de destruir la fuerza de maniobra española en Cataluña. El general francés seguía, al pie de la letra, la estrategia aprendida del Emperador, de mantener las fuerzas esparcidas por un territorio, viviendo a costa de él, pero siempre a una distancia mínima que les permitiera una protección mutua y una rápida concentración.

La indecisión de Reding, que se mantuvo a la defensiva en vez de arrollar a la DI-4 de Souham tuvo deplorables consecuencias. Los franceses tuvieron tiempo de llevar DI-5 italiana de Pino, que se había adelantado hasta Plá de Santa María a 10 km de Vallas; mientras Souham procuraba entretener a los españoles, tiroteando con sus voltigeurs a las fuerzas españolas desde las márgenes opuestas del río Francolí, pero no uso su artillería para evitar que los españoles se replegasen.

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Batalla de Valls (17 de febrero de 1809). Plano del ataque español.

Inicio de los primeros combates

Ante la retirada de las unidades de infantería ligera francesa; Reding pensó que el frente enemigo se estaba hundiendo, y cruzó el río con las unidades del ala izquierda (BI de voluntarios de Palma, RI suizo Wimpfen, granaderos provinciales de Castilla la Vieja y el RH húsares españoles), atacando la derecha de los franceses, que se mantenía a duras penas. Con esta maniobra, buscaba flanquear las líneas enemigas por el norte; pero necesitaba que los franceses no fueran reforzados en ese ala, por lo que ordenó al general Martí que mandaba el ala derecha, atacar el ala izquierda francesa, con RI Granada, granaderos provinciales de Castilla la Nueva y el RH de Granada. Este ataque, sin embargo, fue contenido por los franceses, que cargaron contra el ala derecha española, sorprendida por la resistencia francesa, pasó de atacar a ser atacado, y retrasó sus posiciones, en dirección hacia el río.

Martí, consciente del riesgo de ser flanqueados, ordenó que el resto de las unidades que estaban en el otro lado del río Francolí cruzaran y cargaran contra el centro francés, para evitar una concentración de tropas en su propio flanco.

Así lo hicieron: el RI suizo de Reding, el RI Saboya, un BI-I de Santa Fe, parte del BI de cazadores de Antequera y parte del RH de Granada. La infantería española avanzó en dos poderosas columnas, en apoyo de las unidades que habían cruzado el río en primer lugar. Solo quedaron en la orilla derecha las baterías y una reserva formada por el BI-II de Santa Fe y el resto del BI de cazadores de Antequera.

Los franceses, atacados por el centro, se vieron obligados a contenerse en su flanco derecho. La línea de batalla se estabilizó, pues Reding no había podido flanquear las tropas francesas por ninguno de sus lados. Ante el fracaso del ataque español, Reding planteó a Martí las diferentes opciones a seguir, básicamente: retirarse o continuar el ataque. El general catalán defendió la opción de la retirada, visto que en aquellos momentos, se había perdido el elemento sorpresa, y con la llegada de tropas enemigas de reserva, ya no se podía alcanzar la victoria.

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Batalla de Valls (17 de febrero de 1809). Autor Juan Carlos Langlois.

El camino de retirada sería por Constantino, siguiendo los términos del Rourell y el Morell. Con todo, Reding se mostraba reacio a abandonar el campo de batalla, y no se decidía. Durante las siguientes horas, los españoles intentaron avanzar, pero los franceses, reforzados cada hora para las diversas unidades dispersas por el Campo de Tarragona, opusieron una férrea resistencia.

Desencantado por la falta de progresos, pidió consejo de nuevo a Martí, que reiteró la necesidad de retirarse, el tren de bagajes debía salir sin dilaciones, escoltado por unidades de caballería. Además, propuso enviar mensajeros a la guarnición de Tarragona, que tenía unos 7.000 efectivos, según el general Saint-Cyr; para que destacara una fuerza de 2.500 infantes, 150 jinetes y 2×4 cañones en dirección a Valls, con la intención de atacar a los franceses por su retaguardia, y evitar que el enemigo pudiera iniciar una persecución contra el grueso del ejército en retirada.

Reding aceptó el plan de Martí, y le ordenó que fuera él mismo quien se encargara personalmente de solicitar los refuerzos en Tarragona y dirigiese el ataque de la retaguardia, de manera que, con una ligera escolta, marchó hacia la ciudad. Aquel auxilio no llegaría nunca: el gobernador militar de la ciudad, Juan Smith, se negó a que las tropas de la guarnición abandonaran la plaza, con el argumento que quedaría desprotegida ante la acometida de los franceses.

Las fuerzas españolas iniciaron entonces el repliegue y cruzaron el río ordenadamente. Pero Reding, no continuó la retirada, cambió de parecer al considerar la nueva situación táctica: las fuerzas estaban en la orilla derecha del Francolí, desplegadas en una sólida posición defensiva. Las escarpadas orillas del río, representaban un obstáculo natural de considerable fortaleza; los franceses estaban forzados a cruzar río y trepar hasta la cresta donde se parapetaban los españoles; el puente de Goi era el único lugar donde podía maniobrar la caballería, y estaba en el punto de mira de los mosquetes y los cañones de Reding.

Así pues, el veterano general suizo ordenó a sus tropas que comieran y descansaran, después de haber estado en acción más de 17 horas, por la marcha nocturna y la batalla.

Desarrollo de la batalla

Saint-Cyr actuó con mucho cuidado y, mientras esperaba la llegada de refuerzos, no perdía el tiempo: ordenó que algunas unidades que persiguieran los españoles hasta el río, manteniendo escaramuzas contra la línea española. Los oficiales de su EM reconocían los puntos del terreno por donde sus columnas podrían cruzar el río. Con la llegada de la totalidad de los 6.500 soldados italianos de la DI-5/VII de Domenico Pino con 6.500 infantes en:

  • BRI-I/5/VII de Mazzuchelli con 4 Bons: RIL-2 (2), BI-4 (2).
  • BRI-II/5/VII de Fontane con 5 Bons: RIL-1 (2), RI-6 (2), RI-7 (1).

También llegó la BRC-I/-/VII de Jacques Fontane con el: RC cazadores Reales (2), RD-7 de Napoleón (2), con lo que la fuerza total de Saint-Cyr alcanzó 12.000 de infantería, 1.200 de caballería, y 150 de artillería con 12 cañones.

Saint-Cyr ordenó el ataque general, en una acción totalmente atrevida: formó las unidades de Pino y Souham en 4 columnas de ataque:

  • Columna derecha la BRI-I/4/VII de Bessières con RIL-1 (3), RIL-3 (1) y RD-24 (3) deberían tomar el puente de Roi.
  • Columna centro-derecha la BRI-I/5/VII de Mazzuchelli RIL-2 (2), BI-4 (2).
  • Columna centro-izquierda la BRI-II/5/VII de Fontane con 4 Bons: RIL-1 (2), RI-6 (2) (el RI-7 quedó en reserva).
  • Columna derecha la BRI-II/4/VII de Vergés con 5 BIs: RI-42 (3), RI-67 (1), RI-112 (1).
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Batalla de Valls (17 de febrero de 1809). Plano del ataque francés.

Entre las dos columnas centrales, se situó el RD-7 de Napoleón (2) para que cuando hubiesen tomado el río, cruzarlo por el vado del Molí Nou (Molino Nuevo).

A las 03:30 horas, los cañones franceses abrieron fuego con una potencia demoledora; era la señal para que las columnas de asalto se lanzaran a la conquista de las alturas del otro lado del río.

La infantería ligera francesa avanzaba por delante, empujando a la infantería ligera española que tenía delante, que viéndose abrumada, abandonó la orilla del río y retrocedió hacia la línea del centro español.

Los napoleónicos avanzaban con dificultad: una lluvia de balas y metralla caía sobre las primeras líneas francesas, y lo confirmó el propio Saint-Cyr “lo escarpado del terreno constituía todo un obstáculo formidable, para no retrasar más el avance de las tropas que ascendían por la abrupta pendiente, solamente los tiradores que cubrían las columnas podían responder al fuego enemigo; los otros soldados de las columnas de asalto solo debían avanzar y avanzar, hasta llegar a la línea enemiga”.

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Batalla de Valls (17 de febrero de 1809). Ataque francés.

El general francés confiaba en que, viendo las tropas imperiales cargando sobre ellos, cederían la línea y huirían, tal y como había pasado en las batallas de Cardedeu y de Molins de Rey.

Saint-Cyr estaba convencido de que la fuerza de choque de la columna francesa rompería la línea española: una maniobra poco brillante, pero efectiva. A pesar, de las bajas, los franceses seguían avanzando y subían por las márgenes del río, en el que fueron unos minutos infernales de muerte.

Para reforzar el ataque, Saint-Cyr ordenó al RD-24 que cruzara por el puente de Goi y atacara las posiciones españolas. Los dragones franceses, apoyados por infantería ligera, primero al paso, luego al trote y por último al galope cargaron sable en mano. Los oficiales españoles ordenaron abrir fuego a discreción, pero a pesar de las numerosas bajas, los intrépidos dragones triunfaron en el intento, y cruzaron el puente.

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Batalla de Valls (17 de febrero de 1809). Dragones franceses cargando en el puente de Goi.

Entre las columnas centrales, cargó el RD de Napoleón de forma similar, cruzando el vado y alcanzando la otra orilla.

Finalmente, también la infantería francesa cruzó las orillas del río y la batalla cambió de fisonomía: las tropas imperiales cayeron sobre las sorprendidas líneas de infantería española, que desanimadas por la contundencia del asalto, detuvieron el fuego y empezaron a retirarse. Aunque en algunos puntos los oficiales mantuvieron el orden, en la mayoría de las posiciones los soldados abandonaron la línea y huyeron, mientras los soldados franceses los cargaban. En poco más de 30 minutos los franceses consiguieron la victoria.

El centro estaba desmembrando, y las alas viendo el panorama lo que hicieron fue retroceder. El ala izquierda se dirigió hacia las montañas de Alcover, excepto la caballería que se dirigió a Tarragona, que se retiró prácticamente sin combatir. El ala derecha, la infantería retrocedió también hacia Alcover, pero la caballería protegió la retirada, eran los húsares de Granada del marqués de Campoverde.

El general Teodoro Reding quedó rodeado por la caballería francesa, y tuvo que combatir, espada en mano, con su EM, para poder salir de esa posición; recibió 5 heridas, de las cuales murió al cabo de dos meses, el 16 de marzo de 1809. Otros jefes que quedaron muertos en el campo fueron los Tcols Ramón Armenta y el marqués de Salas; resultó herido el coronel Carlos Briet de Saint-Ellier; y fueron hechos prisioneros el coronel jefe del RC de Santiago, marqués de Castelldosríus; el coronel Manuel Dumont, jefe de Guardias Valonas; el Tcol Manuel Antúnez, jefe de Guardias Españolas, y tres ayudantes del general en jefe.

Secuelas de la batalla

Perdida la batalla, se inició la persecución por caminos, barrancos y bosques de la zona, entre la caballería imperial y los infantes españoles, que abandonaron armas, equipos, cañones y bagajes.

La llegada de la noche, restó efectividad a la persecución de la caballería imperial, y así, muchos soldados pudieran escapar por cultivos de la llanura del campo, y llegar hasta Tarragona.

El ejército de Cataluña perdió más de 3.000 hombres, entre muertos, heridos y prisioneros; todos los cañones cayeron en manos enemigas, así como muchas armas, munición y bagajes. Las bajas francesas se estiman en unos 1.000 hombres.

Saint-Cyr ordenó ocupar Alcover, y sus tropas avanzar hasta Reus, donde entraron sin lucha. Libres de ninguna fuerza operativa enemiga que pudiera inquietar, los franceses iniciaron el bloqueo de Tarragona, pero la tuvieron que abandonar al poco el continuo acoso de los miqueletes y guerrilleros que amenazaban sus líneas de comunicación, y por no disponer de material de sitio, ni víveres. El 20 de marzo se retiraron hacia Barcelona, volverían para conquistar Tarragona. Sin embargo, los franceses se sintieron orgullosos de la batalla de Valls, y la inscribieron en el famoso Arco de Triunfo de París.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-06-18. Última modificacion 2023-06-18.
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Comentarios:

  1. Marc dijo el 2024/03/27 a las 10:10 am

    Buenos días, estoy realizando un trabajo sobre este tema y me gustaría saber que bibliografía me podrían recomendar. Gracias.

    1. arre caballo dijo el 2024/04/06 a las 10:51 am

      En español encontre poco, busa en Internet «The Peninsular War» y encontrarás libros interesantes.

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