Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1810) Expedición francesa a Andalucía principios de 1810

Antecedentes

Tras la derrota del último gran ejército español en la batalla de Ocaña, el rey José Bonaparte, deseoso de hacer méritos ante Napoleón y hacer efectivo su reinado en España, ordenó la invasión de Andalucía.

La ocupación de Andalucía había sido planificada por el mariscal Soult. Las tropas que intervendrán sumarían 55.000 hombres, compuesto de los CE-I de Víctor, CE-IV de Sebastiani y CE-V de Morthier; el CE-II de Reynier quedó emplazado a la defensiva junto al Tajo, en precaución de las maniobras de los ingleses de Wellington.

Se elaboraron dos planes para la invasión. El primero era más cauteloso y más acorde con las estrictas reglas de la estrategia. El segundo era más atrevido y prometía resultados más inmediatos. Según el primer plan, el Rey debía concentrar su principal ejército en La Mancha y amenazar los pasos, mientras dos grandes columnas de flanqueo llevaban a cabo la conquista preliminar de Extremadura y Valencia. Mortier marcharía con el CE-V y el CE-II sobre Badajoz, aplastaría Alburquerque y ocuparía el valle del Guadiana. Simultáneamente, Suchet con el CE-III avanzaría desde Aragón a Valencia con el grueso de su cuerpo, mientras que su lugar en Zaragoza lo ocuparía una gran fuerza extraída de los refuerzos recién llegados de Francia. Solo cuando Badajoz y Valencia hubieran caído, y Suchet y Mortier avanzarían por ambos flancos, mientras el Rey marcharía contra Sevilla. El punto débil del plan era que tanto Badajoz como Valencia podrían oponer una larga resistencia. Si sus guarniciones luchaban como las de Gerona, el avance central sobre Andalucía podía retrasarse por tiempo indefinido.

El segundo plan, que fue el que se adoptó, era dejar solo al CE-II para vigilar Alburquerque y Extremadura, para ordenar a Suchet que avanzara contra Valencia, pero el cuerpo principal se dirigiría de frente a Sevilla, sin esperar a que se completaran las operaciones extremeña o valenciana. En el borrador original de esta campaña, casi todo el ejército del Rey, debía concentrarse en Almadén y Ciudad Real, y desde allí golpear directamente en Córdoba, por los difíciles y poco transitados pasos de la central Sierra Morena.

Mientras tanto, Sebastiani, con no más de una DI y los dragones de Milhaud, debía hacer un ataque demostrativo frente a La Carolina, a lo largo de la línea de la carretera de Madrid, para distraer la atención de los españoles. Desde el punto de ataque real, más de 50.000 hombres iban a descender súbitamente sobre Córdoba, para que todo el CE-I y el CE-V, la DI de Reserva de Dessolles, la Guardia del Rey y los dragones de Latour-Maubourg; marcharan en masa por la ruta inesperada a través de Almadén, Villanueva de la Jara y Adamuz. El centro español sin duda sería roto, y era probable que Córdoba y Sevilla serían tomadas.

El plan, admirable desde el punto de vista de la estrategia, tuvo que ser abandonado, porque se encontró que el país entre Almadén y Córdoba era tan árido y deshabitado, y las carreteras tan malas, que sería imposible llevarlo a cabo con un gran cuerpo de tropas en medio del invierno. Era dudoso que los pasos fueran viables para la artillería, como no se podía conseguir comida, y el tren necesario para transportar raciones para 50.000 hombres sería tan grande y pesado que probablemente se atascaría en las montañas.

El 11 de enero, cuando Mortier, Dessolles y el resto del ejército ya habían salido de sus acantonamientos y tomado el camino hacia La Mancha, se emitió el borrador revisado del plan de campaña. Víctor solo debía marchar sobre Córdoba, con los 22.000 hombres del CE-I: debía esforzarse por llevar su artillería con él, pero si los pasos resultaban demasiado duros, debía enviarla de regreso por Almadén para unirse al ejército principal. Mortier, Dessolles, Sebastiani, Milhaud y las reservas del Rey iban a atacar el grupo de pasos frente a La Carolina, y expulsar a los españoles de ellos: se esperaba que empujaran a las fuerzas de Areizaga en brazos de Víctor en el Guadalquivir justo a tiempo para enfrentar al enemigo que se retira de los desfiladeros. Para esta operación, el Rey debía llevar consigo algo más de 40.000 hombres.

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Invasión francesa de Andalucía en 1810. Mapa del avance francés.

Conquista francesa de Despeñaperros

Areizaga podría concentrar sus 23.000 efectivos contra cualquiera de las dos mitades del ejército francés, pero eran lo suficientemente fuertes para hacerle frente y vencerlo. Areizaga había facilitado las cosas al enemigo al dividir sus fuerzas en tres DIs: la DI de Zerain, con 4.500 hombres estaba en el camino de Víctor; Areizaga con el cuartel-general, unos 13.000 hombres, estaba en La Carolina frente al Rey; la DI de Vigodet con 6.000, quedó a la derecha en los puertos orientales.

El 7 de enero el rey José y Soult partieron de Madrid tras las columnas de Dessolles y la Guardia Real, que ya había comenzado. El día 8 llegaron a Toledo, el día 11 en Almagro, cerca de Ciudad Real; allí consultaron con Víctor y, como consecuencia de sus informes sobre el estado de los pasos en dirección a Córdoba, reformularon sus planes y adoptaron el esquema de operaciones que se ha detallado. Al día siguiente, Víctor y su cuerpo marcharon desde Ciudad Real hacia Almadén, para llevar a cabo el gran movimiento envolvente. El ejército principal esperó 6 días para permitirle avanzar mucho en su accidentada ruta, y recién el 18 partió a lanzar el ataque frontal sobre el paso de Despeñaperros y los demás pasos frente a La Carolina.

El 19 de enero los franceses establecieron su cuartel-general en Santa Cruz de Mudela, donde se situó el CE-V y la DI de reserva del general Dessolles; a su derecha, en Almadén, se emplazó el CE-I cuyo objetivo, es entrar en Andalucía por la ruta de la Plata; y a la izquierda, en Villanueva de los Infantes, el CE-IV, que debía entrar por Montizón.

Ese mismo día, Areizaga comenzó a recibir de todas partes despachos que no le dejaban ninguna duda de que había llegado la hora fatal y que toda su línea, desde Villamanrique por el este hasta Almadén por el oeste, estaba siendo asaltada por el enemigo. Zerain acantonado en la extrema izquierda, había anunciado que una fuerza abrumadora, procedente de Ciudad Real, lo había expulsado de la ciudad de Almadén el 15 de enero, y lo había obligado a retirarse hacia el suroeste, dejando al descubierto el camino directo a Córdoba. Era el CE-I de Víctor, cuyo movimiento de flanqueo amenazaba ya con cortar la línea de comunicación entre La Carolina y Sevilla. Pero el CE-I tardaría unos días en atravesar los escarpados desfiladeros de la sierra de los Pedroches, que se encuentran entre Almadén y el valle del Guadalquivir.

Un peligro aún más apremiante parecía presagiarse desde la derecha menos remota de la línea española, donde Vigodet informó, desde el paso de Villamanrique, que había sido rechazado a su posición final en Montizón, por una columna francesa que avanzaba desde Villanueva de los Infantes.

En el centro, los franceses habían avanzado hasta Santa Cruz de Mudela, donde se bifurcan los caminos de todo el conjunto de pasos de Despeñaperros, pero aún no había indicado cuántos de ellos pretendía utilizar. Areizaga no pudo determinar si algunos de los movimientos franceses eran meros ataques demostrativos o si eran ataques reales. Zerain estaba demasiado lejos para recibir ayuda; pero las demandas de asistencia de Vigodet fueron tan urgentes que Areizaga envió fuerzas en su ayuda la noche del 19 de enero, la única DI que hasta entonces había mantenido en reserva en La Carolina, los 4.000 efectivos de Castejón. Esto le dejó solo con 3 DIs, las de Zayas, Lacy y Girón, no más de 9.000 hombres en total, para defender la carretera de Madrid y los pasos subsidiarios.

La aparición de las avanzadas francesas implicaba un auténtico ataque en todos los posibles puntos de paso. El rey José había resuelto cargar en todos los desfiladeros mediante un ataque simultáneo en la mañana del 20 de enero. Sebastiani, en el extremo izquierdo francés, separado por una distancia de 32 km de la columna principal, había empujado a Vigodet al puerto de Villamanrique. Tenía órdenes de forzar el desfiladero de su frente y descender a la llanura a retaguardia del centro español, por Úbeda y Linares, para cortar la retirada del enemigo hacia Murcia, y envolverlo si el enemigo se mantenía en Despeñaperros demasiado tiempo.

Una columna compuesta por la DI de Girard del CE-V, la Guardia del Rey y los regimientos españoles al servicio de José con unos 14.000 efectivos, avanzó directamente por la carretera de Madrid hacia el paso de Despeñaperros contra el centro español. A diferencia de los pasos menores hacia el este y el oeste, el paso de Despeñaperros se convierte en su tramo central, en un paso estrecho y escarpado, fácilmente defendible.

Mortier, con la DI de Gazán del CE-V y las tropas de Dessolles con unos 15.000 efectivos en total, recibió órdenes de atacar los pasos del puerto del Rey y el puerto del Muradal. El puerto del Rey (donde en 1212 Alfonso VIII pasó en la batalla de las Navas de Tolosa) era un camino tortuoso y accidentado, pero practicable para la artillería, las laderas a ambos lados, además, no eran inaccesibles para la infantería. El puerto del Muradal era practicable para la infantería pero no para los cañones. Entre este paso y el de Despeñaperros, la cresta de la sierra era accesible a la infantería en orden suelto, los ingenieros españoles habían colocado, por tanto, un gran movimiento de tierras en su punto culminante, conocido como el collado de Valdeazores. La DI de Girón de no más de 3.200 efectivos se encargaba de la defensa tanto del puerto del Rey como del puerto del Muradal.

Las DIs de Lacy y Zayas, unos 5.000 en total, defendían el paso de Despeñaperros y los atrincheramientos a cada lado de la misma. Areizaga estaba situado detrás de ellos, con una reserva de 1.000 efectivos, después de enviar la DI de Castejón a Vigodet la noche anterior, no tenía con él más que su guardia personal, el BI del General, y algunas Cías.

Mortier, como buen general que era, no limitó sus operaciones a un ataque frontal contra los estrechos pasos, sino que envió unidades para asaltar las accidentadas laderas de cada lado de ellos, enviando batallones enteros desplegados como escaramuzadores para escalar las laderas. De la DI de Gazan, una brigada marchó contra el puerto del Muradal, pero la otra subió, en orden abierto, en el espacio entre el Puerto y el reducto español en el collado de Valdeazores. Del mismo modo, Dessolles atacó el puerto del Rey con algunos batallones, pero envió al resto por las laderas laterales. Girard y las reservas del Rey, mientras tanto, no presionaron su ataque sobre Despeñaperros, hasta que las tropas a su derecha ya hubiesen comenzado a empujar al enemigo.

Los 3.200 hombres de Girón, atacados por 15.000, fueron empujados a un ritmo cada vez más rápido. No pudieron defender los pasos, porque las elevaciones de cada lado fueron envueltas por el enemigo. Su línea se rompió en dos o tres lugares, y huyeron apresuradamente a la retaguardia de la sierra, para escapar de ser capturados por destacamentos de flanqueo que avanzaban a toda velocidad para detenerlos. En el momento en que el paso de Despeñaperros fue envuelto por el movimiento de Mortier, las tropas que lo ocupaban tuvieron que retirarse con gran rapidez, justo cuando Girard comenzaba su ataque contra ellos.

No todos se retiraron con la suficiente prontitud, el BI en un reducto del collado de los Jardines, en el flanco derecho de la carretera, fue cortado y capturado en masa. Se capturaron todos los cañones del paso, no había tiempo para alejarlos por el camino empinado que tenían detrás. Después de dos horas de lucha, los principales pasos de Sierra Morena quedaron en manos de los franceses. Las minas en la carretera habían sido explotadas cuando se ordenó la retirada, pero no destruyeron la calzada de tal manera que impidiera que el enemigo los persiguiera. Las pérdidas de los españoles no fueron más que unos pocos centenares de muertos y heridos y 500 prisioneros. Las bajas francesas fueron menos de 100 en total. A decir verdad, apenas había parecido una batalla.

Las tropas que habían defendido los pasos centrales escaparon, aunque en gran desorden. Pero los que estaban más a su derecha estaban destinados a una peor suerte. Mientras Mortier y el Rey forzaban los pasos de Despeñaperros, Sebastiani llevaba todo el día luchando con Vigodet, en los desfiladeros de Montizón y San Esteban del Puerto. No tenía tanta superioridad numérica sobre su enemigo como el Rey, de ahí que su avance fue más lento, y su victoria, aunque completa, no fue tan rápida y aplastante. Vigodet y sus 6.000 hombres se dispersaron por la tarde y huyeron por el valle del Guadalén hacia el llano, perseguidos por la caballería de Sebastiani. Habiendo luchado mucho más tiempo que Lacy y Giron, sus pérdidas fueron más pesadas que las de la división central, probablemente 1.000 muertos, heridos o capturados, distinguiéndose en Matamulas el RI de Órdenes Militares, del que solo sobreviven 40 soldados, al negarse a replegarse.

Poco después apareció en escena, avanzando por el empinado sendero de La Carolina, la DI de Castejón, que había sido enviada la noche anterior para apoyar a Vigodet. Encontró la posición de San Esteban en posesión de los franceses y se apresuró a regresar para reunirse con Areizaga. Pero, mientras estaba en marcha, el centro había sido derrotado, y La Carolina estaba en manos de los franceses. Castejón se encontró encerrado entre Sebastiani y el Rey, en una situación de lo más peligrosa. En la mañana del 21 de enero, intentó escapar por el desvío a Linares, pero al llegar cerca de ese lugar encontró que las tropas de Mortier se cruzaban en su camino. Una brigada del cuerpo de Sebastiani lo perseguía por retaguardia, y Castejón, viéndose así encerrado, se rindió en Arquillos, con toda su división intacta de más de 4.000 hombres y 10 cañones.

Ya, antes de la captura de la división de Castejón, el Rey y Sebastiani se reunieron en el valle del río Guadalén. Al enterarse del éxito total de ambas columnas, José y Soult resolvieron impulsar la persecución en dos direcciones distintas. Le dijeron a Sebastiani que avanzase por Úbeda y Baeza hasta Jaén, mientras la columna principal marchaba por Bailén sobre Andújar y Córdoba. Se esperaba que pronto se recibiera la noticia de Víctor, si todo había ido bien, habría llegado al Guadalquivir en algún lugar de las inmediaciones de Córdoba, para estar en la retaguardia de cualquier fuerza española que se hubiera retirado de La Carolina en la dirección de Sevilla.

Conquista de Jaén y Córdoba

Tanto Vigodet como Areizaga con los restos de las tropas de los pasos centrales, habían abandonado toda esperanza de cubrir Sevilla y se habían retirado hacia el sur en Jaén. No quedaba ninguna fuerza en la carretera de Córdoba, y el Rey no encontró resistencia ni el 22 ni el 23 de enero. El último día, Sebastiani al llegar frente a Jaén, encontró al comandante en jefe español con unos 7.000 a 8.000 efectivos preparados para defender la ciudad. Atacó de inmediato y derrotó a estas tropas desanimadas, que mostraron poca o ninguna resistencia. Prácticamente, toda la fuerza se desintegró, los franceses capturaron 46 cañones, en su mayoría los del parque-reserva del ejército de Andalucía, que habían sido depositados en Jaén. De los restos de esa infeliz fuerza, Areizaga se llevó un pequeño destacamento a Guadix,Montizón en las montañas orientales, cerca del límite con Murcia. Lacy, con otra fracción, se retiró a Granada. Pero la gran mayoría habían abandonado sus colores y se había dispersado regresando a sus hogares.

Mientras tanto, el rey José y Soult, avanzando sin oposición por la carretera de Córdoba y Sevilla, se pusieron en contacto en Andújar con los elementos avanzados caballería de Víctor la noche del 22 de enero.

La marcha del CE-I había sido extremadamente laboriosa, pero casi sin oposición, salvo por las dificultades del camino. Después de expulsar al pequeño destacamento de Zerain en Almadén el 15 de enero, apenas habían visto un enemigo. Zerain y su colega Copons se habían retirado por la carretera de Sevilla hacia el suroeste. Víctor, aunque envió partidas volantes de caballería para amenazar a Benalcázar e Hinojosa, a su derecha, realmente había empujado más a la izquierda, en el más oriental de los dos pasos accidentados que conducen a Córdoba.

Al día siguiente de salir de Almadén había enviado su artillería sobre ruedas de regreso a La Mancha. Pero siguió adelante con su infantería y caballería, pasando por Santa Eufemia, Torrecampo y Villanueva de la Jara, descendió a la llanura del Guadalquivir en Adamuz, 25 km al este de Córdoba, el 21 de enero; el día después de que Soult y el rey José hubieran forzado los pasos de Despeñaperros y al puerto del Rey.

Deseando ponerse en contacto con ellos antes de atacar Córdoba, detuvo su infantería, pero envió a su caballería a las puertas de esa ciudad, por un lado, y por el otro a Montoro y Andújar, donde se encontraron con las avanzadas del ejército principal en la noche del 22 de enero. Una vez reunidos, la marcha sobre Sevilla podía continuar sin demora. Víctor se convirtió en la vanguardia, y entró en Córdoba, que abrió sus puertas sin resistencia, el día 24 de enero.

Conquista de Sevilla y Málaga

Soult y el rey José, por lo tanto, tuvieron tiempo de planificar el resto de su campaña sin ninguna molestia por parte del enemigo. El día 25 de enero, resolvieron destacar a Sebastiani y sus 10.000 efectivos para la conquista de Granada, dejando la DI de Dessolles en Córdoba y Andújar. Marcharía sobre Sevilla con un solo cuerpo de 50.000 efectivos, la ciudad era la sede de la Junta Central Suprema Gubernativa de España e Indias, el mayor órgano político que regía la nación a favor de su independencia y de la causa del monarca secuestrado, Fernando VII.

José pensaba que si el gobierno rebelde era capturado, o al menos obligado a refugiarse en Portugal o en el mar; entonces, las provincias se someterían, los ejércitos regulares depondrían las armas, las bandas guerrilleras se dispersarían a sus hogares y él podría reinar como un verdadero rey, no como la mera herramienta de su imperial hermano.

Alburquerque que a primeros de enero, había reunido en Don Benito y Medellín la pequeña fuerza de campaña, después de proporcionar la guarnición de Badajoz y dejar un destacamento por encima de Almaráz para vigilar al CE-II francés. No le quedaban más que 8.000 hombres, de los cuales unos 1.000 eran de caballería. Su posición en Don Benito estaba destinada a proteger el flanco de Zerain y Copons, que estaban a su derecha, cubriendo los pasos que conducían desde Almadén hasta Córdoba. El 15 de enero recibió de Zerain la noticia de que estaba a punto de ser atacado en Almadén por una columna francesa de al menos 20.000 hombres.

El duque rápidamente comenzó a marchar hacia el este para unirse a su colega, y llegó a Campanario el 16 de enero. Allí lo recibió la información de que Zerain había sido expulsado de Almadén el día anterior y que Benalcázar e Hinojosa lo habían llevado de regreso a la carretera de Sevilla. Copons en Pozoblanco se retiraba en la misma dirección. El Duque concluyó entonces que su deber era retroceder por una ruta paralela a la del avance de Víctor, y acercarse a Sevilla, fortaleciéndose a medida que se acercaba a esa ciudad con el pequeño cuerpo de Zerain y Copons.

En consecuencia, envió a 3 de sus BIs más débiles para reforzar la guarnición de Badajoz, que era muy pequeña en ese momento, dirigió su artillería con una escolta de caballería, para tomar la buena aunque tortuosa carretera a Sevilla por Mérida, Los Santos, y Santa Olalla, y partió por la montaña con su infantería y 500 caballos. Marchando muy rápido, aunque los caminos estaban en mal estado y los días eran cortos, avanzó por Zalamea y Maguilla hasta Guadalcanal, en el límite de Andalucía, a donde llegó el 18 de enero.

Allí recibió de la Junta Central la orden absurda, aparentemente basada en la idea de que todavía estaba en Campanario, que le ordenó detener el avance de Víctor, cayendo de flanco y retaguardia por el camino de Agudo y Almadén. Pero como el mariscal se había apoderado de Almadén el día 15 y se sabía que se había trasladado hacia el sur desde allí, estaba claro que debía estar a más de la mitad de camino de Córdoba. Si el ejército de Extremadura se precipitaba de nuevo a las montañas en busca de Agudo y Almadén, solo les llegaría el 22 o el 23 de enero, y Víctor estaría a las puertas de Córdoba el 21. La orden de la Junta era tan irremediablemente impracticable, por lo que el Duque la desobedeció y escribió en respuesta que debía moverse para situarse entre Víctor y Sevilla y cubrir la capital andaluza en la medida de lo posible con la pequeña fuerza a su disposición.

Por lo tanto, Alburquerque, en lugar de regresar hacia el norte a las montañas de Extremadura, avanzó una etapa más al sur, hacia El Pedroso, en la carretera de Guadalcanal a Sevilla, y envió órdenes a Copons y Zerain para unirse a él con sus pequeñas divisiones. Dos días después recibió la orden que debió ser enviada el 18 de enero, en la que se le ordenaba marchar sobre Sevilla a toda velocidad. El 23 de enero, por tanto, llegó al ferry de Cantillana, 33 km al norte de Sevilla: aquí recibió la noticia de que su artillería y su escolta habían completado sin problemas su recorrido, y estaban a punto de cruzar el Guadalquivir en la Rinconada, 22 km al sur. En Cantillana, sin embargo, el Duque recibió el último despacho que emitió la Junta Central; estaba fechado el 23, unas horas antes de que los miembros se dispersaran y huyeran. En él le ordenaba marchar no sobre Sevilla sino sobre Córdoba, que en el momento en que llegó el documento, la mañana del 24 de enero, acababa de ser ocupada por Víctor.

Ese día Alburquerque cruzó el Guadalquivir y ocupó Carmona, donde se le unió su artillería y parte de la división de Copons, pero no la de Zerain, que se había retirado a Sevilla. Entonces tenía unos 10.000 hombres, de los cuales 1.000 eran jinetes y 20 cañones. Desde Carmona envió una pantalla de caballería por todas las direcciones, sus patrullas el 27 de enero, atacaron a la caballería francesa en Écija y fueron rechazadas, pero informaron que el enemigo avanzaba con una fuerza enorme desde Córdoba, como de hecho era el caso.

Mientras tanto, habían llegado desde Sevilla noticias de que la Junta había huido la noche del 23 al 24, que reinaba la anarquía en la ciudad y que se había instalado un nuevo gobierno revolucionario. Ya no había ningún ejecutivo legítimo del que se pudieran recibir órdenes. Alburquerque tuvo que decidir si se retiraba a Sevilla y se ponía a disposición de la turba y sus líderes, o si debía buscar una base de operaciones más segura. Sin dudarlo un momento, resolvió dejar sola la capital andaluza y retirarse a Cádiz, que sabía que estaba sin guarnición, pero que sería absolutamente inexpugnable si se sefendía debidamente. Esta sabia resolución, se puede decir sin vacilar, que salvó la causa de España en el sur.

El 25 de enero, Víctor había avanzado desde Córdoba, tomando el camino directo a Sevilla por La Carlota y Écija, mientras Mortier y la Guardia Real lo seguían a breves intervalos. El duque de Belluno ocupó Écija el 27 de enero y Carmona el 28. En esos dos días su vanguardia entró en contacto con la pantalla de caballería de Alburquerque, y supo por los prisioneros que el ejército de Extremadura, cuya presencia en Andalucía así se conocía, se encontraba frente a ellos. Al llegar a Carmona, Víctor obtuvo la noticia aún más importante; de que Alburquerque, después de permanecer en ese lugar durante dos días, no se había retirado a Sevilla, como era de esperar; sino que había marchado hacia el sur hasta Utrera por el camino de Cádiz, dejando la gran ciudad desguarnecida. En la noche del 29 de enero, la DI-1 del CE-I de Víctor y los dragones de Latour-Maubourg, se presentaron frente a Sevilla e informaron que se estaban realizando obras apresuradamente a su alrededor por todos lados; y que habían encontrado masas de irregulares armados en todos los puntos donde habían avanzado hacia sus suburbios.

Sevilla estaba en este momento, y lo había estado durante seis días, en un estado de caos. La Junta Central se había fugado el día 23 de enero, llevándose consigo tanto a su Comité Ejecutivo como a los ministros de Estado. El pánico había comenzado el 18 de enero, cuando llegó la noticia de que el cuerpo de Víctor había expulsado a Zerain de Almadén tres días antes y marchaba hacia Córdoba. Había empeorado dos días después, cuando Areizaga informó que otro ejército francés marchaba contra Despeñaperros. La Junta publicó un pregón el 20 de enero, exhortando a los andaluces a no tener miedo, pues Alburquerque había recibido la orden de caer en el flanco de Víctor; y del Parque con el ejército de Castilla estaba en marcha para unirse a él, para que el enemigo fuera obligado a volverse para protegerse. Si Víctor estaba en Almadén el 15 de enero, podría estar en Córdoba el 21, y los franceses estarían en el valle del Guadalquivir mucho antes de que del Parque hubiera recibido siquiera la orden de moverse. De hecho, ese general recibió su despacho el 24 de enero, el día en que Víctor entró en Córdoba, e incluso en Alburquerque no fue informado de los mandatos de la Junta hasta el 18 de enero, cuando llegó a Guadalcanal.

El 23 de enero, ante la imposibilidad de defender la capital frente al gran ejército francés, abandonaron Sevilla los 4.500 hombres de su guarnición, escoltando a los 23 miembros de la Junta Suprema, camino de Niebla para luego retirarse a Cádiz.

 Invasión francesa de Andalucía en 1810. El 2º regimiento de húsares francés en Sevilla. Autores Patrice Courcelle & Jack Girbal.

El 30 de enero, las tropas francesas se encuentran ya en Alcalá de Guadaíra. Los vecinos formaron pelotones armados de fusiles y piezas de artillería, se improvisan fortificaciones, etc. Sin embargo, estas acciones defensivas no estaban lo suficientemente organizadas para resistir al grande y bien armado ejército invasor.

El cabildo general de la ciudad se reunió el 31 de enero en la sala capitular del ayuntamiento para acordar las capitulaciones de la ciudad de Sevilla con el ejército francés, que estaba ya a las puertas. Se designó una comisión compuesta por el gobernador militar Eusebio de Herrera, que no había huido de la ciudad, el asistente interino Joaquín Leandro de Solís y el procurador mayor Joaquín Goyeneta y Jacobs. Ofrecieron admitir al enemigo, si se les garantizara la seguridad de vida y propiedad para todos los que se sometieran, y la promesa de que no se impondría a su ciudad ninguna contribución de guerra extraordinaria. A esto el rey José, que ansiaba entrar al lugar como un conquistador pacífico, sin asaltos ni derramamiento de sangre, dio un ansioso consentimiento.

Mientras las autoridades civiles trataban con Víctor, el pequeño cuerpo de tropas regulares en Sevilla, al mando del vizconde de Gand, abandonó silenciosamente el lugar por el puente que conduce al lado occidental del Guadalquivir, y se retiró apresuradamente hacia el Condado de Niebla y las fronteras de Portugal.

En la tarde del 1 de febrero, el rey José entró triunfante en Sevilla al frente de su Guardia, y se alojó en el Alcázar, antigua residencia de los Reyes de España. Fue recibido por una delegación que comprendía algunas personas de renombre. La impresión que causó en los ciudadanos la conducta de las dos Juntas y la violencia de la turba que había gobernado durante los últimos 8 días, había sido tan deplorable que un número considerable de sevillanos desesperaron de la causa nacional y se apresuraron a reconocer el usurpador. De hecho, se encontraron más Josefinos en esa ciudad que en cualquier otra parte de España. El rey José liberó a varios presos políticos, a los que la última Junta había detenido por sospecha de traición. Aparentemente, esta sospecha estaba bien fundada, ya que muchos de los cautivos, encabezados por los generales suizos Preux y Reding, rindieron homenaje a José y aceptaron el cargo bajo su mando.

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Entrada de José Bonaparte en Sevilla el 1 de febrero de 1810. Dibujo de Martinet, grabado de Reville.

Al día siguiente de su entrada en Sevilla, José y Soult ordenaron a Víctor que marchara en persecución de Alburquerque y tomara posesión de Cádiz. Tan completo había sido la debacle de los ejércitos españoles desde que comenzó la campaña andaluza, que se suponía que el ejército de Extremadura no ofrecería ninguna resistencia seria, aunque consiguiera llegar a Cádiz antes de ser alcanzado. Víctor recorrió en 4 días los 185 km entre Sevilla y Cádiz, y se presentó ante el lugar la tarde del 5 de febrero. Pero Alburquerque, sin ser molestado en su marcha desde Utrera, había llegado el 3 de febrero, llevando consigo no solo sus propias tropas y las de Copons, sino varios batallones de reclutas recogidos en Jerez, Lebrija, San Lúcar y Puerto Santa María, donde se habían estado organizando. Tenía unos 12.000 hombres en total, sin contar la milicia cívica de Cádiz, que hasta entonces había sido su única guarnición.

Toma de Granada y Málaga

Sebastiani había llegado a Jaén el 23 de enero. Se le ordenó marchar desde allí sobre Granada y Málaga, para dispersar los restos del ejército de Areizaga y someter los valles de Sierra Nevada y la larga costa del mar debajo de ellos.

El 28 de enero, derrotó en Alcalá la Real una fuerza compuesta por algunos de los prófugos de Areizaga, a la que se habían sumado Freire y toda la caballería del ejército andaluz. Estos regimientos, que habían estado acantonados en el valle del Guadalquivir, por ser inútiles en los desfiladeros, habían sido recogidos por Freire en total 2.000 sables. Fueron derrotados y dispersados por los dragones y perseguidores de Milhaud y Perreymond, perdiendo más de 500 hombres y toda su artillería. Los supervivientes se dispersaron y se retiraron en pequeños grupos hacia el este, a la provincia de Murcia.

Esa misma noche Sebastiani avanzó hacia Granada y fue recibido por una delegación de sus magistrados, que le entregó las llaves de la ciudad y una promesa de sumisión. La vanguardia francesa entró en ella al día siguiente. Lacy, que se había refugiado allí con los pequeños restos de su división, se retiró a Guadix. Sebastiani recaudó una contribución militar de 5.000.000 de reales de la ciudad, colocó una guarnición de 1.500 hombres en la Alhambra y marchó con una fuerza de 5.500 soldados y 3.000 jinetes, con misión de tomar Málaga. Siguiendo el plan de ocupación de Andalucía dictado por el mariscal Soult, era único lugar donde se había manifestado la resistencia organizada.

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Invasión francesa de Andalucía en 1810. Tropas francesas cerca de Granada. EL RC-10 de cazadores descansando cerca de Granada. Autores Patrice Courcelle & Jack Girbal.

Allí los magistrados locales habían sido depuestos por un levantamiento popular, y varios miles de irregulares habían sido reunidos por un coronel Abello, un fraile capuchino llamado Fernando Berrocal, y tres hermanos notarios, de apellido San Millán. Se apoderaron de los desfiladeros de la sierra de Alhama y llamaron a las armas a toda la sierra.

Sebastiani, marchando por Antequera, despejó los pasos el 5 de febrero, el coronel Abello instigó a la población a amotinarse contra la junta local de defensa, la depuso y se nombró a sí mismo capitán-general. Reunió a algunos antiguos soldados del derrotado ejército de Areizaga y a unos 100 soldados suizos supervivientes del RI-3 suizo de Reding y se dispuso a defender la ciudad. Sebastiani ofreció la rendición, pero los exaltados defensores contestaron con fuego de fusilería.

El enfrentamiento se produjo en Teatinos tras el fracaso de la artillería española en el fuerte de la Boca del Asno. Durante dos horas la Guardia de Honor de Málaga resistió a los 2.500 jinetes del general Milhaud, entre los que se encontraban lanceros polacos.

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Invasión francesa de Andalucía en 1810. Defensa de los malagueños frente a la caballería polaca, a la altura de Zamarrilla el 5 de febrero de 1810. Autor Esteban Alcántara.

Hacia las cuatro de la tarde, solo aguantaba una de las piezas de artillería malagueñas. Viendo el panorama, Abello se retiró primero a la Trinidad y después pasó a Capuchinos. Temeroso de ser apresado, huyó por el camino del Colmenar dejando abandonados a sus hombres a merced de los invasores. Sobre las cinco de la tarde, los últimos defensores tuvieron que retirarse. Con el camino libre, la infantería y la caballería francesas entraron por la actual calle Mármoles. Una columna de jinetes avanzó por la Cruz de Humilladero y un tercer contingente penetró en la ciudad por la playa. Los enfrentamientos se reanudaron en las calles de la ciudad, pero la heroica resistencia de los soldados y civiles malacitanos fue inútil. A las nueve de la noche la ciudad estaba completamente tomada.

Los malagueños impidieron el saqueo francés a cambio de 12 millones de reales, aunque los franceses ahorcaron a los instigadores del motín. Abello huyó a Cádiz, donde sería encarcelado y liberado por la Junta. Muchos de sus colaboradores, como el capuchino Berrocal, fueron apresados y mandados ahorcar por Sebastiani, Bernardo San Millán pasó por la horca el 7 de febrero.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-08-08. Última modificacion 2024-01-22.
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