Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1810) Operaciones en Cataluña principios de 1810

Antecedentes

Desde antiguo Hostalrich es una plaza de importancia estratégica, ya que es el único paso natural entre Gerona y Barcelona. Durante los sitios de Gerona desde Hostalrich se dificultaban las comunicaciones entre Barcelona y Francia y se enviaban, muchas veces sin éxito, víveres y fuerzas para resistir dichos sitios.

El 7 de noviembre de 1809 se presentaron ante sus muros las tropas francesas quienes, en vista de la resistencia mostrada por los defensores del castillo, tan solo pudieron asaltar la población, saquearla y destruir las tiendas de suministros, teniendo que retirarse.

Después de la rendición de Gerona los franceses se plantearon seriamente el sitio de la fortificación de Hostalrich. Con ello expulsarían a los españoles de la franja marítima catalana, los obligaría a refugiarse en la montaña y dejaría expedito el camino de Francia para la circulación de tropas y abastecimientos.

El 10 de diciembre, Blake fue destituido como capitán-general de Cataluña, siendo sustituido interinamente por el marqués de Portago. El motivo fue que Blake quería crear cuerpos regulares, y no indisciplinados somatenes. Pero los catalanes, apegados a su antigua manera de guerrear, y tampoco gozaba de popularidad a causa de su mala estrella. Portago no estuvo mucho tiempo en el mando, pues cayó enfermo, dejó en su lugar a Jaime García Conde, sustituido también en breve por el general más antiguo Juan Hinestrosa.

Tras la caída de Gerona el 12 de diciembre de 1809, el general Souham volvió a la plana de Vich para destruir a las desmoralizadas fuerzas españolas en retirada. Desde la Garrocha, el día 11 de enero de 1810 ahuyentó a los contingentes que protegían el Grau de Olot y la Salud, y al día siguiente entró en Vich. Esta vez la huida de la población civil ya no fue tan masiva. Un sector de los olotenses y buena parte de los concejales permanecieron en la ciudad con los ocupantes napoleónicos, pero la junta corregimental y mucha otra gente, escaparon hacia Sant Bartomeu del Grau llevándose la documentación oficial. Por entonces, Souham encontró que su situación se complicaba progresivamente, estaba varado en la comarca, falto de comunicaciones y de subsistencias, y atacado con frecuencia por los somatenes concentrados en la cercana localidad de Sant Bartomeu del Grau.

En Vich se situó el grueso del ejército español, teniendo apostado en el Grao de Olot un cuerpo volante. Clarós estaba hacia Besalú, y Rovira camino de Figueras, ambos con bastante fuerza, a causa de los somatenes que se habían agregado.

Las tropas de Souham seguían en Vich desde el 12 enero; pero pasadas las semanas y topando con fuerte resistencia en las montañas, los franceses habían quedado varados en la ciudad, con algunos de sus destacamentos dispersos por los alrededores.

El nuevo capitán-general de Cataluña, Enrique-José O’Donnell, fue nombrado por la Junta Central el 21 de enero. Había alcanzado cierto prestigio en algunas acciones de socorro a la plaza de Gerona durante el asedio, quiso reorganizar prontamente las tropas a su cargo, dispuso una quinta general para intentar reforzar el debilitado y desmoralizado ejército y concentró a toda la fuerza disponible en Manresa.

Combate de Mollet (21 de enero de 1810)

La guarnición francesa de Barcelona, al mando del general Duhesme, se encontraba rodeada de territorio controlado por guerrilleros españoles, por lo cual frecuentemente organizaba columnas en busca de suministros. En esta ocasión, el mariscal Augereau envió desde Hostalrich un convoy de suministros escoltado por 9.000 hombres, mientras que Duhesme partió a su encuentro con 2.000 hombres, para reunirse en Granollers.

El marqués de Campoverde salió de Tarrasa e interceptó a la vanguardia de la columna de Duhesme, en Santa Perpetua, aniquilándola. Después, marchó hacia Mollet del Vallés, donde se enfrentó al resto: 1.500 infantes, 160 coraceros y 2 cañones, que se atrincheran en el pueblo y en las colinas próximas, aguantando largo rato bajo un fuego vivísimo. Finalmente, los españoles rodearon un grupo que se rindió, apresando 500 infantes, 140 jinetes, los cañones y sus equipos. Con sus corazas se crearía el RC de coraceros de Cataluña.

Los restos de las tropas de Duhesme que pudieron salvarse en Granollers, habrían también indudablemente perecido a manos de los españoles a no haber llegado Augereaud, quien libró a sus compatriotas de una pérdida segura. Se distinguió en esta jornada el RI Almansa, al mando de su sargento Maior Manuel Perales.

Batalla de Vich (20 de febrero de 1810)

Preparativos

O’Donnell, aprovechando lo precario de la posición enemiga, se dispuso a asestarle un golpe definitivo el 20 de febrero, acción que se conocería como la batalla de Vich.

Mientras los franceses, tras la entrada del mariscal Augereau en Barcelona el 24 de enero con un convoy de aprovisionamiento, el 1 de febrero regresaba de nuevo a Gerona. Al paso por Hostalrich dejó la brigada napolitana Palombini como refuerzo de la brigada Mazzuchelli en las labores del sitio. Al llegar a Gerona, el ejército francés tenía sus divisiones desplegadas en cuatro localidades:

  • En Vich la DI-1/VII de Joseph Souham con 5.200 efectivos (RIL-3, RIs 7, 16, 42, y 93); RD-24 y RCP-3 provisional de cazadores.
  • En Hostalrich la DI-2/VII de Domenico Pino con la BRI-I/2/VII de Mazzuchelli (RIL-2, RI-4, y RI-6); RD Napoleón napolitano y la BRI napolitana de Palombini (RI-1 napolitano, RI-2 napolitano, RI vélites italianos, RC-1 de cazadores y RC-2 de cazadores).
  • En Gerona y el Ampurdán la DI-3/VII de Jean-Antoine Verdier y BRI-II/2/VII de Fontane (RIL-1, RI-5 y RI-7).
  • En Barcelona el gobernador Joseph Chabrán con la DI-4/VII de Guillaume-Philibert Duhesme y varias unidades.

En estas circunstancias, el general don Enrique O’Donnell trazó un plan para cercar la DI-1/VII de Souham establecida en Vich y obligarla a rendirse:

  • Sus tropas observarían las tropas del general Souham desde campamentos situados a la vista de los franceses en los caminos de Manresa y Barcelona, con intención de atacarles de frente.
  • Los miqueletes de la alta montaña al mando de Rovira, situados en el Grao de Olot, amenazarían cruzar el río Ter hacia la ciudad de Vich desde el noroeste.
  • Los miqueletes de los montes de San Hilari y Viladrau, en las faldas del Montseny, hostigarían a la BRI Palombini, desplegada en la zona del Arbucias, cercana a Hostalrich, para impedir su enlace con la DI-1/VII Souham.
  • Las fuerzas españolas desplegadas en la línea del Llobregat entretendrían las fuerzas enemigas de Barcelona.
  • Las fuerzas españolas desplegadas en Granollers y Mataró harían lo mismo con los italianos que sitiaban Hostalrich.
  • La flota británica mantendría su presión sobre Barcelona y Gerona, para evitar que los franceses no abandonasen la primera ni los destacamentos costeros de Blanes, Palamós, Calella, Bagur y La Bisbal, ocupados por la DI-3/VII de Verdier.

El plan estaba bien calculado, pero la ardiente, optimista y jactanciosa personalidad del general O’Donnell precipitó los preparativos e hizo fracasar la empresa. El error consistió en realizar dos reconocimientos que alertaron al general Souham y que le hicieron prepararse contra el ataque se le avecinaba.

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Guerra de la Independencia Española (1810). Operaciones en Cataluña primeros de año.

Acción del 11 de febrero

El 11 de febrero, el general Sarsfield salió con una columna de 1.000 infantes y 60 caballos de su división, atacaron el destacamento francés de Malla, al que causaron numerosas bajas y al que persiguió hasta las inmediaciones de Vich. Los franceses tocaron generala, organizaron varias columnas y las lanzaron fuera de la ciudad obligando a las fuerzas de general Sarsfield a regresar precipitadamente al monte, perseguidos por los jinetes franceses e italianos del general Souham.

La acción no reportó ningún beneficio a los españoles, pues los franceses recuperaron el puesto de Malla.

Acción del 13 de febrero

El 13 de febrero el coronel Milans del Bosch repitió el ataque contra Malla al frente de una columna de 1.200 infantes, 50 jinetes, apoyados por el RI suizo de Kaiser, que marchaba en reserva. Al llegar a la vista de Malla, el coronel Milans envió el RI Granada y la caballería para envolver la población por la derecha, y un BI del RI América y otro del RI de Kaiser por la izquierda.

Pero en esta ocasión los franceses estaban alertados. Al tener conocimiento del movimiento efectuado por los españoles, el general Souham dejó en Vich las fuerzas indispensables para la defensa de la población y marchó hacia Mallá, donde se presentó con 4.000 infantes y 500 jinetes nada más iniciar su despliegue los 3 BIs de Milans. Ante tal acumulación de fuerza, el coronel Milans ordenó la retirada hacia Collsuspina.

La caballería francesa atacó la columna en retirada y la puso en tales aprietos que el propio general O’Donnell tuvo que acudir en su socorro al mando de la DI-4. Los regimientos que se retiraban desplegaron en las posiciones que les señaló el general y cargaron con tanto ímpetu sobre los imperiales a la orden del propio O’Donnell y al grito de «¡Viva Fernando VII!» que los hicieron regresar a su campo.

Días previos a la batalla

Prevenido de lo que se le venía encima, el general Soucham solicitó refuerzos al mariscal Augereau, pero este se los negó. Por su parte, O’Donnell trató de neutralizar el mal efecto logrado por ambos reconocimientos manteniendo inactivas una semana las tropas desplegadas frente a Vich y atacando las de la BRI de Palombini en el Arbucias.

Estos ataques tuvieron el efecto beneficioso de que convencieron al general Palombini de que se enfrentaba a un grueso núcleo de tropas españolas; por lo que pidió y obtuvo un batallón de refuerzo procedente del asedio de Hostalrich, y le impidió avanzar hacia Vich para reforzar a su vez la DI-1/VII de Souham.

Desarrollo de la batalla (20 de febrero de 1810)

El plan de O’Donnell consistía en hacer converger cuatro columnas simultáneamente sobre Vich:

  • Columna derecha procedente del Ter, compuesta por lo 3.500 miqueletes del coronel Rovira, que debían desalojar previamente al batallón francés destacado en el puesto avanzado de la localidad de Gurb.
  • Columna central-derecha bajo O’Donnell, era la más fuerte, compuesta por infantería que incluía los RIs suizos Kaiser y Traxler y toda la caballería.
  • Columna central bajo García Conde con solo infantería, procedía de Collsuspina y avanzó en dirección a Sentforas algo más retrasada.
  • Columna central-izquierda bajo la Porta con solo infantería, entraría en dirección de Santa Eulalia de Ruiprimer a las órdenes del general Porta. Sin embargo, las dificultades del terreno hicieron que marchase muy retrasada respecto a las otras dos y llegase tarde al combate.
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Batalla de Vich (20 de febrero de 1810. Plano de la batalla. Fuente el Rincón de Bayron.

Las otras tres columnas centrales atacarían en masa por el llano con una fuerza de 7.000 infantes y 500 jinetes. En total, los españoles sumaban 11.000 efectivos, superando con creces a los 5.200 efectivos de que disponía el general Souham en Vich.

Antes del amanecer, el coronel Rovira había descendido desde San Bartolomé del Grau con sus miqueletes para desalojar el batallón francés de la localidad de Gurb. Su ataque se adelantó a lo previsto por O’Donnell, y dio tiempo a Souham a realizar los primeros preparativos de la defensa. Al percatarse de la llegada huyendo a la carrera del batallón de Gurb, el general Souham destacó 2 Bons (RIL-3 y RI-7) para protegerse del ataque de los miqueletes de Rovira y de cualquier otro que tratara de envolver Vich por la dirección del Ter. Acto seguido dispuso el resto de sus tropas a enfrentarse a la gran masa de tropas de general O’Donnell, que ya bajaban hacia el llano en tres columnas procedentes de Tona, Munter y Muntanyola.

Para ello Souham disponía de 8 BIs, el RCP-3 de cazadores, el RD-24, la mitad del RD italiano de Napoleón y tres piezas de artillería. Dispuso su línea apoyando su derecha en Vich, extendiendo su frente hasta Santa Eugenia de Berga, cerca de Malla, por donde asomaba ya la derecha de los españoles, y situando la caballería a la izquierda para proteger este flanco de posibles ataques y conservar libre su comunicación con las BRIs italianas de Arbucias y Hostalrich.

Mientras tanto, al amanecer del 20 de febrero el general O’Donnell avanzó contra Vich marchando en dos divisiones, la primera al mando del propio O’Donnell y la segunda al mando del general Porta. Al finalizar los franceses su despliegue en línea los españoles bajaban en tres columnas desde Tona, Munter y Montanyola.

La columna del centro-derecha fue la primera en entrar en contacto por el fuego con el enemigo. Mientras los suizos disparaban sobre el centro de la línea francesa, O’Donnell envió la caballería en una impetuosa carga para tratar de envolver la izquierda francesa. La carga tuvo éxito inicialmente, y la izquierda francesa corrió el peligro de verse rota y desordenada. Los jinetes españoles llegaron hasta una de las piezas de artillería, cuyos sirvientes cayeron todos acuchillados. Pero le salieron al paso los dragones franceses del RD-24 y los italianos de Napoleón y los pusieron en fuga, perturbando con ello el orden con el que avanzaban los batallones suizos y españoles. Para mayor desgracia, una ancha zanja llena de barro no descubierta a tiempo, en la que quedaron atrapados una treintena de caballos.

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Batalla de Vich (20 de febrero de 1810. Vista de la batalla. Autor Jean-Charles Langlois.

En ese momento llegó la columna del centro al campo de batalla. Ante el primer revés sufrido por la caballería, O’Donnell reunió los batallones de las columnas de la derecha y del centro y cargó con ellas sobre los franceses. Estos experimentaron severas perdidas, entre las que se encontró el propio general Souham, que fue herido de consideración en la sien izquierda, que le hizo peligrar el ojo, y se vieron en un momento en gran apuro. Souham tuvo que ser evacuado a Vich, al palacio episcopal donde residía con el obispo Francisco Veyan, para recibir los cuidados pertinentes. Mientras tanto, el mando de la división francesa fue encomendado al brigadier Augereau, sobrino del mariscal.

La intensidad de la batalla había provocado que otros altos oficiales bonapartistas también fueran heridos; como fueron los casos del coronel Delort y del coronel Espert. Desde las alturas del palacio Episcopal, el general Souham contemplaba la batalla junto al obispo.

Pero el temor de perderlo todo convirtió en desesperación el valor de los soldados veteranos de los regimientos RI-42, RI-93 y RIL-1, mandados por los coroneles Espert y Bourgeois. Los franceses respondieron al fuego enemigo con su inmovilidad, con lo que contuvieron el ímpetu de los españoles y finalmente rechazaron todos sus ataques y evitaron su aniquilamiento.

Souham regresó inmediatamente al campo de batalla y se puso de nuevo al frente de sus hombres, llevando consigo parte de los 2 BIs que había desplegado frente a los miqueletes de Rovira, pues estos no atacaban con bríos suficientes y fueron contenidos por los franceses. Llegado de nuevo a la línea, Souham organizó una nueva carga de caballería en masa contra la infantería española, que resultó arrollada, acuchillada y capturada.

En ese momento la columna de Porta llegó al campo de batalla, y se lanzó contra la derecha francesa. Pero la batalla estaba ya decidida a favor de los franceses y nada pudo hacer para cambiar su signo, a pesar de los ataques que encabezó en persona el propio general O’Donnell. Finalmente, el general español replegó a su gente a la montaña dejando en el campo 800 muertos y heridos y un millar de heridos. Los franceses sufrieron 600 muertos y heridos, lo que da idea de lo encarnizado de los combates. El general Souham tuvo que ser evacuado a Francia para ser curado.

Secuelas de la batalla

Los españoles fueron derrotados debido a la falta de coordinación en la ejecución del ataque. El coronel Rovira atacó demasiado pronto, y sus miqueletes no demostraron en su ataque a Vich el brío demostrado en los momentos iniciales de la mañana. El general Porta no logró llegar a tiempo al campo de batalla, condenando con ello a los españoles a la derrota. Corrieron por Cataluña ciertos rumores injuriosos contra Porta, a quien se le acusó de traición por su tardanza en llegar al campo de batalla. Finalmente, el general Porta fue destinado a Valencia, donde tampoco tuvo fortuna.

Por su parte, el general O’Donnell pecó de imprudencia y precipitación, incapaz de coordinar el ataque en la forma planeado.

Después de la derrota de Vich, el general O’Donnell consiguió reunir 15.000 hombres, y envió al general Caro a Villafranca y Manresa donde derrotó a los franceses.

Asedio de Hostalrich (13 de enero al 12 de mayo de 1810)

Inicio del asedio

El 13 de enero de 1810 se presentó ante la fortaleza la BRI Mazzuchelli. Tenía una fuerza de 2.500 de infantería y 200 dragones (RIL-2, RI-4, y RI-6, RD napolitano de Napoleón) y llegó por las alturas de Coll-Furní con la misión de iniciar los trabajos de sitio y construir un camino que permitiera rodear la fortificación por el norte. Se establecieron en las alturas de Masanas, no distante de la fortaleza, y en el estribo contrapuesto a la villa entre esta y la altura de Masanas. Fueron disparados desde la fortaleza y los puestos avanzados del castillo con objeto de averiguar el número de enemigos y reconocer sus intenciones y recursos.

Los italianos comenzaron enseguida a trabajar en el camino, diseñado por el coronel de ingenieros París. El camino partía de un puente que se tendió sobre Coloma y la altura ocupada por los italianos; hasta las alturas de San Jacinto y Grións para, cruzado el río Arbucias al pie de Grions, unirse a la carretera general sin quedar en todo su trayecto dentro del alcance de la artillería del castillo.

El trabajo era penoso y recaía exclusivamente en los soldados italianos, ya que la población civil de las masías de los alrededores había desaparecido. Por su parte, las avanzadas de migueletes de dentro y fuera de Hostalrich realizaron diversos ataques para estorbar los trabajos. Por ello se hizo necesario llevar más tropas que aportasen mano de obra auxiliar, de modo que el 17 de enero se presentaron procedentes del campo de Vich las BRIs de Palombini y Fontana, ambas de la DI del general Pino.

De este modo se congregaron frente a Hostalrich un número similar de fuerzas que lo habían hecho en noviembre del año anterior. Entre el 18 y el 20 de enero los defensores observaron el número de carros, piezas de artillería y material de campamento que iban trayendo los italianos, por lo que no quedó duda alguna de sus intenciones de sitiar la fortaleza. No obstante, observaron a varios oficiales de ingenieros enemigos reconociendo en lugares diferentes, con lo que concluyeron que las tropas enemigas preparaban el paso de algún convoy importante fuera del alcance de la artillería española.

La guarnición se aprestó a la defensa del castillo y de la población, siguiendo el espíritu del teniente coronel Estrada, que hizo publicar en su orden del 15 de enero lo siguiente:

Gerona libra en vuestro valor su venganza, y os enseña con su ejemplo el camino de la inmortalidad. Esta fortaleza es hija suya y debe imitar a su madre en la resistencia. ¿Preferiréis la obscura muerte, que en pro del tirano habréis de sufrir en lejanas y desconocidas regiones, o la muerte gloriosa que reanime la Patria en el seno de vuestras familias, y en la tierra que os vio nacer? Morir ó vencer ha de ser la perpetua resolución de Hostalrich, y tal en la que espero encontraros a todo trance”.

Asalto a la ciudad (18 de enero)

El 17 de enero, los italianos habían recibido los refuerzos del resto de la división Pino, por lo que los sitiadores decidieron atacar el arrabal y la población. Al anochecer del 18 de enero los italianos asaltaron el arrabal y, tras comprobar que el muro de la villa no estaba defendido, penetraron en las calles hasta ocupar las casas más próximas al castillo. Desde estas posiciones trataron de cerrar las entradas de las calles por la parte del castillo, si bien en la operación sufrieron bajas ocasionadas por el fuego de la guarnición del castillo.

La única resistencia que recibieron los italianos procedió de la torre de los Frailes, que continuaba estando defendida por 25 miqueletes del tercio de Gerona quienes además servían las 2 piezas instaladas en la torre. Todos ellos estaban al mando del capitán Oliver. Estos hombres causaron numerosas bajas entre los italianos que trataron de apoderarse de la torre, por lo que decidieron minarla al ver que sus defensores no se rendían. La resistencia se prolongó durante dos días y dos noches, mientras los minadores italianos horadaban la roca. Los defensores hicieron llover gran número de bombas, granadas y fuego de fusil sobre ellos, logrando herir entre otros a un tal capitán Lorenzi.

La resistencia de la torre se desvaneció tras la caída del capitán Oliver, muerto al reventarle en las manos una granada cuando iba a arrojarla sobre los enemigos. El sargento de artillería Merino, que le sustituyó en el mando, y los demás defensores decidieron rendirse ante lo que ellos creían inminente temor de volar por los aires. Según un testigo de los hechos, a los defensores se les cayó la cara de vergüenza al comprobar el poco avance que habían logrado los minadores enemigos sobre la base rocosa en la que estaba edificada la torre. Además, su conducta provocó la irritación de la guarnición del castillo, no solo por la rendición en sí, sino por el concepto que los enemigos hubieran podido formarse de ellos.

El mariscal Augereau se había presentado en Masanás con el convoy cuyo paso habían detectado los defensores del castillo, y fue testigo de la captura de la torre de los Frailes. Pensando que su toma propiciaría la del castillo, envió al teniente-coronel Estrada un oficio el día 21 de enero intimándole a la rendición con honores de guerra so pena de matar a toda la guarnición. La respuesta de Estrada no se hizo esperar: en vez de amilanarse con la lectura del mensaje, rechazó las proposiciones del mariscal y le aconsejó que se ahorrara el trabajo de repetirlas. La respuesta fue acompañada por una salida de la guarnición del castillo que, aunque repelida, costó a los italianos 28 bajas. Por último, la artillería del castillo bombardeó la torre de los Frailes, cuya plataforma destruyó.

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Asedio de Hostalrich en 1810. Salida de los defensores el 21 de enero.

El sitio se relaja

El mariscal Augereau quiso asegurar su posición en torno a Barcelona antes de emplearse a fondo contra Hostalrich; por lo que se llevó consigo los refuerzos llegados para los trabajos y dejó sola a la BRI de Mazzuchelli para proseguir el asedio y escoltar los convoyes que pasasen por Hostalrich, mientras él se dedicaba a llevar su convoy a la capital del Principado. De regreso a Gerona el 1 de febrero, a su paso por Hostalrich dejó a la BRI Palombini, de la DI-5/VII de Pino, como refuerzo.

Los italianos estrecharon el bloqueo cuanto pudieron. Para ello cerrandolas salidas de la fortaleza hacia la población y levantaron reductos que cubriesen los campamentos que cada día levantaban alrededor y en las avenidas de la montaña, a la cual no cesaban de acudir tropas, migueletes y somatenes en auxilio de los sitiados. Como los italianos no tenían víveres consigo, estaban obligados a forrajear en los exhaustos campos de los alrededores, por lo que los choques armados con los catalanes eran diarios. Por todo ello, la marcha del sitio era tan incierta como lenta.

Los italianos no podían ni pensar en un ataque a la plaza. Entre ellos se encontraba el capitán de ingenieros Vacani, oficial italiano al servicio del Emperador, quien dirigió los trabajos de asedio del castillo y de emplazamiento de las baterías artillería, y que dejaría escrita sus memorias sobre su estancia en España. Las tropas sitiadoras que ocupaban la villa no hacían, sino cubrirse y defenderse de las salidas que realizaban los sitiadores. Las que ejecutaban las labores de bloqueo debieron por aquellos días de finales de enero y principios de febrero que hacer frente a un fuerte temporal de lluvias que azotó el país impidiendo las comunicaciones entre los distintos puestos de la línea.

A pesar de las dificultades y de las inclemencias del tiempo, los italianos debieron continuar con diferentes trabajos: de emplazamiento de los morteros destinados al bombardeo del castillo; de la protección de los convoyes que procedían de Gerona; de la formación de los puentes sobre los ríos Santa Coloma, Tordera y Arbucias, de la fortificación de la villa; y del perfeccionamiento y conservación de los caminos, fuertes y establecimientos en los que debía basarse el bloqueo.

Además, los italianos debían mantener en armas la BRI de Palombini en Arbucias y la zona de Viladrau, con el fin de asegurar la comunicación con las fuerzas de la DI-1/VII de Souham, acantonadas en cercana la localidad de Vich. Esto se debía al temor del general Souham de que las fuerzas españolas del general O’Donnell, que se mantenían acampadas a su vista en los caminos de Manresa y Barcelona, aprovechasen cualquier descuido para echarse sobre la división francesa y aniquilarla.

Bombardeo del castillo (20 de febrero de 1810)

El mismo día de la batalla de Vich el 20 de febrero, tuvo lugar el primer bombardeo de los italianos contra el castillo de Hostalrich. Habían emplazado una batería de 4 morteros a espaldas de la muralla septentrional de la ciudad, a resguardo de los fuegos y salidas del castillo. Sus sirvientes fueron adiestrados por el comandante de artillería Clement, inventor de nuevos procedimientos de empleo de este tipo de piezas. La batería estaba demasiado cerca de la fortaleza, por lo que los italianos tuvieron que calcular detenidamente la exactitud de las cargas.

Lo hicieron con tal precisión, que prácticamente todas las bombas lanzadas, cuyo número fue de 160, cayeron dentro del castillo, produciendo numerosos daños y destrozos en las defensas españolas. Los italianos confiaban en que los defensores se rendirían ante los efectos del bombardeo, por lo que habían hecho acopio de pocas municiones. Al no producirse la rendición, que debieron interrumpirlo por la tarde, reanudándolo de nuevo por la noche con una menor cadencia de tiro en espera de la llegada de más cantidad de munición.

Por la tarde, el general Mazzuchelli envió al general Souham 2 BILs del RIL-1 italiano, con lo que las fuerzas del sitio quedaron reducidas a unos 2.000 soldados, además de pequeños destacamentos de artillería y zapadores.

Primera ruptura del bloqueo (21 de febrero)

Los planes del general O’Donnell para la batalla de Vich contemplaban un ataque a las tropas que sitiaban Hostalrich por parte de las tropas de Mataró. Por ello, el 20 de febrero partió de Arenys de Mar una columna de 700 hombres formada por tropas regulares y parte de las compañías de reserva del Vallés, al mando del Tcol Manuel Fernández Villaamil. Aquella noche durmió en Montnegre, y en la madrugada del 21 de febrero, se dirigieron a Orsavinyá, desde donde se descolgaron sobre la orilla derecha el Tordera, frente al Molino de la Farga y al pie del castillo de Hostalrich.

La súbita aparición de los españoles entre los matorrales desconcertó a los puestos de vigilancia italianos, que se retiraron a las alturas inmediatas y permitieron a las tropas de Villaamil cruzar el río y contactar con los hombres que Estrada les envió. Repuestos de su sorpresa, el general Mazzuchelli organizó sus tropas para atacar a Villaamil quien, en vista de que no podía ofrecer a la defensa ningún refuerzo material con que abastecer el castillo, decidió retirarse ante la amenaza de los 2.000 italianos.

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Hostalrich. Vista del pueblo. Autor José Masriera.

Los italianos por fin recibieron suficientes municiones, por lo que el 27 de febrero ya habían lanzado un millar de bombas sobe la fortaleza, ocasionando nuevos desperfectos y más bajas entre los defensores. Para mantener una cadencia de tiro constante, los italianos organizaron un servicio regular de convoyes a Gerona para suministrarse de munición.

Segunda ruptura del bloqueo (4 de marzo)

Los primeros días de marzo el mariscal Augereau decidió realizar su segunda expedición a Barcelona, por lo que ordenó al general Mazzuchelli que enviase la mayor parte de sus tropas a incorporarse a la columna. La fuerza de los sitiadores italianos se redujo a unos 800 hombres encuadrados en 2 BIs, a los que se unieron otros 800 soldados franceses. Todos ellos quedaron al mando del coronel Devaux, encargado de proseguir los trabajos de sitio.

El 4 de marzo, el jefe de las compañías de reserva del Vallés, Esteban Pages, al mando de una columna de unos 1.000 efectivos, rompió de nuevo el bloqueo de Hostalrich. A sus órdenes marchaban Tcol Villaamil y 40 acémilas cargadas de víveres. Los italianos apostados en la orilla derecha del Tordera se desbandaron, por lo que se efectuó el contacto con los sitiados y se les pasó el convoy. Cuando el coronel Devaux organizó el contraataque, los hombres de Pagés ya se habían retirado.

Los socorros de Pagés fueron suficientes para varios días, por lo que se precisaba enviar otro; pero no pudo ser, pues O’Donnell perdió la iniciativa y se vio obligado a operar en el Llobregat, Panedés y Cardoner. El marqués de Campoverde desalojó al general Schwart de Manresa y pensó en enviar otro convoy a Hostalrich, pero el mariscal Augereau frustró sus intenciones al enviar el 11 de abril desde Barcelona a toda la DI de Severoli para estrechar y rematar definitivamente el cerco del castillo.

El sitio se estrecha

El 11 de abril el mariscal Augereau envió la DI de Severoli a conquistar el castillo de Hostalrich, quien reunió unos 8.000 hombres y se dedicó de inmediato a estrechar las operaciones de cerco y hostigamiento de la plaza, que iba paulatinamente siendo reducida a escombros por acción de la artillería francesa.

Por su parte, el general O’Donnell no pudo operar para tratar de liberar Hostalrich, puesto que en aquellas semanas había decidido enfrentarse al general Suchet y tratar de liberar Lérida del sitio al que se le sometía.

La guarnición de Hostalrich quedó abandonada a su suerte durante un mes, tiempo que emplearon los franceses en reducir el castillo aún estado ruinoso, con falta de víveres y escasez de agua. De manera que el 12 de mayo, tras cuatro meses de asedio, la guarnición de Hostalrich había quedado reducida a unos 1.200 hombres en estado de empuñar las armas, el resto estaban muertos, heridos o enfermos.

Por aquellos días el general O’Donnell había regresado de su fracasada expedición en socorro de Lérida. Ante el desesperado estado de Hostalrich, autorizó a su comandante a salir de la fortaleza a través de las líneas enemigas y unirse a sus fuerzas. Para ello, el general apostaría la columna de miqueletes de Villaamil en Orsavinyá, al sur de Hostalrich, y la del coronel Andriani en Breda, al oeste.

La resistencia de Hostalrich desacreditaba al mariscal Augereau ante el Emperador, por lo que el 11 de mayo llegó a Hostalrich uno de los ayudantes del mariscal con un pliego dirigido al gobernador Estrada, redactado en los siguientes términos:

Señor Gobernador. Os intimo la rendición de vuestro castillo. Ya lo habéis defendido bastante para vuestra gloria y la de esa valiente guarnición. Sin duda, habréis perdido la esperanza de ser socorridos con víveres. Os ofrezco la misma capitulación que he concedido a Gerona; os doy dos horas para determinar. Si en ese término no me entregáis el fuerte, seréis pasado a cuchillo con toda la guarnición, sin excepción alguna.

El teniente-coronel Estrada reunió a sus oficiales el 12 de mayo para discutir la propuesta, y decidieron fugarse el castillo aquella misma noche. Para ganar más tiempo, Estrada contestó al mariscal lo siguiente:

Señor Mariscal: Agradezco en nombre de la guarnición la comparación que os dignáis hacer de ella con la de la inmortal Gerona. Sin embargo, no admito vuestras proposiciones, pues no estoy en términos de rendirme. Julián de Estrada.

Salida de la guarnición

El Tcol Estrada organizó dos columnas: la primera de unos 800 hombres al mando del comandante López Baños, ya ascendido a Tcol; la segunda, en retaguardia, de unos 400 soldados todos ellos escogidos, al mando del propio Estrada, ya ascendido a coronel.

La presencia de los miqueletes de Villaamil y Andriani, hizo que los franceses redoblasen la vigilancia en aquellas direcciones, descuidando la zona noroeste de la fortaleza; entre Masanas y Grións, donde transcurre el profundo cauce de la riera de san Jacinto, el cual podía ser remontado y llegar tras unas horas de fatigosa marcha a San Hilario de Sacalm, ocupado por las tropas de O’Donnell. Esta fue la zona e itinerarios elegidos para la fuga.

A las 22:00 horas del 12 de mayo la guarnición salió del castillo. Iban precedidos por dos guerrillas de unos 50 hombres cada una, que tras arrollar y degollar a los centinelas franceses, se desparramaron a derecha e izquierda para proteger ambas columnas. El ingeniero Vacani había observado el hueco de la Riera, por lo que hizo que el general Severoli colocase una fuerza italiana en la ermita de san Jacinto, cercana a la riera.

Los fugitivos recorrieron cerca de una legua sin ningún obstáculo. De pronto los centinelas que no habían sido eliminados comenzaron a disparar, alertando de este modo las tropas de los sitiadores. Varias columnas procedentes de Masanas, Grions y Arbucias se aprestaron a cortar el avance de los fugados. Por su parte, el destacamento de la ermita de San Jacinto, que había sido sorprendido por la primera columna, se aprestó a interceptar la segunda columna.

La luna llena iluminaba fatalmente el terreno aquella noche. Los soldados de la columna de retaguardia estaban bastante exhaustos, y para agravar más la situación el guía que la conducía se extravió. La columna quedó rodeada por fuerzas muy superiores; pero, aun así, entablaron lucha contra los franceses. En el combate el coronel Estrada cayó herido gravemente junto a muchos de sus soldados, por lo que se vio obligado a capitular.

Tres compañías de la vanguardia se equivocaron de camino y acabaron en San Feliú de Buxaleu, donde tropezaron con RI-6 italiano. En el combate que siguió muchos españoles resultaron muertos. El resto de la vanguardia y la primera columna consiguió llegar a San Hilario de Sacalm la mañana del 13 de mayo. El 14 de mayo se concentraron en Vich unos 800 fugados del castillo, que se presentaron al general O’Donnell al mando del Tcol López Baños. A todos ellos se les concedió una medalla de oro, donde figuraba un castillo y el lema “Valor y Fidelidad Constante”.

Mientras tanto, a las 23:30 horas, los franceses se dieron cuenta de que el castillo había sido abandonado, por lo que las tropas del frente de ataque pretendieron entrar en el recinto. No obstante, el interventor del hospital, Manuel Miguel Mellado, logró convencer a su jefe para que no entrasen en el castillo con objeto de impedir represalias y desmanes sobre el centenar de enfermos y heridos quedados en el castillo. Al amanecer del 13 de mayo el general Mazzuchelli hizo entrada en el castillo para tomar posesión del mismo. Los heridos y enfermos fueron respetados y cuidados por los soldados italianos a pesar de que la huida de la guarnición les autorizaba a tomar represalias sobre ellos.

Los franceses se apoderaron de 42 piezas de artillería, 50.000 quintales de pólvora y un millón de cartuchos de fusil y de cañón.

La reducción de Hostalrich y de un pequeño fuerte en las islas de Las Medas cerca de la desembocadura del Ter, fueron los últimos logros del CE-VII mientras estuvo bajo el mando de Augereau. El 24 de abril, el Emperador había resuelto destituirlo de su cargo y había ordenado al mariscal MacDonald, duque de Tarento, que lo relevase.

Mientras el nuevo comandante del CE-VII se dirigía de Italia a Perpignan, y durante algún tiempo después de su llegada el 22 de mayo, hubo una suspensión completa de las operaciones activas. Ninguno de los generales franceses en el Principado podía hacer más que esperar órdenes y mantener a salvo las cercanías de sus acantonamientos de los incontenibles miqueletes.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-08-08. Última modificacion 2023-08-08.
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