Guerras Napoleónicas Guerra de la Independencia (1810) Asedio de Ciudad Rodrigo (26 de abril al 9 de julio de 1810)

Antecedentes

El mariscal Masséna no llegó a Salamanca hasta el 28 de mayo, no pudo haber llegado antes al frente, ya que el Emperador le había nombrado en abril. Si hubiera sospechado que cada día de espera significaba que Wellington había agregado un reducto adicional a las líneas cada vez más fuertes de Torres Vedras, hubiera acelerado el ritmo. Las órdenes enviadas a Salamanca el 29 de mayo. “Dígale al Príncipe de Essling que, según nuestra inteligencia inglesa, el ejército del general Wellington está compuesto por no más de 24.000 británicos y alemanes, y sus portugueses son solo 25.000 hombres. No deseo entrar en Lisboa en este momento, porque no podría alimentar a la ciudad, cuya inmensa población está acostumbrada a vivir de la comida del mar. Puede pasar los meses de verano tomando Ciudad Rodrigo y luego Almeida. No necesita apresurarse, pero puede ir trabajando metódicamente. El general inglés, que tiene menos de 3.000 jinetes, puede ofrecer batalla en tierra donde la caballería no puede actuar, pero nunca saldrá a luchar en las llanuras”.

El Emperador procedió a agregar que “con los 50.000 hombres del CE-VI y del CE-VIII, la reserva de caballería, etc., Masséna es lo suficientemente fuerte como para tomar a Ciudad Rodrigo y Almeida a sus anchas: Reynier y el CE-II pueden dirigirse a Puente de Alcántara, desde donde pueden amenazar el centro de Portugal y cubrir Madrid”. No se dio orden de llevar ese cuerpo para unirse al ejército principal.

Parece que el Emperador en ese momento tenía en la cabeza el plan, que Wellington siempre le atribuyó, de amenazar con un ataque secundario en el valle del Tajo. El CE-II cubriría la izquierda de Masséna, mientras que su derecha estaría flanqueada por Kellermann, que añadiría a su pequeña fuerza, que ya estaba bajo su mando en Castilla la Vieja, la DI de Serras completamente nueva, compuesta por tropas recién llegadas de Francia. Esta, sumada a los dragones de Kellermann, haría un cuerpo de 12.000 hombres.

Además, como señala el Emperador, “cuando el Ejército de Portugal esté listo para marchar sobre Lisboa, tendrá en su retaguardia al CE-IX de Drouet, cerca de 20.000 hombres, que se concentrarán en Valladolid antes de que comience el otoño. Habrá más de 30.000 hombres en León y Castilla la Vieja cuando el ejército de Masséna avance desde Almeida, y en la retaguardia de estos de nuevo Burgos, Navarra y Vizcaya estarán en manos de la Guardia Joven, y de 26 BIs IV de Francia, que debían comenzar después del CE-IX, y harán hecho su aparición al sur de los Pirineos en agosto o septiembre”.

Este documento es un producto muy curioso de la pluma imperial. Sería difícil de encontrar en el resto de la correspondencia, un despacho que abandona tan completamente los métodos napoleónicos de concentración rápida y golpes bruscos, y ordena un retraso de tres meses o más en la finalización de una campaña cuyas operaciones preliminares habían comenzado ya en febrero. Podemos rechazar de inmediato la explicación ofrecida por algunos de los enemigos de Napoleón, en el sentido de que estaba celoso de Masséna y no deseaba que lograra un éxito demasiado rápido o demasiado brillante.

Pero está claro que una consideración humanitaria por los posibles sufrimientos de los habitantes de Lisboa, el único motivo alegado del retraso, es un motivo inadecuado. Tales cosas normalmente no afectaban al Emperador, y debe haber recordado que cuando Junot ocupó Portugal a mediados del invierno de 1807/8 la hambruna no había influido en las dificultades con que tropezaron los franceses. Tampoco parece que una estimación exagerada de la fuerza del enemigo lo indujera a posponer el ataque hasta que hubieran llegado todos los refuerzos. Él subestima las tropas británicas de Wellington en unas 5.000, sus tropas portuguesas en al menos 15.000 hombres.

Desconocía por completo las obras de Torres Vedras, aunque ya se les había concedido seis meses de trabajo, y para entonces ya eran defendibles. Tres meses parecen un tiempo exagerado para dedicar a los asedios de las dos pequeñas fortalezas de segunda categoría, anticuadas, de Ciudad Rodrigo y Almeida.

Se ha sugerido que el emperador tenía muchas ganas de asegurarse de la supresión absoluta de los guerrilleros de los Pirineos y el Ebro, antes de impulsar su ejército de campaña a Lisboa. Posiblemente le influyó su conocimiento de la infinita dificultad que encontraría Masséna para equiparse con un tren, y más especialmente en la creación de almacenes durante los meses previos a la recogida de la cosecha.

Algunos han pensado que, mirando hacia el futuro, consideró que sería más desastroso para el ejército inglés ser arrojado al mar en algún momento durante los meses duros de octubre y noviembre que en el buen tiempo de junio. Deseaba dar un golpe absolutamente aplastante a ese ejército y esa era su idea dominante en todo momento.

Pero probablemente el principal factor determinante en la mente de Napoleón fue la determinación de que esta vez no debería haber fallos, por falta de preparación o falta de fuerza suficiente; que no debían correr riesgos y que lo que él consideraba una fuerza abrumadora debía lanzarse sobre Portugal. Tras el desastre de Junot de 1808 y el fiasco de Soult en 1809, el prestigio imperial no podía soportar un tercer fracaso. Era un plan amplio y formidable, pero fracasó en un factor de suma importancia. La fuerza de Wellington fue subestimada; no se trataba de la mera expulsión de 25.000 soldados británicos al mar lo que estaba en cuestión, sino de la reducción de un reino donde todos los hombres habían sido puestos bajo las armas y todos los preparativos hechos tanto para la resistencia pasiva como activa.

Llegada de los franceses

Los largos meses de espera que siguieron a las primeras operaciones de los franceses en 1810 fueron una época de ansiosa espera para Wellington. Había trasladado su cuartel general a Viseu el 12 de enero, y había estado alojado en esa ciudad desolada durante el resto del invierno. Con él habían llegado al norte todas las viejas DIs británicas salvo la DI-2, que se había quedado con Hill, primero en Abrantes y luego en Portalegre, para vigilar a los franceses entre el Tajo y el Guadiana. La DI-1 se situó en Viseu, la DI-3 en Trancoso y los pueblos vecinos, la DI-4 en Guarda, mientras que la caballería pasó el invierno en la llanura costera entre Coimbra y Aveiro. Solo la BRIL de Robert Craufurd, que fue transformada en DIL el 1 de marzo, fue enviada hacia la frontera española y quedó en las aldeas cercanas a Almeida, con sus puestos avanzados destacados hacia la línea de Águeda.

Las BRIs regulares portuguesas, que luego se incorporaron a las DIs británicas, todavía se encontraban en los cuarteles de invierno alrededor de Coimbra y Tomar, entrenando duro e incorporando a sus reclutas. La milicia también estaba armada en el cuartel general de su regimiento, salvo los pocos batallones que ya habían sido estacados a Elvas, Almeida, Peniche y Abrantes.

El frente de Wellington, frente a los franceses, estaba formado por el cuerpo de Hill en el Alentejo, la BRI portuguesa de Lecor en el distrito de Castello Branco y la fuerza de Craufurd en el Águeda. Ni Hill ni Lecor estaban en contacto real con el enemigo, y el ejército de La Romana, se extendía desde el paso de Perales a Zafra y Araçena en una delgada línea entre ellos y los puestos avanzados de Reynier y Mortier.

Ocurrió lo contrario con Craufurd, que estaba ubicado al norte de la DI izquierda de La Romana, la de Martín Carrera; estaba en estrecho contacto con el CE-VI de Ney a lo largo de la línea del Águeda, hasta el Duero. Dado que los puestos avanzados del CE-VI habían sido llevados hacia delante el 9 de marzo, el comandante de la DIL estaba en una posición sumamente arriesgada, por no decir peligrosa. El cuerpo principal estaba a 65 km a su retaguardia en sus acantonamientos en Viseu, Guarda y Trancoso. Tenía con él infantería británica, los primeros BIs de los RI-43, RI-52 y RI-95, con una batería y el RH-1 KGL (Legión Alemana del Rey). Sus órdenes eran mantener abierta la comunicación con Ciudad Rodrigo hasta el último momento posible, cubrir Almeida mientras fuera prudente, y mantener informado al comandante en jefe de cada movimiento del enemigo.

Estaba claro que podría ser rechazado en cualquier momento, el CE-VI, desde que Loison se había unido a él, tenía 30.000 efectivos, la DIL tenía solo 2.500 infantes con los 500 caballos ligeros alemanes. El 28 de marzo Wellington envió a reforzar Craufurd 2 BIs de cazadores portugueses (1.000), con lo que la fuerza de Craufurd tenía menos de 4.000 efectivos.

Robert Craufurd, aunque solo era un brigadier, el más joven de su rango, había sido elegido por Wellington para hacerse cargo de su línea de avanzada porque era uno de los pocos oficiales en la península en el que tenía plena confianza.

De marzo a julio de 1810, Craufurd estaba a cargo de todo el sistema de puestos de avanzada del ejército de Wellington. Logró la extraordinaria hazaña de proteger un frente de 65 km contra un enemigo activo de seis fuerzas, sin permitir que su línea fuera traspasada, o permitir que los franceses obtuvieran cualquier información sobre las disposiciones en su retaguardia. Estaba en contacto constante y diario con el cuerpo de Ney, sin embargo, nunca se empeñó y nunca retrocedió salvo con una fuerza absolutamente abrumadora; nunca perdió un destacamento, nunca dejó de detectar cada movimiento del enemigo y nunca envió a su comandante información falsa.

Cuando se hizo cargo de la línea, mantuvo su infantería completamente atrás, con la excepción de 4 Cías de rifles sobre el puente de Barba del Puerco, teniendo en cuenta el tiempo que se requeriría para retirar la infantería detrás del río Coa.

Para completar el cuadro hay que añadir que existían unos 15 vados entre Ciudad Rodrigo y la desembocadura del río Águeda, practicables en tiempo seco para todas las armas, y que varios de ellos podrían utilizarse incluso después de uno o dos días de marcha. Los franceses estaban a lo largo de todo el río; tenían 3.000 caballos disponibles en marzo y abril, 5.000 en mayo y junio. Su infantería en algunos puntos estaba a solo 5 o 6 km del río; sin embargo, la línea de Craufurd nunca se rompió, ni siquiera un piquete de 10 hombres consiguió pasarlo o rodeardo. El menor movimiento del enemigo era informado a lo largo de todo el frente en un tiempo increíblemente corto; toda la red de comunicación se ponía en funcionamiento al menor contacto, y la DIL estaba inmediatamente lista para luchar o retroceder, según dictara la fuerza de los franceses, con audacia o con cautela.

Durante febrero, Wellington había concluido acertadamente que Craufurd no tenía nada que temer; La primera manifestación de Ney contra Ciudad Rodrigo no tuvo más trascendencia que la similar aparición de Mortier frente a Badajoz. Pero cuando llegó marzo, y el CE-VIII apareció en las llanuras de León y comenzó el asedio de Astorga, mientras Ney comenzaba a avanzar con su caballería hasta la línea de los Yeltes, y la DI de Loison, procedente de Astorga, se establecía en la parte baja. Águeda, parecía probable que pronto comenzara un trabajo serio.

Batalla de Barba del Puerco (19 al 20 de marzo de 1810)

El pueblo de Barba del Puerco en sí era insignificante, sin embargo, fue la ubicación de uno de los cuatro cruces del río Águeda, a 40 kilómetros de Ciudad Rodrigo. El pueblo se encuentra en el borde occidental de un cañón escarpado. Una carretera estrecha y sinuosa, con muchas curvas, desciende unos 500 metros hasta el puente. Este camino estaba pavimentado y las piedras todavía son visibles en algunos lugares, sin embargo, actualmente no es más que un camino cubierto de maleza. El puente fue construido por los romanos en el siglo I y tiene unos 50 metros de largo, 5 metros de ancho y 20 metros de alto. En el extremo este del puente hay una casa de piedra que sirvió como puesto cubierto para los piquetes franceses y todavía está en buen estado. El camino en el lado este del río se ha deteriorado por falta de uso. Ambos lados del cañón tienen grandes afloramientos de rocas y están cubiertos de grandes arbustos.

A mediados de febrero de 1810, los británicos enviaron un pequeño destacamento para proteger el puente. Los primeros enfrentamientos tuvieron lugar el 16 de febrero cuando los franceses capturaron el puente, pero se retiraron al día siguiente. El 27 de febrero 200 franceses atacaron y subieron a las alturas para tomar el pueblo. Una vez más, los franceses se retiraron al día siguiente. El 8 de marzo, Craufurd colocó allí un fuerte destacamento, pero al día siguiente fueron expulsados por 2 RIs de la división del general Macune. Los franceses también capturaron a Villar de Ciervo, pero nuevamente se retiraron.

El 13 de marzo, Craufurd trasladó 4 Cías del RIL-95 de rifles a Barba del Puerco e hizo que el resto de la DIL se moviera a posiciones de apoyo detrás de ellas.

En la noche del 19 al 20 de marzo, el general Ferey al mando de una de las BRIs de Luison, que estaba en San Felices, reunió 6 Cías de voltigeurs y granaderos (600 efectivos) y antes del amanecer del 20 de marzo, los lanzó contra el puente de Barba del Puerco en medio de una tormenta.

Los franceses sorprendieron a los 2 centinelas británicos en el extremo oeste del puente. Un piquete de 12 hombres, colocado a unos 50 metros de la carretera, fueron cargados a la bayoneta, pero pudieron dar la alerta a su compañía que vivaqueaba en una pequeña iglesia en la parte superior de la cresta. Esta compañía mandada por el capitán Peter O’Hare del RIL-95 de rifles, desplegó rápidamente para encontrarse con los franceses y lucharon cuerpo a cuerpo durante 15 minutos hasta que llegaron las otras 3 compañías. Los británicos pronto contraatacaron, haciendo retroceder a los franceses a través del puente. Las bajas para los británicos fueron 3 muertos y 10 heridos, mientras que los franceses tuvieron 2 oficiales y 45 hombres muertos y heridos.

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Batalla de Barba del Puerco (20 de marzo de 1810). El capitán Peter O’Hare del RI-95 de Rifles dirige su compañía contra los voltigeurs franceses. Autora Christa Hook.

Después de esta alarma, Craufurd esperaba ansiosamente un avance general del CE-VI, y se preparó para recibirlos. Pero el reconocimiento de Ferey no tuvo secuela, y pasó un mes entero sin ningún movimiento serio por parte de los franceses. El río Águeda estuvo crecido durante la mayor parte de abril, debido a las incesantes lluvias, lo que simplificó el trabajo de avanzada, ya que el número de puntos a observar se redujo de 15 a 3 o 4.

Llegada a Ciudad Rodrigo

No fue hasta el 26 de mayo, cuando las BRIs de Maucune y Ferey se acercaron a Ciudad Rodrigo, entraron en los puestos de avanzada españoles y bloquearon el lugar en el lado este del río Águeda. Incluso entonces, su puente permaneció sin ser molestado, y Craufurd pudo comunicarse libremente con la guarnición, y lo hizo hasta el 2 de junio.

Masséna en una fecha posterior culpó a Ney de haber establecido este bloqueo parcial e inútil antes de que estuviera listo para comenzar el asedio en serio. Las 2 BRIs francesas consumieron, durante el mes de mayo, la totalidad de los recursos locales del distrito en torno a Rodrigo, de modo que, cuando llegó el resto del ejército, había que traer todos los suministros desde una gran distancia.

La única ventaja que obtuvo el mariscal de mantener su destacamento tan cerca de la fortaleza fue que, en su mes de espera, las brigadas pudieron preparar un gran depósito de gaviones y fascines, y los ingenieros hicieron un minucioso reconocimiento de los alrededores.

Ciudad Rodrigo se levanta sobre una única loma circular de no gran altura, cuya cumbre cubre exactamente. Era una ciudad pequeña de unos 8.000 habitantes, apiñado en calles estrechas dentro de una sólida muralla medieval repleta de torres. Un castillo del siglo XIV, sobre el que las casas se aprietan demasiado para ser fuertes, estaba en su esquina sureste, no había otro lugar interior de refugio. El río Águeda, dividido en varias ramas, corre bajo el costado sur de la ciudad, estaba cruzado por un puente completamente dominado por el fuego desde las murallas.

En el frente del río, el montículo está en su punto más alto, en la cara opuesta es mucho más bajo y solo supera muy ligeramente el nivel del terreno circundante. Alrededor del circuito de la muralla medieval se había construido un recinto moderno bajo, que servía como protección exterior (falsa braga); tenía solo 3,5 metros de alto, por lo que no protegía más de un tercio del muro interior, que podría ser golpeado en su cima. Su contorno estaba protegido por lunetas con un foso seco. Su glacis, debido a la elevación del montículo, le daba poca protección, de modo que tanto la muralla antigua como la moderna podían ser protegidas, en la mayor parte de su altura, de la artillería sitiadora.

Fuera de la puerta este de Rodrigo se encuentra el suburbio de San Francisco, en un terreno muy bajo. Era tan grande y tan pegado a las murallas que el gobernador Herrasti consideró absolutamente necesario incluirlo dentro del circuito de sus defensas. En consecuencia, había sido rodeado por un fuerte movimiento de tierras, y había tres grandes reductos: San Francisco, Santo Domingo y Santa Clara; que habían sido fortalecidos y rescatados. El pequeño barrio de La Marina, justo al otro lado del puente, se fortaleció y se guarnicionó, al igual que el convento de Santa Cruz, que se encuentra aislado 200 metros fuera del ángulo noroeste de la ciudad. Otros edificios periféricos habían sido arrasados hasta los cimientos, para que no dieran cobertura al enemigo.

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Plano de Ciudad Rodrigo. Vista de la zona en 1810

Estos preparativos fueron muy provechosos, pero no acabaron con la principal debilidad de Ciudad Rodrigo para ser considerada como una fortaleza moderna. Como muchas otras fortalezas medievales, está dominada por alturas periféricas, que podrían ser ignoradas como un elemento de peligro en el siglo XIV o XVI, debido a su lejanía, pero cobraban suma importancia con el mejoramiento de la artillería. En este caso, dos montículos, considerablemente más altos que el que ocupa el lugar, se encuentran fuera de sus muros norte. El más pequeño, llamado Pequeño Teso, se encuentra a solo 200 metros del ángulo norte de la ciudad; es unos 15 metros más alto que la base de las murallas. Inmediatamente detrás de él se eleva el Gran Teso, que domina todo el campo, su ancha cima plana, de 1,2 km de diámetro, estando a 100 metros sobre el nivel de la llanura. Era inútil pensar en tener al Pequeño Teso como un trabajo externo, ya que el Gran Teso lo dominaba.

El Gran Teso, por otro lado, era tan grande, cuyo perímetro era casi el mismo que el de la ciudad, sería imposible pensar en defenderlo, ya que una vez atrincherado requeriría una guarnición de al menos 3.000 hombres, y Herrasti solo disponía de 5.500 soldados bajo su mando. Sus pendientes, además, son suaves y no se prestan a fortificaciones. El borde sur de la meseta del Gran Teso estaba a solo 500 metros de la muralla de la ciudad, era obvio que allí era el lugar desde el cual Ciudad Rodrigo podía ser atacado mejor. Las baterías en su línea del horizonte podrían romper las murallas internas y externas, y podrían controlar cada metro cuadrado tanto de la ciudad como de los suburbios fortificados. En consecuencia, las brigadas que estaban ante el lugar en mayo habían acampado sobre y detrás del Teso. Los franceses habían almacenado los gaviones, fascines y sacos de arena que estaban haciendo en un parque, cerca del convento de La Caridad y el pueblo de Pedro de Toro, en su lado más alejado.

Herrasti, como se ha dicho, contaba con una guarnición de 5.500 hombres, compuesta por 1 BI de línea, 2 BIs de milicias, 3 BIs de nuevas levas de la localidad y sus cercanías, denominados voluntarios de Ciudad Rodrigo, y 1 BI de guardias urbanas. Ninguna de estas tropas, salvo el BI de Mallorca (que había formado parte del antiguo ejército de Extremadura) tenía experiencia de combate. En el lugar solo había 11 oficiales y 37 artilleros que debían adiestrar a 350 hombres asignados a ellos de la infantería; pero, afortunadamente, la gran demora en la apertura del asedio permitió la instrucción casi completa. De los ingenieros solo había 4 oficiales y 60 zapadores, no contaba con caballería, ya que el jefe partisano Julián Sánchez con unos 200 de sus lanceros estaba en el lugar el día en que estaba completamente investido y se vio obligado a abrirse camino cuando comenzó el bombardeo. Quizás la principal fortaleza de Ciudad Rodrigo, como de Gerona, residiera en la personalidad de su gobernador, el general Andrés Herrasti.

Inicio del asedio

Aunque los franceses se habían presentado ante los muros de Ciudad Rodrigo el 26 de abril, no fue hasta el 30 de mayo cuando Ney llegó en persona, con 4 BRIs y la DC de reserva de Montbrun, para completar la inversión. La principal causa del retraso fue, como es habitual, la falta de suministros. Ney tuvo que reunir y enviar desde Salamanca las raciones de dos meses para un ejército de 30.000 hombres, y solo pudo hacerlo después de una larga y molesta preparación. Estuvo a punto de llegar a verdaderos enfrentamientos con el rey José por el asunto; pues envió una brigada de caballería para realizar requisas en la provincia de Ávila, que estaba fuera de su mando, y el general Hugo, gobernador del rey, puso sus tropas en armas y se negó a permitir que los dragones entrasen en su distrito. Sin embargo, pronto llegó un oficio imperial que puso a Ávila a disposición del CE-VI, y las autoridades reales tuvieron que ceder.

Todas las tropas de Ney estaban entonces concentradas para el asedio, sus destacamentos periféricos en todas direcciones habían sido relevados por Junot, quien, por orden de Masséna, llevó al CE-VIII, colocó una brigada para vigilar el Paso de Baños, dejó guarniciones en Zamora y Toro, y avanzó con el resto de sus tropas hasta la línea del río Águeda. La DI de Clausel y la DD de Solignac se encontraban a un día y medio de marcha en Ledesma. Ney tenía 26.000 hombres del CE-VI y 4.000 dragones de Montbrun frente a Rodrigo. Junot podría unirse a él con 8.000 soldados de infantería y 1.800 de caballería en un día; un segundo día llevaría a Solignac con 7.000 hombres más.

Wellington era consciente de su número; las cifras que le envió Craufurd tenían una precisión de unos pocos miles, y estimó al enemigo en 40.000 hombres. El propio cálculo del comandante en jefe estaba aún más cerca de la realidad; a principios de mayo calculó que Ney, con la DI de Loison incluida tenía 30.000 hombres, Junot y Kellermann con otros 30.000. A principios de junio se dio cuenta de que los dos cuerpos en su frente, sin Kellermann, ascendían a 50.000 hombres, lo que era solo 3.000 por encima del total real. Él mismo tenía en este momento solo 18.000 soldados británicos bajo su mano, y a una distancia de ataque.

El 27 de abril, había trasladado su cuartel general y la DI-1 a Celorico, y avanzó Picton y la DI-3 a Pinhel, mientras que Cole con la DI-4 permanecía en Guarda, y la DIL estaba frente al río Águeda. La caballería también había subido del valle de Mondego y se encontraba detrás de Almeida. Además, las 5 BRIs portuguesas de Harvey, Collins, Pack, Coleman y Alex. Se ordenó a Campbell que subiera al frente, y se incorporó al ejército en los primeros días de mayo. Wellington incorporó entonces la BRI de Harvey a la DI-3 y la BRI de Collins a la DI-4, sistema que luego llevó a cabo con casi todas las unidades portuguesas. El total de las tropas portuguesas llegaban a unos 15.000 hombres, que sumados a los 17.000 británicos, hacían un total de 32.000 efectivos.

Era todo lo que podía contar Wellington, porque no podía atreverse a trasladar a los 12.000 hombres de Hill desde el sur, donde estaban observando a Reynier; ni a desplazar la pequeña reserva, que se encontraba en Abrantes y Tomar para protegerse contra un posible movimiento francés a lo largo del Tajo por la zona de Castello Branco. Lisboa no podía quedar desprotegida por ese lado mientras Reynier estuviera entre el Tajo y el Guadiana.

Al llevar a todos los hombres Wellington podría haber atacado a los 30.000 de Ney frente a Rodrigo con 32.000 efectivos, de los cuales casi la mitad habrían estado formados por las BRIs portuguesas recién organizadas, de las cuales apenas un batallón había estado bajo fuego. Habría tenido menos de 3.000 jinetes para enfrentarse a 5.000 franceses, y una marcada inferioridad también en artillería. No se podría haber obtenido ninguna ayuda práctica invitando a la cooperación de la mermada DI española de Martín Carrera de 3.000 hombres, que estaba en las colinas alrededor de las fuentes del Águeda, vigilando el flanco de Ney. Si fallaba el primer golpe y Ney era sorprendido, Wellington tendría a los 17.000 hombres de Junot en 48 horas.

Ciudad Rodrigo se encuentra en una llanura, a un día completo de marcha desde las colinas, y al avanzar para aliviarla, el ejército británico debía comprometerse a una acción en campo abierto. No es de extrañar entonces que Wellington se negara a intentar el movimiento; débil en caballería y con 15.000 soldados de valor incierto en sus filas, habría de estar loco al embarcarse en una operación de ese tipo. Era muy improbable que Ney pudiera haber sido sorprendido y obligado a luchar sin la ayuda de Junot, cuando tenía 5.000 jinetes a mano, para descubrir y reportar el primer movimiento de los anglo-portugueses.

Napoleón tenía razón cuando le dijo a Masséna que era prácticamente imposible que Wellington ofreciera batalla en las llanuras. A Herrasti se le había dado garantías de que el ejército británico haría todo lo que fuera factible para aliviarle, pero se le advirtió en una carta complementaria del 6 de junio que podría ser imposible ayudarlo.

Ney llegó ante la ciudad con unos 20.000 hombres el 30 de mayo, día de San Fernando, onomástica del Rey. Para celebrar tan señalado día, desde la plaza, se decidió ejecutar tres salvas de honor, en horario de mañana, tarde y noche. Se efectuaron las dos primeras únicamente con pólvora, circunstancia que hizo que los imperiales inocentemente se confiaran y se acercaran a la ciudad para contemplar el espectáculo y de paso obtener un poco de información sobre la situación de las defensas del lugar. En la salva nocturna se cargaron las piezas con munición real, y se dispararon contra las posiciones enemigas, provocando en el bando francés la confusión general y desbandada; mientras que en el español se provocó una risa generalizada que duró varios días, en una ciudad que no debía estar de un humor especial teniendo en cuenta la situación de bloqueo en que se vivía.

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Asedio de Ciudad Rodrigo 1810. El general Herrasti pasando revista a la artillería. Autor Dionisio Álvarez Cueto.

El 1 de junio, los franceses lanzaron un puente sobre el Águeda a unos 2,5 km por encima de Rodrigo, pero no envió tropas a través de él. Dos días después, Masséna llegó a Ciudad Rodrigo, iba acompañado del general Jean-Baptiste Eblé, comandante de la artillería del ejército de Portugal y el elegido para mandar la artillería francesa durante el asedio.

Ney le expuso su plan para atacar la plaza por la parte norte. Era el puntomás vulnerable de la ciudad, ya que frente a la plaza se encontraban los dos Tesos. Este era el lugar elegido por Ney para situar sus baterías de artilleros, desde esas elevaciones, los disparos de artillería salvaban la falsa braga defensiva y podían impactar directamente contra la muralla para intentar abrir una brecha. A Masséna el plan no le disgustó, pasó revista a los hombres del CE-VI y CE-VIII, también supervisó las obras de los dos puentes que se estaban construyendo sobre el Águeda, uno por la parte de Cantarranas y otro por la de Carboneros. Las cosas aparentemente iban sobre ruedas y tomó su camino de regreso a Salamanca.

En ese momento dio órdenes a Reynier y al CE-II de abandonar Trujillo y el valle del Guadiana, y cruzar el Tajo hacia Coria y Plasencia, desde donde podrían amenazar a Castello Branco y Abrantes. Esto estaba de acuerdo con las órdenes del Emperador, que le había pedido que llamara a Reynier desde el Guadiana para cubrir su flanco.

Wellington había previsto tal movimiento. Días después, el general gallego Mahy envió al cuartel general británico cuatro duplicados de los despachos de Napoleón a Masséna y al rey José, que habían sido interceptados por la guerrilla camino de Salamanca. Corroboraban todas las sospechas de Wellington, y le permitió prevenir el peligro de ese lado incluso antes de que comenzara a surgir.

Mucho antes de que llegaran las órdenes al CE-II de avanzar desde Trujillo a Coria y Zarza, el asedio de ciudad Rodrigo había comenzado en serio. En el momento en que se completaron los dos puentes, la DI de Marchand, la mitad de la DI de Mermet, y la BRCL de Lamotte cruzaron el río y establecieron campamentos en su margen occidental. Los jinetes hicieron retroceder los piquetes de Craufurd a Marialva y Manzanilla, y cortaron por completo su comunicación con Ciudad Rodrigo, que hasta entonces había estado intermitentemente abierta. Las tropas que habían pasado el río levantaron reductos para cubrir las cabezas de los puentes y atrincheraron ligeramente sus campamentos. El 8 de junio, Ney recibió el primer convoy de su tren de asedio.

El día 15 de junio, los franceses abrieron su primera paralela en el Gran Teso, en un frente de 1.500 metros; estaba a solo 500 metros del glacis de la ciudad. Herrasti mantuvo un fuego furioso sobre las obras de asedio, y las atacó con dos salidas, que no causaron mucho daño, pero les obligó a tener una guardia permanente.

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Asedio francés de Ciudad Rodrigo en 1810. Zapadores franceses excavando trincheras.

El 19 de junio, se iniciaron seis baterías en el Teso; el trabajo fue fácil debido a la gran cantidad de gaviones y sacos terreros que ya estaban almacenados, que las BRIs de Maucune y Ferey habían preparado en mayo. Mientras se preparaban los emplazamientos de los cañones, los zapadores avanzaron las trincheras de aproximación (aproches) en zig-zag desde el extremo derecho de la primera paralela por las laderas del flanco del Pequeño Teso. Una trinchera de aproximación estaba dirigida hacia el aislado convento de Santa Cruz, y la otra hacia el extremo norte del pueblo.

Los españoles, aunque disparaban furiosamente día y noche, no pudieron evitar ni la construcción de las baterías ni el avance de las trincheras de aproximación; por lo que el Tcol Julián Sánchez conocido como “el Charro”, al ver que su caballería no podía sobrevivir el bombardeo que se avecinaba, obtuvo permiso del gobernador para abandonar la ciudad. En la noche del 21 al 22 de junio cruzó el puente, rompió las líneas de la división de Marchand y escapó por la carretera de Fuente Guinaldo con sus 200 lanceros, forzando tres líneas enemigas con que encontró. Se dirigió al campamento de Craufurd y dio un informe completo del estado de la guarnición y el progreso de las obras del enemigo.

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Asedio de Ciudad Rodrigo 1810. Lanceros de Julián Sánchez “el Charro” cargando contra las líneas francesas para romper el cerco y escapar.

Los franceses no pudieron abrir su segunda paralela mientras no se tomase el convento de Santa Cruz, porque el fuego de esta obra exterior enfilaba los trabajos en toda su extensión.

El 23 de junio, desde la ciudad se observaron movimientos poco usuales entre los sitiadores. Eran los preliminares de una serie de ataques que esa misma noche lanzarían sobre los reductos que los españoles tenían extramuros. Estos eran: los arrabales de San Francisco y del Puente, también los conventos de Santa Clara y Santo Domingo. Los ataques fueron repelidos por las tropas españolas allí destacadas.

El convento de Santa Cruz, verdadero objetivo francés por su posición estratégica junto al Gran Teso, zona donde los imperiales estaban situando sus baterías, sufrió el ataque principal. Tres columnas de infantería francesa fueron las encargadas del asalto. Solo la heroica defensa de unos 100 hombres del RI de voluntarios de Ávila así como el vivo fuego de fusilería que descargaban los hombres del RI de Mallorca desde la falsa braga de la plaza, evitaron que el reducto cayera en manos imperiales. Los granaderos franceses reventaron la puerta del convento con un petardo y prendieron fuego a su piso inferior, pero finalmente fueron expulsados. El convento fue parcialmente destruido, pero la guarnición se aferró a sus ruinas y se fortificó con los escombros. Los franceses perdieron 15 muertos y 50 heridos esa noche.

El 25 de junio, las baterías abrieron fuego sin esperar la toma de Santa Cruz, con 46 cañones en 6 Bías a lo largo de la cresta del Teso. Todos los habitantes de la ciudad se apresuraron a ofrecerse voluntarios para la defensa. Hombres, mujeres y niños desempeñaron durante el asedio las más diversas tareas, bien apagando los numerosos incendios, como auxiliares de las piezas de artillería o bien en el resto de labores necesarias para el avituallamiento de los defensores.

Los franceses sufrieron fuertes pérdidas, los españoles sufrieron menos, pero estallaron incendios en varios barrios de la ciudad por las granadas lanzadas por los morteros franceses, y muchas casas quedaron destruidas. Las ruinas del convento de Santa Cruz, además, quedaron tan destrozadas que la guarnición se retiró, cuando 300 granaderos lo asaltaron después del anochecer. Esto permitió a los franceses impulsar sus obras mucho más cerca de la ciudad.

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Asedio de Ciudad Rodrigo 1810. Plano de las obras de asedio y baterías. Auto Charles Oman.

Siguieron cuatro días de furiosos enfrentamientos de artillería, en los que los sitiadores, aunque sufrieron mucho, no solo consiguieron incendiar más de la mitad de la ciudad, sino, lo que era más grave, abrir una brecha en la falsa braga; en el ángulo del lado norte de la ciudad, en el que se habían asentado cuatro de las baterías, y al dañar la muralla medieval interior en la parte posterior de la misma. Creyendo que la brecha era practicable, Ney envió a un oficial a convocar a la ciudad la rendición.

Herrasti respondió que todavía estaba en condiciones de defenderse, y “que después de 49 años de servicio conocía las leyes de la guerra y su deber militar”. Sin embargo, hizo la inusual solicitud de que se le permitiera enviar una carta a Wellington y que se le concediera un alto el fuego hasta el regreso de su mensajero. El mariscal, como era natural, envió una negativa y ordenó que se reanudara el bombardeo el 28 de junio.

Rendición de la ciudad

Hasta ese momento, los ingenieros franceses habían tenido la impresión de que Ciudad Rodrigo probablemente se rendiría cuando se abriera una brecha, sin necesidad de un asalto. Entonces reconocieron que el gobernador tenía la intención de luchar hasta el final, y notaron que había pasado la noche siguiendo la convocatoria para limpiar el foso y reparar la falsa braga dañada con sacos de arena. Los franceses resolvieron que las baterías debían acercarse al pie de las murallas. En consecuencia, se abrió una segunda paralela a lo largo del frente del Pequeño Teso, 250 metros delante de la primera, la noche del 1 de julio.

Esa misma noche una columna de 600 hombres irrumpió en el convento de San Francisco en el suburbio, puesto que habría enfilado el extremo sur de la nueva paralela de la manera más peligrosa. Habiendo obtenido este alojamiento en el suburbio, los franceses se pusieron manos a la obra para conquistarlo todo, y después de una dura lucha callejera irrumpieron en Santa Clara, su bastión central. Acto seguido, Herrasti evacuó el resto de las casas dispersas y retiró todas sus tropas al interior de la ciudad el 3 de julio.

La nueva batería del Pequeño Teso era costosa de construir y mantener: en una noche, los franceses perdieron 71 hombres muertos y heridos en ella. Pero era muy eficaz, la brecha original se amplió mucho y la vieja muralla detrás de ella se redujo a ruinas. Mientras tanto, una batería de morteros, colocada en el suburbio conquistado, alcanzó las partes de la ciudad que hasta entonces habían escapado al bombardeo y redujo muchas calles a cenizas. La posición de la guarnición no era satisfactoria, y Herrasti envió a varios emisarios para rogarle a Wellington que lo ayudara, antes de que fuera demasiado tarde.

La mayoría de estos mensajeros fueron capturados por los franceses, pero al menos dos llegaron a los británicos, que recientemente se habían adelantado al frente para observar por sí mismo el estado de las fuerzas enemigas. Los encontró demasiado fuertes para entrometerse, y envió una carta en la que decía que estaba listo para moverse si veía alguna posibilidad de éxito, pero que en de momento no era viable. Luego se retiró, después de dejar a Craufurd 2 EDL del RDL-16 para fortalecer su delgada línea de avanzada. Herrasti, aunque muy desanimado por la respuesta de Wellington, continuó haciendo una enérgica defensa, pero la ciudad estaba entonces casi en ruinas y la brecha se abrió ampliamente.

El 4 de julio Masséna, que había vuelto a visitar el sitio, obtuvo información de que Wellington había estado con la DIL en Gallegos y decidió hacer retroceder los puestos avanzados británicos para descubrir si la línea del frente de su enemigo había sido fortalecido por las tropas de Portugal. Le parecía bastante probable que el general británico hubiera reunido a su ejército para lanzar un golpe audaz contra los sitiadores, justo cuando las fuerzas de Ciudad Rodrigo se estaban agotando. En consecuencia, la DD de Saint-Croix, con el apoyo de una BRI de Junot, cruzó el arroyo Azava y empujó los piquetes de caballería de Craufurd. Se retiraron, escaramuzando vigorosamente todo el camino, en Gallegos, donde se habían concentrado los 5 BILs de la DIL. Craufurd, teniendo órdenes estrictas de su jefe de que no debía luchar, recurrió al fuerte Concepción, la obra en la frontera española a medio camino de Almeida. Entonces los franceses se retiraron, habiendo obtenido la información que querían saber, de que Craufurd no había sido reforzado por ningún cuerpo considerable de tropas de la retaguardia.

La DIL había maniobrado con su inteligencia y alerta habituales durante todo el día; sus flancos se envolvían continuamente por jinetes en números abrumadores, pero los derrotó con facilidad y perdió solo 5 hombres heridos mientras retrocedía a través de 16 km de campo completamente abierto. Los franceses perdieron 5 oficiales y más de 20 hombres, principalmente en combates con los húsares alemanes, que les superaban en número. Craufurd se mantuvo detrás de las Dos Casas, mientras que los franceses retomaron su antigua línea en el río Azava. Esta medida hizo que cualquier intento de ayudar a Ciudad Rodrigo fuera más difícil que antes, dado que cualquier intento de asaltar por sorpresa los campamentos franceses era imposible.

Advertido por esta actividad por parte del enemigo, Wellington reforzó nuevamente la caballería de Craufurd, dándole 3 EDLs del RDL-14, de modo que la DIL tenía ahora unos 1.200 caballos para vigilar su largo y expuesto frente. Pero el avance francés se detuvo de nuevo durante 15 días completos, ya que el ataque demostrativo del 4 de julio no había tenido otro propósito que el de determinar la entidad de la fuerza de observación británica detrás del Azava.

En los cuatro días que siguieron a la retirada de Craufurd, las baterías francesas abrieron fuego contra el ángulo norte de Ciudad Rodrigo y habían abierto a una gran brecha de más de 120 metros de ancho. Pero Ney, se negó a ordenar un asalto hasta que toda la artillería española en el frente hubiera sido silenciada, y hasta que los ingenieros hubieran trabajado y explotado en la contraescarpa. Este último preliminar se llevó a cabo en la noche del día 8 de julio, cuando una mina que contenía 800 libras de pólvora, explotó con éxito justo fuera de la contraescarpa y arrojó una gran cantidad de tierra en la zanja. De modo que estaba casi a nivel del camino desde las trincheras avanzadas hasta el pie del muro interior.

La guarnición construyó repetidamente el borde de la brecha con empalizadas y sacos de tierra, bajo un intenso fuego y con un gran gasto de vidas. Pero sus débiles reparaciones fueron barridas una y otra vez por las baterías del Pequeño Teso, y todos sus cañones en esa parte de la muralla fueron inutilizados o destruidos gradualmente. A primera hora de la tarde del 9 de julio los ingenieros informaron al mariscal que Ciudad Rodrigo era insostenible y que un asalto era factible. 3 BIs compuestos por Cías escogidas de voltigeurs y granaderos, fueron llevados a las trincheras avanzadas, bajo la supervisión personal del mariscal.

Antes de lanzarlos al ataque, Ney pidió tres voluntarios que se arriesgarían a trepar hasta la cima de la brecha para ver que había detrás. Un cabo y dos soldados hicieron esta atrevida aventura, subieron con ligereza a la cima, dispararon sus mosquetes hacia la ciudad y descendieron ilesos, bajo un fuego disperso de los pocos españoles que aún se aferraban a las ruinas.

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Rendición de Ciudad Rodrigo en 1810. Un cabo y dos soldados voluntarios se prestan voluntarios para mirar mas allá de la brecha. Autor François Grenier de Saint-Martin.
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Asedio de Ciudad Rodrigo 1810. El mariscal Ney arengando a las tropas mientras un cabo y dos soldados reconocen la brecha.

Al recibir la seguridad de que no había nada que temer, Ney ordenó a los BIs asaltantes que salieran de las trincheras, pero antes de que hubieran comenzado, un oficial con una bandera blanca apareció en la brecha y descendió para informar al mariscal que el gobernador estaba preparado para capitular. Al descubrir que Ney estaba inmediatamente debajo, Herrasti salió en persona con su personal unos minutos más tarde y resolvió todo el asunto en una breve conversación. Ney felicitó al veterano general español por su buena defensa, le devolvió su espada y le dijo que debería tener todos los honores de la guerra.

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Asedio francés de Ciudad Rodrigo en 1810. Asalto de la brecha.
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Asedio de Ciudad Rodrigo 1810. Tropas del mariscal Ney asaltando las murallas

En consecuencia, la guarnición partió a la mañana siguiente con unos 4.000 hombres, depuso las armas por debajo del glacis y se dirigió a Bayona. Los españoles habían perdido 461 muertos y 994 heridos, solo una cuarta parte de su fuerza, en su honorable resistencia. Les quedaban provisiones para unos pocos días y, aunque sus municiones no se habían agotado de ninguna manera, se habrían visto obligados a ceder por falta de comida, incluso si el asalto hubiera fracasado, lo cual era absolutamente imposible.

Los franceses capturaron 118 cañones, la mayoría en mal estado o inutilizados, y 7.000 mosquetes. Ninguna casa o iglesia del lugar estaba intacta, y la gran mayoría estaban sin techo o arrasadas hasta los cimientos. No servía de nada prolongar la resistencia. En su despacho a la Junta, habló con cierta amargura del hecho de que Wellington no había hecho ningún esfuerzo por aliviar la plaza, y se mostró bastante natural dadas las circunstancias. Martín de La Carrera, que había estado al mando de la DI española que se encontraba en las montañas al sur de la ciudad, expresó su ira aún más amargamente y marchó hacia Extremadura con gran enfado, en el momento en que le llegó la noticia de la rendición.

Los franceses se habían visto obligados a realizar esfuerzos mucho mayores en el asedio de Ciudad Rodrigo de lo que habían esperado, cuando se plantaron por primera vez ante sus murallas. Su artillería había arrojado 11.000 proyectiles y 18.000 balas en el lugar, lo que casi agotó su reserva de municiones; solo se habían proporcionado 700 disparos por cada una de sus 50 cañones. Habían perdido 180 muertos y más de 1.000 heridos, principalmente en la costosa labor de impulsar los accesos hacia la muralla, antes de que se silenciara el fuego de la artillería española. Masséna mostró su mal genio, cuando todo terminó, enviando prisioneros a los miembros civiles de la Junta a Francia e imponiendo una multa de 500.000 francos a la miserable ciudad en ruinas. Es sorprendente saber que en realidad logró extraer la mitad de esa suma de la población sin hogar y hambrienta.

El 10 de julio, mientras salía la guarnición de Rodrigo, Craufurd sufrió una desgracia. Al ver que los recolectores franceses estaban ocupados en las aldeas entre Azava y Dos Casas, resolvió intentar sorprender a algunas de sus partidas, y salió del fuerte Concepción con 6 Escóns, 6 Cías de fusileros y el RI-43, 1 BI de cazadores portugueses y 2 cañones. Al encontrarse repentinamente con el grupo de cobertura francés cerca del pueblo de Barquilla, ordenó a su caballería que los persiguiera. El enemigo, formado por dos tropas de dragones y 200 hombres del RI-22 del CE de Junot, inició una rápida retirada hacia sus líneas. Entonces Craufurd ordenó a sus Escóns principales, uno de húsares alemanes y otro del RH-16, que cargaran. Así lo hicieron, cayendo sobre la infantería, que se detuvo y formó un cuadro en un campo de maíz para recibirlos. La carga, realizada por hombres que habían estado galopando durante 1,5 km y que habían sido muy desordenados al pasar por algunos recintos, fracasó. Los jinetes, abriéndose a derecha e izquierda bajo el fuego del cuadro, avanzaron y persiguieron a la caballería francesa, que se dirigía hacia el flanco. Los siguieron una cierta distancia, finalmente los alcanzaron e hicieron prisioneros a 2 oficiales y 29 hombres.

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Fuerte de la Concepción, 6 de abril de 1810. dos cañones británicos regresando a su cuartel. Un oficial británico charla con portugueses. Autora Christa Hook.

Mientras tanto, Craufurd llamó al siguiente Escón, uno del RDL-14, y lo envió contra el pequeño cuadro. Encabezados por su coronel Talbot, los hombres del RDL-14 cargaron, pero no pudieron derrotar a los franceses, que se mantuvieron firmes y esperaron hasta que las cabezas de los caballos estuvieron a diez pasos de sus bayonetas antes de disparar. Talbot y 7 de sus hombres cayeron muertos, y algunas decenas más quedaron heridos. Antes de que pudiera llegar otro escuadrón, los franceses se deslizaron hacia los recintos del pueblo de Cismeiro y escaparon. Se dijo que no se hizo ningún esfuerzo para detenerlos porque los otros 2 Escons de caballería británica, que habían cabalgado hacia el sonido de los disparos, fueron confundidos con un gran cuerpo de caballería francés que venía al rescate de la infantería.
El capitán francés Gouache, que había mandado la plaza, fue promovido y condecorado por Masséna.

Minado del fuerte de la Concepción (21 julio 1810)

Tras la toma de Ciudad Rodrigo, los franceses dejaron pasar 10 días antes de renovar el avance. Masséna, que había vuelto al frente, estaba decidido a seguir las órdenes del Emperador y actuar metódicamente. Era evidente que le correspondía comenzar el asedio de Almeida lo antes posible y, como ese lugar está a solo 23 km de Ciudad Rodrigo, una larga marcha lo habría colocado ante sus murallas. Pero como le quedaba poca munición para sus cañones pesados, se negó a seguir adelante hasta que todas las reservas disponibles estuvieran en camino de Salamanca al frente y se hubiera enviado a Bayona la requisa para un suministro adicional. También tuvo que hacer todo lo posible para reunir más comida, ya que las tiendas que había reunido Ney estaban casi agotadas cuando Ciudad Rodrigo cayó.

El 21 de julio, sin embargo, habiendo llegado algunos convoyes desde Salamanca, Masséna ordenó a Ney que avanzara con el CE-VI y que hiciera retroceder a Craufurd hasta Almeida. El punto principal que se le indicó que averiguara ese día era si los ingleses tenían la intención de hacer una detención en el fuerte Concepción, la aislada obra española que enfrenta a Almeida en la frontera, más allá de los Turones.

Se trataba de una sólida fortaleza del siglo XVIII que cubría el puente donde la carretera principal pasa por el río. Recientemente había sido reparado y podría haber resistido un bombardeo durante algunos días. Era una de las mejores fortificaciones de Europa, pero los españoles no podían guarnecerla lo suficiente para evitar su captura. Tenía planta cuadrangular con baluartes en cada esquina y revellines entre los baluartes, estaba rodeada por foso y podía albergar hasta 1.500 soldados y 200 caballos.

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Plano del fuerte de la Concepción en 1810.

Wellington tenía establecida su línea defensiva dentro de Portugal y tampoco quería desplazar tropas allí, pues serían pronto sitiadas y superadas por el gran ejército francés del mariscal Masséna, así que el 19 de junio ordenó a sus ingenieros que preparen la voladura del fuerte de la Concepción.

John Burgoyne, capitán de los ingenieros reales, decidió colocar cargas de pólvora de tal forma que a los franceses les resultase difícil el reparar la fortaleza y que resultase indefendible. Los británicos emplazan 100 barriles, de 64 libras de pólvora cada uno, en el este del fuerte, y otros 60 en el centro por si no les da tiempo a destruir la plaza antes de que lleguen los franceses. Para el día 20 de julio ya han emplazado otros 190 barriles en los revellines, y esperan la orden definitiva de Wellington.

Los ingenieros y el fuerte eran vigilados de lejos por el RDL-14 británico, con algunos infantes, que el día 11 de julio se enfrentaron con un destacamento francés en Villar de Puerco, cuya misión era tomar la fortaleza. Los franceses forman en cuadro y rechazaron a la caballería, causándoles bajas.

El 21 de julio, la patrulla inglesa avistó un gran contingente francés en dirección al fuerte, y enviaron un mensajero a Burgoyne, que detonó de inmediato las cargas, destruyendo así el magnífico fuerte de la Concepción. Se derribaron las esquinas de los baluartes y partes de los revellines, el fuerte resistió las explosiones y su estructura general quedó en pie.

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Vista del fuerte de la Concepción en su estado actual.
Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-08-09. Última modificacion 2023-08-09.
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