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Nuevo Gobierno de Francia (1 al 2 de abril de 1814)
Charles Maurice de Talleyrand fue uno de los más leales ministros de Napoleón desde 1807 a 1809, cuando este le cesó al descubrir que intrigaba con Fouché para derrocarle, paradójico teniendo en cuenta que Talleyrand ayudó a Bonaparte a alcanzar el poder.
Con los soldados aliados protegiendo a los monárquicos de París, Talleyrand se manifestó en público como firme partidario de la restauración del Antiguo Régimen, y recibió cordialmente en París al zar Alejandro I de Rusia y al rey Federico-Guillermo III de Prusia; sería él quien les dio las llaves de la ciudad.
El 1 de abril, Talleyrand, siguiendo además los más firmes deseos de los monarcas coaligados que le amparan, eligió un gobierno provisional para Francia, despreciando el hecho de que Napoleón aún vivía y se encontraba en el país, en concreto en su residencia de Fontaineblau. La emperatriz regente Maria Luisa y el gabinete de ministros napoleónicos también se encontraban en la nación, aunque fuera de París.
El 2 de abril, Talleyrand culminó el fulminante proceso de transición hacia un estado monárquico al lograr que el Senado y el Cuerpo Legislativo destituyeran a Napoleón.
Los aliados tenían intereses divergentes. Austria estaba a favor de una abdicación en favor del hijo de Napoleón, confiando la tutela a su madre María Luisa, lo que podría ser perjudicial para las demás potencias. Rusia era desfavorable a los Borbones, propuso por su parte colocar en el trono a Bernadotte, entonces príncipe heredero de Suecia y Noruega, pero su presencia al frente de uno de los ejércitos de la coalición jugó en su contra. La solución de la rama joven de Orléans tenía sus partidarios entre los que temen un retorno al absolutismo, pero el futuro Luis-Felipe I se negaba a hacerlo. Queda la solución de Borbón, que contaba con el apoyo de los ingleses. Concretamente, los aliados, para evitar disputas dentro de la coalición, dejaron que los acontecimientos internos decidieran la orientación final.
Abdicación de Napoleón I (3 al 6 de abril de 1814)
En Fontaineblau, Bonaparte logró reunir 60.000 soldados con el objetivo de recuperar París, y preparar un gobierno provisional para contrarrestar al que los coaligados y los monárquicos franceses habían elegido en la capital, para movilizar a las masas y alzarlas contra los invasores en acciones guerrilleras.
Pero la realidad era demoledora: sus enemigos controlaban el noroeste del país, parte del sur, y también la capital, con unos 145.000 soldados acampados en ella y los alrededores; muchos de los franceses le habían dado la espalda, y no creían en su causa, que, como él sabía, se sostenía solo mientras lograse victorias, a diferencia de sus adversarios, que habían podido movilizar continuamente a sus pueblos contra él.
En un consejo de guerra celebrado en Fontaineblau con sus jefes de Estado Mayor, Napoleón expuso sus temerarios planes, siendo interrumpido por el mariscal Ney, que dijo tajantemente “El ejército no marchará a París» a lo cual Bonaparte replica “Los soldados me obedecerán”. Ney le respondió “Los soldados obedecerán a sus generales”.
Después de tantos años de guerra, muchos oficiales y soldados regulares estaban hastiados. Sin la lealtad del ejército, Bonaparte sabía que no podía mantenerse como Emperador de Francia, y menos aún con monarcas enemigos en el interior de sus fronteras, protegiendo a sus detractores para que actuasen sin reparos contra él.
El 4 de abril, tras abandonar sus planes militares, Napoleón anunció que dejaría el trono a favor de su hijo, que ostentaba el pomposo título de rey de Roma.
Pero los monarcas aliados, aparte de aborrecerle, no querían que instaurase una dinastía por considerarla ilegítima de origen, al no descender Bonaparte de familia real alguna; los monarcas coaligados pretendían restaurar a uno de sus iguales, un noble de estirpe, a un descendiente de la casa de Borbón, la que reinaba en Francia hasta la Revolución.
Los monarcas aliados ignoraron la propuesta, pero el gobierno provisional de París la aceptó inmediatamente y propuso la candidatura de Luis XVIII de Borbón como nuevo rey de Francia. Pero este gesto no tenía valor mientras el Emperador siguiera en el país.
El 5 de abril, Marmont se cansó de la obsesión de Napoleón por mantenerse en el poder, y rindió su cuerpo, de 11.000 soldados, a los austriacos; de todas formas, Bonaparte le despreciaba abiertamente por haber rendido París a los aliados, y ya no tenía ningún futuro a su lado, por lo que se pasó a los monárquicos.
Otros militares se distanciaron de Napoleón hasta abandonarle, para unirse a los partidarios del Antiguo Régimen, como los mariscales Ney, MacDonald y Oudinot, o los generales de división Compans, Souham o Bordesoulle. En el ejército se celebraron comités secretos; algunos oficiales seguían siendo fieles a Bonaparte, como el mariscal Berthier o el general Palet, pero otros decidieron no obedecerle o transmitir sus órdenes, en clara insubordinación. Los mariscales más leales le pidieron que abdicase.
El 6 de abril, Napoleón se percató de que pronto no tendría los suficientes apoyos ni tan siquiera para asegurar su propia seguridad personal, y decidió abdicar sin condiciones, renunciando a todos sus derechos adquiridos sobre el trono francés. Los aliados vieron cumplido por fin su deseo, exigiendo que lo rubricase en un documento oficial, cuyas cláusulas debían ser redactados y aprobados; en esencia comprendían la abdicación y el exilio.
A la noche siguiente, los soldados de la Vieja Guardia, enterados de las tribulaciones de Napoleón, se dirigieron a su residencia para mostrarle su lealtad hasta la muerte, coreando: “Viva el Emperador…! Abajo los traidores…!” Este fanatismo conmovió a Bonaparte, y pidió voluntarios para escoltarle a un futuro destierro; todos respondieron entusiasmados. Entre sus fieles aún había varios centenares de polacos.
Napoleón se ve obligado por los líderes de la coalición y los monárquicos franceses a firmar el que será conocido como el Tratado de Fontaineblau, por el cual renunciaba al trono de Francia, aunque retenía el título de Emperador de forma honorífica.
Su soberanía se restringía al gobierno de la pequeña isla mediterránea de Elba, a la que se le desterró con una escolta personal de 500 infantes, 120 jinetes y 120 artilleros de su elección. Para que disfrutase de una existencia muy digna y placentera recibiría del reino francés una asignación anual vitalicia de 2 millones de francos.
Esa misma noche Bonaparte intentaría suicidarse ingiriendo un veneno compuesto de opio, belladona y eléboro. A la mañana siguiente fue encontrado enfermo, pero no grave. El coronel británico Neil Campbell, comisionado para encargarse de la custodia de su arresto domiciliario, le describió como “…un animal encerrado en una jaula, que camina ansiosamente de un lado a otro de su habitación; sin afeitar, despeinado…”
Luis XVIII, nuevo rey de Francia
El gobierno provisional francés aceptó la abdicación de Napoleón en los términos del Tratado de Fontaineblau, ofreciendo el trono al hermano del rey Luis XVI, decapitado en 1793, durante la Revolución.
Desde entonces, este superviviente de la casa real de Borbón había estado vagando por las cortes europeas, ignorado y olvidado por todos, pero a los monarcas aliados les satisfacía que volviera para reinstaurar el Antiguo Régimen; y el 14 de abril desembarca en Calais.
El 3 de mayo, Luis XVIII entraba solemnemente en París como rey, mientras Napoleón estaba en la costa mediterránea a punto de zarpar a su forzado exilio en la isla de Santa Elba.
Sin embargo, los ideales revolucionarios habían calado muy hondo en la sociedad francesa, y los que desean la continuidad del Despotismo Ilustrado eran poquísimos. La mayoría de la gente quería que el nuevo rey aceptase una Constitución por la que se aceptaba respetar los derechos individuales y colectivos del pueblo, cediendo casi todo el poder al Parlamento.
El 4 de mayo, el rey juró una Constitución aparentemente más liberal que la promulgada por Napoleón en 1804, antes de proclamarse Emperador. Pero en realidad, era muy conservadora. Diseñada a partir del modelo británico, determinaba que la legislación estaba en manos de los ministros, que solamente eran responsables ante el rey, y sin embargo, aceptaba el Código Napoleónico.
Uno de los aspectos más anglófilos que contemplaba la nueva Constitución era la posibilidad de que el rey pudiera designar Pares del Reino, de cargo hereditario. El primero en obtener dicha distinción sería el mariscal Marmont; así el rey le mostraba su agradecimiento por haber capitulado París y ser el primero en abandonar a Napoleón.
Marmont, duque de Ragusa, sería nombrado además capitán de la Guardia Real; pero durante el resto de su vida, sería despreciado por los napoleónicos, acuñando el término “ragusada” como sinónimo de traición; a sus soldados les llamarán «la compañía de Judas«.
El nuevo regente tendría el apoyo del clero, la nobleza, las clases altas y la alta burguesía, que esperaban de él que se comportase como un defensor de las libertades revolucionarias y a la vez un restaurador de la cara más amable del Antiguo Régimen. Pero en breve, el rey comenzaría a inmiscuirse en asuntos de gobierno sin ningún disimulo.
Pero una parte del pueblo llano y el ejército seguirán fieles al exiliado Napoleón.
Napoleón desterrado en Santa Elba (4 de mayo de 1814)
El 20 de abril, Napoleón se despidió de los soldados de la Vieja Guardia que no pueden acompañarle al exilio. En uno de sus discursos más recordados y emotivos, alabó entre lágrimas el coraje y fidelidad que le han demostrado durante 20 años, diciéndoles que ahora debían continuar al servicio de Francia, y que les lleva en el corazón.
El 28 de abril, Bonaparte abandonó Fontaineblau disfrazado, para evitar ser reconocido por los numerosos enemigos que ahora tenía en el país, en compañía de un pequeño grupo de invitados, sirvientes, y una provisión de alimentos y bebidas selectas, partiendo hacia el puerto de Marsella, en la costa mediterránea.
Los aliados le permiten llevar consigo al exilio una escolta de hasta 1.000 hombres de su elección. Casi todos los soldados elegidos procedían de la Vieja Guardia. Había 100 artilleros, 300 granaderos, 300 cazadores, 100 lanceros polacos y 21 marines; solo de la artillería de la Guardia se presentaron más de 400 voluntarios.
En el cortejo de Napoleón figuran los generales Bertrand y Drouot. Otros quisieron unirse a la comitiva, estando dispuestos a formar parte de la escolta como soldados rasos. Un personaje pelicular del personal de servicio era el contable italiano encargado de gestionar el cobro de los pagos anuales que el nuevo gobierno francés había prometido a Bonaparte.
El 4 de abril, Napoleón llega a Marsella, embarcando en el buque de guerra británico Undanunted, que lo transportó a Portoferraio, en la pequeña isla de Santa Elba, situada muy cerca de la costa italiana de Toscana. Su nuevo reino tiene una extensión de 20 km de ancho por 30 km de largo, albergando una población de 110.000 personas.
Napoleón regiría el principado de Santa Elba de forma suntuosa, ostentando un poder absoluto. Inmediatamente reformó sus leyes y sistema de gobierno, para después dedicarse a la construcción de caminos y edificios públicos, como un tribunal o un teatro.
Residiría en la Pazzina dei Muline, un soberbio palacio que decorará a su estilo. En una sala encargó realizar frescos mostrando escenas de su campaña en Egipto. Su otro hogar sería una opulenta casa en San Martino, en el interior de la isla, a la que llamará Bijou.
Durante su estancia en la isla recibirá continuos informes de la situación en Francia, esperando el momento propicio para escapar del destierro y recuperar su imperio.
Tratado de París (30 de mayo de 1814)
Los delegados de la victoriosa Coalición impusieron a Francia 33 condiciones generosas por su derrota: se restablecerían las fronteras de 1792, pero los territorios de Saboya, Alsacia, el Sarre y el territorio pontificio de Aviñón seguirían en manos francesas. Inglaterra se apropió de Malta, pero devolvió los puestos coloniales en Asia, América y África.
Otras cláusulas contemplaban la reconciliación con los partidarios de Bonaparte, que no podrán ser perseguidos y podrán emigrar si lo desean; la navegabilidad y libre comercio por el Rin era otro punto importante del tratado.
Cabe destacar el que los vencedores no impusieron ninguna sanción económica, gesto que raras veces se ha dado en la historia de la humanidad, y con el que los monarcas aliados mostraban la veracidad de lo que manifestaron desde un principio: su guerra era contra Napoleón, y no contra los franceses.
En Alemania, la ausencia de castigos o sanciones a Francia indignó a muchos ciudadanos que habían padecido la ocupación napoleónica, dándose manifestaciones y disturbios que ni siquiera la devolución a Berlín del grupo escultórico de la Puerta de Brandemburgo, saqueado por los franceses, consiguió aplacar.
La guerra ha terminado oficialmente y la Sexta Coalición se disolvió, los soldados aliados retornarán progresivamente a sus hogares. Los diplomáticos volverían a reunirse para reorganizar el mapa político del resto de Europa, trastocado por las acciones de Bonaparte, a quien algunos políticos desean exiliar a un más lejos del continente.
Celebraciones en Londres (7 al 20 de junio de 1814)
El 7 de junio, el zar Alejandro I de Rusia y el rey Federico-Guillermo III de Prusia desembarcaron en el puerto de Dover con una comitiva entre la que figuraban altos oficiales como los mariscales Blücher y Barclay de Tolly o el general Platov, y otros políticos europeos como los príncipes de Metternich y Leichtestein.
Fueron recibidos por una alborozada multitud de británicos, deseosos de ver y tocar a los protagonistas de las guerras que hasta ahora solamente conocían por noticias de la prensa. La comitiva se dirigió hacia Londres, siendo aclamada con fanatismo por los ciudadanos de las villas que se encontraban a su paso, e incluso los campesinos les vitoreaban en los caminos.
Ya en la capital, los londinenses formaron tal algarabía que desengancharon los caballos del carruaje del rey prusiano y lo empujron ellos mismos por las calles; y como el Zar había anunciado su deseo de visitar al Príncipe Regente, una muchedumbre le espera aglomerada a la puerta de palacio.
El zar ruso, el rey prusiano y el príncipe austriaco Metternich fueron recibidos por el Príncipe de Gales, manteniendo una conversación sobre asuntos religiosos. Alejandro I era el más popular, pasando por Hyde Park vestido con uniforme británico tras recibir el doctorado honorífico en Oxford; una vez en palacio, los londinenses reclamaron que se asomase al balcón para saludarles hasta veinte veces. Después visitaría la abadía de Westminster, el Museo Británico e incluso contemplará las famosas carreras de caballos de Ascot.
Pero de entre los invitados continentales destacaron los cosacos de la escolta del general Platov quienes atrajeron el mayor el interés de los ingleses, por el exotismo de su rudo aspecto, barbudos con el rostro cubierto de cicatrices, y los relatos que habían leído sobre su ferocidad en combate durante los pasados tres años de campaña europea.
El 16 de junio, los monarcas y sus generales fueron invitados por los mercaderes y banqueros londinenses a disfrutar de una suntuosa cena, en la que se reúnen hasta 700 comensales que disfrutaron del suculento ágape servido en vajilla de oro mientras eran deleitados por músicos italianos; aunque la Gran Duquesa Catalina de Rusia protesta porque no puede soportar sus melodías, situación que terminó en un embarazoso incidente con el Príncipe Regente.
Dos días después, el zar ruso, el rey de Prusia, el primer ministro austriaco, el duque de Wellington, Blücher y Barclay de Tolly fueron invitados a otra cena, esta vez ofrecida por el Ayuntamiento de Londres, pero ya por entonces corría el rumor de que el Zar se sentía incómodo en Inglaterra y deseaba retornar a su patria.
El 20 de junio tuvo lugar la última ceremonia destacada de la celebración de la victoria aliada, en la que los monarcas y sus generales asistieron a un gran desfile de 12.000 soldados británicos en Hyde Park. Después la comitiva abandonó Londres para dirigirse al puerto de Dover, donde embarcaron a Francia, y desde allí retornarán a sus respectivos países.