Guerras Napoleónicas Guerras Napoleónicas (1815) Fuga de Napoleón de la isla de Elba

Vida de Napoleón en Santa Elba

Desde el 3 de mayo de 1814, Napoleón Bonaparte vivía desterrado como regente de la pequeña isla de Santa Elba, donde, a pesar de disfrutar de una vida tranquila y lujosa, sufre muchas amarguras personales.

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Llegada de Napoleón a la isla de Elba en Porto Ferraio el 4 de mayo de 1814.
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Llegada de Napoleón a la isla de Elba en Porto Ferraio el 4 de mayo de 1814 (A).

En la isla, Bonaparte se comportó como un verdadero jefe de Estado. Formó un cuerpo de voluntarios que se sumaron a sus 400 granaderos. Estudió mejoras, la producción de diversos productos, visitó las dependencias públicas, a todos los colmaban de preguntas y se hacía del tiempo para navegar en velero por los alrededores y de dar largos paseos a caballo. Solía detenerse sobre una elevación y contemplar la isla de Córcega, el lugar donde había nacido.

Las más altas misiones las encomendó a fieles compañeros. El mariscal Bertrand fue nombrado Gran Mariscal de Palacio, se hizo cargo de los asuntos civiles de la Casa del Emperador. Drouot se encargó de la Guerra, Cambronne de Portoferraio y Peyrusse del Tesoro. Continuamente obsesionado con su seguridad, Napoleón mostró especial cuidado en la renovación de las fortificaciones y reprochó a Cambronne su lentitud en traer de vuelta a la isla a la Vieja Guardia. Este trajo consigo 700 hombres en lugar de los 400 autorizados por los aliados.

Pronto, otros soldados llegaron espontáneamente a engrosar la tropa, lo que no pasó sin lastrar unas finanzas ya frágiles. Con estos nuevos reclutas formamos un batallón corso.

Ocupó dos mansiones, atendidas por 35 criados. La Villa dei Mulini en Portoferraio y en los meses de calor ocupaba la de San Martino. Desde 1 de junio se sumó su hermana Paulina.

Un barco cargado de muebles se hundió. Sin demasiados escrúpulos, se apoderaron del cargamento que pertenecía al príncipe de Borghese, el marido de Paulina, su cuñado. ¡Un poco cínico, Napoleón observó que no salió de la familia! ¡Sin embargo, envió al príncipe una estimación detallada de los bienes “prestados”! Por medio de estos pequeños arreglos, el Emperador pudo mantener su rango en su nuevo palacio
Tenía a su disposición, para el comercio, el bergantín Inconstant y el jabeque Etoile. Para monitorearlo en Elba, el coronel Campbell (inglés) y su tripulación en la corbeta Partridge vivían allí. Pero el coronel solía estar ausente a bordo de su corbeta para realizar misiones en los puertos de los alrededores.

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Vida de Napoleón en la Isla de Elba.

Su madre María Leticia, de 64 años, rechazó la cómoda vida que le habían ofrecido y el 2 de agosto había llegado, para alegría de su hijo. Se instaló en una casa cercana, y pasaban mucho tiempo juntos.

A comienzos de septiembre, estuvo dos días con su amante la condesa polaca María Walewska, con el hijo de ambos de 4 años.

El gobierno francés se negó a pagarle el tributo anual de 2 millones de francos al que se había comprometido. Josefina Beauharnais, su primera esposa a la que aún amaba, falleció de un ataque de difteria sin que él pudiera consolarla ni se le permitiese acudir al sepelio. Su actual cónyuge, María Luisa, vivía en Austria, pero no le permitían visitarla, como a su hijo, el Rey de Roma, lo que más le desespera. Su hermano José huiría a América.

A Bonaparte le resultaba igual de frustrante el que muchos de los que fuesen sus mariscales y amigos le hubieran abandonado en su peor momento; dedicándose después a agasajar a los representantes de los países vencedores y al nuevo rey Luis XVIII de Borbón, cuando fue él quien les dio los títulos nobiliarios y las riquezas que disfrutaban.

La melancolía le embarga, pues durante los últimos 10 años rigió buena parte de Europa y ahora se encuentra confinado en una diminuta isla; en su Grande Armée llegó a tener un millón de soldados, y ahora solo tiene una escolta de mil hombres con él, aunque todos muy fieles y, literalmente, dispuestos a luchar por su causa hasta la muerte.

Una vez establecido Napoleón en la isla de Elba, los días se convierten para él, persona hiperactiva, en una rutina tediosa e insoportable, pasando el tiempo en esporádicos cambios de residencia, organizando fiestas tan pomposas como banales y jugando a las cartas. Su modo de vida se volvió sedentario y su carácter parecía adormecerse.

Talleyrand, el que fuera ministro napoleónico y presidía el gobierno francés, envió gran cantidad de espías a Santa Elba, sabiendo que Bonaparte conspiraría para recuperar el poder; sus agentes en la isla eran tantos que a veces daban informes unos de otros, y otras escribían falsedades que Talleyrand hacía publicar al breve en la prensa borbónica. De hecho, el gobernador italiano de Santa Elba era en realidad el carcelero de Napoleón.

Los momentos más felices de Napoleón en su triste exilio llegaron con las noticias que le llegan de Francia, que gradualmente mejoran su ánimo al darle cada día más motivos de esperanza: su único anhelo era volver al continente para reinstaurar el Imperio Francés.

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Napoleón visitando unas obras durante su estancia en la isla de Elba.

Aunque los franceses acogieron muy bien al rey Luis XVIII tras jurar acatar una Constitución monárquica parlamentaria, el descontento popular aumentaba progresivamente con el retorno de la nobleza y el clero que escapó de la guillotina durante la Revolución.

El soberano y los aristócratas ignoraban que los revolucionarios habían cambiado de forma profunda la sociedad francesa, que ya no deseaban el absolutismo del Antiguo Régimen. Tanto el rey Luis como los nobles volvieron a inmiscuirse en los asuntos de gobierno, defraudando a los monárquicos moderados, enfureciendo a revolucionarios y liberales.

Luis XVIII adquirió mala reputación al dilapidar poco a poco en excentricidades, como sucedía en tiempos previos a la Revolución, los 60 millones de francos del Tesoro Nacional amasado por Napoleón durante sus conquistas y rapiñas europeas. Mientras, los hombres que habían participado en conseguir esta riqueza vivían ahora precariamente, pues el año pasado fueron licenciados unos 250.000 soldados. Los oficiales, descontentos con su pensión de media paga, anhelaban más que nadie los tiempos de gloria del Imperio.

El desencanto que se vivía en Francia era tal, que los bonapartistas veían cada vez más factible el retorno de Napoleón, que de carnicero había pasado a ser considerado mártir, y cada vez eran más quienes se atrevían a mostrar su postura en público, llevando violetas en sombreros y solapas. Bonaparte calculaba que le apoyaría la mitad de la población, suficiente como para reinstaurar su hegemonía en todo el país, iniciando planes para regresar.

Talleyrand comenzaba a temer el retorno de Napoleón de tal forma que pidió a los diplomáticos europeos su traslado a otra isla más alejada de Francia, como las Azores. A finales de diciembre, los gobiernos de Inglaterra y Prusia aceptaron, sugiriendo la remota isla de Santa Helena como posible destino de confinamiento perpetuo para Bonaparte.

A principios de 1815, el malestar de los franceses más humildes aumentó: el año anterior hubo malas cosechas, encareciendo los alimentos básicos. Los nobles y clérigos exigieron sin disimulo recobrar sus antiguos privilegios de clase, reclamando propiedades arrebatadas durante la Revolución, tierras que muchos campesinos compraron a bajos precios y ahora temían perder, sumándose con desesperación a las filas de los burgueses bonapartistas.

En febrero, desde Viena llegó la noticia de que los representantes de la Sexta Coalición, reunidos desde el 1 de noviembre del año anterior para discutir el mapa político de Europa, no consiguieron llegar a un acuerdo sobre el futuro de Polonia y Sajonia. Por entonces, en Francia los republicanos y bonapartistas se conjuraron contra la monarquía.

Planeamiento de la fuga

Bonaparte creía que había llegado su momento, decidiendo escapar de Santa Elba en cuanto pudiera con el propósito de recuperar el poder en Francia con ayuda de sus leales, intentar pactar una alianza con Austria y reconquistar su Imperio europeo.

Planeó muy secretamente un regreso en barco con toda su corte y sus seguidores durante el próximo invierno. Debía aprovechar las noches que eran largas y elegir una noche sin luna. Regresar a Francia bajo las narices y barbas de los aliados de Europa y derrocar a Luis XVIII, era una gran apuesta, pero no tenía nada que perder, era su elección entre sobrevivir o la posibilidad de terminar gloriosamente.

Esta decisión permanecería en secreto, se la guardó para sí mismo. Anunciaría la partida en su séquito cercano solo 3 semanas antes, sin dejar de ser muy vago sobre el destino. Muchos pensaban que sería Nápoles donde estaba su cuñado Murat rey de Nápoles o también a Milán. Napoleón cubrió voluntariamente sus huellas durante 2 meses.
A lo largo de los meses, se había hecho amigo de los capitanes de los barcos británicos y navegaba a propósito para que ellos se acostumbrasen a su presencia.

La luna nueva del 8 de diciembre no da tiempo para prepararse. Luego, el 13 de enero, el Inconstant salió a buscar trigo en Civitavecchia, sufrió una fuga y encalló al llegar a Porto Ferraio. Para la noche sin luna del 9 de febrero había que desistir porque el Inconstant no estaba listo. El 18 de febrero, este último realizó pruebas en el mar, pero todavía había una fuga y el tiempo se acababa. La siguiente oportunidad era durante las noches del 26 al 28 de febrero de 1815.

A partir del 21 de enero, los más allegados a Napoleón tenían misiones que cumplir que les hacían adivinar la inminente partida, pero desconocían el destino. El secreto estaba muy bien guardado. El 16 de febrero se iniciaron otros preparativos y las razones se hicieron más precisas: el general Drouot pidió que el Inconstant fuera pintado con los colores de un bergantín inglés y aprovisionado para 120 hombres, antes del 24 de febrero y para un período de 3 meses. Los grandes barcos son movilizados por Pons de l’Hérault para la misma fecha.

Para encubrir su plan, el día de su escapada prevista para la noche del 26 al 27 de febrero, su hermana menor Paulina Bonaparte organizó un baile de máscaras y se cuidó de que asistiese mucha gente, y él se mostró alegre y despreocupado. Cerca de la medianoche anunció que se retiraba a descansar.

Campbell había partido en el Partridge el día 16 hacia Livorno y Florencia. Campbell informó que aún no estaría en casa para ir al baile organizado por Paulina.

Por lo tanto, Campbell estaba en Livorno y Florencia, pero estaba preocupado. El día 24 envió a su capitán al Partridge para una inspección en Porto Ferraio. Este último descubrió que todo era normal y se fue de inmediato. Sin embargo, toda la flota de barcos reunida en el puerto de Porto Ferraio estaba lista.

El 26 de febrero en la madrugada, después de una noche casi de insomnio, Napoleón anunció que la salida sería esa misma noche y solo les dijo a sus allegados que sería para Francia.

Napoleón se tomó el tiempo de ir a misa en la catedral (era domingo), se dedicó a los últimos preparativos y quiso que todos sus soldados estuviesen debidamente vestidos y equipados. Se despidió de su madre y de su hermana. Luego, por la tarde, era la gran concentración en muelle de Porto Ferraio. Frente a la flotilla que estaba en el muelle, estaban todos los notables de la isla acompañados de una multitud de varios miles de habitantes que habían acudido a despedirse.

Tenía que pasar las instrucciones y dar la nueva organización en la isla. Los embarques fueron largos, pero se hicieron con orden y tranquilidad. Los 1.000 soldados y fieles se distribuyeron de la siguiente manera:

  • 500 hombres de la Guardia irían con Napoleón en el Inconstant, cargados con varios caballos, cofres de oro, una docena de cañones de campaña además de los 26 cañones del Inconstante. Pons de l’Hérault, que esperaba quedarse en el Elba y pensó en convertirse en su gobernador, sería sorprendido en el último momento al ser invitado por Napoleón a embarcarse, sin demora, en el Inconstant.
  • 100 polacos se agolparían en el jabeque Etoile.
  • 400 corsos y voluntarios de Elba se repartieron en los 5 barcos amarrados en el muelle de Porto Ferraio: el Esperonade la Caroline (montaña maltesa), los 2 faluchas de Pons de l’Hérault el Abeille y el Mouche (que eran transportes de minerales en Río Marine), el San José perteneciente a uno de Elba, y el palangre Saint-Esprit que vino de Marsella para comerciar y que había sido retenido en el Elba.

Estos eran los que constituían la pequeña flota que partiría hacia Francia: Un bergantín, un jabeque y 5 barcos mercantes.

Fue a última hora de la tarde, cuando Napoleón había preparado su discurso de despedida, ante la declaración de estos, la emoción estaba en su apogeo. Todo el mundo estaba llorando. Las despedidas se hacen frente a esta multitud conmovida, con gritos de “¡Vive l’Empereur!.

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Partida de Napoleón de la Isla de Elba en Porto Ferraio la noche del 26 al 27 de febrero de 1815. Autor Joseph Beaume. Museo Nacional del Castillo de Versalles.

A las 19:00 horas, el Emperador y su séquito subieron a bordo del Inconstant y zarparon, saludando con un cañón, para dar la señal de partida. Había suficiente viento para enfilar hacia la costa francesa. Junto a las naves que lo acompañaban debió moverse con sigilo para evitar los barcos ingleses que navegaban esas aguas.

En la tarde del 26 de febrero en el Elba, el tiempo era bueno y la brisa terrestre de la tarde los alejó suavemente sin hacer ruido, el momento era solemne. Después de 6 millas (10 km), en completa oscuridad, el viento amainó toda la noche.

Este 26 de febrero, del lado de Livorno, Campbell está muy preocupado. Nada más volver el Partridge ese día, decidió ir a ver con sus propios ojos Porto Ferraio si todo estaba normal. Inmediatamente, se embarcó en Livorno al mismo tiempo que se ponía en marcha la pequeña flota de Napoleón. Esa noche serían, cada uno por su lado, víctimas de la falta de viento.

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Escape de Napoleón de la Isla de Elba la noche del 26 al 27 de febrero de 1815.

Viaje desde la isla de Elba al golfo de Juan (27 de febrero al 1 de marzo)

A las 07:00 de la mañana del 27 de febrero, se levantó una agradable brisa del sur-sureste, la flotilla del Elba partió a favor del viento y el Partridge de Campbell tomó su primera virada (virada a babor) con el viento arriba.

A las 10:00 horas la gente del Inconstant vieron velas a lo lejos hacia el norte, reconociendo al Partridge con las velas bien iluminadas por el sol. Se produjo angustia a bordo y estaban considerando el enfrentamiento.

Para ir más rápido y maniobrar mejor, hundieron la gran canoa tirada por el Inconstant y la soltaron; ganando medio nudo permitiendo ir a 5 nudos. Estaban listos para luchar, pero de repente el Partridge viró y se alejó hacia la Toscana. Al parecer, el Inconstant y la flotilla no eran visibles para la tripulación del Partridge porque estaban deslumbrados por los reflejos de los rayos del sol en el mar.

Pero poco después de las 14 horas, la gente del Inconstant vieron muy bien a contraluz hacia Capraia las formas de las 2 corbetas: la Fleur de Lys y la Melpomène que estaban armadas por el rey Luis XVIII para vigilar la zona del cabo Corso. Pero no se acercaron, la neblina de la tarde debía haber desdibujado las velas blancas de la flotilla que en ese momento se había dispersado un poco. Algunos a bordo pensaron que se había descubierto el secreto de la partida y se había dado la alerta, Napoleón los tranquilizó afirmando que este secreto le pertenecía solo a él y que era pura casualidad encontrar estos barcos.

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Huida deNapoleón de la isla de Elba. Ruta seguida desde la isla de Elba hasta el golfo de Juan (26 de febrero al 1 de marzo de 1815).

Hubo un encuentro peligroso, a las 18:00 horas, saliendo de la niebla, un bergantín navegaba hacia el Inconstant a corta distancia, se trataba del Zéphir; el capitán Taillade del Inconstant reconoció a Andrieux el capitán de ese barco, era un camarada que se había pasado al bando realista.
Los dos capitanes se saludaron y preguntaron por su destino “Vamos a Livorno”, dijo Andrieux, “vamos a Génova”, dijo Taillade. “¿Cómo está papá (el Emperador)?”, “maravillosamente” respondió. El Zephyr continuó su rumbo y desapareció en la oscuridad de la niebla.

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Viaje de regreso de Napoleón desde la isla de Elba el 27 de febrero de 1815. Los capitanes de los barcos el Zéphir a la izquierda y el Inconstant a la derecha durante el viaje. Autor Ambroise-Louis Garneray, museo Nacional del castillo de Versalles.

Esa misma noche, Campbell aún no había llegado a Porto Ferraio, el viento también se había calmado, no sabía si el Inconstant estaba en puerto o no. Lo descubriría el 28 de febrero a las 13:00 horas, cuando llegó al puerto.

El Inconstant continuó el viaje con viento favorable, y el 1 de marzo, la flota se reagrupó, acercándose al golfo Juan situado entre Cannes y Antibes.

Durante este tiempo Campbell buscaba a Napoleón entre Génova, Livorno, Nápoles y el cabo Corso, y no tendría noticias del desembarco en Francia hasta el 5 de marzo, haciendo escala en Antibes, cuando Napoleón ya estaba llegando a Gap.

Napoleón llegó al golfo Juan a medio día del 1 de marzo.

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Desembarco de Napoleón en el golfo Juan a medio día del 1 de marzo de 1815. Autor Carl-Heinrich Rahl. Museo del Ejército, París.
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Desembarco de Napoleón en el golfo Juan a medio día del 1 de marzo de 1815 (A).

Con la esperanza de que la guarnición de Antibes se levantase contra Luis XVIII, envió a 25 hombres dirigidos por el capitán Lamouret para incitar a Antibes al levantamiento.

Pero estos se mantuvieron fieles al rey y detuvieron a la vanguardia. Los hombres de vanguardia fueron encarcelados en la capilla de Saint-Esprit y en las antiguas logias masónicas, calle des Casemates.

Después de instalar su campamento, el Emperador envió dos declaraciones a los franceses y a los soldados para justificar su regreso.

También hizo la elección de su ruta, renunciando a pasar por el valle del Ródano a causa de las grandes guarniciones que había allí, y por ser una región principalmente monárquica.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2023-11-15. Última modificacion 2023-11-20.
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