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Alianza de Mitrídates con Sertorio
Tras la muerte de Sila en el 78 AC, Roma no tenía quién pudiera garantizar el cumplimiento de los términos del tratado de Dárdano, tratado que aún no había sido ratificado por el Senado. Mitrídates lo sabía, y convenció a su yerno Tigranes, rey de Armenia, para que encabezara la invasión a Capadocia.
El ejército que logró reunir Tigranes era el más numeroso que se había visto en Asia menor desde los tiempos del rey Jerjes. 120.000 soldados de infantería, varios centenares de carros y una caballería de más de 12.000 jinetes catafractos a lomos caballos niseos ideales para transportar con éxito a los jinetes ayrudzi del rey Tigranes, que combatían al estilo catafracto de los partos.
El general Mitrobarzanes, al mando de la caballería armenia, que también comprendía un contingente de 12.000 arqueros a caballo, cuyas puntas de sus flechas iban a estar humedecidas en varios de los venenos de Mitridates.
Tigranes se puso a la cabeza de sus tropas y se dirigió a Capadocia, que ocupó sin resistencia. Según los términos del tratado secreto entre Mitrídates y Tigranes del año 75 AC, Capadocia pasaría a formar parte del reino del Ponto, mientras Tigranes se quedaría con el botín obtenido y los cautivos.
Tigranes apresó a más de 300.000 hombres, mujeres y niños. Pero no los convirtió a la esclavitud. Usó a la mayoría para poblar su nueva capital, Tigranocerta.
La guerra civil romana entre optimates y populares había permitido que los piratas se multiplicaran por todas las costas del mar Mediterráneo. Ningún barco romano estaba seguro, y poco a poco los piratas pasaron a controlar todas las rutas marítimas por las que la República comerciaba y se aprovisionaba.
Sertorio envió emisarios a Mitrídates proponiéndole una rebelión simultánea en Hispania y Asia Menor. Era la última esperanza de la facción popular, Sertorio era un maestro de la emboscada, el engaño y la guerra de guerrillas. El prestigio militar de Sertorio se había extendido por todo el Mediterráneo. Piratas, comerciantes, mensajeros procedentes de Hispania cantaban las victorias de Sertorio contra la odiada República romana. Los consejeros militares de Mitrídates comparaban a Sertorio con Aníbal, y finalmente Mitrídates se convenció de la necesidad de una alianza.
En el año 75 AC, Sertorio tenía alrededor de 50 años de edad, y Mitrídates 60. Ambos líderes nunca se habían visto en persona, pero ambos tenían el mismo objetivo, terminar con el poder romano, y creían saber como lograrlo. El futuro de ambos se iba a poner en juego en ambos extremos de la República Romana, en el oeste, en Hispania, y en el este, en Capadocia. Comenzaron las negociaciones entre ambos. Sertorio garantizó a Mitrídates la posesión de Bitinia, Capadocia, Galacia y Paflagonia, aunque se reservó para sí el oeste de Armenia, que debería seguir siendo una provincia de Roma.
El tratado, que se mantuvo en secreto hasta varias decenas de años después, fue firmado por Mitrídates y los enviados de Sertorio en el reino del Ponto: los senadores romanos Lucio Magio y Lucio Fanio, y el general Marco Vario.
Preparación para la guerra
Mitrídates pasó todo el verano, el otoño y el invierno consiguiendo enormes cantidades de madera para construir buques y máquinas de asedio; comprando gran cantidad de caballos procedentes de las estepas del norte del mar Negro; fabricando espadas, lanzas y escudos, y eligiendo a los mejores de sus soldados para ser entrenados por oficiales romanos.
Mitrídates convocó en el Ponto a contingentes de todas las partes de sus dominios y aliados; Capadocia, la Cólquida, Armenia, Escitia, hordas de nómadas a caballo de más allá del río Don, cálibes expertos forjadores de hierro, heniochi conductores de carros, taurios de Crimea, leucosirios de Capadocia, sármatas de las estepas, tracios desde el Danubio y bastarnas de los Cárpatos, y otras muchas tribus más.
Apiano afirma que Mitridates logró reunir una fuerza de 140.000 hombres de infantería y 16.000 jinetes, apoyados por decenas de miles de bestias de carga y todos los trabajadores necesarios para servir a un ejército tan enorme; porteadores, carniceros, cocineros, obreros para construir caminos, prostitutas, etc.
Además, Mitrídates disponía de una flota de 400 buques, pero quizá lo más impresionante era el listado de generales de los que disponía: Marco Vario, Magius y Fanio, los tres generales romanos, además de Dorileo, Gordio, Neptolemo, Diofanto, Taxiles, Hermocrates, Alejandro de Paflagonia, Dionisio el Eunuco, Eumaco y Konarix (sátrapas de Galacia), Metrofanes y Aristonico.
Primeros enfrentamientos 74-73 AC
Mientras, en Bitinia, el rey Nicomedes IV aliado de Roma, murió a finales del año 75 AC, sin dejar descendencia. Para evitar luchas internas, dejó a la Republica Romana heredera su reino, y el senado romano envió a un gobernador para tratar de administrar su nueva provincia, el cónsul Marco Aurelio Cota.
Mitrídates protestó airadamente al senado romano. La ocupación unilateral de Bitinia por parte de Roma suponía una clara ruptura del equilibrio establecido en la zona por el tratado de Dárdano. Mientras el senado romano discutía sorprendido como podía un rey asiático ofenderse por qué no se habían cumplido los términos de un tratado que nunca se había firmado, el rey Mitrídates comenzó a acumular enormes cantidades de provisiones y armamento por toda la costa del mar Negro.
En un año normal, Escitia aportaba un tributo al reino del Ponto de 180.000 medimnos (1 medimno = 40 kg) y 200 talentos (1 talento 0 = 32 kg) de plata.
En el año 74 AC, Mitridates exigió a Escitia la entrega 2 millones de medimnos de grano, capaces de alimentar a 300.000 personas durante un año.
El ejército combinado de Mitrídates y Marco Vario, (con tropas pónticas entrenadas al modo romano) comenzaron a operar en el este de Anatolia, ocupando las ciudades en las que los romanos habían dejado guarnición. Las ciudades fueron declaradas libres del yugo romano y se les concedió la exención de impuestos durante 30 años.
A principios de la primavera del 74 AC, Mitrídates se apresuró a marchar contra Paflagonia con sus dos generales, y Taxiles y Hermocrates. La marcha del nuevo ejército de Mitrídates por tierras de Bitinia causó el pánico entre los colonos romanos de la zona. El gobernador romano de Bitinia, Marco Aurelio Cota, huyó a Calcedonia, una ciudad situada frente a la actual Estambul, en el otro lado del estrecho del Bósforo. Allí se dirigió Mitrídates sin perdida de tiempo.
Batalla de Calcedonia 74 AC
Miles de ciudadanos romanos se dirigieron también a refugiarse en Calcedonia, pero el gobernador Cota se negó a abrir las puertas de la ciudad. Los refugiados romanos acamparon en las afueras de la muralla de la ciudad, junto con 3.000 hoplitas que la ciudad de Cízico había enviado para reforzar la guarnición, que tampoco pudieron acceder al interior de la ciudad debido al excesivo celo de los guardias en cumplir las órdenes del gobernador Cota.
Cota colocó a sus tropas terrestres en una llanura al este de la ciudad, bajo el mando de su prefecto Nudus. La flota romana, de 64 buques, permaneció en el interior del puerto de Calcedonia.
Mitrídates llegó a la ciudad y se detuvo un par de días para estudiar su siguiente movimiento. Decidió atacar simultáneamente a la flota romana que se encontraba en el puerto y a las tropas terrestres del prefecto Nudus. Por la noche, una vanguardia de guerreros bastarnas buceó bajo la enorme cadena de bronce que protegía el puerto de Calcedonia y prendieron fuego a 4 de los mejores buques de la flota romana. En el combate naval que se produjo a continuación, y con la flota romana incapaz de maniobrar en el interior del puerto, más de 3.000 marineros romanos y calcedonios murieron quemados o ahogados, frente a 20 bastarnas. Los 60 buques romanos cayeron en manos de las tropas de Mitrídates.
En tierra, Taxiles y Hermocrates, los generales de Mitrídates, dirigieron las tropas del Ponto que atacaron la posición de Nudus, que contaba con una legión y los 3.000 hoplitas de Cízico. Poco a poco, fueron obligados a retroceder hacia las murallas de la ciudad, que seguía con las puertas cerradas.
Solo pudieron salvar sus vidas el prefecto Nudus y algunos de sus oficiales, que fueron izados con cuerdas hasta el interior de la ciudad. Las tropas romanas y los civiles que permanecían acampados en el exterior de la muralla fueron masacrados por las tropas de Mitrídates, que causaron más de 5.000 muertos y capturaron a otros 5.000 prisioneros. Pero las tropas de Mitrídates no pudieron superar la muralla de Calcedonia.
Asedio de Cízico 74 AC
Mitrídates dejó una pequeña guarnición en las cercanías de Calcedonia, y se dirigió con el grueso de su ejército hacia Cízico, en la Propontide. Pensaba utilizar el gran puerto fortificado de la ciudad como base para una futura invasión de Grecia.
Mientras tanto, en Roma, Lucio Licinio Lúculo, el protegido de Sila, había sido nombrado cónsul del año 74 AC. Celoso de los éxitos que su rival Pompeyo estaba logrando en Hispania combatiendo al rebelde Sertorio, Lúculo maniobró políticamente en el senado romano para ser nombrado encargado de suprimir la rebelión de Mitrídates. Tras terminar su periodo como cónsul, fue nombrado procónsul de Cilicia y se le encargó la tarea de dirigir la guerra en Asia Menor.
El Senado le concedió 3.000 talentos para reclutar una flota, pero Lúculo afirmó que no necesitaba una flota para derrotar a Mitrídates, y empleó los 3.000 talentos para reclutar 3 legiones. Se dirigió hacia Anatolia, y allí tomó el mando de las 2 legiones que anteriormente habían estado bajo el mando del cónsul Fimbria y del cónsul Lucio Valerio Flaco. Ambas legiones habían sobrevivido en Anatolia a base de saquear toda la zona, y habían entrado en un periodo de constantes motines, deserciones en masa e insubordinaciones constantes.
Los oficiales y espías de Lúculo le alentaron a atacar directamente el Ponto, indefenso tras la partida del ejercito de Mitridates hacia Bitinia. Lúculo sabia que su ejercito, en total unos 30.000 infantes y 2.500 jinetes, iba a estar ampliamente superado numéricamente, y además no tenia excesiva confianza en las dos legiones que había encontrado en Anatolia.
Mitrídates buscaba una batalla decisiva y envió a una parte de su ejército a provocar a Lúculo. Envió al general romano Marco Vario al mando de buena parte de la caballería a la llanura de Otryae, en el sur de Bitinia, entre Nicea y Prusa.
Ambos ejércitos chocaron allí, y mientras estaban enzarzados en combate, un gran objeto de color plateado cayó del cielo sobre el campo de batalla. Según Plutarco, la sorpresa fue tal que ambos ejércitos dejaron de combatir y se retiraron a sus respectivos campamentos.
Según Plutarco, ambos bandos vieron en la caída del meteorito un mal presagio. La aparición de un bólido dejando su estela por los cielos era un buen presagio, pero su caída a la tierra no lo era.
Mientras Lúculo y sus legiones se entretenían con las tropas de Mitrídates en Frigia, el rey del Ponto se había dirigido a Cízico con el grueso de su ejército, y había puesto a la ciudad bajo asedio. Envió a la flota del almirante Metrofanes a bloquear el puerto, mientras su ingeniero jefe Niconides dirigía la construcción de torres y otros ingenios de asedio.
En primer lugar cerró el puerto marítimo con una doble línea marina, y luego trazó una línea de circunvalación alrededor del resto de la ciudad. Levantó las rampas, construyó maquinas, torres de asedio, arietes y tortugas. Luego construyó una maquina de asedio de 50 metros de altura, en la que a su vez se elevaba una torre, en la que situaron algunas catapultas para lanzar piedras y proyectiles de todo tipo. Unieron dos quinquerremes entre sí, en donde montaron una sambuca o puente levadizo móvil que se bajaba para dar acceso a las murallas desde el mar.
Cuando todo estuvo listo, Mitrídates envió inicialmente contra la ciudad, a bordo de algunos barcos, 3.000 habitantes de Cícico que habían hecho prisioneros. Estos levantaron las manos hacia las murallas de la ciudad suplicando por sus vidas, pero Pisístrato, el general de ciziceno, les contestó que debían ser valientes y enfrentarse a su destino.
Cuando este intento fracasó, Mitrídates hizo avanzar la sambuca, que dejó caer el puente levadizo sobre las murallas, y sus soldados en fila empezaron a subir. Los cizicenos se quedaron en un principio, con la boca abierta por el nuevo dispositivo, pero más tarde se animaron y lograron repeler el primer asalto de los soldados, poco después de que lanzaron fuego contra las dos naves, obligando al enemigo a alejarse.
Mientras todas las máquinas de asedio en tierra realizaron un asalto continuo contra las murallas de la ciudad, donde consiguieron romper algunas partes de las murallas con arietes, aunque los residentes trataron de amortiguar los golpes con cestas de lana. También apagaron las flechas incendiarias con vinagre y agua, en otros casos se trató de mitigar la fuerza destructiva de las piedras lanzadas por las máquinas de asedio, situando sacos terreros frente a las casas de la ciudad. Los habitantes también consiguieron reconstruir los lienzos de muralla derribados durante la noche.
Lúculo llegó en auxilio de la ciudad unos días después. Pero su ejército seguía siendo muy inferior numéricamente al ejército de Mitrídates, y optó por tomar una táctica prudente. Colocó a sus 5 legiones en una posición defensiva en las laderas de las montañas de Adrasteia, para desde allí amenazar las líneas de comunicaciones y aprovisionamiento de Mitrídates. Su estrategia era que «vencer al enemigo sin luchar.«
La táctica de Lúculo funcionó. Aunque Mitridates controlaba la costa, no disponía de un puerto lo suficientemente grande para que su enorme ejercito pudiera ser aprovisionado por mar. Y las tropas de Lúculo impedían que los forrajeadores de Mitridates pudieran salir de la llanura cercana a Cízico para conseguir las provisiones y el forraje suficiente para mantener alimentado a las tropas y los animales.
Los repetidos intentos de asalto de la ciudad por tierra y mar no tuvieron éxito. Los ciudadanos de Cízico lanzaban brea ardiendo sobre los barcos de la flota de Mitrídates, incendiando una docena de ellos y dañando seriamente otros tantos. Además, Lúculo pudo infiltrar en la ciudad un buen número de ingenieros de sus legiones, que contribuyeron decisivamente a reforzar las defensas y las murallas contra los repetidos asaltos. Se construyeron enormes cantos rodados en el interior de la ciudad, que se lanzaban desde lo alto de las murallas contra las torres de asedio, y se utilizaron grandes garfios para atrapar y desmantelar los arietes. Se colocaron pieles mojadas con vinagre sobre puertas y portones, para repeler las sustancias combustibles y el fuego de las flechas de los arqueros de Mitrídates.
Mitrídates construyó calzadas hacia las murallas de la ciudad, y comenzó a construir torres y una serie de túneles para minar las murallas.
Batalla del río Rindaco o Rindacus 73 AC
El invierno llegó, y los problemas de aprovisionamiento para Mitrídates aumentaron. La poca hierba disponible para los caballos se congeló, y las enfermedades a causa de los miles de cadáveres insepultos comenzaron a afectar gravemente al ejército asediador. A falta de otra cosa, los soldados comenzaron a comer hierbajos, pieles de camello y caballo, y, según Plutarco, incluso los cadáveres de sus camaradas.
Para tratar de salvar su caballería, Mitrídates la envió al otro lado de las montañas, junto con multitud de soldados heridos y enfermos. Miles de famélicos caballos, cientos de mulas de carga y camellos de Bactria salieron una noche del campamento de Mitrídates y tomaron la ruta que rodeaba el monte Dindimus (la montaña sagrada de la diosa Cibeles), tratando de evadir la vigilancia romana. Entre la nieve y el hielo en las montañas, la caravana se dirigió en silencio hacia el río Rindaco o Rindacus. Pero habían sido detectados.
Lúculo dispuso una fuerza de 5.000 soldados, que siguió a distancia segura a la caravana. Cuando esta llegó al río Rindaco o Rindacus y se dispuso a cruzarlo, los soldados romanos cayeron por sorpresa sobre el grupo.
No hubo opción para las tropas de Mitrídates. Enfermos y heridos, 15.000 de sus soldados cayeron en manos de los romanos, además de 6.000 caballos y mulas de carga y un par de centenares de camellos. Para la mayoría de los legionarios romanos, era la primera vez que veían a tal animal.
Para desmoralizar al enemigo, Lúculo hizo desfilar a sus 15.000 prisioneros y los animales capturados a la vista de los hambrientos soldados de Mitrídates.
Batalla de Lemnos 73 AC
A mediados del invierno del año 73-72 AC, después de que los habitantes de Cízico consiguieran quemar las máquinas de asedio, Mitrídates decidió abandonar el asedio. Tras repetidos intentos de asalto por tierra y mar, las tropas pónticas habían sido rechazadas por los defensores una y otra vez.
La falta de alimentos, los rigores del invierno y la presión de los legionarios de Lúculo sobre la retaguardia de Mitrídates obligaron al rey a tomar la decisión.
Una noche tomó a su escolta y embarcó en uno de los barcos de su flota, dirigiéndose a continuación al Helesponto. La infantería de su ejército intentó huir esa misma noche, tratando de evitar las patrullas romanas en completo silencio. Pero cuando intentaban vadear el río Gránico, el sonido del agua y el entrechocar de las armas alertó a los centinelas romanos, que dieron la alarma. Lúculo envió a su caballería en persecución de los escapados.
Ateridos de frío, hambrientos y agotados, poco pudieron hacer para defenderse. Mas de 20.000 infantes del ejercito de Mitridates murieron, y cerca de 10.000 fueron capturados. El resto apenas pudo llegar a refugiarse en Lampsaco, de donde fueron rescatados por los piratas aliados del rey.
Cuando Lúculo tuvo conocimiento de la huida de Mitrídates casi enloqueció de ira, y envió a sus tropas a exterminar a las decenas de miles de civiles que aún permanecían, desarmados e indefensos, en el campamento de Mitrídates ante las murallas de Cízico.
Decenas de miles de esclavos, miles de mujeres y niños, las familias de los soldados del ejercito de Mitridates que habían seguido a sus esposos y padres fueron asesinados mientras los frustrados legionarios saqueaban lo poco que quedaba en el campamento.
Lúculo entró en entre las aclamaciones de sus habitantes, que le colocaron la corona de laurel por su victoria. Desde allí Cízico y tras unos días de descanso, puso a todas sus tropas a construir una potente flota, aprovechando las excelentes instalaciones portuarias de Cízico.
Operaciones en 73-71 AC
Por su parte, Mitrídates había navegado hacia Nicomedia, dejando 50 de sus barcos y 10.000 soldados al mando de Marco Vario (el general enviado por Sertorio), Alejandro de Paflagonia y Dionisio el eunuco; para tratar de bloquear el estrecho del Helesponto y evitar la entrada en el mar Negro de la flota romana.
Lúculo había logrado reunir una flota de la provincia de Asia, y se había distribuido entre sus legados. Cayo Valerio Triario navegó a Apamea que poco después de ocuparla, mató gran número de habitantes que se habían refugiado en los templos de la ciudad. Barbato se presentó en Prusa, que se encuentra en la base de una montaña, y luego también tomó Nicea, que había sido abandonada por la guarnición mitridática. Mientras tanto, en el puerto de los aqueos (cerca de la antigua Troya), Lúculo consiguió capturar 13 de las naves enemigas y a su comandante Isidoro. Había enviado su flota en persecución de la flota de Marco Vario, a la que divisó atracada en Lemnos. Incapaz de maniobrar en las poco profundas aguas cercanas a la isla, desembarcó a la infantería en el lado opuesto de la isla. Mientras atacaba con su flota a los barcos de Marco Vario, la infantería romana atacó por la retaguardia, en un movimiento de pinza que atrapó a los hombres de Mitrídates, que fueron rodeados y prácticamente exterminados. Solo unos pocos pudieron escapar e internarse en la isla.
Lúculo quería capturar vivos a los generales de Mitrídates, para trasladarlos a Roma y así poder celebrar el triunfo que sin duda le sería concedido por el Senado. Se otorgaba el triunfo si un general al mando de las tropas romanas conseguía matar al menos a 5.000 enemigos en un solo combate en tierra extranjera y las tropas le aclamaban Imperator.
Los soldados de Lúculo descubrieron a Marco Vario, Dioniso el eunuco y Alejandro de Paflagonia ocultos en una cueva. Mitrídates siempre surtía con bolsitas de veneno a sus oficiales de más alta graduación para esa clase de emergencias. Dioniso el eunuco utilizo su veneno y murió instantáneamente, pero los otros dos fueron apresados con vida.
Lúculo ordenó cargar de cadenas a Alejandro y mantenerlo con vida, pero ordenó ejecutar inmediatamente al general Vario, ya que consideraba impropio y demasiado humillante para un senador romano el tener que desfilar como derrotado en un triunfo.
Lúculo envió a Voconio, uno de sus mejores generales, a Nicomedia, con el encargo de buscar y encontrar a Mitrídates, y capturarlo con vida. Y al mismo tiempo envió una misiva al senado romano, anunciando su victoria total por anticipado sobre el rey del Ponto. Pero su confianza puesta en Voconio fue traicionada por este, que en vez de dirigirse a Nicomedia, navegó hasta Samotracia, para iniciarse en el culto y los misterios de los dioses Cabiros.
Mientras tanto, Mitrídates cuando navegaba al Ponto, fue sorprendido por una terrible tormenta en la que perdió alrededor de 10.000 hombres y 60 naves, mientras que el resto de la flota se dispersó por todo el fuerte viento. Plutarco dice que tuvo que abandonar su barco que se hundía y refugiarse ,en un pequeño barco pirata aliado.
Consiguió llegar a Heraclea del Ponto. Allí recibió el refuerzo de unos 60 barcos de la flota del pirata Seleuco de Cilicia. Dejó en Heraclea una guarnición de 4.000 hombres al mando del gálata Konnarix. Mitrídates con su renovada flota zarparon hacia la capital del reino, Sinope.
Asedio de Temiscira 71 AC
Desde Sinope, Mitrídates se dedicó a enviar emisarios a todos aquellos reyes y nobles que pudieran ayudarle; a su hijo Mazaares, virrey del reino del Bósforo; a su yerno Tigranes II rey de Armenia, a las tribus de Crimea, por último envió a Diocles con una gran cantidad de oro y otros regalos a los escitas, pero este último se quedó con el oro y huyó después a los romanos. A principios del año 71 AC, marchó hacia Kabeira, para reclutar un nuevo ejército desde allí.
Ni Mazaares ni Tigranes respondieron a la solicitud de ayuda de Mitrídates. Pero si lo hicieron desde Escitia y Armenia, con lo que en pocos días Mitrídates ya disponía de 40.000 soldados de infantería y 4.000 jinetes, que puso bajo mando del general Dorileo.
Mitrídates envío un contingente para defender Sinope, y colocó otros grupos más pequeños en la ruta hasta Kabeira, para tratar de anticipar y más tarde entorpecer la llegada de las tropas de Lúculo, seguramente a principios de la primavera.
Pero Lúculo tenía otros problemas más acuciantes. Había declarado antes de tiempo la victoria sobre Mitrídates, y cuando llegó a Roma la noticia de la nueva amenaza del rey del Ponto, su prestigio cayó en picado.
La caída en desgracia de Lúculo fue ampliamente aprovechada por su mayor rival, Pompeyo, que no solo había terminado con el insurgente Sertorio en Hispania; sino que además se había atribuido todo el mérito del fin de la revuelta de esclavos del tracio Espartaco, que había muerto en combate antes de ver a 6.000 de sus seguidores crucificados a lo largo de la vía Apia por Craso.
Lúculo tenía serios problemas de disciplina entre sus legionarios, enojados y desmoralizados porque se les había prohibido ejercer el pillaje sobre las ciudades conquistadas. Además, su línea de aprovisionamiento principal desde los puertos de Cilicia se veía constantemente atacada por los gálatas. Y muchos de sus oficiales le incitaban a abandonar la guerra y volver a Roma.
Ante tanta dificultad, Lúculo decidió atacar. Sabía que la única manera de detener a Mitrídates era terminar físicamente con él. Y decidió invadir el Ponto. Para resolver el problema de los gálatas atacando su ruta principal de suministro, decidió contratar a 30.000 porteadores gálatas para que cada uno de ellos transportara sobre sus hombros un saco de trigo, desde los puertos de Cilicia a través de Galacia y Bitinia hasta el reino del Ponto.
Lúculo entró en el Ponto y saqueó todo a su paso, poniendo sitio a las ciudades de Amisus y Eupatoria.
La primera etapa de la campaña de Lúculo en el Ponto transcurrió de forma favorable para los intereses de Roma. Los legionarios consiguieron tal cantidad de botín y prisioneros que su valor disminuyo drásticamente. EL precio de un esclavo varón adulto, que a principios de la campaña costaba 4 dracmas, pasó a costar un solo dracma, la paga diaria de un legionario romano. Tanta era la cantidad y el valor de los objetos saqueados que a menudo eran abandonados por los legionarios, que no podían transportar tal cantidad y se deshacían de los objetos menos valiosos.
Lúculo dejó varios contingentes asediando Amisus y Eupatoria, y envió una legión completa a tomar la legendaria ciudad de Temiscira, a orillas del río Termodón. En Temiscira, los legionarios intentaron tomar la ciudad por asalto construyendo gran cantidad de grandes túneles debajo de las murallas aguantados por columnas de madera, que después llenaban de paja, yesca y madera embadurnada de brea realizaban unos cuantos respiraderos para aportar oxígeno fresco. Prendían fuego al combustible, para que al quemarse las pilastras de madera, la muralla se desplomase
Parece ser que los temisciranos respondieron de una forma ingeniosa, introducían enormes cantidades de furiosas abejas en los túneles. Mientras los romanos se encontraban ocupados tratando de evitar las picaduras de los molestos insectos, entonces introducían todo tipo de animales salvajes como lobos, osos, zorros, jabalís, serpientes mortales, etc., causando el caos entre los legionarios y obligándoles a abandonar el túnel a la carrera.
Batalla de Cabira 71 AC
Cuando llegó la primavera, Lúculo dejó Murena en la tarea de completar el cerco de Amiso, y marchó a través de las montañas contra Mitrídates. Mientras tanto Mitrídates había encargado a un miembro de la familia imperial, llamado el Fénix, para mandar un contingente de avanzada, que construyese torres de señales que con fuego diesen la alarma al acercarse los romanos.
Mientras, Lúculo y las otras dos legiones continuaban la ruta por las ciudades del norte del reino de Mitrídates durante el otoño y el invierno del año 72 AC, entraron en el territorio de las tribus de los cálibes y los tibareni. Allí, en las cercanías de la ciudad de Kherasion, descubrieron los romanos un extraño fruto de color rojo, la cereza, totalmente desconocida hasta entonces en occidente. Lúculo decidió hacer acopio de árboles de cerezo para enviarlos a Roma, al igual que Alejandro Magno había hecho siglos antes, cuando desde Armenia había enviado a Macedonia los primeros árboles de albaricoque que llegaron a Europa. En opinión de sus legionarios y oficiales, Lúculo estaba perdiendo el tiempo recolectando árboles y pensando en la mejor y más rápida manera de hacerlos llegar a Roma. Pero en realidad Lúculo no quería atacar frontalmente a Mitrídates porque temía una posible alianza del Ponto con Armenia y su rey Tigranes.
En la primavera del año 71 AC, las tropas de Lúculo finalmente partieron hacia Cabira. Avisado por su hijo bastardo Fénix, líder de las tropas del Ponto en Cabira, Mitrídates se puso a la cabeza de 4.000 jinetes escitas, cruzó el río Lico y atacó a las 2 legiones de las que disponía Lúculo.
El primer choque fue favorable a la caballería de Mitrídates, que hizo retroceder a los legionarios. Lúculo estaba en un serio aprieto. La caballería de Mitrídates dominaba el campo de batalla y podía cortar con facilidad las rutas de suministro de las legiones. Además, el asalto de Cabira era muy complicado, ya que la ciudad se encontraba en medio de altas montañas y espesos bosques, en los que era sumamente difícil desplegar las legiones con efectividad.
Los espías de Mitrídates en el campamento romano le informaron de la marcha a Capadocia de 10 cohortes bajo el mando de un tal Sornacio, para conseguir grano a toda costa. Era una oportunidad que Mitrídates no quería desaprovechar.
Mitrídates envió al general Menandro al mando de un potente contingente de caballería escita para atacar el convoy romano a su vuelta de Capadocia, cuando se desplazaría lentamente a causa de los carros cargados con grano. Pero Menandro cometió un error, no tuvo paciencia para esperar a que el convoy romano transitara por algún camino montañoso, en donde sería más fácil romper las líneas romanas.
Menandro decidió atacar el convoy en plena llanura. Las cohortes romanas pudieron desplegarse con su eficacia habitual, y las constantes cargas de la caballería de Menandro fallaron una y otra vez en su intento de romper las líneas de legionarios que defendían los carros cargados de provisiones. Derrotados, los jinetes escitas de Menandro volvieron al campamento de Mitrídates, y trataron de excusar su derrota inventando la aparición por sorpresa de un inexistente ejército romano en la zona.
La preocupación de Mitrídates aumentó considerablemente. Sin la caballería escita, la infantería del Ponto apenas podría oponer resistencia a los experimentados legionarios romanos. Y cuando Lúculo recibiera la noticia de la derrota de la caballería de Menandro, sin duda intentaría el ataque sobre Cabira. Esa misma noche, Mitrídates convocó a su consejo real y a sus generales en su tienda. Todos estuvieron de acuerdo en que la retirada era la única opción. El plan que propuso Mitrídates fue dirigirse a la fortaleza de Comana para reagruparse allí ,y después dirigirse a Armenia para solicitar ayuda al rey Tigranes. Al mismo tiempo, Mitrídates encargo al eunuco real, Báquidas, dirigirse a la fortaleza de Farnacia y acabar con la vida de las integrantes del harén real antes que las tropas romanas llegaran allí.
Antes del amanecer, cada soldado del ejército de Mitrídates debía cargar sus posesiones en caballo o mula, y comenzar a salir de Cabira en completo silencio. Pero los miembros de la corte de Mitrídates, sus consejeros y oficiales de más alto rango decidieron salir en plena noche, anticipándose a las órdenes recibidas. Los soldados de Mitrídates creyeron que sus oficiales les estaban abandonando, y corrieron a las puertas de la ciudad.
El pánico se extendió como un reguero de pólvora,y en el tumulto consiguiente el general Dorileo y otros importantes miembros de la corte de Mitrídates fueron asesinados por los soldados. Mitrídates logró salir de Cabira y tomar el camino hacia Comana, pero había perdido su caballo y la mayoría de las riquezas que llevaba consigo.
Cuando Lúculo recibió la noticia de la partida de Mitrídates y su ejército, ordenó a su caballería salir en persecución de los fugitivos, con la orden de capturar vivo al rey. El mismo Lúculo se puso a la cabeza de las legiones, y asaltó directamente la ciudad.
Los soldados de Mitridates y los civiles que no habían podido huir intentaron una defensa desesperada, pero tras unos minutos de lucha, la ciudad se rindió. Lúculo prohibió el saqueo y la matanza de los civiles. Pero sus legionarios, hambrientos, cansados por la larga campaña y resentidos con su general desobedecieron las órdenes recibidas y se lanzaron al saqueo de las muchas riquezas de Cabira.
Mientras, el eunuco Báquidas había llegado a Farnacia, y cumplido con su funesto cometido. Muchas mujeres que formaban parte del harén de Mitrídates, fueron asesinadas, así como dos de las hermanas del rey, Roxana y Estatira que estaban solteras, y dos de sus esposas, Berenice de Quíos y Monime de Mileto. Cuando los comandantes de Mitrídates en la guarnición vieron esto, se rindieron en masa a Lúculo, excepto unos pocos. Una vez ocupada Cabira y la mayoría de las fortalezas, se encontraron con grandes tesoros, y muchos prisioneros, entre ellos muchos griegos.
Una vez ocupada Cabira y la mayoría de las fortalezas, se encontraron con grandes tesoros, y muchos prisioneros, entre ellos muchos griegos.
Mientras los legionarios de Lúculo se ocupaban de suprimir todo intento de resistencia de las derrotadas tropas de Mitrídates que trataban de huir hacia las montañas del centro del Ponto; el rey Mitrídates en su ruta hacia Armenia, con su escolta, llegó a Comana, en donde estaban esperando 2.000 jinetes al mando del general Taxiles. Desde allí se dirigieron a la fortaleza de Talaura, en donde previamente se habían ocultado gran cantidad de joyas y oro. Se dirigieron a galope hacia Armenia, donde pensaba solicitar la ayuda del rey Tigranes II.
Operaciones en 70-69 AC
Con la flota del Ponto en franca inferioridad en el mar Negro, y con su ejército terrestre prácticamente desmantelado; Mitrídates confiaba en la capacidad negociadora de su hijo Mazaares, y en las buenas relaciones que mantenía con los romanos para tratar de llegar a algún acuerdo que evitara la completa desaparición de su reino. Su única esperanza para su propia supervivencia personal era el rey Tigranes, su yerno, en quien confiaba para ayudarle a recuperar sus dominios.
Mientras, Lúculo se dedicaba a tomar todos los puntos fuertes del Ponto. El palacio real de Mitrídates en Eupatoria fue capturado sin lucha. En Sinope, Mitrídates había dejado al mando de los defensores al eunuco Báquidas y al pirata Seleuco de Cilicia. Los defensores resistieron bravamente los asaltos romanos hasta que la resistencia se hizo imposible. Entonces, Seleuco ordenó quemar su flota, excepto un birreme y ambos, Báquidas y Seleuco, zarparon una noche y navegaron hacia la Colquida.
Lúculo prohibió el saqueo de la ciudad, pero los enfadados legionarios pagaron su frustración con los civiles de Sinope, asesinando a más de 8.000. Lúculo decidió quedarse para sí con los mejores y más valiosos tesoros que Mitridates tenía en la ciudad, incluyendo una extensa biblioteca, piezas de arte e instrumentos científicos.
Según Estrabón en su obra »Geografía», entre los numerosos tesoros se encontraban dos piezas singulares; una valiosa estatua del fundador de Sinope, Autolico el Argonauta (los ciudadanos habían intentado ocultar la estatua sumergiéndola en el mar, pero los romanos la habían encontrado en el puerto y la sacaron a la superficie) y un extraño objeto, saqueado directamente del palacio real de Mitrídates, un objeto que los romanos nunca habían visto hasta entonces; lo que Estrabón llama «la esfera de Bilarus«, un planetario mecánico de forma esférica.
En Amisus, los últimos defensores de la ciudad la prendieron fuego mientras trataban de escapar por el mar. Lúculo rogó a sus legionarios que trataran de salvar la ciudad de la destrucción total, pero los soldados romanos solo se apresuraron para saquear lo que de valor quedaba en la ciudad. Las tribus de los cálibes y los tibareni fueron duramente castigadas por su anterior apoyo a Mitrídates.
Tras la caída de Sinope, Mazaares el hijo de Mitrídates y virrey de Escitia y el Bósforo, envió a Lúculo una lujosa corona que llevaba engarzadas más de 100 piezas de oro. Era un claro mensaje por el que Mazaares se ofrecía como nuevo amigo de Roma.
Según Plutarco, en ese momento Lúculo creyó que había ganado la guerra a Mitrídates, ya que incluso su hijo Mazares deseaba convertirse en amigo de Roma, y no le quedaban más aliados en la zona. Lúculo envió al tribuno Apio Claudio Pulcro a la corte real de Tigranes, para convencer al rey armenio de que entregase a Mitrídates a los romanos si lo capturaba.
Mientras esperaba que sus legionarios le llevaran al rey del Ponto encadenado y derrotado, Lúculo se puso a la tarea de reorganizar la nueva provincia romana del Ponto.
Para poner de su lado a los más ricos ciudadanos de la provincia, decidió aliviar la carga impositiva que Sila había impuesto años atrás (20.000 talentos de oro ) y que había llevado a los ciudadanos del Ponto a la rebelión. Inició también la construcción de una nueva flota en el puerto de Sinope y de varias calzadas para comunicar el Ponto con Armenia, para poder desplazar rápidamente sus legiones en caso de necesidad.
A principios del año 69 AC, aún sin recibir buenas nuevas del tribuno Apio sobre el destino de Mitrídates, Lúculo decidió celebrar por anticipado su triunfo en la Tercera Guerra Mitridática. Sacrificios a los dioses, juegos atléticos y gimnásticos, festivales de poesía y teatro y los imprescindibles juegos de gladiadores: lo único que faltaba en la celebración era la presencia física del rey Mitrídates encadenado.
Tras un año y medio de búsqueda incesante por el Ponto, Anatolia y Armenia, nadie había visto a Mitridates.
Batalla de Tigranocerta 69 AC
Los enviados del rey Tigranes habían prometido al tribuno Apio Clodio guiarle hasta Antioquia, en donde afirmaban se encontraba oculto Mitrídates. Pero los guías sirios de la expedición parecían incapaces de encontrar la ruta adecuada, y el grupo de romanos pasó un par de meses deambulando por la zona. Finalmente, un esclavo sirio condujo al grupo de Apio hasta Antioquia. Pero Mitrídates no estaba allí, y el rey Tigranes se encontraba en una expedición de castigo contra los rebeldes fenicios.
El tribuno Apio esperó en Antioquia nuevas noticias, ya fuera de Tigranes o de Mitrídates, pero no ocurrió nada durante un año. Finalmente, el rey de reyes Tigranes II el Grande se dignó a aparecer y conceder al tribuno la primera audiencia que un rey de Armenia concedía a un alto dignatario romano.
El tribuno Apio no pareció impresionarse por el lujo y la riqueza del salón de audiencias del palacio real de Antioquía, y tampoco se dejó impresionar por los opulentos ropajes del rey y sus cortesanos.
Apio comenzó su discurso afirmando que era el enviado de Lúculo, el Imperator del ejército romano y gobernador de la provincia romana de Asia. A continuación, exigió la entrega de Mitrídates; en caso contrario, Roma declararía la guerra a Armenia.
Según Plutarco, nadie había hablado de tal manera al rey Tigranes en sus 25 años de reinado, y su rabia se desató, replicando a Apio Clodio que nunca entregaría a Mitrídates, y que si Roma declaraba la guerra, el rey de reyes lideraría a toda Armenia contra el invasor.
Apio Clodio volvió a Sinope a darle a Lúculo las noticias de la negativa a colaborar del rey Tigranes. Llevado por la rabia, el orgullo y el deseo de conseguir más gloria, Lúculo decidió poner de nuevo en pie de guerra a sus legiones y cumplir con su amenaza, invadiendo Armenia.
Pero el Senado Romano no había concedido a Lúculo autoridad para extender la campaña contra Mitrídates más allá del río Éufrates. Y los senadores populares llevaban muchos meses acusando a Lúculo de extender innecesariamente la campaña contra Mitrídates por interés personal. Si Lúculo cruzaba el Éufrates e invadía Armenia se convertiría en agresor, y estaría peligrosamente cerca de ser colocado fuera de la ley por el senado romano. Los cónsules de aquel año, Cneo Pompeyo y Marco Licinio Craso, se asegurarían de ello.
A principios del año 69 AC, habiendo dejado en el Ponto a sus dos legiones menos confiables, Lúculo marchó a través de Capadocia y cruzó el río Éufrates a la altura de Tomisa, e invadió Armenia con 15.000 legionarios y auxiliares.
Cruzó la cordillera del Antitauro en las cercanías del lago Golcuk y se dirigió hacia el sur. Su objetivo primario era ocupar la costa de Cilicia y el norte de Siria, territorios que el rey Tigranes había arrebatado anteriormente a los partos y a los reyes seléucidas sirios. Lúculo tenía la esperanza de reclutar allí un gran número de soldados, además de garantizarse una vía marítima de aprovisionamiento totalmente segura.
Desde allí, se dirigió directamente sobre Tigranocerta, en Mesopotamia. Era la nueva capital de Armenia construida por el rey Tigranes, situada a 50 kilómetros al este de la antigua ciudad de Nísibis, a la que bautizó con su nombre, e invitó a una multitud de pueblos, incluidos los árabes, griegos y judíos para poblarla. La ciudad pronto se convirtió en la sede del rey de Siria y floreció como un gran centro de la cultura helenística, con teatros, parques y zonas de caza. En aquel tiempo Armenia se había extendido hasta el mar Caspio por el este, hacia Capadocia central por el oeste, y hacia Judea por el sur, llegando a regiones tan lejanas como el lugar en el que en la actualidad se encuentra el Krak de los caballeros.
Lúculo dejó un pequeño contingente haciendo los preparativos iniciales del asedio a la ciudad, mientras el grueso del ejército acampaba en la llanura cercana.
Tigranes, haciendo caso omiso de los avisos de sus consejeros militares, decidió buscar una batalla decisiva y atacar de frente a las tropas de Lúculo. En vez de mantenerse a la defensiva y esperar que el paso el tiempo minara las fuerzas romanas, reunió un enorme ejército y se dirigió hacia su capital.
Lo más probable las fuerzas de Lúculo serían tres legiones (15.000 legionarios), 13.500 jinetes (3.500 romanos y 10.00 gálatas y tracios), y 25.000 infantes auxiliares en total unos 40.000 efectivos.
Según Plutarco, las tropas de Tigranes totalizaban más de 250.000 soldados, incluyendo 20.000 arqueros bactrianos y 55.000 jinetes, de los cuales más de 15.000 eran catafractos. Es una exageración, se estiman de 80.000 a 100.000 efectivos en total.
Algunos miles de sus infantes estaban entrenados al modo hoplita, aunque la gran mayoría eran infantería ligera de las innumerables tribus y pueblos de los dominios del rey de Armenia: Siria, Media, Mesopotamia, Mardia, Arabia, Partia, Fenicia, Bactria, etc., armados al modo oriental, sin armadura de ningún tipo y protegidos por un pequeño escudo de cuero y madera. Decenas de lenguajes y centenares de dialectos, era una auténtica pesadilla para la transmisión y la comprensión de las órdenes dadas.
Tigranes había decidió actuar de inmediato porque en Tigranocerta se encontraba el harén real y, sobre todo, Zosimé, la concubina preferida del rey. Tigranes realizó el primer movimiento, enviando una fuerza de 6.000 jinetes nómadas a la ciudad, que atravesaron fácilmente la débil línea romana que asediaba Tigranocerta, rescataron a las concubinas, a sus hijos y el tesoro real, y volvieron victoriosos al campamento del rey.
Los dos ejércitos convergieron hacia el río Batman-Su ligeramente hacia el suroeste a Tigranocerta.
Desde una colina sobre el río Tigris, Tigranes y sus generales observaban el ejército romano al otro lado del río. Hacían bromas sobre la aparente debilidad de las tropas de Lúculo y su escaso número. Allí fue donde Tigranes pronunció la frase que le haría entrar en la historia. «Si los romanos vienen como embajadores, son demasiados. Si vienen como un ejército, son muy pocos«.
El ejército de Tigranes se situó en la orilla oriental del río, mientras que Lúculo, que había dejado una retaguardia para continuar el asedio de la ciudad, se situó frente al ejército armenio en la orilla oeste del río. El ejército armenio desplegó a vanguardia su caballería en tres grupos. Dos de reyes vasallos Tigranes se situaron a los flancos izquierdo y derecho, mientras que Tigranes se situó en el centro con sus catafractos en el centro. El resto de su ejército se puso frente de una colina, una posición que Lúculo tardó poco en explotarla.
Lúculo por su parte, desplegó probablemente en simplex acies, con el fin de poder cubrir todo el frente armenio, situando su caballería en retaguardia. Lúculo reservó dos cohortes en manípulos, unidades aún más manejables, para vadear el río y ocupar la colina que dominaba el campo de batalla, para posteriormente cargar sobre el flanco de los catafractos, atacando a los caballos que montaban.
Lúculo atacó rápidamente, antes de que los 20.000 arqueros de Tigranes pudiesen desplegarse adecuadamente. Y envió a su caballería ligera tracia y gálata sobre la retaguardia de los catafractos armenios. Tigranes y sus generales estaban asombrados de que los romanos, numéricamente muy inferiores, hubieran decidido atacar en vez de adoptar una estrategia defensiva.
Con la caballería ligera romana a su retaguardia, y los legionarios atacando su flanco, los catafractos rompieron su formación y retrocedieron desordenadamente sobre sus propias líneas de infantería ligera, desarticulándola por completo.
Por una vez, los legionarios de Lúculo obedecieron sus órdenes y dejaron el saqueo del campamento armenio para más tarde, dedicándose, en cambio, a masacrar a las tropas de Tigranes en su huida. La matanza duró hasta el anochecer, y según las fuentes de la época, las pérdidas del rey Tigranes oscilarían entre 10.000 y 100.000 hombres. Plutarco dice que en el lado romano, «sólo un centenar de heridos, y sólo cinco muertos.»
Conmocionado por la derrota contra una fuerza muy inferior numéricamente, el rey Tigranes partió con su hijo y sus consejeros hacia las montañas. Para no ser reconocido y capturado por los destacamentos de caballería ligera que Lúculo había enviado en su busca, Tigranes entregó su tiara real a un esclavo de su confianza, encomendándole la tarea de ocultarla y protegerla con su vida.
Tigranes se dirigió hacia el norte, y en el camino se encontró con Mitrídates y su fuerza de 12.000 jinetes, que llegaba tarde al combate porque no había esperado que los romanos atacaran primero. Ambos unieron sus fuerzas y se dirigieron al norte de Armenia.
Las tropas de Lúculo pasaron los siguientes días dando caza a los fugitivos y asediando Tigranocerta, que no resistió más de una semana. Sus habitantes no sufrieron daño, pero fueron enviados a Cilicia, Siria y Grecia.
Para comenzar a desmembrar el reino de Tigranes y privar al rey de sus apoyos, Lúculo cedió el gobierno de Antioquia a Antíoco, descendiente de los antiguos reyes seléucidas, que rápidamente reclamó y obtuvo el control de toda Siria. Varios príncipes de Arabia renegaron de sus alianzas con Tigranes y juraron lealtad a Lúculo, cediéndole varios miles de jinetes para su ejército. Los líderes locales de la provincia de Sofene rindieron pleitesía al nuevo gobernante, y los ciudadanos de Corduene, en el actual Kurdistán, ejecutaron al gobernador armenio Zarbienos, y enviaron su cadáver a Lúculo en muestra de arrepentimiento por su anterior rebelión contra el gobernador romano de la ciudad.
Operaciones en el 68 AC
Batalla de Artaxata 68 AC
Durante el invierno de 69/68 AC, muchos gobernantes orientales vinieron presentar respetos a Lúculo después de la victoria Tigranocerta, solicitando alianza y amistad. Al comienzo del nuevo año Tigranes II y Mitrídates VI cruzaron Armenia y reclutaron un nuevo ejército, y se le dio el mando vez al ex-rey del Ponto.
Enviaron, también, los mensajeros al rey de los partos, para solicitar ayuda, pero Lúculo, que a su vez había tomado medidas para invitarle, notó el doble juego del rey parto Fraates III, que al parecer haber prometido su alianza con Tigranes, a cambio de la cesión de la Mesopotamia.
Lúculo quiso atacar a los partos, pero el riesgo de un motín general de las tropas romanas, cansadas de la larga guerra, obligó al procónsul romano que renunciar a la campaña parta, volviendo a concentrarse en el enemigo armenio, retirándose del río Éufrates.
Mientras tanto Mitrídates había producido y reunido nuevas armas en todas las ciudades, pero esta vez los soldados fueron reclutados entre las tropas armenias según Apiano de Alejandría. Entre estos, el rey de Ponto seleccionó los mejores reuniendo 70.000 infantes y 35.000 jinetes, descartando todos los demás. Luego se dividió en unidades similares a las cohortes romanas, y se contrató a oficiales experimentados del Ponto para adiestrarlos.
Plutarco dice que estaban en el medio del verano y el procónsul romano cruzó los montes Tauro, y marchó contra los armenios; comenzando a saquear algunos pueblos, para recolectar el grano para abastecer a sus tropas. Apiano añade que habían acampado en una colina, y Tigranes con la caballería, atacó al ejército romano que había obtenido suministros de granos y alimentos, pero fue derrotado. Los romanos se encontraron capaces de moverse más libremente, hasta el campamento en las proximidades del mismo ejército de Mitrídates. A continuación, Lúculo ofreció batalla, el despliegue del ejército, pero fue en vano, Mitrídates no la acepto y se retiró. Él decidió marchar hacia la otra capital de Tigranes, Artaxata, donde estaban las esposas y los hijos del rey armenio.
La marcha por Armenia fue muy dificultosa. La meseta central de Armenia tiene unos 2.000 metros de altitud, y está rodeada por montañas de nieve eterna de más de 3.000 metros. A esa altitud, el grano y la fruta que los romanos pensaban consumir durante el camino aún no habían madurado. Los arqueros a caballo de Mitrídates acosaban continuamente a las tropas, atacando con sus flechas y retirándose a toda velocidad a continuación.
Para los romanos, ese era un modo muy poco honroso de combatir, pero era muy eficaz. Los legionarios recibían proyectiles continuamente, y no eran capaces de responder a los ataques.
Tigranes no podía permitirse el lujo de dejar que su segunda capital fuera ocupada por Lúculo sin ni siquiera tratar de defenderla, y así que desplegó sus fuerzas en la orilla del río Arsanias, para proteger la ciudad, no lejos de allí.
Lúculo tenía que cruzarlo forzosamente si quería llegar a la capital. Cuando llegó el ejército de Lúculo que eran 2 legiones, 1.600 jinetes y auxiliares. Según la versión de Plutarco, una vez hechas las debidas ofrendas propiciatorias, decidió cruzar el río con la caballería delante y detrás 12 cohortes como vanguardia, mientras que el resto del ejército se mantuvo para proteger sus flancos.
Contra ellos lanzó la mayor parte de su caballería, que se componía sobre todo de arqueros a caballo y lanceros de Mardia y de Iberia (no confundir con España). Sin embargo, estos jinetes no brillaron en su acción, y después de un primer encuentro con la caballería romana a distancia, se dio paso al avance de la infantería romana, y los jinetes armenios no pudieron con ellos, retirándose siendo perseguidos por la caballería romana.
Al ver la dispersión de sus tropas, Tigranes montó al frente de su caballería catafracta, directamente contra el propio Lúculo. Este sorprendido y asustado llamó a la caballería romana al mismo tiempo que él mismo, en primera fila, con los mejores de sus hombres, se enfrentó a los jinetes que se dirigían contra él, consiguiendo rechazarlos. De los tres reyes con que se enfrentó en la batalla, Mitrídates del Ponto huyó vergonzosamente. La persecución fue larga, y duró toda la noche, hasta el punto de que los romanos, no solo mataron enemigos, sino que también hicieron un gran número de prisioneros y recogieron un gran botín.
Los legionarios estaban cansados del peso del mismo, y entre los prisioneros se encontraban un gran número de dignatarios.
Asedio de Nísibis 68 AC
Lúculo animado por esta victoria, se decidió avanzar aún más en el interior y someter a todo el reino Armenio. Pero, contrariamente a lo que podría esperarse, el clima de ese país en el período del equinoccio de otoño, que ya era muy duro, tanto es así que algunas zonas ya estaban completamente cubiertas de nieve. Esto generó un gran malestar no solo en tropas por el frío, sino también por los caballos que tenían dificultades para beber y atravesar los ríos congelados.
Hay que añadir que la mayoría de esos territorios estaban cubiertos por bosques densos, con estrechas gargantas y humedales, por lo que los legionarios romanos estaban constantemente incómodos por estar casi siempre húmedos o cubiertos de nieve. Como resultado, comenzaron a quejarse de las continuas dificultades que se encontraron a diario, antes de enviar las delegaciones procónsul para que desistiese de esta nueva empresa militar en un período tan frío. Entonces, al no recibir respuestas adecuadas, se reunieron en asambleas tumultuosas, hasta que se rebelaron abiertamente contra las órdenes de su comandante.
Lúculo se vio obligado a regresar, a pesar de que había intentado por todos los medios de convencer a sus tropas, incluso diciéndoles que era la Cartago de Armenia, ya que en su tiempo había sido fundada gracias a los consejos del eterno rival de Roma, Aníbal. Y por lo que volvió a cruzar los montes Tauro, y esta vez, descendió en el país llamado Mygdonia, cuyo territorio era fértil y soleado, y que tenía una ciudad grande y populosa llamada Nísibis. El gobernante de esa ciudad se llamaba Gouras, y era el hermano de Tigranes II, mientras que el jefe de su ejército se llamaba Calímaco, un hombre que una vez había dado los grandes problemas de Lúculo, durante el sitio de Amiso. Y así, el procónsul romano decidió establecer su propio campamento fuera de la ciudad, para comenzar el asedio por todos los medios a su alcance.
Lúculo llegó a esta ciudad en otoño, la ciudad estaba rodeada por una doble muralla, hecha de ladrillos grandes y en medio de ellas había un profundo foso, las murallas eran difíciles de escalar o de destruir. Intentó varios asaltos en vano.
Cuando llegó el invierno, Lúculo aprovechó una tormenta durante una noche sin luna, los defensores habían dejado desatendidos la muralla exterior y el foso para guarnecerse de la misma, dejando solamente un pequeño grupo custodiándolos. Entonces intentó el asalto en la muralla exterior por varios puntos. Los legionarios romanos escalaron sin problemas la muralla y mataron fácilmente a los soldados que montaban guardia, ya que eran muy pocos. Después llenaron el foso y tras cruzarlo, conquistaron otras posiciones en la muralla interior que estaba menos fortificada, por la confianza que tenían en la muralla exterior.
Los romanos entraron en la ciudad y parte de los habitantes con el hermano de Tigranes se refugiaron en la ciudadela. Se llegó a un acuerdo con los habitantes de la ciudad, por el que se respetaría la vida si se entregaban a cambio de una gran suma de dinero.
Gouras, el hermano de Tigranes, fue confiado a Lúculo, y perdonado este último; mientras que Calímaco, el jefe militar, que había prometido revelar los escondites de la tesorería de la gran ciudad, fue castigado y puesto en cadenas, ya que, algunos años antes, se hizo responsable del incendio y la destrucción de la ciudad de Amiso. Los romanos pasaron el resto del invierno en Nísibis.
Mientras tanto, en Roma las quejas habían llegado al senado romano, donde se decidió sustituir el procónsul romano, no solo por tener insatisfechos a sus tropas, sino también por haberse antagonizado con la poderosa facción de prestamistas y cobradores de impuestos de Asia.
Tigranes II se había retirado dentro de su propio reino, comenzando a reconquistar partes de su reino previamente perdidas e incluso puso sitio al legado romano, Lucio Fanio (antiguo aliado de Mitrídates). Por su parte Mitrídates se apresuró a volver a los territorios que aún le quedaban, consiguiendo recuperar parte del Ponto y Armenia Menor, llevando consigo 4.000 de su ejército y otros recibidos de Tigranes.
Lúculo se vio obligado a abandonar Nísibis por falta de suministros.
La retirada de Lúculo de los territorios allende del río Éufrates fue la señal que Tigranes y Mitrídates habían estado esperando para lanzar la contraofensiva. Las legiones romanas, soportando los efectos del frío y de las nevadas del implacable invierno armenio, regresaron a sus bases en Asia Menor, no sin antes sufrir el hostigamiento de los nativos.
Poco después, la retirada se fue tornando en desbandada, a medida que los armenios y los pónticos mataban y asesinaban a los rezagados o distraídos. Las bajas romanas durante el trayecto desde Capadocia hasta Pérgamo llegaron a ser más numerosas incluso que las que Lúculo había sufrido en el campo de batalla de Tigranocerta. Tamaña debilidad fue el factor decisivo que determinó el regreso de Mitrídates a sus dominios en el litoral del mar Negro, de dónde aquel le había expulsado antes de la invasión a Armenia. Tigranes, por su parte, recuperó todos los territorios que los romanos habían ocupado entre el Éufrates y el Tigris, incluida su capital y algunos distritos de Siria, frutos de su campaña del año 86 AC. Era como si los romanos nunca hubieran invadido esas latitudes.
Batalla de Comana Póntica 68 AC
En la primavera del año 68 AC, la mayoría de las tropas romanas dejaron el Ponto y se dirigieron a Mesopotamia, quedando solamente dos legiones fimbrias que se negaron a partir, convirtiéndose en una presa fácil para Mitrídates.
Mitrídates para contraatacar a los romanos en primer lugar se dirigió contra un legado de Lúculo, llamado Fabio. En un primer enfrentamiento los romanos fueron derrotados por los pónticos, perdiendo 500 hombres, pero Mitrídates fue alcanzado por una piedra en la rodilla y un dardo bajo el ojo; lo que obligó al rey a alejarse del campo de batalla y detener la lucha, esto permitió a Fabio y a los romanos salvarse.
A continuación, Fabio se retiró y se encerró en ciudad de Cabira. Siendo cercado por las fuerzas de Mitrídates. Fueron liberados por la intervención de Cayo Valerio Triario, que estaba casualmente estaba por allí, había movilizado a esclavos para que lucharan junto a los legionarios.
Triario, decidió enfrentarse a Mitrídates, que logró vencer al rey del Ponto en el primer encuentro, al parecer ambos ejércitos estaban separados por un río. El ejército de Mitrídates trató de cruzarlo por un puente que se colapsó con el peso de tantos soldados, momento que aprovecharon los sitiados para salir y atacarlo por retaguardia.
Mitrídates se retiró al país que los romanos llamaban Pequeña Armenia situada en las alturas cerca de Talauro, destruyendo todo lo que no eran capaces de llevarse, con el fin de evitar ser alcanzados por Lúculo en su marcha. Con la llegada del invierno, los romanos suspendieron todas las operaciones militares.
Lúculo se había enterado de los movimientos en el Senado, envió un mensaje a Roma de que la guerra había terminado. Al año siguiente en el 67 AC, una comisión senatorial de 10 miembros habían partido de Roma para organizar la nueva provincia de Ponto, justo en el momento de su recaptura por Mitrídates.
Según Tito Livio debido a una nueva sedición entre los soldados, Lúculo no pudo continuar luchando contra Mitrídates y Tigranes, ya que había sido abandonado por sus tropas.
Lúculo exigía demasiado a sus soldados, la asignación estricta de tareas, el ser implacable en el castigo. No sabía convencer a la gente por la persuasión ni confraternizar con misericordia, ni atraerlo con honores o dinero, cosas muy necesarias para tener motivados a los soldados.
Operaciones en el 67 AC
Batalla de Zela 67 AC
En la primavera del 67 AC, Mitrídates volvió a enfrentarse con Triario, situó su campamento en Gaciura frente al legado romano. Mitrídates trató de provocar al legado romano a una batalla campal, haciendo desplegar sus tropas ante los ojos de los romanos, pero fue en vano, estos no se movieron. Tenía la esperanza de vencerlo antes de que llegara Lúculo, recuperando así las partes restantes de sus antiguos dominios.
Puesto que Triario no dio ninguna señal de movimiento, envió a algunos de sus fuerzas para conquistar Dadasa, una fortaleza donde se almacenaban los bagajes y suministros romanos, con la esperanza de que el legado romano se apresuraría a defender el lugar. Y así sucedió acudió allí y ambos ejércitos volvieron a estar frente a frente cerca de Zela (actual Zile, Turquía), los romanos intentaron recuperar la iniciativa de la campaña. La batalla fue precedida por un violento tornado que ambas partes interpretaron como presagio de un encuentro final y decisivo.
Los romanos atacaron el campamento enemigo en Zela por la noche, tratando de sorprender a los pónticos. Pero Mitrídates había preparado el campo de batalla, salió y los encontró en la llanura. Mitrídates primero lanzó toda su fuerza contra una sección del enemigo que avanzaba y los derrotó mientras contenía al resto. Luego montó su caballería alrededor de la retaguardia de la fuerza restante y los rompió también.
La lucha fue larga y brutal, pero finalmente las tropas mitridáticas hicieron retroceder a los romanos a una trinchera que Mitrídates había construido en preparación para la batalla y que luego había inundado para ocultarla de la vista. Muchos romanos quedaron atrapados en este obstáculo inesperado y fueron muertos en gran número. La trinchera pronto se «obstruyó con romanos muertos«. Mitrídates fue gravemente herido nuevamente, y una vez más un chamán llamado Agari curó al rey con veneno de serpiente. Solo unas horas después de la herida casi fatal, Mitrídates estaba de vuelta en su silla. Para entonces, los romanos ya habían huido, dejando 7.000 muertos, entre ellos 24 tribunos y 150 centuriones.
Durante el caos de la batalla, un centurión romano se encontró cerca de Mitrídates, quien evidentemente lo tomó por uno de los romanos de su séquito. El hombre corrió hacia el rey como si estuviera entregando un mensaje y lo apuñaló en el muslo, probablemente el único punto accesible donde Mitrídates podría ser herido, ya que estaba blindado al estilo armenio. Los guardaespaldas de Mitrídates derribaron rápidamente al asesino en potencia, pero el daño ya estaba hecho.
Todo el ejército mitridático se detuvo desconcertado. Afortunadamente, el médico del rey (un griego llamado Timoteo) estaba cerca y, después de un examen rápido, ordenó que lo levantaran por encima de la multitud de seguidores preocupados, para que pudieran ver que su líder aún vivía. No solo estaba vivo, sino que estaba furioso porque la persecución de los romanos se había detenido. Triario y lo que quedaba de sus hombres ni siquiera habían intentado defender su campamento y habían seguido corriendo.
Las fuerzas romanas restantes huyeron a Lúculo, que había marchado desde Mesopotamia.
Luculo llegó al campo de batalla un mes tras la debacle. Se negó a enterrar los cadáveres de los 7.000 legionarios romanos que allí yacían, como castigo por su amotinamiento, lo que fue la última gota que colmó la paciencia de sus propios legionarios, que habían marchado con él durante el ardiente calor del verano desde el campamento de Nísibis.
Lúculo quiso marchar sobre Mitrídates para acabar finalmente con él, pero sus tropas se negaron a dar un paso más. Estaban cansados de hacer campañas constantes con pocas ganancias. Arrojaron sus bolsas a los pies de Lúculo, ya que él era el único que obtenía un beneficio personal de esta guerra y le dijeron que continuara por su cuenta. Como su ejército se negó a marchar contra Mitrídates, Lúculo se retiró a Galacia dejando a Mitrídates para recuperar el Ponto.
Mientras, en Roma, los senadores de la facción popular acusaban a Lúculo por prolongar la guerra innecesariamente y por saquear los palacios de Mitrídates y Tigranes en su propio beneficio. Había pasado años ordenando a sus soldados llevar caravanas de camellos cargadas de oro y joyas en vez de utilizarlos para terminar definitivamente con los enemigos de Roma.
Lúculo con 52 años, fue entonces relevado del mando de la campaña en el Ponto, y sus soldados fueron licenciados del servicio militar.
A Lúculo regresó a Roma cargado de riquezas, esclavos y sus decenas de esquejes de cerezos, se le permitió celebrar un triunfo. El desfile comenzó con unos centenares de armaduras vacías de catafractos partos, seguidos de una docena de los carros falcados de Mitridates. Gouras,el hermano del rey Tigranes, encabezaba la comitiva de prisioneros armenios importantes, unos 60 generales y consejeros.
Nisa, una de las hermanas de Mitrídates, encabezaba el siguiente grupo, de notables del Ponto. Como Mitrídates no había sido capturado, su lugar lo tomó una estatua de oro a tamaño real, engarzada con joyas y telas de gran valor. Seguían más de 50 mulas que transportaban 2 millones y medio de monedas de plata y, por último, los espolones de bronce de un centenar de los barcos de la flota póntica.
Tras celebrar el triunfo, Lúculo dedicó el resto de su vida a gastar el fruto de sus saqueos de manera excesiva, incluso para los romanos, convirtiéndose en uno de los más notorios libertinos de la historia de Roma. Banquetes pantagruélicos, orgías interminables, vino a raudales, etc. En su lujosa villa de Tusculum nunca faltaba de nada, y allí murió en el año 57 AC, tras perder buena parte de su intelecto a causa del alcohol y otros excesos, quizás envenenado por alguno de sus esclavos.
Al año siguiente Pompeyo llegó a Galacia, para hacerse cargo de la guerra contra Mitrídates.