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Batalla naval de Okpo (6 de mayo de 1592)
Con su flota coreana reducida a 4 naves de guerra, y con los japoneses como amos de toda la costa de la estratégica provincia de Gyeongsang. Won Gyun tras recuperar la sensatez, no le quedó más remedio que pedir ayuda a su colega de la provincia vecina de Jeolla: el almirante Yi Sun-sin. Este se tomó su tiempo para acabar de poner a punto a su escuadra, estudiar las cartas marinas de la provincia vecina y coordinar su actuación con la de su colega de la otra armada de Jeolla, el almirante Yi Eok-gi; asi como cumplir con el importante requisito formal de recibir permiso del gobierno para actuar fuera de su provincia asignada.
Aunque la intención de Yi Sun-sin era que las dos escuadras de Jeolla avanzaran unidas contra las fuerzas japonesas; la primera orden que recibió fue la de cooperar con la casi inexistente escuadra de Won Gyun, y es que este había estado mandando mensajes a Seúl quejándose de que Sun-sin se negaba a enviarle refuerzos.
Sin saber que Seúl ya había caído, Yi Sun-sin zarpó de su base de Yeosu el 13 de mayo, al frente de 24 panokseons, 15 naves de guerra menores y 46 barcos de pesca o pojakseon (usados como enlace y reconocimiento). Tras reunirse con Won Gyun y aparecer algún capitán suelto, la armada coreana contaba con aproximadamente unas 90 naves, entre ellas 28 panokseons.
Los exploradores coreanos descubrieron una flota japonesa de cerca de 50 naves anclada en el puerto de Okpo, en la costa este de la isla Koje. Parte de los japoneses se encontraban saqueando la zona, a pesar de la prohibición expresa de Hideyoshi; y al aproximarse los coreanos, el comandante japonés Todo Takatora ordenó a sus hombres que contraatacaran con arcabuces, pero por desgracia para ellos, no causó mucho daño, ya que los coreanos estaban fuera de alcance, habían maniobrado para evitar el abordaje.
Sun-sin tenía el viento de cola y procedió a rodearlos con su escuadra, atrapando al menos a una veintena de naves que fueron destruidas o bien por fuego de cañón o por flechas incendiarias. Buena parte al verse atrapadas habían buscado refugio en la costa y sus tripulaciones huyeron al interior de los bosques.
Sun-sin solamente había tenido 3 bajas (heridos) y decidió no perseguir por tierra a los fugitivos japoneses. Cinco naves fueron avistadas más tarde en Happo (actual Masan) cerca de Ungchon, cuando la flota se disponía a buscar un lugar para pasar la noche, en la batalla de Happo el 7 de septiembre cuatro de las naves japonesas fueron destruidas.
Al día siguiente 8 de septiembre, se recibieron noticias de que otras 13 naves japonesas se encontraban en Chokjinpo cerca de Kosong, decidió realizar un ataque sorpresa. Los japoneses se encontraban de nuevo saqueando una villa costera. El ataque produjo la destrucción de 9 naves grandes y 2 medianas, los japoneses huyeron en su mayoría tierra adentro, y los coreanos procedieron a saquearlas y después las quemaron.
Tras dicha acción llegó la noticia de la caída de Seúl; ambos comandantes recibieron la noticia con pesar y se retiraron a sus bases a escribir sus respectivos informes a la errante corte. Sun-sin se preocupó de señalar que 2 de sus 3 bajas habían sido causadas por las naves de Won Gyun, insinuando que este se había mantenido en segunda línea durante la acción de Okpo.
Batalla naval de Sacheon (8 de julio de 1592)
La siguiente acción de Yi Sun-sin, tuvo lugar tras recibir noticia, a través de Won Gyun, de que una fuerza naval japonesa avanzaba por la costa, aproximándose a la propia base de Sun-sin en Yeosu. Sun-sin zarpó con 23 naves de combate, entre los que figuraba el primer ejemplar de geobukseon o “barco tortuga”. Tras unirse con las 3 o 4 naves de guerra de Won Gyun, se dirigió hacia Sacheon donde se encontraba fondeada una flota japonesa que incluía al menos 12 naves de guerra japonesas »con pabellones», posiblemente atakebunes.
Sun-sin no quería acercarse a las naves fondeadas, ya que una fuerza de varios cientos de soldados estaba apostada en una colina cercana. Por ello, tras entrar en la bahía ordenó realizar una retirada fingida, consiguiendo su objetivo de atraer hasta la mitad de la bahía a una parte de la escuadra japonesa. En el momento que los coreanos y los japoneses estaban en el mar abierto, que era casi de noche, la escuadra coreana giró y se lanzó contra los japoneses en un ataque encabezado por un solitario geobukseon o buque tortuga.
A diferencia de la batalla de Okpo, esta vez había naves de guerra entre la escuadra japonesa, por lo que estos no se arredraron al contemplar el inesperado giro. El comandante japonés animó a sus hombres a tratar de abordar al enemigo. La nave insignia japonesa consiguió llegar a enganchar a una nave coreana, pero su abordaje fue rechazado. El resto de las naves japonesas parece que ni siquiera llegaron a eso, ya que se encontraron con que sus tiradores apenas podían infligir daño al enemigo, mientras ellas recibían a distancia un duro castigo a manos de la artillería enemiga embarcada.
Los coreanos lograron destruir todos los grandes navíos enemigos, dejando intactos algunos de los más pequeños en la esperanza de que el resto de los japoneses que quedaban en la costa, trataran de usarlos para escapar. Durante el combate, el propio Yi Sun-sin resultó herido por una bala de arcabuz. Al parecer perdió su habitual calma al observar que en el campamento japonés de la colina había conciudadanos coreanos y decidió acercarse a cañonearlo, siendo alcanzado por el fuego de arcabucería efectuado desde la colina.
En cuanto a Won Gyun, este se dedicó a recoger las cabezas de los japoneses muertos como trofeo, con el permiso expreso de Sun-sin que se burló diciendo que a un almirante »sin hombres ni barcos que mandar se le debía proporcionar alguna tarea». Al final 13 barcos japoneses fueron hundidos, aunque el comandante japonés Wakizaka sobrevivió; los coreanos solo tuvieron 5 bajas por heridas, incluido el almirante Sun-sin.
Batalla naval de Dangpo (9 de julio de 1952)
Al día siguiente a la batalla de Sacheon, se recibió noticia de que en el cercano puerto de Dangpo se hallaba fondeada otra escuadra japonesa de 21 naves, entre ellas 9 naves de guerra de tamaño similar a los panokseon coreanos, entre las que destacaba una nave mayor con un alto pabellón: la nave insignia del comandante japonés Kurushima Michiyuki.
Fue nuevamente el geobukseon o barco tortuga coreano el encargado de liderar el ataque contra la escuadra enemiga. A continuación intervinieron los panokseons; uno de ellos se acercó al buque insignia enemigo. Los coreanos tomaron nota de como el comandante japonés mantuvo en todo momento una expresión impasible como resignado a su suerte; fue abatido por una flecha y su cabeza cortada cuando su nave fue abordada. La muerte de Kurushima y el feroz ataque coreano, hicieron huir a la mayoría de los japoneses tierra adentro, abandonando sus naves para ser quemadas y hundidas a placer por los coreanos.
Batalla de Danghangpo (12 de julio de 1592)
Tras la batalla de Dangpo, Yi Sun-sin vio con agrado como por fin se reunía con él la escuadra de su colega Yi Eok-gi. Eok-gi no solo aportaba sus naves (40 en total) sino que además era un joven comandante (15 años menor que Yi Sun-sin) con talento y bien predispuesto a actuar de subordinado de Sun-sin. Con cerca de 50 panokseons, además del barco tortuga; los coreanos disponían ahora de una escuadra todavía más formidable.
El siguiente objetivo coreano era un escuadrón de 26 naves niponas fondeadas en la estrecha bahía de Danghangpo: 13 naves pequeñas, 4 medianas y 9 grandes.
La escuadra coreana penetró en la estrecha bahía y sus naves se vieron obligadas a turnarse para disparar su artillería sobre los japoneses, mientras el barco tortuga seguía actuando a su antojo en vanguardia. Con los japoneses a la defensiva, el temor de Sun-sin era que estos de nuevo decidieran abandonar sus naves y ponerse a salvo huyendo tierra adentro. Sun-sin decidió recurrir de nuevo a fingir una retirada para alejar a las naves enemigas de la costa; los japoneses imprudentemente mordieron el anzuelo.
Al reanudarse el combate, el barco tortuga se lanzó directo contra la nave insignia nipona, prácticamente embistiéndola y causando enormes destrozos con su artillería, mientras que el comandante caía abatido por flechas. El resto de naves japonesas, trató de escapar; pero los coreanos les rodeaban y únicamente una nave consiguió escapar del cerco, aunque fue atrapada y destruida a la mañana siguiente, probablemente por una de las naves que Sun-sin había dejado destacadas en tareas de vigilancia antes de entrar en batalla. La escuadra japonesa había sido totalmente aniquilada, salvo aquellos hombres que habían conseguido salvarse nadando hasta la costa.
Los almirantes japoneses no parecían estar esperado ningún contraataque; de hecho, los principales almirantes se encontraban en tierra tratando de buscar gloria en alguna pequeña acción contra lo que quedaba del ejército coreano.
La escuadra combinada coreana permaneció unos días más barriendo las aguas de la zona, consiguiendo interceptar y destruir 7 naves niponas más. El día 18 de julio, cada comandante retornó a su base. Sun-sin informó a la fugitiva corte coreana de su exitosa campaña: 72 naves destruidas por ninguna perdida, con solamente 11 muertos y 26 heridos entre los hombres de su propia escuadra. Solo pudo remitir las orejas de 88 cabezas cortadas, pero no dejó de señalar que sus órdenes eran priorizar el acabar con los japoneses y no la búsqueda de trofeos individuales. Sun-sin prometió a sus hombres que señalaría en sus informes a quienes se distinguieran en combate, sin necesidad de que tuvieran que presentar cabezas para conseguir su recompensa. En su informe no dejó pasar la oportunidad de señalar de nuevo, la escasa o nula contribución de Won Gyun a los éxitos coreanos, a pesar de que este podía presentar más cabezas cortadas fruto de su esforzada dedicación a recolectar cabezas.
Con sus acciones, la armada coreana había puesto en seria cuestión la posibilidad de que las flotas japonesas pudieran avanzar desde su base en Busan en dirección al mar Amarillo, en apoyo de las tropas niponas que ya habían alcanzado Pyongyang. Desde Japón, Toyotomi Hideyoshi advirtió a sus comandantes navales de que tenían que pasar a la acción y destruir a la irritante armada coreana. De hecho, aún antes de que llegaran las órdenes de Hideyoshi estos ya se habían dado cuenta de la seria amenaza y de que tenían que emprender alguna acción.
Batalla naval de la isla Hansan o de Hansando (14 de agosto de 1592)
Tras conocer las derrotas por mar japonesas, Hideyoshi despachó órdenes a los almirantes Wakizaka Yasuharu, Kato Yoshiaki y al veterano Kuki Yoshitaka para que interviniesen. Los tres comandantes ya habían empezado con los preparativos en Busan, aun antes de que llegaran las órdenes. Wakizaka Yasuharu aprestó su escuadra más rápidamente que el resto y decidió zarpar el primero ansioso por lograr una gloria personal. Su escuadra se componía de 73 naves: 36 naves grandes o atakebunes, 24 medianas o sekibunes y 13 pequeñas o kohayas.
Los preparativos nipones no habían pasado desapercibidos a los coreanos, que de nuevo habían reunido a sus dos escuadras y los barcos que pudieron añadir, lideradas por Sun-sin, Eok-gi y Won Gyun. Contaban con unos 54 panokseons y 3 geobukseons o barcos tortuga. La escuadra enemiga de Yasuharu fue localizada en el estrecho de Gyeonnaeryang esperando en formación de batalla.
Yi Su-sin era reacio a internarse en el estrecho dado su escasa anchura y la presencia de arrecifes y rocas sumergidas. Además, quería combatir en un entorno en el que a los japoneses les resultase difícil abandonar sus naves en la costa y escapar tierra adentro. Sun-sin prefirió retirar la escuadra coreana algo atrás en las cercanías de la isla de Hansan: allí habría más espacio para los panokseon para maniobrar y les sería más difícil huir tierra adentro, al ser islotes el terreno más próximo. Como gancho dejó a 6 panokseons para atraer a los japoneses.
Una vez más la táctica de Sun-sin se reveló efectiva y la escuadra nipona salió en persecución de los coreanos, cuando las 63 naves japonesas salieron a alta mar. Cerca de Hansan esperaba la escuadra coreana en una formación recientemente ensayada por Sun-sin y Eok-gi: el »ala de grulla»: así los flancos de la formación coreana se extendían y curvaban hacia delante con el objetivo de “embolsar” a los japoneses y evitar su huida. De este modo, los navíos más pesados se encontraban en el centro con los más ligeros en la “alas” incluyendo al menos un barco tortuga a cada lado. A retaguardia de la curvada línea coreana había más naves como reserva para ir cubriendo los posibles huecos.
Los coreanos se lanzaron al ataque, tratando de mantenerse inicialmente a distancia de cañón, reduciendo varias naves a astillas, según las palabras de Sun-sin. El combate cuerpo a cuerpo llegó tras que los coreanos lanzaran una tormenta de proyectiles y flechas sobre sus rivales. La crónica japonesa de la batalla reseña especialmente la lluvia de proyectiles de mortero enemigos. Rodeados y machacados por el fuego enemigo, se permitió el abordaje de aquellos buques japoneses más vulnerables. En su informe, Yi Sun-sin mencionó a aquellos oficiales que se distinguieron capturando naves enemigas, cobrando “cabezas” y liberando cautivos.
El combate duró casi todo el día, terminando con la llegada de la noche; con los coreanos victoriosos pero totalmente exhaustos. Catorce naves niponas consiguieron escapar a la trampa coreana. Entre ellas figuraba una “nave rápida” en la que iba a bordo el propio Wakizaka Yasuharu; según la crónica nipona, en su nave había “10 muertos por cada vivo” y la propia nave había sido atacada con flechas incendiarias. Un capitán japonés: Manabe Samanosuke, eligió el seppuku a bordo de su incendiado barco antes que afrontar la vergüenza de huir en otra nave.
Unos 200-400 japoneses escaparon nadando a un islote cercano donde se encontraron que estaban atrapados y sin nada que comer. A pesar de su difícil situación consiguieron escapar en improvisadas balsas aprovechando la retirada de las patrullas navales coreanas de la zona, al parecer por culpa de una orden dada por Won Gyun. Al final los japoneses perdieron 59 barcos (47 destruidos y 12 capturados). Cuando Hideyoshi recibió el informe de la batalla ordenó que cesaran todas las operaciones navales.
Batalla de Angolpo (16 agosto de 1592)
Wakizaka Yasuharu se retiró al puerto de Angolpo, encontrándose con sus colegas Kato Yoshiaki y Kuki Yoshitaka que habían corrido en su “persecución” en la idea de que Yasuharu iba a arrebatarles toda la gloria. Tras concer la realidad de la situación y habiendo reunido solo 42 naves, adoptaron una actitud convenientemente cauta, permaneciendo protegidos en el interior del puerto.
Yi Sun-sin trató de provocarles avanzando solo con la mitad de la escuadra coreana y dejando a la fuerza de Yi Eok-gi oculta en una posición de emboscada. Sin embargo, esta vez los japoneses no reaccionaron. Sun-sin se resignó a organizar su escuadra en grupos que debían internarse en Angolpo, cañonear a los japoneses y retirarse, dejando paso a otro grupo de relevo.
La superioridad artillera coreana se hizo valer de nuevo, pero los japoneses aguantaron luchando durante bastante tiempo, evacuando a sus heridos en botes a la vez que se mandaban hombres de refuerzo a las naves que sufrían el ataque coreano. Los objetivos principales de los coreanos eran los atakebunes y grandes atakebunes que había en las filas enemigas. Entre ellos destacaba el magnífico Nippon Maru de Kuki Yoshitaka; el buque insignia japonés vio como los cañones coreanos le abrían un peligroso y gran boquete en el centro del casco, pero la brigada de carpinteros de abordo salvó la situación con eficacia.
Al llegar la noche, Sun-sin se retiró tras haber conseguido infligir bastante daño y causar muchas bajas. Durante la noche los supervivientes japoneses escaparon, por lo que a la mañana siguiente los coreanos solamente se encontraron los restos de la flota japonesa y de varias piras funerarias en las que se había quemado a los muertos. Sun-sin declaró en su informe que durante el combate no quiso destruir todas las naves enemigas para que los supervivientes japoneses tuvieran algún medio para escapar en vez de quedarse en tierra y vengarse de la población local. Sin embargo, no deja de ser llamativo, que una de esas naves a las que Sun-sin permitió generosamente huir, fuera el propio Nippon Maru. Por lo que la afirmación de Sun-sin resulta poco creíble y se trató de disfrazar el descuido que permitió la huida de los 3 almirantes japoneses.
En cualquier caso, esta nueva campaña naval de Sun-sin había sido sin duda un éxito arrollador; acabando con gran cantidad de naves y hombres enemigos. Según sus propias cuentas, el coste coreano había sido solamente de 19 muertos y 114 heridos.
Tanto coreanos como japoneses eran conscientes del resultado estratégico de los éxitos navales coreanos: Konishi Yukinaga no podría recibir por mar los refuerzos que el plan de operaciones japonés contemplaba; quedaba la ruta terrestre, pero esta no era exactamente la más adecuada para una gran operación como el avance hacia China.
Hideyoshi ordenó el cese de actividades navales de importancia a la vez que enviaba al almirante Todo Takatora a Corea de refuerzo. Wakizaka Yasuharu fue “castigado” ordenándole fortificar la isla de Geoje, la primera de varias construcciones defensivas construidas por los japoneses en Corea.
Batalla naval de Busan o Busando (4 octubre de 1592)
Sun-sin no iba a permanecer ocioso el resto del año. La construcción naval coreana no había cesado y ahora los 3 almirantes coreanos disponían de una fuerza total de 166 naves, 74 de ellas grandes naves de combate del tipo panokseon o del tipo tortuga o geobukseon. Won Gyun llevaba tiempo proponiéndole a Sun-sin realizar un ataque contra la base japonesa de Busan y con ello lavar la deshonra coreana de los días de la invasión.
El 4 de octubre se presentó la escuadra combinada coreana ante la desembocadura del río Nakdong. Al día siguiente avanzaron en medio de un temporal en dirección a Busan, destruyendo por el camino 24 naves japonesas que se pusieron a su alcance en Seopyeonje, en la batalla de Dadaejin. Al llegar al puerto de Busan, en este se encontraban, según las informaciones obtenidas por los espías de Sun-sin unas 470 naves. Es imposible saber cuantas de estas eran realmente naves de guerra, pero en cualquier caso los japoneses de Busan no parecen haberse planteado salir a dar batalla, sino que tomaron posiciones en las fortificaciones del puerto, en especial en las colinas circundantes.
Frente a la costa de Busan, la flota de Joseón reunida se dio cuenta de que la flota japonesa había preparado sus barcos para la batalla y el ejército japonés se había colocado alrededor de la costa. La flota de Joseón usó la formación de «una larga serpiente«, con muchos barcos que avanzan en una hilera. Sun-sin acercó su escuadra hasta el alcance eficaz de sus cañones y abrió fuego contra las indefensas naves a distancia con fuego de cañón y proyectiles incendiarios.
Abrumado por la flota de Joseón, la flota japonesa abandonó sus naves y huyó a la costa, donde estaba estacionado su ejército. El ejército y la marina japonesa unieron sus fuerzas y atacaron a la flota de Joseón desde las colinas cercanas en su desesperación. Los coreanos dispararon flechas desde sus buques para defender y restringir sus ataques, y mientras tanto concentraron su fuego de cañón en la destrucción de buques japoneses. La armada de Joseón destruyó totalmente la cuarta parte de la flota japonesa a un costo de solamente 5 hombres muertos, uno de ellos Chong Woon, uno de sus mejores capitanes, 25 heridos y ningún barco perdido.
Yi Sun-sin se planteó repetir el ataque el día siguiente, pero se decidió en contra. De nuevo alegó su decisión sobre la base de que la destrucción de la flota japonesa supondría que las fuerzas japonesas se quedarían estancadas en Corea y era mejor dejarles una vía de escape. Lo cierto es que la flota nipona estaba embarcada en un esfuerzo por llevar suministros y refuerzos en vistas a una larga estancia en Corea, no preparándose para una retirada.